No me moveré de esta mesa. Ella vendrá, se sentará y
charlaremos un rato hasta entrar en confianza y poder ser más abierto con ella. No me moveré de esta cafetería hasta que ella entre por esa puerta y se siente frente a mí. No me rendiré tan fácil. Hay probabilidades de que ella nunca venga, pero tengo que ser positivo y sé que vendrá. No huiré de mis demonios que están envueltos en una manta de vergüenza y nervios, porque sé que tal vez nunca venga.
Seguiré aquí, mirando, a través del enorme ventanal, el pasar
de los autos y de las personas, mientras me miran raro porque no he pedido nada y estoy solo, mordiéndome las uñas como un símbolo de nervios y ansiedad. Sin importar el tiempo que pase, no me iré de aquí, seguiré esperando aunque el local cierre y me boten a escobazos; seguiré esperando en la puerta del local, porque sé que ella llegará e iluminará mi vida con esa hermosa sonrisa que tiene.
Quisiera pedir algo, pero no quisiera que ella, cuando llegue,
se sienta mal porque me adelanté a hacer el pedido sin ella. No sé sus gustos, pero espero conocerlos muy pronto. No sé cómo es su forma de ser, de actuar o de hablar, pero espero saberlo muy pronto. Me enamoraré de ella aún más, de su sonrisa, de sus ojitos, de su cabello o de su voz, que podría ser muy placentera. Nunca me he sentido y me sentiré tan ansioso y emocionado por conocer a alguien; sé que es importante sentar cabeza. No dejaré que mis esperanzas de que ella entre por esta gran puerta de vidrio con un cabello ondulado y reluciente, se vayan, sabré que es la correcta en cuanto la vea entrar, la tomaré de la mano, apartaré la silla para que ella se siente, pediré un café au Lait y ella algun otro tipo de café. La miraré directamente a sus ojos, respiraré profundamente y con voz temblorosa le preguntare… ¿Y si nos casamos?