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Solo después de la muerte de Arnold Schoenberg, el inventor del dodecafonismo, en 1951,

Stravinski empieza a utilizar esta técnica en sus propios trabajos. Sin duda, Stravinski se ayudó en
su comprensión, e incluso su conversión, al método de los doce tonos en su confidente y ayudante
Robert Craft, quién había estado defendiendo este método musical. De esta forma, los siguientes
quince años fueron empleados en escribir trabajos en este estilo.

Stravinski empezó a impregnarse de la técnica dodecafónica en los primeros trabajos vocales más
pequeños como Cantata (1952), Tres canciones de Shakespeare (1953) e In Memoriam Dylan
Thomas (1954), como si estuviera probando el método. Él posteriormente empezó expandiendo el
uso de la técnica en obras a menudo basadas en textos bíblicos como Canticum sacrum y Threni
(1958), A Sermon, a Narrative and a Prayer (1961), y El diluvio (1962). Además durante esta etapa
sobresalen títulos como Movimientos para piano y orquesta (1959), Monumentum pro Gesualdo y
Requiem canticles (1966), aunque ninguno de estos ha obtenido el nivel de aceptación de las
obras de las dos épocas precedentes.

Un trabajo importante de transición de este período en las obras de Stravinski, es su retorno al


ballet: Agon, un trabajo para doce bailarines escrito entre 1954 y 1957. Algunos números de Agon
recuerdan la tonalidad de la «nota-blanca» del período neoclásico, mientras otros (el Bransle Gay,
por ejemplo) el despliegue de su reinterpretación única del método serial. El ballet es así una clase
de enciclopedia en miniatura de Stravinski, conteniendo muchas de las firmas que pueden ser
halladas a lo largo de sus composiciones, primitivismo, neoclasicismo, o serialismo: peculiaridad
rítmica y experimentación, ingeniosidad armónica, y un oído ágil para la orquestación impetuosa y
autoritaria. De hecho, estas características son lo que hace que las producciones de Stravinski sean
tan únicas cuando se comparan con las obras de compositores seriales contemporáneos.

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