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Educación a Distancia

I.E.S. Juan Carlos I [Murcia]


TRANSFORMACIONES ECONÓMICAS DEL SIGLO XIX:
LAS DESAMORTIZACIONES

I. INTRODUCCIÓN

Las Cortes de Cádiz, en 1811, iniciaron el proceso de revolución liberal en España; la guerra y la
vuelta de Fernando VII lo paralizarían salvo en el breve periodo del “trienio liberal”. Será durante
el reinado de Isabel II [1833-1868] cuando logre desarrollarse de una manera definitiva.

Los gobiernos liberales, especialmente los progresistas, partían de una nueva concepción jurídica
de los derechos de propiedad, que implicaba la liquidación de las formas económicas propias del
Antiguo Régimen (señorío, mayorazgo, bienes comunales, manos muertas, …) y la consolidación
de la propiedad privada de la tierra, como elemento esencial de la nueva organización capitalista
de la economía.

En sus decisiones, además, influyeron problemas agrarios, la resistencia de los campesinos a


seguir pagando los viejos derechos feudales, la necesidad de que sectores nuevos accediesen a
la propiedad, y, la necesidad de obtener fondos para financiar la guerra carlista.

Con este fin se emprendió una reforma agraria liberal que se llevó a cabo, fundamentalmente, a
través de un conjunto de medidas adoptadas tras la subida de los liberales progresistas al poder
en 1836 y cuyo objetivo esencial era liberar la tierra de las trabas que ponía el Antiguo Régimen
al desarrollo de la propiedad privada y de la economía de mercado.

II. DESARROLLO

Las principales medidas, que comportaron una profunda modificación de la propiedad de la


tierra, fueron la abolición de los señoríos y los derechos jurisdiccionales, la desvinculación de la
propiedad y la desamortización de las tierras en manos de la Iglesia y los Ayuntamientos. Tras las
reformas la tierra pasó a ser una mercancía que podía comprarse y venderse.

a) La abolición de los señoríos y los derechos jurisdiccionales. Inicialmente abolidos en 1811


por las Cortes de Cádiz, pero vueltos a la legalidad por Fernando VII, fueron eliminados
definitivamente en 1836. Si bien se eliminaron las cargas señoriales que pesaban sobre
los campesinos su situación mejoró poco ya que la tierra pasó a manos de los antiguos
señores como propiedad privada, pasando aquellos a la condición de arrendatarios o
jornaleros, que debían pagar impuestos al Estado.
b) La desvinculación (supresión de mayorazgos, …). Significó el fin de los patrimonios unidos
obligatoriamente y a perpetuidad a una familia o institución, y sus propietarios fueron
libres para poder venderlos sin trabas en el mercado.
c) Las desamortizaciones. Aunque la supresión de los bienes de manos muertas –
desamortización- había sido un elemento recurrente desde el gobierno de Godoy [1798]
para conseguir recursos para el estado con la venta de tierras de propiedad de la Iglesia
y los Ayuntamientos, será durante el reinado de Isabel cuando adquiera gran
importancia. La operación se hizo en dos tiempos: en 1836 y en 1855.

▪ La primera desamortización concernió a los bienes del clero, y fue promovida por
Mendizábal, un antiguo liberal de 1820 emigrado a Inglaterra. Convertido en jefe de
gobierno, decidió suprimir la mayoría de monasterios; solo permitió algunas
excepciones con los que eran monumentos históricos o que pertenecían al patrimonio
artístico de España. Los decretos pusieron en venta al mejor postor los bienes de las
comunidades suprimidas. Los compradores podían pagar mediante títulos de deuda
pública –por su valor nominal, aunque estaban muy depreciados- y muy pocos
pequeños campesinos pudieron pujar por ellos. Además, en algunos casos, las
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autoridades rehusaron dividir los lotes en parcelas, lo que excluía de oficio a los
pequeños campesinos. Los beneficiarios fueron los miembros de las clases medias y
los grandes propietarios.

▪ La Ley Madoz de 1855, sobre la venta de bienes comunales fue beneficiosa a quienes
ya eran propietarios; pero los campesinos sin tierras no ganaron nada con ella; al
contrario, la transformación de las tierras de los municipios en propiedades privadas
les hizo perder las pocas ventajas de que gozaban: el derecho de que en ellas pastara
el ganado, el recoger leña, …

▪ Consecuencias. Las desamortizaciones de 1836 y 1855 podían haber servido para


crear una clase de pequeños campesinos, como en Francia, o para constituir grandes
propiedades bien explotadas, como en Inglaterra o Prusia. Las superficies cultivables
aumentaron, pero por falta de capital, no se intentó introducir las innovaciones
técnicas para lograr una agricultura intensiva. Como no faltaba mano de obra, los
propietarios pudieron reducir los salarios al mínimo, para así seguir percibiendo
beneficios sustanciales y dejar una gran parte de sus tierras sin cultivar.

Concebidas bajo una perspectiva contable –reducir la deuda pública, procurar


recursos al estado- las leyes de 1836 y 1855 tuvieron también un alcance político:
sellaron la alianza entre la vieja aristocracia terrateniente y la burguesía liberal a
expensas de la Iglesia; también sirvieron para consolidar el régimen: los beneficiarios
no mostraron interés en dar marcha atrás.

Lejos de resolver el problema agrario, estas leyes lo empeoraron al poner a


numerosos campesinos en manos de una nueva clase de nuevos ricos que a menudo
se comportaban como los antiguos señores feudales. En estas tierras miserables
empezó a aparecer un personaje que tendría cada vez más importancia en la vida
local: el cacique. Intermediario entre los lejanos poderes públicos y una masa de
analfabetos.

Las leyes de Mendizábal y Madoz tuvieron otra consecuencia: enfrentaron a la masa


del pueblo español con las nuevas elites sociales. Muchos campesinos habían puesto
sus esperanzas en el liberalismo de las Cortes de Cádiz y de 1820, y esperaban que
con el fin del régimen señorial su situación mejoraría. Las leyes de desamortización
les parecieron frustrantes y pensaron que los habían engañado y despojado de algo a
lo que creían tenían derecho: la tierra. Los campesinos –y, con ellos, las clases
populares urbanas- se apartaron del liberalismo y se acercaron al carlismo, el
republicanismo o incluso al anarquismo, llegando en ocasiones a la ocupación de
tierras.

III. CONCLUSIÓN

Visto lo anterior se puede llegar a pensar que las desamortizaciones fueron ocasiones perdidas
en el arreglo del problema agrario, pero esto sería ignorar el verdadero sentido de la revolución
liberal. Las desamortizaciones lograron cubrir gran parte de sus objetivos. Cerca del 25 por 100
del suelo entró a formar parte del mercado de la tierra, abaratándola. Y si bien, no se consiguió
enterrar la deuda, sí se consiguió rebajarla a límites soportables y con Madoz los beneficios
sustentaron obras públicas urgentes y estimularon la construcción del ferrocarril. Además, la
venta devolvió a los ahorradores privados los capitales prestados a la monarquía en los últimos
cincuenta años favoreciendo el desarrollo productivo.
Pero el “olvido” de los intereses de los campesinos hizo que para ellos el liberalismo –y sus
representantes: el burgués, el cura y el guardia civil- fuese un sinónimo de opresión y de política
de clase.
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I.E.S. Juan Carlos I [Murcia]

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