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La

civilizac
ión de
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Ventarr
ón
Para entender el concepto del modelo y la secuencia constructiva del templo primigenio,
debemos comprender la óptica y motivación de la sociedad que lo creó y que a lo largo de
generaciones concibió la secuencia de remodelaciones como una expresión ideológica inmersa
en la red del paisaje ritual y la noción cíclica del tiempo. El simbolismo de la arquitectura
imbricaba una visión dual y tripartita del universo; el templo como eje del cosmos semejaba la
forma, orientación y centralidad del cerro Ventarrón, al mismo tiempo que registraba los
movimientos celestes mediante el alineamiento de las estructuras con las colinas cercanas y el
movimiento de sombras cambiantes con el curso del sol. El discurso de la arquitectura
monumental logró centralizar e impulsar la interacción regional alrededor del centro
ceremonial primigenio, usando tecnologías y recursos expresivos innovadores para la época,
que se consolidaron a partir de ese momento como patrones culturales. La arquitectura
ceremonial constituyó a partir del periodo Inicial el principal catalizador social. Probablemente
el modelo, dimensión y secuencias de cada centro variaba en función a su jerarquía,
determinada por ubicación estratégica, cantidad y calidad de recursos circunscritos en el valle;
el diseño estaba sujeto a un complejo discurso cosmológico articulado por el paisaje sagrado
con referentes geológicos exactos; en este sentido el templo no tiene parangón en cuanto a los
aspectos técnicos y simbólicos de la construcción, la ubicación al pie de la colina central inspiró
el diseño, orientación y arte mural. El templo fue el núcleo de una tradición arquitectónica
originaria que evolucionó rápidamente en cada remodelación, la permanente innovación que
podría calificarse de “experimentación”, fue más bien una reiterada y variada interpretación
de los múltiples aspectos de la conformación paisajística, coordinada con los alineamientos
transversales de la esfera celeste. El principio lógico dual y tripartito que organizó el modelo
arquitectónico, fomentó la dinámica de ampliación, multiplicación, división y finalmente
homogenización de componentes y dispositivos; el discurso del templo se refirió
progresivamente al eje del cosmos bipartito (fase 1), central-cuatripartito (fase 2) y
verticaltripartito (fase 3 en adelante). El monumento como testimonio afrontaba y revelaba
procesos de cambio y continuidad, cada remodelación era un acto de renovación ante el
desgaste físico y simbólico de la obra, concebida como el modelo temporal del concepto
cosmológico esencial; la reconstitución como alegoría de la reinstauración del orden
civilizatorio constituía la única fórmula para señalar tangiblemente el cambio cíclico del
tiempo; la reconstrucción implicaba una serie de actividades revestidas de ceremonialidad,
que rememoraban y reivindicaban mitos del origen y las alianzas, ratificando la unidad cultural
y vínculos productivos. Una hipótesis para la remodelación periódica sería la necesidad de
mover grandes volúmenes de sedimento arcilloso en las áreas ribereñas que se adaptaban
gradualmente para la agricultura. La fase más antigua del templo, que no conocemos en su
totalidad, fue construida sobre el afloramiento rocoso que marcó la orientación y distribución
del diseño arquitectónico, con una desviación al oeste del norte (320° acimut) impuesta por el
eje de dos moles frontales. Probablemente el afloramiento fue un espacio sacralizado mucho
antes de la construcción del templo. La primera fase no presenta el carácter monumental que
se logró en la fase siguiente, pero ya desde la cima del templo se controlaba visualmente el
amplio valle de Lambayeque y el curso del río Reque, con la impresión de situarse en el centro
del territorio. Hasta donde avanzó la excavación notamos que existía una plataforma encajada
y elevada entre las rocas, sobre la cual se alzaba un recinto central miniaturizado con dos
dispositivos ceremoniales: el fogón y la banqueta que simbolizaban la dicotomía esencial, el
fuego para la incineración de ofrendas con la imagen de los peces era propiciatoria del mundo
natural, del mar, la lluvia y la esfera celeste; del otro lado la banqueta y la imagen de la
zarigüeya simbolizaba la parcialidad terrestre vinculada a la sociedad y el poder ejercido desde
el trono primigenio, tal vez por una matriarca si consideramos el carácter femenino del animal
figurado, como veremos más adelante. La segunda fase constructiva cubrió casi totalmente el
afloramiento rocoso, así ocultó el eje noroeste y orientó el templo al norte, en función al
entorno paisajístico predominante. El templo debió lucir imponente a la distancia, coronado
por el recinto principal pintado de rojo y blanco, tal composición marcó el momento de
esplendor del discurso arquitectónico y arte mural. La misma distribución de la plataforma con
escalinatas centrales y recinto culminante con dispositivos ceremoniales asumió proporciones
monumentales; además de la magnificación de las formas, los cuatro recintos laterales
multiplicaron y dividieron simétricamente las funciones del templo y el poder antes
centralizado. El estamento patriarcal, de los cazadores, ocupó la sala principal en la sumidad
del templo, instaurando el ceremonial de caza como evento crucial; entonces los recintos
secundarios de las alas suroeste y sur asumieron funciones paralelas, probablemente
dominadas por el género opuesto; esta fórmula cuatripartita obedeció a un proceso de división
de la estructura del poder. Para elevar la fachada alta de la segunda fase a la tercera, se
levantó sobre el borde del atrio un muro de contención, detrás del cual se depositó el relleno
de cobertura dentro de celdillas que estabilizaron la estructura. Una vez elevada la fachada se
construyó un sistema de macizos contrafuertes, de seis a nueve metros de alto, que
apuntalaron el relleno masivo apoyándose y revistiendo los niveles escalonados de la
plataforma subyacente; probablemente estos volúmenes trapezoidales que formaron salientes
a modo de almenas produjeron un juego de sombras con el curso anual del sol. Sobre el atrio
se edificó el nuevo recinto central, similar al anterior en las proporciones del vano, esquinas
curvas, fogón contra la pared oeste y banqueta; sus paredes, pintadas de color verde pálido se
alejan de la fuerza expresiva y contraste de la fase anterior, la espectacularidad del arte mural
decae temporalmente frente al crecimiento de la arquitectura.

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