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EUDALD CARBONELL (COORD.) 1. edicién: septiembre de 2005 2 edicién: mayo de 2008 © 2005: Eudald Carbonell (coordinador) Xosé Pedro Rodriguez, Robert Sala, Jan van der Made, Carlos Lorenzo, Marina Mosquera, Manuel Vaquero, Jordi Rosell, Josep Vallverdi, Francesc Burjachs, Policarp Hortola Coordinadores de la coleccién Atapuerca: ‘Amalia Pérez-Juez Gil (FundaciGn Atapuerca) Ignasi Past Marin (Equipo ée Investigacién de Atapuerca) FUNDACION ATAPUERCA: Patronos fundadores: Juan Luis Arsuaga, José M." Bermidez de Castro, Eudald Carbonell. Caja de Burgos. Diario de Burgos, Cajacireulo, Wurth Espatia, Cerveza San Miguel. Abba Hoteles, Iberdrola, Grupo Eulen Parronos institucionales: ‘Comunidad Autonoma de Castilla y Leon, Diputacion Provincial de Burgos, Ayuntamiento de Burgos, Ayuntamiento de Atapuerca, Ayuntamiento de Ibeas de Juarros, (CAmara Oficial de Comercio e Industria de Burgos Patronos cientficos: Consejo Superior de Investigaciones Cientifieas, Universidad de Burgos. Universidad Complutense de Madrid, Universitat Rovirai Vitgili de Tarragona, Centro Nacional de Investigacién sobre Evolucién Humana Foto cubierta: Jordi Mestre / IPHES Derechos exclusivos de edicién en espafiol reservados para todo el mundo: © 2005 y 2008: Editorial Ariel, S. A. Avda. Diagonal, 662-664 - 08034 Barcelone ISBN: 978-84-344-6789-7 Deposito legal: B. 23.709 - 2008 Impreso en Espana por Book Print Digital Botanica, 176-178 (08901 L’Hospitalet de Llobregat (Barcelona) Queda rigurosamente prohibida, sin la autorizacién escritade les ttlares del copyright. ‘bajo las sonciones cstablecidas en las leyes la reproduccin total 0 parcial de ta obra por culguier medio o procedimiento,comprentidos a reprogria y el tratamiento informaico, ‘la distroucion de ejeraplares de lla mediame alguler 0 prestamo publices. AUTORIA DE LOS CAPITULOS Eudald Carbonell: |.1, 1.3, 2.13, 3.1, 3.12, 4.1, 4.8, 4.20 Xosé Pedro Rodriguez: 1.5, 3.9, 3.18, 3.19, 4.8, 4.17, 5.2, 5.3, 5.6, 5.7, 5.8, 6.3, 6.4, 65, 6.6, 6.7, 6.8 Robert Sala: 2.8, 2.9, 2.10, 3.8, 3.10, 4.7, 4.10 Jan Van der Made: 1.3, 2.3, 3.4, 4.4, 4.24, 5.5, 6.2 Carlos Lorenzo: 2.4, 2.5, 2.6, 2.7, 2.17, 3.7, 13, 4.5, 4.6, 4.14, 5.4 Marina Mosquera: 2.12, 2.15, 2.16, 3.5, 3.11, 4.8, 4.11, 4.12, 4.13, 4.15, Manuel Vaquero: 2.18, 3.15, 3.16, 3.17, 4.18, 4.21, 4.22, 4.23 Jordi Rosell: 1.6, 2.11, 2.14, 2.19, 3.6, 3.14, 4.19 Josep Vallverdii: 1.2, 2.1, 3.2, 4.2, 5.1, 6.1 Francesc Burjachs: 1.3, 2.2, 2.3, 3.3, 4.3, 4.9, 4.16, 6.1 Policarp Hortola: 1.4 SUMARIO Prélogo . por Josep M. FULLOLA Pericot y M. ANGELS PETIT MENDIZABAL Capituto 1. Intreduceién Capituto 2. Africa CapftuLo 3. Asia CapftuLo 4. Europa CapituLo 5. Oceania CapituLo 6. América Bibliografia PROLOGO Esta obra representa un hito dentro de la coleccién de manuales y textos uni- versitarios que Aric] ha puesto en el mercado en los dltimos ocho afios. Una serie com- binada de circunstancias, que analizaremos a continuacidn, le hacen acreedora de esta consideracién, En primer lugar nos encontramos ante un libro de produccién propia, no de la traduccién de un texto francés o inglés. Ariel ha buscado un equilibrio entre estas dos formas de obtener textos, pero la promocién de investigadores espafioles ha sido una Ifnea prioritaria, que se cumple plenamente en el caso que nos ocupa. En segundo lugar, la temitica que se trata cubre un campo cronolégico muy con- ereto, en el que existen pocos manuales que contengan la informacién necesaria e im- prescindible para el nivel universitario, y ninguno, de este alcance, en espafiol. El Paleolitico es su hilo conductor, desde sus inicios con la aparicidn de los primeros homfnidos africanos hasta el cambio climatico de finales del Pleistoceno. Pero ese nexo de unién se establece ademés a través de lo que nos es mas préximo, el ser hu- mano. Se detallan las variables de todo tipo que han influido en la evolucién de la es- pecie, las socioculturales y las paleoambientales mas que las puramente fisicas, en un equilibrio mesurado que ha sido buscado, sin duda, por los autores. En tercer lugar, parte de la originalidad de la obra reside en la estructura geo- gréfica que se sigue para exponer los datos. Lo més al uso es seguir un criterio cro- nolégico, bueno para las primeras fases puramente africanas, pero mds confuso cuando la expansién euroasidtica se inicia y se va entrando en un perfodo de segmentacién de los rasgos fisicos y culturales. La opciéa de tratar cada continente por separado en- cierra también ciertos riesgos, no hay que obviarlo, pero los autores han sabido salvar los escollos con visiones diacrénicas individualizadas suficieatemente convincentes. Y finalmente hay que remarcar la estructura asociativa de los autores de la obra, bajo la coordinacién del profesor Eudald Carbonell. Se trata de un equipo que tiene la ventaja de la dualidad docencia/investigaci6n; buena parte de ellos imparte clases en la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona, y todos son acreditados investigado- res en distintos proyectos, entre los cuales destaca el de Atapuerca. Sus distintas especia- lidades y experiencias aseguran un alto nivel de conocimientos; la coordinacién aporta una solidez estructural; el resultado, un manual imprescindible. Todos estos elementos se combinan en esta obra para darnos una vi de la realidad de la aparicién del ser humano en el planeta y de su evolucién fisica y sociocultural. En efecto, el enfoque del libro tiene aspectos metodoldgicos originales, que representan un cambio respecto a las aproximaciones clasicas més corrientes; nos referimos, por ejemplo, al uso de los modos técnicos como indicadores de la 16 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES evolucién material de los instrumentos Mticos, o a conceptos como el de la resociali- zaci6n, Sin que su uso sea una novedad en sf mismo, sf que es la primera vez que es- tos conceptos entran con normalidad en el texto de un gran manual de Paleolitico; si a ello unimos I2 originalidad de la estructura diacronica por continentes, ya comen- tada, colegiremos que nos encontramos ante un libro que va a marcar un antes y un después en la bibliograffa universitaria en los paises de habla hispana. Y quizés incluso pudiera tratarse de un manual exportable, traducible a otras lenguas y que entonces podrfa entrar en la galerfa de los cldsicos a nivel europeo y mundial. En el cambiante mundo de las estructuras docentes universitarias, se nos hace dificil saber a qué nos estaremos enfrentando en un futuro inmediato, ya sca en Espaia, ya en los paises hispanoamericanos. Pero la solidez y universalidad de esta obra haré casi imposible prescindir de su recomendacién durante afios. Las fases mds antiguas de la Prehistoria tienen, desde este momento, una obra bisica de referencia: Hominidos: las primeras ocupaciones de los continentes. Josep M. FULLOLA PERICOT y M. ANGELS Petr MENDIZABAL, profesores de Prehistoria de la Universidad de Barcelona CAPITULO 1 INTRODUCCION Ll. Eli io de un proyecto inteligente en el planeta INTRODUCCION GENERAL Los homfnidos hemos adquirido capacidad para conocer a medida que nos he- mos ido humanizando en el transcurso del Plio-Pleistoceno, hace ya mds de 2 millo- nes de afios. La singularidad espacio-temporal de nuestra naturaleza humana —asf como la de todos los reinos del planeta— solamente halla explicacién en el marco, primero, del simbiotismo y, més tarde, de la seleccién natural. La emergencia de la teligencia operativa en la Tierra es fruto del azar, sin embargo, este hecho rompe el continuum de la historia a nivel biolégico; hominizacién y humanizacién representan una dinémica tnica en el proceso evolutivo zool6gico. La evolucién de los hominidos hasta cl nacimiento y desarrollo de la intcligencia operativa no tuvo ninguna direc- cionalidad; a partir de la emergencia de la conciencia hom{nida, la légica organiza- tiva de nuestro linaje adquirié una dimensién Unica en el proceso de hominizacién. A tenor de las leyes fisicas y biolégicas, nuestro género ha seguido evolucionando hasta nuestros dfas a través de distintas especies: ahora, la conciencia de nuestra pro- pia evoluciGn condiciona nuestro devenir y es posible que también condicione el fu- turo det planeta. Hoy nuestra especie, Homo sapiens, necesita explicar su origen y su conti- nuidad. Gracias al avance de la ciencia y a sus aplicaciones tecnoldgicas, hemos podido calificar y cuantificar los registros atqueolégicos y paleontolégicos que deben permitir que incrementemos el conocimiento que poseemos sobre nosotros mismos, y dicha capacidad de anilisis va acompafiada por el conocimiento de nues- tro desarrollo biolégico y por saber inferir la evolucién de nuestro comporta~ miento social. Continuando este proceso nos acercamos vertiginosamente al conocimiento de nuestro origen; aunque falta mucho por saber y por descubrir, 1a caja de Pandora ya esta abierta. Las distintas disciplinas, comunes a los investigadores en evolucién hu- ‘mana, nos han ayudado a sintetizar y a poner en comiin mucha informacién, pero no nos han permitido resolver los enigmas que atin se hallan lejos de nuestro aleance de género. Una de las cuestiones seminales para comprender como, cuando y d6nde se pro- dujo la emergencia de la inteligencia opcerativa ya ha obtenido unas respuestas im- 18 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES Fic. 1.1. Foto satélite planeta Tierra. pensables hace tan sélo unas décadas (Donchin et al., 1998). No cabe duda que fue Africa el continente que vio emerger la inteligencia operativa primate: los registros lo- calizados en su zona centro-oriental y en Sudéfrica nos han aproximado de forma prac- tica, empirica, a la realidad del conocimiento consistente. Durante el siglo xx, quedé sobradamente contrastada la importancia del clima en el proceso de construccién de nuestra inteligencia. Es indudable que los cambios climAticos han influido de manera determinante en la configuraci6n de los primates actuales y, sobre todo, en el desarrollo de nuestro género. El clima es también el res- ponsable de la formacién de relieves y de la vegetaci6n que han permitido el desarrollo y la consolidaci6n del reino animal, asf lo demostraremos en el primer capitulo. En los cimientos del desarrollo de la singularidad cultural del género Homo se halla un contexto ecolégico cambiante. Ahora mismo es imposible separar al primate humano de la cultura y de la técnica; el tiempo y la adquisicién de complejidad han abierto grietas en la cerraz6n de nuestra forma de pensar y nos han convencido de que se re- quiere un largo proceso para que un organismo desarrolle un comportamiento extra- somético complejo. La intuicién de Darwin, que incluso iba més lejos que sus propuestas tedricas, le Hevé a proponer Africa como el lugar donde tuvo lugar la emergencia humana en su famoso libro Origen de las especies. El tiempo y la investigacién cientifica le han dado la raz6n. En Ja actualidad sabemos que el inicio de nuestro proyecto de homi- nido inteligente fue gradual, puesto que, antes que la produccién extrasomatica, de- bieron desarrollarse unas condiciones que predispusieran a un grupo de primates para la singularidad que implica la fabricacién y el uso de instrumentos utilizando otros instrumentos. Hace menos de un siglo que se inicié la contrastacién de esta realidad empfrica. La aceleracién del conocimiento que poseemos sobre estas cuestiones ha sido tan es- INTRODUCCION 19 pectacular que, en las iltimas décadas, se ha multiplicado exponencialmente todo lo que sabfamos sobre yacimientos y f0siles y nos hemos acercado veniginosamente a las actividades técnicas que llevaron a cabo las primeras especies de nuestro género. Es en el continente africano donde se halla la clave para conocer el origen de nuestra singularidad. El estudio de sus registros mas significativos debe permitirnos estructurar una base de conocimiento cientifico sobre la que construir teorfas acerca de nuestra emergencia y nuestro desarrollo posterior. Saber que en el continente afri- cano se produjo cl despegue de la que ahora es nuestra construccién més humana, la técnica, nos permite analizar en profundidad la serie de condiciones que debieron exis tir para que este fen6meno tuviera lugar precisamente alli. Hemos estado buscando nuestro origen por todos los rincones del planeta. Durante mucho tiempo, en el siglo xIx y a inicios del xx, crefmos a pies juntillas que lo po- drfamos hallar en el continente asidtico y fue hacia all donde la comunidad cientffica dirigié sus miradas (Dubois, 1894). Una vez mds, la realidad se demostré muy tozuda y nos obligé a rectificar volviendo de nuevo a fijar nuestra atencién sobre Africa. Africa se halla atin practicamente inexplorada. Actualmente grandes extensiones de terreno son selvas que no han sido prospectadas; existen grandes reas que guar- dan fosiles enterrados a centenares de metros de profundidad, ningtin fendmeno geo- légico les ha hecho surgir a la superficie como ocurrié en el valle del Rift. Miles y miles de cuevas conservan celosamente los fésiles en su interior, muchas de ellas se han derrumbado y han sellado el acceso a un rico patrimonio. Hay mucho por hacer, pero lo que nos interesa es conocer y, por lo tanto, vamos a iniciar un recorrido para saber cémo emergieron y evolucionaron los homénidos en el continente africano, para poder explicar mds tarde la forma en que abandonaron aquel territorio y cémo se dedicaron a conquistar otras latitudes en un proceso de emigracisn y de balance de- mogrifico que atin no ha concluido. Revisaremos la evolucién humana en Africa desde todas las perspectivas posi- bles para explicar mo se conforma la humanidad prehist6rica: la paleogeografia, la biodiversidad de hominidos, la bipedestacion, el crecimiento del cerebro, las herra- micntas, la caza,.. Ademés, explicaremos este universo siguiendo los grandes regi tros que han hecho posible que nos adentremos en el conocimiento de los primeros homnidos y de sus actividades en el continente madre. Africa es, en fin, el continente de la evolucién primigenia, el punto de referen- cia que permite documentar cémo y a partir de qué momento se ocupé el planeta Tierra, el primer continente donde hubo un primate que desarrollé actividad inteligente. Se ata, por tanto, del primer continente que tuvo conciencia, del primero que albergé un organismo capaz de modificar extrasométicamente el entomo. Desde Africa partieron los hominidos hacia el resto de la Tierra hace 1,8 millones de afios. Mis tarde, tras 2,6 millones de afios de técnica, nuestro planeta est totalmente humanizado y, aun- que todos sus continentes han sido ya ocupados, el proceso atin no ha terminado. El futuro est en manos de nuestra especie, en las manos del Homo sapiens. Lo mismo haremos con Asia y Europa, repasaremos todos los aspectos que han hecho posible el éxito del proyecto evolutivo y, finalmente, nos centraremos en Australasia yen el continente americano. Una visién global para los humanos del siglo xxt in- mersos en el proyecto de la globalizacién. 20 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES 1.2. Anélisis geolégico: métodos y técnicas. Los métodos de datacién Toda la informaci6n que ha permitido la redaccién de esta obra se basa en la documentaci6n obtenida de los registros fésiles y sus contextos, en Ja litosfera del pla- neta. Sin los métodos de andlisis de las diferentes disciplinas que sustentan el cono- cimiento de la Paleoecologfa humana seria imposible inferir conocimiento sobre el po- blamiento de nuestro género. Es por eso que dedicamos uno de los capitulos a explicar la estructura y funcionamiento de los métodos més usuales utilizados. ANALISIS GEOLOSICO. OBJETIVOS, METODOS ¥ TECNICAS Geologia, Prehistoria y Arqueologfa comparten origen en la clasificacién de las disciplinas cientificas. Cientificos naturalistas, como el geélogo prehistoriador, son ha- bituales en el desarrollo inicial de estas ciencias (Zeuner, 1946). La institucionaliza- cidn académica y la ereacién de organizaciones internacionales como ef INQUA ha generado un proceso de inclusién de la Prehistoria y la Arqueologia en la geologia del Cuaternario. Siempre ha existido un vinculo entre geologia y Prehistoria, mucho més evidente en la investigaci6n que en el marco académico-institucional. Aunque a veces exista la sensacién de incomunicaci6n 0 alejamiento entre Ciencias de la Tierra y Arqucologfa, y entre escuelas de especialistas como es el caso del andlisis de los sedimentos de cuevas (Collcutt, 1979), la colaboracién siempre ha sido un hecho (Maroto, 1992). La formacién de equipos multidisciplinares ha generado nuevas especialidades transdisciplinares e interdisciplinares, Estas aportaciones han podido desarrollar nue- vos problemas arqucoldgicos resueltos muy a menudo mediante el método cientifico. La arqueometrfa, la bioarqueologia y la geoarqueologta son manifestaciones de esta fase de diversidad disciplinar entre la Arqueologta, 2 Prehistoria y las Ciencias de la Tierra (Butzer, 1989; Renfrew, 1976). La arqueometria se ocupa de la prospec- cién del subsuclo, de la caracterizacién y determinacién de la procedencia de mate- riales-artefactos y de la dataci6n cronométrica, objetivos resueltos primordialmente mediante metodologias fisieas y quimicas. La bioarqueologfa comprende esquemd- ticamente al registro arqueobotnico y la zooarqueologfa, las cuales precisan un im- portante bagaje en métodos paleontolégicos, tafonémicos y biolégicos. Butzer (Butzer, 1989) sefiala un evidente solapamiento entre estas disciplinas en los métodos y en las técnicas. La geoarqueologia ha sido definida ambiguamente segtin sus usos, ya que exis- ten diferentes grados de integracién entre las Ciencias de la Tierra y la Arqueologia (Canti, 2001). En su aproximacién conceptual original, la geoarqueologfa es contex- tual ya que esté centrada en los depdsitos que contienen Jos materiales arqueolégicos (Butzer, 1989; Gladfelter, 1977; Renfrew, 1976). Sus principales temas son el yaci- miento y su posicién en el tiempo; los procesos de formacién y destruccién que lo afectan; la reconstruccién de su entomo pasado. Actualmente los anilisis geoarqueo- l6gicos han generado ventanas para Iineas de investigacién y de andlisis que pivotan notablemente sobre los procesos de formacién del depésito. Por lo tanto, una linea de investigacién clave es la identificacién de los procesos sedimentarios naturales y an- tropicos. Algunos autores sefalan que el estudio de dichos procesos sedimentarios INTRODUCCION 21 antr6picos es el nticleo conceptual de la geoarqueologfa: las poblaciones humanas son agentes geomorfolégicos (Butzer, 1989; Stein & Rapp, 1985). Esta orientacién tiene fundado interés en contextos arqueologicos relativamente recientes. En arqueologfa prehistérica es més singular y no ha sido lo suficientemente explorada en la caracterizacién de niveles arqueolégicos altamente estructurados por las actividades humanas. Este interés en los procesos de formacién de los depésitos, y de los yacimientos, enlaza con las aproximaciones teéricas de la Arqueologia con- ductual (Schiffer, 1972; Schiffer, 1987). Sin embargo, para la identificacin de este tipo de procesos es necesaria una correcta identificacién de los procesos sedimenta- rios naturales. Los resultados obtenidos de este tipo de andlisis son cruciales para la Arqueologfa, ya que los arquedlogos usan los depésitos y sus artefactos para inferir comportamientos (Schiffer, 1995; Stein, 2001). La investigacién geoarqueolégica tiene evidentes Iineas de conexién con Ia ta- fonomia de los materiales arqueoldgicos (Dibble et al., 1997). A modo de ejemplo, podemos citar los efectos de los movimientos en masa por crioturbacién sobre los ya- cimientos que contienen Ia transicién Paleolftico medio-Paleolitico superior (Bertran & Texier, 1995), o la refutacin de los hogares de Zhoukoudian (Goldberg et a/., 2001). Algunos de estos polos de investigacién geoarqueol6gicos producen resultados eriti- cos, no siempre bien contrastados con otros resultados de las investigaciones. Estas contradicciones han sido mds evidentes entre la formulacién empfrica y la concepcién conductual-sistémica de los suelos de ocupacién (Bordes, 1975; Schiffer, 1985), lo que se ejemplifica en polémicas suscitadas por la aplicaci6n del acwalismo (Texier et al., 1998), o la revisién de la validez del registro estratigréfico y arqueol6gico, como ocurre con la cronoestratigrafia de yacimientos clave del inicio del Paleolitico supe- rior (Zilhao & D'Errico, 1999), o la refutacién de la interpretacidn espacial de pa- limpsestos (Brochier, 1999). Son abundantes los estudios geoarqueolégicos que han intervenido en la reduc- cién de la investigaci6n arqueolégica a una tautologfa, generando verdades parciales sin aportaciones relevantes para caracterizar la autoecologia y paleoecologia de fas so- ciedades prehistoricas. Es cierto que las dificultades son multiples, pero en nuestra opinién no basta con evidenciar problemas y limites, sino avanzar con aportaciones significativas para ser integradas y conectadas con otras lineas de investigacién ar- queolégicas. Los andlisis de formacién de yacimientos contribuyen tanto a la geoecologia 0 a la paleogeografia del Cuaternario, como también a la investigacién arqueolégica de Jas sociedades prehist6ricas a uavés de los depdsitos arqueolégicos (Lowe & Walker, 1997; Rapp & Hill, 1998; Texier, 2000). La investigacién geoarqueolégica en sedi- mentos antrépicos contribuye al andlisis espacial, por cierto muy complementaria con los andlisis microarqueolégicos (Hassan, 1978; Miller Rosen, 1986), y se centra en las prometedoras caracterizaciones de testigos y estructuras excavadas como ho- gares o estructuras mds latentes, como basureros, zonas vacfas, materiales de cons- truccién, etc. Esta investigacién es capaz de describir mecanismos antrépicos de se- dimentacién y de transformacién de los depdsitos arqueol6gicos y sus superficies, ya sea mediante la analogia comparativa, la etnoarqueologfa o la experimentacién (Goldberg & Whitbread, 1993; Matthews er al., 1997; Villa, 1982). En geoarqueologia son escasos los intentos de seguir estas lineas de investiga- cién mas acordes con los métodos de excavacién planimétricos (Julien, 2002). En este 22 HOMINIDOS: LAS PRIMERAS OCUPACIONES DE LOS CONTINENTES sentido, gran parte de las investigaciones estén sometidas a los métodos de excavacién estratigrdficos, de manera que existe una manifiesta necesidad de renovacién y cone- xi6n de los geoarqueslogos con los arqueslogos y los métodos de excavacién. La de- terminacin sobre las condiciones favorables o desfavorables para la preservacién de un suelo de ocupacién es de gran importancia en la gesti6n de los trabajos de campo y las estrategias de muestreo (vertical o horizontal), y por tanto la presencia del geo- arqueélogo en el campo. Los métodos y las técnicas de esta disciplina incluyen un amplio grupo de Iineas de investigaci6n sobre el registro sedimentario y geomorfolégico. Estas han sido agru- padas en tomo a una gcoarqucologfa extensiva y otra intensiva (Canti, 2001). Esta dis- tincién, ya elaborada por Butzer (Butzer, 1989), ha sido propuesta para limitar la im- precisiGn de la definieiGn de esta disciplina. La geoarqueologia extensiva trabaja en la escala del paisaje, con técnicas de las ciencias de la tierra como la cartograffa, la teledeteccién, sondeos de registros regionales continuos. La geoarqueologia intensiva estd centrada en el entorno inmediato del yacimiento, con técnicas y métodos adapta- dos notablemente de la petrografia sedimentaria y del anélisis de suelos (andlisis de particulas, caracterizaci6n mineralégica, formas de materia orginica, micromorfolo- gia de suelos, carbonatos, pH, etc.), ademés de andlisis quimicos (fosfatos, isstopos del O yee C, etc.) entre los més usuales (Hoyos, 1979; Laville, 1973, 1976: Miskovsky. 1974). En definitiva, la geoarqueologfa intensiva se dedica a generar resultados para apoyar la interpretacién estratigrifica del yacimiento, Otras Iineas de investigacién son la arqueogeologfa, dedicada a la captacién de rocas y la explotacién potencial del te- rritorio (Vita-Finzi, 1978), o la arqueoedafologia (Limbrey, 1975; Scudder et al., 1996). Algunos autores sefialan la compatibilidad escalar entre la investigacién edafoldgica y arqueoldgica en sus procedimientos y objetivos (Holliday et al., 1993). Todas estas aportaciones se sittian a medio camino entre la arqueometria y la bioarqueologia. ‘Aunque los métodos y las técnicas de la geoarqueologfa traten principalmente los componentes sedimentarios minerales y geomorfoldgicos, es imprescindible una integraciGn interdiscliplinar de sus resultados. No se trata sélo de que exista una co- municaci6n con técnicos especialistas en arqueometria, bioarqueologia, estratigrafia © tafononomia, Esta integracién precisa una aproximacién transdisciplinar desde la excavacién a la publicacién de las investigaciones. En este sentido, la geoarqueologta tradicionalmente ha sido fundamental, y apreciada en la ejecucién y disefio de la in tervencién arqueol6gica de campo y en la interpretacién del paisaje. Sin embargo, la investigacién de los procesos de formacién de yacimientos, en el peor de los casos, s6lo ha proporcionado meras descripciones litolégicas, por ejemplo, o informaciones generales que manifiestan un escaso nivel de integraci6n de las ciencias de la tierra y la investigacién arqueolégica. La teorfay la prictica de le geoarqueologfa de los procesos de formacién de ya~ cimientos se ha desarrollado fundamentalmente en los afios setenta y ochenta del si- glo xx. La implicacién de especialistas en ciencias de la Tierra en los procesos de formacién de depésitos antrépicos ha sido notable en pafses como Estados Unidos (Waters, 1992). Entre las técnicas o especialidades geoarqueol6gicas. en nuestra opi- nién destacan los resultados sobre la interpretacién de los depésitos arqueolégicos ela~ borados por las ciencias del suelo (Courty et al., 1989: Quine, 1995). Los problemas a resolver por sedimentGlogos y geomorfélogos pueden variar seguin el grado de precision INTRODUCCION 23 requerido en el proyecto de investigacién. Para la identificacién de un ambiente deposicional o un estadio climatoestratigrifico frio-célido probablemente se pueda re- currir a las nociones sedimentolégicas y geomorfolégicas anteriores a 1960. Sin em- bargo, la investigacién arqueoldgica pide un nivel de precisién cada vez mayor (Gilbertson, 1995): se requiere una discriminacién dentro y entre medios sedimentarios. La gcologia sedimentaria y la estratigrafia en los afios sctenta y ochenta han ex- perimentado una paulatina aplicacién tedrica y metodolégica, t(midamente acogida en os circulos geoarqueolégicos, con el desarrollo de la nocién de facies sedimentaria. Esta metodologia corre paralela con otras corrientes de investigacién mas empiricas basadas en el actualismo y la experimentacién (Bridge, 2003; Schumm, 1977). El uso. de unidades litoestratigréficas y bioestratigréficas, con su conceptualizacién en «

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