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El placer del texto y Lecció n inaugural (Roland Barthes)

Con el texto ocurre lo mismo: no es má s que la lista abierta de los fuegos del lenguaje (fuegos
vivientes, luces intermitentes, rasgos ubicuos, dispuestos en el texto como semillas y que para
nosotros reemplazan ventajosamente los semina aeternitatis, los zopyra, las nociones comunes,
las asunciones fundamentales de la antigua filosofía). El texto tiene una forma humana: ¿es una
figura, un anagrama del cuerpo? Sí, pero de nuestro cuerpo eró tico. El placer del texto sería
irreductible a su funcionamiento gramatical (fenotextual) como el placer del cuerpo es
irreductible a la necesidad fisioló gica.

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El placer del texto es ese momento en que mi cuerpo comienza a seguir sus propias ideas, pues
mi cuerpo no tiene las mismas ideas que yo.

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Mi placer puede tomar muy bien la forma de una deriva[6]. La deriva adviene cada vez que no
respeto el todo, y que a fuerza de parecer arrastrado aquí y allá al capricho de las ilusiones,
seducciones e intimidaciones de lenguaje como un corcho sobre una ola, permanezco inmó vil
haciendo eje sobre el goce intratable que me liga al texto (al mundo). Hay deriva cada vez que el
lenguaje social, el sociolecto, me abandona (como se dice: me abandonan las fuerzas). Por eso
otro nombre de la deriva sería lo Intratable, o incluso la Necedad.

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Estar con quien se ama y pensar en otra cosa: es de esta manera como tengo los mejores
pensamientos, como invento lo mejor y má s adecuado para mi trabajo. Ocurre lo mismo con el
texto: produce en mí el mejor placer si llega a hacerse escuchar indirectamente, si leyéndolo me
siento llevado a levantar la cabeza a menudo, a escuchar otra cosa. No estoy necesariamente
cautivado por el texto de placer; puede ser un acto sutil, complejo, sostenido, casi imprevisto:
movimiento brusco de la cabeza como el de un pá jaro que no oye nada de lo que escuchamos,
que escucha lo que nosotros no oímos.

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¿Por qué la emoció n sería antipá tica al goce (la he visto injusta y enteramente ubicada del lado
de la sentimentalidad, de la ilusió n moral)? Es una disensió n, una frontera de desaparició n:
alguna cosa perversa debajo de las apariencias biempensantes; tal vez sea al mismo tiempo la
má s sinuosa de las pérdidas pues contradice la regla general que quiere dar al goce una figura
fija: fuerte, violenta, cruda, algo necesariamente musculoso, tenso, fá lico.

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