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BONDAD
NEUROBIOLOGIA DE LA COMPASIÓN Y EL ALTRUISMO
1.1. No vemos las cosas como son, las observamos cómo somos.
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cosas, experiencias o eventos, marca también el cuadro de nuestro procesamiento
mental. El cerebro tiene la capacidad de representarse objetivamente, en escenas
pasadas, presentes o futuras. De esa forma, es capaz de prever que puede suceder.
Así pues, las personas que trabajan usando cámaras o lentes, tienen más capacidad
de desarrollar las áreas de la capacidad objetiva en el cerebro.
1.3. Objetivos
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delgadas conexiones llamadas dendritas. Cables de salida, denominados axones, que
pueden alcanzar diferentes longitudes. Cada neurona se enciende, dispara y comunica
con otras cada 0,5 milisegundos, parece increíble, pero nuestro cerebro es un
conjunto de encendidos y apagados. Algo semejante a una gran ciudad, que produce
un estallido neurológico conocido como fuentes de luz neurológica.
En el siglo XXI, neurocientificos como Richard J. Davidson o Antonio Damasio, nos
han enseñado a comprender el cerebro de forma más fehaciente. Davidson, ha
validado la importancia de las emociones en la creación de los patrones neurológicos
y Damasio ha validado la importancia de los sentimientos y todo lo que en torno a
ellos sucede. Podríamos considerarles filósofos si estuviésemos en otro siglo- como el
XIX o XX-, pero la realidad es que la neurociencia parte de una premisa epistemológica
filosófica, que valida las respuestas de las emociones, sensaciones, percepciones, etc…
Intentando comprender como las emociones o las sensaciones despliegan sistemas de
apoyo y patrones que inciden en nuestra existencia.
En su primer bestseller, El error de Descartes, emoción, razón y cerebro humano,
(Crítica 1996 ) Damasio demuestra cual es la relación que existe entre emoción, lógica
o razón y cerebro. Como esta separación causada hace tan solo 300 años creo mucho
sufrimiento en las personas, y también afecto fuertemente a la ciencia y la conciencia.
Al separar una parte importante de la observación: la fenomenología de la mente.
Las personas aprendemos a través de los sentidos, experimentamos a través de los
sentidos y gracias a ellos podemos validar lo que nos pasa, como nos pasa y finalmente
grabarlo en una pista u otra. Un sentido no está solo vinculado con la estructura de un
órgano particular, la visión no se relaciona solamente con el ojo; o la audición con el
oído. Todo en el cerebro está relacionado con diferentes sistemas corporales que se
conectan con la neurobiología de nuestro cerebro.
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Si pudiésemos compararlo a alguna época de la antigüedad, sin ninguna duda la
época que estamos viviendo es la Edad de Oro de la Neurociencia. Una era donde el
aprendizaje basado en la comprensión puede abarcar tantas áreas del saber, que
ofrezca nuevas perspectivas de la condición humana y sus procesos. Hasta ahora lo
más significativo que hemos aprendido es que el aprendizaje es para toda la vida y
que nuestra mente es flexible, así como nuestro cerebro.
Los descubrimientos sobre la estructura del cerebro y la mente, no han hecho más
que comenzar. Desde cómo afecta la inteligencia musical a nuestras estructuras
cerebrales. Que incidencia puede tener el ejercicio físico o el yoga en el desarrollo de
la neuroplasticidad. Como podemos crear nuevas conexiones, en qué medida los
patrones neurológicos pueden ser modificados. Las neurociencias son ciencias
jóvenes llenas de posibilidades, pero quizás lo más significativo es que tienen una gran
capacidad para maridarse con múltiples disciplinas; constituyendo entonces un campo
de infinitas posibilidades. ( Davidson, 203, hipótesis del cerebro féliz)
En el futuro nuestros estudiantes no estudiaran solo una disciplina, sino múltiples.
No observaran, evaluaran o expresaran un trabajo desde tan solo una inteligencia o
una mente, sino desde múltiples. Eso exige un grado de apertura por el cuerpo
docente, las instituciones y los estudiantes… a la hora de permitir que evolucionen en
nuevas áreas del saber.
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g) El cerebro cambia con cada experiencia por neuroplasticidad.
h) El cerebro es totalmente plástico.
i) El cerebro tiene capacidad de conectar las informaciones o datos más antiguos
con los más nuevos, incluso sin conocerlos en profundidad.
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consciencia siempre alerta y atenta a las cosas del mundo, se pierde en los detalles
del laberinto del logos. El sueño nos nutre porque pertenece al infinito mientras que
el día se llena de cosas finitas, casi siempre fútiles, banales y llena de incongruentes
agendas, de esfuerzos inútiles por hacer lógico lo ilógico.
Quisiéramos sentir que este tiempo que vivimos tiene sentido, que es algo valioso.
Por eso lo invertimos, lo gastamos o lo malgastamos. Así pensamos que la vida
humana se puede medir solo en términos de tiempo. Y con una humana crueldad y
fiereza intentamos lanzar la flecha en la diana del presuntuoso espíritu humano del
tiempo, intentando acercarlo o alejarnos, pero el espíritu no puede ser atrapado.
Creyendo que nuestro razonamiento diurno puede valer en la noche. Pero qué pasa
en nuestro cerebro cuando dormimos. Podemos fantasear todo lo que queramos con
los ojos abiertos para regenerarnos, sin éxito. Podemos incluso creernos que nuestras
fantasías, en las que fluctúan nuestras imágenes, son reales. Las imágenes están
repletas de fabulas, reinas del sueño, son la fuerza creativa que habita en el reino del
sin tiempo, del espíritu profundo; pero necesitamos dormir para regenerarnos,
necesitamos el sueño.
Sabemos, gracias al estudio realizado por Washington University de Saint Louis
(2005), que los trastornos del sueño pueden favorecer el surgimiento de la
enfermedad de Alzheimer. En un estudio de 100 sujetos entre 45 y 80 años, aquellos
que presentaban un sueño más largo y prolongado presentaron el nivel de proteína
beta-amiloi de inferior respecto a los otros sujetos. Por tanto, tienen menos
probabilidad de desarrollar la enfermedad de Alzheimer.
Por eso está bien saber que el insomnio puede ser curado con un trabajo de
mindfulness. Dormir bien es fundamental para la salud del bienestar y para la relación
cuerpo-mente. El insomnio y el trastorno del sueño afectan a una de cada tres
personas en el mundo. Un reposo insuficiente provoca estrés, cansancio, una bajada
del sistema inmunitario y pone en riesgo el desarrollo de otras enfermedades
degenerativas. Mindfulness ofrece un protocolo y una guía profunda experimentada
en el ámbito científico sobre cómo practicar una serie de ejercicios que te ayudarán a
trabajar: sueño leve y despertar brusco, ronquidos, aprendiendo cómo prepararte
para un sueño profundo integrador… (Davidson, 2003, hipótesis del cerebro féliz)
Robert era un hombre que rebosaba vida, había vivido al límite de todo: viajaba sin
cesar, tenía el trabajo que quería, éxito… Los demás admiraban profundamente esa
vida tan salvaje que mostraba. Pero lo que no sabían era que era simplemente un tipo
neurótico incapaz de cambiar ciertas pautas cognitivas. No podía dar amor a los que
más amaba, iniciaba relaciones paralelas para no estar solo y cada vez se sentía más
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inseguro, poco auténtico, hasta que empezó a dudar de sí mismo. Llego a mí porque
gracias a “la duda”, un día tuvo un accidente en su trabajo. Sucedió que pensaba en
otra cosa mientras debía de estar atento y tuvieron que enviarlo a casa.
Cuando le conocí, estaba en un hospital, no mejoraba, su sistema inmunológico no
reaccionaba al tratamiento, estaba totalmente agotado y no quería vivir. Su mujer y
su hijo ya ni siquiera sabían si podrían, querían o debían ayudarle. Su mujer había sido
alumna de meditación y pensó que una charla conmigo le haría bien.
El primer día que fui al hospital, no me dijo nada. Yo tampoco, solo me senté y
observé como respiraba. Hasta que él me pregunto cómo podía cambiar todo esto, si
creía que podía hacerlo o era demasiado tarde (se sentía un mentiroso, había hecho
daño a los que amaba).
Empecé a hablarle de una nueva ciencia que revela el extraordinario potencial para
transformarnos que hay en nosotros mismos. Me pregunto: “¿Es realmente posible
cambiar la estructura y la función del cerebro, y al hacerlo cambiar la forma en la que
pienso y siento?”. La respuesta es un sí rotundo.
En 2004, los principales científicos occidentales se unieron al Dalai Lama en
Dharamshala, norte de la India, para hacer frente a esta misma pregunta de Robert:
¿Es posible cambiar la estructura y la función del cerebro, y al hacerlo podremos
cambiar lo que pensamos y sentimos? Ese proceso, supuso una revolución en nuestra
comprensión de la mente humana. Durante décadas, la sabiduría o el conocimiento
convencional sostuvieron que el hardware de la mente era inmutable, que estábamos
condicionados a nuestra biología. Sin embargo, los recientes experimentos en la
neuroplasticidad (ciencia que investiga cómo el cerebro puede sufrir un cambio
mayor, revelando que el cerebro es capaz no solo de alterar su estructura, tamaño y
forma, sino también de generar nuevas neuronas, incluso en la vejez) muestran que
el cerebro puede adaptarse, reformularse, curarse, renovarse después de un trauma,
compensarse desde la discapacidad y crear una hipercapacidad o superdotación.
Le hablé a Robert de este cambio de perspectiva como elemento fundamental para
transformar nuestra comprensión de la mente humana. Para liberarle de los
problemas profundamente arraigados a nivel emocional, cognitivo y conductual. Estos
descubrimientos demuestran que es posible restablecer nuestros indicadores de
felicidad después de la muerte de un ser querido, recuperarse por la pérdida de las
extremidades, entrenar la mente para romper los ciclos de depresión y trastornos
obsesivos compulsivos y otros cambios relacionados con la edad en el cerebro.
También le sugerí que es posible enseñar a nuestra mente. “¿Enseñar a la mente?
¿Qué le voy a enseñar?”, me dijo. Le dije que La compasión es la clave para la
búsqueda de una mente más calma. En un inicio es mejor empezar a entrenar la mente
en la atención focalizada. Es una práctica sencilla que se puede empezar a hacer desde
un hospital.
Las primeras sesiones no conseguían llegar a más de tres minutos sin dormirse,
estaba agotado. Su extraordinaria vitalidad, ahora se había esfumado y no quedaba
nada del valiente, rebelde y salvaje que fue antaño. Estuve trabajando con él
exactamente diez días. Durante esos días le visité en el hospital, hicimos una sesión
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de una hora en la que hablábamos y le enseñé a entrenar su mente. Al cuarto día, la
doctora le dijo que sus indicadores milagrosamente estaban cambiando. Había
doblado el marcador de las plaquetas y empezaba a creer que nuestra terapia tenía
futuro. Su sistema inmunológico había recibido el mensaje.
Abrir las puertas de la mente es algo maravilloso y hacerlo no requiere mucho
esfuerzo. Es muy raro que las personas hayan desempolvado sus mentes,
simplemente las usen de modo automático. El hecho de que Robert mejorase, me
animó a explicarle más historias de neurólogos, psicólogos contemplativos y filósofos
que le permitían prestar atención a su experiencia y a su forma de estar presente.
Me dijo: “¿Quieres decirme que si me entreno dejaré de sentir emociones
negativas?”. No, para nada, pero ya no serán las dominantes, no habrá necesidad de
drama en tu vida, ni de buscar esas ecoemociones tan fuertes que habías probado. A
través de reconocer nuestro dolor interno, sin suprimirlo, vamos a ir adquiriendo
confianza y permitirnos disfrutar las posibilidades que ofrece la vida más allá del
sufrimiento.
Me dijo: “¿Pero si todos podemos aprender a ser más fuertes y equilibrados a nivel
emocional porque no nos dedicamos a transformar nuestro pensamiento? Buena
pregunta, pero ¿quién quiere abrir la caja de la mente? Las personas creemos que lo
que nos sucede es lo que somos. Así llegamos a asociar lo que sucede con nosotros
mismos, hecho y emoción será lo mismo. Como si resultase un todo indivisible. Pero
no es así. Hay un espacio entre los hechos y las emociones que se producen.
Si tu mujer te abandona, no será ese hecho lo que te produzca dolor, sino la
interpretación que tú hagas de ese abandono, de ese dolor, de ese sufrimiento. Dentro
de nosotros hay un ego narrador que se cuenta historias. Y ese es el que define las
emociones negativas o positivas. Después de escuchar esto, Robert suspiró, miró hacia
la ventana y sentí que debía dejarle por ese día.
A la mañana siguiente fui a verle, pero ya no estaba en la cama. Había empezado a
caminar. Me dijo: “He entendido que mis huidas tienen que ver con el miedo a la
felicidad, quiero triunfar para que los demás me reconozcan, pero a la vez en esa huida
estoy perdiéndome a mí mismo. Quiero entrenarme, tienes razón. Mi mente es
responsable de esa diferencia emocional que separa la felicidad de la tristeza”.
Las creencias irracionales de Robert le habían llevado a creer que le amarían más si
corría riesgos, si se convertía en un mártir, si tenía más dinero o hacia cosas que nadie
había hecho. Pero había caído en la trampa de la huida permanente, y con eso había
causado una cadena de desastres concatenados, como pequeñas bombas plantadas
en su mente. Ya no podía pararse a recogerlas y andaba todo el día, corriendo por su
propio campo de minas. El paradigma de la huida frente a los problemas, mentir por
no dañar, ser poco auténtico…, había sido la solución que Robert había encontrado
para satisfacer el diálogo interno de un ego que demandaba cada vez más al Robert
auténtico. Sus procesos no resueltos habían acabado generando estructuras psíquicas
que ahora le hacían pagar la factura. Lo esencial era saber que todos tenemos derecho
y posibilidad de cambiar nuestro pensamiento, así cambia nuestro cerebro y, como
consecuencia, nuestras relaciones y nuestra vida.
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Todos podemos cultivar la calma, todos podemos ser felices si aprendemos a
pensar de una forma más amable y eficaz. Robert salió del hospital, su mujer me contó
que volvió al trabajo, y esta vez con una actitud diferente. Entonces le pregunté a ella
cómo estaba. Me dijo: “He dejado de evaluarle. Es como respirar de nuevo”.
j) Crear separación para poner límites entre ellos y el mundo, o entre un estado
mental y otro.
k) Mantener la estabilidad para tener una armonía sana, entre los sistemas físicos
y mentales.
l) Acercarse a las oportunidades y alejarse del peligro.
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m) Vigilancia y ansiedad: el cerebro tiene una red por defecto que siempre está
en modo alerta.
n) Sensibilidad a la información negativa: el cerebro detecta el sesgo negativo
antes que el positivo.
o) Almacenamiento de alta prioridad: cuando se ha registrado el suceso negativo,
el hipocampo se asegura que lo hayas aprendido y no lo olvides.
p) Lo negativo triunfa frente a lo positivo.
q) Restos perdurables en el cerebro: el cerebro conserva memorias de las
experiencias, que están listas para reactivarse si encuentran un suceso similar
al que provoca el miedo.
r) Círculos viciosos: las experiencias generan círculos negativos en la mente,
reactivos y exagerados.
VI. RESUMEN
En esta unidad hemos podido comprobar como aquello que dábamos, por cierto,
como las emociones, en realidad no son más que representaciones de nuestros
sentidos. Esta necesidad de darle explicación a todo, proviene de nuestro ego
narcisista que anhela incesantemente comprender todo lo que pasa. Llegando así a
teñir la experiencia, no tanto por lo que es, sino por como nosotros la determinamos.
Esta construcción de la experiencia, se conforma con patrones, y estos construyen
nuestra identidad.
Cualquier área del cerebro se nutre de otras áreas para hacer sus cómputos y
cálculos. Sabemos que el cociente intelectual no es una cosa estática, sino en
construcción. El cerebro está en construcción.
Si la inteligencia no es estable, tampoco la mente lo es. Eso es muy positivo porque
podemos aprender y entrenar a través de ejercicios que fomenten la resiliencia,
persistencia y constancia de aquellas tareas que pueden resultar difíciles.
El cerebro se regenera en cada momento, pero, sobre todo, en el abismo claro de
la mente, por la noche, en los sueños.
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La neurociencia nos ofrece una mirada del alma a la sinapsis, ofreciendo reflexiones
sobre cómo podemos cultivar ese bienestar en nuestras propias vidas. Sanando la
noción del todo, el núcleo del crecimiento del alma, el corazón de la investigación
científica y entrando en el terreno interior donde se unen alma y sinapsis.
Las estrategias evolutivas que nos ayudan a perpetuar nuestros genes son tres:
separar, estabilizar y acercarse a las oportunidades evitando amenazas. Estas
estrategias que nos han hecho sobrevivir durante siglos también nos crean
sufrimiento y separación. El elemento de la compasión y el altruismo reduce el
sufrimiento.
VII. GLOSARIO
EUDAIMONÍA (del griego εὐδαιμονία): o plenitud de ser, es una palabra griega clásica
traducida comúnmente como felicidad. Aristóteles lo entendió como ejercicio
virtuoso de lo específicamente humano, es decir, la razón. El uso popular del término
se refiere a un estado de la mente y el alma relacionado con la alegría o al placer.
Según Aristóteles, el fin o bien último que persigue el hombre es la eudaimonía, o sea,
felicidad entendida como plenitud de ser. El problema viene dado entonces en
determinar qué se entenderá por felicidad, y es aquí donde en su obra Ética a
Nicómaco ALIANZA EDITORIAL, 2004 hace mención a cuatro tipos de vida y su
consiguiente forma de encontrar la felicidad. Según Aristóteles, el hombre cree
alcanzar la felicidad con riquezas, o con honores y fama, y otros creen obtenerla por
placer. Concluye diciendo que no se alcanza la felicidad mediante ninguno de los
cuatro caminos mencionados, sino mediante la práctica de la virtud.
SINAPSIS (del griego σύναψις [sýnapsis], Unión entre células, que se inicia con la
descarga química desencadenante de un impulso eléctrico, creando un espacio
sináptico. Al producirse este fenómeno se segrega una sustancia conocida como
neurotransmisores- noradrenalina y acetilcolina- que hace que las neuronas se exciten
o inhiban.
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VIII. BIBLIOGRAFÍA
Tammet, Daniel. Nacido en un día azul: un viaje por el interior de la mente. Sirio. 2007
https://www.youtube.com/watch?v=SIj3hOMaIIM
Spelke E et ál. Number sense in human infants. Developmental Science 2005; 8:88-
102.
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