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Por Jesús Hueso Monje

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Quiero empezar comentando el gran acierto de Schiller a la hora de señalar la clave de
la problemática que investiga, superando los condicionantes de su tiempo. En su época
ilustrada, contemporánea de la revolución el único género de análisis que
predominaba era el de carácter político-moral. El autor sabe sobreponerse
meritoriamente al contexto de su tiempo y lo advierte a las primeras de cambio:
“espero convenceros de que para resolver en la experiencia este problema político hay
que tomar por la vía estética, porque es a través de la belleza como se llega a la
libertad1”.

Hemos de tener en cuenta que el autor desde el comienzo nos expone su visión
dicotómica de lo humano, la cual atraviesa toda la obra. Habla de un enfrentamiento
dialectico entre lo por un lado natural, como estado o carácter natural, que se
caracteriza por la variedad de lo sensible, el sentimiento egoísta; y por otro lo moral,
como lo propio de la razón que se entiende por unidad y adecuación a leyes. Estimo
que debemos prestarle atención porque a partir de ello Schiller va a inferir un tercer
carácter necesario, síntesis de dichos polos que observa como la base necesaria para
lograr la realización armónica de la totalidad de lo humano. Lo que traerá, según él, la
consecución del Estado de libertad.
A mi no me deja dudas por cómo lo caracteriza, que el problema que señala y al que
quiere dar solución el autor es algo muy serio, y de la máxima importancia para todos
los que han sentido el anhelo en su interior de la plenitud. En el primer párrafo de la
primera carta dice:”Me dispongo a hablar de un tema que está directamente
relacionado con la parte más noble de nuestra felicidad, y que no es nada ajeno a la
nobleza moral de la naturaleza humana”2. Queda claro que la tarea que acomete no es
baladí. El escritor con su serie de cartas va intentar clarificar el quid de la humanidad,
la respuesta a nuestra existencia, el camino hacia nuestra intuición de felicidad. Las
respuestas a tales propósitos compondrán un fértil material para nuestra reflexión.

En la carta séptima el filósofo bosqueja la parte esencial del proyecto: “Habrá que
considerar entonces prematuro todo intento semejante de reforma del Estado, y
quimérica toda esperanza que se funde en esa reforma, hasta que no se suprima la
escisión en el interior del hombre, y hasta que la naturaleza humana no se desarrolle lo
suficiente como para ser ella misma la artífice y garantizar la realidad de la creación
política de la razón3.”
En mi humilde opinión, el fragmento que acabo de citar contiene uno de los logros más
destacables de la obra. En primer lugar quisiera resaltar la concisa identificación de la
raíz del problema, entendida por discordia propia del ser de cada hombre; en segundo
lugar, me llama la atención como el autor establece ágilmente el punto de partida
1
Schiller, Friedrich, Kallias; Cartas sobre la educación estética del hombre; estudio introductoria de
Jaime Feijóo, traducción y notas de Jaime Feijóo yj Jorge Seca.- Edición Bilingüe. –Rubí (Barcelona):
Anthropos, 1999. Carta II.
2
Ídem. Carta I
3
Ídem. Carta VII

2
adecuado para el comienzo del ejercicio de disolución del conflicto.
Esta disposición de la propuesta del autor para sanar la división intrínseca me gustaría
subrayarla en tanto que aboga por un primer movimiento de transformación del
propio sujeto.
Comparto la postura de Schiller cuando habla de una superación en el interior del
hombre, del desarrollo de una naturaleza humana que se supone inédita. Para mí el
primer paso hacía meta tanta alta como la felicidad debe llevarnos una vez
interiorizado el lema del templo de Apolo conoce a ti mismo a ser conscientes de que
la solución del hombre pasa inexorablemente por cambiar uno mismo y no todo lo que
le rodea. Del mismo modo creo que Schiller considera que si cada persona evoluciona
interiormente superando la escisión intrínseca a través de la educación en la
sensibilidad estética se acercaría la deseada Arcadia de la humanidad.

Personalmente encuentro similitudes entre lo que defiende el autor y ciertos aspectos


del mensaje cristiano. Jesús anuncia la conversión, en ese sentido invita al fariseo
Nicodemo a nacer de nuevo. En otro pasaje evangélico Jesús dice: “Nada hay fuera del
hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre”4. Me
atrevería a decir que lo que Schiller persigue a través del arte es someter a cada
individuo a una especie de caída como la que sufrió Pablo de Tarso en Damasco. Su
búsqueda se centraría en la metanoia.
Sin embargo, a lo largo de la historia es palpable el hecho de que el hombre ha tendido
y tiende a señalar erróneamente el origen de las injusticias en algo exterior a él mismo.
Desde el libro del Génesis en que Adán exclama aquello que repetimos tanto los que
compartimos nuestra vida con otra persona: “La mujer que me diste por compañera
(…)5”, pasando por Sartre que en su obra "A puerta cerrada" dice la celebérrima frase
de "El infierno son los demás", hasta diversas corrientes políticas como el comunismo
y el capitalismo que reducen el problema y la solución del hombre a lo económico, etc.

En este instante quiero hacer un inciso. En contraposición a los griegos a los que el
autor eleva a excelso modelo, casi definitivo, el autor carga en los momentos iniciales
todo el peso de la culpa en su entorno histórico: “Fue la propia cultura la que infligió
esa herida a la humanidad moderna”6.
Me gustaría matizar al dramaturgo en este punto. Creo que la herida no la ha
infringido ninguna cultura a los hombres, sino que cada ser humano nace con ella
desde los primeros pasos de la humanidad. El papel que desempeña cada cultura se
sitúa más acertadamente en el de dar respuesta a la cuestión con mayor o menor
eficacia.

4
Mc 7,14-23
5
Gen 3, 12.
6
Schiller, Friedrich, Kallias; Cartas sobre la educación estética del hombre; estudio introductoria de
Jaime Feijóo, traducción y notas de Jaime Feijóo yj Jorge Seca.- Edición Bilingüe. –Rubí (Barcelona):
Anthropos, 1999. Carta VI.

3
Como decíamos antes el paréntesis en este momento estamos de acuerdo con él
autor en que debe aparecer una naturaleza distinta para poder realizarse digamos el
gran proyecto de la humanidad. Pero por ello mismo se nos hace ineludible la pregunta
acerca del cómo lograrlo. ¿Con la ayuda de qué instrumento?
Creo necesario avanzar en la exposición de unos puntos teóricos.
Ante la pregunta que acabamos de formular Schiller contesta: “Toda reforma política
debe tomar como punto de partida el ennoblecimiento del carácter humano. Para ello
habría que buscar un instrumento que el Estado no nos proporciona. Ese instrumento
es el arte, esas fuentes brotan de sus modelos inmortales.”7

El arte como no podía ser menos es la herramienta que considera el autor válida para
llevar a cabo el proceso que transforme la humanidad. De ese modo el también artista
en cierto momento comienza a pronunciar una serie consejos a sus compañeros de
gremio: “Vive con tu siglo, pero no seas obra suya; da a tus coetáneos aquello que
necesitan, pero no lo que aplauden. Si ahuyentas de sus diversiones la arbitrariedad, la
frivolidad y la grosería, las desterrarás también, imperceptiblemente, de sus actos, y
finalmente de su manera de ser y pensar”8.
Son de un incalculable valor tales recomendaciones, pero su carácter sensible no
legitiman, en palabras del propio autor, la fundamentación trascendental de la belleza
como idea regulativa que permita al hombre alcanzar la tan ansiada meta ideal. Él
mismo es consciente de esto y afirma: “Así pues, de aquí en adelante debemos
elevarnos al concepto puro de humanidad, y dado que la experiencia sólo nos muestra
estados concretos de hombres concretos, pero nunca la humanidad entera, hemos de
intentar descubrir lo absoluto y lo permanente de esos fenómenos individuales y
cambiantes y, dejando de lado toda contingencia, apoderarnos de las condiciones
necesarias de su existencia.9”

Su deriva conceptual lo lleva a un análisis antropológico más profundo de la idea que


sintetizo en las primeras cartas. Voy a perfilar sus líneas generales, como último punto
expositivo para luego expresar las ideas han tenido resonancia en mí tras la lectura de
la obra.
Schiller diferencia en el hombre algo que permanece a lo que llama persona, y algo en
constante transformación que denomina estado. Las causas que producen los cambios
en el estado son dos impulsos. El primero lo denomina el filósofo impulso sensible, y
dice de él:”resulta de la existencia material del hombre o de su naturaleza sensible, y

7
Schiller, Friedrich, Kallias; Cartas sobre la educación estética del hombre; estudio introductoria de
Jaime Feijóo, traducción y notas de Jaime Feijóo yj Jorge Seca.- Edición Bilingüe. –Rubí (Barcelona):
Anthropos, 1999. Carta IX.
8
Ídem
9
Ídem

4
se ocupa de situarlo dentro de los límites del tiempo y de hacerlo material”. El segundo
impulso recibe el nombre de impulso formal:”resulta de la existencia absoluta del
hombre o de su naturaleza racional, y se encarga de proporcionarle la libertad, de
armonizar la multiplicidad de sus manifestaciones y de afirmar su persona en todos los
cambios de estado.10” En este preciso instante del desarrollo nos encontramos en unos
de los puntos clave. Schiller argumenta que los mencionados impulsos no son opuestos
en sí mismos, sino tras una mala interpretación y confusión de sus ámbitos propios.
Por tanto la cultura según el autor debe llevarnos a cada uno a un concepto de acción
recíproca, a una tarea para la razón, a un infinito al que debemos ir acercándonos para
llevar a cabo la idea de humanidad. El nuevo impulso ordenador es el impulso de juego.
De él dice Schiller: “El impulso de juego, en el que ambos actúan, unidos, coaccionará
entonces al ánimo, moral y físicamente. En la misma medida en que arrebata a las
sensaciones y a las emociones su influencia dinámica, las hará armonizar con las ideas
de la razón, y en la misma medida en que prive a las leyes de la razón de su coacción
moral, las reconciliará con los intereses de los sentidos”11.

Quisiera enunciar una pregunta como punto de partida a mi reflexión. ¿Es realmente
eficaz el arma que propone Schiller para la consecución del estado máximo de
humanidad?

El autor afirma que a través de una educación estética de las personas que lograra
despertar y mantener el impulso de juego como generador de la disposición estética
de ánimo se obtendría el salto hacía el tercer estado, al estético. En él sería donde
nuestras vertientes sensible y moral se verían potenciadas a su máxima expresión y
equilibradas en sus justos márgenes. Los hombres llegarían a tal grado de
ennoblecimiento que estaría próximo a consumarse la utopía.

Como plasmación física de dicha teoría estética de la obra creo oportuno mencionar a
Eugene Delacroix y su obra “La libertad guiando al pueblo”. Sobre esta obra el propio
autor declara: “He emprendido un tema moderno, una barricada, y si no he luchado
por la patria, al menos pintaré para ella12”. En el cuadro vemos como todo el mensaje
político y libertario es canalizado a través de la plasmación estética que se eleva hacía
la apariencia. La propia figura de la libertad, hermosa mujer, está dotada de un
impulso que contagia a enarbolar nuestra espada y unirnos a la lucha, de modo que
podríamos decir que su forma viva nos inunda en su contemplación. Cuando dice el
artista pintaré para ella me parece que el artista se muestra proclive a ayudar a la
revolución impulsando por el espíritu de juego sus ideales. Por ello plasma de forma

10
Schiller, Friedrich, Kallias; Cartas sobre la educación estética del hombre; estudio introductoria de
Jaime Feijóo, traducción y notas de Jaime Feijóo yj Jorge Seca.- Edición Bilingüe. –Rubí (Barcelona):
Anthropos, 1999. Carta XII.
11
Ídem XII
12
http://es.wikipedia.org/wiki/La_Libertad_guiando_al_pueblo

5
tan virtuosa a la libertad, porque va precedida de la forma de la belleza condición
previa según Schiller.

Pero sin lugar a duda uno de los autores que mejor refleja la doctrina estética de
Schiller es Jackson Pollock cumbre del expresionismo abstracto. Pollock afirma:”
Cuando estoy en la pintura no me doy cuenta de lo que estoy haciendo. Sólo después
de una especie de período «de acostumbramiento» ver, en lo que he estado. No tengo
miedo de hacer cambios, destruir la imagen, etc., pues la pintura tiene una vida en sí
misma. Trato de que ésta surja. Sólo cuando pierdo el contacto con la pintura, el
resultado es una confusión. Si no, es pura armonía, un fácil dar y tomar y la pintura sale
muy bien”13. Veo en este artista una unión perfecta entre el proceso de creación
artística con la idea de juego que Schiller define del siguiente modo: “el hombre sólo
debe jugar con la belleza, y debe jugar sólo con la belleza. Porque, para decirlo de una
vez por todas, el hombre sólo juega cuando es hombre en el pleno sentido de la palabra,
y sólo es enteramente hombre cuando juega.14”

El artista neoyorquino se sumerge en el proceso de creación pictórica de un modo que


me recuerda a cuando de niños quedábamos extasiados en nuestros juegos infantiles.
En ese sentido Pollock juega con la belleza, coquetea con ella y de ese modo logra
plasmar sentimientos tan del siglo XX que no son expresables de otra forma que no sea
en la libertad del juego.

Por otro lado su revolución en las técnicas pictóricas a través del Action Painting o del
dripping, así como la utilización novedosa de materiales nunca vistos en la pintura lo
acercan, a mi modo de ver, a la expresión de lo puramente formal en detrimento de lo
material. No me resisto a incluir un fragmento de Schiller que viene como anillo al
dedo a la actividad del artista: “Pues en eso consiste el auténtico secreto magistral del
artista, en aniquilar la materia por medio de la forma; y cuanto más imponente,
pretenciosa y seductora sea la materia en sí misma, cuanto más despóticamente
impondrá su efecto, o cuanto mayor sea la tendencia del espectador a entregarse
inmediatamente a ella, tanto más triunfante será el arte capaz de contener al
espectador, y de afirmar su dominio sobre la materia”15.

Tras hacer presente la labor de los artistas en el sentido que el filósofo los piensa y
reflexionar sobre el lugar de la experiencia estética en la vasta empresa de educar en
excelencia a la humanidad he de decir que me parece un planteamiento muy
interesante dentro de la amalgama de las construcciones utópicas. Pero también he de
decir que lo encuentro insuficiente porque pese a que el autor reitere que con el

13
Carrassat, P.F.R. y Marcadé, I., Movimientos de la pintura, pág. 151
14
Schiller, Friedrich, Kallias; Cartas sobre la educación estética del hombre; estudio introductoria de
Jaime Feijóo, traducción y notas de Jaime Feijóo yj Jorge Seca.- Edición Bilingüe. –Rubí (Barcelona):
Anthropos, 1999. Carta XV.
15
Ídem. Carta XX

6
ennoblecimiento estético en el hombre se produce el desarrollo óptimo de sus otras
facultades, me parece que faltan ingredientes en la poción mágica para que pueda
cambiar al hombre y acercarlo al ideal de la humanidad.

Entiendo necesario el ideal como horizonte que nos regula y al que nos conviene
acercarnos. A este respecto el propio autor siempre se muestra consciente de su
imposibilidad última: “Pero este equilibrio seguirá siendo siempre sólo una idea que la
realidad nunca llegará a alcanzar”16. Pero, para empezar, echo en falta que el autor se
meta más en harina, que descienda a la superficie terrestre y de algunos trazos de un
modelo empírico. Como no lo hace he reflexionado sobre algunos de los grandes
proyectos de plasmación de los ideales, y contrastándolo he llegado a la conclusión de
que la teoría de Schiller puede encajar de marco arquetípico con muchos de ellos
(comunismo, movimiento hippie, etc). Pero curiosamente al final del texto se refiere
solo a dos construcciones que son la pura Iglesia y la pura república. A mi modo de ver
lo dice por cuanto tiene que ver con partir de una renovación del hombre concreto.
Pero como decía me parece incompleto el empuje de la estética para la construcción
de aquello que tan gráficamente define el profeta Isaías:” Morará el lobo con el
cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro y el león y la bestia
doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará.17”, el cielo en la tierra que llega
con la aparición del nuevo hombre estético.
Pues bien lo que en mi opinión le falta al espíritu de belleza de Schiller está sugerido
por él cuando dice: “Libre de sus sórdidas cadenas, la serena mirada aprehende la
Forma, el alma mira en el alma, y allí donde sólo había un egoísta comercio de placer,
se da ahora un magnánimo intercambio de afecto. El apetito se amplia y se eleva hacia
el amor, tal como la humanidad va naciendo en su objeto, y se desprecia el fácil triunfo
sobre los sentidos para luchar por una victoria mucho más noble sobre la voluntad” 18.
Pero creo que no afirma con la suficiente rotundidad, no pone con rotundidad de
manifiesto que el profundo secreto de la estética es el amor. Ambos se nutren el uno
del otro.
Para mí todo lo bello tanto en la naturaleza como en las obras de arte revela una
relación de armonía entre los elementos de un conjunto, lo mismo que decía Pollock
de su pintura. Las relaciones entre las distintas superficies de un paisaje o de un
cuerpo revelan una disposición afectiva. Los distintos colores se aman en una
composición, tan es así que parece que varíen en sí mismos si son acercados a otros

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Schiller, Friedrich, Kallias; Cartas sobre la educación estética del hombre; estudio introductoria de
Jaime Feijóo, traducción y notas de Jaime Feijóo yj Jorge Seca.- Edición Bilingüe. –Rubí (Barcelona):
Anthropos, 1999. Carta XXI.
17
Is 11,1-11.
18
Schiller, Friedrich, Kallias; Cartas sobre la educación estética del hombre; estudio introductoria de
Jaime Feijóo, traducción y notas de Jaime Feijóo yj Jorge Seca.- Edición Bilingüe. –Rubí (Barcelona):
Anthropos, 1999. Carta XXII.

7
compañeros cromáticos; las notas musicales en sus consonancias y disonancias
también practican una comunicación sentimental. Todo ello nos transmite el placer en
la emoción estética. Por ello el arte modifica a la naturaleza, o como decía Oscar
Wilde”La naturaleza imita al arte”, porque el arte ha desentrañado el secreto de amor
que guarda toda la naturaleza en su relación con el hombre, de manera que si miramos
a través del arte sabemos mirar la naturaleza, y sentir su hermosura en el más
recóndito y amenazante rincón de un desierto.

En mi opinión solo el amor es capaz de transformar al hombre. Y solo si se comprende


el arte como manifestación que revela el mensaje de amor de toda la creación y del
creador que lo ha situado en ella, puede nacer la nueva naturaleza en el hombre a
modo de respuesta. A partir de ese cambio en la belleza y el amor el sujeto se
convierte en elemento propicio para la construcción del estado ideal.

Justo después de definir el impulso de juego Schiller se refiere a sus venerados griegos
diciendo:”Aun así, este principio sólo puede resultar inesperado en el campo de la
ciencia; ya mucho tiempo atrás vivió e imprimió su huella en el arte y en el sentimiento
de los griegos, sus maestros más ilustres; sólo que ellos trasladaron al Olimpo lo que
debería haber acontecido sobre la Tierra.19” Siempre que leo un texto de carácter
utópico que recurrentemente se producen a lo largo de la historia se me antoja que
hay una línea muy fina entre esa categoría idílica y la escatología. No ubico en que
instante se ha grabado a fuego en el alma del hombre el recuerdo de un reinado de la
justicia. Lo cierto es que nos parece muy legítimo que los hombres fantaseemos con la
idea del paraíso terrestre en cualquiera de sus versiones pese a que parece evidente el
que en este mundo nunca ha habido nada semejante a la isla de los bienaventurados.
Me gustaría terminar este comentario planteando el mito. Y si ese estado estético en
sentido estricto que nos parecer saborear a través de la emoción estética, no es solo
un aperitivo de lo que podemos encontrarnos tras abandonar este mundo.

En cualquier caso es nuestra obligación perseguir en la tierra la búsqueda de lo mejor


de nosotros mismos, siendo el punto de partida del dramaturgo, entendido en su
completud, el frente principal desde el que realizarlo porque como dice Dostoievski,
“La belleza salvará al mundo”.

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Schiller, Friedrich, Kallias; Cartas sobre la educación estética del hombre; estudio introductoria de
Jaime Feijóo, traducción y notas de Jaime Feijóo yj Jorge Seca.- Edición Bilingüe. –Rubí (Barcelona):
Anthropos, 1999. Carta XV.

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