En fechas recientes la prensa nacional se ha ocupado
nuevamente de uno de los fenómenos más característicos y sistemáticos de la historia social de México: la represión violenta en contra de las poblaciones indígenas, ahora en Hidalgo, Oaxaca, Chiapas y otras regiones del país. Las noticias han suscitado el comentario amplio de algunos columnistas, así como cierta discusión en los círculos intelectuales del país. El Colegio de Etnólogos y Antropólogos Sociales considera indispensable hacer públicas las siguientes consideraciones en torno a este conflicto:
En la configuración de la sociedad colonial se establecieron
formas de dominación a través de una nueva organización social de la que surgió el México de hoy. La sociedad colonial impuso un nombre genérico común para designar a los pueblos aborígenes sometidos: INDIO, sinónimo de colonizado. A partir de entonces la población indígena fue violentamente incorporada dentro de un sistema social que expropia no sólo su territorio sino también su trabajo y sus productos en beneficio de otros grupos. Desde un principio esta dominación se apoyó y se expresó en formas locales de poder (caciques) cuya existencia y formas de acción negaron en la práctica el aparato jurídico pretendidamente protector. (Leyes de Indios y Legislación Mexicana).
Al consumarse la Independencia, la población indígena
reconocida era mayoritaria (60%). La Independencia sólo cambió formalmente su condición, pero en la realidad durante el siglo XIX los indios se vieron en una situación de progresivo deterioro, debido entre otras causas, a la Ley de Desamortización de Bienes de Manos Muertas (1856), que buscaba agilizar la circulación de la propiedad y que afectó directamente las tierras comunales en beneficio del latifundio. Tanto en esta ocasión como durante el periodo colonial la población indígena resistió incluso con las armas, como lo prueba la gran cantidad de sublevaciones a todo lo largo y ancho del país. El proceso de concentración de la tierra en pocas manos obligó a una gran cantidad de indios a abandonar sus comunidades de origen convirtiéndolos en peones y forzando su desindianización para pasar a formar parte del pueblo mestizo sujeto también a la explotación por el sistema. Sin embargo, ese proceso no produjo la desaparición del indio; en muchas regiones subsistieron las comunidades étnicas apoyadas en una resistencia cultural, entendida como un apego conciente y sistemático a la propia identidad. Esta lucha concreta fue sostenida durante la época colonial, continuada durante el periodo independiente y se manifiesta hoy día.
La Revolución de 1910 y su etapa institucional, no ha resuelto los
problemas básicos de la población india. La ideología nacionalismo expropió el pasado indio y algunas expresiones culturales de los grupos étnicos, mistificándolas en el esfuerzo por crear un folklore y una cultura nacionales, que pretenden negar la diversidad étnica y la división clasista de la sociedad mexicana. En la actualidad los grupos étnicos indígenas siguen sometidos a explotación económica, dominación política y discriminación social, que son patentes y brutales en las llamadas regiones de refugio. La acción indigenista responde a una concepción que pretende que el problema radica en la existencia de las culturas étnicas, “primitivas”, “atrasadas”, “sinónimo de subdesarrollo” y “refractarios al progreso”. En consecuencia la solución que pretende el Estado radica en la acción educativa orientada a provocar un cambio cultural.
El problema real es otro: el dominio político y económico sobre el
indígena sigue siendo esencial para el sistema, porque mantiene en condiciones de precaria supervivencia una masa de población a la cual es incapaz de ofrecerle otras alternativas en la estructura ocupacional; al mismo tiempo se garantiza para el sistema una reserva de mano de obra barata. Así, el caciquismo político no es una contradicción del sistema sino el instrumento necesario para mantener su estabilidad en las regiones indias; el caciquismo es una expresión concreta del poder estatal. La violencia permanente que se recrudece en forma periódica, no es pues, un hecho aislado ni un fenómeno marginal al sistema, sino una respuesta previsible de éste a las demandas y reivindicaciones del sector indígena de la población.
El intento por explicar la violencia que se ejerce contra los
pueblos indios no es un argumento para justificarla; por lo contrario es una base mejor para denunciarlo y combatirlo.