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2 A PROPOSITO DEL DEVENIR CONTEMPORANEO DE LOS CHICOS Platon consideraba que la pregunta filosofica mds importante es, por mucho, gqué puede decirle el fil6sofo a la juventud? En el capitulo anterior ya respondi am- pliamente a esta pregunta, pero sin incluir el motivo verdaderamente esencial de la dife- encia de los sexos. En el presente capitulo, quiero hablar del devenir de los chicos. Ya solo faltaré hablar de las chicas, lo cual haré enel tercery tiltimo capitulo. Dedico lo que voy a decir aqui a mis tres hijos, Simon, André y Olivier. Todos me han ensefiado, en ocasiones de manera un poco tuda, sobre lo que es un hijo, tanto para él mismo como para sus padres. Me gustarfa partir de un mito conceptual: el conjunto formado en la obra de Freud por Tétem y tabi y Moisés y la religién monoteista. En elestilo de las figuras fundadoras de tipo hegeliano, Freud nos cuenta una historia en tres grandes capitulos. El primero gira en tor- 38 = LA VERDADERA VIDA no a la horda primitiva en que el padre pa- rrandero se apropia de todas las mujeres y la revuelta del hijo prepara el asesinato de este padre, origen de un pacto mediante el cual los hijos se organizan entre s{ para manejar la situacién lo més igualitariamente posible. El segundo capitulo es la sublimacién del padre muerto en tanto Ley en la figura del Dios tni- co. El padre vuelve a ser un guardia puntillo- so y alguien severo a quien recurrir, pero hay que comprender que el padre real asesinado solo regresa bajo la forma del padre simbéli- co. El tercer capitulo aborda la participacion -del hijo en la gloria del padre, en el cristia- nismo, al precio de una iniciacién muy vio- lenta: la iniciacién del hijo de Dios a lo que la humanidad se impone asi misma en cuanto a suplicio y muerte. Yo haria tres observaciones sobre lo que esta historia puede inspirar en la actualidad, pues su estructura, por decirlo de alguna ma- nera, habla por s{ sola. Empecemos con el padre. En la primera historia, encontramos a un padre real, un pa- dre parrandero, un padre que no quiere ceder en su monopolio del placer. Y vemos que el factor activo, no menos real, en el hijo, es una 60 EL DEVENIR CONTEMPORANEO DE LOS CHICOS agresividad que solo el asesinato puede ali- viar. En la segunda historia tenemos al padre simbélico, cuya base es sin duda el padre real, pero que regresa en lugar del Otro, como di- ria Lacan, Por parte del hijo se observa, como mediante una inversién de la agresividad sus- citada por el padre real, la devocién al gran Otro y, por ende, una figura de sumision mitada. La tercera historia, la del cristianis- ‘mo, nos tienta a decir que tenemos al padre imaginario. En efecto, el padre se ve relegado una especie de segundo plano; es como la escenografia para la accién del hijo. Se con- vierte en la totalidad ficticia de las tres ins- tancias: esa la vez el padre y después la trini- dad. Sin embargo, tanto en lo real como en lo simbélico, estas tres instancias no son totali- zables, de modo que el padre no puede sino estar emparentado con el semblante. Estos son los avatares elementales del pa- dre enel relato de Freud. Pero es el hijo quien nos importa. En esta historia, el devenir del hijo es una construc- cién dialéctica; a decir verdad, es el modelo de todas las construcciones dialécticas clasi- cas. Pues si bien el hijo logra llegar a un lugar donde se cumple la reconciliacién completa 6) Fr (A VERDADERA VIDA con el padre —el hijo cosustancial al padre, el hijo que reina a la derecha del padre, etcéte- ra—, solo lo hace después de concluir tres tapas: el estadio inmediato y violento de la agresividad, el estadio simbélico de la sumi- sién a la ley y el estadio final del amor com- partido. El amor como relevo del asesinato por intermediacién de la Ley: ese es el desti- no del hijo. Revuelta concreta, sumisién abs- tracta, amor universal. Resulta esencial observar el lugarde la ini- ciacién en este devenir dialéctico. El hijo solo es incorporado al orden supremo dela recon- ciliaci6n mediante una iniciacién que marca el cuerpo, i 6 iacién al suplicio ya la muerte, cuyo prodigioso destino iconogréfico es bien conocido, El cuerpo torturado del hijo es la fi- gura radical de la iniciacién del Dios infinito a la terrible finitud. Asi, cuando el hijo regresa al seno del padre mediante un movimiento atinadamente llamado “Ascensién”, se con- serva, trazado en el cuerpo del resucitado, un signo de la violencia inaugural. Esta es una construccién coherente, del todo satisfactoria para el fildsofo optimista, aunque sea ateo, porque conserva la nocién de las etapas y acaba, sin embargo, con una 62 EL DEVENIR CONTEMPORANEO DE LOS CHICOS figura reconciliada del devenir de la huma- nidad. El problema es que hoy en dia esta cons- truccién se tambalea por ambos lados. Del lado del padre, porque ya no se deja pensar sino con dificultad, tanto en su aspecto real como en el simbdlico, al menos en tanto es observado por el hijo. En efecto, lo que me preocupa en la actualidad es el padre visto porel hijo. Por eso puedo decir que, como pa- dre del goce y como padre de la ley, es una figura dificil. En lo que toca al goce, en la actualidad es el padre quien tiende a envidiar el goce del hijo. En efecto, hoy en dia existe el fenémeno del jovenismo, del cuerpo joven, no solo en tanto objeto, sino también, y sobre todo, en tanto sujeto. Durante mucho tiempo el padre fue representado como un anciano, en ocasiones lujurioso. Es evidente que actual- mente esta figura, de acuerdo con lo que la sociedad contempordnea determina como goce, se ha convertido en una figura practica- mente invisible. De paso, yo diria que una caracteristica de nuestras sociedades es pro- ducir, hasta donde le es posible, la invisibi- lidad de la vejez. El padre real es colocado gradualmente en esta invisibilidad social. De 63 LA VERDADERA VIDA manera simétrica, en tanto padre simbélico, también enfrenta la dificultad de tener que soportar la mirada del hijo, pues la ley mas evidente le es ahora externa. Esta ley es, ni mis ni menos, la del mercado, que se carac- teriza por igualar todo, por ser una ley anoni- ma, de modo que la figura del padre est des- conectada de ella y la posible represion de los hijos es también asimbolica. No llega a cons- tituirse en la ley del padre, a quien se harfa justicia. La represién social de los hijos, an4r- quica y a la vez inexistente y excesiva, se vuelve externa al poder del simbolo. {Es necesario decir que el padre ya no tien- de a ser sino imaginario? Esto seria el triun- fo de algo que podria lamarse un cristianis- mo sin Dios. Cristianismo porque el hijo se ve ascendidoa nuevo héroe de una aventura que, en la modernidad comercial, no es més que moda, consumo y representacién, todos ellos atributos propios dela juventud. Pero sin Dios, es decir sin un verdadero orden simbélico, porque sibien reinan los hijos, lo hacen soloen apariencia. En pocas palabras, ya del lado del padre se lee la considerable dificultad de una identifi- caci6n no aleatoria del hijo. La identidad del 6s EL DEVENIR CONTEMPORANEO DE LOS CHICOS hijo es, en efecto, incierta, porque su dialéc- tica estd deshecha. Y esta dialéctica se des- hace no porque desaparezean las figuras que laconstituyen, sino porque se van separando o desligando gradualmente. Examinemos las cosas de manera des- criptiva. Una estructura fundamental de los, hijos, en especial en la juventud popular, es la banda, la famosa y temible “banda de jé- venes”. Esta reproduce de cierto modo lo que Freud denomina la horda, y es en este sentido que se considera una plaga del uni- verso social. El problema es, evidentemen- te, que se trata de una horda sin padre que, por lo tanto, no brinda la posibilidad de un asesino salvador y de un pacto fraternal auténtico. Su consistencia ya no depende de un pacto generado entre sus miembros en el acto mediante el cual su agresividad se diri- ge contra el padre, sino de una separacion mimética. La banda es algo aparte, tiene sus propias normas, pero esta separacién es también una identidad y una similitud, pues tiene como meta la circulacién de los obje- tos del mercado en la figura del intercambio infinito, de la compra y, en ultima instan- cia, del trdfico. Esta territorializada, pero 65 ne a LA VERDADERA VIDA esta territorializacién es simétrica, este te- rritorio no es nunca sino el espejo de otro territorio en disputa. La banda no construye més que una especie de nomadismo inmé- vil. La agresividad, tiempo de constitucién de la horda, aparece aqui sin escansién, no estd en posicién de concentrarse en un acto fundador. Pero una agresividad no funda- dora esta destinada a la repeticién y, por ende, gobernada en definitiva por la pulsién de muerte. Hasta aqui el primer término de la dialéc- tica de los hijos, es decir el lugar donde se - constituye la agresividad. 2Qué decir del segundo, donde se fomen- tala sumision a la ley? Si bien es cierto que la relacién con la ley existe en la banda, esta es- cindida entre un imperativo de representa- cién que concierne a la costumbre, la vesti- menta, el lenguaje, los gestos, etcétera, que diluye una vez més la ley en la mimética del semblante, y un imperativo de inercia, que no rige la accién transformadora, sino la per- petuacién simple. Ello equivale a continuar en una forma de pasividad indefinida. El im- perativo activo que conducia al pacto de los hijos se convierte en circulacién comercial, y 66 EL DEVENIR CONTEMPORANEO DE LOS CHICOS Jo que tenia el valor de ley se convierte en una organizacién de lo inmévil. El tercer término de la dialéctica del hijo es donde tiene lugar la iniciacién. Esta ini- ciacién, de estar en cierta forma fuera de la ley, se volvié inmanente. Ya no es aquello que posibilita el pasaje a otra figura. Es, por el contrario, un rito de incorporacién al es- tancamiento de los hijos. Es el conjunto de pricticas estereotipadas que conllevan la aceptacién colectiva de la inercia. Esta ini- ciacién, a diferencia de la que nos constitu ye como adultos, fomenta el mito de una adolescencia eterna. El resultado es que la reconciliacién del hijo y el adulto, de los hijos y los padres, del hijo y el padre, solo puede llevarse a cabo mediante la infantilizacin del adulto. En apariencia es practicable, salvo porque esté invertida. En la mitologfa cristiana primitiva teniamos la ascensién del hijo. Solo se nos proponen procesos empiricos de descenso de los padres. Por todas estas razones, el esquema dia- Iéctico contenido en la historia de Freud esta descompuesto, por lo que ya no hay una pro- posicién clara en cuanto a la identificacién 7 LA VERDADERA VIDA del hijo. Esto es lo que podria llamarse el ca- rActer aleatorio de la identidad del hijo en el mundo contemporaneo. Existe una racionalidad de este caracter aleatorio. No se trata de un acontecimiento maldito e inexplicable. Est4 inscrito en el de- venir racional de nuestras sociedades. Es la consecuencia de un condicionamiento gra- dualmente universal del individuo como al- guien que enfrenta el brillo del mercado. El mayor imperativo social es vigilar que toda individualidad verdadera dependa de la cir- culacién de los objetos. Por ende, si hay una _ subjetivacién de esta individualidad, debe ser aquella que motive al individuo a enfrentar la constelacién comercial de los objetos y a tener el poder, mucho poco, de hacerlos circular. Por esto mismo, es cada vez mds im- posible que este individuo se convierta en el sujeto que es capaz de ser. Como sabe- mos, el hijo es central en este tema, pues el corazén del mercado es la adolescencia. La adolescencia es el momento del condiciona- miento organico al servicio de la competen- cia comercial, es el momento de la iniciacién al mercado mismo. Se impone a individuos aborregados y precarios, como se es en esta 68 | EL DEVENIR CONTEMPORANEO DE LOS CHICOS edad, un devenir-sujeto enteramente subyu- gado a la circulacién de los objetos y ala vana comunicacién de los signos y las imagenes. De este modo, me parece —y es una pro- puesta— que esta iniciacién sin iniciacién traza para los hijos tres posibilidades. Yo las llamarfa la perspectiva del cuerpo pervertido, la del cuerpo sacrificado y la del cuerpo me- recedor. ‘Veamos primero el cuerpo pervertido. Se trata de llevar sobre el cuerpo mismo el estig- ma del fin de la dialéctica anterior. Es por ende requisito complacerse en una iniciacién asimbélica, interminable y vana que proyecte sobre el cuerpo el desamparo de la dialéctica anterior. Perforar el cuerpo, drogarlo, atur- dirlo con sonidos violentos, tatuarlo. Es la fi- gura de un cuerpo que uno quisiera volver no subjetivo, incluso no subjetivable; un cuerpo expuesto y marcado, que conservaria en s{ mismo el rastro de la identidad imposible. Esto esta superficialmente emparentado con la iniciacion que se practica en algunas so- ciedades tradicionales. Sin embargo, hay un desplazamiento radical de su funcién, pues yano es una iniciacién al inicio de la fecundi- dad en las mujeres 0 a la conversi6n de los 69 He of LA VERDADERA VIDA hombres en guerreros, sino a la inmovilidad de la adolescencia infinita. A la sexualidad a la cual da entrada este tipo de eleccién la lla- marfa, de manera descriptiva, pornogréfica, sin ningtin juicio particular. Por “pornogra- fia” entiendo una sexualidad no subjetiva. Se apoya en el orden de la marcacién del cuerpo en la repeticion de la inercia. Es cierto que la violacién en grupo puede ser una figura de esta pornografia, asi como también la evi- dente miseria sexual, la abstinencia obligada frente al diluvio de las imagenes. En todos los casos, hay una ausencia de ideas. Tenemos la construccién sombria de un cuerpo sin idea. Es a este cuerpo al que llamo “pervertido”, sin ninguna alusin a las supuestas “per- versiones”, sino pervertido en el sentido de que esté desviado de su funcién habitual, que consiste en ser el depésito de un sujeto. Por el otro lado tenemos el cuerpo sacri- ficado. Es un cuerpo que lleva de manera desesperada un regreso a la tradicién. Se apela a la ley antigua, mortifera, como alo que el cuerpo nuevo puede y debe soportar. Hay que apartarse, incluso recurriendo a ri- tuales de purificacién, del cuerpo pervertido —lo cual implica una rigidez sexual extre- 70 El DEVENIR CONTEMPORANEO DE LOS CHICOS ma— y aceptar el cardcter absoluto de la ley hasta el sacrificio. Esta es la figura subjetiva del hijo como terrorista. El propésito del cuerpo se transforma por el horror del cuer- po pervertido, al cual se trata de exponer al sacrificio filial por el cardcter absoluto del Padre, en las condiciones de un retorno im- placable a la ley antigua, la més inmévil que pueda concebirse. La subjetivacién del cuer- po es la de su martir. Estas son dos posturas extremas, pero reales. Entre ambas est4 la aceptacién del condicionamiento medio, hacerse a s{ mismo. objeto cualificado del trafico universal, o di- cho de otro modo: “hacer carrera” o, en pala- bras de Sarkozy, “tener mérito”. Esta vez el cuerpo va a colocarse, en un movimiento calculado, como el més adecuado a las leyes externas del mercado. Va a convertirse en una pieza de esta circulacién organizada, que se considerard la tinica ley admisible, la del equi- valente general, como Marx a Ilamé hace mu- cho tiempo. El cuerpo merecedor se coloca en el mercado al mejor precio. Y para ello debe estar protegido, atrancado contra los peligros conjuntos de los otros dos cuerpos, de lo cual se encargan fundamentalmente la policia. n - oz. LA VERDADERA VIDA Un paréntesis: respecto de lo que ocurrié en Francia en otofio de 2005 en Clichy y en Grecia en 2008, es a los “hijos e hijas del pueblo”, como se decia en los tiempos de los parti- dos comunistas, a quienes atraen los proyecto- res, Solo quiero subrayar que nos equivocamos al considerar este problema como de esencia social, si por ello se entiende algo que remite a laeconomia o, peor atin, si suponemos que in- yectar ms dinero a los supuestos barrios po- bres 0 a las universidades resolveria el proble- ma. Se trata de un problema simbélico de la sociedad contempordnea, un problema que _ atafie a lo que podria llamarse una clinica polf- tica. Este problema consiste en saber qué pasa con os hijos cuando no tienen acceso auncon- dicionamiento medio, alos caminos, al mismo tiempo regios y sin interés, del cuerpo mere- cedor. Todos sabemos que el cuerpo no me- recedor es tratado como el adversario del merecedor, del cual debe ser segregadoatoda costa; de ahi los problemas del apartheid esco- lar y profesional, as{ como el problema funda- mental dela policia, ala cual se recurre para se- parara los distintos cuerpos. Es absolutamente cierto que la policia tie ne un vinculo particular con los jévenes, pro- 72 EL DEVENIR CONTEMPORANEO DE LOS CHICOS venientes en su mayorfa del pueblo obrero, del pueblo trabajador, y cuyos padres suelen ser de origen extranjero, jovenes que no pue- den ni quieren identificarse como cuerpos merecedores. Estos jévenes dicen, y esta es su raz6n bésica para la revuelta: “Tenemos a la policfa encima todo el tiempo”. Por des- gracia esto es algo estructural, si conside- ramos que el devenir protegido del cuerpo merecedor requiere de muros fuertemente vigilados. Dos muertos aqui, dos muertos alld, arrestos por doquier, jévenes encarcela- dos en masa: :no es legitimo, entonces, rebe- larse contra la policfa y contra el Estado que la mantiene, incluso mediante mentiras? Ade- més, es al rebelde a quien se responsabiliza, en la prensa, en los discursos politicos, y noa esta policia ni a este Estado. La propaganda nos dice que estas lamentables muertes son el precio que debe pagarse si queremos hijos diéciles, no en funcién de la sumisién al pa~ dre, sino en funcién de la sumisin al dinero ya su “libre circulacién”, contenido real de esta democracia fetichizada que hace las ve- ces de Idea cuando ya no la hay. Regreso a mi tema: los tres tipos de cuer- po; es el espacio de lo que yo lamarfa el hijo 73 LA VERDADERA VIDA desiniciado, el hijo a quien no se le ofrece una iniciacién en el sentido de la transmisién, del relevo, del devenir. Este espacio es nihilista en toda su extensién, aun cuando el cuerpo merecedor tenga como fin disimular este ni- hilismo: se trata de hacer como si la carrera tuviera un sentido. La carrera solo sirve para rellenar el sinsentido. Esta es la funcién de la juventud apacible. Es necesario advertir que es este rebario heterogéneo el que algtin dia ser conducido al abismo de la guerra para comprobar su vacfo de una vez por todas. No sé cudl guerra, pero esta situacién aleatoria _ dela identidad de los hijos no nos promete la paz en absoluto, y menos atin que la comple- ta vacuidad de los cuerpos merecedores se cubra de elogios. Eltema dela guerra es crucial eneste pun- to. Cabe destacar que en los tiempos moder- nos, es decir en la época inaugurada por la Revolucién francesa, la parte estatal de la ini- ciacién de los hijos se cumplia bajo el signo de la figura del soldado. Desde hace algunos afios, esto se ha convertido en algo bastante ajeno, pero durante dos siglos fue un factor importante. El servicio militar era la cesura iniciatica. Reunfa a los hijos y, al hacerlo, los 74 a ae EL DEVENIR CONTEMPORANEO DE LOS CHICOS distinguia bruscamente de las hijas. Era una primera etapa necesaria de la identidad. Des- pués daba forma y disciplinaa la agresividad, reconocia su utilidad, en lugar de constituir simplemente su represi6n, era su formacién, construfa un derecho a la violencia. Por ulti- ‘mo, reconciliaba bajo el ambito del simbolo al padre oficial con el hijo soldado: ambos salu- daban al mismo tiempo la bandera, esa tras- cendencia colorida. El servicio militar se ins- cribja en la configuracién dialéctica de la cual partf: mantenimiento disciplinado de la agre- sividad llevada hasta el derecho al asesinato, simbolismo represivo y sumisiOn integral, re- conciliacién, al menos aparente, bajo el signo de los “hijos de la Patria”. Bajo la formade una institucién —como cualquier institucién, de- testable y estiipida, pero funcional—, el ser- vicio militar ofrecia una laicizacién de los procedimientos de filiacién arcaicos. El hij estaba sujeto al servicio militar, luego venian el oficio y la familia, y entonces se convertia enadulto. No supimos asumir las consecuencias de Ja eliminacion del servicio militar. Esta elimi- nacién era quiz4 ineludible, en una Francia imperial despojada de su grandeza militar, 75 ae LA VERDADERA VIDA conducida al nivel de una potencia media y preocupada por no gastar demasiado. Tam- bién en este sentido, la igualdad simbdlica dejé de hallarse en la muerte patristica y sus emblemas para hallarse en la trivialidad mo- netaria. Y, a decir verdad, ya ningtin burgués imagina siquiera tener que morir por Francia como oficial. En este sentido, ya no hay, sim- bélicamente, una clase dirigente. Solo queda una oligarquia irresponsable. Ademds, en con- tra de los deseos de Jaurés antes de la guerra de 1914 (ante todos los ejércitos de oficio, un ejército compuesto exclusivamente por ciu- - dadanosy exclusivamente defensivo), elejér- cito ya no es mds que un montén de merce- narios. Reconozcamos una ultima ocasién al servicio militar y todo lo que significaba, aunque fuera en la ignominia de la guerra, en torno al complejisimo problema del devenir de los hijos. 2Querrdesto decir que la iniciacién del Es- tado ha concluido? Quieren hacernos creer que la escuela se ha convertido en el aparato pacifico de iniciacién publica. Mi opinién en este punto es completamente escéptica. A la escuela no le ha ido nada mejor que al servi- cio militar en sus tiltimos afios de existencia 78 EL DEVENIR CONTEMPORANEO DE LOS CHICOS Reconocida por todos como algo esencial, la crisis de la escuela apenas comienza. Los pro- cesos de desmantelamiento, de privatiza- cién, de segregacién social, de impotencia ceducativa van a acelerarse. {Por qué? Porque ala escuela ya no se le pide llevar a las gran- des masas un saber compartido, ni siquiera una formacién obrera util. Se le exige algo que sera cada vez mas su funci6n: clasificar y proteger a los cuerpos merecedores, No creo que la escuela pueda relevar a la institucién militar. Incluso pienso que la escuela, siem- preselectiva y consagrada al “mérito”, supo- nfa en un segundo plano a la institucién mili- tar como el lugar donde se concretaba en la realidad la igualdad ante el riesgo de morir. En cuanto a sus funciones simbdlicas de ini- ciacién, el Estado “democritico” contempo- réneo se ha quedado sin recursos. Quizé los hijos actuales, en su inestabili- dad identitaria, son el sintoma de un proceso profundo que afecta al Estado. Es quiza en nuestros hijos donde podemos leer el resulta- do de esa prediccion lejana y abandonada de Marx, la decadencia del Estado. Marx nos ofrecfa, bajo el signo del comunismo, la ver- sign revolucionaria, que restauraba la dialée- 7 LA VERDADERA VIDA tica completa de los hijos en el elemento de Ja igualdad y del saber universal polivalente. 4Acaso lo que tenemos hoy en dfa ser4 la ver- sién reactiva y descompuesta de esta deca- dencia? Sea como fuere, el Estado “democré- tico” estaseriamenteafectadoensucapacidad simbélica. Quiz por intermedio de nuestros hijos estemos enfrentando, hoy mas que nun- a, la elecci6n estratégica entre dos formas opuestas de la decadencia del Estado: comu- nismo o barbarie. {Como imaginar entonces, de manera afir- mativa, mas alla del sintoma de los hijos, la nueva situacién simbélica? ;Cémo evitar un devenir apocaliptico del problema, una guerra total y totalmente asimbélica? Como siempre en los momentos de de- sorientacién del pensamientoyy de la existen- cia, nos apoyaremos en lo que subsista en cuanto a verdades nuevas 0, en mi lenguaje, en cuanto a procedimientos genéricos posi- bilitados por algiin acontecimiento. Algo seguro, por ejemplo, es que aquello que puede mantenernos alejados del cuerpo pervertido, o cuerpo sin idea, es el amor, qui- z4rreinventado, como decfa Rimbaud. Pues el amor, experiencia mental viva del Dos, es lo 78 = ge EL DEVENIR CONTEMPORANEO DE LOS CHICOS tinico que puede sustraer el cuerpo del hijo de la soledad pornografica del cuerpo per- vertido. Para terminar con el cuerpo sacrificado, hay que mirar hacia la vida politica, una vida politica que esté en posibilidades de propo- ner, en oposicién ala ley dela representacién comercial y de la inercia suicida adolescente, una figura firme y aceptable de la disciplina desinteresada. Una politica que debe des- viarse del poder, pues el Estado ya no posee os medios simbélicos para asumir la inicia- cién de los hijos. Frente al control religioso, que es solo un sustituto desesperado, un re- torno a simbolos obsoletos, se propondra en Ja accién colectiva organizada una disciplina no mortifera, que encuentre en s{ misma el pensamiento que la funda. Tanto a la banda ociosa como al martir vano y melanedlico, se opondré el entusiasmo de los militantes reu- nidos, la unién improbable de sujetos prove nientes de todos lados. Frente al cuerpo merecedor, que utiliza el saber, el conocimiento, para colocarse mejor en la carrera, el recurso del sujeto reside en la gratuidad de la invencién intelectual verda- dera, en la dicha gratuita de la ciencia y el 79 = ~

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