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Érase una vez, una princesa de un reino muy lejano.

Ella era la
única heredera del reino ya que ni su padre el rey, ni su madre la
reina había tenido más hijos.
Por ello, la princesa se sentía a veces muy sola, y deseaba que sus
amigas fueran a verla una y otra vez. Sin embargo, ellas no podían
ir siempre ya que vivían en otros reinos muy lejos de allí.

Un día como cualquier otro, paseaba la princesa ya entrada la


noche mientras esperaba la cena.

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