Está en la página 1de 8

Universidad de Chile

Facultad de Ciencias Sociales


Carrera de Psicología
Seminario Clínico

SOBRE EL RETORNO EN PSICOSIS

Sólo a partir de la no-existencia,


la existencia puede comenzar.
D.Winnicott

Voy a comenzar con dos reflexiones acerca de la constitución del sujeto, luego
acudiré a la relevancia del papel de la alteridad en ésta. Pronto hablaré sobre sus
consecuencias como condicionantes en la aparición de la psicosis y finalmente acerca de
algunas consideraciones terapéuticas al respecto.
De de la constitución del sujeto hay bastante por decir. Una primera aproximación responde
a la tesis de la simbolización primaria. A ésta se la estima necesaria como condición para
efectuar el trabajo de traducción de las experiencias, lo que no se incorpora en el campo de
la representación en sí, sino de la representancia, entendida ésta como la posibilidad de
aquella. La simbolización primaria concierne entonces también a la posibilidad de
existencia y por sobre todo a la continuidad del sujeto, al “ser” sujeto y todo lo que esto
involucra: la posibilidad de establecer un trabajo psíquico, de efectuar operaciones de
representación, enunciación y memoria.

De todo esto es necesario también aclarar que no basta con que aquella
simbolización primaria suceda en el sujeto, pues “para tener lugar, el sujeto tiene que haber
sido objeto de una inscripción (psíquica o socio-cultural) primaria”, esto concierne al papel
de la alteridad, que se abordará mas tarde.
Universidad de Chile
Facultad de Ciencias Sociales
Carrera de Psicología
Seminario Clínico

Se desprende entonces de la simbolización de lo perdido una “pérdida del


sentimiento de si” en el sentido de la posibilidad de conservarse a si mismo a través de la
metáfora como única vía de resguardo de la desaparición.

Otra referencia a la inscripción –primera- se encuentra en los sueños-testigo.


Aquellos sueños elaborados como necesidad de dar forma a lo que no tiene nombre ni
imagen en situaciones totalitarias, son ellos los responsables, nuevamente, de“garantizar la
sobrevivencia del psiquismo individual” en contextos arrasadores tratando precisamente de
inscribir lo que no debe ser olvidado, permaneciendo intactos en la memoria, ubicándose
también como una posibiildad de resguardo de la desaparición.

Otra mirada respecto a la constitución del sujeto se tiñe de un énfasis más evolutivo.
Se recogen algunas nociones de Winnicott que aluden principalmente a la idea de
crecimiento/madurez, dibujando una prosecución de hechos que van desde la dependencia
absoluta a la dependencia relativa y finalmente a la independencia del sujeto, todo esto en
conjunción con la interdependencia ambiental, que tendrá un papel protagónico a la hora
sacar cuentas sobre el destino del sujeto. Para graficar, el autor (1965) habla de normalidad
en el desarrollo del niño, teniendo lugar en éste inclusive un período de psiconeurosis, en
que “se presentan toda clase de síntomas en forma transitoria”. A raíz esto sea la
anormalidad entonces lo que se asocie con la ausencia de síntomas. Como consecuencia no
serían las defensas en sí las que convoquen la anormalidad en la constitución del sujeto,
pues éstas serán organizadas a medida que el individuo transite a una existencia
independiente, será de este modo la rigidez de las defensas a la que se le achaque la causa
de anormalidad en el sujeto constituido.

En resumen, expongo dos miradas acerca de un tema aún inacabado. Una de ellas
responde a la mediación del proceso de simbolización primaria en la constitución del
sujeto, permitiendo su continuidad, y por otra parte, enuncio algunas características
relativas al desarrollo del individuo.
Universidad de Chile
Facultad de Ciencias Sociales
Carrera de Psicología
Seminario Clínico

Recogiendo lo anterior, surge de todas formas la pregunta por las condiciones para
que la existencia tenga lugar. En ambas posturas cobra relevancia lo referente al espacio
externo; ya sea referido al Otro, ya sea aludiendo al ambiente.

En el primer caso se extiende la necesidad de una alteridad para que la subjetividad


se constituya como tal, pues será el Otro, mediante su propia capacidad de juzgar la
existencia del sujeto – y de juzgar la propia- que permitirá la disposición de aquella
potencialidad de representación, la posibilidad de inscripción psíquica del sujeto como
objeto para aquel, en otras palabras, “El otro provee un soporte narsicizante, que tiene
correlato en una primaria integración del sujeto mismo; a partir de la que se posibilita el
trabajo de historización”. Se extiende en este sentido además la necesidad del desarrollo de
un yo con consistencia, que depende también de otro, para permitir la simbolización
primaria.
Frente a esto, habría que mencionar así mismo el caso de que el ambiente, valga lo
enunciado, sea un reservorio de condiciones “denegatorias”, como en el caso de situaciones
políticas totalitarias mencionadas antes. Pues aquí, lo que correspondería a la idea de
ambiente se resuelve en una imposición por la desaparición de aquello vivenciado.
Desaparición, y no represión, la desaparición – y la constitución- de la psyché también
depende del << afuera>>.

Habiendo mencionado ligeramente esas nociones sobre la constitución del sujeto y


del papel de la alteridad en ésta, me dispongo a avanzar un poco más detalladamente en
algunas hipótesis acerca de las condiciones estructurantes de la psicosis.

Partiré desde Freud. Me parece interesante la semejanza que establece entre los
resultados de las construcciones en análisis (de algo vivenciado) y el carácter de lo
alucinatorio. Sobre esto, algunos fundamentos. Acerca de las alucinaciones menciona el
retorno a la conciencia bajo la desfiguración y el desplazamiento de alguna experiencia de
la edad temprana, tan temprana que aún no permitía el lenguaje, la inscripción, y que
Universidad de Chile
Facultad de Ciencias Sociales
Carrera de Psicología
Seminario Clínico

posteriormente fue olvidada. Así pues, en la “locura se contendría también un fragmento de


verdad histórico-vivencial, razón por la que cobraría así el delirio su fuerza compulsiva [de
esa fuente infantil].

Freud insistió muchas veces que no hay que reducir lo inconsciente a la suma de las
represiones. “todo lo que es reprimido es inconsciente, pero no podemos afirmar que todo
inconsciente sea reprimido” (1907 en un comentario a la Grandiva, abordando las tierras
del delirio y la locura”

En este sentido, se dispone a involucrar las formaciones delirantes con la “pulsión


emergente de lo inconciente y el retorno de lo reprimido”. Pues bien, estas formaciones
funcionan bajo dos condiciones, una de ellas es el extrañamiento de la realidad, y en torno a
este punto se pregunta si sería posible que bajo el alero de este extrañamiento la pulsión
emergente de lo reprimido lo aprovechase para imponer su contenido en la conciencia,
permitiendo el cumplimiento del deseo sobre el contenido del delirio, tal como ocurriría en
el sueño.

En consecuencia, el delirio contendría efectivamente una verdad histórica,


cuyo acervo podría reconocerse en la experiencia, más aún, la producción
psicótica podría obtener un estatuto de tentativa por conservar aquellos
indicios de historia.

Por otro lado, aunque de forma relacionada, Winnicott plantearía que la psicosis
tiene su punto de origen en una etapa del desarrollo primitiva, cuando la dependencia marca
un punto vital, a diferencia de las psiconeurosis, que serían experimentadas por individuos
con una personalidad ya formada. Acerca de esto se cuestiona respecto a la pertinencia del
miedo al derrumbe, agregando que éste provendría de una falla en la organización de las
defensas, de la amenaza al establecimiento del self unitario. Así pues, habrían “dos tipos de
seres humanos: los que no arrastran consigo una experiencia significativa de derrumbe y los
Universidad de Chile
Facultad de Ciencias Sociales
Carrera de Psicología
Seminario Clínico

que sí la arrastran y por ende deben huir de dicha experiencia”. En este sentido, “la locura
temida es una locura que ha sido experienciada, es el miedo a un retorno de la locura”

Pero en este punto, se juega un contra argumento, a partir del cual vuelve sobre sus
palabras y se desdice de que la locura haya llegado a experienciarse, mas bien, nunca pudo
ser objeto de experiencia, porque en el momento en que sucedía la desorganización de las
defensas no se habría instituido aún un individuo en condiciones de experimentarla. En este
sentido, añade que si efectivamente la locura pudiera experienciarse, sería
“indescriptiblemente dolorosa”. A diferencia de esto, lo que se conoce como miedo al
derrumbe más bien tendría que ver entonces con la angustia psicótica, a condición, por
supuesto, de que hubiese una cierta organización yoica capaz de sufrirla.

En síntesis, el núcleo de la locura sería mucho peor que el temor a padecerla, y un


individuo con una organización yoica estable – bajo la condición de la institución de la
simbolización primaria y considerando la existencia de una alteridad conformante- no
podría experienciarla, pues tendría la capacidad de contenerse frente a ella.

Finalmente, y como consideraciones terapéuticas, algunos puntos a distinguir.

Freud recomienda reconocer el núcleo de verdad histórico-vivencial y su


apuntalamiento en el presente real-objetivo para luego resituarlo en el lugar del pasado al
que pertenece. Es en este sentido que la analogía de la formación delirante con la
construcción en análisis se hace patente, pues ambas surgen como intento de restaurar aquel
fragmento de historia desmentido tempranamente.

Por otro lado, destaca también la importancia del otro en la transferencia, pues será
en función de este otro, como se había dicho, que el proceso de simbolización opere, en
este caso en particular, por primera vez en la transferencia. Se espera construir un espacio
donde estas experiencias puedan ser parte del trabajo de metáfora y simbolización del
Universidad de Chile
Facultad de Ciencias Sociales
Carrera de Psicología
Seminario Clínico

sujeto. “Se cuestiona aquí la posibilidad de un espacio de interpretación y construcción


más que de contenidos interpretativos. Y tal espacio cumpliría su función para una
mínima integración, la que en el caso de la psicosis se encuentra gravemente afectada”

En torno a lo referido sobre el miedo al derrumbe, se concluye que se podría


experienciar por primera vez la agonía que puja en continuo retorno a partir del desarrollo
de la omnipotencia personal en el marco de la transferencia presente, con la promesa de
poder tramitar aquello que no fue vivenciado. Bajo este punto de referencia, el término del
análisis vendría cuando lo temido es precisamente experienciado.

La razón por la que el solo mencionar que lo que se teme realmente es al retorno de
la locura no causa alivio alguno, más allá de clarificar una comprensión intelectual al
respecto, porque el paciente no busca entender, sino recordar por medio del acto. En este
caso, cualquier aproximación del analista a través de la cordura vendría a impedir lo que en
el recuerdo no basta de la experiencia.

El paciente se halla, en estos casos, sometido a la compulsión de


llegara la locura, . Compulsión que es levemente más intensa que la
necesidad de apartarse de ella.

Sin embargo, retomando la concepción respecto a que la locura a la que se teme no


ha sido efectivamente experienciada a causa de la falta de un soporte yoico desarrollado
para asistir tal vivencia, sólo queda manifestar que podrá aproximarse a ella tanto como “su
nueva fortaleza yoica sumada al soporte que recibe en transferencia lo permitan”. En
conclusión, lo único que le quedaría al paciente bajo este punto de vista sería vivir locuras
localizadas.
Universidad de Chile
Facultad de Ciencias Sociales
Carrera de Psicología
Seminario Clínico

De todos modos, se agradecen visiones más amplias al respecto, como la de


Aulagnier, quien rescata lo siguiente: si para interpretar el delirio el recurso de la teoría se
convierte en regla, se excluye la subjetividad y singularidad de la historia

En este mismo sentido, argumenta magistralmente que “la versión que le


impongamos sea conforme a la teoría maternal o a la de Freud no cambia en nada las
cosas” pues lo sustancial en el trabajo interpretativo consiste efectivamente en devolver
“un lugar y un derecho de ciudadanía a la singularidad de la historia psíquica del sujeto”.
Nuevamente, la forma de hacer esto sería rescatar aquellos enunciados históricos “que
devuelven lugar y voz a ese tiempo de la infancia reducido al silencio, o a la muerte. Pues
El psicótico encuentra (su prueba de verdad) en el retorno a su memoria de algo ya-
conocido que había sido excluído de ella.”

Finalmente, y como crítica constructiva, mencionar que la resistencia de los


analistas a este tipo de producción podría tener que ver con el temor al compromiso en la
transferencia, en donde se juega la aparición de él mismo como el Otro “autentificando a
partir de su propia experiencia lo que dice quien le habla - ¡qué abandono a la sacra-
santa neutralidad!-“
Universidad de Chile
Facultad de Ciencias Sociales
Carrera de Psicología
Seminario Clínico

Bibliografía

Aceituno, R. Tener lugar. En Aceituno, R. (ed.) Espacios de Tiempo, p. 69-81

Aulagnier, P. El aprendiz de historiador y el maestro brujo, Cap. 1: Philippe o una infancia


sin historia (51-148)

Gaudilliere, J.M. Soñar en situación totalitaria. En Aceituno, R. (ed.) Espacios de Tiempo,


p. 87-94.

Winnicott, D.W. El miedo al derrumbe. En Exploraciones psicoanalíticas I, p. 111-121.

Winnicott, D.W. La psicología de la locura: una contribución psicoanalítica (1965)

También podría gustarte