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La Ingeniería Civil A través de la Historia de México

Índice

1.- Introducción

2.- Prologo

3.- La Ingeniería Civil A través de la Historia de México

4.- La Ingeniería de la Nueva España

5.- México Colonial

6.- Un Proyecto Modernizador

7.- Colegio de Ingenieros Civiles de México

8.- Bibliografía

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La Ingeniería Civil A través de la Historia de México

Introducción

Antes de iniciar a escribir el grueso forje o pesado calibre del aglomerado de mi texto,
quisiera hacer un énfasis pro-sublime, de la intención de enfocar el marco histórico de la
ingeniería civil en el cuadro cultural de la vivencia de nuestro país al pasar de sus
centurias recorridas. Ya que para bien o para mal, es importante discernir que las grandes
obras de arte cimentadas, erigidas y enaltecidas, son el resultado del choque de dos
culturas, de la mítica arquitectura proveniente del imperio Azteca, Olmeca, Tolteca, entre
otras, hasta la folklórica arquitectura española que vino a invadir estas tierras, dándole
una picaresca y autentica forma de belleza a toda esa urbe mediática de construcciones
que inicio con un gran legado que a la fecha se arrastra con orgullo la “ingeniería civil de
este país”.

Es importante ver y analizar el poderío de esta orde y disciplina la cual ha ido


evolucionando al paso del tiempo y ha tenido las mejores escuelas que el tiempo nos ha
venido a dar, como legado del folclor y deporte de esta afición, “afición a la ingeniería
civil”.

Uno de los mas grandes tesoros de este país es sin mas preámbulo sus construcciones,
su ingeniería, sus fachadas sus vestigios el cual refleja la vasta prominencia de esta vasta
y creciente explosión artística, que hoy se forja como carrera profesional y la cual su
historia no pude pasarse por alta, por que es una joya, “una joya cultural de nuestra
historia”, la cual considero debe ser analizada, saboreada y digerida para ustedes en
estas líneas.

Prologo

A lo largo del tiempo, el ingenio humano se ha visto infectado de creatividad por la


necesidad de saciar las necesidades básicas mas susceptibles o criticas para una
sociedad, como lo son: el suministro de agua potable, la navegación, la cimentación de
estructuras fuertes y la vivienda, que hoy por hoy siguen siendo factor de búsqueda de
soluciones para lograr satisfactores a este tipo de disyuntivas o conflictos.

A medida que los antiguos fueron conociendo la utilidad de los materiales, de la vasta
naturaleza, viene a crear una filosofía y ética de aprovechamiento de los mismos para
beneficio del hombre, ya que aunada a la creatividad, vino a darle forma a la creciente
fuerza de ingenio que provee la evolución, pues de aquí nace la mecánica de materiales y
de suelos. Considero que el primer factor generador de esta trepidante cultura en apogeo
de aquella época (la ingeniería civil) fue el saciar la necesidad del abastecimiento de
agua, esto fue el ignisor de inicio para no solo pensar en el manejo del agua, sino de la
vivienda, centros ceremoniales, hasta incluso la siembra y como todos conocemos, el
poderío estético de las construcciones míticas hechas realidad que solapan las tierras de
México, por eso gratos lectores los invito a leer con gusto y critica las siguientes líneas,
muchas gracias.

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La Ingeniería Civil A través de la Historia de México

La Ingeniería Civil A través de la Historia de México

Hablar de la historia de una cultura,


cualquiera que ésta sea, lleva en un
interrelación disciplinaria a conceptuar el
marco físico en el que se ha desenvuelto;
es decir, el generado por un grupo de
individuos que, con una sensibilidad innata,
partiendo de la observación de la
naturaleza, no sólo la imitó sino que llegó a
la audacia de modificarla en beneficio de su
comunidad, aunque procurando no perder
de vista el equilibrio que la misma
naturaleza impuso, y sigue imponiendo , a
quienes buscan entenderla.

En el caso de México, la ingeniería civil


tiene con el respaldo de la observación, de
experiencias y de intentos de aplicaciones deductivas encauzadas a resolver problemas-,
una antigüedad tan grande  que a no ser por los testimonios aún presentes, bien podría
corresponder a una narración, la transmisión generacional al destacar la mayoría de las
veces la grandiosidad de las obras, ha hecho que disminuyera, cuando no deformado, su
enorme valor como fruto del pensamiento y del ingenio humanos.

Pero no todo fueron construcciones espectaculares; las hubo de diversos tamaños,


dependiendo de su capacidad de respuesta, sin que por ello disminuyera su importancia;
así, el agua, en tesis y antítesis de abundancia y de escasez desarrolló la imaginación de
los ingenieros. En el primer caso destacan las hasta hace poco mal interpretadas
construcciones piramidales, localizadas en la Quemada, Zacatecas que, como
generadores de lluvias, retaban a su vez la resequedad del entorno, y la gran presa de
Moquitongo, en puebla: primer control de agua para la irrigación. Por otra parte es
necesario señalar que las torrenciales precipitaciones-en otras zonas-, no impidieron la
construcción de inmensas plataformas de bloques de adobe altamente resistentes, en las
que se cimentó el conjunto de San Lorenzo, de la cultura Olmeca.

En una combinación premonitoria de tiempo y espacio en la que el grupo mexica tuvo un


lugar preponderante como cultura tardía en el Valle de Anáhuac, éste-en su largo
peregrinar-asimiló técnicas de ingeniería empírica que puso en práctica al llevar a la
realidad su anhelado deseo de erigir el más grandioso y espectacular señorío
prehispánico. Su primer asentamiento, en lo que hoy es la avenida Hidalgo, los enfrentó a
un medio hostil que lejos de amedrentarlos, les provocó encontrar lo que siempre existe
de positivo en lo negativo.

En este caso hallaron la solución a través de la ingeniería, aunque ya interrelacionada con


la hidráulica, la mecánica de suelos, así como la estructura y resistencia  de materiales.

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Empezaron por aprovechar las aguas salobres del mar interior, en cuya ribera pudieron
abastecerse de tierras fértiles con la creación de chinampas a pesar de las agresivas
aguas. Eso les llevó a proyectos de transformación del entorno físico cada vez más
ambiciosos; uno de ellos, el albarradón, que separaría las aguas dulces de las saladas, se
logró gracias a un ingeniero innato, Nezahualcoyotl, señor de Texcoco. Con dicha obra
habían, pues, superado un obstáculo impuesto por la naturaleza a los pueblos ribereños.
La aplicación de una ingeniería empírica, les permitió vislumbrar algo que aún hoy podría
calificarse de temeridad: una isla artificial más tarde conocida como Isla de los Perros.
Ésta surgió tras un acarreo de tierra vegetal desde sitios que a la fecha se ignoran; e
hicieron surgir en el horizonte lacustre una plataforma que iba prácticamente desde más
allá del actual atrio de la Catedral Metropolitana hasta Peralvillo, y desde la calle de Brasil
hasta la iglesia de Loreto, aproximadamente, aunque parezca increíble.

En esta isla levantaron su centro ceremonial apoyado en pilotes. Estos contrarrestaron el


hundimiento natural al controlar la expansión del suelo mediante la combinación de la
ingeniería de construcción con la mecánica de suelos. En este momento, la sede del
señorío azteca no tuvo parangón.

Ciudad mágica, mitad audacia y mitad temeridad, acunada por cinco lagos, ampliada
programadamente por kilómetros de chinampería; rodeada por muelles lacustres y
calzadas que, a través de compuertas, regulaban los desniveles de los lagos a fin de
evitar aterradoras consecuencias. Pero sus antiguos pobladores entendieron que, a pesar
de representar un éxito de ingeniería, era también una agresión al equilibrio establecido
por la naturaleza, y con plena conciencia de ello lo hicieron plasmar iconográficamente en
el chimalli que identificaba a la Gran Tenochtitlan. La naturaleza no perdonaría jamás tal
ofensa; castigaría esa temeridad con la dualidad de vida y muerte del agua, en
combinación con los eventos sísmicos

La ingeniería de la Nueva España


Cortés, excelente administrador, también tenía espíritu de ingeniero, lo cual quedó
demostrado en el corto tiempo que la naturaleza no ejerció acciones contra la ciudad
capital. Logró junto con el alarife Alonso García Bravo adaptar las ideas renacentistas de
León Bautista Alberti y de Sebastiano Sereyo a la traza de una ciudad con abundantes
plazas, cuadradas o rectangulares, según el caso, y calles rectas, amplias y flanqueadas
por edificaciones de igual altura, orientadas
de tal manera que se aprovecharan los
vientos solano, auster, favoritos y septentrio.

En su enfoque espiritual fue la


conceptualización de la Nueva Jerusalén
Celeste de San Agustín; en lo arquitectónico,
la sede de la gema más preciada de las
posesiones de la Corona española, al grado
que Carlos V la tomó de modelo para el trazo
de nuevas ciudades capitales, disposición
refrendada más tarde por Felipe II. Con ello,
una incipiente ingeniería civil, que

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rápidamente tomaba la nacionalidad mexicana, hizo acto de presencia en todos los


virreinatos de América.

Pronto surgieron construcciones con innovadores diseños; tal fue el caso de las
Atarazanas (en el actual rumbo de San Lázaro), parte en tierra firme y parte en las aguas
del lago de México, donde tres inmensas naves guarecían los bajeles en los atardeceres.
El sobrepeso de inmuebles no adecuados al suelo aún no consolidado de la isla-
plataforma, hizo fracasar la ingeniería española ante los acelerados hundimientos, falta de
verticalidad y resquebrajamientos que rápidamente se manifestaban. Con ello un nuevo
reto de la naturaleza dio origen a una
ingeniería civil simbiótica al recurrir a las
técnicas  prehispánicas.

Entre los exponentes que tipificaron esa


fusión de respuestas estuvieron las
cimentaciones, y tras bien pensados
ensayos se encontraron diversos tipos de
basamentos adecuados a las características
del suelo. Se alcanzó uno a base de
casetones trapezoidales invertidos,
recubiertos con una mezcla de alta
resistencia a la humedad, que se cerraban
con lozas artificiales elaboradas con “tierras
argilosas de Michoacán”; siendo estos los
primeros elementos fabricados en la
América española.

Los hundimientos, problema latente hasta la


fecha, propiciaron que el tan mal interpretado virreinato entrara en la fase del modernismo
urbano con la red subterránea de agua potable a base de tubería flexible-configurada por
tres ejes básicos que corrían de poniente a oriente-, y la red subterránea de drenaje, de
tres ejes dirigidos de sur a norte.

Ya nada detuvo el progreso de la ingeniería mexicana. El haber tenido cada vez mejores
conocimientos sobre mecánica de suelos, hizo que la ciudad creciera a partir del siglo
XVIII no sólo en extensión, sino también en el volumen de los inmuebles civiles,
asistenciales, religiosos y municipales; en este caso, el desagüe con el que se buscaba
librar a la ciudad de las inundaciones. Por su parte, la Catedral se volvió el centro
experimental de una ingeniería civil que irradiaría hacia todo el territorio.

El periodo de la ilustración de Carlos III se reflejó básicamente en avances tecnológicos y


de ingeniería que junto con el trazo de ciertas calzadas, las cuales aún conectan a la
urbe, configuraron la ciudad que asombró al propio Humboldt. Sin embargo, el virreinato
entraba en la pendiente del ocaso; se iniciaba un periodo de inestabilidad política con el
advenimiento de un reencuentro nacionalista, en este contexto, se ubicó a la ingeniería
civil en el ámbito de la educación profesional con la carrera de ingeniero, en la época
juarista.

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Esa institución, en la que se empezaron a formar ingenieros, sirvió de precedente tangible


al respaldar la dinámica de infraestructura del país, formar cuadros de profesionales cada
vez mejor capacitados-a partir de la actual centuria-,dando lugar a la realización de
grandes obras a todo lo largo y ancho de la República. La calidad e innovaciones han sido
tales, que sus diseños y ejecución han llegado a formar, a nivel internacional, verdaderas
escuelas de ingeniería civil, básicamente en las áreas de cimentaciones ,estructuras,
mecánica del suelo, sismología, hidráulica e ingeniería de túneles. Todo este desarrollo
con sus precedentes prehispánicos enaltecen sobremanera el ingenio mexicano, de todos
los tiempos.

México Colonial
Nuestro país, desde la época prehispánica, ha recurrido a la ingeniería para resolver
problemas sociales y mejorar las condiciones de vida de la población. La participación de
esta no sólo se ha llevado a cabo en el campo de las invenciones y edificaciones, sino
también en la toma de decisiones políticas y económicas.

Las ideas sustentadas en la razón, que permearon el ambiente cultural y científico de la


sociedad europea en el siglo XVIII, se popularizaron rápidamente en Nueva España. La
ingeniería, en particular, sufrió cambios severos, dejó de ser una actividad artesanal para
convertirse en una disciplina científica. De esta manera, la formación científica del
ingeniero se convirtió en un requisito indispensable en cualquier región del mundo que
aspiraba a alcanzar el progreso tan difundido por las ideas de la Ilustración.

En 1792, por primera vez en la historia de la educación en México, se fundó una


institución cuya enseñanza era
totalmente científica, el Real Seminario
de Minería. Lejos de la tradición
escolástica se impartieron oficialmente
los cursos de matemáticas, física,
química y mineralogía a los primeros
ingenieros que sustentaban el título de
peritos Facultativos de Minas, ya que el
término Ingeniero no se empezó a usar
en esta institución hasta 1843.

Es importante destacar que fueron dos


criollos ilustrados-representantes del
gremio más poderoso de la Colonia, el
Minero-, los que propusieron en 1774 al
Rey Carlos III la creación de un Colegio
Metálico, con la intención de aumentar
la producción de los metales preciosos.
Para ello, consideraron indispensable
contar con especialistas que resolvieran
los problemas de las minas, no con una visión empírica, sino con bases científicas.

El Colegio de Minería, además de distinguirse por ser la primera casa de las ciencias en
México, como le llamó el médico José Joaquín Izquierdo, destacó por ser la cuna de
importantes instituciones científicas como el Instituto de Geofísica, el Instituto de

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Matemáticas, la Facultad de Ciencias, el Instituto de Geología, el Instituto de Química, el


Instituto de Ingeniería, y la Facultad de Ingeniería, por mencionar algunas dentro de la
Universidad Nacional   Autónoma de México.

Algunos años después de lograr nuestra Nación su independencia, el Colegio de Minería


se integró al Estado, y a su lado compartió una trayectoria tortuosa de cambios,
inestabilidades, limitaciones y carencias, entre otros avatares. A pesar de ello, los
ingenieros aceptaron con gran responsabilidad su compromiso con el país: ayudar en la
organización, administración y desarrollo de una nación empobrecida y dividida por las
cruentas guerras. Su participación fue más allá de la mera aplicación de la ingeniería, ya
que incluyó también las esferas política, cultural, económica e incluso la científica. Por
ejemplo, en el siglo XIX, los ingenieros ocuparon cargos como Ministros de Fomento,
Colonización, Industria y Comercio; Guerra y Marina; Relaciones y Gobernación por
mencionar algunos de los más destacados. Fundaron instituciones como el observatorio
Astronómico Nacional, el Instituto de Geografía y Estadística, que en 1851 se convertiría
en Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística; la Comisión Geográfico Exploradora, el
Instituto Geológico Nacional, la Comisión Científica Mexicana y la Comisión Geodésica
Mexicana, entre otras. Las necesidades del Estado obligaron al Colegio a ampliar sus
especialidades de ingeniero de minas, ensayador, beneficiador de metales y apartador de
oro y plata a las de agrimensor, geógrafo y, aunque por poco tiempo, a la de naturalista.
Los egresados participaron en importantes obras públicas como la exploración geológica
de diversas regiones, la elaboración de planos topográficos y el reconocimiento
estadístico de diversas zonas del país, el establecimiento de un Colegio Militar, el
reconocimiento de minas, estudios geológicos y del desagüe del Valle de México, análisis
de proyectos de ferrocarriles, etc. Poco a poco se hacía evidente la necesidad de contar
con la carrera de ingeniero civil, misma que quiso introducir el emperador Maximiliano de
Habsburgo en el Colegio cuando lo intentó transformar en Escuela Politécnica.

Un proyecto modernizador
Con el triunfo de los liberales en 1867 el país inició una nueva etapa como país
independiente. Los cambios propuestos por el nuevo régimen, la estabilidad política y el
periodo de paz logrados por varias décadas condujeron a una reorganización del país que
favoreció a la ingeniería mexicana.

Benito Juárez introdujo la carrera de ingeniero civil en 1867, al mismo tiempo que
transformó el Colegio de Minería en la Escuela Especial de Ingenieros. Esta carrera, al
igual que la de ingeniero mecánico, y las reformas llevadas a cabo en los planes de
estudio de los demás profesores, formaron parte de la estrategia educativa del presidente
para realizar su proyecto de modernización, especialmente en los aspectos ferroviario e
industrial.

Parte de la continuidad del proyecto modernizador condujo al fortalecimiento de la


Escuela de Ingenieros. En 1883 el presidente Manuel González la transformó en Escuela
Nacional de Ingenieros, nombre que conservaría hasta mediados del siglo XX. Creó la
carrera de telegrafista, y fortaleció el plan de estudios de la profesión de ingeniero civil, al
actualizar los programas de las materias existentes e introducir otras nuevas. El nombre
de la carrera cambió a Ingeniero de Caminos, Puertos y Canales, mismo que conservó
hasta 1897. En este año, el presidente Porfirio Díaz promulgó la Ley de Enseñanza

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Profesional de la Escuela de Ingenieros, mediante la cual regresó a la denominación de


ingeniero civil, misma que se utiliza hasta nuestros días.

Conforme ha transcurrido el tiempo, el plan de estudios de la carrera de ingeniero civil se


ha tenido que actualizar en función de los avances científicos y tecnológicos y de las
necesidades del país.

El Colegio de Ingenieros Civiles de México


El término ingeniero era utilizado en la Europa del Renacimiento para denotar a la
persona que se dedicaba a fabricar armas, construir fortificaciones e inventar artefactos
de uso militar. Los que se dedicaban a la construcción de obras públicas eran llamados
alarife, arquitecto, constructor, perito, jefe y maestro de obras. Desde de la segunda mitad
del siglo XVIII algunas personas que realizaban obras ajenas a la milicia se empezaron a
autodenominar "ingeniero civil". Y, al igual que los ingenieros militares, aprendían -como
en cualquier oficio-, empleando métodos empíricos y manuales.

La primera escuela de ingeniería civil fue fundada en Francia en 1747 y se llamó Escuela
de Puentes y Caminos. Pero no fue sino hasta mediados del siglo XIX que surgieron
aquellas instituciones dedicadas a impartir una formación completa en física y
matemáticas, que otorgaban el grado de ingeniero civil.

A través de la creación de asociaciones e instituciones los ingenieros civiles lograron


obtener un lugar respetable en la sociedad. En 1818 se estableció la Institution of Civil
Engineers of Great Britain, en 1848 la Société des Ingénieurs Civils de France, y en 1852
la American Society of Civil Engineers.

En México también surgió el interés de fundar una Asociación de Ingenieros. El 12 de


diciembre de 1867 el ingeniero y arquitecto Manuel F. Álvarez citó a una reunión a todos
los ingenieros civiles y arquitectos que desearan participar en dicha asociación. Ese día
se discutieron y aprobaron los estatutos, y el 24 de enero de 1868 se inauguró la
Asociación de Ingenieros Civiles y Arquitectos de México, en el Salón de Actos de la
Escuela Nacional de Bellas Artes. Participaron 35 socios y quedó como presidente
Francisco de Garay. La Asociación empezó a crecer; en 1870 contaba ya con 52
asociados, y con 255 en 1910.

Esta agrupación se convirtió no solo en el puente de enlace de los ingenieros y


arquitectos mexicanos para lograr un mejor desempeño de sus labores, sino también
ejerció el papel de canal de comunicación con los ingenieros de otros países. Su
fundación propició el arribo de publicaciones de sociedades extranjeras, y el envío a éstas
de la publicación oficial de la Asociación, la cual se inició en 1886 y fue llamada Anales de
la Asociación de Ingenieros y Arquitectos de México. La existencia, asimismo, de esta
asociación permitió que ingenieros mexicanos participaran en eventos académicos
extranjeros, estuvieran al día en cómo se resolvían algunos problemas comunes en otros
países, difundieran las investigaciones que sobre algunos proyectos se llevaban a cabo
en México, discutieran y realizaran propuestas con el fin de resolver diversos problemas.

Hacia fines del siglo XIX no había suficiente oferta de trabajo para los ingenieros
egresados de la Escuela Nacional de Ingenieros; frecuentemente eran desplazados por
los extranjeros que llegaban con las compañías foráneas que invertían en el país. Sin

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embargo, la carrera de ingeniería civil siguió siendo atractiva por los múltiples trabajos
que los egresados podían desempeñar. Fue talla afluencia que el número de alumnos
inscritos en la carrera superó rápidamente el de las demás. Por ejemplo, hacia 1904, de
los 203 alumnos inscritos, 136 pertenecían a la profesión de ingeniería civil. Para 1945 los
ingenieros inscritos superaban los mil alumnos, siendo la ingeniería mecánico electricista
la siguiente carrera más solicitada, aunque esta no llegaba a los 200 estudiantes.

De hecho, en la Asociación de Ingenieros


Civiles y Arquitectos se había incrementado
el número de socios del ramo de ingeniería
civil y arquitectura, al grado que en 1911
eran mayoría. Para la década de los
cuarenta, era tal el número, que exigía la
fundación de su propia corporación. Esta
meta empezó a ser viable en 1945 gracias a
la promulgación de la Ley de Profesiones, la
cual permitía la formación de los Colegios
de Profesionales que ayudaran a regular el
ejercicio profesional. Después de varias
reuniones efectuadas en la sede de la
Asociación de Ingenieros y Arquitectos de
México, el 7 de marzo de 1946 se fundó el
Colegio de Ingenieros Civiles de México. El
reto era defender los intereses gremiales de
los ingenieros civiles, fungir como órgano de
consulta e interlocución del Estado y dar
cumplimiento al servicio social profesional y
demás ordenamientos propuestos por la ley
de profesiones.

La creación del Colegio de Ingenieros tuvo una respuesta positiva en poco tiempo. En el
año de su fundación contaba con 158 ingenieros civiles titulados, cinco años después ya
tenía 659 socios, en 1971 el número llegó a 178, y en 1992 a 12,256. En 1949 se empezó
a publicar la revista de Ingeniería Civil como órgano de difusión, y ésta continúa
publicándose regularmente hasta la fecha con el nombre de Ingeniería Civil/CICM.

Aunque el número de ingenieros fue importante, debe subrayarse el apoyo que recibieron
de instituciones como la Comisión de Caminos e Irrigación, la Comisión Federal de
Electricidad y Petróleos Mexicanos. Éstas abrieron las puertas a los ingenieros y
constructoras mexicanos para trabajar en grandes obras de infraestructura, las cuales en
décadas anteriores eran realizadas por empresas e ingenieros extranjeros.

Con el esfuerzo de sus miembros, la fundación del Colegio empezó a demostrar su


utilidad. Varios de ellos se relacionaron con oficinas gubernamentales para resolver
problemas de su competencia; defendieron los intereses del gremio al oponerse a la
contratación de personal extranjero para determinados proyectos; promovieron el papel
del ingeniero civil y la dimensión de la profesión en la sociedad; organizaron congresos
nacionales y, en 1949 el I Congreso Internacional de Ingeniería Civil; colaboraron en la
fundación de la Unión Panamericana de Asociaciones de Ingenieros (1949) y de la Unión
Mexicana de Asociaciones de Ingenieros (1952); instituyeron el premio anual Estudiantes

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Distinguidos (1959); ocuparon el cargo mayor de varias Secretarías; crearon el Ateneo


Cultural Dovalí Jaime (1965) para promover la difusión cultural; participaron en la
constitución de la Federación de Colegios de Ingenieros Civiles de la República Mexicana
de Recursos Oceánicos (1969). Han promovido becas de estudiantes ante el Consejo
Nacional de Ciencia y Tecnología y la Secretaría de Relaciones Exteriores, han impartido
cursos de actualización y capacitación, lograron establecer el Día del Ingeniero (1 de julio)
y establecer convenios de colaboración con otras sociedades, y fundaron el Premio
Nacional de Ingeniería Civil (1986).

El espíritu de servicio que ha prevalecido en el Colegio de Ingenieros Civiles de México y


el esfuerzo de superación sostenido para contar con mejores profesionales ha hecho que
los ingenieros participen en grandes obras públicas, transformadoras de la fisonomía de
muchos lugares de nuestro país. Su activa participación, sin dudas, lo hacen acreedor de
un lugar cimero en la historia de México como Nación.

Facultad de Ingeniería UNAM.


Bibliografía

Roberto Llanas. La Ingeniería Civil Una Profesión Legendaria. México Desconocido.

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La Ingeniería Civil A través de la Historia de México

Maria de la Paz Ramos & Maria Alejandra Sánchez Estrada


México en el Tiempo No. 30 Mayo-Junio 1999.

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