Es muy tarde. En el lejano y retraído humedal de Arica se ve a un joven
ensimismado, pensativo. Sentado en la ribera, levanta su mirada hacia la luna. Sus tímidos ojos de niño la miran embelesados: tan prístina, tan cálida, tan pura… Un suave temblor lo ilumina. De regreso a casa, piensa en las aguas del río: se lanza en busca de la libertad.