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REVIST

TAA DE SOCIOLOGÍA
ISSN 0716-632X Nº 20 • 2006

SECCIÓN I • TEMA CENTRAL • Clases sociales y estratificación en Chile

7 Sociología, clases sociales y estratificación en el Chile actual


RODRIGO BAÑO

15 Una clasificación de clases para la sociedad chilena


FLORENCIA TORCHE

45 Crecimiento económico y estratificación social: observaciones sobre el caso caso chileno


RAÚL ATRIA

69 El valor histórico del pituto: clase media, integración y diferenciación social en Chile
EMMANUELLE BAROZET

97 Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990


LILIANA MANZANO CHÁVEZ

131 La movilidad ocupacional en el Cono Sur. Oportunidades y desigualdad social


VICENTE ESPINOZA

147 Los sectores medios ante la era neoliberal: Transformaciones y contradicciones


del desarrollo en Chile
NICOLÁS ANGELCOS, PABLO PÉREZ Y CAMILO SÉMBLER

SECCIÓN II • Artículos y ensayos

177 Ancianos y ciudad


ROBERTO DONOSO SALINAS

191 La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población:


oportunidades y desafíos
MARCELA FERRER LUES

221 ¿Emprendimiento moral en la identidad chilena? Análisis sociológico sobre clases


sociales y televisión
JOSÉ IGNACIO NAZIF

SECCIÓN III
Reseñas bibliográficas

249 Rodrigo Baño (editor), Chile en América Latina


ALBERTO MAYOL MIRANDA

257 Jorge Insunza G., La apuesta de Chile


ARTURO CHACÓN HERRERA

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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Decano de la Facultad de Ciencias Sociales


Marcelo Arnold

Director del Departamento de Sociología


Rañul Atria

Director de la Revista
Rodrigo Baño

Coordinación de la edición
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Consejo Editorial
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Rolando Franco (Flacso, Chile)
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Tomás Moulian (Universidad Arcis)
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Raúl Urzúa (INAP, Universidad de Chile)

Revista de Sociología, 20 (2006)


© Universidad de Chile
ISSN 0716-632X
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SECCIÓN I • TEMA CENTRAL
Clases sociales y estratificación
en Chile actual

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REVISTA DE SOCIOLOGÍA 20 (2006) • issn 0716-632x • 7-13
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile

PRESENTACIÓN DEL TEMA

Sociología, clases sociales y estratificación


en el Chile actual

RODRIGO BAÑO

Como se sabe desde antiguo, el problema más importante que enfrenta la socio-
logía es saber qué es la sociología. Muchas y largas han sido las discusiones al
respecto y es muy posible que el lector recuerde algunas de esas discusiones,
como aquella de si es ciencia o no es ciencia y, si lo es, de qué tipo de ciencia se
trata. Si el lector es más sofisticado, tendrá también en la memoria las considera-
ciones acerca del especial objeto de lo que se denominaba ciencias del espíritu
y de las complejidades de su metodología de estudio, todo lo cual se asumía
como diverso de las ciencias de la naturaleza. Si este lector sofisticado estudió
alguna vez sociología, tendrá también presente los grandes teóricos y las grandes
teorías y hasta habrá sonreído con piedad ante la propuesta de elaborar teorías
de alcance medio. El conocimiento sociológico se presentaba como un conoci-
miento reflexivo y la consideración de los hechos era el punto de arranque para
definir problemas sociológicos y la necesaria referencia para sustentar afirma-
ciones al respecto o sostener su plausibilidad.
Es interesante recordar estas cosas, porque permiten vislumbrar los cambios
que han venido produciéndose. Por una parte, hay mayores exigencias de rigu-
rosidad para sostener las afirmaciones que se hacen, pero, por otra parte, los
llamados estudios sociológicos tienden cada vez más a reducirse a aspectos muy
específicos y delimitados de problemas sociales, casi siempre ligados a las expec-
tativas de manipulación social. El estudio sociológico persigue así obtener un
conocimiento que sea útil para una aplicación determinada, trátese de una ma-
nipulación privada, como vender bienes y servicios, o trátese de una manipula-
ción pública, como evaluar y dirigir determinadas políticas públicas. Pareciera
que desde que alguien declaró el fin de los grandes relatos, ya resulta ridículo
elaborar un pensamiento crítico acerca de la sociedad o, más aún, resulta ridícu-
lo elaborar cualquier pensamiento acerca de la sociedad, puesto que la sociedad
misma ya ha sido dada por desaparecida.
Por cierto, no se trata aquí simplemente de lanzar lamentaciones nostálgicas
ni de descubrir que las cosas cambian. Eso está claro, para bien o para mal
cambian: ya no hay niños a pata pelada en las calles y ya las universidades son

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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

meros centros de capacitación laboral. Lo que interesa es que la sociología se


haga cargo del condicionamiento social de la sociología y tratar de entender eso.
Porque resulta que los temas y las formas de estudiar esos temas no son simple-
mente el resultado de un desarrollo del pensamiento sociológico que haya con-
cluido que esos son los temas y las formas de estudiarlo.
Si se sostiene que estamos en una época técnica (además de muchos otros
apellidos con que ha tenido que cargar esta pobre época), hay que entender que
la sociología tienda a transformarse también en mera técnica y que resulte un
lujo molesto recargar sus estudios con una base filosófica o histórica. Los «re-
querimientos del sistema» son tener personal especializado para obtener ciertas
informaciones que sirvan de base para desarrollar determinadas líneas de acción
para objetivos dados. Tratar de establecer quiénes establecen y sostienen «el sis-
tema» o quiénes determinan estos «objetivos dados» aparece como introducien-
do obscenamente de contrabando la política (antigua) en la ciencia.
Hace algunos años alguien, cuyo nombre callo piadosamente, sostuvo que la
sociología, como se la concebía antiguamente, ya no existiría más, que para eso
estaba la literatura que hacía mejor ese trabajo. Muchos se escandalizaron en ese
entonces; en la actualidad sólo algún viejo obsoleto y nostálgico. Poco a poco
los trabajos en sociología se inscriben en lo que es el estilo consagrado en la
sociología norteamericana: moderno, científico.
En la actual oleada formalizadora empieza a establecerse como un requisito
de supervivencia el orientarse a ese estilo de sociología. Un ejemplo muy claro
al respecto es la exigencia que se plantea de que las revistas sobre la disciplina
logren ser aceptadas en un índice de prestigio, que estén «indexadas». Si una
revista no está «indexada» no aporta al prestigio del Departamento, de la Facul-
tad, ni de la Universidad. A la vez, nadie se interesa por publicar en una revista
que no está indexada, puesto que no le otorga puntos en su currículo personal
ni le es considerada en su trabajo académico. Obviamente no existe interés en
mantener una revista no indexada y será difícil obtener su financiamiento; ten-
drá que desaparecer. Pero resulta que los índices de prestigio (ICI, SCIELO) son
de publicaciones «científicas» y, por lo tanto, exigen como requisito para aceptar
a una revista el que ésta publique artículos derivados de «investigaciones cientí-
ficas». Es fácil comprender que quién quiere ser reconocido como sociólogo
tiene que hacer esa sociología «científica». Lo mismo pasa a nivel de proyectos
de investigación enviados a agencias de financiamiento y va a suceder respecto
a la acreditación de las carreras.
Largas fueron las discusiones acerca de qué son las ciencias sociales y qué es
la sociología, sin embargo pareciera que esas discusiones, que no se lograron
resolver teóricamente, ahora se están decidiendo por secretaría.
Se preguntará el indignado lector: ¿Y qué tiene que ver esto con la estratificación
y las clases sociales? Pues tiene que ver en el sentido de que se trata de un tema
donde es muy claramente visible la transformación que se ha producido en el enfo-
que que se le da, y muestra que siempre es provechoso para el sociólogo preguntarse
no sólo respecto de un determinado fenómeno social, sino preguntarse además
qué es lo que hace que en esta situación dada se pregunte de determinada manera.

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RODRIGO BAÑO • Presentación del tema

No se trata simplemente de que haya un permanente cambio en los conoci-


mientos sobre lo social, y de que se planteen discusiones también permanente-
mente, sino que, más allá de tales discusiones y de la volatilidad de teorías y
consideraciones acerca de los fenómenos sociales, siempre está presente el com-
plejo dilema de que el objeto de estudio parece vengarse del observador deter-
minando la manera en que se observa. Por eso, al abordar un tema como el de
las clases sociales y la estratificación, no se puede dejar de señalar que la perspec-
tiva con que se aborda en la actualidad está muy determinada por las transfor-
maciones sociales que han ocurrido. Está claro que hace cuarenta años atrás las
preocupaciones sobre el tema eran otras y los análisis tenían otros rumbos.
La preocupación de los años sesenta se orientaba especialmente por el tema
en términos de clases sociales definidas estructuralmente por la economía. Se
discutía acerca del carácter capitalista de ella, sus retrasos, sus especificidades
respecto a los modelos centrales, sus posibilidades de desarrollo y de conflicto.
Interesaban las expectativas reales de cambio y quiénes eran los sujetos sociales
que potencial o realmente lo realizaban. Era en este contexto que preocupaba el
tema de las clases. Más allá de las apreciaciones ortodoxas acerca del papel revo-
lucionario de la clase obrera, interesaba conocer el potencial transformador que
podían tener los sectores marginales y el papel que pudieran tener las capas
medias en transformaciones tendientes al desarrollo capitalista o a su sustitu-
ción. De la misma manera se estudiaba la existencia de una burguesía nacional y
se trataba de entender el significado de aquel sector denominado oligarquía.
En la actualidad los estudios relacionados con el tema se ocupan mucho más
de la estratificación que de las clases sociales. Se podrá decir que esto se corres-
ponde con la desvalorización de las teorías originadas en el marxismo, que
introducían perspectivas de clases, conflictos y alternativas al capitalismo, pero
sería muy pobre una sociología que pretendiera que el conocimiento sociológi-
co no está condicionado por lo que ocurre socialmente. No se puede simple-
mente afirmar que en sociología las mejores teorías desplazan a aquellas que les
son inferiores. Aunque no están exentas de análisis estrictamente lógicos respec-
to de sus articulaciones y capacidad de incluir fenómenos, los estudios en las
llamadas ciencias sociales son especialmente sensibles a su condicionamiento
social.
A comienzos del siglo XXI no se plantean en Chile seriamente ni movi-
mientos sociales ni orientaciones de sentido que cuestionen el sistema capitalis-
ta. Más aún, el grueso de las críticas que se esgrimen respecto del «modelo
económico» no tiene ninguna pretensión de proponer alternativas no capitalis-
tas, sino que sólo apuntan a mejorar su funcionamiento en aspectos puntuales.
En tal situación, el interés se desliza fundamentalmente a evaluar la forma de
distribución de la riqueza y de las oportunidades. Naturalmente que la preocu-
pación inicial se dirige principalmente al tema de la pobreza, donde, además de
evaluar formas más adecuadas de medición, se proponen diversas alternativas de
políticas públicas tendientes a disminuirla o erradicarla. Con posterioridad en
los últimos años se ha desarrollado un interés más amplio en cuanto a las des-
igualdades, especialmente la distribución del ingreso y las oportunidades de

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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

movilidad social. Consecuentemente, como ya se decía, en este ámbito el tema


es estratificación y movilidad social.
¿Significa esto que los anteriores estudios sobre clases sociales y sus perspec-
tivas de acción transformadora estaban equivocados? O, a la inversa, ¿significa
esto que los estudios actuales sobre estratificación y movilidad social son los
equivocados? Más drásticamente aún: ¿Significa esto que estudios de este tipo
carecen de validez? Las respuestas son difíciles, pero no tanto como para dejar
de escribir y dedicarse a otra cosa. En efecto, se puede sostener que ni los
estudios anteriores ni los actuales están equivocados, pues ambos, si están bien
llevados, dan cuenta de realidades sociales desde ciertas perspectivas. Más aún,
como se decía más arriba, en sociología siempre es válido y útil preguntarse no
sólo respecto de determinados fenómenos, sino qué es lo que hace que se pre-
gunte de determinada manera. Más allá de discutir acerca de lo acertado que
resulta adoptar una perspectiva de clase o de estratificación, interesa indagar
acerca de qué es lo que hace que se adopte una u otra perspectiva. Lo cual lleva
a ratificar que siempre el pensamiento sociológico es relativo, lo que no quiere
decir que sea falso.
Ahora bien, el hecho de que ahora se adopte preferentemente una perspec-
tiva centrada en la estratificación y la movilidad social no sólo implica que no se
considere en la actualidad como central el conflicto y las posibilidades de un
cambio social drástico, también está dando cuenta de un cambio en la defini-
ción de los agentes del proceso social. En efecto, la perspectiva de clases está
ligada a la consideración de que existen sujetos sociales y que son ellos los
principales actores del proceso social. En cambio, la perspectiva de estratifica-
ción se vincula al predominio del sujeto individual como el único que tiene
existencia real y puede incidir en la permanencia o cambio de una situación. De
hecho, el estudio de la llamada movilidad social suele disolverse en el estudio de
las condiciones que permiten que los individuos transiten entre distintas posi-
ciones de la estratificación. Más aún, las afirmaciones, que ya se han transforma-
do en sentido común, de que la mejor forma de ascender es a través de un
incremento en la educación o de desarrollar capacidades empresariales, sólo
apuntan a posibles soluciones individuales. Se trata aquí de mejorar las posibili-
dades individuales en la competencia, pero está claro que tendrá que ser en
desmedro de otros.
Por cierto que constituye una simplificación brutal señalar que en la década
de los sesenta, en el clima social y político de movilizaciones transformadoras en
el conflicto capitalismo socialismo, internacionalizado en la guerra fría, la aten-
ción estaba puesta en el tema de las clases sociales, mientras que ahora, en un
clima de fin de la historia como realización del capitalismo, la atención se pone
en la estratificación social. Sólo se puede hablar de predominio de una u otra
opción, puesto que siempre conviven ambas en los estudios que se realizan
sobre el tema.
Aunque muchas de las consideraciones sobre estructura social, especialmen-
te aquellas influidas directamente por los requerimientos de manejo del merca-
do, están orientadas en términos de estratificación según ingresos familiares o

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RODRIGO BAÑO • Presentación del tema

personales, siempre se desarrolla en el ámbito de los estudios sociales una pre-


ocupación por establecer categorías que no sean meramente agregados estadís-
ticos, sino que puedan constituir sectores sociales que se puedan pensar como
conjuntos y, eventualmente, como sujetos pasivos o activos de acciones sociales.
Esto explica la permanente preocupación que existe por la clasificación ocupa-
cional y los cambios que en su interior se producen.
Existe claramente una diferencia entre los estudios nítidamente de estratifi-
cación social, orientados a establecer una distribución ordenada de la población
respecto a variables como la renta personal o familiar o la propiedad de bienes o
riqueza, y los estudios que intentan clasificar a la población de acuerdo a su
posición ocupacional. Los primeros, aunque más propios de los estudios de
mercado para bienes, servicios o créditos, tienden a ser cada vez más considera-
dos en estudios con pretensiones sociológicas. Por su parte, los estudios sobre
clasificación ocupacional, tienden a considerar también algún criterio de estra-
tificación ocupacional asociado al sector productivo y al nivel de ingresos. Na-
turalmente esto suele generar algunas confusiones, puesto que las agrupaciones
para los análisis suelen hacerse de acuerdo al nivel de ingresos o rentas, sin
considerar las diferencias propias de la inserción ocupacional.
De hecho, una de las discusiones actuales radica justamente en el carácter
más o menos clasista que presenta la estructura ocupacional que suele ser la base
de los estudios más recientes, aunque muchas veces el carácter de clase se des-
prende únicamente de la estabilidad en una determinada posición que da cuen-
ta de una carencia de movilidad social. Lo que sí parece haberse abandonado es
la perspectiva marxista que define a las clases sociales en términos objetivamen-
te conflictivos, y que postula que las clases esenciales al capitalismo, burguesía y
proletariado, se generan y desarrollan como relaciones de explotación de la
primera sobre la segunda.
En reemplazo de aquella perspectiva, y bajo la fuerte hegemonía del pensa-
miento liberal en sus distintas vertientes, los estudios sobre la estructura social
adquieren otro carácter. Desde aquí el pensamiento crítico sobre lo social apun-
tará principalmente a la utopía de una sociedad abierta, en la cual los individuos
puedan acceder a las posiciones sociales que correspondan a sus méritos. Esto
implicaría una alta movilidad social, ya que las posiciones no son por adscrip-
ción, sino que deberían corresponder efectivamente al logro individual. Conse-
cuentemente, los estudios sobre estratificación y categorías ocupacionales esta-
rán muy vinculados con los grados y carácter de la movilidad social, especial-
mente aquella que ocurre en generaciones sucesivas, pues esto da cuenta de la
existencia de una sociedad abierta y no de una sociedad de clases, entendiendo
por esto, como se indicaba recientemente, posiciones estructurales que se man-
tienen inalteradas en el tiempo.
Pero, como se ha venido señalando aquí, el cambio de perspectiva no se
puede atribuir sólo a cambios en las orientaciones de pensamiento, sino que
estas orientaciones de pensamiento tienen que entenderse también condiciona-
das por los cambios sociales reales. Es así como es conveniente conectar esto con
las transformaciones sociales que se han ido produciendo desde el último cuarto

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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

de siglo en adelante y que han sido también estudiadas profusamente. No es


necesario reproducir todas sus características, pero basta recordar las considera-
ciones sobre la disminución de la clase obrera tradicional, la terciarización de la
economía o los cambios en las formas de inserción laboral, para tener algunos
elementos que explican la creciente heterogeneidad estructural y las dificultades
existentes para generalizar intereses y para organizarlos en términos de acción.
En tales condiciones, en sociología se tiene conciencia de que no resulta fácil
seguir aplicando el antiguo esquema de enfrentamiento de clases entre burgue-
sía y proletariado industrial. Pero de lo que no se tiene mucha conciencia es que
en esas condiciones tiende a abandonarse toda perspectiva sociológica, pues no
sólo se deja de lado el conflicto clásico entre burguesía y proletariado, sino que
se pierde la visibilidad de los actores sociales que podrían ser centrales para
entender el proceso social. Desde ahí es posible entender, al menos en parte, esta
derivación de la sociología a transformarse en técnica de manipulación social
más que en intento de conocer y comprender los fenómenos sociales. Desapa-
recen los sujetos sociales y en su lugar empieza a trabajarse con agregados esta-
dísticos, categorías inertes respecto de las cuales pueden proponerse distintas
formas de intervención para obtener objetivos determinados. En términos con-
cretos, mientras el proletariado enuncia una clase social definida en términos de
conflicto objetivo de explotación por la burguesía y, por lo tanto, en un sujeto
real o potencial de transformación social, la categoría pobreza da cuenta de un
agregado estadísticamente definido que sólo puede ser objeto de políticas más o
menos eficaces para mejorar su situación.
El tema sociológico sobre clases sociales quedó planteado desde que se tuvo
conciencia del cambio social producido en el capitalismo y el problema de las
proyecciones de tal cambio.Tal problema apuntaba a plantearse si aquellas clases
definidas en el capitalismo industrial conservaban su potencial de acción o, de
no ser así, cuáles son las clases, o, más genéricamente, los sujetos sociales capaces
de conducir el proceso social. Sin embargo, hay que consignar que las conside-
raciones que emanaban de la perspectiva de las clases como sujetos sociales,
tuvieron un carácter mucho más especulativo que de estudios concretos sobre la
situación de clases en Chile o en América Latina. Las discusiones y encuentros
tenían mucho de asunción de posiciones políticas, para las cuales se suponía una
determinada estructura social, que de estudios empíricos respecto de la compo-
sición de clases en una situación determinada. En tal sentido, se podría decir que
los estudios más recientes tienen a su favor el que se desarrollan como trabajos
de análisis fundados en información creada o preexistente. Pero, como ya se
decía, hubo también un cambio de perspectiva, donde lo social se diluye mu-
chas veces en la suma de individualidades.
En consideración a lo anterior, no resulta extraño que existan pocos estudios
sobre estructura social, y que buena parte de ellos estén orientados a proporcio-
nar información para la manipulación privada o pública de categorías inertes.
Naturalmente se ha tratado aquí de recoger artículos que tengan una perspecti-
va más próxima a lo que se considera propia de la sociología y en tal sentido se
pretende aportar a la discusión sobre los cambios en la estructura social y el

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RODRIGO BAÑO • Presentación del tema

significado de esos cambios. Es posible observar que los trabajos sobre clases
sociales y estratificación que se presentan dan cuenta del estado de avance en
estas materias y permiten mantener abierto un tema central en una sociología
que se preocupa de la sociedad y que elabora sus consideraciones sobre la base
de información de hechos. En general, se trata de dar cuenta de las transforma-
ciones ocurridas en la estructura social fundamentalmente en términos de la
clasificación ocupacional y del tránsito que se produce entre diversas posiciones.
La estratificación de las ocupaciones contribuye a definir posiciones de clase en
el sentido de oportunidades de vida y la preocupación crítica está orientada
claramente en el sentido de problemas de equidad. La movilidad social ocupa así
un lugar destacado en estos análisis y aporta una información valiosa para la
comprensión del proceso social.
En todo caso, al terminar de leer estos estudios sobre clases sociales y estrati-
ficación social, siempre será conveniente volver a preguntarse sobre qué hace
que se planteen estos temas y qué hace que se planteen de la manera que se
plantean. Seguramente siempre será difícil saber qué es la sociología, pero una
sociología no puede existir si no considera con seriedad el hecho de que ella
también está condicionada socialmente.

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FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena
REVISTA DE SOCIOLOGÍA 20 (2006) • issn 0716-632x • 15-43
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile

Una clasificación de clases


para la sociedad chilena

FLORENCIA TORCHE
Instituto de Sociología, P. Universidad Católica de Chile1

::: RESUMEN
Este artículo construye empíricamente un esquema de clase para Chile y
analiza el régimen de movilidad intergeneracional en este país. El esque-
ma se basa en la noción Weberiana de clases y el análisis revela que la
estructura chilena de clase no está marcada por diferencias estructurales
del mercado laboral chileno, tales como la distinción entre sectores for-
mal-informal, y público-privado. Cuando el esquema chileno de clases se
usa para medir la movilidad intergeneracional, no se detectan diferencias
significativas respecto del esquema CASMIN, elaborado por Goldthorpe y
colaboradores. De hecho, el análisis define con mayor precisión tres resul-
tados previos obtenidos en base a la clasificación CASMIN. Primero, el
régimen chileno de movilidad es esencialmente dirigido por la distancia
jerárquica entre clases. Segundo, las barreras entre los sectores indepen-
diente y empleado, y entre no manual, manual y agrícola son secundarias.
Tercero, hay una alta clausura de la elite, especialmente en lo que refiera a
la movilidad descendente de distancia larga. Aparentemente, la estructura
de clase en Chile no es significativamente diferente a las del mundo
industrializado, a pesar de las diferencias en la composición y la regulación
institucional del mercado laboral.
PA L A B R A S C L AV E : clases, movilidad intergeneracional, mercado laboral

: : : A B S T R AC T
This paper builds up empirically a class scheme fit to Chile and analyzes
the pattern of cross generation mobility in the country, which is based on
the weberian notion of class. The analysis shows that the Chilean class
structure is not shaped by structural differentials in the national labor market,
such as the distinctions between formal and informal sectors, or private vs.
public. Using this class scheme for measuring cross generation mobility,

1
La autora agradece a Guillermo Wormald, Seymour Spilerman y Donald Treiman por
valiosos comentarios y sugerencias, y a Consuelo Araos por su excelente trabajo de traducción.

15
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

does not allow for significant differences with the CAMIN design, worked
out by Goldthorpe and associates.Actually, the analysis improves the focus
of three results previously obtained with the CAMIN classification. First,
the mobility pattern in the country mainly depends on the hierarchical
distance amongst classes; second, barriers between independent and
employed sectors, as well as manual, non-manual and agrarian sectors,
have a secondary importance; and third, there is a salient closure of the
elite, particularly as regards down, long distance mobility. It appears that
the class structure in Chile, does not significantly depart from those in the
industrialized world, in spite of differences in the composition and
institutional regulation of the labor market.
K E Y WO R D S : classes, cross generation mobility, labor market

Con un Gini de 57,1 Chile es el undécimo país más desigual del mundo (Na-
ciones Unidas, 2005). Esta alta desigualdad sugiere limitadas oportunidades de
movilidad intergeneracional, es decir, una fuerte asociación entre el origen so-
cial y la posición actual de las personas. El actual nivel de movilidad en Chile es
una pregunta empírica, que investigadores han empezado a responder reciente-
mente (Núñez y Risco, 2004; Torche y Wormald, 2004, Torche, 2005).2
Existen dos aproximaciones al estudio de la movilidad, dependiendo de cómo
se operacionalizan las posiciones desiguales en la estructura social entre las cua-
les las personas se mueven. La primera utiliza el ingreso como indicador de
posición social, y mide la asociación entre el ingreso de los padres y el de los
hijos a través de la elasticidad o correlación intergeneracional (Núñez y Risco,
2004). La segunda construye estratos ocupacionales o clases y mide la asociación
intergeneracional en una tabla de clasificación cruzada entre clases de origen y
destino. Ambas perspectivas tienen ventajas y desventajas. La perspectiva de de
ingresos reduce todas las dimensiones de diferenciación social a una escala
unidimensional. De este modo, por ejemplo, comerciantes ambulantes urbanos,
trabajadores agrícolas y trabajadores manuales no calificados serán clasificados
como equivalentes porque ganan el mismo ingreso, aunque hayan diferencias
substanciales en el tipo de recursos de mercado que controlan, y por lo tanto, en
los determinantes de sus condiciones de vida. La perspectiva de estratos ocupa-
cionales, en tanto, reduce una gran cantidad de ocupaciones a un número pe-
queño de clases (no más de 12). Esta estrategia puede ser ciega a importantes
fuentes de movilidad si los estratos son demasiado agregados, o puede producir
un nivel artificial de movilidad si diferencia estratos similares. Además, las clasi-
ficaciones de estratos o clases que se usan en el análisis de la movilidad han sido
formuladas en y para países industrializados. Nada garantiza que estas clasifica-
ciones sean aplicables al contexto chileno, y que capturen adecuadamente las
principales fuentes de diferenciación social en Chile.

2
Existen excelentes estudios previos de la movilidad intergeneracional en Chile (ver
Raczynski, 1970). Sin embargo, estos estudios utilizaron datos solamente de la ciudad de
Santiago (Hamuy, 1961).

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FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena

Este artículo se basa en la hipótesis de que una clasificación de estratos o


clases es importante para capturar diferencias en la estructura social que tras-
cienden el ingreso. Sin embargo, antes de aplicar acríticamente clasificaciones
de clase usadas en comparaciones internacionales, es necesario evaluar su
aplicabilidad a la sociedad chilena. Específicamente, la sección uno de este artí-
culo evaluara la clasificación de clases de Goldthorpe y colaboradores, que se ha
convertido en el estándar de la investigación internacional comparada de la
movilidad (Goldthorpe y Hope, 1974; Goldthorpe et al., 1987; Erikson y
Goldthorpe, 1992; Goldthorpe y Heat, 1992). Este esquema de clases se conoce
como CASMIN, porque fue elaborado en el contexto del proyecto Comparative
Analysis of Social Mobility in Industrializad Countries (CASMIN) (Erikson y
Goldthorpe, 1992). Como se mostrará, el esquema de clases CASMIN presenta
limitaciones que cuestionan su aplicabilidad para el caso chileno. Ante estas
limitaciones, la sección dos de este artículo construye un esquema de clases para
la sociedad chilena. Este esquema está teóricamente sustentado —descansa en la
noción weberiana de clase social— y empíricamente derivado —aplica un mé-
todo sistemático para colapsar categorías ocupacionales en un numero reducido
de clases sociales. La sección tres introduce distinciones de clase no consideradas
por el esquema CASMIN pero que son relevantes en Chile. La sección cuatro re-
analiza la movilidad intergeneracional en Chile usando este nuevo esquema de
clase, para validar o corregir los resultados de análisis previos (ver Torche y
Wormald, 2004; Torche, 2005). La sección cinco presenta las conclusiones.

El esquema de clases C ASMIN

El punto de partida de este esquema es la distinción entre empleados, indepen-


dientes y empleadores. Debido a la expansión y diversificación del trabajo asala-
riado en sociedades posindustriales, esta distinción es relevante para una mino-
ría de la población activa. De este modo, el esquema CASMIN establece una
distinción dicotómica para los empleados, entre la ‘relación de servicios’ y la
‘relación de contrato’. La relación de servicios define posiciones con alto nivel
de especialización y difíciles de monitorear, y que requieren confianza y flexibi-
lidad en la delegación de autoridad (Breen y Rottman, 1995). Para compensar
dichas calificaciones especializadas y garantizar la lealtad del empleado, la rela-
ción de servicio establece un vínculo de largo plazo que implica beneficios y
oportunidades de carrera más allá del salario. En el otro extremo, la ‘relación de
contrato’ es de corto plazo, y establece un intercambio específico y altamente
monitoreado entre tiempo o cantidad de trabajo a cambio de un salario. La
relación de servicios describe la clase profesional, dividida entre profesionales
altos (clase I) y bajos (II) según el nivel de habilidades especializadas. En el otro
extremo de la estructura de clases, la relación de contrato describe el trabajo
manual, dividido entre trabajadores manuales calificados (clase VI), no calificados
(VIIa), y agrícolas (VIIb).
El esquema CASMIN distingue también clases intermedias, que combinan
una proporción variable de relación de servicios y contrato. En el sector no-

17
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

manual éstas son la clase de trabajadores no manuales de rutina (empleados de


oficina) en administración y comercio (IIIa) y en ventas y servicios (IIIb). En el
sector manual, se incluyen la clase de técnicos y supervisores (V) que se distinguen
de los simples trabajadores manuales por tener un nivel mas alto de calificacio-
nes y ejercer autoridad. Las clases IIIa, IIIb y V son definidas como ‘clases medias’.
Entre los no empleados, los empleadores son asignados a la clase IVa, los inde-
pendientes a la clase IVb, y los empleadores e independientes del sector agrícola
son separados como clase IVc. Estas distinciones forman el esquema CASMIN de
once estratos (diagrama 1), que puede colapsarse en un número menor de estra-
tos, dependiendo de la disponibilidad de información y propósitos del análisis.3

Diagrama 1. Esquema de clases CASMIN


I Profesionales de alta calificación
Profesionales de baja calificación y técnicos de alta
II
calificación
Trabajadores de rutina no manual en comercio y
IIIa
administración
IIIb Trabajadores de rutina no manual en ventas y servicios
IVa Empleadores
IVb Independientes
IVc Propietarios agrícolas
V Supervisores y técnicos de baja calificación
VI Trabajadores manuales calificados
VIIa Trabajadores manuales no cualificados
VIIb Trabajadores agrícolas

Este esquema se ha convertido en el referente obligado de análisis compara-


tivo de la movilidad, pero tiene importantes limitaciones. La limitación más
importante es que no está basado en una noción de clase teóricamente sólida.
De acuerdo con sus creadores, la clasificación CASMIN distingue «diferentes po-
siciones dentro de mercados de trabajo y unidades productivas o, más
específicamente… diferencian tales posiciones en términos de las relaciones
laborales que implican» (Erikson y Goldthorpe, 1992: 37), distinguiendo ‘rela-
ciones de servicio’ y ‘relaciones de contrato’.
¿Por qué las relaciones laborales son importantes para distinguir clases? Res-
ponder esta pregunta requiere especificar qué define la clase social y cuál es su
relevancia en sociedades contemporáneas, algo que los creadores del esquema
CASMIN no hacen. Aunque el esquema CASMIN es usualmente descrito como
‘neoweberiano’ (Breen, 2001), en realidad no se basa en la noción weberiana de

3
The designers of the CASMIN schema did not provide a standard algorithm to generate
the class categories from detailed data. However, it was produced by other researchers
(Ganzeboom et al., 1989; Ganzeboom y Treiman, 1996).

18
FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena

clase.Weber define las clases sociales (en contraste con clases meramente econó-
micas) como categorías que comparten similares recursos de mercado como
determinantes de oportunidades de vida; y entiende oportunidades de vida en una doble
dimensión: como niveles de bienestar económico y como patrones de movilidad. Como
Weber indica, las clases sociales son conformadas por «la totalidad de situaciones
de clase entre los que la movilidad individual e intergeneracional es común y
típica» (Weber, 1978: 302-5; 926-32; Giddens, 1973). Una clase social en senti-
do Weberiano será entonces un grupo que se reproduce a través del tiempo a
través de herencia ocupacional, y cuyos integrantes comparten niveles de bien-
estar económico similares.
Así, la definición weberiana de clase vincula las posiciones en el mercado de
trabajo —grupos que comparten similares recursos de mercado— a la estructu-
ra social general, al grado en que estos grupos son asociados con diferentes
oportunidades de vida. Sin embargo, el esquema CASMIN en ningún momento
establece este vínculo en la construcción de clases, y menos aún lo evalúa empí-
ricamente. El esquema CASMIN no sólo no es weberiano, sino que no implica
ninguna noción teórica de clase (ver Pahl, 1993; Rose, 1993). Como Goldthorpe
y Marshall explícitamente señalan, el esquema CASMIN «no implica un compro-
miso con ninguna teoría particular, sino... provee un contexto en el cual dife-
rentes... teorías pueden ser formuladas y valoradas» (1992: 382).4 Por lo tanto, al
utilizar el esquema CASMIN, estamos distinguiendo grupos definidos por distin-
tas relaciones laborales, pero esto no se traduce necesariamente en posiciones
desiguales dentro de la estructura social más amplia, lo cual es la idea central de
la noción de clase social. La ausencia de un fundamento teórico para el esquema
CASMIN podría explicar por qué su validez ha sido sólo parcialmente confirma-
da (Evans, 1992; Evans y Mills, 1998; Rose y O’Reilly, 1997).
Una segunda limitación del esquema CASMIN es la insuficiencia de su no-
ción central de ‘relaciones laborales’ para dar cuenta de la división de clases
establecido. El concepto de ‘relaciones laborales’ distingue dos extremos de la
estructura de clase: profesionales y trabajadores manuales. Sin embargo, esta distin-
ción no describe la posición de las tres clases intermedias en la jerarquía —traba-
jadores no manuales de rutina de alto nivel y bajo nivel y supervisores de trabajo
manual—, las cuales comprenden más de un quinto de la estructura de clase en
la mayor parte de los países. Estas clases aparecen como categorías residuales,
vagamente definidas por una combinación en cantidades indeterminadas y va-
riables de características de relaciones de servicio y de contrato (Erikson y
Goldthorpe, 1993: 43-4).
De hecho, el esquema de clase CASMIN podría obtenerse sin la necesidad

4
En un intento por diferenciar su perspectiva del Marxismo, ellos indican lo que las clases
CASMIN no son —no están definidas por relaciones de conflicto que podrían llevar al cambio
social, no implican relaciones de explotación, nos son necesariamente fuente de conciencia
o acción de clase. Ellos insinúan que las clases están relacionadas con las oportunidades de
vida, pero no entregan una definición sustantiva de lo que significa propiamente ‘oportuni-
dades de vida’.

19
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

del concepto ‘relaciones de servicio’, simplemente cruzando las siguientes cinco


fuentes de distinción en el campo ocupacional: título ocupacional, categoría
ocupacional (empleado, independiente, empleador), autoridad en el trabajo (su-
pervisa/no), nivel de calificación, y sector (distinguiendo entre no manual, ma-
nual y agrícola).
Estas dos limitaciones del esquema de clase CASMIN —el hecho de no estar
basado en una teoría de clase sólida, y la insuficiencia del concepto de «relación
de servicio»— son importantes porque los resultados del análisis de movilidad
dependen de las categorías que se usen para describir la estructura social. Si el
esquema de clase no da cuenta de fuentes más importantes de desigualdad, el
análisis no capturara barreras importantes a la movilidad. Del mismo modo, si el
esquema distingue grupos ocupacionales que comparten oportunidades de vida
similares, el análisis de la producirá artificialmente barreras a la movilidad (Hout,
1989; Breiger, 1981; Goodman, 1973, 1979; Duncan, 1975).
La ventaja de la noción de clase para modelar la estructura social, en contras-
te con jerarquía unidimensional de ingresos, es que la clase refiere explícita-
mente a recursos específicos de mercado como fuente de oportunidades de
vida. Así, ésta permite una exploración de las causas y procesos que llevan a la
desigualdad, y no solo a sus manifestaciones superficiales (Portes y Hoffman,
2002). Sin embargo, si el esquema de clase no se basa en una definición sustantiva
de clase, resulta imposible evaluar su validez. Por lo tanto, el análisis de la movi-
lidad requiere un esquema de clases teóricamente fundamentado —¿qué signi-
fica clase?— y empíricamente obtenido —¿qué categorías ocupacionales con-
forman las clases en la sociedad contemporánea?
La tercera limitación del esquema CASMIN, desarrollado para naciones in-
dustriales avanzadas, refiere a su validez en Chile y en general, en Latinoamérica.
Las diferencias más importantes de la estructura ocupacional Chilena (y Lati-
noamericana) respecto del mundo industrializado son dos. Primero, la distin-
ción entre relaciones laborales de ‘servicio’ y de ‘contrato laboral’ pueden ser
cruciales en países industriales avanzados, donde la proporción de independien-
tes es usualmente menos de 10% (Arum y Muller, 2004, Noorderhaven et al.,
2003). Sin embargo, esta distinción es menos relevante para Chile, donde alre-
dedor de 25% de la fuerza de trabajo es independiente y, además, donde alrede-
dor de 20% de la población empleada no tiene ningún tipo de contrato de
trabajo formal, y tiene una relación de empleo informal fuera de la regulación y
protección legales.
El trabajo independiente y las relaciones de empleo no reguladas son tan
prevalentes en América Latina, que ha dado impulso a la noción de ‘sector
informal’ (Infante y Klein, 1995; Portes, Castells y Benton, 1989;Tokman, 1991).
En un contexto donde «una proporción significativa de la población no es in-
corporada dentro de relaciones de trabajo... legalmente reguladas, sino que so-
brevive al margen en una amplia variedad de actividades económicas de subsis-
tencia y semiclandestinas» (Portes y Hoffman, 2002: 5), se deberían considerar
otras fuentes de diferenciación al interior de los empleados, mas allá de la distin-
ción dicotomica entre ‘relación de servicio’ y ‘relación de contrato’.

20
FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena

La segunda divergencia de Chile respecto de los países industrializados es la


pequeña proporción del sector público respecto del empleo total, consecuencia
de la transformación a una economía de mercado desde la década de 1970.
Mientras en la mayoría de los países industrializados el empleo público representa
entre 15 y 20 por ciento del empleo total, llegando hasta un tercio en algunos
de ellos y provee altos salarios y beneficios extraeconómicos (OECD, 2001; Esping-
Andersen, 1999), en Chile se redujo de 14% de la población activa en 1973, a
8,4% 1985 (Velasquez, 1990). Además de la contracción del sector público, éste
sufrió una aguda disminución en los ingresos, seguridad económica y prestigio
(Velasco, 1994). Es importante por lo tanto si la distinción entre empleados
públicos y privados constituye una fuente de diferenciación de clase en Chile.

F or m ulación de un esquema de clase para Chile


El primer paso es construir una definición sustantiva de clases. Aquí se utiliza la
perspectiva weberiana: clases sociales son categorías discretas y estables, caracte-
rizadas por la posesión de similares recursos de mercado que son la base de sus
oportunidades de vida. Basándome en estos parámetros, la construcción del
esquema Chileno de clases contiene dos etapas. Primero, producción de una
clasificación ocupacional detallada, compuesta por treinta categorías ocupacio-
nales, cada una de las cuales representa la propiedad de recursos de mercado
específicos. Segundo, se utilizan las dos dimensiones del concepto weberiano de
oportunidades de vida —similares patrones de movilidad y niveles de bienestar
económico— para colapsar esas categorías ocupacionales detalladas en un nú-
mero menor de clases que comparten oportunidades de vida similares.

E TAPA 1. CREA
APA CIÓN DE UNA CLASIFIC
REACIÓN CLASIFICAACIÓN OCUPACIONAL DET
OCUPA ALLAD
DETALLADA
ALLADA
PARA EL C ASO CHILENO

El análisis empírico utiliza la encuesta de movilidad social en Chile 2001. Esta


es una encuesta probabilística y de representación nacional conducida por el
Departamento de Estudios Sociológicos de la P. Universidad Católica, financia-
da por el Fondo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (FONDECYT).5
Las categorías ocupacionales se distinguen en base a cinco criterios, que
identifican recursos específicos de mercado: Título ocupacional, estatus laboral (dis-
tinguiendo entre empleador, independiente y empleado), nivel de calificación (en
años de educación), autoridad sobre el trabajo de otros (distinguiendo supervisores
de 10 o más empleados, supervisores de 1 a 9 empleados y no supervisores), y
sector (distinguiendo entre ocupaciones manuales, no manuales y agrícolas). Com-
binando estos cinco criterios, obtengo una clasificación detallada de treinta ca-
tegorías ocupacionales, cuyas posiciones en el mercado del trabajo son interna-
mente homogéneas y externamente heterogéneas. La clasificación es presentada

5
Proyecto de investigación número 1010474 aprobado en el concurso regular del año
2001; investigador principal: Guillermo Wormald.

21
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Tabla 1. Clasificación detallada de categorías ocupacionales


(hombres chilenos, 2001)
Proporción Fuerza de trabajo
Employment
1. Profesionales asalariados y administradores de alto nivel 3,3
2. Profesionales asalariados y administradores de bajo nivel 4,2
3. Profesionales autoempleados 1,7
4. Gerentes industriales (Gerentes 1) 1,3
5. Gerentes de servicios y pequeños negocios (Gerentes 2) 2,5
6. Técnicos 0,9
7. Trabajadores de oficina 2,1
8. Trabajadores de ventas 1,9
9. Trabajadores de servicios calificados 1,8
10. Trabajadores de servicios semicalificados 4,9
11. Trabajadores de servicios no calificados 1,8
12. Empleadores (no manual) 2,5
13. Autoempleados calificados sin empleados (no manuales) 5,0
14. Autoempleados no calificados sin empleados (no manuales) 1,7
15. Supervisores 1 - no manual (10+ supervisados) 2,7
16. Supervisores 2 - no manual (1-9 supervisados) 4,7
17. Artesanos manuales calificados 5,4
18. Mecánicos/mineros manuales calificados 4,2
19. Artesanos/mineros semicalificados 2,1
20. Mecánicos semicalificados 4,7
21. Artesanos/mineros no calificados 7,7
22. Mecánicos no calificados 2,7
23. Empleadores (manuales) 1,5
24. Independientes sector manual cualificados 7,5
25. Independientes sector manual no cualificados 4,6
26. Supervisores 1 - manuales (10+ supervisados) 2,9
27. Supervisores 2 - manuales (1-9 supervisados) 5,2
28. Empleador agrícola y gerente agrícola 1,0
29. Autoempleado agrícola 1,5
30. Trabajadores agrícolas 6,0
Total 100.0
Fuente: Encuesta de Movilidad Social 2001.

22
FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena

en la tabla 1 (la derivación paso a paso de esta clasificación detallada es presen-


tada en el apéndice 4).

S EGUNDA ETAP
EGUNDA A. REDUCCIÓN DE LA CLASIFIC
APA CLASIFICAACIÓN OCUPACIONAL
OCUPA
DETALLAD
DETALLADA EN UN ESQ
ALLADA UEMA DE CLASE
ESQUEMA

Esta etapa colapsa las treinta categorías ocupacionales en un grupo menor de


clases usando la noción weberiana de clase como grupos ocupacionales que
comparten oportunidades de vida similares, doblemente definidas como patro-
nes similares de movilidad y similares niveles de bienestar económico. Específi-
camente, se usa el primer componente de las oportunidades de vida —patrones
de movilidad intergeneracionalmente compartidos— para colapsar categorías.
Se prioriza este componente porque los patrones de movilidad intergeneracional
son el factor que relaciona la existencia de capacidades específicas de mercado
con la formación de clases como grupos sociales identificables y estables.
Específicamente, los patrones de movilidad intergeneracional dependen de di-
námicas de interacción social que trascienden el mercado laboral, tales como la
socialización familiar, patrones matrimoniales, patrones residenciales y redes de
amistad que llevan a la reproducción de una experiencia de vida común a través
de las generaciones.
Para determinar si dos categorías ocupacionales tienen patrones similares de
movilidad intergeneracional, se usa el «criterio de homogeneidad» de Goodman
(1981). Este evalúa si los patrones de movilidad de dos categorías ocupacionales
son similares en la tabla desagregada JxJ (en este caso 30x30), formando tres
subtablas, y ajustando el modelo de cuasi-independencia en cada una de ellas. La
primera es una tabla 2xJ, formada por las dos categorías ocupacionales de ori-
gen, y todas las categorías J de destino. La segunda es una tabla Jx2, formada por
las dos categorías de destino y todas las categorías J de origen. Si el modelo de
cuasi-independencia se ajusta en cada una de estas tablas, indicará que los patro-
nes de movilidad de las dos categorías ocupacionales testeadas no difieren
significativamente entre sí. En otras palabras, no se pierde información significativa
sobre los patrones chilenos de movilidad al colapsarlas. Nótese que al ajustar los mo-
delos de cuasi-independencia en estas dos tablas se excluyen las celdas que ex-
presan la movilidad entre las dos clases consideradas. Para incluir dichas celdas,
se usa un método general para separar el estadístico chi-cuadradoy se agrega una
tercera tabla incluyendo las celdas que intersectan el par de clases involucradas.6
Estas tres tablas son llamadas tablas de ‘fila’, de ‘columna’ y ‘diagonal’ de
Goodman, y tienen J-3, J-3 y 1 grados de libertad respectivamente. La cuasi-
independencia puede ser testeada usando pruebas estándares de razón de vero-
similitud (L2). La suma de estos tests se distribuye chi-cuadrado con 2(J-3)+1

6
La tercera tabla tiene la siguiente forma
(Hout 1983), donde X significa que las celdas X f12 f1. - f11 - f12
diagonales están bloqueadas, fn. son los margi- f21 X f2. - f21 - f22
f.1 - f11 - f21 f.2 - f21 - f22 X
nales de la fila y f.n los marginales de columna.

23
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Tabla 2. Categorías ocupacionales colapsadas


% Fuerza de
Clasificación detallada Esquema de clase
Clase trabajo masculina
(30 categorías ocupacionales) colapsado (13 clases)
chilena
1. Profesionales asalariados/ administradores
1
de alto nivel
2. Profesionales asalariados/ administradores
1
de bajo nivel
3. Profesionales autoempleados 1 11,4 Profesionales
4. Gerentes industriales 1
5. Gerentes de Servicios/
1
de pequeños negocios
6. Técnicos 1
15. Supervisores 1 - no manuales
2
(10+ supervisados)
7,4 Supervisores no manuales
16. Supervisores 2 - no manuales
2
(1-9 supervisados)
7. Oficinistas 3
8. Vendedores 3 No manuales calificados
5,8
9. Trabajadores de servicio calificados 3
10. Trabajadores de servicio semicalificados 4 No manuales no
6,7
11. Trabajadores de servicio no calificados 4 calificados
12. Empleadores (no manuales) 5
5,9 Empleadores
23. Empleadores (manuales) 5
13. Independientes calificados
6
(no manuales)
14. Independientes no calificados
6 19,4 Independientes
(no manuales)
24. Independientes calificados (manuales) 6
25. Independientes no calificados (manuales) 6
26. Supervisores 1 - manuales
7
(10+ supervisados)
8,1 Supervisores manuales
27. Supervisores 2 - manuales
7
(1-9 supervisados)
17. Artesanos manuales calificados 8
18. Mecánicos/mineros manuales Calificados 8 Manuales calificados y
1,4
19. Artesanos y mineros semicalificados 8 semicalificados
20. Mecánicos semicalificados 8
Artesanos y mineros
21. Artesanos y mineros no calificados 9 7,7
no calificados
Mecánicos
22. Mecánicos no calificados 10 2,7
no calificados

24
FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena

Tabla 2. Categorías ocupacionales colapsadas (continuación)


Empleados y gerentes
28. Empleados y gerentes agrícolas 11 1
agrícolas
29. Independientes agrícolas 12 1,5 Independientes agrícolas
30. Trabajadores agrícolas 13 6 Trabajadores agrícolas
Total 100%

grados de libertad, bajo la hipótesis nula de homogeneidad entre las categorías


seleccionadas (Hout, 1983). Si la homogeneidad no puede ser rechazada, con-
cluyo que los patrones de movilidad de las dos categorías no difieren significa-
tivamente entre sí; por lo tanto, éstos pueden ser colapsados.7 El criterio de
homogeneidad de Goodman fue testeado para todos los posibles pares de clases
en el caso Chileno (435 pares), y luego se procedió jerárquicamente, colapsando
grupos ya colapsados. Este proceso llevo a la reducción de las 30 categorías
ocupacionales en 13 clases, presentado en la tabla 2. La tabla 3 presenta los test
de homogeneidad para cada par de categorías ocupacionales colapsado.
En contraste con el esquema CASMIN, la clasificación obtenida para Chile
está teóricamente fundada y es empíricamente verificable. Las principales diver-
gencias con respecto al esquema CASMIN es que esta clasificación diferencia al
interior de las clases profesional, no manual, manual e independiente de acuer-
do al nivel de calificación de sus miembros, y que divide la clase manual basán-
dose en la distinción funcional entre operarios de maquinarias, artesanado y
sector minero (Hoffman, 1999). Dichas distinciones sectoriales se asocian con
diferencias geográficas, de tipo de trabajo y cultura laboral que constituye la
plataforma estructural de las clases como agrupaciones sociales identificables.
Adicionalmente, el ‘esquema chileno’ distingue un sector de supervisores no
manuales, de acuerdo con la idea de que en los mercados posindustriales la
autoridad en el trabajo es relevante no sólo para los trabajadores manuales, sino
también para los no manuales (Wright, 1997). Finalmente, este esquema Chile-

7
Breiger (1981) propone un método alternativo para colapsar categorías ocupacionales
dentro de clases, inspirado en la misma noción de clases sociales como «la totalidad de
situaciones de clase en las cuales la movilidad individual y generacional es fácil y común»
(Weber, 1978, citado en Breiger, 1981: 579). Breiger define una clase social como un agrega-
do de categorías ocupacionales de modo que los destinos son independientes de los orígenes
dentro de sub-tablas definidas por la intersección de tales clases. Sin embargo, el criterio de
Breiger no es adecuado. El criterio de Goodman requiere que en el test de fila los odds del
origen i versus el origen i’ sean constantes para todos los destinos, excepto para (j=i= y (j=i’),
y para el test de columna requiere que los odds del destino j versus j’ sean constantes para
todos los orígenes, excepto para (i=j) e (i=j’). En cambio, el criterio de Breiger otorga
espacio para una variación sustancial en tales odds, y sólo requiere que los odds sean constan-
tes dentro de la intersección de clases. Así, los odds no pueden diferir al interior de cada clase
creada, pero pueden diferir significativamente a través de las clases (Hout 1983). Como
consecuencia, el método de Breiger oculta parte de la asociación en la tabla original que
transforma los odds de clase a clase.

25
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Tabla 3. Test de homogeneidad de Goodman


para todos los pares de clases colapsadas

L2 L2 L2 L2
Tabla Tabla
Clases colapsadas Tabla Fila g.l.
columna
g.l. Diagonal g.l. Total Total g.l. p
1+2 (Empleados
20,3 21 45,1 27 0,100 1 65,55 49 0,057
profesionales)
4+5 (Gerentes 1 y 2) 12,1 9 25,4 18 0,770 1 38,28 28 0,093
15+16 (Supervisores no
30,2 25 22,0 26 0,020 1 52,21 52 0,466
manuales)
7+8 (No manuales calificados) 24,74 22 27,4 24 0,070 1 52,21 47 0,279
10+11 (No manuales no
26,6 24 27,3 23 5,680 1 59,61 48 0,121
calificados)
12+23 (Empleadores) 36,52 26 22,42 26 4,660 1 63,60 53 0,151
13+14 (Autoempleados no
31,02 26 2,01 13 0,110 1 33,14 40 0,770
manuales)
24+25 (Independientes
26,4 26 26,8 24 0,740 1 53,88 51 0,365
manuales)
26+27 (Supervisores
18,4 26 35,8 25 0,830 1 54,98 52 0,362
manuales)
17+18 (Manuales calificados) 42,2 26 13,3 24 0,010 1 55,50 51 0,309
19+20 (Manuales
20,2 24 15,3 24 2,470 1 38,04 49 0,872
semicalificados)
(1+2)+3 Profesionales de
18,4 14 8,2 16 0,440 1 27,01 31 0,672
alto nivel
(4+5)+6 Profesionales de
20,9 13 19,8 16 1,880 1 42,53 30 0,064
bajo nivel
(7+8)+9 Servicios de alto
9,61 14 19,96 16 4,890 1 34,46 31 0,306
nivel
(13+14)+(24+25)
16,94 16 18,61 16 0,170 1 35,72 33 0,342
Autoempleados
(17+18)+(19+20) Manual
15,5 16 27,6 14 0,170 1 43,35 31 0,069
calificado y Semicalificado
(1+2+3)+(4+5+6)
4,6 11 11,6 11 0,920 1 17,20 23 0,799
Profesionales

no separa los empleadores agrícolas de los independientes agrícolas, en base a


sus disímiles patrones de movilidad.
No es posible reducir más este esquema de clases usando el criterio de ho-
mogeneidad de Goodman. En otras palabras, las 13 clases diferenciadas para
Chile presentan patrones de movilidad significativamente diferentes entre si. Sin
embargo, la prueba de razón de verosimilitud (L2) utilizada para colapsar clases
es una medida muy conservadora para muestras grandes, y podría mantener
diferencias entre clases que siendo estadísticamente significativas, son triviales
en términos sustantivos (Raftery, 1986, 1995; Powers y Xie, 2000: 106).

26
FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena

Además, algunas de las clases son muy pequeñas en tamaño —por ejemplo, la
clase de Empleadores y Gerentes Agrícolas (1 por ciento de la fuerza de trabajo),
y la clase de independientes agrícolas (1,5 por ciento). Esto no sólo crea el
problema práctico de un gran número de celdas con valor cero en la tabla de
movilidad, sino que también distingue clases que, aunque tengan patrones de
movilidad únicos, representan una porción insignificante de la fuerza de trabajo
chilena.
Por lo tanto, se utilizara la segunda dimensión de ‘oportunidades de vida’
distinguida por Weber, es decir, niveles de bienestar económico, para reducir
aún más el esquema de clase, implementando un criterio de ‘homogeneidad de
bienestar’. El nivel de bienestar económico se mide a través del estatus
socioeconómico agregado para cada clase. Dicho estatus se obtiene a partir de
un análisis factorial que incluye escolaridad, ingresos y un conjunto de indicadores
de consumo (ver Torche, 2003). El criterio de ‘homogeneidad de bienestar’
colapsará un par de clases si sus puntajes de bienestar no son significativamente

Tabla 4. Test T2. Significancia comparada de puntajes de bienestar económico


entre pares de clases. Esquema ‘chileno’ de trece clases agrupadas
Clases 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13
1. Profesional
2. Supervisores no
0,95
manuales
3. No manuales
1,15 0,2*
calificados
4. No manuales no
1,92 0,97 0,77
calificados
5. Empleadores 0,75 -0,2* -0,4 -1,17
6. Autoempleados 1,71 0,76 0,56 -0,21 0,96
7. Supervisores
1,50 0,55 0,35 -0,42 0,75 -0,21
manuales
8. Manuales
1,74 0,79 0,59 -0,18 0,99 0,03* 0,24
calificados
9. Manuales no
calificados 2,17 1,21 1,02 0,25 1,42 0,46 0,67 0,42
(artesanos)
10. Manuales no
calificados 2,17 1,22 1,02 0,25* 1,42 0,46 0,67 0,43 0,003*
(mecánicos)
11. Empleados
1,26 0,31* 0,11* -0,66* 0,51* -0,45* -0,24* -0,48* -0,91* -0,91*
agrícolas
12. Independientes
2,34 1,39 1,19 0,42 1,59 0,63 0,84 0,6 0,18* 0,17* 1,08*
agrícolas
13. Trabajadores
2,41 1,46 1,26 0,49 1,66 0,7 0,91 0,67 0,24 0,24* 1,15 0,007*
agrícolas
Nota: El asterisco (*) indica que el puntaje de bienestar económico de pares de clases comparadas no es
significativamente diferente al nivel de 0,05. El criterio de homogeneidad de permite colapsar pares de clases si su
puntaje de bienestar no es significativamente diferente entre sí, sujeto a la restricción de no cruzar las barreras
entre los sectores no manual, manual y agrícola.

27
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

diferentes entre sí, sujeto a la restricción de que la reducción no puede atravesar


las barreras entre los sectores no manual, manual y agrícola. Se utilizo un análisis
ANOVA para determinar qué clases tienen niveles de bienestar económico simi-
lar.8 La tabla 4 muestra la comparación del bienestar entre todos los pares de
clases. Aquellos valores marcados con asterisco (*) indican que las dos clases
comparadas tienen puntajes de bienestar económico que no difieren significati-
vamente entre sí a un nivel de significancia de 0,05.
De acuerdo con el criterio de ‘homogeneidad de bienestar’, las siguientes
clases pueden ser colapsadas: Supervisores no manuales y No manuales califica-
dos (2 y 3), Empleadores y Empleadores Agrícolas (5 y 11), Artesanado manual
no calificado y Maquinaria manual no calificada (9 y 10), y Auto-empleados
agrícolas con Trabajadores agrícolas (12 y 13). Con esto, se obtiene un esquema
chileno de 9 clases, que se presenta en el grafico 1.

Estatus Socioeconomico
2

1.5

0.5

-0.5

-1
Prof esional Empleador No Manual No Manual Indep. Superv. Manual Calif. Manual No Trab. Agric.
Calif. No Calif. Manual Calif.
11.4% 6.9% 13.2% 6.7% 19.4% 8.1% 16.4% 10.4% 7.5%

Gráfico 1. Esquema chileno de nueve clases agrupadas.


Estatus socioeconómico y tamaño de las clases. Los porcentajes indican tamaño relativo de
cada clase. Ver Torche (2003) para la derivación de los puntajes de estatus socioeconómico.

El ranking jerárquico de clases confirma los dos principales resultados obte-


nidos con el esquema de clase CASMIN. Primero, la clase profesional está locali-
zada en el lugar más alto, a una distancia significativa del resto de la estructura de
clase (compárese el puntaje de estatus estandarizado de 1,43 con el status de la
clase que sigue de sólo 0.63). Segundo, existe una diferenciación relativamente
pequeña entre las clases medias y bajas. La única divergencia respecto de los
resultados del esquema CASMIN tradicional (ver Torche y Wormald 2004 y Torche
2005), es un traslape significativo entre los sectores no manual y manual, como
consecuencia de dividir internamente estas clases de acuerdo a su nivel de cali-
ficación.

8
Debido a que la varianza del índice de bienestar no es homogénea a través de categorías
ocupacionales (Levene test=34.0 p<.001), se utilizo el test Tamhane’s T2 para comparar el
nivel de bienestar entre clases.

28
FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena

Otras fuentes potenciales de desigualdad


en la sociedad chilena
Mientras en los países industrializados la distinción entre ‘relación de servicio’ y
‘relación de contrato’ puede dar cuenta de todas las fuentes relevantes de des-
igualdad de clase entre los empleados, en un país en desarrollo como Chile
podrían existir fuentes adicionales. Esta sección examina la relevancia de dos de
ellas: la distinción entre empleos formales e informales, y entre empleos públi-
cos y privados.

S ECT OR FORMAL VERSUS INFORMAL


ECTOR

El concepto de ‘sector informal’ refiere a la segmentación dicotómica de las


unidades productivas entre un sector de elevado capital y ganancias, y otro for-
mado por empresas pequeñas y precarias, que es funcional a la economía al
proveer un alto numero de empleos poco cualificados, y producir bienes y ser-
vicios baratos para los mercados locales (Infante y Klein, 1995; Tokman, 1995).
La informalidad fue definida por la OIT como «agentes y empresas caracteriza-
das por débiles barreras de entrada en términos de calificación, capital y organi-
zación, empresas de propiedad familiar, pequeña escala de operación, produc-
ción con trabajo intensivo, tecnología obsoleta y mercados desregulados y com-
petitivos» (Peattie, 1980). La segmentación entre los sectores formal e informal
ha sido atribuida al ‘dualismo estructural’ impulsado por la estrategia económica
de sustitución de importaciones, la cual favoreció el desarrollo industrial inten-
sivo en capital y poco generador de trabajo (para más detalles, ver Torche,
2003); y a la falta de una red de seguros de bienestar social y desempleo, que
obliga a los individuos a trabajar en actividades marginales para sobrevivir
(Raczynski, 1994).
Sin embargo, la informalidad no es un vestigio de la industrialización de
sustitución de importaciones. El sector informal ha sido una característica per-
sistente de los mercados de trabajo latinoamericanos durante la segunda mitad
del siglo XX. A consecuencia del ‘ajuste estructural’ desde la década de 1980, el
sector informal se ha convertido en refugio de ex empleados públicos y obreros
industriales desplazados por la apertura comercial, y su tamaño ha aumentado
en todos los países latinoamericanos, excepto en Chile. De hecho, durante la
década de 1990, seis de diez empleos creados en la región fueron en el sector
informal (Mezzera, 2000; Portes y Hoffman, 2002), y alrededor del año 2000 el
sector informal alcanzaba casi un tercio de la fuerza laboral en Chile, y alrede-
dor de un 46 por ciento en América Latina (Tokman, 2001). La informalidad se
asocia con niveles altos de pobreza y vulnerabilidad económica (Tokman, 1992,
1995; de Oliveira y Roberts, 1994).9 Además de sus correlatos económicos, la

9
Sin embargo, la informalidad no puede ser analogada con pobreza. Como ha sido admi-
tido por la OIT, el sector informal es diverso e integrado a varios niveles del sector formal
(Infante y Klein, 1995; Márquez, 1994).

29
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

informalidad aparece como un disuasivo para la acción colectiva, particular-


mente la acción política de clase que caracterizó a Chile durante el siglo XX
(Castells, 1974). Como Roberts (2002: 27) señala, «la fragmentación laboral ha
hecho crecientemente difícil para los trabajadores ocuparse en acciones colecti-
vas tanto en el lugar de trabajo como en la esfera partidaria, desgastando severa-
mente la dimensión organizativa de las diferencias de clase».
Operacionalizar la informalidad es muy difícil. La operacionalización estándar
fue elaborada por la OIT, y distingue a los empleados basándose en las categorías
ocupacionales y el tamaño de la empresa. Ésta clasifica como ‘informal’ a los
independientes que no son profesionales ni técnicos, y a los empleados en em-
presas de menos de cinco trabajadores. Esta definición, basada en características
de las empresas y los trabajadores, ha sido desafiada por la ‘perspectiva de la
regulación’. Esta perspectiva argumenta que la característica clave para la identi-
ficación de la informalidad no es el tipo de unidad de producción (la cual hace
de la informalidad un eufemismo de pobreza), sino el hecho de que ésta implica
actividades donde el Estado no interviene, o donde su intervención es débil y
difusa. Las actividades informales fracasan en adherir a regulaciones institucionales,
y les es negada, o tienen acceso limitado a, la protección (Feige, 1990: 999).
En lugar del dualismo estructural o de la ineficacia del Estado bienestar, la
perspectiva de la regulación explica la causa de la informalidad en dos versiones. La
primera entiende la informalidad como una estrategia económica que evita las
regulaciones formales para incrementar eficiencia y productividad en un nuevo
orden económico caracterizado por la internacionalización del capital y la es-
pecialización flexible (Castells y Portes, 1989; Portes y Sassen, 1987).10 La se-
gunda versión de la perspectiva de la regulación culpa al Estado de ser la causa
principal de la informalidad. Son las regulaciones discriminatorias, gran buro-
cracia, tarifas, y sobornos del Estado lo que impide a los informales conseguir
derechos de propiedad y regularizar su ‘espíritu empresarial’ (de Soto, 1990;
Main, 1989; Bromley, 1994). Bajo esta perspectiva, los informales son víctimas
del apartheid legal y económico (de Soto, 1990: XIV-XI) implementado por Es-
tados depredadores interesados en el lucro o en defender los intereses de la elite
económica.
Bajo las perspectivas de la regulación, la mejor forma de medir la informali-
dad es la ausencia de contrato laboral y de seguridad social de los empleados
(Portes et al., 1989). En términos prácticos, sin embargo, es extremadamente
difícil operacionalizar esta definición, porque implicaría medir algo que consti-

10
Bajo esta versión, la informalidad incluye, pero no se reduce a,‘actividades de sobrevivencia’
de producción de subsistencia directa o comercialización de escala simple (destacado por la
perspectiva de la OIT). También incluye «explotación por dependencia», en la forma de
subcontratación y la contratación irregular tanto en empresas formales como estrategias de
reducción de costos, como también en un pequeño número de empresas pequeñas
exitosamente orientadas a la acumulación de capital, las cuales toman ventaja de las redes de
sociabilidad y del salto de las regulaciones formales para lograr mayor flexibilidad y menores
costos (Portes et al., 1989).

30
FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena

tuye ilegalidad sancionable (Portes, 1994). En virtud de que las dos definiciones
de informalidad —de la OIT basada en tamaño de la empresa y categoría ocupa-
cional y de regulación—se superponen para una porción sustancial de emplea-
dos en América Latina, la definición de la OIT se ha convertido en el estándar,
incluso para la ‘perspectiva de la regulación’ (Portes and Hoffman 2002; Portes
and Haller 2002,Tabla 1). Por lo tanto, este análisis usara la definición de la OIT.

S ECT OR PÚBLICO VERSUS PRIV


ECTOR ADO
PRIVADO

La segunda fuente potencial de diferencias de clase entre empleados chilenos es


la distinción entre empleados públicos y privados. El tamaño del sector público
declinó bruscamente en Chile durante el régimen militar. De un 14 por ciento
del total de la población laboral en 1973, descendió a 8 por ciento en 1985 para
mantenerse constante desde entonces (Velasquez, 1990; Schkolnick, 2000). Esto
no es una particularidad chilena. De hecho, la disminución del empleo público
en Chile anticipó una tendencia latinoamericana desde los 1980s, a consecuen-
cia de las políticas de ‘ajuste estructural’ implementadas en la región (Canak,
1989; Portes y Hoffman, 2002), y una tendencia más incipiente de los países de
la OECD (OECD 1995). No sólo el tamaño, sino también los ingresos, beneficios
y estatus asociado con el servicio público, pueden haber declinado significativa-
mente (O’ Donnell, 1993).
La distinción entre sectores público y privado es una fuente potencial de
diferenciación de clase no sólo porque implica diferencias en los retornos eco-
nómicos, sino también porque tales sectores se diferencian en términos de nivel
de estabilidad y seguridad, determinantes del salario y sistemas de incentivos y
de progreso en la carrera laboral (Esping-Andersen, 1999; León y Martínez,
1998). Las diferencias público-privadas pueden otorgar espacio para la existen-
cia de patrones de movilidad intergeneracional divergentes entre empleados de
ambos sectores, incluso si tienen el mismo título ocupacional y nivel de califica-
ción, y estas diferencias pueden haberse modificado significativamente durante
el decline del empleo público.

E VALUACIÓN DE DISTINCIONES SECT


ALUA ORIALES
SECTORIALES
COMO FUENTE DE DIFERENCIAS DE CLASE EN CHILE
Esta sección examina empíricamente si las distinciones entre empleados forma-
les e informales, y entre empleados públicos y privados, constituyen fuentes
relevantes de diferenciación de clase en Chile. Para ello, se utiliza la siguiente
estrategia. Primero, se examina si la pertenencia sectorial se traduce en diferen-
tes niveles de ingreso individual, controlando por el capital humano y otras
características individuales. Las diferencias en niveles de ingresos indicarán una
fuente de segmentación estructural en el mercado laboral chileno, y sugerirá la
existencia de barreras estructurales que pueden traducirse en patrones de movi-
lidad diferentes, y por lo tanto en distinciones de clase. para confirmar esta
hipótesis, si existe segmentación entre los sectores formal/informal y público/
privado, se usará el criterio de homogeneidad de Goodman para determinar si

31
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

estas divisiones sectoriales entre empleados llevan a patrones de movilidad


intergeneracional diferentes, introduciendo una fuente adicional de diferencia-
ción de clase en Chile.
Para comprobar si la pertenencia sectorial es fuente de diferencias en retor-
nos económicos se estiman ecuaciones mincerianas de determinación de ingre-
so laboral de hombres chilenos que trabajan al menos diez horas a la semana,
usando la encuesta CASEN 2000. El modelo básico se especifica como sigue. La
variable dependiente corresponde al logaritmo de los ingresos mensuales labo-
rales por hora. Las variables explicativas incluyen dos medidas estándar de capi-
tal humano, esto es, años de escolaridad, y años de experiencia potencial (edad-
años de escolaridad- 6), así como el cuadrado de la experiencia laboral, que
capturará una disminución de los retornos a la experiencia. Sobre la base del
argumento de diferenciales de compensación, se incluye un control por horas
mensuales trabajadas. Se espera que el término sea negativo si el incremento
marginal de horas es remunerado a una tasa menor, y positivo si trabajar menos
horas refleja subempleo.
Este modelo minceriano asume que la tasa de retorno a la educación es la
misma para todos los niveles de escolaridad. Existe abundante evidencia de que
la educación terciaria entrega retornos dramáticamente más altos que los niveles
más básicos, lo cual explica una gran parte de la alta desigualdad del país (Beyer,
2000; Contreras, 2002). Por ello, se sustituye el total de años de escolaridad por
tres variables: años de escolaridad primaria, años de escolaridad secundaria y
años de escolaridad terciaria.
El modelo minceriano asume que el mercado de trabajo es homogéneo y
competitivo (al menos para ocupaciones que están al mismo nivel de califica-
ción), que la movilidad no tiene restricciones en el largo plazo, que los indivi-
duos tienen información completa, y que los retornos son sólo función de la
productividad marginal individual, determinada por la inversión en capital hu-
mano. Las aproximaciones estructuralistas han cuestionado estos supuestos,
mostrando que el mercado laboral es heterogéneo y compuesto por distintos
sectores que se distinguen por barreras estructurales y regulaciones institucionales,
(Kalleberg y Berg, 1987; Farkas, England y Barton, 1988). La perspectiva
estructuralista argumenta que la movilidad a través de sectores es restringida, y
que los retornos no están homogéneamente determinados por el capital huma-
no. Esta perspectiva entrega la racionalidad teórica para testear la segmentación de
la economía chilena entre los sectores formal e informal, y público y privado.11
Para evaluar la relevancia de la diferenciación sectorial, el modelo incorpora una
variable dummy para el sector informal. Asimismo, en un modelo distinto, se
incorporara una dummy para el sector público.
Las distinciones entre sectores formal/informal y público/privado no son las

11
La investigación empírica previa sobre segmentación del mercado laboral en Chile es
escasa. Los pocos intentos tienden a sostener la tesis del dualismo, pero resultan inconclusivas
sobre sus fuentes (Basch y Paredes, 1996; Paredes, Romaguera y Uthoff, 1987; pero véase
Corbo y Stelcner, 1983, para resultados que rechazan el dualismo).

32
FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena

únicas fuentes de segmentación laboral. Las diferencias regionales en términos


de costos de vida, composición industrial, pobreza y desigualdad sugieren la
posibilidad de diferentes retornos al capital humano entre regiones (Escobar y
Meller, 1996; Vial, 1997). Por ello se incluyen controles regionales. Segundo,
como enfatiza la investigación Estadounidense de dualismo estructural, la seg-
mentación puede existir también a nivel industrial. Esta distinción ha sido for-
mulada como una simple dicotomía entre los sectores industriales del «centro» y
la «periferia» (Bluestone et al., 1973; Bibb y Form, 1977; Hodson, 1978; Beck,
Horan y Tolbert, 1978; Tolbert, Horan y Beck, 1980). Se incluye entonces un
indicador codificado 1 si el empleado trabaja en el centro industrial, y 0 si se
ubica en la periferia.12 El objetivo de incorporar fuentes de segmentación in-
dustrial y regional es obtener un efecto de la distinción formal-informal y pú-
blico-privado que no esté contaminado por otras fuentes alternativas de seg-
mentación estructural.
Como una introducción al análisis multivariado, se comparan los indicadores
de bienestar económico y capital humano entre los sectores informal y formal,
y entre los sectores público y privado. Como las columnas 1 y 2 de la tabla 5
indican, hay grandes diferencias entre el sector informal y el formal. Los traba-
jadores informales ganan, en promedio, menos de la mitad del salario del sector
formal, tienen al menos el doble de probabilidad de ser pobres, y tienen una
menor probabilidad de tener un contrato laboral y seguridad social. Estos traba-

Tabla 5. Características de la fuerza laboral a través de sectores,


empleados chilenos hombres, año 2000
Sector Formal-Informal Sector Público-Privado
1. Formal 2. Informal 3. Público 4. Privado
Ingresos mensuales (pesos chilenos) $ 285.608 $ 124.880 $ 379.940 $ 243.386
Bajo la línea de pobreza* 0,14 0,25 0,08 0,19
Contrato laboral 0,83 0,49 0,91 0,77
Seguridad social 0,83 0,47 0,92 0,74
Años de escolaridad 11 8,4 12,6 10,3
Enseñanza Media completa 0,59 0,32 0,75 0,51
Titulo universitario 0,18 0,03 0,37 0,13
Años de experiencia 20,7 23,8 22,9 21
Centro 0,61 0,31 0,94 0,50
Proporción del total de empleados 84,5% 15,5% 13,7% 86.3%
Nota: Todas las diferencias son significativas a un nivel de .001. Fuente: Encuesta CASEN 2000.
* Medida a nivel de hogar

12
Uso la distinción entre centro y periferia propuesta por Beck et al., (1978). Existen
clasificaciones alternativas (Bibb y Form, 1977; Hodson, 1978), pero las diferencias entre
ellas son mínimas. De hecho, yo testeé el modelo con cada una de ellas y encontré que los
resultados eran robustos para la distinción centro-periferia.

33
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Tabla 6. Regresión de los ingresos en el mercado laboral (log) en variables


de capital humano y mercado laboral. Empleados chilenos hombres
que trabajan al menos 10 horas al mes, año 2000
Modelo 1 Sector Informal 1 Modelo 2 Sector Público
Variables de Capital Humano:
Años de Escolaridad, Primaria 0,037*** (0,003) 0,038*** (0,003)
Años de Escolaridad, Secundaria 0,101*** (0,004) 0,105*** (0,004)
Años de Escolaridad, Terciaria 0,214*** (0,005) 0,218*** (0,005)
Experiencia 0,034*** (0,001) 0,034*** (0,001)
2
Experiencia – 0,0004*** (0,000) – 0,0004*** (0,000)
Horas trabajadas/ mes – 0,004*** (0,000) – 0,004*** (0,000)
Variables de Mercado Laboral:
Región II1 (Norte) 0,408*** (0,053) 0,423*** (0,054)
Región III 0,157** (0,048) 0,287*** (0,049)
Región IV – 0,051 (0,044) – 0,038 (0,044)
Región V – 0,007 (0,043) 0,000 (0,044)
Región VI – 0,010 (0,041) – 0,021 (0,042)
Región VII 0,002 (0,043) 0,003 (0,044)
Región VIII – 0,034 (0,040) – 0,031 (0,041)
Región IX – 0,032 (0,043) – 0,043 (0,044)
Región X 0,055 (0,042) 0,052 (0,042)
Región XI 0,277*** (0,052) 0,265*** (0,053)
Región XII (Sur)
0,470*** (0,103) 0,473*** (0,104)
S
Región XIII (Santiago) 0,152*** (0,039) 0,166*** (0,040)
Centro (1=sector industrial centro) 0,075*** (0,013) 0,095*** (0,013)
Informal (1=sector informal) – 0,231*** (0,013)
Publico (1=sector público) 0,001 (0,019)
Constante 6,088*** (0,057) 6,244*** (0,057)
2
R 0,52 0,51
N 33.563 33.563
1
Variable regional excluida=Región 1 (extremo Norte)
*p<.05, **P<.01, ***p<.001. Error estándar entre paréntesis. Fuente: Encuesta CASEN 2000.

jadores tienen menores niveles de escolaridad y tienen una más alta representa-
ción en la periferia industrial. Las columnas 3-4 de la tabla 5 muestran las di-
ferencias entre empleados públicos y privados, evidenciando importantes ventajas
para el sector público. Los empleados públicos ganan, en promedio, cincuenta por
ciento más que los empleados privados, tienen menos probabilidad de ser pobres,
tienen logros educacionales más altos y se concentran en el centro industrial.

34
FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena

Las marcadas diferencias en bienestar económico entre sectores pueden, sin


embargo, deberse a disparidades individuales en capital humano y otros atribu-
tos individuales de los trabajadores en distintos sectores. La tabla 6 presenta un
análisis multivariado para evaluar esta hipótesis. Los resultados del análisis de los
efectos de la distinción sectorial formal-informal se reportan en el modelo 1 de
la tabla 6.

A NÁLISIS EMPÍRICO: SEGMENTACIÓN FORMAL/ INFORMAL


SEGMENTA

El modelo 1 indica que todas las variables de capital humano son significativas y
tienen el signo esperado. Los retornos de la educación varían significativamente
a través de los niveles (test F = 463.9 p < .001). La tasa de retorno de un año
adicional de escolaridad es 4% para el nivel de primaria, aumentando a 10%
para el nivel de secundaria, y a 21% a nivel terciario. Los retornos del mercado
laboral aumentan con la experiencia laboral, pero a una tasa decreciente. El
coeficiente negativo en las horas mensuales trabajadas sugiere la disminución de
los retornos del incremento marginal en horas trabajadas. El análisis también
revela que la pertenencia a la periferia industrial se asocia con menores ingresos
del mercado laboral.
El foco de este análisis es si los retornos de aquellos que se encuentran en el
sector informal son menores, dados similares de capital humano observado. La
respuesta es afirmativa: la pertenencia al sector informal se asocia con menores
ingresos. Por ejemplo, el modelo predice que un empleado formal ‘promedio’,13
verá reducidos sus ingresos en un 21 por ciento (de $ 202,644 a $ 160,846 pesos
al mes) si se trasladara al sector informal, manteniendo intactas todas sus caracte-
rísticas de capital humano.14 Así, este análisis sugiere que la distinción informal/
formal es una importante fuente de segmentación del mercado laboral entre
empleados chilenos, pudiendo constituir una fuente de diferenciación de clase.

S EGMENTACIÓN PÚBLICO/ PRIV


EGMENTA AD
PRIVADA
ADA

La disminución en los ingresos y el estatus del sector público como consecuen-


cia de la reducción del Estado en las décadas de 1970 y 1980, sugiere que el
empleo público fue una fuente de mejores oportunidades de vida antes de las
transformaciones de mercado, pero no lo es en el presente. Por lo tanto, no se
esperan diferencias en ingreso favorables al sector público. La relación bivariada
en la tabla 5 mostró que los empleados públicos tienen, en promedio, ingresos
significativamente más altos. Sin embargo, esta diferencia puede ser totalmente
explicada por su mayor capital humano. El modelo 2 de la tabla 6 muestra que
este es efectivamente el caso. Después de controlar por atributos individuales, la
diferencia entre el sector público y el privado desaparece. Según se esperaba, ser
un empleado público en Chile hoy no hace diferencia en términos de retornos
del mercado de trabajo. Desafortunadamente, no se puede evaluar diferencias

13
Con todos los predictores constantes en su media.
14
Esto supone que los retornos en capital humano son homogéneos a través de los sectores.

35
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

para la generación anterior, en la que el empleo público puede haberse asociado


a beneficios económicos.
En conclusión, el análisis muestra grandes diferencias en ingreso entre secto-
res formal-informal, la cual no es atribuible a atributos de capital humano indi-
vidual.15

INCORPORACIÓN DE LA DISTINCIÓN FORMAL/ INFORMAL


NCORPORACIÓN
AL ESQUEMA CHILENO DE CLASES
ESQUEMA

Para evaluar si la distinción estructural entre sectores formal e informal es fuen-


te de diferenciación de clases entre los empleados Chilenos, se divide interna-
mente cada una de las clases de empleados entre sector informal y formal. Lue-
go se examina si dichos estratos subdivididos son colapsables bajo el ‘criterio de
homogeneidad’ de Goodman, es decir si tienen patrones de movilidad
intergeneracional similares. Los resultados del test de homogeneidad de Goodman
son presentados en la tabla 7. En este análisis, la hipótesis nula es que las diferen-
cias de clase en Chile no son significativamente diferentes respecto del mundo
industrializado; por lo tanto, la distinción entre el sector formal y el informal, y
entre el sector público y el privado de cada clase no está asociada con diferentes
patrones de movilidad.

Tabla 7. Criterio de homogeneidad de Goodman para colapsar


los sectores formal e informal entre empleados chilenos
Colapsabilidad de los sectores formal e informal de cada clase de empleados
Clase Tabla 1 Tabla 2 Tabla 3 Sum. L2 g.l. Valor p
No manual calificado 18,13 19,72 0,16 38,01 25 0,05
No manual no calificado 4,67 9,14 1,3 15,11 25 0,94
Supervisores manuales 16,73 9,19 4,9 30,82 25 0,20
Manual calificado 14,52 11,44 2,9 28,86 25 0,27
Manual no calificado 8,39 11,19 1,5 21,08 25 0,69

La tabla 7 muestra que los sectores formal e informal de todas las clases
pueden ser colapsados a un nivel de significancia estadística de < .05. En otras
palabras, la distinción formal-informal no es una fuente de diferencias en patro-

15
Vale enfatizar que el modelo no incluye determinantes no observados de ingresos, entre
ellos, habilidad y calidad de la escuela (Griliches, 1977; Behrman y Birdsall, 1983). La omi-
sión de estas variables puede sesgar la medición del efecto de las variables de capital humano
incluidas. A priori, la dirección del sesgo es desconocida (Glewwe, 1996). El cálculo promedio
del ‘sesgo de habilidad’ usando datos de tests de inteligencia ha sido cercano al 8%. Sin embargo,
estudios más recientes en gemelos sugieren que el sesgo en la estimación de la tasa de retorno
es menor: sólo alrededor de un 3% (Berndt, 1991). Otra fuente posible de sesgo es la endogeneidad
de la escolaridad y los ingresos. Estudios empíricos para el caso chileno han mostrado que
éste es pequeño y que no afecta la estimación de los parámetros (Rodríguez, 2000).

36
FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena

nes de movilidad intergeneracional, a pesar del hecho de que la división es una


fuente de diferencias sustantivas en retornos económicos. Los resultados sugie-
ren que las barreras entre sectores formal-informal son altamente permeables en
términos de movilidad intergeneracional, y que ellas no son la fuente de venta-
jas o desventajas intergeneracionalmente transmisibles. Este análisis confirma la
validez del esquema chileno de 9 clases derivado empíricamente.

Análisis de la mo vilidad en Chile usando


movilidad
el esquema de clases chileno
Una vez obtenido un esquema de clases que captura adecuadamente las princi-
pales fuentes de diferenciación en la sociedad Chilena, la pregunta central es por
el patrón de movilidad intergeneracional usando este esquema. Análisis anterio-
res usando el esquema CASMIN tradicional (Torche y Wormald, 2004; Torche,
2005) encuentran que la movilidad chilena se caracteriza por una enorme ba-
rrera a la movilidad ascendente y descendente entre los profesionales y el resto
de la población, pero gran fluidez y débiles barreras sectoriales entre los sectores
bajo y medio bajo. Cambian estos hallazgos al usar un esquema de clases ade-
cuado para la sociedad chilena?
Para medir la movilidad se usa un modelo de niveles o topológico, en el que
las celdas de la tabla de clasificación cruzada entre origen y destino se divide
distintos niveles de asociación (Hauser, 1978, 1979). El modelo de niveles ajusta
bien los datos (L2 = 20,64, g.l. = 58, p = 1, BIC = –234,2, asociación explicada
bajo interdependencia = 97,6%).
El panel 1 de la tabla 8 presenta los parámetros de nivel, indicando la asocia-
ción entre diferentes clases de origen y destino. Los parámetros de cada nivel se
reportan en el panel 2 de la tabla 8. Los parámetros se clasifican desde 1 —celdas
en la tabla con la más alta asociación, es decir, con la mayor afinidad entre clase
de origen y clase de destino— y 7 —celdas con la más baja asociación o la
mayor desafinidad entre los pares de clases de origen y destino incluidos.
Los patrones de asociación descritos por el modelo de niveles reproducen
estrechamente las características del régimen chileno de movilidad detectado
con el esquema de clase CASMIN (Torche y Wormald 2004, Torche 2005). Las
oportunidades de movilidad entre las clases están fuertemente determinadas por
su distancia de estatus (ver gráfico 1), mientras las barreras sectoriales entre las
clases de independientes y empleados, y entre sectores no manual, manual y
agrícola tienen una consecuencia menor. Varias características del modelo de
niveles estimado sirve para ilustrar este resultado. Por ejemplo, la distancia de
estatus entre profesionales y trabajadores no manuales de bajo nivel es más am-
plia que la distancia obtenida usando el esquema de clase CASMIN. Consecuen-
temente, la asociación entre estas dos clases es significativamente menor (com-
parable a la asociación con la clase de calificados manuales, como indica el valor
6 del parámetro de nivel), a pesar del hecho de que ambos pertenecen al sector
no-manual. Segundo, es importante notar que el nivel de afinidad entre profe-
sionales, por un lado, y trabajadores manuales no calificados y agrícolas, por el

37
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Tabla 8. Panel 1. Representación gráfica del modelo topológico para la tabla de


movilidad intergeneracional chilena usando el esquema ‘chileno’ de clase

Independiente
No manual no
Profesional

Supervisor
Empleador
No manual

Manual no
calificado

calificado

calificado

calificado

Agrícola
Manual
manual
1. Profesional 1 3 2 6 5 5 6 7 7
2. No manual
1 2 3 4 4 5 5 6 6
calificado
4. Empleador 3 3 1 4 4 3 4 5 4
3. No manual no
5 3 5 2 3 3 4 3 4
calificado
5. Independiente 4 3 4 3 2 3 4 5 4
6. Supervisor
4 3 4 3 4 2 3 5 6
manual
7. Manual
5 4 4 3 3 5 3 3 4
calificado
8. Manual no
6 4 4 3 4 5 3 2 4
calificado
9. Agrícola 6 5 4 3 3 4 4 2 1

Tabla 8. Panel 2. Parámetros estimados del modelo topológico


1 2 3 4 5 6 7
0 -0.63 -1.04 -1.31 -1.71 -2.43 -3.18
Nivel
(0.10) (0.09) (0.09) (0.10) (0.14) (0.42)
Nota: Se utilizó una normalización de tipo dummy. Error estándar entre paréntesis.

otro, es el mismo (tal como lo indica el valor 7 del parámetro de nivel). Esta gran
desafinidad es consistente con el ranking de estatus similar de la clase manual no
calificada y agrícola, a pesar las diferencias sectorial entre ellas. Un tercer ejem-
plo se encuentra en el alto nivel de fluidez entre clases en el medio de la jerar-
quía de estatus, las cuales muestran un puntaje de estatus muy similar —inde-
pendientes, no manuales no calificados y supervisores manuales— a pesar de las
barreras sectoriales entre ellas.
El análisis destaca también la asimetría en la movilidad de distancia larga de la
clase profesional. La barrera que previene la movilidad descendente desde la
clase profesional hacia las clases inferiores (trabajadores agrícolas, manual y no
manual no calificadas) es mucho más grande que la barrera que previene la
movilidad ascendente de distancia larga desde estas clases. Es decir, es mucho
más fácil para los chilenos ubicados en las posiciones inferiores de la jerarquía de
estatus moverse hacia arriba, que para aquellos que ocupan las posiciones más
altas moverse hacia abajo. Pertenecer a la elite en Chile aparece como un efec-
tivo seguro intergeneracional que previene la perdida de estatus.
En suma, el análisis que surge de la utilización de un esquema chileno de

38
FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena

clase teóricamente fundado y empíricamente validado perfila con mayor preci-


sión los resultados obtenidos con la clasificación CASMIN y confirma que el
régimen chileno de fluidez está dirigido por la distancia de estatus
socioeconómico entre clases.

Conclusiones
Este artículo construye empíricamente un esquema de clase para Chile y anali-
za el régimen de movilidad intergeneracional en Chile usando este esquema. El
esquema se basa en la noción weberiana de clases: grupos que comparten recur-
sos de mercado como determinantes de sus oportunidades de vida, doblemente
entendidas como niveles de bienestar económico y patrones de movilidad.
En análisis revela que la estructura chilena de clase no está marcada por
diferencias estructurales del el mercado laboral chileno, tales como la distinción
entre sectores formal-informal, y público-privado. Aunque la distinción formal-
informal afecta fuertemente los ingresos del mercado de trabajo para personas
con similar capital humano, no constituye una fuente de patrones de movilidad
intergeneracional diferentes.
Cuando el esquema chileno de clases se usa para medir la movilidad
intergeneracional, no se detectan diferencias significativas respecto del esquema
CASMIN. De hecho, el análisis define con mayor precisión tres resultados previos
obtenidos en base a la clasificación CASMIN. Primero, el régimen chileno de
movilidad es esencialmente dirigido por la distancia jerárquica entre clases. Se-
gundo, las barreras sectoriales sectoriales --entre los sectores independiente y
empleado, y entre no manual, manual y agrícola— son secundarios.Tercero, hay
una alta clausura de la elite, especialmente en lo que refiera a la movilidad
descendente de distancia larga.
A pesar de estar diseñado para el mundo industrializado, y de basarse en una
vaga distinción entre ‘relaciones de empleo’ el esquema CASMIN tiene alta
aplicabilidad para el caso Chileno. Aparentemente, la estructura de clase en Chile
no es significativamente diferente a las del mundo industrializado, a pesar de las
diferencias en la composición y la regulación institucional del mercado laboral.
La aplicabilidad del esquema CASMIN a otros países Latinoamericanos y en de-
sarrollo es una pregunta empírica que se beneficiaria con un análisis empírico
similar al presentado en este artículo.

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RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social
REVISTA DE SOCIOLOGÍA 20 (2006) • issn 0716-632x • 45-68
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile

Crecimiento económico y estratificación social:


observaciones sobre el caso caso chileno

RAÚL ATRIA
Director del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile

::: RESUMEN
El objeto de este trabajo es contribuir al entendimiento de la relación que
sería posible anotar entre el crecimiento económico sostenido por el cual
atraviesa un país en una fase expansiva de su economía y los cambios
intergeneracionales que ese crecimiento podría estar produciendo en el
perfil de la estratificación social y la movilidad. Dentro de este tema gene-
ral que está cobrando renovada importancia en el campo de los estudios
de la estructura social y su dinámica, el foco empírico específico de este
trabajo está en el caso de Chile.
PA L A B R A S C L AAVV E : estratificación social, movilidad, categorías ocupa-
cionales.

: : : A B S T R AC T
The purpose of this paper is to make a contribution to the understanding
of the relationship that would be possible to establish between sustained
economic growth, enjoyed by a country during an expansive stage of its
economy, and the cross generational changes the such a growth process
could produce in the profile of social stratification and mobility. Within
this general subject which is presently gaining renewed importance in the
field of social structure studies, the empirical reference is located in the
case of Chile.
K E Y W O R D S : social stratification, mobility, occupational categories.

Consideraciones sobr
sobree el cr ecimiento ag
crecimiento agrr egado
y la dinámica de la estratificación social
En los procesos de modernización orientados por modelos de acumulación
basados en economías abiertas, con competencia mercantil y liderazgo del sec-
tor privado, suelen producirse fases o ciclos de considerable crecimiento que se
mantienen por un lapso de duración suficiente para producir efectos en la es-

45
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

tructura social y, especialmente, en los patrones de estratificación social. La ex-


periencia muestra que tales ciclos o procesos de crecimiento alto y sostenidos
pueden producirse en contextos abiertos y democráticos o cerrados con distin-
tas variantes de autoritarismo y represión política. No será posible en esta oca-
sión el examen del contexto en que se produce la dinámica económica expansiva
que, por icerto, esun paso necesario para lograr un abordaje cabal de los proce-
sos de consolidación y profundización de las variantes del modelo neoliberal de
articulación social y política. En todo caso, los ciclos de crecimiento alto y
sostenido generan tensiones de gran intensidad en la estructura social en la
medida en que los diferentes actores sociales, las clases y los estamentos en que
se descompone la estructura social, readecuan sus comportamientos sociales y
sus lógicas políticas ante la intensidad de los cambios acarreados por el ciclo
expansivo.
El estudio de estos ciclos, sus determinantes y consecuencias en países en
desarrollo estuvo en la base de los estudios del Banco Mundial realizados a
comienzo de la década de los 90 que se resumieron en el conocido informe
sobre el así llamado milagro de los países industrializados emergentes del Sudes-
te Asiático. En todos los países considerados en ese estudio la distribución del
ingreso tenía un grado de concentración apreciablemente menor que lo que se
ha encontrado en América Latina, de modo que la pregunta que orientó esa
investigación estuvo dirigida a la búsqueda de factores que, desde el ángulo de
las políticas estatales, pudieran haber estado directamente relacionadas con ese
rasgo más equitativo de la distribución del ingreso. Con todo, sigue siendo
válido el hecho de que el efecto del crecimiento alto y sostenido por un lapso
considerable de tiempo, sobre la estructura social, estuvo en el centro de las
preocupaciones de los investigadores del Banco Mundial
Recientemente, es el caso de Irlanda país que como es sabido ha experimen-
tado un reciente ciclo de crecimiento alto y sostenido, el cual está atrayendo la
atención como otra experiencia concreta donde es posible observar el impacto
del ciclo expansivo sobre la estructura social.
Sobre Irlanda se ha señalado que «los problemas estructurales arraigados en
la sociedad están claramente acotados. Algunos individuos y grupos se benefi-
cian enormemente de la nueva prosperidad del país, en tanto otros se quedan
rezagados o se ven completamente excluidos. Las líneas divisorias están también
claras: los mejor entrenados y mejor adiestrados en el uso de la tecnología son
parte de la historia exitosa de la era de la información. . No obstante, los mayo-
res, los más pobres y los habitantes de las zonas rurales han recibido considera-
blemente menos y están conformando los bolsones de discriminación, en los
cuales hay muchos que son subempleados o simplemente desempleados en medio
de una economía floreciente» (Crotty, 2002). El contenido de esta larga cita
puede ser perfectamente aplicable a las experiencias latinoamericanas y si los
lectores no hubieran sido previamente advertidos de se trataba de Irlanda, pro-
bablemente muchos de ellos hubieran asumido que se estaba aludiendo a países
de la región.
Para algunos autores, corroborando lo anterior, «los frutos del crecimiento...

46
RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social

han sido distribuidos de manera muy dispareja e Irlanda sigue siendo una socie-
dad traspasada por serias desigualdades sociales» (Hardiman, Niamh y Whelan,
Crotty, 2002). De una u otra forma el problema es siempre el mismo y tiene
que ver con la paradoja del crecimiento: crece el todo, pero no crecen todos.

Acer ca de la estr
Acerca uctura social de Chile hacia fines de los 80
estructura
¿Cómo era la paradoja del crecimiento en Chile hacia comienzos de los 90? Se
puede intentar una descripción cualitativa de la estructura social hacia fines de
la década de los 80, en la antesala de la transición hacia la democratización del
sistema político. Para ello, es posible identificar ciertas situaciones típicas en las
cuales se encontraban los grupos sociales frente al acelerado proceso de cambios
políticos, sociales y económicos de la sociedad chilena desde el golpe militar de
1973. Estas situaciones no pretenden ser una tipificación acuciosa de las catego-
rías o grandes conglomerados sociales en que se distribuía la población del país.
Es un intento por identificar cursos de acción que sí fueron típicos de los gru-
pos sociales en relación con la situación en que ellos recibieron el impacto de los cambios
que provenían del cambio del modelo de acumulación en el país.
Esas situaciones se pueden caracterizar desde el punto de vista del impacto
que produjo en la trama social el acelerado proceso de modernización
neocapitalista dirigido e impuesto desde arriba, con un sistema político formal-
mente clausurado y con un régimen autoritario. Mirando la sociedad chilena
desde ese prisma y en esa época, se puede intentar la siguiente caracterización:

Grupos
a) Gr proceso
upos beneficiados por el proceso, ubicados no sólo en la cúspide de la estra-
oceso
tificación social, dado que algunos beneficios alcanzaron a otros niveles por
medio de mecanismos de chorreo altamente selectivos y segmentados. Se trata,
en síntesis, de grupos «de punta» para quienes el proceso implicó una expansión
directa y significativa de oportunidades de éxito, que no se encontraban sola-
mente en los estratos más altos, aunque hayan tendido a estar allí concentrados.
Se encontraban en esta situación los sectores empresariales y «grupos econó-
micos» ligados a las firmas medianas y grandes que pudieron acceder, ventajosa-
mente y en los momentos propicios, a la apertura del mercado financiero y a las
operaciones de transferencia y licitación de activos del sector público al sector
privado, con lo cual lograron consolidar posiciones en un mercado doméstico
que por lo general tendía a ser oligopólico. Hay que incluir también a aquellos
empresarios que pudieron efectuar, en el momento propicio, las transformacio-
nes y readecuaciones tecnológicas, relativamente poco complejas, pero necesa-
rias para acceder a los segmentos «de punta» de los mercados productivos, espe-
cialmente aquellos orientados a la exportación.
Otros grupos incluidos en esta situación beneficiaria del proceso modernizante
autoritario comprendían a aquellos empresarios grandes y diversificados que
contaron, en la coyuntura propicia, con los canales de acceso a capitales exter-
nos y a la información estratégica de mercados, necesarios para desarrollar nue-
vas actividades directamente vinculadas con la apertura de la economía al exte-

47
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

rior. Estos agentes económicos crecieron en los sectores primarios de la mine-


ría, el sector forestal y pesquero, la agricultura de exportación como sustrato
dinámico para el desarrollo de la agroindustria y, en general, de toda la cadena
de servicios técnicos, financieros y comerciales ligados a la exportación
agropecuaria.
Cuando se identifica este diversificado estrato empresarial, como uno de los
principales grupos beneficiados por el proceso, es necesario incluir, también
una categoría social de cierta importancia (posiblemente más cualitativa que
cuantitativa) compuesta por agentes que desempeñaban funciones especializa-
das al servicio de las firmas y empresas. Se trata de las categorías de profesionales
y técnicos que, en sus respectivos campos, estaban en condiciones de responder
a la demanda de esta clientela de excepción. Estas categorías abarcan tanto a las
esferas de ejercicio profesional de consultoría libre, como a empleados de nivel
gerencial y funcionarios de alto nivel influyentes en las instancias decisorias en
los ámbitos privado y público respectivamente.
Estrictamente hablando, el efecto de «chorreo» que para muchos constituiría
el paliativo capaz de abrir la así llamada economía de mercado propia del mode-
lo modernizante-autoritario, a los contingentes sociales del país, en realidad se
agotaba aquí. Se trata de un chorreo que se produjo principalmente dentro de
los miembros de ese sector privilegiado o de los individuos que estaban en la
periferia inmediata al privilegio. Claro está, ese chorreo no alcanzaba para más
abajo; para llegar a las capas sociales que sólo desde lejos alcanzaban a vislumbrar
el estilo de vida de los que podían acceder a los frutos del modelo.
Es importante reconocer que entre los grupos que se beneficiaron, se en-
contraba representada la clase alta más tradicional del país que «recuperó» un
prestigio económico que venía siendo cuestionado desde largos años en Chile.
Es posible que su problema haya sido más de «prestigio» que de poder económi-
co real, lo que explicaría en buena parte la poderosa identificación que este
grupo experimentó con la simbología y la «ideología» del gobierno militar que
restauraba un orden social atractivo para los que mandan.
También es importante tomar en cuenta que el privilegio alcanzaba también
a sectores de una clase media de jóvenes empresarios y tecnócratas. No es tanto
la vieja clase media chilena la que se beneficiaba con el modelo, sino una clase
media generacionalmente más moderna, que abrazó con entusiasmo los valores
de la competitividad y el éxito rápido estimulados por la ideología del modelo
y que no se sentía interpretada por los valores de la seguridad a cuyo amparo se
formó la clase media más tradicional de Chile.
No sería aventurado incluir en esta clase media «nueva» a la propia tecnocra-
cia militar, representada por una oficialidad que también recuperaba «prestigio»
pero agregando a éste el manejo del poder político y del aparato de la
tecnoburocracia estatal. Esta suerte de reencuentro del prestigio,—que ya no
era necesario referir a las glorias militares del pasado—, con el poder político
explicaría no sólo la situación de privilegio estamental sino también la «misión»
de fundar y consolidar un nuevo orden social a la cual se sentía llamada esta
tecnocracia militar. Por ello se dio también la convergencia de intereses con un

48
RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social

gran sector de aquel otro grupo que «recuperaba» prestigio, que fue la clase alta
tradicional, la cual, además estaba socialmente familiarizada con el ejercicio del
poder.

b) Los ggrrupos no necesar


necesariamente proceso
iamente beneficiados por el pr pero
oceso per desarrrolla-
o que desar
estrategia
ron una estrateg ia de adaptación y que, en general, lograron un acomodo dentro
del conjunto de cambios de uno y otro signo que estaban ocurriendo en el
entorno social.
Otro comportamiento notorio que produjo el proceso de cambios en el
país, fue de tipo «adaptativo», para hacer referencia a aquellos grupos que sin
haber sido los receptores directos de los beneficios del sistema, pudieron adap-
tarse a las nuevas realidades. No se trata de grupos en situación de privilegio, ni
tampoco de grupos a los cuales les haya alcanzado directamente el derrame de
los frutos de la modernización. Este sector, heterogéneo en su composición,
pertenecía básicamente a los estratos medios, grupos de variado origen pero
que compartían, en las condiciones imperantes en el país hacia comienzos de la
década pasada, la característica de haber dejado en suspenso las posibilidades de
ascenso social. Estos grupos se ubicaban en la sociedad en función de la movi-
lidad ascendente de los canales que solían abrirse en Chile en la estructura
ocupacional centrada en el desarrollo industrial y en el sistema educacional. En
general estos grupos podían hacer efectivas sus demandas a través del sistema
político característico del viejo «Estado de compromiso», que era receptivo a las
aspiraciones de mejoramiento social y que había permitido la creación de un
aparato de bienestar a la medida de estas importantes clientelas.
El sector de estratos medios al que se hace referencia incluye las capas de
profesionales menores, «dependientes», entre los cuales se encontraban, por ejem-
plo contingentes muy numerosos de profesores, técnicos, y especialistas forma-
dos en los así llamados sistemas de «carreras cortas». A este contingente que no
es nuevo en la historia social de Chile, habría que agregar la considerable masa
de trabajadores de servicios públicos que fueron forzados a trasladarse al sector
privado cuando sobrevino la reducción o franca supresión de organismos esta-
tales propia de una primera etapa del modelo de mercado, o cuando ocurrió en
toda su intensidad el proceso privatizador propio de una fase posterior, más
«madura» del mismo modelo.
Caracterizaba a estos grupos una representación muy importante de pobla-
ción activa femenina, incrementada durante el decenio por la necesidad de com-
plementar un ingreso familiar exiguo, inseguro o, a veces, francamente decre-
ciente por la cesantía o el subempleo del jefe de hogar.
A los anteriores habría que agregar a esa variada capa de empresarios peque-
ños, captados en las estadísticas bajo la muy amplia denominación de «trabaja-
dores independientes». Se está aquí en presencia de los propietarios de pequeñas
y muy pequeñas empresas y talleres de corte semiartesanal, que posiblemente
surgieron al amparo de una red cooperativa o que tuvieron en su momento
algún apoyo de organismos estatales, pero que terminaron trabajando en condi-
ciones de gran inestabilidad y arrinconados por la irrupción de unidades pro-

49
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

ductivas o empresas de servicios más modernas y competitivas. No obstante, el


espíritu de inventiva y el valor de la «independencia» hizo posible que muchos
de estos pequeños empresarios subsistiesen y se adaptasen a las condiciones de la
nueva realidad, conformando una amplia capa de empresas de «economía popu-
lar», regidas por los criterios de la productividad económica en sus tratos con la
economía de mercado imperante hacia afuera en el sistema, pero que adoptaron
otros criterios de coordinación de la producción y de eficiencia económica
hacia adentro de la propia organización empresarial del trabajo.
En el medio rural, estos grupos «adaptativos» correspondían en gran medida
a los trabajadores temporales empleados por las instalaciones agroindustriales y
por las empresa agrícolas vinculadas a la exportación. Nuevamente aquí destaca
la presencia de grupos en que abundaba la población activa femenina. Se trataba
también de grupos relativamente jóvenes. También se sumaron a estos grupos
los habitantes de nuevos poblados o villorrios que surgieron al amparo de la
reforma agraria, para los cuales se fue generando la necesidad de adquirir estilos
de vida y formas de ganarse la vida más urbanas que las que tradicionalmente
tuvieron en etapas anteriores.
Finalmente habría que agregar también a estos mismos grupos adaptativos a
los obreros semicalificados y calificados del sector fabril que logró readecuarse a
la apertura de la economía.
Es importante destacar que en todos los casos mencionados entre los grupos
«adaptativos» la capacidad de organización efectiva, con posibilidad de agregar y
articular los intereses de estos grupos tan variados, era prácticamente nula. A
veces pareciera que el modelo político modernizante autoritario, imperante en
esos años, permitió la adaptación y la conformidad con la lógica distributiva del
modelo, «premiando» este comportamiento a costa de renunciar a la organiza-
ción, a la capacidad de decidir colectiva y autónomamente lo que convenía o no
convenía a los intereses del grupo social en cuestión.

c) Los ggrrupos que fuer


fueron
on quedando al margen del pr proceso
oceso, y que incluían a secto-
oceso
res sociales para los cuales no había lugar viable en la nueva conformación social
que se estaba gestando con la transformación productiva. Estos eran grupos
sociales que estaban afectados por una especie de «obsolescencia» generada por
la modernidad y que ni siquiera pudieron ensayar estrategias de defensa por la
no participación social excluyente y por el cierre autoritario del sistema político.
Otro sector de enorme importancia social es el que estaba compuesto por
grupos que pueden englobarse bajo la denominación de «discriminados».
Gruesamente hablando, hacia fines de los años 80, este conglomerado se armaba
desde dos vertientes. Por una parte, la vertiente de los grupos que socialmente
entraron en un proceso de obsolescencia provocado por la transformación tec-
nológica y tolerado por un sistema sociopolítico excluyente que simplemente
no dejaba ningún espacio para que estos grupos se organicen y presionen.
El grupo más representativo de esta situación fue el campesino tradicional,
que solía ser «inquilino» de un latifundio también tradicional. Este grupo fue
lisa y llanamente sacado de la escena por un proceso de cambio iniciado con

50
RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social

anterioridad, que liquidó el latifundio y que por ese mismo hecho produjo la
transformación social quizás de mayor envergadura del Chile moderno. Jibarizada
la estructura cooperativa que emergió en el medio rural como institución de
reemplazo, por la acción deliberada de un Estado autoritario al que el campesi-
no simplemente no tenía acceso, se completó el proceso de desaparición del
campesinado. La agricultura organizada en términos de empresas capitalistas
para la cual la tierra no es objeto de arraigo, ni fuente de identificación de un
modo de vida hizo irreversible este proceso de obsolescencia social.
Así, no sería aventurado sostener que un lapso que cubre posiblemente dos
generaciones cuando más, terminó por casi esfumarse de la escena del mundo
rural chileno una categoría social completa. Esto se dice aquí, no para llamar a la
nostalgia sino para sostener una afirmación netamente empírica. Por otra parte,
es plenamente plausible sostener que el mismo proceso se dio, y se está dando
en el presente, respecto de los pescadores artesanales; los pobladores de las cale-
tas que cada vez son más un «recurso turístico» que una estructura productiva
socialmente significativa. El factor de obsolescencia aquí estuvo representado
por la moderna industria de captura y procesamiento de la pesca, que escasa-
mente deja espacio para la actividad artesanal.
La otra vertiente de discriminación, aparte de la obsolescencia tecnológica-
mente provocada, provino de la sencilla pero tan debatida imperfección del
mercado para insertar dignamente a los trabajadores en la estructura productiva,
si es que ese trabajador no es suficientemente escaso. El mundo enorme de los
pobladores, incrementado por las apreciables magnitudes de allegados, ya confor-
maba, hacia fines de los 80, una vasta población de trabajadores sobreabundantes.
Mano de obra barata como recurso ilimitado: fenómeno que remite de lleno al
centro del subdesarrollo.
Por cierto, esta afirmación no se refiere a que de pronto haya habido en
ciertos rubros ocupacionales una demanda real de mano de obra que no pudo
ser satisfecha, fenómeno que puede asociarse a los llamados «polos» de desarro-
llo. Pero eso no disminuye para nada la realidad gruesa de las categorías que
conforman el grupo de los pobladores para los cuales el chorreo de «pegas» o
plazas de trabajo sencillamente no llegó. En esta realidad poblacional, que es un
mundo fuertemente marcado por jóvenes, se encuentra la raíz de la otra discri-
minación; de la que no es tecnológica sino social. Aquí radica la base de la
afirmación que muchos analistas hicieron, con razón, en el sentido de que la
modernización autoritaria produjo en esos años un país con dos caras.

Finalmente,, los ggrrupos dir


Finalmente directamente discriminados,
ectamente discr quedaron
iminados, que quedar on sujetos a todo
el rrigor
igor de la imposición desde ar iba; que no fueron grupos «obsoletos» y que, a
arrr iba
diferencia de los anteriores, asumieron una estrategia de rechazo inspirada por la
persistencia de una especie de «contra cultura» frente al patrón de conducta del
modelo dominante. Es claro que este grupo tuvo una composición muy
heterogénea, pero en general se puede referir a los contingentes del desempleo
relativamente crónico de la época.
En este sentido vale la pena tomar nota de que el porcentaje de jóvenes que

51
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

no estudian ni trabajan es un indicador de riesgo y vulnerabilidad referido


principalmente a los de menores recursos. Alrededor de 1990, en el cuartil de
ingresos más bajos de las áreas urbanas, esta situación afectaba a uno de cada
cuatro jóvenes en Chile.1
Los actores políticos estuvieron plenamente sensibilizados a las tensiones
acumuladas en la trama de relaciones sociales dentro de la estructura social
resultante de las reformas del Estado impulsadas por el modelo modernizador
autoritario, como la que se ha esbozado arriba. Esta acumulación de tensiones
configuraba un escenario plausible de conflictividad que, bajo cualquier prisma
de análisis se presentaba como el más adverso para una dinámica de transición
hacia la democracia que pudiera ser liderada por las fuerzas sociales y políticas
opositoras al régimen militar. Dicho sea de paso, es importante tomar en cuenta
el peso «moderador» de las posiciones tácticas y estratégicas que ejercía este
escenario amenazante que llevaba inevitablemente a un resultado donde todos
eran perdedores.

Obser
Observv aciones sobr
sobree la «estabilización» de la estr uctura social
estructura
en la ffase v anzada del ciclo de cr
ase aav ecimiento
crecimiento
Contra el telón de fondo descrito anteriormente, que delinea las principales
tendencias y tensiones de los cambios en la estructura social del país hacia me-
diados de la década de los 80, es extremadamente interesante y revelador exami-
nar los datos empíricos más actualizados disponibles que permitan observar qué
ha pasado con el perfil general de la estratificación social en Chile, después de
transcurrido el período de sostenido crecimiento económico que se extiende
aproximadamente desde esos años iniciales hasta los últimos años de la década
de los 90. En tal sentido, es necesario destacar que los investigadores Guillermo
Wormald y Florencia Torche, del Instituto de Sociología de la Pontificia Uni-
versidad Católica de Chile han realizado el estudio más reciente, sobre la base
de datos primarios recogidos con una encuesta de alcance nacional, acerca de la
estratificación ocupacional en Chile.2

Las categorías ocupacionales seleccionadas


Para abordar el estudio de la estratificación ocupacional, Wormald y Torche
utilizaron una categorización que es una adaptación de la clasificación desarro-

1
Véase sobre este punto: Cepal, La brecha de la equidad, Santiago, 1997, pág. 198, recuadro
VII.3.
2
La encuesta fue levantada por la Dirección de Estudios Sociológicos de la mencionada
Universidad, entre los meses de abril y junio del año 2001 y se aplicó a 3.544 encuestados
jefes de hogar varones, con una edad entre 24 y 69 años. El diseño muestral fue mulietápico,
estratificado. La primera etapa permitió seleccionar 87 comunas (de un total de 335, exclu-
yendo la situadas en las regiones XI y XII del extremo meridional del país por sus dificultades
de acceso físico).

52
RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social

llada por Erikson y Goldthorpe en una importante investigación sobre movili-


dad ocupacional publicada en 1993 (Erikson y Goldthorpe, 1993). 3 La
categorización de estos autores se inscribe en una reconocida tradición de in-
vestigación empírica acerca de la estratificación social en las sociedades moder-
nas, que se identifica con el trabajo que ha llevado a cabo bajo el liderazgo de
John Goldthorpe en el Grupo del Nuffield College de la Universidad de Oxford.6
La clasificación de la inserción laboral que proponen Erikson y Goldthorpe
distingue once categorías combinando tres criterios: propiedad y control de los
medios productivos, prestación de servicios con mayor o menor autonomía y
manualidad con mayor o menor grado de calificación.
Wormald y Torche distinguen las siguientes categorías de inserción laboral: 1.
La clase de servicios (directivos, profesionales, supervisores en empresas de todo
tamaño); 2. La clase de rutina no manual (trabajadores no manuales en adminis-
tración, ventas y servicios); 3. Pequeña burguesía (propietarios de empresas no
agrícolas con menos de 10 trabajadores; 4.Trabajadores independientes (por cuenta
propia);Trabajadores manuales calificados; 6.Trabajadores manuales no calificados; 7.
Pequeños propietarios agrícolas; y 8. Trabajadores agrícolas. La reducción de las cate-
gorías de Erikson y Goldthorpe, se hizo fundiendo en una sola categoría las
clases de servicios (1 y 2); fundiendo en una sola categoría las clases de trabaja-
dores no manuales (3 y 4) y asimilando los técnicos bajos a los trabajadores
manuales calificados (8y 9), como se aprecia en el cuadro siguiente:

ERIKSON Y GOLDTHORPE WORMALD Y TORCHE


1. Profesionales altos, administradores y 1. Clase de servicio: directivos, administradores,
propietarios de grandes empresas profesionales y
propietarios de empresas grandes medianas,
2. Profesionales bajos, administradores de empresas
profesionales bajos, técnicos superiores,
pequeñas, técnicos superiores, administradores y
supervisores de trabajadores no manuales y
supervisores de trabajadores no manuales
administradores de empresas pequeñas
3. Trabajadores no manuales de rutina altos 2. Clase de rutina no manual: trabajadores no
4. Trabajadores no manuales de rutina bajos manuales en administración
ventas y servicios
3. Pequeña burguesía: propietarios de empresas
5. Pequeños propietarios con empleados
chicas (menos de 10 trabajadores) no agrícolas
6. Trabajadores independientes 4. Trabajadores independientes: por cuenta propia
7. Pequeños propietarios e independientes
agrícolas
8. Técnicos bajos, supervisores de trabajadores 5. Trabajadores calificados: técnicos bajos,
manuales supervisores de trabajadores manuales
9. Trabajadores manuales calificados
10. Trabajadores semi y no calificados 6. Trabajadores manuales no calificado
7. Pequeños propietarios agrícolas
11. Trabajadores agrícolas 8. Trabajadores agrícolas

3
Algunas de las obras más significativas de este grupo son Erikson y Goldthorpe (1993),
Goldthorpe y Hope (1974) y Goldthorpe y Payne (1987).

53
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

La investigación de Wormald y Torche abarca dos grandes temas. El primero


se refiere al perfil de la estratificación social en Chile y el acceso a las oportuni-
dades que queda de alguna forma condicionado por dicho perfil. Este tema se
trata en la sección III del informe de la investigación (Wormald y Torche: 17-
28). El segundo tema se refiere al análisis de los patrones movilidad centrado en
la dimensión intergeneracional de dicho proceso, es decir, la movilidad entre
padres e hijos y está tratado, mucho más extensamente que el anterior, en la
sección IV del informe respectivo (Wormald y Torche: 28-73).

Hallazgos rrelati
elati
elativvos a estratificación y acceso a opor tunidades
oportunidades
De acuerdo a los autores que se comentan, «todo sistema de estratificación
puede ser visto como una estructura de oportunidades de integración social o
como una distribución de oportunidades para el acceso a bienes escasos y posi-
ciones socialmente valoradas». La idea central que orienta su estudio es que el
modelo de acumulación y desarrollo impulsado en el país ha producido trans-
formaciones importantes en la estructura de oportunidades y en las formas de
acceso a ellas (Wormald y Torche: 17-8).
Wormald y Torche examinan el acceso a la estructura de oportunidades a
través de dos vías principales, que son la inserción laboral y la formación del capital
(stock) educativo de las personas.
La inserción laboral en el ámbito urbano es consistentemente mejor que la
que se da en el ámbito rural, tanto por el nivel de remuneraciones obtenidas
como por la calidad de los puestos de trabajo. La transformación productiva
generada por el modelo de acumulación y crecimiento que impera en el país en
las últimas décadas, favorece claramente al sector servicios pero con un fuerte
acento en los servicios financieros y a las empresas.
En general los datos de diversos estudios sobre los cambios en la estructura
social chilena a los que Wormald y Torche aluden al comienzo de su trabajo,
muestran un aumento de la proporción de trabajadores dependientes por sobre
los que trabajan por cuenta propia, lo cual mostraría una clara tendencia a la
terciarización del trabajo y la desobrerizacion del empleo. De allí, concluyen
Wormald y Torche, la relación asalariada tradicional que suponía un empleador,
un vínculo de subordinación, una dependencia estable y un trabajo
contractualizado, está perdiendo importancia en el conjunto de la fuerza de
trabajo dependiente. En cuanto al perfil general de la estratificación, se ha des-
tacado que en América Latina la tendencia observada durante los 90 ha sido a
una relativa contracción de los sectores medios, que en general no superan el
23% del total de ocupados de la región.Wormald y Torche señalan que sus datos
indican que en Chile se estaría en presencia de una expansión de los sectores
medios y medios altos, que suben de un 33,5% a un 367,2% en el período que
va desde 1980 a 1998.
Constatan asimismo, un aumento de la importancia relativa de la categoría
denominada «pequeña burguesía», compuesta de pequeños empresarios. Esto
sería una consecuencia de los procesos de privatización de los años 70 en ade-
lante que, al contraer el empleo estatal en un cuadro de escasa expansión de los

54
RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social

puestos de trabajo en el sector privado, generaron una capa de «emprendimientos


forzosos»4 que cobijó a los nuevos empresarios pequeños. Asimismo, constata-
ron en el caso chileno una formalización de los puestos de trabajo dependientes,
tanto manuales como no manuales, al contrario de la tendencia regional que se
mueve hacia una mayor informalización. Como señalan los autores en referen-
cia, la mayor formalización sin embargo, no se tradujo necesariamente en una
mejor calidad o protección del empleo, ya que en todas les empresas hubo un
aumento de los empleos sin contrato escrito de trabajo.
Un rasgo adicional es la sostenida pérdida de importancia de los pequeños
propietarios agrícolas, que a juicio de los autores, sería una clara indicación de la
descampesinización en la estratificación social.del país. A este proceso de achica-
miento de los sectores campesinos, los autores atribuyen el aumento que expe-
rimentan los trabajadores manuales no calificados, en la base de la estructura
social. Por su parte, la clase de servicio en la cúspide de esa estructura, también
se expande por la incorporación de quienes fueron favorecidos por el creci-
miento económico sostenido y por la expansión de las oportunidades educa-
cionales. En apoyo de lo anterior destacan que aproximadamente un 47% de los
miembros de la clase de servicio residen en la Región Metropolitana que sigue
capturando las mayores oportunidades educacionales y ocupacionales en el país.
La terciarización impulsada por el nuevo modelo de acumulación y de orga-
nización productiva en la fase de crecimiento sostenido que lo acompañó desde
mediados de los años 80, no debe ser vista, según Worlmald y Torche como un
proceso espúreo como solía ser el caso en el modelo previo de sustitución. La
nueva terciarización induce una mayor diferenciación productiva y social al interior de
los distintos segmentos sociales, que la clásica manufactura del modelo anterior. Ello
implica en el mundo laboral una escasa adhesión a un proyecto social común y
una tenue representación de intereses en las distintas categorías de la estratifica-
ción social. De allí se deduciría un rasgo que resulta de la mayor importancia
tanto teórica como empírica, en el sentido de que la nueva estructura social imperante
en el país, tendría un fundamento de clase relativamente débil.
El otro factor que está fuertemente asociado con el acceso a la estructura de
oportunidades es la educación. En la literatura un número importante de auto-
res ha señalado que las personas que provienen de hogares con un más año
capital cultural alcanzan mayores y mejores logros educativos, de modo que las
desigualdades en los logros educacionales son difíciles de eliminar y que ellas
tienen efectos en la reproducción de las desigualdades intra e intergeneracionales.
En el caso de Chile, la proporción de personas con educación post secunda-
ria entre la generación de 1944 o menos y la de 1965 a 1976 prácticamente se
triplica, lo cual indica un importante cambio en la distribución de los logros
educativos y, por tanto, de aumento de la movilidad absoluta en la estratificación
social del país. Este aumento de la movilidad es consecuencia de la apreciable
expansión de la oferta educativa en el período señalado. Si bien ello muestra
que, en general, los hijos de personas con menor educación pueden acceder a

4
La expresión proviene de Alejandro Portes y es recogida por Wormald y Torche, pág. 13.

55
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

más altos niveles de educación, las probabilidades de que ello ocurra son
marcadamente menores que la de los hijos de padres con mayor educación. La
conclusión general que puede anotarse en este tema es que la expansión de las
oportunidades educacionales ha sido aprovechada de manera distinta por los
diversos segmentos sociales.
Rspecto de la variable educación en relación con los retornos monetarios
asociados, se ha constatado que la herencia educativa de los padres es un factor
que marca poderosamente esta diferencia a favor de quienes están en la parte
alta de la jerarquía social. No obstante, también se benefician quienes provienen
de hogares con niveles educativos inferiores, pues obtienen un claro retorno a
su inversión educativa. La situación más problemática esta en los segmentos
sociales no manuales de clase media, pues en este caso, la mejoría relativa en la
movilidad educacional respecto de los padres, no se traduce en igual mejoría del
ingreso.
Como consecuencia de todo su análisis del acceso a la estructura de oportu-
nidades, vía trabajo y educación, los autores concluyen que el sistema de estra-
tificación y el acceso a la estructura de oportunidades que la acompaña, han
experimentado cambios importantes en los dos extremos de la estructura social,
acorde con la transformación de la estructura productiva del país.
A propósito de esta conclusión general, es apropiado volver sobre las catego-
rías empleadas por Wormald y Torche en su estudio, las que resultan de la adap-
tación del esquema de Goldthorpe y asociados. Como se vio más arriba, una de
las adaptaciones que hacen los autores a dicho esquema consiste en una agrupa-
ción de las dos categorías superiores de los investigadores ingleses, con lo cual, la
categoría agregada resultante, «la clase de servicio» se hace internamente muy
heterogénea. Habría por tanto una diferenciación acentuada en ese segmento,
que es simplemente construida por el proceso de agregación. En ese predica-
mento, es difícil imaginar una conclusión diferente en el sentido de que habría
habido un dinamismo en la absorción de nuevos miembros en la clase de servi-
cio y que, dada esa mayor heterogeneidad interna, habría habido un componen-
te de clase debilitado.
En otras palabras, sería preciso aclarar bien si esos dos rasgos, a saber apertura
dinámica de la clase de servicios y debilitamiento del factor clasista, no estarían
siendo influenciados o condicionados por la arquitectura de las categorías de
estratificación. El esquema original de Goldthorpe, que es más desagregado en
la cúspide, permite sortear mejor el posible efecto de la heterogeneidad interna
de la clase de servicio que es el resultado de la agregación.
En todo caso, mas allá de estas consideraciones sobre el grado de apertura de
la estructura social en su cúspide y en su base y de la mayor o menor heteroge-
neidad interna de los segmentos sociales, la expansión intermedia en el perfil de
la estratificación social estaría indicando que el crecimiento económico sosteni-
do durante el lapso que va desde mediados de los años 80 hasta fines de los 90
habría consolidado las profundas transformaciones y atenuado las tensiones que
se observaban al inicio del ciclo expansivo como se anotaba en la sección prece-
dente de este trabajo. Esto estaría indicando que uno de los efectos mas notorios

56
RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social

de esta fase expansiva es haber conducido a una relativa estabilización de los


cambios y por ende, a una estratificación social mas inclusiva. Queda por ver si
este tipo de estratificación conduce a una sociedad mas equitativa, vale decir, si
el perfil de la estratificación ha ido acompañado de una movilidad social que
propende a una mayor igualdad en el acceso a las oportunidades.

elati
Hallazgos rrelati
elativvos a patr ones de mo
patrones vilidad social
movilidad
Para el examen de la movilidad social, es especialmente interesante el análisis de
los cambios intergeneracionales que hacen Wormald y Torche comparando los
flujos de salida y de entrada en la matriz ocupacional de padres e hijos. Cruzan-
do las 8 categorías ocupacionales utilizadas en su estudio de modo que en el eje
horizontal de la matriz están los datos de la distribución de los hijos y en el eje
vertical la distribución de los padres, se obtiene una matriz cuya diagonal prin-
cipal muestra la ausencia de movilidad intergeneracional, en tanto que la sec-
ción inferior izquierda muestra movilidad ascendente y la sección superior de-
recha indica movilidad descendente (Wormald y Torche, Tabla 1, pág. 30 y Tabla
4, pág. 39). El resultado que se obtiene, y que hemos pensado apropiado adaptar
y resumir a continuación, destacando sólo las cifras mayores de los casilleros de
cada columna, es la siguiente matriz:

Chile: Movilidad social intergeneracional (padres e hijos). Matriz de flujos de salida y


entrada. Frecuencias mayores en negrita, porcentajes en cursiva
Independiente
Servicios alta

Propietario

Trabajador
Manual no
burguesía

Rutina no

calificado

calificado
Pequeña

agrícola

agrícola
manual

Manual

Hijos
Padres Total

190 23 28
Servicios alta 336
31,5 18,1 15,6
Pequeña 26
129
burguesía 20,5
Rutina no 11
151
manual 6,1
83 29 99 65 110 14
Independiente 423
13,8 16,1 19,2 11,4 12,9 15,7
Manual 69 86 150 6 22
518
calificado 11,4 16,7 26,2 17,5 6,7 11,3
Manual no 91 23 42 116 138 219 34
668
calificado 15,1 18,1 23,3 22,5 24,1 25,7 17,5
Propietario 64 75 78 125 37 37
441
agrícola 10,6 14,5 13,6 14,7 41,6 19,1
Trabajador 17 69 83 151 20 86
466
agrícola 13,4 13,4 14,5 17,7 22,5 44,3
603 127 180 516 572 851 89 194
Total 3132
100 100 100 100 100 100 100 100

Fuente: adaptado de Wormald y Torche, pág. 30.

57
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

De acuerdo los datos de la matriz , se puede examinar la movilidad social con


las cifras de las columnas, vale decir, los flujos de entrada a las categorías ocupa-
cionales. Este análisis permite conocer de qué categorías proceden las personas
que forman el contingente de cada una de las categorías ocupacionales. La pro-
cedencia se refiere a las categorías ocupacionales de los padres. El peso de la
herencia social en la movilidad esta indicada por los casilleros que conforman la
diagonal principal de la matriz.
El peso de la herencia social es relativamente más fuerte en los extremos de
la estratificación ocupacional chilena. En efecto, las dos categorías rurales infe-
riores, pequeños propietarios agrícolas y trabajadores agrícolas reproducen en
ellas mismas un 41,6% y un 44,3% de sus miembros respectivamente. En el otro
extremo, la clase de servicios tiene un 31,5% de autoreclutamiento. Donde
menos pesa el factor de la herencia social es en la categoría de rutina no manual
y en la de trabajadores independientes. Las dos categorías manuales, independien-
temente del factor calificación, tienen una herencia social de alrededor del 25 %.
Si se consideran los procesos de movilidad ascendente, intergeneracional
conforme a las cifras del triángulo inferior izquierdo de la matriz, claramente
aparecen cuatro bloques de ascenso Uno está conformado por las categorías 4 a
7 (independientes, manual calificado, manual no calificado y propietarios agrí-
colas pequeños) que en conjunto representan un 50,9% de del origen de los
miembros de la clase de servicio. Otro bloque esta formado por las categorías 4
a 6 que sumadas constituyen un 53,8% del origen de los miembros de la catego-
ría rutina no manual. Un tercer bloque se compone de las categorías 6 a 8 (esta
última es la de trabajadores agrícolas) donde se origina un 52,2% que asciende
a manual calificado y el cuarto bloque queda compuesto por las categorías 5 a 8
que aportan el 67,1 % de los independientes.
Las clases de destino de toda esta movilidad ascendente son los servicios,
(directivos, profesionales y técnicos supervisores) la rutina no manual (emplea-
dos dependientes en administración y ventas) los independientes y la manual
calificada). Tomando nota de las clases de destino, es claro que los factores que
empujan hacia el ascenso ocupacional de los hijos respecto de los padres, son, en
primer lugar, la calificación (capital educativo) y en segundo lugar la empresarización
del empleo.
La categoría manual no calificada como ocupación de los hijos, desempeña
un papel interesante en la dinámica de la movilidad pues se comporta como una
clase pivotal a la cual los hijos ascienden desde las dos categorías próximas infe-
riores que tuvieron sus padres (pequeños propietarios agrícolas y trabajadores
agrícolas) y hacia la cual los hijos descienden desde las dos categorías inmediatas
superiores que tuvieron sus padres (independientes y manual calificada).
En cuanto a la movilidad descendente intergeneracional hay un bloque muy
nítido, que está conformado por los personas cuyos padres tuvieron ocupacio-
nes en las categorías 5 a 7 (manual calificado, manual no calificado y pequeños
propietarios agrícolas) y que descendieron hasta la categoría de trabajadores
agrícolas (47,9% de estos trabajadores proviene de las categorías ya indicadas de
ocupación de los padres).

58
RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social

Aparte de estos bloques, hay casos más específicos de movilidad que caracte-
rizan a un segmento muy diferenciado dentro de la matriz. Entre estas trayecto-
rias ascendentes está el caso, por ejemplo de un 18,1% de la pequeña burguesía
cuyo origen esta en la categoría manual no calificada y un 13,4% de la misma
pequeña burguesía que se origina en los trabajadores agrícolas. Entre las trayec-
torias descendentes se observa el caso de la clase de servicio de los padres donde
se origina el 18,1% de la pequeña burguesía, los padres ocupados independien-
tes que dan origen a un 15,7% de los pequeños propietarios y los padres que
tuvieron ocupaciones de la clase de servicio cuyos hijos descienden a ocupacio-
nes de rutina no manual. En resumen, la pequeña burguesía se comporta como
categoría relativamente dinámica (o inestable) de destino de trayectorias singu-
lares y específicas ascendentes y descendentes y nuevamente aparece con bas-
tante nitidez, los factores de calificación y empresarización del empleo.
Además de la constatación de la brecha intergeneracional de la calificación
con empresarización, otra importante observación que se extrae de la matriz y
que los autores destacan en su análisis del caso chileno, es que las trayectorias de
movilidad ascendente son de corto alcance. Se asciende principalmente a categorías
ocupacionales contiguas en la escala. Si hubiera que traducir este proceso en
palabras de un buen consejo paterno, sería algo así como: «Hijo, te va ir bien en tu
vida... siempre que no aspires a mucho».
Las oportunidades de movilidad entre las clases de rutina no manual (clase
de servicios baja), independientes y clases manuales son relativamente abiertas y
fluidas, porque en ellas los niveles de ingreso y educación son bastante similares,
pero al mismo tiempo, es digno de destacarse el alto grado de apertura que tiene
la clase de servicios alta. Esto puede deberse, como se ha señalado más arriba en
este trabajo, al hecho de que los investigadores hayan agregado en una sola clase
las dos categorías de la cúspide que están diferenciadas en la categorización
original de Goldthorpe. Es altamente probable que esta apertura relativa este
radicada en la parte inferior de la clase de servicios alta y que en la cumbre de la
estratificación haya un mucho mayor peso del factor herencia social.
De cualquier forma, es interesante que haya esta apertura en la parte superior
de la pirámide. Nuevamente, los autores señalan que esa apertura esta relacio-
nada con la inversión en la educación superior de los hijos. Esto es plenamen-
te compatible con el dato de la notable expansión de la matrícula en institu-
ciones de educación superior en Chile, entre los años 1985 y 2002. Cifras del
Ministerio de Educación, indican que en ese período la matrícula total (inclu-
yendo universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica)
se expandió de 196.283 alumnos a 501.162 y que sólo en las universidades la
matrícula creció de 113.625 a 348.886 estudiantes en el mismo lapso (véase
www.mineduc.cl).
Este último cambio estaría asociado con el cambio de modelo económico
que habría provocado la desaparición y quiebra de las empresas que emergieron
en la fase más avanzada («difícil») de la sustitución de importaciones que de-
mandaban mano de obra más calificada. La influencia que tiene el origen social
en la clase social a la que se accede al entrar al mercado de trabajo (primera

59
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

ocupación) ha disminuido en el tiempo, con lo cual «Chile se ha convertido en


una sociedad mas fluida» (Wormald y Torche: 71).
El factor clave en este proceso es, nuevamente, la educación del hijo compa-
rado con la educación del padre. A medida que la educación se expande en
cobertura, una mayor proporción de la población accede a niveles educaciona-
les en los cuales el peso de la clase social de origen es menor: la educación
«borra» la influencia de la clase de origen (Wormald y Torche: 71).

Pr eguntas e hipótesis sobr


Preguntas sobree la estratificación
y la mo vilidad social en Chile
movilidad
A partir del enfoque general de esta presentación y de las implicaciones y con-
clusiones a que conducen muchos de los hallazgos empíricos sobre la dinámica
general de la estructura social chilena, es pertinente levantar algunas preguntas e
hipótesis que apuntan a relaciones más específicas que estarían conformado el
perfil de la estratificación en el país y sus procesos de movilidad.

Hasta qué punto está «r eg


«reg ionalizada» la estr
egionalizada» uctura social
estructura
La descentralización funcional al rol integrador del Estado fue un proceso que
el modelo modernizante en Chile adoptó desde temprano y por tanto parece
importante y necesario analizar empíricamente el efecto que tal proceso haya
podido tener sobre el perfil de la estratificación social del país.6 Pueden señalar-
se algunas consideraciones para orientar ese análisis.
Una de estas consideraciones se refiere a la delimitación de las unidades
regionales y locales en cuanto realidades socialmente válidas, lo que implica
consideraciones precisas acerca de las variables y procesos de identidad y parti-
cipación regional que deben ser tomados en cuenta para arribar a tales delimi-
taciones. A veces la geografía y la sociología de las regiones o localidades coin-
ciden; otras no, y cuando esto ocurre, habrá que ver si el la operación descentra-
lizada del modelo ha sido suficientemente flexible como para hacer primar los
criterios de la conformación social del espacio antes que la materialidad física
de la geografía.
Otra de estas condiciones tiene que ver con la relación entre la descentrali-
zación y las diferenciaciones regionales (sociales, culturales, y aún históricas)
que suelen existir al interior de las sociedades nacionales. La descentralización
efectivamente posibilita que estas diferenciaciones se expresen y se manifiesten
en toda su variedad y contribuyan así al enriquecimiento de la vida social del

6
Para una detallada exposición del proceso de descentralización del Estado en Chile, que
incluye temas de traspaso de atribuciones en materia de inversión pública y proyectos de
desarrollo, desconcentración financiera en el sector salud, descentralización de programas de
superación de la pobreza y el rol de las municipalidades en la educación pública, ver el
estudio de Raczynski y Serrano (compiladoras), Descentralización: nudos críticos, CIEPLAN, San-
tiago, 2001.

60
RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social

país en su conjunto. No obstante hay un cierto tipo de diferenciación con la


cual la descentralización probablemente deje de contribuir a la consolidación
de un perfil nacional de estratificación y movilidad social y se transforme más
bien en una en una fuerza que empuja hacia las diferencias regionales en la
estratificación social. Probablemente esto ocurra cuando las diferenciaciones
regionales o locales son expresiones acentuadas del rezago de regiones pobres
respecto de regiones ricas. En efecto, el crecimiento no se distribuye
homogéneamente en el territorio sino que tiene importantes disparidades.
Según cifras regionalizadas de MIDEPLAN, entre 1990 y 1997 el PIB del país
creció a una tasa promedio anual de 8,3%. Tasas muy superiores de crecimiento
regional se obtuvieron, en ese período, en tres regiones del Norte, como son
Tarapacá, Antofagasta y Atacama (regiones I, II, y III respectivamente) principal-
mente debido a la expansión del sector minero asociada a megaproyectos
cupríferos. La región Metropolitana que concentra alrededor de un 40% de la
población total, también creció por sobre el promedio, a una tasa anual de 8,5%
debido principalmente a la expansión del sector servicios (comercio, transporte
y servicios financieros).7
Si el crecimiento está regionalmente diferenciado, sería pertinente suponer
que también lo está el perfil de la estratificación social. La comprobación de esa
hipótesis debiera descansar en una cuidadosa determinación de lo que se pueda
considerar como estándar nacional, en los distintos campos de la acción pública
y estatal y de las adecuaciones regionales o locales de tales estándares, pues sería
necesario relativizar el efecto igualador nacional de tales estándares. En especial
este aspecto podría llevar al examen del efecto regionalmente diferenciado que
podrían tener algunas instituciones mediatizadoras que actuaría como los cana-
les que, de hecho, sirven para impulsar la movilidad de determinados grupos o
estratos dentro del perfil regional de la estratificación social.

El sesgo de la estr uctura de opor


estructura tunidades: trabajo
oportunidades: trabajo,, educación,
clasismo y el «efecto Mateo»
La estructura de oportunidades (las oportunidades de vida en la terminología
weberiana clásica) en Chile, a fines del siglo XX, se encuentra determinada por
dos factores que son la inserción laboral y el acceso a la educación. Al analizar
estos factores, se ha encontrado que ambos están positivamente relacionados
con la movilidad social ascendente general que se observa en la estructura social
del país, pero al mismo tiempo tanto el trabajo como la educación actúan como
factores de reproducción de las desigualdades si se atiende al impacto diversificado
que estos factores tienen en distintos segmentos de la estructura social.
Se obtiene así una estructura de oportunidades sesgada en favor de quienes
ya están en posesión de un activo social sea por las mejores oportunidades de
trabajo que capturan dado el activo laboral que ya posee su grupo generacional

7
Véase MIDEPLAN e Instituto Nacional de Estadísticas, Panorama económico y social. Las
regiones de Chile 1990-1999, página 18.

61
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

familiar, o por el mejor acceso que tienen a una escolaridad prolongada dado el
capital cultural que ya posee el grupo familiar del cual provienen.
Sin desconocer el hecho general que mejor inserción laboral y mejor acceso
y permanencia en el sistema de educación formal son vehículos de movilidad
social ascendente, la constatación de este sesgo, estaría indicando una estructura
de oportunidades imperante en el país en la fase avanzada del nuevo modelo,
caracterizada por un proceso de acentuación de la discriminación del tipo que
Robert Merton identificó como «el efecto Mateo»
Este efecto se refiere a la acumulación de ventajas y desventajas, en una
determinada estructura social. Señala Merton que «los procesos de auto-selec-
ción individual y de selección social institucionalizada, interactúan y afectan las
probabilidades sucesivas de acceso a la estructura de oportunidades».17 Refi-
riéndose a la estructura social de la ciencia, donde observó el mencionado efec-
to, Merton expresa que «los sistemas de recompensas, asignación de recursos y
selección social operan para crear y mantener una estructura de clase por medio
de la provisión de una distribución estratificada de oportunidades entre los cien-
tíficos para incrementar su rol de investigadores. La acumulación diferencial de
las ventajas opera de tal manera que, parafraseando a los evangelistas Mateo,
Marcos y Lucas, «al que tiene, se le dará más, y tendrá de sobra; pero al que no
tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará» (Merton, 1996: 16).8
Un rasgo propio de la clase social es que ella lleva construida en su interior
un mecanismo de transmisibilidad y reproducción. En ese marco de ideas, todo
parece indicar que es el capital educativo del hogar de origen combinado con
las redes sociales que se desarrollan junto con ese capital, el factor que actúa
como reproductor de las diferenciaciones de clase en las estructuras de oportu-
nidades de trabajo y de educación, reforzando así la acumulación diferencial de
las ventajas en la estructura social del país.

El clasismo en la estr uctura social: ¿ocaso de las clases


estructura
o n ue
nue
uevv as clases sociales?
Sobre el tema del clasismo, Wormald y Torche consideran que sus resultados
estarían indicando una clara atenuación del la dimensión de clase en la estratifi-
cación social chilena, puesto que habría un «robustecimiento de la clase de
servicio y de los segmentos asalariados o dependientes en ocupaciones califica-
das y no calificadas... adicionalmente se ha producido una expansión de la pe-
queña burguesía... en este sentido la nueva estructura de clase ve debilitado su
componente clasista» (Wormald y Torche: 73).
No obstante, desde la perspectiva señalada en el apartado precedente, podría
estimarse que el efecto de acumulación diferencial de las ventajas, entre deter-
minadas categorías de estratificación, estaría justamente apuntando en la direc-
ción de una perpetuación de la dimensión de clase en la estructura social y por
ende, en la estratificación ocupacional. Es claro que el cuadro social que se
obtiene de ésta última, no agota los temas involucrados en el análisis de las clase,
8
La referencia bíblica es al evangelio de San Mateo, 25, 29.

62
RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social

como son por ejemplo, las barreras o brechas que se reproducen y se transmiten
entre generaciones en la estructura social y las relaciones de propiedad respecto
de los factores de producción, de modo que habría que reexaminar la construc-
ción de las categorías ocupacionales para desagregar estos temas. En especial
parecería adecuado revisar la conformación de las categoría extremas de la es-
tratificación ocupacional, donde probablemente sea más fuerte la presencia de
los factores asociados a las clases.
Si ello fuera así, habría que concordar con Crompton, cuando señala que
«hay que distinguir entre los esquemas que describen el perfil de la desigualdad
ocupacional y aquellos que, teniendo fundamento teórico, buscan incorporar
en el nivel empírico, las manifestaciones de las relaciones de clase» (Crompton,
1999: 69). Quedaría abierta entonces la cuestión de si los hallazgos de Wormald
y Torche estarían mostrando una especie de ocaso de las clases o por el contrario
una presencia reforzada de la dimensión de clase pero ahora sustentada dicha
dimensión en clases sociales nuevas o «emergentes». La presencia del «efecto
Mateo», nos llevaría a pensar en la segunda posibilidad como la hipótesis que
habría que tratar de validar en un análisis empírico de esta cuestión.
Al respecto, valdría la pena tomar nota del trabajo realizado por León y
Martínez que han abordado la tarea de construcción de una matriz de catego-
rías sociales para analizar la estratificación ocupacional en Chile, desde una pers-
pectiva próxima a Goldthorpe, pero agregando criterios de distinción que se
refieren a capas o generaciones históricas que han ido constituyendo las clases.
La idea aquí es que «a cada etapa de despliegue del proceso de crecimiento
corresponde de modo típico el desarrollo de determinados sectores o ramas de
la economía y la aparición, transformación o disolución de ciertos actores so-
ciales» (León y Martínez, 2001: 10).
En la perspectiva adoptada por estos autores, cada clase puede definirse por la
existencias de posiciones o roles compartidos en el sistema de producción e
intercambio, que «no son conjuntos perfectamente homogéneos: por el contra-
rio, cada una de ellas está conformada —como la tierra— por distintas «capas» o
«generaciones», que se corresponden con distintos momentos de despliegue de
la actividad económica» (León y Martínez, 2001: 10). En este sentido, por ejem-
plo, la categoría «empresarios» agrícolas» se abre en: (i) empresarios exportadores;
(ii) empresarios no exportadores; (iii) burguesía terrateniente; y (iv) otros em-
presarios agrícolas.
Otro ejemplo de lo mismo ocurre con las categoría «sectores medios inde-
pendientes» que da origen a las siguientes subcategorías: (ii) comerciantes deta-
llistas; (ii) profesionales liberales altos; (iii) otros profesionales y técnicos libera-
les; (iv) artesanado »moderno»; (v) pequeña burguesía transportista.
De esta forma, las variaciones dentro de las categorías mayores se asocian con
cambios históricos inducidos en el sector por cambios del modelo productivo,
con lo cual los grupos adquieren rasgos de «realidad» y dejan de ser sólo agrega-
dos estadísticos de datos agrupados. La interpretación de León y Martínez pue-
de entonces organizarse en dos grandes ejes, que ellos denominan «claves», a
saber: la movilización social y la movilidad social.

63
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

La primera clave de interpretación se sustenta en las dimensiones de


inorganicidad (medida como el porcentaje de asalariados en la población acti-
va); exclusión (medida por el porcentaje de «excluidos» —e.g. desocupados,
empleo doméstico— en la población activa) e impermeabilidad (medida por el
porcentaje de jóvenes activos «excluidos» y mujeres activas «excluidas»). Los
cambios que se observan en estas mediciones, indicarían entonces cambios en la
movilización de actores sociales.
La segunda clave de interpretación es la movilidad, es decir los cambios en la
posición relativa de las distintas categorías sociales en la distribución del ingreso.
Esta clave obliga a relacionar la matriz clasificatoria con los datos de la distribu-
ción del ingreso, de modo que movilidad no es simplemente el desplazamiento
de personas entre categorías ocupacionales sino entre tramos de ingreso asocia-
dos a esas categorías. En el estudio en referencia León y Martínez concluyen
que la movilidad observada en la estratificación social en Chile en el período
1971 y 1995, se da por los siguientes procesos clasistas asociados a la distribu-
ción del ingreso: (i) distanciamiento en la escala de ingresos entre la clase obrera
y los sectores medios; (ii) mejoramiento más rápido del ingreso de las categorías
independientes en relación con las asalariadas; y (iii) cambios en la composición
social de la pobreza.

El efecto género en la estratificación social.


género
En general los analistas hablan de que habría un sesgo maculinizante en los
estudios de estratificación, lo cual es una afirmación en general correcta. Si se
trata de corregir ese sesgo, una forma clara de hacerlo es cambiar la unidad de
recolección de datos. Una ventaja clara que tienen los datos provenientes de
encuestas de hogares, sobre aquellos que se refieren a individuos, es que permi-
ten incorporar de manera más sistemática la dimensión de género en la compo-
sición del hogar.
La reiterada relación que se observa entre pobreza y hogares monoparentales
femeninos es un hallazgo que justamente conduce a recuperar esta dimensión
fundamental en los estudios de estructura social pero ahora considerando una
génesis del dato que es diferente. En verdad, hay numerosos indicios de que lo
que está estratificado en la estructura social son hogares más que individuos y
cuando se trata de hogares la dimensión de género pasa a ser un factor estructu-
ral de los datos.9
9
Tal vez valdría la pena señalar que uno de los primeros autores que percibió esta caracte-
rística «grupal» de la estratificación social fue Talcott Parsons en un artículo publicado en la
década de los cuarenta El artículo en referencia es «Analytical approach to the theory of
social stratification», en Essays in Sociological Theory (The Free Press, 1940), donde Parsons
introduce la noción de pertenencia a distintas «kinship units» (unidades de parentesco) como
un factor de estratificación que tiene la característica de ser compartido por los miembros de
la misma categoría y que introduce, por tanto, una base de solidaridad en la conformación de
los estratos sociales. En ese trabajo Parsons sostenía que un componente fundamental de la
estratificación, además del factor ocupacional, eran las «unidades de parentesco», lo cual es
una aproximación razonable (aunque incompleta) a la noción de hogares.

64
RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social

Datos provenientes de la Cepal (2003: 106) para América Latina, que se re-
fieren a la movilidad intergeneracional de jóvenes (entre 20 y 24 años de edad)
permiten mostrar que las mujeres siempre se desenvuelven apreciablemente
mejor que los hombres cuando se examina el grupo de jóvenes que supera el
nivel educacional de sus padres. Esta relación se mantiene sea que se controle
por el contexto urbano como rural, o por el logro o no logro de un capital
educacional básico (12 años o mas de escolaridad). Lo notable del caso es que
este mejor desempeño de las mujeres se repite también para el caso de jóvenes
que no superan en nivel educacional de sus padres. En otras palabras, cualquiera
sea el factor de control el desempeño de las mujeres jóvenes es mejor que el de
los hombres de la misma cohorte.
En el caso chileno, se han encontrado diferencias importantes entre la movi-
lidad asociada al logro educacional entre generaciones distintas, ya que las cohortes
más jóvenes alcanzan mejores grados de movilidad social que las cohortes de
más edad. Lo interesante de los datos de la Cepal, es que agregan a esa asocia-
ción, la dimensión de género para destacar el mejor desempeño que
sistemáticamente alcanzan las jóvenes por sobre los varones.Valdría pues la pena
agregar de manera sistemática esta dimensión de género en los estudios de
estratificación y una buena manera de empezar a hacerlo, pareciera ser por el
análisis de la movilidad asociada a logros educativos.
El punto clave aquí es que si bien las mujeres tienen un mejor desempeño en
lo que a adquisición de capital educativo se refiere, sus logros son más reducidos
que los de los hombres cuando ingresan al mercado laboral. Hacia fines de la
década pasada, el ingreso medio percibido por las mujeres en el trabajo, contro-
lando por años de escolaridad, es alrededor de un 65% menor que el de los
hombres cuando se comparan estos grupos con 13 y más años de instrucción
(62 % en el medio urbano, 68,2 en el medio rural). En niveles menores de logro
educativo, la relación es un tanto más favorable a las mujeres, pero en el mejor
de los casos alcanza a un 79% en el grupo de 10 a 12 años de instrucción en el
medio rural. Esto quiere decir que aún cuando ellas entren al mercado con
mayor capital educativo, esa ventaja de entrada no se traducirá en sus remunera-
ciones y por tanto se diluye rápidamente en su carrera laboral. En otras palabras,
la discriminación que afecta adversamente a las mujeres se produce claramente
en el trabajo y no en la pasada por el sistema educacional. Los datos de la Cepal
que se comentan muestran, además, que en el caso de Chile el impacto de la
discriminación de género es especialmente agudo en la fase de salida de la
población económicamente activa, vale decir, cuando se comparan los montos
de las pensiones que obtiene los hombres y las mujeres al jubilar. Cifras de la
OIT sobre el particular10 muestran que, en el caso chileno, el ingreso promedio
proveniente de jubilaciones y pensiones, de las mujeres en los tramos de edad de
60 años y más, es considerablemente inferior al de los hombres. Las mujeres que
jubilan en el grupo de 60 a 64 años, perciben un 60,3% del ingreso de los
jubilados hombres. Esta relación es de 67,0% para el grupo entre 65 y 69 años;
y de 68,1% para el grupo sobre 70 años de edad.
10
OIT, Panorama Laboral 2000. Anexo Estadístico, cuadro 2. En www.oit.org./pe/spanish.

65
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

La estr uctura social rrural:


estructura ural: ¿qué queda del «gatopar dismo» hacendar
«gatopardismo» io?
hacendario?
Es indudable que uno de los cambios más decisivos que se observan en la estra-
tificación social, a lo largo de las últimas décadas es la progresiva contracción de
las categorías ocupacionales del agro y, en especial, la lenta e inexorable desapa-
rición de la clase del campesinado que estuvo históricamente ligada a la econo-
mía rural tradicional. En más de un aspecto, este proceso se asocia a la tendencia
más larga de la urbanización y las consecuentes olas migratorias rural-urbanas
que caracterizaron en general a los países de la región desde la década de los
años 50. En el caso de Chile, el proceso cobró además una cierta aceleración
como consecuencia del impacto transformador de la economía rural que fue la
Reforma Agraria de fines de la década de los 60 y comienzos de los 70. Sobre
esta tendencia larga, la implantación del nuevo modelo de acumulación y creci-
miento sustentado en el mercado desde mediados de los 70, reforzó en buenas
cuentas el proceso de descampesinización del agro.
Todo lo anterior se refiere a un análisis que mira a la base campesina de la
pirámide social, pero por lo mismo, es indispensable levantar la mirada hacia la
parte superior de la estructura social agraria. Es cierto que la clase de los grandes
propietarios agrícolas y su característica red familiar, los hacendados, en la ter-
minología más apropiada, constituyen una categoría más bien histórica, puesto
que en cuanto clase social, ellos fueron desplazados por los procesos de
redistribución de la propiedad agraria o que también o por las transformaciones
propiamente capitalistas de la economía rural, o por una combinación de am-
bos. No obstante, parecría que la gran propiedad agraria, ya no bajo los cánones
de la hacienda familiar sino más bien bajo una estructura corporativa, empresa-
rial, no sólo persiste, sino que se habría reconstituido sobre la base de operacio-
nes de concentración de la propiedad en los mercados de tierra.
En el caso de Chile, sobre las estructuras cooperativas de propiedad y organi-
zación campesina que surgieron normalmente asociados a los procesos de
redistribución del suelo agrícola, la activación de los mercados de tierras permi-
tieron una rápida recomposición de la propiedad ahora despojada de sus conno-
taciones de basamento estamentario y hereditario de una clase agraria y valori-
zada como insumo productivo en una agricultura capitalísticamente organiza-
da. La descampesinización en la base, parece ir claramente acompañada por la
recomposición capitalista de la gran propiedad en la cúspide la estratificación
social. Bajo esa hipótesis, lo que habría habido ocurrido entonces es más una
readecuación adaptativa, «gatopardesca», de la clase dominante en la estructura
social agraria, que un cambio radical y perdurable de esa estructura. Es intere-
sante anotar que en el análisis de Wormald y Torche, los pequeños propietarios
agrícolas constituyen una categoría diferenciada, sin que haya una similar dife-
renciación respecto de los grandes propietarios agrícolas. La composición de las
categorías superiores, en especial la clase de servicios alta (refundida sobre las
dos categorías de la cúspide en el esquema original de Goldthorpe), no incluye
de manera clara e inequívoca ninguna descripción que pudiera cubrir al grupo
de los grandes propietarios del suelo agrícola. Lo que posiblemente contribuya
a explicar esta circunstancia es que la recomposición de la gran propiedad del

66
RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social

suelo, se ha hecho sobre la base de propietarios corporativos que se organizan


como empresas comerciales o como holdings de empresas.

Las categorías inter medias: ¿ha


¿hayy más o menos heter
heteroo geneidad
social en ellas?
Las observaciones que se han hecho sobre las tendencias de cambio en el perfil
de la estratificación social en Chile, ponen de relieve un tema que es recurrente
en este tipo de análisis que es el de la composición de los estratos o capas
intermedias. La lógica de estos análisis lleva a que haya mucha más precisión y
nitidez en los extremos de la distribución porque tanto en la base como en la
cúspide de la pirámide es más excluyente la ubicación de las personas en las
categorías de que se trate. Hacia el sector intermedio de la distribución, las
personas tienden a ser clasificadas con criterios que se combinan y diversifican
de modo que normalmente las categorías se tornan más difusas en sus límites.
La caracterización de los sectores o clases medias pasa a ser, por ello un tema
complicado que se abre hacia una relativamente extensa »zona gris» en nuestra
comprensión del perfil y la dinámica de la estructura social.
Es interesante notar que el estudio de Wormald y Torche permite identificar
las categorías manuales calificadas como una distribuidora de personas hacia
otras categorías sociales contiguas, tanto hacia arriba como hacia abajo en la
pirámide social. Esta categoría distribuidora de movilidad social de corto alcan-
ce, que es una suerte de pivote o bisagra en la estratificación social del país, está
a nuestro entender, de lleno en el sector intermedio del perfil de la estratifica-
ción social. En esa perspectiva parecería que en la estructura social chilena ac-
tual el factor calificación, que apunta a las esferas de la formación técnico-
profesional, tiene una clara gravitación en los desplazamientos que se producen
en los y tramos medios de la estructura. Esto no significa que el efecto de la
mayor calificación o si se quiere, el efecto movilidad de la educación técnico
profesional sea un factor generalizado en la estructura social chilena. Se trata de
un efecto claramente localizado y que, por tanto, tiene un efecto parcial. En
otras palabras, el efecto de los procesos educativos que conducen a una mayor
calificación técnico-profesional, es positivo sólo para algunas categorías sociales.
De lo arriba expuesto, se desprende que en los sectores medios habría cate-
gorías que actúan como empujadoras tanto hacia una movilidad social ascen-
dente, como hacia una movilidad descendente, siempre de alcance limitado a las
categorías contiguas de la estratificación social. Con ello, se pone de manifiesto
el carácter relativamente fluido de los estratos medios, pero se trata de una
fluidez limitada, de corto alcance, que morigera el impacto meritocrático de los
procesos de crecimiento y expansión de las oportunidades. La movilidad de
corto alcance, estaría operando como un factor que aumenta la diversificación y
heterogeneidad de los estratos medios. Al mismo tiempo, al ser relativamente
menor la significación de los proceso de movilidad social de más largo alcance,
la diversificación al medio, coexistiría con una cierta estabilidad de las puntas de
arriba y abajo en el perfil de la estratificación.
Desde el punto de vista metodológico, la aproximación más fina a este tema,

67
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

se lograría a través de estudios de panel, prácticamente inexistentes en la tradi-


ción de investigación empírica de nuestros países. Por ello es necesario fomen-
tar una aproximación sistemática e institucionalmente sostenida de los estudios
de panel, cuyo diseño permite el seguimiento longitudinal de cohortes en las
cuales es posible observar las trayectorias efectivas de movilidad experimentadas
por grupos concretos a lo largo del tiempo. Este es un tema de especial relevan-
cia para las universidades pues, a no ser que cambien muy drásticamente las
condiciones de institucionalización académica de los programas de formación e
investigación en el campo de las ciencias sociales en los países latinoamericanos,
no sería razonable suponer que en el futuro próximo haya mejorías importantes
para desarrollar estos estudios longitudinales. Esto significa que habrá que desa-
rrollar estrategias alternativas de investigación que permitan recuperar esta di-
mensión temporal, como es el caso de los estudios basados en historias de vida,
por ejemplo. Sea cual fuera la situación, es claro que se configura aquí un área de
investigación muy importante y estratégica, en relación con la dinámica de los
sectores medios.

Refer encias
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EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto
REVISTA DE SOCIOLOGÍA 20 (2006) • issn 0716-632x • 69-96
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile

El valor histórico del pituto: clase media,


integración y diferenciación social en Chile1

EMMANUELLE BAROZET
Departamentos de Sociología y Ciencia Política de la Universidad de Chile

::: RESUMEN
Existe entre los miembros de la clase media chilena una práctica muy
anclada, llamada intercambio de favores, que permite obtener bienes y
servicios mediante vínculos amistosos. Partiendo de la afirmación que la
raíz de esta forma orgánica de solidaridad se confunde con el nacimiento
de la clase media a principios del siglo XX, planteamos que dicha práctica
ha evolucionado posteriormente con las macro transformaciones sociales
y económicas que ha sufrido el país. En este artículo, se describe el inter-
cambio de favores, con una doble mirada: la primera, histórica, sobre su
conformación y la segunda, sociológica, sobre las lógicas que animan, has-
ta el día de hoy, esta forma de solidaridad social.
PA L A B R A S C L AV E : intercambio de favores, clase media, integración social.

: : : A B S T R AC T
This article deals with a practice deeply rooted in the social life of the
Chilean middle class : the exchange of favors which, through reciprocity
and friendship ties, insures access to diverse types of goods and services. A
large array of socio-historical analyses has established that this form of
organic solidarity finds its social origins in the very formation of the middle
class at the turn of the Twentieth century. I argue here, however, that this
practice was affected by macro-sociological processes of social change that
significantly transformed it in the course of the following decades. The
article describes, analyzes and explains reciprocity through a double
historical and sociological lense, examining the various logics at work in
this form of social solidarity.
K E Y WO R D S : reciprocity, middle class, social integration.

1
Este artículo recoge los resultados de una investigación llevada a cabo entre 1997 y 2002,
en base a 40 entrevistas semiestructuradas con miembros de los estratos sociales medios en
Santiago. Se realizaron además períodos de observación participante en espacios de trabajo
en varias instituciones chilenas. La actualización de los datos se enmarca en el proyecto
Fondecyt 1060225. Agradezco los comentarios de Vicente Espinoza y María Luisa Méndez,
así como el trabajo editorial de Rodrigo Baño.

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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

En este momento,por ejemplo,yo observo mucho en la mentalidad del chileno


el rodearse de muchos amigos,pedir favores y hacer favores. Eso es como una suerte de
compromiso,una cadena que no se corta.2

No, para mí, el asunto de los favores siempre es parte de la cultura en este país.
Es parte de la cultura. Buena o mala, pero es un patrón de comportamiento
arraigado. ¡A todo nivel! 3

Para quienes trabajan acerca de la clase4 media chilena, existen hoy interrogantes
respecto de su tamaño y de sus características sociales, después de las transfor-
maciones macro sociales que desarticularon la capa media conformada antes de
los años 60. Los procesos económicos que marcaron estas transformaciones son
conocidos, al igual que sus consecuencias en los sectores populares, pero respec-
to de la mesocracia chilena, la visión sigue siendo, hasta cierto punto, borrosa.
Un elemento llama particularmente la atención respecto a una de las formas
de capital5 de la cual dispone la clase media en comparación con otros sectores:
el «pituto», también llamado compadrazgo o favor. Se trata de una manifesta-
ción extremadamente eficiente del capital social. Esta práctica, que llamaremos
aquí «intercambio de favores», es una forma de reciprocidad entre individuos de
un mismo círculo o nivel social, que permite, mediante vínculos informales,
mantener una solidaridad orgánica entre cercanos.6 Se trata de una práctica
masiva, determinante e indispensable para obtener un trabajo o bienes y servi-
cios, a los cuales no se podría tener acceso debido a las limitaciones de los
servicios públicos o del mercado, a menos que se recurra a la personalización de
los vínculos y la instrumentalización de las redes personales. Descansa en la
conformación de lazos de confianza amistosa y está vinculada a la forma en que,
a lo largo del siglo XX, se fue desarrollando la clase media, que opera como
agente histórico de redistribución del Estado.

2
Entrevista con M. 66 años, recaudadora del Colegio Médico.
3
Entrevista con V., 39 años, abogado de la Universidad de Chile, empleado de la
Superintendencia de servicios sanitarios.
4
La elección del término «clase» responde a la necesidad de referirnos de manera clara a
grupos sociales determinados. Esto no implica necesariamente enmarcarse en un enfoque
neomarxista, pues las virtudes y flexibilidad del término clase han sido demostradas en los
análisis de estratificación. Tiene además la ventaja de no centrarse solamente en variables
como la categoría socio profesional, el ingreso o el estatus: incluye una reflexión acerca del
impacto de las posiciones sociales en las experiencias, conductas y prácticas de los individuos,
siendo el último punto de particular interés en este trabajo.
5
Según la clásica tipología de Bourdieu, existen varios capitales; el capital económico, el
capital cultural, el capital simbólico y el capital social.
6
No estamos hablando de una singularidad de la sociedad chilena en cuanto a solidaridad
orgánica. El intercambio de favores es sin lugar a dudas un universal antropológico y existe
en todas las latitudes, con distintos rasgos, importancia y peso en la vida cotidiana. Nuestra
meta en este trabajo consiste en aislar sus rasgos y analizar su peso histórico en la vida social
de las clases medias chilenas, así como establecer su importancia en tanto elemento de inte-
gración, pero también de diferenciación social.

70
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto

Proponemos en este trabajo describir y analizar el intercambio de favores,


con el fin de entender el peso que tiene en la vida social de los chilenos y
chilenas de clase media.También examinaremos hasta qué punto se puede con-
siderar, dentro de los análisis de estratificación social, como uno de los elemen-
tos distintivos de este grupo. Sostendremos que el desarrollo de la clase media
chilena a partir de 1920, al alero del crecimiento estatal, significó que uno de los
mayores dispositivos de integración social del cual se benefició este grupo, ha
sido y sigue siendo el intercambio de favores, que permitía el tránsito de bienes
y recursos desde el Estado hacia ese sector, consolidando su posición respecto a
los sectores populares. Este elemento de integración se adaptó a la posterior
jibarización de las agencias estatales en los años 70 y 80, que llevó a un
reordenamiento de la práctica del favor, pero en ningún caso a su desaparición.
En una primera parte, describiremos las características generales de este me-
canismo de redistribución de riquezas y de preservación del estatus de la clase
media tradicional chilena. Luego, examinaremos las razones de la aparición del
intercambio de favores, práctica que se confunde con el crecimiento de la clase
media, con el fin de entender cómo afecta la estructura y la cultura relacional de
las capas medias. En una tercera parte analizaremos el elemento estratégico que
determina el estatus de la clase media: su estrecha relación con la estructura
estatal, para luego analizar la influencia que ejerce este elemento en la sociabili-
dad de la clase media. Veremos después cómo se diversifican las fuentes de los
intercambios de favores a partir de los años 80 mientras se fracciona la antigua
clase media. En la última parte, expondremos las características del intercambio de
favores en términos de redes y las razones que explican hasta hoy su eficiencia.

El pituto como inter cambio de ffaav or


intercambio es: de la impor
ores: tancia
importancia
estr uctural de una práctica de solidar idad orgánica
estructural
Hace más de tres décadas, antes de la Unidad Popular, la antropóloga mexicana
Larissa Lomnitz, hacía notar que entre los chilenos y las chilenas de clase media
existía una práctica muy anclada y a la cual buscaba encontrar significado: el
pituto, favor,7 o, como se llamaba entonces, el compadrazgo (Lomnitz, 1994: 19-
46). Consiste en una forma de regulación social, entre la economía de mercado
y la redistribución de parte del Estado. que perdura como un intercambio cons-
tante y sistemático de asistencia, ayuda, apoyo entre familiares, amigos y conoci-
dos. Se capitaliza como una deuda simbólica, que genera una reciprocidad im-
portante y obligatoria. Lomnitz atribuía en ese entonces una notoria importan-
cia a este intercambio,8 que según ella podía ser considerado como el recurso

7
Por favor, se entiende un intercambio de «servicios» entre dos personas, a primera vista
voluntario, desinteresado y espontáneo. Su naturaleza depende en la mayoría de los casos del
lugar que los individuos involucrados ocupan en la estructura social.
8
Evidentemente existen sistemas de ayuda mutua informal en otros grupos sociales en
Chile. Sin embargo, las redes de las clases populares fueron mucho más estudiadas y fueron
incluso el objeto de un importante trabajo de acción social, como estrategia de superación

71
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

estratégico del cual disponía el sector medio chileno y que le permitía asumir
un papel de mediación entre sectores obreros y élites. Afirmaba incluso que se
trataba de un «criterio crucial para la membresía dentro de la clase media»
(Lomnitz, 1994: 19). Pero más notoriamente, sigue siendo hasta el día de hoy
una práctica social institucionalizada,9 debido a su extensión y permanencia en
el tiempo.
En palabras de uno de los entrevistados, «un pituto es conocer a alguien que
trabaje adentro de algo, de una institución, de una empresa y que te puede
ayudar o que te puede conseguir alguna información o te puede facilitar algu-
na... pero es... va por ese lado digamos...».10 De manera más precisa, Lomnitz lo
define como «un sistema de reciprocidad que consiste en el intercambio conti-
nuo de favores que se dan, se reciben y se motivan dentro del marco de una
ideología de la amistad» (Lomnitz, 1994: 23). Aunque hoy en día los favores no
son sólo de naturaleza burocrática —por los cambios ocurridos en la estructura
estatal bajo la dictadura y la privatización de gran parte de los servicios públi-
cos— aún permiten obtener no solamente un trabajo, sino que también un
gran número de bienes y servicios (permisos, documentos, préstamos, cuidados
médicos, revisión técnica del auto, inscripción de un niño en un colegio, exen-
ción del servicio militar, por ejemplo) que no se pueden conseguir por las vías
más formales o más institucionales a causa de las carencias de los sectores públi-
cos y privados.11
A pesar del sentido que adquiere la palabra en Chile, cabe recordar que el
«compadrazgo», en su definición más precisa, es una práctica social común a
muchos países latinoamericanos y se puede considerar como un lazo funda-
mental de las relaciones sociales en América Latina.12 Aunque Lomnitz usa el
término compadrazgo para describir la ayuda mutua informal que existe en el
seno de la clase media chilena durante los años 60, preferimos llamar este fenó-
meno «intercambio de favores», pues la autora utiliza la palabra compadrazgo en
un sentido mucho más amplio que el que se usa en otros países y puede generar

de la pobreza.Véase Didier (1986) y Espinoza (1995). Por otro lado, si bien existen sistemas
de ayuda mutua en las clases acomodadas chilenas, el interés de un estudio en ese sector es
mucho más limitado, puesto que tienen un poder adquisitivo suficiente como para obtener
los bienes y servicios mediante compra y no por el intermedio de otras personas.
9
La palabra «institución» aparece todavía hoy de manera espontánea en el discurso de
varios entrevistados.
10
Entrevista con A., 35 años, ingeniero de soporte.
11
Para quienes viven en regiones, la centralización estatal también es un obstáculo.Trámi-
tes que se resuelven en días o semanas en Santiago pueden extenderse mucho más por la
lejanía y complejidad del sistema central.
12
En antropología, el compadrazgo se define como una «relación de coparentezco espiri-
tual, que instituye entre las personas lazos de intercambio y de obligaciones […] y donde la
función principal parece ser la constitución de una red de alianza segura» (Lavaud, 1976:
105). Se refiere en general a la relación que existe entre el padrino y la madrina de un niño,
y en un sentido amplio, a la relación que existe entre los padres de un niño y aquellos que
asumen el rol de padrino y de madrina.

72
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto

confusiones en la actualidad. En efecto, si bien el tipo de lazo que describimos


aquí posee puntos comunes con el compadrazgo en su sentido antropológico,
existen suficientes diferencias entre estas dos prácticas como para utilizar térmi-
nos distintos. Por ejemplo, el intercambio de favores se da entre amigos y cono-
cidos y no se limita a intercambios entre padrinos y padres de un niño. Según
Lomnitz, «El compadrazgo [chileno] es esencialmente una relación personal entre
individuos que se consideran de igual nivel social. Según un informante, los
compadres se reclutan entre « parientes, miembros de un mismo partido político,
amigos, conocidos de un mismo nivel social, amigos de amigos, compañeros de
trabajo, miembros de una logia masónica, o en general, gente que comparte las
mismas aspiraciones intelectuales, una misma ideología política, o intereses si-
milares en la vida» (Lomnitz, 1994: 29-30). Además, el uso de este término era
efectivamente amplio en los años sesenta en el lenguaje hablado en Chile, mu-
cho más que en la actualidad. A cambio, el término «intercambio de favores»
permite destacar la especificidad de la relación en Chile y corresponde a la vez
a la denominación local actual: se trata por lo tanto de una relación continua
entre dos personas, amigos o conocidos, que comúnmente se hacen favores. El
término no se refiere solamente al momento preciso de la transacción, sino que
al tipo de relación que se establece entre las dos personas.

La constr ucción de la clase media chilena: ffactor


construcción actor es histór icos
actores
de difer enciación social
diferenciación
Para entender el anclaje histórico de esta práctica, cabe remontarse a la apari-
ción de la clase media chilena, puesto que el intercambio de favores es consus-
tancial a la formación de ésta. La fuerte composición mesocrática de la sociedad
chilena entre los años veinte y sesenta13 es un rasgo significativo de la historia social
y cultural del país y este peso favoreció la difusión del intercambio de favores.
La clase media chilena se empieza a desarrollar al final del siglo XIX, en el
momento de la expansión salitrera posterior a la anexión de las provincias del
Norte y el consecuente desarrollo comercial. Las cuentas del Estado se abultan
en ese entonces con los impuestos provenientes de la minería. Estos cambios
impulsan una transformación de la estructura económica y social del país, abriendo
espacios para nuevos sectores sociales, sobre todo para las «nuevas» capas medias.
La «clase media antigua», según los términos de Filgueira y Geneletti (1981),14
estaba hasta el momento constituida casi exclusivamente por profesiones inde-
pendientes, artesanos, pequeños propietarios y trabajadores del comercio. Pero
la macro transformación que sufre el país conlleva una evolución en este grupo
social: su crecimiento no proviene de la movilidad social de grupos populares ni
de la expansión de la antigua clase media, pues esta «nueva clase media» está

13
La clase media llega en los años sesenta a conformar el 40% de la población (véase Pinto
et al., 1972).
14
Graciarena (1967), por su parte, usa la terminología «clases medias residuales» y «clases
medias emergentes».

73
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

compuesta sobre todo por funcionarios y empleados de la estructura estatal.15


Esta transformación de la estructura social se puede medir por cierto desde un
punto de vista cuantitativo, pero quizá más importantes son los cambios cualita-
tivos que se dan en este nuevo grupo social.
Sin embargo, la crisis del salitre obliga a un cambio de modelo de desarrollo.
Los programas sociales de lucha contra el desempleo implementados durante la
dictadura de Ibáñez del Campo (1927-1931), así como las medidas proteccio-
nistas que buscan estimular la economía, beneficiaron sobre todo a la naciente
clase media burocrática, gracias al creciente corporativismo del Estado, median-
te el cual el Presidente pretende lograr una salida a la crisis. En esta época, el
cuerpo administrativo aumentó notablemente, debido a la falsa bonanza econó-
mica que permite al Estado desarrollar su capacidad de reclutamiento. Sin em-
bargo, la Gran Depresión barre rápidamente los esfuerzos del gobierno. Lleva a
una fuerte contracción de las remuneraciones, pero no a una reducción del
empleo público: «Durante las décadas de 1920 a 1950 la clase media creó una
burocracia poderosa y bien organizada, que sirvió inicialmente para fortalecer
las iniciativas del desarrollo económico, pero que luego se convirtió en una
baluarte de privilegios y en un mecanismo para perpetuar el goce del poder
administrativo por parte de un grupo social bien definido» (Lomnitz, 1994: 20).
Posteriormente, después de la segunda guerra mundial y de la crisis del mo-
delo de desarrollo implementado en los años treinta, el aumento de la demanda
por productos mineros chilenos abre una nueva fase de prosperidad y un nuevo
período en la industrialización del país. El Estado sigue sosteniendo el esfuerzo
de inversión. No obstante, la creciente dependencia frente a los mercados exter-
nos y los casos más numerosos de corrupción fragilizan el crecimiento, así como
la estabilidad social y política del país. La inflación vuelve, los salarios dejan de
crecer y un fuerte malestar social se instala, sobre todo en el seno de la clase
media. Mientras, ésta sigue creciendo al inicio de los años cincuenta, a raíz del
aumento de las responsabilidades del Estado y del grado de complejidad de sus
funciones, sobre todo en el ámbito industrial y el comercio. Hasta los años
sesenta, ambos sectores económicos reciben un fuerte apoyo de parte del Esta-
do, que busca la industrialización a cualquier precio, a pesar de las dificultades
recurrentes que enfrenta desde los años cuarenta. En un contexto de creciente
carencia económica y de estancamiento de los sueldos, el desarrollo desmedido
de la administración pública aparece como una forma de cooptación social y de
limitación de los conflictos entre sectores sociales.
Aunque no se estructuren como un solo conjunto social, existen algunos
rasgos que permiten en esta primera fase a los miembros de la clase media
chilena identificarse, sino como pertenecientes a un grupo específico y relativa-
mente homogéneo, por lo menos como cercanos los unos con los otros y sobre
todo, diferentes a la vez de los sectores populares y de los sectores acomodados.
Desde los análisis de estratificación social, los criterios que se suelen emplear

15
La inmigración, aún importante en la primera mitad del siglo XX, será una de las fuentes
de esta expansión.

74
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto

son los siguientes: el carácter urbano de este grupo social, las profesiones y
empleos que le son característicos y consecuentemente sus niveles de ingreso, y
el acceso a la educación pública.
Primero que nada, durante ese período de expansión social, la clase media se
caracterizan por su carácter más bien urbano. En efecto, la urbanización empie-
za de manera temprana en Chile,16 debido al auge del salitre, que acelera la
decadencia de parte de la agricultura. Se trata de un elemento central para este
grupo, también relacionado con el segundo criterio, el empleo, pues
adicionalmente se puede definir a la clase media en términos de ingresos o de
estatus socio económico. La clase media en esta época está compuesta por buró-
cratas, funcionarios del Estado, y profesionales en general como expresión de la
«nueva clase media», pero también por artesanos, pequeños productores y co-
merciantes, como representantes de la «antigua clase media». El patrimonio no
es tomado en cuenta como una dimensión determinante, contrariamente a lo
que ocurre en Europa en el mismo período para este grupo social, pues el
capital económico de la clase media chilena tiene severas limitaciones y su pa-
trimonio es reducido.17 Por lo tanto, la clase media cuenta solamente con sus
ingresos por concepto de sueldo,18 lo que la acerca a los sectores populares más
que a los sectores acomodados. Incluso, los ingresos del sector medio bajo son
muy inferiores a los del sector medio alto, generando en este tramo una fuerte
vulnerabilidad social.
En tercer lugar, la clase media se diferencia por su fuerte aspiración a la
movilidad social mediante la educación pública. La educación, es de hecho uno
de los elementos centrales de la alteración cualitativa que sufre este grupo, en
especial en el caso chileno. La cobertura de la escolarización se amplia a partir
de los años veinte, pero después de la segunda guerra mundial, se da un signifi-
cativo aumento del número de años de escolarización. En los años cincuenta y
sesenta, la enseñanza secundaria y universitaria aumenta para el sector medio,
pero sin que la tasa de analfabetismo se reduzca para los sectores populares, pues
este crecimiento no está acompañado de un nuevo aumento de la cobertura de
la enseñanza básica, en especial en el campo. Es por esta razón que el bajo acceso
a la educación puede ser considerado como un rasgo distintivo de los sectores
populares y que la referencia a la educación pública es esencial para entender la
identidad de la clase media chilena. A través de ella, se adquiere no solamente
conocimientos y un diploma, sino que valores fundamentales para la identidad
del grupo, al igual que un capital social determinante para la vida adulta y
profesional: si bien el contenido de la formación tiene en sí una importancia

16
La tasa de urbanización en Chile pasa de 30,6 % (con 2,5 millones de habitantes) en
1885, a 76% (con 9,3 millones de habitantes) en 1970 (Arellano, 1985: 24).
17
En este grupo social, el ahorro casi no existe; existe más bien una tendencia al endeuda-
miento. (véase Lomnitz, 1994).
18
Los sectores medios burocráticos vieron sus salarios mejorar en un 46% entre 1940 y 1953,
los sectores medios independientes en un 60%, mientras para los obreros, el aumento alcanzó
solamente 7% (véase Pinto, 1962). Sin embargo, la inflación merma gran parte de esta alza.

75
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

fundamental, lo que las familias mesocráticas valoran es el conjunto de los con-


tactos que los niños y jóvenes tejen durante su vida escolar y que conservarán a
lo largo de su vida. Por otro lado, el acceso a la educación crea nuevos mecanis-
mos de reproducción social, que favorecen a la clase media: en los años 60 se
consolida la brecha entre sectores medios y sectores populares, pues éstos pue-
den demostrar en promedio tres años de escolarización. A cambio, en la clase
media, los sectores menos afortunados tienen un promedio de 8 años de
escolarización versus 11 para los sectores medios acomodados (Filgueira y
Geneletti, 1981) y cuando a partir de los años 60 los sectores populares acceden
a la educación primaría completa, los sectores medios ya terminan la enseñanza
secundaria o entran a la universidad pública, manteniendo el diferencial educa-
tivo con los sectores menos acomodados. Pero quizá lo más sorpresivo es que los
sectores medios logran incluso sobrepasar a los sectores acomodados en número
de años de escolaridad:

Tabla 1. Niveles promedio de educación en Chile 1960-1970


(número de años de escolarización)
ESTRATOS SOCIOPROFESIONALES
Clases
Comerciantes Clases Clases
Empleadores y populares,
Profesiones independientes, populares, populares,
Año personal de sector
intermedias vendedores, sector sector
dirección secundario
empleados terciario primario
(obreros)
1960 8,9 10,8 8,1 4,9 3,8 2,5
1970 9,1 11,8 8,7 5,2 4,6 3,1
Fuente: C. Filgueira (1976), Expansión educacional y estratificación social en América Latina, 1960-1970, Buenos
Aires, Cepal. En gris destacamos los sectores que corresponden a la clase media en los análisis de los autores.

Esta ventaja que tiene el sector mesocrático, incluso sobre los sectores acomo-
dados, si bien no se traduce mediante mejores ingresos y genera entonces una
inconsistencia de estatus, sí le significa un capital cultural elevado y un capital
social muchas veces indefectible a lo largo de su vida. En consecuencia, si bien ni
el capital educacional, ni la categoría socio profesional aseguran cierto nivel de
ingreso para el sector mesocrático, la clase media compensa en parte su diferencial
de ingreso con los grupos acomodados mediante el prestigio asociado a las profe-
siones intermedias o que requieren de varios años de estudios universitarios.
Sin embargo, siendo entonces su nivel de ingreso y de educación bastante
bajo, los miembros de la clase media asegurarán de otra manera su ascenso social
y la estabilidad de su estatus, gracias a las ventajas que obtienen de su relación
con el Estado mediante el intercambio de favores.19 En efecto, más allá de los

19
Estos elementos conformaron una clase media homogénea en términos de variables
sociales, pero también en términos de identidad, lo que constituye una situación bastante
excepcional en América Latina, pues las diferencias étnicas, religiosas, culturales o de profe-
sión son limitadas en Chile.

76
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto

criterios tradicionales mencionados anteriormente, existe otro criterio de dife-


renciación social: el acceso a ventajas corporativas entregadas por el Estado, que
permiten consolidar fuertemente el estatus de la clase media: el acceso a la
seguridad social, así como a diversos tipos de ayuda pública, beneficia primero
que nada a la clase media (Miranda, 1994) . Entramos aquí al análisis de un
elemento no solamente relacional, sino que derechamente organizacional, pues
el desarrollo de un Estado benefactor potente a partir de los años 40 y sus
lógicas de redistribución favorecen al grupo mesocrático, en términos de acceso
a la salud, a las pensiones y a subvenciones diversas. Desde los años 1890 y más
claramente a partir de 1920, el Estado se hace progresivamente cargo de la
condición sanitaria del país, bajo la presión de la «cuestión social» que nutre el
debate político. A partir de los años 40, gracias a la creación de las Cajas de
Previsión para los funcionarios públicos y los empleados privados, y luego del
Servicio Médico Nacional de Empleados en 1942, los miembros de la clase
media tienen un acceso privilegiado a la salud. A partir de los años 50, el sistema
de protección aumenta en cobertura, pero no está exento de disfunciones gra-
ves, lo que deja a los sectores populares fuera de su red de protección. La clase
media, gracias a sus contactos en la estructura estatal, se encuentra particular-
mente favorecida, pues si no tiene acceso directamente a los cuidados médicos,
puede conseguirlos gracias a su capital social. Ocurre lo mismo con el sistema
público de pensiones, particularmente favorable para el sector medio.20
Si añadimos a este panorama un conjunto de subvenciones, como subsidios
para la vivienda, o beneficios como colonias de vacaciones para los niños o casa
de reposo para los ancianos, obtenemos un conjunto de beneficios no moneta-
rios, que mejoran considerablemente la vida cotidiana de este estrato. Sin em-
bargo, estas ayudas están sujetas a importantes variaciones,21 pues no se trata de
beneficios constantemente y estructuralmente asociados con la condición de
empleado público, sino que deben ser continuamente renegociados con los
funcionarios de los ministerios, quienes se ven presionados para extenderlos a
otros grupos familiares. Esta extensión de las formas de cobertura social
«personalizadas» por sector de empleo público termina en una especie de pro-
liferación de los beneficios excepcionales (Sunkel, 1971). El tipo de ventajas que
los miembros de este grupo obtienen de parte del Estado son muy superiores

20
Como los grupos que ejercen una presión más fuerte sobre la administración pública
tienen un acceso privilegiado al sistema de pensiones, la clase media se encuentra particular-
mente favorecida en este aspecto. El sector obrero, que no pertenece a la clase media y que
representa un 75% de quienes cotizan, recibe una pensión equivalente a la mitad de lo que
reciben los empleados del sector privado y al 7% de lo que reciben los empleados del sector
público, quienes sí son de clase media. Esto muestra el diferencial del aporte y del beneficio
de los sectores obreros y medios respecto al acceso a pensiones. Además, los obreros deben
trabajar hasta los 65 años, mientras que los empleados públicos pueden jubilarse después de
30 años de servicio en esa época (Pinto, 1962).
21
Entre las agencias estatales más privilegiadas, se puede mencionar el Parlamento, el
Banco Central, el Banco del Estado y el Ministerio del Interior.

77
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

en comparación con los sectores populares: esta situación también permite al


sector mesocrático constituirse como clase, gracias a elementos objetivos que
los diferencian de otros grupos sociales.

El pituto como práctica estratég ica: la estr


estratégica: echa rrelación
estrecha elación entr
entree
el cr ecimiento de las clases medias y la estr
crecimiento uctura estatal
estructura
Respecto al período de crecimiento de los sectores medios, el intercambio de
favores consiste en «lazos de ayuda recíproca, cuidadosamente administrados y
dosificados» (De la Peña, 1994: 7). Se destaca el peso determinante de las co-
nexiones políticas en el seno de la burocracia chilena y la importancia que éstas
adquieren en la construcción de un bienestar material relativo. Exploraremos en
esta parte las bases de esta afirmación: el empleo público primero y luego las
conexiones políticas que determinan la sociabilidad de los sectores medios antes
de la dictadura.
Curiosamente, a pesar de que el peso del Estado sea considerado como de-
terminante no solamente en la conducción económica, sino que también en la
formación de movimientos sociales o de los partidos políticos, existen muy
pocos estudios históricos sobre el sector público en Chile e incluso se ha tendi-
do a despreciar al personaje del funcionario público (Jobit, 1951). Sin embargo,
la implementación del Estado paternalista favorece en el caso chileno sectores
precisos, cuyo poder y estatus en la estructura social —como lo menciona-
mos— están basados en la redistribución controlada de los recursos que gestio-
nan en nombre del aparato público.
En los años 20, los argumentos a favor del estatismo en el continente des-
cansan en la necesidad de proteger la incipiente industria nacional de la com-
petencia internacional, lo que desemboca en la creación de organismos públi-
cos crediticios o de fomento, la mayoría de los cuales seguía existiendo en
1973. Además, la clase media conforma justamente el grupo que puede absor-
ber los productos industriales, debido al mercado que conforma. En conse-
cuencia, el Estado suele ser el primer empleador a nivel nacional. Se trata de
un fenómeno común en la región, donde la «burocratización prematura» es el
resultado «de la expansión del empleo administrativo estatal, derivada de la
creciente importancia del sector público en la promoción del desarrollo»
(Martínez y Tironi, 1985: 11). Pero en Chile, la tasa de crecimiento del Estado
en términos de masa salarial es superior a la de los otros sectores e incluso, en
países como Brasil, Uruguay o Chile, la expansión del sector público y particu-
larmente de la administración, es superior al crecimiento de la población activa.
En el caso de Chile, la expansión burocrática es particularmente dinámica: el
total de empleos públicos pasó de cerca de 30 000 en 1925 a casi 120 000 en
1967 y a 325 000 en 1975.22 Entre 1938 y 1970, el empleo público centraliza-

22
Arturo Alessandri ya era calificado de «maniaco del empleo» (véase Urzúa Valenzuela y
García Barzelatto, 1971).

78
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto

do23 habría aumentado en un 3,8% anual, es decir 3 veces el crecimiento de la


masa salarial total (Muñoz, Gatica y Romaguera, 1980: 14). A pesar de los cam-
bios de gobierno, la tendencia se mantuvo,24 para estabilizarse en los años sesen-
ta, lo que confirma una absorción estructural de determinados sectores de parte
del Estado. Esta nueva tendencia corresponde a la insuficiencia del crecimiento
económico durante los años cincuenta. La lógica de expansión del sector públi-
co deja por completo de reflejar las necesidades de empleo público del país.
Corresponde entonces a la incapacidad del sector privado de crear puestos de
trabajo a un ritmo adecuado, así como al carácter marcadamente paternalista del
Estado. Se da además en un contexto de creciente dificultad para la economía
del país. Existe por lo tanto una fuerte contradicción entre un Estado omnipre-
sente pero que hace malabarismos con recursos insuficientes por un lado, y un
conjunto de mecanismos de redistribución gracias a un sistema que descansa en
lealtades políticas por otro lado.
Recordemos que este sector público no está sometido a las mismas reglas
que el sector privado, lo que significa que la lógica de su expansión no depende
ni de la competencia económica, ni de la maximización de la producción. In-
cluso no existe un estatuto unificado del funcionario, pues cada organismo
estatal tiene sus reglas y sus beneficios propios. Según Martínez y Tironi (1985),
el sector que más creció no fue la administración general del Estado (Registro
Civil, Correo y Carabineros entre otros), sino que precisamente los servicios
sociales como la educación y la salud, además de las actividades de fomento de
la economía (MOP, Vivienda y Corfo).25 Este elemento es crucial para entender
qué tipo de ventajas tienen los miembros de la clase media: el acceso directo a
los servicios que provee el Estado mediante empleo público. De hecho, de los
325 000 funcionarios que tiene Chile en 1975, justo antes de su jibarización,
más de la mitad pertenecen al sector «social» del Estado.
Se trata en el fondo de un «sistema de prebendas y privilegios que configura
una forma redistributiva por excelencia» (Filgueira y Geneletti, 1981: 78), pues
si bien existen criterios normativos en los ministerios y las agencias del Estado,
éstos se engarzan con las lealtades políticas de los electores, quienes intercambian
bienes públicos contra sus votos. En la clase popular, es a través del clientelismo
que se puede establecer una relación en forma particular con la estructura esta-

23
El sector público centralizado corresponde a las instituciones públicas que dependen
directamente del gobierno central y no tienen autonomía respecto a éste (véase Muñoz,
Gatica y Romaguera, 1980: 7 y siguientes).
24
Se dieron dos intentos de reforma del sistema público: en 1945 (regulación del número
de funcionarios y del monto de los salarios) y al final de los años 50 durante el mandato de
Jorge Alessandri (racionalización del funcionamiento del sector público y control de los
gastos), pero no fueron eficientes ni lograron cambiar las prácticas dentro del sector público.
La tercera reforma, propuesta por Frei Montalva, no se concretará por falta de apoyo de la
oposición.
25
Véase en anexo el crecimiento del sector centralizado, por funciones, así como el gasto
público del sector social para los años 1935-1983 (véase también Muñoz, Gatica y
Romaguera, 1980).

79
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Porcentaje
0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100

192 5
27
29
31
33
35
37
39
41
43
Años 45
47
49
51
53
55
57
59
61
63
65
196 7

A dmi ni s t r ació n gener al A dmini s t r ació n eco nó mica A dmini s t r ació n s o ci al

Gráfico 1. Número de funcionarios por sector en la función pública entre 1925 y 1965.
Fuente: Elaboración propia a partir de Rehren (2001: 20).

tal, pero de manera vertical (es decir con una marcada desigualdad entre quien
pide el favor y quien lo hace), mientras que en la clase media, los bienes y
servicios se pueden conseguir por la vía del empleo público, pero de forma
horizontal (relativamente de igual a igual). De esta manera los miembros de la
clase media logran tener acceso para sí, sus familias, sus amigos y sus conocidos,
a beneficios que el propio sistema público demora mucho en entregar o no
entrega si no se usan redes personalizadas de contacto.26
Finalmente, en términos de empleo, el hecho que los miembros de la clase
media sean en general empleados públicos se explica por el sistema de recluta-
miento, que depende exclusivamente de las vinculaciones personales de quienes
ya están insertos en la estructura estatal, razón por la cual familias enteras traba-
jan al servicio del Estado, aunque lo hagan en agencias distintas. Este fenómeno
de cooptación pasa entonces a ser el elemento que permite una fuerte movili-
dad social para importantes grupos sociales chilenos, en particular para la clase
media.27
Por otro lado, en el capital social de los sectores medios, pesan las vinculacio-
nes políticas. En efecto, la creciente urbanización, así como la transformación de
las estructuras de producción del país favorecen la implementación de un siste-
ma partidista temprano en la historia chilena. Los partidos tienen además una

26
Para ver las consecuencias políticas de este fenómeno y el papel de intermedio que
ejerce la clase media en los años sesenta en el sistema de representación política, véaseValenzuela
(1977).
27
Esta dinámica propia del mundo de los funcionarios, también se extiende en parte a los
miembros de la clase media que trabajan en el sector privado (pequeños comerciantes, pe-
queños empresarios que se benefician de las política de fomento, profesiones independientes
o asalariados del sector privado que educan a sus hijos en la educación pública), pues tam-
bién compiten para las subvenciones que ofrece el Estado, aunque acceder a ellas no sea tan
directo como para los funcionarios.

80
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto

importante cobertura nacional, lo que no es común en la región. Este sistema


será un verdadero motor de integración política para las nuevas capas medias: el
desarrollo de los partidos políticos en Chile, al igual que en Argentina, es un
indicador del crecimiento de la clase media (Remmer, 1984: 58-59). Además, el
sistema partidista chileno ha sido un factor notable de estabilidad para este gru-
po social,28 al darle un acceso permanente a los espacios de poder, aunque no le
permita conseguir la hegemonía política.
Los historiadores señalan con frecuencia la elección de Arturo Alessandri a la
Presidencia de la República como el momento inicial del apogeo de la clase
media, pues durante los años veinte y treinta, este sector pesa fuertemente en los
comicios y se puede palpar su influencia en cada uno de los mandatos presiden-
ciales de la época, en especial gracias al papel de «tercera fuerza» que desempeña
el Partido Radical (véase García Covarrubias, 1990: Lomnitz y Melnick, 1998;
Sunkel, 1971). «La clase media creció al alero del radicalismo, paralelamente al
crecimiento de la burocracia y a los vínculos cada vez más estrechos con las
instituciones de gobierno. En otros palabras, la clase media nació en la medida
que se fue ligando con la burocracia y que se fue ligando ipso facto al partido
[radical]» (Urzúa Valenzuela, 1968: 158). Éste recoge los votos no solamente de
la clase «media-media», sino que también de los sectores medios que colindan
con los sectores populares. Esta imbricación entre PR y clase media urbana es
tan fuerte que Johnson (1958) considera que se puede estudiar de manera para-
lela su crecimiento. En el período 1940-1955, la influencia de la clase media
llega a su culminación y su peso sobre la vida política es más notoria (Faletto y
Ruiz, 1970): los Presidentes Pedro Aguirre Cerda (1938-1941), Juan Antonio
Ríos (1941-1944) y Gabriel González Videla (1946-1956) pertenecen al PR.
Hasta el día de hoy, el gobierno de Aguirre Cerda simboliza en la memoria
nacional el periodo de mayor poder de los sectores medios. Sin embargo, los
radicales no lograrán captar la totalidad del voto de clase media, puesto que la
extrema izquierda y la extrema derecha constituyen una alternativa política para
una minoría de sus miembros. Esto significa, entre otros elementos, que el gru-
po medio no logrará obtener el control total de las instituciones, pues no con-
seguirá la mayoría política, al contrario de lo que ocurrió en varios países euro-
peos en la misma época. La clase dominante tradicional ejerce en este mismo
período una fuerte oposición a las ambiciones mesocráticas, por lo que los
sectores medios siempre deberán buscar apoyos en otros grupos sociales, sea en
los sectores populares asalariados o los terratenientes, según lo ameriten las cir-
cunstancias. Por lo tanto, aunque se instale una mesocracia radical en Chile,
siguen pesando los valores tradicionales de los terratenientes, quienes logran
mantener su hegemonía simbólica sobre el sistema social y político chileno.
En los años cincuenta, el PR se acerca a la derecha, mientras pierde poder
debido a la integración de nuevos sectores populares a la vida política. El estan-

28
Al principio del siglo XX, esta incipiente tendencia ya se nota en el poco aumento de los
poderes del ejecutivo, mientras el poder legislativo absorbe nuevas funciones, lo que a su vez
refuerza el papel de los partidos políticos.

81
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

camiento del PR será compensado en la clase media por el desarrollo de la


Democracia Cristiana, creada en 1957 (Fleet, 1985; García Covarrubias, 1990:
Lomnitz y Melnick, 1998). El centro radical tradicional y pragmático cede su
lugar a un partido doctrinario opuesto a las coaliciones, que adquiere el papel
de principal partido mesocrático en Chile. Pero este traspaso partidista de los
sectores medios no logra eclipsar su pérdida de centralidad en el sistema político
chileno, debido al incremento demográfico de los grupos populares. En los años
60, la política apunta tardíamente a la integración de estos abultados contingen-
tes sociales, pero el sistema económico y político del país se desestabiliza. El
auge de los sectores medios terminó: la extensión a otros grupos sociales menos
favorecidos de los derechos sociales que consiguió en las décadas anteriores,
cuestiona los beneficios de la clase media. Sin embargo, a pesar de este declive,
logra preservar las características de su identidad y de su sociabilidad, creadas en
las décadas anteriores, al mantener la ventaja que le significa su capital social,
reforzado por una fuerte sociabilidad de clase. En palabras de Lomnitz, «un
funcionario político usa su situación en la burocracia para hacer numerosos
favores a sus amigos: exenciones de multas de tránsito, permisos municipales,
empleos en la burocracia provincial, pensiones y fondos de retiro, etc.» (Lomnitz,
1994). Capitaliza estos favores para obtener otros elementos a cambio y para
consolidar su posición social y su estatus.

La sociabilidad de clase media:


la rred
ed de cir culación de los ffaavor
circulación es
ores
En términos de su sociabilidad, la clase media está en contacto con un conjunto
de organizaciones e instituciones entre los años veinte y sesenta, que favorecen
su representación política e influencian fuertemente su comportamiento
relacional. La estructura partidista es efectivamente determinante para entender
cómo se construyó su identidad, pero en un plano mucho más informal, las
relaciones que se tejen entre funcionarios y sus familias en base al intercambio
de favores generan una red de protección, en especial alrededor de los clubes
radicales, presentes a lo largo del país.29 La casi ausencia de trabajos de investiga-
ción acerca de la sociabilidad partidista —o simpatizante— en esos años limita
las conclusiones que se puedan sacar al respecto. Sin embargo, la importante
afiliación de la clase media al PR es el elemento formal e ideológico (además de
las vinculaciones familiares ya mencionadas) que le abre en grande las puertas
del empleo público, pues al ser radical, el postulante a un empleo público no
tenía que dar el examen de competencias: así, durante los años cincuenta, cerca
del 70% de los militantes radicales trabajan en la función pública (Rehren, 2001).
El PR es sin lugar a dudas el partido que mejor encarna la cohesión identitaria

29
Se trata de un espacio de sociabilidad permanente y familiar. Muchas veces tienen salas
de lectura y de juegos, además de salas de reuniones para los miembros y los simpatizantes
del partido. A pesar de la centralidad de este lugar de sociabilidad, no hemos hasta el momen-
to encontrado estudios que permitan desarrollar este punto.

82
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto

de la clase media, empalmada con lugares de sociabilidad donde se superponen


las relaciones familiares, amistosas y de vecindario. En la década siguiente, con la
DC suplantando el PR, las lealtades partidistas se transfieren en parte de una
formación a otra, pero repitiendo el mismo patrón de sociabilidad. De hecho,
en ambos partidos, prevalece el igualitarismo, en base a un importante apego a la
amistad (Lomnitz y Melnick, 1998). En cuanto al «recluta medio» de la DC, en
palabras de Alan Angell, «el democratacristiano ‘típico’ no es el burócrata del
gobierno del periodo anterior, el maestro de escuela o el abogado de provincia
que formaban el corazón del PR. Es más probable que sea miembro de la clase
media urbana profesional, trabajador calificado o director, lo que corresponde a
los grupos que surgieron gracias a la diversificación de la economía en los vein-
te últimos años» (1974: 189). También su relación con la Iglesia es mucha más
cercana, creando otro espacio de sociabilidad, pues la Iglesia «equivale» al club
radical, incluso con una ideología cercana en términos de solidaridad de clase.
Por otro lado, los sindicatos30 de funcionarios y oficinistas tienen un fuerte
poder de movilización y ofrecen importantes espacios de sociabilidad: los sindi-
catos de docentes primero (Núñez, 1956) o la Unión de Empleados de Chile y
luego los sindicatos de la salud pública y del Correo son sin duda los más
activos, al igual que la ANEF, creada en 1943, a la cual 150 000 personas están
afiliadas en los años 60. En 1948, la Confederación de Empleados de Chile
acoge a su vez a los miembros de la clase media que trabajan en el sector privado
(Angell, 1974) Sin embargo, no existe una relación directa entre sindicatos de
clase media y PR, e incluso los primeros se opondrán al gobierno, debido a que
la inflación merma sus salarios. Solamente al final de la década del sesenta, los
sindicatos de oficinistas se acercan a la Central Unitaria de Trabajadores (CUT),
pero manteniendo su cultura legalista y la defensa de las ventajas adquiridas por
la clase media. Una vez más, el espacio sindical, al igual que los partidos políti-
cos, es ideal para el intercambio de favores, debido a que los sindicatos son
fuertes redistribuidores de beneficios públicos y sobre todo enérgicos defenso-
res de las ventajas adquiridas.
Estas características son el sustento del capital social de la capa media en esa
época. Por lo tanto, la gestión de los recursos públicos y el uso del capital social
explican el estatus social que se alcanza en las capas medias, por sobre el capital
económico, bastante mediocre cuando se considera el nivel de sueldos. Es más
bien mediante el pedido y la devolución constante de favores a los amigos y
colegas que los miembros de la capa media logran mantener cierto status socio-
económico. Incluso, la especial conformación de la sociabilidad mesocrática en
torno al PR y luego a la DC, o alrededor de los sindicatos, genera reglas de
comportamiento, de reciprocidad, formas de cortesía e incluso formas de len-
guaje. Garretón describe de la manera siguiente las consecuencias de la exten-
sión de la vida partidista a muchos ámbitos de la vida social en los años cincuen-

30
Para el conjunto de los sectores de producción del país, la tasa de sindicalización es del
12,1% de la fuerza de trabajo en 1952, del 11,4% en 1969 y sube al 23,3% en 1970 (Martínez
y Tironi, 1985).

83
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

ta: se trata de «adherir a un partido en el cual el militantismo es casi religioso,


con códigos internalizados que abarcan el conjunto de la vida militante, donde
el partido lo es todo para el individuo y donde «la razón de Estado» se confunde
con la «razón del partido». Como el militantismo es una especie de estilo de
vida, la política pierde su carácter secular y se crea cierta tendencia a
instrumentalizar el resto de las esferas de la vida social» (1987: 199).
En resumen, la sociabilidad de clase media, muy activa y basada en senti-
mientos de amistad, pero no exenta de cierta instrumentalización, se traduce
por una política del favor hecho, recibido y devuelto; se trata de una visión muy
concreta de la solidaridad, pero coronada a nivel normativo, en palabras de
Lomnitz, por un «imperativo categórico» (Lomnitz y Melnick, 1998: 177): la
política de la amistad o «amiguismo» ya está implementada fuertemente en las
redes sociales mesocráticas. Con la polarización por la cual atraviesa el país hacia
el final de los años sesenta y al principio de los años setenta, estos círculos se
vuelven más necesarios, y más cerrados. La capacidad de acceso a los bienes y
servicios depende entonces más que nunca de la capacidad de presión sobre el
Estado.

La di
divver sificación de los inter
ersificación cambios de ffaa vor
intercambios es ho
ores hoyy
como rrespuesta
espuesta a la ma
mayyor heter
heteroo geneidad de la clase
media chilena post años 80
La clase media logra su máximo desarrollo entre los años cuarenta y cincuenta.
Sin embargo, la integración de las clases populares en el sistema político a partir
de los años sesenta conjuntamente con la radicalización política, llevan a un
desequilibrio estructural que significa el retraimiento de la clase media a un
segundo plano. Pierde entonces el rol articulador que adquirió en los años vein-
te. Con la dictadura, según fenómenos ampliamente estudiados y conocidos, se
reduce considerablemente el tamaño del Estado y las capas medias sufren una
profunda desestructuración, bajo el doble impulso de la militarización de la vida
civil y la privatización de los servicios públicos (la «desburocratización», en tér-
minos de Martínez y Tironi31 ), lo que genera recorridos sociales descendientes
en gran parte de este grupo. Si bien surge en esa época un nuevo conjunto de
profesiones independientes, se trata de actividades transicionales que responden
a la precarización del empleo. «El incremento general de las posiciones inde-
pendientes revela una resignificación del mercado como mecanismo de articu-
lación de los intereses sociales de clases y grupos, en perjuicio de diversos tipos
de articulación burocrática (especialmente la mediada por el Estado) o política»
(Martínez y Tironi, 1985: 111) En términos de remuneraciones, se nota un
aumento de los ingresos de algunos sectores de la clase media con profesiones

31
En 1968, el gasto fiscal correspondía al 21,1% del PGB y ascendió al 44,1% en 1973,
pero en 1979, ya había bajado nuevamente al 22,9%; en este último período (1973-1978), el
empleo público se reduce en un 25%, lo que corresponde a un promedio anual de –4,6%
(véase Martínez y Tironi, 1985: 59-68).

84
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto

independientes y la disminución sistemática de los ingresos de los trabajadores


manuales y de los sectores asalariados que conforman las clases medias medias y
bajas. Este fenómeno significa una clara inversión de la tendencia dominante del
siglo XX.

Tabla 2. Estratos sociales e ingresos individuales, 1972-1994


(en dólares US del año 1994)32
Clase/Grupo socioprofesional 1972 1976 1982 1986 1990 1994
Propietarios de grandes empresas 772 996 2090 959 2046 2223
Propietarios de Pymes 330 336 536 337 562 499
Profesionales 500 429 932 522 705 654
Profesiones liberales 356 298 632 350 484 589
Ingenieros 649 579 1317 747 1056 728
Clases medias 188 131 258 158 234 289
Profesiones calificadas del comercio 166 114 252 149 219 304
Profesiones calificadas de los servicios 232 173 352 211 323 335
Profesiones manuales calificadas 155 112 198 130 181 249
Clases populares 116 76 151 97 145 199
Profesiones no calificadas del comercio 191 135 246 147 196 235
Profesiones no calificadas de los servicios 86 57 130 81 124 179
Profesiones manuales non calificadas 115 70 127 89 141 190
Promedio 170 156 303 193 318 361
Fuente: Koch (1999: 14)

Como lo muestra la tabla, los ingresos de importantes sectores medios fluc-


túan fuertemente en función de los altibajos de la economía, además de diso-
ciarse entre los grupos medios bajos y los grupos medios altos.
A pesar de los pronósticos de Lomnitz acerca de la probable desaparición del
compadrazgo en el caso de una reforma del Estado, y a pesar de este cambio
drástico de la estructura política y económica del país, el intercambio de favores
se mantuvo como una práctica muy presente y determinante para comprender
los espacios relacionales de la clase media y las estrategias de adaptación, sean
personales, más a menudo familiares o de grupo. En efecto, en esta fase de
descomposición y posterior recomposición social, las redes de ayuda se vuel-
ven aún más determinantes en algunos ámbitos, en especial para la obtención
de un empleo, de un alojamiento, de cuidados médicos en el nuevo sistema o
de préstamos intrafamiliares, en aumento en ese momento. Los estudios reali-
zados sobre y desde esta época muestran que los círculos sociales se reducen
drásticamente, muchas veces al entorno familiar y a los amigos más cercanos, es

32
El autor establece esta repartición sobre la base de la posesión o no posesión de bienes de
producción y luego diferencia a los asalariados en función de su nivel de educación.También
desagrega en otra tabla esta información en función del sexo, lo que arroja datos interesantes
acerca de las diferencias de género, sobre todo considerando que la fuerza de trabajo está
compuesta por 2/3 de hombres y 1/3 de mujeres (véase Koch, 1999: 13).

85
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

decir a vínculos fuertes (Lomnitz y Melnick, 1991; PNUD, 1998; Méndez, 2002;
Granovetter, 1982).
Las transformaciones económicas de los años 70 y 80 significan que el gasto
público se reduce a la mitad de lo que era a principios de los años 70, más de
400 empresas públicos son privatizadas y se expulsa a cerca de 100 000 funcio-
narios del aparato estatal entre 1973 y 1978. Se trata de una de las transforma-
ciones más importante que sufre el país en ese momento (Martínez y Tironi,
1985). Afecta sobre todo las agencias públicas ligadas al fomento de la econo-
mía y a los servicios sociales. Bajo el concepto del fortalecimiento de las liber-
tades individuales, de la racionalización y mayor eficiencia de los comporta-
mientos, se quiere «destruir el mito de la justicia social, al reemplazarla por el
principio de la igualdad de oportunidades» (Tironi, 1998: 69). Con este hori-
zonte, se transforman las relaciones laborales, el sistema de financiamiento de las
pensiones, de la educación, de la salud: para la clase media, desaparece el marco
de estabilidad del cual se había beneficiado durante décadas y los subsidios que
le habían permitido mantener su estatus.
La importante diversificación que sufren los sectores medios en Chile en los
años ochenta, asociada con una profunda ruptura de su identidad, de sus símbo-
los y de sus recursos, lleva a considerar incluso que este grupo se desvaneció,
desagregándose hacia los sectores populares mediante pauperización por un
lado o ascendiendo hacia los sectores acomodados para quienes se beneficiaron
de los procesos de reestructuración de la dictadura. Es por esta razón que habla-
mos de clase media en singular antes de los años setenta y en plural después de
esta década, asumiendo de esta manera su mayor heterogeneidad en las últimas
décadas, y sobre todo la diversificación de sus identidades.33
En el ámbito de la sociabilidad de clase, el cierre de los partidos políticos, de
los sindicatos y la vigilancia que se establece sobre la vida social desestructura las
antiguas redes, dejando grupos enteros fuera del acceso a beneficios. Sin embar-
go, al poco tiempo, las redes sociales se reorientan, en la medida que el entorno
económico y político obliga a las familias y a los individuos a rediseñar sus
estrategias de inserción social, luego de una primera fase de derrumbamiento de
las solidaridades tradicionales. La liberalización económica del sistema y el ma-
yor incentivo a la individualización no logran descomponer las solidaridades
orgánicas de las capas medias: les obliga a moldearse frente a la nueva realidad,
adaptándose en parte a un sistema de movilidad individual. Sin embargo, el
intercambio de favores sigue operando fuertemente.34

33
Sin embargo, como lo mencionamos anteriormente, varios autores usan el plural para
distinguir las nuevas clases medias de las antiguas a partir de los años 20, como es el caso de
Filgueira y Geneletti por un lado y Pinto (1962) por el otro, entre otros. Ambas referencias
están en la bibliografía final.
34
En las entrevistas, que fuera aplicadas de manera semi estructurada, se pudo establecer la
importancia del uso del intercambio de favores en el recorrido personal, familiar y profesio-
nal de diversos miembros de las clases medias. Con quienes ya habían iniciado su vida laboral
antes de la dictadura o la iniciaron en ese periodo, pudimos explorar la reestructuración de

86
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto

Cuando la estructura social se estabiliza nuevamente, en los años 1983-1985


y sale de la inestabilidad propia de los periodos de crisis o de transición estruc-
tural, nuevos principios de cohesión social emergen. Aparece una conforma-
ción diferente de los grupos sociales:

Tabla 3. El espacio socio profesional: repartición cuantitativa de la población


activa en comparación con las clases sociales (%)
Clase/Grupo socioprofesional 1972 1976 1982 1986 1990 1994
Propietarios de grandes empresas 1,0 1,4 1,4 1,7 2,5 2,3
Propietarios de Pymes 10,5
10 10,0 9,7 8,4 8,8 9,3
Profesionales 6,2 7,3 9,0 11,6 11,8 13,4
Profesiones liberales 3,9 3,9 5,0 6,6 7,2 7,2
Ingenieros 2,3 3,4 4,0 5,0 4,6 6,2
Clases medias 37,8 35,0 36,6 33,0 34.6 35,4
Profesiones calificadas del comercio 7,8 7,2 12,4 9,5 9,3 9,4
Profesiones calificadas de los servicios 16,5 14,9 12,4 11,4 12,3 12,5
Profesiones manuales calificadas 13,5 12,9 11,8 12,1 13,0 13,5
Clases populares 44,5 46,2 43,3 45,3 42,3 39,6
Profesiones no calificadas del comercio 7,8 8,2 9,8 9,3 8,9 11,2
Profesiones no calificadas de los servicios 16,1 20,6 19,8 20,4 17,7 14,6
Profesiones manuales no calificadas 20,6 17,4 13,7 15,6 15,7 13,8
Total 100 100 100 100 100 100
Población activa (en miles) 972 1009 1069 1335 1613 2001
Fuente: Koch (1999: 11).

El reacomodo de los sectores medios35 no ha sido el objeto de estudios


académicos específicos de estratificación después de los años noventa, por lo
cual contamos solamente con datos de mediados de esta década.36
Respecto a la recomposición de las redes de sociabilidad, después de la pri-
mera frase de constricción alrededor de los vínculos fuertes, las redes se vuelven

sus redes sociales bajo el impacto de las nuevas condiciones políticas, sociales y económicas.
Introducimos además un análisis en términos de ciclo vital para entender la conformación y
el uso de sus redes de parte de los entrevistados.
35
Para más detalle sobre las características de cada nuevo estrato medio, véase Bazoret
(2002: 114 y siguientes).
36
A cambio, los estudios de marketing han desarrollado herramientas de medición de los
grupos sociales en Chile sobre la base de dos variables, entre las cuales educación, elementos
residenciales o posesión de una determinada batería de bienes. Pero estas mediciones, si bien
son precisas para los grupos más pobres y más acomodados, no permiten dar cuenta con
exactitud de la diferenciación dentro de los sectores medios (C2, C3 y D según la clasificación
ESOMAR), de los grupos mayores y rurales. Pero a grosso modo, podemos hoy distinguir varios
grupos medios en función de criterios de ingreso y nivel educacional, como corte grueso: las
capas medias-bajas (con un ingreso familiares de $ 200.000 a $ 400.000, y educación secun-
daria completa e incluso técnica superior), las capas medias-medias (de $ 400.000 a $ 1.000.000,
muchas veces con formación técnica o universitaria completa) y las capas medias-altas (sobre
$ 1.000.000, con educación universitaria completa, incluso con posgrado).

87
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

a abrir, con una fuerte recomposición de la práctica del intercambio de favores,


que persiste hasta el día de hoy. La permanencia de este fenómeno puede ser
considerada como una compensación y un modo de regulación relacional en
un mundo de creciente precariedad. Estamos frente a un mecanismo informal
de solidaridad social que sobrevive a las grandes crisis y alteraciones de los
modelos de desarrollo. Bajo la dictadura y la vuelta a la democracia, como anta-
ño, sirve fundamentalmente para mantener cierto grado de seguridad gracias a
la solidaridad de los miembros de las redes en las cuales se está inserto. Este
mecanismo de cohesión social de las clases medias es particularmente eficiente
frente a las tendencias centrífugas de la economía, pues el intercambio de favo-
res estabiliza ciertas tensiones del sistema gracias a una forma prediscursiva de
negociación solidaria. Pocas veces se menciona que la permanencia de este
fenómeno opera como una lógica distinta (sino opuesta, por lo menos resisten-
te) frente al discurso y a las prácticas neoliberales que acompañan la transforma-
ción de la economía y de la sociedad chilena. Pero si bien la articulación buro-
crática ha sido minimizada, se crean nuevos tipos de articulación, cuya meta
también es la protección de intereses grupales.

¿Relaciones por sobr


sobree el ing
ingrr eso? Más vvale
ale un bbuen
uen amigo…
En los párrafos anteriores, mostramos cómo el estatuto de la clase media tradi-
cional chilena depende de mucho capital social y poco capital económico. Pero
para mantener estas ventajas grupales, no basta el acceso individual a algunos
servicios que provee el Estado y luego el mercado: debe existir un sistema tácito
de ayuda mutua extensible al conjunto de este estrato social. En efecto, los
círculos sociales familiares, por muy extendidos que sean, no permiten cubrir la
gama de beneficios que necesitan los hogares medios, por lo cual la ayuda que
pueden proveer los amigos y conocidos se torna fundamental en las estrategias
individuales y grupales. Se genera una red extensa e informal de servicios, que
permite activar distintas conexiones según los obstáculos que surgen debido a la
carencia de recursos y a la lentitud de la resolución de los trámites burocráticos
tanto públicos como privados. En este aspecto, la capacidad de negociación de
cada uno o de su grupo familiar depende directamente de la posición social que
ocupa y de la red de relaciones en las cuales está inserto. Según el tipo de
empleo que se tiene y el tipo de bien o servicio que se puede redistribuir o
intercambiar, se obtiene bienes equivalentes suministrados por otros servicios
de la administración pública o del sector privado, mediante amigos y conocidos.
A finales de los años sesenta, Lomnitz lo formulaba de la manera siguiente: «El
miembro de la clase media debe encontrar el mayor número de amigos con
colocaciones estratégicas en los distintos niveles de la administración pública y
privada: es absolutamente necesario, entonces, extender la red de parientes in-
corporándole a amigos, parientes de amigos, y amigos de amigos. Así cada miem-
bro de la clase media ocupa el centro de una red extensa de relaciones persona-
les interconectada por lazos de parentesco y amistad» (Lomnitz, 1994: 32). Esta
frase sigue igualmente válida hoy.

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EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto

En términos de círculos solicitados, los grupos conformados en etapas tem-


pranas de la vida, tanto familiar (parentela extensa) como escolar o universitaria
son los más citados por los entrevistados, con rituales37 de mantención de los
vínculos en las diferentes edades, mediante reuniones familiares, llamadas telefó-
nicas periódicas, correos electrónicos o tarjetas de navidad, pero sobre todo
informándose constantemente del devenir de los demás en todas las ocasiones
sociales que lo permiten: se puede activar el vínculo años después del último
encuentro y no parecerá extraño hacerlo, debido a la fuerza de la socialización
inicial. En otras palabras, la eficiencia del intercambio de favores está relacionada
con la antigüedad de las vinculaciones sociales. Posteriormente, los círculos pro-
fesionales pasan a ser una gran fuente de favores para quienes trabajan.38 El
cultivo de la amistad desde la infancia y en las etapas posteriores es estratégico
para tener en la vida adulta una red amplia y diversificada que suministra favores
estratégicos. Estos círculos se mantienen en un plano bastante informal, aparte
de los espacios profesionales y notamos que las vinculaciones no se dan en
general a través de asociaciones: las clases medias urbanas presentan hoy una baja
tasa de asociatividad, en comparación con los estratos populares y el mundo
rural. Sin embargo, cabe destacar el papel que juegan los espacios deportivos y
religiosos, que suelen también superponerse con los círculos familiares o amis-
tosos. Pero esto no es en ningún caso comparable con la asociatividad formal de
la antigua capa media de la primera mitad del siglo XX.39
En lo que se refiere a la eficiencia del intercambio de favores, aún hoy en día,
en los sectores medios, las redes tienden a ser densas y multiplejas.40 En primer
lugar, como las relaciones son activadas regularmente o mantenidas a distancia,
cada uno sabe en cada momento donde trabajan los otros miembros de la red.
Esto se traduce mediante un reflejo que consiste en informarse acerca de donde
trabajan los demás, del nombre de la empresa, en qué puesto, etc. Se entiende la
importancia estratégica de este tipo de información, pues mediante ella se ob-
tendrán informaciones o canales específicos para conseguir recursos. La segre-
gación escolar, universitaria y espacial en Chile tiende además a homogeneizar

37
«Uso el término « ritual » porque se trata de actos cuyo componente simbólico muestra
hasta qué punto la persona que actúa es digna de respeto o hasta qué punto estima que las
otras personas son dignas de este respeto» (Goffman, 1974[1967]).
38
Cabe notar aquí que existe una fuerte diferencia de género en este aspecto, pues la fuerza
de trabajo en Chile sigue siendo mayoritariamente masculina. Cabe además subrayar que las
variables que más influyen en el uso del intercambio de favores son la categoría socio profe-
sional y el nivel educacional, debido a su importancia en la constitución misma del capital
social. Se puede establecer una tipología de la clase media en función de estas variables (véase
Barozet, 2002).
39
En el informe del PNUD del 2000, se establece que del total de actividades asociativas a
nivel nacional, solamente un 3% corresponde a la vida partidista (PNUD, 2000).
40
La densidad de una red corresponde a la proporción de vínculos existentes, en compa-
ración con los vínculos posibles. A cambio, la multiplejidad de refiere a la variedad de víncu-
los que se establecen entre dos personas (un colega puede ser a la vez un amigo, o un familiar,
etcétera).

89
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

los círculos sociales, lo que a su vez conlleva una mayor densidad de la red.
Según los análisis de redes, a mayor densidad y multiplejidad de la red, menos
diversa es la información que circula en ella, lo que podría atentar contra la
capacidad de los miembros de los grupos medios para conseguir bienes y servi-
cios diversificados. Sin embargo, este elemento se complementa en parte por
otra característica central del intercambio de favores y que explica su particular
eficiencia en términos de integración: su carácter transitivo. En las palabras de
una de las entrevistadas, «cuando no tienes un pituto directo, buscas a alguien
que tienen uno».41 La transitividad es sin lugar a dudas uno de los elementos
más llamativos del intercambio de favores, pues permite aumentar o ampliar los
círculos sociales a los cuales se puede tener acceso, a la vez que refleja y extiende
la solidaridad orgánica del grupo medio.
La eficiencia del intercambio de favores sigue particularmente notable hoy
en la obtención de trabajos de parte de los miembros de los sectores medios, por
lo demás uno de los elementos vitales del desempeño social. En este aspecto, el
uso del intercambio de favores es más que central: es obligatorio, pues es nece-
sario que exista un vínculo —aunque mediatizado por una tercera persona—
para que pueda existir una base de confianza entre empleador y empleado.
Cualquiera sea el medio profesional, la regla es la misma: el reclutamiento no
funciona solamente sobre la base de las competencias del postulante. Toma en
cuenta un conjunto de criterios sociales y relacionales que pesan muchas veces
más que la formación de la persona y conforma una cultura laboral que opera
incluso en las grandes empresas o en las filiales extranjeras en Chile.42
Desde el punto de vista teórico, los vínculos por los cuales transitan los
favores son flexibles y basados en una ideología del don y del contra don o
economía simbólica (Mauss, 1960[1924]; Bourdieu, 1980) altamente eficiente,
que determina una deuda simbólica y favorece en el tiempo la permanencia
ritual de los vínculos, al sellar la obligación de reciprocidad. Lo interesante del
intercambio de favores es que no se limita al intercambio puntual de un favor: el
intercambio de favores puede ser descompuesto en una fase de don y una fase
de reciprocidad. Dichas fases repetidas y ritualizadas, construyen en el tiempo
una relación social particular, inscrita en un grupo social determinado, la conso-
lida y liga finalmente un gran número de individuos gracias a su transitividad.
Se trata de un mecanismo que favorece la cohesión social, otorgando a las vin-

41
Entrevista con Jimena, jubilada, 65 años.
42
Incluso en las empresas o agencias públicas en las cuales existe un servicio de recursos
humanos cuya misión consiste supuestamente en reclutar sobre la base de competencias
específicas, mostramos gracias a varias semanas de observación participante en dichos servi-
cios (en una universidad privada de prestigio, una municipalidad y la Presidencia de la Re-
pública), que existen sesgos en la difusión de la información cuando se necesita contratar a
una persona. Por lo tanto, las personas que postulan recibieron la información por medio de
sus conocidos, lo que restringe absolutamente el universo de postulantes, pero mantiene una
apariencia de reclutamiento objetivo, incluso a ojos de los propios reclutadores. Se podría
considerar como una versión aún más cerrada de la descripción realizada por Granovetter en
Estados Unidos (Grcanovetter, 1974).

90
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto

culaciones un contenido a la vez afectivo, simbólico y utilitario, que da cuenta


de la complejidad de toda relación social. Permite además superar una de las
dificultades clásicas que enfrentan las ciencias sociales: el don y el contra don
alían la libertad que tiene el individuo de intercambiar lo que quiere con quien
quiere y la satisfacción de las necesidades de los demás para satisfacer las suyas.
Pero lo notable en el caso del intercambio de favores en Chile, es que se trata
de una práctica que no está completamente objetivada. Si bien se habla del
«pituto», su peso respecto a la trayectoria personal no es dimensionado. La rela-
tiva invisibilidad de este fenómeno se debe en gran parte al hecho que asumirla
significaría reconocer la existencia de prácticas y lógicas poco compatibles con
la imagen de un país económicamente exitoso a nivel internacional y que fun-
ciona en base a un modelo neoliberal. De hecho, el discurso acerca del inter-
cambio de favores se construye poco a poco en las entrevistas que hemos reali-
zado, mientras el entrevistado lo va objetivando,43 pero no existe de buenas a
primeras un discurso sobre este objeto social. En efecto, la práctica se observa en
la vida cotidiana, pero no es el objeto de un discurso socialmente construido.
Este punto es congruente con el análisis de Bourdieu: «El intercambio de dones
es uno de los juegos sociales a los cuales se puede jugar solamente cuando los
jugadores no quieren conocer y sobre todo no quieren reconocer la verdad
objetiva del juego, la que muestra el modelo objetivante y segundo cuando
están dispuestos a contribuir, mediante sus esfuerzos, sus cuidados, sus atencio-
nes, su tiempo a la producción del desconocimiento colectivo» (1980: 179).
En los grupos sociales estudiados en esta investigación y en las entrevistas
realizadas, no se ha encontrado sujeto alguno que no practique el intercambio
de favores. Quienes lo usan poco suelen tener un capital social extremadamente
reducido, lo que conlleva en una rápida degradación del capital económico,
debido a que el acceso a un empleo también depende del intercambio de favo-
res. Por lo demás, quien se niega a devolver un favor sale rápidamente de la lista
de «amigos» de quien solicitó el favor, en especial si se sabe que puede satisfacer
la demanda. La negativa a honrar la reciprocidad lleva inmediatamente a la

43
Es interesante notar que en las entrevistas, la lógica del discurso de los entrevistados de
clase media suele ser la siguiente: 1) una fase bastante larga de descripción de situaciones de
intercambio de favores de parte de otras personas que han conseguido ventajas, en un tono
de crítica; 2) una breve fase de toma de conciencia de que esta práctica está muy presente
también en los círculos sociales cercanos al entrevistado; 3) la tercera fase que lleva a la toma
de conciencia de que el entrevistado también recurre a esta práctica; ahí empieza la narra-
ción en forma más personalizada donde abundan las justificaciones acerca de la «necesidad»
de recurrir al intercambio de favores para solucionar situaciones difíciles de la vida cotidiana
y sobre el deber de solidaridad entre pares; 4) la cuarta y última etapa corresponde a la toma
de conciencia de que el intercambio de favores ha tenido un peso muy importante en el
recorrido laboral de la persona, incluso más que sus «méritos propios», lo que genera dos
tipos de consecuencia: a) la «depresión» cuando se mide las consecuencias de este fenómeno
a nivel macro social o b) la valoración del papel de la solidaridad y de la ayuda en el grupo.
No todos los entrevistados llegan a la cuarta fase (solamente la cuarta parte de la muestra). La
mayoría se queda en la primera o la tercera etapa.

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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

retrogradación a la periferia de la red y a calificar a la persona de malagradecida


y poco solidaria, pero por lo observado, la negación de la reciprocidad es poco
común, pues pone en peligro el edificio personal y grupal sobre el cual descansa
el acceso de los grupos mesocráticos a un gran número y variedad de recursos.
Y en otro plano, negarse a hacer un favor significa reconocer que no se tienen
las vinculaciones adecuadas para este fin, lo que denota una red pobre y poco
eficiente y por lo tanto, poco prestigio. En efecto, en la escala del prestigio social,
el intercambio de favores tiene un lugar específico y ayuda a entender porque
los chilenos y chilenas de clase media son propensos a ayudar a sus semejantes:
mientras más importante o difíciles de conseguir, más valorados los favores y
más fuerte la obligación de reciprocidad. Esto permite comprender por qué un
mayor capital social no solamente implica un mayor prestigio social, sino que a
cambio, un mayor acceso a la devolución de favores. Es común de hecho en las
conversaciones cotidianas de los integrantes de las clases medias mencionar en
forma regular a las personas conocidas, en especial cuando ocupan una posición
ventajosa en la estructura social o en el grupo de conocidos. Este rasgo está muy
marcado en las conversaciones en las cuales dos personas recién se están cono-
ciendo y busca, en la presentación de sí mismo, dar al otro una imagen de su
ubicación en la red gracias a su capital social.
El intercambio de favores es una práctica históricamente arraigada en Chile:
incluso funciona como una institución y remite a la estructuración de la con-
fianza en el país. Es por esta razón que no se puede abordar el intercambio de
favores solamente desde la perspectiva económica o de la menor competencia
que tiene la economía chilena por usarlo como forma de reclutamiento,44 pues
si bien afecta la productividad general del país, ofrece a la vez una muy eficiente
red de integración y de protección a la cual es muy difícil querer renunciar en
pos de la mayor competitivad del país: la lógica de la ayuda prevalece sobre la
lógica económica,45 aunque los chilenos y chilenas también se quejen con fre-
cuencia del mal funcionamiento de las administraciones privadas y públicas,
debido a que están pobladas en gran parte de personas con un bajo nivel de
exigencias y que suministran sus servicios sobre la base de la presión que ejercen
personas determinadas, en detrimento de la justicia social y de la justicia a
secas.46 La elección racional no parece entonces ser aquí la mejor manera de
entender el intercambio de favores, pues se trata de un fenómeno anclado pro-
fundamente en las conciencias y en las prácticas, a tal nivel que el hecho de no
tener un contacto en un lugar determinado desmotiva inmediatamente a la
persona que quiere conseguir algo de ahí, como si fuera más fuerte la sensación
de que sin intercambio de favores, todos los esfuerzos son inútiles.

44
«Aplanar la cancha con más competencia», como se sugiere en Navia y Engel, 2006.
45
Existe sin embargo una limitación: si se ayuda a colocar a una persona en un empleo, esta
persona debe responder a las expectativas de quien la emplea y de quien la recomendó: cabe
estar a la altura del favor hecho.
46
Como lo demostraron Núñez y Gutiérrez (2004) respecto de la relación entre origen de
clase y valor del diploma para encontrara trabajo en Chile.

92
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto

Conclusión
Históricamente, el Estado chileno ha funcionado sobre la base de favores y no
de derechos. Aunque hoy en día esta afirmación ya no es solamente válida para
la función pública, sino que también en el sector privado, en esta articulación se
forja parte de los vínculos y de la cultura relacional de las clases medias. En este
universo, el capital social es un recurso altamente estratégico para este grupo
social. De hecho, varias publicaciones en los últimos años han enfatizado el
mayor individualismo en Chile, según una tendencia general de los estudios
sociológicos: hablan de una «erosión del vínculo social» en este país y en otros.
No obstante, vemos aquí que el intercambio de favores es una práctica inclu-
yente y estructurante, pues ayuda a la permanencia en el tiempo de vínculos
sociales y a la búsqueda —aunque no sea consciente— de nuevas vinculaciones.
Parte de la riqueza de la práctica aquí estudiada radica en que existe entre la
esfera pública y el espacio del mercado un amplio ámbito de regulación social
que no tiene que ver ni con la acción pública ni con la acción económica.
Existen transacciones, como el intercambio de favores, que se construyen en
relación con la estructura estatal o privada, se alimentan de ella y construyen
una red muy eficiente de ayuda informal. Se trata de una práctica sistemática,
que descansa en redes horizontales más bien amistosas y en vínculos de confian-
za. Permite obtener un gran número de bienes y servicios no disponibles por las
vías más formales o más instituciones y en el caso de Chile, se trata casi de la
única forma de obtener un trabajo. Finalmente, es valorada por los chilenos y
chilenas, en la medida que ofrece una protección y una seguridad que depen-
den más del capital social que del capital económico, elemento particularmente
valorado hoy en Chile por quienes no logran escapar definitivamente de cierta
vulnerabilidad social.

Anexo 1.Empleo en el sector centralizado, por funciones (en miles de personas)


Servicios administrativos Servicios Entidades Empresas
Generales Económ. Sociales Total sociales de fomento estatales Total
1940 24,2 3,5 0,8 28,5 15,4 0,1 3,7 47,7
1946 26,9 6,9 1,0 34,8 24,5 0.6 4,3 64,2
1952 29,2 9,3 1,0 39,5 30,5 0,5 6,1 76,7
1958 30,2 9,5 0,8 40,6 37,7 2,5 6,6 87,4
1964 35,4 13,1 1,2 49,7 48,0 3,1 9,8 110,7
1970 37,4 14,3 2,9 54,6 74,1 7,1 11,7 147,5
Tasas de crecimiento anual
1940-1946 1,8 12,0 3,8 3,4 8,0 34,8 2,5 5,1
1946-1952 1,4 5,1 0,0 2,1 3,7 - 6,0 3,0
1952-1958 0,6 0,3 - 0,4 3,6 30,8 1,3 2,2
1958-1964 2,7 5,5 7,0 3,4 4,1 3,6 6,8 4,0
1964-1970 0,9 1,5 15,8 1,6 7,5 14,8 3,0 4,9
1940-1970 1,5 4,8 4,4 2,2 5,4 15,3 3,9 3,8
Fuente: Muñoz, Gatica y Romaguera (1980: 15).
93
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Anexo 2. Gasto público del sector social, 1935-1983


Año Gasto público social Composición de los gastos públicos (% del gasto social)
Salud,
Billones de Vivienda y
% del PNB seguridad Previsión Educación
pesos de 1981 urbanismo
social y trabajo
1925* 3,1 2,1
1935* 12,3 5,2
1945* 23,3 8,0
1955 55,1 14,9 17,9 41,4 20,4 20,3
1961 85,4 17,0 18,9 51,4 11,5 18,1
1963 90,4 16,3 20,1 46,6 15,1 18,2
1965 124,2 20,0 18,0 45,5 17,9 18,6
1967 159,5 20,1 15,7 46,0 17.8 20,6
1969 180,8 18,7 16,2 43,6 17,8 22,4
1
1970 206,9 19,9 16,4 45,2 16,0 22,4
1971 274,4 25,2 15,8 45,9 16,3 21,9
1972 226,2 25,8 16,8 44,4 15,9 23,0
1974 182,6 17,6 16,2 36,6 21,5 25,7
1975 153,2 18,3 18,0 41,9 15,7 24,4
1977 165,8 17,4 20,3 40,4 13,4 25,9
1979 191,7 15,4 19,4 44,2 9,9 26.6
1981 202,1 14,3 21,8 43,4 9,4 25,3
1983** 206,1 17,1 24,6 47,1 5,3 23,0
1
Según el autor, esta cifra es la más elevada de América Latina para ese año y es comparable al promedio de los
países de la OCDE (26,9% del PNB en Alemania, 25,7% para Francia, 19% para Finlandia, 10,3% para Estados
Unidos, 13,2% para Japón).
* Cifras levemente sobrevaluadas (no incluyen las leyes especiales ni los otros ingresos de las instituciones centrales).
** Provisorio [en el momento de la redacción].
Fuente: Arellano (1984: 33).

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LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990
REVISTA DE SOCIOLOGÍA 20 (2006) • issn 0716-632x • 97-130
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile

Estratos y clases sociales en Chile


1973-1990

LILIANA MANZANO CHÁVEZ


Centro de Estudios de Seguridad Ciudadana (INAP), Universidad de Chile

::: RESUMEN
El objetivo general de este estudio es describir las repercusiones de las
transformaciones estructurales de la dictadura militar en las bases de la
desigualdad e integración de la sociedad, es decir, en los patrones de la
estratificación social y de la estructura de clases; y, a partir de ello, analizar
los posibles cambios sufridos en los actores de clase que habían ganado
posiciones durante la Unidad Popular y previo a ella. De este análisis se
concluye que, al modificarse las fuentes de las contradicciones de clases
(antes centradas en el acceso a educación y en la posición de la ocupación,
hoy vinculadas a la estabilidad del empleo, ingresos y acceso al consumo),
haciéndose éstas más difusas, se dificulta la generalización de intereses y la
conformación de identidad de clase, sobretodo en las clases dominadas, lo
que a su vez limita las posibilidades de emergencia de movimientos socia-
les que, bajo un proyecto de cambio social, sean capaces de influir sobre el
curso de la sociedad.
PA L A B R A S C L AV E : clases sociales, estratificación social, desigualdad.

: : : A B S T R AC T
The general purpose of this paper is to describe the impacts of structural
transformations made by the military dictatorship on the bases of social
inequality and integration, that is, on the patterns of social stratification
and class structure, and to analyze possible changes in the class actors that
had improved their situations at the time of, and before the Unidad Popu-
lar regime.The conclusions drawn from the analysis show that changes in
the origins of class contradictions (these were previously associated with
access to education and occupational positioning, while at present they
are linked to employment stability, income and access to consumption)
lead to more diffuse class situations.The generalization of interests and the
construction of class identity are now more difficult, particularly for the
subordinate classes, which in turn constrain the chances for the emergence
of social movements inspired by a social change project and thus capable
to affect the path of society.
K E Y WO R D S : social classes, social stratification, inequality.

97
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Intr oducción 1
Introducción
Entre la década del cuarenta y la del sesenta, la estructura social de clases y de
estratificación se encontraba enmarcada dentro del modelo de desarrollo «hacia
dentro», donde la principal fuerza dinamizadora de la economía era la industria,
fundada sobre capitales nacionales gracias a la significativa presencia del fomen-
to estatal. A pesar de ello, en este período se mantuvo la dependencia del exte-
rior respecto del ingreso de las exportaciones del cobre, para solventar el gasto
fiscal, y del acceso a tecnologías modernas que no se producían en Chile. Esta
dependencia constituyó un límite importante al desarrollo e impidió que se
rompieran los núcleos internos del poder especulador, ello sumado a la restric-
ción de la demanda interna originada por una estructura social desigual pero,
sobretodo, por el estancamiento del agro chileno. Con todo la burguesía indus-
trial tuvo en sus manos la posibilidad de diversificar la producción para mante-
ner el curso desarrollista, pero no lo hizo ya que prefirió restringir la inversión
y cargar un mayor peso en el Estado, lo que obligó a éste a requerir de más
inversión y créditos externos. Como consecuencia de esto, hacia finales de los
sesenta el proceso industrializador hizo crisis y, aunque a comienzos de los
setenta hubo una pequeña recuperación, la inflación ya era insostenible y las
fuerzas sociales presionaban por una rápida solución a su desmejorada situación.
Como contrapunto político del modelo económico industrializador, nos
encontramos con el llamado «Estado de Compromiso» en el cual las alianzas
pluriclasistas gobernaron representando los intereses de la burguesía, la clase
media y algunos sectores obreros organizados. Aunque en lo electoral la partici-
pación estuviera limitada a ciertos grupos, la organización política y sindical
posibilitó el acercamiento hacia los grupos menos representados. Pese a todo, la
estructura concentrada del ingreso y las bases del poder económico se mantu-
vieron sin grandes posibilidades de movilización entre clases, salvo los que a
través de la influencia política y la presión organizativa lograron mejorar su
posición. Esto determinó que entrados los años sesenta aún hubiera sectores
sociales totalmente marginados de los procesos de desarrollo: campesinos, obre-
ros de áreas tradicionales, empleados de servicios menores, trabajadores infor-
males y desempleados, contaban con escasas posibilidades de movilización para
pelear por mejores condiciones laborales y de vida.
En este marco social se desarrolló la elección presidencial del año 1964, en la
cual las líneas políticas se dividieron en tres tercios representando a las distintas
clases sociales, y donde las dos principales candidaturas elaboraron programas
reformistas en los que se apostaba al mejoramiento de la distribución de ingre-
sos y de beneficios sociales. Así, con distintos matices, el gobierno DC y luego el
de la Unidad Popular (UP), abordaron el proceso de transformación del agro e
intentaron profundizar el desarrollo industrial, sin embargo, los problemas seña-
lados, impidieron que estas transformaciones lograsen dinamizar la economía.
1
Este artículo es un extracto del libro Clases y estratos sociales en Chile.Análisis de sus trans-
formaciones durante la dictadura militar (2005), en el cual se presentan los resultados de la tesis
para optar al grado de sociología de la Universidad de Chile de 2004, de la misma autora.

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LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990

Pese al estancamiento económico, los procesos sociales en curso no se revir-


tieron, aumentando en el período de la UP la participación política y la capaci-
dad movilizadora de los distintos sectores sociales. Esto generó una situación de
efervescencia social tal que el gobierno debió responder a las demandas de los
grupos populares a costa del endeudamiento público y de la agudización de la
crisis económica. Con el agravamiento de los conflictos de clases, y las dificulta-
des para formar alianzas hegemónicas que dieran una salida democrática a la
crisis, se produjo un marco propicio para que las Fuerzas Armadas dieran el
golpe de estado, no existiendo ninguna fuerza opositora suficientemente fuerte
como para impedirlo.
¿Qué ocurre luego del golpe con los actores de clase que habían ganado
posiciones dentro de la estructura económica, y con los sectores más
desfavorecidos que comenzaban a organizar sus demandas? Tras las primeras
medidas de la dictadura, que buscan desmovilizar a los actores de clase, comien-
zan a realizarse también transformaciones económicas y sociales que buscan
definir un nuevo proyecto de sociedad, ¿Cómo repercutirán estos cambios en la
estratificación social?, ¿Nos llevan hacia una nueva estratificación social, y con
ella a una nueva estructura de clases? ¿O sólo implican la profundización de las
tendencias que empezaban a expresarse con el estancamiento de la economía?
En el nuevo marco estructural, hacia finales de los ochenta, ¿Es posible hallar
actores de clase con posibilidades de expresar y movilizar sus intereses? Estas son
algunas de las interrogantes a las que se busca responder en este artículo, con el
que se busca revitalizar la tan rehuída discusión sociológica en torno a las clases
sociales, y se espera aportar con elementos teóricos, metodológicos y analíticos
que den nuevas luces a la comprensión de la estructura de clases y de estratifica-
ción social en Chile, durante y después de la dictadura militar.

Teorías sobr
sobree clases sociales
1. LAS CLASES SOCIALES EN LA SOCIOLOGÍA CLÁSIC
CLÁSICAA

De acuerdo a la definición marxista las «clases sociales son grupos de agentes


sociales definidos principalmente, aunque no exclusivamente, por su lugar en el
proceso de producción» (Poulantzas, 1973: 96). El decir ‘no exclusivamente’
implica reconocer la influencia de factores políticos e ideológicos, que permi-
ten ubicar a las clases en el conjunto de las prácticas sociales. Por otra parte, el
proceso de producción se constituye en una doble relación de los hombres con
la naturaleza, y de los hombres entre sí, en palabras de Marx «En la producción
los hombres no actúan solamente sobre la naturaleza sino que actúan también
los unos sobre los otros... para producir los hombres contraen determinados
vínculos y relaciones sociales y solo a través de ellas, es como se relacionan con
la naturaleza y efectúan la producción» (Marx, 1971: 24).
Las relaciones sociales que definen a las clases son las relaciones de producción.
La primera de ellas es la de propiedad económica de los medios de producción
que permite la explotación de los productores directos quitándoles el plustrabajo.
La segunda relación es la de los productores directos con sus medios de trabajo,

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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

la que se conoce como apropiación real. Ésta se caracteriza por la separación de


los productores de sus medios de trabajo y, por ende, por la necesidad de éstos
de vender en el mercado el único medio que les pertenece, su fuerza de trabajo,
igualándola con el resto de las mercancías para obtener a cambio sus medios de
vida, es decir un salario.
El valor extra que el obrero incorpora a la mercancía, a través del proceso de
producción, es lo que Marx denomina plusvalía, y es el valor que finalmente es
obtenido por el propietario en forma de ganancia, dando lugar a la forma espe-
cífica de explotación capitalista en la que se enajena al obrero del producto de
su trabajo. Es en esta relación de explotación en la que se constituye la clase
obrera y a su vez se acrecienta el capital, produciéndose una relación de mutua
dependencia, la llamada relación dialéctica de clases: El capital, y con él la clase
burguesa, sólo puede aumentar engendrando trabajo asalariado y, a la vez que
aumenta el capital, aumenta también el proletariado, es decir, la clase obrera.
Las clases sociales fundamentales son, entonces, la burguesía y el proletariado,
«Por burguesía se comprende a la clase de los capitalistas modernos, propietarios
de los medios de producción, que emplean el trabajo asalariado. Por proletarios
se comprende a la clase de los trabajadores asalariados modernos que privados
de medios de producción propios, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo
para poder existir» (Engels, 1986: 19).
Ahora bien, ¿Cómo deben definirse las clases y fracciones que no responden
a la oposición de propietarios y no propietarios de los medios de producción?
Para Max Weber se habla de clases cuando un grupo humano tiene igual «situa-
ción de clase» la que se define por un conjunto de probabilidades típicas: i) de
provisión de bienes, ii) de posición externa, iii) de destino personal, que derivan
dentro de un determinado orden económico, de la magnitud y naturaleza del
poder de disposición (o de la carencia de él) sobre bienes y servicios, y de las
maneras de su aplicabilidad para la obtención de rentas o ingresos (Weber, 1969:
242-3).
Esto significa que la forma en que se encuentra distribuido el poder de
posesión de bienes determina situaciones de clase excluyentes. Los poseedores
de los bienes más apreciados, a través de su privilegio positivo en la competen-
cia del mercado, pueden monopolizar la adquisición de estos bienes y a su vez
regular las probabilidades de ganancia. En cambio los que no poseen ningún
bien, solo pueden ofrecer los productos de su trabajo cediéndolos a cualquier
precio a cambio de un sustento. Los poseedores monopolizan las funciones del
empresariado y las probabilidades de participación en los rendimientos del capi-
tal. Por ende, las categorías de «posesión» y «no posesión» son fundamentales
para la definición de las situaciones de clase, y dentro de éstas, pueden diferen-
ciarse grupos específicos según la especie de bienes que posean y la forma en
que pueden aprovecharlos. Aún así todos pueden reconocerse como clases en
tanto ocupan una posición en el mercado (Weber, 1969: 283-4). Las clases se-
gún Weber son:
Clase propietaria. Domina una situación de clase de diferencias de propiedad
y, por ende, es positivamente privilegiada por el monopolio que tiene sobre la

100
LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990

compra de objetos de consumo de precios elevados; las políticas planeadas de


ventas; la probabilidad de formación de capital por medio de excedentes no
consumidos y por medio del ahorro (inversión); los privilegios estamentales de
educación en la medida que estos son costosos. Las clases propietarias positiva-
mente privilegiadas son rentistas de esclavos, minas, tierras, acreedores, rentistas
de dinero, etc. Mientras que las negativamente privilegiadas son objeto de pro-
piedad (serviles), déclassés, deudores, «pobres». Entre ambas están las «clases
medias», sujetos equipados con propiedades o con cualidades educativas, de las
que pueden sacar sus ingresos.
Clase lucrativa. Domina una situación de clase de diferencia de probabilidades
de valorización de bienes y servicios en el mercado, teniendo el monopolio de
la dirección de la producción de bienes de fines lucrativos de sus propios miem-
bros; el aseguramiento de las oportunidades lucrativas, influyendo en la política
económica de las asociaciones políticas y de otros tipos. Las clases lucrativas
positivamente privilegiadas son empresarios, comerciantes, industriales, empre-
sarios agrarios, banqueros, trabajadores con cualidades monopólicas y ciertos
«profesionales liberales» (abogados, médicos, artistas). En cambio las negativa-
mente privilegiadas están formadas por trabajadores de todo tipo y con distintas
calificaciones. En la clase media se encuentran campesinos y artesanos indepen-
dientes, frecuentemente funcionarios (públicos y privados), profesionales libres
y trabajadores con cualidades monopólicas.
Clase social. Se llama a la totalidad de aquellas situaciones de clase entre las
cuales se da un intercambio personal, y en la sucesión de las generaciones, que
es fácil y suele ocurrir de un modo típico. Las situaciones de clase que se dan
dentro de la estructura de organización económica moderna son: El proletaria-
do, tanto más automático sea el proceso de trabajo; la pequeña burguesía, la
intelligentsia sin propiedad y los expertos profesionales (técnicos y empleados
comerciales o de otro tipo, burócratas); los propietarios y privilegiados de edu-
cación (Weber, 1969: 242-5).
A partir de la definición weberiana de clases vemos que caben perfectamen-
te toda una gama de grupos sociales estratificados según el poder de disposición
sobre bienes y servicios, sean de lucro o de propiedad, estos determinan «situa-
ciones de clase» que al ser transmisibles generacionalmente conforman clases so-
ciales. Esta concepción puede ser muy útil y operativa para el desarrollo de
estudios de estratificación, pero lamentablemente no aporta con elementos ana-
líticos que permitan entender las relaciones de clases, ni las acciones que pueden
emerger de ellas. Por ello, al comprender las clases como parte de una gradiente
de mayor a menor posesión de bienes, en el fondo se coloca el acento en la
diferenciación de ingresos, y no se da cuenta de contradicciones, relaciones y
comportamientos de clases, que indudablemente influyen en el cambio social.
Sin embargo, a la luz de la teoría weberiana esto no implica una deficiencia
conceptual, puesto que ésta no considera a las clases como agentes sociales de
cambio o conservación, sino más bien como cualquier otra clasificación econó-
mica-social (Weber, 1969: 685).
En síntesis, los agentes sociales se definen por su lugar en toda la amplitud de

101
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

la división del trabajo, que está determinada por el modo de producción capita-
lista dominante, pero también, por elementos propios de la incorporación de
este modelo en cada región. En el caso de América Latina, no es posible restrin-
girlo al ámbito de la producción industrial y centrar el establecimiento de la
desigualdad en la creación y extracción de plusvalía, puesto que esta definición
dependerá en gran medida del modo particular en que se incorporó y desarro-
llo el capitalismo en la región.

¿ANÁLISIS DE CLASES O ESTRATIFIC


ESTRATIFIC
TIFICAACIÓN SOCIAL?

Como se señaló, el concepto marxista de clase destaca la posibilidad de que las


clases se constituyan en agentes sociales, y como tales tengan conciencia de su
lugar en la historia y de su capacidad de influir sobre los cambios sociales; sin
embargo, esta definición deja vacíos que han podido resolverse con la teoría
weberiana. Aún así persiste la dificultad de la contrastación empírica del fenó-
meno en Chile, es decir, como operacionalizar el concepto de clases sin perder
su riqueza analítica. La respuesta más sencilla se encuentra en la utilización del
análisis de estratificación social, desde la perspectiva weberiana. Pero, ¿qué se
entiende por estratificación social?, ¿En que se diferencia este tipo de análisis
con el de clases?, y, si este concepto facilita el la operacionalización ¿Por qué no
reemplazar por éste el concepto de clases?
De acuerdo a la definición de Filgueira y Geneletti, Estratificación Social
refiere a la clasificación de individuos en grupos de status diferentes definidos
según ciertas propiedades, tales como ingreso, educación u otras. Es la forma en
que los individuos tienen acceso a los bienes sociales disponibles y a las posibi-
lidades de compartirlos y controlarlos (Filgueira y Geneletti, 1981). Pese a la
cercanía de la definición de estos autores con la de Weber, estos se diferencian
de aquel en tanto comprenden que las diferencias objetivas entre grupos socia-
les sí son causas suficientes para la acción social de las mismas, en palabras de
ellos: «Los patrones de estratificación social constituyen, en efecto, las causas y
consecuencias mayores del conflicto entre individuos y grupos existentes en la
sociedad. Por lo tanto la apropiación de los bienes sociales es el fin principal de
la actividad política y la manera de conducir la lucha determina el grado de
orden y consenso de un sistema político... la creencia en la justicia de la distri-
bución vigente y en la posibilidad de ascenso social son poderosos factores para
el mantenimiento del orden establecido» (Filgueira y Geneletti, 1981: 3).
Para que las diferencias en las condiciones objetivas de vida originen conflic-
tos entre individuos, debe existir la formación de identidad de clases, en torno a
ciertos intereses y demandas, puesto que sólo a partir de esta identidad se pue-
den dar acciones colectivas, acciones que al influir en el cambio o conservación
de la sociedad concedan a los sujetos el carácter de actores sociales. Por cierto, la
formación de esta identidad está determinada por la contradicción básica del
capitalismo moderno: La dominación de unos pocos y el sometimiento de la
mayoría, y por el reconocimiento de dicha contradicción en toda relación social.
Por ello, aunque hoy en día comúnmente se confundan o asimilen los estu-
dios de estratificación con los de clase, es necesario hacer la distinción entre

102
LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990

ambos niveles analíticos. El primero capta la desigualdad a través de sus manifes-


taciones empíricas, en términos de atributos posibles de ordenar en variables
continuas, como son el nivel de ingresos, educación, cultura u otro recurso
cualquiera. En cambio el segundo, analiza la desigualdad a través de variables
discontinuas, o sea, atributos que se pueden poseer o no pero que difícilmente
son escalables de mayor a menor, tales como poder, oportunidades y estatus
(véase León y Martínez, 1987: 11-16).
Así, pese a las críticas y dudas que surgen de las teorías marxista y weberiana,
nos parece importante rescatar ambas perspectivas. Respecto de la primera, no
podemos negar la existencia de contradicciones de clases que influyen en la
conformación de ellas; ni tampoco podemos negar la existencia de condiciones
objetivas que originan las clases y que producen intereses sociales diversos, los
que a su vez motivan acciones colectivas que influyen en los cambios sociales.
Siguiendo a Weber, tampoco podemos asignarle un carácter especifico a la ac-
ción de una u otra clase, puesto que todas se enmarcan en condiciones objetivas
generadas en ciertas circunstancias históricas, aunque en general el modelo eco-
nómico sea el mismo; ni menos podemos atribuirles un carácter inmutable,
puesto que como cualquier otra acción del ser humano —más aún si se trata de
una acción colectiva— se conforma a partir de elementos culturales, sociales y
políticos que van más allá de la pura determinación estructural de las clases
sociales.

Metodolo gía del Estudio


Metodología
V ARIABLES DISCRIMINAT ORIAS
DISCRIMINAT

Ocupación. Esta variable permite distinguir, por un lado, la participación de los


sujetos dentro de los procesos económicos o productivos de un país, pudiendo
clasificarse como: ocupados, cesantes, buscando trabajo por primera vez e inac-
tivos.Y, por otro lado, permite clasificar a los dos primeros grupos de acuerdo a
la posición en que se ubican dentro de la división social del trabajo, es decir,
como estratos sociocupacionales. Esta clase de información puede encontrarse
en fuentes de diverso tipo, tales como los censos de población o las encuestas de
empleo.
Ingresos. Los ingresos por hogares y per cápita, son las variables cuantitativas
más utilizadas para la definición de estratos socioeconómicos ya que reflejan
diferencias de status entre las distintas posiciones de la división social del trabajo,
incluso las de los sujetos no inmersos en la Fuerza de Trabajo (inactivos y meno-
res de edad). Y a la vez refuerzan dichas posiciones al posibilitar o limitar el
acceso a bienes de consumo y servicios básicos que definen las condiciones de
vida de las personas y las posibilidades de movilidad social. Estos ingresos pue-
den ser de distintos tipos dependiendo de la fuente de que provengan: salarios y
sueldos son las formas más comunes de remuneraciones, y junto a las ganancias
por bienes y servicios constituyen los ingresos del trabajo; pero también están
las jubilaciones y los ingresos que provienen de alquiler, ingresos de capital,
subsidios y otras fuentes no derivadas del mercado laboral. Aunque está demos-

103
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

trado que a excepción de las jubilaciones los otros tipos de ingresos no son
relevantes.2 Esta información sólo se encuentra en las encuestas de empleo e
ingresos y en las de Caracterización Socioeconómica (CASEN), que en Chile se
realizan desde el año 1987.

Tabla 1. Tamaño de la muestra y casos válidos de Encuesta Universidad de Chile


Años seleccionados para el análisis 1960 1970 1973 1980 1982 1990 2000
Frecuencias
Casos válidos
3.668 5.137 5.281 4.589 4.709 4.685 5.039
(Total Fuerza de Trabajo)
Casos fuera de clasificación (Inactivos) 3.212 4.751 5.567 4.713 4.641 4.199 3.797
Casos sin respuestas (missings) 3.317 4.648 4.129 3.397 3.451 2.832 2.702
Total Muestra 10.197 14.536 14.977 12.699 12.801 11.716 11.538
Porcentajes
Casos válidos
36,0 35,3 35,3 36,1 36,8 40,0 43,7
(Total Fuerza de Trabajo)
Casos fuera de clasificación (Inactivos) 31,5 32,7 37,2 37,1 36,3 35,8 32,9
Casos sin respuestas (missings) 32,5 32,0 27,6 26,8 26,9 24,2 23,4
Total Muestra 100 100 100 100 100 100 100
Casos válidos en ítem de ingresos 3232 4671 4845 3952 3620 4322 4484
% válido del total de la muestra 31,7 32,1 32,3 31,1 28,3 36,9 38,9
Fuente: Elaboración propia basada en la Encuesta de Ocupación y Desocupación, Universidad de Chile.

A NÁLISIS DE ESTRUCTURA Y PR
ESTRUCTURA OCESOS: ESTRA
PROCESOS TIFIC
ESTRATIFIC
TIFICAACIÓN
OCUPACIONAL Y DE INGRESOS
OCUPA

Para definir la estructura social o de clases chilena, que resultó de los diversos
procesos de transformación económica, social y política emprendidos durante
el régimen militar, se realizó un análisis estructural que consideró el peso (por-
centaje) de los estratos ocupacionales más importantes dentro del total de la
Fuerza de Trabajo. Para profundizar el análisis, se establecieron paralelamente
dos matrices: una constituida por el total de la ocupación y otra formada por el
total de la cesantía; en las cuales estos grupos tuvieron una participación dife-
renciada y en las que se expresó, a su vez, el peso de los subgrupos que los
conforman. Estos subgrupos se definieron de acuerdo a su función u oficio
dentro de la división social del trabajo; su participación en las diversas áreas
económicas y en las instituciones del ámbito privado, público o fiscal.
Sobre la base de estas dos matrices es posible efectuar un análisis estructural
empírico, por ende si consideramos el primer y el último año de la dictadura

2
Según cifras de la encuesta CASEN para el año 1990, los ingresos del trabajo corresponden
a más del 75% de los ingresos totales del hogar, y en 1996 representan un 82% (véase Ruiz-
Tagle, 1999).

104
LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990

podríamos contar con dos estructuras comparables que dieran cuenta de los
cambios en la estratificación social. No obstante, dado que el interés es tratar de
comprender las transformaciones de las clases sociales más allá de los estratos
que las conforman, resulta imprescindible complementar el análisis estructural y
estático con un análisis de proceso, dinámico.
Como segundo elemento de análisis, sobre la misma matriz estructural, se
estimó la participación de cada estrato y subgrupo ocupacional en la distribu-
ción de los ingresos laborales de acuerdo a la segmentación por quintiles. Este
análisis nos permitió, por un lado, apreciar los cambios de cada grupo en la
distribución de los ingresos y, además, conocer la estratificación de los diferentes
grupos de acuerdo a su mayor o menor peso en cada quintil.
Por otro lado, mediante la información existente en términos de ingresos fue
posible analizar el aumento absoluto del nivel de ingreso de cada grupo, y evi-
denciar en que años o períodos la retribución en ingresos y, por ende, la capaci-
dad de consumo de cada grupo fue mejor o peor. Sin embargo, para que este
análisis fuese metodológicamente correcto era necesario transformar los ingre-
sos de los distintos años a una moneda única y deflactar las cifras de acuerdo a
los índices inflacionarios de cada año. Dado la complejidad que este procedi-
miento implicaba, pero sobretodo, porque este cálculo no era de vital importan-
cia se optó por no hacerlo. En cambio, si era importante comparar la diferencia
existente entre los ingresos de los distintos estratos y demostrar como esta dife-
rencia expresa una mejor o peor distribución de los ingresos. Estimación que
pudo hacerse estableciendo el promedio de ingreso de cada año como un indi-
cador cuyo valor se igualó a 100, y respecto del cual el promedio de cada grupo
asumió una distancia o proporcionalidad.
A partir de ambos análisis pudimos establecer la estratificación de los grupos
ocupacionales en términos de ingresos, pero además se pudo avanzar en el aná-
lisis de la desigualdad como elemento caracterizador de cada modelo económi-
co y de las relaciones entre los grupos sociales, y se pudo concluir como sobre
esta base objetiva los estratos van distanciando o asimilando sus intereses a los de
los demás grupos, configurando mediante esta diferencia u oposición su identi-
dad de clase.

Transfor mación de las clases sociales a par


ransformación tir de 1973
partir
A partir del quiebre institucional de 1973, y como resultado de las diversas
transformaciones políticas e institucionales emprendidas por el régimen militar,
comenzó un proceso de cambios en los patrones de estratificación social, tanto
en la división social del trabajo o estructura ocupacional como en los que emergen
de la distribución de ingresos y de otros bienes y servicios públicos, es decir, los
patrones que determinan el status de vida de las personas. Como consecuencia
de estos cambios se evidenció en este período un proceso de modificación de la
estructura social o de clases sociales chilena.

105
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

E MPLEADORES O EMPRESARIOS
La clase dominante, dentro de la estructura ocupacional, está formada principal-
mente por empleadores, es decir, empresarios de diversas áreas económicas que
contratan mano de obra remunerada, además de rentistas y profesionales de alto
nivel. Entre los años 1960 y 1973 los empresarios se mantuvieron con un peso
más o menos constante, con solo una leve baja en el año 1970 que se manifestó
con más fuerza en el sector comercial y en servicios.
A lo largo del período del régimen militar, este grupo social aumentó signi-
ficativamente (de 2,5% en 1973 a 3,8% en 1990), teniendo solo un descenso en
el año 82 producto de la crisis que llevó a la quiebra a numerosas empresas de
diversas áreas económicas. Aún pese a esta baja (a 1,9%), el nivel de cesantía de
este grupo sólo subió a 0,3% y volvió a 0 en los años siguientes, expresando una
estabilidad laboral que ningún otro grupo social posee. A partir de esta cifra, los
defensores del régimen podrían ver ratificada su percepción del «milagro eco-
nómico» conseguido por el gobierno militar a través de las reformas realizadas
en las políticas económicas. Sin embargo, los antecedentes económicos demues-
tran lo contrario.
Primero, el aumento de los empresarios entre 1973 y 1980 se dio sólo en las
áreas de servicios y comercio, mientras en el sector productivo se presentó un
leve descenso, luego en el año 82 los empresarios de todos los sectores descen-
dieron y sólo hacia fines de los 80 se observó una recuperación significativa de
los empleadores en las áreas productivas y comerciales. Como consecuencia de
ello, los índices económicos evidenciaron que el crecimiento del PIB acumula-
do durante el régimen militar fue bastante reducido y muy fluctuante, y que la
actividad industrial no volvió a recuperar la participación en el PIB alcanzada
hasta 1973.
Segundo, diversos estudios (véase Baño y Faletto, 1992; Stallings, 2001) reve-
lan que, lejos de aumentar los niveles de competencia en la economía, a medida
que aumenta el ingreso de capitales externos y de transnacionales crece la con-
centración de los grupos económicos que representan a los grandes monopo-
lios, especialmente los servicios financieros y de exportación. Esto se dio con
fuerza en Chile, por medio de las políticas de privatización emprendidas por el
gobierno militar y, junto a ellas, la transferencia directa o indirecta de recursos
fiscales hacia sectores privados, en los servicios de salud y previsionales. «A fines
de 1978 cinco grupos económicos tenían el control de los activos de 250 em-
presas más grandes del país; y ellos más otros cuatro, controlaban el 82% del
crédito bancario total y el 64% de los préstamos otorgados por las entidades
financieras no bancarias».3
Este aumento de la concentración económica, en algunos sectores, se produ-
jo como resultado del cambio en el modelo económico, y motivó el traslado de
empresarios de un área económica a otra. Por eso, luego de producirse numero-

3
Cita a los resultados de los estudios de Dahse (1979) y Foxley (1982), por Martínez y
Tironi (1985: 135).

106
LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990

Tabla 2. Estructura ocupacional. Datos Encuesta de Ocupación y Desocupación


del Gran Santiago (porcentajes)
Posición Ocupacional, por oficio, Ocupación Cesantía
área económica y tipo de
institución en que trabaja (1) 1960 1970 1973 1980 1982 1990 2000 1960 1970 1973 1980 1982 1990 2000

I. Empleador (Total) (2) 2,5 2,1 2,5 3,2 1,9 3,8 3,1 0,0 0,3 0,0 0,0 0,3 0,3 0,3
I.1 Empleador (por tipo de oficio)
Directores, gerentes y
0,7 0,8 0,8 0,8 0,4 1,4 1,0 0,3
funcionarios superiores
Profesionales y técnicos 0,4 0,2 0,1 0,4 0,3 0,5 0,4
Comerciantes y vendedores 0,8 0,5 0,4 1,0 0,5 0,8 0,5 0,2
Otros empleadores
0,6 0,6 1,2 1,0 0,7 1,1 1,2 0,3 0,3 0,2
(administrativos y otros)
I.1 Empleador (por actividad económica)
Sector productivo y transporte 1,3 1,3 1,5 1,4 1,0 2,1 1,5 0,3 0,3 0,3 0,3
Comercio 0,8 0,5 0,6 1,0 0,5 1,3 0,9
Servicios 0,4 0,3 0,4 0,8 0,4 0,4 0,7
I.1 Empleador (por tipo de institución)
Sector privado 2,4 2,1 2,5 3,2 1,9 3,8 3,1 0,3 0,3 0,3 0,3
Área Fiscal 0,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
II. Empleados (Total) (2) 27,6 36,8 40,7 36,7 39,5 39,3 39,3 20,6 19,2 40,0 22,6 27,0 32,3 29,7
II.1 Empleados (por tipo de oficio)
Profesionales y Técnicos, y
6,6 10,9 13,2 12,7 13,1 15,5 16,0 4,4 2,0 4,0 2,9 5,5 7,1 5,9
directores
Personal Administrativo y
11,7 14,3 14,9 13,3 15,6 13,5 11,9 6,9 6,6 15,0 10,3 10,9 12,2 10,2
fuerzas armadas
Comerciantes y vendedores 2,8 3,2 3,9 4,4 5,7 4,9 7,1 2,8 2,6 8,0 2,9 5,9 7,1 10,8
Operadores y otros obreros
3,8 5,1 4,4 4,1 3,9 4,0 3,6 4,4 6,3 11,0 3,9 1,1 5,1 2,5
calificados
Otros trabajadores servicios y
2,7 3,2 3,8 2,2 1,2 1,4 0,7 2,0 1,7 1,0 2,5 3,6 0,8 0,3
obreros no calificados
II.2 Empleados (por actividad económica
Sector productivo (primario y
6,8 9,7 10,6 7,9 7,9 8,6 7,2 4,0 5,0 11,0 5,9 8,1 7,9 4,5
secundario)
Transporte y almacenaje 3,1 4,2 4,5 3,7 4,3 4,9 4,9 3,2 5,0 5,0 3,4 3,2 6,1 4,2
Servicios comunales y sociales 6,4 10,0 11,4 10,1 10,1 10,7 9,9 3,6 1,7 5,0 4,4 3,6 7,4 2,8
Servicios de gobierno y
6,2 7,1 6,8 8,0 8,9 8,3 9,2 4,4 2,3 4,0 3,7 3,8 4,0 7,6
financieros
Comercio y otros servicios 5,0 5,6 7,0 7,0 8,2 6,7 7,8 5,2 5,3 15,0 5,2 8,1 6,9 10,5
II.3 Empleados (por tipo de institución)
Sector privado 16,3 21,2 23,9 25,4 28,3 30,6 31,7 16,5 14,9 33,0 17,2 23,5 28,5 27,4
Área Fiscal 5,4 7,9 6,0 5,6 5,5 2,7 2,4 1,6 0,7 3,0 2,7 0,8 1,0 0,5
Sector Público y empresa
5,9 7,7 10,8 5,7 5,6 6,0 5,2 2,4 2,6 4,0 2,7 2,7 2,8 1,8
pública

107
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Tabla 2. Estructura ocupacional. Datos Encuesta de Ocupación y Desocupación


del Gran Santiago (porcentajes) (continuación)
Posición Ocupacional, por Ocupación Cesantía
oficio, área económica y tipo de
institución en que trabaja (1) 1960 1970 1973 1980 1982 1990 2000 1960 1970 1973 1980 1982 1990 2000
III. Trabajador
22,2 19,5 21,0 19,9 19,8 18,7 19,2 12,9 11,6 8,0 9,1 8,2 8,4 5,3
independiente (Total) (2)
III.1 Profesionales y técnicos,
2,5 2,4 2,3 2,0 2,0 2,9 3,2 1,6 1,3 0,0 0,5 0,9 1,0 0,6
y administrativos
Comerciantes y vendedores 7,1 6,9 7,0 7,3 8,4 6,7 7,8 2,4 0,7 3,0 1,0 1,7 1,0 1,7
Operadores y otros obreros
4,2 4,2 4,9 5,4 4,8 5,1 5,1 2,4 5,9 4,0 4,4 3,0 4,3 2,2
calificados
Obreros no calificados 5,1 3,9 4,2 3,4 2,1 2,2 1,5 6,0 2,3 1,0 2,2 1,3 0,8 0,3
Otros trabajadores servicios
3,2 2,1 2,5 1,8 2,5 1,8 1,6 0,4 1,3 0,0 1,0 1,3 1,3 0,5
menores
III.2 Sector productivo y
7,9 6,6 7,2 7,5 6,3 7,1 6,4 7,3 4,3 2,0 6,1 3,9 5,1 3,2
transporte
Comercio 7,3 6,9 7,7 7,4 8,6 6,8 7,7 2,0 1,0 3,0 1,5 2,0 0,8 1,1
Servicios personales y de
5,2 4,6 4,8 3,5 3,3 2,8 2,1 2,8 5,6 3,0 1,2 1,6 1,8 0,8
hogares
Otros servicios (gobierno,
1,7 1,4 1,2 1,5 1,6 2,0 3,0 0,8 0,6 0,0 0,3 0,6 0,7 0,2
finanzas, sociales, etc.)
III.3 Sector privado 21,9 19,2 20,9 19,8 19,7 18,7 19,1 12,5 11,6 8,0 9,1 8,2 8,4 5,1
Fiscal, público y empresa
0,3 0,2 0,0 0,1 0,0 0,0 0,1 0,4 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,2
pública
IV. Obreros (Total) (2) 34,4 30,5 25,7 29,8 26,8 28,2 30,3 62,1 62,6 49,0 63,2 60,0 55,0 58,5
IV.1 Profesionales, técnicos y
2,2 2,0 1,0 1,5 2,9 2,8 3,3 3,6 3,6 4,0 4,7 3,8 2,8 6,8
administrativos
Operadores y otros obreros
14,8 12,6 9,5 11,5 10,6 11,0 11,9 32,6 33,8 22,0 27,3 36,7 26,2 30,8
calificados
Obreros no calificados 12,0 9,5 9,8 8,0 5,8 7,3 4,7 16,1 16,6 14,0 21,1 11,4 15,0 7,7
Comerciantes, vendedores y
5,4 6,4 5,2 8,8 7,5 7,1 10,4 9,7 8,6 8,0 10,1 8,0 10,7 13,0
otros servicios
IV.2 Agricultura y minería 0,1 0,3 0,3 0,7 0,4 0,3 0,6 1,2 0,7 0,0 1,0 1,4 1,8 1,1
Industria 19,7 15,8 14,0 13,7 11,3 13,1 10,2 29,8 25,5 23,0 29,9 20,5 23,9 18,4
Construcción 4,2 4,0 3,3 4,1 3,1 3,5 4,2 15,7 18,9 6,0 13,5 22,8 14,0 18,1
Transporte y almacenaje 1,8 1,4 1,4 1,2 1,4 1,6 1,6 2,4 2,6 2,0 2,5 2,4 3,3 3,6
Servicios y comercio 8,6 9,0 6,7 10,1 10,6 9,7 13,8 12,8 14,6 18,0 16,3 12,7 11,7 17,2
IV.3 Sector privado 31,1 27,3 22,5 26,6 24,0 26,3 28,5 58,5 60,3 47,0 57,8 56,6 53,2 55,9
Fiscal, público y empresa
3,3 3,2 3,2 3,2 2,8 1,9 1,8 3,6 2,3 2,0 5,4 3,4 1,8 2,6
pública
V. Otros empleos menores
13,2 11,1 10,1 10,4 12,0 10,0 8,1 4,4 6,3 3,0 5,2 4,5 4,1 6,2
(total) (2)
Empleadas domésticas 11,5 10,2 7,9 8,4 9,9 8,5 7,1 4,4 6,3 3,0 4,9 4,5 4,1 6,2
Familiar no remunerado 1,7 0,9 2,2 2,0 2,1 1,5 1,0 0,0 0,0 0,0 0,3 0,0 0,0 0,0
TOTAL 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100 100
Fuente: Elaboración propia basada en Encuesta de Ocupación y Desocupación, Departamento de Economía, Universidad de
Chile. Mes de Junio de cada año.

108
LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990

sas quiebras en el sector industrial —a fines de los setenta e inicios de los ochen-
ta—, muchos empresarios se trasladaron desde esta área hacia la terciaria. Al
tomar sólo la distribución de éstos se constata que entre el año 1973 y el 1980
los empleadores disminuyeron en el sector productivo (agricultura y minería de
9,5 a 7,5% y en industria de 52% a 30%), mientras en comercio subió de 22% a
30% y en servicios de 15,5% a 32%. Con la fuerte crisis del año ’82 todos los
empleadores bajaron, pero luego, con el proceso de recuperación de la crisis, los
sectores industriales pasaron a ser un factor importante, estos empleadores au-
mentaron más que en los otros sectores, además de producirse un fuerte incre-
mento de los empleadores del agro. Los del área servicio, pese a continuar su
ritmo de crecimiento económico, no aumentaron en número, lo que permite
confirmar la tendencia hacia la concentración en pequeños grupos. Ello se re-
fleja, además, en el aumento de su participación en el 5º quintil de ingresos, pese
a haber aumentado también su peso en el 1º, lo que por cierto no desmiente la
primera apreciación, puesto que el aumento en el 1º quintil se debió al ingreso
de comerciantes sin capacidad de competir.
En cuanto a la división de empleadores por oficio, se evidenció que entre el
año 1973 y el 1990 los que más aumentaron fueron los directores, gerentes y
funcionarios superiores (de 0,8% en 1973 a 1,4% en 1990), superando de este
modo al grupo que antes ocupó el primer porcentaje y que descendió leve-
mente en el período: administrativos y otros empleadores. Por el tipo de fun-
ción que representa este último grupo debió estar vinculado a empresas media-
nas o pequeñas y a instituciones de fomento características del período anterior,
lo que se comprueba por el alto porcentaje de participación de estos en el 3º y
4º quintil (20%). Tanto este grupo de empleadores administrativos como el de
gerentes y directores, entre el año 1973 y el 1980 aumentaron significativamen-
te su participación en el quintil de más alto ingreso, así los primeros pasaron de
80% a 90,5% y los segundos de 85% a 100%, situación que se mantuvo pese a la
crisis agudizando la concentración de ingresos en detrimento de los demás
grupos.
Las demás fracciones de empleadores aunque contaban con un peso menor
en la ocupación, también aumentaron: comerciantes y vendedores subieron de
0,4% a 0,8% y profesionales y técnicos de 0.1% a 0.5%. Los comerciantes, que
entre 1970 y 1973 contaban con una alguna participación en los quintiles me-
dios (18% y 15% respectivamente), hacia el 1990 disminuyeron esta participa-
ción en beneficio de una mayor concentración en el 5º quintil (88%) (ver cua-
dro 4). En síntesis, el nivel de participación de los empleadores en el 5º quintil
aumentó entre 1973 y 1980 y, pese a la crisis, se mantuvo en 1982. Esto puede
tomarse como una expresión más del aumento de la concentración económica
en pequeños grupos. En 1990 disminuyó levemente la participación de los
empleadores en el 5º quintil debido al aumento del quintil de bajos ingresos, lo
que más que una mejoría en la distribución expresó la aparición de un nuevo
tipo de empleadores «microempresarios». Fenómeno que explica el crecimiento
de los empleadores ocupados en el año 1990.
En un estudio sobre las transformaciones en el mercado laboral (Klein e

109
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Infante, 1992), los autores afirman que en los años ochenta aumentaron los
ocupados que se desempeñan como empresarios, tanto en la categoría ocupa-
cional de empleador como en la de trabajador por cuenta propia, producto de la
inestabilidad laboral y las bajas remuneraciones que indujeron a la búsqueda de
ocupaciones independientes.
El cambio de tendencia de un modelo más o menos distributivo hacia uno
excluyente, quedó expresado además en la distancia del promedio de ingresos
de los empleadores respecto de los otros grupos ocupacionales (ver cuadro 6).
Así mientras entre 1960 y 1973, la proporción de los empleadores respecto del
promedio se acortó (de 3.4 a 3 veces), hacia el año ‘80 la proporción llegó a casi
cuatro veces, y en el año 1990 llegó a superar 4.9 veces el promedio. Al mismo
tiempo que los grupos de menores ingresos aumentaron su distancia por debajo
del promedio, de hecho en ese año el ingreso del empleador superó por 11,6
veces al del obrero.
Este aumento de la distancia entre el promedio de ingresos de los empleadores
y de los grupos populares, es aún más tremenda si se consideran que una parte
de los ingresos de los estratos altos no provienen del trabajo sino de otras fuen-
tes personales, transformándose en un hecho clave para la nueva configuración
social.

Tabla 3. Ingresos totales, del trabajo y personales (promedios y rangos).


Gran Santiago
1960 1970 1973 1980 1982 1990 2000
Promedio ingreso trabajo (1) 70,9 14,2 91,3 112,0 168,1 760,4 264,5
Máximo por quintil (IT)
1º 20 4 30 35 50 200 90
2º 38 6 50 50 80 300 130
3º 60 10 80 80 120 450 200
4º 90 20 120 150 200 818 300
5º 4000 450 950 3500 2500 20000 5000
Promedio ingresos personales (2) 73,9 14,3 88,3 108,0 160,8 737,6 248,0
Máximo por quintil (IP)
1º 20 4 30 30 40 190 70
2º 38 7 50 50 70 300 120
3º 60 10 73 80 110 450 180
4º 96 20 120 140 200 800 300
5º 4500 620 950 5300 20800 56700 17750
(1) Corresponden a la suma de todos los ingresos percibidos por actividades laborales
(2) Corresponden a la suma de todos los ingresos percibidos por una persona, independiente de su fuente.
Fuente: Elaboración propia basada en la Encuesta de Ocupación y Desocupación, U. Chile.

110
LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990

Tabla 4. Distribución de grupos ocupacionales según quintil de ingreso


(porcentajes). Gran Santiago
Posición 1960 1970 19801973
ocupacional Medi
/Estratos (1) Bajo Medio Alto Bajo Medio Alto Bajo Medio Alto Bajo Alto
o
I. Empleador 1,5 7,5 90,9 1,0 19,8 79,2 2,4 17,9 79,7 2,4 9,8 87,8
II. a Empleados 8,3 47,2 44,6 14,1 56,6 29,4 25,4 45,5 29,2 17,5 53,8 28,7
II. b Fuerzas
n.d n.d n.d 5,2 69,2 25,6 12,0 64,0 24,0 2,2 70,7 27,2
Armadas
III. Trabajador
41,8 38,0 20,1 46,7 39,1 14,3 50,1 28,3 21,7 40,0 40,7 19,3
independiente
IV. Obreros 47,5 49,6 2,9 53,3 45,1 1,6 59,0 36,7 4,2 58,7 39,9 1,4
V Empleadas
99,0 1,0 0 99,6 0,4 0 95,4 4,6 0 89,4 10,0 0,6
domésticas
Posición 1982 1990 2000
ocupacional
/Quintiles (1) Bajo Medio Alto Bajo Medio Alto Bajo Medio Alto
I. Empleador 1,5 10,8 87,7 6,3 8,7 85,0 4,5 9,8 85,6
II. a Empleados 18,6 44,4 37,0 21,7 44,6 33,7 19,2 37,6 43,2
II. b Fuerzas
4,7 57,8 37,5 14,6 60,4 25,0 4,8 52,4 42,9
Armadas
III. Trabajador
52,7 30,6 16,7 51,0 32,3 16,7 41,6 33,2 25,2
independientes
IV. Obreros 60,3 37,7 2,0 60,4 37,6 2,0 52,5 38,3 9,2
V Empleadas
93,0 7,0 0 80,5 19,5 0 61,4 34,5 4,1
domésticas
(1) Para simplificar los datos los quintiles se reagruparon en tres estratos: Bajo (1 y 2), Medio (3 y 4) y alto (5)
Fuente: Elaboración propia basada en Encuesta de Ocupación y Desocupación, Depto. Economía, Universidad de
Chile. Las preguntas sobre ingresos sólo aparecen en el mes de junio de cada año.

E MPLEADOS
Los empleados, que dentro del periodo de «desarrollo hacia dentro» pasaron a
constituir el segmento más importante dentro de la clase media, crecieron
significativamente entre 1960 y 1970 gracias al desarrollo de los aparatos buro-
cráticos. Las áreas económicas en que se ocupaban los empleados, eran
mayoritariamente terciarias, siendo los servicios sociales y comunales los que
más crecieron en el periodo. En un porcentaje menor se ubicaban en el sector
productivo primario y secundario que también creció en forma importante. Es
importante destacar el crecimiento de los empleados ocupados en las áreas fiscal,
pública y en las empresas públicas, estando en el año 1973 más de un 40% de los
empleados ocupados en este sector. Crecimiento que respondió a la difusión de
los servicios sociales y a la participación del Estado en el fomento y ejecución
de actividades productivas(Martínez y Tironi, 1985).
Una vez iniciado el periodo del régimen militar este grupo social sufrió un
importante descenso. Entre los años 1973 y 1980 bajó de 40,7% a 36,7%, siendo
la contracción de las actividades de fomento y producción realizadas por el

111
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Estado una de las más significativas para este grupo y para el modelo económi-
co, ya que hasta el año 1973 el crecimiento de los aparatos burocráticos había
significado el desarrollo de nuevas funciones por parte del Estado (véase Faletto,
1993). Sólo en el área de construcción, urbanismo y obras públicas fueron ex-
pulsados 43 mil, en el área de fomento agrícola otros 14 mil, sumando cerca de
65 mil desempleados entre 1973 y 1979 sólo de las entidades de fomento y
empresas públicas. En los servicios sociales y servicios de administración general
la reducción fue menor, mientras el personal de defensa sufrió un gran incre-
mento, cercano al 42% entre 1970 y 1978. Estos cambios permiten pensar que
en el primer período de la dictadura se formó un nuevo perfil de empleado
público caracterizado por su orientación hacia la defensa interna y externa, su
desempeño en la burocracia tradicional y su alejamiento de las funciones pro-
ductivas (Martínez y Tironi, 1985).
Pese a que este descenso en las áreas fiscal y pública se mantuvo hasta fines de
los ochenta, el grupo total de empleados se recuperó entre el año 1982 y 1990,
gracias al traslado del sector público al privado. Esto permitió que hacia el año
1990 los empleados del sector privado aumentaran a 30,6%, frente al 24% del
año 1973, y contribuyó a que estos grupos mantuvieran en alguna medida su
condición de clase media. Eso sí, la mantención de ese status no fue fácil dado
que empeoró su nivel de ingreso y su acceso a la educación, factor que antes
había sido crucial en sus posibilidades de ascenso social. Además, el aumento del
empleo en el sector privado no fue suficiente para absorber la gran masa de
desempleados del sector público. Así mientras entre los años 1960 y 1973 la
cesantía de este grupo se mantuvo entre 20 y 19%, en el año 80 subió a 22,6%,
y a 32% en el año 1990, pese a que para esta fecha los indicadores económicos
ya habían mejorado.
Según el estudio de Martínez y Tironi, y el de Klein e Infante, la reducción
de los empleados públicos no implicó un proceso de proletarización sino un
aumento de trabajadores independientes. Nuestros datos no niegan esta afirma-
ción, pero nos llevan a relativizar sus alcances. Los trabajadores independientes,
tales como comerciantes, sólo aumentaron entre el año 1973 y 1982, pero luego
disminuyeron y crecieron en profesionales/técnicos y en operadores/ obreros,
entre el 1982 y el 1990. En suma el total de la categoría disminuyó, por lo que
es legitimo pensar que sí debe haberse producido un traspaso de empleados a
obreros.
Pese a este traspaso, dentro de la clase media el segmento asalariado siguió
siendo el más importante. Y, aunque para algunos empleados (los más califica-
dos) esta nueva condición de independientes les trajo mejores posibilidades
saláriales, para la mayoría esto significó una disminución de su estabilidad labo-
ral y de sus niveles de ingreso.
Al interior de los empleados, tanto los altos funcionarios (directores, profe-
sionales y técnicos) como los de nivel medio-bajo (personal administrativo y
FFAA, operadores y obreros calificados, otros trabajadores de servicios y obreros
no calificados) descendieron entre 1973 y 1980 producto de la baja total de los
empleados. Los comerciantes y vendedores fueron el único grupo de empleados

112
LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990

que creció, gracias a la fuerte apertura económica que se desarrolló en esos años.
Sin embargo, como señalan Martínez y Tironi (1985), estos empleados tendie-
ron a aumentar en el estrato inferior de ventas (entre el año 1970 y 1980),
mientras en el comercio al por menor se produjo una fuerte caída en la inver-
sión. Hacia el año 1982 este grupo siguió aumentando y, además, los altos fun-
cionarios y los administrativos se recuperaron, aunque esta alza no fue suficiente
para cubrir la demanda de empleo y, por efecto de la crisis, el nivel de cesantía
de estos grupos siguió creciendo.
Por su parte, los grupos vinculados a labores obreras calificadas, no calificadas
y de servicios menores bajaron, expresando un síntoma más del cambio del
modelo económico que tendía a la desindustrialización. Recién hacia el 1990
estos dos grupos se recuperaron levemente —en alguna medida gracias al au-
mento de los empleos de emergencia—, y además crecieron los altos funciona-
rios; pero el total de los empleados nuevamente bajó. Por ello, hacia el año 1990
los empleados en funciones administrativas y obreras (calificadas y no califica-
das) siguieron estando a un nivel inferior al del año 1973, dentro de un nivel
ocupacional también bastante menor respecto del total de la Fuerza de Trabajo.
Pese a que el descenso de los empleados se dio en forma diferenciada, el tipo
de oficio desempeñado por ellos siguió siendo por definición no manual y de
altos requerimientos educacionales (en 1973 sólo 21% de los empleados se ocu-
paron en labores obreras, en 1990 bajaron a 13%). Por lo mismo, las áreas econó-
micas en que se ocuparon siguieron siendo en su mayoría de tipo terciarias. Aún
así, variaron significativamente las actividades desarrolladas por ellos: disminuyó
su peso en el sector productivo, en transporte, almacenaje y servicios de utilidad
pública, y en los servicios comunales y sociales; mientras aumentaron de manera
importante en comercio y otros servicios, y en servicios financieros y de go-
bierno.
Según Martínez y Tironi, la auspiciosa situación de la ocupación en el área
comercial se dio gracias a la mejoría del comercio mayorista más moderno,
mientras el comercio al por menor tradicional decayó. Pero, de acuerdo a nues-
tros datos, la mejoría no se prolongó por mucho, ya que después de la crisis el
sector descendió, quedando en el año 1990 en un nivel inferior al del año 1973.
En el área financiera, aunque hacia el 1990 bajó levemente el empleo, se mantu-
vo en un alto porcentaje; además, los ocupados del sector pudieron gozar de un
status superior al de los otros empleados, con altos niveles saláriales e importan-
tes posibilidades de ascenso.
Ello significa que, en gran parte de la dictadura, se ha producido un retroceso
para los empleados respecto de la situación existente en el modelo económico
anterior, en tanto ha habido una disminución del peso del Estado como gene-
rador de empleo y ha repercutido tanto en los empleos burocráticos como en
los empleos productivos de nivel medio. Pero, también puede considerarse que
ha habido un avance para un pequeño grupo de empleados que, luego de incor-
porarse al sector privado en áreas pujantes como las financieras y comerciales,
logró convertirse en empleador y acceder a más altos ingresos, o que permane-
ció en este status ocupacional e igualmente lograron mejorar su condición, a

113
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

través de puestos influyentes en la tecnocracia privada o pública y de mayores


niveles salariales.
Bajo la apreciación del cambio de status al de empleador, la única hipótesis
viable es que un porcentaje de los más altos empleados, es decir, profesionales y
técnicos o comerciantes y vendedores, gracias a posibles mejoras saláriales al-
canzadas entre los años 1973 y 1980, accedieron a la categoría de empleadores
medianos o pequeños. En el caso de los comerciantes, se puede corroborar la
hipótesis en tanto el modelo económico impuesto benefició significativamente
a esta área de la economía. Asimismo, entre el año 1973 y 1980 se evidenció una
disminución de los empleados comerciantes ubicados en el 5º quintil de ingre-
sos, al mismo tiempo que aumentaron los empleadores del mismo oficio en ese
quintil respecto del año 1973, esto significa que un grupo con menos capacidad
de capitalización ingresó a la categoría de empleador. En el caso de los profesio-
nales y técnicos, entre el año 1973 y el 1980 los empleados bajaron al mismo
tiempo que subieron los empleadores de este oficio, aunque en un porcentaje
menor; y en la participación en los ingresos, la baja de los empleados en el 5º
quintil a favor del 4º, y a su vez el aumento de empleadores en el 4º quintil
puede entenderse como un traspaso de empleados.
Sin embargo, dado que las mayores bajas en la ocupación de los empleados se
dieron en oficios medios y bajos (personal administrativo y obreros), el ascenso
en cuanto a status y a ingresos sólo habría representado un porcentaje menor.
Por tanto, es el descenso ya señalado de los empleados funcionarios y obreros, lo
que explica su menor peso en la ocupación y Fuerza de Trabajo, lo que a su vez
hizo que aumentaran los obreros en labores terciarias.
En cuanto a la participación de los empleados en los ingresos, a partir de la
transformación del modelo, este grupo disminuyó su peso en el 5º quintil, y
aumentó significativamente en el 4º produciendo el descenso del peso en los
otros tres quintiles (año 1980). Esto significa que, pese al aumento del desem-
pleo, la condición de ingresos de los empleados no se desmejoró demasiado.
Hacia el año 1982 se produjo un alza significativa en el 5º quintil, y un alza leve
en el 1º quintil, con lo que diminuyeron los estratos intermedios y, por ende,
aumentó la diferenciación de status al interior del grupo. Luego de la crisis, una
de las medidas asumidas para la recuperación fue la contracción de ingresos,
hecho que afectó mayormente a los empleados públicos y a los obreros de las
diversas áreas económicas. Esto quedo de manifiesto en las cifras del año ‘90
donde el peso de los empleados en el 5º y 4º quintil disminuyó a favor del
aumento del 1º y el 3º quintil, lo que produjo un aumento del grupo de status
medio, pero también una leve alza en él más bajo (1 y 2 quintil).
Pese a la desmejora en la distribución de los ingresos, los empleados mantu-
vieron una positiva condición en comparación al resto de los asalariados, lo que
se evidenció en la distancia del promedio del grupo respecto del promedio
general y de otros grupos ocupacionales. Entre 1960 y 1970 el grupo se ubicó
entre 1,6 y 1,4 veces por sobre el promedio, y entre 2,6 y 2,8 sobre los obreros,
respectivamente; en el periodo de la UP, mejoró más los salarios de los obreros
que los empleados, con lo que se logró acortar la distancia entre los grupos, pero

114
LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990

luego durante la dictadura la diferenciación volvió a crecer. Hacia el año 1980,


los salarios de los empleados mejoraron mientras en los obreros bajaron signifi-
cativamente, luego en el año 1982 los salarios de ambos grupos mejoraron pero
el aumento del primero fue mayor ampliando la brecha entre ambos, la que
continuó creciendo hacia el 1990 (ver cuadro 6).
En síntesis, la disminución de los empleados en la Fuerza de Trabajo, a partir
de la baja en la ocupación, se dio a favor de un mínimo ascenso social y
mayoritariamente de un descenso hacia empleos de menor status ocupacional.
Aunque en 1982 el peso de los empleados en la ocupación se recuperó, el
permanente crecimiento del desempleo en esos años y, por ende, el menor
porcentaje que representaba la ocupación respecto del total de la Fuerza de
trabajo, permite afirmar que el peso de este grupo no mejoró significativamen-
te. Además quedó de manifiesto que la ocupación aumentó para algunos secto-
res de empleados (del área privada, sectores financieros y de distribución, y para
los que cumplen funciones como directores, profesionales y técnicos, comer-
ciantes y vendedores), pero el peso en el total de la Fuerza de Trabajo se mantu-
vo en un nivel inferior al de 1973 y sólo mayor al de los años 1960 y 1970.
Por otro lado, los empleados bien calificados que se independizaron, y los
que se mantuvieron en altas funciones pudieron mantener o mejorar su nivel de
ingreso; en cambio, los que pasaron a ser obreros en funciones terciarias o traba-
jadores independientes en comercio y ventas, disminuyeron su nivel de ingreso.
Sólo un 4,5% de los empleados que mantuvieron su ocupación o que accedie-
ron en este periodo a los empleos de esta categoría, lograron mejorar su partici-
pación en los altos ingresos entre el año 1973 y el 1990, haciendo que un poco
mas de un tercio del total de empleados lograse una participación en el 5º
quintil. Sin embargo, este aumento en los ingresos se dio desde un nivel muy
mermado y a costa del mantenimiento de un alto nivel de desempleo. Por ello,

Tabla 5. Promedios de ingresos del trabajo por grupo ocupacional.


Gran Santiago
1960 (1) 1970 (2) 1973 (2) 1980 (3) 1982 1990 2000
I. Empleador 240,7 65,9 276,7 446,8 634,0 3753,3 784,8
II. a. Empleado 114,3 20,5 117,4 151,1 249,6 1017,1 389,2
II. b Empleado
n.d 18,0 96,2 148,0 214,2 802,3 353,1
FF.AA.
III. Trabajador
73,2 13,2 86,4 109,0 145,7 577,7 233,1
Indep.
IV. Obrero 43,3 7,4 55,4 53,3 82,5 323,3 139,4
V. Empleada
16,3 3,6 29,9 35,0 54,4 242,7 114,4
doméstica
Promedio Ingreso
70,9 14,2 91,3 112,0 168,1 760,4 264,5
Trabajo
(1) Cifras expresadas en miles de pesos. (2) Cifras expresadas en cientos de escudos.
(3) De 1980 en adelante las cifras están expresadas en cientos de pesos
Fuente: Elaboración propia basada en la Encuesta de Ocupación y Desocupación, Depto. de Economía, U. Chile.

115
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Tabla 6. Índice de distribución de ingresos del trabajo


por grupo ocupacional (1). Gran Santiago
1960 1970 1973 1980 1982 1990 2000
I. Empleador 339,7 463,5 303,1 398,9 377,2 493,6 296,7
II. a. Empleado 161,3 144,2 128,6 134,9 148,5 133,8 147,1
II. b Empleado FF.AA. n.d. 126,6 105,4 132,1 127,4 105,5 133,5
III. Trabajador
103,3 92,8 94,6 97,3 86,7 76,0 88,1
Independiente
IV. Obrero 61,1 52,1 60,7 47,6 49,1 42,5 52,7
V. Empleada
23,0 25,3 32,7 31,3 32,4 31,9 43,3
doméstica
70,9 14,2 91,3 112 168,1 760,4 264,5
Promedio IT
=100 =100 =100 =100 =100 =100 =100
(1) El índice calcula la distancia del promedio del ingreso del trabajo de cada grupo ocupacional respecto del
promedio total, igualado a 100 para permitir la comparación entre distintos años y variaciones monetarias.
Fuente: Elaboración propia basada en la Encuesta de Ocupación y Desocupación, Depto. Economía, U. Chile.

según Martínez y Tironi, en buena parte de los empleados se produjo una rela-
tiva homogenización de ingresos hacia abajo, lo que hizo aumentar su cercanía
con los obreros. Sólo a partir de la recuperación económica de fines de los 1980,
esta situación tendió a mejorar y comenzó a recuperarse el status económico de
estos grupos, aunque de forma bastante diferenciada entre sus segmentos internos.

T RABAJ
RABAJ ADORES POR CUENT
AJADORES A PR
CUENTA OPIA
PROPIA

Los estudios historiográficos (Pinto, Candina y Lira, 1999) ubican a este grupo
como el principal representante de la clase media hasta antes del proceso de
ampliación del Estado, que desde los años treinta en adelante produjese el rápi-
do crecimiento de la clase media asalariada disminuyendo la importancia de los
grupos independientes. Al momento de la crisis del 73 existían dos grupos muy
diferentes dentro de una misma categoría de empleo: Uno con capacidad de
capitalización, inversión y formalización del empleo (22%), y con alguna vincu-
lación a grandes empresas, en funciones de profesionales, técnicos y administra-
tivos, y algunos comerciantes y operadores.Y otro formado por comerciantes al
minoreo tradicionales (28%), de menor capacidad de inversión y status de in-
greso medio y por vendedores, obreros no calificados y trabajadores de servicios
menores e informales, con pocas posibilidades de inversión y, por ende, bajas
ganancias.
Entre el año 1973 y 1980, este grupo sólo sufrió una disminución menor en
la ocupación y hacia el año 82, pese a la crisis, se mantuvo. Sin embargo, la
tendencia hacia la baja que venía desde décadas anteriores se fue pronunciando
hacia el año 1990. Así, de un 21% alcanzado en el año 1973 el grupo llegó al
18,7%, aún cuando las mejoras en el área comercial —antes señaladas— hicie-
ran pensar en la posibilidad de mejoría para este grupo. La expresión de esta baja
es la desocupación, que entre el año 1973 y el 1980 aumentó en 1,1 puntos
porcentuales.

116
LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990

Al igual que en el caso de los empleados, los segmentos de más alto status de
ingresos de los trabajadores por cuenta propia son los profesionales/técnicos y
administrativos, y los comerciantes/vendedores, pero en este caso son estos últi-
mos los de mayor peso en el grupo y los que presentan mayor diversidad: entre
trabajadores con negocios establecidos, formales y con alguna capacidad de ca-
pitalización, frente a trabajadores informales con poca capacidad de inversión y
ganancia, tales como feriantes o ambulantes. El primer tipo de comerciantes
debido a las facilidades para la importación de artículos de consumo pudo haber
ascendido a la categoría de empleador al crecer su negocio y requerir de la
contratación de personal, esto nos permitiría explicar el crecimiento de los
empleadores de este rubro (de 0,4% a 1%, entre 1973 y 1980). La participación
de los trabajadores comerciantes en el 5º quintil de ingresos descendió a la par
que los empleadores de ese grupo aumentaron su peso en ese quintil.
Aunque también puede ser que el aumento de la concentración de ingresos
del segundo grupo, disminuyese la capacidad de competencia, inversión y ga-
nancias de los primeros produciendo una baja de su participación en el quintil
más alto. Pese a que esta última hipótesis puede ser más viable que la primera, no
se puede negar que el crecimiento de empleadores comerciantes debe haber
sido en parte producto de este traspaso, por más mínimo que haya sido. Hacia el
año 82 es inviable señalar lo mismo porque en ese período los empleadores
comerciantes y vendedores descendieron. Mientras que hacia 1990 se com-
prueba que hubo un traspaso de categorías ocupacionales debido a que, además
del aumento de empleadores comerciantes y del descenso de trabajadores inde-
pendientes, se produjo un aumento de empleadores en el 1º y 4º quintil de
ingreso, es decir pequeños o medianos comerciantes.
Los profesionales, técnicos y administrativos pertenecientes a la categoría de
trabajador independiente, entre el año 73 y el 80, descendieron en la ocupación
a la vez que se dio un aumento de su peso en la cesantía, casi en la misma
proporción. Esta baja estuvo asociada a la caída de las áreas de servicios persona-
les y de hogares, y en menor medida a una baja del comercio, todos dependien-
tes del sector privado. Entre el año 80 y 82 la situación de este grupo se mantu-
vo estable y hacia el 90 mejoró, pero al mismo tiempo aumentó su nivel de
cesantía (en un porcentaje menor), por lo que es difícil probar que se dio un
traspaso de este segmento de trabajadores al de empleadores. No obstante, el
descenso de trabajadores en los quintiles medios y altos (3º, 4º y 5º), y a su vez
el aumento de empleadores profesionales y técnicos, y del peso de estos en el 4º
quintil nos motiva a pensar que pudo haber un traspaso de categorías, aunque
ello no significó un ascenso radical en el status de ingreso.
En el caso de los trabajadores independientes en labores obreras calificadas,
entre el año 73 y el 80, aumentaron producto del traspaso de obreros antes
asalariados que se trasladaron producto de la caída de la industria nacional. Los
trabajadores en labores obreras no calificadas, en cambio, al igual que los traba-
jadores de servicios menores descendieron en el mismo período. Hacia el año
82 volvieron a descender los trabajadores obreros no calificados, pero también
lo hicieron los calificados, demostrando que el proceso de des-industrialización

117
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

ocurrido en Chile alcanzó tanto a los asalariados como a los no asalariados.


Como señalan Martínez y Tironi (1985), esto se dio por la reducción entre
1979 y 1981 de talleres artesanales, en los cuales su propietario realizaba la
actividad con no más de 5 ayudantes y un reducido capital. Esto significó, por
un lado, un gran aumento del desempleo de estos grupos tradicionales de clase
media independiente y, por otro, un traspaso hacia funciones de servicios me-
nores. Hacia el año 90 los obreros calificados y no calificados independientes
subieron levemente, recuperando los primeros el nivel del año 73, y los de
servicios menores bajaron, pero probablemente volvió a darse un intercambio
entre estos grupos.
Por sector económico, los sectores que más se resintieron fueron los vincula-
dos a las áreas productivas y transporte (de 7,2% 1973 a 6,3% 1982), y pese a que
hacia el año 90 se recuperaron (7,1%) aún estaban por debajo del 73, represen-
tando un peso muchísimo menor si se considera que el peso del desempleo en
el total de la FT seguía siendo alto para este grupo. También resulta importante
en la baja de esta categoría, el descenso de los servicios personales y de hogares
(de 4,8 en 1973 a 2,8% en 1990) y del comercio entre los años 82 y 90, puesto
que anteriormente este sector se mantuvo estable y en el año 82 llegó a repre-
sentar el principal sector del empleo del grupo. Además de la importancia del
descenso del primer sector, por ser expresión del cambio del modelo económi-
co, no debe descuidarse la baja de los servicios personales y de hogares puesto
que pueden significar una merma importante en los ingresos de las familias de
menores recursos. Otro aspecto interesante es el crecimiento de los trabajadores
independientes vinculados a los servicios de gobierno y financieros, sociales y
comunales (de 1,2% en 1973 a 2% en 1990), debido a que este cambio expresa
una tendencia hacia la informalización y precarización de los empleados de esta
área.
Estas conclusiones difieren de lo señalado por Martínez y Tironi, respecto
del aumento de la significación de trabajadores por cuenta propia en sectores
productores de bienes. Aunque entre el año 70 y el 80 hubo un aumento en la
ocupación de este grupo, esta recuperación fue mínima y del 82 en adelante
tendieron al descenso. La hipótesis de los autores sólo pueden confirmarse res-
pecto de la resignificación de las explotaciones pequeñas y familiares para la
categoría de empleadores. Lo que es ratificado por estudios recientes dónde se
señala que el aumento de pequeños empresarios a partir del traspaso de traba-
jadores independientes y de empleados u obreros a este grupo, da cuenta de un
cambio en los patrones de movilidad. Mientras tradicionalmente la movilidad se
producía a partir del incremento educativo y de la carrera ocupacional en las
burocracias públicas, desde los 80, la movilidad se vincula a las ganancias obtenidas
en carreras de trabajadores independientes y empresarios (Klein e Infante, 1992).
Aunque concordamos en parte con las afirmaciones de ambos estudios, con-
sideramos exagerado decir que las posibilidades de movilidad social se trasladan
del factor educativo y de carrera laboral al de las ganancias independientes, ya
que dentro de la estructura de clases el peso mayoritario sigue siendo el de los
asalariados 66%. Además, las ganancias de trabajadores independientes o de pe-

118
LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990

queños empresarios son mucho menores a las de los empleados, y presentan un


grado de inestabilidad laboral tan alta que ante cualquier situación económica
negativa pueden transformarse en desempleados. Ello significa que la nueva
condición de independiente más que una posibilidad de movilidad es un mero
mecanismo de sobrevivencia ante las adversas condiciones de estabilidad y se-
guridad laboral.
Respecto del nivel de ingresos del grupo, ya entre el año 60 y el 70 había
disminuido y solo se recuperó levemente hacia el año 73. Hacia el año 80 la
disminución del peso del grupo en la ocupación le permitió mejorar su prome-
dio de ingresos, sin embargo, la distancia respecto de los empleados aumentó,
ubicándose en el año 90 1,8 veces por debajo de éstos, mientras que en el año
73 la distancia era de sólo 1,36 veces. Esto significó que, luego de haber aumen-
tado la participación de este grupo en el 5º quintil entre el año 70 y 73, ésta
bajase significativamente entre el año 80 y el 90. Pero además, se mantuvo
internamente la diferencia de ingresos, manifestando eso sí una tendencia de
homogenización hacia abajo.
Entre el año 73 y el 80 los trabajadores de mayor participación en el 5º
quintil (profesionales, técnicos y administrativos) bajaron significativamente su
peso, en el 82 se recuperaron, pero luego volvieron a bajar manteniéndose sobre
el 50%. En cambio, los demás grupos de trabajadores independientes bajaron su
participación en los altos ingresos, y sólo hacia el año 90 los tres grupos de
menores ingresos (obreros calificados y no calificados, y servicios menores)
mejoraron su participación. Los comerciantes siguieron bajando y ninguno de
estos grupos superó una participación del 14%, siendo que hasta el año 73 tanto
comerciantes como obreros calificados se encontraban en un 24% en el 5º quintil.
Esta apreciación viene entonces a refutar definitivamente la apreciación de
Martínez y Tironi, y de Klein e Infante, quienes señalaban una mejoría de los
ingresos independientes comparados con la reducción de los ingresos depen-
dientes en los años 80. Corroborando nuestra afirmación de que los empleos
independientes, más que ofrecer nuevas posibilidades de movilidad social, au-
mentaron en alguna medida al ofrecer posibilidades de empleo; por lo mismo
los niveles de ingresos de este grupo tendieron a homogenizarse hacia abajo,
quedando sólo un pequeño grupo con niveles satisfactorios de ingresos.
Esta transformación es de vital importancia para la configuración de clase
que pueda asumir este grupo. Al disminuir los comerciantes independientes
—aunque siguieron siendo el primer grupo en importancia—, al disminuir los
obreros no calificados y empleados menores, y además perder el status de ingre-
sos medio, este grupo perdió prácticamente todo lo que lo caracterizó como
representante de clase media. Al mismo tiempo, al subir el porcentaje de profe-
sionales (de un cuarto a un tercer lugar en la ocupación), y al mantener éstos un
alto status de ingreso se facilitó su acercamiento a los grupos de profesionales
asalariados, que en ese periodo adhirieron mayormente a los intereses de los
estratos dominantes.
Esto significa que, además de perder su peso en la FT y su lugar estratégico
en áreas económicas que antes le concedieron gran capacidad de presión (pro-

119
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

ducción, transporte y comercio), los trabajadores independientes ampliaron sus


diferencias de status disminuyendo las probabilidades de definirse como grupo
representativo de clase media, en forma independiente a los sectores asalariados.

O BREROS Y EMPLEOS MARGINALES


BREROS

Los obreros, entre los años 60 y 73 fueron el grupo social que más redujo su
peso en la estructura ocupacional4 producto del estancamiento del modelo in-
dustrial. Pese a este descenso, entre el año 70 y el 73 los obreros fueron el grupo
ocupacional más beneficiado con la puesta en marcha de la capacidad ociosa de
muchas industrias y el traspaso de algunas de ellas de manos privadas a públicas
(o mixtas). No obstante, una vez alcanzado el tope de la productividad en el año
71, la inversión privada se estancó y algunas fábricas expropiadas comenzaron a
tener problemas de producción. Ello indujo a que disminuyese el peso en la
ocupación de operadores y obreros calificados, aunque mantuvieron su impor-
tancia dentro del grupo; mientras los obreros no calificados crecieron hasta equi-
pararse los anteriores.
Desde los inicios de la dictadura, la participación de los obreros en la estruc-
tura ocupacional disminuyó, debido a que uno de los mecanismos utilizados
para superar la crisis del año 73 fue la contracción del empleo, en especial entre
obreros y empleados vinculados al sector fiscal y público. Sin embargo, ello no
quedó reflejado en los porcentajes de la ocupación del año 80 (aumentó el peso
de los obreros de 25,7% a 29,8%), porque al mismo tiempo que disminuyó el
empleo global y el de los obreros, bajó significativamente la ocupación de los
empleados en funciones obreras por lo que seguramente hubo un traspaso de
categorías. Además, las ocupaciones obreras que más crecieron fueron las tercia-
rias y luego las primarias, mientras las secundarias disminuyeron. Este fuerte
traspaso significó que aunque en ese período creció la ocupación, también au-
mentó la cesantía de los obreros.
Aunque no hubo una baja en la ocupación en términos proporcionales, si
hubo disminución de los obreros en cifras absolutas,5 por cuanto la ocupación
total redujo su peso dentro de la Fuerza de Trabajo y la cesantía aumentó en ese
período, siendo la cesantía de los obreros la que marcó el mayor crecimiento en
el año 80 (llegando a 63,2%).
Respecto a las funciones específicas en que se ocuparon los obreros, se evi-
dencia que los grupos que más crecieron fueron los comerciantes, vendedores y
otros servicios (de 5,2% a 8,8%), es decir obreros en labores terciarias más que

4
Aunque hay que destacar que este descenso es relativo puesto que entre 1970 y 1973 las
tasas de cesantía se redujeron significativamente y fueron precisamente los obreros el grupo
que más bajo su peso en este indicador.
5
Klein e Infante (1992) señalan que en 15 años el promedio de desempleo fue de 16%, lo
que mayormente afectó a trabajadores asalariados que de ser 1,4 millones en 1966 bajaron a
1,2 millones en 1983. Esto repercutió también en los salarios, así en 1983 el salario mínimo
era 60% menor que en 1970.

120
LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990

productivas, eso sí que también aumentaron su peso los profesionales y técnicos,


y los operadores y obreros calificados —aunque en menor medida—, sólo los
obreros no calificados disminuyeron en este periodo.
Este descenso puede ser explicado a partir de la transformación del modelo
económico, el que produjo una caída de las actividades industriales6 y de distri-
bución (transporte y almacenaje), áreas en las que tradicionalmente se ocuparon
los obreros y que les concedieron su peso estratégico en la estructura social. Las
actividades productivas primarias y del sector terciario crecieron. Ello significa
que el aumento de la ocupación de los obreros no implicó una continuación del
modelo anterior, sino el inicio de un proceso de cambio hacia el crecimiento de
la explotación y exportación de productos primarios y actividades de servicios
privados, y también es el reflejo del mayor peso de industrias competitivas,
dependientes de capitales externos y de menor uso de mano de obra.
Con la crisis económica del año 82 y el fuerte crecimiento de la cesantía a
escala general, el peso de los obreros en la ocupación disminuyó —aunque
todavía en un nivel mejor al del año 73—, baja que conllevo la caída de las
funciones obreras calificadas y no calificadas, pero también al descenso de los
obreros comerciantes, vendedores y otros servicios, siendo los profesionales y
técnicos los únicos que aumentaron y lo hicieron de forma significativa. Por
otro lado, este descenso repercutió con fuerza en los obreros del sector fiscal y
público, los que representaban un porcentaje menor dentro del estrato pero se
habían mantenido intactos en la ocupación desde 1960. Descendieron de un
3,2% en 1973 a un 2,8% en 1982 y luego hacia el año 90 llegaron a 1,9%.
En las ramas de la economía, el descenso de los obreros nuevamente se sintió
en la industria pero arrastró también a la construcción, y además al sector pro-
ductivo primario (agricultura y minería), sector que en el período anterior
había aumentado. Sólo el sector servicios y comercio creció en ese año y en
menor medida el transporte y almacenaje. Finalmente hacia el año 90, los obre-
ros del sector secundario crecieron al igual que los de transporte y almacenaje, y
en cambio los de servicios disminuyeron, al mismo tiempo que el sector prima-
rio. Lo que corrobora las afirmaciones de estudios sobre la industria en Chile,
en los que se señala que la recuperación de la crisis económica se apoyo fuerte-
mente en los sectores industriales más dinámicos, lo que trajo una recuperación
de la ocupación obrera (PREALC, 1987).
Destaca la lenta recuperación de los obreros industriales —aún muy lejos de
los niveles del año 60 y 70— y la tendencia desde el año ‘80 a la disminución de
los obreros agrícolas y mineros. Aunque la representación de este último grupo
sea mínima, esta tendencia más que expresar una baja real del empleo en el
sector podría estar expresando el aumento del empleo informal y temporal en

6
Entre 1970 y 1979, el número de obreros ocupados en establecimientos de 50 y más
trabajadores descendió en una tasa anual de 2,1%. Las ramas más golpeadas fueron la indus-
tria textil y cuero, productos metálicos, maquinaria y equipo; sólo aumentaron las ramas
alimenticias, bebida, vestuario, madera productos químicos y plásticos. Martínez y Tironi
(1985).

121
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

el agro, producido como resultado directo del término de la Reforma Agraria y


de los procesos de modernización del agro. Según cifras del INE, entre 1972 y
1975 los ocupados en el área de agricultura, caza y pesca aumentaron de 13% a
19,6%, luego entre el año 78 y el 81 descendieron, del 86 en adelante aumenta-
ron fluctuando entre 19 y 20%. Sin embargo, hay que considerar que gran parte
de este aumento debió ser sólo estacional y además que dentro de esta mayor
presencia campesina se dan realidades muy diversas.
A finales de los 70 dos tercios de la tierra reformada había sido devuelta
(Cripi, 1983), las cooperativas se disolvieron y las tierras puestas a la venta difí-
cilmente pudieron ser compradas por los antiguos asignatarios, además al per-
mitirse la subdivisión de tierras aumentó el arrendamiento interno y más aún la
venta, lo que generó un aumento en la concentración de la tierra, aunque en
parámetros menores a la situación previa a la reforma. Esto agravó la situación
de los campesinos que debieron proletarizarse (62,8% de ex asignatarios volvie-
ron a ser obreros) (Gómez, 1986).
Entre el año 80 y el 82 la ocupación de los obreros disminuyó, pero se
mantuvo sobre el porcentaje del año 73; en cambio, la cesantía, luego de au-
mentar significativamente entre el año 73 y el 80, disminuyó entre el 82 y el 90.
Es muy probable que estas cifras estén ocultando el desempleo real debido a la
existencia de programas de empleo de emergencia, los que luego de la crisis
aumentaron su cobertura ocupando mayormente a asalariados de menores cali-
ficaciones, entre ellos obreros agrícolas e industriales. El traspaso de grupos
marginales a la categoría de obreros, pero dentro de empleos de emergencia,
permite entender, en parte, el aumento de la ocupación de los obreros hacia los
90, lo que no necesariamente implicó mejores condiciones de trabajo, ni de
vida para estos grupos.
Respecto de la participación en los quintiles de ingresos, entre el año 73 y el
80 los obreros perdieron su peso mínimo en el 5º quintil, provocando el au-
mento de los quintiles medios (3º y 4º), mientras los quintiles más bajos se
mantuvieron con un peso mayoritario (59%). En el año 82 subió levemente la
participación en el 5º quintil, pero al mismo tiempo disminuyó el peso en los
medios aumentando de esta forma el porcentaje de bajos ingresos, hecho que se
mantuvo hacia el 90 (60,4%). Comparando esta situación con la anterior, se
evidencia el descenso de la participación de los salarios obreros en la distribu-
ción de ingresos.
Hasta el año 73 existía una diferencia importante de ingresos entre obreros
profesionales y técnicos y los demás subconjuntos; luego hacia el año 80 esta
diferencia se acortó con el descenso general de los salarios obreros. En el año 82
mejoraron su peso en el quintil alto los obreros comerciantes y vendedores, y
levemente los operadores y obreros calificados, pero todo los grupos disminuye-
ron su peso en los quintiles medios lo que produjo un aumento en los estratos
más bajos, ampliando las diferencias internas pero también aumentando la
homogenización «por abajo». En el año 90, las diferencias internas disminuye-
ron al aumentar el peso de todos los grupos en el 5º quintil y disminuir el peso
de profesionales y obreros calificados en los quintiles medios, al mismo tiempo

122
LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990

que aumentaron su peso en esos quintiles los obreros no calificados y los co-
merciantes. No obstante, los profesionales y técnicos siguieron siendo los de
mayor participación en los quintiles altos y medios (casi 50%), mientras los
obreros calificados y no calificados, y los obreros comerciantes y de otros servi-
cios contaron con menores niveles saláriales. Por su parte, el 80,5% de las em-
pleadas domésticas siguió siendo de los quintiles bajos.
Esta desmejora en los obreros se expresó claramente en el aumento de su
distancia respecto de los ingresos de los grupos altos y del promedio. Mientras
en el año 73 su ingreso era 4,9 veces menor al del empleador, 2,1 veces menor
al de los empleados y 1,6 menor al promedio; en el año 90 su ingreso era 11,6,
3,2 y 2,3 veces menor al de los otros grupos, respectivamente.7
En síntesis, durante la dictadura militar se dio una importante disminución
de todos los asalariados, en especial los empleados y obreros vinculados a los
sectores públicos y los dependientes de actividades productivas secundarias. Sin
embargo, el traspaso de empleados a la categoría de obreros en labores terciarias,
además de la permanencia de empleos de emergencia durante toda la década
del 80, permitió que este grupo no bajase su peso en la ocupación y al contrario
aumentara respecto del peso que tenía en el año 73, aunque en términos abso-
lutos la ocupación disminuyó para todos los grupos ocupacionales.
Pese a estos incrementos proporcionales, es evidente que las condiciones
laborales de los obreros empeoraron —al igual que para los demás asalariados—
debido al significativo descenso de su promedio salarial, del salario mínimo y de
todas las condiciones institucionales de protección laboral existentes hasta el 73.
Asimismo el definitivo cambio de su configuración interna, mejoraron en la
producción primaria al tiempo que disminuyeron en la secundaria, y de ser
predominantemente productivos pasaron a tener un peso importante en co-
mercio y servicios —actividades que por lo demás poseen las peores condicio-
nes saláriales y en general de trabajo—, determinó la total disminución de su
peso estratégico en el desarrollo económico nacional y trajo importantes con-
secuencias en su definición como clase.

Conclusiones
El nuevo modelo de desarrollo capitalista neoliberal, basado en la diversifica-
ción de las exportaciones y en la especulación financiera, limitó la capacidad de
clasificación por medio del trabajo para los distintos estratos sociales. Ampliando
los niveles de pobreza y de marginalidad de bastos grupos. Redujo al mínimo la
participación del Estado en la creación de empleo, con lo que se hizo aún más
difícil de superar aquella deficiencia del mercado. Disminuyendo la posibilidad
de acceder a los mecanismos tradicionales de movilidad social: educación o

7
Durante el régimen militar se produjo un cambio en la distribución funcional del ingre-
so, al aumentar la participación del capital extranjero en el PIB la sociedad chilena tuvo que
ajustar su ingreso real estancándose el ingreso per cápita, esto repercutió especialmente en los
grupos que derivan su ingreso totalmente del mercado laboral. Klein e Infante (1992)

123
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

MODELO DE DESARROLLO CAPITALISTA NEOLIBERAL


Basado en la diversificación de la exportación y en la especulación financiera

Posiciones en la Posiciones en la
distribución de distribución social
ingresos del trabajo

Mínimo Estratificación
Empleadores y altos
Rol del Estrato Alto
funcionarios
Estado
Estrato medio alto Profesionales empleados e
independientes
Estrato medio y Empleados FFAA, administ.,
medio bajo comerciantes y
trabajadores independ.
Estrato bajo Trab. Indep. obrero y de
servicios menores.
Marginados Obreros y campesinos
Obreros serv. menores,
T. indep. Informales,
temporeros, empleadas

Acceso diferenciado al control de los medios de producción


Efecto: desigualdades en el acceso al poder y privilegios
Anulación de
Instituciones de Clase Dominante o Burguesía
representación Clases
política y social Clase Media
dependiente Clase Media
independiente
Clase Obrera Marginados del modelo
Obreros y empleados menores económico

carrera laboral en burocracias públicas. Con ello, la estratificación que resultó


del régimen pasó a depender con más fuerza de la capacidad de cada sujeto para
ubicarse en una posición privilegiada, dentro de la división social del trabajo, y
de los niveles de ingresos a los que pueda acceder por medio de esa posición.
Al transformarse el modelo económico se modificaron, también, las fuentes
y distribución del poder predominantemente productivas hacia áreas financieras
y comerciales-exportadoras. Si a ello se suma la clausura del sistema político
democrático, es posible concluir que se produjo la anulación total de la capaci-
dad de representación y organización de las clases sociales. Aunque el retorno a
la democracia permitió recuperar espacios de representación política, la movili-
zación de los actores de clase no volvió a tener el carácter transformador que
tuvo hasta el año 1973.

CLASE DOMINANTE
La clase dominante o burguesa durante la dictadura militar quedó constituida
por los propietarios y controladores efectivos de los medios de producción, los
que acceden al control del poder bajo la representación de las FFAA. En la
estructura ocupacional la clase está representada por los empresarios o

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LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990

empleadores, grupo que aumentó en funciones directivas y gerenciales, comer-


ciantes y profesionales, mientras las administrativas disminuyeron.
Las áreas económicas más perjudicadas fueron las productivas secundarias
mientras las más beneficiadas fueron las de servicios y comercio; sin embargo,
con la crisis todas las áreas fueron duramente golpeadas, y recién hacia fines de
los ochenta los empleadores productivos repuntaron, al igual que los comercia-
les. En ambos grupos, el aumento de la ocupación se dio en parte por la apari-
ción de microempresarios, los que por su participación en los quintiles más
bajos de ingresos no pueden considerarse como parte de la clase dominante.
Respecto de la conformación de clase y de su participación en el poder, con
la llegada del régimen los sectores más beneficiados son los financieros y comer-
ciales —los que del periodo anterior venían fortaleciendo sus lazos con los
intereses transnacionales—, además de ganar un lugar importante en la tecno-
cracia que dio el soporte ideológico al régimen.
También adquirieron fuerza en este periodo los grupos vinculados a la ex-
portación agraria, que comenzó a diversificarse ganando posiciones en el mer-
cado externo. No obstante, con la crisis del 82, muchos de los grupos que
habían ascendido cayeron y nuevamente se reconfiguró el poder. Algunos gru-
pos industriales cumplieron un papel importante en la recuperación de la crisis,
pero los grupos financieros que lograron sobrevivir, aumentaron sus niveles de
acumulación y de liderazgo dentro de la clase y en el conjunto de la economía.
A partir de la mayor acumulación y acceso al poder, para esta clase fue fácil
generalizar intereses y conformar identidad, aunque ello no significa que des-
aparecieran las diferencias internas sino que éstas se disimularon tras la cohesión
ideológica y política del proyecto autoritario neoliberal. Este elemento
cohesionador hizo que los tradicionales actores políticos representativos de la
clase, Partido Nacional y gremios empresariales, en la primera etapa del régi-
men eliminaran su accionar político, recurriendo a mecanismos directos para
hacer valer sus intereses. Después de la constitución del año 1980 los gremios
retomaron su accionar y se hicieron parte de la conformación de la nueva dere-
cha política, representante de los intereses de la clase dominante.
Las proyecciones de la clase, para el 2000 en adelante muestran que el peso
del grupo en la ocupación disminuye, manteniendo la tendencia de menor
importancia productiva y mayor presencia en servicios. En los ingresos se man-
tiene su distribución favorable disminuyendo el peso en los quintiles bajos. Con
la reconstitución del sistema democrático y la mantención del modelo econó-
mico, su identidad de clase y capacidad organizativa se mantiene intacta.

C LASE MEDIA
La clase media se constituye principalmente por asalariados y puede ser definida
como: «el sector social que se clasifica positivamente en el mercado laboral, con
mejores posibilidades de autovaloración que los obreros, lo que les permite
integrarse de forma positiva a la sociedad, pese a que su lugar en el modelo de
producción siga siendo de dominada».
Dentro de la estratificación está representada por los empleados profesiona-

125
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

les y técnicos, fuerzas armadas, administrativos, comerciantes, vendedores y otros


servicios, de diversas áreas económicas y de ingresos medio alto, medio y medio
bajo. A partir de las reformas del régimen sufrió una fuerte baja por la reducción
del Estado que repercutió especialmente en labores administrativas, en servicios
sociales y entidades productivas. Sólo desde mediados de los 80 el grupo se
recuperó con el aumento de empleados de FFAA y de servicios privados.
Una proporción de los empleados se trasladó hacia labores independientes,
aunque ello no significó una mejoría en su status de ingresos sino sólo la man-
tención de su condición de clase media, bajo el alto costo de la inestabilidad
laboral, la falta de protección social y la reducción de las posibilidades de movi-
lidad mediante la carrera burocrática.
Respecto de los ingresos, sólo un porcentaje menor de empleados pudo
mejorar su posición en la distribución de ingresos mientras la gran mayoría
descendió acercándose su nivel salarial al de los obreros. El mayor acceso a
bienes de consumo generó en la clase una mayor aceptación del modelo y la
aparición de expectativas de movilidad individual.
La fracción independiente o pequeña burguesía, son los poseedores de me-
dios productivos pero escasamente utilizan mano de obra, tienen algún nivel de
capitalización e ingresos de estrato medio o medio bajo, y son de diversos ofi-
cios y áreas económicas.
En este grupo, las tendencias hacia la disminución desde antes del régimen se
pronuncian en este período, con la baja en sectores productivos, de distribución
y comercio; en cambio aumentan grupos profesionales y técnicos que provie-
nen de la desempleada clase media dependiente. Aumenta su presencia en los
salarios bajos acercando su promedio de ingresos al de los obreros, por eso, en
muchos casos ya no estamos hablando de una fracción de clase media sino de
sectores populares que no pudiendo acceder al debilitado mercado laboral rea-
lizan labores independientes para sobrevivir.
La perdida de la posición en áreas económicas estratégicas y la perdida de su
participación en el poder, limitó sus posibilidades de influir en los procesos
sociales, sobretodo de los sectores asalariados. Al incorporarse a los sectores
privados se ampliaron las diferencias internas de la clase disminuyendo sus posi-
bilidades de generalizar intereses y acción colectiva. Además, se acrecentaron las
diferencias estructurales entre dependientes e independientes, haciendo que los
primeros puedan mantener su condición de clase media, mientras los otros des-
cienden, y entre ambos sólo los profesionales más calificados pudieron mejorar
su situación.
Con la llegada de la democracia la ocupación de empleados se mantuvo y la
de trabajadores independientes subió, pero los sectores públicos y productivos
volvieron a descender; bajó la cesantía y mejoró la participación en los ingresos,
aunque la diferenciación se mantuvo. Pese a que las reformas laborales de los
noventa buscaron mejorar la participación de los trabajadores, sólo se dan accio-
nes limitadas de defensa de intereses sectoriales y restringidos.

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LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990

C LASE OBRERA Y GRUPOS MARGINADOS


GRUPOS

Los obreros son los productores directos por definición, los que por carecer de
sus medios de trabajo deben vender su fuerza de trabajo, a través de ello otorgan
al producto un mayor valor y permiten la formación del capital. Sin embargo,
dentro del modelo económico neoliberal, esta definición comienza a perder
capacidad explicativa, los sujetos que antes se ubicaban en esta posición dismi-
nuyen y aparece un número importante de obreros en labores terciarias, y un
grupo de obreros en actividades independientes productivas o de servicios.
Los obreros que en este período se desarrollan en labores productivas, debi-
do al alto nivel de desempleo existente, se ocupan en empleos de emergencia
estatales, dónde se dan condiciones precarias y no se presenta una relación di-
recta con los dueños de los medios de producción.
Aunque no se elimine del todo la categoría de productor directo, si es nece-
sario hacer una reformulación del concepto de clase obrera. Es posible que se
constituyan como clase bajo una identidad de dominados, y una posición es-
tructural similar: negativamente privilegiada en el acceso a bienes y servicios y
en la valorización de su fuerza de trabajo. Bajo esta condición, la posibilidad de
generalizar intereses y adquirir mecanismos de representación va a ser aún más
necesaria que antes para desarrollar la identificación, ya que no se cuenta con un
claro opositor para generalizar esa identidad.
Al trasladarse una buena proporción de obreros hacia áreas terciarias y perder
los obreros su lugar estratégico en el desarrollo económico nacional se vio
limitada su fuerza estructural. Dentro de un modelo donde los ingresos de los
sectores secundarios dejan de depender de las empresas (y ramas) que ocupan
mayor cantidad de trabajadores, es claro que las posibilidades del grupo de man-
tener su capacidad de presión es mínima.
Sumado a lo anterior, se produjo una disminución de los obreros y otros
empleos marginales en la participación de la distribución de los ingresos, au-
mentando el peso del grupo en los quintiles más bajos. Pero, esto no significó
una mayor homogenización en las condiciones del grupo, ya que las diferencias
entre empleados en funciones obreras, obreros calificados y el resto de los obre-
ros de baja calificación aumentaron. Su promedio salarial descendió, al igual que
el salario mínimo y el resto de los mecanismos de protección laboral existentes.
Esta situación, además de incrementar la competencia entre ellos y dificultar la
generalización de intereses, limitó las posibilidades de organizarse y ejercer pre-
sión. Esto explica porque durante la dictadura militar el objetivo de las
movilizaciones populares estuvo restringido al término del régimen y no pro-
pulsó un proyecto clasista de cambio social.
Según las proyecciones que se observan en los datos, las tendencias en el
modelo no variaran significativamente. Hacia el año 2000, mientras mejora la
ocupación del grupo en áreas productivas primarias y en la construcción, en la
industria siguen bajando permitiendo que las actividades terciarias lleguen a
superarlas, y aunque el promedio de ingresos mejora las diferencias internas
persisten.
De acuerdo a esta resumida caracterización, al abrirse nuevas posiciones es-

127
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

tructurales y modificarse las fuentes de las contradicciones de clases, haciéndose


estas más difusas, se ha dificultado la generalización de intereses y la confor-
mación de identidad de clase, sobretodo en las clases dominadas, lo que a su
vez ha limitado sus posibilidades de organizarse y que se estructuren
movilizaciones bajo un proyecto de cambio social, capaces de influir sobre el
curso de la sociedad.

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- (1969) «División del poder en la comunidad: Clases, estamentos, partidos». En Econo-
mía y Sociedad. FCE., México. Segunda parte, cap.VIII, sección 6.

Fuentes de Información Estadística

Banco Central de Chile: «Indicadores Sociales y Económicos 1960-2000»


Bases de datos de la Encuesta de Ocupación y Desocupación, Departamento de Econo-
mía, Universidad de Chile; diversos años.
Encuesta de Ocupación y Desocupación, Departamento de Economía, Universidad de
Chile; series completas.
Encuestas de Empleo y otros textos estadísticos compilatorios, del Instituto Nacional de
Estadísticas (INE); diversos años y series completas.
Encuesta de Presupuestos Familiares del INE; diversos períodos.

130
VICENTE ESPINOZA • La movilidad ocupacional en el Cono Sur
REVISTA DE SOCIOLOGÍA20 (2006) • issn 0716-632x • 131-146
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile

La movilidad ocupacional en el Cono Sur.


Oportunidades y desigualdad social*

VICENTE ESPINOZA
Instituto de Estudios Avanzados, Universidad de Santiago de Chile

::: RESUMEN
En este artículo paso revista a las preguntas sociológicas que plantean los
estudios de movilidad social a las temáticas de la desigualdad y la organiza-
ción de los sistemas de estratificación. Los datos remiten a situaciones pa-
radójicas, que no tienen siempre una interpretación sencilla. ¿Es más justa
una sociedad donde hay más movilidad ocupacional? ¿Son los privilegios
el reverso de la exclusión? ¿Cuáles son los soportes sociales de la movilidad
ocupacional? ¿Cuánta consistencia es posible apreciar entre posiciones,
cultura y formaciones de clase? El artículo busca responder a estas pregun-
tas sobre la base de información propia y comparando con otros estudios.
PA L A B R A S C L AV E : movilidad ocupacional, desigualdad social, clases
sociales

: : : A B S T R AC T
A review of sociological questions raised by social mobility studies on the
issues of inequality and the organization of stratification systems is made
in this article. Data address situations that are paradoxical and do not always
have a simple interpretation. Is more equitable a society with higher
occupational mobility? Are privileges the reverse side of exclusion? What
are the social levers of occupational mobility? How much consistency can
be recognized amongst positions, culture and class formations? The paper
aims at answering these questions dwelling both on original information
and comparisons with other studies.
K E Y WO R D S : occupational mobility, social inequality, social classes.

* Los datos que sirven de base a este artículo provienen de una encuesta realizada en el
marco del Proyecto Fondecyt 1990818. La edición para la publicación actual se realiza en el
marco del proyecto Fondecyt 10600225.

131
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

La presentación del actual modelo de desarrollo de los países latinoamericanos


se acompaña habitualmente de un diagnóstico de desigualdad social. La persis-
tencia de la desigualdad, sin embargo, no puede verificarse adecuadamente con
estudios que reflejan la situación en un momento del tiempo, sino que debe ser
posible estimar cuánto y cómo cambia la situación de un individuo a lo largo de
su vida. Algunas percepciones de los trabajadores y sus familias pueden ilustrar la
relevancia práctica que posee la resolución de este punto: Algunos esperan que
su situación mejore en el futuro, mientras que otros viven con inseguridad su
posición actual. Algunos definen su situación desmedrada como un sacrificio
necesario por el futuro de sus hijos, otros la consideran una muestra de exclu-
sión. En todos los casos, las percepciones remiten a la desigualdad como un
proceso que se despliega a lo largo del tiempo. En general, la movilidad social es
el test más exigente de las oportunidades que una sociedad brinda a las personas
que la componen, porque permite apreciar los cambios en la situación indivi-
dual antes que en términos agregados.
La desigualdad social desde un punto de vista dinámico puede definirse como
la presencia persistente de barreras al cambio de estatus socioeconómico, vale
decir, una estructura de oportunidades que reproduce situaciones de desventaja
o exclusión. Este campo de estudios en las sociedades del Cono Sur permaneció
casi dos décadas en situación de moratoria, mientras que el análisis del «panora-
ma social» enfocaba de preferencia la pobreza o la precariedad laboral. Precisa-
mente, las políticas sociales interesadas en reducir o contribuir a superar las
situaciones de pobreza requirieron diagnósticos más dinámicos, que permitie-
ran establecer la sustentabilidad en el tiempo de los cambios en la situación
económica de los hogares (Raczynski 1994). En la primera década del siglo XXI
diversos estudios han contribuido a recuperar la centralidad de movilidad social
en la discusión acerca de la desigualdad en la sociedad chilena (Espinoza, 2002;
Kessler y Espinoza, 2002; Garretón, 2001; Torche, 2005; Cepal, 2000; Gurrieri/
Sáinz, 2003).
El análisis de la movilidad social tiene claros vínculos de continuidad respec-
to de estudios previos sobre desempleo y la pobreza, los que pueden considerar-
se casos especiales del modelo más general que ofrecen los estudios de movili-
dad. Cuando se toma este punto de vista, las preguntas que orientan el análisis
tienen que ver principalmente con la movilidad ocupacional, vale decir, con el
desempeño de los individuos en el mercado de trabajo. De hecho, la integración
al mercado de trabajo es la recomendación clave de las políticas públicas des-
tinadas a mejorar las condiciones de vida de individuos y hogares. El cambio
ocupacional es la dimensión de la movilidad social más afín con una definición
económica de desigualdad, aunque plantea el riesgo de dejar en un segundo plano
las dimensiones de prestigio o poder que intervienen en la definición del estatus.1
Las preguntas que hoy se asocian con los estudios de movilidad social son
menos sociológicas y quizá hasta menos interesantes que las que orientaron los

1
Cepal (2000) justifica la clasificación ocupacional que propone por su correlación con los
niveles de ingreso monetario de los individuos que componen cada categoría.

132
VICENTE ESPINOZA • La movilidad ocupacional en el Cono Sur

primeros estudios (pero ver Garretón, 2001). En los años sesenta, el análisis de la
movilidad social se asociaba con comportamientos políticos y procesos de cons-
titución de actores sociales, en medio de los procesos estructurales, que caracte-
rizaban la implantación de una sociedad industrial (Pinto, 1970; Raczynski,
1974a; Lipset y Bendix, 1963; Germani, 1963). Los actuales análisis de la estrati-
ficación social y aun de la movilidad ocupacional se diferencian poco de los
análisis económicos del mercado de trabajo (Beccaria, 2001; Weller, 2000; In-
fante et al., 1999; Martínez y León, 1998). Términos aparentemente sociológi-
cos, como exclusión, precariedad o privilegio, parecen poco más que equivalen-
tes light de conceptos económicos bien establecidos, si bien opinables, como
segmentación, productividad o monopolio.
En este artículo paso revista a las preguntas sociológicas que plantean los
estudios de movilidad social a las temáticas de la desigualdad y la organización
de los sistemas de estratificación. Los datos remiten a situaciones paradójicas,
que no tienen siempre una interpretación sencilla. ¿Es más justa una sociedad
donde hay más movilidad ocupacional? ¿Son los privilegios el reverso de la
exclusión? ¿Cuáles son los soportes sociales de la movilidad ocupacional? ¿Cuánta
consistencia es posible apreciar entre posiciones, cultura y formaciones de clase?
El artículo busca responder a estas preguntas sobre la base de información pro-
pia y tomando en cuenta los resultados de otros estudios.
Aunque la mirada propuesta sea más bien especulativa, no por ello es infun-
dada. Los datos que respaldan este análisis provienen de una encuesta de movi-
lidad ocupacional realizada en Montevideo, Buenos Aires y Santiago en sep-
tiembre de 2000 (Proyecto Fondecyt 1990818). La encuesta produjo informa-
ción sobre la historia laboral de trabajadores y trabajadoras que en ese momento
tenían entre 35 y 50 años de edad. Los entrevistados conforman una cohorte
relativamente homogénea desde el punto de vista de sus rasgos demográficos, a
la vez que comparten experiencias comunes en el contexto de su participación
laboral. La edad corresponde a un período en el cual las personas generalmente
han alcanzado el punto más alto de su trayectoria laboral y su familia se encuen-
tra establecida; no enfrentan las estrecheces que plantean los períodos de forma-
ción o la retirada de la fuerza de trabajo. Los datos, por lo tanto, no reflejan la
situación general de la fuerza de trabajo en las ciudades consideradas, sino que la
posición alcanzada por una cohorte de trabajadores. Estos datos, sin embargo,
permiten apreciar mejor sus oportunidades laborales, por cuanto controlan el
efecto del tiempo de permanencia en la fuerza de trabajo.2

¿Más o menos mo vilidad?


movilidad?
El ascenso o descenso en la escala de ocupaciones está asociado directamente
con la calidad de las oportunidades que una sociedad ofrece. Por lo anterior el
volumen de movilidad, así como si es ascendente o descendente puede tomarse

2
Los datos procesados, así como los procedimientos de análisis, están disponibles directa-
mente del autor.

133
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

como una indicación gruesa relativa a este aspecto. La comparación de los datos
de movilidad, sin embargo, debe tomarse con cautela pues los resultados e
indicadores dependen no sólo de calidad de la medición, sino de las clasificacio-
nes ocupacionales utilizadas, las cuales varían entre un estudio y otro. Más aún,
en los datos disponibles la cobertura geográfica es variada, por lo que no se refie-
ren a poblaciones estrictamente comparables. Las interpretaciones que se realicen
deben considerarse iniciales y requerirán de otros estudios para su validación.
El cuadro 1 presenta algunos indicadores de movilidad intergeneracional
que si bien constituyen una aproximación útil, no toman en cuenta el efecto de
la interacción entre origen y destino; este aspecto se aborda en la sección si-
guiente. La movilidad observada se refiere al peso que poseen los trabajadores
que no conservan la ocupación de sus padres (en una tabla de movilidad se
ubican fuera de la diagonal) la cual se especifica según sea ascendente o descen-
dente. La movilidad mínima (llamada «estructural» en los primeros estudios) se
refiere a los cambios necesarios por la diferencia de distribución entre los mar-
ginales de la tabla, la cual se presenta como un índice de disimilitud. Finalmente,
la movilidad residual se refiere a la parte de la movilidad observada que no
resulta de la diferencia entre marginales y que puede ser atribuida a la circula-
ción o reemplazo entre puestos de trabajo; en el cuadro 1 se presenta como
porcentaje de la movilidad observada.

Cuadro 1. Indicadores de movilidad intergeneracional


en las capitales de Argentina, Chile, Brasil y Uruguay
1.b 2. 3. Residual/
1. Observada 1.a Ascendente
Descendente Mínima Observada*
Buenos Aires. Área
62,4% 34,2% 28,2% 9,2% 86,0%
Metropolitana 1960
Buenos Aires. Área
62,5% 33,5% 29,0% 12,1% 80,0%
Metropolitana 1969
Gran Buenos Aires
51,2% 37,4% 13,8% 12,9% 75,0%
1982**
Buenos Aires.
55,3% 38,2% 17,1% 20,3% 63,3%
Conurbano 2000
Santiago 1961 78,8% 38,3% 40,5% 28,2% 64,2%
Santiago 1970 43,5% 25,6% 17,9% 9,0% 79,1%
Santiago 2000 69,3% 44,4% 24,8% 14,6% 78,9%
Chile 2001 71,2% 42,0% 29,2% 13,1% 81,6%
Montevideo 2000 54,3% 33,6% 20,7% 16,7% 69,3%
Brasil 1979 60,0% 47,0% 13,0% s.d. s.d.
* 3 = (1 – 2)/1 en porcentaje.
** Gran Buenos Aires, excluye Capital Federal.
Fuentes: Santiago, Buenos Aires y Montevideo 2000: Fondecyt 1990818; Buenos Aires 1960: Germani 1963; Buenos
Aires 1982: Jorrat 1987; Buenos Aires 1969: Beccaria 1978; Santiago 1961 y 1970: Raczynski 1973, 1974b, Brasil:
Filgueira 2000.

134
VICENTE ESPINOZA • La movilidad ocupacional en el Cono Sur

La magnitud de la movilidad de padres a hijos/as, en las últimas dos décadas,


en las dos ciudades para las que se presentan datos, es algo menor que la registra-
da en América Latina en mediciones anteriores (Cepal 2000). La menor movi-
lidad observada comprende un alto volumen de movilidad ascendente, en un
nivel semejante al detectado en estudios anteriores, por lo cual la menor movi-
lidad global corresponde a una reducción de la tendencia al descenso en las
posiciones laborales. En las tres ciudades que comprende la encuesta de 2000, las
mayores posibilidades de ascenso se encuentran entre los hombres de Santiago,
y las más bajas entre los hombres de Montevideo.3 El descenso ocupacional es
más probable en Montevideo y entre las mujeres santiaguinas.
El cambio más notorio en comparación con dos décadas atrás reside en el
contraste que puede establecerse entre Buenos Aires y Santiago en cuanto a la
relevancia que posee el margen de maniobra individual.4 Como puede apre-
ciarse en la última columna del cuadro 1, en Buenos Aires disminuye el peso de
la movilidad residual como proporción de la observada, mientras que en Santia-
go éste crece. En Buenos Aires las oportunidades de movilidad están condicio-
nadas en gran medida por cambios en la estructura del empleo que escapan del
control individual. En Santiago, por el contrario, la movilidad de circulación
posee un peso creciente en la movilidad observada; vale decir que para parte
importante de la población la movilidad depende de su propio esfuerzo.5
Conviene profundizar en el caso de Santiago, donde puede hipotetizarse que
el resultado expresa el efecto radical que posee sobre el mercado laboral un
modelo de desarrollo que privilegia la movilidad de factores antes que la regu-
lación o protección por el Estado. Parte de ello se refleja en la creación de
puestos de trabajo que muestra insuficiencias del lado de la demanda, mientras
que la mayor dinámica corresponde a puestos creados desde el lado de la oferta
(Weller, 2000; Infante et al., 1999). La igualdad que establece el mercado se
expresa como independencia entre el origen social y el destino laboral, lo cual
correspondería a una estructura social más permeable.

3
Esto puede tener relación con el crecimiento negativo de la participación masculina en el
mercado de trabajo durante la década del noventa (véase Cepal, 2000)
4
Tras cada estudio de movilidad ocupacional acecha la clasificación utilizada. En la encues-
ta de 2000 se optó por eliminar el estrato rural, dado que en las ciudades analizadas su
presencia refleja el avance de la conurbación antes que procesos de migración rural-urbana.
Los propietarios agrícolas se asimilaron con empresarios o pequeños negociantes, mientras
que peones o temporeros pasaron a trabajo marginal. Ambas imputaciones son consistentes
con el destino laboral de estos grupos, por lo que no afectan las pautas de movilidad, pero sí
reducen el peso de la movilidad estructural.
5
Los datos para Santiago en 1970 parecen indicar que el peso de la movilidad estructural
se redujo antes de la implantación de una economía de mercado. Lamentablemente desco-
nozco la existencia de estudios de movilidad realizados en las tres décadas hasta los últimos
estudios realizados. Además, estos datos poseen altos contrastes con los de 1960, los cuales
han sido atribuidos a diferencias de codificación entre ambos estudios (Raczynski, 1974a) y
también al cambio de status legal de los obreros calificados que pasaron a definirse como
empleados (Raczynski, 1974b).

135
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

La paradoja reside en que una mayor posibilidad de ascenso y descenso


—dentro de un rango, como se verá más adelante— puede interpretarse, y así se
hace generalmente, como un indicador de equidad social: en la medida en que
el destino laboral no está asociado con el origen, habría menor probabilidad de
reproducir tanto privilegios como desventajas. Hay dos razones que desaconse-
jan asociar esta situación con una definición de igualdad de oportunidades. Una
es empírica y la otra teórica.
La discriminación de género es la razón por la cual empíricamente la mayor
probabilidad de ascenso o descenso en el Cono Sur no puede interpretarse
como una contribución a la mayor igualdad de oportunidades. Más que iguala-
ción de oportunidades, la movilidad descendente profundiza la discriminación
de género, produciendo más pobreza. De una parte, el análisis muestra que las
posibilidades de ascenso corresponden más a movilidad individual, mientras
que las de descenso corresponden a una movilidad estructural. La fuente de su
dinamismo es totalmente distinta: mientras que en la primera hay opciones para
tomar cursos alternativos, no lo hay en la segunda. De la otra, las probabilidades
de participar en el movimiento estructural de descenso ocupacional son más
altas entre las mujeres pobres.
La inserción laboral de las mujeres presenta habitualmente dos momentos;
uno antes de tener hijos y otro después de haber tenido la responsabilidad de su
crianza. La segunda inserción laboral ocurre generalmente en condiciones des-
ventajosas, que la llevan a ocupar posiciones más bajas que en su primera expe-
riencia laboral. En su segunda inserción laboral compiten malamente con hom-
bres que han acumulado unos diez años de participación continua en la fuerza
de trabajo, a la vez que su participación laboral puede estar asociada con la
urgencia de generar ingresos para su hogar (Guzmán et al., 1995).
Hay también una razón más teórica para no utilizar una definición de igual-
dad en términos de independencia entre origen y destino: tal igualdad puede
resultar injusta desde un punto de vista individual, por cuanto los esfuerzos
realizados en una generación se pierden en la otra. Incluso la acumulación de
recursos durante una carrera laboral individual puede perderse como resultado
de enfermedad, accidentes, despido, etc. El riesgo de movilidad social descen-
dente requiere, como condición de justicia, que una sociedad defina algunos
mínimos sociales. Como están las cosas, el descenso ocupacional sin «piso» pue-
de tener consecuencias desastrosas para quienes lo experimenten (Kessler y
Minujin, 1995). Un mínimo social, como el que establece en las sociedades
europeas el seguro de desempleo, es mucho menos que garantía de ascenso
social, pero es al menos la seguridad de que el desenlace de un revés ocupacio-
nal no será la exclusión o la marginalidad.
El Sistema de Protección Social Chile Solidario establecido en 2002 para la
atención de familias en condición de pobreza extrema opera como una inter-
vención pública busca establecer conexiones estables de estas familias con los
servicios públicos, de forma que opere como una red de apoyo en el mejora-
miento de las condiciones de vida. En los hechos, este programa establece un
mínimo de inserción social, garantizado a todos los ciudadanos. Idealmente,

136
VICENTE ESPINOZA • La movilidad ocupacional en el Cono Sur

debiera considerar mecanismos que reduzcan la probabilidad de caer en la po-


breza extrema, para reducirla de forma permanente.

La exclusión
La exclusión es el aspecto dominante de los procesos de cambio estructural,
cuando éstos se miran desde el punto de vista de los pobres. Pese a su voluntad
de integración, sus caminos de progreso están cerrados y cada vez resulta más
dificultoso observar procesos de movilidad social ascendente entre ellos. Cuan-
do se miran los mismos procesos de cambio estructural desde la perspectiva de
los integrados, el modelo de desarrollo aparece promoviendo el avance indivi-
dual, al paso que hace de la desigualdad retórica añeja. ¿Impasse o paradoja? La
evidencia respalda tanto a quienes destacan la integración de las sociedades lati-
noamericanas en procesos globales de modernización, como a quienes critican
un «modelo neoliberal» que genera desempleo, pobreza o exclusión.
El problema puede despejarse si se acepta que la exclusión no sea necesaria-
mente el reverso de la integración. La exclusión, en la percepción de quienes la
sufren, se establece bajo la forma de barreras a la movilidad que se imponen
contra la voluntad individual. La exclusión puede comprenderse también en
la acepción weberiana de clausura, esto es, como el cierre voluntario y delibe-
rado que hace un grupo para explotar ventajas de monopolio (Parkin, 1974).
En situaciones de polarización de la estructura social, el término exclusión
refiere sin ambigüedad a estas dos situaciones, porque la desventaja es el re-
verso del privilegio, tal como la barrera lo es de la clausura. En otras situacio-
nes, el término pierde precisión y genera confusiones o paradojas como la que
analizamos.
Otros estudiosos de la estructura social latinoamericana describieron las pautas
de movilidad social en términos polares. La estructura social enfrentaría una
tensión en direcciones contrarias: una hacia la movilidad estructural ascendente,
y otra hacia la marginalidad (Filgueira, 2000, Gurrieri y Sáinz, 2003). La tesis de
dualización del mercado de trabajo, donde estaría bloqueada la circulación entre
posiciones calificadas y no calificadas, es otra de las versiones conocidas de la
polarización de la estructura social (Filgueira y Geneletti 1990). Los datos reco-
gidos en las tres capitales conosureñas plantean un cuadro más complejo que la
segmentación polar.6 El Cuadro 2 resume las pautas de movilidad ocupacional
entre generaciones, agregando las ocupaciones en cinco grupos según su califi-
cación; los dos niveles más altos comprenden 55 por ciento de la fuerza de
trabajo en Santiago, 53 por ciento en Buenos Aires y 44 por ciento en Monte-

6
La clasificación define cinco grupos a partir de 19 categorías obtenidas de la codificación
de respuestas abiertas a la descripción de oficio y cargo que realizó el respondente, según
ISCO-88 (actualizada 23 de febrero de 2000), www.ilo.com. El nivel «semicalificado» corres-
pondería al más bajo de lo que algunos estudios designan como ocupaciones no manuales.
En clasificaciones menos centradas en la ocupación formarían parte de la clase obrera (Wright,
1994).

137
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

video. Recordemos además que los datos consideran la participación de hom-


bres y mujeres en la fuerza de trabajo.
Los tres paneles del cuadro 2 presentan los parámetros obtenidos luego del
ajuste de un modelo log-lineal a los datos de cada capital. Las estadísticas de
ajuste del modelo se presentan en el cuadro 3. El análisis log-lineal de la tabla de
movilidad permite tomar en cuenta los efectos de interacción junto con los
efectos de los marginales, utilizando modelos más complejos que el de indepen-
dencia. El modelo de movilidad permite tratar por separado los sectores de la
tabla en los cuales se encuentra mayor propensión a la asociación entre posicio-
nes de origen y posiciones de destino. En la mayor parte de las tablas de movi-
lidad, la diagonal recoge un exceso de casos que se aísla del resto para revisar las
pautas en el resto de la tabla. La técnica puede extenderse hacia otros modelos,
que expresan otras situaciones posibles (Hauser, 1979). Los casilleros en los cua-
les se identifican los parámetros, por lo tanto, pueden interpretarse como secto-
res en los cuales existen barreras a la movilidad.

Cuadro 2: Estimación de parámetros para las pautas de movilidad


intergeneracional en Santiago, Buenos Aires y Montevideo
Santiago Ocupación Hijo
Ocupación Padre I II III IV V
I. Profesional Gerencial
II. Técnica Administrativa
III. Semicalificada
IV. Especializada 0,392 1,360
V. No calificada 1,360 2,133

Buenos Aires Ocupación Hijo


Ocupación Padre I II III IV V
I. Profesional Gerencial 2,260 0,923
II. Técnica Administrativa 0,923 1,259
III. Semicalificada -0,763
IV. Especializada 0,976 0,839
V. No calificada 0,839 1,808

Montevideo Ocupación Hijo


Ocupación Padre I II III IV V
I. Profesional Gerencial
II. Técnica Administrativa 1,338
III. Semicalificada
IV. Especializada 0,306 0,306
V. No calificada 0,306 0,306

138
VICENTE ESPINOZA • La movilidad ocupacional en el Cono Sur

Cuadro 3. Estadísticas de ajuste de los modelos de movilidad


L2 GL P
Santiago 16,77 13 0,210
Buenos Aires 13,93 9 0,125
Montevideo 16,76 14 0,269

Si bien puede encontrarse un modelo que ajuste los datos de las tres ciuda-
des, en esta presentación pondré el énfasis en el contraste entre las tres ciudades,
para referirme posteriormente a los elementos comunes. Santiago aparece como
una ciudad en la cual los efectos de exclusión de las ocupaciones de menor
calificación son el rasgo principal. Buenos Aires aparece como la ciudad donde
las pautas de movilidad están más trabadas, acercándose a una situación de pola-
rización (Kessler y Espinoza, 2006). Montevideo se encuentra cercana a la situa-
ción de Santiago, aunque con niveles de exclusión menos severos, su rasgo dis-
tintivo es la retención anormalmente alta en las ocupaciones de nivel técnico y
administrativo, lo cual la acerca a la pauta de Buenos Aires.
De las tres ciudades analizadas, Santiago aparece como la más abierta en
términos de movilidad, una vez fuera del sector de ocupaciones menos califica-
das. Los hijos de estos trabajadores poseen alta probabilidad de reproducir la
posición del padre y sus movimientos hacia fuera de estas posiciones son relati-
vamente excepcionales. No obstante, una vez fuera de este sector, las posibilida-
des de movilidad son bastante altas, por lo cual el problema básico para incre-
mentar las oportunidades reside en reducir la exclusión de los hijos de los traba-
jadores de las ocupaciones menos calificadas.7 Además, la movilidad en este caso
involucra tanto ascenso como posibilidad de descenso, especialmente para quie-
nes se ubican más cerca de las ocupaciones de menor calificación.
La clausura de las posiciones más ventajosas de la estructura ocupacional está
presente sobre todo en Buenos Aires y en alguna medida en Montevideo. Las
posiciones de mayor calificación reflejan alta herencia y autorreclutamiento,
vale decir que los movimientos quedan reducidos prácticamente a los grupos
contiguos. En Montevideo esta características se aprecia en un grupo de ocupa-
ciones calificadas, mientras que el tope de la estructura permanece abierto. La
situación de Buenos Aires parece más cercana a una dualización de la estructura
de ocupaciones, donde existen tanto barreras de protección al descenso como
de bloqueo al ascenso.
En Santiago y Montevideo la pauta de movilidad se acerca a una situación de
«exclusión sin clausura» dado que quienes superan la situación de exclusión
pueden alcanzar las ocupaciones de mayor calificación. En particular, las ocupa-
ciones semicalificadas operan como una doble vía de distribución que alcanza
todo el rango posible de movilidad. De una generación a otra, los hijos de

7
Con toda probabilidad a encuesta no registra las ocupaciones de ingresos excepcional-
mente altos, por lo cual la apertura debe matizarse considerando este elemento.

139
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

trabajadores semicalificados pueden alcanzar las posiciones más altas de la es-


tructura social, aunque también corren el riesgo de descender. En estas ciuda-
des, la exclusión refleja más la imposibilidad de ascenso desde las posiciones
marginales que el cierre de las posiciones ocupacionales de mayor calificación.
En Buenos Aires esta situación aparece mucho más debilitada, si bien está tam-
bién presente.
Miremos primero el lado brillante: en las últimas décadas, el acceso a las
ocupaciones más calificadas ha estado abierto para santiaguinos y montevideanos
de origen modesto. En estas ocupaciones se pueden encontrar hijos de obreros
que han alcanzado una calificación mayor que sus padres. La permeabilidad de
las posiciones altas involucra que, con la excepción de Buenos Aires, estas ocu-
paciones han permitido el acceso a quienes no pertenecen a ese círculo. Lo
anterior no involucra menor herencia intergeneracional o reproducción del
estatus entre profesionales, empresarios o empleados, sino que mayor variedad
en la composición de estos grupos ocupacionales. El incremento de la demanda,
especialmente en posiciones calificadas y semicalificadas, no sólo permite sino
que requiere acomodar nuevos miembros. Éstos provienen de las familias obre-
ras y de comerciantes.
Miremos ahora el lado oscuro: los efectos de clausura no son siempre signi-
ficativos en esta muestra, pero los de exclusión sí lo son. Para los hijos/as de
quienes desempeñan ocupaciones especializadas o no calificadas, las posibilida-
des de movilizarse fuera de este rango aparecen altamente restringidas. ¿Qué
significa permeabilidad en estas condiciones? Una movida arriesgada y de corto
rango. La buena noticia es que la posibilidad de ascenso está abierta para una
buena cantidad de trabajadores, especialmente aquellos cuyos padres se encon-
traban en los rangos intermedios de calificación. La mala, es que para ellos
también están abiertas las posibilidades de descenso. Para hacer más desigual la
situación, los hijos de trabajadores más calificados están relativamente protegi-
dos del descenso. En otras palabras, el incremento en la probabilidad de descen-
so detectado en la sección anterior afecta con más probabilidad a los hijos de
familias modestas de clase media.
En los años noventa, el resultado de la movilidad social no estaba asegurado
de antemano, pues entre una y otra generación había alta probabilidad de ascen-
der o descender. La definición misma de la clase media debiera revisarse a partir
de estas pautas. La categoría estadística «lo que queda al medio» pierde precisión
desde el momento en que hay cortes discretos en la estratificación ocupacional
que actúan como barreras al ascenso y protección al descenso. La concepción de
la clase media como un enlace entre sectores altos y bajos en un camino de
ascenso social, también resulta cuestionada a partir de los datos. La clase media,
especialmente su sector menos calificado, ya no se encuentra como en la gene-
ración anterior a la expectativa del ascenso, sino protegiéndose permanente-
mente del riesgo de descenso.
El movimiento de la clase media será, entonces, el intento por llegar o man-
tenerse lo más lejos posible de la pobreza. Los hijos de la clase media enfrentarán
sobre todo el dilema de un futuro asalariado con bajas recompensas —pan duro

140
VICENTE ESPINOZA • La movilidad ocupacional en el Cono Sur

pero seguro— o la exigente competencia por sostenerse en el trabajo indepen-


diente, donde el éxito está reservado a pocos. La dinámica actual de la clase
media aparece así diferente de la memoria de los años de la industrialización. Si
antes un trabajador «no manual» podía cifrar sus esperanzas en «hacer carrera» y
uno «manual» confiaba que el futuro de sus hijos sería mejor que el propio,
ahora ambos realmente tienen que buscar y aún fabricar sus oportunidades.

Sistemas de apo
apoyy o infor mal a la movilidad
movilidad
Los estudios de estratificación de los períodos de «movilidad social estructural»
dejaban de lado la importancia de activos diferentes al capital humano. En con-
diciones estructurales favorables, como las descritas para los años sesenta y se-
tenta, mecanismos de movilidad como capital social, redes, influencia, eran me-
nos visibles, aunque igualmente tenían peso en los resultados (Adler y Lomnitz,
1994). Pero también individuos con bajo capital familiar y social podían ascen-
der, porque la expansión de oportunidades era de tal magnitud que las ocupa-
ciones medias y altas incorporaban trabajadores de origen modesto.
El peso relativo de los «caminos» de la movilidad social se ha modificado con
respecto a los descritos en estudios anteriores. Tradicionalmente, el peso de la
explicación radicó en las posibilidades brindadas por el capital humano y por
variables de tipo cultural-funcional ligadas a la internalización de pautas valóricas.
En la actualidad, estos factores no son explicación suficiente de las trayectorias
de movilidad, además de que ofrecen una versión simplificada de la historia
social del siglo veinte.8 Los procesos de movilidad estructural ascendente fue-
ron apoyados por una masiva inversión pública en educación que alcanzó a la
mayor parte de la población, así como por el establecimiento de sistemas de
previsión, salud y protección laboral.
La idea de que bastaría con la calificación educacional y las disposiciones
individuales adecuadas ignora el soporte estructural que ofreció el sector públi-
co a los procesos de movilidad social (Barozet, 2002). En la búsqueda de otras
claves de la movilidad ocupacional, una creciente literatura ha destacado el valor
del capital social. La relevancia otorgada al capital social en los procesos de
movilidad social puede entenderse como «privatización» de los soportes estruc-
turales de este proceso.
Las redes sociales características del capital social muestran fuerza y variedad
en la explicación de la movilidad ocupacional en esta muestra.9 Las personas
que han tenido acceso a ocupaciones de mayor estatus ciertamente han utiliza-
do sus vinculaciones sociales, lo cual establece una diferencia de calidad en sus
relaciones con respecto a los trabajadores menos calificados. Estos últimos utili-
zan contactos laborales en el acceso a su actual puesto de trabajo, incluso en

8
La escolaridad explica bien la diferencia ingreso entre quienes tienen enseñanza de tercer
ciclo y el resto, pero su poder explicativo se reduce bajo este umbral, lo cual indica la
necesidad de incorporar factores explicativos adicionales.
9
Las definiciones operacionales de capital social se encuentran en Espinoza (2001a).

141
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

mayor proporción que los más calificados, pero tales contactos no les permiten
ganar acceso a mejores posiciones.
La versión asociativa del capital social supone que los vínculos locales con-
tribuyen a mejorar el estatus de familias más pobres. Esta versión aparece debi-
litada, pues el contacto asociativo no tiene efecto sobre las posibilidades de
ascenso ocupacional. El efecto significativo de barrios de composición social
heterogénea parece favorecer la imagen de vecindad territorial que acompaña al
capital social comunitario. No hay, sin embargo, otros elementos del enfoque de
capital social asociativo que complementen la presencia de este factor.
El tamaño de la red se asocia significativamente con la probabilidad de acce-
so a posiciones de alto prestigio y estabilidad. Una red de mayor tamaño es
generalmente una red más variada, que ofrece mayores oportunidades de acceso
a recursos escasos (Espinoza/Canteros 2001). Dentro de la variedad de contac-
tos disponibles, los laborales activos y los institucionales aparecen como los más
relevantes en el acceso a buenas posiciones laborales. Los contactos institucionales
de los respondentes muestran también efectos positivos en términos de movili-
dad. Este tipo de contactos comprende desde funcionarios públicos o privados
hasta autoridades y representantes. Estas vinculaciones están más disponibles en
las ocupaciones de mayor estatus que en el resto, indicando de paso su mayor
integración social.
Ahora bien, para tener acceso a los puestos más codiciados, no basta el con-
tacto con personas de mejor posición económica o bien ubicadas en una insti-
tución. La ausencia de elementos de relación personal puede disolver la oportu-
nidad y reflejar solamente la distancia que separa a uno del otro. La diferencia de
calidad entre los lazos que permiten el acceso a mejores posiciones y los que
reproducen en posiciones de menor estatus tiene que ver principalmente con la
fuerza de la relación. La fuerza de los lazos —contacto frecuente, confianza y
disponibilidad— tiene un efecto positivo en el acceso a posiciones ocupaciona-
les de alto estatus. Desde el momento en que estas relaciones fuertes no corres-
ponden a los amigos de confianza, cuyo efecto no es significativo en la movili-
dad ocupacional, la intensidad en las relaciones agrega valor a los contactos
laborales e institucionales existentes.10
La vinculación entre acceso a ocupaciones de alto estatus por medio de
lazos fuertes contradice la hipótesis más difundida al respecto (Granovetter,
1995 [1973]). La evidencia sobre contactos laborales converge más bien con
Ibáñez (1999), quien sostiene que son las vinculaciones informales en el lugar
de trabajo las que apoyan en el progreso laboral. En la medida en que se trata
de relaciones activas, ellas pueden corresponder a contactos que favorecen la
carrera ocupacional en una misma empresa o rama, antes que contactos de
acceso, establecidos «de afuera hacia adentro». Los contactos institucionales y
relaciones de amistad con alta confianza que aparecen favoreciendo el acceso
a los puestos de mayor calificación, corresponden al proverbial «pituto» chile-

10
El rol de los amigos de confianza tiene más eficacia para prevenir el descenso o reprodu-
cir la posición alcanzada.

142
VICENTE ESPINOZA • La movilidad ocupacional en el Cono Sur

no; esto es, un amigo o compadre ubicado al interior de una estructura buro-
crática formal.

La organicidad de las clases sociales


La alta movilidad ocupacional de padres a hijos expresa en gran medida el
reacomodo de los hijos de la clase obrera en la estructura social de estas ciuda-
des. Tal como afirman Murmis y Feldman (1992), ello establece de hecho una
vinculación estructural estrecha de la clase media con los sectores populares
donde tiene su origen. La interpretación respecto de las consecuencias que esta
cercanía tiene para la cultura laboral y la acción colectiva requiere de precisio-
nes. En particular, conviene discutir la hipótesis acerca de la posible influencia
obrera en la clase media.
La clase obrera ha experimentado, en las tres ciudades, un proceso de dete-
rioro en sus condiciones laborales; una diáspora que alcanza la totalidad de la
estructura ocupacional. Aunque sus hijos traspasaron la barrera de las ocupacio-
nes «manuales», para integrarse en categorías ocupacionales «no manuales», lo
hicieron en parte por la imposibilidad de reproducir la ocupación del padre. Los
hijos de obreros hacen ingreso a nuevas categorías ocupacionales en el marco de
una disminución del peso estructural de las posiciones obreras, así como de las
formas de acción colectiva sindical que las expresaban en la arena pública.
Es poco probable que la cultura obrera tenga algún peso en la actual clase
media. Los cambios marcados en la ocupación por ramas de actividad involucran
que los entrevistados encontraron su ocupación en una rama de actividad dife-
rente a la de su padre. De hecho, en las tres ciudades, sólo 24 por ciento de los
trabajadores se encontraba trabajando en la misma rama de actividad económica
que sus padres. Esto involucra, para empezar, que no han podido aprovechar la
experiencia o contactos de sus padres al establecerse laboralmente, sin hablar de
las posibilidades de asentar o desarrollar creencias, valores y formas de acción
común. Quienes provienen de ocupaciones menos calificadas y entran a los
rangos de la antigua clase media, deben actuar más basándose en orientaciones
de movilidad individual que por referencia a sus raíces de clase.
Las dificultades de integración en ocupaciones y ramas diferentes a la de sus
padres deben sumarse a la semiclausura que establece el alto auto-reclutamiento
en las ocupaciones de clase media, especialmente las más calificadas. Las activi-
dades de comercio, transporte, comunicaciones, servicios sociales y servicios a
empresas también reciben un importante contingente obrero. En estas ocupa-
ciones, las mejores oportunidades son de difícil acceso para los recién llegados,
porque están reservadas a quienes llevan más tiempo en esta actividad. Quien
entra en este sector se ve permanentemente tensionado entre la presión por
establecer su propio negocio y el riesgo de ser expulsado hacia el desempleo. La
fuerza de este conflicto, característico de un «mercado laboral flexible», establece
una cultura laboral enfocada en el presente, sin historia ni historicidad, lo que
no permite generar lógicas de acción colectiva (Sennett, 2000).
La composición de las categorías ocupacionales, pese a la mezcla entre secto-

143
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

res medios y populares, no favorece tampoco la acción conjunta de los obreros


y clase media. La probabilidad de acción colectiva reactiva es más alta que la
proactiva, debido al deterioro general de las condiciones laborales y la heteroge-
neidad de los grupos ocupacionales. Durante el siglo XX, la capacidad de acción
colectiva autónoma estuvo radicada principalmente en la organización obrera,
la cual no tiene incidencia en estos procesos de movilidad, que ocurren como
una dispersión individual antes que como una movilización orgánica. Las posi-
bilidades de acción colectiva pueden vincularse al posicionamiento de una agenda
redistributiva en el debate público, al cual sí pueden contribuir las clases medias.
En Chile, la sociedad civil posee un fuerte componente de clase media mo-
vilizada autónomamente frente al Estado, lo cual puede abrir espacio para la
expresión de otros movimientos sociales. Médicos y profesores, a lo largo de los
años noventa, realizaron diversas movilizaciones que en algún momento con-
vergieron en demandas salariales (Espinoza, 2001b). Las demandas de médicos y
profesores han quedado reducidas a sus intereses sectoriales sin alcanzar a invo-
lucrar a otros grupos sociales. La reciente movilización de los estudiantes secun-
darios parece expresar, no obstante, una recuperación de la centralidad del de-
bate redistributivo. En Buenos Aires la crisis económica ha generado acción
colectiva en los barrios, desligada de las organizaciones sindicales.
Las dificultades para generar acción colectiva en términos de una lógica
clasista reflejan una situación en la cual las posiciones de clase no coinciden con
la cultura laboral, y éstas tampoco lo hacen con las formaciones de clase. La clase
social como categoría sociológica resulta insuficiente para dar cuenta de la diná-
mica de una sociedad en la cual la economía, la cultura y la subjetividad adquie-
ren creciente autonomía, como mercado, como identidad y como comunidad
(Dubet y Martucelli 2000). Como bien señala Sennett (2000), el «capitalismo
flexible» es menos legible en su forma, especialmente en la posibilidad de iden-
tificar amigos y antagonistas. La ausencia del «otro» en las relaciones laborales
produce más desconexión que experiencias compartidas entre los trabajadores.
Los sujetos de la acción colectiva surgirán cuando la experiencia social de los
individuos logre integrar mundos aparentemente inconciliables. Claro está, en
esta acción colectiva el momento reflexivo e individual, que da origen a una
narrativa compartida de la adversidad, predomina sobre la épica de la adhesión
masiva a grandes verdades, modelos o utopías.

Refer encias
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146
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal
REVISTA DE SOCIOLOGÍA20 (2006) • issn 0716-632x • 147-174
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile

Los sectores medios ante la era neoliberal:


Transformaciones y contradicciones
del desarrollo en Chile*

NICOLÁS ANGELCOS , PABLO PÉREZ Y CAMILO SÉMBLER


Licenciados en Sociología de la Universidad de Chile

::: RESUMEN
El presente artículo reflexiona sobre las condiciones de posibilidad que
presentan los sectores medios para ejercer un rol activo en el modelo de
desarrollo vigente en Chile, tal como tienden a ser presentados e interpe-
lados discursivamente desde la esfera política. Para ello, en primer lugar, se
examina la reconfiguración de las relaciones de poder durante las últimas
décadas y la consiguiente articulación de un nuevo modelo societal. A
partir de esto, se analizan los cambios en la estructura ocupacional y los
mecanismos de integración social en los sectores medios, vislumbrando
tanto sus bases constitutivas como sus tejidos normativos. Las considera-
ciones finales reflexionan sobre las tensiones entre dichos cambios y las
interpelaciones discursivas que se dirigen hacia los sectores medios en la
actualidad.
PA L A B R A S C L AV E S : sectores medios, modelo de desarrollo, estratifi-
cación

: : : A B S T R AC T
This article reflects on the conditions of possibility that present the middle
sectors to exert an active role in the current mode of development in
Chile, as they are discursively presented and questioned from the political
sphere. First, we examine the reconfiguration of the power relations during
the past decades and the resulting articulation of a new societal model.
Based on this, the changes in the occupational structure and the social
integration mechanisms in the middle sectors are analyzed, glimpsing both
their constitutive basis and their normative fabric. Finally we consider the
tensions between those changes and the discursive interpellations directed
to the middle sectors nowadays.
K E Y WO R D S : middle sectors, mode of development, stratification

147
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Intr oducción
Introducción
El presente artículo intentará desarrollar una reflexión desde la sociología hacia
el carácter actual que presentan los sectores medios. Más que una caracteriza-
ción descriptiva en términos de estructura ocupacional se intentará formular
una reflexión en torno a las condiciones de posibilidad que estos sectores
presentan para ejercer un rol activo en la sociedad chilena actual. Este rol
activo estaría definido por la capacidad que pudieran tener de desarrollar un
proyecto histórico, que diera una direccionalidad clara al modelo de desarro-
llo actual.
En este sentido, los sectores medios constituirían actualmente el núcleo de
una paradoja, en la medida que, por un lado, son los sectores que cargan en sus
espaldas buena parte de los costos del modelo de desarrollo y, por otro, constitu-
yen los sectores privilegiados hacia los cuales se orienta el discurso político,
interpelándolos a constituirse como las bases sociales que sustenten un nuevo y
renovado pacto social en Chile.
Esta paradoja se extiende más allá del ámbito indicado para dejar lugar a la
contradicción entre su interpelación discursiva como sectores homogéneos cla-
ramente constituidos, a la vez que su conformación «real» nos muestra una alta
heterogeneidad estructural en su composición social y, por lo mismo, una diver-
sidad de identidades culturales sin un referente único; referente que, como
veremos, estaba constituido por el Estado entre los años 1930 y 1973 del
pasado siglo.
Así, el artículo intentará caracterizar el conjunto de reformas estructurales y
políticas acaecidas durante los años ochenta, para preguntarse acerca de la
reconfiguración de las relaciones de poder en Chile y la forma que adopta el
nuevo patrón de acumulación, basado en la apertura económica hacia capitales
trasnacionales. En un segundo momento, caracterizaremos los principales cam-
bios que se evidencian en la estructura ocupacional, para indagar en las bases
objetivas en que se constituyen los sectores medios. Enseguida, analizaremos los
cambios que se producen en las principales formas de integración social, hacia
un marcado auge del consumo, reflexionando sobre la recomposición de tejidos
normativos que esta forma de integración simbólica posibilita o niega.
Por último, quisiéramos aclarar una distinción conceptual que orientará este
artículo, a saber: la distinción entre sectores medios y clase media. En general, en
este artículo, utilizaremos el concepto de sectores medios para desligarlo de una
carga teórica que en la realidad no podemos constatar como evidente. Pareciera
ser objetivo de un trabajo de investigación el definir con precisión si los sectores
medios constituyen clases, estratos, estamentos, etc.; objetivo que se aleja de
nuestras pretensiones. Por lo mismo, si utilizamos en algunos pasajes la idea de
clase media sólo lo hacemos dando cuenta de la caracterización con la que el
discurso político los interpela, lejano a lo que entendemos por clase, es decir, un
grupo social organizado con una base económica y social común, que porta un
proyecto histórico y lucha por volverlo hegemónico.

148
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal

Reor denamientos sociopolíticos y transfor maciones


Reordenamientos
estr ucturales rrecientes.
estructurales ecientes. Elementos para una caracter ización
de Chile como modelo societal neoliberal.
El diagnóstico y la reflexión sobre las bases constitutivas y los mecanismos de
integración social de los actuales sectores medios, exige, en primer lugar, un
intento de caracterización de las principales tendencias y rasgos que configuran
las estructuras y dinámicas sociales hoy en Chile. Particularmente, se trata de
precisar algunos elementos para la comprensión del contexto social en el cual se
constituyen y desenvuelven los sectores medios, sobre todo apuntando a los
reordenamientos sociopolíticos y las transformaciones estructurales que están
en la base de la articulación histórica de un nuevo modelo societal en Chile
desde la construcción hegemónica del neoliberalismo.
En términos generales, las transformaciones y ajustes estructurales que, prin-
cipalmente, a partir de la década de los ochenta comienzan a implementarse en
Chile al amparo de los procesos de modernización neoliberal, no sólo redefinen
la organización productiva y las relaciones laborales características del modelo
industrializador, sino que también desestructuran las relaciones clásicas entre la
sociedad civil y el Estado, o en términos más amplios, entre la constitución y
orientación de los actores sociales y la institucionalidad política. En otras pala-
bras, las transformaciones impulsadas desde las recomendaciones neoliberales
no sólo impactan en la organización económica de la sociedad, sino que provo-
can, en términos de Garretón, una desarticulación de la matriz nacional-popu-
lar característica del período industrializador, vale decir, una redefinición de las
relaciones entre el Estado, el sistema de representación política y las bases
socioeconómicas y culturales a partir de las cuales se constituyen los actores
sociales.
Es por todo esto, entonces, que podemos hablar de la articulación histórica
de un nuevo tipo societal en Chile, desde la construcción hegemónica del
neoliberalismo y la racionalidad particular que éste imprime a las estructuras,
dinámicas y comportamientos sociales, y que logra prolongarse —y en ciertos
aspectos esenciales profundizarse— más allá de su momento fundacional signado
por la dictadura militar. En este sentido, intentaremos caracterizar el neoliberalismo
como un particular estilo de desarrollo sustentado en una serie de reordenamientos
sociopolíticos —entendidos como alteraciones en las relaciones de poder entre
sujetos y fuerzas sociales—que suceden a la crisis del Estado de compromiso y
el modelo industrializador y que, desde ahí, se va instalando, a partir de procesos
de modernización que modifican tanto los mecanismos sistémicos (mercado,
aparato político-administrativo, estructura ocupacional, etc.) como los anclajes
normativos de la sociedad chilena.
Como es sabido, durante el período histórico englobado bajo el modelo
industrializador sustitutivo de importaciones (ISI) es posible apreciar que los
actores sociales fundamentales se constituían en torno a la esfera del trabajo y, en
base a ello, articulaban y proyectaban sus orientaciones normativas hacia la ins-
titucionalidad política, mediante formas de acción colectivas (sindicatos, movi-

149
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

mientos sociales) y el sistema de representación (Partidos Políticos). Dichos ac-


tores, además, se articulaban en torno al movimiento social central (nacional-
popular) y el impulso del desarrollismo, encontrando en el Estado su principal
referente de acción y el lugar de resolución de los conflictos generados por las
relaciones de dominación (véase Garretón, 1997).
Ahora bien, con el estancamiento estructural del proyecto industrializador y
la crisis mundial de 1974 —y el consiguiente incremento de la deuda externa
en los países dependientes— se cerrará un ciclo histórico de acumulación y
modernización capitalista en la región, planteándose el desafío de impulsar un
nuevo ciclo redefiniendo el estilo de desarrollo, lo que abre el paso a una serie
de transformaciones estructurales de la sociedad chilena. Sin pretender entrar a
detallar una historia ya conocida, dicho estilo de desarrollo comenzará a articularse
a partir de los dictámenes del neoliberalismo, sobre todo sustentados en el diag-
nóstico de que, debido al estancamiento del consumo interno y la crisis fiscal
del Estado benefactor, debe ser la inversión privada quien asuma estructuralmente
el dinamismo del nuevo ciclo de acumulación.2
Además de lo mencionado, otro aspecto esencial que debe considerarse para
la comprensión de las transformaciones que van articulando el actual modelo
societal en Chile remite al salto en la base técnica del capital que comienza a
producirse a nivel mundial a partir de los 60. En efecto, durante aquellos años se
asiste a un desplazamiento global de la centralidad de los procesos productivos
anclados en la industria hacia otras esferas y espacios sociales, sobre todo aque-
llos estructurados en torno al sector servicios y la economía financiera. Es pre-
cisamente en aquel entonces cuando se comienza a plantear la idea de una
sociedad postindustrial, en donde acorde al desplazamiento productivo se reor-
ganizarían los mecanismos identitarios y los ejes de conflictividad social y, con
ello, las consiguientes pautas de orientación y comportamiento de los grupos
sociales. Para el caso de Chile —y en general para América Latina— tenemos,
por tanto, que el estancamiento tecnológico del modelo industrializador se
entronca con la transformación planetaria de la organización del capital, lo que
está en la base del proceso de constitución de un modelo societal neoliberal, en
donde a partir de una serie de profundas y variadas transformaciones estructu-
rales se van redefiniendo tanto las bases constitutivas como los mecanismos de
integración de los actores sociales.
Sin embargo, es fundamental destacar —sobre todo al intentar analizar la
constitución y los patrones de comportamiento de determinados grupos socia-
les, en este caso, los sectores medios— que si bien la crisis presenta un marcado
carácter estructural, su agudización y su salida, a través de la serie de reformas y
ajustes neoliberales, es imposible de entender sin el aspecto sociopolítico que
implica la desarticulación de la alianza de clases desarrollista y la conformación,
planteado en términos de Gramsci, de un nuevo bloque histórico hegemónico

2
Esto considerando la demanda interna como la articulación entre inversión privada,
consumo y gasto público, en donde, en éste momento histórico leído desde el monetarismo,
sólo la primera puede redinamizar la demanda y abrir un nuevo ciclo de acumulación.

150
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal

articulado, sobre todo, en torno a los sectores ligados a la fracción financiera del
capital, principalmente transnacional, y subordinadamente, local.3
Se trata, en el fondo, del quiebre político del pacto o alianza social que
sustenta al Estado de Compromiso, lo que agudiza la crisis sistémica del modelo
industrializador mediante la articulación de una crisis social, en donde se reordenan
las relaciones de poder entre los sujetos y fuerzas sociales, dando lugar a la
emergencia de nuevas posiciones dominantes.4 En estos términos, entonces, la
conformación de una sociedad neoliberal en Chile responde a la capacidad del
emergente bloque histórico de asumir la crisis y darle una salida por medio de
transformaciones estructurales que van instalando y articulando un nuevo mo-
delo societal.
Desde aquí, el cambio societal experimentando en Chile durante las últimas
décadas puede ser entendido no sólo como «un proceso acumulativo en el cual
se agregan nuevas variables que se incorporan a la configuración estructural,
[sino que] implica fundamentalmente un proceso de relaciones entre los gru-
pos, fuerzas y clases sociales a través del cual algunos de ellos intentan imponer
al conjunto de la sociedad el tipo de dominación que les es propio» (Cardoso y
Faletto, 2003: 13). En suma, los procesos de modernización neoliberal represen-
tan la implementación sistémica y normativa del proyecto político de un bloque
histórico que se representa sobre la totalidad del orden social, logrando instalar
como hegemónicas sus orientaciones prácticas (estructurales y normativas) par-
ticulares.
De esta manera, si bien el proceso de implantación del nuevo tipo societal
arranca de la posibilidad que le otorga el Golpe Militar como ruptura política
final de la alianza desarrollista, las transformaciones estructurales que instalan la
lógica de modernización neoliberal son posteriores, en la medida en que son
expresión de un paulatino reordenamiento sociopolítico de las relaciones de
poder entre los actores y fuerzas sociales. De hecho, es posible identificar una
etapa que va —aproximadamente— entre 1973 y 1975, en donde se van resol-
viendo las tensiones internas a los sectores golpistas, que precisamente guarda-
ban relación con la orientación que debía asumir el modelo de desarrollo en
Chile,6 las cuales finalmente son resueltas a favor del nuevo bloque histórico
que va emergiendo como hegemónico e instalando las transformaciones
neoliberales profundas que sientan una nueva lógica de modernización social.
En 1975, entonces, se inaugura la etapa fundacional de la dictadura que engloba

3
Cabe recordar que, desde Gramsci, puede considerarse que el bloque histórico no sólo
proyecta hegemonía sobre la sociedad, sino que también en su interior —como alianza de
clases y fracciones sociales— se construyen relaciones hegemónicas, es decir, posiciones di-
rectivas de determinados grupos sociales sobre otros.
4
Para la distinción entre crisis sistémica y crisis social, véase Habermas (1998).
6
Nos referimos a las disputas entre las visiones corporativistas y las neoliberales que con-
viven, en un primer momento, al interior de los sectores golpistas, y que son resueltas a favor
de los últimos fundamentalmente a partir de 1975 y de la influencia de los economistas de
Chicago.

151
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

una serie de cambios profundos que tienen por objetivo principal desarticular
las condiciones estructurales y políticas que hacían posible el modelo de desa-
rrollo anterior, sobre todo las que guardaban relación con la injerencia del Esta-
do en los procesos de generación y distribución del producto social, lo cual
además es acompañado de las políticas de represión tendientes a fragmentar a
los actores clásicos de la matriz nacional-popular. Es decir, se trata de crear las
condiciones económicas, sociales y políticas que posibiliten la implantación del
nuevo modelo societal.
En este primer momento se redefinen, profundamente, las bases objetivas a
partir de los cuales se constituían los actores sociales en el período desarrollista,
sobre todo en relación a la esfera del trabajo y la estructura ocupacional, parti-
cularmente mediante una alteración de la organización productiva y sus rela-
ciones laborales características. Conviene precisar, que si bien apuntaremos las
principales transformaciones que en esta esfera representan las reformas y ajus-
tes neoliberales, nos interesa enfatizar la medida en que debido a su profundidad
reestructuradora, éstas implican tendencias o lógicas que se prolongan más allá
del momento fundacional y, por ello, son importantes para establecer el contex-
to social actual de constitución de los sectores medios. Dicho en términos más
concretos, nos interesa más bien caracterizar la lógica o racionalidad que instala
la modernización neoliberal sobre las estructuras y dinámicas sociales, y no
tanto sus hitos o momentos de reforma particulares.
Así, en primer lugar, es posible identificar que como producto de uno de los
ejes del reordenamiento sociopolítico que desencadena las transformaciones, se
ha producido una redefinición de los actores que lideran la inversión y la acu-
mulación, que va desde el rol empresarial del Estado durante el período
industrializador —en la medida en que organizaba la producción estratégica-
mente, otorgaba puestos de trabajo y satisfacía determinados niveles de consu-
mo— hacia la preponderancia, como ya se apuntó, de la inversión privada an-
clada en torno a la especulación financiera y los servicios. De esta manera, por
ejemplo, en términos del producto interno, hacia 1965 el Estado participaba en
el 3% de la producción manufacturera nacional, lo cual se incrementa al 40%
para el año 1973, para volver drásticamente al 3% en 1998; similar a lo que
acontece en el área estratégica de la minería, en donde se pasa de un control
estatal del 85% de la producción (1973) a una participación del 45% hacia
finales de los noventa.7
Ahora bien, esta reorganización productiva también va acompañada de una
modificación profunda de los mecanismos encargados de asignar recursos para
la inversión, vale decir, del sistema financiero. En este caso, se trata de la libera-
lización de dichos mecanismos —bajo la premisa monetarista que enfatiza la
necesidad de despojarlo de todas las trabas posibles, para así orientar la inversión
a las ramas más eficientes y rentables, dinamizando con ello el crecimiento—, lo
cual ha introducido una tensión constante entre la asignación de recursos y las

7
Datos extraídos de Hachete (2000: 115).

152
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal

necesidades de empleo y desarrollo local, toda vez que se tiende a privilegiar las
ramas que aseguren solvencia y altas tasas de retorno (tasas de interés).8
Sin embargo, no sólo se ha producido una transformación técnica de los
procesos productivos y una liberalización del sistema financiero, sino que tam-
bién una profunda redefinición de las relaciones laborales o, dicho más amplia-
mente, la nueva racionalidad que desprenden los procesos de modernización
neoliberal también ha impactado en la organización del trabajo social. A gran-
des rasgos, en este ámbito se ha incorporado una tendencia creciente a la frag-
mentación del proceso de trabajo, con la consiguiente precarización del empleo,
fundamentalmente bajo las formas de la externalización de funciones y la
terciarización, en donde, por ejemplo, se puede apreciar que en 1987 el 14% de
los puestos de trabajo correspondía a subempleos, vale decir, trabajos con sala-
rios inferiores al mínimo o jornadas laborales por debajo de las 35 horas sema-
nales, lo cual hacia 1996 se incrementa hasta el 17% (Montero y Morris, 2001).
Esta nueva racionalidad que fragmenta el proceso de trabajo se liga estrecha-
mente a las formas en que se ha reorganizado la propiedad de la producción, la
cual se caracteriza por presentar una organización horizontal ligada en un nivel
superior a la propiedad de un capital hegemónico (la figura de los conocidos
holdings o conglomerados empresariales).10 Lo fundamental de advertir en este
punto, es que la flexibilización laboral, la subcontratación, la polivalencia fun-
cional, entre otros aspectos que dan cuenta de la fragmentación del proceso de
trabajo, se desprenden de la necesidad estructural que plantea el modo (hori-
zontal) en que se organiza la producción bajo la lógica de la modernización
neoliberal, lo cual además impacta en la dificultad sostenida de articular —desde
la esfera del trabajo— vínculos sociales estables que posibiliten la constitución
de actores que le otorguen un sustrato normativo sólido al orden y sus dinámi-
cas imperantes. Es justamente en los sectores medios, clásicamente estructurados
en torno al trabajo asalariado, donde podemos encontrar una de las categorías
sociales donde mayormente ha impactado la reorganización de las relaciones
laborales.
Finalmente, se puede diagnosticar que al amparo de las reformas neoliberales
se ha producido una reorientación de los procesos de distribución del producto
social, en donde ésta —la distribución— ha pasado de ser una necesidad para
asegurar el dinamismo y continuidad del modelo industrializador, a ser un lími-
te y obstáculo para la nueva racionalidad que promueve la modernización
neoliberal. En efecto, para el proyecto desarrollista la distribución aparecía como
un criterio esencial para el desenvolvimiento dinámico de un mercado interno
capaz de asegurar el consumo necesario que necesitaba la producción nacional,

8
El ejemplo paradigmático de esta tensión es el caso de las pequeñas y medianas empresas,
las cuales al no dar seguridad al sistema financiero encuentran dificultades en el acceso al
crédito, lo cual contrasta con su situación de ser el sector productivo más intensivo en la
gestación de empleos.
10
Para una mayor revisión e ilustración de la idea de una organización horizontal de las
actividades productivas bajo la propiedad de un capital hegemónico, véase Fazio (2005).

153
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

a partir de lo cual se entienden las políticas redistributivas promovidas desde la


injerencia estatal (ya sea las que actuaban de forma directa —modificando la
estructura de la renta— o indirectamente vía servicios públicos que posibilita-
ban un incremento de la capacidad adquisitiva disponible).
Por el contrario, para la lógica instalada por las reformas neoliberales, la
redistribución planificada aparece como un problema, como un freno para la
racionalidad sistémica, toda vez que, a partir de la primacía que ha asumido el
comercio exterior, la producción se orienta y define principalmente de acuerdo
al mercado global y no en relación a las necesidades locales o capacidades inter-
nas. Por lo mismo, si la competencia se orienta primordialmente hacia el merca-
do exterior, aparece limitada y orientada de acuerdo a los precios que ahí se
definen, por lo cual ante la imposibilidad estructural de un salto tecnológico
importante, el incremento de la ganancia se articula especialmente en torno a la
presión constante sobre la fuerza de trabajo, vale decir, mediante la tendencia a
la precarización de las fuentes de empleo y las relaciones laborales.
En suma, podemos señalar que, a partir de 1975, se comienzan a instalar una
serie de transformaciones estructurales que van articulando, dicho en términos
clásicos, un nuevo patrón de acumulación en Chile, es decir, un nuevo modo
histórico en que se produce la valorización y acumulación del capital. Son estas
transformaciones, entonces, las que minan las bases objetivas de constitución de
los actores clásicos —como obreros y sectores medios— al mismo tiempo que
constituyen la plataforma desde la cual van emergiendo nuevos sujetos domi-
nantes, como ya hemos señalado, especialmente aquellos articulados en torno al
capital financiero. Por ello, se trata en el fondo de una redefinición sociopolítica
de los actores o fuerzas sociales que conducen y dan dinamismo al modelo de
desarrollo, a partir de lo cual se modifica la organización productiva, los meca-
nismos de inversión y las relaciones laborales, desplegando con ello el momento
económico-estructural de la construcción hegemónica del nuevo bloque histórico
neoliberal.
Sin embargo, con la crisis económica de 1982/83, se comienzan a traslucir
las consecuencias sociales del crecimiento y dinamismo del modelo articulado a
partir de las reformas y ajustes neoliberales, impulsando, como se recordará, una
serie de movilizaciones y jornadas de protesta de amplios sectores sociales per-
judicados por las transformaciones recientes. No obstante, las condiciones parti-
culares en que los actores políticos van gestando el proceso de transición a la
democracia permiten la instalación de una disociación creciente entre el males-
tar social frente al modelo económico y el cuestionamiento al régimen político,
de modo tal que los sectores dominantes centran sus esfuerzos en la reapertura
del espacio democrático formal, a la vez que articulan un consenso esencial
sobre la legitimidad del estilo de desarrollo vigente (véase Ruiz, 1993). Con ello,
el nuevo bloque histórico logra proyectarse sobre la conducción de las dinámi-
cas políticas, diluyendo a la vez el malestar hacia el modelo económico bajo la
premisa —instalada en el imaginario público— de que sus perjuicios (la «deuda
social») son una tarea a enfrentar en la paulatina consolidación de la democracia,
y no una consecuencia inherente a la racionalidad estructurante del modelo de

154
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal

desarrollo. La nueva democracia chilena, desde ahí, asumirá un notorio énfasis


en la gobernabilidad, vale decir, en el control del malestar social y la posibilidad
de conflictividades que pudieran poner en tela de juicio a la democratización
política.
Ahora bien, este proceso histórico de construcción hegemónica –que, como
hemos apuntado, se abre con el inicio de las reformas y ajustes estructurales para
luego pasar por el proceso de transición política- al mismo tiempo va encon-
trando una consolidación y legitimidad importante mediante una redefinición
profunda de las estructuras normativas y las representaciones simbólicas de la
sociedad chilena. En este caso, entonces, se trataría de la articulación del momen-
to ético-moral de la hegemonía, desde el cual se reorganizan las fuentes identitarias,
los mecanismos de integración social y representación simbólica, entre otros
aspectos sustanciales en la constitución de los actores y grupos sociales.12
Particularmente, este momento histórico va ligado a la expansión creciente
de los mecanismos mercantiles sobre los plexos normativos y las constelaciones
simbólicas, lo cual se inaugura, aproximadamente, en los años inmediatamente
posteriores a la crisis del 82/3, plasmándose en una nueva etapa de cambios,
conocida como los ajustes de segunda generación, que extienden las
privatizaciones y lógica del mercado a los distintos ámbitos sociales, incluyendo,
en algunos casos, garantías institucionales-jurídicas.13
Se trata, entonces, de que el mercado no sólo se asume como un mecanismo
de coordinación sistémica, sino que se instala, crecientemente, en una diversidad
de espacios o contextos en los cuales actúa redefiniendo las pautas normativas,
identitarias y los consiguientes comportamientos de los diversos sectores sociales.
De esta manera, si en el período industrializador el Estado —al mismo tiem-
po que, como vimos, organizaba la producción y la distribución del producto
social— aparecía como el referente simbólico fundamental de la acción colecti-
va, o sea, como el centro de toma de decisiones que articulaba la sociedad polis
menguando los conflictos entre las particularidades, mediante la formación de
una voluntad política anclada en el desarrollismo, siendo, por lo mismo, el prin-
cipal eje constitutivo de las identidades sociales. Se trataba, en efecto, de la cons-
trucción de una identidad estado-nación, vale decir, el proceso de constituirse
como sujeto y participar de la polis en la medida en que opera el reconocimien-
to estatal de la condición de ciudadanía.
Ahora, con la lógica que ha instalado la modernización neoliberal, la acción
colectiva ha tendido a ser desplazada por la racionalidad tecnocrática, sobre

12
Para Gramsci, precisamente, la construcción de hegemonía por parte de un bloque
histórico implica siempre tanto un control económico como un momento cultural-político.
«Si la hegemonía es ético-político no puede dejar de ser también económica, no puede
menos que estar basada en la función decisiva que el grupo dirigente ejerce en el núcleo
rector de la actividad económica» (véase Gramsci, 1971: 55).
13
Por ejemplo, con la implementación de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza,
que termina de desarticular la universidad nacional propia del desarrollismo, instalando en su
lugar mecanismos de autofinanciamiento y abriendo las instancias educativas al mercado.

155
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

todo bajo la consideración —fuertemente instalada en el sentido común desde


el discurso hegemónico— que las estructuras sistémicas vigentes llevadas al ex-
tremo de su funcionalidad posibilitarían el bienestar social, frente a lo cual la
acción social debe acoplarse a ellas, mediante el desarrollo de estrategias indivi-
duales de maximización de beneficios. El mercado, en suma, aparece como el
mecanismo capaz de asignar el óptimo social y, por ende, el consumo como la
práctica racional por excelencia, lo cual ha acarreado una reorganización pro-
funda de los mecanismos de integración social, particularmente con profundas
implicancias, como veremos, para el caso de los sectores medios.
En este sentido, a los, tantas veces mencionados, procesos de desafección
hacia la democracia o respecto a las instancias de participación y representación
política formal, les subyace una profunda reorganización de las representaciones,
identidades y valores que orientan la acción social. En efecto, la primacía del
mercado como eje estructurador de la dinámica social, ha llevado a una frag-
mentación de los vínculos y relaciones, en donde la acción aparece crecientemente
replegada sobre sí misma, privatizada, dejando de aparecer en lo público me-
diante la articulación de intereses colectivos. Los marcos institucionales, en este
contexto, son progresivamente vaciados del sentido normativo que le imprimen
los actores desde sus orientaciones y, por ello, tienden a desplegarse arrastrando
una creciente sensación de contingencia, como pareciesen graficarlo las expre-
siones de malestar e inseguridad que han acompañado a los procesos de moder-
nización en Chile (véase PNUD, 1998).
En suma, asistimos a la articulación de un nuevo modelo societal desde los
procesos de modernización neoliberal, en donde las bases objetivas de constitu-
ción de los actores sociales clásicos aparecen minadas, y sus referentes de inte-
gración y conformación de identidades son desestructurados. Es en este con-
texto societal, entonces, que intentaremos diagnosticar y reflexionar en torno a
la situación de los sectores medios.

Cambios en la estr uctura ocupacional. Un análisis de los


estructura
sector es medios a par
sectores tir de la transfor
partir mada esfera del trabajo
transformada
Sin lugar a dudas, las transformaciones acaecidas durante la dictadura militar
reseñadas anteriormente trajeron consigo muchos cambios en la estructura so-
cial existente hasta ese entonces, configurada a partir del anterior modelo de
desarrollo basado en la industrialización sustitutiva de importaciones. En este sen-
tido, son de especial importancia los cambios acaecidos en la estructura ocupacio-
nal, ya que ésta es una de las dimensiones que afecta, en gran medida —aunque,
por supuesto, no de modo exclusivo— la constitución de las clases sociales.
De aquí, pues, que sea de suma importancia considerar a esta dimensión
como una de las fundamentales para comprender la naturaleza que tienen los
sectores medios en el Chile neoliberal, considerando que a partir de las distin-
ciones procedentes de la esfera del trabajo se puede dar cuenta, en cierto sentido
—aunque no categóricamente— de la desigual distribución de oportunidades
sociales, de las desiguales orientaciones culturales, políticas, etc.

156
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal

Para partir, se puede señalar que en los primeros años de las transformaciones
neoliberales, Chile experimentó una serie de fenómenos que determinaron que
la estructura ocupacional se viera caracterizada por varios factores propios de
esa época. Entre los más importantes se puede mencionar el precario creci-
miento de la ocupación en relación al aumento necesario para absorber la cre-
ciente fuerza de trabajo; la acelerada disminución de la población activa locali-
zada en la agricultura y el gran aumento de la localizada en el sector terciario; la
progresiva reducción del empleo público en el total de la población ocupada
(que hasta finales de los 80 no fue suficientemente acompañada de un aumento
paralelo del empleo privado), etc.
Este último fenómeno se torna especialmente relevante cuando se quiere
estudiar a los sectores típicamente denominados como «clase media», en la me-
dida en que en lo referido al ámbito laboral, es posible apreciar que desde la
década del 70 ésta se fue diferenciando cada vez más entre sus estratos asalariados
(del sector público y privado) e independientes.
En efecto, entre las múltiples transformaciones estructurales que definieron
la nueva conformación de los sectores medios se puede señalar, como uno de
los puntos fundamentales, su desligamiento del aparato estatal como principal
fuente generadora de empleos. Esto se tradujo, luego de la retirada del aparato
estatal de su rol modernizador, en que las «clases medias» perdieran una impor-
tante fuente de empleo.
Lo anterior queda de manifiesto en cifras que nos muestran que hasta 1973
el empleo público experimentó un crecimiento progresivo que se revirtió radi-
calmente con la llegada de la dictadura militar, llegando a reducirse desde esa
época hasta 1978 en casi 100 mil personas. Si se considera además lo que este
tipo de empleo debió haberse expandido, de haberse mantenido en ese lapso la
tendencia relativamente moderada de la década del sesenta, la reducción debe
estimarse en 193 mil empleos (Martínez y Tironi, 1985: 90).15
Se debe señalar en este contexto que el crecimiento del empleo público
hasta antes de 1973 no respondió al requerimiento de burocracia para labores
administrativas, sino más bien al requerimiento de personal destinado a la pres-
tación de servicios sociales llevados a cabo por el Estado —tales como educa-
ción y salud— y al fomento y ejecución directa de actividades productivas.
Precisamente, estas labores de fomento fueron las que presentaron la mayor
contracción entre 1973 y 1978 (de aproximadamente -19,18%) (Martínez y
Tironi, 1985: 93).
Ahora bien, esta reducción del Estado no significó la disminución cuantita-

15
Como dato metodológico, se debe señalar que Martínez y Tironi realizan un análisis
empírico de las consecuencias que tuvieron las transformaciones estructurales en las clases
medias a partir de una matriz de análisis compuesta de 4 ejes de interpretación y seguimien-
to: 1) El papel del Estado (y del sector privado) en la constitución de la clase media; 2) la
evolución de la clase media asalariada e independiente; 3) la evolución de los ingresos de los
grupos medios; y por último, 4) la función del consumo como proveedor de status de la clase
media.

157
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

tiva de los sectores medios bajo la forma de proletarización o marginalización,


sino que más bien implicó su traslado a distintas actividades propias del ámbito
privado. En efecto, más del 70% del total de este sector continuó en 1980 ubi-
cado en el segmento asalariado, disminuyendo eso sí el estrato de los adminis-
trativos, y aumentando los estratos vinculados al comercio y a los servicios,
esferas en las cuales se apreció una fuerte heterogeneidad de ingresos entre las
distintas jerarquías profesionales.
El sector financiero es también otro fragmento ocupacional donde se expan-
dieron los sectores medios hacia finales de los 70. Así pues, con su privatización
este sector creció extraordinariamente, lo que trajo consigo un fuerte incre-
mento del empleo. Ejemplo de ello es que «en 1970 éste [sector ocupacional]
estaba compuesto por 45.1 mil personas, que representaban el 1,7% de la fuerza
de trabajo del país; [mientras que] en 1981 se ocupaban en él 116,9 mil perso-
nas, el 3,6% de la fuerza de trabajo» (Martínez y Tironi, 1985: 103). Una de las
características del empleo en este sector es la gran heterogeneidad de los ingre-
sos del personal, en la medida en que responden a una jerarquizada estratifica-
ción de las remuneraciones según cargo o función. Al mismo tiempo, las opor-
tunidades de ascensos en los cargos parecen ser más elevadas que en todo tipo
de ocupación burocrática.
Otra característica —quizá la más importante—de las clases medias en los
años que van desde el inicio de la dictadura hasta comienzos de los 80 fue el
relativo crecimiento, dentro de ellas, de las actividades independientes. En efec-
to, las cifras nos muestran que el sector independiente pasó de ser el 23% del
total de la clase media en 1970, a ser el 25% en 1980 (véase cuadro 1). Más
específicamente se puede señalar que en esta década la expansión de la clase
media independiente se explica fuertemente por un aumento extraordinario de
la actividad independiente de transporte vehicular y, particularmente, de la ex-
plotación de vehículos (transportes de carga, taxis, etc.) (Martínez y Tironi, 1985:
107-9).18
Por cierto, esta independencia lograda por la clase media, más que ser el
resultado de la interpelación ideológica a dicho grupo social por parte de un

Cuadro 1. Clase media independiente y asalariada (1960,1970, 1980)


(Porcentajes)
1960 1970 1980
Independiente 28, 7 23,2 24,7
Asalariada 71, 3 76,8 75,3
Fuente: Universidad de Chile (Extraído de Martínez y Tironi, 1985: 107)

18
Se debe señalar que la relevancia que tiene este fenómeno de desalarización sobre los
sectores medios se aprecia en que, por ejemplo, si bien el aumento de la importancia relativa
de las ocupaciones independientes es un fenómeno que se da en todos los estratos de la
sociedad, dicho incremento fue notoriamente más pronunciado en los estratos medios que
en los altos y los bajos.

158
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal

modelo de desarrollo en auge sustentado en las prácticas de «emprendimiento»,


es consecuencia de la cesantía que éste genera. En este sentido, el crecimiento
de los sectores independientes hasta mediados de los 80 se explica en su gran
mayoría por la presencia de grupos sociales que realizaron esta actividad como
transitoria, en tanto que se vieron obligados a hacerlo, debido a la incapacidad
de la estructura ocupacional de absorber la progresiva expansión de las activida-
des calificadas.
Ahora bien, si se hace referencia a la evolución de los ingresos dentro de las
clases medias, podemos señalar que en los estratos asalariados éstos disminuyen
desde la década de los 60 hasta el año 80, mientras que en los sectores indepen-
dientes se apreció un aumento de los ingresos dentro del mencionado intervalo
de años. Así, por ejemplo, en 1960 un 40,3% de los sujetos de la clase media
asalariada se encontraban dentro del nivel alto de ingreso (o sea, dentro del
quintil más alto). Este hecho cambia en 1980, año en el cual un 35,1% de los
sujetos de ese estrato se encontraban en ese nivel de ingreso; por su parte, en la
clase media independiente se apreciaba un porcentaje de 33,6% en 1960, y de
36,6% en 1980 respectivamente. Por ello, se puede afirmar en términos relativos
que hasta los años 80 se apreció un empobrecimiento de la clase media asalaria-
da y una relativa mejoría del sector independiente (véase cuadro 2).
A partir de las características recién mencionadas, podemos señalar que hasta
principios de los 80, fenómenos tales como la privatización de los sectores me-
dios, las desiguales distribuciones remunerativas en su interior y el crecimiento
de los estratos independientes incrementaron de sobremanera la heterogenei-
dad de su composición social, hecho que redundó en la progresiva limitación de
una acción colectiva llevada por la clase media en base a intereses generalizados,
es decir, en base a demandas compartidas por ese sector en su totalidad.

Cuadro 2. La clase media según niveles de ingreso 1960-1980


Alto Medio Bajo
(Quintil V) (Quintiles III y IV) (Quintiles I y II)
1960 38,4 47,1 14,6
Clases medias 1970 36,2 48,4 15,4
1980 35,5 50,0 14,6
1960 33,6 43,0 23,5
Clase media
1970 34,3 43,1 22,6
independiente
1980 36,6 48,6 14,8
1960 40,3 48,7 11,1
Clase media
1970 36,7 50,0 13,3
asalariada
1980 35,1 50,5 14,5
Fuente: Universidad de Chile (Extraído de Martínez y Tironi, 1985: 112).

Así pues, en base a esto, se fueron marcando las pautas que determinaron la
progresiva reducción de la capacidad de acción política que tuvieron los secto-
res medios luego de 1973. Esta capacidad de acción política, si bien no era lo
suficientemente clara en la época del Estado de compromiso —lo que se expre-
saba, por ejemplo, en que estos sectores se comportaran muchas veces como

159
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

aliados de las clases populares, mientras que otras veces se situaran en posiciones
más cercanas a las de las clases dominantes—, sí presentaba cierta homogeneidad
en la medida en que se articulaba en torno a las «demandas mesocráticas» hechas
al Estado por estos sectores.
Por el contrario, en tanto que sus componentes sociales se fueron
individualizando cada vez más (con la proliferación de actividades indepen-
dientes y con la aparición de nuevas estructuras ocupacionales menos rígidas
que permitían, por ejemplo, que se incrementaran los procesos de asenso dentro
de las empresas como resultado del «esfuerzo individual») y, en la medida en que
se dejó de ver al Estado como el órgano referente de sus demandas sectoriales,
se fueron asentando las bases para que estos sectores tuvieran una mínima capa-
cidad de acción en torno a intereses generales (los cuales se presentaban, de
alguna manera u otra, con cierta claridad hasta inicios de los 70).
En base a esto, a partir de las características que configuraron a la «clase
media» desde la llegada de la dictadura militar hasta los años 80, podemos seña-
lar otras tantas que determinaron la forma que tomó este sector al llegar la
década de los 90. Hablando en términos generales, podemos afirmar que las
principales transformaciones en materia de la estructura ocupacional acaecidas
entre los 70 y la década de los 90 son la terciarización de la economía, la dismi-
nución de la clase obrera industrial y el aumento de la burocracia privada. Ade-
más, tal como se apreció tendencialmente al llegar a 1980, la movilidad social
que prima en este período es la de tipo individual, hecho que explica que los
empleados obtengan empleos de salarios más altos que los sujetos pertenecien-
tes, por ejemplo, a la clase obrera (véase León y Martínez, 2001).
Por otro lado, se puede apreciar que, desde el comienzo de la dictadura hasta
la llegada de la democracia, se observó una tendencia de desestructuración de
actores sociales de tipo clasista resultante de las transformaciones neoliberales,
en la medida en que éstas descomponían las bases constitutivas de dicho tipo de
actores. En efecto, y si nos centramos en datos referidos a los sectores medios, se
puede apreciar por ejemplo que entre 1971 y 1995 hay un aumento persistente
de los sectores medios asalariados, que de ser 18% del total de las categorías
sociales (población económicamente activa) en 1971, pasaron al ser 29% en
2000 (véase cuadro 3).20
El crecimiento de los sectores asalariados no es un hecho menor teniendo en
consideración que, hasta mediados de los años 80, se observaba una tendencia al
aumento de los sectores medios independientes (específicamente en los estratos
de comerciantes y vendedores) en desmedro de los sectores medios asalariados.
Estos sectores medios asalariados son los que progresivamente se reubicaron
en el sector privado, hecho que constituyó un gran impacto sobre su orienta-
ción a la movilidad social, en tanto existen notables diferencias entre este sector

20
A este respecto se debe señalar que, si bien este sector de asalariados fue el que experi-
mentó un mayor crecimiento sobre todo luego de los 80, fue el sector de trabajadores inde-
pendientes el que en su mayoría presentó un mayor nivel de ingresos, especialmente a partir
de la década de los 90.

160
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal

Cuadro 3. Evolución de los sectores medios en relación


a la población económicamente activa (porcentajes)
1971 1980 1990 1995 2000
Sectores medios 26,2 33,5 31,3 36,2 37,2
a) Independientes 7,8 9,2 6,3 8,1 8,2
b) Asalariados 18,4 24,3 25 28,1 29
Fuente: Elaboración propia de los autores a partir de datos presentados por
Torche y Wormald (2004).*

y el público en términos de su estructura interna. En efecto, es la flexibilidad lo


que distingue al empleo privado de la rigidez propia del público, situación que,
como se sabe, determina la capacidad que tengan los sujetos de ascender de
posición dentro de la jerarquía de las funciones laborales o, en su defecto, de
mantenerse estático dentro de una estructura rígida que privilegia la antigüedad
de los funcionarios por sobre las «capacidades personales».
Respecto a los cambios en la distribución del ingreso de las distintas catego-
rías sociales dentro del período que estudiamos, podemos señalar que en base al
examen de la movilidad relativa de los ingresos en las distintas categorías sociales
se examinan tendencias tales como: i) el distanciamiento de la clase obrera de
los sectores medios; ii) el mejoramiento más rápido de los ingresos laborales de
las categorías de trabajadores independientes en comparación con las posiciones
asalariadas; y, como consecuencia de ello, iii) el cambio en la composición social
de la pobreza, medida ésta sobre la base de un umbral de ingreso o línea de
pobreza (véase León y Martínez, 2001: 19).
Ahora bien, si se especifican estas tendencias respecto a los sectores medios,
se puede ver que, por ejemplo, el punto i) puede constatarse en vista de la
distinta evolución de los porcentajes de obreros y sectores medios con ingresos
bajos, medios-altos y altos entre 1971 y 1995. En efecto, mientras en las catego-
rías de la clase obrera disminuyó casi a la mitad la fracción con ingresos medios-
altos (de 42 a 23%), y se duplicó de 8 a 17% la fracción perteneciente al grupo
de ingresos más pobres (20% de ingresos más bajos), los sectores medios mantu-
vieron sin grandes variaciones su participación en los distintos grupos de la
distribución del ingreso (en 1995, 2/3 de los miembros de estos sectores medios
continuaban formando parte del 40% de mayores ingresos, y sólo 1 de cada 20
integraba el quintil más pobre) (véase León y Martínez, 2001: 20; véase con
especial atención el cuadro número 5 presentado por los autores).
Basándonos en tales datos, no es difícil concluir que en el transcurso de los
últimos 30 años la estructura ocupacional se vio radicalmente transformada.

* Para apreciar el cuadro completo véase Torche y Wormald (2004: 15). Se debe dejar en
claro que los datos aquí presentados nos muestran los porcentajes de los sectores medios
asalariados e independientes en relación al total de la población económicamente activa, y
no considerando a los sectores medios como el 100% de los casos (tal como se hace en el
cuadro 1).

161
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Esto marcó de modo profundo la configuración de los sectores medios en lo


que se refiere a su relación con el Estado, a su composición salarial, a su compo-
sición social interna y, en consecuencia, a la mayor capacidad de acción política
fundada en torno a intereses generalizables que estos sectores tenían en la
época del Estado de compromiso (si lo comparamos con la casi nula capaci-
dad que tuvieron en el periodo dictatorial y que tienen en el actual régimen
democrático).
En efecto, la jibarización de la función productiva del Estado implicó, como
ya se dijo, un proceso de creciente privatización de los sectores medios que
modificó fuertemente la relación con su antiguo «patrón», el Estado. Esta situa-
ción vino a transformar de sobremanera lo que podíamos entender hasta prin-
cipios de los 70 como «clase media» (si se le quiere dar ese apelativo a dichos
sectores, tal como comúnmente se ha hecho). Esto, en la medida en que si se
denomina «clase» a aquél sector social que en una formación social concreta,
además de compartir posiciones similares en la esfera productiva tiene también
una posición determinada dentro de lo que podríamos llamar «lucha política de
clases», como consecuencia de ello debemos asimismo considerar que una clase
tiene, por definición, la capacidad de articularse de algún modo u otro en torno
a un proyecto político clasista que se exprese dentro de la estructura política
(Poulantzas, 1988).
La importancia de este hecho radica en que si bien estos fenómenos no eran
experimentados en su totalidad por los sectores medios –puesto que difícilmen-
te puede afirmarse que existía homogeneidad de sus miembros en lo referido a
las posiciones ocupadas por ellos en la esfera productiva, ni tampoco se puede
apreciar que existía un proyecto político «de clase» dirigido por dichos sectores-
, sí se presentaban con más claridad en el período del Estado de Compromiso.
Ejemplo de esto era la unificación de ellos bajo el «discurso mesocrático» y la
existencia de posibilidades estructurales que les permitían entablar colectiva-
mente las demandas a su máximo referente político e ideológico, el Estado, todo
lo cual generaba pautas de acción que les permitían intervenir en lo político de
modo comunitario, algo totalmente ausente en la actualidad.
En este sentido, se ha intentado demostrar que la privatización de los secto-
res medios implicó fenómenos tales como una creciente diferenciación (salarial
y social) en su interior, lo que trajo consigo una imposibilidad estructural de
ejercer una acción política en torno a intereses generales. De igual modo, impli-
có que, debido a la estructura flexible de los empleos en este sector, se modifi-
caran los patrones de movilidad social, primando, como ya se dijo, los criterios
individuales de ascenso social por sobre la politización de demandas colectivas
llevadas a cabo típicamente por los grupos profesionales. De ahí que, por más
que la actual estructura ocupacional cuente con amplios sectores medios que se
encuentran bajo formas asalariadas de trabajo —fenómeno que ha sido muchas
veces considerado como un indicador de la organicidad de la estructura social
(León y Martínez, 2001)—, el sustrato clasista que impera en las acciones de
estos sectores es nulo en la medida en que no existen posibilidades que permi-
tan la existencia de patrones políticos y normativos colectivos.

162
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal

Así pues, si al aumento de los patrones de movilidad individual se suma una


cierta «estabilización» de los sectores independientes, (los cuales si bien dismi-
nuyeron cuantitativamente en la década de los 80, no por eso dejaron de ser un
sector importante en la medida en que este estrato fue el que gozó, después de
los 90, de niveles de ingresos más altos en relación al estrato de los asalariados) y
un alejamiento de los sectores medios respecto de la clase obrera en lo que se
refiere a ingresos, no es descabellado concluir que fueron en gran parte estos
sectores los que legitimaron pasivamente, de un modo u otro, a partir de los
beneficios económicos obtenidos, las transformaciones neoliberales impulsadas
por el régimen militar. Estas transformaciones, como se ha dicho, terminaron
por desactivar las bases económicas estructurales que los sustentaban como un
sector social que no sólo contaba con mucha mayor capacidad de acción políti-
ca de la que tiene ahora, sino que también compartía patrones colectivos que lo
sostenían normativamente.

Integ ración social y rreestr


Integración eestr ucturación nor mati
eestructuración mativva.
Bases sociales para la ar ticulación de los sector
articulación es medios
sectores
Los procesos de modernización llevados a cabo en Chile desde la década de los
ochenta han producido fuertes cambios en las orientaciones normativas de la
sociedad o, en otras palabras, los procesos de diferenciación de la estructura
productiva han llevado aparejado la aparición de nuevos grupos sociales, asocia-
dos a los nuevos sectores productivos, que portan una identidad nueva y que
ponen en encrucijada a las categorías sociales clásicas y su identidad alcanzada
en torno al Estado de Compromiso.
La integración social la entendemos como el desarrollo de anclajes normati-
vos, mediante los cuales los procesos de modernización se vuelven reflexivos
para los actores que lo hicieron posible.25 En términos históricos, el desarrollismo
asociado al Estado de Compromiso generó lazos normativos con los distintos
sectores sociales que le daban vida, en la medida que éstos no solamente eran
incorporados como meros beneficiarios del crecimiento económico sino tam-
bién como agentes activos en la definición del modelo de desarrollo.26
Las transformaciones y reformas que la dictadura militar impulsó como
conformadores de un nuevo o distinto tipo social pusieron en tela de juicio los
principales mecanismos de integración social que el antiguo Estado de Com-
promiso había utilizado para anclarse en el saber cultural (práctico-moral) com-
partido por la sociedad en su conjunto; de esta manera, en principio, asistiríamos
a una descomposición del tejido social presente en el Estado de Compromiso
por los procesos de modernización, sin embargo, esto no quiere decir que des-
aparezcan completamente dichos mecanismos, sino que se readecuan o trans-
forman.

25
Sobre el concepto de integración social utilizado, véase Habermas (2002).
26
Pese a ello, resulta difícil hablar de un proyecto hegemónico de clase al interior del
Estado sino más bien de una alianza precaria entre distintas fracciones de clase.

163
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Así, parece absolutamente necesario indagar cómo funcionan los antiguos


mecanismos de integración social y qué nuevos mecanismos aparecen asociados
a este nuevo proceso modernizador en que el mercado cobra una gran centralidad,
desplazando al Estado como eje directriz del desarrollo económico y la produc-
ción de identidad.
En términos habermasianos, la pregunta que orientaría esta sección es cómo
los procesos de modernización impulsados por la dictadura militar han
desintegrado los plexos normativos que permitían legitimar el sistema de domi-
nación que imperaba durante el Estado de Compromiso y de qué forma este
proceso de modernización genera nuevas formas de integración, que permitan
la inclusión de los nuevos sectores sociales asociados al nuevo sistema producti-
vo, entre los cuales obviamente cuentan los sectores medios, que jugaron un
papel clave en el anterior modelo. Es de importancia destacar, que estas posibles
nuevas formas de integración no sólo son entendidas en términos económicos
sino principalmente como fuentes productoras de identidad y normatividad
que cohesionen a los individuos en torno a las condiciones objetivas que les dan
origen.
La reconstitución de estos plexos normativos como base para la conforma-
ción de un grupo social homogéneo debe ser entendida como la formación de
un nuevo vínculo comunitario. A esto hacemos alusión a lo que comprendía
Weber por comunidad, a saber: «una relación social cuando y en la medida que
la acción social [...] se inspira en el sentimiento subjetivo» (Weber, 1962: 33), es
decir, cuando los vínculos que unen al individuo al grupo no son de carácter
racional con arreglo a fines sino en el cual el individuo se siente parte de la
totalidad, en una suerte de identificación con los valores que esa totalidad alber-
ga, a lo cual Durkheim llamaría «conciencia colectiva». Así, una normatividad
que se base en el individualismo no constituiría un avance en la conformación
de un grupo social sino un retroceso en la conformación de la comunidad
como un sentimiento de pertenencia a la totalidad.
Los mecanismos de integración que se podían identificar en el Estado de
Compromiso y que evaluaremos en relación al nuevo sistema de dominación
son los siguientes: trabajo, educación y consumo.

Trabajo
La centralidad del trabajo como eje constitutivo de las clases sociales, en cuanto
a su configuración objetiva y sus formas de representarlas como significaciones
sociales, estuvo asociada desde un comienzo a la modernidad como proceso
histórico de reflexivización y racionalización de los vínculos sociales. El susten-
to material que fundamentaba este ideario en torno al trabajo estaba referido a
la predominancia del sector industrial dentro de la economía mundial y nacio-
nal, basada en la existencia de un Estado fuerte que dirigía la economía. Este
Estado no sólo se constituía como planificador económico sino también como
plataforma de negociación de los distintos intereses que expresaban las clases
sociales. En Chile, este Estado, al igual que en el resto de América Latina, no sólo
constituía esta plataforma de negociación de demandas sino también uno de los

164
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal

actores principales que dirigían el proceso de formación de las distintas clases o


fracciones de clase que lo componían. La satisfacción de los distintos intereses
que expresaban las clases por parte del Estado se basaba en su capacidad de
producir recursos mediante los procesos de industrialización sustitutiva de im-
portaciones que este mismo impulsaba.
En el caso de los sectores medios, este Estado subsidiario cobraba una parti-
cular importancia, pues no constituía solamente el espacio político de su expre-
sión sino, como vimos, también el espacio estructural en el cual encontraba su
lugar de trabajo y pertenencia social. La amplitud del Estado, en cuanto a sus
funciones, exigía una amplia burocracia estatal, lo que constituyó, en términos
clásicos, a los sectores medios. La importancia de esto no es solamente econó-
mica, como fuente de empleo, sino también normativa, en la medida que el
principal referente identitario de estos sectores era el Estado o, más amplio, la
identidad estatal nacional. Los sectores medios encontraban, de este modo, en el
Estado su principal empleador y su principal referente normativo, en torno al
cual orientaba sus prácticas políticas.
Un aspecto que es de vital importancia para subrayar el papel del Estado con
respecto a los sectores medios es el carácter colectivista que inspiraba el ejerci-
cio de las políticas públicas en Chile. Esto es particularmente sensible, en el
sentido que las políticas de integración no consistían solamente en repartición
de beneficios individuales sino también una articulación con los intereses
generalizables que los grupos sociales, mediante acciones colectivas, negociaban
al interior del Estado. Es, de este modo, como el Estado pretendía articular
democracia política, incluyendo a los distintos sectores sociales, organizados
mediante los partidos, en la toma de decisiones al interior de su seno y demo-
cracia social, entendida como la satisfacción de demandas por mejoramiento de
las condiciones de vida.
Es este intento de articulación de democracia política (participación) y de-
mocracia social (incorporación de demandas) lo que estalla a principios de la
década del setenta y que desemboca en la dictadura militar. La recomposición
capitalista y reorganización social que impulsó la dictadura, que describimos
anteriormente, minó la centralidad del trabajo en la conformación de identida-
des bajo el concepto de clase social, en la medida que los procesos de
flexibilización laboral trajeron consigo, la desprotección y la inestabilidad labo-
ral,28 evidenciables en el gran número de trabajos sin contrato (23, 2%) así como
también en el alto grado de finiquitos de trabajos con contrato indefinido, su-
puestamente de más larga duración que los con contrato definido.
Esta flexibilización laboral fue acompañada por los procesos de
desindustrialización y terciarización de la economía, cosa que, como vimos, es
importantísima para los sectores medios, pues trajo consigo una amplia reduc-
ción de la burocracia estatal y, con ello, la pérdida de su principal empleador, con
lo que tuvo que trasladarse al sector privado, asumiendo las condiciones de
precarización mencionadas.

28
Para ver detalladamente estos puntos, véase Aguilar (2004).

165
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Según el informe sobre desarrollo humano del PNUD del año 2002 «la nue-
va desigualdad social, más allá de la distribución del ingreso, reside en la des-
igualdad frente a la precarización del empleo» (PNUD, 2002); esto dice relación
con que los individuos deben enfrentar, junto a sus competencias para desarro-
llar el trabajo, condiciones desiguales de protección social aún cuando tengan
competencias similares con otros individuos. La principal función del Estado en
el Estado de Compromiso, recalca el informe, no era la redistribución del ingre-
so sino la protección social frente al empleo, sobretodo en el caso de los sectores
medios, cosa que ahora debe ser asumida de manera individual. Así, la percep-
ción de los ciudadanos en torno al trabajo actualmente, se refiere a entenderlo
como un instrumento de adquisición de dinero para consumir y no como for-
ma de autorrealización, cosa que se mantendría en los sectores altos, que no
enfrentan las condiciones de precariedad laboral.
La reducción del aparato del Estado nos permite comprender que la matriz
identidad-nación sustentada en la relación que sostenía el Estado como empleador
con los sectores medios ha desaparecido. En otras palabras, su principal referente
normativo ya no existe y, por tanto, el tejido social construido en su derredor ha
sido fragmentado. Los procesos de reforma laboral que acompañaron a la libera-
lización de la economía durante la dictadura y afianzada durante las nuevas
democracias ha llevado a una creciente individualización de las experiencias
sociales, en la medida que los riesgos de la movilidad laboral no son asumidos
por el Estado sino que dependen del individuo o, en última instancia, de los
movimientos fluctuantes del mercado.
Como vemos, la reorganización del sistema de trabajo no nos lleva a pensar
una nueva forma de integración social, en el sentido que estamos trabajando
como integración económica y producción de normatividad, sino más bien un
repliegue del individuo que no se identifica con el trabajo que realiza, sino que
lo considera como medio para la satisfacción de otras necesidades; la pérdida de
identidad que la reducción estatal produjo en los sectores medios parece ser
algo irreparable desde el punto de vista del trabajo. Intentaremos indagar en las
otras formas de integración para ver si asistimos a la recomposición del tejido
social fragmentado, que los procesos modernizadores produjeron, cuestión que
consideramos mínima para hablar de una clase media en términos homogéneos.

Educación
El acceso a educación fue una de las principales demandas a las cuales las distin-
tas clases sociales, especialmente los sectores medios, apostaban, mediante su
apoyo e inclusión al pacto social que subyacía en el Estado de Compromiso. El
acceso a educación se veía como uno de los principales mecanismos de integra-
ción y movilidad social, en la medida que permitía a los sujetos adoptar compe-
tencias profesionales que le aseguraran su incorporación al Estado como buro-
cracia o como mano de obra especializada en las labores propias de la industria.
La educación era vista como una forma de paliar las desigualdades que a nivel
de la estructura económica se producían, logrando desviar en términos positi-
vos la trayectoria social del individuo como perteneciente a una clase social.

166
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal

En este sentido, la reforma de la educación superior de 1967 responde a las


necesidades de cambio que experimentaba la sociedad desarrollista en su im-
pulso modernizador,30 en la medida que las distintas fracciones de clase que
conformaban el pacto social (burguesía nacional, sectores obreros urbanos orga-
nizados, campesinos y sectores medios) presionaban por su incorporación tanto
al proyecto modernizante como a sus beneficios. En este sentido, la ampliación
en la oferta de matrículas universitarias y la apertura de carreras técnicas en la
Universidad Técnica del Estado respondía a necesidades sociales que el mismo
proyecto de desarrollo contribuía a formar.
Con las reformas neoliberales de la década de los ochenta, asistimos a una
serie de cambios en torno a todos los niveles de la educación. En primer lugar,
se municipalizan los colegios públicos desligándolos de la tarea estatal, esto tuvo
diversas consecuencias dentro de las cuales destacan la baja en la calidad de los
colegios, fruto de la desregulación en que el sistema se ve involucrado. En se-
gundo lugar, surgen gran cantidad de colegios privados que no hacen más que
resaltar por negación la mala calidad de la educación a nivel básico y medio de
los primeros. Si bien no se puede olvidar que se amplió la cobertura de los
servicios de educación básica y media, las condiciones de pobreza y exclusión
que anteceden a la elección de educación pública y privada es enfatizada; esto
queda de manifiesto en los problemas de deserción y repitencia que afectan en
mayor medida a los sectores de menos ingresos, no así a los sectores altos. Así,
la diferencia entre la educación pública y privada se acrecienta, reproduciendo
las desigualdades que pretendiera erradicar, y no logrando la movilidad social
esperada.
En cuanto al sistema de educación superior ocurre un fenómeno similar.
Con la aparición de universidades privadas, se produjo un proceso de gran
ampliación de las matrículas y, por tanto, de un mayor ingreso de personas al
sistema educativo, sin embargo, se da un fenómeno inverso al de la educación
básica y media, en la medida que las universidades públicas siguen teniendo la
mayor excelencia académica, aún a costa de autofinanciarse e incorporar meca-
nismos de mercado en la oferta de vacantes en las distintas carreras. Pese a que
las universidades públicas sean cualitativamente mejores, se observa un mayor
ingreso de alumnos del sector privado a éstas, ligado a los sectores más altos de
la sociedad, reproduciendo la desigualdad originaria y derribando el mito de la
educación superior como garante de movilidad social.
En síntesis, podemos decir que, si bien la ampliación de matrículas y el flore-
cimiento de las universidades privadas han aumentado la cobertura en Educa-
ción Superior, esto no ha sido fruto de una necesidad social sino más bien de
una desregulación de los procesos educativos que no van dirigidos por el Estado
sino por el mercado. Como vemos, tampoco en esta forma de integración po-
demos apreciar la recomposición de un tejido normativo que permita anclar los
procesos de modernización sino que refleja su creciente distancia.

30
Para profundizar en este tema, véase Fleet (2004).

167
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Consumo
El consumo representa una forma de integración de segundo orden, en la me-
dida en que está supeditado a la creación de empleos y al éxito pecuniario. El
consumo, en un sentido amplio, no es nuevo, sin embargo, a partir de la genera-
ción incipiente de una sociedad de consumo en América Latina y, particular-
mente, en Chile, asume diferentes rasgos que lo hacen cobrar una especial rele-
vancia como mecanismo de integración simbólica, desplazando al trabajo y la
educación como mecanismos clásicos de integración.
El consumo no es nuevo, en la medida que, como mencionamos anterior-
mente, las demandas por participación política que desarrollaban las clases so-
ciales o sus fracciones organizadas siempre fue acompañado por una demanda
de satisfacción de sus necesidades materiales, lo que constituía los procesos de
democratización social. La clave para entender este tipo de consumo la pode-
mos encontrar precisamente en el concepto de necesidad, que bajo un concep-
to de clase, nos liga directamente al paradigma de la producción, es decir, el
motor de la producción de mercancías tiene como eje directriz la satisfacción
de las necesidades de las clases, como sujetos de la producción, que se configu-
ran en relaciones sociales de intercambio. Así, las necesidades que enarbolaban
las clases como prioritarias tenían relación con el acceso privilegiado a los siste-
mas de salud, vivienda y educación, que sólo se conseguían mediante una incor-
poración política a la toma de decisiones estatales en la evaluación de criterios
redistributivos.
Este papel redistributivo y de satisfacción de necesidades estaba asignado al
Estado durante el periodo del Estado de Compromiso, ya que, como vimos,
contaba con altas cantidades de recursos, fruto del desarrollo industrial, y tenía
como principal función la protección social. Sin embargo, este consumo era
diferenciado, en la medida que las clases altas tenían un acceso privilegiado,
sobre todo en relación a la vivienda y la educación; lo que intentaba el Estado,
de este modo, era generar mecanismos redistributivos que permitieran paliar la
desigualdad expresada en el acceso diferenciado a los bienes de consumo nece-
sarios para la subsistencia. Es de importancia destacar, que estos bienes de con-
sumo en su mayoría eran de carácter público, es decir, asociado al Estado; de esta
manera, se reforzaba la identidad asociada al Estado nacional ya no sólo como
empleador sino también como productor de los bienes de consumo básicos, es
decir, como protector social.
La desarticulación del Estado de Compromiso durante la dictadura llevó,
como vimos, a la privatización de los principales servicios sociales, en los que,
junto a los mencionados, destacan los fondos de pensiones. Así, junto a la edu-
cación pública en Enseñanza básica y media se comenzó a desarrollar un sistema
privado, que satisfacía la misma necesidad pero orientado por mecanismos de
mercado de configuración de la oferta y no obedeciendo a una necesidad social;
a su vez, la municipalización de los colegios públicos desligó definitivamente a
éstos del alero del Estado, minando su capacidad regulatoria y destruyendo los
principales lazos normativos que ligaban las políticas educacionales al desarrollo
de la sociedad.

168
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal

El acceso a la vivienda se empieza a generar en torno al desarrollo de subsi-


dios habitacionales que premian la capacidad de ahorro individual y de constan-
cia en el pago de las mensualidades.Vemos otro mecanismo de mercado que se
introduce en el desarrollo de políticas públicas, lo que desliga, cada vez más, la
relación entre política formal (institucionalidad democrática) y democratiza-
ción social (satisfacción de intereses). Por su parte, el sistema de salud también se
privatiza, lo que ensancha, de manera creciente, la barrera social que separa a la
población que accede a un sistema público, de baja calidad, y los sectores altos
que acceden al sistema privado, de alta calidad. En este sentido, los servicios
públicos se constituyen como espacio de reproducción de la desigualdad y no
como sus neutralizadores. El concepto de necesidad deja de regir la oferta de
servicios públicos y es la eficiencia económica el criterio que impera, cooptando
desde el mercado las distintas esferas de la sociedad.
Así, vemos que la privatización del acceso a la vivienda, la salud y la educa-
ción trasladan una responsabilidad social, incluso en los términos más
funcionalistas, de las necesidades básicas para el mantenimiento de los integran-
tes del sistema social, a los propios individuos que, a la vez que se enfrentan con
condiciones de incertidumbre en su ámbito laboral, deben preocuparse por
superar individualmente condiciones de exclusión en el acceso a los bienes de
consumo necesarios para la sobrevivencia. En otras palabras, estamos asistiendo
al paso de una estatización de las demandas clasistas a una mercantilización de
las demandas individuales.
Sin embargo, el concepto de consumo que opera hoy en día, y que es parti-
cularmente relevante para la constitución de los sectores medios, es el asociado
a la idea de signo. La lógica que opera en la circulación de las mercancías ya no
coincide con las necesidades ni el paradigma de la producción sino con la lógica
de la distinción, que opera a nivel de los objetos signo (como un sistema de los
objetos31), dejando fuera al sujeto y sus necesidades y que lo constriñe
estructuralmente. Este tipo de consumo de objetos signo (objetos que distin-
guen a los individuos con respecto a sus semejantes) cobra una especial relevan-
cia como productor de significación, estimulando a los procesos de individuación
que en una sociedad homogénea culturalmente parece sumamente necesario.
La integración social mediante el consumo plantea un desafío previo que
debe enfrentar el Chile actual, en el sentido que el crecimiento económico,
dada la inserción al mercado mundial globalizado, debería aumentar la oferta de
empleo y, por tanto, los sujetos percibidores de salario podrían acceder al mer-
cado. Esto, sin embargo, no parece ser tan así, en la medida que, si bien en un
comienzo el impacto modernizador de las economías latinoamericanas logró
aumentar la oferta de empleo, actualmente los procesos de modernización in-
terna regulados por el mercado no son capaces por sí solos de integrar, a un
ritmo de alta productividad, a mayores grupos sociales al proceso de desarrollo,
generando una marginalidad estructural así como también un acceso diferen-
ciado a la estructura de oportunidades que ofrece el mercado.

31
Para un análisis teórico de este sistema de los objetos, véase Baudrillard (1999).

169
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Por otro lado, el patrón de integración basado en el consumo está general-


mente regulado por la demanda de los sectores altos de la clase media y por
sectores altos propiamente tal, lo que genera pautas de exclusión social inheren-
tes a la oferta selectiva desarrollada en el mercado. Así, el acceso privilegiado a
los bienes durables está destinado a sectores beneficiados de antemano con el
desarrollo neoliberal, mientras que los sectores populares no tienen acceso a este
tipo de bienes ni a bienes de consumo directo de alta calidad.
Las oportunidades de consumo para los sectores medios (excepto para sus
sectores altos) depende de sus posibilidades de acceso a crédito. El crédito (dine-
ro ficticio) es el mecanismo que habría generado la sociedad de consumo para
desligar esta práctica del paradigma de las necesidades y la producción, en la
medida que el individuo puede consumir más de los ingresos económicos que
percibe, tornando irrelevante la distribución del ingreso a la hora de consumir.
Sin embargo, la identificación del individuo como consumidor tiene negativos
efectos en torno a su seguridad, ya que su posibilidad de consumir y de, por
tanto, reconocerse como parte de la sociedad está en relación a su capacidad de
acceder a crédito, lo que a su vez es dependiente del grado de aceleración en el
crecimiento del sistema financiero. El sobreendeudamiento también constituye
una fuente de inseguridad y afecta principalmente a las clases medias; el informe
del PNUD de 1998 ofrece cifras expresivas al respecto: «El sobreendeudamiento
ocurre especialmente en la clase media (C2) que destina en promedio alrededor
del 39% de sus ingresos al pago de créditos de consumo» (PNUD, 1998: 188).
Asistimos, de esta manera, a un desplazamiento de la función normativa del
trabajo al consumo referido a la relación que establece el individuo con el
vínculo social que lo une y, a la vez, diferencia de los demás individuos, proyec-
tando una imagen individualizada de la relación social significante y la totalidad
social que lo alberga.
El consumo de signos y símbolos pasa a constituirse como un fin en sí
mismo, desligado de su significación material. Cuando una persona que perte-
nece a un grupo medio compra un auto, no está referido el acto a la necesidad
del individuo de tener un auto sino de acceder simbólicamente a capas sociales
elevadas distanciándose cada vez más de los asalariados más bajos. Notamos, en
ese sentido, un fuerte contenido aspiracional del consumo que permite hacer
«desaparecer» las barreras sociales que lo separan de sus semejantes, a medida
que se distingue. Para los fines de este artículo, parece interesante incorporar la
tipología del consumidor que desarrolla el informe del PNUD del año 2002
(PNUD, 2002: 100-1).
Según el informe del PNUD, se pueden distinguir cuatro tipos de consumi-
dores, a saber: 1) el consumidos necesitado, que está guiado por la satisfacción
de carencias, teniendo una fuerte relación con el nivel socioeconómico. Con-
forma el consumo que más desarrolla la población (42%); 2) el consumidor de
bienestar, que constituye el tipo más pequeño (13%) y se caracteriza por familias
carenciadas que, a través del ahorro, logran obtener ciertos bienes de mayor
costo como televisores o refrigeradores; 3) el consumidor existencial, que está
asociado a la falta de identidad de los sectores medios que buscan en el acto de

170
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal

consumir una forma de diferenciación con sus pares, constituyéndose el tener


en una forma de ser. Está representado demográficamente por el 19% de la
población; 4) el consumidor modelo, el cual constituye el ideal del consumidor
al que apela la sociedad de consumo y que se gratifica en su práctica, desarro-
llando formas de estetización de su vida cotidiana, logrando su autorrealización
a través del consumo. Representa el 26% de la población.
Estos distintos tipos de consumidores nos sugieren ciertas reflexiones, a sa-
ber: el cambio cultural que traslada el eje de la ética del trabajo a la estética del
consumo no parece ser tan claro, en la medida que el 55% de la población es un
consumidor necesitado y/o de bienestar, es decir, que corresponde a los sectores
populares y sectores medios bajos que no orientan su práctica mediante el con-
sumo. Sin embargo, el 45% restante sí orienta su práctica por el consumo, pero
presentando distinciones, a saber: el tercer tipo de consumidor se integra a la
sociedad de manera más aspiracional que real, es decir, su distinción social sólo
se da a nivel simbólico, impidiendo la realización de la aspiración de movilidad
social. Sólo el último grupo que corresponde a los sectores altos es el que guía
realmente sus prácticas por el consumo y se siente gratificado en su realización.
Así, el consumo como de eje de integración queda puesto en duda, en la
medida que reproduce las desigualdades que se dan a nivel del ingreso, siendo el
sistema crediticio un paliativo a corto plazo, y dependiente de las fluctuaciones
del mercado. Por otra parte, respondiendo la pregunta que dirigimos en la sec-
ción sobre el trabajo acerca de la recomposición de tejidos normativos que el
consumo como mecanismo de integración social pudiera generar, tampoco pa-
rece ser tan claro, en el sentido que estimula procesos de diferenciación a nivel
individual, impidiendo la reconstitución a nivel de grupos sociales; además que,
como vimos, la función portadora de identidad del consumo queda replegada
fundamentalmente a los sectores altos, los cuales presentan una mayor grado de
homogeneización cultural y capital social.

Consideraciones finales. Los sector es medios y la esfera política


sectores
A partir del diagnóstico y las reflexiones aquí apuntadas, es evidente la constata-
ción de un profundo cambio tanto en la composición de los sectores medios
como en su identidad y patrones de comportamiento, todo esto al amparo de
los procesos de modernización de sello neoliberal.
En efecto, como hemos intentado precisar, las transformaciones estructurales
llevadas a cabo durante la dictadura instalan una nueva lógica o racionalidad que
orienta a los procesos de modernización, a partir de los cuales se va articulando
un modelo societal signado por la construcción hegemónica del neoliberalismo.
Es dentro de este nuevo contexto social, entonces, que los sectores medios han
experimentado profundas alteraciones en sus bases constitutivas y sus mecanis-
mos de integración social.
Ahora bien, tal como apuntábamos al comienzo, esta serie de transformacio-
nes estructurales y su consiguiente impacto en los sectores medios, no pueden
ser leídas al margen de los reordenamientos sociopolíticos que se han producido
en Chile durante las últimas décadas, vale decir, al cambio operado en las rela-

171
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

ciones entre los sujetos y fuerzas sociales que conducen y dan dinamismo al
estilo de desarrollo vigente. En este sentido, se trata fundamentalmente de la
desarticulación del pacto o alianza social que sustentaba al Estado de Compro-
miso y al proyecto desarrollista, y su reemplazo por un nuevo bloque histórico,
liderado por los sectores vinculados al capital financiero transnacional, que ha
logrado instalar sus orientaciones como hegemónicas en las configuraciones
estructurales y las dinámicas de la sociedad chilena.
Son estos sectores, entonces, los que han conducido los procesos de instala-
ción y consolidación del nuevo estilo de desarrollo, el cual, sin embargo, ha
experimentado algunas inflexiones durante el último tiempo que son pertinen-
tes de apuntar por la relevancia que tienen en relación a los sectores medios.
Particularmente, en el debate político y académico reciente, se ha tendido a
constatar que los procesos de despliegue productivo y crecimiento económico
no han logrado cuajar en niveles adecuados de integración social o participa-
ción política, que sean capaces, al menos, de establecer el trasfondo de legitimi-
dad necesario para el desenvolvimiento estable del modelo y sus lógicas.34
Es dentro de esta constatación que se ha instalado crecientemente un discurso
dirigido hacia los sectores medios, en donde éstos aparecen llamados o interpelados
a representar un rol activo en la conducción y la recepción de beneficios del
modelo de desarrollo. Aquel discurso pareciese fundamentarse en dos ejes o
consideraciones. Por una parte, en el ya descrito proceso de instalación del
mercado como mecanismos de coordinación y referente simbólico primordial,
enfatizando desde ahí las prácticas del consumo y el emprendimiento como
instancias privilegiadas para la consecución del bienestar y la participación so-
cial.Y por otra, en la idea de una incorporación activa de los sectores medios en
el pacto social que conduce el estilo de desarrollo vigente, o más bien, de una
reapertura de los espacios de participación política —fundamentalmente desde
el discurso que apela a la participación ciudadana— con tal de que estos sectores
logren una mayor consideración en la conducción de las dinámicas de desen-
volvimiento del modelo. En suma, asistimos a una interpelación discursiva des-
de la esfera política35 hacia los sectores medios, en términos de la posibilidad que
radicaría en éstos de asumir un rol preponderante, o al menos incidente, en las
configuraciones estructurales y la dirección del estilo de desarrollo neoliberal.

34
Nos referimos, por ejemplo, a los conceptos de «desarrollo humano», «desarrollo com-
prensivo», «desarrollo integral», etc., que se han empleado con frecuencia últimamente para
caracterizar los desafíos que por sí solo el crecimiento económico no ha logrado cumplir.
También se puede considerar expresivo de esto el denominado «viraje hacia la izquierda» o
«avance del progresismo» que se ha experimentado en varios países de América Latina.
35
Utilizamos el término esfera política no como un símil del aparato político-administrati-
vo o el sistema de representación, sino —incluyendo aquello— como el espacio social en
donde se disputan y articulan la centralidad de las correlaciones de fuerza que determinan el
sentido que asumen las estructuras y dinámicas sociales en una momento histórico determi-
nado. Precisamente, como parte de la construcción hegemónica de aquel sentido estructurador
podemos identificar la producción de determinados discursos e interpelaciones discursivas.

172
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal

Sin embargo, es preciso destacar que esta interpelación discursiva que el


actual modelo neoliberal realiza hacia los sectores medios choca con fronteras
estructurales que impiden que estos sean sus «conductores». En efecto, y tal
como intentamos demostrar, a partir de las trasformaciones neoliberales se pro-
dujeron una serie de fenómenos que desestructuraron las bases objetivas a partir
de las cuales los sectores medios se configuraban como un sector social con
cierta capacidad de acción política.
Entre esas transformaciones se pueden mencionar, por ejemplo, las acaecidas
en el ámbito económico (siendo de especial importancia los cambios en la
estructura laboral) y en el político (jugando un rol fundamental la nueva forma
que tomó la relación entre el Estado y la sociedad civil, así como la nueva
orientación de los partidos políticos).Todo esto vino a configurar nuevos patro-
nes normativos, en tanto se vieron alterados factores tales como el trabajo (que
de ser un fuerte generador de identidades sociales, se volvió precario e inestable,
convirtiéndose en un nuevo factor de heterogeneización social), los cuales eran
fundamentales para la conformación de mecanismos de integración social basa-
dos en una cierta concordancia entre las prácticas individuales y las acciones
colectivas.
En este sentido, cobra una relevancia fundamental analizar fenómenos como
el consumo, actividad que —tal como se intentó demostrar— no es capaz de
generar, debido a la naturaleza individualista de sus prácticas, anclajes normati-
vos en una sociedad. Este fenómeno se aprecia con claridad en los sectores
medios, los cuales ven en esta práctica una variable más de inseguridad, en la
medida que el medio de acceder a él es a través de actividades maximizadoras de
beneficios sustentadas en el crédito, o sea, en el endeudamiento. En este contex-
to, se demostró que no es de extrañar que sólo sean los sectores altos los que se
sientan, en cierto modo, seguros y realizados e través del consumo, puesto que al
tener las reales posibilidades de consumir, no experimentan las inseguridades
que conlleva el realizar dicha práctica por medio de mecanismo como el crédito
(algo propio de los sectores medios). A partir de esto, queda claro que la
masificación de fenómenos como el consumo más que menguar las diferencias
provenientes de los ingresos tienden a reproducirlas, algo similar a lo que se
podría evidenciar en la actualidad en el terreno de la educación (la cual, por
muy masiva que sea, termina por reproducir dichas diferencias salariales).
Así, pues, parece claro que la extensión de prácticas como la del consumo no
logran configurar patrones identitarios y normativos que sustenten a los secto-
res medios en términos de capacidad de acción colectiva e incidencia en la esfera
política que, al menos discursivamente, debiesen tener en el actual modelo de
desarrollo. Más aún, si a esto le sumamos la desestructuración de los factores
económico-políticos que aseguraban cierta aglutinación de dichos sectores
medios, debemos concluir que efectivamente existe una incapacidad estructural
de éstos para constituirse en algo similar a una clase, o al menos, en un sector
social con cierta capacidad de acción colectiva configurada en torno a intereses
generales.
Todo esto pareciese condenarlos a ser una suerte de legitimadores pasivos de

173
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

un modelo de desarrollo que, si bien muchas veces les permite acceder a bene-
ficios económicos, imposibilita toda su capacidad de acción colectiva e inciden-
cia política y, por tanto, los obliga a ser meros receptores de transformaciones
que, más allá del discurso hegemónico, responden con claridad a los intereses y
la conducción de otros sectores sociales.

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SECCIÓN II
Ar tículos y ensa
Artículos ensayyos

175
ROBERTO DONOSO • Ancianos y ciudad
20 (2006) • issn 0716-632x • 177-190
REVISTA DE SOCIOLOGÍA
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile

Ancianos y ciudad

ROBERTO DONOSO SALINAS


Universidad Nacional Autónoma de México

::: RESUMEN
A partir de una reflexión que se apoya en una amplia bibliografía sobre el
tema de la vejez, se desarrollan consideraciones respecto a su significación
personal y social, con especial énfasis en los problemas que genera la mo-
derna vida urbana a quiénes conforman este grupo etario. El desarrollo de
una sociedad que les priva de un lugar en ella y la construcción de una
ciudad que no los considera y que agudiza los problemas de esta última
etapa de la vida, constituye el centro del análisis que aquí se realiza.
PA L A B R A S C L AV E : ancianos, ciudad, exclusión

: : : A B S T R AC T
Some thoughts are made on the personal and social meaning of old age,
supported on a broad bibliography on the subject, with special emphasis
on problems raised by the modern urban way of life which affect this age
group.The focus of the analysis made in the paper, lies in the development
of a kind of society that desplaces aged people, and in the building up of a
kind of city that ignores them, thus intensifying problems in this last stage
of the lifespan.
K E Y WO R D S : old, age city, exclution

En su primera salida al mundo, Buda, entonces Sidarta encontró un hombre achacoso,


desdentado todo, lleno de arrugas,canoso,encorvado, apoyado en un bastón, «ante su asombro el
cochero le explicó lo que es un viejo... qué desgracia, exclamó el príncipe, que los seres débiles e
ignorantes, embriagados por el orgullo propio de la juventud, no vean a la vejez».
SIMONE DE BEAUVOIR, La vejez

En los años ochenta del siglo XX, algunos autores como Nun y Gouldner ha-
blaron de la rebelión del coro, refiriéndose a la tragedia griega en que los héroes,
que se hallaban en contacto directo con los dioses, eran los únicos dignos de ser
tomados en cuenta. La vida cotidiana quedaba reservada al coro, lugar subalter-

177
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

no y sin rostro, que estaba formado por las mujeres, los niños, los viejos, los
mendigos, los esclavos. «En una palabra, todos los que se quedaban en la ciudad
mientras los otros partían en busca de la aventura, el poder y la gloria» (véase
Nun, 1981: 19; Gouldner, 1975; Lechner, 1980).1
Esperaban que los ancianos, los sin casa, los inválidos y los marginados se
plantaran en medio del escenario y se dirigieran a la esfera pública exigiendo
ser oídos en sus demandas, «desde su realidad diaria, sudorosa y poco mostrable.»
Aquellos autores que propiciaban y creían en la rebelión del coro, tuvieron
en parte razón, y algunos grupos fueron oídos, pero los más pobres, los ancianos,
los minusválidos y los niños indigentes, en especial los del tercer mundo, no
han sido aún escuchados, y no lo serán mientras exista un sistema social en
que el individuo vale de acuerdo a su capacidad productiva. «Tú vales cuanto
produces».
Para la sociedad, los ancianos son inexistentes. Para referirse a ella se emplean
palabras inocuas, «Tercera edad» o «Adultos en plenitud» Viejo, Anciano o Vete-
rano, han pasado a ser palabras que están al borde de la obscenidad, hay un
pudor social en nombrarlas. «Para la sociedad la vejez es un secreto vergonzoso
del cual es indecente hablar» (de Beauvoir, 1983).
Nos damos cuenta de su existencia cuando nos causan molestias, como aquellos
mendigos ancianos que nos estiran sus manos, no del todo limpias, con ropas
raídas, encorvados, y nos piden en forma insistente que les demos una limosna,
o bien, cuando por su lento caminar, sobre las estrechas y agujereadas veredas,
obligan al apurado transeúnte a disminuir su acelerado andar, lo que hace, gene-
ralmente, lanzando fuertes increpaciones.
Los viejos salen también del anonimato cuando se les necesita (No olvide-
mos que en algunas localidades el 15% del electorado es anciano), pero, en
general, usando las palabras de Gouldner, ellos «Son vistos pero no percibidos».
Actualmente, la mayoría de ellos, de ser una molestia para el resto de sus
conciudadanos, han pasado a ser un problema.
En efecto, como consecuencia del mejoramiento de las condiciones de hi-
giene, de nuevos medicamentos, etc., la vida humana se ha prolongado, y el
mundo está siendo habitado cada vez por más veteranos. Se está ante «el peligro
gris» (Aguilar Derpich, 1980: 24).
Algunos ancianos que cuentan con modestos ingresos, provenientes de pen-
siones o jubilaciones, o que gozan de algunos beneficios en el área de salud,
están empezando a ser tomados en cuenta, no por que despierten interés de por
sí, sino por que otros grupos se sienten amagados, económicamente, por su sola
existencia. Los ancianos ya son muchos.
Vamos a vivir en un mundo plagado de viejos ¿Que hacer? Son una inver-
sión pasiva, significa, además, que en la medida que aumente el número de

1
He dedicado un largo período al estudio de la teoría urbana y, tengo, además, bastantes
años, por lo que la interpretación que le doy a los hechos sociales a los que me referiré, la
ancianidad y la vida urbana, estarán inevitablemente influenciados por mis vivencias

178
ROBERTO DONOSO • Ancianos y ciudad

jubilados y pensionados, el estado no estará en condiciones de hacer frente a


esta verdadera «catástrofe económica».6 7
Se sugieren soluciones, Giddens propone que se deje al beneficiario en li-
bertad para elegir la fecha de su jubilación, y estima que «deberíamos contem-
plar a la gente mayor como un recurso y no como un problema» (Giddens, 1999:
142).
La observación que se ha hecho a este planteamiento es que los jóvenes y
adultos retardarán su entrada al mercado laboral, en la medida que no se produ-
cen vacantes
En América Latina algunos proponen que se jubile a una mayor edad que en
la actualidad. Probablemente se le hará la misma objeción que se le hace al
planteamiento de Giddens.
Mumford proponía que las ancianas se dedicaran a la costura, cuidaran niños
y tejieran, y que los hombres se dedicaran al «jardín y a los servicios menores»
(Mumford, 1978) para que así puedan subsistir
Pero aquellos ancianos paupérrimos, que no tienen derecho alguno, ni quién
se haga cargo de ellos, que mueren, de lo que Aguilar (1980) llama «la enferme-
dad mas sutil e insidiosa de la tercera edad, el abandono y la no consideración,
en las que generalmente se tiene a esa clase de personas»11 siguen y seguirán
siendo ignorados. Además, es probable que esta gente que vive en la miseria,
muera antes de llegar a la vejez. Pero esta actitud frente a las personas de mucha
edad no es nueva, los ancianos no han sido tomados en cuenta durante la mayor
parte del transcurso de la historia. Sabemos de algunos que fueron notables,
Miguel Angel, Aristofanes, etc, pero de la gran mayoría de ellos, no sabemos
como vivían, que sentían, y como se relacionaban con el resto de la sociedad.
En general, el trato hacia los viejos, en algunas novelas, ha sido bastante
despectivo. En Dostoievski, Moliere, Shakespeare, y otros autores se les describe
como egoístas, tacaños, testarudos y a menudo perversos.
Es curioso que los utopistas, que soñaban con una sociedad perfecta, y que se
preocupaban hasta en sus menores detalles, de como iba a ser cada edificio, en
donde se alojarían sus habitantes y de las actividades cotidianas de cada cual, no

2
Vale la pena recordar que en el siglo XVIII Jeremías Bentham pensaba formar una gran
Sociedad Anónima, similar a la de las Indias Orientales, con cuyo capital se podría dar
albergue a infantes y niños abandonados, pordioseros, minusválidos y ancianos. Creía que
cualesquier persona, de cualquier edad, era capaz de generar un excedente, por mínimo que
fuera, y que los dividendos que se repartiría entre los accionistas serían cuantiosos, parte de
las utilidades sería en beneficio de los asilados. La arquitectura de estos asilos sería similar a
los panópticos diseñados por él. Suponía que incluso los bebés dejarían utilidades, dedicando
sus deposiciones a abonos. En esta época de privatizaciones y neoliberalismo es una idea a ser
examinada ( Himmelfarb Gertrude: Bentham´s Utopia, The National Charity Company»
Journal of British Studies, 1970 y Bentham Jeremy «Outline of a Work Entitled Pauper
Management Improved (1798) publicado en Works of Bentham, 1997)
3
A los ancianos, durante muchos años, se les descontó de su salario una cantidad de dinero
para que después de un tiempo pudiera jubilar. La crisis del sistema de pensiones se debe a
que el Estado destinó esos recursos a otros fines, ajenos al sistema de pensiones

179
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

se hayan referido al espacio que tendrían en ella los viejos. Una de las pocas
excepciones fue Tomas Moro, que en su libro «Utopía» los menciona y los
coloca en un lugar, si bien no privilegiado, al menos de respeto por parte del
resto de los «Utópicos» (Moro, 1941).12
A partir de la revolución industrial, en el siglo XIX, se empieza a hablar de lo
que se ha dado en llamar la «cuestión social», se empieza a describir la vida de los
desamparados, entre los que están los ancianos que habitan en las ciudades14 . Las
condiciones inhumanas de los asilos que los acojían, nos las narran Labreuille y
Dickens. En la novela, «Le Père amable», Maupassant describe a un viejo inváli-
do que se suicida, cuando su nuera, viuda, se vuelve a casar, abandonándolo.
Zolá en «la Terre» nos narra el asesinato de un anciano por sus hijos, etc. Las
escenas que describen, tanto los románticos como los naturalistas, estaban refle-
jando una realidad social, que en lo sustancial no ha cambiado.
Estos autores, cuando escribieron sus obras, eran jóvenes, podían describir
situaciones, pero ninguno estaba capacitado para captar el sentimiento de impo-
tencia frente al mundo que sienten los ancianos.15
Antes, las etapas de la vida estaban muy marcadas, Juventud, Madurez y Vejez,
pero, actualmente, el tiempo que transcurre entre el nacimiento y la muerte
comprende varias etapas intermedias, que han traído modificaciones muy im-
portantes en las relaciones entre los distintos grupos sociales y generacionales.
El proceso de decadencia se presenta bajo la forma de una gradual abdicación
biológica y psicológica. Con los años las personas van perdiendo el oído, la vista,
y se va produciendo una lenta e imperceptible disminución de todos los senti-
dos. Tienen dificultades en el caminar, son torpes para asir algún objeto, la me-
moria les disminuyen, y van apareciendo enfermedades propias de la edad, que
los van haciendo cada vez mas dependientes de aquellos que los rodean, convir-
tiéndose en un carga, que los hace destestables. El proceso de envejecimiento es
lento en un principio y se va acelerando a medida que pasan los días.
Para retardar al máximo este inevitable proceso, se han inventado medica-
mentos y se han hecho mejoras en la higiene pública, que han permitido que
muchos hayan logrado llegar a una edad muy avanzada.
Existe la idea equivocada de que la ancianidad o vejez, antiguamente, llega-

4
Adam Smith, en su libro «Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las
Naciones» (1774) nos dice que la gente está tan miserablemente empobrecida, que se ven en
la necesidad de abandonar a sus ancianos,..y así mueren de hambre»
5
Cyrano de Bergerac en el «Otro Mundo» nos dice que en su sociedad ideal los ancianos
rinden pleitesía a los jóvenes, y que los hijos mandan a sus padres. Los ciudadanos se habían
rebelado por que la legislación se había hecho por los viejos, en su propio beneficio y en
perjuicio del resto de la población, París 1645.- He usado la edición de CONACULTA, Méxi-
co D.F 1992
6
Mark Twain constituyes una excepción, denunció la vida miserable que llevan en el siglo
pasando los ancianos pobres rurales en Estados Unidos.
7
Hay determinadas experiencias que son inteligibles en plenitud, por aquellos que las han
vivido. No se trata de hacer una ciencia social intersubjetiva, como pretendía, en el siglo XIX,
Wilhelm Dilthey.

180
ROBERTO DONOSO • Ancianos y ciudad

ban a más temprana edad, por lo efímera que era la vida en ese entonces. Antes
se vivía menos, pero no se llegaba a la ancianidad. Montaigne, a los 48 años, en
1580, nos dice que «Morir de vejez constituye una muerte excepcional, singular
y extraordinaria y mucho menos natural que las otras. Extrema y extraordinaria
clase de muerte es esta, y la mas alejada de nosotros, por lo que debemos consi-
derarla lo menos posible» (Montaigne, 1980).
Hay ancianos que tienen, con respecto a su futuro, un estado de ánimo posi-
tivo, siguen haciendo cosas y tienen proyectos de vida. Los hay, asimismo, decré-
pitos, que tiene una actitud negativa ante la vida, que carece de planes para más
adelante, y que solamente desean morir. Para Bobbio «el mundo de los viejos es,
de forma más o menos intensa, el mundo de la memoria. La dimensión en que
viven los viejos es el pasado. El tiempo futuro es demasiado breve para que
preocupe por lo que sucederá» (Bobbio, 1975).
La edad de la persona en que se inicia la decadencia física varía, así, por
ejemplo, Buñuel (1980) estima que la suya se inició a los 77 años, y Bobbio a los
80, pero para la mayoría, ésta se inició alrededor de los 75.19
Si el anciano no nota sus años, independientemente de lo joven que pueda
sentirse, los «demás» se lo hacen sentir.
Norbert Elías se refiere a frases amables como «Es sorprendente como con-
sigues mantenerte tan joven a tu edad» (Elías, 1997).21
Ernst Bloch constata que «Para la mayoría de la gente de edad es muy ins-
tructiva la experiencia de ver, por primera vez, como una jovencita se levanta
para cederle el sitio. Esta cortesía tiene un efecto fatal».
Esta experiencia la hemos tenido muchos.
Es difícil, casi imposible, para una persona que no es anciana, poder sentir o
entender lo que un viejo siente o desea.
Fuera de las autobiografías, novelas u observaciones escritas por ancianos, no
hay literatura confiable respecto a los sentimientos de estos. Norbert Elías, a los
85 años hace notar, que para un joven o para un adulto «No (le) resulta fácil
imaginar que el propio cuerpo, tan fresco y a menudo lleno de sensaciones
placenteras pueda volverse lento, cansado y torpe. No es posible imaginarlo, ni
en el fondo se quiere imaginar» (Elías, 1997).
Se cita el «Tratado sobre la vejez», de Cicerón como una de las más bellas

8
Hay muchos, que a pesar de sus penurias físicas, mantienen sus facultades mentales intac-
tas hasta muy avanzada edad. Mas de 75 años tienen Carlos Fuentes, (77) García Márquez
(78), Adolfo Sánchez Vásquez (90)Ernesto Sabato,(94)Mario Benedetti (85)Oscar Niemayer
98, y muchos mas. que siguen produciendo obras excelentes. Octavio Paz murió a los 84 y
Borges a los 97, Lucios Costa a los 96, Luis Barragán a los 86, etc.Todos ellos en pleno uso de
sus facultades mentales, pero físicamente muy deteriorados.
9
La curiosidad por conocer la edad de los ancianos es grande, posiblemente se deba a que
si la respuesta es que los años son muchos, le de al demandante una sensación de optimismo,
respecto a sus posibilidades. En la Biblia, en el Génesis, 47, 7 José llevó a su padre, Jacob, a
presencia del Faraón, y este se limitó a preguntarle «¿Cuánto son los días de los años de tu
vida», Jacob contestó, y ahí terminó la conversación con el lacónico monarca

181
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

obras sobre el tema. El se consideraba viejo y le escribe a un octogenario inter-


locutor, «quiero hacerte más llevadera esta carga de la vejez que nos oprime»
(1968: 40), cargas que son el debilitamiento de las fuerzas, el alejamiento de los
negocios, el que no poder gozar de muchos placeres de la vida y que estar mas
cerca de la muerte. Cicerón le va a encontrar un lado positivo a cada una de
estas fatalidades, lo que, con toda razón, provocaba la indignación del nonagena-
rio Bobbio (1965).24
Cuando Cicerón escribió su tratado, tenía menos de sesenta años, estaba
lleno de proyectos, y su discurso no nos trasmite los sentimientos y pensamien-
tos que se tiene en la ancianidad. El discurso suena a ficticio.
Simone de Beauvoir empezó a escribir «La vejez» cuando tenía menos de 60
años y lo terminó a los 61, es un tratado muy completo, pero no se puede
trasmitir lo que no se siente. Al decir que estaba en el umbral de la vejez, ella
misma lo reconoce. Posteriormente, ya anciana, a raíz de la muerte de Sartre,
escribió «La ceremonia del adiós» y nos comunica sentimientos que había sido
incapaz de trasmitirnos cuando escribió el libro sobre la vejez
Ernst Bloch ya anciano escribió lo siguiente: «En la ancianidad tenemos
proyectos para lo que nos resta de la vida, estos proyectos, estos ensueños a
futuro, los podemos hacer con respecto a nuestra propia ancianidad. A través de
todos los deseo del viejo discurre un deseo, muy problemático a menudo: El
deseo de la tranquilidad. Un deseo que puede ser tan atormentador, tan apasio-
nado como el ansia anterior de distracciones. Necesita más que antes verse libre
de perturbaciones.Y todo anciano desea que se le permita estar agotado por la
vida, y si se halla él mismo en el torbellino del mundo, lo está de tal manera
como si no se hallara en él. En una senectud no filistea, se embellece precisa-
mente la imagen de esta tranquilidad, del campo en lugar de la ciudad, de la
huída del bullicio» (1977: 23). Creo que el párrafo citado lo suscribirían la ma-
yoría de los viejos.
Para Norbert Elías la situación de los viejos es en la actualidad lastimosa:
«Hoy, en la sociedad industrializada, conforme se ven mas viejos y mas débiles
están mas aislados de la sociedad y del círculo de sus amistades. El envejecimien-
to trae aparejada la soledad. Con excepción de la familia, nadie los visita, y en el
asilo la soledad es total, se está entre desconocidos».
Los ancianos tienen entre ellos muchas cosas en común, pero en otras son
muy diferentes, tienen vidas distintas y hasta opuestas. Pese a que los viejos ya no
están insertos en la producción, mantienen los valores y tienen un sentido de
pertenencia a la clase social de la que eran partícipes, y sus gustos estarán muy
relacionados con esta clase.
Eduardo Frank, en un muy interesante libro «Vejez, Arquitectura, y Socie-
dad», hace una importante diferencia entre discapacitados y ancianos:«En algu-
nos aspectos el diseño para la ancianidad no se diferencia de lo que se concibe
para personas discapacitadas. El anciano está por lo general expuesto a una su-

10
«no necesito decir que considero fastidiosas estas obras apologéticas(de la vejez)» (Bobbio,
1995).

182
ROBERTO DONOSO • Ancianos y ciudad

perposición de distintos tipos de deterioro físico y psíquico. Un joven o un


adulto con dificultad para caminar tiene un buen aparato perceptual para
caminar…Un anciano con alguna dificultad motriz, tenemos que pensar en una
persona que está implicada en un debilitamiento generalizado de sus capacida-
des físicas… No hay que pensar en todo aquello que el anciano no puede hacer,
hay muchas cosas que el anciano puede hacer y es recomendable que lo haga. La
respuesta arquitectónica puede orientarse en el sentido de acentuar y estimular»
(2003: 40).
La ciudad actual es producto de la Revolución Industrial, que fue uno de los
parte aguas de la historia de la humanidad. Significó la formación de una nueva
sociedad, diametralmente distinta a la anterior, con nuevos valores y principios.
De la comunidad, que indica la fusión perfecta de la voluntad de aquellos que
pertenecen a ella, que se identifican emotiva e instintivamente, de un modo no
reflexivo, se pasó a la sociedad en que los individuos se relacionan en forma
contractual, más que emocionalmente
La Revolución Industrial trajo aparejado un cambio fundamental en todas
las instituciones sociales, entre ellas la de la familia, que pasó de extendida, que
incluía abuelos, padre, madre, hermanos, numerosos hijos y nietos, a la familia
nuclear, que se compone, generalmente, del padre, la madre y dos o tres hijos.28
La familia extendida le daba una mayor protección a todos componentes y
los ancianos, con seguridad, tendrían techo donde guarecerse
La Nueva Ciudad tuvo como característica su rápido crecimiento y la segre-
gación espacial, las diferentes clases sociales vivieron separadas, en sus distintos
sectores.
Es mucho lo que se ha escrito sobre la inhumanidad de la Nueva Ciudad,
pero, como todo producto humano, es un fiel reflejo de la sociedad que la
produjo
Nunca terminará la discusión de si los ancianos, niños, mujeres y el coro en
general, estaba mejor antes o después de la Revolución Industrial, por la simple
razón que no hay documentos que nos describan la situación de estos antes de
dicha Revolución (Solana, 1987).29
La ciudad para Park (1967) es algo más que un conglomerado de individuos
y de una convivencia social. «La ciudad es mas que todo un estado de animo, un
cuerpo de hábitos y tradiciones, de sentimientos y actitudes. La ciudad no es, en
otras palabras solamente artefactos físicos y una construcción artificial. Esta en-
vuelta en un proceso vital de las personas que lo habitan».
El habitante de esta gran ciudad se caracteriza por su despreocupación con
respecto al prójimo y por un anhelo de una individual autonomía.
La Nueva Ciudad, que se construyó en pocos decenios, disolvió la antigua
ciudad, que era altamente integrada. Sus habitantes se radicaron de acuerdo a sus
posibilidades económicas, rigiéndose por la ley de la oferta y la demanda, en
donde los más favorecidos obtuvieron los mejores lugares y el resto, de acuerdo

11
Existe, actualmente, en los países mas desarrollados, una tendencia a no tener hijos, por
lo que la familia, en el sentido tradicional, tendería a desaparecer.

183
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

a sus recursos, se fue ubicando en forma descendente, hasta llegar los desampa-
rados, a las áreas menos favorecidas.
Se planificó con un criterio estrictamente económico, se trató de facilitar la
circulación de mercaderías, y de los adultos con capacidad de trabajo, ya fuera
que estos se transportaran en camión, automóvil, colectivo, o metro. Los viejos,
los niños y los inválidos no fueron tomados en cuenta.
Según Mumford (1978) «ninguna etapa de la vida ha sido tan olvidada como
la senectud por la civilización y los planificadores de ciudades».
Los ancianos tienen una actitud ambivalente frente a la ciudad, los que han
vivido en el campo lo añoran, pero los urbanitas, son nostálgicos de la ciudad
que ellos conocieron y que ya no existe. Esta tenía dimensiones humanas. No es
que tengan la actitud de los prerafaelianos o de un Tolstoy, un Dostoiesky, un
Rousseau o un socialista utópico, de odiosidad hacia la ciudad, simplemente les
gustaría volver a vivir «su ciudad», que, según ellos, era arbolada, con aire puro,
con poco ruido y con hermosa vista.
Si leemos las memorias de Sabato (1999), Bloch (1977), Ramón y Cajal
(1939), Buñuel (1980), Cannetti (1980), etcétera, veremos que lo que mas de-
sean es el silencio, la tranquilidad, el poder caminar por las calles con parcimonia,
ver gente, sentarse en un parque a leer o a pensar, conversar en un café, la
vegetación, los árboles, el césped, los paisajes, en fin, cosas sencillas que cualquier
autoridad edilicia podría conceder, como de hecho ya lo han hecho muchos
municipios en Europa y en algunas pocas ciudades tercermundistas. Casi todos
odian el automóvil, Santiago Ramón y Cajal (1939), Premio Nobel de medici-
na, en 1934 escribía: «El automóvil ha producido efectos morales inesperados
en las grandes urbes. De hecho el callejero indolente y el piropo gentil a las
buenas mozas ha quedado suprimido, mujeres y hombres se cuidan del ataque
de estos caballos mecánicos... pobres niños, pobres ancianos, víctimas propiciatorias
del progreso y de la velocidad inútil».
Bobbio cita a un humorista: «Esos viejos... ¿Cómo se las han arreglado para
pasar tantos peligros llegando sanos y salvos a edad tan tardía? Como no acaba-
ron bajo un automóvil, como evitaron una teja... Algunos todavía se atreven a
cruzar despacito la calle ¿Es que están locos?». Y agrega Bobbio, «Estoy loco,
cada vez más tambaleante, con las piernas cada vez más débiles, apoyándome en
un bastón, del brazo de mi mujer, sigo cruzando la calle»
En efecto, los principales problemas cotidianos de los habitantes de la ciudad
provienen, actualmente, de la cantidad de vehículos motorizados que circulan,
Es común, en las autobiografías de los ancianos, referirse a la odiosidad que
sienten los jóvenes hacia con ellos. Emerson (1980) en el siglo antepasado, en

12
«En toda la literatura los sectores populares aparecen poco [se está refiriendo la ciudad de
México en el siglo XVII y XVIII]. Toda una construcción, toda una ciudad hecha para ser
vivida por diferentes estamentos, pero que apenas cabe la participación de los menos favore-
cidos, su peso pasa sin eco durante largos años, o se deja notar en los momentos de crisis o de
depresión, cuando estalla algún motín o tumulto o viene el dolor en forma de calamidad
atmosférica arruinando barrios extremos de muros endebles (Solana, 1987).

184
ROBERTO DONOSO • Ancianos y ciudad

sus Ensayos se queja de esa animosidad, e igual sensación tiene la mayoría de los
autores que he citado.
Las causas de esta animosidad pueden ser muchas.40 Bobbio hace la siguiente
observación: «No es que la vejez sea mala, sino que dura poco, Sin embargo hoy
existe una retórica de la vejez, que no adopta por demás la forma por demás
noble, de la defensa de la ultima edad en contra del escarnio, cuando no incluso
el desprecio, que viene de la primera, sino que se representa a través de los
mensajes televisivos, bajo la forma larvada de posibles nuevos consumidores. En
estos mensajes no el viejo, sino que el anciano, término neutral, aparece tan
campante, risueño, feliz de estar en el mundo, por que por fin puede gozar de un
tónico especialmente fortificante o de unas vacaciones especialmente atractivas.
En una sociedad que todo se compra y se vende, la vejez puede significar una
mercadería más».
Hace algunos años entrevisté a varias personas de distintas clases sociales, de
mas de 70 años, para que me describieran la Ciudad de México de los años 30
del siglo XX. Todos rememoraban con ternura el barrio en que habían vivido,
los juegos en la calle, las conversaciones interminables, sus hogares acogedores,
abiertos a los amigos y los fugaces noviazgos entre vecinos. Evocaban con niti-
dez y simpatía a los ancianos, abuelos de sus amigos, que formaban una verdade-
ra colectividad, en donde se sentían protegidos
Los que vivieron en el Centro Histórico, compartían estos recuerdos, a los
que agregaban el movimiento y la alegría que trasmitían los muchachos univer-
sitarios, cuando la Universidad Autónoma de México estaba radicada allí. Parte
importante de la vida del Centro Histórico giraba alrededor de ellos, había cafés
donde se conversaba, teatro, se organizaban bailes, etcétera.
El barrio que ellos acordaban, está asociado con la idea de comunidad, en
donde la gente se siente unida por sentimientos comunes, y existe entre ellos
conocimiento y simpatía.
En un muy buen artículo Gilda Waldman (1988) hace un recuento de la
literatura sobre la Ciudad de México. Según ella,» más allá de los deliciosos
recorridos de Salvador Novo en la década de lo cuarenta, por una ciudad en
rápida transformación, por la Ciudad de México, fue con La región más transpa-
rente, de Carlos Fuentes, publicada en 1958, fue el que le dio a la capital el
estatuto de Ciudad moderna» «En los 80 los barrios cada vez mas segregados se

13
Las causas del rechazo a los viejos pueden ser muchas. Richard Sennett (1980) sostiene
que esta odiosidad proviene en que se han convertido en psicológicamente inútiles para la
siguiente generación «por esta razón, los terapeutas que trabajan con familias en que tres
generaciones ocupan la misma casa encuentran que a los ancianos se les tolera en la medida
que se comportan sumisamente». Para Eduardo Frank (2002: 8), «el privilegio esteticista de
la juventud, que deriva de en sensualización alienante y publicitaria del cuerpo, relñega al
viejo a la posición de lo feo, lo insoportable, la belleza moderna, al menos a partir del siglo
XIX se piensa como correlato de fuerza y juventud»esta cauda la agrega el autor a la impro-
ductividad de lo senectos».

185
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

convirtieron en imaginarios literarios, y en los 90 los barrios desaparecieron de


la literatura mexicana».
«¿La identidad del hombre urbano podrá encontrarse actualmente en la Ciudad
de México dispersa, violenta, hostil? Los habitantes de la megaurbe ya no se
reconocen entre ellos. Las calles ya no son espacios comunales sino que de
apropiación excluyente. Ingobernable, descomunal, caótica, sucia, escéptica,
sobresaturada, pero también pletórica de pautas de conducta y practicas
socioculturales. ¿Cómo reconstruir literariamente sus mil rostros? ¿Cómo re-
crear a través de las palabras la multiplicidad de ciudades que existen en ella?»
Con la especulación inmobiliaria se fueron acabando algunos barrios, las
casonas y calles arboladas desaparecieron. Hasta hace treinta años, la Colonia del
Valle que conocí, estaba constituida por varios barrios. De eso ya no queda nada,
las casas, con sus cuidados jardines, han sido sustituidas por altas construcciones,
en la que los inquilinos que las habitan no se conocen entre ellos.- Es el aisla-
miento total.
Pero, si ahondamos más en que fue lo que hizo que la vida cotidiana en
Ciudad de México se transformara, en un plazo relativamente corto, de una
ciudad apacible en una ciudad ruidosa, caótica y enervante, veremos que el
factor principal, no el único, fue la introducción desmesurada del automóvil. Se
reconstruyó una ciudad, olvidándose los urbanistas que existen los peatones
El poder político y económico de la industria automotriz es muy grande, y
es uno de los principales ejes en torno al que gira la economía mundial.
Nada demuestra en forma mas clara este poder que la frase que en 1953
Charles E. Wilson, designado por el Presidente Eisenhower Secretario de De-
fensa, pronunció ante el Senado
«Lo que es bueno para los Estados Unidos de Norteamérica es bueno para la
General Motors, y lo que es bueno para la General Motors, es bueno para los
Estados Unidos de Norteamérica».43
Todos sabemos que el automóvil ha transformado el paisaje y el entorno
urbano, produce anualmente una enorme cantidad de pérdidas de vidas huma-
nas, esta produciendo el agotamiento de los recursos naturales no renovables, y
que ha contribuido al agotamiento de la capa de ozono
La opción entre invertir en una locomoción colectiva digna y eficiente, o
invertir para que la ciudad se organice en función del automóvil, fue una deci-
sión política.
Las ventajas que al principio ofrecía el automóvil han desaparecido, cada día
se hace más lento el tráfico, para acelerarlo hay que invertir en nuevas autopistas,
las que en poco tiempo mas van a estar saturadas, por que esta facilidad momen-
tánea para transitar a inducido a la gente a comprar mas automóviles, y es un
circulo de nunca acabar.

14
Wilson era un fuerte accionista de la General Motors, y esta frase la dijo para defender su
postulación al cargo de Secretario de Defensa. Se le pregunto si eran sus intereses compati-
bles con su nuevo cargo. Al parecer el Senado compartió su criterio que ya fue aprobada su
designación.

186
ROBERTO DONOSO • Ancianos y ciudad

La elección ha sido o invertir en infraestructura para ser mas expedito el


transporte individual o invertir en el transporte colectivo, en especial en el
metro. La importancia de la industria automotriz, ha inducido a que se opte por
lo primero en desmedro de las mayoría de los habitantes que no tiene automó-
vil.
Hace 30 años Jorge Ibargüegoitía (1976) escribió: «El coche es la principal
fuente de los problemas urbanos… Se pueden tumbar más árboles, y hacer
calles mas anchas… pero llegará el momento que no habrá mas árboles que
tumbar, ni espacio para hacer mas calles, ni para que por las calles corran los
coches..En un futuro no muy lejano se tendrá que aceptar que se está al limite
de saturación, y que hay necesidad de inhibir el uso del automóvil
particular...indirectamente, fomentando un sistema adecuado y decoroso de trans-
porte colectivo».
Se optó por el automóvil, y se inició la nunca acabada transformación de la
ciudad en beneficio del automóvil. Las autoridades expropiaron terrenos para
construir autopistas, ejes viales, ensancharon algunas calles, a costa de los peato-
nes, derribaron árboles, sin preocuparse de crear parques o lugares en donde
pudieran ir a recrearse los habitantes de la megaurbe.
Los ejes viales segregaron a la población, para un anciano es muy difícil
alcanzar a atravesarlos en el lapso del cambio de luces, además para evitar los
semáforos se crearon pasos sobre nivel, hechos para alpinistas, con una insensibi-
lidad total hacia los minusválidos y los ancianos.
No es rentable gastar en los ancianos, inválidos o niños. Se pudieron haber
hecho pasos bajo nivel o escalas mecánicas para hacer más llevadera la vida
cotidiana de tanta gente.
Los que diseñan la ciudad son gente joven que no tiene la menor empatía
con los viejos. ¿Cómo iba a tratar de entender lo que sienten esas ancianas
cargadas de bolsas, subiendo con gran esfuerzo esas altas escaleras? ¿Cómo van a
pensar en la humillación que infringe la ciudad a los viejos a cada instante, al
atravesar las calles, al subir al camión o al bus.
Hay ancianos y minusválidos que su espacio vital está limitado por ejes via-
les.
La inseguridad de la ciudad, por otra parte, hace que los espacios que siem-
pre fueron ocupados por los viejos y los infantes hoy día están casi desiertos. La
plaza pública ha sido sustituida por los Centros Comerciales, en donde la gente
se guarece ¿Pero que tiene que ir a hacer un anciano a un centro comercial?
La gente que concurre a estos centros se siente segura, protegida, los «mall»
están hechos para el consumidor, normalmente joven o adulto. El anciano no
tiene espacio en ellos, sus dimensiones sobrepasan su capacidad física y son
exiguos los sitios donde pueda sentarse a descansar. La lógica de estos lugares es
que la gente circule para que vea el máximo de mercaderías.
El placer que puede sentir el anciano al caminar por las calles se ve opacado
por las veredas descuidadas, en donde se tropieza continuamente con un pavi-
mento disparejo, por los automóviles que se estacionan ocupando parte de ella,
por las entradas que hacen a los vehículos de casas particulares en que el peatón

187
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

camina por un chaflán con varios grados de pendiente o bien es obstaculizado


en su andar por los vendedores ambulantes, que ocupan parte importante de la
banqueta.
Además de los peligros que acarrea usar algunos espacios públicos a determi-
nadas horas, algunas plazas, en que era un agrado para los adultos y ancianos
sentarse a platicar los días sábados y domingos, han sido invadida por una canti-
dad de adolescentes, que beben y vociferan, y por vendedores ambulantes que
aúllan y han convertido las plazas un lugares insufribles.
El caso de Coyoacán es ilustrativo de cómo los viejos, e incluso los adultos,
van siendo desplazados paulatinamente de todos los espacios públicos.45
A aquellos ancianos que les gustaría ver espectáculos deportivo, ir a un esta-
dio, con ese enorme gentío, con las dificultades que tienen los usuarios de la
movilización colectiva se les hacen inalcanzables.
Ir a un cine, visitar a un familiar o un amigo, para un viejo es difícil, si el viaje
tiene que hacerlo en colectivo. La altura de las gradas, la estreches de los pasillos,
atestados de gente, en que cada vez que el vehículo frena abruptamente quedan
algunos en el suelo, pasa a ser un sufrimiento.
La Ciudad de México, a la inversa de otras ciudades de la República, se
caracteriza por el trato poco amable de los automovilistas hacia el peatón. No
respetan las señales que indican que debe dársele preferencia.Tampoco acatan la
luz roja del semáforo, y si no viene otro vehículo, pasan, sin importarles el riesgo
que esto significa para aquellos ingenuos transeúntes, que aun no se han dado
cuenta que la luz roja es considerada por los conductores, no como obligatoria,
sino que como una cortés sugerencia de no pasar. Casi nunca disminuyen la
velocidad cuando doblan, lanzan el auto en contra los viandantes, que deben
saltar para no ser arrollado. Los ancianos tienen que dar largos rodeos para en-
contrar un lugar por donde cruzar la calle con menos peligro, es más difícil que
vadear un río torrentoso.- Algunos al llegar al otro lado se santiguan, y con
razón. Estas infracciones, que en otras partes tienen sanciones severísimas que
han servido para educar a los conductores, aquí simplemente no se consideran,
sino que más bien educan a los ancianos para que definitivamente se decidan a
vivir el resto de sus días en un solo lado de la calle.
Para movilizarse, todos los peatones tienen que tomar un medio de transpor-
te colectivo. Quisiera transcribir párrafos de dos artículos que describen en la
forma como van los que se trasladan en estos medios:
El metro según Ricardo Garibay (2004): «Se abren las puertas y si tiene usted
agallas ¡Éntrele al tumulto! Antes de veinte segundos entrarán a sonar las sirenillas
de aviso, de un instante a otro se cerrarán las puertas, y cosa de entrar a como de

15
La Plaza de Coyoacán es un ejemplo paradigmático, al igual que muchos lugares públi-
cos no tiene servicios higiénicos, por lo que los vendedores y toda la concurrencia usa los del
Sunborn’s, en donde hay una larga fila de la gente que desea llegar al baño. Por otra parte, este
cambio de parroquianos, ha hecho que ese sector pierda su carácter de barrio, los propieta-
rios estén vendiendo sus bienes raíces por que sienten que es un sector muy inseguro, demás
de desagardable. Se ha desvalorizado el suelo urbano en los sectores aledaños al zócalo.

188
ROBERTO DONOSO • Ancianos y ciudad

lugar, en masa, reventando, a codazos, empellones, pulidos, voces embestidas...


todos han de entrar al mismo tiempo, ¡se cierran las puertas! Se aplastan unos
contra otros y contra los vidrios los que quedan dentro...»
El Camión, según Jorge Ibargüengoitia: «Si el camión va repleto, se abre uno
paso a codazos, diciendo siempre «con permiso», hasta llegar a los lugares trans-
versales, en los que no se sabe si caben tres o cuatro. Una vez allí, dice uno
«Hágame un campito» y sin esperar mas se sienta uno encima de dos pasaje-
ros...»
Pareciera importante hacer notar que tanto los que son discapacitados como
los que no lo son, sufren las mismas molestias y tienen los mismos obstáculos en
el DF; los viejos y los discapacitados no las pueden superar.
Quisiera terminar con una muy breve referencia a la vida de los ancianos
pobres en la Ciudad de México. Muchos de ellos que no tienen en donde estar,
en aquellos días en que llueve o hace frío, viajan en el metro hasta la noche.
Llegan a unas habitaciones míseras, que las comparten con varios otros familia-
res, y están normalmente deficientemente alimentados. No cabe duda que ser
anciano y pobre suma dos desgracias que transforman lo que queda de vida en
un infierno.

Refer encias
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MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población
20 (2006) • issn 0716-632x • 191-219
REVISTA DE SOCIOLOGÍA
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile

La aplicación del enfoque de derechos humanos


a los fenómenos de población: oportunidades
y desafíos*

MARCELA FERRER LUES


Universidad de Chile

::: RESUMEN
Este documento reflexiona sobre la aplicación del enfoque de derechos
humanos a los fenómenos de población. Está estructurado en cinco partes.
La primera se refiere al significado de los «derechos humanos», cuestión
fundamental debido a las diversas maneras en que se utiliza el concepto. La
segunda describe el sistema internacional de derechos humanos. Las inter-
secciones de los fenómenos de población, desarrollo y derechos humanos
son abordados en la tercera parte. La cuarta identifica los derechos en
población, reconocidos en la legislación internacional. Finalmente, se se-
ñalan las principales oportunidades y desafíos de esta temática, tanto para
su aproximación global, como para las lineas de investigación.
PA L A B R A S C L AV E : derechos humanos, población, desarrollo

: : : A B S T R AC T
This document is oriented to discuss the application of the human rights
approach to the population phenomena. It is organized in five parts. The
first one refers to the meaning of «human rights», fundamental issue
considering the different connotations this concept presents. The second
part describes the international human rights system.Then, the intersections
of population phenomena, development, and human rights, are considered.
The fourth part identifies the population rights recognized by the
international law. Finally, the fifth part discusses the main both this subject
opportunities and challenges, including the related to the global approach,
as well as the research topics.
K E Y WO R D S : human rights, population, development

* Este trabajo fue presentado en el II Congreso de la Asociación Latinoamericana de


Población (Guadalajara, septiembre 2006), y se basa en el documento La población y el desarro-
llo desde un enfoque de derechos humanos:intersecciones,perspectivas y orientaciones para una agenda
regional (CEPAL, Serie Población y Desarrollo Nº 60, 2005), elaborado por la autora como
parte del programa regular de actividades del CELADE, División de Población de la CEPAL.

191
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Intr oducción
Introducción
Aunque el imaginario colectivo alberga distintas visiones sobre el significado de
los derechos humanos, referirse a ellos remite obligadamente al trabajo de las
Naciones Unidas. Su acta de fundación establece que la Organización promo-
verá «el respeto universal a los derechos humanos y a las libertades fundamenta-
les de todos, sin hacer distinción de raza, sexo, idioma o religión». Este fue el
primer paso para definir un sistema internacional para la protección de los de-
rechos humanos, que representa sin duda uno de los mayores logros de la huma-
nidad en el siglo XX.
Para nadie es novedad, sin embargo, que la implementación real del sistema
internacional de derechos humanos ha estado lejos de la ideal. La misma Nacio-
nes Unidas reconoció esta tarea pendiente al cumplir 50 años. Por ello, su Pro-
grama de Reforma definió que una de las esferas prioritarias debía ser la amplia-
ción de las actividades relacionadas con los derechos humanos, «mediante la
reorganización y reestructuración de la secretaría de derechos humanos e inte-
gración de los derechos humanos en todas las actividades y programas impor-
tantes de las Naciones Unidas» (Naciones Unidas, 1997) Desde entonces, las
distintas agencias de la Organización han tomado diversas medidas para incor-
porar el enfoque de derechos humanos en sus actividades, y para lograr que los
gobiernos respeten la legislación internacional de derechos humanos e incor-
poren el enfoque en sus políticas públicas. La aplicación del enfoque de dere-
chos humanos a los fenómenos de población es parte de este llamado, que en la
región de América Latina y el Caribe ha sido liderado por el CELADE, División
de Población de la CEPAL.
No obstante el «rescate» del paradigma de los derechos humanos desde las
Naciones Unidas, la aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenóme-
nos de población no es un tema nuevo. La Conferencia Mundial de Población
de Bucarest (1974) estableció que la planificación de la familia es un derecho funda-
mental de todas las parejas e individuos, derecho que ya había sido reconocido en la
Conferencia Internacional sobre Derechos Humanos de Teherán (1968). Más
tarde, la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (CIPD),
realizada en El Cairo en 1994, consagró la inclusión del enfoque de derechos
humanos a los fenómenos de población. En especial, legitimó el concepto de
derechos reproductivos, pero avanzó mucho más allá de estos derechos. Basta con
hacer una re-lectura del Plan de Acción para encontrar alusiones constantes a la
necesidad de conciliar las tendencias de la población y el desarrollo sustentable,
cautelando el respeto por los derechos humanos (véase Ferrer, 2005: 48-52).
Aunque los derechos humanos no representan un tema novedoso en el cam-
po de la población y el desarollo, su comprensión, contenidos y desafíos consti-
tuyen una enorme tarea. Por ejemplo, la visión de la planificación familiar desde
los derechos humanos alude, fundamentalmente, a las tensiones entre indivi-
duo-Estado o individuo-sociedad, producidas cuando los intereses sociales o del
Estado entran en contradicción con los intereses individuales; en este caso, la
tensión entre la necesidad de controlar el crecimiento de la población, y el

192
MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población

derecho de las mujeres, y/o las parejas, a tomar decisiones libres e informadas
respecto de su propia reproducción. Esta discusión está lejos de ser un asunto
sencillo. Se trata de conciliar los intereses sociales orientados al bienestar del
grupo (por ejemplo, una adecuada relación población-recursos o el poblamiento
de áreas de baja densidad poblacional con fines de ejercer soberanía) con los
intereses individuales orientados a la autodeterminación de los individuos en
tanto seres autónomos (como la decisión de tener hijos o no tenerlos). En
definitiva, el problema de conciliar principios macro-éticos y micro-éticos, dile-
ma permanente para los tomadores de decisiones de política pública.
La intersección de los derechos humanos y los fenómenos de población no
sólo se ha producido en relación con el control de la fecundidad. Se aplicado
también a la mortalidad, principalmente en relación con el derecho a la salud.
Más recientemente, ciertas temáticas sociodemográficas han cobrado importan-
cia por su vinculación con situaciones de vulnerabilidad, directamente conecta-
das con los derechos humanos. Tal es el caso del envejecimiento, la salud
reproductiva, la equidad de género, la pobreza y los pueblos originarios. En
forma paralela, el interés por las intersecciones de la migración internacional y
los derechos humanos ha aumentado considerablemente, sobre todo por los
efectos de la globalización y la situación de vulnerabilidad, desprotección y
discriminación que enfrentan muchos inmigrantes en los países desarrollados y
en desarrollo.
Las intersecciones de los derechos humanos y los fenómenos de población y
desarrollo tampoco son un tema nuevo en el campo de los derechos humanos.
Han sido abordados en diversos instrumentos de legislación internacional y en
varios foros internacionales. Incluso, el tratado internacional más reciente está
destinado a definir y proteger los derechos humanos de los migrantes interna-
cionales.5
No obstante la experiencia acumulada desde el campo de la población y el
desarrollo, y desde los derechos humanos, es necesario admitir que estas inter-
secciones no han sido abordadas con gran profundidad en América Latina y el
Caribe, tanto en el ámbito académico y de las organizaciones internacionales,
como en el terreno de las decisiones de política.
Este documento discute el significado de la aplicación del enfoque de dere-
chos humanos a los fenómenos de población. El trabajo está estructurado en
cinco partes. La primera plantea brevemente qué se entiende por derechos hu-
manos. La segunda describe el sistema internacional de derechos humanos y sus
instrumentos. La tercera reflexiona sobre las intersecciones de los fenómenos de
población, desarrollo y derechos humanos, entendiendolas como la vinculación
entre los comportamientos demográficos, los procesos de desarrollo y los dere-
chos humanos. La cuarta identifica los derechos vinculados a las variables del
cambio demográfico, que han sido reconocidos en la legislación internacional

5
Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de todos los Trabajadores
Migratorios y sus Familiares (MWC). Aprobado por la Asamblea General de Naciones Uni-
das en 1990, entrando en vigor en el 2003.

193
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

de derechos humanos. Finalmente, la quinta parte discute las principales opor-


tunidades y desafíos que plantea la aplicación del enfoque de derechos humanos
a los fenómenos de población, tanto para la aproximación global al tema, como
para las posibles lineas de investigación.

¿Qué son los der echos humanos?


derechos
Una cuestión esencial para discutir la aplicación del enfoque de derechos hu-
manos a los fenómenos de población, es definir previamente qué se entiende
por derechos humanos y cuál ha sido la construcción histórica y social del
concepto. El siguiente apartado está discute brevemente estos aspectos.

LOS ORÍGENES Y FUNDAMENT


FUNDAMENTOS DEL CONCEPT
AMENTOS CONCEPTOO

La expresión «derechos humanos» alude a un conjunto de garantías universales


que cada individuo puede reclamar por el solo hecho de formar parte de la
especie humana o, como establece la Declaración Universal de 1948, de la fami-
lia humana. La noción de derechos humanos es de larga data y ha tenido distintas
orientaciones. Por referirse a la «especie humana», la formulación actual de los
derechos humanos pretende constituir el único marco ético susceptible de traspa-
sar las diferencias culturales, en un mundo que se divide cotidianamente entre la
homogeneidad y la diferencia. Esto abre la pregunta sobre la legitimidad del
enfoque de los derechos humanos como marco ético universal, cuyo abordaje
excede los límites de este trabajo (véase, por ejemplo, Carroza, 2003; Cassese,
1993; Hottois, 2000; Moravcsik, 1998; Murgueza, 2004).
La noción de igualdad entre los integrantes de la especie humana ha estado
presente durante gran parte de la historia de la humanidad. Hasta el siglo XVII
se plasmó en documentos de distintas religiones. Los siglos XVIII y XIX dieron
paso a las luchas laicas por los derechos humanos, iniciadas por la Revolución
Francesa (PNUD, 2000). En esos años ya se contaba con importantes documen-
tos que los definían y reclamaban.7 Sin embargo, las declaraciones estadouni-
denses (1776 y 1789) y la francesa (1789) son especialmente importantes, puesto
que proclamaban con fuerza un nuevo concepto de «hombre» y sociedad (Cassese,
1993), si bien exluyeron a otros grupos humanos, como los esclavos en los Estados
Unidos y los campesinos, obreros y mujeres en Francia (Muguerza, 2004).
El concepto de derechos humanos lleva implícita la idea de una sociedad
compuesta de individuos libres e iguales. Para el filósofo belga Gilbert Hottois
(2000), la expresión paradigmática de los derechos humanos es la Declaración
Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789), originada en tres
fuentes: la naturaleza, dios y la razón. Esta tríada, que caracteriza la Declaración
de 1789 y el pensamiento de la Modernidad, se atenuó en el siglo XX debido al
contexto multicultural en que el discurso de los derechos humanos debía afir-
marse. La noción de «dignidad humana» se erigió como el único fundamento

7
Tal es el caso de los ingleses Magna Charta de 1215 y el Bill of Rights de 1689.

194
MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población

capaz de traspasar las fronteras culturales. Sin embargo, esta noción ha sido cues-
tionada por varios autores y constituye el centro de un debate abierto.8 Puede
utilizarse como fundamento siempre y cuando no se defina el significado de la
dignidad, lo cual varía de una cultura a otra. Por ello, a partir de 1948 los dere-
chos humanos son objeto de un consenso regulador, pero no tienen un funda-
mento sustancial común. Las implicaciones de esta transformación, que Hottois
denomina plurifundacionalista abierta del estatuto filosófico de los derechos hu-
manos, es central para entender la perspectiva de los derechos humanos. El
consenso sobre ellos no se basa en una naturaleza inmutable y reconocida por
todos. Por el contrario, permite definir aquí y ahora, y durante una duración
indeterminada que dependerá de la evolución de las condiciones sociales, una
cierta naturaleza humana, como también las normas que le corresponden. La
filosofía sobre los derechos humanos desarrollada a partir de 1948 se basa en un
acuerdo establecido entre los seres humanos. Por lo tanto, está abierta al debate
y sujeta a reconsideración frente a nuevos hechos o circunstancias.

E L SIGNIFIC ADO ACTU


SIGNIFICADO AL DEL CONCEPT
CTUAL CONCEPTOO DE DERECHOS HUMANOS

Aunque se habla reiteradamente de los derechos humanos, pocos se detienen a


explicitar su significado. Su utilización pareciera basarse en un consenso implí-
cito respecto de sus dimensiones, o de los fenómenos a los cuales puede ser
aplicado. Esto no es privativo del concepto de derechos humanos. Ocurre con
la mayoría de los conceptos relacionados con aspiraciones sociales o modelos de
sociedad, que traspasan el campo disciplinario para instalarse en el lenguaje
cotidiano. Algunos ejemplos son los conceptos de democracia, solidaridad y
justicia. Se coincide en el deseo de sociedades más democráticas, más solidarias
y más justas. Se coincide menos al momento de especificar qué tipo de demo-
cracia se quiere, cuál es el límite de la solidaridad y qué criterio de justicia debe-
mos utilizar.
Exigir el respeto a los derechos humanos se ha convertido en un lugar co-
mún, tanto de documentos internacionales y nacionales como de acciones de
las organizaciones de la sociedad civil. Partidarios de distintas tendencias políti-
cas utilizan el discurso de los derechos humanos como una herramienta políti-
ca, pudiendo incluso ser empleado para promover o rechazar la misma causa
(Sumner, 2001). Esto es recurrente, por ejemplo, en el caso del aborto inducido.
Quienes defienden su legalización plantean que es una opción fundamentada
en el derecho de las mujeres a la autonomía e integridad corporal y, en situacio-
nes de riesgo vital, en el derecho de las mujeres a la vida; quienes se oponen
afirman que el aborto niega el derecho a la vida del no nacido.9 Si bien ambas

8
Véase, por ejemplo, R. Macklin, «Reflection on the Human Dignity Symposium: Is
dignitity a useless concept?, Journal of Palliative Care,Tomo 20, Nº 3,Toronto, otoño del 2004.
9
Véase M. A. Warren, «On the moral and legal status of abortion», en LaFollete (2002),
Ethics in Practice, Massachusetts, Blackwell Publishers Limited, pp. 63-72; Singer, P. (2002),
«XIII. Quitar la vida: el embrión y el feto» (de Ética Práctica), en Una vida ética. Escritos,
Madrid, Taurus Pensamiento, pp. 179-198.

195
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

posturas pueden justificarse desde la ética individual o de ciertos grupos, la


comunidad internacional cuenta con un marco ético de consenso y con obliga-
ciones claras por parte de los Estados que lo han suscrito, como es la legislación
internacional de derechos humanos. En el caso específico del aborto inducido,
tal legislación reconoce los derechos de los seres humanos, y no reconoce dere-
cho alguno a los fetos o no natos.10
No sólo se utiliza el discurso de los derechos humanos para defender o
rechazar la misma causa. Tanto activistas como estudiosos del tema utilizan sig-
nificados que se superponen: algunos emplean el concepto como un conjunto
de obligaciones de la legislación internacional; otros lo hacen para señalar cier-
tos estándares éticos que acentúan la importancia de los intereses individuales; y
otros utilizan el lenguaje de los derechos humanos por sus cualidades aspiracionales
o retóricas (Gostin, 2001). La idea de que los derechos humanos tienen una
especial importancia moral ha producido «que cualquiera que pretende hoy el
respeto de cualquiera de sus deseos, la protección de cualquiera de sus intereses
o la satisfacción de cualquiera de sus necesidades, prefiere formularlos como
‘derechos’ que asumir la costosa carga de demostrar por qué sus deseos han de
ser respetados, sus intereses protegidos o sus necesidades satisfechas» (Hierro,
2002: 35-36). En palabras del autor, esto ha conducido a una verdadera «infla-
ción de los derechos humanos»: además de los derechos individuales, se habla de
los derechos sociales o de segunda generación, como también de los derechos
de tercera y cuarta generación; se alude a los derechos en condiciones específi-
cas (mujeres, niños, discapacitados y otros), a los derechos de colectivos (pue-
blos, etnias), de los no nacidos, de las generaciones futuras, de los animales e
incluso de la naturaleza. En síntesis, la popularidad del discurso de los derechos
humanos ha resultado en una considerable imprecisión del concepto.
No obstante su relación con una considerable imprecisión del concepto, es
evidente que la popularidad del lenguaje de los derechos humanos ha permiti-
do sensibilizar a vastos sectores sociales. Sin embargo, se ha vuelto también su
gran amenaza: la facilidad con que se adapta a todos los discursos puede hacer
que, al servir para justificar todo, termine justificando nada. Siguiendo a Sumner
(2001), para que el discurso de los derechos humanos se transforme en una
herramienta efectiva, es necesario ir más allá de la retórica o la mera declaración,
lo que implica explicitar el contenido del derecho, justificar por qué debe satis-
facerse, identificar al sujeto o portador de ese derecho, y a un agente que deba
satisfacer esa exigencia, es decir, cumplir determinados deberes.

10
La Convención Americana de Derechos Humanos, conocida como «Pacto de San
José» establece la protección de la vida, en general, desde el momento de la concepción
(artículo 4). Sin embargo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos señaló en el
caso «Baby Boy versus USA» que el término «en general» matiza la protección de la vida
desde el momento de la concepción, concluyendo que la Convención no requiere que los
Estados prohíban el aborto.Véase Katzive, Laura y Anika Rahman. 2000. Abortion and human
rights. New York, CRLP, citado en IPAS (2003) «Los derechos humanos, el embarazo no
deseado y la atención relacionada con el aborto. Información de referencia y casos ilustrativos»,
julio 2003.

196
MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población

A lo anterior se suma una cuestión central: el reconocimiento legal del dere-


cho. Decir que existe el derecho a la atención de salud puede tener, al menos,
dos significados. Primero, que tal derecho existe por ley. Segundo, que todos los
seres humanos deben tener acceso a la atención de salud en virtud del principio
de justicia (Gostin, 2003). Ambos significados no son excluyentes, pues el pri-
mero implica el reconocimiento del segundo. Situación similar ocurre con los
derechos reproductivos. Puede argumentarse su existencia por su reconocimiento
en la CIPD o en la CEDAW,11 o en función de principios éticos como el respeto
a la autonomía de las personas. En principio, ambos significados apuntan en la
dirección correcta, pues aluden a dos dimensiones de los derechos humanos, la
legal y la moral. Esto es similar a lo que Wellman (1995) denomina derechos
institucionales y derechos morales.12 Sin embargo, la ausencia de claridad respecto a
la distinción entre los derechos que son reconocidos por ley y los que no lo son,
confunde las acciones orientadas a la defensa y protección de los derechos hu-
manos. Más aún, para algunos autores (Muguerza, 2004) los derechos humanos
existen como tales sólo cuando son reconocidos en la legislación, de lo contra-
rio corresponden únicamente a «exigencias morales».
Para ir más allá de la retórica se necesita poner atención en qué se entiende
por derechos humanos (contenido, fundamento, portador y agente), cómo son
definidos en términos legales y cuáles de estos derechos están consignados en la
legislación nacional e internacional. Para ello es preciso considerar dos cuestio-
nes centrales: que sólo algunos derechos han sido reconocidos legalmente, es
decir, antes fueron exigencias morales, y que el reconocimiento legal de ciertos
derechos es un primer paso para su garantía, pero no asegura que sean promo-
vidos y garantizados. Sin ánimo de judicializar el tema, el discurso sobre los
derechos humanos necesita reconocer explícitamente ambos planos. Esto, por-
que aunque es claro que las relaciones entre legislación y moral no son sincró-
nicas, la exigibilidad legal tiene mayor fuerza que la exigibilidad moral. Existen
diversos instrumentos internacionales de derechos humanos, muchos de ellos de
carácter vinculante, que abarcan una diversidad de ámbitos cruciales para la vida
en sociedad. Han sido ratificados por un número importante de países, muchos
de los cuales han incorporado disposiciones explícitas en sus Constituciones.
La distinción anterior no postula una diferencia sustantiva entre derechos
humanos y derechos reconocidos por ley. Sólo tiene fundamentos prácticos y de
acción política, puesto que los derechos humanos son una construcción huma-

11
Convención para la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer.
CEDAW (por sus siglas en inglés).
12
Los primeros son conferidos por una organización o convención social, en tanto los
segundos por fundamentos morales, independientemente de las creencias o prácticas huma-
nas. El tipo más importante de derechos institucionales es el de los derechos legales consa-
grados en algún sistema legislativo, mientras que el de los morales es el de los derechos
humanos (tradicionalmente llamados derechos naturales), que una persona posee por el sólo
hecho de ser humano, independientemente de que sea reconocido por las instituciones de
una sociedad.

197
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

na que responde a ciertos condicionantes históricos. Basta pensar en hitos tan


relevantes como la Carta de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, fruto
de la Revolución Francesa, y las Cartas incorporadas a las Constituciones de los
Estados Unidos recién independizados, que fueron la expresión del triunfo de
grupos que se sentían excluidos del consenso hasta entonces vigente. Incluso, el
nuevo orden resultante de ambas revoluciones fue excluyente de otros grupos
humanos, como los esclavos en los Estados Unidos y los campesinos, obreros y
mujeres en la Francia post revolucionaria (Muguerza, 2004). El sufragio univer-
sal femenino en Francia fue logrado recién finalizada la Segunda Guerra Mun-
dial, más de 150 años después del triunfo de la Revolución Francesa. En con-
traste, el sufragio masculino universal se consiguió en 1848, casi cien años antes
que el femenino y sólo 59 años después de la Declaración (Ballarín y otros,
1997). El siglo XX, denominado por el cientista político italiano Norberto Bobbio
como el siglo de los derechos, expandió estos derechos a toda la especie humana,
mediante la promulgación de la Declaración Universal de Derechos Humanos
y los instrumentos que le siguieron. Los derechos humanos reconocidos en tales
instrumentos son producto de consensos que responden a condiciones históri-
cas, políticas, culturales y económicas; se vinculan a un momento y lugar deter-
minados. Por ello, pueden estar sujetos a constante revisión y redefinición, lo
que incluye, por supuesto, la creación de nuevos instrumentos.

El sistema inter nacional de der echos humanos


derechos
y sus instr umentos
instrumentos
La legislación internacional de derechos humanos comprende una serie de ins-
trumentos creados como respuesta a los atentados contra la paz y la humanidad
producidos durante la Segunda Guerra Mundial.13 Comenzó con la Carta de las
Naciones Unidas de 1945, derivando en una serie de instrumentos y de orga-
nismos que supervisan el cumplimiento de los acuerdos. Aunque se han realiza-
do considerables avances en el plano legal, es importante recordar que la legis-
lación en derechos humanos es letra muerta si no se cuenta con un justo sistema
de administración de justicia al interior de los países (PNUD, 2000).
Los instrumentos internacionales de derechos humanos más importantes son
los tratados, pactos o convenciones, que corresponden a acuerdos jurídicamente
obligatorios entre Estados. La firma presidencial de los mismos es la primera medi-
da que adoptan los Estados, y representa su promesa de apoyarlos y ceñirse a sus
normas jurídicas, pero no implica deberes jurídicos. Estos se adquieren cuando

13
Esta no fue la primera vez que se trató de desarrollar una protección universal de los
derechos humanos. Cassese (1993) señala dos intentos previos. El primero, en 1919, en oca-
sión de la redacción del Pacto de la Sociedad de las Naciones. Japón solicitó que se incluyera
una disposición que asegurara un trato igual y justo a todos los extranjeros que tuvieran la
ciudadanía de un Estado miembro de la Sociedad. El segundo, en 1933, originado en el
reclamo de discriminación racial que efectuó un ciudadano alemán de origen hebreo al
Consejo de la Sociedad de las Naciones. Ambos intentos fracasaron.

198
MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población

la firma es ratificada por el Parlamento, convirtiéndolo de este modo en Estado


parte de esa herramienta normativa.
Los instrumentos hacen hincapié en principios y obligaciones que garanti-
zan que el proceso de realización de los derechos comprenda: no discrimina-
ción, progreso adecuado, participación verdadera y acceso a un recurso efectivo
ante los tribunales nacionales competentes en caso de violación de alguno de
los derechos humanos reconocidos por ley (PNUD, 2000). Habitualmente, las
obligaciones se refieren a los deberes de respetar, proteger, promover y realizar o
hacer efectivos los derechos incluidos en el pacto, tratado o convenio. Cada una
de estas responsabilidades jurídicas puede implicar obligaciones más específi-
cas relacionadas con la conducta, ya sea acción u omisión, como también con
los resultados esperados (Artigas, 2001). Por ejemplo, la de respetar es una
obligación negativa, inmediata y sin costo. La obligación de proteger puede ser
positiva o negativa, poco costosa e inmediata. Sin embargo, la de realizar o hacer
efectivo un derecho es siempre positiva, costosa y de realización progresiva, y
tiene como características principales facilitar, promover y asegurar el derecho
definido.
Los Estados Miembros de las Naciones Unidas tienen responsabilidades res-
pecto de los derechos humanos mediante tres vías (PNUD, 2000):
• Aceptación: al ratificar o adherir un tratado se comprometen a permitir el
examen internacional de su historia en materia de derechos humanos;
• Cooperación: al ratificar un tratado, tienen la obligación de presentar un
informe inicial sobre la materia del mismo en un plazo de uno o dos
años, e informes periódicos subsiguientes; los que no han ratificado algún
tratado tienen que colaborar con solicitudes de relatores especiales y otros
procedimientos similares, invitándolos a visitar el país;
• Respuesta: al hacerse parte de un tratado se comprometen a cooperar
con el órgano creado en virtud de ese tratado, adoptando medidas en
respuesta a sus observaciones y criterios finales.

Estas vías establecen mecanismos concretos para que los Estados comiencen
a desarrollar acciones específicas desde el momento de la ratificación de un
tratado. Sin embargo, no todos cumplen estas condiciones (PNUD, 2000), lo que
hace evidente la necesidad de encontrar estrategias que permitan que los trata-
dos y convenciones sean realmente respetados. No obstante, como afirma Peter
Singer (2003), el derecho internacional está evolucionando hacia una comuni-
dad global más fuerte. La soberanía de los Estados ya no reside en su poder para
controlar lo que pasa al interior de sus fronteras: los límites de la soberanía
radican en la capacidad y voluntad de los Estados de proteger a sus miembros, lo
que justifica la intervención externa en aquellos Estados que no respetan los
derechos humanos, en especial los que cometen crímenes de lesa humanidad.
Las Naciones Unidas son la única entidad que puede intervenir legítimamente
en estas situaciones. Para avanzar en una comunidad ética global —la construc-
ción y respeto del paradigma de los derechos humanos—, es necesario que las

199
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

naciones más poderosas acepten la autoridad de las Naciones Unidas, y le pro-


porcionen los medios para cumplir con esa responsabilidad. Esta cuestión ha
sido fuertemente enfatizada por su Secretario General.14

LOS INSTRUMENT
INSTRUMENTOS INTERNA
UMENTOS CIONALES DE DERECHOS HUMANOS
INTERNACIONALES

La Carta de las Naciones Unidas (1945) es el primer instrumento internacional de


derechos humanos. Sin embargo, la herramienta base es la Carta Internacional de
Derechos Humanos, integrada por: la Declaración Universal de Derechos Humanos
(1948), el Pacto Internacional de Derechos Económicos,Sociales y Culturales —ICCPR—
(1966) y el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos —ICESCR— (1966),
y sus dos Protocolos Facultativos. Estos documentos definen los derechos hu-
manos y libertades fundamentales, estableciendo normas básicas que han inspi-
rado la redacción de más de 50 convenciones, declaraciones, conjuntos de reglas
y principios de derechos humanos de las Naciones Unidas (Naciones Unidas,
1991a). Entre ellos, los más importantes, por su carácter vinculante, son:
• Convención Internacional sobre la Eliminación de todas las Formas de
Discriminación Racial, ICERD (1965);
• Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación
contra la Mujer, CEDAW (1979);
• Convención contra la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos
o Degradantes, CAT (1984);
• Convención sobre los Derechos del Niño, CRC (1989); y
• Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de todos
los Trabajadores Migratorios y sus Familiares, MWC (1990).

El cumplimiento de los tratados por parte de los Estados partes es supervisa-


do por siete órganos de vigilancia, los «Comités», existiendo uno para cada
tratado. Su trabajo es clave para fomentar el cumplimiento de los acuerdos sus-
critos por los países. A diferencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos
y de la Comisión Europea de Derechos del Hombre, los comités no constituyen
un tribunal o un órgano con un mandato casi judicial: sus decisiones correspon-
den a «opiniones» y no a «sentencias» (Naciones Unidas, 1991a). Evidentemen-
te, esto debilita las posibilidades reales de sancionar a los Estados que no cum-
plen con los compromisos contraídos. Sin embargo, según las Naciones Unidas
(1991a), la sanción y presión morales pueden tener gran influencia en la acción
de los países y la adopción de medidas administrativas, judiciales y legislativas.
Un ejemplo claro fue la apertura a la observación internacional que las dictadu-

14
Véase la intervención del Secretario General de las Naciones Unidas ante la Asamblea
General en septiembre del 2004, donde llamó a reforzar el papel de las Naciones Unidas.
Disponible en http://www.un.org/spanish/aboutun/organs/ga/59/webcast/statements/
annan_dg59.html.

200
MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población

ras militares del Cono Sur se vieron obligadas a aceptar, lo que tuvo efectos de
contención a los atropellos que hoy son ampliamente reconocidos.
Además de los comités, existen dos órganos creados en los primeros años de
las Naciones Unidas. Primero, la Comisión de Derechos Humanos, cuyo mandato
consiste en examinar y vigilar la situación de los derechos humanos en países o
territorios específicos (mecanismos o mandatos por país) y fenómenos impor-
tantes de violaciones de los derechos humanos a nivel mundial (mecanismos o
mandatos temáticos), e informar públicamente al respecto en ambos casos. La
Sexagésima Cumbre Mundial de las Naciones Unidas, realizada en septiembre
del 2005, decidió reemplazarla por un Consejo de Derechos Humanos.
El segundo es la Subcomisión para la Promoción y Protección de los Derechos
Humanos, principal órgano subsidiario de la Comisión, integrado por expertos
que realizan estudios específicos. Adicionalmente, en 1993 se creó el cargo de
Alto Comisionado de los Derechos Humanos, que coordina los programas sobre esta
temática al interior de las Naciones Unidas y se preocupa de fomentar su pro-
moción y respeto en el mundo.
Como menciono más adelante en este documento, todos los instrumentos
establecen derechos humanos que se vinculan con los fenómenos de población.
Además, las Naciones Unidas han realizado varias conferencias internacionales
relevantes para los derechos humanos y los fenómenos de población, ya sea
porque tratan específicamente el tema de derechos humanos o porque abordan
temáticas específicas de población desde una perspectiva de derechos. Especial
importancia tienen la Conferencia Internacional de Derechos Humanos de
Teherán (1968); la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo
de El Cairo (1994); la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de Viena
(1993); la Conferencia de Beijing (1995); la Declaración del Milenio (2000) y el
Plan de Acción Internacional de Madrid sobre el Envejecimiento (2002). Si
bien estas conferencias no son vinculantes, los Estados han suscritos compromi-
sos específicos en materia de población, desarrollo y derechos humanos, los
cuales pueden ser exigibles. Un ejemplo claro es la acción de las organizaciones
de mujeres destinada a respetar los acuerdos del Plan de la Acción de la CIPD y
Beijing, en materia de derechos en salud y reproductiva.15

Las inter secciones de la pob


intersecciones lación, el desar rollo
población,
y los der echos humanos
derechos
Hablar de intersecciones de los fenómenos de población, el desarrollo y los
derechos humanos supone puntos de encuentro entre la dinámica y el estado de
la población, el desarrollo y los derechos humanos. Por intersecciones se entien-
de a aquellos puntos de vinculación entre los comportamientos de carácter
demográfico y los procesos de desarrollo, mirados desde una perspectiva de

15
Véase, por ejemplo, ATENEA, «El monitoreo como práctica ciudadana de las mujeres», de
la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe (RSMLAC), destinado a
monitorear los acuerdos de la CIPD. http://www.ateneareddesalud.org/

201
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

derechos. Remite al intento de conciliar una perspectiva macrosocial, la de las


tendencias de las variables demográficas, el tamaño de la población y su distri-
bución etaria, o los ritmos de crecimiento de la población y su relación con los
recursos disponibles, con una perspectiva microsocial que pone énfasis en el
individuo en su relación con el Estado. En la medida en que las tendencias
demográficas son, en última instancia, resultado de comportamientos individua-
les que responden a una particular inserción social, histórica, económica, cultu-
ral y comunitaria, la intersección busca conciliar los intereses sociales referidos a
la dinámica y estado de la población, con los intereses individuales referidos a
los aspectos que inciden en esta dinámica y estado.
Conciliar los intereses sociales e individuales referidos a la dinámica y el
estado de la población no es una tarea fácil. Alude a cuestiones cruciales de la
vida de todas las personas: dónde vivir y cuándo trasladarse de un lugar a otro;
tener hijos o no tenerlos; cuántos hijos tener y en qué momento; cuándo y
cómo morir. Este último aspecto cada vez cobra más importancia, dados el
avance científico y las posibilidades de mantener la vida de una persona por
medios artificiales, lo que pone en el tapete el problema del encarnizamiento
terapéutico y la necesidad de establecer límites humanos al progreso científico.
En otras palabras, la necesidad de dar respuestas a dilemas instalados por la
tecnociencia pero que no pueden ser resueltos por ella, lo que dió pie al inicio
de la Bioética a fines de los años sesenta.
Estas situaciones trascendentales para la vida de cada persona se enfrentan
con cuestiones y preguntas trascendentales para los Estados: la relación pobla-
ción-recursos, o cómo satisfacer las demandas de una población que crece
sostenidamente y, en algunos países en desarrollo, a ritmos mucho más elevados
de lo que sus gobiernos desearían. En el otro polo, algunos países desarrollados,
principalmente europeos, crecen a ritmos tan bajos que su propia sobrevivencia
estaría amenazada de no contar con la inmigración internacional. Ni las esteri-
lizaciones forzadas, ni el retiro de todo método de anticoncepción, representan
alternativas para solucionar tales situaciones: ambas implican la violación de
varios derechos humanos.
¿Qué factores inciden en las intersecciones de población, desarrollo y dere-
chos humanos? ¿Bajo qué condiciones se profundizan o complejizan tales in-
tersecciones? Sin duda, el progreso científico y tecnológico, especialmente en el
campo biomédico, es un aspecto central. Basta recordar el rol jugado por los
avances sanitarios en la transición demográfica y su simultaneidad con la transi-
ción epidemiológica, que le otorga sentido a la vinculación población, desarro-
llo y derecho a la salud. También, que el derecho a decidir el número y
espaciamiento de los hijos fue reconocido por primera vez en 1968, pocos años
después de la aparición y comercialización de la píldora anticonceptiva. Trans-
curridos 40 años, el desarrollo de las técnicas de reproducción asistida agrega
una nueva dimensión a los derechos reproductivos, especialmente cuando esa
práctica se va instalando como recurso efectivo para mujeres o parejas con pro-
blemas de fertilidad. El panorama es complejo, porque el desarrollo de la
tecnociencia se ve afectado por condicionantes religiosas, culturales y económi-

202
MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población

cas, las que inciden en este desarrollo y en las elecciones de las personas, pudien-
do llegar a limitar su propia capacidad de elección, es decir, su autonomía.
No sólo los avances tecnocientíficos en el campo biomédico son centrales
en las intersecciones de población, desarrollo y derechos humanos. Los avances
en el transporte y las comunicaciones internacionales, que han tenido un au-
mento sin precedentes, han incidido con fuerza en el crecimiento sostenido de
la migración internacional. Cientos de miles de personas, provenientes en su
mayoría de países en desarrollo, viven en países desarrollados, muchos de ellos
en condiciones de extrema vulnerabilidad, o son prácticamente vulnerados.Tam-
bién, se han intensificado las migraciones entre países en desarrollo, siendo los
de mayor desarrollo relativo los que tienden a atraer una mayor cantidad de
migrantes.Tal es el caso, por ejemplo, de Costa Rica en Centroamérica. El tema
es complejo, porque pone en la agenda pública cuestiones diversas e incluso
contradictorias: la integración social y cultural; el respeto a la diversidad cultural
y la diferencia; las necesidades económicas, de empleo y de seguridad social. Se
trata, a fin de cuentas, de encontrar la manera de conciliar los intereses sociales
tendientes al bienestar del grupo, con los intereses individuales orientados a la
autodeterminación de los individuos en tanto seres autónomos. En otras pala-
bras, de conciliar principios macro-éticos y micro-éticos, dilema permanente de
los tomadores y tomadoras de decisiones de política pública. Independiente-
mente de las intenciones, no cabe duda que tales decisiones afectan, en última
instancia, a las personas y sus proyectos individuales y familiares de vida. Reco-
nocer esta cuestión es fundamental, pues todas las políticas de gobierno tienen
el potencial de trasgredir los derechos humanos, ya sea restringiendo las liberta-
des, discriminando a personas o grupos, u otros mecanismos (Gostin y Mann,
1994), sobretodo cuando se antepone la noción de utilidad por sobre la noción
de derechos.
La tarea de conciliar los intereses sociales respecto de la dinámica demográ-
fica, con los intereses individuales que se relacionan con esta dinámica, alude a
tareas cruciales que el Estado debe asumir. Por ejemplo, cómo conciliar el tama-
ño, distribución y crecimiento de la población con los recursos y medios dispo-
nibles para atender las demandas de esa misma población sobre un conjunto de
servicios, principalmente sanitarios, de empleo, educación, previsión social y
vivienda, pero también en relación con la infraestructura urbana o el poblamiento
de zonas de interés estratégico. El asunto es más complejo si se considera el
fenómeno de la pobreza, debido a las conocidas interrelaciones de una dinámica
demográfica tendiente a mayor fecundidad y mayor mortalidad materna e in-
fantil, y la reproducción de la pobreza. El interés que manifiestan todos los
gobiernos en reducir la pobreza, expresado con fuerza en la Declaración del
Milenio, debiera plasmarse en políticas que incidan en la dinámica demográ-
fica —léase menor fecundidad dado su potencial para superar la pobreza—,
pero que a la vez respeten los derechos de los seres humanos que viven en esa
situación.

203
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

POBLA CIÓN, DESARR


OBLACIÓN OLLO, DERECHOS HUMANOS.
DESARROLLO
¿ESTAMOS HABLANDO DE UN ASUNT
STAMOS O NUEV
ASUNTO O?
NUEVO

Las propuestas para aplicar un enfoque de derechos humanos a los fenómenos


de población y desarrollo no son asuntos nuevos, aunque los ejes de las discusio-
nes se han modificado y se han agregado nuevos temas. En el campo de los
derechos humanos se observó por primera vez a fines de los años sesenta en la
Conferencia de Teherán. El énfasis se centró en el derecho a la planificación de
la familia o, en la terminología actual, en los derechos reproductivos.Tales dere-
chos son parte de la legislación internacional sobre derechos humanos, recono-
cidos especialmente por la CEDAW. Dado que los derechos son indivisibles,
interdependientes y están relacionados entre sí (Conferencia de Derechos Hu-
manos de Viena de 1993), estos derechos se relacionan directamente con otros,
tales como el de la salud (artículo 12 del ICESCR), e indirectamente con el de
la libertad de buscar, recibir y difundir información de toda índole (artículo
19 del ICCPR) y con el de la libertad de conciencia, creencia y religión (artí-
culo 18 del ICCPR).
Las intersecciones no sólo han sido tratadas desde los derechos humanos,
sino también desde el campo de la población. Es sabido que las posturas que
defendían la planificación familiar durante los años sesenta y setenta fueron
ampliamente criticadas por su desconocimiento y omisión de las relaciones
población-desarrollo, crítica muy bien resumida en la frase «el desarrollo es el
mejor anticonceptivo». Sin embargo, las críticas apuntaron también, aunque con
menor fuerza, a la violación de los derechos humanos. Evidencia de esto es la
Conferencia Mundial de Población de Bucarest (1974), que estableció que la
planificación de la familia es un derecho fundamental de todas las parejas e individuos. La
consagración definitiva de la inclusión de la perspectiva de derechos humanos
se produjo sin dudas en la CIPD, que además de referirse a los fenómenos de
población desde la perspectiva de sujetos de derecho, legitimó el concepto de
derechos reproductivos y aplicó el enfoque de derechos humanos a los distintos
de la población y el desarrollo.
Las actividades de las Naciones Unidas en el campo de la población y los
derechos humanos se iniciaron en 1974, cuando se realizó en Ámsterdam la
Primera Reunión del Grupo de Expertos de las Naciones Unidas sobre Pobla-
ción y Derechos Humanos. Una segunda reunión tuvo lugar en Viena (1981) y
una tercera en Ginebra (1989). El propósito de esta última fue evaluar la situa-
ción de ese momento respecto de las relaciones de la fecundidad, la mortalidad
y el crecimiento de la población y los asuntos de derechos humanos, y proponer
acciones al respecto (United Nations, 1990). Es importante revisar los temas
abordados en ese último encuentro, pues marcan la pauta de las preocupaciones
presentes hasta ese momento: anticoncepción y planificación familiar; aborto;
incentivos y desincentivos en políticas de fecundidad; nuevas biotecnologías,
políticas de población y derechos humanos; atención de salud y derechos hu-
manos, incluyendo el SIDA; derechos humanos, enfermedades terminales y eu-
tanasia; y derechos humanos, envejecimiento de la población y equidad
intergeneracional.

204
MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población

Como se observa, las temáticas fueron diversas. Muchas de ellas tienen ma-
yor importancia que hace 15 años, en particular las referidas a las nuevas
biotecnologías, enfermedades terminales y eutanasia, y envejecimiento de la
población, y equidad intergeneracional. Incluso, han llegado a ser significativas
para algunos países en desarrollo, entre ellos muchos latinoamericanos, dado el
avance de sus transiciones demográficas y epidemiológicas. Para otros países en
desarrollo, en cambio, no son aún importantes, pero lo serán en un futuro no
lejano.
La reunión entregó un conjunto de sugerencias que pueden ser plenamente
consideradas en la actualidad. Entre ellas, se afirmó que los derechos humanos
no pueden ser tomados como estructuras rígidas, ya que no son los mismos en
todos los tiempos ni en todos los lugares, y reflejan el consenso internacional
alcanzado en un determinado momento. Por ello, el desarrollo de derechos
humanos relevantes para los fenómenos de población puede incluir la
reformulación de los existentes o la formulación de derechos humanos nuevos.
Se sugirió también que existía una importante necesidad de revisar los derechos
relacionados con población que habían sido aceptados por la comunidad inter-
nacional, y que estaban diseminados en una diversidad de instrumentos interna-
cionales. Complementariamente, se advirtió sobre la necesidad de evaluar la
observancia e implementación de los derechos humanos existentes. Por último,
la reunión recomendó: a) poner atención en las consecuencias sociales, econó-
micas y legales, incluyendo riesgos y beneficios, de la reproducción médicamente
asistida, el diagnóstico prenatal, la manipulación genética y la investigación en
embriones; b) implementar normas éticas y jurídicas orientadas a asegurar el
consentimiento libre e informado en materias referidas a cualquier interven-
ción externa sobre el proceso reproductivo; c) considerar las implicancias de los
derechos humanos vinculados con el envejecimiento de la población; y d) di-
fundir información actualizada, confiable y pertinente para que las personas y
las parejas hagan pleno ejercicio de sus derechos humanos referidos a población,
lo que remite a las actividades de advocacy o promoción de la causa.
Si bien algunos de estos temas pueden parecer irrelevantes para los países en
desarrollo, existen al menos tres razones para considerarlos seriamente. Primero,
muchos países en desarrollo han realizado importantes avances en el campo
científico y tecnológico, como Brasil y Cuba16 en el caso regional. Segundo, el
fenómeno del envejecimiento ya es un hecho en varios países latinoamericanos
y caribeños. De hecho, según las proyecciones vigentes, en todos los países lati-
noamericanos, y en gran parte de los caribeños, la tasa de crecimiento de la
población de 60 años y más es mayor que la tasa de crecimiento total, y en más
de la mitad de ellos este grupo etario representa el 7% o más del total de su

16
Véase M. Ferrer y otros (2004), «The scientific muscle of Brazil’s health biotechnology»,
Nature Biotechnology,Volume 22, Supplement December (pp. 8-12) y H.Thorsteinsdóttir y
otros (2004), «Cuba—innovation through synergy», Nature Biotechnology, Volume 22,
Supplement December (pp. 19-24), disponibles en http://www.utoronto.ca/jcb/home/
news_nature.htm

205
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

población. Tercero, otros temas emergentes, derivados de los fenómenos ante-


riores, están cobrando importancia mundial. Por ejemplo, la clonación terapéu-
tica y reproductiva; la genómica y las posibilidades de diagnóstico temprano y
manipulación genética; los matrimonios entre homosexuales y la discusión so-
bre su derecho a la adopción. La unión civil entre homosexuales ya es permitida
en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. En otros países, como es el caso de
Chile, se discute la posibilidad de legislar sobre las uniones homosexuales, con el
objetivo de solucionar problemas asociados a la propiedad común y la herencia.
Las discusiones sobre la adopción parecieran ser más lejanas, pero el desarrollo
de las técnicas de reproducción asistida y la posibilidad de «alquilar» vientres,
pueden modificar la situación sin necesidad de legislar al respecto. Estos nuevos
arreglos familiares y reproductivos tendrán impactos hasta ahora imprevisibles
sobre la dinámica demográfica, en especial sobre la fecundidad. De la misma
manera, pueden repercutir en la forma cómo se conceptualiza y mide la fecun-
didad (por ejemplo, ampliación del período reproductivo, cambio del sujeto y la
base de las medidas resúmenes) y por ello, en una redefinición de los sujetos y
contenidos de las políticas públicas en el área. La rapidez del avance científico
exige que estos temas sean incorporados a la discusión y reflexión pública, de
manera tal de posibilitar el respeto a la autonomía de las personas y la existencia
de espacios para la expresión de la diversidad, asuntos todos vinculados a las
intersecciones de población, desarrollo y derechos humanos.

Der echos Humanos en pob


Derechos lación.
población.
¿Cuáles han sido rreconocidos?
econocidos?
Identificar los derechos humanos vinculados con fenómenos de población pa-
reciera ser, a primera vista, un trabajo sencillo. Se trataría de revisar los tratados,
convenciones o pactos y seleccionar aquellos derechos que se relacionan con la
fecundidad, la mortalidad y la migración. Sin embargo, la tarea no consiste sim-
plemente en seleccionar los derechos asociados con estos fenómenos, sino aque-
llos derechos que habilitan a los seres humanos para definir libremente sus propios
proyectos de vida respecto de materias relacionadas con estas tres variables del cambio
demográfico, y actuar en consecuencia, o aquellos derechos que contribuyen a este fin.
Por ejemplo, el derecho de las mujeres al trabajo en igualdad de condiciones
que los hombres (artículo 11 de la CEDAW) se relaciona con la fecundidad, pues
es sabido que la incorporación de las mujeres al trabajo es un factor de su
descenso. Sin embargo, su relación con la fecundidad no es directa, sino que
opera por la vía del ofrecimiento de otras expectativas de vida, el mejoramiento
de las condiciones económicas, la superación de la pobreza, entre otros, que en
conjunto actúan sobre las variables intermedias de la fecundidad. Por contraste,
el derecho de las mujeres a recibir servicios de planificación de la familia (artí-
culo 12 de la CEDAW), las habilita para actuar libre e informadamente sobre su
propia fecundidad, ya sea para mantener el número promedio de hijos de su
sociedad, aumentarlo o disminuirlo. La diferencia entre ambos derechos es clara:
este último incide directamente sobre las decisiones de fecundidad que toman

206
MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población

las mujeres ¾o las parejas¾, en tanto el primero lo hace indirectamente. Es un


hecho que las interrelaciones entre población y desarrollo son amplias e inclu-
yen un conjunto numeroso de factores. La pregunta que surge entonces es:
¿hasta dónde incluir aquellos derechos que inciden indirectamente?
El trabajo del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos
Humanos, referido a la aplicación de un enfoque de derechos humanos a las
estrategias de reducción de la pobreza, entrega ciertas orientaciones al respecto,
distinguiendo entre derechos con pertinencia constitutiva e instrumental para
el contenido y las estrategias de reducción de la pobreza (OACDH, 2004). Utili-
zar el criterio de pertinencia constitutiva y pertinencia instrumental orienta la identi-
ficación de aquellos derechos que habilitan a los seres humanos para tomar decisiones
libres e informadas sobre su fecundidad,mortalidad y migración,y actuar en consecuencia
(pertinencia constitutiva) o aquellos derechos humanos que contribuyen a tomar de-
cisiones libres e informadas sobre aspectos relacionados con su fecundidad, mortalidad y
migración, y actuar en consecuencia,o cuya ausencia incide negativamente en esto (perti-
nencia instrumental). Por ejemplo, el derecho a elegir libremente el lugar de
residencia tiene pertinencia constitutiva respecto de la migración, mientras que
el derecho al trabajo tiene pertinencia instrumental, en el sentido de evitar la
migración forzada por razones laborales.
Una estrategia para exigir el respeto de los derechos humanos vinculados a
los fenómenos de población y desarrollo debiera incluir ambos tipos de dere-
chos, especificando sus diferencias, alcances y relevancias. Si bien esta perspecti-
va es útil para diferenciar los derechos a incluir, no permite responder la pre-
gunta sobre los límites o hasta dónde incluir los derechos con pertinencia instru-
mental a los fenómenos de población. Esto requiere el logro de consensos res-
pecto de cuáles derechos son más importantes que otros para estos efectos, lo
que en última instancia traslada la discusión al terreno ético. Dado que los
derechos humanos son indivisibles, interdependientes y están relacionados entre
sí (Conferencia de Viena 1993), no corresponde realizar una priorización de los
derechos. El sentido de la jerarquía que propongo está en relación con la selec-
ción de los derechos vinculados con los fenómenos de población, un ámbito
particular de la vida de los seres humanos. En última instancia, tal selección
responde a la importancia que le otorgamos a una u otra condición para que las
personas puedan tomar decisiones libres e informadas sobre aspectos relacionados
con su fecundidad, mortalidad y migración, y actuar conforme a tales decisiones.
Considerando estos aspectos, a continuación presento los derechos humanos
con pertinencia constitutiva e instrumental para las variables de población, que
son reconocidos en los instrumentos vinculantes de la legislación internacional
sobre derechos humanos: ICCPR, ICESCR, ICERD, CEDAW, CAT y CRC. Por su
carácter fundador, y según algunos de ley internacional consuetudinaria (Gostin,
2001) incluyo también la Declaración Universal de los Derechos Humanos
(DUDH). No incluyo la MWC, pues es en sí mismo un instrumento sobre un
fenómeno de población, como es la migración internacional.

207
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

DERECHOS HUMANOS CON PERTINENCIA CONSTITUTIV


PERTINENCIA A
CONSTITUTIVA
O INSTRUMENT
INSTRUMENTAL PARA LA FECUNDID
UMENTAL AD
FECUNDIDAD

Los derechos con pertinencia constitutiva para la fecundidad se refieren a situa-


ciones que habilitan para decidir sobre tener hijos o no, y acceder a servicios de
salud, conserjería e información. El derecho base es decidir el número y
espaciamiento de los hijos, y el de contar con servicios e información para
ejercer este derecho (cuadro 1).
Los derechos con pertinencia instrumental aluden a un conjunto de condi-
ciones que permiten a las mujeres y/o parejas estar en una mejor situación para
ejercer su derecho a decidir libremente el número y espaciamiento de sus hijos
(educación, trabajo y seguridad social). Incluye también el derecho de toda
persona a la vida, que fundamenta la aceptación del aborto inducido en los
casos en que peligra la vida de la mujer, respetando su autonomía en la decisión.
Se incluyen también dos garantías que deben ser respetadas en cualquier estra-
tegia orientada a hacer efectivo el derecho a la autodeterminación reproductiva:
el de la libertad de pensamiento, conciencia y religión, y el derecho a la libertad
de expresión, incluyendo la búsqueda de información. Ambos se ven violados
cuando, a solicitud de ciertos grupos religiosos o fundamentalistas, el gobierno
limita o restringe los contenidos de servicios en salud sexual o reproductiva, en
función de cuestiones religiosas o valóricas.
Por último, es importante mencionar que sólo indirectamente se alude al
tema de la reproducción asistida, por la vía del derecho a gozar de los avances
del progreso científico y sus aplicaciones. Dados los avances en esta materia,
algunos países han incluido las técnicas de reproducción asistida dentro de sus
programas de salud pública, lo que abre la discusión sobre el derecho al acceso a
estos procedimientos, y sobre las temáticas asociadas al diagnóstico prenatal.

DERECHOS HUMANOS CON PERTINENCIA CONSTITUTIV


PERTINENCIA A
CONSTITUTIVA
O INSTRUMENT
INSTRUMENTAL PARA LA MOR
UMENTAL TALID
MORT AD
ALIDAD

Los derechos con pertinencia constitutiva para la mortalidad se refieren a un


conjunto de condiciones que permiten mantener la vida y retrasar el momento
de la muerte. El derecho base es el referido a la salud, que es entendido tanto en
relación con los servicios de atención de salud, como con los macrodeterminantes
de las condiciones de la salud (cuadro 2).
Los derechos con pertinencia instrumental remiten a un conjunto de condi-
ciones que permiten a los seres humanos estar en mejores condiciones materia-
les y psicológicas para preservar la vida y retrasar la muerte, como son el dere-
cho a la educación, al trabajo y a la seguridad social.
Por último, es importante consignar que la legislación internacional sobre
derechos humanos no ha abordado los fenómenos de prolongación artificial de
la vida humana o del «encarnizamiento terapéutico», derivados de los avances
de la tecnociencia aplicados al campo de la medicina. No obstante, se ha reco-
nocido el derecho a la autonomía y la integridad corporal, lo que implica el
derecho a rechazar tratamientos o intervenciones médicas. Aquí se enmarca la

208
MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población

Cuadro 1. Derechos Humanos con Pertinencia Constitutiva o Instrumental para la


Fecundidad, reconocidos por la Legislación Internacional
Tratado o Convención/Artículos Observaciones para su
Pertinencia
DUDH ICCPR ICESCR ICERD CEDAW CAT CRC aplicación

CONSTITUTIVA
Ninguna mujer puede
arriesgar su vida por un
embarazo o la falta de
servicios en SSR. La objeción
Derecho a la vida 3 6 6
de conciencia procede sólo si
existen condiciones para
derivar o tratar a la mujer en
situación de riesgo vital
La igualdad se refiere al
Derecho al libre hombre y la mujer. Incluye
consentimiento e igualdad 16 23 10 5 16 igual distribución de los
en el matrimonio deberes respecto de la crianza
de los hijos e hijas
Derecho a la protección de
las madres antes y
después del parto, 25 10 11 24
incluyendo atención de
salud y seguridad social
Derecho a la salud y a la Derecho a la salud sexual y
12 5 12
atención de salud reproductiva
Derecho a gozar de los
Se relaciona con el derecho a
beneficios del progreso
15 utilizar técnicas de
científico y sus
reproducción asistida
aplicaciones
Derecho a la información y
10-14
asesoramiento sobre 24
16
planificación de la familia
Derecho a servicios de 12-14
24
planificación familiar 16
Derecho a decidir libre y Se relaciona tanto con la
responsablemente el planificación de la familia
16
número y espaciamiento como con el tratamiento de la
de sus hijos infertilidad
INSTRUMENTAL
Los gobiernos no pueden
negar o restringir los servicios
Derecho a la libertad de en salud sexual y reproductiva
pensamiento, conciencia y por razones religiosas o
religión 18 18 5 14 valóricas. La objeción de
conciencia de los prestadores
es aceptable sólo si existen
condiciones de derivación en
situaciones de emergencia
Derecho a la libertad de
Se relaciona con la difusión de
expresión, incluyendo
19 19 13 información en salud sexual y
buscar y difundir
reproductiva
información de todo tipo
Derecho a un nivel de vida
adecuado que asegure 25 11 27 La CRC incluye alimentación
salud y bienestar
Derecho a la educación 26 13 10 28
Derecho al trabajo 23 6-7 5 11
Derecho a la seguridad
22 25 9 5 11 26
social
Fuente: Tomado y adaptado de Ferrer (2005).

209
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Cuadro 2. Derechos Humanos con Pertinencia Constitutiva o Instrumental para la


Mortalidad, reconocidos por la Legislación Internacional
Tratado o Convención/Artículos Observaciones para su
Pertinencia
DUDH ICCPR ICESCR ICERD CEDAW CAT CRC aplicación

CONSTITUTIVA
Derecho a la vida 3 6 6
Derecho a no ser sometido
La DUDH y la CRC no se
a tortura o a experimentos
5 7 37 refieren a los experimentos
médicos sin su
médicos
consentimiento
Derecho a un nivel de vida
El ICESCR incluye el derecho a
adecuado que asegure 25 11 27
la alimentación
salud y bienestar
El ICESCR establece que los
Estados partes tomarán
Derecho a la salud y a
medidas para disminuir la
servicios de atención de
12 24 mortinatalidad y la mortalidad
salud
infantil. La CRC establece la
reducción de la mortalidad
infantil y en la niñez
Derecho a gozar de los
Introduce la discusión sobre
beneficios del progreso
15 los límites del derecho a la
científico y sus
atención de salud
aplicaciones
INSTRUMENTAL
Derecho a un nivel de vida
adecuado que asegure 25 11 27 La CRC incluye alimentación
salud y bienestar
Derecho a la educación 13 28
Derecho al trabajo 23 6-7 5 11
Derecho a la seguridad
22 9 5 11 26
social
Fuente: tomado y adaptado de Ferrer (2005)

discusión sobre la eutanasia y lo que algunos llaman el «derecho al buen morir»,


cuestión que cobra cada día más importancia y que debe ser planteada desde
una perspectiva de derechos humanos. Se trata de un fenómeno que ha cobrado
protagonismo por efectos del envejecimiento de la población, aunque no es
privativo de las edades avanzadas. Es también relevante en los recién nacidos con
escasas posibilidades de vida, o en los casos de caer en un estado vegetativo
permanente, cuyo riesgo está presente en cualquier edad.

DERECHOS HUMANOS CON PERTINENCIA CONSTITUTIV


PERTINENCIA A
CONSTITUTIVA
O INSTRUMENT
INSTRUMENTAL PARA LA MIGRA
UMENTAL CIÓN
MIGRACIÓN

Como se observa en el cuadro 3, existe sólo un derecho con pertinencia cons-


titutiva para la migración interna: la libertad para decidir el lugar de residencia
dentro del propio país. Por su parte, los derechos con pertinencia instrumental
se refieren a un conjunto de condiciones que contribuyen a evitar la migración
interna e internacional forzada, como son el de la educación, el trabajo y la
seguridad social, y un nivel de vida adecuado que asegure la salud y el bienestar.

210
MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población

Cuadro 3. Derechos Humanos con Pertinencia Constitutiva o Instrumental para la


Migración, reconocidos por la Legislación Internacional
Tratado o Convención/Artículos
Pertinencia
DUDH ICCPR ICESCR ICERD CEDAW CAT CRC
CONSTITUTIVA
Derecho a circular y escoger libremente el lugar
13 12 5 15
de residencia dentro de un país
INSTRUMENTAL
Derecho a ingresar y salir de cualquier país,
13 12 5 10
incluido el propio
Derecho a buscar asilo
14
Derecho de un extranjero a no ser injustamente
13
expulsado
Derecho a tener una nacionalidad
15 24 5 6
Derecho a un nivel de vida adecuado que asegure
25 11 27
salud y bienestar
Derecho de las personas que pertenecen a
minorías étnicas, religiosas o lingüísticas a tener 27 30
su propia vida cultural, religión e idioma
Derecho al trabajo
23 6-7 5 11

Derecho a la seguridad social


22 9 5 11 26
Derecho a la educación
13 10 28
Derechos civiles y políticos sin distinción de raza,
20-21 26 5 16
origen nacional y étnico
Derechos económicos, sociales y culturales sin
5
distinción de raza, origen nacional y étnico
Derecho del niño a obtener el estatus de refugiado 22
Fuente: tomado y adaptado de Ferrer (2005)

Los restantes derechos con pertinencia instrumental aluden especialmente a la


migración internacional. Se refieren a asegurar la igualdad y no discriminación
con base en el origen nacional, étnico o religioso. Varios de estos derechos
fueron recogidos en la Convención para la Protección de los Derechos de todos
los Trabajadores Migratorios y sus Familiares (MWC).
En síntesis, la legislación internacional sobre derechos humanos reconoce un
conjunto de garantías que tienen pertinencia constitutiva o instrumental para
las decisiones individuales relacionadas con las variables de población. Tales de-
rechos han sido reconocidos también en las Conferencias Internacionales de
Población y las Conferencias Internacionales de Derechos Humanos, en la Con-
ferencia de Beijing y, más recientemente, en la Cumbre del Milenio, lo que les
otorga mayor fuerza y abre un punto de partida necesario para la profundización
y la exigencia del respeto, reconocimiento, promoción y garantía de estos dere-
chos humanos.
Por último, es crucial enfatizar que todas las acciones tendientes a lograr una
mayor equidad de género y un mejoramiento de las condiciones de vida de las

211
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

mujeres, son centrales para producir avances en materia de derechos humanos


en población y desarrollo. El principio de igualdad y no discriminación en
razón de la raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole,
origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición es
transversal a todos los instrumentos de derechos humanos, lo que implica ob-
servar estos derechos desde la perspectiva de la desigualdad, lo que lo conecta
directamente con las temáticas de la vulnerabilidad sociodemográfica. En esto
no se incluye la discriminación por edad, que ha adquirido relevancia social
debido al proceso de envejecimiento de la población y, por ello, fue incluido
sólo recién en la MWC. No obstante, los derechos humanos de los adultos ma-
yores han sido reconocidos en el Plan de Acción Internacional de Madrid sobre
el Envejecimiento.

Opor tunidades y desafíos de la aplicación del enfoque


Oportunidades
de der echos humanos a los fenómenos de pob
derechos población
lación
Como ya mencioné, la aplicación de un enfoque de derechos humanos a los
fenómenos de población no es un tema nuevo, ni para quienes han trabajado en
derechos humanos, ni para quienes lo han hecho en el campo de la población.
Sin embargo, se debe reconocer que sus intersecciones no han sido reconocidas
ni trabajadas con profundidad. Emprender esta línea de trabajo tiene múltiples
derivaciones relevantes para los países de la región. En especial, orientar los
procesos de formulación, implementación y evaluación de las políticas públicas
en población y desarrollo desde un enfoque de derechos humanos, como tam-
bién ampliar las fronteras de la investigación y reflexión en el campo de la
población. Sin duda, el desarrollo de esta línea lleva implícito el riesgo de las
controversias propias de la introducción de nuevas miradas en temáticas conso-
lidadas. Sin embargo, es necesario asumir este desafío y sus riesgos, pues los
países de la región siguen enfrentando demandas de protección de los derechos
humanos en un contexto de desigualdad creciente, a la par que los avances de la
tecnociencia en campo biomédico, el transporte y las comunicaciones siguen
introduciendo nuevos dilemas éticos de absoluta relevancia en el campo de la
población y el desarrollo.
A continuación resumo varios de los planteamientos formulados en este
trabajo, junto con plantear las oportunidades y desafíos que presenta el desarro-
llo de esta área de trabajo, tanto en relación con la aproximación global al tema,
como con el desarrollo de líneas de investigación.

S OBRE LA APROXIMA
APRO CIÓN GLOB
XIMACIÓN AL AL TEMA
GLOBAL

1. Referirse a las intersecciones de los fenómenos de población, desarrollo y derechos


humanos implica suponer puntos de encuentro entre la dinámica y el estado de
la población, el desarrollo y los derechos humanos. Se trata de conciliar una
perspectiva macro-social, la de las tendencias de las variables demográficas, o los
ritmos de crecimiento de la población y su relación con los recursos disponi-

212
MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población

bles, con una perspectiva micro-social que pone énfasis en el individuo en su


relación con el Estado. La intersección busca conciliar los intereses sociales refe-
ridos a la dinámica y estado de la población, con los intereses individuales refe-
ridos a los aspectos que inciden en esta dinámica y estado, entendiendo que las
tendencias demográficas son, en última instancia, resultado de comportamien-
tos individuales que responden a la particular inserción social, histórica, econó-
mica, cultural y comunitaria de esos individuos, y de los individuos con los
cuales interactúa.
2. Las intersecciones de los fenómenos de población y los derechos humanos
aluden a cuestiones cruciales de la vida de todas las personas: dónde vivir y
cuándo trasladarse de un lugar a otro; tener hijos o no tenerlos; cuántos hijos
tener y en qué momento; retrasar la muerte y, cuando es posible decidir, cuándo
y cómo morir. Los avances científicos y tecnológicos relacionados con estos
eventos, especialmente en el campo biomédico, el transporte y las comunica-
ciones, generan nuevos dilemas éticos que pueden estimular la redefinición o
creación de nuevos derechos humanos. Sin embargo, se debe tener en cuenta
que la multiplicación de los derechos humanos lleva implícito el riesgo de ha-
cerles perder su especificidad y fuerza. Por eso, es más conveniente maximizar
los esfuerzos para que los actuales instrumentos de derechos humanos sean
respetados, lo que puede incluir una relectura del contenido o ámbito de aplica-
ción de los derechos que ya han sido reconocidos, y que se vinculan con los
fenómenos de población y desarrollo.
3. Para que el enfoque de derechos humanos en temas de población y desa-
rrollo sea efectivo y pueda tener injerencia en políticas públicas, es necesario
remitirse a la legislación e instrumentos internacionales de derechos humanos.
Los derechos humanos son fruto de acuerdos o pactos sociales, que buscan
definir ciertos estándares de justicia en las condiciones de vida de los seres
humanos y en su relación con el Estado, ya sea directamente o en su rol de
mediador (por ejemplo, de la relación empresario-trabajadores por la vía de los
derechos laborales y sindicales), bajo el principio de igualdad y no-discrimina-
ción. En tanto acuerdos sociales, están sujetos a revisión y modificación. Esto
supone lograr altos niveles de consenso entre los países, por lo que el trabajo en
población y derechos humanos debe tener un componente importante de acti-
vidades de advocacy o promoción de la causa, de fortalecimiento de la participa-
ción de la ciudadanía (cuestión que en sí misma es un asunto de derechos
humanos), y el desarrollo de conferencias u otras instancias internacionales que
permitan lograr consensos sobre el tema.
4. Un punto de partida para identificar derechos humanos vinculados con
fenómenos de población es utilizar la distinción entre pertinencia constitutiva y
pertinencia instrumental. Los primeros corresponden a aquellos que habilitan a los
seres humanos para tomar decisiones libres e informadas sobre su fecundidad,
mortalidad y migración, y actuar en consecuencia. Los segundos aluden a aque-
llos que contribuyen a tomar decisiones libres e informadas sobre aspectos rela-
cionados con esos mismos fenómenos, y actuar en consecuencia, o cuya viola-
ción afecta negativamente la libertad para tomar tales decisiones y acciones.

213
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Existen varios derechos humanos consagrados en la legislación internacional


que cubren estas dimensiones, los que han sido además reconocidos en diversas
conferencias internacionales. No obstante, el límite teórico de los derechos con
pertinencia instrumental corresponde a todos los derechos humanos, dada su
indivisibilidad, interdependencia e interrelación. Por ello, parece más conve-
niente profundizar en aquellos que tienen pertinencia constitutiva para las va-
riables del cambio demográfico, abogar por su respeto, protección y garantía,
especificando el sentido y ámbito que tiene para cada una de estas variables, las
interrelaciones entre éstas, y de éstas con los procesos de desarrollo.
5. En el plano de las políticas públicas, la aplicación del enfoque de derechos
humanos tiene un doble efecto. Por un lado, permite exigir que los Estados
tomen medidas o formulen políticas, a lo que están obligados por los convenios
o pactos de los cuales son parte. Ejemplo máximo es la obligación de tomar
medidas contra la pobreza, porque implica la violación de varios derechos hu-
manos. Por otro lado, constituye una guía para definir su contenido. Por ejem-
plo, las políticas para disminuir la pobreza deben considerar la entrega de infor-
mación y la generación de espacios de participación para los pobres, puesto que
ambos constituyen derechos reconocidos en el Pacto de Derechos Civiles y
Políticos; y deben además propender a la igualdad de género y a la no-discrimi-
nación por otros criterios, ya que estos derechos también están reconocidos.
Este doble efecto debe ser incorporado también en las políticas públicas referi-
das a la población y el desarrollo.
6. La aplicación del enfoque de derechos humanos a las políticas públicas
implica un cambio en la visión y relación con las personas a quienes éstas se
dirigen: ya no son «beneficiarios» sino «sujetos de derecho», por lo que, por
ejemplo, por ejemplo, no se atiende a la integración de los inmigrantes, el acce-
so a la tierra por parte de los pueblos indígenas o la equidad de género por
caridad o u opciones éticas, sino porque el Estado tiene la obligación de hacerlo.
En otras palabras, las personas o grupos que se convierten en «beneficiarios» de
esta política lo hacen en función de sus derechos y no de sus necesidades. El
paternalismo debiera tender a desaparecer, puesto que el enfoque de derechos
humanos implica considerar los derechos civiles y políticos, que propenden a la
participación de los seres humanos en la vida social y en las decisiones públicas,
como también a potenciar la autonomía de las personas respecto de distintos
ámbitos de su vida social, privada y familiar.
7. Adoptar el enfoque de los derechos humanos implica necesariamente re-
forzar el papel del Estado, lo que se opone a los postulados neoliberales que
plantean disminuir su acción, requisito que encabeza la lista de los procesos de
reforma y modernización del Estado incentivados por los organismos financie-
ros internacionales. Reforzar el enfoque derechos humanos implica por tanto
revisar este paradigma, pues el garante de los derechos humanos no es otro
agente que el Estado.
8. Para el trabajo en las intersecciones de los fenómenos de población y
derechos humanos, es posible distinguir tres niveles de análisis. Primero, las va-
riables de la dinámica demográfica (fecundidad, mortalidad y migración). Se-

214
MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población

gundo, ciertas temáticas relevantes que resultan del comportamiento de esta


dinámica, por ejemplo, los temas de salud sexual, salud reproductiva, mortalidad
infantil y en la niñez o envejecimiento.Tercero, ciertos grupos que han adquiri-
do relevancia por la dinámica demográfica, como son los adultos mayores (y, en
su momento, los niños y los jóvenes), o por su vulnerabilidad sociodemográfica
(como los pobres, los pueblos indígenas, las mujeres, los migrantes y sus respec-
tivas combinaciones). Las fronteras entre estos tres niveles no son absolutas. Por
ejemplo, el envejecimiento es un tema en sí mismo, pero también es necesario
pensar en el principio de no discriminación por edad, es decir, atender a los
adultos mayores como grupo y promover la observancia de los derechos humanos
de las personas que pertenecen a ese grupo. En el mismo sentido, la salud sexual es
un tema, pero también aplica a los adultos mayores, los indígenas y otros, en tanto
derecho (hasta ahora no vinculante en la legislación internacional).
Una forma más clara de entender esto es que tanto los derechos que se
relacionan ¾o se intersectan¾ con las variables de la dinámica demográfica,
como con las temáticas de población y desarrollo, corresponden a derechos que
se aplican a todos los seres humanos. En cambio, la consideración de los grupos
que han cobrado importancia por la dinámica demográfica, o por su vulnerabi-
lidad sociodemográfica, se realiza en función del combate contra la discrimina-
ción, que es la función de los derechos humanos. En realidad esto es muy similar
al trabajo que se ha realizado con los instrumentos internacionales de derechos
humanos. Primero, se definieron derechos para todos los seres humanos (Decla-
ración Universal, Pacto de Derechos Civiles y Políticos, Pacto de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales). Luego, se identificaron derechos para cier-
tas temáticas que requerían atención especial (tortura y discriminación racial).
Por último, se definieron derechos para individuos que pertenecen a grupos
específicos, los que no quedaron suficientemente protegidos por los anteriores
(mujeres, niños y migrantes). Evidentemente, esto tiene relación con la impor-
tancia política que adquieren ciertos temas y grupos, lo que refuerza la impor-
tancia de las actividades de advocacy y de fortalecimiento de la ciudadanía. El
desarrollo de estas actividades exige contar con información actualizada, para lo
cual se pueden desarrollar investigaciones específicas.

S OBRE LAS POSIBLES LÍNEAS DE INVESTIGACIÓN


INVESTIGACIÓN

1. Realizar un catastro y análisis de los derechos humanos vinculados con los


fenómenos de población y desarrollo que están contemplados en la legislación
de los países latinoamericanos y caribeños, incluyendo la búsqueda de corres-
pondencias entre los acuerdos que han suscrito los países y su implementación
en los niveles nacionales. A partir de los derechos identificados, es preciso cons-
truir indicadores que permitan el monitoreo de los derechos humanos relativos
a temas de población en los países de la región, considerando tanto la informa-
ción disponible, como también la que sería necesario producir (hacer evidente
esta necesidad es también promover los derechos humanos en población). La
construcción de indicadores de derechos humanos en población implica recu-

215
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

rrir a los indicadores tradicionales del campo de la población, pero implica


también incluir en una parte importante –sino mayoritaria- indicadores cualita-
tivos. Esto requiere ampliar las miradas, introducir nuevas perspectivas y desple-
gar destrezas y competencias no tradicionales, lo que ciertamente puede gene-
rar las resistencias propias al cambio que se dan en cualquier disciplina, organi-
zación o proceso social.
2. Realizar un estudio sobre el estado del arte de las organizaciones no gu-
bernamentales que trabajan los temas de población y derechos humanos en los
países de la región. Esto permitirá identificar el grado de avance en la materia,
las metodologías empleadas y las aproximaciones teóricas. Así mismo, contribuir
a la formación de redes de las organizaciones que trabajan el tema, e identificar
contrapartes para las actividades de advocacy.
3. Analizar las políticas y programas de población que están implementándose
en países de la región, desde la perspectiva de derechos humanos, lo que posibi-
litaría un diagnóstico del tratamiento del tema a nivel regional, como también la
identificación de buenas prácticas o sugerencia de recomendaciones para mejo-
rar la inclusión de los derechos humanos.
4. Revisar la normativa y la legislación referida a las Comisiones Nacionales
de Ética o Bioética en los países que cuenten con ella, poniendo énfasis en el
tratamiento de los temas de población, en particular los vinculados a la investi-
gación biomédica.
5. En relación con la fecundidad: a) evaluar la situación de los derechos
reproductivos en los países de la región, complementando o continuando el
trabajo de seguimiento de la CIPD; b) indagar sobre los avances en la legislación
referida a la reproducción médicamente asistida, diagnóstico prenatal e investi-
gación en embriones; c) reflexionar y proponer un marco para abordar los de-
rechos reproductivos y sexuales de los adolescentes, incluyendo un análisis de la
legislación y normativa en los países de la región; d) analizar la legislación,
normativa y práctica del aborto inducido en los países latinoamericanos y
caribeños, asumiendo el aborto desde una perspectiva de derechos; y e) realizar
un análisis de situación y proponer guías para los procesos de consentimiento
informado en atención y conserjería en salud sexual y reproductiva en el nivel
regional.
6. Respecto de la mortalidad: a) sistematizar la conceptualización del dere-
cho a la salud en la legislación de los países de la región y su relación con el
acceso a los servicios de atención de salud, lo que puede hacerse profundizando
el trabajo que la OPS y la OMS han desarrollado en este campo; b) analizar la
situación y posibilidades de los derechos humanos de los enfermos terminales
en América Latina y el Caribe, discutiendo los temas de cuidados paliativos y
eutanasia, y su relación con las particularidades culturales e históricas de los
países de la región; c) analizar la situación de las personas enfermas y portadoras
de VIH/SIDA en los países de la región, incluyendo su acceso a servicios de salud,
su situación sociodemográfica y de participación en investigaciones, y las nor-
mativas y reglamentos existentes para estas personas y sus condiciones de
aplicabilidad.

216
MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población

7. Indagar la situación de la discusión referida a la Convención sobre la


Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y de sus
Familiares (MWC) en los países de la región, identificando los factores que im-
piden o retrasan su ratificación. También, analizar la observancia de la MWC en
los países latinoamericanos y caribeños que la han ratificado, incluyendo la des-
cripción de la situación de los inmigrantes en tales países.
8. Por último, desarrollar estudios orientados a abordar la desigualdad
sociodemográfica y la pobreza, a la luz del ICCPR y el ICESCR, como también
desde la óptica de los Objetivos del Milenio, lo que puede hacerse incluso con
los estudios e información disponibles. En la misma línea, desarrollar estudios
para grupos especiales incluyendo los temas de género, pueblos indígenas,
migrantes internacionales, adultos mayores, adolescentes y personas viviendo
con VIH/SIDA.

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219
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?
20 (2006) • issn 0716-632x • 221-246
REVISTA DE SOCIOLOGÍA
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile

¿Emprendimiento moral en la identidad chilena?


Análisis sociológico sobre clases sociales
y televisión

JOSÉ IGNACIO NAZIF


Universidad de Chile

::: RESUMEN
El presente artículo busca contribuir al análisis de la identidad chilena y la
televisión. En oposición a estudios que señalan que la función de empren-
dimiento moral está ubicado en las clases altas, y que las clases bajas care-
cen de éste, se sostiene a través de un análisis empírico lo siguiente; prime-
ro, la clase alta, de acuerdo al concepto de tradicionalismo ideológico, sólo
en la esfera privada tiene patrones conductuales que pueden relacionarse a
esta función social. Segundo, para el caso de las clases bajas, y retomando el
concepto de conciencia dual sugerido por Fanon, la función de empren-
dimiento moral se vincula fuertemente a la esfera pública como una estra-
tegia de blanqueamiento (o de adaptación) de su discurso.Tercero, la clase
baja, a diferencia de la clase alta, está en mayor sintonía con la percepción
de que el consumo de la televisión provoca efectos negativos en los televi-
dentes. Se sugiere, por una parte, revisar el concepto de emprendimiento
moral, dado que habría un cambio de orden práctico respecto a como esta
función se estaría ejecutando para el caso de la televisión, y por otra, ahon-
dar sobre los mecanismos sociales que inhiben o facilitan la función de
emprendimiento moral.
PA L A B R A S C L AV E : emprendimiento moral, televisión, clases sociales

: : : A B S T R AC T
This article contributes to the analysis of Chilean identity and television.
There are studies which point out that the moral entrepreneurship function
is a constitutive part of the high class, and they also show that the lower
class lacks it completely. Unlike these studies it is argued, through an
empirical analysis, the following: Firstly; the high class, according to

* Quisiera agradecer al Consejo Nacional de Televisión por facilitarme la base de datos de


la Encuesta Nacional de Televisión 2005. También agradezco a Aldo Mascareño y Patricio
Navia por sus importantes colaboraciones en versiones anteriores de este artículo. La respon-
sabilidad por el análisis e interpretación realizada es exclusivamente mía.

221
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

ideological traditionalism, displays moral entrepreneurship behaviors only


at the private sphere. Secondly, the lower class, according to the dual
conscience concept suggested by Fanon, performs a moral entrepreneurship
function at the public sphere as a strategy to whitening its discourse.Thirdly,
unlike high class people, members of lower class believe that television
consumption causes negative effects in its audience. Since there is a change
on how this function is performed when the television is the focus of
analysis, it is suggested to theoretically review the concept of moral
entrepreneurship. Second, it also proposed to deepen the analysis of which
social mechanisms inhibit or tr igger the function of moral
entrepreneurship.
K E Y WO R D S : moral entrepreneur, television, social classes

Intr oducción
Introducción
A partir del reestablecimiento de la democracia en Chile, diversos estudios han
enfocado su análisis sobre la identidad sociocultural de la sociedad chilena. Las
áreas específicas de estos análisis han sido diversas: reidentificación de clases
sociales, nuevas élites, enclaves autoritarios, consumismo, modernización, mo-
vilidad social, medios de comunicación (Moulian, 1997; PNUD, 1998; Tironi,
1999; Larraín, 2001;Torche y Wormald, 2004; Atria, 2004; Castells, 2005; Marín
y Cordero, 2005; Torche, 2005). No obstante el amplio espectro de estos estu-
dios, es necesario seguir profundizando en algunas de estas áreas para ampliar el
conocimiento sobre este proceso. Específicamente, estudios sobre la relación
identidad chilena y televisión han sido escasos. En esta línea destacan el trabajo
de Tironi y Sunkel (1993), por una parte, y el de Marín y Cordero (2005) por
otra. En el primero se enfatiza la relación democracia y medios de comunica-
ción, mientras que en el segundo se identifica la expansión del proceso de
deliberación democrática facilitada por la irrupción de los medios masivos. A
partir de un análisis empírico, este artículo busca contribuir a la discusión sobre
la identidad chilena y su relación con la televisión. Para ello se considerará
como objeto de análisis las características de la identidad chilena a partir de la
conducta que las clases sociales han desarrollado.
Se destaca de la identidad chilena la siguiente contradicción: i) equiparar casi
en su totalidad a la clase alta con funciones de moral entrepreneur (Moulian, 1997;
Tironi, 1999;Velasco, 2001; PNUD, 2004; Rovira, 2005; Molina, 2004; sobre el
concepto de moral entrepreneur: Becker, 1963), es decir, paternalistas, con un fuerte
sentido de lo que es correcto y dispuestos a ejercer un control en coherencia a
sus valores; y ii) entender a la clase popular como un grupo cuya matriz cultural
se caracteriza por tensiones e incoherencias, donde priman las transgresiones y
las acciones libertarias, y por tanto lejos de ejercer funciones de emprendimien-
to moral (Salazar, 1991; Salazar y Pinto, 1999).
Considerando esta diferencia cultural, se podría señalar que ésta también se
reproduce cuando se analiza la relación clase-televisión. En primer término, si la
televisión es asimilada a una noción ideal de esfera pública como la define

222
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?

Habermas, y recogiendo la tesis planteada por Marín y Cordero (2005), en la


elite se podría encontrar mayores disposiciones a aprobar mecanismos de censu-
ra, mientras que para aquellos representantes de las clases populares éstos serían
menos rígidos. En segundo lugar, si la televisión fuese considerada fuente efec-
tiva de conductas negativas para los miembros de la sociedad, la clase alta estaría
prácticamente en línea con juicios que operacionalicen dicha expresión, mien-
tras que los representantes de las clases populares en una posición contraria. En
tercer término, y tomando como representación de la esfera privada el ejerci-
cio del control sobre los menores, la clase alta tendería a ser más estricta que la
clase baja.
En este artículo se señalará a través de un análisis empírico que esta contra-
dicción está invertida para las dimensiones (i) esfera pública y (ii) efectos de la
televisión, y sólo es válida para la (iii) esfera privada. En consecuencia, las tres
tesis aquí sugeridas son las siguientes: (i) Cuando la televisión es entendida
como esfera pública, a diferencia de la clase alta, las clases bajas despliegan una
función de emprendimiento moral, porque sugieren controles menos flexibles.
(ii) La elite ejerce una función de emprendimiento moral más laxa que los
representantes de la cultura popular, cuando sus respectivos juicios respecto a los
efectos negativos de la televisión son comparados. (iii) Sólo en la esfera privada
el orden de la contradicción cultural se mantiene, es decir, la clase alta ejercería
su función de emprendimiento moral puesto que los adultos de esa clase super-
visarían mayormente, en forma directa e indirecta, lo que los menores del hogar
ven. Dado que dichos resultados son bastantes novedosos, se propondrá como
marco explicativo el desempolvamiento de dos conceptos, «tradicionalismo ideo-
lógico» y «conciencia dual». Cada uno de éstos será aplicado a las clases alta y
baja respectivamente.
El artículo está dividido en cuatro partes. En la primera, se ahondará especí-
ficamente sobre el funcionamiento social que cumplen los emprendedores mora-
les. Seguidamente, y según lo propuesto por algunos estudios y autores, se esta-
blecerá la relación de las clases sociales alta y baja con dicha característica. En
una segunda parte se realizará una operacionalización funcional del concepto
de moral entrepreneur, el cual permitirá abrir las dimensiones sobre el cual se
hará el análisis empírico. En la tercera parte se explicará la metodología a aplicar,
la cual se basa en la utilización de regresiones lineales, logística-multinomial y
binaria. Finalmente serán discutidos los resultados obtenidos en torno a dos
elementos: primero, con relación a las tesis (i), (ii) y (iii) aquí propuestas, y
segundo, respecto a la necesidad teórica de extender el concepto de
emprendimiento moral, dado que habría un cambio de orden práctico respecto
a como esta función se estaría llevando a cabo para el caso de la televisión.

Empr endedor
Emprendedor es morales en Chile: Re
endedores visando la contradicción
Revisando
clase alta y clase popular
Para entender parte esencial de la identidad chilena y su relación con la televi-
sión, resulta fundamental discutir la contradicción sociocultural que hay entre

223
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

las clases alta6 y baja. Para ello se tomará como eje teórico el concepto de moral
entrepreneur, el cual permitirá distinguir la función que ambos grupos sociales
podrían estar cumpliendo respecto de la televisión.

I) LA FUNCIÓN DE LOS EMPRENDEDORES MORALES


El concepto de moral entrepreneur fue acuñado por Howard Becker (1963). Di-
cho autor señala que dicho grupo se caracteriza por crear y recrear reglas, nor-
mas, leyes y valores. A través de actitudes paternalistas sus miembros utilizan los
diversos recursos públicos y privados para poder implementar satisfactoriamen-
te sus programas o agendas morales. Para reforzar el logro de dichos objetivos
estos grupos aprovechan las atmósferas sociales de pánico, puesto que ahí ciertas
normas y leyes tienen mayores probabilidades de ser implementadas e
institucionalizadas (Becker, 1963). Es característica propia de este tipo de gru-
pos desarrollar un fuerte sentido identitario, el cual facilita la distinción con
aquellos grupos que representan las desviaciones en torno a lo apropiado.9
Hay dos funciones de este tipo de grupos que interesa destacar: (i) Dicho
grupo intenta crear normas. Precisamente un emprendedor moral no siente que
las normas bajo las cuales la sociedad funciona sean suficientemente fuertes para
eliminar las conductas inapropiadas o a los grupos desviados. Consecuentemen-
te dichos grupos sienten la responsabilidad de corregir ciertos problemas socia-
les para proteger a la sociedad de las inmoralidades (Becker, 1963). (ii) La segun-
da función está asociada a la fiscalización de las normas, es decir, menos intere-
sado en el contenido de éstas que sobre la observación de su correcto cumpli-
miento. Con relación a esta última característica están aquellas personas cuya
identidad profesional está basada en la necesidad social de ejercer la vigilancia
en distintos ámbitos, i.e., policías, inspectores de colegios y/o auditores. Estos
emprendedores morales necesitan justificar sus profesiones, puesto que creen

6
Aun cuando se reconoce la diferencia conceptual propuesta por Wright Mills (1956)
entre élite y clase alta, en este trabajo ambos conceptos serán utilizados alternadamente. Lo
anterior debido a que para el caso chileno dicha distinción es claramente problemática. En
primer lugar,Torche (2005) señala que la movilidad desde la clase más alta (del esquema de
clases de Erikson y Goldthorpe) hacia otros estratos es muy baja. En segundo término, una
investigación realizada por el PNUD (2004), destaca un grado importante de rigidez en la
sociedad chilena, puesto que se aprecia una muy baja probabilidad de que una persona con
orígenes socioeconómicos medios y bajos acceda a la clase alta. Esto sin embargo, y como se
verá más adelante en nota 12, no significa señalar que haya un discurso homogéneo en dicha
clase. Sino, à la Bourdieu, más bien la existencia de una contradicción entre nueva y vieja
burguesía (ver Bourdieu, 1997).
9
Es importante recalcar que el sentido de identidad no se limita al acceso de recursos
materiales o culturales, es decir, la definición de moral entrepreneur no está supeditada
particularmente a clases sociales o socioeconómicas, puesto que también resalta el carácter
religioso que este grupo podría tener.Vale la pena señalar que los moral entrepreneurs no son
en sí conservadores, machistas o autoritarios, es decir, no hay una identificación fija respecto
de dicho grupo, ya que en dependencia al contexto estos también pueden ser liberales,
feministas y democráticos.

224
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?

que su correcta función produce impactos positivos en la sociedad o en organi-


zaciones sociales (Goode y Ben-Yehuda, 1999).

II) EMPRENDIMIENTO MORAL EN LAS CLASES AL


MPRENDIMIENTO TA Y B AJ
ALT AJAA CHILENAS

Para poder determinar la función de emprendimiento moral en las clases socia-


les, se analizará una serie de estudios. Por un lado serán revisados aquellos que
señalan que dicha función es exclusiva de la clase alta, y por el otro, aquellos que
argumentan que ésta puede ser ejercida por ambas, y por tanto el énfasis debe
estar puesto en los ámbitos de acción social esfera pública y esfera privada.
Respecto de la clase alta,12 en primer lugar se destaca Tironi, quien señala
que desde los años noventa, dicho grupo, incluyendo por cierto en éste repre-
sentantes de la izquierda política, se siente amenazado por la aparición abrupta
de las masas. Es decir, él entiende que a partir del proceso de democratización
chileno, la clase alta percibe que el sistema social puede tornarse anómico, y en
consecuencia «[la clase alta] se plantea a nombre y por la gente [y especialmente
con la responsabilidad de] disciplinar las expectativas y constreñir los grados de
libertad individual» (Tironi, 1999: 53). Está escondido ahí un reclamo aristocrá-
tico, puesto que dicho proceso permite aperturas que llevan a cambios de cier-
tas normas sociales, que no necesariamente son coherentes con aquellas que la
clase alta considera apropiadas para el país.
Un segundo tipo de estudio en esta línea es aquel desarrollado por el PNUD
(2004: 172-92). En éste se describe la composición interna de la elite en cuatro
tendencias: Progresistas Perplejos, Conservadores, Liberales Globalizados y Li-
berales Progresistas. Sin embargo, dichos grupos tendrían algo en común, sos-
tienen los investigadores del PNUD. En la elite se comparte la noción de que el
«otro no elite» debe ser tutelado, dada su nula capacidad para autoconducirse.
En suma, más allá de la heterogeneidad que dicha clase pueda mostrar en térmi-
nos políticos, ésta tiene una matriz cultural transversal cuya característica prin-
cipal es ser emprendedores morales.
Un tercer y último estudio cuyas conclusiones apuntan en una dirección
similar es aquel elaborado por Marín y Cordero (2005). Vale la pena señalar, sin

12
Vale la pena recordar tres aspectos sobre la clase alta: históricos, de estructura interna y
políticos. Aun cuando a partir de los años setenta se observa que la clase alta chilena muestra
una diversificación en términos económicos y cambia su discurso en torno al rol que el
Estado debía jugar en la economía, su carácter de clase permanece (ver Kirsch, 1977; y
Tironi, Agüero y Valenzuela, 2001). Segundo, internamente se puede reconocer una compo-
sición proveniente directamente del mundo empresarial privado, y una segunda, o una new
elite, que básicamente funciona a partir del nicho generado al interior de los poderes ejecu-
tivo y legislativo. Cada una de estas tiene un referente político siendo la primera asociada a la
derecha, y el segundo a la centro-izquierda (verVelasco, 2001; Rovira, 2005).Tercero, Blofield
(2002) y Dávila (2002) señalan que la derecha política y la centro-izquierda presentan rasgos
conservadores y liberales. Cabe precisar, sin embargo, que ninguna de estas fuerzas recorre
por completo el espectro ya que la primera no llega al extremo de la izquierda, ni la segunda
al extremo de la derecha.

225
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

embargo, que éste está enfocado sobre la elite política, y por tanto no necesaria-
mente se vincula directamente a la clase alta per se. Estos autores señalan que
dicho grupo está disconforme con respecto a cómo la agenda y estilo de los
medios de comunicación han sido desarrollados en el último tiempo, pero es de
particular importancia relevar que los contenidos introducidos son para dicho
grupo banales o de poca importancia para el país. Es precisamente esta capacidad
de saber qué es importante para el país lo que hace que dicho grupo pueda ser
entendido como emprendedor moral.
Con respecto a la clase baja, los estudios analizados tienen una fuerte reso-
nancia teórica en Elias (1994). De la contradicción civilización/barbarie, algu-
nos autores toman esta última característica para sintetizar la cultura popular. En
primer término, Salazar señala que esta versión de la cultura está en directa
oposición a la cultura oligárquica de la elite. Precisamente, destaca Salazar (1991),
los miembros de la cultura popular han desarrollado acciones incoherentes, lle-
na de tensiones las cuales le imprimen a ésta un sello creativo e innovador. Bajo
este precepto, Salazar también observa que representantes de dicha cultura ten-
drían una conducta errática respecto de cómo introducirse a definir reglas, nor-
mas y leyes. Es decir, sería difícil reconocer en dicho grupo la realización de un
trabajo sistemático, «consciente», que haya permitido institucionalizar oficial-
mente ciertos preceptos. Al contrario, la serie de acciones que ellos han
institucionalizado está más bien asociada a irrupciones aleatorias de actos violen-
tos, que «han remecido por entero la estabilidad del sistema» (Salazar, 1990: 13).
Otro trabajo que hace una revisión en estos términos es aquel correspon-
diente a Peppelenbos (2005). Dicho autor entiende que la cultura popular, si-
tuada en un contexto institucionalizado de relaciones patrones/clientes, tam-
bién tiene rasgos muy heterogéneos en su interior. De ésta se destaca formas
débiles de corporativismo, fuerte fatalismo, ocasionales rebeliones sordas; y a dife-
rencia de Salazar, él entiende que ésta no promueve acciones de carácter inno-
vador, puesto que las acciones están enmarcadas en un apego formal a lo acor-
dado, en «no hacer más de la cuenta» (Peppelenbos, 2005). Es decir, esta matriz
cultural no produciría acciones dentro de los canales oficiales cuyos objetivos
fueran desbaratar, o poner seriamente en jaque la legalidad de ciertas costum-
bres, puesto que no existe la noción de un orden superior a ser defendido.
Tampoco, dicha cultura facilitaría la formación de grupos, o profesiones, cuya
función fuese insistir en la perentoriedad de seguir controlando ciertos ámbitos
sociales.
En la figura 1 se muestra cómo estaría desplegada la función de moral
entrepreneur para las clases sociales de acuerdo a los trabajos recién revisados.
Como se puede apreciar el endurecimiento o desaparición de la función de
emprendimiento moral está asociada a la membresía de clase alta y baja respec-
tivamente. No obstante lo anterior, hay dos versiones que merecen mayor de-
tención porque, dicha función no necesariamente se daría en la dirección ante-
riormente descrita.
En primer término, se destaca lo que señala Germani (1981: 169) como
«tradicionalismo ideológico». Dicho concepto intenta capturar los cambios in-

226
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?

Figura 1. Caracterización teórica del funcionamiento


del emprendimiento moral con relación a las clases sociales

tensos que viven las elites en los países en desarrollo. Particularmente respecto al
proceso de desarrollo, estos grupos tienen una mirada ambivalente, puesto que
aun cuando no lo rechazan, promueven y aceptan ciertos aspectos de éste. Por
una parte apoyan cambios en el área económica, siempre y cuando estas trans-
formaciones sean la base de la independencia del país, y por otra, rechazan los
cambios asociados a dicha transformación que perturben el funcionamiento de
instituciones «tradicionales» tales como la familia, la educación, y la estratifica-
ción social.
Dicho autor enfatiza que no son los contenidos en sí mismos los que definen
al tradicionalismo ideológico, sino más bien a la opción que los grupos toman
conscientemente ante una situación controversial en el seno de la sociedad. Al
haber la elite estado sujeta a un proceso de elección, el contexto social donde
ésta está ubicada pudo también haber sufrido cambios traducidos éstos en las
actitudes de sus miembros. Precisamente en dicha situación la elite puede em-
prender un rol vanguardista, y la dirección innovadora o conservadora está fi-
nalmente sujeta a sus propios intereses, y como se dijo anteriormente, no a
valores en sí mismos (Germani, 1981; Lechner, 1999: 3). De lo anterior se puede
desprender que la elite puede dejar de lado la función de moral entrepreneur en
ciertos ámbitos, especialmente en aquellos que estén ligados al desarrollo eco-
nómico. En consecuencia, el mismo avance de la televisión puede ser aceptado
siempre y cuando ésta reafirme ciertos procesos económicos y no afecte a la
familia o a la educación. Para esto último la elite ejecutaría estrategias de control
adhoc en la esfera privada.
En segundo término está una noción que Fanon implícitamente desarrolla
para analizar el racismo en sociedades colonizadas, el cual puede ser llamado
«conciencia dual». Éste puede ser aplicado a la clase baja, puesto que como

227
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

señala Larraín en Chile la «estratificación social, aun aquella de carácter capita-


lista, siempre ha ido acompañada de un elemento racial: en Chile, de manera
general, mientras más oscura la piel más baja la clase social» (2001: 232).
Dicho concepto puede ser desprendido del ensayo «Peau noire, masques blancs»
(Fanon, 1971). En éste, Fanon intenta describir como el racismo está relaciona-
do con las actitudes que finalmente desarrollan los «negros» en contextos socia-
les donde ha habido procesos de colonización. Éste autor señala que la identi-
dad del «negro» se ha construido en relación con el «blanco», y dada que ésta se
ubica en un polo de dominación, el «negro» finalmente se esfuerza por asimilar
los valores dominantes. En consecuencia, argumenta Fanon y con una clara
influencia de la teoría de alienación marxista, los valores culturales asociados al
grupo dominante son internalizados en la conciencia y producen finalmente un
quiebre entre la conciencia del «negro» y su propio cuerpo. Evidentemente esto
implica que la identidad «negra» se ha alienado de sí misma (Fanon, 1971: 17).
Por otra parte, vale la pena señalar que la identidad social del «blanco» también
es construida en referencia al negro, aun cuando ésta ocupe el lugar del domina-
do. Por tanto la identidad cultural de una sociedad determinada necesariamente
se va produciendo a través de la interacción de ciertos grupos, teniendo como
resultados mixturas en distintos ámbitos y no características inmutables.26
De acuerdo a lo anterior es posible encontrar entonces una mixtura en la
que la clase baja intente acercarse a un orden proyectado por la elite. En este
proceso de blanqueamiento, la clase baja dice lo que cree que la clase alta va a
decir. El carácter de moral entrepreneur se traslada entonces —sólo en un plano
discursivo— a la clase baja porque sus miembros han percibido en la construc-
ción de la identidad chilena la función paternalista de la clase alta. Respecto a la
televisión se puede señalar que la clase baja puede entonces, en un intento
imitativo, emitir juicios que señalen la necesidad de restringir la transmisión de
contenidos o bien señalar que ésta es negativa para ciertos valores culturales
promovidos por la elite. Esto último implicaría entonces sugerir que la función
de emprendimiento moral se ejerce en la emisión de juicios.
No obstante lo anterior, son ciertas conductas en el ámbito privado, las cua-
les están asociadas a la analogía del color de la piel, las que finalmente señalan la
existencia de una conciencia dual. En esta esfera la utilización y creación de un
lenguaje por parte del dominado (i.e. créole) resume elocuentemente dicha
contradicción. Respecto de la televisión, sería plausible entonces encontrar con-
ductas que contradigan el blanqueamiento de la clase baja, puesto que en dicha
esfera las exigencias de aparecer como el dominante son reducidas

26
Ciertamente hay muchas diferencias entre los contextos sociales que dicho autor revisa
con respecto a la colonización vivida por Chile, sin embargo, aquí interesa revisar en térmi-
nos sociológicos la aparición de esta dualidad, la cual se manifiesta culturalmente, en aquellos
grupos que han sido dominados, o que al menos no son parte de la elite colonizadora. Es
decir, aun cuando éste sea explícitamente una teoría sobre el racismo como forma de domi-
nación, es de vital importancia señalar cómo ciertos valores finalmente se terminan invir-
tiendo.

228
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?

La figura 2 muestra cómo estaría desplegándose la función de moral


entrepreneur en consideración con los conceptos tradicionalismo ideológico y
conciencia dual, tomando eso sí las dimensiones esfera pública y esfera privada.

Figura 2. Caracterización teórica alternativa del funcionamiento del emprendimiento


moral con relación a las clases sociales para la esfera pública y esfera privada.

Despliegue analítico del empr endimiento moral


emprendimiento
en tor no a la tele
torno visión
televisión
Gracias a la distinción analítica: i) esfera pública = televisión; ii) efectos negati-
vos de la televisión; iii) control sobre los hijos en la esfera privada, es posible
realizar una operacionalización sobre cómo se despliega la función de empren-
dimiento moral en torno a la televisión. Para lo anterior se revisará las implicancias
teóricas de cada una de estas dimensiones.

I) ESFERA PÚBLIC
PÚBLICAA = TELEVISIÓN

Debido a cambios dramáticos en el área tecnológica y en los procesos demográ-


ficos del siglo anterior, el concepto de esfera pública puede ser muy elusivo. No
obstante, hay en la propia definición habermasiana, de la esfera pública del siglo
XIX rastros que permiten señalar que la televisión es = a la esfera pública
(Habermas, 1989). Lo anterior porque parte esencial de ésta son instituciones
como parlamentos, salones literarios, asambleas públicas, pubs, cafés, salones, pero
también medios masivos tales como diarios y revistas. Es precisamente la apari-
ción de los medios masivos la que sugiere a la televisión como una institución
constituyente de la esfera pública. Cabe precisar sin embargo, que el actual fun-
cionamiento de la televisión, dado que existe una intervención explícita por
parte del Estado como una comercialización de la prensa hace problemática
asumir esta igualdad. Esto porque no necesariamente queda garantizada la trans-
misión libre de los discursos, a través de los contenidos que emite la televisión.

229
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Sin embargo, más allá de que la esfera pública pueda estar colonizada por
ciertos intereses, en este trabajo lo que importa es asumir el concepto ideal de
esfera pública propuesto por Habermas. Ésta es entendida como una red de
actores privados que reunidos como público pueden articular las necesidades de
la sociedad con el estado (Habermas, 1989: 176). Es decir como red en la cual
los actores pueden compartir información y puntos de vista (Habermas, 1999:
360). Bajo este criterio la televisión puede ser entonces entendida como una
institución que forma parte de la esfera pública. Lo anterior además se funda-
menta en que la televisión en sí es potencialmente un medio por donde pueden
circular en forma libre o sin coerción los distintos puntos de vista de todos los
actores sociales, pero además porque en Chile ésta ha jugado un rol muy impor-
tante en la ampliación del proceso democrático (Marín y Cordero, 2005). En
consecuencia y dado que la televisión potencialmente permite que todos los
puntos de vistas sean comunicados, la función de emprendimiento moral se
manifestará en pregonar mayores grados de censura para ésta.

II) EFECTOS NEGA


FECTOS TIV
NEGATIVOS DE LA TELEVISIÓN
TIVOS

Diversos estudios han reconocido que la televisión puede tener ciertos efectos
negativos o nocivos en sus espectadores (Josephson, 1997; Joy, Kimball y Zabrack,
1986). Por otra parte hay otros que señalan que a lo sumo los efectos de ésta
estarían mediados por otros factores (Hall, Neitz y Battani, 2003; McNeely,
1997). No obstante, resulta difícil señalar claramente hacia cuál de estos polos se
puede asociar el ethos del emprendimiento moral. Brunner y Catalán señalan
que son los grupos conservadores los que asocian el aprendizaje de conductas
impropias a la televisión. Esto autores reconocen que ciertos grupos minorita-
rios pero poderosos pugnan «intensamente por el control de la televisión, [ya
que] el público consume desaprensivamente ‘basura’» (Brunner y Catalán, 1995:
101-2). Esto es, el emprendimiento moral se manifiesta también en la creencia
de que los auditores sean sujetos completamente vulnerables a los contenidos y
no sepan seleccionar de éstos aquello que es apropiado.
En esta línea argumentativa también se encuentra el trabajo desarrollado por
Bourdieu (1998), quien ubica su análisis en los contenidos que la televisión
transmite más que en los efectos que operan en las conductas de los televiden-
tes. Es decir, este autor asume que la televisión tiene efectos, pero éstos depen-
den de los contenidos que son emitidos. En ese entendido la televisión efectiva-
mente, señala este autor, ha producido una banalización en los auditores, y hace
que éstos dejen de lado cualquier esfuerzo por reflexionar con mayor profundi-
dad, tal como lo demanda un orden social democrático. En este entendido
Bourdieu, al igual que Habermas, implícitamente entiende que la televisión
puede ocupar un rol libertario, si es que a través de ésta la información no está
ajustada exclusivamente a grupos de interés dominantes. Para los fines de este
trabajo, Bourdieu representa un perfecto emprendedor moral porque puja des-
de una mirada paternalista por la liberación de sectores «dormidos» por los
efectos de la televisión.
En consecuencia la función de emprendimiento moral se puede ejercer a

230
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?

través de la creencia de que la televisión afecta negativamente (sin considerar


factores intermedios) los valores y conductas de las personas. Esto es, los tele-
spectadores son entendidos como meros receptores de información y con nula
capacidad de discernimiento respecto de lo que la televisión transmite.

III) CONTROL EN LA ESFERA PRIV


ONTROL AD
PRIVADA
ADA
SOBRE EL CONSUMO DE TELEVISIÓN DE LOS MENORES

Establecer una distinción entre esfera privada y esfera pública, como sostiene
Goffman, es bastante problemático ya que la construcción del self dependerá
entre otros de los contextos culturales, organizacionales, familiares por donde
éste va transitando (Goffman, 1959: 252-3). En cada uno de estos contextos,
señala Goffman, la dicotomía privado/púbico siempre se produce. Por ejemplo,
dentro de una «total institution» el self está tan constreñido por los funcionarios,
que el baño es uno de los pocos lugares privados al cual el interno tiene acceso
(Goffman, 1961: 119). Considerando lo anterior, y para efectos de este trabajo,
el control de la televisión que hacen los padres en el hogar representa la esfera
privada. En contraposición a ésta y como se vio antes, la representación de la
esfera pública está dada por la televisión.
Respecto a cómo se ejerce la función de emprendimiento moral en esta
esfera, se puede señalar que será aquella representada por los adultos que reali-
cen un control directo e indirecto sobre lo que los menores del hogar ven. Lo
anterior porque esto constituye una acción en la cual está sintetizada tanto la
construcción de una norma dentro de la casa, como también la propia observa-
ción de ésta, y son precisamente los adultos los que la llevan a cabo.

Metodolo gía
Metodología
Datos
Los datos utilizados en este estudio provienen de la Encuesta Nacional de Tele-
visión realizada por el Consejo Nacional de Televisión durante el año 2005.
Dicha encuesta entrevistó en forma aleatoria a 2770 personas utilizando entre-
vistas cara a cara. Para efecto de revisar las tesis aquí propuestas la muestra se ha
dividido en dos: (i) se considera un grupo donde no se diferencia si hay menores
de trece años en el hogar entrevistado (n=2615), y (ii) un grupo cuyos hogares
tenían al menos un menor de trece años viviendo en él, y que respondieron a
cada una de las preguntas analizadas. Este segundo grupo es el utilizado para
evaluar los aspectos asociados a la esfera privada (n=1257).

Dimensiones
Dado que hay tres tesis propuestas, se seleccionaron las siguientes tres dimensio-
nes para analizar el ejercicio de la función de emprendimiento moral (ver tabla
2 para sus estadísticos descriptivos):

231
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

(i) Dimensión: Esfera pública = televisión. Las alternativas representan una gra-
dación de censura en torno a la televisión:
1. «Inexistencia de ley que regule la transmisión de programas»;
2. «Debe haber horario definido para adultos, donde los canales pueden
transmitir lo que quieran»;
3. «Debiera haber un horario para la programación de adultos, y en ese
horario se deben regular sólo algunos contenidos extremos»; y
4. «Debiera haber una estricta regulación, tanto de horarios como de conte-
nidos».

(ii) Dimensión: Efectos negativos de la televisión.37 Las alternativas representan


distintas creencias sobre los efectos de la televisión:
1. «La televisión hace que los jóvenes tengan conductas sexuales inapropiadas»;
2. «La televisión estimula el consumismo en los niños, porque quieren com-
prar todo lo que sale en la televisión»;
3. «La televisión incentiva la violencia en las personas»; y
4. «La televisión hace que a los niños les vaya mal en el colegio».

(iii) Dimensión: Control en la esfera privada sobre el consumo de televisión de los


menores. Las alternativas representan la supervisión directa o indirecta que los
adultos del hogar ejercen sobre los niños:
1. «Hay un adulto supervisando directamente lo que un niño menor de 13
años ve en televisión»;
2. «Qué cantidad de tiempo los niños menores de 13 años ven televisión
(Mucha, Adecuada, Poca)».

Clase social
Debido a que la diferencia cultural entre clases sociales respecto a la televisión es
lo que guía este artículo, es pertinente definir metodológicamente que se en-
tiende por clase social en este trabajo.
Para definir clase social se optará por la propuesta desarrollada por Bourdieu
(2000). De acuerdo a este autor la adquisición o propiedad de capitales econó-
mico, cultural (informacional), social y simbólico puede sintetizar lo que las
personas tienen y por tanto ubicarlas en una clase social. Dos elementos centra-
les para esta clasificación que aquí se utiliza son capital económico y cultural.
Respecto del primero se utilizará los bienes económicos que las personas decla-
ran tener, y con relación al segundo, su nivel educacional. Evidentemente, esto

37
Para medir esta dimensión se construyó un índice con cuatro indicadores. Se obtuvo un
á de Cronbach de 0,646 para la primera submuestra, y de 0,635 para la segunda submuestra.

232
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?

Tabla 1. Estadísticas descriptivas de las dimensiones


Submuestra Submuestra
Dimensiones Alternativas Con hijos y sin hijos Sólo con hijos
Desviación Desviación
% Media Estándar
% Media Estándar
(1) 5,8 4,7
(i) Esfera pública = (2) 40,2 39,5
televisión (3) 29,0 29,2
(4) 25,0 26,5
(ii) Efectos negativos de
2,37 0,67 2,28 0,67
la televisión
Adulto
- 86,9
(iii) Esfera privada controla
(Supervisión directa) Ningún
- 13,1
adulto controla
Mucha - 34,9
(iii) Esfera privada
Adecuada - 53,4
(Supervisión indirecta)
Poca - 11,7

no es otra cosa que un clasificador socioeconómico, o más bien edu-económico


porque de social tiene poco (Rytina, 2000). Sin embargo, la categorización
derivada de la unión de estas dos características permite clasificar a las personas
en clases. De acuerdo a lo anterior y para evitar confusiones o desilusiones
metodológicas, dos elementos deben ser mencionados. Primero, y en coheren-
cia a Ossowski (1963), clase tiene aquí un sentido objetivo en tanto ubica a las
personas en un esquema de gradación de distribución desigual de recursos.41
Segundo, clase sintetiza la adquisición de recursos asociados a bienes económi-
cos junto a los elementos asociados al prestigio (honor) social.42 En síntesis, de
acuerdo a la metodología utilizada para medir grupos socioeconómicos, clase
social es un constructo en el cual se sintetizan niveles de educación con la
adquisición de bienes de materiales. Lo anterior da como resultado cinco clases
(alta, media-alta, media, media-baja y baja).

Var iab les contr


iables ol
control
De forma de aislar la influencia de otras variables, cuyos efectos fueran significa-
tivos en las posiciones culturales de los individuos, fueron introducidas religión,

41
Bajo este precepto queda fuera de esta discusión toda la tradición marxista en tanto ésta
busca responder a cuáles son las transformaciones necesarias que eliminarían la explotación
y la opresión económica dentro de las sociedades capitalistas (ver Wright, 1997: 1-39).
42
Esto último tiene sin duda un fuerte eco teórico en Weber, no obstante y en estricto
rigor, el concepto de clase que este autor trabaja está dado exclusivamente por la posición
que la persona tiene en el mercado, siendo el status el que le permite referirse a los recursos
asociados al honor y al prestigio, los cuales no podrían transarse necesariamente en forma
inmediata (Weber, 1944).

233
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

sexo, edad y número de hijos como controles. Especial énfasis hay que poner
sobre religión (Morandé, 1984; Larraín, 2001: 235-41; Ossa, 1996), ya que para
el caso chileno éste es constitutivo de la identidad nacional y puede causar
distorsiones en el análisis de los datos. Con respecto a sexo diversos estudios
señalan las diferencias culturales entre hombres y mujeres, el cual en consecuen-
cia debe también ser considerado (Montecino, 1996; Olavarría, 2000; Valdés y
Valdés, 2005; Varios autores, 2005). Respecto a la edad, también hay diversas
investigaciones que señalan las diferencias entre jóvenes, adultos y adultos ma-
yores (Duarte, 2002; Aranibar, 2001). Finalmente con respecto al número de
hijos, se estimó pertinente introducir dicho dato debido a que, dicha caracte-
rística podía dar cuenta de situaciones divergentes al interior de los hogares. Al
respecto no se encontró datos que pudieran rechazar o aprobar dicha afirmación.

Tabla 2. Estadísticas descriptivas de Variables Independientes


Submuestra Submuestra
Con hijos y sin hijos Sólo con hijos
Variables independientes
Desviación Desviación
% Media % Media
Estándar Estándar
Alta 10.9 8.4
Media Alta 18.9 17.5
Clase social Media 25.6 23.9
Media Baja 34.6 38.7
Baja 10.0 11.4
Católica Ortodoxa 43.3 40.0
Católica Heterodoxa 22.0 22.1
Evangélica Ortodoxa 10.5 13.7
Religión (Control) Evangélica
4.1 6.0
Heterodoxa
Otras religiones 5.1 4.9
Secular 14.9 13.2
Hombre 48.5 41.0
Sexo (Control)
Mujer 51.5 59.0
Edad (Control) 40.24 16.58 35.93 12.83
Número de hijos en la
- 2.43 1.41
casa (1-11) (Control)
N 2615 1257

Resultados y análisis
Para determinar las tesis aquí propuestas se aplicaron para las dos submuestras
tres técnicas estadísticas diferenciadas. Para (i) esfera pública = televisión, se utilizó
regresión logística multinomial. Esta permite establecer la relación entre clases
sociales y los juicios (1), (2), (3), y (4), esto es conocer qué clase se inclina más

234
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?

por uno o por otro control a la televisión, cuando clase alta es la referencia a
tener en cuenta. Para (ii) Efectos negativos de la televisión se creó un índice con
valores continuos y por tanto se utilizó regresión lineal. Finalmente, para (iii)
Control en la esfera privada sobre el consumo de televisión de los hijos, se aplicó para (1)
supervisión directa, regresión logística dicotómica ya que esta variable tenía
sólo dos valores (ausencia o presencia de un adulto supervisando lo que el
menor ve); y para (2) supervisión indirecta, se utilizó nuevamente regresión
logística multinomial, porque la variable tenía tres categorías. Los resultados son
analizados a partir de cada una de las tesis.

Análisis de (i) Dimensión: Esfera púb lica = tele


pública visión
televisión
Al analizar los resultados obtenidos en la regresión logística multinominal para
la primera sub-muestra (tabla 3),46 siendo la categoría de referencia de la varia-
ble dependiente (4) Estricta Regulación y habiendo introducidos los controles
que aparecen en la literatura (los cuales la mayoría de ellos resultaron ser
estadísticamente significativos), se observa que todas las clases despliegan una
mayor función de emprendimiento moral que la clase alta, puesto que los signos
de los valores para cada uno de los parámetros es negativo.
De acuerdo a lo anterior cada una de las clases tiene mayores probabilidades
de optar por la categoría (4) Estricta Regulación que por cualquiera de las otras
3 categorías, las cuales operacionalizan menores grados de censura. Es preciso
reconocer, sin embargo, que la clase alta con la clase baja sólo tienen diferencias
estadísticas cuando son comparadas las categorías (3) y (4). Respecto de los
parámetros obtenidos para las clases media-alta, media y media-baja, éstos son
estadísticamente significativos al compararse con la clase alta.
Para poder tener un mejor entendimiento de lo que la tabla 3 informa, se
puede comparar el caso de una persona asociada a la clase baja y determinar las
chances de ésta por optar por una categoría que represente algún grado de
censura menor en comparación a una persona de clase alta. Por ejemplo (ver en
tabla 3 cuadro sombreado), una persona de clase baja tiene (e.558) 1.75 veces más
chances, que una persona de clase alta, de optar por un mecanismo de control
(3) en el cual se sugiere tener horario para la programación de adultos, y en ese
horario se deben regular sólo algunos contenidos extremos, que de (4) aprobar
la estricta regulación, tanto de horarios como de contenidos.
Si la clase alta está mostrando una menor función de emprendimiento moral
respecto de la censura que debiese ser impuesta a la televisión, el concepto de

46
El modelo multinomial puede ser presentado de la siguiente manera.
Pk
log( ) = X 'β, k = (1), (2), (3)
P( 4 )
Donde P(4) es la probabilidad que una persona opte por una censura del tipo «4» (Estricta
Regulación), Pk es la probabilidad que una persona responda a una categoría k, X es el vector
de los covariados, y ß el vector de los parámetros a ser estimado.

235
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?

Tabla 3. Modelo de regresión para


«(i) Dimensión: Esfera pública = televisión» (continuación)
2 VERSUS 4
Media Alta -.669** (.512)
Media -.609** (.544)
Clase social Media Baja -.392* (.675)
Baja -.090 (.914)
Alta (referencia)
Católica Ortodoxa -.137 (.872)
Católica Heterodoxa .197 (1.218)
Evangélica Ortodoxa -.464* (.629)
Religión (Control)
Evangélica Heterodoxa -.017 (.983)
Otras religiones -.514* (.598)
Secular (referencia)
Sexo (Control) Mujer .572*** (1.772)
Edad (Control) -.022*** (.978)
Número de hijos en la casa (1-11) (Control)
Constante 1.687***
3 VERSUS 4
Media Alta -.647** (.524)
Media -.727** (.483)
Clase social Media Baja -.728*** (.483)
Baja -.583* (.558)
Alta (referencia)
Católica Ortodoxa -.134 (.875)
Católica Heterodoxa .433* (1.542)
Evangélica Ortodoxa -.246 (.782)
Religión (Control)
Evangélica Heterodoxa .054 (1.056)
Otras religiones -.359 (.698)
Secular (referencia)
Sexo (Control) Mujer .364** (1.439)
Edad (Control) -.015*** (.986)
Número de hijos en la casa (1-11) (Control)
Constante 1.259***

Pseudo R2 .077
N 2603

237
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Análisis de (ii) Efectos negati


negativvos de la tele visión
televisión
Al analizar esta segunda dimensión, la cual permite distinguir si las clases mani-
fiestan diferenciadamente sus juicios respecto a los efectos negativos de la televi-
sión, se puede señalar que los resultados son similares a la dimensión analizada
anteriormente. Una vez introducidos los controles, se puede observar en la tabla 4,
que la única clase que no tiene diferencias estadísticas con la clase alta (teniendo
como referencia el índice construido para sintetizar los diferentes enunciados
que operacionalizan efectos negativos de la televisión) es la clase media-alta.
En otras palabras la potencial función de emprendimiento moral puede ser
actualizada por las clases baja, media y media-baja, por cuanto ellas creerían que
las acciones, actitudes y valores de las personas son vulnerables a los contenidos
transmitidos por la televisión, y no a otros factores intermedios. Contrario a lo
anterior las clases alta y media-alta, al estar más cercana a la materialización del
tradicionalismo ideológico, entenderían que son otros factores los que pueden
producir efectos más nocivos en sus valores y por tanto podrían introducir me-
canismos de control más efectivos en la esfera privada.

Tabla 4. Modelo de regresión «Efectos negativos de la televisión»


Sub muestra
Con hijos y sin hijos
Media Alta (C2) .059 (.034)
Media (C3) 180*** (.117)
Clase social Media Baja (D) .137** (.097)
Baja (E) .126* (.056)
Alta (ABC1) (referencia)
Católica Ortodoxa .008 (.006)
Católica Heterodoxa -.047 (-.029)
Evangélica Ortodoxa .126* L (.058)
Religión (Control)
Evangélica Heterodoxa .035 (.010)
Otras religiones .169* L (.056)
Secular (referencia)
Sexo (Control) Mujer -.087** (-.065)
Edad (Control) -.007*** (-.168)
Número de hijos en la casa
(Control)
Constante 2.121***
2
R .053
N 2603
Los betas estandarizados están entre paréntesis
*p<.05 **p<.01 ***p<.001
L denota un coeficiente del grupo Católico ortodoxo que es significativamente menor que otro grupo religioso.
L
p<.05 LLp<.01 LLLp<.001

238
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?

Finalmente, los resultados sugieren también que la función de emprendimiento


moral para esta dimensión estaría más asociada a las clases bajas, dado que la
creencia sobre la negatividad de la televisión habría sido percibido por partes de
miembros de este grupo como parte constituyente de un discurso paternalista
de las clases altas. En tanto los miembros de las clases bajas dicen lo que habrían
dicho las clases altas, la manifestación de lo anterior permite que el proceso de
blanqueamiento se pueda producir.

Análisis de (iii) Dimensión: Contr ol en la esfera pr


Control prii vada sobr
sobree el
consumo de tele visión de los menor
televisión es
menores
Para determinar el tipo de control que los distintos miembros de las clases
ejercen al interior de sus hogares, se optó por subdividir el tipo de control
ejercido sobre el consumo de televisión de los menores entre supervisión direc-
ta y supervisión indirecta.

Supervisión directa
Como se puede apreciar en la tabla 5, los datos indican que los menores de las
clases bajas tienen mayores probabilidades de ver televisión sin la presencia de
un adulto, que los menores de cualquier otra clase (con la excepción de la clase
media-alta). Al tomar como ejemplo la comparación de un menor de clase alta
con uno de clase baja (ver cuadro sombreado con gris), éste último tiene (e2.239)
9.48 veces menos chances de ser controlado por un adulto.
Cabe señalar que este resultado indica que la clase alta funciona de acuerdo
al concepto de tradicionalismo ideológico acá revisado. Esto porque dicho gru-
po, deja de lado el control sobre ciertos procesos asociados a la esfera pública, y
sí ejerce estrategias de mayor control en la esfera privada. Lo anterior implica
que en este ámbito dicho grupo sí despliega una función de emprendimiento
moral pues mantiene a un adulto supervisando cuando un menor ve televisión.
Con respecto a la clase baja, su función a diferencia de las analizadas en las
otras dos dimensiones, no tiene una forma de emprendimiento moral. Esto sí
estaría más asociado a lo que plantea Fanon y tangencialmente Salazar, porque
en la esfera privada desarrollan patrones culturales que se distancia de las con-
ductas de elite. En consecuencia, en esta esfera el proceso de blanqueamiento se
ve enfrentado a condiciones objetivas que dificultan su desarrollo.
Esto último merece al menos señalar algo sobre los mecanismos sociales47
que estarían facilitando o inhibiendo la función de emprendimiento moral al
interior de la esfera privada en estas clases. Considerando la división en térmi-
nos salariales de estas clases, se podría sugerir que dado el ingreso de las clases
altas éstas tienen mayores posibilidades de supervisar a un menor del hogar por
dos situaciones que no necesariamente son excluyentes: primero, existe un adulto
perteneciente a la familia que se puede encargar de tareas domésticas. Segundo,
hay un adulto contratado (the so-called asesoras del hogar) el cual, entre otras fun-

47
Sobre mecanismos sociales ver Van den Berg (1998).

239
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

ciones formales al interior del hogar, tiene la supervisión directa de las activida-
des que realizan los menores.
Con respecto a la clase baja, se puede señalar que la mayor ausencia de un
adulto en el hogar se da también por las dos razones esgrimidas respecto a la
clase alta, en un orden contrario, y también una tercera. Primero, es necesaria la
inclusión de todos los adultos del hogar al mercado laboral para mejorar el
ingreso; segundo, el ingreso que estas familias recibe no alcanza para contratar
una persona que trabaje al interior del hogar ejerciendo funciones de supervi-
sión hacia los menores, y finalmente, y al menos para el caso de la región metro-
politana, la ausencia en el hogar se potencia cuando se toma también en consi-
deración los tiempos en los traslados de estas personas, cuando ellas utilizan el
transporte público para dirigirse al trabajo o bien para volver al hogar.

Tabla 5. Modelos de regresión logística dicotómica «(iii) Dimensión: Control en la


esfera privada sobre el consumo de televisión de los menores (Supervisión directa)»
Submuestra
Sólo con hijos
Alta .811* (2.250)
Media Alta .443 (1.558)
Clase social Media .548* (1.730)
Media Baja .539* (1.714)
Baja (referencia)
Católica Ortodoxa -.219 (.803)
Católica Heterodoxa -.464 (.629)
Evangélica Ortodoxa -.014 (.986)
Religión (Control)
Evangélica Heterodoxa -.330 (.719)
Otras religiones .802 (2.230)
Secular (referencia)
Sexo (Control) Mujer -.288 (.749)
Edad (Control) -.015* (.985)
Número de hijos en la casa (1-11)
.097 (1.102)
(Control)
Constante -2.989** (.050)
2
Pseudo R .038
N 1227
Los exponentes de los betas están entre paréntesis
*p<.05 **p<.01 ***p<.001

Supervisión indirecta
Con relación a la supervisión indirecta los datos de la tabla 6 (específicamente
por el valor negativo de los parámetros asociado a cada valor de la variable clase
social) indican que en general los menores de las clases bajas ven más televisión

240
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?

Tabla 6. Modelos de regresión logística dicotómica «(iii) Dimensión: Control en la


esfera privada sobre el consumo de televisión de los menores (Supervisión indirecta)»
Submuestra
Sólo con hijos
ADECUADA VERSUS MUCHA
Alta -.183 (.833)
Media Alta -.469* (.626)
Clase social Media -.258 (.773)
Media Baja -.239 (.788)
Baja (referencia)
Católica Ortodoxa .032 (1.032)
Católica Heterodoxa .316 (1.372)
Evangélica Ortodoxa .106 (1.111)
Religión (Control)
Evangélica Heterodoxa -.088 (.915)
Otras religiones -.124 (.883)
Secular (referencia)
Sexo (Control) Mujer .1421 (1.153)
Edad (Control) -.003 (.997)
Número de hijos en la casa (1-11)
-.084 (.919)
(Control)
Constante .855**
POCA VERSUS MUCHA
Alta .011 (1.011)
Media Alta (C2) -.505 (.603)
Clase social Media (C3) .504 (1.655)
Media Baja (D) .118 (1.125)
Baja (E) (referencia)
Católica Ortodoxa -.352 (.703)
Católica Heterodoxa -.106 (.899)
Evangélica Ortodoxa .032(1.033)
Religión (Control)
Evangélica Heterodoxa .005 (1.005)
Otras religiones -.411 (.663)
Secular (referencia)
Sexo (Control) Mujer -.174 (.840)
Edad (Control) .009 (1.009)
Número de hijos en la casa (1-11)
.010 (1.010)
(Control)
Constante -1.303**
Pseudo R2 .032
N 1217
Los exponentes de los betas están entre paréntesis
*p<.05 **p<.01 ***p<.001

241
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

que aquellos menores de las otras clases sociales. No obstante lo anterior, sólo la
clase baja con la clase media-alta, cuando son comparadas las categorías «mucha»
y «adecuada» cantidad de televisión, tienen diferencias estadísticamente
significantes. Respecto al resultado obtenido se puede señalar que un menor de
clase media alta tiene (e.626) 1,87 veces más chances de ver una cantidad «ade-
cuada» de televisión que uno de clase baja, cuando es tomado como referencia
«mucha» cantidad de televisión (ver en tabla 6 cuadro sombreado con gris).
Dadas las significancias estadísticas obtenidas, es preciso ser cauteloso respec-
to a proponer qué clase social estaría ejerciendo una supervisión indirecta. No
obstante, y cómo se mencionó sobre los signos negativos de los parámetros
obtenidos, se puede inferir que la función de emprendimiento moral en la
esfera privada, al menos no está siendo ejecutada por la clase baja. Esto último
estaría relacionado parcialmente con los datos analizados en la tabla 5, porque la
clase baja estaría ejerciendo menos control sobre la cantidad de televisión que
ven los menores de sus hogares. Evidentemente consumir más televisión no
necesariamente significa per se que haya un menor control en la esfera privada,
sin embargo tras lo analizado en las dimensiones (i) y (ii), esto es difícil de
sostener, puesto que la clase baja en general declara que la televisión requiere
mayores controles y produce efectos negativos en las personas.
Al igual que en el análisis realizado para determinar la supervisión directa, los
resultados para este tipo de supervisión podrían también ser explicados por el
funcionamiento específico de mecanismos sociales asociados a las diferencias en
los ingresos, o como lo sostiene Lechner «el tradicionalismo [ideológico] repre-
senta una estrategia viable para los grupos de nivel socioeconómico alto. Pero
no es una opción para la mayoría de la población que sufre la sobrecarga de la
familia tradicional» (1999: 3). Esto último se puede complementar con la metá-
fora de Fanon, la esfera privada inevitablemente se mantiene negra para la clase
baja y blanca para la clase alta. Las máscaras se pueden invertir pero el color de
la piel queda.

Un n ue
nue
uevvo empr endedor moral en función y for
emprendedor ma
forma
Los datos analizados permiten señalar que la función del emprendimiento mo-
ral está presente en la sociedad chilena, pero ésta se actualiza según ámbito de
acción y clase social. Esto es, la ejecución de esta función se produce
diferenciadamente para las esferas privadas y públicas. De acuerdo a lo anterior,
en primer término se puede observar que la función de emprendimiento moral
desplegada en el ámbito privado es hecho mayormente por las clases altas, y está
dirigido a menores que habitan dichos hogares. En segundo término, la función
de emprendimiento moral dirigida hacia la esfera pública enraizada en las clases
bajas, sólo podría considerarse latente. Lo anterior porque los valores de estas
clases no han colonizado los contenidos transmitidos por la televisión. Con rela-
ción a la ausencia de colonización de estos valores, se puede sugerir a modo de
hipótesis lo siguiente: dicho proceso no ha ocurrido porque miembros de las
clases bajas carecen de niveles de coordinación y esto redunda en bajos niveles
de presión. Una segunda alternativa (la cual no es necesariamente excluyente)

242
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?

sería que la televisión está clausurada a recibir información que atente contra un
funcionamiento asociado a principios económicos.
A continuación se presenta en figura 3 el funcionamiento de emprendi-
miento moral para el caso de la televisión al interior de la sociedad chilena.

Figura 3. Caracterización real del funcionamiento del emprendimiento moral


con relación a las clases sociales en las tres dimensiones analizadas.

Conclusiones
Los resultados de este trabajo sugieren que la ejecución de la función de em-
prendimiento moral está presente en la sociedad chilena. Sin embargo, parte de
los estudios que ubican a la clase alta ejecutando dicha función o aquellos que
entienden la clase baja en una posición más libertaria, no necesariamente con-
sideran la distinción conceptual entre esfera pública y privada por una parte, y
por otra no incorporan a la televisión como parte constitutiva de sus identida-
des culturales.
En primer lugar, esta función se despliega en consideración a elementos de
clase, y ámbitos de acción públicos y privados. Segundo, sólo en la esfera privada
la clase alta tiene patrones conductuales que pueden ser relacionados al empren-
dimiento moral. Esto, como sugiere el concepto de tradicionalismo ideológico,
sucede porque miembros de dicho grupo social aceptan la modernización de
ciertos procesos, en este caso el de la televisión, y elaboran estrategias de protec-
ción para instancias consideradas por ellos más valiosas, i.e. familia.Tercero, para
el caso de las clases bajas, y retomando el concepto de conciencia dual sugerido
por Fanon, la función de emprendimiento moral se vincula fuertemente a la
esfera pública, como una estrategia de blanqueamiento (o de adaptación) de su
discurso. Esto último, sin embargo, implica que dicha función tenga un carácter
latente, por cuanto la televisión, no se somete a los valores que este grupo
declara defender. Cuarto, respecto a los efectos negativos de la televisión, como
otra dimensión de la función de emprendimiento moral, las diferencias encon-
tradas también indican que la clase baja está en mayor sintonía con dichos enun-
ciados, ello porque la televisión es considerada como un aparato que influye

243
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

directamente en la conducta de las personas, sin importar la mediación de otros


elementos, entre los cuales por cierto se encuentra la propia reflexión que los
sujetos puedan llevar a cabo.
Este trabajo plantea nuevas hipótesis de investigación para los ámbitos macro
y micro, las cuales finalmente permitirían conocer con mayor profundidad la
relación identidad chilena/televisión. Es de especial interés, conocer si la televi-
sión está efectivamente clausurada a algunos de los valores que las clases bajas
declaran. Por otra parte, es necesario ahondar en la investigación sobre qué
mecanismos sociales estarían inhibiendo y/o potenciando la función de em-
prendimiento moral en las esferas privadas, puesto que ello finalmente puede
llevar a conocer cómo los factores culturales y estructurales están operando y
son distribuidos en la sociedad chilena.

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246
SECCIÓN III
Reseñas bib lio
liogg ráficas
biblio

247
20 (2006) • issn 0716-632x • 249-255
REVISTA DE SOCIOLOGÍA
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile

Rodrigo Baño (editor), Chile en América Latina


Santiago: Cátedra Enzo Faletto, Facultad de Ciencias Sociales,
Universidad de Chile, 2006)

ALBERTO MAYOL MIRANDA

Chile en América Latina es una obra en homenaje a Enzo Faletto. Juega entonces
con dos sentidos: el argumentativo, sobre la cuestión de la posición y formas de
pertenencia de Chile en América Latina; y el simbólico, escribir bajo el signo de
Faletto para rendirle póstumos honores. La conciencia sobre esa doble vida de la
obra constituye una obligación para el lector de este libro. Por eso, en esta
reseña, se propone reproducir ese doble juego, mostrando primero en qué sen-
tido esta obra constituye un homenaje y dando cuenta, en segundo lugar, de las
líneas argumentativas de cada uno de los autores. Pero para que ese doble juego
sea posible, es necesaria una convicción previa: comprender el sitio protagónico
de Faletto en la sociología del siglo XX. Nos permitiremos echar algo de luz
sobre ese sitio, para comenzar.
La importancia de Enzo Faletto en la sociología mundial es indiscutible. De
ser cuestionado, se puede echar mano fácilmente a algunos datos que ya se
comentarán. Lo cierto es que su prestigio no proviene del simple juicio sobre
sus capacidades, aunque también, sino sobre todo por la existencia de un hito: su
obra conjunta con Cardoso «Dependencia y Desarrollo en América Latina»,
una obra desde y sobre el tercer mundo que se constituyó en un intento expli-
cativo de gran ambición intelectual y teórica. Esa obra fue la consumación de
una reflexión epocal en América Latina sobre la necesidad de nuevas perspecti-
vas para comprender las relaciones económicas internacionales, ya que las teo-
rías del comercio propias de la perspectiva neoclásica habían fallado en sus pro-
nósticos de un futuro mejor para los países subdesarrollados y, sobre todo, ha-
bían fallado en las razones que fundamentaban ese futuro. La nueva mirada,
donde Faletto se inscribe, rompe el paradigma y propone uno enteramente
diferente, donde el subdesarrollo no es una falencia particular o un ‘atraso’ con-
tingente, sino que es el resultado de dinámicas económico-políticas que subor-
dinan a determinados países, subordinación que es además parte de la explica-
ción del desarrollo de los países centrales. Esa mirada global, esa agudeza, esa
sensibilidad estética para percibir el Nuevo Orden Mundial, esa comprensión
de la textura del capitalismo, hizo a la obra de Faletto inolvidable.

249
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

Hace algunos años, en 1998, en el XIV Congreso Mundial de Sociología de


Montreal de 1998, la Internacional Sociological Association (ISA) preparó una
encuesta donde se solicitó a los 2.785 miembros de la ISA que señalaran los
cinco libros de sociología más influyentes en su trabajo sociológico. La única
condición era que fuesen obras del siglo XX. Los honores propios de los prime-
ros lugares recayeron en Weber (con dos obras en los primeros cinco lugares),
Wright Mills, Merton, Berger y Luckmann, Bourdieu, Parsons, Habermas,
Goffman, entre otros. Lo cierto es que entre las 50 obras más utilizadas por los
sociólogos, sólo una había sido escrita en Latinoamérica. Era esa misma la única
que había sido escrita en habla hispana: se trataba de «Dependencia y Desarrollo
en América Latina» de Cardoso y Faletto, que en el lugar 41 superaba a
Dahrendorf, Boudon, Schutz,Touraine y a tantos otros. Naturalmente eso de los
rankings se alimenta de cierto infantilismo, pero es una prueba contundente de
la influencia de Faletto a nivel mundial.
Como vivimos en una sociedad donde abunda el cómo y se desvanece el
porqué y como nada muy positivo puede salir de eso, optamos por iniciar los
fuegos explicando un rebelde porqué que justifica la existencia de la obra que
aquí se pretende reseñar. Esa obra, hemos dicho, existe como ‘homenaje a Enzo
Faletto’. La obra podría existir sin ese homenaje, se sustenta sola en tanto temá-
tica. Pero el homenaje existe, es el motor de la obra, su sentido último. La obra
está escrita bajo el signo de Faletto, igual que el Seminario Internacional reali-
zado en la Universidad de Chile que ha sido el espacio donde los escritos de
este libro se encarnaron (en el nombre de Faletto) y desde donde se construyó
este texto.
El título de la obra tiene diversas lecturas. Las cosas obvias son transparentes
y, sin embargo, el obvio aforismo ‘Chile en América Latina’, es sumamente
opaco. Una pretensión de salirnos del subcontinente nos ha invadido, un inten-
to por romper las más obvias determinaciones, un deseo de objetar las leyes del
espacio. Pasó en la dictadura: negar la relación entre esta dictadura y las otras de
América Latina fue el primer paso. Teníamos, se decía, una dictadura distinta.
Las otras dictaduras eran de asesinos y corruptos. Se argumentaba que nuestro
caso era distinto. O al menos se pensaba que nuestra dictadura podía tener una
cosa, pero no la otra. Ahora que la ‘otra cosa’ apareció, emergió el dolor: Chile sí
había tenido una dictadura latinoamericana, íntegramente. Pero felizmente los
Nuevos Gobernantes nos habían transformado en jaguares, éramos nuevamente
la voz en el desierto, líderes en competitividad, un país serio, casi sin deuda, sin
inflación y con una macroeconomía cuyo orden haría palidecer de envidia a un
obsesivo. Chile podía apelar nuevamente, ahora en democracia, a estar fuera de
América Latina. Menos mal. Quizás por eso elegimos presidentes con apellidos
infrecuentes, como Aylwin, Frei o Bachelet. En este marco, y ya disculpándome
por analizar y no reseñar, la obviedad del título se transforma en problema de
investigación, bastando el simple guiño irónico o incluso sin necesidad de recu-
rrir a él. Los autores aportarán una perspectiva sobre este tema, una racionalización
a ratos brillante de un fenómeno político cuya metáfora psicológica es muy
evidente: el tipo que niega a la familia.

250
ALBERTO MAYOL MIRANDA • Reseña sobre Chile en América Latina

Pues bien, vamos a la obra. Ella consta de ocho capítulos. Cinco de ellos son
las ponencias desarrolladas en el Seminario Internacional de la Universidad de
Chile. Son textos basados en las ponencias de Rodrigo Baño («Enzo Faletto y
las formas de ser político»), Carlos Fortín («Logros y problemas de la econo-
mías»), Francisco Delich («América Latina en el siglo XXI: los cambios y su
comprensión»), José Luis Fiori («Intelectualidad y Política en América Latina»)
y Carlos Ruiz («América Latina y la excepcionalidad chilena: ¿asincronía tem-
poral o destinos divergentes?»). Los otros tres capítulos, finales, son textos de
Enzo Faletto que venían a cuento. Se trata de «La identidad latinoamericana y el
problema de la integración», «Política social y desarrollo en América Latina, las
funciones del Estado» y «La dependencia y lo nacional popular».
El texto inicial de Rodrigo Baño titulado «Enzo Faletto y las formas de ser
político» constituye, en su integridad, una reflexión sobre Faletto y sus formas
de abordar el compromiso ideológico y los proyectos políticos sustentados por
ese compromiso. El giro analítico de Baño sobre Faletto se concentra en la
dimensión escondida de un Faletto político, que aunque nunca fue candidato a
nada, que aunque nunca fue un político profesional; siempre fue un actor polí-
tico desde la perspectiva intelectual. Es cierto que el coautor de la obra que
llevó a la fama a Faletto, que no es otro que Cardoso, llegó a ser Presidente de
Brasil, consumando así un traspaso a la arena política claramente exitoso. Pero
Faletto tuvo una trayectoria —destaca Baño— que le permitió ganar en cohe-
rencia y en demostrar su valentía, triunfos silenciosos en nuestra sociedad, pero
conquistas indudables finalmente. Baño desea demostrar así que Faletto también
tuvo un destino político, igual que Cardoso, pero que eso no implicó –y por el
contrario, sí excluyó- la búsqueda de los espacios oficiales de figuración política.
El problema existencial, político e intelectual de Faletto siempre fue el del des-
tino de la sociedad concreta, particularmente de Chile y Latinoamérica, consti-
tuyéndose en un intelectual netamente político, abriendo investigaciones que
explicaran lo que efectivamente ocurría en el Chile dictatorial y luego en la
‘Segunda República’. Faletto no requirió de un ‘giro a la política’ como Cardoso,
pues asumió desde siempre que ya había estado haciendo política. Finalmente,
Baño destaca la reflexión falettiana de la pérdida de la textura ideológica, de la
reducción de la esfera de la politicidad; como correlato de la imposición de la
técnica y de su paradigma económico grácil y leve. En esto llama la atención
sobre la caída socialista en un debate tecnificado que redundó en el triunfo de
conceptos de eficiencia y eficacia carentes de toda sustantividad. Es a ésta dinámi-
ca frente a la cual Faletto se rebeló.Y esa rebelión fue (y es) política e intelectual.
El siguiente capítulo es el de Carlos Fortín. La parquedad de su título «Lo-
gros y Problemas en la Economía» contrasta con un texto abundante y ambi-
cioso, enfocado desde el atractivo espacio disciplinario de la economía-política.
Considera Fortín la necesidad de plantear el tema de Chile en América Latina
desde cuatro perspectivas: el desempeño, la inserción, la orientación y la contri-
bución. Respecto al primer punto, el desempeño, Fortín nos muestra como los
datos sobre Chile ilustran un fenómeno bastante claro: Chile ostenta cifras más
bien cercanas a las mejores posiciones del subcontinente (salvo en desigualdad,

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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

donde está entre los peores), pero se mantiene en cifras del orden del subcontinente.
La pretensión de ser distinto es, como suele ocurrir, una mera ilusión que Chile
no ha enfrentado como tal, evitando la herida narcisista. Por otro lado, Fortín
muestra que los datos de integración económica de Chile con el subcontinente
son lapidarios en señalar que esa integración existe. Entre esos datos destaca el
volumen de inversión chilena en el resto de los países, condición integrativa
evidente, además de la importante integración comercial. Entonces, Chile tiene
‘datos latinoamericanos’ y además está integrado al subcontinente. La preten-
sión de distancia es simple trastorno del juicio de realidad. Finalmente, sobre la
orientación y la contribución de Chile en América Latina, Fortín se ve obligado
a entrar en detalles de mayor relevancia política. Desde el rol del socialismo,
pasando por el hecho de que coexisten dos visiones de sociedad en los gobier-
nos concertacionistas y llegando a la necesidad más evidente, la necesidad de un
proyecto político que oriente y establezca las formas, criterios y sustancias pro-
pias de la construcción de una sociedad. En su caso, Fortín propone que el
horizonte sea una sociedad igualitaria, sociedad de la que estamos bastante lejos,
como es de público conocimiento. De cualquier modo, debe destacarse que el
texto de Fortín es de una claridad abismante y constituye un sublime y brillante
esfuerzo económico-político por comprender, desde la parsimonia del uso de
datos simples, una compleja realidad.
El capítulo «América Latina del siglo XXI: los cambios y su comprensión», de
Francisco Delich, se enmarca en la construcción de una pregunta que toma una
forma clásica: tal y como las ciencias sociales se han preguntado qué cambió
radicalmente en el siglo XX, hay que intentar comprender qué cambiará en el
siglo XXI. Delich, recordando a Hobsbawn, señala que las grandes transforma-
ciones del siglo XX fueron, en primer lugar, la muerte del campesinado; en
segundo término, la concreción de la alfabetización con el político objetivo de
construir sentido nacional; en tercer lugar, el cambio de la posición de la mujer
en la sociedad y, en cuarto, la conversión de los países de América Latina, por
primera vez, en países exportadores de población. Estos cambios fueron de enorme
relevancia. Pero si miramos el mundo actual, ¿qué cambios equivalentes vemos?
La transformación de los conflictos es quizás la más destacable. El ‘conflicto
social’ al modo clásico ya no existe, hay nuevas formas de marginalidad y de
exclusión, resultantes de un enorme poder de lo simbólico y de lo mediático. El
modelo de sustitución de importaciones deja atrás toda una forma de articula-
ción económica, política, social y cultural. El nuevo modelo es bastante distinto
y los nuevos actores en el escenario nos plantean incertidumbres fundamentales.
Delich quiere terminar en este punto preguntándose por cómo analizar los
nuevos problemas, cómo construir nuevas formas teóricas capaces de dar cuenta
de una complejidad quizás no asumida. Más aún, Delich propone un ‘giro esté-
tico’, un giro hacia la mirada de la sociedad con los dos ojos abiertos y aceptan-
do la complejidad. Esa apuesta programática, algo tímida a ratos, sin desarrollo
suficiente, queda no obstante resonando desde el capítulo de un Delich inquie-
to por apreciar las sutilezas de la nueva gran transformación en América Latina.
El cuarto capítulo es el de José Luis Fiori, titulado «Intelectualidad y Política

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ALBERTO MAYOL MIRANDA • Reseña sobre Chile en América Latina

en América Latina», donde se elabora un nexo entre la perspectiva dependentista


y el problema de la integración latinoamericana. Para ello Fiori deja ver un
fenómeno importante sobre la sociología de los intelectuales: la década de los
cincuenta es una década de éxito económico relativo en el subcontinente. Al
tiempo, es una época de creciente éxito de las ideas económico-políticas de la
CEPAL. Pero en los sesenta apareció la desaceleración económica y hasta la crisis,
motivo por el cual la intelectualidad hace un movimiento autocrítico. Esa
autocrítica proviene de la misma CEPAL y de otros grupos que generan críticas
desde el marxismo, pero que no fueron capaces de levantar una propuesta alter-
nativa. Elaboraron una ‘bella deconstrucción’, dice Fiori, pero no formularon
ninguna estrategia alternativa. Sin embargo, la ‘encuentro’ entre la autocrítica de
la CEPAL y la autocrítica marxista, será —señala Fiori— el factor que permitirá
la convergencia de Faletto y Cardoso, con el consiguiente surgimiento de una
nueva forma de ver la realidad latinoamericana. Cardoso y Faletto agregaron a la
problemática económica una conceptualización sobre la dominación que cam-
bió la noción centro-periferia, ampliándola en nuevas direcciones y posibilida-
des. La teoría de la dependencia —dice Fiori— abre las posibilidades de pensar
el desarrollo en condiciones de dependencia, fenómeno al que se le entrega una
explicación y un concepto: el ‘desarrollo asociado’. Esa tesis es novedosa y plan-
tea la apertura de nuevas posibilidades políticas, no contempladas en los otros
teóricos. De cualquier modo, para Fiori el gran tema de la época era la cuestión
del proyecto de un modelo propio. Para él Allende es la última tentativa de
construir un ‘capitalismo organizado’. Esa tentativa queda fracturada, por razo-
nes de fuerza mayor —para decirlo con un eufemismo ilustrativo—, y la desar-
ticulación alcanza la vida intelectual y se plantea la disyuntiva teórica ‘autorita-
rismo/democracia’, con lo que el resto del debate quedó rezagado. Cardoso y
Faletto escribieron sobre dependencia después, pero no demasiado.Y los temas
del conjunto de intelectuales tampoco avanzaron por esa línea. Hoy se levantan
nuevas posibilidades ante la eclosión de la globalización. Fiori considera que
mientras haya conciencia que la globalización es siempre la de una moneda, de
un sistema de crédito, de un sistema de deuda, de un sistema de tributación;
entonces se habrá percibido lo central por sobre lo accesorio.
El capítulo de Carlos Ruiz, «América Latina y la ‘Excepcionalidad Chile-
na’…», es sin duda un texto muy cuidadoso en el cumplimiento de la misión de
la obra. El complejo equilibrio del homenaje y del análisis se cumple con rigu-
rosa precisión. En esta simbiosis, Ruiz destaca la preocupación constante de
Faletto por la carencia de intelectuales chilenos en el diálogo sobre Latinoamérica.
Y añade que esa inquietud está hoy más justificada que nunca, pues tenemos un
país (Chile) que obsesivamente se preocupa por integrarse a bloques regionales
distantes y que, por otro lado, ejecuta todo lo que está a su alcance para huir del
‘pelotón latinoamericano’. Ruiz destaca en esto la disyuntiva planteada por un
per iódico: ¿ser buenos alumnos (del FMI ) o ser buenos vecinos (de
Latinoamérica)» y nos recuerda que el periódico no tiene ninguna duda respec-
to a la estrategia adecuada: ser buenos alumnos. Todo esto se basa en la presunta
excepcionalidad chilena en el subcontinente, cuestión que es juzgada por el

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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

autor al menos como ideológica. Al respecto señala que esta tendencia no es


novedosa, pues la presunta superioridad racial chilena resultante de la Guerra
del Pacífico es otra versión del mismo fenómeno. Sin embargo, hay una diferen-
cia y es que el empresario-comerciante reemplaza al soldado.
De todos modos, el problema de la excepcionalidad (o no excepcionalidad)
de Chile es abordado por Ruiz desde otra perspectiva, mostrando cómo esa
inquietud merece un examen detenido. Señala que el subcontinente ha estado
en permanente tensión en los procesos de redemocratización, que ha habido
numerosos presidentes derrocados y que las dictaduras no entregaron operativas
las transformaciones que pretendían hacer, lo que dejó pendiente un conjunto
de procesos y obligó a las renacientes instituciones democráticas a abordar com-
plejos procesos. En este punto Ruiz destaca un aspecto de excepcionalidad
fundamental: en Chile la transformación estructural (económica) antecede cla-
ramente a la transformación política (redemocratización). La democracia llegó a
enfrentarse a dilemas importantes, pero no al dilema económico, pues la Consti-
tución Económica de nuestro país ya había sido definida. Por eso los mismos go-
biernos democráticos confiesan a ratos ser simples administradores del modelo
(y de este comentario no culpen a Ruiz). Todo esto es distinto en América
Latina: la transformación neoliberal es conflictiva, prolongada y tardía. La
excepcionalidad chilena aparece entonces con algo de sentido. El giro hacia el
mercado de Chile se ha impuesto sin las dificultades que se han producido en el
resto del subcontinente. La tecnocratización económica ha triunfado académi-
camente y se ha articulado como orientación y sentido de un modelo que se
cierra a posibles transformaciones, que atomiza y desintegra a la ciudadanía. La
política se redefine desde la desarticulación de los viejos sujetos sociales.Termi-
na así Ruiz con un tono profundamente falettiano, cerrando el homenaje y
cerrando el argumento, conquistas ambas fundamentales en este libro.
Finalmente el texto nos conduce a tres artículos de Enzo Faletto. En el
primero de ellos, titulado «La identidad latinoamericana y el problema de la
integración», Enzo Faletto enfatiza la importancia del proyecto común latino-
americano como eje de resolución del problema de la integración. No es en-
tonces la mera agregación de rasgos comunes la que conduce a la integración,
sino —muy distinto— es la voluntad de construir juntos un proyecto de futuro.
Y este proyecto puede implicar elegir la ruta del Nuevo Orden Mundial, con la
economía de mercado, la libre empresa, el predominio de la empresa privada, la
desregulación estatal, la privatización y la disminución de funcione estatales,
entre otras características. Sin embargo, esta ruta supone riesgos para muchos
países periféricos, entre ellos los latinoamericanos, pues dada la estructuración
de bloques de países, es posible que en Latinoamérica se consolide una situación
claramente periférica y sólo se redefinan marginalmente algunas posiciones. Por
ello, cuando nos planteamos el problema de la identidad y la integración debe-
mos enfrentar no sólo los rasgos comunes del subcontinente, sino además las
definiciones fundamentales, como delimitar si se deja todo en manos del
espontaneísmo del mercado o si se buscan fórmulas alternativas.
Muy vinculado con lo anterior, el siguiente artículo de Faletto incluido en el

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ALBERTO MAYOL MIRANDA • Reseña sobre Chile en América Latina

libro se titula «Política social y desarrollo en América Latina, las funciones del
Estado». En una asertiva exposición, Faletto se inserta en la problemática del rol
del Estado, problema que evidentemente recorre el libro (y nuestra historia). El
enfoque de Faletto es histórico: a partir de la crisis de 1930 o, cuando mucho,
luego de la II Guerra Mundial, se consolida una política clara mediante la cual el
Estado intervenía directamente en el modelo de desarrollo y en el modelo de
sociedad. Se trató de articular la política social, la de desarrollo y la de ciudada-
nía, dice Faletto. La nueva discusión es el problema de cómo articular estas tres
dimensiones de un nuevo modo, habida cuenta del cuestionamiento del mode-
lo anterior. En este artículo Faletto avanza en una interpretación teórica de gran
relevancia: señala que el dilema entre mercado o Estado se inserta en la necesi-
dad de tomar una opción entre distintos modos de construcción de racionali-
dad. Al respecto, la indudable preferencia del autor por la racionalidad política
del Estado se enmarca en la búsqueda de integración social, que –señala- ha sido
confundida con la sola incorporación de los excluidos, en un error de propor-
ciones, pues elimina la racionalidad política que ve la sociedad como un todo.
Faletto termina, como resulta natural por la deriva del documento, en el proble-
ma de la democratización en tanto universalización de los problemas políticos
(participación).
Finalmente, el editor de la obra incluye un tercer texto de Faletto, que se
centra en el concepto que le dio fama mundial. Se trata del capítulo titulado «La
dependencia y lo nacional popular», que también fue un artículo publicado en
la Revista de Sociología de la Universidad de Chile. En este documento Faletto
avanza en paralelo con el transcurso del pensamiento intelectual latinoamerica-
no de los últimos años y con la experiencia política asociada a esa historia de las
ideas. Es un juego entre la historia social y política con la historia de las ideas.
Para desarrollar lo anterior, Faletto explica a qué fenómenos concretos refiere el
problema de la ‘dependencia’ y cuál es su sentido explicativo. Al tiempo, busca
explicaciones estructurales respecto a lo escasamente radicales de las transfor-
maciones políticas realizadas por la burguesía, lo que redundó en una moderni-
zación contradictoria entre lo oligárquico político y lo democrático formal. De
cualquier modo, el tema central de este capítulo es la preocupación por las
condiciones de superación y negación de la dependencia y la referencia a las
fuerzas capaces de llevar a cabo históricamente esa superación. Por supuesto, no
diremos nada sobre esas fuerzas. Nunca se debe contar el final del libro.
Volvemos al principio. ¿En qué sentido esta obra es un homenaje al sociólo-
go chileno más reconocido internacionalmente? Por cierto, lo es por los autores
seleccionados y por el editor del libro. Lo es también por el tema y lo es por el
enfoque. Es además un homenaje pues se realiza con una edición de la Univer-
sidad de Chile y además se reseña la obra homenaje en la Revista de Sociología
de la misma universidad. Es así como, desde el centro hasta la periferia del libro
«Chile en América Latina», las huellas del homenaje a Enzo Faletto quedan
marcadas con total claridad.

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20 (2006) • issn 0716-632x • 257-258
REVISTA DE SOCIOLOGÍA
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile

Jorge Insunza G., La apuesta de Chile.


Nuestro lugar en la globalización
Santiago: Random House Mondadori, 2005

ARTURO CHACÓN HERRERA

Este ensayo busca el debate y la discusión a partir de una toma de posición


explícita, incluyendo un addendum denominado vertientes de una mirada, donde
expone las fuentes y reflexiones personales y grupales de su postura frente al
tema en cuestión.
Sin descalificar a los que piensan diferente no elude la crítica a lo que consi-
dera no contribuye a esclarecer la situación en que se encuentra el país dada la
dirección que han asumido la economía y la política, agregando algunas consi-
deraciones de carácter cultural. Aunque se trata de un ensayo político, debido al
tema bajo consideración existe suficiente material de economía en el texto de la
argumentación.
Comienza ubicando a Chile como un país intermedio en el orden mundial,
luego de establecer que representa sólo el 0,2 % de la economía del planeta. Por
tamaño geográfico, población, producto interno bruto, y otras consideraciones,
es intermedio, lo que aleja los optimismos y pesimismos desenfrenados habitua-
les, que se encuentran en muchos análisis al respecto.
Este país, dice el autor, ha hecho una apuesta que no tiene vuelta atrás, que
consiste en haber optado por la globalización con una economía de las más
abiertas en el mundo. De economía cerrada y protegida se ha realizado un giro
de 180 grados en términos de apertura. Esto contrasta con actitudes y hábitos
políticos que van a la saga de esta opción que se ha tomado.
A su vez, esta opción se sitúa en un mundo cambiante que toma giros ines-
perados, incluyendo regresiones corporativas y «guerras conservadoras». Inclu-
ye, como hecho a ser considerado la aparición de bases militares norteamerica-
nas en la América del Sur. Esto es un llamado a tomar la política internacional
con mayor seriedad en esta parte del mundo, para evitar que la fuerza y sus
soluciones, puedan retrotraer al continente a situaciones inmanejables. Se resalta
el peso de Brasil y su conexión con Chile, con especial consideración a la
necesidad de la integración física que acerque los dos océanos. En este punto se
examina como la apertura chilena afecta esta integración.
Establece que la inserción chilena en la economía global no se ajusta al

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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile

patrón que creó el mito liberal en la década de los noventa. Existen considera-
ciones políticas que al autor especifica y examina. Entre otras, que aunque no se
puede evitar que los poderes existentes determinen mucho de lo que se hace,
existe un margen de juego político que puede condicionar y orientar los efec-
tos que se producen. No existe un solo camino preestablecido para estar en la
globalización. La aparición de nuevos poderes a nivel mundial, especialmente
en Asia, y la fluidez de otras situaciones, permite abrir nuevas oportunidades
para el país las que deben ser reconocidas y examinadas para seguirlas apropia-
damente. El autor llama la atención que estas consideraciones de poder relativo
que tiene el país no son debatidas, escabullendo esta posición y las decisiones
estratégicas que se deben adoptar para poder crecer y progresar socialmente.
Entre otras consideraciones es importante el tratamiento que le da a dos
empresas estatales: CODELCO y ENAP. No se las debe considerar sólo como
fuentes de aporte a la caja fiscal ya que se ubican en situaciones estratégicas para
el devenir del país. La minería es el único sector de la economía en el que Chile
es una actor de peso mundial y CODELCO es el mayor productor integrado de
cobre a este nivel. En cuanto a ENAP es evidente su papel estratégico en asegu-
rar la elaboración de políticas que miren con cuidado el futuro energético del
país.
Dentro de los factores culturales que tienen influencia en los acontecimien-
tos y decisiones, menciona a la religión y, específicamente, se detiene en el papel
que juegan organizaciones como el Opus Dei y los Legionarios de Cristo.
Otros factores que discute están, el desprecio de los tecnócratas a la política, la
ingenuidad neoliberal hacia los grandes poderes, y la actitud acomplejada frente
al poder, ya sea por temores reverenciales o por juicio ético antipoder, como si
fuera fuente de perdición. Esto contamina el debate en forma repetida lo que
entraba la toma de decisiones.
Cabe mencionar, finalmente, algunos puntos que discute referente al surgi-
miento de una nueva cultura del trabajo y del empleo en el mundo, establecien-
do tendencias en lo económico y lo social. El desempleo, la inestabilidad básica,
la desigualdad que acosa a los sectores medios y marginales, los valores en juego.
Todo esto pone en tensión al mundo político en especial que debe buscar un
modelo de convivencia que busque soluciones efectivas a estos aspectos.
El autor evitó usar tecnicismos que obscurecen este tipo de debates lo que
hace que la lectura fluya con mayor facilidad a pesar de los temas que incluye.

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