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1º Colóquio Ibero-Americano de Saúde, Educação e Representações Sociais


“Pandemia, Saúde e Pensamento Social Contemporâneo”

CONFERÊNCIA DE ABERTURA

02 de Dezembro 2020 - 13h-13:50h Hora FR

Professora Denise Jodelet


(École des Hautes Études en Sciences Sociales, Paris)

“La Covid-19 y el combate de las V: virus, vida, vidas,


valores”

Traducción al español: Noemi Graciela Murekian

Introducción

La enfermedad generalmente es considerada y tratada como una

amenaza para la vida. En el caso del SARS-CoV-2, más comúnmente

designado por la fórmula Covid-19 que será utilizada en esta comunicación,

los riesgos de enfermedad son mucho más amplios: afectan a las diferentes

áreas de la existencia y de la actividad humana. Tienen que ver no sólo con

la vida orgánica, sino también con la vida psíquica de los individuos. Pero,

sobre todo, se le atribuyen a esta enfermedad otros blancos: la vida

económica, la vida social, la vida política, la vida de las relaciones entre los

grupos sociales. Además, por las medidas implicadas en la lucha contra la

enfermedad, la Covid-19 pone en juego o amenaza ciertos valores

socialmente defendidos como la responsabilidad o la libertad o incluso los

valores económicos, estéticos y especulativos.


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En mi intervención, que se limitará al contexto francés, pero que sin

duda encontrará posiciones similares constatadas en otros países, propongo

abordar de manera específica las cuestiones que plantea un evento sanitario

que por sus peculiaridades se distingue de otros fenómenos epidémicos. Se

tratará aquí, menos de describir en detalle los contenidos de las

representaciones de la enfermedad de Covid-19 que de identificar los

procesos que, en la base de su movilización y construcción, le otorgan un

aspecto original. Me basaré, para ello, en los elementos de una

investigación en curso sobre el enfoque del contagio en textos literarios,

periodísticos y científicos que tienen como objetivo identificar la

especificidad de las reacciones frente a la epidemia Covid-19,

comparándolas con las que dan testimonio obras literarias que abordan

experiencias en contextos de contagio.

En efecto, en la literatura (Phélip, 2020), las epidemias de cólera,

peste, poliomielitis, tuberculosis, han ocupado un lugar central que se

remonta a la Antigüedad, con el "Rey Edipo" de Sófocles o "la plaga de

Atenas" reportada por Tucídides en su "Historia de la Guerra del

Peloponeso". Tanto es así que los cronistas ven la narrativa epidémica

como un género literario particular, que tiene para algunos un carácter

premonitorio (Phenix, 2020). Para convencerse, basta recordar algunas

obras famosas como « El Decaméron » de Boccace (1353), « El diario del

año de la peste » de Daniel Defoe (1720), « Los novios » d’Alexandro

Manzoni (1827), « La peste escarlata » de Jack London (1912), « La

montaña mágica » de Thomas Mann (1923), « El teatro y la peste »


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d’Antonin Artaud (1938), « El amor en los tiempos del Cólera » de Gabriel

Garcia Marquez (1985), « La plaga » de Stephan King (1990), « Un mundo

perfecto » de Laura Kasishe (2009), « Némésis » de Philip Roth (2012), por

no hablar de los autores seleccionados para nuestro análisis.

Es así que, habiéndose convertido en un "objeto de fantasía literaria"

(Soccavo, 2020), teniendo para algunos un valor premonitorio (Phenix,

2020), la epidemia ha sido objeto, en Francia y a lo largo del tiempo, de

una abundante producción de no menos de 441 textos, en su mayoría

traducciones, ya que sólo 26 obras se han escrito en francés. Centrado

sobre la relación entre la obra literaria y el contexto socio-histórico actual,

el análisis en curso de realización se limita a las obras producidas desde la

Segunda Guerra Mundial, a partir de 1945: « La peste » d’Albert Camus

(1947), « El húsar en el tejado » de Jean Giono (1951), « Los apestados »

de Marcel Pagnol (1977) ; « La cuarentena » de Jean Marie le Clézio

(1995) ; « Pandemia » de Franck Thilliez (2015). Con respecto a los

artículos publicados en la prensa, el análisis abarca el período comprendido

entre el establecimiento del confinamiento (17 de marzo) y, principalmente,

hasta el período en que, a partir del 11 de mayo, se llevó a cabo un cambio

en los procedimientos de protección contra la Covid-19, siguiendo

instrucciones de las autoridades sanitarias y estatales, anunciado como

susceptible de prórroga durante un largo período de tiempo. A partir de ese

momento, y aunque hay una tendencia a reducir la magnitud duradera de

lo que algunos consideran una catástrofe (Marin, 2020), los interrogantes

están comenzando a surgir sobre lo que sucederá en el "mundo después"


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de la epidemia. Esta proyección sobre el futuro podrá ofrecer, cuando sea

más extensa de lo que es visible en el momento de la escritura de este

texto, un material interesante para estudiar. Tal enfoque se justifica por el

hecho de que la magnitud de la Covid-19 y el eco que ha encontrado en el

espacio público, al punto de convertirse en una suerte de noticia recurrente,

corresponde a y traduce una situación particular.

Especificidades de la Covid19

De hecho, la epidemia Covid-19 tiene características específicas que

la distinguen de otras epidemias que han marcado la historia como la "Peste

antonina" (166-189), la "gripe negra" del siglo XVI al XVIII, la pandemia de

finales del siglo XIX, la "gripe española" (1918), la "gripe asiática" (1956),

la "gripe de Hong Kong" (1969), la "gripe aviar" (1997, reaparecida en

2003), el Sars (2002) , "H1N1 flu, conocido como gripe porcina" (2009), los

virus Mers (2012), Ébola (2014) y Zica (2016). Estos episodios de gripe

generalmente se extienden por un período de dos años. En general, y sobre

todo si tenemos en cuenta a los que aparecieron en el siglo XX, vemos que

ninguno ha recibido tanta atención como la Covid-19, ni ha sido objeto de

un abundante discurso social desde su aparición. Por no hablar de la

proliferación de artículos científicos que han acompañado, desde el

principio, la difusión de información sobre el estado de la epidemia. Así, por

iniciativa de las Prensas Universitarias de Grenoble (Presses Universitaires

de Grenoble), se ha desarrollado una operación llamada "virus de la

investigación" en Francia, que pone gratuitamente a disposición del público,


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en versión digital o en librerías, "textos cortos, para el gran público",

escritos sobre la pandemia por investigadores de todas las disciplinas. A

finales del primer trimestre de 2020, esta operación ya había registrado

más de 60 títulos.

Hay varias razones para esta situación que están menos relacionadas

con la naturaleza de la enfermedad que con su impacto global, las áreas a

las que afecta y las respuestas que se le han dado. De hecho, si tenemos

en cuenta el número de víctimas de la Covid-19 y su alcance letal, no

estamos en presencia de un caso particular. Otras epidemias han alcanzado

a muchas personas y han experimentado una tasa de mortalidad iguales, si

no mayores. Basta con pensar en el testimonio de Tucídides sobre la "plaga

de Atenas" que alcanzó entre un cuarto y un tercio de la población, con

decenas de miles de muertes, y más cercana a nosotros, la devastación

causada por la última gran epidemia conocida en Europa, la "gripe

española" que mató a 50 millones de personas (Sobral et al. 2009). En

comparación con otras enfermedades epidémicas, la Covid-19 parece ser

menos grave: con una sintomatología elemental o nula, es benigna en el

81% de los casos, pide hospitalización en el 14% de los casos, cuidados

intensivos en el 5% de los casos, y lleva a la muerte en el 3% de los casos

(Nau - Flahaut, 2020).

Por otro lado, lo que más llama la atención de los comentaristas es la

escala mundial y la velocidad de su difusión, el riesgo de pandemia que

representa. Como dice Edgar Morin (2020): "En resumen, un virus

minúsculo en una ciudad ignorada de China ha disparado el trastornamiento


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de un mundo". Es también lo que condujo a la Organización Mundial de la

Salud, al principio lenta para responder a la enfermedad, a declarar la lucha

contra el virus como una "emergencia internacional de salud pública" en

enero de 2020 y luego, en marzo, a llamar a la Cov-19 una "pandemia", a

establecer un Reglamento Sanitario Internacional, a crear un fondo solidario

y a lanzar un ensayo clínico internacional "Solidaridad", para generar datos

sólidos a nivel internacional.

Interviene también la novedad del fenómeno caracterizado por "lo

desconocido, la sorpresa, lo inesperado, lo imprevisto, lo invisible" (Morin,

op.cit.). Esto ha dado lugar a un "festival de incertidumbres" en cuanto al

origen, desarrollo, mutaciones del virus, y al carácter endémico o regresivo

de la epidemia, así como en términos de sintomatología y el tipo de

personas afectadas y en su caso la duración de la inmunidad adquirida, y

los riesgos de re-contaminación. Las incertezas científicas han venido a

reforzar entonces las preocupaciones sociales, la sensación de "vivir un día

sin fin", por utilizar una expresión del Presidente de la República Francesa,

a pesar de las políticas de prevención o protección adoptadas por los

servicios públicos.

Las respuestas a la pandemia

En Francia, como en otros países, la respuesta del Estado ha

consistido en establecer medidas de protección contra el virus, y algunos

se preguntan si no se trataba más bien de prevenir el hacinamiento en los

hospitales y los sistemas de salud que de controlar y eliminar el riesgo de


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una epidemia. Aunque estas medidas están dirigidas directamente a los

individuos, implicando su responsabilidad personal de protección colectiva,

han tenido múltiples consecuencias sociales, afectando directamente a la

vida cotidiana y se han sentido como una privación de libertad.

En primer lugar, el fortalecimiento del impacto económico de una

enfermedad que afecta principalmente a las clases sociales desfavorecidas

y que ha creado, según las asociaciones de beneficencia (Secours Populaire,

Cruz Roja, Orden de Malta), más de un millón de nuevos pobres, con un

aumento de la tasa de desempleo y de la precariedad que afecta a las

personas que ganan el salario mínimo. Este aumento constituye una

amenaza de recesión al reducir la oferta y la demanda de productos de

consumo, y al aumentar los gastos de la ayuda que se presta a las personas

sin recursos (RSA Revenu de solidarité Active). En segundo lugar, estas

amenazas han afectado a diversos aspectos de la vida colectiva, debido a

su carácter restrictivo, que es difícil de soportar. Es el caso del uso de

máscaras, la reducción del número de personas que acuden a bares,

restaurantes y lugares públicos, la limitación de la participación en

reuniones familiares o festivas, el distanciamiento social, el confinamiento

en el hogar, la introducción de un toque de queda, la paralización de

eventos artísticos o el cierre de espacios culturales.

Y es a este nivel que aparecerán comentarios que se refieren al

carácter ético y político de la lucha contra el virus, junto con las reacciones

psicológicas que ha puesto de manifiesto un estudio sobre las emociones

causadas por el confinamiento (Bouchat, Metzler y Rimé, 2020). Este


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estudio muestra que, con el confinamiento, la experiencia de estar aislado

de los demás afecta al bienestar psicológico: el miedo y la ansiedad

aumentan mientras que la esperanza y el optimismo disminuyen; los

sentimientos de satisfacción con la vida dan paso a sentimientos de

amenaza; los sentimientos de soledad sustituyen a las percepciones de

apoyo social. Estas emociones, sentidas con especial fuerza al principio del

confinamiento, se desvanecerían con el paso del tiempo, permaneciendo

como una marca cuyos efectos se sentirán a largo plazo. El espacio

asignado a mi ponencia no me permite entrar en detalles sobre las

dimensiones psicológicas de las respuestas a la pandemia, que se analizan

ampliamente en un número especial de Papers on Social Representations

editado por Darío Páez (2020). Me pareció más importante centrarme en

las dimensiones políticas y sociales de los comentarios inspirados en la

confrontación con un fenómeno cuya originalidad radica en la amplia gama

de reacciones que produce.

Dimensiones éticas y políticas de la pandemia

Porque las reservas inspiradas por las medidas de contención también

tienen un carácter ético y político. La dimensión ética que les concierne,

además de implicar directamente la responsabilidad social de los individuos,

es particularmente evidente en las cuestiones que se plantean en el campo

de la medicina (Tattevin, 2020). Con la afluencia de pacientes de Covid-19

a los hospitales, estos últimos se enfrentan al problema de elegir qué

pacientes recibir. ¿Es necesario prohibir el acceso a otras patologías para


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responder a la emergencia? ¿Debería excluirse a las personas vulnerables

(personas mayores de 65 años con una alta tasa de mortalidad, o aquellas

con comorbilidades) y obligarlas a vivir aisladas con condiciones materiales

y de apoyo a veces difíciles? En general, la comunidad médica rechaza esa

opción por su carácter discriminatorio e inconstitucional, pero la opinión

pública no siempre se ha hecho eco de ella.

Por otra parte, si en Francia los comentarios de diversas fuentes,

publicados en artículos de prensa y libros dedicados a la Covid-19, coinciden

en denunciar a los países cuyos gobiernos han negado los riesgos sanitarios

del virus, no dejan de subrayar las dimensiones políticas de las posiciones

adoptadas frente a la epidemia. Y veremos, en los discursos que se

relacionan con ella, voces de la izquierda y la derecha que se unen, por

diferentes razones.

Para algunos, las medidas de contención servirían para establecer un

"orden sanitario" que amenazaría con llevar a una forma de dictadura. Los

poderes públicos jugarían con el miedo para impedir la expresión popular y

las manifestaciones colectivas (Comte Sponville, 2020). Esto crearía una

oposición entre la libertad y la salud. Aunque se reconoce la necesidad de

que los ciudadanos obedezcan los mandatos sanitarios, una actitud de

coraje y serenidad se opone al viento de pánico que se está desatando, y

se defiende la libertad de los jóvenes que no deben sacrificarla para

proteger a los ancianos.

Para otros, la lucha contra el virus se asemejaría a "una tercera guerra

mundial" en la que los ricos, capaces de protegerse, favorecen sin embargo


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una "guerra de clases", un "holocausto" para eliminar a los más pobres

(Pinçon Charlot, 2020). Por último, otros ven el virus como una "bomba

bacteriológica" causante de una "apnea global", de discursos obsesivos que

inspiran un "viento de locura" que corre el riesgo de sustituir el contrato

social por un "contrato vital", ya que las personas "adictas a la contención,

adictas a lo virtual y a las pantallas, se despiden del mundo y se repliegan

en sí mismas", de modo que "la vida se reduce a la supervivencia" (Levy,

2020). Tal situación sería perjudicial para la vida cultural y estética

vinculada a la asistencia a museos, exposiciones y teatros o cines cuyo

acceso está prohibido1.

En el plano cultural, la Covid-19 también afectará al mundo religioso,

cuyas posiciones han evolucionado con el tiempo. Al principio de la

epidemia, las grandes religiones (cristianismo, judaísmo, islam)

reaccionaron, al menos en Europa, de la misma manera: el clero y las

instituciones dominantes llamaron a los fieles a seguir las normas sanitarias

impuestas por los Estados seculares, lo que implicaba una prohibición

virtual de la práctica religiosa colectiva (misas, cultos, oraciones,

peregrinaciones, grandes fiestas religiosas como la Pascua, Pésaj y

Ramadán). El argumento presentado para convencer a los fieles era un

principio de ética religiosa proclamado por las tres religiones: no se debe

poner en peligro la vida de los demás. Este es un argumento más ético que

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Esta situación sigue existiendo en el momento de escribir este informe; puede
cambiar como resultado de las decisiones gubernamentales anunciadas en breve.
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teológico, y es comprensible que con el tiempo haya perdido su fuerza ante

las exigencias de la fe.

Hoy en día escuchamos a los católicos hablar en contra de estas

medidas de protección que forman parte de un "sentimentalismo

irresponsable" de "querer salvar vidas a toda costa". Llaman a protestar

contra la "racionalidad demente" en nombre del "cuidado de las almas". En

otras religiones, las exigencias de la fe también han llevado a algunos

creyentes a resistirse a las medidas de protección contra el virus y a seguir

celebrando reuniones, aunque las autoridades eclesiásticas las prohíban en

gran medida. Este es el caso de los judíos ultraortodoxos criticados por sus

correligionarios en Israel, o de ciertos grupos musulmanes que, a pesar de

las garantías de sus imanes, ven la prohibición como un medio para frenar

el Islam o ceden al pánico ante el sonido de los catastróficos discursos que

evocan la maldición de Dios si se respeta la prohibición de las reuniones.

Según Agamben (2019), este movimiento pediría una advertencia "contra

la confusión entre la religión y la verdad científica y entre la profecía y la

lucidez", porque "se trata de no dejar que las partes interesadas dicten su

elección y sus razones sin críticas, que al final sólo pueden ser políticas".

Además del alcance mundial de la epidemia, la movilización de las

respuestas públicas y privadas a la Covid-19 puede atribuirse al papel que

desempeñan los medios de comunicación y las comunicaciones virtuales en

las redes sociales, que permiten la multiplicación de comentarios "ingenuos"

sobre la información y el pensamiento "académico" de las comunidades

médicas y de las ciencias sociales o de filósofos famosos. Este fenómeno no


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es ajeno a un cambio significativo de la atención social hacia las cuestiones

de salud y ha llevado, como dice Fassin (2020), a una inversión de valores,

en la que la vida biológica parece ser más importante que la económica.

El rol de las redes sociales y de los canales de información

La importancia del papel desempeñado por los mensajes transmitidos

por los canales escritos o visuales en la formación de sensibilidades y la

opinión pública fue evidente en el caso de la Covid-19. Según Nau y Flahault

(2020) : "Nunca antes, como con esta epi-pandemia (il y a une note

manquante, est-ce volontaire ?) naciente, hemos tomado la medida,

contagiosa, de las deficiencias de la globalización de los intercambios

materiales e informativos, los efectos inducidos por la hiperconectividad y

la virulencia de las redes sociales". Todos los comentarios, tanto privados

como públicos, que son alentados por los intercambios en las redes sociales,

y los mensajes transmitidos por los medios de comunicación han

contribuido a la propagación de informaciones falsas cuyas consecuencias

perjudiciales para la moral de las personas han llevado al gobierno francés

a emprender una guerra contra las comunicaciones que circulan en los

medios de comunicación. Para controlar la difusión de información falsa, ha

colaborado con los gigantes digitales Facebook, Google, Microsoft, Mozilla y

Twiter, a los que la Comisión Europea también ha pedido que firmen un

"código de buenas prácticas contra la desinformación". Esto ha llevado a

hablar de "infodemia" (Bellal, 2020) para hacer frente a las ofertas públicas

y las solicitudes de información ante la epidemia de Covid-19. El término


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"infodemia" fue retomado por el actual Director General de la Organización

Mundial de la Salud, quien, en febrero pasado, dijo: "No sólo estamos

luchando contra una epidemia, sino que también estamos luchando contra

una 'infodemia'".

Al principio de la crisis de Covid-19, esta infodemia no pudo ser

superada por una sólida comunicación científica, siendo entonces débil el

estado de los conocimientos tanto en lo que respecta a la sintomatología y

los modos de transmisión (respiratoria o por contacto) como a sus agentes

(niños o adultos, personas asintomáticas o pauci-sintomáticas). Esto dio

lugar al "festival de incertidumbres" al que se refiere Morin (op.cit.) en

cuanto al origen, el desarrollo, las mutaciones del virus y el carácter

endémico o regresivo de la epidemia. Lo mismo ocurría con los progresos

terapéuticos, que eran lentos en un contexto contaminado por una

controversia sobre una droga dentro de la comunidad médica 2 . Las

incertidumbres científicas reforzaron entonces las preocupaciones sociales.

Como resultado, la comunicación en las redes sociales dio lugar a una serie

de noticias falsas y a que se culpe a los funcionarios de la salud por su

negligencia e incluso su participación en el agravamiento y la creación de

la epidemia, formando en las redes sociales "una demonología popular"

como dice Taguieff (2020), quien señala, en el Observatorio del

Conspiracionismo, el judaísmo de los funcionarios designados.

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Un profesor de medicina que goza de un gran reconocimiento en los hospitales
de Marsella, mientras defendía el uso de la Chorochina para tratar la Covid19 , se
encontró con una violenta oposición de la comunidad médica. Esto dio lugar a un
gran alboroto en los medios de comunicación, sensibilizando y movilizando a la
opinión pública durante un tiempo.
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Estamos frente a un « complotismo » alentado por los medios de

comunicación que se combina con interpretaciones catastróficas de la

Covid-19 inspiradas en ciertas producciones cinematográficas cuyos

comentaristas han enfatizado la influencia en el público. Daré dos ejemplos.

El de « Resident Evil », un film estrenado en los Estados Unidos en 2002 y

el de un documental "Hold up" difundido en Internet. El film trata sobre un

virus que, cuando se libera en un laboratorio subterráneo, contaminará la

tierra en tres horas. Y conocemos la resistencia de los rumores que

circulaban sobre la producción en un laboratorio americano del Cov-19, que

de hecho provenían de un laboratorio situado en Wuhan, China. El

documental, que ha sido prohibido por su conspiración y sus falsedades,

defiende la tesis de que el virus Covid-19 está hecho por el hombre y forma

parte de un "plan mundial para someter a la humanidad", denominado

"Gran Reajuste", que supuestamente fue concebido en una de las reuniones

internacionales de Davos.

Curiosamente, si bien la referencia a la conspiración se traduce en

quienes se adhieren a ella por una minimización de los riesgos de la Covid-

19, no va acompañada de la reducción del sentimiento de temor que todos

los testimonios, literarios y periodísticos, señalan como básico en las

reacciones, individuales y colectivas, a la información y los comentarios

sobre el virus. Este temor encontrará un eco en una metáfora, ampliamente

utilizada para tratar las respuestas a la Covid-19: la del combate, la de la

guerra. Aunque algunos comentaristas cuestionan el uso de esta metáfora

alegando que la epidemia no supone, como en el caso de la guerra, ni una


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lucha real que provoque muertes violentas (Audoin-Rouzeau) ni un enemigo

(Illouz), se puede establecer una conexión temporal entre la lucha contra

la epidemia y la guerra. Al igual que en la guerra, el tiempo ha cambiado

entre la aparición del virus y el período desde entonces, cuyo final aún se

desconoce. Aunque hay muchas preguntas sobre las secuelas de la

pandemia, si el futuro parece ser bastante indefinido, la situación provocada

por la Covid-19 tiene la novedad de ser "más futurista que evocadora de

períodos antiguos", como dice el historiador Boucheron (2020). Esto reduce

el interés en utilizar ejemplos del pasado para pensar en la experiencia que

estamos atravesando y aumenta la sensación de incertidumbre.

La conjunción entre el despertar del miedo y la pérdida de puntos de

referencia científicos e históricos para pensar la situación que afronta la

sociedad contribuye a un malestar social que encontrará una salida en la

búsqueda de los responsables. Cuando no se convoca la responsabilidad de

las autoridades sanitarias y políticas, queda la del otro. Puede tratarse de

parientes o vecinos, pero lo más frecuente es que la amenaza de la Covid-

19 sea invocada por personas afectadas por una diferencia de origen,

nacionalidad o raza. Este tema es tratado ampliamente en el mencionado

número de PSR y no me explayaré más sobre él.

En efecto, a pesar de su reciente aparición, la Covid-19 ha sido y sigue

siendo objeto de una abundante reflexión en las ciencias sociales, de las

que sólo he extraído algunos elementos destacados. Esta reflexión va más

allá de la simple observación de las amenazas que el virus representa para

la vida humana y el equilibrio orgánico, para poner de relieve las


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consecuencias de la epidemia en la salud social en sus diversos sectores y

en los valores de libertad y responsabilidad social a los que da lugar. La

pequeña contribución que acabo de hacer merece ser documentada y

desarrollada más ampliamente. Es a lo que me voy a abocar ahora, con la

esperanza de que la breve reseña que acabo de hacer del estado de esta

cuestión, proporcione algunas pistas de interrogación e investigación y

despierte el deseo de descubrir la literatura ya existente para contribuir con

ella.

Gracias por su atención.

Bibliografía

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