9 de julio

Hace más de dos siglos nuestro país empezaba su historia como nación independiente y
soberana. A menudo cuando nos referimos a estos acontecimientos históricos generalmente
nos parecen lejanos y distantes. Sin embargo, al recordar las circunstancias que rodearon los
acontecimientos de 1816, podemos encontrar puntos en común con nuestra realidad actual.

Hoy como ayer, las cadenas pesadas de los desencuentros y las diferencias nos oprimen, las
indefiniciones y vacilaciones ahogan nuestras esperanzas, dilatan nuestros sueños de
grandeza.

Sin embargo, en 1816, con coraje y decisión los valientes rompieron las cadenas y otros los
siguieron. Estos patriotas superaron las diferencias personales y las dificultades que se le
presentaban para construir algo que no sabían bien que era o que iba a ser: eso es nuestro
país.

En 1816, la situación era difícil, el entusiasmo era tan grande como la desorientación. Había
que definir un rumbo, optar por un proyecto, abandonar la comodidad de lo conocido, buscar
la gloria o sucumbir. ¿Cuál fue el denominador común entre los patriotas? ¿Cuáles fueron esos
valores profundos que alumbraron la república? . Sin duda la esperanza, la igualdad, la
honradez, la lealtad, la justicia, la solidaridad, obviamente la libertad. Por sustentar estos
valores, representamos a aquellos, que empezaron a construir nuestra patria, en estatuas
de bronce; fuertes, firmes e inalterables como sus valores.

Sin ser mordaz, debo decir que va a ser muy difícil representar a nuestros líderes políticos en el
futuro. Digamos que no brillan mucho por estos valores. Pero, esto nos deja una enseñanza,
ya no hay próceres que nos salven. La patria la hacemos entre todos o no hay patria. Los
héroes son de a pie, sin bronce; de carne y hueso, y cada vez más hueso que carne.

1816 señaló el camino. Rompamos hoy las cadenas de la injusticia, la mentira, el egoísmo,
para construir un país más justo y solidario. Construyamos la parte de la historia que nos toca.