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Índice
1.- Introducción
2.- Prologo
8.- Bibliografía
Introducción
Antes de iniciar a escribir el grueso forje o pesado calibre del aglomerado de mi texto,
quisiera hacer un énfasis pro-sublime, de la intención de enfocar el marco histórico de la
ingeniería civil en el cuadro cultural de la vivencia de nuestro país al pasar de sus
centurias recorridas. Ya que para bien o para mal, es importante discernir que las grandes
obras de arte cimentadas, erigidas y enaltecidas, son el resultado del choque de dos
culturas, de la mítica arquitectura proveniente del imperio Azteca, Olmeca, Tolteca, entre
otras, hasta la folklórica arquitectura española que vino a invadir estas tierras, dándole
una picaresca y autentica forma de belleza a toda esa urbe mediática de construcciones
que inicio con un gran legado que a la fecha se arrastra con orgullo la “ingeniería civil de
este país”.
Uno de los mas grandes tesoros de este país es sin mas preámbulo sus construcciones,
su ingeniería, sus fachadas sus vestigios el cual refleja la vasta prominencia de esta vasta
y creciente explosión artística, que hoy se forja como carrera profesional y la cual su
historia no pude pasarse por alta, por que es una joya, “una joya cultural de nuestra
historia”, la cual considero debe ser analizada, saboreada y digerida para ustedes en
estas líneas.
Prologo
A medida que los antiguos fueron conociendo la utilidad de los materiales, de la vasta
naturaleza, viene a crear una filosofía y ética de aprovechamiento de los mismos para
beneficio del hombre, ya que aunada a la creatividad, vino a darle forma a la creciente
fuerza de ingenio que provee la evolución, pues de aquí nace la mecánica de materiales y
de suelos. Considero que el primer factor generador de esta trepidante cultura en apogeo
de aquella época (la ingeniería civil) fue el saciar la necesidad del abastecimiento de
agua, esto fue el ignisor de inicio para no solo pensar en el manejo del agua, sino de la
vivienda, centros ceremoniales, hasta incluso la siembra y como todos conocemos, el
poderío estético de las construcciones míticas hechas realidad que solapan las tierras de
México, por eso gratos lectores los invito a leer con gusto y critica las siguientes líneas,
muchas gracias.
Empezaron por aprovechar las aguas salobres del mar interior, en cuya ribera pudieron
abastecerse de tierras fértiles con la creación de chinampas a pesar de las agresivas
aguas. Eso les llevó a proyectos de transformación del entorno físico cada vez más
ambiciosos; uno de ellos, el albarradón, que separaría las aguas dulces de las saladas, se
logró gracias a un ingeniero innato, Nezahualcoyotl, señor de Texcoco. Con dicha obra
habían, pues, superado un obstáculo impuesto por la naturaleza a los pueblos ribereños.
La aplicación de una ingeniería empírica, les permitió vislumbrar algo que aún hoy podría
calificarse de temeridad: una isla artificial más tarde conocida como Isla de los Perros.
Ésta surgió tras un acarreo de tierra vegetal desde sitios que a la fecha se ignoran; e
hicieron surgir en el horizonte lacustre una plataforma que iba prácticamente desde más
allá del actual atrio de la Catedral Metropolitana hasta Peralvillo, y desde la calle de Brasil
hasta la iglesia de Loreto, aproximadamente, aunque parezca increíble.
Ciudad mágica, mitad audacia y mitad temeridad, acunada por cinco lagos, ampliada
programadamente por kilómetros de chinampería; rodeada por muelles lacustres y
calzadas que, a través de compuertas, regulaban los desniveles de los lagos a fin de
evitar aterradoras consecuencias. Pero sus antiguos pobladores entendieron que, a pesar
de representar un éxito de ingeniería, era también una agresión al equilibrio establecido
por la naturaleza, y con plena conciencia de ello lo hicieron plasmar iconográficamente en
el chimalli que identificaba a la Gran Tenochtitlan. La naturaleza no perdonaría jamás tal
ofensa; castigaría esa temeridad con la dualidad de vida y muerte del agua, en
combinación con los eventos sísmicos
Pronto surgieron construcciones con innovadores diseños; tal fue el caso de las
Atarazanas (en el actual rumbo de San Lázaro), parte en tierra firme y parte en las aguas
del lago de México, donde tres inmensas naves guarecían los bajeles en los atardeceres.
El sobrepeso de inmuebles no adecuados al suelo aún no consolidado de la isla-
plataforma, hizo fracasar la ingeniería española ante los acelerados hundimientos, falta de
verticalidad y resquebrajamientos que rápidamente se manifestaban. Con ello un nuevo
reto de la naturaleza dio origen a una
ingeniería civil simbiótica al recurrir a las
técnicas prehispánicas.
Ya nada detuvo el progreso de la ingeniería mexicana. El haber tenido cada vez mejores
conocimientos sobre mecánica de suelos, hizo que la ciudad creciera a partir del siglo
XVIII no sólo en extensión, sino también en el volumen de los inmuebles civiles,
asistenciales, religiosos y municipales; en este caso, el desagüe con el que se buscaba
librar a la ciudad de las inundaciones. Por su parte, la Catedral se volvió el centro
experimental de una ingeniería civil que irradiaría hacia todo el territorio.
México Colonial
Nuestro país, desde la época prehispánica, ha recurrido a la ingeniería para resolver
problemas sociales y mejorar las condiciones de vida de la población. La participación de
esta no sólo se ha llevado a cabo en el campo de las invenciones y edificaciones, sino
también en la toma de decisiones políticas y económicas.
El Colegio de Minería, además de distinguirse por ser la primera casa de las ciencias en
México, como le llamó el médico José Joaquín Izquierdo, destacó por ser la cuna de
importantes instituciones científicas como el Instituto de Geofísica, el Instituto de
Un proyecto modernizador
Con el triunfo de los liberales en 1867 el país inició una nueva etapa como país
independiente. Los cambios propuestos por el nuevo régimen, la estabilidad política y el
periodo de paz logrados por varias décadas condujeron a una reorganización del país que
favoreció a la ingeniería mexicana.
Benito Juárez introdujo la carrera de ingeniero civil en 1867, al mismo tiempo que
transformó el Colegio de Minería en la Escuela Especial de Ingenieros. Esta carrera, al
igual que la de ingeniero mecánico, y las reformas llevadas a cabo en los planes de
estudio de los demás profesores, formaron parte de la estrategia educativa del presidente
para realizar su proyecto de modernización, especialmente en los aspectos ferroviario e
industrial.
La primera escuela de ingeniería civil fue fundada en Francia en 1747 y se llamó Escuela
de Puentes y Caminos. Pero no fue sino hasta mediados del siglo XIX que surgieron
aquellas instituciones dedicadas a impartir una formación completa en física y
matemáticas, que otorgaban el grado de ingeniero civil.
Hacia fines del siglo XIX no había suficiente oferta de trabajo para los ingenieros
egresados de la Escuela Nacional de Ingenieros; frecuentemente eran desplazados por
los extranjeros que llegaban con las compañías foráneas que invertían en el país. Sin
embargo, la carrera de ingeniería civil siguió siendo atractiva por los múltiples trabajos
que los egresados podían desempeñar. Fue talla afluencia que el número de alumnos
inscritos en la carrera superó rápidamente el de las demás. Por ejemplo, hacia 1904, de
los 203 alumnos inscritos, 136 pertenecían a la profesión de ingeniería civil. Para 1945 los
ingenieros inscritos superaban los mil alumnos, siendo la ingeniería mecánico electricista
la siguiente carrera más solicitada, aunque esta no llegaba a los 200 estudiantes.
La creación del Colegio de Ingenieros tuvo una respuesta positiva en poco tiempo. En el
año de su fundación contaba con 158 ingenieros civiles titulados, cinco años después ya
tenía 659 socios, en 1971 el número llegó a 178, y en 1992 a 12,256. En 1949 se empezó
a publicar la revista de Ingeniería Civil como órgano de difusión, y ésta continúa
publicándose regularmente hasta la fecha con el nombre de Ingeniería Civil/CICM.
Aunque el número de ingenieros fue importante, debe subrayarse el apoyo que recibieron
de instituciones como la Comisión de Caminos e Irrigación, la Comisión Federal de
Electricidad y Petróleos Mexicanos. Éstas abrieron las puertas a los ingenieros y
constructoras mexicanos para trabajar en grandes obras de infraestructura, las cuales en
décadas anteriores eran realizadas por empresas e ingenieros extranjeros.