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Jorge Faral
Universidad de Montevideo
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All content following this page was uploaded by Jorge Faral on 09 May 2017.
1
Jaspers, Karl. Origen y meta de la Historia. Alianza Editorial, Madrid (1980). Primera edición
original: Ursprung und Ziel der Geschichte. Piper Verlag, München (1949).
misterio ni se negaba a explorarlo. La filosofía oriental, en cambio, se abocó a la vida
práctica: una sabiduría de vida, unas enseñanzas éticas asentadas en el
autoconcimiento, la atarxia, las buenas costumbres y la armonía cósmica. Acepta el
misterio de lo real pero no lo investiga, simplemente lo observa, lo describe, lo
asume. Lao-Tse elaboró una metafísica pero, al fundamentarla en torno al concepto de
vacío existencial, esterilizó su desarrollo teórico.
Entre los pueblos orientales antiguos, la relación entre los lados de un triángulo
rectángulo no pasaba de ser una noción práctica útil. Fue Pitágoras quien intuyó que
esa relación tenía una lógica que podía convertirse en teorema. La geometría teórica
que luego desarrollaron los griegos demuestra su avidez y talento especulativo. Esa
misma racionalidad permeó la política, la moral, la medicina… En fin, transformó mitos
y supersticiones en ciencia y filosofía.
Los griegos heredaron de Homero el sentido de lo heroico, que es posible realizar
hazañas luchando contra las circunstancias, y que, por tanto, cada hombre es libre y
diverso de los demás. En oriente, la actitud ante lo adverso ha sido básicamente
fatalista, quietista o determinista, al menos hasta hace pocos decenios. Quizás sea por
esto que sus pueblos a lo largo de la historia hayan aceptado sin protesta todo tipo de
sojuzgamientos por “destinos” étnicos o políticos. Mientras en Jonia nació la
democracia y luego evolucionó en occidente hasta fundar los principios de igualdad,
libertad y participación, en oriente no sucedió así. India fagocitó a Alejandro Magno y
no se molestó en averiguar qué traía de nuevo aquel joven conquistador.
Las colonias aqueas de la Magna Grecia llegaron a ser sedes activas de comercio y
centros brillantes de pensamiento gracias a su afición a viajar y a su curiosidad
intelectual. Sin embargo, India y China se mostraron endogámicas, explicable por sus
extensos territorios, gran población y autosuficiencia de recursos. Por ejemplo,
transcurridos muchos siglos, en el XVI, el jesuíta Matteo Ricci a duras penas logró la
confianza de uno de los últimos emperadores Ming cuando por fin presentó un
mapamundi con China ubicada en el centro. Y es famosa la respuesta que un siglo más
tarde el emperador filósofo Chien Lung envió al rey Jorge III: “Si afirmáis que vuestro
respeto por Nuestra Dinastía Celestial os llena del deseo de adquirir nuestra
civilización, difieren tan completamente nuestras ceremonias y código de leyes de las
vuestras, que (…) no podríais en modo alguno transplantar nuestras maneras y
costumbres a vuestro suelo extranjero. (…) Como vuestro embajador puede ver por sí
mismo, nosotros poseemos todas las cosas. Yo no atribuyo ningún valor a objetos
extraños o ingeniosos, y no tengo necesidad de las manufacturas de vuestro país” 2.
Hoy mismo China aplica un severo control sobre Internet, Google no existe y los
buscadores locales deben mutilar cualquier pregunta o respuesta originada en
“extraños conceptos occidentales”.
No podemos pretender que la verdadera filosofía y la mejor cultura sean las
nuestras. Pero en un curso que procura enseñar a pensar y a comprendernos,
considero justificable prescindir de la filosofía oriental. Otra cuestión es si se desea
aprovechar su sabiduría práctica milenaria, pero el tema pasaría al ámbito de la ética.
2
Whyte, A.F.: China and Foreign Powers, p. 41. Citado en Toynbee, A. Estudio de la Historia,
Compendio de los Vol. I-VI, Emecé, Buenos Aires (1952), p. 54.
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