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Revista de Sociología Universidad de Chile - Barozet y Otros
Revista de Sociología Universidad de Chile - Barozet y Otros
TAA DE SOCIOLOGÍA
ISSN 0716-632X Nº 20 • 2006
69 El valor histórico del pituto: clase media, integración y diferenciación social en Chile
EMMANUELLE BAROZET
SECCIÓN III
Reseñas bibliográficas
3
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
Director de la Revista
Rodrigo Baño
Coordinación de la edición
Omar Aguilar, Rodrigo Baño, Rodrigo Figueroa,
Carlos Ruiz, Hernán Villablanca
Consejo Editorial
Fernando Calderón (PNUD, Bolivia)
Francisco Delich (Universidad de Córdoba, Argentina)
Rolando Franco (Flacso, Chile)
Manuel Garretón (Universidad de Chile)
Pablo González Casanova (UNAM, México)
Elizabeth Jelin (Universidad de Buenos Aires, Argentina)
Franz Hinckelammert (Depto. Ecuménico de Investigación, Costa Rica)
Gabriel Salazar (Universidad Arcis)
René Mayorga (Colegio de México)
Tomás Moulian (Universidad Arcis)
Alejandro Portes (Cepal, Chile)
Domingo Rivarola (Universidad Nacional de Asunción, Paraguay)
Heintz Sonntag (Universidad Central de Caracas,Venezuela)
María Tarrés (Colegio de México)
Edelberto Torres Rivas (Universidad Rafael Landívar, Guatemala)
Goran Therborn (Universidad Upsala, Suecia)
Alain Touraine (École des Hautes Etudes en Sciencies Sociales, Francia)
Raúl Urzúa (INAP, Universidad de Chile)
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SECCIÓN I • TEMA CENTRAL
Clases sociales y estratificación
en Chile actual
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REVISTA DE SOCIOLOGÍA 20 (2006) • issn 0716-632x • 7-13
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile
RODRIGO BAÑO
Como se sabe desde antiguo, el problema más importante que enfrenta la socio-
logía es saber qué es la sociología. Muchas y largas han sido las discusiones al
respecto y es muy posible que el lector recuerde algunas de esas discusiones,
como aquella de si es ciencia o no es ciencia y, si lo es, de qué tipo de ciencia se
trata. Si el lector es más sofisticado, tendrá también en la memoria las considera-
ciones acerca del especial objeto de lo que se denominaba ciencias del espíritu
y de las complejidades de su metodología de estudio, todo lo cual se asumía
como diverso de las ciencias de la naturaleza. Si este lector sofisticado estudió
alguna vez sociología, tendrá también presente los grandes teóricos y las grandes
teorías y hasta habrá sonreído con piedad ante la propuesta de elaborar teorías
de alcance medio. El conocimiento sociológico se presentaba como un conoci-
miento reflexivo y la consideración de los hechos era el punto de arranque para
definir problemas sociológicos y la necesaria referencia para sustentar afirma-
ciones al respecto o sostener su plausibilidad.
Es interesante recordar estas cosas, porque permiten vislumbrar los cambios
que han venido produciéndose. Por una parte, hay mayores exigencias de rigu-
rosidad para sostener las afirmaciones que se hacen, pero, por otra parte, los
llamados estudios sociológicos tienden cada vez más a reducirse a aspectos muy
específicos y delimitados de problemas sociales, casi siempre ligados a las expec-
tativas de manipulación social. El estudio sociológico persigue así obtener un
conocimiento que sea útil para una aplicación determinada, trátese de una ma-
nipulación privada, como vender bienes y servicios, o trátese de una manipula-
ción pública, como evaluar y dirigir determinadas políticas públicas. Pareciera
que desde que alguien declaró el fin de los grandes relatos, ya resulta ridículo
elaborar un pensamiento crítico acerca de la sociedad o, más aún, resulta ridícu-
lo elaborar cualquier pensamiento acerca de la sociedad, puesto que la sociedad
misma ya ha sido dada por desaparecida.
Por cierto, no se trata aquí simplemente de lanzar lamentaciones nostálgicas
ni de descubrir que las cosas cambian. Eso está claro, para bien o para mal
cambian: ya no hay niños a pata pelada en las calles y ya las universidades son
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RODRIGO BAÑO • Presentación del tema
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RODRIGO BAÑO • Presentación del tema
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RODRIGO BAÑO • Presentación del tema
significado de esos cambios. Es posible observar que los trabajos sobre clases
sociales y estratificación que se presentan dan cuenta del estado de avance en
estas materias y permiten mantener abierto un tema central en una sociología
que se preocupa de la sociedad y que elabora sus consideraciones sobre la base
de información de hechos. En general, se trata de dar cuenta de las transforma-
ciones ocurridas en la estructura social fundamentalmente en términos de la
clasificación ocupacional y del tránsito que se produce entre diversas posiciones.
La estratificación de las ocupaciones contribuye a definir posiciones de clase en
el sentido de oportunidades de vida y la preocupación crítica está orientada
claramente en el sentido de problemas de equidad. La movilidad social ocupa así
un lugar destacado en estos análisis y aporta una información valiosa para la
comprensión del proceso social.
En todo caso, al terminar de leer estos estudios sobre clases sociales y estrati-
ficación social, siempre será conveniente volver a preguntarse sobre qué hace
que se planteen estos temas y qué hace que se planteen de la manera que se
plantean. Seguramente siempre será difícil saber qué es la sociología, pero una
sociología no puede existir si no considera con seriedad el hecho de que ella
también está condicionada socialmente.
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FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena
REVISTA DE SOCIOLOGÍA 20 (2006) • issn 0716-632x • 15-43
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile
FLORENCIA TORCHE
Instituto de Sociología, P. Universidad Católica de Chile1
::: RESUMEN
Este artículo construye empíricamente un esquema de clase para Chile y
analiza el régimen de movilidad intergeneracional en este país. El esque-
ma se basa en la noción Weberiana de clases y el análisis revela que la
estructura chilena de clase no está marcada por diferencias estructurales
del mercado laboral chileno, tales como la distinción entre sectores for-
mal-informal, y público-privado. Cuando el esquema chileno de clases se
usa para medir la movilidad intergeneracional, no se detectan diferencias
significativas respecto del esquema CASMIN, elaborado por Goldthorpe y
colaboradores. De hecho, el análisis define con mayor precisión tres resul-
tados previos obtenidos en base a la clasificación CASMIN. Primero, el
régimen chileno de movilidad es esencialmente dirigido por la distancia
jerárquica entre clases. Segundo, las barreras entre los sectores indepen-
diente y empleado, y entre no manual, manual y agrícola son secundarias.
Tercero, hay una alta clausura de la elite, especialmente en lo que refiera a
la movilidad descendente de distancia larga. Aparentemente, la estructura
de clase en Chile no es significativamente diferente a las del mundo
industrializado, a pesar de las diferencias en la composición y la regulación
institucional del mercado laboral.
PA L A B R A S C L AV E : clases, movilidad intergeneracional, mercado laboral
: : : A B S T R AC T
This paper builds up empirically a class scheme fit to Chile and analyzes
the pattern of cross generation mobility in the country, which is based on
the weberian notion of class. The analysis shows that the Chilean class
structure is not shaped by structural differentials in the national labor market,
such as the distinctions between formal and informal sectors, or private vs.
public. Using this class scheme for measuring cross generation mobility,
1
La autora agradece a Guillermo Wormald, Seymour Spilerman y Donald Treiman por
valiosos comentarios y sugerencias, y a Consuelo Araos por su excelente trabajo de traducción.
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
does not allow for significant differences with the CAMIN design, worked
out by Goldthorpe and associates.Actually, the analysis improves the focus
of three results previously obtained with the CAMIN classification. First,
the mobility pattern in the country mainly depends on the hierarchical
distance amongst classes; second, barriers between independent and
employed sectors, as well as manual, non-manual and agrarian sectors,
have a secondary importance; and third, there is a salient closure of the
elite, particularly as regards down, long distance mobility. It appears that
the class structure in Chile, does not significantly depart from those in the
industrialized world, in spite of differences in the composition and
institutional regulation of the labor market.
K E Y WO R D S : classes, cross generation mobility, labor market
Con un Gini de 57,1 Chile es el undécimo país más desigual del mundo (Na-
ciones Unidas, 2005). Esta alta desigualdad sugiere limitadas oportunidades de
movilidad intergeneracional, es decir, una fuerte asociación entre el origen so-
cial y la posición actual de las personas. El actual nivel de movilidad en Chile es
una pregunta empírica, que investigadores han empezado a responder reciente-
mente (Núñez y Risco, 2004; Torche y Wormald, 2004, Torche, 2005).2
Existen dos aproximaciones al estudio de la movilidad, dependiendo de cómo
se operacionalizan las posiciones desiguales en la estructura social entre las cua-
les las personas se mueven. La primera utiliza el ingreso como indicador de
posición social, y mide la asociación entre el ingreso de los padres y el de los
hijos a través de la elasticidad o correlación intergeneracional (Núñez y Risco,
2004). La segunda construye estratos ocupacionales o clases y mide la asociación
intergeneracional en una tabla de clasificación cruzada entre clases de origen y
destino. Ambas perspectivas tienen ventajas y desventajas. La perspectiva de de
ingresos reduce todas las dimensiones de diferenciación social a una escala
unidimensional. De este modo, por ejemplo, comerciantes ambulantes urbanos,
trabajadores agrícolas y trabajadores manuales no calificados serán clasificados
como equivalentes porque ganan el mismo ingreso, aunque hayan diferencias
substanciales en el tipo de recursos de mercado que controlan, y por lo tanto, en
los determinantes de sus condiciones de vida. La perspectiva de estratos ocupa-
cionales, en tanto, reduce una gran cantidad de ocupaciones a un número pe-
queño de clases (no más de 12). Esta estrategia puede ser ciega a importantes
fuentes de movilidad si los estratos son demasiado agregados, o puede producir
un nivel artificial de movilidad si diferencia estratos similares. Además, las clasi-
ficaciones de estratos o clases que se usan en el análisis de la movilidad han sido
formuladas en y para países industrializados. Nada garantiza que estas clasifica-
ciones sean aplicables al contexto chileno, y que capturen adecuadamente las
principales fuentes de diferenciación social en Chile.
2
Existen excelentes estudios previos de la movilidad intergeneracional en Chile (ver
Raczynski, 1970). Sin embargo, estos estudios utilizaron datos solamente de la ciudad de
Santiago (Hamuy, 1961).
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FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena
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3
The designers of the CASMIN schema did not provide a standard algorithm to generate
the class categories from detailed data. However, it was produced by other researchers
(Ganzeboom et al., 1989; Ganzeboom y Treiman, 1996).
18
FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena
clase.Weber define las clases sociales (en contraste con clases meramente econó-
micas) como categorías que comparten similares recursos de mercado como
determinantes de oportunidades de vida; y entiende oportunidades de vida en una doble
dimensión: como niveles de bienestar económico y como patrones de movilidad. Como
Weber indica, las clases sociales son conformadas por «la totalidad de situaciones
de clase entre los que la movilidad individual e intergeneracional es común y
típica» (Weber, 1978: 302-5; 926-32; Giddens, 1973). Una clase social en senti-
do Weberiano será entonces un grupo que se reproduce a través del tiempo a
través de herencia ocupacional, y cuyos integrantes comparten niveles de bien-
estar económico similares.
Así, la definición weberiana de clase vincula las posiciones en el mercado de
trabajo —grupos que comparten similares recursos de mercado— a la estructu-
ra social general, al grado en que estos grupos son asociados con diferentes
oportunidades de vida. Sin embargo, el esquema CASMIN en ningún momento
establece este vínculo en la construcción de clases, y menos aún lo evalúa empí-
ricamente. El esquema CASMIN no sólo no es weberiano, sino que no implica
ninguna noción teórica de clase (ver Pahl, 1993; Rose, 1993). Como Goldthorpe
y Marshall explícitamente señalan, el esquema CASMIN «no implica un compro-
miso con ninguna teoría particular, sino... provee un contexto en el cual dife-
rentes... teorías pueden ser formuladas y valoradas» (1992: 382).4 Por lo tanto, al
utilizar el esquema CASMIN, estamos distinguiendo grupos definidos por distin-
tas relaciones laborales, pero esto no se traduce necesariamente en posiciones
desiguales dentro de la estructura social más amplia, lo cual es la idea central de
la noción de clase social. La ausencia de un fundamento teórico para el esquema
CASMIN podría explicar por qué su validez ha sido sólo parcialmente confirma-
da (Evans, 1992; Evans y Mills, 1998; Rose y O’Reilly, 1997).
Una segunda limitación del esquema CASMIN es la insuficiencia de su no-
ción central de ‘relaciones laborales’ para dar cuenta de la división de clases
establecido. El concepto de ‘relaciones laborales’ distingue dos extremos de la
estructura de clase: profesionales y trabajadores manuales. Sin embargo, esta distin-
ción no describe la posición de las tres clases intermedias en la jerarquía —traba-
jadores no manuales de rutina de alto nivel y bajo nivel y supervisores de trabajo
manual—, las cuales comprenden más de un quinto de la estructura de clase en
la mayor parte de los países. Estas clases aparecen como categorías residuales,
vagamente definidas por una combinación en cantidades indeterminadas y va-
riables de características de relaciones de servicio y de contrato (Erikson y
Goldthorpe, 1993: 43-4).
De hecho, el esquema de clase CASMIN podría obtenerse sin la necesidad
4
En un intento por diferenciar su perspectiva del Marxismo, ellos indican lo que las clases
CASMIN no son —no están definidas por relaciones de conflicto que podrían llevar al cambio
social, no implican relaciones de explotación, nos son necesariamente fuente de conciencia
o acción de clase. Ellos insinúan que las clases están relacionadas con las oportunidades de
vida, pero no entregan una definición sustantiva de lo que significa propiamente ‘oportuni-
dades de vida’.
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FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena
E TAPA 1. CREA
APA CIÓN DE UNA CLASIFIC
REACIÓN CLASIFICAACIÓN OCUPACIONAL DET
OCUPA ALLAD
DETALLADA
ALLADA
PARA EL C ASO CHILENO
5
Proyecto de investigación número 1010474 aprobado en el concurso regular del año
2001; investigador principal: Guillermo Wormald.
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FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena
S EGUNDA ETAP
EGUNDA A. REDUCCIÓN DE LA CLASIFIC
APA CLASIFICAACIÓN OCUPACIONAL
OCUPA
DETALLAD
DETALLADA EN UN ESQ
ALLADA UEMA DE CLASE
ESQUEMA
6
La tercera tabla tiene la siguiente forma
(Hout 1983), donde X significa que las celdas X f12 f1. - f11 - f12
diagonales están bloqueadas, fn. son los margi- f21 X f2. - f21 - f22
f.1 - f11 - f21 f.2 - f21 - f22 X
nales de la fila y f.n los marginales de columna.
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FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena
7
Breiger (1981) propone un método alternativo para colapsar categorías ocupacionales
dentro de clases, inspirado en la misma noción de clases sociales como «la totalidad de
situaciones de clase en las cuales la movilidad individual y generacional es fácil y común»
(Weber, 1978, citado en Breiger, 1981: 579). Breiger define una clase social como un agrega-
do de categorías ocupacionales de modo que los destinos son independientes de los orígenes
dentro de sub-tablas definidas por la intersección de tales clases. Sin embargo, el criterio de
Breiger no es adecuado. El criterio de Goodman requiere que en el test de fila los odds del
origen i versus el origen i’ sean constantes para todos los destinos, excepto para (j=i= y (j=i’),
y para el test de columna requiere que los odds del destino j versus j’ sean constantes para
todos los orígenes, excepto para (i=j) e (i=j’). En cambio, el criterio de Breiger otorga
espacio para una variación sustancial en tales odds, y sólo requiere que los odds sean constan-
tes dentro de la intersección de clases. Así, los odds no pueden diferir al interior de cada clase
creada, pero pueden diferir significativamente a través de las clases (Hout 1983). Como
consecuencia, el método de Breiger oculta parte de la asociación en la tabla original que
transforma los odds de clase a clase.
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
L2 L2 L2 L2
Tabla Tabla
Clases colapsadas Tabla Fila g.l.
columna
g.l. Diagonal g.l. Total Total g.l. p
1+2 (Empleados
20,3 21 45,1 27 0,100 1 65,55 49 0,057
profesionales)
4+5 (Gerentes 1 y 2) 12,1 9 25,4 18 0,770 1 38,28 28 0,093
15+16 (Supervisores no
30,2 25 22,0 26 0,020 1 52,21 52 0,466
manuales)
7+8 (No manuales calificados) 24,74 22 27,4 24 0,070 1 52,21 47 0,279
10+11 (No manuales no
26,6 24 27,3 23 5,680 1 59,61 48 0,121
calificados)
12+23 (Empleadores) 36,52 26 22,42 26 4,660 1 63,60 53 0,151
13+14 (Autoempleados no
31,02 26 2,01 13 0,110 1 33,14 40 0,770
manuales)
24+25 (Independientes
26,4 26 26,8 24 0,740 1 53,88 51 0,365
manuales)
26+27 (Supervisores
18,4 26 35,8 25 0,830 1 54,98 52 0,362
manuales)
17+18 (Manuales calificados) 42,2 26 13,3 24 0,010 1 55,50 51 0,309
19+20 (Manuales
20,2 24 15,3 24 2,470 1 38,04 49 0,872
semicalificados)
(1+2)+3 Profesionales de
18,4 14 8,2 16 0,440 1 27,01 31 0,672
alto nivel
(4+5)+6 Profesionales de
20,9 13 19,8 16 1,880 1 42,53 30 0,064
bajo nivel
(7+8)+9 Servicios de alto
9,61 14 19,96 16 4,890 1 34,46 31 0,306
nivel
(13+14)+(24+25)
16,94 16 18,61 16 0,170 1 35,72 33 0,342
Autoempleados
(17+18)+(19+20) Manual
15,5 16 27,6 14 0,170 1 43,35 31 0,069
calificado y Semicalificado
(1+2+3)+(4+5+6)
4,6 11 11,6 11 0,920 1 17,20 23 0,799
Profesionales
26
FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena
Además, algunas de las clases son muy pequeñas en tamaño —por ejemplo, la
clase de Empleadores y Gerentes Agrícolas (1 por ciento de la fuerza de trabajo),
y la clase de independientes agrícolas (1,5 por ciento). Esto no sólo crea el
problema práctico de un gran número de celdas con valor cero en la tabla de
movilidad, sino que también distingue clases que, aunque tengan patrones de
movilidad únicos, representan una porción insignificante de la fuerza de trabajo
chilena.
Por lo tanto, se utilizara la segunda dimensión de ‘oportunidades de vida’
distinguida por Weber, es decir, niveles de bienestar económico, para reducir
aún más el esquema de clase, implementando un criterio de ‘homogeneidad de
bienestar’. El nivel de bienestar económico se mide a través del estatus
socioeconómico agregado para cada clase. Dicho estatus se obtiene a partir de
un análisis factorial que incluye escolaridad, ingresos y un conjunto de indicadores
de consumo (ver Torche, 2003). El criterio de ‘homogeneidad de bienestar’
colapsará un par de clases si sus puntajes de bienestar no son significativamente
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
Estatus Socioeconomico
2
1.5
0.5
-0.5
-1
Prof esional Empleador No Manual No Manual Indep. Superv. Manual Calif. Manual No Trab. Agric.
Calif. No Calif. Manual Calif.
11.4% 6.9% 13.2% 6.7% 19.4% 8.1% 16.4% 10.4% 7.5%
8
Debido a que la varianza del índice de bienestar no es homogénea a través de categorías
ocupacionales (Levene test=34.0 p<.001), se utilizo el test Tamhane’s T2 para comparar el
nivel de bienestar entre clases.
28
FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena
9
Sin embargo, la informalidad no puede ser analogada con pobreza. Como ha sido admi-
tido por la OIT, el sector informal es diverso e integrado a varios niveles del sector formal
(Infante y Klein, 1995; Márquez, 1994).
29
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
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Bajo esta versión, la informalidad incluye, pero no se reduce a,‘actividades de sobrevivencia’
de producción de subsistencia directa o comercialización de escala simple (destacado por la
perspectiva de la OIT). También incluye «explotación por dependencia», en la forma de
subcontratación y la contratación irregular tanto en empresas formales como estrategias de
reducción de costos, como también en un pequeño número de empresas pequeñas
exitosamente orientadas a la acumulación de capital, las cuales toman ventaja de las redes de
sociabilidad y del salto de las regulaciones formales para lograr mayor flexibilidad y menores
costos (Portes et al., 1989).
30
FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena
tuye ilegalidad sancionable (Portes, 1994). En virtud de que las dos definiciones
de informalidad —de la OIT basada en tamaño de la empresa y categoría ocupa-
cional y de regulación—se superponen para una porción sustancial de emplea-
dos en América Latina, la definición de la OIT se ha convertido en el estándar,
incluso para la ‘perspectiva de la regulación’ (Portes and Hoffman 2002; Portes
and Haller 2002,Tabla 1). Por lo tanto, este análisis usara la definición de la OIT.
31
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
11
La investigación empírica previa sobre segmentación del mercado laboral en Chile es
escasa. Los pocos intentos tienden a sostener la tesis del dualismo, pero resultan inconclusivas
sobre sus fuentes (Basch y Paredes, 1996; Paredes, Romaguera y Uthoff, 1987; pero véase
Corbo y Stelcner, 1983, para resultados que rechazan el dualismo).
32
FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena
12
Uso la distinción entre centro y periferia propuesta por Beck et al., (1978). Existen
clasificaciones alternativas (Bibb y Form, 1977; Hodson, 1978), pero las diferencias entre
ellas son mínimas. De hecho, yo testeé el modelo con cada una de ellas y encontré que los
resultados eran robustos para la distinción centro-periferia.
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
jadores tienen menores niveles de escolaridad y tienen una más alta representa-
ción en la periferia industrial. Las columnas 3-4 de la tabla 5 muestran las di-
ferencias entre empleados públicos y privados, evidenciando importantes ventajas
para el sector público. Los empleados públicos ganan, en promedio, cincuenta por
ciento más que los empleados privados, tienen menos probabilidad de ser pobres,
tienen logros educacionales más altos y se concentran en el centro industrial.
34
FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena
El modelo 1 indica que todas las variables de capital humano son significativas y
tienen el signo esperado. Los retornos de la educación varían significativamente
a través de los niveles (test F = 463.9 p < .001). La tasa de retorno de un año
adicional de escolaridad es 4% para el nivel de primaria, aumentando a 10%
para el nivel de secundaria, y a 21% a nivel terciario. Los retornos del mercado
laboral aumentan con la experiencia laboral, pero a una tasa decreciente. El
coeficiente negativo en las horas mensuales trabajadas sugiere la disminución de
los retornos del incremento marginal en horas trabajadas. El análisis también
revela que la pertenencia a la periferia industrial se asocia con menores ingresos
del mercado laboral.
El foco de este análisis es si los retornos de aquellos que se encuentran en el
sector informal son menores, dados similares de capital humano observado. La
respuesta es afirmativa: la pertenencia al sector informal se asocia con menores
ingresos. Por ejemplo, el modelo predice que un empleado formal ‘promedio’,13
verá reducidos sus ingresos en un 21 por ciento (de $ 202,644 a $ 160,846 pesos
al mes) si se trasladara al sector informal, manteniendo intactas todas sus caracte-
rísticas de capital humano.14 Así, este análisis sugiere que la distinción informal/
formal es una importante fuente de segmentación del mercado laboral entre
empleados chilenos, pudiendo constituir una fuente de diferenciación de clase.
13
Con todos los predictores constantes en su media.
14
Esto supone que los retornos en capital humano son homogéneos a través de los sectores.
35
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
La tabla 7 muestra que los sectores formal e informal de todas las clases
pueden ser colapsados a un nivel de significancia estadística de < .05. En otras
palabras, la distinción formal-informal no es una fuente de diferencias en patro-
15
Vale enfatizar que el modelo no incluye determinantes no observados de ingresos, entre
ellos, habilidad y calidad de la escuela (Griliches, 1977; Behrman y Birdsall, 1983). La omi-
sión de estas variables puede sesgar la medición del efecto de las variables de capital humano
incluidas. A priori, la dirección del sesgo es desconocida (Glewwe, 1996). El cálculo promedio
del ‘sesgo de habilidad’ usando datos de tests de inteligencia ha sido cercano al 8%. Sin embargo,
estudios más recientes en gemelos sugieren que el sesgo en la estimación de la tasa de retorno
es menor: sólo alrededor de un 3% (Berndt, 1991). Otra fuente posible de sesgo es la endogeneidad
de la escolaridad y los ingresos. Estudios empíricos para el caso chileno han mostrado que
éste es pequeño y que no afecta la estimación de los parámetros (Rodríguez, 2000).
36
FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
Independiente
No manual no
Profesional
Supervisor
Empleador
No manual
Manual no
calificado
calificado
calificado
calificado
Agrícola
Manual
manual
1. Profesional 1 3 2 6 5 5 6 7 7
2. No manual
1 2 3 4 4 5 5 6 6
calificado
4. Empleador 3 3 1 4 4 3 4 5 4
3. No manual no
5 3 5 2 3 3 4 3 4
calificado
5. Independiente 4 3 4 3 2 3 4 5 4
6. Supervisor
4 3 4 3 4 2 3 5 6
manual
7. Manual
5 4 4 3 3 5 3 3 4
calificado
8. Manual no
6 4 4 3 4 5 3 2 4
calificado
9. Agrícola 6 5 4 3 3 4 4 2 1
otro, es el mismo (tal como lo indica el valor 7 del parámetro de nivel). Esta gran
desafinidad es consistente con el ranking de estatus similar de la clase manual no
calificada y agrícola, a pesar las diferencias sectorial entre ellas. Un tercer ejem-
plo se encuentra en el alto nivel de fluidez entre clases en el medio de la jerar-
quía de estatus, las cuales muestran un puntaje de estatus muy similar —inde-
pendientes, no manuales no calificados y supervisores manuales— a pesar de las
barreras sectoriales entre ellas.
El análisis destaca también la asimetría en la movilidad de distancia larga de la
clase profesional. La barrera que previene la movilidad descendente desde la
clase profesional hacia las clases inferiores (trabajadores agrícolas, manual y no
manual no calificadas) es mucho más grande que la barrera que previene la
movilidad ascendente de distancia larga desde estas clases. Es decir, es mucho
más fácil para los chilenos ubicados en las posiciones inferiores de la jerarquía de
estatus moverse hacia arriba, que para aquellos que ocupan las posiciones más
altas moverse hacia abajo. Pertenecer a la elite en Chile aparece como un efec-
tivo seguro intergeneracional que previene la perdida de estatus.
En suma, el análisis que surge de la utilización de un esquema chileno de
38
FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena
Conclusiones
Este artículo construye empíricamente un esquema de clase para Chile y anali-
za el régimen de movilidad intergeneracional en Chile usando este esquema. El
esquema se basa en la noción weberiana de clases: grupos que comparten recur-
sos de mercado como determinantes de sus oportunidades de vida, doblemente
entendidas como niveles de bienestar económico y patrones de movilidad.
En análisis revela que la estructura chilena de clase no está marcada por
diferencias estructurales del el mercado laboral chileno, tales como la distinción
entre sectores formal-informal, y público-privado. Aunque la distinción formal-
informal afecta fuertemente los ingresos del mercado de trabajo para personas
con similar capital humano, no constituye una fuente de patrones de movilidad
intergeneracional diferentes.
Cuando el esquema chileno de clases se usa para medir la movilidad
intergeneracional, no se detectan diferencias significativas respecto del esquema
CASMIN. De hecho, el análisis define con mayor precisión tres resultados previos
obtenidos en base a la clasificación CASMIN. Primero, el régimen chileno de
movilidad es esencialmente dirigido por la distancia jerárquica entre clases. Se-
gundo, las barreras sectoriales sectoriales --entre los sectores independiente y
empleado, y entre no manual, manual y agrícola— son secundarios.Tercero, hay
una alta clausura de la elite, especialmente en lo que refiera a la movilidad
descendente de distancia larga.
A pesar de estar diseñado para el mundo industrializado, y de basarse en una
vaga distinción entre ‘relaciones de empleo’ el esquema CASMIN tiene alta
aplicabilidad para el caso Chileno. Aparentemente, la estructura de clase en Chile
no es significativamente diferente a las del mundo industrializado, a pesar de las
diferencias en la composición y la regulación institucional del mercado laboral.
La aplicabilidad del esquema CASMIN a otros países Latinoamericanos y en de-
sarrollo es una pregunta empírica que se beneficiaria con un análisis empírico
similar al presentado en este artículo.
Refer encias
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FLORENCIA TORCHE • Una clasificación de clases para la sociedad chilena
43
RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social
REVISTA DE SOCIOLOGÍA 20 (2006) • issn 0716-632x • 45-68
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile
RAÚL ATRIA
Director del Departamento de Sociología de la Universidad de Chile
::: RESUMEN
El objeto de este trabajo es contribuir al entendimiento de la relación que
sería posible anotar entre el crecimiento económico sostenido por el cual
atraviesa un país en una fase expansiva de su economía y los cambios
intergeneracionales que ese crecimiento podría estar produciendo en el
perfil de la estratificación social y la movilidad. Dentro de este tema gene-
ral que está cobrando renovada importancia en el campo de los estudios
de la estructura social y su dinámica, el foco empírico específico de este
trabajo está en el caso de Chile.
PA L A B R A S C L AAVV E : estratificación social, movilidad, categorías ocupa-
cionales.
: : : A B S T R AC T
The purpose of this paper is to make a contribution to the understanding
of the relationship that would be possible to establish between sustained
economic growth, enjoyed by a country during an expansive stage of its
economy, and the cross generational changes the such a growth process
could produce in the profile of social stratification and mobility. Within
this general subject which is presently gaining renewed importance in the
field of social structure studies, the empirical reference is located in the
case of Chile.
K E Y W O R D S : social stratification, mobility, occupational categories.
Consideraciones sobr
sobree el cr ecimiento ag
crecimiento agrr egado
y la dinámica de la estratificación social
En los procesos de modernización orientados por modelos de acumulación
basados en economías abiertas, con competencia mercantil y liderazgo del sec-
tor privado, suelen producirse fases o ciclos de considerable crecimiento que se
mantienen por un lapso de duración suficiente para producir efectos en la es-
45
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
46
RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social
han sido distribuidos de manera muy dispareja e Irlanda sigue siendo una socie-
dad traspasada por serias desigualdades sociales» (Hardiman, Niamh y Whelan,
Crotty, 2002). De una u otra forma el problema es siempre el mismo y tiene
que ver con la paradoja del crecimiento: crece el todo, pero no crecen todos.
Acer ca de la estr
Acerca uctura social de Chile hacia fines de los 80
estructura
¿Cómo era la paradoja del crecimiento en Chile hacia comienzos de los 90? Se
puede intentar una descripción cualitativa de la estructura social hacia fines de
la década de los 80, en la antesala de la transición hacia la democratización del
sistema político. Para ello, es posible identificar ciertas situaciones típicas en las
cuales se encontraban los grupos sociales frente al acelerado proceso de cambios
políticos, sociales y económicos de la sociedad chilena desde el golpe militar de
1973. Estas situaciones no pretenden ser una tipificación acuciosa de las catego-
rías o grandes conglomerados sociales en que se distribuía la población del país.
Es un intento por identificar cursos de acción que sí fueron típicos de los gru-
pos sociales en relación con la situación en que ellos recibieron el impacto de los cambios
que provenían del cambio del modelo de acumulación en el país.
Esas situaciones se pueden caracterizar desde el punto de vista del impacto
que produjo en la trama social el acelerado proceso de modernización
neocapitalista dirigido e impuesto desde arriba, con un sistema político formal-
mente clausurado y con un régimen autoritario. Mirando la sociedad chilena
desde ese prisma y en esa época, se puede intentar la siguiente caracterización:
Grupos
a) Gr proceso
upos beneficiados por el proceso, ubicados no sólo en la cúspide de la estra-
oceso
tificación social, dado que algunos beneficios alcanzaron a otros niveles por
medio de mecanismos de chorreo altamente selectivos y segmentados. Se trata,
en síntesis, de grupos «de punta» para quienes el proceso implicó una expansión
directa y significativa de oportunidades de éxito, que no se encontraban sola-
mente en los estratos más altos, aunque hayan tendido a estar allí concentrados.
Se encontraban en esta situación los sectores empresariales y «grupos econó-
micos» ligados a las firmas medianas y grandes que pudieron acceder, ventajosa-
mente y en los momentos propicios, a la apertura del mercado financiero y a las
operaciones de transferencia y licitación de activos del sector público al sector
privado, con lo cual lograron consolidar posiciones en un mercado doméstico
que por lo general tendía a ser oligopólico. Hay que incluir también a aquellos
empresarios que pudieron efectuar, en el momento propicio, las transformacio-
nes y readecuaciones tecnológicas, relativamente poco complejas, pero necesa-
rias para acceder a los segmentos «de punta» de los mercados productivos, espe-
cialmente aquellos orientados a la exportación.
Otros grupos incluidos en esta situación beneficiaria del proceso modernizante
autoritario comprendían a aquellos empresarios grandes y diversificados que
contaron, en la coyuntura propicia, con los canales de acceso a capitales exter-
nos y a la información estratégica de mercados, necesarios para desarrollar nue-
vas actividades directamente vinculadas con la apertura de la economía al exte-
47
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
48
RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social
gran sector de aquel otro grupo que «recuperaba» prestigio, que fue la clase alta
tradicional, la cual, además estaba socialmente familiarizada con el ejercicio del
poder.
49
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
50
RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social
anterioridad, que liquidó el latifundio y que por ese mismo hecho produjo la
transformación social quizás de mayor envergadura del Chile moderno. Jibarizada
la estructura cooperativa que emergió en el medio rural como institución de
reemplazo, por la acción deliberada de un Estado autoritario al que el campesi-
no simplemente no tenía acceso, se completó el proceso de desaparición del
campesinado. La agricultura organizada en términos de empresas capitalistas
para la cual la tierra no es objeto de arraigo, ni fuente de identificación de un
modo de vida hizo irreversible este proceso de obsolescencia social.
Así, no sería aventurado sostener que un lapso que cubre posiblemente dos
generaciones cuando más, terminó por casi esfumarse de la escena del mundo
rural chileno una categoría social completa. Esto se dice aquí, no para llamar a la
nostalgia sino para sostener una afirmación netamente empírica. Por otra parte,
es plenamente plausible sostener que el mismo proceso se dio, y se está dando
en el presente, respecto de los pescadores artesanales; los pobladores de las cale-
tas que cada vez son más un «recurso turístico» que una estructura productiva
socialmente significativa. El factor de obsolescencia aquí estuvo representado
por la moderna industria de captura y procesamiento de la pesca, que escasa-
mente deja espacio para la actividad artesanal.
La otra vertiente de discriminación, aparte de la obsolescencia tecnológica-
mente provocada, provino de la sencilla pero tan debatida imperfección del
mercado para insertar dignamente a los trabajadores en la estructura productiva,
si es que ese trabajador no es suficientemente escaso. El mundo enorme de los
pobladores, incrementado por las apreciables magnitudes de allegados, ya confor-
maba, hacia fines de los 80, una vasta población de trabajadores sobreabundantes.
Mano de obra barata como recurso ilimitado: fenómeno que remite de lleno al
centro del subdesarrollo.
Por cierto, esta afirmación no se refiere a que de pronto haya habido en
ciertos rubros ocupacionales una demanda real de mano de obra que no pudo
ser satisfecha, fenómeno que puede asociarse a los llamados «polos» de desarro-
llo. Pero eso no disminuye para nada la realidad gruesa de las categorías que
conforman el grupo de los pobladores para los cuales el chorreo de «pegas» o
plazas de trabajo sencillamente no llegó. En esta realidad poblacional, que es un
mundo fuertemente marcado por jóvenes, se encuentra la raíz de la otra discri-
minación; de la que no es tecnológica sino social. Aquí radica la base de la
afirmación que muchos analistas hicieron, con razón, en el sentido de que la
modernización autoritaria produjo en esos años un país con dos caras.
51
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
Obser
Observv aciones sobr
sobree la «estabilización» de la estr uctura social
estructura
en la ffase v anzada del ciclo de cr
ase aav ecimiento
crecimiento
Contra el telón de fondo descrito anteriormente, que delinea las principales
tendencias y tensiones de los cambios en la estructura social del país hacia me-
diados de la década de los 80, es extremadamente interesante y revelador exami-
nar los datos empíricos más actualizados disponibles que permitan observar qué
ha pasado con el perfil general de la estratificación social en Chile, después de
transcurrido el período de sostenido crecimiento económico que se extiende
aproximadamente desde esos años iniciales hasta los últimos años de la década
de los 90. En tal sentido, es necesario destacar que los investigadores Guillermo
Wormald y Florencia Torche, del Instituto de Sociología de la Pontificia Uni-
versidad Católica de Chile han realizado el estudio más reciente, sobre la base
de datos primarios recogidos con una encuesta de alcance nacional, acerca de la
estratificación ocupacional en Chile.2
1
Véase sobre este punto: Cepal, La brecha de la equidad, Santiago, 1997, pág. 198, recuadro
VII.3.
2
La encuesta fue levantada por la Dirección de Estudios Sociológicos de la mencionada
Universidad, entre los meses de abril y junio del año 2001 y se aplicó a 3.544 encuestados
jefes de hogar varones, con una edad entre 24 y 69 años. El diseño muestral fue mulietápico,
estratificado. La primera etapa permitió seleccionar 87 comunas (de un total de 335, exclu-
yendo la situadas en las regiones XI y XII del extremo meridional del país por sus dificultades
de acceso físico).
52
RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social
3
Algunas de las obras más significativas de este grupo son Erikson y Goldthorpe (1993),
Goldthorpe y Hope (1974) y Goldthorpe y Payne (1987).
53
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
Hallazgos rrelati
elati
elativvos a estratificación y acceso a opor tunidades
oportunidades
De acuerdo a los autores que se comentan, «todo sistema de estratificación
puede ser visto como una estructura de oportunidades de integración social o
como una distribución de oportunidades para el acceso a bienes escasos y posi-
ciones socialmente valoradas». La idea central que orienta su estudio es que el
modelo de acumulación y desarrollo impulsado en el país ha producido trans-
formaciones importantes en la estructura de oportunidades y en las formas de
acceso a ellas (Wormald y Torche: 17-8).
Wormald y Torche examinan el acceso a la estructura de oportunidades a
través de dos vías principales, que son la inserción laboral y la formación del capital
(stock) educativo de las personas.
La inserción laboral en el ámbito urbano es consistentemente mejor que la
que se da en el ámbito rural, tanto por el nivel de remuneraciones obtenidas
como por la calidad de los puestos de trabajo. La transformación productiva
generada por el modelo de acumulación y crecimiento que impera en el país en
las últimas décadas, favorece claramente al sector servicios pero con un fuerte
acento en los servicios financieros y a las empresas.
En general los datos de diversos estudios sobre los cambios en la estructura
social chilena a los que Wormald y Torche aluden al comienzo de su trabajo,
muestran un aumento de la proporción de trabajadores dependientes por sobre
los que trabajan por cuenta propia, lo cual mostraría una clara tendencia a la
terciarización del trabajo y la desobrerizacion del empleo. De allí, concluyen
Wormald y Torche, la relación asalariada tradicional que suponía un empleador,
un vínculo de subordinación, una dependencia estable y un trabajo
contractualizado, está perdiendo importancia en el conjunto de la fuerza de
trabajo dependiente. En cuanto al perfil general de la estratificación, se ha des-
tacado que en América Latina la tendencia observada durante los 90 ha sido a
una relativa contracción de los sectores medios, que en general no superan el
23% del total de ocupados de la región.Wormald y Torche señalan que sus datos
indican que en Chile se estaría en presencia de una expansión de los sectores
medios y medios altos, que suben de un 33,5% a un 367,2% en el período que
va desde 1980 a 1998.
Constatan asimismo, un aumento de la importancia relativa de la categoría
denominada «pequeña burguesía», compuesta de pequeños empresarios. Esto
sería una consecuencia de los procesos de privatización de los años 70 en ade-
lante que, al contraer el empleo estatal en un cuadro de escasa expansión de los
54
RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social
4
La expresión proviene de Alejandro Portes y es recogida por Wormald y Torche, pág. 13.
55
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
más altos niveles de educación, las probabilidades de que ello ocurra son
marcadamente menores que la de los hijos de padres con mayor educación. La
conclusión general que puede anotarse en este tema es que la expansión de las
oportunidades educacionales ha sido aprovechada de manera distinta por los
diversos segmentos sociales.
Rspecto de la variable educación en relación con los retornos monetarios
asociados, se ha constatado que la herencia educativa de los padres es un factor
que marca poderosamente esta diferencia a favor de quienes están en la parte
alta de la jerarquía social. No obstante, también se benefician quienes provienen
de hogares con niveles educativos inferiores, pues obtienen un claro retorno a
su inversión educativa. La situación más problemática esta en los segmentos
sociales no manuales de clase media, pues en este caso, la mejoría relativa en la
movilidad educacional respecto de los padres, no se traduce en igual mejoría del
ingreso.
Como consecuencia de todo su análisis del acceso a la estructura de oportu-
nidades, vía trabajo y educación, los autores concluyen que el sistema de estra-
tificación y el acceso a la estructura de oportunidades que la acompaña, han
experimentado cambios importantes en los dos extremos de la estructura social,
acorde con la transformación de la estructura productiva del país.
A propósito de esta conclusión general, es apropiado volver sobre las catego-
rías empleadas por Wormald y Torche en su estudio, las que resultan de la adap-
tación del esquema de Goldthorpe y asociados. Como se vio más arriba, una de
las adaptaciones que hacen los autores a dicho esquema consiste en una agrupa-
ción de las dos categorías superiores de los investigadores ingleses, con lo cual, la
categoría agregada resultante, «la clase de servicio» se hace internamente muy
heterogénea. Habría por tanto una diferenciación acentuada en ese segmento,
que es simplemente construida por el proceso de agregación. En ese predica-
mento, es difícil imaginar una conclusión diferente en el sentido de que habría
habido un dinamismo en la absorción de nuevos miembros en la clase de servi-
cio y que, dada esa mayor heterogeneidad interna, habría habido un componen-
te de clase debilitado.
En otras palabras, sería preciso aclarar bien si esos dos rasgos, a saber apertura
dinámica de la clase de servicios y debilitamiento del factor clasista, no estarían
siendo influenciados o condicionados por la arquitectura de las categorías de
estratificación. El esquema original de Goldthorpe, que es más desagregado en
la cúspide, permite sortear mejor el posible efecto de la heterogeneidad interna
de la clase de servicio que es el resultado de la agregación.
En todo caso, mas allá de estas consideraciones sobre el grado de apertura de
la estructura social en su cúspide y en su base y de la mayor o menor heteroge-
neidad interna de los segmentos sociales, la expansión intermedia en el perfil de
la estratificación social estaría indicando que el crecimiento económico sosteni-
do durante el lapso que va desde mediados de los años 80 hasta fines de los 90
habría consolidado las profundas transformaciones y atenuado las tensiones que
se observaban al inicio del ciclo expansivo como se anotaba en la sección prece-
dente de este trabajo. Esto estaría indicando que uno de los efectos mas notorios
56
RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social
elati
Hallazgos rrelati
elativvos a patr ones de mo
patrones vilidad social
movilidad
Para el examen de la movilidad social, es especialmente interesante el análisis de
los cambios intergeneracionales que hacen Wormald y Torche comparando los
flujos de salida y de entrada en la matriz ocupacional de padres e hijos. Cruzan-
do las 8 categorías ocupacionales utilizadas en su estudio de modo que en el eje
horizontal de la matriz están los datos de la distribución de los hijos y en el eje
vertical la distribución de los padres, se obtiene una matriz cuya diagonal prin-
cipal muestra la ausencia de movilidad intergeneracional, en tanto que la sec-
ción inferior izquierda muestra movilidad ascendente y la sección superior de-
recha indica movilidad descendente (Wormald y Torche, Tabla 1, pág. 30 y Tabla
4, pág. 39). El resultado que se obtiene, y que hemos pensado apropiado adaptar
y resumir a continuación, destacando sólo las cifras mayores de los casilleros de
cada columna, es la siguiente matriz:
Propietario
Trabajador
Manual no
burguesía
Rutina no
calificado
calificado
Pequeña
agrícola
agrícola
manual
Manual
Hijos
Padres Total
190 23 28
Servicios alta 336
31,5 18,1 15,6
Pequeña 26
129
burguesía 20,5
Rutina no 11
151
manual 6,1
83 29 99 65 110 14
Independiente 423
13,8 16,1 19,2 11,4 12,9 15,7
Manual 69 86 150 6 22
518
calificado 11,4 16,7 26,2 17,5 6,7 11,3
Manual no 91 23 42 116 138 219 34
668
calificado 15,1 18,1 23,3 22,5 24,1 25,7 17,5
Propietario 64 75 78 125 37 37
441
agrícola 10,6 14,5 13,6 14,7 41,6 19,1
Trabajador 17 69 83 151 20 86
466
agrícola 13,4 13,4 14,5 17,7 22,5 44,3
603 127 180 516 572 851 89 194
Total 3132
100 100 100 100 100 100 100 100
57
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
58
RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social
Aparte de estos bloques, hay casos más específicos de movilidad que caracte-
rizan a un segmento muy diferenciado dentro de la matriz. Entre estas trayecto-
rias ascendentes está el caso, por ejemplo de un 18,1% de la pequeña burguesía
cuyo origen esta en la categoría manual no calificada y un 13,4% de la misma
pequeña burguesía que se origina en los trabajadores agrícolas. Entre las trayec-
torias descendentes se observa el caso de la clase de servicio de los padres donde
se origina el 18,1% de la pequeña burguesía, los padres ocupados independien-
tes que dan origen a un 15,7% de los pequeños propietarios y los padres que
tuvieron ocupaciones de la clase de servicio cuyos hijos descienden a ocupacio-
nes de rutina no manual. En resumen, la pequeña burguesía se comporta como
categoría relativamente dinámica (o inestable) de destino de trayectorias singu-
lares y específicas ascendentes y descendentes y nuevamente aparece con bas-
tante nitidez, los factores de calificación y empresarización del empleo.
Además de la constatación de la brecha intergeneracional de la calificación
con empresarización, otra importante observación que se extrae de la matriz y
que los autores destacan en su análisis del caso chileno, es que las trayectorias de
movilidad ascendente son de corto alcance. Se asciende principalmente a categorías
ocupacionales contiguas en la escala. Si hubiera que traducir este proceso en
palabras de un buen consejo paterno, sería algo así como: «Hijo, te va ir bien en tu
vida... siempre que no aspires a mucho».
Las oportunidades de movilidad entre las clases de rutina no manual (clase
de servicios baja), independientes y clases manuales son relativamente abiertas y
fluidas, porque en ellas los niveles de ingreso y educación son bastante similares,
pero al mismo tiempo, es digno de destacarse el alto grado de apertura que tiene
la clase de servicios alta. Esto puede deberse, como se ha señalado más arriba en
este trabajo, al hecho de que los investigadores hayan agregado en una sola clase
las dos categorías de la cúspide que están diferenciadas en la categorización
original de Goldthorpe. Es altamente probable que esta apertura relativa este
radicada en la parte inferior de la clase de servicios alta y que en la cumbre de la
estratificación haya un mucho mayor peso del factor herencia social.
De cualquier forma, es interesante que haya esta apertura en la parte superior
de la pirámide. Nuevamente, los autores señalan que esa apertura esta relacio-
nada con la inversión en la educación superior de los hijos. Esto es plenamen-
te compatible con el dato de la notable expansión de la matrícula en institu-
ciones de educación superior en Chile, entre los años 1985 y 2002. Cifras del
Ministerio de Educación, indican que en ese período la matrícula total (inclu-
yendo universidades, institutos profesionales y centros de formación técnica)
se expandió de 196.283 alumnos a 501.162 y que sólo en las universidades la
matrícula creció de 113.625 a 348.886 estudiantes en el mismo lapso (véase
www.mineduc.cl).
Este último cambio estaría asociado con el cambio de modelo económico
que habría provocado la desaparición y quiebra de las empresas que emergieron
en la fase más avanzada («difícil») de la sustitución de importaciones que de-
mandaban mano de obra más calificada. La influencia que tiene el origen social
en la clase social a la que se accede al entrar al mercado de trabajo (primera
59
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
6
Para una detallada exposición del proceso de descentralización del Estado en Chile, que
incluye temas de traspaso de atribuciones en materia de inversión pública y proyectos de
desarrollo, desconcentración financiera en el sector salud, descentralización de programas de
superación de la pobreza y el rol de las municipalidades en la educación pública, ver el
estudio de Raczynski y Serrano (compiladoras), Descentralización: nudos críticos, CIEPLAN, San-
tiago, 2001.
60
RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social
7
Véase MIDEPLAN e Instituto Nacional de Estadísticas, Panorama económico y social. Las
regiones de Chile 1990-1999, página 18.
61
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
familiar, o por el mejor acceso que tienen a una escolaridad prolongada dado el
capital cultural que ya posee el grupo familiar del cual provienen.
Sin desconocer el hecho general que mejor inserción laboral y mejor acceso
y permanencia en el sistema de educación formal son vehículos de movilidad
social ascendente, la constatación de este sesgo, estaría indicando una estructura
de oportunidades imperante en el país en la fase avanzada del nuevo modelo,
caracterizada por un proceso de acentuación de la discriminación del tipo que
Robert Merton identificó como «el efecto Mateo»
Este efecto se refiere a la acumulación de ventajas y desventajas, en una
determinada estructura social. Señala Merton que «los procesos de auto-selec-
ción individual y de selección social institucionalizada, interactúan y afectan las
probabilidades sucesivas de acceso a la estructura de oportunidades».17 Refi-
riéndose a la estructura social de la ciencia, donde observó el mencionado efec-
to, Merton expresa que «los sistemas de recompensas, asignación de recursos y
selección social operan para crear y mantener una estructura de clase por medio
de la provisión de una distribución estratificada de oportunidades entre los cien-
tíficos para incrementar su rol de investigadores. La acumulación diferencial de
las ventajas opera de tal manera que, parafraseando a los evangelistas Mateo,
Marcos y Lucas, «al que tiene, se le dará más, y tendrá de sobra; pero al que no
tiene, hasta lo poco que tiene se le quitará» (Merton, 1996: 16).8
Un rasgo propio de la clase social es que ella lleva construida en su interior
un mecanismo de transmisibilidad y reproducción. En ese marco de ideas, todo
parece indicar que es el capital educativo del hogar de origen combinado con
las redes sociales que se desarrollan junto con ese capital, el factor que actúa
como reproductor de las diferenciaciones de clase en las estructuras de oportu-
nidades de trabajo y de educación, reforzando así la acumulación diferencial de
las ventajas en la estructura social del país.
62
RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social
como son por ejemplo, las barreras o brechas que se reproducen y se transmiten
entre generaciones en la estructura social y las relaciones de propiedad respecto
de los factores de producción, de modo que habría que reexaminar la construc-
ción de las categorías ocupacionales para desagregar estos temas. En especial
parecería adecuado revisar la conformación de las categoría extremas de la es-
tratificación ocupacional, donde probablemente sea más fuerte la presencia de
los factores asociados a las clases.
Si ello fuera así, habría que concordar con Crompton, cuando señala que
«hay que distinguir entre los esquemas que describen el perfil de la desigualdad
ocupacional y aquellos que, teniendo fundamento teórico, buscan incorporar
en el nivel empírico, las manifestaciones de las relaciones de clase» (Crompton,
1999: 69). Quedaría abierta entonces la cuestión de si los hallazgos de Wormald
y Torche estarían mostrando una especie de ocaso de las clases o por el contrario
una presencia reforzada de la dimensión de clase pero ahora sustentada dicha
dimensión en clases sociales nuevas o «emergentes». La presencia del «efecto
Mateo», nos llevaría a pensar en la segunda posibilidad como la hipótesis que
habría que tratar de validar en un análisis empírico de esta cuestión.
Al respecto, valdría la pena tomar nota del trabajo realizado por León y
Martínez que han abordado la tarea de construcción de una matriz de catego-
rías sociales para analizar la estratificación ocupacional en Chile, desde una pers-
pectiva próxima a Goldthorpe, pero agregando criterios de distinción que se
refieren a capas o generaciones históricas que han ido constituyendo las clases.
La idea aquí es que «a cada etapa de despliegue del proceso de crecimiento
corresponde de modo típico el desarrollo de determinados sectores o ramas de
la economía y la aparición, transformación o disolución de ciertos actores so-
ciales» (León y Martínez, 2001: 10).
En la perspectiva adoptada por estos autores, cada clase puede definirse por la
existencias de posiciones o roles compartidos en el sistema de producción e
intercambio, que «no son conjuntos perfectamente homogéneos: por el contra-
rio, cada una de ellas está conformada —como la tierra— por distintas «capas» o
«generaciones», que se corresponden con distintos momentos de despliegue de
la actividad económica» (León y Martínez, 2001: 10). En este sentido, por ejem-
plo, la categoría «empresarios» agrícolas» se abre en: (i) empresarios exportadores;
(ii) empresarios no exportadores; (iii) burguesía terrateniente; y (iv) otros em-
presarios agrícolas.
Otro ejemplo de lo mismo ocurre con las categoría «sectores medios inde-
pendientes» que da origen a las siguientes subcategorías: (ii) comerciantes deta-
llistas; (ii) profesionales liberales altos; (iii) otros profesionales y técnicos libera-
les; (iv) artesanado »moderno»; (v) pequeña burguesía transportista.
De esta forma, las variaciones dentro de las categorías mayores se asocian con
cambios históricos inducidos en el sector por cambios del modelo productivo,
con lo cual los grupos adquieren rasgos de «realidad» y dejan de ser sólo agrega-
dos estadísticos de datos agrupados. La interpretación de León y Martínez pue-
de entonces organizarse en dos grandes ejes, que ellos denominan «claves», a
saber: la movilización social y la movilidad social.
63
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
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RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social
Datos provenientes de la Cepal (2003: 106) para América Latina, que se re-
fieren a la movilidad intergeneracional de jóvenes (entre 20 y 24 años de edad)
permiten mostrar que las mujeres siempre se desenvuelven apreciablemente
mejor que los hombres cuando se examina el grupo de jóvenes que supera el
nivel educacional de sus padres. Esta relación se mantiene sea que se controle
por el contexto urbano como rural, o por el logro o no logro de un capital
educacional básico (12 años o mas de escolaridad). Lo notable del caso es que
este mejor desempeño de las mujeres se repite también para el caso de jóvenes
que no superan en nivel educacional de sus padres. En otras palabras, cualquiera
sea el factor de control el desempeño de las mujeres jóvenes es mejor que el de
los hombres de la misma cohorte.
En el caso chileno, se han encontrado diferencias importantes entre la movi-
lidad asociada al logro educacional entre generaciones distintas, ya que las cohortes
más jóvenes alcanzan mejores grados de movilidad social que las cohortes de
más edad. Lo interesante de los datos de la Cepal, es que agregan a esa asocia-
ción, la dimensión de género para destacar el mejor desempeño que
sistemáticamente alcanzan las jóvenes por sobre los varones.Valdría pues la pena
agregar de manera sistemática esta dimensión de género en los estudios de
estratificación y una buena manera de empezar a hacerlo, pareciera ser por el
análisis de la movilidad asociada a logros educativos.
El punto clave aquí es que si bien las mujeres tienen un mejor desempeño en
lo que a adquisición de capital educativo se refiere, sus logros son más reducidos
que los de los hombres cuando ingresan al mercado laboral. Hacia fines de la
década pasada, el ingreso medio percibido por las mujeres en el trabajo, contro-
lando por años de escolaridad, es alrededor de un 65% menor que el de los
hombres cuando se comparan estos grupos con 13 y más años de instrucción
(62 % en el medio urbano, 68,2 en el medio rural). En niveles menores de logro
educativo, la relación es un tanto más favorable a las mujeres, pero en el mejor
de los casos alcanza a un 79% en el grupo de 10 a 12 años de instrucción en el
medio rural. Esto quiere decir que aún cuando ellas entren al mercado con
mayor capital educativo, esa ventaja de entrada no se traducirá en sus remunera-
ciones y por tanto se diluye rápidamente en su carrera laboral. En otras palabras,
la discriminación que afecta adversamente a las mujeres se produce claramente
en el trabajo y no en la pasada por el sistema educacional. Los datos de la Cepal
que se comentan muestran, además, que en el caso de Chile el impacto de la
discriminación de género es especialmente agudo en la fase de salida de la
población económicamente activa, vale decir, cuando se comparan los montos
de las pensiones que obtiene los hombres y las mujeres al jubilar. Cifras de la
OIT sobre el particular10 muestran que, en el caso chileno, el ingreso promedio
proveniente de jubilaciones y pensiones, de las mujeres en los tramos de edad de
60 años y más, es considerablemente inferior al de los hombres. Las mujeres que
jubilan en el grupo de 60 a 64 años, perciben un 60,3% del ingreso de los
jubilados hombres. Esta relación es de 67,0% para el grupo entre 65 y 69 años;
y de 68,1% para el grupo sobre 70 años de edad.
10
OIT, Panorama Laboral 2000. Anexo Estadístico, cuadro 2. En www.oit.org./pe/spanish.
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
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RAÚL ATRIA • Crecimiento económico y estratificación social
67
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
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68
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto
REVISTA DE SOCIOLOGÍA 20 (2006) • issn 0716-632x • 69-96
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile
EMMANUELLE BAROZET
Departamentos de Sociología y Ciencia Política de la Universidad de Chile
::: RESUMEN
Existe entre los miembros de la clase media chilena una práctica muy
anclada, llamada intercambio de favores, que permite obtener bienes y
servicios mediante vínculos amistosos. Partiendo de la afirmación que la
raíz de esta forma orgánica de solidaridad se confunde con el nacimiento
de la clase media a principios del siglo XX, planteamos que dicha práctica
ha evolucionado posteriormente con las macro transformaciones sociales
y económicas que ha sufrido el país. En este artículo, se describe el inter-
cambio de favores, con una doble mirada: la primera, histórica, sobre su
conformación y la segunda, sociológica, sobre las lógicas que animan, has-
ta el día de hoy, esta forma de solidaridad social.
PA L A B R A S C L AV E : intercambio de favores, clase media, integración social.
: : : A B S T R AC T
This article deals with a practice deeply rooted in the social life of the
Chilean middle class : the exchange of favors which, through reciprocity
and friendship ties, insures access to diverse types of goods and services. A
large array of socio-historical analyses has established that this form of
organic solidarity finds its social origins in the very formation of the middle
class at the turn of the Twentieth century. I argue here, however, that this
practice was affected by macro-sociological processes of social change that
significantly transformed it in the course of the following decades. The
article describes, analyzes and explains reciprocity through a double
historical and sociological lense, examining the various logics at work in
this form of social solidarity.
K E Y WO R D S : reciprocity, middle class, social integration.
1
Este artículo recoge los resultados de una investigación llevada a cabo entre 1997 y 2002,
en base a 40 entrevistas semiestructuradas con miembros de los estratos sociales medios en
Santiago. Se realizaron además períodos de observación participante en espacios de trabajo
en varias instituciones chilenas. La actualización de los datos se enmarca en el proyecto
Fondecyt 1060225. Agradezco los comentarios de Vicente Espinoza y María Luisa Méndez,
así como el trabajo editorial de Rodrigo Baño.
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
No, para mí, el asunto de los favores siempre es parte de la cultura en este país.
Es parte de la cultura. Buena o mala, pero es un patrón de comportamiento
arraigado. ¡A todo nivel! 3
Para quienes trabajan acerca de la clase4 media chilena, existen hoy interrogantes
respecto de su tamaño y de sus características sociales, después de las transfor-
maciones macro sociales que desarticularon la capa media conformada antes de
los años 60. Los procesos económicos que marcaron estas transformaciones son
conocidos, al igual que sus consecuencias en los sectores populares, pero respec-
to de la mesocracia chilena, la visión sigue siendo, hasta cierto punto, borrosa.
Un elemento llama particularmente la atención respecto a una de las formas
de capital5 de la cual dispone la clase media en comparación con otros sectores:
el «pituto», también llamado compadrazgo o favor. Se trata de una manifesta-
ción extremadamente eficiente del capital social. Esta práctica, que llamaremos
aquí «intercambio de favores», es una forma de reciprocidad entre individuos de
un mismo círculo o nivel social, que permite, mediante vínculos informales,
mantener una solidaridad orgánica entre cercanos.6 Se trata de una práctica
masiva, determinante e indispensable para obtener un trabajo o bienes y servi-
cios, a los cuales no se podría tener acceso debido a las limitaciones de los
servicios públicos o del mercado, a menos que se recurra a la personalización de
los vínculos y la instrumentalización de las redes personales. Descansa en la
conformación de lazos de confianza amistosa y está vinculada a la forma en que,
a lo largo del siglo XX, se fue desarrollando la clase media, que opera como
agente histórico de redistribución del Estado.
2
Entrevista con M. 66 años, recaudadora del Colegio Médico.
3
Entrevista con V., 39 años, abogado de la Universidad de Chile, empleado de la
Superintendencia de servicios sanitarios.
4
La elección del término «clase» responde a la necesidad de referirnos de manera clara a
grupos sociales determinados. Esto no implica necesariamente enmarcarse en un enfoque
neomarxista, pues las virtudes y flexibilidad del término clase han sido demostradas en los
análisis de estratificación. Tiene además la ventaja de no centrarse solamente en variables
como la categoría socio profesional, el ingreso o el estatus: incluye una reflexión acerca del
impacto de las posiciones sociales en las experiencias, conductas y prácticas de los individuos,
siendo el último punto de particular interés en este trabajo.
5
Según la clásica tipología de Bourdieu, existen varios capitales; el capital económico, el
capital cultural, el capital simbólico y el capital social.
6
No estamos hablando de una singularidad de la sociedad chilena en cuanto a solidaridad
orgánica. El intercambio de favores es sin lugar a dudas un universal antropológico y existe
en todas las latitudes, con distintos rasgos, importancia y peso en la vida cotidiana. Nuestra
meta en este trabajo consiste en aislar sus rasgos y analizar su peso histórico en la vida social
de las clases medias chilenas, así como establecer su importancia en tanto elemento de inte-
gración, pero también de diferenciación social.
70
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto
7
Por favor, se entiende un intercambio de «servicios» entre dos personas, a primera vista
voluntario, desinteresado y espontáneo. Su naturaleza depende en la mayoría de los casos del
lugar que los individuos involucrados ocupan en la estructura social.
8
Evidentemente existen sistemas de ayuda mutua informal en otros grupos sociales en
Chile. Sin embargo, las redes de las clases populares fueron mucho más estudiadas y fueron
incluso el objeto de un importante trabajo de acción social, como estrategia de superación
71
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
estratégico del cual disponía el sector medio chileno y que le permitía asumir
un papel de mediación entre sectores obreros y élites. Afirmaba incluso que se
trataba de un «criterio crucial para la membresía dentro de la clase media»
(Lomnitz, 1994: 19). Pero más notoriamente, sigue siendo hasta el día de hoy
una práctica social institucionalizada,9 debido a su extensión y permanencia en
el tiempo.
En palabras de uno de los entrevistados, «un pituto es conocer a alguien que
trabaje adentro de algo, de una institución, de una empresa y que te puede
ayudar o que te puede conseguir alguna información o te puede facilitar algu-
na... pero es... va por ese lado digamos...».10 De manera más precisa, Lomnitz lo
define como «un sistema de reciprocidad que consiste en el intercambio conti-
nuo de favores que se dan, se reciben y se motivan dentro del marco de una
ideología de la amistad» (Lomnitz, 1994: 23). Aunque hoy en día los favores no
son sólo de naturaleza burocrática —por los cambios ocurridos en la estructura
estatal bajo la dictadura y la privatización de gran parte de los servicios públi-
cos— aún permiten obtener no solamente un trabajo, sino que también un
gran número de bienes y servicios (permisos, documentos, préstamos, cuidados
médicos, revisión técnica del auto, inscripción de un niño en un colegio, exen-
ción del servicio militar, por ejemplo) que no se pueden conseguir por las vías
más formales o más institucionales a causa de las carencias de los sectores públi-
cos y privados.11
A pesar del sentido que adquiere la palabra en Chile, cabe recordar que el
«compadrazgo», en su definición más precisa, es una práctica social común a
muchos países latinoamericanos y se puede considerar como un lazo funda-
mental de las relaciones sociales en América Latina.12 Aunque Lomnitz usa el
término compadrazgo para describir la ayuda mutua informal que existe en el
seno de la clase media chilena durante los años 60, preferimos llamar este fenó-
meno «intercambio de favores», pues la autora utiliza la palabra compadrazgo en
un sentido mucho más amplio que el que se usa en otros países y puede generar
de la pobreza.Véase Didier (1986) y Espinoza (1995). Por otro lado, si bien existen sistemas
de ayuda mutua en las clases acomodadas chilenas, el interés de un estudio en ese sector es
mucho más limitado, puesto que tienen un poder adquisitivo suficiente como para obtener
los bienes y servicios mediante compra y no por el intermedio de otras personas.
9
La palabra «institución» aparece todavía hoy de manera espontánea en el discurso de
varios entrevistados.
10
Entrevista con A., 35 años, ingeniero de soporte.
11
Para quienes viven en regiones, la centralización estatal también es un obstáculo.Trámi-
tes que se resuelven en días o semanas en Santiago pueden extenderse mucho más por la
lejanía y complejidad del sistema central.
12
En antropología, el compadrazgo se define como una «relación de coparentezco espiri-
tual, que instituye entre las personas lazos de intercambio y de obligaciones […] y donde la
función principal parece ser la constitución de una red de alianza segura» (Lavaud, 1976:
105). Se refiere en general a la relación que existe entre el padrino y la madrina de un niño,
y en un sentido amplio, a la relación que existe entre los padres de un niño y aquellos que
asumen el rol de padrino y de madrina.
72
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto
13
La clase media llega en los años sesenta a conformar el 40% de la población (véase Pinto
et al., 1972).
14
Graciarena (1967), por su parte, usa la terminología «clases medias residuales» y «clases
medias emergentes».
73
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
15
La inmigración, aún importante en la primera mitad del siglo XX, será una de las fuentes
de esta expansión.
74
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto
son los siguientes: el carácter urbano de este grupo social, las profesiones y
empleos que le son característicos y consecuentemente sus niveles de ingreso, y
el acceso a la educación pública.
Primero que nada, durante ese período de expansión social, la clase media se
caracterizan por su carácter más bien urbano. En efecto, la urbanización empie-
za de manera temprana en Chile,16 debido al auge del salitre, que acelera la
decadencia de parte de la agricultura. Se trata de un elemento central para este
grupo, también relacionado con el segundo criterio, el empleo, pues
adicionalmente se puede definir a la clase media en términos de ingresos o de
estatus socio económico. La clase media en esta época está compuesta por buró-
cratas, funcionarios del Estado, y profesionales en general como expresión de la
«nueva clase media», pero también por artesanos, pequeños productores y co-
merciantes, como representantes de la «antigua clase media». El patrimonio no
es tomado en cuenta como una dimensión determinante, contrariamente a lo
que ocurre en Europa en el mismo período para este grupo social, pues el
capital económico de la clase media chilena tiene severas limitaciones y su pa-
trimonio es reducido.17 Por lo tanto, la clase media cuenta solamente con sus
ingresos por concepto de sueldo,18 lo que la acerca a los sectores populares más
que a los sectores acomodados. Incluso, los ingresos del sector medio bajo son
muy inferiores a los del sector medio alto, generando en este tramo una fuerte
vulnerabilidad social.
En tercer lugar, la clase media se diferencia por su fuerte aspiración a la
movilidad social mediante la educación pública. La educación, es de hecho uno
de los elementos centrales de la alteración cualitativa que sufre este grupo, en
especial en el caso chileno. La cobertura de la escolarización se amplia a partir
de los años veinte, pero después de la segunda guerra mundial, se da un signifi-
cativo aumento del número de años de escolarización. En los años cincuenta y
sesenta, la enseñanza secundaria y universitaria aumenta para el sector medio,
pero sin que la tasa de analfabetismo se reduzca para los sectores populares, pues
este crecimiento no está acompañado de un nuevo aumento de la cobertura de
la enseñanza básica, en especial en el campo. Es por esta razón que el bajo acceso
a la educación puede ser considerado como un rasgo distintivo de los sectores
populares y que la referencia a la educación pública es esencial para entender la
identidad de la clase media chilena. A través de ella, se adquiere no solamente
conocimientos y un diploma, sino que valores fundamentales para la identidad
del grupo, al igual que un capital social determinante para la vida adulta y
profesional: si bien el contenido de la formación tiene en sí una importancia
16
La tasa de urbanización en Chile pasa de 30,6 % (con 2,5 millones de habitantes) en
1885, a 76% (con 9,3 millones de habitantes) en 1970 (Arellano, 1985: 24).
17
En este grupo social, el ahorro casi no existe; existe más bien una tendencia al endeuda-
miento. (véase Lomnitz, 1994).
18
Los sectores medios burocráticos vieron sus salarios mejorar en un 46% entre 1940 y 1953,
los sectores medios independientes en un 60%, mientras para los obreros, el aumento alcanzó
solamente 7% (véase Pinto, 1962). Sin embargo, la inflación merma gran parte de esta alza.
75
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
Esta ventaja que tiene el sector mesocrático, incluso sobre los sectores acomo-
dados, si bien no se traduce mediante mejores ingresos y genera entonces una
inconsistencia de estatus, sí le significa un capital cultural elevado y un capital
social muchas veces indefectible a lo largo de su vida. En consecuencia, si bien ni
el capital educacional, ni la categoría socio profesional aseguran cierto nivel de
ingreso para el sector mesocrático, la clase media compensa en parte su diferencial
de ingreso con los grupos acomodados mediante el prestigio asociado a las profe-
siones intermedias o que requieren de varios años de estudios universitarios.
Sin embargo, siendo entonces su nivel de ingreso y de educación bastante
bajo, los miembros de la clase media asegurarán de otra manera su ascenso social
y la estabilidad de su estatus, gracias a las ventajas que obtienen de su relación
con el Estado mediante el intercambio de favores.19 En efecto, más allá de los
19
Estos elementos conformaron una clase media homogénea en términos de variables
sociales, pero también en términos de identidad, lo que constituye una situación bastante
excepcional en América Latina, pues las diferencias étnicas, religiosas, culturales o de profe-
sión son limitadas en Chile.
76
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto
20
Como los grupos que ejercen una presión más fuerte sobre la administración pública
tienen un acceso privilegiado al sistema de pensiones, la clase media se encuentra particular-
mente favorecida en este aspecto. El sector obrero, que no pertenece a la clase media y que
representa un 75% de quienes cotizan, recibe una pensión equivalente a la mitad de lo que
reciben los empleados del sector privado y al 7% de lo que reciben los empleados del sector
público, quienes sí son de clase media. Esto muestra el diferencial del aporte y del beneficio
de los sectores obreros y medios respecto al acceso a pensiones. Además, los obreros deben
trabajar hasta los 65 años, mientras que los empleados públicos pueden jubilarse después de
30 años de servicio en esa época (Pinto, 1962).
21
Entre las agencias estatales más privilegiadas, se puede mencionar el Parlamento, el
Banco Central, el Banco del Estado y el Ministerio del Interior.
77
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
22
Arturo Alessandri ya era calificado de «maniaco del empleo» (véase Urzúa Valenzuela y
García Barzelatto, 1971).
78
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto
23
El sector público centralizado corresponde a las instituciones públicas que dependen
directamente del gobierno central y no tienen autonomía respecto a éste (véase Muñoz,
Gatica y Romaguera, 1980: 7 y siguientes).
24
Se dieron dos intentos de reforma del sistema público: en 1945 (regulación del número
de funcionarios y del monto de los salarios) y al final de los años 50 durante el mandato de
Jorge Alessandri (racionalización del funcionamiento del sector público y control de los
gastos), pero no fueron eficientes ni lograron cambiar las prácticas dentro del sector público.
La tercera reforma, propuesta por Frei Montalva, no se concretará por falta de apoyo de la
oposición.
25
Véase en anexo el crecimiento del sector centralizado, por funciones, así como el gasto
público del sector social para los años 1935-1983 (véase también Muñoz, Gatica y
Romaguera, 1980).
79
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Porcentaje
0 10 20 30 40 50 60 70 80 90 100
192 5
27
29
31
33
35
37
39
41
43
Años 45
47
49
51
53
55
57
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65
196 7
Gráfico 1. Número de funcionarios por sector en la función pública entre 1925 y 1965.
Fuente: Elaboración propia a partir de Rehren (2001: 20).
tal, pero de manera vertical (es decir con una marcada desigualdad entre quien
pide el favor y quien lo hace), mientras que en la clase media, los bienes y
servicios se pueden conseguir por la vía del empleo público, pero de forma
horizontal (relativamente de igual a igual). De esta manera los miembros de la
clase media logran tener acceso para sí, sus familias, sus amigos y sus conocidos,
a beneficios que el propio sistema público demora mucho en entregar o no
entrega si no se usan redes personalizadas de contacto.26
Finalmente, en términos de empleo, el hecho que los miembros de la clase
media sean en general empleados públicos se explica por el sistema de recluta-
miento, que depende exclusivamente de las vinculaciones personales de quienes
ya están insertos en la estructura estatal, razón por la cual familias enteras traba-
jan al servicio del Estado, aunque lo hagan en agencias distintas. Este fenómeno
de cooptación pasa entonces a ser el elemento que permite una fuerte movili-
dad social para importantes grupos sociales chilenos, en particular para la clase
media.27
Por otro lado, en el capital social de los sectores medios, pesan las vinculacio-
nes políticas. En efecto, la creciente urbanización, así como la transformación de
las estructuras de producción del país favorecen la implementación de un siste-
ma partidista temprano en la historia chilena. Los partidos tienen además una
26
Para ver las consecuencias políticas de este fenómeno y el papel de intermedio que
ejerce la clase media en los años sesenta en el sistema de representación política, véaseValenzuela
(1977).
27
Esta dinámica propia del mundo de los funcionarios, también se extiende en parte a los
miembros de la clase media que trabajan en el sector privado (pequeños comerciantes, pe-
queños empresarios que se benefician de las política de fomento, profesiones independientes
o asalariados del sector privado que educan a sus hijos en la educación pública), pues tam-
bién compiten para las subvenciones que ofrece el Estado, aunque acceder a ellas no sea tan
directo como para los funcionarios.
80
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto
28
Al principio del siglo XX, esta incipiente tendencia ya se nota en el poco aumento de los
poderes del ejecutivo, mientras el poder legislativo absorbe nuevas funciones, lo que a su vez
refuerza el papel de los partidos políticos.
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
29
Se trata de un espacio de sociabilidad permanente y familiar. Muchas veces tienen salas
de lectura y de juegos, además de salas de reuniones para los miembros y los simpatizantes
del partido. A pesar de la centralidad de este lugar de sociabilidad, no hemos hasta el momen-
to encontrado estudios que permitan desarrollar este punto.
82
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto
30
Para el conjunto de los sectores de producción del país, la tasa de sindicalización es del
12,1% de la fuerza de trabajo en 1952, del 11,4% en 1969 y sube al 23,3% en 1970 (Martínez
y Tironi, 1985).
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
La di
divver sificación de los inter
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intercambios es ho
ores hoyy
como rrespuesta
espuesta a la ma
mayyor heter
heteroo geneidad de la clase
media chilena post años 80
La clase media logra su máximo desarrollo entre los años cuarenta y cincuenta.
Sin embargo, la integración de las clases populares en el sistema político a partir
de los años sesenta conjuntamente con la radicalización política, llevan a un
desequilibrio estructural que significa el retraimiento de la clase media a un
segundo plano. Pierde entonces el rol articulador que adquirió en los años vein-
te. Con la dictadura, según fenómenos ampliamente estudiados y conocidos, se
reduce considerablemente el tamaño del Estado y las capas medias sufren una
profunda desestructuración, bajo el doble impulso de la militarización de la vida
civil y la privatización de los servicios públicos (la «desburocratización», en tér-
minos de Martínez y Tironi31 ), lo que genera recorridos sociales descendientes
en gran parte de este grupo. Si bien surge en esa época un nuevo conjunto de
profesiones independientes, se trata de actividades transicionales que responden
a la precarización del empleo. «El incremento general de las posiciones inde-
pendientes revela una resignificación del mercado como mecanismo de articu-
lación de los intereses sociales de clases y grupos, en perjuicio de diversos tipos
de articulación burocrática (especialmente la mediada por el Estado) o política»
(Martínez y Tironi, 1985: 111) En términos de remuneraciones, se nota un
aumento de los ingresos de algunos sectores de la clase media con profesiones
31
En 1968, el gasto fiscal correspondía al 21,1% del PGB y ascendió al 44,1% en 1973,
pero en 1979, ya había bajado nuevamente al 22,9%; en este último período (1973-1978), el
empleo público se reduce en un 25%, lo que corresponde a un promedio anual de –4,6%
(véase Martínez y Tironi, 1985: 59-68).
84
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto
32
El autor establece esta repartición sobre la base de la posesión o no posesión de bienes de
producción y luego diferencia a los asalariados en función de su nivel de educación.También
desagrega en otra tabla esta información en función del sexo, lo que arroja datos interesantes
acerca de las diferencias de género, sobre todo considerando que la fuerza de trabajo está
compuesta por 2/3 de hombres y 1/3 de mujeres (véase Koch, 1999: 13).
85
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
decir a vínculos fuertes (Lomnitz y Melnick, 1991; PNUD, 1998; Méndez, 2002;
Granovetter, 1982).
Las transformaciones económicas de los años 70 y 80 significan que el gasto
público se reduce a la mitad de lo que era a principios de los años 70, más de
400 empresas públicos son privatizadas y se expulsa a cerca de 100 000 funcio-
narios del aparato estatal entre 1973 y 1978. Se trata de una de las transforma-
ciones más importante que sufre el país en ese momento (Martínez y Tironi,
1985). Afecta sobre todo las agencias públicas ligadas al fomento de la econo-
mía y a los servicios sociales. Bajo el concepto del fortalecimiento de las liber-
tades individuales, de la racionalización y mayor eficiencia de los comporta-
mientos, se quiere «destruir el mito de la justicia social, al reemplazarla por el
principio de la igualdad de oportunidades» (Tironi, 1998: 69). Con este hori-
zonte, se transforman las relaciones laborales, el sistema de financiamiento de las
pensiones, de la educación, de la salud: para la clase media, desaparece el marco
de estabilidad del cual se había beneficiado durante décadas y los subsidios que
le habían permitido mantener su estatus.
La importante diversificación que sufren los sectores medios en Chile en los
años ochenta, asociada con una profunda ruptura de su identidad, de sus símbo-
los y de sus recursos, lleva a considerar incluso que este grupo se desvaneció,
desagregándose hacia los sectores populares mediante pauperización por un
lado o ascendiendo hacia los sectores acomodados para quienes se beneficiaron
de los procesos de reestructuración de la dictadura. Es por esta razón que habla-
mos de clase media en singular antes de los años setenta y en plural después de
esta década, asumiendo de esta manera su mayor heterogeneidad en las últimas
décadas, y sobre todo la diversificación de sus identidades.33
En el ámbito de la sociabilidad de clase, el cierre de los partidos políticos, de
los sindicatos y la vigilancia que se establece sobre la vida social desestructura las
antiguas redes, dejando grupos enteros fuera del acceso a beneficios. Sin embar-
go, al poco tiempo, las redes sociales se reorientan, en la medida que el entorno
económico y político obliga a las familias y a los individuos a rediseñar sus
estrategias de inserción social, luego de una primera fase de derrumbamiento de
las solidaridades tradicionales. La liberalización económica del sistema y el ma-
yor incentivo a la individualización no logran descomponer las solidaridades
orgánicas de las capas medias: les obliga a moldearse frente a la nueva realidad,
adaptándose en parte a un sistema de movilidad individual. Sin embargo, el
intercambio de favores sigue operando fuertemente.34
33
Sin embargo, como lo mencionamos anteriormente, varios autores usan el plural para
distinguir las nuevas clases medias de las antiguas a partir de los años 20, como es el caso de
Filgueira y Geneletti por un lado y Pinto (1962) por el otro, entre otros. Ambas referencias
están en la bibliografía final.
34
En las entrevistas, que fuera aplicadas de manera semi estructurada, se pudo establecer la
importancia del uso del intercambio de favores en el recorrido personal, familiar y profesio-
nal de diversos miembros de las clases medias. Con quienes ya habían iniciado su vida laboral
antes de la dictadura o la iniciaron en ese periodo, pudimos explorar la reestructuración de
86
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto
sus redes sociales bajo el impacto de las nuevas condiciones políticas, sociales y económicas.
Introducimos además un análisis en términos de ciclo vital para entender la conformación y
el uso de sus redes de parte de los entrevistados.
35
Para más detalle sobre las características de cada nuevo estrato medio, véase Bazoret
(2002: 114 y siguientes).
36
A cambio, los estudios de marketing han desarrollado herramientas de medición de los
grupos sociales en Chile sobre la base de dos variables, entre las cuales educación, elementos
residenciales o posesión de una determinada batería de bienes. Pero estas mediciones, si bien
son precisas para los grupos más pobres y más acomodados, no permiten dar cuenta con
exactitud de la diferenciación dentro de los sectores medios (C2, C3 y D según la clasificación
ESOMAR), de los grupos mayores y rurales. Pero a grosso modo, podemos hoy distinguir varios
grupos medios en función de criterios de ingreso y nivel educacional, como corte grueso: las
capas medias-bajas (con un ingreso familiares de $ 200.000 a $ 400.000, y educación secun-
daria completa e incluso técnica superior), las capas medias-medias (de $ 400.000 a $ 1.000.000,
muchas veces con formación técnica o universitaria completa) y las capas medias-altas (sobre
$ 1.000.000, con educación universitaria completa, incluso con posgrado).
87
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
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EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto
37
«Uso el término « ritual » porque se trata de actos cuyo componente simbólico muestra
hasta qué punto la persona que actúa es digna de respeto o hasta qué punto estima que las
otras personas son dignas de este respeto» (Goffman, 1974[1967]).
38
Cabe notar aquí que existe una fuerte diferencia de género en este aspecto, pues la fuerza
de trabajo en Chile sigue siendo mayoritariamente masculina. Cabe además subrayar que las
variables que más influyen en el uso del intercambio de favores son la categoría socio profe-
sional y el nivel educacional, debido a su importancia en la constitución misma del capital
social. Se puede establecer una tipología de la clase media en función de estas variables (véase
Barozet, 2002).
39
En el informe del PNUD del 2000, se establece que del total de actividades asociativas a
nivel nacional, solamente un 3% corresponde a la vida partidista (PNUD, 2000).
40
La densidad de una red corresponde a la proporción de vínculos existentes, en compa-
ración con los vínculos posibles. A cambio, la multiplejidad de refiere a la variedad de víncu-
los que se establecen entre dos personas (un colega puede ser a la vez un amigo, o un familiar,
etcétera).
89
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
los círculos sociales, lo que a su vez conlleva una mayor densidad de la red.
Según los análisis de redes, a mayor densidad y multiplejidad de la red, menos
diversa es la información que circula en ella, lo que podría atentar contra la
capacidad de los miembros de los grupos medios para conseguir bienes y servi-
cios diversificados. Sin embargo, este elemento se complementa en parte por
otra característica central del intercambio de favores y que explica su particular
eficiencia en términos de integración: su carácter transitivo. En las palabras de
una de las entrevistadas, «cuando no tienes un pituto directo, buscas a alguien
que tienen uno».41 La transitividad es sin lugar a dudas uno de los elementos
más llamativos del intercambio de favores, pues permite aumentar o ampliar los
círculos sociales a los cuales se puede tener acceso, a la vez que refleja y extiende
la solidaridad orgánica del grupo medio.
La eficiencia del intercambio de favores sigue particularmente notable hoy
en la obtención de trabajos de parte de los miembros de los sectores medios, por
lo demás uno de los elementos vitales del desempeño social. En este aspecto, el
uso del intercambio de favores es más que central: es obligatorio, pues es nece-
sario que exista un vínculo —aunque mediatizado por una tercera persona—
para que pueda existir una base de confianza entre empleador y empleado.
Cualquiera sea el medio profesional, la regla es la misma: el reclutamiento no
funciona solamente sobre la base de las competencias del postulante. Toma en
cuenta un conjunto de criterios sociales y relacionales que pesan muchas veces
más que la formación de la persona y conforma una cultura laboral que opera
incluso en las grandes empresas o en las filiales extranjeras en Chile.42
Desde el punto de vista teórico, los vínculos por los cuales transitan los
favores son flexibles y basados en una ideología del don y del contra don o
economía simbólica (Mauss, 1960[1924]; Bourdieu, 1980) altamente eficiente,
que determina una deuda simbólica y favorece en el tiempo la permanencia
ritual de los vínculos, al sellar la obligación de reciprocidad. Lo interesante del
intercambio de favores es que no se limita al intercambio puntual de un favor: el
intercambio de favores puede ser descompuesto en una fase de don y una fase
de reciprocidad. Dichas fases repetidas y ritualizadas, construyen en el tiempo
una relación social particular, inscrita en un grupo social determinado, la conso-
lida y liga finalmente un gran número de individuos gracias a su transitividad.
Se trata de un mecanismo que favorece la cohesión social, otorgando a las vin-
41
Entrevista con Jimena, jubilada, 65 años.
42
Incluso en las empresas o agencias públicas en las cuales existe un servicio de recursos
humanos cuya misión consiste supuestamente en reclutar sobre la base de competencias
específicas, mostramos gracias a varias semanas de observación participante en dichos servi-
cios (en una universidad privada de prestigio, una municipalidad y la Presidencia de la Re-
pública), que existen sesgos en la difusión de la información cuando se necesita contratar a
una persona. Por lo tanto, las personas que postulan recibieron la información por medio de
sus conocidos, lo que restringe absolutamente el universo de postulantes, pero mantiene una
apariencia de reclutamiento objetivo, incluso a ojos de los propios reclutadores. Se podría
considerar como una versión aún más cerrada de la descripción realizada por Granovetter en
Estados Unidos (Grcanovetter, 1974).
90
EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto
43
Es interesante notar que en las entrevistas, la lógica del discurso de los entrevistados de
clase media suele ser la siguiente: 1) una fase bastante larga de descripción de situaciones de
intercambio de favores de parte de otras personas que han conseguido ventajas, en un tono
de crítica; 2) una breve fase de toma de conciencia de que esta práctica está muy presente
también en los círculos sociales cercanos al entrevistado; 3) la tercera fase que lleva a la toma
de conciencia de que el entrevistado también recurre a esta práctica; ahí empieza la narra-
ción en forma más personalizada donde abundan las justificaciones acerca de la «necesidad»
de recurrir al intercambio de favores para solucionar situaciones difíciles de la vida cotidiana
y sobre el deber de solidaridad entre pares; 4) la cuarta y última etapa corresponde a la toma
de conciencia de que el intercambio de favores ha tenido un peso muy importante en el
recorrido laboral de la persona, incluso más que sus «méritos propios», lo que genera dos
tipos de consecuencia: a) la «depresión» cuando se mide las consecuencias de este fenómeno
a nivel macro social o b) la valoración del papel de la solidaridad y de la ayuda en el grupo.
No todos los entrevistados llegan a la cuarta fase (solamente la cuarta parte de la muestra). La
mayoría se queda en la primera o la tercera etapa.
91
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«Aplanar la cancha con más competencia», como se sugiere en Navia y Engel, 2006.
45
Existe sin embargo una limitación: si se ayuda a colocar a una persona en un empleo, esta
persona debe responder a las expectativas de quien la emplea y de quien la recomendó: cabe
estar a la altura del favor hecho.
46
Como lo demostraron Núñez y Gutiérrez (2004) respecto de la relación entre origen de
clase y valor del diploma para encontrara trabajo en Chile.
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EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto
Conclusión
Históricamente, el Estado chileno ha funcionado sobre la base de favores y no
de derechos. Aunque hoy en día esta afirmación ya no es solamente válida para
la función pública, sino que también en el sector privado, en esta articulación se
forja parte de los vínculos y de la cultura relacional de las clases medias. En este
universo, el capital social es un recurso altamente estratégico para este grupo
social. De hecho, varias publicaciones en los últimos años han enfatizado el
mayor individualismo en Chile, según una tendencia general de los estudios
sociológicos: hablan de una «erosión del vínculo social» en este país y en otros.
No obstante, vemos aquí que el intercambio de favores es una práctica inclu-
yente y estructurante, pues ayuda a la permanencia en el tiempo de vínculos
sociales y a la búsqueda —aunque no sea consciente— de nuevas vinculaciones.
Parte de la riqueza de la práctica aquí estudiada radica en que existe entre la
esfera pública y el espacio del mercado un amplio ámbito de regulación social
que no tiene que ver ni con la acción pública ni con la acción económica.
Existen transacciones, como el intercambio de favores, que se construyen en
relación con la estructura estatal o privada, se alimentan de ella y construyen
una red muy eficiente de ayuda informal. Se trata de una práctica sistemática,
que descansa en redes horizontales más bien amistosas y en vínculos de confian-
za. Permite obtener un gran número de bienes y servicios no disponibles por las
vías más formales o más instituciones y en el caso de Chile, se trata casi de la
única forma de obtener un trabajo. Finalmente, es valorada por los chilenos y
chilenas, en la medida que ofrece una protección y una seguridad que depen-
den más del capital social que del capital económico, elemento particularmente
valorado hoy en Chile por quienes no logran escapar definitivamente de cierta
vulnerabilidad social.
Refer encias
Referencias
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EMMANUELLE BAZORET • El valor histórico del pituto
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
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LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990
REVISTA DE SOCIOLOGÍA 20 (2006) • issn 0716-632x • 97-130
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile
::: RESUMEN
El objetivo general de este estudio es describir las repercusiones de las
transformaciones estructurales de la dictadura militar en las bases de la
desigualdad e integración de la sociedad, es decir, en los patrones de la
estratificación social y de la estructura de clases; y, a partir de ello, analizar
los posibles cambios sufridos en los actores de clase que habían ganado
posiciones durante la Unidad Popular y previo a ella. De este análisis se
concluye que, al modificarse las fuentes de las contradicciones de clases
(antes centradas en el acceso a educación y en la posición de la ocupación,
hoy vinculadas a la estabilidad del empleo, ingresos y acceso al consumo),
haciéndose éstas más difusas, se dificulta la generalización de intereses y la
conformación de identidad de clase, sobretodo en las clases dominadas, lo
que a su vez limita las posibilidades de emergencia de movimientos socia-
les que, bajo un proyecto de cambio social, sean capaces de influir sobre el
curso de la sociedad.
PA L A B R A S C L AV E : clases sociales, estratificación social, desigualdad.
: : : A B S T R AC T
The general purpose of this paper is to describe the impacts of structural
transformations made by the military dictatorship on the bases of social
inequality and integration, that is, on the patterns of social stratification
and class structure, and to analyze possible changes in the class actors that
had improved their situations at the time of, and before the Unidad Popu-
lar regime.The conclusions drawn from the analysis show that changes in
the origins of class contradictions (these were previously associated with
access to education and occupational positioning, while at present they
are linked to employment stability, income and access to consumption)
lead to more diffuse class situations.The generalization of interests and the
construction of class identity are now more difficult, particularly for the
subordinate classes, which in turn constrain the chances for the emergence
of social movements inspired by a social change project and thus capable
to affect the path of society.
K E Y WO R D S : social classes, social stratification, inequality.
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
Intr oducción 1
Introducción
Entre la década del cuarenta y la del sesenta, la estructura social de clases y de
estratificación se encontraba enmarcada dentro del modelo de desarrollo «hacia
dentro», donde la principal fuerza dinamizadora de la economía era la industria,
fundada sobre capitales nacionales gracias a la significativa presencia del fomen-
to estatal. A pesar de ello, en este período se mantuvo la dependencia del exte-
rior respecto del ingreso de las exportaciones del cobre, para solventar el gasto
fiscal, y del acceso a tecnologías modernas que no se producían en Chile. Esta
dependencia constituyó un límite importante al desarrollo e impidió que se
rompieran los núcleos internos del poder especulador, ello sumado a la restric-
ción de la demanda interna originada por una estructura social desigual pero,
sobretodo, por el estancamiento del agro chileno. Con todo la burguesía indus-
trial tuvo en sus manos la posibilidad de diversificar la producción para mante-
ner el curso desarrollista, pero no lo hizo ya que prefirió restringir la inversión
y cargar un mayor peso en el Estado, lo que obligó a éste a requerir de más
inversión y créditos externos. Como consecuencia de esto, hacia finales de los
sesenta el proceso industrializador hizo crisis y, aunque a comienzos de los
setenta hubo una pequeña recuperación, la inflación ya era insostenible y las
fuerzas sociales presionaban por una rápida solución a su desmejorada situación.
Como contrapunto político del modelo económico industrializador, nos
encontramos con el llamado «Estado de Compromiso» en el cual las alianzas
pluriclasistas gobernaron representando los intereses de la burguesía, la clase
media y algunos sectores obreros organizados. Aunque en lo electoral la partici-
pación estuviera limitada a ciertos grupos, la organización política y sindical
posibilitó el acercamiento hacia los grupos menos representados. Pese a todo, la
estructura concentrada del ingreso y las bases del poder económico se mantu-
vieron sin grandes posibilidades de movilización entre clases, salvo los que a
través de la influencia política y la presión organizativa lograron mejorar su
posición. Esto determinó que entrados los años sesenta aún hubiera sectores
sociales totalmente marginados de los procesos de desarrollo: campesinos, obre-
ros de áreas tradicionales, empleados de servicios menores, trabajadores infor-
males y desempleados, contaban con escasas posibilidades de movilización para
pelear por mejores condiciones laborales y de vida.
En este marco social se desarrolló la elección presidencial del año 1964, en la
cual las líneas políticas se dividieron en tres tercios representando a las distintas
clases sociales, y donde las dos principales candidaturas elaboraron programas
reformistas en los que se apostaba al mejoramiento de la distribución de ingre-
sos y de beneficios sociales. Así, con distintos matices, el gobierno DC y luego el
de la Unidad Popular (UP), abordaron el proceso de transformación del agro e
intentaron profundizar el desarrollo industrial, sin embargo, los problemas seña-
lados, impidieron que estas transformaciones lograsen dinamizar la economía.
1
Este artículo es un extracto del libro Clases y estratos sociales en Chile.Análisis de sus trans-
formaciones durante la dictadura militar (2005), en el cual se presentan los resultados de la tesis
para optar al grado de sociología de la Universidad de Chile de 2004, de la misma autora.
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LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990
Teorías sobr
sobree clases sociales
1. LAS CLASES SOCIALES EN LA SOCIOLOGÍA CLÁSIC
CLÁSICAA
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la división del trabajo, que está determinada por el modo de producción capita-
lista dominante, pero también, por elementos propios de la incorporación de
este modelo en cada región. En el caso de América Latina, no es posible restrin-
girlo al ámbito de la producción industrial y centrar el establecimiento de la
desigualdad en la creación y extracción de plusvalía, puesto que esta definición
dependerá en gran medida del modo particular en que se incorporó y desarro-
llo el capitalismo en la región.
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LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
trado que a excepción de las jubilaciones los otros tipos de ingresos no son
relevantes.2 Esta información sólo se encuentra en las encuestas de empleo e
ingresos y en las de Caracterización Socioeconómica (CASEN), que en Chile se
realizan desde el año 1987.
A NÁLISIS DE ESTRUCTURA Y PR
ESTRUCTURA OCESOS: ESTRA
PROCESOS TIFIC
ESTRATIFIC
TIFICAACIÓN
OCUPACIONAL Y DE INGRESOS
OCUPA
Para definir la estructura social o de clases chilena, que resultó de los diversos
procesos de transformación económica, social y política emprendidos durante
el régimen militar, se realizó un análisis estructural que consideró el peso (por-
centaje) de los estratos ocupacionales más importantes dentro del total de la
Fuerza de Trabajo. Para profundizar el análisis, se establecieron paralelamente
dos matrices: una constituida por el total de la ocupación y otra formada por el
total de la cesantía; en las cuales estos grupos tuvieron una participación dife-
renciada y en las que se expresó, a su vez, el peso de los subgrupos que los
conforman. Estos subgrupos se definieron de acuerdo a su función u oficio
dentro de la división social del trabajo; su participación en las diversas áreas
económicas y en las instituciones del ámbito privado, público o fiscal.
Sobre la base de estas dos matrices es posible efectuar un análisis estructural
empírico, por ende si consideramos el primer y el último año de la dictadura
2
Según cifras de la encuesta CASEN para el año 1990, los ingresos del trabajo corresponden
a más del 75% de los ingresos totales del hogar, y en 1996 representan un 82% (véase Ruiz-
Tagle, 1999).
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LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990
podríamos contar con dos estructuras comparables que dieran cuenta de los
cambios en la estratificación social. No obstante, dado que el interés es tratar de
comprender las transformaciones de las clases sociales más allá de los estratos
que las conforman, resulta imprescindible complementar el análisis estructural y
estático con un análisis de proceso, dinámico.
Como segundo elemento de análisis, sobre la misma matriz estructural, se
estimó la participación de cada estrato y subgrupo ocupacional en la distribu-
ción de los ingresos laborales de acuerdo a la segmentación por quintiles. Este
análisis nos permitió, por un lado, apreciar los cambios de cada grupo en la
distribución de los ingresos y, además, conocer la estratificación de los diferentes
grupos de acuerdo a su mayor o menor peso en cada quintil.
Por otro lado, mediante la información existente en términos de ingresos fue
posible analizar el aumento absoluto del nivel de ingreso de cada grupo, y evi-
denciar en que años o períodos la retribución en ingresos y, por ende, la capaci-
dad de consumo de cada grupo fue mejor o peor. Sin embargo, para que este
análisis fuese metodológicamente correcto era necesario transformar los ingre-
sos de los distintos años a una moneda única y deflactar las cifras de acuerdo a
los índices inflacionarios de cada año. Dado la complejidad que este procedi-
miento implicaba, pero sobretodo, porque este cálculo no era de vital importan-
cia se optó por no hacerlo. En cambio, si era importante comparar la diferencia
existente entre los ingresos de los distintos estratos y demostrar como esta dife-
rencia expresa una mejor o peor distribución de los ingresos. Estimación que
pudo hacerse estableciendo el promedio de ingreso de cada año como un indi-
cador cuyo valor se igualó a 100, y respecto del cual el promedio de cada grupo
asumió una distancia o proporcionalidad.
A partir de ambos análisis pudimos establecer la estratificación de los grupos
ocupacionales en términos de ingresos, pero además se pudo avanzar en el aná-
lisis de la desigualdad como elemento caracterizador de cada modelo económi-
co y de las relaciones entre los grupos sociales, y se pudo concluir como sobre
esta base objetiva los estratos van distanciando o asimilando sus intereses a los de
los demás grupos, configurando mediante esta diferencia u oposición su identi-
dad de clase.
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E MPLEADORES O EMPRESARIOS
La clase dominante, dentro de la estructura ocupacional, está formada principal-
mente por empleadores, es decir, empresarios de diversas áreas económicas que
contratan mano de obra remunerada, además de rentistas y profesionales de alto
nivel. Entre los años 1960 y 1973 los empresarios se mantuvieron con un peso
más o menos constante, con solo una leve baja en el año 1970 que se manifestó
con más fuerza en el sector comercial y en servicios.
A lo largo del período del régimen militar, este grupo social aumentó signi-
ficativamente (de 2,5% en 1973 a 3,8% en 1990), teniendo solo un descenso en
el año 82 producto de la crisis que llevó a la quiebra a numerosas empresas de
diversas áreas económicas. Aún pese a esta baja (a 1,9%), el nivel de cesantía de
este grupo sólo subió a 0,3% y volvió a 0 en los años siguientes, expresando una
estabilidad laboral que ningún otro grupo social posee. A partir de esta cifra, los
defensores del régimen podrían ver ratificada su percepción del «milagro eco-
nómico» conseguido por el gobierno militar a través de las reformas realizadas
en las políticas económicas. Sin embargo, los antecedentes económicos demues-
tran lo contrario.
Primero, el aumento de los empresarios entre 1973 y 1980 se dio sólo en las
áreas de servicios y comercio, mientras en el sector productivo se presentó un
leve descenso, luego en el año 82 los empresarios de todos los sectores descen-
dieron y sólo hacia fines de los 80 se observó una recuperación significativa de
los empleadores en las áreas productivas y comerciales. Como consecuencia de
ello, los índices económicos evidenciaron que el crecimiento del PIB acumula-
do durante el régimen militar fue bastante reducido y muy fluctuante, y que la
actividad industrial no volvió a recuperar la participación en el PIB alcanzada
hasta 1973.
Segundo, diversos estudios (véase Baño y Faletto, 1992; Stallings, 2001) reve-
lan que, lejos de aumentar los niveles de competencia en la economía, a medida
que aumenta el ingreso de capitales externos y de transnacionales crece la con-
centración de los grupos económicos que representan a los grandes monopo-
lios, especialmente los servicios financieros y de exportación. Esto se dio con
fuerza en Chile, por medio de las políticas de privatización emprendidas por el
gobierno militar y, junto a ellas, la transferencia directa o indirecta de recursos
fiscales hacia sectores privados, en los servicios de salud y previsionales. «A fines
de 1978 cinco grupos económicos tenían el control de los activos de 250 em-
presas más grandes del país; y ellos más otros cuatro, controlaban el 82% del
crédito bancario total y el 64% de los préstamos otorgados por las entidades
financieras no bancarias».3
Este aumento de la concentración económica, en algunos sectores, se produ-
jo como resultado del cambio en el modelo económico, y motivó el traslado de
empresarios de un área económica a otra. Por eso, luego de producirse numero-
3
Cita a los resultados de los estudios de Dahse (1979) y Foxley (1982), por Martínez y
Tironi (1985: 135).
106
LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990
I. Empleador (Total) (2) 2,5 2,1 2,5 3,2 1,9 3,8 3,1 0,0 0,3 0,0 0,0 0,3 0,3 0,3
I.1 Empleador (por tipo de oficio)
Directores, gerentes y
0,7 0,8 0,8 0,8 0,4 1,4 1,0 0,3
funcionarios superiores
Profesionales y técnicos 0,4 0,2 0,1 0,4 0,3 0,5 0,4
Comerciantes y vendedores 0,8 0,5 0,4 1,0 0,5 0,8 0,5 0,2
Otros empleadores
0,6 0,6 1,2 1,0 0,7 1,1 1,2 0,3 0,3 0,2
(administrativos y otros)
I.1 Empleador (por actividad económica)
Sector productivo y transporte 1,3 1,3 1,5 1,4 1,0 2,1 1,5 0,3 0,3 0,3 0,3
Comercio 0,8 0,5 0,6 1,0 0,5 1,3 0,9
Servicios 0,4 0,3 0,4 0,8 0,4 0,4 0,7
I.1 Empleador (por tipo de institución)
Sector privado 2,4 2,1 2,5 3,2 1,9 3,8 3,1 0,3 0,3 0,3 0,3
Área Fiscal 0,1 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0
II. Empleados (Total) (2) 27,6 36,8 40,7 36,7 39,5 39,3 39,3 20,6 19,2 40,0 22,6 27,0 32,3 29,7
II.1 Empleados (por tipo de oficio)
Profesionales y Técnicos, y
6,6 10,9 13,2 12,7 13,1 15,5 16,0 4,4 2,0 4,0 2,9 5,5 7,1 5,9
directores
Personal Administrativo y
11,7 14,3 14,9 13,3 15,6 13,5 11,9 6,9 6,6 15,0 10,3 10,9 12,2 10,2
fuerzas armadas
Comerciantes y vendedores 2,8 3,2 3,9 4,4 5,7 4,9 7,1 2,8 2,6 8,0 2,9 5,9 7,1 10,8
Operadores y otros obreros
3,8 5,1 4,4 4,1 3,9 4,0 3,6 4,4 6,3 11,0 3,9 1,1 5,1 2,5
calificados
Otros trabajadores servicios y
2,7 3,2 3,8 2,2 1,2 1,4 0,7 2,0 1,7 1,0 2,5 3,6 0,8 0,3
obreros no calificados
II.2 Empleados (por actividad económica
Sector productivo (primario y
6,8 9,7 10,6 7,9 7,9 8,6 7,2 4,0 5,0 11,0 5,9 8,1 7,9 4,5
secundario)
Transporte y almacenaje 3,1 4,2 4,5 3,7 4,3 4,9 4,9 3,2 5,0 5,0 3,4 3,2 6,1 4,2
Servicios comunales y sociales 6,4 10,0 11,4 10,1 10,1 10,7 9,9 3,6 1,7 5,0 4,4 3,6 7,4 2,8
Servicios de gobierno y
6,2 7,1 6,8 8,0 8,9 8,3 9,2 4,4 2,3 4,0 3,7 3,8 4,0 7,6
financieros
Comercio y otros servicios 5,0 5,6 7,0 7,0 8,2 6,7 7,8 5,2 5,3 15,0 5,2 8,1 6,9 10,5
II.3 Empleados (por tipo de institución)
Sector privado 16,3 21,2 23,9 25,4 28,3 30,6 31,7 16,5 14,9 33,0 17,2 23,5 28,5 27,4
Área Fiscal 5,4 7,9 6,0 5,6 5,5 2,7 2,4 1,6 0,7 3,0 2,7 0,8 1,0 0,5
Sector Público y empresa
5,9 7,7 10,8 5,7 5,6 6,0 5,2 2,4 2,6 4,0 2,7 2,7 2,8 1,8
pública
107
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
108
LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990
sas quiebras en el sector industrial —a fines de los setenta e inicios de los ochen-
ta—, muchos empresarios se trasladaron desde esta área hacia la terciaria. Al
tomar sólo la distribución de éstos se constata que entre el año 1973 y el 1980
los empleadores disminuyeron en el sector productivo (agricultura y minería de
9,5 a 7,5% y en industria de 52% a 30%), mientras en comercio subió de 22% a
30% y en servicios de 15,5% a 32%. Con la fuerte crisis del año ’82 todos los
empleadores bajaron, pero luego, con el proceso de recuperación de la crisis, los
sectores industriales pasaron a ser un factor importante, estos empleadores au-
mentaron más que en los otros sectores, además de producirse un fuerte incre-
mento de los empleadores del agro. Los del área servicio, pese a continuar su
ritmo de crecimiento económico, no aumentaron en número, lo que permite
confirmar la tendencia hacia la concentración en pequeños grupos. Ello se re-
fleja, además, en el aumento de su participación en el 5º quintil de ingresos, pese
a haber aumentado también su peso en el 1º, lo que por cierto no desmiente la
primera apreciación, puesto que el aumento en el 1º quintil se debió al ingreso
de comerciantes sin capacidad de competir.
En cuanto a la división de empleadores por oficio, se evidenció que entre el
año 1973 y el 1990 los que más aumentaron fueron los directores, gerentes y
funcionarios superiores (de 0,8% en 1973 a 1,4% en 1990), superando de este
modo al grupo que antes ocupó el primer porcentaje y que descendió leve-
mente en el período: administrativos y otros empleadores. Por el tipo de fun-
ción que representa este último grupo debió estar vinculado a empresas media-
nas o pequeñas y a instituciones de fomento características del período anterior,
lo que se comprueba por el alto porcentaje de participación de estos en el 3º y
4º quintil (20%). Tanto este grupo de empleadores administrativos como el de
gerentes y directores, entre el año 1973 y el 1980 aumentaron significativamen-
te su participación en el quintil de más alto ingreso, así los primeros pasaron de
80% a 90,5% y los segundos de 85% a 100%, situación que se mantuvo pese a la
crisis agudizando la concentración de ingresos en detrimento de los demás
grupos.
Las demás fracciones de empleadores aunque contaban con un peso menor
en la ocupación, también aumentaron: comerciantes y vendedores subieron de
0,4% a 0,8% y profesionales y técnicos de 0.1% a 0.5%. Los comerciantes, que
entre 1970 y 1973 contaban con una alguna participación en los quintiles me-
dios (18% y 15% respectivamente), hacia el 1990 disminuyeron esta participa-
ción en beneficio de una mayor concentración en el 5º quintil (88%) (ver cua-
dro 4). En síntesis, el nivel de participación de los empleadores en el 5º quintil
aumentó entre 1973 y 1980 y, pese a la crisis, se mantuvo en 1982. Esto puede
tomarse como una expresión más del aumento de la concentración económica
en pequeños grupos. En 1990 disminuyó levemente la participación de los
empleadores en el 5º quintil debido al aumento del quintil de bajos ingresos, lo
que más que una mejoría en la distribución expresó la aparición de un nuevo
tipo de empleadores «microempresarios». Fenómeno que explica el crecimiento
de los empleadores ocupados en el año 1990.
En un estudio sobre las transformaciones en el mercado laboral (Klein e
109
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
Infante, 1992), los autores afirman que en los años ochenta aumentaron los
ocupados que se desempeñan como empresarios, tanto en la categoría ocupa-
cional de empleador como en la de trabajador por cuenta propia, producto de la
inestabilidad laboral y las bajas remuneraciones que indujeron a la búsqueda de
ocupaciones independientes.
El cambio de tendencia de un modelo más o menos distributivo hacia uno
excluyente, quedó expresado además en la distancia del promedio de ingresos
de los empleadores respecto de los otros grupos ocupacionales (ver cuadro 6).
Así mientras entre 1960 y 1973, la proporción de los empleadores respecto del
promedio se acortó (de 3.4 a 3 veces), hacia el año ‘80 la proporción llegó a casi
cuatro veces, y en el año 1990 llegó a superar 4.9 veces el promedio. Al mismo
tiempo que los grupos de menores ingresos aumentaron su distancia por debajo
del promedio, de hecho en ese año el ingreso del empleador superó por 11,6
veces al del obrero.
Este aumento de la distancia entre el promedio de ingresos de los empleadores
y de los grupos populares, es aún más tremenda si se consideran que una parte
de los ingresos de los estratos altos no provienen del trabajo sino de otras fuen-
tes personales, transformándose en un hecho clave para la nueva configuración
social.
110
LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990
E MPLEADOS
Los empleados, que dentro del periodo de «desarrollo hacia dentro» pasaron a
constituir el segmento más importante dentro de la clase media, crecieron
significativamente entre 1960 y 1970 gracias al desarrollo de los aparatos buro-
cráticos. Las áreas económicas en que se ocupaban los empleados, eran
mayoritariamente terciarias, siendo los servicios sociales y comunales los que
más crecieron en el periodo. En un porcentaje menor se ubicaban en el sector
productivo primario y secundario que también creció en forma importante. Es
importante destacar el crecimiento de los empleados ocupados en las áreas fiscal,
pública y en las empresas públicas, estando en el año 1973 más de un 40% de los
empleados ocupados en este sector. Crecimiento que respondió a la difusión de
los servicios sociales y a la participación del Estado en el fomento y ejecución
de actividades productivas(Martínez y Tironi, 1985).
Una vez iniciado el periodo del régimen militar este grupo social sufrió un
importante descenso. Entre los años 1973 y 1980 bajó de 40,7% a 36,7%, siendo
la contracción de las actividades de fomento y producción realizadas por el
111
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
Estado una de las más significativas para este grupo y para el modelo económi-
co, ya que hasta el año 1973 el crecimiento de los aparatos burocráticos había
significado el desarrollo de nuevas funciones por parte del Estado (véase Faletto,
1993). Sólo en el área de construcción, urbanismo y obras públicas fueron ex-
pulsados 43 mil, en el área de fomento agrícola otros 14 mil, sumando cerca de
65 mil desempleados entre 1973 y 1979 sólo de las entidades de fomento y
empresas públicas. En los servicios sociales y servicios de administración general
la reducción fue menor, mientras el personal de defensa sufrió un gran incre-
mento, cercano al 42% entre 1970 y 1978. Estos cambios permiten pensar que
en el primer período de la dictadura se formó un nuevo perfil de empleado
público caracterizado por su orientación hacia la defensa interna y externa, su
desempeño en la burocracia tradicional y su alejamiento de las funciones pro-
ductivas (Martínez y Tironi, 1985).
Pese a que este descenso en las áreas fiscal y pública se mantuvo hasta fines de
los ochenta, el grupo total de empleados se recuperó entre el año 1982 y 1990,
gracias al traslado del sector público al privado. Esto permitió que hacia el año
1990 los empleados del sector privado aumentaran a 30,6%, frente al 24% del
año 1973, y contribuyó a que estos grupos mantuvieran en alguna medida su
condición de clase media. Eso sí, la mantención de ese status no fue fácil dado
que empeoró su nivel de ingreso y su acceso a la educación, factor que antes
había sido crucial en sus posibilidades de ascenso social. Además, el aumento del
empleo en el sector privado no fue suficiente para absorber la gran masa de
desempleados del sector público. Así mientras entre los años 1960 y 1973 la
cesantía de este grupo se mantuvo entre 20 y 19%, en el año 80 subió a 22,6%,
y a 32% en el año 1990, pese a que para esta fecha los indicadores económicos
ya habían mejorado.
Según el estudio de Martínez y Tironi, y el de Klein e Infante, la reducción
de los empleados públicos no implicó un proceso de proletarización sino un
aumento de trabajadores independientes. Nuestros datos no niegan esta afirma-
ción, pero nos llevan a relativizar sus alcances. Los trabajadores independientes,
tales como comerciantes, sólo aumentaron entre el año 1973 y 1982, pero luego
disminuyeron y crecieron en profesionales/técnicos y en operadores/ obreros,
entre el 1982 y el 1990. En suma el total de la categoría disminuyó, por lo que
es legitimo pensar que sí debe haberse producido un traspaso de empleados a
obreros.
Pese a este traspaso, dentro de la clase media el segmento asalariado siguió
siendo el más importante. Y, aunque para algunos empleados (los más califica-
dos) esta nueva condición de independientes les trajo mejores posibilidades
saláriales, para la mayoría esto significó una disminución de su estabilidad labo-
ral y de sus niveles de ingreso.
Al interior de los empleados, tanto los altos funcionarios (directores, profe-
sionales y técnicos) como los de nivel medio-bajo (personal administrativo y
FFAA, operadores y obreros calificados, otros trabajadores de servicios y obreros
no calificados) descendieron entre 1973 y 1980 producto de la baja total de los
empleados. Los comerciantes y vendedores fueron el único grupo de empleados
112
LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990
que creció, gracias a la fuerte apertura económica que se desarrolló en esos años.
Sin embargo, como señalan Martínez y Tironi (1985), estos empleados tendie-
ron a aumentar en el estrato inferior de ventas (entre el año 1970 y 1980),
mientras en el comercio al por menor se produjo una fuerte caída en la inver-
sión. Hacia el año 1982 este grupo siguió aumentando y, además, los altos fun-
cionarios y los administrativos se recuperaron, aunque esta alza no fue suficiente
para cubrir la demanda de empleo y, por efecto de la crisis, el nivel de cesantía
de estos grupos siguió creciendo.
Por su parte, los grupos vinculados a labores obreras calificadas, no calificadas
y de servicios menores bajaron, expresando un síntoma más del cambio del
modelo económico que tendía a la desindustrialización. Recién hacia el 1990
estos dos grupos se recuperaron levemente —en alguna medida gracias al au-
mento de los empleos de emergencia—, y además crecieron los altos funciona-
rios; pero el total de los empleados nuevamente bajó. Por ello, hacia el año 1990
los empleados en funciones administrativas y obreras (calificadas y no califica-
das) siguieron estando a un nivel inferior al del año 1973, dentro de un nivel
ocupacional también bastante menor respecto del total de la Fuerza de Trabajo.
Pese a que el descenso de los empleados se dio en forma diferenciada, el tipo
de oficio desempeñado por ellos siguió siendo por definición no manual y de
altos requerimientos educacionales (en 1973 sólo 21% de los empleados se ocu-
paron en labores obreras, en 1990 bajaron a 13%). Por lo mismo, las áreas econó-
micas en que se ocuparon siguieron siendo en su mayoría de tipo terciarias. Aún
así, variaron significativamente las actividades desarrolladas por ellos: disminuyó
su peso en el sector productivo, en transporte, almacenaje y servicios de utilidad
pública, y en los servicios comunales y sociales; mientras aumentaron de manera
importante en comercio y otros servicios, y en servicios financieros y de go-
bierno.
Según Martínez y Tironi, la auspiciosa situación de la ocupación en el área
comercial se dio gracias a la mejoría del comercio mayorista más moderno,
mientras el comercio al por menor tradicional decayó. Pero, de acuerdo a nues-
tros datos, la mejoría no se prolongó por mucho, ya que después de la crisis el
sector descendió, quedando en el año 1990 en un nivel inferior al del año 1973.
En el área financiera, aunque hacia el 1990 bajó levemente el empleo, se mantu-
vo en un alto porcentaje; además, los ocupados del sector pudieron gozar de un
status superior al de los otros empleados, con altos niveles saláriales e importan-
tes posibilidades de ascenso.
Ello significa que, en gran parte de la dictadura, se ha producido un retroceso
para los empleados respecto de la situación existente en el modelo económico
anterior, en tanto ha habido una disminución del peso del Estado como gene-
rador de empleo y ha repercutido tanto en los empleos burocráticos como en
los empleos productivos de nivel medio. Pero, también puede considerarse que
ha habido un avance para un pequeño grupo de empleados que, luego de incor-
porarse al sector privado en áreas pujantes como las financieras y comerciales,
logró convertirse en empleador y acceder a más altos ingresos, o que permane-
ció en este status ocupacional e igualmente lograron mejorar su condición, a
113
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
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LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
según Martínez y Tironi, en buena parte de los empleados se produjo una rela-
tiva homogenización de ingresos hacia abajo, lo que hizo aumentar su cercanía
con los obreros. Sólo a partir de la recuperación económica de fines de los 1980,
esta situación tendió a mejorar y comenzó a recuperarse el status económico de
estos grupos, aunque de forma bastante diferenciada entre sus segmentos internos.
T RABAJ
RABAJ ADORES POR CUENT
AJADORES A PR
CUENTA OPIA
PROPIA
Los estudios historiográficos (Pinto, Candina y Lira, 1999) ubican a este grupo
como el principal representante de la clase media hasta antes del proceso de
ampliación del Estado, que desde los años treinta en adelante produjese el rápi-
do crecimiento de la clase media asalariada disminuyendo la importancia de los
grupos independientes. Al momento de la crisis del 73 existían dos grupos muy
diferentes dentro de una misma categoría de empleo: Uno con capacidad de
capitalización, inversión y formalización del empleo (22%), y con alguna vincu-
lación a grandes empresas, en funciones de profesionales, técnicos y administra-
tivos, y algunos comerciantes y operadores.Y otro formado por comerciantes al
minoreo tradicionales (28%), de menor capacidad de inversión y status de in-
greso medio y por vendedores, obreros no calificados y trabajadores de servicios
menores e informales, con pocas posibilidades de inversión y, por ende, bajas
ganancias.
Entre el año 1973 y 1980, este grupo sólo sufrió una disminución menor en
la ocupación y hacia el año 82, pese a la crisis, se mantuvo. Sin embargo, la
tendencia hacia la baja que venía desde décadas anteriores se fue pronunciando
hacia el año 1990. Así, de un 21% alcanzado en el año 1973 el grupo llegó al
18,7%, aún cuando las mejoras en el área comercial —antes señaladas— hicie-
ran pensar en la posibilidad de mejoría para este grupo. La expresión de esta baja
es la desocupación, que entre el año 1973 y el 1980 aumentó en 1,1 puntos
porcentuales.
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LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990
Al igual que en el caso de los empleados, los segmentos de más alto status de
ingresos de los trabajadores por cuenta propia son los profesionales/técnicos y
administrativos, y los comerciantes/vendedores, pero en este caso son estos últi-
mos los de mayor peso en el grupo y los que presentan mayor diversidad: entre
trabajadores con negocios establecidos, formales y con alguna capacidad de ca-
pitalización, frente a trabajadores informales con poca capacidad de inversión y
ganancia, tales como feriantes o ambulantes. El primer tipo de comerciantes
debido a las facilidades para la importación de artículos de consumo pudo haber
ascendido a la categoría de empleador al crecer su negocio y requerir de la
contratación de personal, esto nos permitiría explicar el crecimiento de los
empleadores de este rubro (de 0,4% a 1%, entre 1973 y 1980). La participación
de los trabajadores comerciantes en el 5º quintil de ingresos descendió a la par
que los empleadores de ese grupo aumentaron su peso en ese quintil.
Aunque también puede ser que el aumento de la concentración de ingresos
del segundo grupo, disminuyese la capacidad de competencia, inversión y ga-
nancias de los primeros produciendo una baja de su participación en el quintil
más alto. Pese a que esta última hipótesis puede ser más viable que la primera, no
se puede negar que el crecimiento de empleadores comerciantes debe haber
sido en parte producto de este traspaso, por más mínimo que haya sido. Hacia el
año 82 es inviable señalar lo mismo porque en ese período los empleadores
comerciantes y vendedores descendieron. Mientras que hacia 1990 se com-
prueba que hubo un traspaso de categorías ocupacionales debido a que, además
del aumento de empleadores comerciantes y del descenso de trabajadores inde-
pendientes, se produjo un aumento de empleadores en el 1º y 4º quintil de
ingreso, es decir pequeños o medianos comerciantes.
Los profesionales, técnicos y administrativos pertenecientes a la categoría de
trabajador independiente, entre el año 73 y el 80, descendieron en la ocupación
a la vez que se dio un aumento de su peso en la cesantía, casi en la misma
proporción. Esta baja estuvo asociada a la caída de las áreas de servicios persona-
les y de hogares, y en menor medida a una baja del comercio, todos dependien-
tes del sector privado. Entre el año 80 y 82 la situación de este grupo se mantu-
vo estable y hacia el 90 mejoró, pero al mismo tiempo aumentó su nivel de
cesantía (en un porcentaje menor), por lo que es difícil probar que se dio un
traspaso de este segmento de trabajadores al de empleadores. No obstante, el
descenso de trabajadores en los quintiles medios y altos (3º, 4º y 5º), y a su vez
el aumento de empleadores profesionales y técnicos, y del peso de estos en el 4º
quintil nos motiva a pensar que pudo haber un traspaso de categorías, aunque
ello no significó un ascenso radical en el status de ingreso.
En el caso de los trabajadores independientes en labores obreras calificadas,
entre el año 73 y el 80, aumentaron producto del traspaso de obreros antes
asalariados que se trasladaron producto de la caída de la industria nacional. Los
trabajadores en labores obreras no calificadas, en cambio, al igual que los traba-
jadores de servicios menores descendieron en el mismo período. Hacia el año
82 volvieron a descender los trabajadores obreros no calificados, pero también
lo hicieron los calificados, demostrando que el proceso de des-industrialización
117
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
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LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
Los obreros, entre los años 60 y 73 fueron el grupo social que más redujo su
peso en la estructura ocupacional4 producto del estancamiento del modelo in-
dustrial. Pese a este descenso, entre el año 70 y el 73 los obreros fueron el grupo
ocupacional más beneficiado con la puesta en marcha de la capacidad ociosa de
muchas industrias y el traspaso de algunas de ellas de manos privadas a públicas
(o mixtas). No obstante, una vez alcanzado el tope de la productividad en el año
71, la inversión privada se estancó y algunas fábricas expropiadas comenzaron a
tener problemas de producción. Ello indujo a que disminuyese el peso en la
ocupación de operadores y obreros calificados, aunque mantuvieron su impor-
tancia dentro del grupo; mientras los obreros no calificados crecieron hasta equi-
pararse los anteriores.
Desde los inicios de la dictadura, la participación de los obreros en la estruc-
tura ocupacional disminuyó, debido a que uno de los mecanismos utilizados
para superar la crisis del año 73 fue la contracción del empleo, en especial entre
obreros y empleados vinculados al sector fiscal y público. Sin embargo, ello no
quedó reflejado en los porcentajes de la ocupación del año 80 (aumentó el peso
de los obreros de 25,7% a 29,8%), porque al mismo tiempo que disminuyó el
empleo global y el de los obreros, bajó significativamente la ocupación de los
empleados en funciones obreras por lo que seguramente hubo un traspaso de
categorías. Además, las ocupaciones obreras que más crecieron fueron las tercia-
rias y luego las primarias, mientras las secundarias disminuyeron. Este fuerte
traspaso significó que aunque en ese período creció la ocupación, también au-
mentó la cesantía de los obreros.
Aunque no hubo una baja en la ocupación en términos proporcionales, si
hubo disminución de los obreros en cifras absolutas,5 por cuanto la ocupación
total redujo su peso dentro de la Fuerza de Trabajo y la cesantía aumentó en ese
período, siendo la cesantía de los obreros la que marcó el mayor crecimiento en
el año 80 (llegando a 63,2%).
Respecto a las funciones específicas en que se ocuparon los obreros, se evi-
dencia que los grupos que más crecieron fueron los comerciantes, vendedores y
otros servicios (de 5,2% a 8,8%), es decir obreros en labores terciarias más que
4
Aunque hay que destacar que este descenso es relativo puesto que entre 1970 y 1973 las
tasas de cesantía se redujeron significativamente y fueron precisamente los obreros el grupo
que más bajo su peso en este indicador.
5
Klein e Infante (1992) señalan que en 15 años el promedio de desempleo fue de 16%, lo
que mayormente afectó a trabajadores asalariados que de ser 1,4 millones en 1966 bajaron a
1,2 millones en 1983. Esto repercutió también en los salarios, así en 1983 el salario mínimo
era 60% menor que en 1970.
120
LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990
6
Entre 1970 y 1979, el número de obreros ocupados en establecimientos de 50 y más
trabajadores descendió en una tasa anual de 2,1%. Las ramas más golpeadas fueron la indus-
tria textil y cuero, productos metálicos, maquinaria y equipo; sólo aumentaron las ramas
alimenticias, bebida, vestuario, madera productos químicos y plásticos. Martínez y Tironi
(1985).
121
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
122
LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990
que aumentaron su peso en esos quintiles los obreros no calificados y los co-
merciantes. No obstante, los profesionales y técnicos siguieron siendo los de
mayor participación en los quintiles altos y medios (casi 50%), mientras los
obreros calificados y no calificados, y los obreros comerciantes y de otros servi-
cios contaron con menores niveles saláriales. Por su parte, el 80,5% de las em-
pleadas domésticas siguió siendo de los quintiles bajos.
Esta desmejora en los obreros se expresó claramente en el aumento de su
distancia respecto de los ingresos de los grupos altos y del promedio. Mientras
en el año 73 su ingreso era 4,9 veces menor al del empleador, 2,1 veces menor
al de los empleados y 1,6 menor al promedio; en el año 90 su ingreso era 11,6,
3,2 y 2,3 veces menor al de los otros grupos, respectivamente.7
En síntesis, durante la dictadura militar se dio una importante disminución
de todos los asalariados, en especial los empleados y obreros vinculados a los
sectores públicos y los dependientes de actividades productivas secundarias. Sin
embargo, el traspaso de empleados a la categoría de obreros en labores terciarias,
además de la permanencia de empleos de emergencia durante toda la década
del 80, permitió que este grupo no bajase su peso en la ocupación y al contrario
aumentara respecto del peso que tenía en el año 73, aunque en términos abso-
lutos la ocupación disminuyó para todos los grupos ocupacionales.
Pese a estos incrementos proporcionales, es evidente que las condiciones
laborales de los obreros empeoraron —al igual que para los demás asalariados—
debido al significativo descenso de su promedio salarial, del salario mínimo y de
todas las condiciones institucionales de protección laboral existentes hasta el 73.
Asimismo el definitivo cambio de su configuración interna, mejoraron en la
producción primaria al tiempo que disminuyeron en la secundaria, y de ser
predominantemente productivos pasaron a tener un peso importante en co-
mercio y servicios —actividades que por lo demás poseen las peores condicio-
nes saláriales y en general de trabajo—, determinó la total disminución de su
peso estratégico en el desarrollo económico nacional y trajo importantes con-
secuencias en su definición como clase.
Conclusiones
El nuevo modelo de desarrollo capitalista neoliberal, basado en la diversifica-
ción de las exportaciones y en la especulación financiera, limitó la capacidad de
clasificación por medio del trabajo para los distintos estratos sociales. Ampliando
los niveles de pobreza y de marginalidad de bastos grupos. Redujo al mínimo la
participación del Estado en la creación de empleo, con lo que se hizo aún más
difícil de superar aquella deficiencia del mercado. Disminuyendo la posibilidad
de acceder a los mecanismos tradicionales de movilidad social: educación o
7
Durante el régimen militar se produjo un cambio en la distribución funcional del ingre-
so, al aumentar la participación del capital extranjero en el PIB la sociedad chilena tuvo que
ajustar su ingreso real estancándose el ingreso per cápita, esto repercutió especialmente en los
grupos que derivan su ingreso totalmente del mercado laboral. Klein e Infante (1992)
123
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
Posiciones en la Posiciones en la
distribución de distribución social
ingresos del trabajo
Mínimo Estratificación
Empleadores y altos
Rol del Estrato Alto
funcionarios
Estado
Estrato medio alto Profesionales empleados e
independientes
Estrato medio y Empleados FFAA, administ.,
medio bajo comerciantes y
trabajadores independ.
Estrato bajo Trab. Indep. obrero y de
servicios menores.
Marginados Obreros y campesinos
Obreros serv. menores,
T. indep. Informales,
temporeros, empleadas
CLASE DOMINANTE
La clase dominante o burguesa durante la dictadura militar quedó constituida
por los propietarios y controladores efectivos de los medios de producción, los
que acceden al control del poder bajo la representación de las FFAA. En la
estructura ocupacional la clase está representada por los empresarios o
124
LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990
C LASE MEDIA
La clase media se constituye principalmente por asalariados y puede ser definida
como: «el sector social que se clasifica positivamente en el mercado laboral, con
mejores posibilidades de autovaloración que los obreros, lo que les permite
integrarse de forma positiva a la sociedad, pese a que su lugar en el modelo de
producción siga siendo de dominada».
Dentro de la estratificación está representada por los empleados profesiona-
125
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
126
LILIANA MANZANO CHÁVEZ • Estratos y clases sociales en Chile 1973-1990
Los obreros son los productores directos por definición, los que por carecer de
sus medios de trabajo deben vender su fuerza de trabajo, a través de ello otorgan
al producto un mayor valor y permiten la formación del capital. Sin embargo,
dentro del modelo económico neoliberal, esta definición comienza a perder
capacidad explicativa, los sujetos que antes se ubicaban en esta posición dismi-
nuyen y aparece un número importante de obreros en labores terciarias, y un
grupo de obreros en actividades independientes productivas o de servicios.
Los obreros que en este período se desarrollan en labores productivas, debi-
do al alto nivel de desempleo existente, se ocupan en empleos de emergencia
estatales, dónde se dan condiciones precarias y no se presenta una relación di-
recta con los dueños de los medios de producción.
Aunque no se elimine del todo la categoría de productor directo, si es nece-
sario hacer una reformulación del concepto de clase obrera. Es posible que se
constituyan como clase bajo una identidad de dominados, y una posición es-
tructural similar: negativamente privilegiada en el acceso a bienes y servicios y
en la valorización de su fuerza de trabajo. Bajo esta condición, la posibilidad de
generalizar intereses y adquirir mecanismos de representación va a ser aún más
necesaria que antes para desarrollar la identificación, ya que no se cuenta con un
claro opositor para generalizar esa identidad.
Al trasladarse una buena proporción de obreros hacia áreas terciarias y perder
los obreros su lugar estratégico en el desarrollo económico nacional se vio
limitada su fuerza estructural. Dentro de un modelo donde los ingresos de los
sectores secundarios dejan de depender de las empresas (y ramas) que ocupan
mayor cantidad de trabajadores, es claro que las posibilidades del grupo de man-
tener su capacidad de presión es mínima.
Sumado a lo anterior, se produjo una disminución de los obreros y otros
empleos marginales en la participación de la distribución de los ingresos, au-
mentando el peso del grupo en los quintiles más bajos. Pero, esto no significó
una mayor homogenización en las condiciones del grupo, ya que las diferencias
entre empleados en funciones obreras, obreros calificados y el resto de los obre-
ros de baja calificación aumentaron. Su promedio salarial descendió, al igual que
el salario mínimo y el resto de los mecanismos de protección laboral existentes.
Esta situación, además de incrementar la competencia entre ellos y dificultar la
generalización de intereses, limitó las posibilidades de organizarse y ejercer pre-
sión. Esto explica porque durante la dictadura militar el objetivo de las
movilizaciones populares estuvo restringido al término del régimen y no pro-
pulsó un proyecto clasista de cambio social.
Según las proyecciones que se observan en los datos, las tendencias en el
modelo no variaran significativamente. Hacia el año 2000, mientras mejora la
ocupación del grupo en áreas productivas primarias y en la construcción, en la
industria siguen bajando permitiendo que las actividades terciarias lleguen a
superarlas, y aunque el promedio de ingresos mejora las diferencias internas
persisten.
De acuerdo a esta resumida caracterización, al abrirse nuevas posiciones es-
127
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
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130
VICENTE ESPINOZA • La movilidad ocupacional en el Cono Sur
REVISTA DE SOCIOLOGÍA20 (2006) • issn 0716-632x • 131-146
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile
VICENTE ESPINOZA
Instituto de Estudios Avanzados, Universidad de Santiago de Chile
::: RESUMEN
En este artículo paso revista a las preguntas sociológicas que plantean los
estudios de movilidad social a las temáticas de la desigualdad y la organiza-
ción de los sistemas de estratificación. Los datos remiten a situaciones pa-
radójicas, que no tienen siempre una interpretación sencilla. ¿Es más justa
una sociedad donde hay más movilidad ocupacional? ¿Son los privilegios
el reverso de la exclusión? ¿Cuáles son los soportes sociales de la movilidad
ocupacional? ¿Cuánta consistencia es posible apreciar entre posiciones,
cultura y formaciones de clase? El artículo busca responder a estas pregun-
tas sobre la base de información propia y comparando con otros estudios.
PA L A B R A S C L AV E : movilidad ocupacional, desigualdad social, clases
sociales
: : : A B S T R AC T
A review of sociological questions raised by social mobility studies on the
issues of inequality and the organization of stratification systems is made
in this article. Data address situations that are paradoxical and do not always
have a simple interpretation. Is more equitable a society with higher
occupational mobility? Are privileges the reverse side of exclusion? What
are the social levers of occupational mobility? How much consistency can
be recognized amongst positions, culture and class formations? The paper
aims at answering these questions dwelling both on original information
and comparisons with other studies.
K E Y WO R D S : occupational mobility, social inequality, social classes.
* Los datos que sirven de base a este artículo provienen de una encuesta realizada en el
marco del Proyecto Fondecyt 1990818. La edición para la publicación actual se realiza en el
marco del proyecto Fondecyt 10600225.
131
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
1
Cepal (2000) justifica la clasificación ocupacional que propone por su correlación con los
niveles de ingreso monetario de los individuos que componen cada categoría.
132
VICENTE ESPINOZA • La movilidad ocupacional en el Cono Sur
primeros estudios (pero ver Garretón, 2001). En los años sesenta, el análisis de la
movilidad social se asociaba con comportamientos políticos y procesos de cons-
titución de actores sociales, en medio de los procesos estructurales, que caracte-
rizaban la implantación de una sociedad industrial (Pinto, 1970; Raczynski,
1974a; Lipset y Bendix, 1963; Germani, 1963). Los actuales análisis de la estrati-
ficación social y aun de la movilidad ocupacional se diferencian poco de los
análisis económicos del mercado de trabajo (Beccaria, 2001; Weller, 2000; In-
fante et al., 1999; Martínez y León, 1998). Términos aparentemente sociológi-
cos, como exclusión, precariedad o privilegio, parecen poco más que equivalen-
tes light de conceptos económicos bien establecidos, si bien opinables, como
segmentación, productividad o monopolio.
En este artículo paso revista a las preguntas sociológicas que plantean los
estudios de movilidad social a las temáticas de la desigualdad y la organización
de los sistemas de estratificación. Los datos remiten a situaciones paradójicas,
que no tienen siempre una interpretación sencilla. ¿Es más justa una sociedad
donde hay más movilidad ocupacional? ¿Son los privilegios el reverso de la
exclusión? ¿Cuáles son los soportes sociales de la movilidad ocupacional? ¿Cuánta
consistencia es posible apreciar entre posiciones, cultura y formaciones de clase?
El artículo busca responder a estas preguntas sobre la base de información pro-
pia y tomando en cuenta los resultados de otros estudios.
Aunque la mirada propuesta sea más bien especulativa, no por ello es infun-
dada. Los datos que respaldan este análisis provienen de una encuesta de movi-
lidad ocupacional realizada en Montevideo, Buenos Aires y Santiago en sep-
tiembre de 2000 (Proyecto Fondecyt 1990818). La encuesta produjo informa-
ción sobre la historia laboral de trabajadores y trabajadoras que en ese momento
tenían entre 35 y 50 años de edad. Los entrevistados conforman una cohorte
relativamente homogénea desde el punto de vista de sus rasgos demográficos, a
la vez que comparten experiencias comunes en el contexto de su participación
laboral. La edad corresponde a un período en el cual las personas generalmente
han alcanzado el punto más alto de su trayectoria laboral y su familia se encuen-
tra establecida; no enfrentan las estrecheces que plantean los períodos de forma-
ción o la retirada de la fuerza de trabajo. Los datos, por lo tanto, no reflejan la
situación general de la fuerza de trabajo en las ciudades consideradas, sino que la
posición alcanzada por una cohorte de trabajadores. Estos datos, sin embargo,
permiten apreciar mejor sus oportunidades laborales, por cuanto controlan el
efecto del tiempo de permanencia en la fuerza de trabajo.2
2
Los datos procesados, así como los procedimientos de análisis, están disponibles directa-
mente del autor.
133
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
como una indicación gruesa relativa a este aspecto. La comparación de los datos
de movilidad, sin embargo, debe tomarse con cautela pues los resultados e
indicadores dependen no sólo de calidad de la medición, sino de las clasificacio-
nes ocupacionales utilizadas, las cuales varían entre un estudio y otro. Más aún,
en los datos disponibles la cobertura geográfica es variada, por lo que no se refie-
ren a poblaciones estrictamente comparables. Las interpretaciones que se realicen
deben considerarse iniciales y requerirán de otros estudios para su validación.
El cuadro 1 presenta algunos indicadores de movilidad intergeneracional
que si bien constituyen una aproximación útil, no toman en cuenta el efecto de
la interacción entre origen y destino; este aspecto se aborda en la sección si-
guiente. La movilidad observada se refiere al peso que poseen los trabajadores
que no conservan la ocupación de sus padres (en una tabla de movilidad se
ubican fuera de la diagonal) la cual se especifica según sea ascendente o descen-
dente. La movilidad mínima (llamada «estructural» en los primeros estudios) se
refiere a los cambios necesarios por la diferencia de distribución entre los mar-
ginales de la tabla, la cual se presenta como un índice de disimilitud. Finalmente,
la movilidad residual se refiere a la parte de la movilidad observada que no
resulta de la diferencia entre marginales y que puede ser atribuida a la circula-
ción o reemplazo entre puestos de trabajo; en el cuadro 1 se presenta como
porcentaje de la movilidad observada.
134
VICENTE ESPINOZA • La movilidad ocupacional en el Cono Sur
3
Esto puede tener relación con el crecimiento negativo de la participación masculina en el
mercado de trabajo durante la década del noventa (véase Cepal, 2000)
4
Tras cada estudio de movilidad ocupacional acecha la clasificación utilizada. En la encues-
ta de 2000 se optó por eliminar el estrato rural, dado que en las ciudades analizadas su
presencia refleja el avance de la conurbación antes que procesos de migración rural-urbana.
Los propietarios agrícolas se asimilaron con empresarios o pequeños negociantes, mientras
que peones o temporeros pasaron a trabajo marginal. Ambas imputaciones son consistentes
con el destino laboral de estos grupos, por lo que no afectan las pautas de movilidad, pero sí
reducen el peso de la movilidad estructural.
5
Los datos para Santiago en 1970 parecen indicar que el peso de la movilidad estructural
se redujo antes de la implantación de una economía de mercado. Lamentablemente desco-
nozco la existencia de estudios de movilidad realizados en las tres décadas hasta los últimos
estudios realizados. Además, estos datos poseen altos contrastes con los de 1960, los cuales
han sido atribuidos a diferencias de codificación entre ambos estudios (Raczynski, 1974a) y
también al cambio de status legal de los obreros calificados que pasaron a definirse como
empleados (Raczynski, 1974b).
135
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
136
VICENTE ESPINOZA • La movilidad ocupacional en el Cono Sur
La exclusión
La exclusión es el aspecto dominante de los procesos de cambio estructural,
cuando éstos se miran desde el punto de vista de los pobres. Pese a su voluntad
de integración, sus caminos de progreso están cerrados y cada vez resulta más
dificultoso observar procesos de movilidad social ascendente entre ellos. Cuan-
do se miran los mismos procesos de cambio estructural desde la perspectiva de
los integrados, el modelo de desarrollo aparece promoviendo el avance indivi-
dual, al paso que hace de la desigualdad retórica añeja. ¿Impasse o paradoja? La
evidencia respalda tanto a quienes destacan la integración de las sociedades lati-
noamericanas en procesos globales de modernización, como a quienes critican
un «modelo neoliberal» que genera desempleo, pobreza o exclusión.
El problema puede despejarse si se acepta que la exclusión no sea necesaria-
mente el reverso de la integración. La exclusión, en la percepción de quienes la
sufren, se establece bajo la forma de barreras a la movilidad que se imponen
contra la voluntad individual. La exclusión puede comprenderse también en
la acepción weberiana de clausura, esto es, como el cierre voluntario y delibe-
rado que hace un grupo para explotar ventajas de monopolio (Parkin, 1974).
En situaciones de polarización de la estructura social, el término exclusión
refiere sin ambigüedad a estas dos situaciones, porque la desventaja es el re-
verso del privilegio, tal como la barrera lo es de la clausura. En otras situacio-
nes, el término pierde precisión y genera confusiones o paradojas como la que
analizamos.
Otros estudiosos de la estructura social latinoamericana describieron las pautas
de movilidad social en términos polares. La estructura social enfrentaría una
tensión en direcciones contrarias: una hacia la movilidad estructural ascendente,
y otra hacia la marginalidad (Filgueira, 2000, Gurrieri y Sáinz, 2003). La tesis de
dualización del mercado de trabajo, donde estaría bloqueada la circulación entre
posiciones calificadas y no calificadas, es otra de las versiones conocidas de la
polarización de la estructura social (Filgueira y Geneletti 1990). Los datos reco-
gidos en las tres capitales conosureñas plantean un cuadro más complejo que la
segmentación polar.6 El Cuadro 2 resume las pautas de movilidad ocupacional
entre generaciones, agregando las ocupaciones en cinco grupos según su califi-
cación; los dos niveles más altos comprenden 55 por ciento de la fuerza de
trabajo en Santiago, 53 por ciento en Buenos Aires y 44 por ciento en Monte-
6
La clasificación define cinco grupos a partir de 19 categorías obtenidas de la codificación
de respuestas abiertas a la descripción de oficio y cargo que realizó el respondente, según
ISCO-88 (actualizada 23 de febrero de 2000), www.ilo.com. El nivel «semicalificado» corres-
pondería al más bajo de lo que algunos estudios designan como ocupaciones no manuales.
En clasificaciones menos centradas en la ocupación formarían parte de la clase obrera (Wright,
1994).
137
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
138
VICENTE ESPINOZA • La movilidad ocupacional en el Cono Sur
Si bien puede encontrarse un modelo que ajuste los datos de las tres ciuda-
des, en esta presentación pondré el énfasis en el contraste entre las tres ciudades,
para referirme posteriormente a los elementos comunes. Santiago aparece como
una ciudad en la cual los efectos de exclusión de las ocupaciones de menor
calificación son el rasgo principal. Buenos Aires aparece como la ciudad donde
las pautas de movilidad están más trabadas, acercándose a una situación de pola-
rización (Kessler y Espinoza, 2006). Montevideo se encuentra cercana a la situa-
ción de Santiago, aunque con niveles de exclusión menos severos, su rasgo dis-
tintivo es la retención anormalmente alta en las ocupaciones de nivel técnico y
administrativo, lo cual la acerca a la pauta de Buenos Aires.
De las tres ciudades analizadas, Santiago aparece como la más abierta en
términos de movilidad, una vez fuera del sector de ocupaciones menos califica-
das. Los hijos de estos trabajadores poseen alta probabilidad de reproducir la
posición del padre y sus movimientos hacia fuera de estas posiciones son relati-
vamente excepcionales. No obstante, una vez fuera de este sector, las posibilida-
des de movilidad son bastante altas, por lo cual el problema básico para incre-
mentar las oportunidades reside en reducir la exclusión de los hijos de los traba-
jadores de las ocupaciones menos calificadas.7 Además, la movilidad en este caso
involucra tanto ascenso como posibilidad de descenso, especialmente para quie-
nes se ubican más cerca de las ocupaciones de menor calificación.
La clausura de las posiciones más ventajosas de la estructura ocupacional está
presente sobre todo en Buenos Aires y en alguna medida en Montevideo. Las
posiciones de mayor calificación reflejan alta herencia y autorreclutamiento,
vale decir que los movimientos quedan reducidos prácticamente a los grupos
contiguos. En Montevideo esta características se aprecia en un grupo de ocupa-
ciones calificadas, mientras que el tope de la estructura permanece abierto. La
situación de Buenos Aires parece más cercana a una dualización de la estructura
de ocupaciones, donde existen tanto barreras de protección al descenso como
de bloqueo al ascenso.
En Santiago y Montevideo la pauta de movilidad se acerca a una situación de
«exclusión sin clausura» dado que quienes superan la situación de exclusión
pueden alcanzar las ocupaciones de mayor calificación. En particular, las ocupa-
ciones semicalificadas operan como una doble vía de distribución que alcanza
todo el rango posible de movilidad. De una generación a otra, los hijos de
7
Con toda probabilidad a encuesta no registra las ocupaciones de ingresos excepcional-
mente altos, por lo cual la apertura debe matizarse considerando este elemento.
139
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
140
VICENTE ESPINOZA • La movilidad ocupacional en el Cono Sur
Sistemas de apo
apoyy o infor mal a la movilidad
movilidad
Los estudios de estratificación de los períodos de «movilidad social estructural»
dejaban de lado la importancia de activos diferentes al capital humano. En con-
diciones estructurales favorables, como las descritas para los años sesenta y se-
tenta, mecanismos de movilidad como capital social, redes, influencia, eran me-
nos visibles, aunque igualmente tenían peso en los resultados (Adler y Lomnitz,
1994). Pero también individuos con bajo capital familiar y social podían ascen-
der, porque la expansión de oportunidades era de tal magnitud que las ocupa-
ciones medias y altas incorporaban trabajadores de origen modesto.
El peso relativo de los «caminos» de la movilidad social se ha modificado con
respecto a los descritos en estudios anteriores. Tradicionalmente, el peso de la
explicación radicó en las posibilidades brindadas por el capital humano y por
variables de tipo cultural-funcional ligadas a la internalización de pautas valóricas.
En la actualidad, estos factores no son explicación suficiente de las trayectorias
de movilidad, además de que ofrecen una versión simplificada de la historia
social del siglo veinte.8 Los procesos de movilidad estructural ascendente fue-
ron apoyados por una masiva inversión pública en educación que alcanzó a la
mayor parte de la población, así como por el establecimiento de sistemas de
previsión, salud y protección laboral.
La idea de que bastaría con la calificación educacional y las disposiciones
individuales adecuadas ignora el soporte estructural que ofreció el sector públi-
co a los procesos de movilidad social (Barozet, 2002). En la búsqueda de otras
claves de la movilidad ocupacional, una creciente literatura ha destacado el valor
del capital social. La relevancia otorgada al capital social en los procesos de
movilidad social puede entenderse como «privatización» de los soportes estruc-
turales de este proceso.
Las redes sociales características del capital social muestran fuerza y variedad
en la explicación de la movilidad ocupacional en esta muestra.9 Las personas
que han tenido acceso a ocupaciones de mayor estatus ciertamente han utiliza-
do sus vinculaciones sociales, lo cual establece una diferencia de calidad en sus
relaciones con respecto a los trabajadores menos calificados. Estos últimos utili-
zan contactos laborales en el acceso a su actual puesto de trabajo, incluso en
8
La escolaridad explica bien la diferencia ingreso entre quienes tienen enseñanza de tercer
ciclo y el resto, pero su poder explicativo se reduce bajo este umbral, lo cual indica la
necesidad de incorporar factores explicativos adicionales.
9
Las definiciones operacionales de capital social se encuentran en Espinoza (2001a).
141
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
mayor proporción que los más calificados, pero tales contactos no les permiten
ganar acceso a mejores posiciones.
La versión asociativa del capital social supone que los vínculos locales con-
tribuyen a mejorar el estatus de familias más pobres. Esta versión aparece debi-
litada, pues el contacto asociativo no tiene efecto sobre las posibilidades de
ascenso ocupacional. El efecto significativo de barrios de composición social
heterogénea parece favorecer la imagen de vecindad territorial que acompaña al
capital social comunitario. No hay, sin embargo, otros elementos del enfoque de
capital social asociativo que complementen la presencia de este factor.
El tamaño de la red se asocia significativamente con la probabilidad de acce-
so a posiciones de alto prestigio y estabilidad. Una red de mayor tamaño es
generalmente una red más variada, que ofrece mayores oportunidades de acceso
a recursos escasos (Espinoza/Canteros 2001). Dentro de la variedad de contac-
tos disponibles, los laborales activos y los institucionales aparecen como los más
relevantes en el acceso a buenas posiciones laborales. Los contactos institucionales
de los respondentes muestran también efectos positivos en términos de movili-
dad. Este tipo de contactos comprende desde funcionarios públicos o privados
hasta autoridades y representantes. Estas vinculaciones están más disponibles en
las ocupaciones de mayor estatus que en el resto, indicando de paso su mayor
integración social.
Ahora bien, para tener acceso a los puestos más codiciados, no basta el con-
tacto con personas de mejor posición económica o bien ubicadas en una insti-
tución. La ausencia de elementos de relación personal puede disolver la oportu-
nidad y reflejar solamente la distancia que separa a uno del otro. La diferencia de
calidad entre los lazos que permiten el acceso a mejores posiciones y los que
reproducen en posiciones de menor estatus tiene que ver principalmente con la
fuerza de la relación. La fuerza de los lazos —contacto frecuente, confianza y
disponibilidad— tiene un efecto positivo en el acceso a posiciones ocupaciona-
les de alto estatus. Desde el momento en que estas relaciones fuertes no corres-
ponden a los amigos de confianza, cuyo efecto no es significativo en la movili-
dad ocupacional, la intensidad en las relaciones agrega valor a los contactos
laborales e institucionales existentes.10
La vinculación entre acceso a ocupaciones de alto estatus por medio de
lazos fuertes contradice la hipótesis más difundida al respecto (Granovetter,
1995 [1973]). La evidencia sobre contactos laborales converge más bien con
Ibáñez (1999), quien sostiene que son las vinculaciones informales en el lugar
de trabajo las que apoyan en el progreso laboral. En la medida en que se trata
de relaciones activas, ellas pueden corresponder a contactos que favorecen la
carrera ocupacional en una misma empresa o rama, antes que contactos de
acceso, establecidos «de afuera hacia adentro». Los contactos institucionales y
relaciones de amistad con alta confianza que aparecen favoreciendo el acceso
a los puestos de mayor calificación, corresponden al proverbial «pituto» chile-
10
El rol de los amigos de confianza tiene más eficacia para prevenir el descenso o reprodu-
cir la posición alcanzada.
142
VICENTE ESPINOZA • La movilidad ocupacional en el Cono Sur
no; esto es, un amigo o compadre ubicado al interior de una estructura buro-
crática formal.
143
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
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ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal
REVISTA DE SOCIOLOGÍA20 (2006) • issn 0716-632x • 147-174
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile
::: RESUMEN
El presente artículo reflexiona sobre las condiciones de posibilidad que
presentan los sectores medios para ejercer un rol activo en el modelo de
desarrollo vigente en Chile, tal como tienden a ser presentados e interpe-
lados discursivamente desde la esfera política. Para ello, en primer lugar, se
examina la reconfiguración de las relaciones de poder durante las últimas
décadas y la consiguiente articulación de un nuevo modelo societal. A
partir de esto, se analizan los cambios en la estructura ocupacional y los
mecanismos de integración social en los sectores medios, vislumbrando
tanto sus bases constitutivas como sus tejidos normativos. Las considera-
ciones finales reflexionan sobre las tensiones entre dichos cambios y las
interpelaciones discursivas que se dirigen hacia los sectores medios en la
actualidad.
PA L A B R A S C L AV E S : sectores medios, modelo de desarrollo, estratifi-
cación
: : : A B S T R AC T
This article reflects on the conditions of possibility that present the middle
sectors to exert an active role in the current mode of development in
Chile, as they are discursively presented and questioned from the political
sphere. First, we examine the reconfiguration of the power relations during
the past decades and the resulting articulation of a new societal model.
Based on this, the changes in the occupational structure and the social
integration mechanisms in the middle sectors are analyzed, glimpsing both
their constitutive basis and their normative fabric. Finally we consider the
tensions between those changes and the discursive interpellations directed
to the middle sectors nowadays.
K E Y WO R D S : middle sectors, mode of development, stratification
147
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
Intr oducción
Introducción
El presente artículo intentará desarrollar una reflexión desde la sociología hacia
el carácter actual que presentan los sectores medios. Más que una caracteriza-
ción descriptiva en términos de estructura ocupacional se intentará formular
una reflexión en torno a las condiciones de posibilidad que estos sectores
presentan para ejercer un rol activo en la sociedad chilena actual. Este rol
activo estaría definido por la capacidad que pudieran tener de desarrollar un
proyecto histórico, que diera una direccionalidad clara al modelo de desarro-
llo actual.
En este sentido, los sectores medios constituirían actualmente el núcleo de
una paradoja, en la medida que, por un lado, son los sectores que cargan en sus
espaldas buena parte de los costos del modelo de desarrollo y, por otro, constitu-
yen los sectores privilegiados hacia los cuales se orienta el discurso político,
interpelándolos a constituirse como las bases sociales que sustenten un nuevo y
renovado pacto social en Chile.
Esta paradoja se extiende más allá del ámbito indicado para dejar lugar a la
contradicción entre su interpelación discursiva como sectores homogéneos cla-
ramente constituidos, a la vez que su conformación «real» nos muestra una alta
heterogeneidad estructural en su composición social y, por lo mismo, una diver-
sidad de identidades culturales sin un referente único; referente que, como
veremos, estaba constituido por el Estado entre los años 1930 y 1973 del
pasado siglo.
Así, el artículo intentará caracterizar el conjunto de reformas estructurales y
políticas acaecidas durante los años ochenta, para preguntarse acerca de la
reconfiguración de las relaciones de poder en Chile y la forma que adopta el
nuevo patrón de acumulación, basado en la apertura económica hacia capitales
trasnacionales. En un segundo momento, caracterizaremos los principales cam-
bios que se evidencian en la estructura ocupacional, para indagar en las bases
objetivas en que se constituyen los sectores medios. Enseguida, analizaremos los
cambios que se producen en las principales formas de integración social, hacia
un marcado auge del consumo, reflexionando sobre la recomposición de tejidos
normativos que esta forma de integración simbólica posibilita o niega.
Por último, quisiéramos aclarar una distinción conceptual que orientará este
artículo, a saber: la distinción entre sectores medios y clase media. En general, en
este artículo, utilizaremos el concepto de sectores medios para desligarlo de una
carga teórica que en la realidad no podemos constatar como evidente. Pareciera
ser objetivo de un trabajo de investigación el definir con precisión si los sectores
medios constituyen clases, estratos, estamentos, etc.; objetivo que se aleja de
nuestras pretensiones. Por lo mismo, si utilizamos en algunos pasajes la idea de
clase media sólo lo hacemos dando cuenta de la caracterización con la que el
discurso político los interpela, lejano a lo que entendemos por clase, es decir, un
grupo social organizado con una base económica y social común, que porta un
proyecto histórico y lucha por volverlo hegemónico.
148
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal
149
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
2
Esto considerando la demanda interna como la articulación entre inversión privada,
consumo y gasto público, en donde, en éste momento histórico leído desde el monetarismo,
sólo la primera puede redinamizar la demanda y abrir un nuevo ciclo de acumulación.
150
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal
articulado, sobre todo, en torno a los sectores ligados a la fracción financiera del
capital, principalmente transnacional, y subordinadamente, local.3
Se trata, en el fondo, del quiebre político del pacto o alianza social que
sustenta al Estado de Compromiso, lo que agudiza la crisis sistémica del modelo
industrializador mediante la articulación de una crisis social, en donde se reordenan
las relaciones de poder entre los sujetos y fuerzas sociales, dando lugar a la
emergencia de nuevas posiciones dominantes.4 En estos términos, entonces, la
conformación de una sociedad neoliberal en Chile responde a la capacidad del
emergente bloque histórico de asumir la crisis y darle una salida por medio de
transformaciones estructurales que van instalando y articulando un nuevo mo-
delo societal.
Desde aquí, el cambio societal experimentando en Chile durante las últimas
décadas puede ser entendido no sólo como «un proceso acumulativo en el cual
se agregan nuevas variables que se incorporan a la configuración estructural,
[sino que] implica fundamentalmente un proceso de relaciones entre los gru-
pos, fuerzas y clases sociales a través del cual algunos de ellos intentan imponer
al conjunto de la sociedad el tipo de dominación que les es propio» (Cardoso y
Faletto, 2003: 13). En suma, los procesos de modernización neoliberal represen-
tan la implementación sistémica y normativa del proyecto político de un bloque
histórico que se representa sobre la totalidad del orden social, logrando instalar
como hegemónicas sus orientaciones prácticas (estructurales y normativas) par-
ticulares.
De esta manera, si bien el proceso de implantación del nuevo tipo societal
arranca de la posibilidad que le otorga el Golpe Militar como ruptura política
final de la alianza desarrollista, las transformaciones estructurales que instalan la
lógica de modernización neoliberal son posteriores, en la medida en que son
expresión de un paulatino reordenamiento sociopolítico de las relaciones de
poder entre los actores y fuerzas sociales. De hecho, es posible identificar una
etapa que va —aproximadamente— entre 1973 y 1975, en donde se van resol-
viendo las tensiones internas a los sectores golpistas, que precisamente guarda-
ban relación con la orientación que debía asumir el modelo de desarrollo en
Chile,6 las cuales finalmente son resueltas a favor del nuevo bloque histórico
que va emergiendo como hegemónico e instalando las transformaciones
neoliberales profundas que sientan una nueva lógica de modernización social.
En 1975, entonces, se inaugura la etapa fundacional de la dictadura que engloba
3
Cabe recordar que, desde Gramsci, puede considerarse que el bloque histórico no sólo
proyecta hegemonía sobre la sociedad, sino que también en su interior —como alianza de
clases y fracciones sociales— se construyen relaciones hegemónicas, es decir, posiciones di-
rectivas de determinados grupos sociales sobre otros.
4
Para la distinción entre crisis sistémica y crisis social, véase Habermas (1998).
6
Nos referimos a las disputas entre las visiones corporativistas y las neoliberales que con-
viven, en un primer momento, al interior de los sectores golpistas, y que son resueltas a favor
de los últimos fundamentalmente a partir de 1975 y de la influencia de los economistas de
Chicago.
151
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
una serie de cambios profundos que tienen por objetivo principal desarticular
las condiciones estructurales y políticas que hacían posible el modelo de desa-
rrollo anterior, sobre todo las que guardaban relación con la injerencia del Esta-
do en los procesos de generación y distribución del producto social, lo cual
además es acompañado de las políticas de represión tendientes a fragmentar a
los actores clásicos de la matriz nacional-popular. Es decir, se trata de crear las
condiciones económicas, sociales y políticas que posibiliten la implantación del
nuevo modelo societal.
En este primer momento se redefinen, profundamente, las bases objetivas a
partir de los cuales se constituían los actores sociales en el período desarrollista,
sobre todo en relación a la esfera del trabajo y la estructura ocupacional, parti-
cularmente mediante una alteración de la organización productiva y sus rela-
ciones laborales características. Conviene precisar, que si bien apuntaremos las
principales transformaciones que en esta esfera representan las reformas y ajus-
tes neoliberales, nos interesa enfatizar la medida en que debido a su profundidad
reestructuradora, éstas implican tendencias o lógicas que se prolongan más allá
del momento fundacional y, por ello, son importantes para establecer el contex-
to social actual de constitución de los sectores medios. Dicho en términos más
concretos, nos interesa más bien caracterizar la lógica o racionalidad que instala
la modernización neoliberal sobre las estructuras y dinámicas sociales, y no
tanto sus hitos o momentos de reforma particulares.
Así, en primer lugar, es posible identificar que como producto de uno de los
ejes del reordenamiento sociopolítico que desencadena las transformaciones, se
ha producido una redefinición de los actores que lideran la inversión y la acu-
mulación, que va desde el rol empresarial del Estado durante el período
industrializador —en la medida en que organizaba la producción estratégica-
mente, otorgaba puestos de trabajo y satisfacía determinados niveles de consu-
mo— hacia la preponderancia, como ya se apuntó, de la inversión privada an-
clada en torno a la especulación financiera y los servicios. De esta manera, por
ejemplo, en términos del producto interno, hacia 1965 el Estado participaba en
el 3% de la producción manufacturera nacional, lo cual se incrementa al 40%
para el año 1973, para volver drásticamente al 3% en 1998; similar a lo que
acontece en el área estratégica de la minería, en donde se pasa de un control
estatal del 85% de la producción (1973) a una participación del 45% hacia
finales de los noventa.7
Ahora bien, esta reorganización productiva también va acompañada de una
modificación profunda de los mecanismos encargados de asignar recursos para
la inversión, vale decir, del sistema financiero. En este caso, se trata de la libera-
lización de dichos mecanismos —bajo la premisa monetarista que enfatiza la
necesidad de despojarlo de todas las trabas posibles, para así orientar la inversión
a las ramas más eficientes y rentables, dinamizando con ello el crecimiento—, lo
cual ha introducido una tensión constante entre la asignación de recursos y las
7
Datos extraídos de Hachete (2000: 115).
152
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal
necesidades de empleo y desarrollo local, toda vez que se tiende a privilegiar las
ramas que aseguren solvencia y altas tasas de retorno (tasas de interés).8
Sin embargo, no sólo se ha producido una transformación técnica de los
procesos productivos y una liberalización del sistema financiero, sino que tam-
bién una profunda redefinición de las relaciones laborales o, dicho más amplia-
mente, la nueva racionalidad que desprenden los procesos de modernización
neoliberal también ha impactado en la organización del trabajo social. A gran-
des rasgos, en este ámbito se ha incorporado una tendencia creciente a la frag-
mentación del proceso de trabajo, con la consiguiente precarización del empleo,
fundamentalmente bajo las formas de la externalización de funciones y la
terciarización, en donde, por ejemplo, se puede apreciar que en 1987 el 14% de
los puestos de trabajo correspondía a subempleos, vale decir, trabajos con sala-
rios inferiores al mínimo o jornadas laborales por debajo de las 35 horas sema-
nales, lo cual hacia 1996 se incrementa hasta el 17% (Montero y Morris, 2001).
Esta nueva racionalidad que fragmenta el proceso de trabajo se liga estrecha-
mente a las formas en que se ha reorganizado la propiedad de la producción, la
cual se caracteriza por presentar una organización horizontal ligada en un nivel
superior a la propiedad de un capital hegemónico (la figura de los conocidos
holdings o conglomerados empresariales).10 Lo fundamental de advertir en este
punto, es que la flexibilización laboral, la subcontratación, la polivalencia fun-
cional, entre otros aspectos que dan cuenta de la fragmentación del proceso de
trabajo, se desprenden de la necesidad estructural que plantea el modo (hori-
zontal) en que se organiza la producción bajo la lógica de la modernización
neoliberal, lo cual además impacta en la dificultad sostenida de articular —desde
la esfera del trabajo— vínculos sociales estables que posibiliten la constitución
de actores que le otorguen un sustrato normativo sólido al orden y sus dinámi-
cas imperantes. Es justamente en los sectores medios, clásicamente estructurados
en torno al trabajo asalariado, donde podemos encontrar una de las categorías
sociales donde mayormente ha impactado la reorganización de las relaciones
laborales.
Finalmente, se puede diagnosticar que al amparo de las reformas neoliberales
se ha producido una reorientación de los procesos de distribución del producto
social, en donde ésta —la distribución— ha pasado de ser una necesidad para
asegurar el dinamismo y continuidad del modelo industrializador, a ser un lími-
te y obstáculo para la nueva racionalidad que promueve la modernización
neoliberal. En efecto, para el proyecto desarrollista la distribución aparecía como
un criterio esencial para el desenvolvimiento dinámico de un mercado interno
capaz de asegurar el consumo necesario que necesitaba la producción nacional,
8
El ejemplo paradigmático de esta tensión es el caso de las pequeñas y medianas empresas,
las cuales al no dar seguridad al sistema financiero encuentran dificultades en el acceso al
crédito, lo cual contrasta con su situación de ser el sector productivo más intensivo en la
gestación de empleos.
10
Para una mayor revisión e ilustración de la idea de una organización horizontal de las
actividades productivas bajo la propiedad de un capital hegemónico, véase Fazio (2005).
153
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
154
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal
12
Para Gramsci, precisamente, la construcción de hegemonía por parte de un bloque
histórico implica siempre tanto un control económico como un momento cultural-político.
«Si la hegemonía es ético-político no puede dejar de ser también económica, no puede
menos que estar basada en la función decisiva que el grupo dirigente ejerce en el núcleo
rector de la actividad económica» (véase Gramsci, 1971: 55).
13
Por ejemplo, con la implementación de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza,
que termina de desarticular la universidad nacional propia del desarrollismo, instalando en su
lugar mecanismos de autofinanciamiento y abriendo las instancias educativas al mercado.
155
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
156
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal
Para partir, se puede señalar que en los primeros años de las transformaciones
neoliberales, Chile experimentó una serie de fenómenos que determinaron que
la estructura ocupacional se viera caracterizada por varios factores propios de
esa época. Entre los más importantes se puede mencionar el precario creci-
miento de la ocupación en relación al aumento necesario para absorber la cre-
ciente fuerza de trabajo; la acelerada disminución de la población activa locali-
zada en la agricultura y el gran aumento de la localizada en el sector terciario; la
progresiva reducción del empleo público en el total de la población ocupada
(que hasta finales de los 80 no fue suficientemente acompañada de un aumento
paralelo del empleo privado), etc.
Este último fenómeno se torna especialmente relevante cuando se quiere
estudiar a los sectores típicamente denominados como «clase media», en la me-
dida en que en lo referido al ámbito laboral, es posible apreciar que desde la
década del 70 ésta se fue diferenciando cada vez más entre sus estratos asalariados
(del sector público y privado) e independientes.
En efecto, entre las múltiples transformaciones estructurales que definieron
la nueva conformación de los sectores medios se puede señalar, como uno de
los puntos fundamentales, su desligamiento del aparato estatal como principal
fuente generadora de empleos. Esto se tradujo, luego de la retirada del aparato
estatal de su rol modernizador, en que las «clases medias» perdieran una impor-
tante fuente de empleo.
Lo anterior queda de manifiesto en cifras que nos muestran que hasta 1973
el empleo público experimentó un crecimiento progresivo que se revirtió radi-
calmente con la llegada de la dictadura militar, llegando a reducirse desde esa
época hasta 1978 en casi 100 mil personas. Si se considera además lo que este
tipo de empleo debió haberse expandido, de haberse mantenido en ese lapso la
tendencia relativamente moderada de la década del sesenta, la reducción debe
estimarse en 193 mil empleos (Martínez y Tironi, 1985: 90).15
Se debe señalar en este contexto que el crecimiento del empleo público
hasta antes de 1973 no respondió al requerimiento de burocracia para labores
administrativas, sino más bien al requerimiento de personal destinado a la pres-
tación de servicios sociales llevados a cabo por el Estado —tales como educa-
ción y salud— y al fomento y ejecución directa de actividades productivas.
Precisamente, estas labores de fomento fueron las que presentaron la mayor
contracción entre 1973 y 1978 (de aproximadamente -19,18%) (Martínez y
Tironi, 1985: 93).
Ahora bien, esta reducción del Estado no significó la disminución cuantita-
15
Como dato metodológico, se debe señalar que Martínez y Tironi realizan un análisis
empírico de las consecuencias que tuvieron las transformaciones estructurales en las clases
medias a partir de una matriz de análisis compuesta de 4 ejes de interpretación y seguimien-
to: 1) El papel del Estado (y del sector privado) en la constitución de la clase media; 2) la
evolución de la clase media asalariada e independiente; 3) la evolución de los ingresos de los
grupos medios; y por último, 4) la función del consumo como proveedor de status de la clase
media.
157
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
18
Se debe señalar que la relevancia que tiene este fenómeno de desalarización sobre los
sectores medios se aprecia en que, por ejemplo, si bien el aumento de la importancia relativa
de las ocupaciones independientes es un fenómeno que se da en todos los estratos de la
sociedad, dicho incremento fue notoriamente más pronunciado en los estratos medios que
en los altos y los bajos.
158
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal
Así pues, en base a esto, se fueron marcando las pautas que determinaron la
progresiva reducción de la capacidad de acción política que tuvieron los secto-
res medios luego de 1973. Esta capacidad de acción política, si bien no era lo
suficientemente clara en la época del Estado de compromiso —lo que se expre-
saba, por ejemplo, en que estos sectores se comportaran muchas veces como
159
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
aliados de las clases populares, mientras que otras veces se situaran en posiciones
más cercanas a las de las clases dominantes—, sí presentaba cierta homogeneidad
en la medida en que se articulaba en torno a las «demandas mesocráticas» hechas
al Estado por estos sectores.
Por el contrario, en tanto que sus componentes sociales se fueron
individualizando cada vez más (con la proliferación de actividades indepen-
dientes y con la aparición de nuevas estructuras ocupacionales menos rígidas
que permitían, por ejemplo, que se incrementaran los procesos de asenso dentro
de las empresas como resultado del «esfuerzo individual») y, en la medida en que
se dejó de ver al Estado como el órgano referente de sus demandas sectoriales,
se fueron asentando las bases para que estos sectores tuvieran una mínima capa-
cidad de acción en torno a intereses generales (los cuales se presentaban, de
alguna manera u otra, con cierta claridad hasta inicios de los 70).
En base a esto, a partir de las características que configuraron a la «clase
media» desde la llegada de la dictadura militar hasta los años 80, podemos seña-
lar otras tantas que determinaron la forma que tomó este sector al llegar la
década de los 90. Hablando en términos generales, podemos afirmar que las
principales transformaciones en materia de la estructura ocupacional acaecidas
entre los 70 y la década de los 90 son la terciarización de la economía, la dismi-
nución de la clase obrera industrial y el aumento de la burocracia privada. Ade-
más, tal como se apreció tendencialmente al llegar a 1980, la movilidad social
que prima en este período es la de tipo individual, hecho que explica que los
empleados obtengan empleos de salarios más altos que los sujetos pertenecien-
tes, por ejemplo, a la clase obrera (véase León y Martínez, 2001).
Por otro lado, se puede apreciar que, desde el comienzo de la dictadura hasta
la llegada de la democracia, se observó una tendencia de desestructuración de
actores sociales de tipo clasista resultante de las transformaciones neoliberales,
en la medida en que éstas descomponían las bases constitutivas de dicho tipo de
actores. En efecto, y si nos centramos en datos referidos a los sectores medios, se
puede apreciar por ejemplo que entre 1971 y 1995 hay un aumento persistente
de los sectores medios asalariados, que de ser 18% del total de las categorías
sociales (población económicamente activa) en 1971, pasaron al ser 29% en
2000 (véase cuadro 3).20
El crecimiento de los sectores asalariados no es un hecho menor teniendo en
consideración que, hasta mediados de los años 80, se observaba una tendencia al
aumento de los sectores medios independientes (específicamente en los estratos
de comerciantes y vendedores) en desmedro de los sectores medios asalariados.
Estos sectores medios asalariados son los que progresivamente se reubicaron
en el sector privado, hecho que constituyó un gran impacto sobre su orienta-
ción a la movilidad social, en tanto existen notables diferencias entre este sector
20
A este respecto se debe señalar que, si bien este sector de asalariados fue el que experi-
mentó un mayor crecimiento sobre todo luego de los 80, fue el sector de trabajadores inde-
pendientes el que en su mayoría presentó un mayor nivel de ingresos, especialmente a partir
de la década de los 90.
160
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal
* Para apreciar el cuadro completo véase Torche y Wormald (2004: 15). Se debe dejar en
claro que los datos aquí presentados nos muestran los porcentajes de los sectores medios
asalariados e independientes en relación al total de la población económicamente activa, y
no considerando a los sectores medios como el 100% de los casos (tal como se hace en el
cuadro 1).
161
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
162
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal
25
Sobre el concepto de integración social utilizado, véase Habermas (2002).
26
Pese a ello, resulta difícil hablar de un proyecto hegemónico de clase al interior del
Estado sino más bien de una alianza precaria entre distintas fracciones de clase.
163
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
Trabajo
La centralidad del trabajo como eje constitutivo de las clases sociales, en cuanto
a su configuración objetiva y sus formas de representarlas como significaciones
sociales, estuvo asociada desde un comienzo a la modernidad como proceso
histórico de reflexivización y racionalización de los vínculos sociales. El susten-
to material que fundamentaba este ideario en torno al trabajo estaba referido a
la predominancia del sector industrial dentro de la economía mundial y nacio-
nal, basada en la existencia de un Estado fuerte que dirigía la economía. Este
Estado no sólo se constituía como planificador económico sino también como
plataforma de negociación de los distintos intereses que expresaban las clases
sociales. En Chile, este Estado, al igual que en el resto de América Latina, no sólo
constituía esta plataforma de negociación de demandas sino también uno de los
164
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal
28
Para ver detalladamente estos puntos, véase Aguilar (2004).
165
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
Según el informe sobre desarrollo humano del PNUD del año 2002 «la nue-
va desigualdad social, más allá de la distribución del ingreso, reside en la des-
igualdad frente a la precarización del empleo» (PNUD, 2002); esto dice relación
con que los individuos deben enfrentar, junto a sus competencias para desarro-
llar el trabajo, condiciones desiguales de protección social aún cuando tengan
competencias similares con otros individuos. La principal función del Estado en
el Estado de Compromiso, recalca el informe, no era la redistribución del ingre-
so sino la protección social frente al empleo, sobretodo en el caso de los sectores
medios, cosa que ahora debe ser asumida de manera individual. Así, la percep-
ción de los ciudadanos en torno al trabajo actualmente, se refiere a entenderlo
como un instrumento de adquisición de dinero para consumir y no como for-
ma de autorrealización, cosa que se mantendría en los sectores altos, que no
enfrentan las condiciones de precariedad laboral.
La reducción del aparato del Estado nos permite comprender que la matriz
identidad-nación sustentada en la relación que sostenía el Estado como empleador
con los sectores medios ha desaparecido. En otras palabras, su principal referente
normativo ya no existe y, por tanto, el tejido social construido en su derredor ha
sido fragmentado. Los procesos de reforma laboral que acompañaron a la libera-
lización de la economía durante la dictadura y afianzada durante las nuevas
democracias ha llevado a una creciente individualización de las experiencias
sociales, en la medida que los riesgos de la movilidad laboral no son asumidos
por el Estado sino que dependen del individuo o, en última instancia, de los
movimientos fluctuantes del mercado.
Como vemos, la reorganización del sistema de trabajo no nos lleva a pensar
una nueva forma de integración social, en el sentido que estamos trabajando
como integración económica y producción de normatividad, sino más bien un
repliegue del individuo que no se identifica con el trabajo que realiza, sino que
lo considera como medio para la satisfacción de otras necesidades; la pérdida de
identidad que la reducción estatal produjo en los sectores medios parece ser
algo irreparable desde el punto de vista del trabajo. Intentaremos indagar en las
otras formas de integración para ver si asistimos a la recomposición del tejido
social fragmentado, que los procesos modernizadores produjeron, cuestión que
consideramos mínima para hablar de una clase media en términos homogéneos.
Educación
El acceso a educación fue una de las principales demandas a las cuales las distin-
tas clases sociales, especialmente los sectores medios, apostaban, mediante su
apoyo e inclusión al pacto social que subyacía en el Estado de Compromiso. El
acceso a educación se veía como uno de los principales mecanismos de integra-
ción y movilidad social, en la medida que permitía a los sujetos adoptar compe-
tencias profesionales que le aseguraran su incorporación al Estado como buro-
cracia o como mano de obra especializada en las labores propias de la industria.
La educación era vista como una forma de paliar las desigualdades que a nivel
de la estructura económica se producían, logrando desviar en términos positi-
vos la trayectoria social del individuo como perteneciente a una clase social.
166
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal
30
Para profundizar en este tema, véase Fleet (2004).
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
Consumo
El consumo representa una forma de integración de segundo orden, en la me-
dida en que está supeditado a la creación de empleos y al éxito pecuniario. El
consumo, en un sentido amplio, no es nuevo, sin embargo, a partir de la genera-
ción incipiente de una sociedad de consumo en América Latina y, particular-
mente, en Chile, asume diferentes rasgos que lo hacen cobrar una especial rele-
vancia como mecanismo de integración simbólica, desplazando al trabajo y la
educación como mecanismos clásicos de integración.
El consumo no es nuevo, en la medida que, como mencionamos anterior-
mente, las demandas por participación política que desarrollaban las clases so-
ciales o sus fracciones organizadas siempre fue acompañado por una demanda
de satisfacción de sus necesidades materiales, lo que constituía los procesos de
democratización social. La clave para entender este tipo de consumo la pode-
mos encontrar precisamente en el concepto de necesidad, que bajo un concep-
to de clase, nos liga directamente al paradigma de la producción, es decir, el
motor de la producción de mercancías tiene como eje directriz la satisfacción
de las necesidades de las clases, como sujetos de la producción, que se configu-
ran en relaciones sociales de intercambio. Así, las necesidades que enarbolaban
las clases como prioritarias tenían relación con el acceso privilegiado a los siste-
mas de salud, vivienda y educación, que sólo se conseguían mediante una incor-
poración política a la toma de decisiones estatales en la evaluación de criterios
redistributivos.
Este papel redistributivo y de satisfacción de necesidades estaba asignado al
Estado durante el periodo del Estado de Compromiso, ya que, como vimos,
contaba con altas cantidades de recursos, fruto del desarrollo industrial, y tenía
como principal función la protección social. Sin embargo, este consumo era
diferenciado, en la medida que las clases altas tenían un acceso privilegiado,
sobre todo en relación a la vivienda y la educación; lo que intentaba el Estado,
de este modo, era generar mecanismos redistributivos que permitieran paliar la
desigualdad expresada en el acceso diferenciado a los bienes de consumo nece-
sarios para la subsistencia. Es de importancia destacar, que estos bienes de con-
sumo en su mayoría eran de carácter público, es decir, asociado al Estado; de esta
manera, se reforzaba la identidad asociada al Estado nacional ya no sólo como
empleador sino también como productor de los bienes de consumo básicos, es
decir, como protector social.
La desarticulación del Estado de Compromiso durante la dictadura llevó,
como vimos, a la privatización de los principales servicios sociales, en los que,
junto a los mencionados, destacan los fondos de pensiones. Así, junto a la edu-
cación pública en Enseñanza básica y media se comenzó a desarrollar un sistema
privado, que satisfacía la misma necesidad pero orientado por mecanismos de
mercado de configuración de la oferta y no obedeciendo a una necesidad social;
a su vez, la municipalización de los colegios públicos desligó definitivamente a
éstos del alero del Estado, minando su capacidad regulatoria y destruyendo los
principales lazos normativos que ligaban las políticas educacionales al desarrollo
de la sociedad.
168
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal
31
Para un análisis teórico de este sistema de los objetos, véase Baudrillard (1999).
169
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
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ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
ciones entre los sujetos y fuerzas sociales que conducen y dan dinamismo al
estilo de desarrollo vigente. En este sentido, se trata fundamentalmente de la
desarticulación del pacto o alianza social que sustentaba al Estado de Compro-
miso y al proyecto desarrollista, y su reemplazo por un nuevo bloque histórico,
liderado por los sectores vinculados al capital financiero transnacional, que ha
logrado instalar sus orientaciones como hegemónicas en las configuraciones
estructurales y las dinámicas de la sociedad chilena.
Son estos sectores, entonces, los que han conducido los procesos de instala-
ción y consolidación del nuevo estilo de desarrollo, el cual, sin embargo, ha
experimentado algunas inflexiones durante el último tiempo que son pertinen-
tes de apuntar por la relevancia que tienen en relación a los sectores medios.
Particularmente, en el debate político y académico reciente, se ha tendido a
constatar que los procesos de despliegue productivo y crecimiento económico
no han logrado cuajar en niveles adecuados de integración social o participa-
ción política, que sean capaces, al menos, de establecer el trasfondo de legitimi-
dad necesario para el desenvolvimiento estable del modelo y sus lógicas.34
Es dentro de esta constatación que se ha instalado crecientemente un discurso
dirigido hacia los sectores medios, en donde éstos aparecen llamados o interpelados
a representar un rol activo en la conducción y la recepción de beneficios del
modelo de desarrollo. Aquel discurso pareciese fundamentarse en dos ejes o
consideraciones. Por una parte, en el ya descrito proceso de instalación del
mercado como mecanismos de coordinación y referente simbólico primordial,
enfatizando desde ahí las prácticas del consumo y el emprendimiento como
instancias privilegiadas para la consecución del bienestar y la participación so-
cial.Y por otra, en la idea de una incorporación activa de los sectores medios en
el pacto social que conduce el estilo de desarrollo vigente, o más bien, de una
reapertura de los espacios de participación política —fundamentalmente desde
el discurso que apela a la participación ciudadana— con tal de que estos sectores
logren una mayor consideración en la conducción de las dinámicas de desen-
volvimiento del modelo. En suma, asistimos a una interpelación discursiva des-
de la esfera política35 hacia los sectores medios, en términos de la posibilidad que
radicaría en éstos de asumir un rol preponderante, o al menos incidente, en las
configuraciones estructurales y la dirección del estilo de desarrollo neoliberal.
34
Nos referimos, por ejemplo, a los conceptos de «desarrollo humano», «desarrollo com-
prensivo», «desarrollo integral», etc., que se han empleado con frecuencia últimamente para
caracterizar los desafíos que por sí solo el crecimiento económico no ha logrado cumplir.
También se puede considerar expresivo de esto el denominado «viraje hacia la izquierda» o
«avance del progresismo» que se ha experimentado en varios países de América Latina.
35
Utilizamos el término esfera política no como un símil del aparato político-administrati-
vo o el sistema de representación, sino —incluyendo aquello— como el espacio social en
donde se disputan y articulan la centralidad de las correlaciones de fuerza que determinan el
sentido que asumen las estructuras y dinámicas sociales en una momento histórico determi-
nado. Precisamente, como parte de la construcción hegemónica de aquel sentido estructurador
podemos identificar la producción de determinados discursos e interpelaciones discursivas.
172
ANGELCOS, PÉREZ Y SÉMBLER • Los sectores medios ante la era neoliberal
173
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
un modelo de desarrollo que, si bien muchas veces les permite acceder a bene-
ficios económicos, imposibilita toda su capacidad de acción colectiva e inciden-
cia política y, por tanto, los obliga a ser meros receptores de transformaciones
que, más allá del discurso hegemónico, responden con claridad a los intereses y
la conducción de otros sectores sociales.
Refer encias
Referencias
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174
SECCIÓN II
Ar tículos y ensa
Artículos ensayyos
175
ROBERTO DONOSO • Ancianos y ciudad
20 (2006) • issn 0716-632x • 177-190
REVISTA DE SOCIOLOGÍA
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile
Ancianos y ciudad
::: RESUMEN
A partir de una reflexión que se apoya en una amplia bibliografía sobre el
tema de la vejez, se desarrollan consideraciones respecto a su significación
personal y social, con especial énfasis en los problemas que genera la mo-
derna vida urbana a quiénes conforman este grupo etario. El desarrollo de
una sociedad que les priva de un lugar en ella y la construcción de una
ciudad que no los considera y que agudiza los problemas de esta última
etapa de la vida, constituye el centro del análisis que aquí se realiza.
PA L A B R A S C L AV E : ancianos, ciudad, exclusión
: : : A B S T R AC T
Some thoughts are made on the personal and social meaning of old age,
supported on a broad bibliography on the subject, with special emphasis
on problems raised by the modern urban way of life which affect this age
group.The focus of the analysis made in the paper, lies in the development
of a kind of society that desplaces aged people, and in the building up of a
kind of city that ignores them, thus intensifying problems in this last stage
of the lifespan.
K E Y WO R D S : old, age city, exclution
En los años ochenta del siglo XX, algunos autores como Nun y Gouldner ha-
blaron de la rebelión del coro, refiriéndose a la tragedia griega en que los héroes,
que se hallaban en contacto directo con los dioses, eran los únicos dignos de ser
tomados en cuenta. La vida cotidiana quedaba reservada al coro, lugar subalter-
177
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
no y sin rostro, que estaba formado por las mujeres, los niños, los viejos, los
mendigos, los esclavos. «En una palabra, todos los que se quedaban en la ciudad
mientras los otros partían en busca de la aventura, el poder y la gloria» (véase
Nun, 1981: 19; Gouldner, 1975; Lechner, 1980).1
Esperaban que los ancianos, los sin casa, los inválidos y los marginados se
plantaran en medio del escenario y se dirigieran a la esfera pública exigiendo
ser oídos en sus demandas, «desde su realidad diaria, sudorosa y poco mostrable.»
Aquellos autores que propiciaban y creían en la rebelión del coro, tuvieron
en parte razón, y algunos grupos fueron oídos, pero los más pobres, los ancianos,
los minusválidos y los niños indigentes, en especial los del tercer mundo, no
han sido aún escuchados, y no lo serán mientras exista un sistema social en
que el individuo vale de acuerdo a su capacidad productiva. «Tú vales cuanto
produces».
Para la sociedad, los ancianos son inexistentes. Para referirse a ella se emplean
palabras inocuas, «Tercera edad» o «Adultos en plenitud» Viejo, Anciano o Vete-
rano, han pasado a ser palabras que están al borde de la obscenidad, hay un
pudor social en nombrarlas. «Para la sociedad la vejez es un secreto vergonzoso
del cual es indecente hablar» (de Beauvoir, 1983).
Nos damos cuenta de su existencia cuando nos causan molestias, como aquellos
mendigos ancianos que nos estiran sus manos, no del todo limpias, con ropas
raídas, encorvados, y nos piden en forma insistente que les demos una limosna,
o bien, cuando por su lento caminar, sobre las estrechas y agujereadas veredas,
obligan al apurado transeúnte a disminuir su acelerado andar, lo que hace, gene-
ralmente, lanzando fuertes increpaciones.
Los viejos salen también del anonimato cuando se les necesita (No olvide-
mos que en algunas localidades el 15% del electorado es anciano), pero, en
general, usando las palabras de Gouldner, ellos «Son vistos pero no percibidos».
Actualmente, la mayoría de ellos, de ser una molestia para el resto de sus
conciudadanos, han pasado a ser un problema.
En efecto, como consecuencia del mejoramiento de las condiciones de hi-
giene, de nuevos medicamentos, etc., la vida humana se ha prolongado, y el
mundo está siendo habitado cada vez por más veteranos. Se está ante «el peligro
gris» (Aguilar Derpich, 1980: 24).
Algunos ancianos que cuentan con modestos ingresos, provenientes de pen-
siones o jubilaciones, o que gozan de algunos beneficios en el área de salud,
están empezando a ser tomados en cuenta, no por que despierten interés de por
sí, sino por que otros grupos se sienten amagados, económicamente, por su sola
existencia. Los ancianos ya son muchos.
Vamos a vivir en un mundo plagado de viejos ¿Que hacer? Son una inver-
sión pasiva, significa, además, que en la medida que aumente el número de
1
He dedicado un largo período al estudio de la teoría urbana y, tengo, además, bastantes
años, por lo que la interpretación que le doy a los hechos sociales a los que me referiré, la
ancianidad y la vida urbana, estarán inevitablemente influenciados por mis vivencias
178
ROBERTO DONOSO • Ancianos y ciudad
2
Vale la pena recordar que en el siglo XVIII Jeremías Bentham pensaba formar una gran
Sociedad Anónima, similar a la de las Indias Orientales, con cuyo capital se podría dar
albergue a infantes y niños abandonados, pordioseros, minusválidos y ancianos. Creía que
cualesquier persona, de cualquier edad, era capaz de generar un excedente, por mínimo que
fuera, y que los dividendos que se repartiría entre los accionistas serían cuantiosos, parte de
las utilidades sería en beneficio de los asilados. La arquitectura de estos asilos sería similar a
los panópticos diseñados por él. Suponía que incluso los bebés dejarían utilidades, dedicando
sus deposiciones a abonos. En esta época de privatizaciones y neoliberalismo es una idea a ser
examinada ( Himmelfarb Gertrude: Bentham´s Utopia, The National Charity Company»
Journal of British Studies, 1970 y Bentham Jeremy «Outline of a Work Entitled Pauper
Management Improved (1798) publicado en Works of Bentham, 1997)
3
A los ancianos, durante muchos años, se les descontó de su salario una cantidad de dinero
para que después de un tiempo pudiera jubilar. La crisis del sistema de pensiones se debe a
que el Estado destinó esos recursos a otros fines, ajenos al sistema de pensiones
179
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
se hayan referido al espacio que tendrían en ella los viejos. Una de las pocas
excepciones fue Tomas Moro, que en su libro «Utopía» los menciona y los
coloca en un lugar, si bien no privilegiado, al menos de respeto por parte del
resto de los «Utópicos» (Moro, 1941).12
A partir de la revolución industrial, en el siglo XIX, se empieza a hablar de lo
que se ha dado en llamar la «cuestión social», se empieza a describir la vida de los
desamparados, entre los que están los ancianos que habitan en las ciudades14 . Las
condiciones inhumanas de los asilos que los acojían, nos las narran Labreuille y
Dickens. En la novela, «Le Père amable», Maupassant describe a un viejo inváli-
do que se suicida, cuando su nuera, viuda, se vuelve a casar, abandonándolo.
Zolá en «la Terre» nos narra el asesinato de un anciano por sus hijos, etc. Las
escenas que describen, tanto los románticos como los naturalistas, estaban refle-
jando una realidad social, que en lo sustancial no ha cambiado.
Estos autores, cuando escribieron sus obras, eran jóvenes, podían describir
situaciones, pero ninguno estaba capacitado para captar el sentimiento de impo-
tencia frente al mundo que sienten los ancianos.15
Antes, las etapas de la vida estaban muy marcadas, Juventud, Madurez y Vejez,
pero, actualmente, el tiempo que transcurre entre el nacimiento y la muerte
comprende varias etapas intermedias, que han traído modificaciones muy im-
portantes en las relaciones entre los distintos grupos sociales y generacionales.
El proceso de decadencia se presenta bajo la forma de una gradual abdicación
biológica y psicológica. Con los años las personas van perdiendo el oído, la vista,
y se va produciendo una lenta e imperceptible disminución de todos los senti-
dos. Tienen dificultades en el caminar, son torpes para asir algún objeto, la me-
moria les disminuyen, y van apareciendo enfermedades propias de la edad, que
los van haciendo cada vez mas dependientes de aquellos que los rodean, convir-
tiéndose en un carga, que los hace destestables. El proceso de envejecimiento es
lento en un principio y se va acelerando a medida que pasan los días.
Para retardar al máximo este inevitable proceso, se han inventado medica-
mentos y se han hecho mejoras en la higiene pública, que han permitido que
muchos hayan logrado llegar a una edad muy avanzada.
Existe la idea equivocada de que la ancianidad o vejez, antiguamente, llega-
4
Adam Smith, en su libro «Investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de las
Naciones» (1774) nos dice que la gente está tan miserablemente empobrecida, que se ven en
la necesidad de abandonar a sus ancianos,..y así mueren de hambre»
5
Cyrano de Bergerac en el «Otro Mundo» nos dice que en su sociedad ideal los ancianos
rinden pleitesía a los jóvenes, y que los hijos mandan a sus padres. Los ciudadanos se habían
rebelado por que la legislación se había hecho por los viejos, en su propio beneficio y en
perjuicio del resto de la población, París 1645.- He usado la edición de CONACULTA, Méxi-
co D.F 1992
6
Mark Twain constituyes una excepción, denunció la vida miserable que llevan en el siglo
pasando los ancianos pobres rurales en Estados Unidos.
7
Hay determinadas experiencias que son inteligibles en plenitud, por aquellos que las han
vivido. No se trata de hacer una ciencia social intersubjetiva, como pretendía, en el siglo XIX,
Wilhelm Dilthey.
180
ROBERTO DONOSO • Ancianos y ciudad
ban a más temprana edad, por lo efímera que era la vida en ese entonces. Antes
se vivía menos, pero no se llegaba a la ancianidad. Montaigne, a los 48 años, en
1580, nos dice que «Morir de vejez constituye una muerte excepcional, singular
y extraordinaria y mucho menos natural que las otras. Extrema y extraordinaria
clase de muerte es esta, y la mas alejada de nosotros, por lo que debemos consi-
derarla lo menos posible» (Montaigne, 1980).
Hay ancianos que tienen, con respecto a su futuro, un estado de ánimo posi-
tivo, siguen haciendo cosas y tienen proyectos de vida. Los hay, asimismo, decré-
pitos, que tiene una actitud negativa ante la vida, que carece de planes para más
adelante, y que solamente desean morir. Para Bobbio «el mundo de los viejos es,
de forma más o menos intensa, el mundo de la memoria. La dimensión en que
viven los viejos es el pasado. El tiempo futuro es demasiado breve para que
preocupe por lo que sucederá» (Bobbio, 1975).
La edad de la persona en que se inicia la decadencia física varía, así, por
ejemplo, Buñuel (1980) estima que la suya se inició a los 77 años, y Bobbio a los
80, pero para la mayoría, ésta se inició alrededor de los 75.19
Si el anciano no nota sus años, independientemente de lo joven que pueda
sentirse, los «demás» se lo hacen sentir.
Norbert Elías se refiere a frases amables como «Es sorprendente como con-
sigues mantenerte tan joven a tu edad» (Elías, 1997).21
Ernst Bloch constata que «Para la mayoría de la gente de edad es muy ins-
tructiva la experiencia de ver, por primera vez, como una jovencita se levanta
para cederle el sitio. Esta cortesía tiene un efecto fatal».
Esta experiencia la hemos tenido muchos.
Es difícil, casi imposible, para una persona que no es anciana, poder sentir o
entender lo que un viejo siente o desea.
Fuera de las autobiografías, novelas u observaciones escritas por ancianos, no
hay literatura confiable respecto a los sentimientos de estos. Norbert Elías, a los
85 años hace notar, que para un joven o para un adulto «No (le) resulta fácil
imaginar que el propio cuerpo, tan fresco y a menudo lleno de sensaciones
placenteras pueda volverse lento, cansado y torpe. No es posible imaginarlo, ni
en el fondo se quiere imaginar» (Elías, 1997).
Se cita el «Tratado sobre la vejez», de Cicerón como una de las más bellas
8
Hay muchos, que a pesar de sus penurias físicas, mantienen sus facultades mentales intac-
tas hasta muy avanzada edad. Mas de 75 años tienen Carlos Fuentes, (77) García Márquez
(78), Adolfo Sánchez Vásquez (90)Ernesto Sabato,(94)Mario Benedetti (85)Oscar Niemayer
98, y muchos mas. que siguen produciendo obras excelentes. Octavio Paz murió a los 84 y
Borges a los 97, Lucios Costa a los 96, Luis Barragán a los 86, etc.Todos ellos en pleno uso de
sus facultades mentales, pero físicamente muy deteriorados.
9
La curiosidad por conocer la edad de los ancianos es grande, posiblemente se deba a que
si la respuesta es que los años son muchos, le de al demandante una sensación de optimismo,
respecto a sus posibilidades. En la Biblia, en el Génesis, 47, 7 José llevó a su padre, Jacob, a
presencia del Faraón, y este se limitó a preguntarle «¿Cuánto son los días de los años de tu
vida», Jacob contestó, y ahí terminó la conversación con el lacónico monarca
181
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
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«no necesito decir que considero fastidiosas estas obras apologéticas(de la vejez)» (Bobbio,
1995).
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ROBERTO DONOSO • Ancianos y ciudad
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Existe, actualmente, en los países mas desarrollados, una tendencia a no tener hijos, por
lo que la familia, en el sentido tradicional, tendería a desaparecer.
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
a sus recursos, se fue ubicando en forma descendente, hasta llegar los desampa-
rados, a las áreas menos favorecidas.
Se planificó con un criterio estrictamente económico, se trató de facilitar la
circulación de mercaderías, y de los adultos con capacidad de trabajo, ya fuera
que estos se transportaran en camión, automóvil, colectivo, o metro. Los viejos,
los niños y los inválidos no fueron tomados en cuenta.
Según Mumford (1978) «ninguna etapa de la vida ha sido tan olvidada como
la senectud por la civilización y los planificadores de ciudades».
Los ancianos tienen una actitud ambivalente frente a la ciudad, los que han
vivido en el campo lo añoran, pero los urbanitas, son nostálgicos de la ciudad
que ellos conocieron y que ya no existe. Esta tenía dimensiones humanas. No es
que tengan la actitud de los prerafaelianos o de un Tolstoy, un Dostoiesky, un
Rousseau o un socialista utópico, de odiosidad hacia la ciudad, simplemente les
gustaría volver a vivir «su ciudad», que, según ellos, era arbolada, con aire puro,
con poco ruido y con hermosa vista.
Si leemos las memorias de Sabato (1999), Bloch (1977), Ramón y Cajal
(1939), Buñuel (1980), Cannetti (1980), etcétera, veremos que lo que mas de-
sean es el silencio, la tranquilidad, el poder caminar por las calles con parcimonia,
ver gente, sentarse en un parque a leer o a pensar, conversar en un café, la
vegetación, los árboles, el césped, los paisajes, en fin, cosas sencillas que cualquier
autoridad edilicia podría conceder, como de hecho ya lo han hecho muchos
municipios en Europa y en algunas pocas ciudades tercermundistas. Casi todos
odian el automóvil, Santiago Ramón y Cajal (1939), Premio Nobel de medici-
na, en 1934 escribía: «El automóvil ha producido efectos morales inesperados
en las grandes urbes. De hecho el callejero indolente y el piropo gentil a las
buenas mozas ha quedado suprimido, mujeres y hombres se cuidan del ataque
de estos caballos mecánicos... pobres niños, pobres ancianos, víctimas propiciatorias
del progreso y de la velocidad inútil».
Bobbio cita a un humorista: «Esos viejos... ¿Cómo se las han arreglado para
pasar tantos peligros llegando sanos y salvos a edad tan tardía? Como no acaba-
ron bajo un automóvil, como evitaron una teja... Algunos todavía se atreven a
cruzar despacito la calle ¿Es que están locos?». Y agrega Bobbio, «Estoy loco,
cada vez más tambaleante, con las piernas cada vez más débiles, apoyándome en
un bastón, del brazo de mi mujer, sigo cruzando la calle»
En efecto, los principales problemas cotidianos de los habitantes de la ciudad
provienen, actualmente, de la cantidad de vehículos motorizados que circulan,
Es común, en las autobiografías de los ancianos, referirse a la odiosidad que
sienten los jóvenes hacia con ellos. Emerson (1980) en el siglo antepasado, en
12
«En toda la literatura los sectores populares aparecen poco [se está refiriendo la ciudad de
México en el siglo XVII y XVIII]. Toda una construcción, toda una ciudad hecha para ser
vivida por diferentes estamentos, pero que apenas cabe la participación de los menos favore-
cidos, su peso pasa sin eco durante largos años, o se deja notar en los momentos de crisis o de
depresión, cuando estalla algún motín o tumulto o viene el dolor en forma de calamidad
atmosférica arruinando barrios extremos de muros endebles (Solana, 1987).
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ROBERTO DONOSO • Ancianos y ciudad
sus Ensayos se queja de esa animosidad, e igual sensación tiene la mayoría de los
autores que he citado.
Las causas de esta animosidad pueden ser muchas.40 Bobbio hace la siguiente
observación: «No es que la vejez sea mala, sino que dura poco, Sin embargo hoy
existe una retórica de la vejez, que no adopta por demás la forma por demás
noble, de la defensa de la ultima edad en contra del escarnio, cuando no incluso
el desprecio, que viene de la primera, sino que se representa a través de los
mensajes televisivos, bajo la forma larvada de posibles nuevos consumidores. En
estos mensajes no el viejo, sino que el anciano, término neutral, aparece tan
campante, risueño, feliz de estar en el mundo, por que por fin puede gozar de un
tónico especialmente fortificante o de unas vacaciones especialmente atractivas.
En una sociedad que todo se compra y se vende, la vejez puede significar una
mercadería más».
Hace algunos años entrevisté a varias personas de distintas clases sociales, de
mas de 70 años, para que me describieran la Ciudad de México de los años 30
del siglo XX. Todos rememoraban con ternura el barrio en que habían vivido,
los juegos en la calle, las conversaciones interminables, sus hogares acogedores,
abiertos a los amigos y los fugaces noviazgos entre vecinos. Evocaban con niti-
dez y simpatía a los ancianos, abuelos de sus amigos, que formaban una verdade-
ra colectividad, en donde se sentían protegidos
Los que vivieron en el Centro Histórico, compartían estos recuerdos, a los
que agregaban el movimiento y la alegría que trasmitían los muchachos univer-
sitarios, cuando la Universidad Autónoma de México estaba radicada allí. Parte
importante de la vida del Centro Histórico giraba alrededor de ellos, había cafés
donde se conversaba, teatro, se organizaban bailes, etcétera.
El barrio que ellos acordaban, está asociado con la idea de comunidad, en
donde la gente se siente unida por sentimientos comunes, y existe entre ellos
conocimiento y simpatía.
En un muy buen artículo Gilda Waldman (1988) hace un recuento de la
literatura sobre la Ciudad de México. Según ella,» más allá de los deliciosos
recorridos de Salvador Novo en la década de lo cuarenta, por una ciudad en
rápida transformación, por la Ciudad de México, fue con La región más transpa-
rente, de Carlos Fuentes, publicada en 1958, fue el que le dio a la capital el
estatuto de Ciudad moderna» «En los 80 los barrios cada vez mas segregados se
13
Las causas del rechazo a los viejos pueden ser muchas. Richard Sennett (1980) sostiene
que esta odiosidad proviene en que se han convertido en psicológicamente inútiles para la
siguiente generación «por esta razón, los terapeutas que trabajan con familias en que tres
generaciones ocupan la misma casa encuentran que a los ancianos se les tolera en la medida
que se comportan sumisamente». Para Eduardo Frank (2002: 8), «el privilegio esteticista de
la juventud, que deriva de en sensualización alienante y publicitaria del cuerpo, relñega al
viejo a la posición de lo feo, lo insoportable, la belleza moderna, al menos a partir del siglo
XIX se piensa como correlato de fuerza y juventud»esta cauda la agrega el autor a la impro-
ductividad de lo senectos».
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Wilson era un fuerte accionista de la General Motors, y esta frase la dijo para defender su
postulación al cargo de Secretario de Defensa. Se le pregunto si eran sus intereses compati-
bles con su nuevo cargo. Al parecer el Senado compartió su criterio que ya fue aprobada su
designación.
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ROBERTO DONOSO • Ancianos y ciudad
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La Plaza de Coyoacán es un ejemplo paradigmático, al igual que muchos lugares públi-
cos no tiene servicios higiénicos, por lo que los vendedores y toda la concurrencia usa los del
Sunborn’s, en donde hay una larga fila de la gente que desea llegar al baño. Por otra parte, este
cambio de parroquianos, ha hecho que ese sector pierda su carácter de barrio, los propieta-
rios estén vendiendo sus bienes raíces por que sienten que es un sector muy inseguro, demás
de desagardable. Se ha desvalorizado el suelo urbano en los sectores aledaños al zócalo.
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ROBERTO DONOSO • Ancianos y ciudad
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MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población
20 (2006) • issn 0716-632x • 191-219
REVISTA DE SOCIOLOGÍA
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile
::: RESUMEN
Este documento reflexiona sobre la aplicación del enfoque de derechos
humanos a los fenómenos de población. Está estructurado en cinco partes.
La primera se refiere al significado de los «derechos humanos», cuestión
fundamental debido a las diversas maneras en que se utiliza el concepto. La
segunda describe el sistema internacional de derechos humanos. Las inter-
secciones de los fenómenos de población, desarrollo y derechos humanos
son abordados en la tercera parte. La cuarta identifica los derechos en
población, reconocidos en la legislación internacional. Finalmente, se se-
ñalan las principales oportunidades y desafíos de esta temática, tanto para
su aproximación global, como para las lineas de investigación.
PA L A B R A S C L AV E : derechos humanos, población, desarrollo
: : : A B S T R AC T
This document is oriented to discuss the application of the human rights
approach to the population phenomena. It is organized in five parts. The
first one refers to the meaning of «human rights», fundamental issue
considering the different connotations this concept presents. The second
part describes the international human rights system.Then, the intersections
of population phenomena, development, and human rights, are considered.
The fourth part identifies the population rights recognized by the
international law. Finally, the fifth part discusses the main both this subject
opportunities and challenges, including the related to the global approach,
as well as the research topics.
K E Y WO R D S : human rights, population, development
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
Intr oducción
Introducción
Aunque el imaginario colectivo alberga distintas visiones sobre el significado de
los derechos humanos, referirse a ellos remite obligadamente al trabajo de las
Naciones Unidas. Su acta de fundación establece que la Organización promo-
verá «el respeto universal a los derechos humanos y a las libertades fundamenta-
les de todos, sin hacer distinción de raza, sexo, idioma o religión». Este fue el
primer paso para definir un sistema internacional para la protección de los de-
rechos humanos, que representa sin duda uno de los mayores logros de la huma-
nidad en el siglo XX.
Para nadie es novedad, sin embargo, que la implementación real del sistema
internacional de derechos humanos ha estado lejos de la ideal. La misma Nacio-
nes Unidas reconoció esta tarea pendiente al cumplir 50 años. Por ello, su Pro-
grama de Reforma definió que una de las esferas prioritarias debía ser la amplia-
ción de las actividades relacionadas con los derechos humanos, «mediante la
reorganización y reestructuración de la secretaría de derechos humanos e inte-
gración de los derechos humanos en todas las actividades y programas impor-
tantes de las Naciones Unidas» (Naciones Unidas, 1997) Desde entonces, las
distintas agencias de la Organización han tomado diversas medidas para incor-
porar el enfoque de derechos humanos en sus actividades, y para lograr que los
gobiernos respeten la legislación internacional de derechos humanos e incor-
poren el enfoque en sus políticas públicas. La aplicación del enfoque de dere-
chos humanos a los fenómenos de población es parte de este llamado, que en la
región de América Latina y el Caribe ha sido liderado por el CELADE, División
de Población de la CEPAL.
No obstante el «rescate» del paradigma de los derechos humanos desde las
Naciones Unidas, la aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenóme-
nos de población no es un tema nuevo. La Conferencia Mundial de Población
de Bucarest (1974) estableció que la planificación de la familia es un derecho funda-
mental de todas las parejas e individuos, derecho que ya había sido reconocido en la
Conferencia Internacional sobre Derechos Humanos de Teherán (1968). Más
tarde, la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo (CIPD),
realizada en El Cairo en 1994, consagró la inclusión del enfoque de derechos
humanos a los fenómenos de población. En especial, legitimó el concepto de
derechos reproductivos, pero avanzó mucho más allá de estos derechos. Basta con
hacer una re-lectura del Plan de Acción para encontrar alusiones constantes a la
necesidad de conciliar las tendencias de la población y el desarrollo sustentable,
cautelando el respeto por los derechos humanos (véase Ferrer, 2005: 48-52).
Aunque los derechos humanos no representan un tema novedoso en el cam-
po de la población y el desarollo, su comprensión, contenidos y desafíos consti-
tuyen una enorme tarea. Por ejemplo, la visión de la planificación familiar desde
los derechos humanos alude, fundamentalmente, a las tensiones entre indivi-
duo-Estado o individuo-sociedad, producidas cuando los intereses sociales o del
Estado entran en contradicción con los intereses individuales; en este caso, la
tensión entre la necesidad de controlar el crecimiento de la población, y el
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MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población
derecho de las mujeres, y/o las parejas, a tomar decisiones libres e informadas
respecto de su propia reproducción. Esta discusión está lejos de ser un asunto
sencillo. Se trata de conciliar los intereses sociales orientados al bienestar del
grupo (por ejemplo, una adecuada relación población-recursos o el poblamiento
de áreas de baja densidad poblacional con fines de ejercer soberanía) con los
intereses individuales orientados a la autodeterminación de los individuos en
tanto seres autónomos (como la decisión de tener hijos o no tenerlos). En
definitiva, el problema de conciliar principios macro-éticos y micro-éticos, dile-
ma permanente para los tomadores de decisiones de política pública.
La intersección de los derechos humanos y los fenómenos de población no
sólo se ha producido en relación con el control de la fecundidad. Se aplicado
también a la mortalidad, principalmente en relación con el derecho a la salud.
Más recientemente, ciertas temáticas sociodemográficas han cobrado importan-
cia por su vinculación con situaciones de vulnerabilidad, directamente conecta-
das con los derechos humanos. Tal es el caso del envejecimiento, la salud
reproductiva, la equidad de género, la pobreza y los pueblos originarios. En
forma paralela, el interés por las intersecciones de la migración internacional y
los derechos humanos ha aumentado considerablemente, sobre todo por los
efectos de la globalización y la situación de vulnerabilidad, desprotección y
discriminación que enfrentan muchos inmigrantes en los países desarrollados y
en desarrollo.
Las intersecciones de los derechos humanos y los fenómenos de población y
desarrollo tampoco son un tema nuevo en el campo de los derechos humanos.
Han sido abordados en diversos instrumentos de legislación internacional y en
varios foros internacionales. Incluso, el tratado internacional más reciente está
destinado a definir y proteger los derechos humanos de los migrantes interna-
cionales.5
No obstante la experiencia acumulada desde el campo de la población y el
desarrollo, y desde los derechos humanos, es necesario admitir que estas inter-
secciones no han sido abordadas con gran profundidad en América Latina y el
Caribe, tanto en el ámbito académico y de las organizaciones internacionales,
como en el terreno de las decisiones de política.
Este documento discute el significado de la aplicación del enfoque de dere-
chos humanos a los fenómenos de población. El trabajo está estructurado en
cinco partes. La primera plantea brevemente qué se entiende por derechos hu-
manos. La segunda describe el sistema internacional de derechos humanos y sus
instrumentos. La tercera reflexiona sobre las intersecciones de los fenómenos de
población, desarrollo y derechos humanos, entendiendolas como la vinculación
entre los comportamientos demográficos, los procesos de desarrollo y los dere-
chos humanos. La cuarta identifica los derechos vinculados a las variables del
cambio demográfico, que han sido reconocidos en la legislación internacional
5
Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de todos los Trabajadores
Migratorios y sus Familiares (MWC). Aprobado por la Asamblea General de Naciones Uni-
das en 1990, entrando en vigor en el 2003.
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Tal es el caso de los ingleses Magna Charta de 1215 y el Bill of Rights de 1689.
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capaz de traspasar las fronteras culturales. Sin embargo, esta noción ha sido cues-
tionada por varios autores y constituye el centro de un debate abierto.8 Puede
utilizarse como fundamento siempre y cuando no se defina el significado de la
dignidad, lo cual varía de una cultura a otra. Por ello, a partir de 1948 los dere-
chos humanos son objeto de un consenso regulador, pero no tienen un funda-
mento sustancial común. Las implicaciones de esta transformación, que Hottois
denomina plurifundacionalista abierta del estatuto filosófico de los derechos hu-
manos, es central para entender la perspectiva de los derechos humanos. El
consenso sobre ellos no se basa en una naturaleza inmutable y reconocida por
todos. Por el contrario, permite definir aquí y ahora, y durante una duración
indeterminada que dependerá de la evolución de las condiciones sociales, una
cierta naturaleza humana, como también las normas que le corresponden. La
filosofía sobre los derechos humanos desarrollada a partir de 1948 se basa en un
acuerdo establecido entre los seres humanos. Por lo tanto, está abierta al debate
y sujeta a reconsideración frente a nuevos hechos o circunstancias.
8
Véase, por ejemplo, R. Macklin, «Reflection on the Human Dignity Symposium: Is
dignitity a useless concept?, Journal of Palliative Care,Tomo 20, Nº 3,Toronto, otoño del 2004.
9
Véase M. A. Warren, «On the moral and legal status of abortion», en LaFollete (2002),
Ethics in Practice, Massachusetts, Blackwell Publishers Limited, pp. 63-72; Singer, P. (2002),
«XIII. Quitar la vida: el embrión y el feto» (de Ética Práctica), en Una vida ética. Escritos,
Madrid, Taurus Pensamiento, pp. 179-198.
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10
La Convención Americana de Derechos Humanos, conocida como «Pacto de San
José» establece la protección de la vida, en general, desde el momento de la concepción
(artículo 4). Sin embargo, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos señaló en el
caso «Baby Boy versus USA» que el término «en general» matiza la protección de la vida
desde el momento de la concepción, concluyendo que la Convención no requiere que los
Estados prohíban el aborto.Véase Katzive, Laura y Anika Rahman. 2000. Abortion and human
rights. New York, CRLP, citado en IPAS (2003) «Los derechos humanos, el embarazo no
deseado y la atención relacionada con el aborto. Información de referencia y casos ilustrativos»,
julio 2003.
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MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población
11
Convención para la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer.
CEDAW (por sus siglas en inglés).
12
Los primeros son conferidos por una organización o convención social, en tanto los
segundos por fundamentos morales, independientemente de las creencias o prácticas huma-
nas. El tipo más importante de derechos institucionales es el de los derechos legales consa-
grados en algún sistema legislativo, mientras que el de los morales es el de los derechos
humanos (tradicionalmente llamados derechos naturales), que una persona posee por el sólo
hecho de ser humano, independientemente de que sea reconocido por las instituciones de
una sociedad.
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Esta no fue la primera vez que se trató de desarrollar una protección universal de los
derechos humanos. Cassese (1993) señala dos intentos previos. El primero, en 1919, en oca-
sión de la redacción del Pacto de la Sociedad de las Naciones. Japón solicitó que se incluyera
una disposición que asegurara un trato igual y justo a todos los extranjeros que tuvieran la
ciudadanía de un Estado miembro de la Sociedad. El segundo, en 1933, originado en el
reclamo de discriminación racial que efectuó un ciudadano alemán de origen hebreo al
Consejo de la Sociedad de las Naciones. Ambos intentos fracasaron.
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MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población
Estas vías establecen mecanismos concretos para que los Estados comiencen
a desarrollar acciones específicas desde el momento de la ratificación de un
tratado. Sin embargo, no todos cumplen estas condiciones (PNUD, 2000), lo que
hace evidente la necesidad de encontrar estrategias que permitan que los trata-
dos y convenciones sean realmente respetados. No obstante, como afirma Peter
Singer (2003), el derecho internacional está evolucionando hacia una comuni-
dad global más fuerte. La soberanía de los Estados ya no reside en su poder para
controlar lo que pasa al interior de sus fronteras: los límites de la soberanía
radican en la capacidad y voluntad de los Estados de proteger a sus miembros, lo
que justifica la intervención externa en aquellos Estados que no respetan los
derechos humanos, en especial los que cometen crímenes de lesa humanidad.
Las Naciones Unidas son la única entidad que puede intervenir legítimamente
en estas situaciones. Para avanzar en una comunidad ética global —la construc-
ción y respeto del paradigma de los derechos humanos—, es necesario que las
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LOS INSTRUMENT
INSTRUMENTOS INTERNA
UMENTOS CIONALES DE DERECHOS HUMANOS
INTERNACIONALES
14
Véase la intervención del Secretario General de las Naciones Unidas ante la Asamblea
General en septiembre del 2004, donde llamó a reforzar el papel de las Naciones Unidas.
Disponible en http://www.un.org/spanish/aboutun/organs/ga/59/webcast/statements/
annan_dg59.html.
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ras militares del Cono Sur se vieron obligadas a aceptar, lo que tuvo efectos de
contención a los atropellos que hoy son ampliamente reconocidos.
Además de los comités, existen dos órganos creados en los primeros años de
las Naciones Unidas. Primero, la Comisión de Derechos Humanos, cuyo mandato
consiste en examinar y vigilar la situación de los derechos humanos en países o
territorios específicos (mecanismos o mandatos por país) y fenómenos impor-
tantes de violaciones de los derechos humanos a nivel mundial (mecanismos o
mandatos temáticos), e informar públicamente al respecto en ambos casos. La
Sexagésima Cumbre Mundial de las Naciones Unidas, realizada en septiembre
del 2005, decidió reemplazarla por un Consejo de Derechos Humanos.
El segundo es la Subcomisión para la Promoción y Protección de los Derechos
Humanos, principal órgano subsidiario de la Comisión, integrado por expertos
que realizan estudios específicos. Adicionalmente, en 1993 se creó el cargo de
Alto Comisionado de los Derechos Humanos, que coordina los programas sobre esta
temática al interior de las Naciones Unidas y se preocupa de fomentar su pro-
moción y respeto en el mundo.
Como menciono más adelante en este documento, todos los instrumentos
establecen derechos humanos que se vinculan con los fenómenos de población.
Además, las Naciones Unidas han realizado varias conferencias internacionales
relevantes para los derechos humanos y los fenómenos de población, ya sea
porque tratan específicamente el tema de derechos humanos o porque abordan
temáticas específicas de población desde una perspectiva de derechos. Especial
importancia tienen la Conferencia Internacional de Derechos Humanos de
Teherán (1968); la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo
de El Cairo (1994); la Conferencia Mundial de Derechos Humanos de Viena
(1993); la Conferencia de Beijing (1995); la Declaración del Milenio (2000) y el
Plan de Acción Internacional de Madrid sobre el Envejecimiento (2002). Si
bien estas conferencias no son vinculantes, los Estados han suscritos compromi-
sos específicos en materia de población, desarrollo y derechos humanos, los
cuales pueden ser exigibles. Un ejemplo claro es la acción de las organizaciones
de mujeres destinada a respetar los acuerdos del Plan de la Acción de la CIPD y
Beijing, en materia de derechos en salud y reproductiva.15
15
Véase, por ejemplo, ATENEA, «El monitoreo como práctica ciudadana de las mujeres», de
la Red de Salud de las Mujeres Latinoamericanas y del Caribe (RSMLAC), destinado a
monitorear los acuerdos de la CIPD. http://www.ateneareddesalud.org/
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MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población
cas, las que inciden en este desarrollo y en las elecciones de las personas, pudien-
do llegar a limitar su propia capacidad de elección, es decir, su autonomía.
No sólo los avances tecnocientíficos en el campo biomédico son centrales
en las intersecciones de población, desarrollo y derechos humanos. Los avances
en el transporte y las comunicaciones internacionales, que han tenido un au-
mento sin precedentes, han incidido con fuerza en el crecimiento sostenido de
la migración internacional. Cientos de miles de personas, provenientes en su
mayoría de países en desarrollo, viven en países desarrollados, muchos de ellos
en condiciones de extrema vulnerabilidad, o son prácticamente vulnerados.Tam-
bién, se han intensificado las migraciones entre países en desarrollo, siendo los
de mayor desarrollo relativo los que tienden a atraer una mayor cantidad de
migrantes.Tal es el caso, por ejemplo, de Costa Rica en Centroamérica. El tema
es complejo, porque pone en la agenda pública cuestiones diversas e incluso
contradictorias: la integración social y cultural; el respeto a la diversidad cultural
y la diferencia; las necesidades económicas, de empleo y de seguridad social. Se
trata, a fin de cuentas, de encontrar la manera de conciliar los intereses sociales
tendientes al bienestar del grupo, con los intereses individuales orientados a la
autodeterminación de los individuos en tanto seres autónomos. En otras pala-
bras, de conciliar principios macro-éticos y micro-éticos, dilema permanente de
los tomadores y tomadoras de decisiones de política pública. Independiente-
mente de las intenciones, no cabe duda que tales decisiones afectan, en última
instancia, a las personas y sus proyectos individuales y familiares de vida. Reco-
nocer esta cuestión es fundamental, pues todas las políticas de gobierno tienen
el potencial de trasgredir los derechos humanos, ya sea restringiendo las liberta-
des, discriminando a personas o grupos, u otros mecanismos (Gostin y Mann,
1994), sobretodo cuando se antepone la noción de utilidad por sobre la noción
de derechos.
La tarea de conciliar los intereses sociales respecto de la dinámica demográ-
fica, con los intereses individuales que se relacionan con esta dinámica, alude a
tareas cruciales que el Estado debe asumir. Por ejemplo, cómo conciliar el tama-
ño, distribución y crecimiento de la población con los recursos y medios dispo-
nibles para atender las demandas de esa misma población sobre un conjunto de
servicios, principalmente sanitarios, de empleo, educación, previsión social y
vivienda, pero también en relación con la infraestructura urbana o el poblamiento
de zonas de interés estratégico. El asunto es más complejo si se considera el
fenómeno de la pobreza, debido a las conocidas interrelaciones de una dinámica
demográfica tendiente a mayor fecundidad y mayor mortalidad materna e in-
fantil, y la reproducción de la pobreza. El interés que manifiestan todos los
gobiernos en reducir la pobreza, expresado con fuerza en la Declaración del
Milenio, debiera plasmarse en políticas que incidan en la dinámica demográ-
fica —léase menor fecundidad dado su potencial para superar la pobreza—,
pero que a la vez respeten los derechos de los seres humanos que viven en esa
situación.
203
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
204
MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población
Como se observa, las temáticas fueron diversas. Muchas de ellas tienen ma-
yor importancia que hace 15 años, en particular las referidas a las nuevas
biotecnologías, enfermedades terminales y eutanasia, y envejecimiento de la
población, y equidad intergeneracional. Incluso, han llegado a ser significativas
para algunos países en desarrollo, entre ellos muchos latinoamericanos, dado el
avance de sus transiciones demográficas y epidemiológicas. Para otros países en
desarrollo, en cambio, no son aún importantes, pero lo serán en un futuro no
lejano.
La reunión entregó un conjunto de sugerencias que pueden ser plenamente
consideradas en la actualidad. Entre ellas, se afirmó que los derechos humanos
no pueden ser tomados como estructuras rígidas, ya que no son los mismos en
todos los tiempos ni en todos los lugares, y reflejan el consenso internacional
alcanzado en un determinado momento. Por ello, el desarrollo de derechos
humanos relevantes para los fenómenos de población puede incluir la
reformulación de los existentes o la formulación de derechos humanos nuevos.
Se sugirió también que existía una importante necesidad de revisar los derechos
relacionados con población que habían sido aceptados por la comunidad inter-
nacional, y que estaban diseminados en una diversidad de instrumentos interna-
cionales. Complementariamente, se advirtió sobre la necesidad de evaluar la
observancia e implementación de los derechos humanos existentes. Por último,
la reunión recomendó: a) poner atención en las consecuencias sociales, econó-
micas y legales, incluyendo riesgos y beneficios, de la reproducción médicamente
asistida, el diagnóstico prenatal, la manipulación genética y la investigación en
embriones; b) implementar normas éticas y jurídicas orientadas a asegurar el
consentimiento libre e informado en materias referidas a cualquier interven-
ción externa sobre el proceso reproductivo; c) considerar las implicancias de los
derechos humanos vinculados con el envejecimiento de la población; y d) di-
fundir información actualizada, confiable y pertinente para que las personas y
las parejas hagan pleno ejercicio de sus derechos humanos referidos a población,
lo que remite a las actividades de advocacy o promoción de la causa.
Si bien algunos de estos temas pueden parecer irrelevantes para los países en
desarrollo, existen al menos tres razones para considerarlos seriamente. Primero,
muchos países en desarrollo han realizado importantes avances en el campo
científico y tecnológico, como Brasil y Cuba16 en el caso regional. Segundo, el
fenómeno del envejecimiento ya es un hecho en varios países latinoamericanos
y caribeños. De hecho, según las proyecciones vigentes, en todos los países lati-
noamericanos, y en gran parte de los caribeños, la tasa de crecimiento de la
población de 60 años y más es mayor que la tasa de crecimiento total, y en más
de la mitad de ellos este grupo etario representa el 7% o más del total de su
16
Véase M. Ferrer y otros (2004), «The scientific muscle of Brazil’s health biotechnology»,
Nature Biotechnology,Volume 22, Supplement December (pp. 8-12) y H.Thorsteinsdóttir y
otros (2004), «Cuba—innovation through synergy», Nature Biotechnology, Volume 22,
Supplement December (pp. 19-24), disponibles en http://www.utoronto.ca/jcb/home/
news_nature.htm
205
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
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MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
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MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población
CONSTITUTIVA
Ninguna mujer puede
arriesgar su vida por un
embarazo o la falta de
servicios en SSR. La objeción
Derecho a la vida 3 6 6
de conciencia procede sólo si
existen condiciones para
derivar o tratar a la mujer en
situación de riesgo vital
La igualdad se refiere al
Derecho al libre hombre y la mujer. Incluye
consentimiento e igualdad 16 23 10 5 16 igual distribución de los
en el matrimonio deberes respecto de la crianza
de los hijos e hijas
Derecho a la protección de
las madres antes y
después del parto, 25 10 11 24
incluyendo atención de
salud y seguridad social
Derecho a la salud y a la Derecho a la salud sexual y
12 5 12
atención de salud reproductiva
Derecho a gozar de los
Se relaciona con el derecho a
beneficios del progreso
15 utilizar técnicas de
científico y sus
reproducción asistida
aplicaciones
Derecho a la información y
10-14
asesoramiento sobre 24
16
planificación de la familia
Derecho a servicios de 12-14
24
planificación familiar 16
Derecho a decidir libre y Se relaciona tanto con la
responsablemente el planificación de la familia
16
número y espaciamiento como con el tratamiento de la
de sus hijos infertilidad
INSTRUMENTAL
Los gobiernos no pueden
negar o restringir los servicios
Derecho a la libertad de en salud sexual y reproductiva
pensamiento, conciencia y por razones religiosas o
religión 18 18 5 14 valóricas. La objeción de
conciencia de los prestadores
es aceptable sólo si existen
condiciones de derivación en
situaciones de emergencia
Derecho a la libertad de
Se relaciona con la difusión de
expresión, incluyendo
19 19 13 información en salud sexual y
buscar y difundir
reproductiva
información de todo tipo
Derecho a un nivel de vida
adecuado que asegure 25 11 27 La CRC incluye alimentación
salud y bienestar
Derecho a la educación 26 13 10 28
Derecho al trabajo 23 6-7 5 11
Derecho a la seguridad
22 25 9 5 11 26
social
Fuente: Tomado y adaptado de Ferrer (2005).
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
CONSTITUTIVA
Derecho a la vida 3 6 6
Derecho a no ser sometido
La DUDH y la CRC no se
a tortura o a experimentos
5 7 37 refieren a los experimentos
médicos sin su
médicos
consentimiento
Derecho a un nivel de vida
El ICESCR incluye el derecho a
adecuado que asegure 25 11 27
la alimentación
salud y bienestar
El ICESCR establece que los
Estados partes tomarán
Derecho a la salud y a
medidas para disminuir la
servicios de atención de
12 24 mortinatalidad y la mortalidad
salud
infantil. La CRC establece la
reducción de la mortalidad
infantil y en la niñez
Derecho a gozar de los
Introduce la discusión sobre
beneficios del progreso
15 los límites del derecho a la
científico y sus
atención de salud
aplicaciones
INSTRUMENTAL
Derecho a un nivel de vida
adecuado que asegure 25 11 27 La CRC incluye alimentación
salud y bienestar
Derecho a la educación 13 28
Derecho al trabajo 23 6-7 5 11
Derecho a la seguridad
22 9 5 11 26
social
Fuente: tomado y adaptado de Ferrer (2005)
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MARCELA FERRER L. • La aplicación del enfoque de derechos humanos a los fenómenos de población
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S OBRE LA APROXIMA
APRO CIÓN GLOB
XIMACIÓN AL AL TEMA
GLOBAL
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JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?
20 (2006) • issn 0716-632x • 221-246
REVISTA DE SOCIOLOGÍA
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile
::: RESUMEN
El presente artículo busca contribuir al análisis de la identidad chilena y la
televisión. En oposición a estudios que señalan que la función de empren-
dimiento moral está ubicado en las clases altas, y que las clases bajas care-
cen de éste, se sostiene a través de un análisis empírico lo siguiente; prime-
ro, la clase alta, de acuerdo al concepto de tradicionalismo ideológico, sólo
en la esfera privada tiene patrones conductuales que pueden relacionarse a
esta función social. Segundo, para el caso de las clases bajas, y retomando el
concepto de conciencia dual sugerido por Fanon, la función de empren-
dimiento moral se vincula fuertemente a la esfera pública como una estra-
tegia de blanqueamiento (o de adaptación) de su discurso.Tercero, la clase
baja, a diferencia de la clase alta, está en mayor sintonía con la percepción
de que el consumo de la televisión provoca efectos negativos en los televi-
dentes. Se sugiere, por una parte, revisar el concepto de emprendimiento
moral, dado que habría un cambio de orden práctico respecto a como esta
función se estaría ejecutando para el caso de la televisión, y por otra, ahon-
dar sobre los mecanismos sociales que inhiben o facilitan la función de
emprendimiento moral.
PA L A B R A S C L AV E : emprendimiento moral, televisión, clases sociales
: : : A B S T R AC T
This article contributes to the analysis of Chilean identity and television.
There are studies which point out that the moral entrepreneurship function
is a constitutive part of the high class, and they also show that the lower
class lacks it completely. Unlike these studies it is argued, through an
empirical analysis, the following: Firstly; the high class, according to
221
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
Intr oducción
Introducción
A partir del reestablecimiento de la democracia en Chile, diversos estudios han
enfocado su análisis sobre la identidad sociocultural de la sociedad chilena. Las
áreas específicas de estos análisis han sido diversas: reidentificación de clases
sociales, nuevas élites, enclaves autoritarios, consumismo, modernización, mo-
vilidad social, medios de comunicación (Moulian, 1997; PNUD, 1998; Tironi,
1999; Larraín, 2001;Torche y Wormald, 2004; Atria, 2004; Castells, 2005; Marín
y Cordero, 2005; Torche, 2005). No obstante el amplio espectro de estos estu-
dios, es necesario seguir profundizando en algunas de estas áreas para ampliar el
conocimiento sobre este proceso. Específicamente, estudios sobre la relación
identidad chilena y televisión han sido escasos. En esta línea destacan el trabajo
de Tironi y Sunkel (1993), por una parte, y el de Marín y Cordero (2005) por
otra. En el primero se enfatiza la relación democracia y medios de comunica-
ción, mientras que en el segundo se identifica la expansión del proceso de
deliberación democrática facilitada por la irrupción de los medios masivos. A
partir de un análisis empírico, este artículo busca contribuir a la discusión sobre
la identidad chilena y su relación con la televisión. Para ello se considerará
como objeto de análisis las características de la identidad chilena a partir de la
conducta que las clases sociales han desarrollado.
Se destaca de la identidad chilena la siguiente contradicción: i) equiparar casi
en su totalidad a la clase alta con funciones de moral entrepreneur (Moulian, 1997;
Tironi, 1999;Velasco, 2001; PNUD, 2004; Rovira, 2005; Molina, 2004; sobre el
concepto de moral entrepreneur: Becker, 1963), es decir, paternalistas, con un fuerte
sentido de lo que es correcto y dispuestos a ejercer un control en coherencia a
sus valores; y ii) entender a la clase popular como un grupo cuya matriz cultural
se caracteriza por tensiones e incoherencias, donde priman las transgresiones y
las acciones libertarias, y por tanto lejos de ejercer funciones de emprendimien-
to moral (Salazar, 1991; Salazar y Pinto, 1999).
Considerando esta diferencia cultural, se podría señalar que ésta también se
reproduce cuando se analiza la relación clase-televisión. En primer término, si la
televisión es asimilada a una noción ideal de esfera pública como la define
222
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?
Empr endedor
Emprendedor es morales en Chile: Re
endedores visando la contradicción
Revisando
clase alta y clase popular
Para entender parte esencial de la identidad chilena y su relación con la televi-
sión, resulta fundamental discutir la contradicción sociocultural que hay entre
223
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
las clases alta6 y baja. Para ello se tomará como eje teórico el concepto de moral
entrepreneur, el cual permitirá distinguir la función que ambos grupos sociales
podrían estar cumpliendo respecto de la televisión.
6
Aun cuando se reconoce la diferencia conceptual propuesta por Wright Mills (1956)
entre élite y clase alta, en este trabajo ambos conceptos serán utilizados alternadamente. Lo
anterior debido a que para el caso chileno dicha distinción es claramente problemática. En
primer lugar,Torche (2005) señala que la movilidad desde la clase más alta (del esquema de
clases de Erikson y Goldthorpe) hacia otros estratos es muy baja. En segundo término, una
investigación realizada por el PNUD (2004), destaca un grado importante de rigidez en la
sociedad chilena, puesto que se aprecia una muy baja probabilidad de que una persona con
orígenes socioeconómicos medios y bajos acceda a la clase alta. Esto sin embargo, y como se
verá más adelante en nota 12, no significa señalar que haya un discurso homogéneo en dicha
clase. Sino, à la Bourdieu, más bien la existencia de una contradicción entre nueva y vieja
burguesía (ver Bourdieu, 1997).
9
Es importante recalcar que el sentido de identidad no se limita al acceso de recursos
materiales o culturales, es decir, la definición de moral entrepreneur no está supeditada
particularmente a clases sociales o socioeconómicas, puesto que también resalta el carácter
religioso que este grupo podría tener.Vale la pena señalar que los moral entrepreneurs no son
en sí conservadores, machistas o autoritarios, es decir, no hay una identificación fija respecto
de dicho grupo, ya que en dependencia al contexto estos también pueden ser liberales,
feministas y democráticos.
224
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?
12
Vale la pena recordar tres aspectos sobre la clase alta: históricos, de estructura interna y
políticos. Aun cuando a partir de los años setenta se observa que la clase alta chilena muestra
una diversificación en términos económicos y cambia su discurso en torno al rol que el
Estado debía jugar en la economía, su carácter de clase permanece (ver Kirsch, 1977; y
Tironi, Agüero y Valenzuela, 2001). Segundo, internamente se puede reconocer una compo-
sición proveniente directamente del mundo empresarial privado, y una segunda, o una new
elite, que básicamente funciona a partir del nicho generado al interior de los poderes ejecu-
tivo y legislativo. Cada una de estas tiene un referente político siendo la primera asociada a la
derecha, y el segundo a la centro-izquierda (verVelasco, 2001; Rovira, 2005).Tercero, Blofield
(2002) y Dávila (2002) señalan que la derecha política y la centro-izquierda presentan rasgos
conservadores y liberales. Cabe precisar, sin embargo, que ninguna de estas fuerzas recorre
por completo el espectro ya que la primera no llega al extremo de la izquierda, ni la segunda
al extremo de la derecha.
225
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
embargo, que éste está enfocado sobre la elite política, y por tanto no necesaria-
mente se vincula directamente a la clase alta per se. Estos autores señalan que
dicho grupo está disconforme con respecto a cómo la agenda y estilo de los
medios de comunicación han sido desarrollados en el último tiempo, pero es de
particular importancia relevar que los contenidos introducidos son para dicho
grupo banales o de poca importancia para el país. Es precisamente esta capacidad
de saber qué es importante para el país lo que hace que dicho grupo pueda ser
entendido como emprendedor moral.
Con respecto a la clase baja, los estudios analizados tienen una fuerte reso-
nancia teórica en Elias (1994). De la contradicción civilización/barbarie, algu-
nos autores toman esta última característica para sintetizar la cultura popular. En
primer término, Salazar señala que esta versión de la cultura está en directa
oposición a la cultura oligárquica de la elite. Precisamente, destaca Salazar (1991),
los miembros de la cultura popular han desarrollado acciones incoherentes, lle-
na de tensiones las cuales le imprimen a ésta un sello creativo e innovador. Bajo
este precepto, Salazar también observa que representantes de dicha cultura ten-
drían una conducta errática respecto de cómo introducirse a definir reglas, nor-
mas y leyes. Es decir, sería difícil reconocer en dicho grupo la realización de un
trabajo sistemático, «consciente», que haya permitido institucionalizar oficial-
mente ciertos preceptos. Al contrario, la serie de acciones que ellos han
institucionalizado está más bien asociada a irrupciones aleatorias de actos violen-
tos, que «han remecido por entero la estabilidad del sistema» (Salazar, 1990: 13).
Otro trabajo que hace una revisión en estos términos es aquel correspon-
diente a Peppelenbos (2005). Dicho autor entiende que la cultura popular, si-
tuada en un contexto institucionalizado de relaciones patrones/clientes, tam-
bién tiene rasgos muy heterogéneos en su interior. De ésta se destaca formas
débiles de corporativismo, fuerte fatalismo, ocasionales rebeliones sordas; y a dife-
rencia de Salazar, él entiende que ésta no promueve acciones de carácter inno-
vador, puesto que las acciones están enmarcadas en un apego formal a lo acor-
dado, en «no hacer más de la cuenta» (Peppelenbos, 2005). Es decir, esta matriz
cultural no produciría acciones dentro de los canales oficiales cuyos objetivos
fueran desbaratar, o poner seriamente en jaque la legalidad de ciertas costum-
bres, puesto que no existe la noción de un orden superior a ser defendido.
Tampoco, dicha cultura facilitaría la formación de grupos, o profesiones, cuya
función fuese insistir en la perentoriedad de seguir controlando ciertos ámbitos
sociales.
En la figura 1 se muestra cómo estaría desplegada la función de moral
entrepreneur para las clases sociales de acuerdo a los trabajos recién revisados.
Como se puede apreciar el endurecimiento o desaparición de la función de
emprendimiento moral está asociada a la membresía de clase alta y baja respec-
tivamente. No obstante lo anterior, hay dos versiones que merecen mayor de-
tención porque, dicha función no necesariamente se daría en la dirección ante-
riormente descrita.
En primer término, se destaca lo que señala Germani (1981: 169) como
«tradicionalismo ideológico». Dicho concepto intenta capturar los cambios in-
226
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?
tensos que viven las elites en los países en desarrollo. Particularmente respecto al
proceso de desarrollo, estos grupos tienen una mirada ambivalente, puesto que
aun cuando no lo rechazan, promueven y aceptan ciertos aspectos de éste. Por
una parte apoyan cambios en el área económica, siempre y cuando estas trans-
formaciones sean la base de la independencia del país, y por otra, rechazan los
cambios asociados a dicha transformación que perturben el funcionamiento de
instituciones «tradicionales» tales como la familia, la educación, y la estratifica-
ción social.
Dicho autor enfatiza que no son los contenidos en sí mismos los que definen
al tradicionalismo ideológico, sino más bien a la opción que los grupos toman
conscientemente ante una situación controversial en el seno de la sociedad. Al
haber la elite estado sujeta a un proceso de elección, el contexto social donde
ésta está ubicada pudo también haber sufrido cambios traducidos éstos en las
actitudes de sus miembros. Precisamente en dicha situación la elite puede em-
prender un rol vanguardista, y la dirección innovadora o conservadora está fi-
nalmente sujeta a sus propios intereses, y como se dijo anteriormente, no a
valores en sí mismos (Germani, 1981; Lechner, 1999: 3). De lo anterior se puede
desprender que la elite puede dejar de lado la función de moral entrepreneur en
ciertos ámbitos, especialmente en aquellos que estén ligados al desarrollo eco-
nómico. En consecuencia, el mismo avance de la televisión puede ser aceptado
siempre y cuando ésta reafirme ciertos procesos económicos y no afecte a la
familia o a la educación. Para esto último la elite ejecutaría estrategias de control
adhoc en la esfera privada.
En segundo término está una noción que Fanon implícitamente desarrolla
para analizar el racismo en sociedades colonizadas, el cual puede ser llamado
«conciencia dual». Éste puede ser aplicado a la clase baja, puesto que como
227
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
26
Ciertamente hay muchas diferencias entre los contextos sociales que dicho autor revisa
con respecto a la colonización vivida por Chile, sin embargo, aquí interesa revisar en térmi-
nos sociológicos la aparición de esta dualidad, la cual se manifiesta culturalmente, en aquellos
grupos que han sido dominados, o que al menos no son parte de la elite colonizadora. Es
decir, aun cuando éste sea explícitamente una teoría sobre el racismo como forma de domi-
nación, es de vital importancia señalar cómo ciertos valores finalmente se terminan invir-
tiendo.
228
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?
I) ESFERA PÚBLIC
PÚBLICAA = TELEVISIÓN
229
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
Sin embargo, más allá de que la esfera pública pueda estar colonizada por
ciertos intereses, en este trabajo lo que importa es asumir el concepto ideal de
esfera pública propuesto por Habermas. Ésta es entendida como una red de
actores privados que reunidos como público pueden articular las necesidades de
la sociedad con el estado (Habermas, 1989: 176). Es decir como red en la cual
los actores pueden compartir información y puntos de vista (Habermas, 1999:
360). Bajo este criterio la televisión puede ser entonces entendida como una
institución que forma parte de la esfera pública. Lo anterior además se funda-
menta en que la televisión en sí es potencialmente un medio por donde pueden
circular en forma libre o sin coerción los distintos puntos de vista de todos los
actores sociales, pero además porque en Chile ésta ha jugado un rol muy impor-
tante en la ampliación del proceso democrático (Marín y Cordero, 2005). En
consecuencia y dado que la televisión potencialmente permite que todos los
puntos de vistas sean comunicados, la función de emprendimiento moral se
manifestará en pregonar mayores grados de censura para ésta.
Diversos estudios han reconocido que la televisión puede tener ciertos efectos
negativos o nocivos en sus espectadores (Josephson, 1997; Joy, Kimball y Zabrack,
1986). Por otra parte hay otros que señalan que a lo sumo los efectos de ésta
estarían mediados por otros factores (Hall, Neitz y Battani, 2003; McNeely,
1997). No obstante, resulta difícil señalar claramente hacia cuál de estos polos se
puede asociar el ethos del emprendimiento moral. Brunner y Catalán señalan
que son los grupos conservadores los que asocian el aprendizaje de conductas
impropias a la televisión. Esto autores reconocen que ciertos grupos minorita-
rios pero poderosos pugnan «intensamente por el control de la televisión, [ya
que] el público consume desaprensivamente ‘basura’» (Brunner y Catalán, 1995:
101-2). Esto es, el emprendimiento moral se manifiesta también en la creencia
de que los auditores sean sujetos completamente vulnerables a los contenidos y
no sepan seleccionar de éstos aquello que es apropiado.
En esta línea argumentativa también se encuentra el trabajo desarrollado por
Bourdieu (1998), quien ubica su análisis en los contenidos que la televisión
transmite más que en los efectos que operan en las conductas de los televiden-
tes. Es decir, este autor asume que la televisión tiene efectos, pero éstos depen-
den de los contenidos que son emitidos. En ese entendido la televisión efectiva-
mente, señala este autor, ha producido una banalización en los auditores, y hace
que éstos dejen de lado cualquier esfuerzo por reflexionar con mayor profundi-
dad, tal como lo demanda un orden social democrático. En este entendido
Bourdieu, al igual que Habermas, implícitamente entiende que la televisión
puede ocupar un rol libertario, si es que a través de ésta la información no está
ajustada exclusivamente a grupos de interés dominantes. Para los fines de este
trabajo, Bourdieu representa un perfecto emprendedor moral porque puja des-
de una mirada paternalista por la liberación de sectores «dormidos» por los
efectos de la televisión.
En consecuencia la función de emprendimiento moral se puede ejercer a
230
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?
Establecer una distinción entre esfera privada y esfera pública, como sostiene
Goffman, es bastante problemático ya que la construcción del self dependerá
entre otros de los contextos culturales, organizacionales, familiares por donde
éste va transitando (Goffman, 1959: 252-3). En cada uno de estos contextos,
señala Goffman, la dicotomía privado/púbico siempre se produce. Por ejemplo,
dentro de una «total institution» el self está tan constreñido por los funcionarios,
que el baño es uno de los pocos lugares privados al cual el interno tiene acceso
(Goffman, 1961: 119). Considerando lo anterior, y para efectos de este trabajo,
el control de la televisión que hacen los padres en el hogar representa la esfera
privada. En contraposición a ésta y como se vio antes, la representación de la
esfera pública está dada por la televisión.
Respecto a cómo se ejerce la función de emprendimiento moral en esta
esfera, se puede señalar que será aquella representada por los adultos que reali-
cen un control directo e indirecto sobre lo que los menores del hogar ven. Lo
anterior porque esto constituye una acción en la cual está sintetizada tanto la
construcción de una norma dentro de la casa, como también la propia observa-
ción de ésta, y son precisamente los adultos los que la llevan a cabo.
Metodolo gía
Metodología
Datos
Los datos utilizados en este estudio provienen de la Encuesta Nacional de Tele-
visión realizada por el Consejo Nacional de Televisión durante el año 2005.
Dicha encuesta entrevistó en forma aleatoria a 2770 personas utilizando entre-
vistas cara a cara. Para efecto de revisar las tesis aquí propuestas la muestra se ha
dividido en dos: (i) se considera un grupo donde no se diferencia si hay menores
de trece años en el hogar entrevistado (n=2615), y (ii) un grupo cuyos hogares
tenían al menos un menor de trece años viviendo en él, y que respondieron a
cada una de las preguntas analizadas. Este segundo grupo es el utilizado para
evaluar los aspectos asociados a la esfera privada (n=1257).
Dimensiones
Dado que hay tres tesis propuestas, se seleccionaron las siguientes tres dimensio-
nes para analizar el ejercicio de la función de emprendimiento moral (ver tabla
2 para sus estadísticos descriptivos):
231
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
(i) Dimensión: Esfera pública = televisión. Las alternativas representan una gra-
dación de censura en torno a la televisión:
1. «Inexistencia de ley que regule la transmisión de programas»;
2. «Debe haber horario definido para adultos, donde los canales pueden
transmitir lo que quieran»;
3. «Debiera haber un horario para la programación de adultos, y en ese
horario se deben regular sólo algunos contenidos extremos»; y
4. «Debiera haber una estricta regulación, tanto de horarios como de conte-
nidos».
Clase social
Debido a que la diferencia cultural entre clases sociales respecto a la televisión es
lo que guía este artículo, es pertinente definir metodológicamente que se en-
tiende por clase social en este trabajo.
Para definir clase social se optará por la propuesta desarrollada por Bourdieu
(2000). De acuerdo a este autor la adquisición o propiedad de capitales econó-
mico, cultural (informacional), social y simbólico puede sintetizar lo que las
personas tienen y por tanto ubicarlas en una clase social. Dos elementos centra-
les para esta clasificación que aquí se utiliza son capital económico y cultural.
Respecto del primero se utilizará los bienes económicos que las personas decla-
ran tener, y con relación al segundo, su nivel educacional. Evidentemente, esto
37
Para medir esta dimensión se construyó un índice con cuatro indicadores. Se obtuvo un
á de Cronbach de 0,646 para la primera submuestra, y de 0,635 para la segunda submuestra.
232
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?
41
Bajo este precepto queda fuera de esta discusión toda la tradición marxista en tanto ésta
busca responder a cuáles son las transformaciones necesarias que eliminarían la explotación
y la opresión económica dentro de las sociedades capitalistas (ver Wright, 1997: 1-39).
42
Esto último tiene sin duda un fuerte eco teórico en Weber, no obstante y en estricto
rigor, el concepto de clase que este autor trabaja está dado exclusivamente por la posición
que la persona tiene en el mercado, siendo el status el que le permite referirse a los recursos
asociados al honor y al prestigio, los cuales no podrían transarse necesariamente en forma
inmediata (Weber, 1944).
233
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
sexo, edad y número de hijos como controles. Especial énfasis hay que poner
sobre religión (Morandé, 1984; Larraín, 2001: 235-41; Ossa, 1996), ya que para
el caso chileno éste es constitutivo de la identidad nacional y puede causar
distorsiones en el análisis de los datos. Con respecto a sexo diversos estudios
señalan las diferencias culturales entre hombres y mujeres, el cual en consecuen-
cia debe también ser considerado (Montecino, 1996; Olavarría, 2000; Valdés y
Valdés, 2005; Varios autores, 2005). Respecto a la edad, también hay diversas
investigaciones que señalan las diferencias entre jóvenes, adultos y adultos ma-
yores (Duarte, 2002; Aranibar, 2001). Finalmente con respecto al número de
hijos, se estimó pertinente introducir dicho dato debido a que, dicha caracte-
rística podía dar cuenta de situaciones divergentes al interior de los hogares. Al
respecto no se encontró datos que pudieran rechazar o aprobar dicha afirmación.
Resultados y análisis
Para determinar las tesis aquí propuestas se aplicaron para las dos submuestras
tres técnicas estadísticas diferenciadas. Para (i) esfera pública = televisión, se utilizó
regresión logística multinomial. Esta permite establecer la relación entre clases
sociales y los juicios (1), (2), (3), y (4), esto es conocer qué clase se inclina más
234
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?
por uno o por otro control a la televisión, cuando clase alta es la referencia a
tener en cuenta. Para (ii) Efectos negativos de la televisión se creó un índice con
valores continuos y por tanto se utilizó regresión lineal. Finalmente, para (iii)
Control en la esfera privada sobre el consumo de televisión de los hijos, se aplicó para (1)
supervisión directa, regresión logística dicotómica ya que esta variable tenía
sólo dos valores (ausencia o presencia de un adulto supervisando lo que el
menor ve); y para (2) supervisión indirecta, se utilizó nuevamente regresión
logística multinomial, porque la variable tenía tres categorías. Los resultados son
analizados a partir de cada una de las tesis.
46
El modelo multinomial puede ser presentado de la siguiente manera.
Pk
log( ) = X 'β, k = (1), (2), (3)
P( 4 )
Donde P(4) es la probabilidad que una persona opte por una censura del tipo «4» (Estricta
Regulación), Pk es la probabilidad que una persona responda a una categoría k, X es el vector
de los covariados, y ß el vector de los parámetros a ser estimado.
235
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?
Pseudo R2 .077
N 2603
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
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JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?
Supervisión directa
Como se puede apreciar en la tabla 5, los datos indican que los menores de las
clases bajas tienen mayores probabilidades de ver televisión sin la presencia de
un adulto, que los menores de cualquier otra clase (con la excepción de la clase
media-alta). Al tomar como ejemplo la comparación de un menor de clase alta
con uno de clase baja (ver cuadro sombreado con gris), éste último tiene (e2.239)
9.48 veces menos chances de ser controlado por un adulto.
Cabe señalar que este resultado indica que la clase alta funciona de acuerdo
al concepto de tradicionalismo ideológico acá revisado. Esto porque dicho gru-
po, deja de lado el control sobre ciertos procesos asociados a la esfera pública, y
sí ejerce estrategias de mayor control en la esfera privada. Lo anterior implica
que en este ámbito dicho grupo sí despliega una función de emprendimiento
moral pues mantiene a un adulto supervisando cuando un menor ve televisión.
Con respecto a la clase baja, su función a diferencia de las analizadas en las
otras dos dimensiones, no tiene una forma de emprendimiento moral. Esto sí
estaría más asociado a lo que plantea Fanon y tangencialmente Salazar, porque
en la esfera privada desarrollan patrones culturales que se distancia de las con-
ductas de elite. En consecuencia, en esta esfera el proceso de blanqueamiento se
ve enfrentado a condiciones objetivas que dificultan su desarrollo.
Esto último merece al menos señalar algo sobre los mecanismos sociales47
que estarían facilitando o inhibiendo la función de emprendimiento moral al
interior de la esfera privada en estas clases. Considerando la división en térmi-
nos salariales de estas clases, se podría sugerir que dado el ingreso de las clases
altas éstas tienen mayores posibilidades de supervisar a un menor del hogar por
dos situaciones que no necesariamente son excluyentes: primero, existe un adulto
perteneciente a la familia que se puede encargar de tareas domésticas. Segundo,
hay un adulto contratado (the so-called asesoras del hogar) el cual, entre otras fun-
47
Sobre mecanismos sociales ver Van den Berg (1998).
239
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
ciones formales al interior del hogar, tiene la supervisión directa de las activida-
des que realizan los menores.
Con respecto a la clase baja, se puede señalar que la mayor ausencia de un
adulto en el hogar se da también por las dos razones esgrimidas respecto a la
clase alta, en un orden contrario, y también una tercera. Primero, es necesaria la
inclusión de todos los adultos del hogar al mercado laboral para mejorar el
ingreso; segundo, el ingreso que estas familias recibe no alcanza para contratar
una persona que trabaje al interior del hogar ejerciendo funciones de supervi-
sión hacia los menores, y finalmente, y al menos para el caso de la región metro-
politana, la ausencia en el hogar se potencia cuando se toma también en consi-
deración los tiempos en los traslados de estas personas, cuando ellas utilizan el
transporte público para dirigirse al trabajo o bien para volver al hogar.
Supervisión indirecta
Con relación a la supervisión indirecta los datos de la tabla 6 (específicamente
por el valor negativo de los parámetros asociado a cada valor de la variable clase
social) indican que en general los menores de las clases bajas ven más televisión
240
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?
241
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
que aquellos menores de las otras clases sociales. No obstante lo anterior, sólo la
clase baja con la clase media-alta, cuando son comparadas las categorías «mucha»
y «adecuada» cantidad de televisión, tienen diferencias estadísticamente
significantes. Respecto al resultado obtenido se puede señalar que un menor de
clase media alta tiene (e.626) 1,87 veces más chances de ver una cantidad «ade-
cuada» de televisión que uno de clase baja, cuando es tomado como referencia
«mucha» cantidad de televisión (ver en tabla 6 cuadro sombreado con gris).
Dadas las significancias estadísticas obtenidas, es preciso ser cauteloso respec-
to a proponer qué clase social estaría ejerciendo una supervisión indirecta. No
obstante, y cómo se mencionó sobre los signos negativos de los parámetros
obtenidos, se puede inferir que la función de emprendimiento moral en la
esfera privada, al menos no está siendo ejecutada por la clase baja. Esto último
estaría relacionado parcialmente con los datos analizados en la tabla 5, porque la
clase baja estaría ejerciendo menos control sobre la cantidad de televisión que
ven los menores de sus hogares. Evidentemente consumir más televisión no
necesariamente significa per se que haya un menor control en la esfera privada,
sin embargo tras lo analizado en las dimensiones (i) y (ii), esto es difícil de
sostener, puesto que la clase baja en general declara que la televisión requiere
mayores controles y produce efectos negativos en las personas.
Al igual que en el análisis realizado para determinar la supervisión directa, los
resultados para este tipo de supervisión podrían también ser explicados por el
funcionamiento específico de mecanismos sociales asociados a las diferencias en
los ingresos, o como lo sostiene Lechner «el tradicionalismo [ideológico] repre-
senta una estrategia viable para los grupos de nivel socioeconómico alto. Pero
no es una opción para la mayoría de la población que sufre la sobrecarga de la
familia tradicional» (1999: 3). Esto último se puede complementar con la metá-
fora de Fanon, la esfera privada inevitablemente se mantiene negra para la clase
baja y blanca para la clase alta. Las máscaras se pueden invertir pero el color de
la piel queda.
Un n ue
nue
uevvo empr endedor moral en función y for
emprendedor ma
forma
Los datos analizados permiten señalar que la función del emprendimiento mo-
ral está presente en la sociedad chilena, pero ésta se actualiza según ámbito de
acción y clase social. Esto es, la ejecución de esta función se produce
diferenciadamente para las esferas privadas y públicas. De acuerdo a lo anterior,
en primer término se puede observar que la función de emprendimiento moral
desplegada en el ámbito privado es hecho mayormente por las clases altas, y está
dirigido a menores que habitan dichos hogares. En segundo término, la función
de emprendimiento moral dirigida hacia la esfera pública enraizada en las clases
bajas, sólo podría considerarse latente. Lo anterior porque los valores de estas
clases no han colonizado los contenidos transmitidos por la televisión. Con rela-
ción a la ausencia de colonización de estos valores, se puede sugerir a modo de
hipótesis lo siguiente: dicho proceso no ha ocurrido porque miembros de las
clases bajas carecen de niveles de coordinación y esto redunda en bajos niveles
de presión. Una segunda alternativa (la cual no es necesariamente excluyente)
242
JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?
sería que la televisión está clausurada a recibir información que atente contra un
funcionamiento asociado a principios económicos.
A continuación se presenta en figura 3 el funcionamiento de emprendi-
miento moral para el caso de la televisión al interior de la sociedad chilena.
Conclusiones
Los resultados de este trabajo sugieren que la ejecución de la función de em-
prendimiento moral está presente en la sociedad chilena. Sin embargo, parte de
los estudios que ubican a la clase alta ejecutando dicha función o aquellos que
entienden la clase baja en una posición más libertaria, no necesariamente con-
sideran la distinción conceptual entre esfera pública y privada por una parte, y
por otra no incorporan a la televisión como parte constitutiva de sus identida-
des culturales.
En primer lugar, esta función se despliega en consideración a elementos de
clase, y ámbitos de acción públicos y privados. Segundo, sólo en la esfera privada
la clase alta tiene patrones conductuales que pueden ser relacionados al empren-
dimiento moral. Esto, como sugiere el concepto de tradicionalismo ideológico,
sucede porque miembros de dicho grupo social aceptan la modernización de
ciertos procesos, en este caso el de la televisión, y elaboran estrategias de protec-
ción para instancias consideradas por ellos más valiosas, i.e. familia.Tercero, para
el caso de las clases bajas, y retomando el concepto de conciencia dual sugerido
por Fanon, la función de emprendimiento moral se vincula fuertemente a la
esfera pública, como una estrategia de blanqueamiento (o de adaptación) de su
discurso. Esto último, sin embargo, implica que dicha función tenga un carácter
latente, por cuanto la televisión, no se somete a los valores que este grupo
declara defender. Cuarto, respecto a los efectos negativos de la televisión, como
otra dimensión de la función de emprendimiento moral, las diferencias encon-
tradas también indican que la clase baja está en mayor sintonía con dichos enun-
ciados, ello porque la televisión es considerada como un aparato que influye
243
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
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JOSÉ IGNACIO NAZIF • ¿Emprendimeitno moral en la identidad chilena?
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
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SECCIÓN III
Reseñas bib lio
liogg ráficas
biblio
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20 (2006) • issn 0716-632x • 249-255
REVISTA DE SOCIOLOGÍA
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile
Chile en América Latina es una obra en homenaje a Enzo Faletto. Juega entonces
con dos sentidos: el argumentativo, sobre la cuestión de la posición y formas de
pertenencia de Chile en América Latina; y el simbólico, escribir bajo el signo de
Faletto para rendirle póstumos honores. La conciencia sobre esa doble vida de la
obra constituye una obligación para el lector de este libro. Por eso, en esta
reseña, se propone reproducir ese doble juego, mostrando primero en qué sen-
tido esta obra constituye un homenaje y dando cuenta, en segundo lugar, de las
líneas argumentativas de cada uno de los autores. Pero para que ese doble juego
sea posible, es necesaria una convicción previa: comprender el sitio protagónico
de Faletto en la sociología del siglo XX. Nos permitiremos echar algo de luz
sobre ese sitio, para comenzar.
La importancia de Enzo Faletto en la sociología mundial es indiscutible. De
ser cuestionado, se puede echar mano fácilmente a algunos datos que ya se
comentarán. Lo cierto es que su prestigio no proviene del simple juicio sobre
sus capacidades, aunque también, sino sobre todo por la existencia de un hito: su
obra conjunta con Cardoso «Dependencia y Desarrollo en América Latina»,
una obra desde y sobre el tercer mundo que se constituyó en un intento expli-
cativo de gran ambición intelectual y teórica. Esa obra fue la consumación de
una reflexión epocal en América Latina sobre la necesidad de nuevas perspecti-
vas para comprender las relaciones económicas internacionales, ya que las teo-
rías del comercio propias de la perspectiva neoclásica habían fallado en sus pro-
nósticos de un futuro mejor para los países subdesarrollados y, sobre todo, ha-
bían fallado en las razones que fundamentaban ese futuro. La nueva mirada,
donde Faletto se inscribe, rompe el paradigma y propone uno enteramente
diferente, donde el subdesarrollo no es una falencia particular o un ‘atraso’ con-
tingente, sino que es el resultado de dinámicas económico-políticas que subor-
dinan a determinados países, subordinación que es además parte de la explica-
ción del desarrollo de los países centrales. Esa mirada global, esa agudeza, esa
sensibilidad estética para percibir el Nuevo Orden Mundial, esa comprensión
de la textura del capitalismo, hizo a la obra de Faletto inolvidable.
249
Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
250
ALBERTO MAYOL MIRANDA • Reseña sobre Chile en América Latina
Pues bien, vamos a la obra. Ella consta de ocho capítulos. Cinco de ellos son
las ponencias desarrolladas en el Seminario Internacional de la Universidad de
Chile. Son textos basados en las ponencias de Rodrigo Baño («Enzo Faletto y
las formas de ser político»), Carlos Fortín («Logros y problemas de la econo-
mías»), Francisco Delich («América Latina en el siglo XXI: los cambios y su
comprensión»), José Luis Fiori («Intelectualidad y Política en América Latina»)
y Carlos Ruiz («América Latina y la excepcionalidad chilena: ¿asincronía tem-
poral o destinos divergentes?»). Los otros tres capítulos, finales, son textos de
Enzo Faletto que venían a cuento. Se trata de «La identidad latinoamericana y el
problema de la integración», «Política social y desarrollo en América Latina, las
funciones del Estado» y «La dependencia y lo nacional popular».
El texto inicial de Rodrigo Baño titulado «Enzo Faletto y las formas de ser
político» constituye, en su integridad, una reflexión sobre Faletto y sus formas
de abordar el compromiso ideológico y los proyectos políticos sustentados por
ese compromiso. El giro analítico de Baño sobre Faletto se concentra en la
dimensión escondida de un Faletto político, que aunque nunca fue candidato a
nada, que aunque nunca fue un político profesional; siempre fue un actor polí-
tico desde la perspectiva intelectual. Es cierto que el coautor de la obra que
llevó a la fama a Faletto, que no es otro que Cardoso, llegó a ser Presidente de
Brasil, consumando así un traspaso a la arena política claramente exitoso. Pero
Faletto tuvo una trayectoria —destaca Baño— que le permitió ganar en cohe-
rencia y en demostrar su valentía, triunfos silenciosos en nuestra sociedad, pero
conquistas indudables finalmente. Baño desea demostrar así que Faletto también
tuvo un destino político, igual que Cardoso, pero que eso no implicó –y por el
contrario, sí excluyó- la búsqueda de los espacios oficiales de figuración política.
El problema existencial, político e intelectual de Faletto siempre fue el del des-
tino de la sociedad concreta, particularmente de Chile y Latinoamérica, consti-
tuyéndose en un intelectual netamente político, abriendo investigaciones que
explicaran lo que efectivamente ocurría en el Chile dictatorial y luego en la
‘Segunda República’. Faletto no requirió de un ‘giro a la política’ como Cardoso,
pues asumió desde siempre que ya había estado haciendo política. Finalmente,
Baño destaca la reflexión falettiana de la pérdida de la textura ideológica, de la
reducción de la esfera de la politicidad; como correlato de la imposición de la
técnica y de su paradigma económico grácil y leve. En esto llama la atención
sobre la caída socialista en un debate tecnificado que redundó en el triunfo de
conceptos de eficiencia y eficacia carentes de toda sustantividad. Es a ésta dinámi-
ca frente a la cual Faletto se rebeló.Y esa rebelión fue (y es) política e intelectual.
El siguiente capítulo es el de Carlos Fortín. La parquedad de su título «Lo-
gros y Problemas en la Economía» contrasta con un texto abundante y ambi-
cioso, enfocado desde el atractivo espacio disciplinario de la economía-política.
Considera Fortín la necesidad de plantear el tema de Chile en América Latina
desde cuatro perspectivas: el desempeño, la inserción, la orientación y la contri-
bución. Respecto al primer punto, el desempeño, Fortín nos muestra como los
datos sobre Chile ilustran un fenómeno bastante claro: Chile ostenta cifras más
bien cercanas a las mejores posiciones del subcontinente (salvo en desigualdad,
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
donde está entre los peores), pero se mantiene en cifras del orden del subcontinente.
La pretensión de ser distinto es, como suele ocurrir, una mera ilusión que Chile
no ha enfrentado como tal, evitando la herida narcisista. Por otro lado, Fortín
muestra que los datos de integración económica de Chile con el subcontinente
son lapidarios en señalar que esa integración existe. Entre esos datos destaca el
volumen de inversión chilena en el resto de los países, condición integrativa
evidente, además de la importante integración comercial. Entonces, Chile tiene
‘datos latinoamericanos’ y además está integrado al subcontinente. La preten-
sión de distancia es simple trastorno del juicio de realidad. Finalmente, sobre la
orientación y la contribución de Chile en América Latina, Fortín se ve obligado
a entrar en detalles de mayor relevancia política. Desde el rol del socialismo,
pasando por el hecho de que coexisten dos visiones de sociedad en los gobier-
nos concertacionistas y llegando a la necesidad más evidente, la necesidad de un
proyecto político que oriente y establezca las formas, criterios y sustancias pro-
pias de la construcción de una sociedad. En su caso, Fortín propone que el
horizonte sea una sociedad igualitaria, sociedad de la que estamos bastante lejos,
como es de público conocimiento. De cualquier modo, debe destacarse que el
texto de Fortín es de una claridad abismante y constituye un sublime y brillante
esfuerzo económico-político por comprender, desde la parsimonia del uso de
datos simples, una compleja realidad.
El capítulo «América Latina del siglo XXI: los cambios y su comprensión», de
Francisco Delich, se enmarca en la construcción de una pregunta que toma una
forma clásica: tal y como las ciencias sociales se han preguntado qué cambió
radicalmente en el siglo XX, hay que intentar comprender qué cambiará en el
siglo XXI. Delich, recordando a Hobsbawn, señala que las grandes transforma-
ciones del siglo XX fueron, en primer lugar, la muerte del campesinado; en
segundo término, la concreción de la alfabetización con el político objetivo de
construir sentido nacional; en tercer lugar, el cambio de la posición de la mujer
en la sociedad y, en cuarto, la conversión de los países de América Latina, por
primera vez, en países exportadores de población. Estos cambios fueron de enorme
relevancia. Pero si miramos el mundo actual, ¿qué cambios equivalentes vemos?
La transformación de los conflictos es quizás la más destacable. El ‘conflicto
social’ al modo clásico ya no existe, hay nuevas formas de marginalidad y de
exclusión, resultantes de un enorme poder de lo simbólico y de lo mediático. El
modelo de sustitución de importaciones deja atrás toda una forma de articula-
ción económica, política, social y cultural. El nuevo modelo es bastante distinto
y los nuevos actores en el escenario nos plantean incertidumbres fundamentales.
Delich quiere terminar en este punto preguntándose por cómo analizar los
nuevos problemas, cómo construir nuevas formas teóricas capaces de dar cuenta
de una complejidad quizás no asumida. Más aún, Delich propone un ‘giro esté-
tico’, un giro hacia la mirada de la sociedad con los dos ojos abiertos y aceptan-
do la complejidad. Esa apuesta programática, algo tímida a ratos, sin desarrollo
suficiente, queda no obstante resonando desde el capítulo de un Delich inquie-
to por apreciar las sutilezas de la nueva gran transformación en América Latina.
El cuarto capítulo es el de José Luis Fiori, titulado «Intelectualidad y Política
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Revista de Sociología 20 (2006) • Universidad de Chile
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libro se titula «Política social y desarrollo en América Latina, las funciones del
Estado». En una asertiva exposición, Faletto se inserta en la problemática del rol
del Estado, problema que evidentemente recorre el libro (y nuestra historia). El
enfoque de Faletto es histórico: a partir de la crisis de 1930 o, cuando mucho,
luego de la II Guerra Mundial, se consolida una política clara mediante la cual el
Estado intervenía directamente en el modelo de desarrollo y en el modelo de
sociedad. Se trató de articular la política social, la de desarrollo y la de ciudada-
nía, dice Faletto. La nueva discusión es el problema de cómo articular estas tres
dimensiones de un nuevo modo, habida cuenta del cuestionamiento del mode-
lo anterior. En este artículo Faletto avanza en una interpretación teórica de gran
relevancia: señala que el dilema entre mercado o Estado se inserta en la necesi-
dad de tomar una opción entre distintos modos de construcción de racionali-
dad. Al respecto, la indudable preferencia del autor por la racionalidad política
del Estado se enmarca en la búsqueda de integración social, que –señala- ha sido
confundida con la sola incorporación de los excluidos, en un error de propor-
ciones, pues elimina la racionalidad política que ve la sociedad como un todo.
Faletto termina, como resulta natural por la deriva del documento, en el proble-
ma de la democratización en tanto universalización de los problemas políticos
(participación).
Finalmente, el editor de la obra incluye un tercer texto de Faletto, que se
centra en el concepto que le dio fama mundial. Se trata del capítulo titulado «La
dependencia y lo nacional popular», que también fue un artículo publicado en
la Revista de Sociología de la Universidad de Chile. En este documento Faletto
avanza en paralelo con el transcurso del pensamiento intelectual latinoamerica-
no de los últimos años y con la experiencia política asociada a esa historia de las
ideas. Es un juego entre la historia social y política con la historia de las ideas.
Para desarrollar lo anterior, Faletto explica a qué fenómenos concretos refiere el
problema de la ‘dependencia’ y cuál es su sentido explicativo. Al tiempo, busca
explicaciones estructurales respecto a lo escasamente radicales de las transfor-
maciones políticas realizadas por la burguesía, lo que redundó en una moderni-
zación contradictoria entre lo oligárquico político y lo democrático formal. De
cualquier modo, el tema central de este capítulo es la preocupación por las
condiciones de superación y negación de la dependencia y la referencia a las
fuerzas capaces de llevar a cabo históricamente esa superación. Por supuesto, no
diremos nada sobre esas fuerzas. Nunca se debe contar el final del libro.
Volvemos al principio. ¿En qué sentido esta obra es un homenaje al sociólo-
go chileno más reconocido internacionalmente? Por cierto, lo es por los autores
seleccionados y por el editor del libro. Lo es también por el tema y lo es por el
enfoque. Es además un homenaje pues se realiza con una edición de la Univer-
sidad de Chile y además se reseña la obra homenaje en la Revista de Sociología
de la misma universidad. Es así como, desde el centro hasta la periferia del libro
«Chile en América Latina», las huellas del homenaje a Enzo Faletto quedan
marcadas con total claridad.
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REVISTA DE SOCIOLOGÍA
© facultad de ciencias sociales • universidad de chile
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patrón que creó el mito liberal en la década de los noventa. Existen considera-
ciones políticas que al autor especifica y examina. Entre otras, que aunque no se
puede evitar que los poderes existentes determinen mucho de lo que se hace,
existe un margen de juego político que puede condicionar y orientar los efec-
tos que se producen. No existe un solo camino preestablecido para estar en la
globalización. La aparición de nuevos poderes a nivel mundial, especialmente
en Asia, y la fluidez de otras situaciones, permite abrir nuevas oportunidades
para el país las que deben ser reconocidas y examinadas para seguirlas apropia-
damente. El autor llama la atención que estas consideraciones de poder relativo
que tiene el país no son debatidas, escabullendo esta posición y las decisiones
estratégicas que se deben adoptar para poder crecer y progresar socialmente.
Entre otras consideraciones es importante el tratamiento que le da a dos
empresas estatales: CODELCO y ENAP. No se las debe considerar sólo como
fuentes de aporte a la caja fiscal ya que se ubican en situaciones estratégicas para
el devenir del país. La minería es el único sector de la economía en el que Chile
es una actor de peso mundial y CODELCO es el mayor productor integrado de
cobre a este nivel. En cuanto a ENAP es evidente su papel estratégico en asegu-
rar la elaboración de políticas que miren con cuidado el futuro energético del
país.
Dentro de los factores culturales que tienen influencia en los acontecimien-
tos y decisiones, menciona a la religión y, específicamente, se detiene en el papel
que juegan organizaciones como el Opus Dei y los Legionarios de Cristo.
Otros factores que discute están, el desprecio de los tecnócratas a la política, la
ingenuidad neoliberal hacia los grandes poderes, y la actitud acomplejada frente
al poder, ya sea por temores reverenciales o por juicio ético antipoder, como si
fuera fuente de perdición. Esto contamina el debate en forma repetida lo que
entraba la toma de decisiones.
Cabe mencionar, finalmente, algunos puntos que discute referente al surgi-
miento de una nueva cultura del trabajo y del empleo en el mundo, establecien-
do tendencias en lo económico y lo social. El desempleo, la inestabilidad básica,
la desigualdad que acosa a los sectores medios y marginales, los valores en juego.
Todo esto pone en tensión al mundo político en especial que debe buscar un
modelo de convivencia que busque soluciones efectivas a estos aspectos.
El autor evitó usar tecnicismos que obscurecen este tipo de debates lo que
hace que la lectura fluya con mayor facilidad a pesar de los temas que incluye.
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