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La experiencia de Campo de Mayo como espacio de memoria.

N de Lima

El ojo que tú ves, no es ojo porque tú lo ves. Es ojo porque te ve


Antonio Machado.

Los hechos ocurridos en la guarnición militar de Campo de Mayo durante nuestro pasado reciente
en la Argentina resultan difíciles de describir. Una inmensa e infinita llanura que formaba parte del
paisaje pampeano, con pocos árboles, animales sueltos y mínimo tránsito de personas atravesada
por el río de la Reconquista, se convirtió en el ocaso de una generación una vez que los fines para
los que fue apropiado se alejaron cada vez más del destino castrense, siendo la sede principal del
poder militar a partir de 1930.

Emplazado a inicios del siglo pasado, el inmenso acantonamiento fue principal base de operaciones
del ejército argentino en cuyas instalaciones funcionó uno de los mayores centros de detención
clandestino en nuestro país durante la última dictadura cívico militar. Fue conocido como Zona 4 y
unificó bajo su puño de hierro los partidos de General Sarmiento, Escobar, General San Martín, San
Isidro, San Fernando, Tigre, Vicente López, Tres de Febrero. Acondicionado a partir de Marzo de
1976 funcionó como fábrica del miedo para la detención ilegal, tortura y desaparición sistemática de
personas. Constó de tres edificaciones grandes y un galpón que hoy ya no existen.

A partir de la demanda de constituir dentro de la guarnición un espacio de memoria local que


iluminara aquel momento sombrío de nuestra historia y sirviera de sólido puente para las
generaciones más jóvenes en el conocimiento de dicho pasado reciente; múltiples organizaciones
sociales, especialmente la Comisión Campo de Mayo junto a investigadores de la Universidad
Nacional de General Sarmiento, especialistas en memoria, historiadores, antropólogos, urbanistas,
becarios y estudiantes voluntarios y funcionarios especialistas del área de DDHH y del ministerio
de Defensa, generaron la necesidad de crear un Instituto para la Preservación y Recuperación de la
Memoria Campo de Mayo, que funcionaría como herramienta cultural de interés para toda la
comunidad. En el año 2012, dicha iniciativa se transformó en un proyecto de ley que aguarda su
aprobación. A partir de allí, surge el proyecto de reconstrucción del que formamos parte.

La siguiente introducción intenta describir la experiencia de un grupo de voluntarias de la


Universidad Nacional de General San Martin de participar colectivamente en la constitución de un
dispositivo digital que sirviera como intervención memorial y cuyos múltiples usos revisten una
vital importancia para generaciones venideras. Participar de la creación de una herramienta
histórica, educativa y pedagógica de puesta en valor de la memoria de la dictadura que se propone
interpelar a la sociedad local fue el puntapié inicial para unirnos a esta enriquecedora experiencia. A
partir de la formación de un equipo que trabajó colectivamente mediante la rigurosa investigación
de archivo, se sistematizaron fuentes documentales y testimonios de los propios sobrevivientes
incorporados a las causas judiciales de juicios por los crímenes de lesa humanidad, para reconstruir
uno de los tres centros de detención clandestina que funcionaron dentro de la guarnición.

Hablar de Campo de Mayo, es hablar sobre su sombra proyectada regionalmente y sobre la


comunidad local. Con el objetivo de generar conciencia, este equipo se propuso la tarea de retomar
aquellas voces memoriosas que lograron narrar fehacientemente aquello que resulta casi imposible
de narrar. Teniendo en cuenta que en 1998 las edificaciones construidas en Campo de Mayo
durante la última dictadura fueron demolidas en el afán de ocultar la historia y exculpar
responsabilidades, las voluntarias, guiadas por un grupo de coordinación absolutamente profesional
y comprometido, nos propusimos la reconstrucción a partir de la puesta en diálogo de lecturas de
fuentes históricas, documentales, fotografías y mapas de archivo, testimonios de impresionante
valor con los cuales la reconstrucción hubiese resultado imposible.

Al introducirse en el tema, quién se sumerge a investigar descubrirá que cada testimonio funciona
como pieza necesaria de un rompecabezas que necesita ser armado. Afirmamos que dentro de la
guarnición funcionó el centro de detención clandestino conocido como “El Campito” o “Los
Tordos”, utilizado como lugar de reunión de los detenidos, interrogación y tortura de quienes
aguardaban un destino incierto; una maternidad ilegal dependiente del hospital militar Campo de
Mayo, donde en la mayoría de los casos se practicaban cesáreas clandestinas, y posteriormente el
destino de la madre y su hijo se bifurcaban sin conocerse paradero de ninguno. Por último “la casa
del cilindro” ubicado en la entrada, y como su nombre lo indica, con un eje cilíndrico en la
construcción del cual partían cadenas en forma radial para la sujeción de los detenidos que
esperaban su traslado. Cercano a estas tres construcciones se hallaba la pista del aeródromo, de
donde partieron los “Vuelos de la Muerte”, vuelos de las fuerzas aéreas argentinas en complicidad
con los restantes regímenes dictatoriales de la región, esta práctica fue principal forma de
exterminio de la gran cantidad de detenidos ilegalmente, junto a las fosas comunes clandestinas,
también existentes en Campo de Mayo.

El proyecto decidió comenzar por la reconstrucción de “El Campito”, edificio de un valor histórico
y testimonial innegable. Narrar qué ocurrió allí, describir cómo estaba conformado, cómo eran sus
instalaciones, seguir cada pista arrojada por cada una de las fuentes investigadas, tuvo como
principal objetivo mantener vigente el ejercicio de la memoria y defender la verdad llevando a la
práctica el compromiso de sostener la memoria colectiva que pregonamos y nos interpela como
sociedad toda. Hemos llegado a fructíferos resultados a raíz de intercambiar experiencias como
equipo, y ampliamente satisfechas de nuestra labor y esfuerzo para lograr la interiorización de los
jóvenes a participar activamente de lo que fue parte de nuestra historia. Apelar a la memoria como
forma de mantenerse vivo, comprender lo que pasó para forjar bases sólidas que sólo serán
cimentadas cuando se sabe cuál fue su pasado. Un espacio de memoria que no podrá ser demolido y
planea ser eficaz herramienta para construir futuro.

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