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LA POLÍTICA
I Definición de la ciudad
Toda ciudad se ofrece a nuestros ojos como una comunidad; y toda
comunidad se constituye a su vez en vista de algún bien (ya que todos hacen
cuanto hacen en vista de lo que estiman ser un bien). Si pues todas las
comunidades humanas apuntan a algún bien, es manifiesto que al bien mayor
entre todos habrá de estar enderezada la comunidad suprema entre todas y que
comprende a todas las demás; ahora bien, ésta es la comunidad política a la que
llamamos ciudad […]
La primera comunidad a su vez que resulta de muchas familias, y cuyo fin
es servir a la satisfacción de necesidades que no son meramente las de cada
día, es el municipio […]
La asociación última de muchos municipios es la ciudad. Es la comunidad que ha llegado al extremo
de bastarse en todo virtualmente a si misma, y que si ha nacido de la necesidad de vivir, subsiste porque
puede proveer a una vida cumplida […] Ahora bien, la naturaleza es fin […] Por otra parte, aquello por lo
que una cosa existe y su fin es para ella lo mejor […] De lo anterior resulta manifiesto que la ciudad es
una de las cosas que existen por naturaleza, y que el hombre es por naturaleza un animal político; y resulta
también que quien por naturaleza y no por casos de fortuna carece de ciudad, está por debajo o por encima
de lo que es el hombre […]
Es pues manifiesto que la ciudad es por naturaleza anterior al individuo, pues si el individuo no puede
de por sí bastarse a sí mismo, deberá estar con el todo político en la misma relación que las otras partes lo
están con su respectivo todo. El que sea incapaz de entrar en esta participación común, o que, a causa de
su propia suficiencia, no necesite de ella, no es más parte de la ciudad, sino que es una bestia o un dios
[…]
Resulta claro cuál es la naturaleza del esclavo y cuál es su capacidad. El que, siendo hombre, no es
por naturaleza de si mismo, sino de otro, éste es esclavo por naturaleza. Y es hombre de otro el que llega a
ser su propiedad en tanto que hombre; y como objeto de propiedad es un instrumento de acción y con
existencia independiente […]
Asimismo entre los sexos, el macho es por naturaleza superior y la hembra inferior; el primero debe
por naturaleza mandar y la segunda obedecer. Pues de la misma manera es necesario que así sea con la
humanidad en general. Aquellos hombres que difieren tanto de los demás como el cuerpo del alma o la
bestia del hombre […] son por naturaleza esclavos, y para ellos es mejor ser mandados con este género de
mando, puesto que así es en los demás casos que hemos dicho. Es pues esclavo por naturaleza el que
puede pertenecer a otro (y por esto es de otro) y que participa de la razón en cuanto puede percibirla, pero
sin tenerla en propiedad […]
De lo anterior resulta manifiesto que no es lo mismo el señorío despótico que el político […] El
señorío político se ejerce sobre hombres libres por naturaleza, el despótico sobre los naturalmente esclavos
y el régimen familiar es una monarquía (pues toda casa está bajo un solo señor), mientras que el señorío
político es el gobierno de hombres libres e iguales […]
I El ciudadano
La ciudad, en efecto, es una colección de ciudadanos, y será menester por ende considerar a quién
hay que llamar ciudadano y cuál es la naturaleza del ciudadano […] Pues bien, el ciudadano en sentido
absoluto por ningún otro rasgo puede definirse mejor que por su participación en la judicatura y en el
poder […]
De aquí, por tanto, que el concepto del ciudadano sea necesariamente diferente en cada forma de
gobierno […] Llamaremos, pues, ciudadano al que tiene el derecho de participar en el poder deliberativo o
judicial de la ciudad; y llamaremos ciudad, hablando en general, al cuerpo de ciudadanos capaz de llevar
una existencia autosuficiente […]
V Formas de Gobierno
Cuando, por tanto, uno, los pocos, o los más gobiernan para el bien público, tendremos
necesariamente constituciones rectas, mientras que los gobiernos en interés particular de uno, de los pocos
o de la multitud serán desviaciones [...] De las formas de gobierno unipersonales solemos llamar
monarquía o realeza a la que tiene en vista el bien público; y al gobierno de más de uno, pero pocos,
aristocracia (bien sea por ser el gobierno de los mejores, o porque éste régimen persigue lo mejor para la
ciudad y sus miembros). Cuando, en cambio, es la multitud la que gobierna en vista del interés público,
llámase este régimen con el nombre común a todos los gobiernos constitucionales, es decir, república o
gobierno constitucional. (Y con razón se usa esta nomenclatura, ya que, si bien es posible que uno o pocos
sobresalgan en virtud, es difícil, cuando son más, que todos ellos sean de consumada virtud bajo cualquier
respecto. La virtud militar, por darse en la multitud, sería la que alcanzarían en grado máximo; y de aquí
que en esta república la clase más poderosa sea la militar, y los ciudadanos armados son los que tienen
parte en el gobierno). De las formas de gobierno mencionadas sus respectivas desviaciones son: de la
monarquía, la tiranía; de la aristocracia, la oligarquía; de la república, la democracia. La tiranía, en efecto,
es la monarquía en interés del monarca; la oligarquía, en interés de los ricos, y la democracia en el de los
pobres, y ninguna de ellas mira a la utilidad común [...]
La ciudad existe no solo por la simple vida, sino sobre todo por la vida mejor (pues de otro modo
podría haber una ciudad de esclavos y aun de animales distintos del hombre, lo cual no puede ser, por no
participar unos y otros de la vida de libre elección). Ni tampoco existe la ciudad por motivo de alianza
militar, ni para protegerse contra toda injusticia, ni aún por causa del comercio y ayuda recíproca [...] Es
por esto evidente que la ciudad que verdaderamente puede llamarse así, y no solo de nombre, ha de tomar
cuidado de la virtud, pues sin esto la comunidad se convierte en una alianza militar que apenas diferirá el
lugar por otras alianzas cuyos miembros viven aparte. Sin esto igualmente la ciudad es una mera
convención, o como decía el sofista Licofrón, una garantía de los derechos recíprocos, pero no será capaz
de hacer a los ciudadanos buenos y justos [...] Es evidente, por tanto, que la ciudad no es la comunidad de
lugar, con el fin de prevenir agravios recíprocos y fomentar el comercio [...] es la comunidad de familias y
municipios para una vida perfecta y autosuficiente, es decir, en nuestro precepto, para una vida bella y
feliz [...]
XI El gobierno de la Ley
No es justo que nadie gobierne o sea gobernado más bien que otro, sino que todo esto se haga por
turno. Mas esto es ya la ley, puesto que el orden es ley. Es preferible pues, conforme al mismo
razonamiento, que gobierne la ley antes que uno solo de los ciudadanos; y aun en el caso de que fuera
mejor el gobierno de algunos, habría que constituir a éstos en guardianes de la ley y subordinados a ellas
[...] Así pues, quien recomienda el gobierno de la ley, parece recomendar el gobierno exclusivo de lo
divino y lo racional, mientras que quien recomienda el gobierno de un hombre añade un elemento de
impulso animal. No otra cosa, en efecto, es la concupiscencia, y el mismo apetito generoso extravía a los
gobernantes y a los mejores entre los hombres. La ley es, por tanto, la razón sin apetito [...]
Es claro, pues, que quienes buscan lo justo buscan lo imparcial; ahora bien, la ley es lo imparcial. Por
otra parte, las normas legales consuetudinarias tienen mayor autoridad y versan sobre materias de mayor
importancia que las leyes escritas [...] Es en razón de que ciertas cosas pueden ser abrazadas por la ley, y
otras no pueden serlo, por lo que, a causa de éstas últimas, viene la dificultad, y se indaga entonces si será
mejor que gobierne la mejor ley o el mejor hombre, pues querer legislar sobre las cosas sujetas a
deliberación es algo imposible [...]
Cuando acontezca, por tanto, que surja un linaje en su totalidad, o aún uno solo entre los demás que
sobresalga en virtud al punto de exceder la suya a la de todos los demás, en este caso será justo que este
linaje sea investido de la realeza y la soberanía absoluta, y que este individuo sea rey [...]
IX División de poderes
En todas las constituciones hay tres elementos con referencia a los cuales ha de considerar el
legislador diligente lo que conviene a cada régimen. Si estos elementos están bien concentrados,
necesariamente lo estará también la república, y como los elementos difieren entre sí, diferirán
consiguientemente las constituciones. De estos tres elementos, pues, uno es el que delibera sobre los
asuntos comunes, el segundo es el relativo a las magistraturas, o sea cuáles deben ser, cuál es su esfera de
competencia, y cómo debe procederse a su elección, y el tercer elemento es el poder judicial [...]
III
Prodúcense las revoluciones políticas unas veces por fuerza y otras por engaño. Por la fuerza, cuando
los revolucionarios ejercen presión desde el principio mismo de la rebelión o posteriormente. El engaño,
por su parte, puede ser también doble: unas veces los ciudadanos son engañados al principio para que con
su asentimiento se lleve a efecto el cambio de gobierno, y posteriormente son sometidos por la fuerza
contra su voluntad [...] Otras veces, después de persuadir al principio a los ciudadanos, se recurre de
nuevo a la persuasión para gobernarlos con su consentimiento [...]
II
[...] la mejor constitución será necesariamente aquella cuyo ordenamiento permita a cualquier
individuo el hallarse mejor y llevar la vida más feliz; pero lo que se discute, incluso por los que están de
acuerdo en que la vida virtuosa es la más deseable, es si deberá preferirse la vida política y práctica, o no
más bien una vida desligada de las cosas exteriores, como lo sería la vida contemplativa, de la que algunos
dicen ser la única digna del filósofo [...]
III
[...] si la felicidad ha de consistir en el bien obrar, la vida práctica será entonces la mejor, así para la
ciudad en general como para cada individuo. Solo que la vida activa, contra lo que piensan algunos, no
tiene necesariamente que ser con relación a otros, ni el pensamiento es práctico únicamente cuando se
produce en vista de los resultados de sus ejercicio, sino que lo son mucho más el pensamiento y la
contemplación que tienen su fin en sí mismo y se ejercitan por sí mismos, porque el fin es el obrar bien, y
por tanto cierta forma de acción [...]
VI Los guardianes
Es manifiesto, por tanto, que para poder ser fácilmente guiado por el legislador hacia la virtud, deben
los ciudadanos ser a la vez de natural inteligente y animoso. Con respecto a la condición que, según
afirman algunos, deben tener los guardianes, que es el ser afectuosos con los que conocen y fieros con los
desconocidos, hay que decir que es el ánimo el que produce el afecto [...]
XIII El legislador
El político ha de legislar atendiendo a todo esto, es decir, a las partes del alma y a sus actividades, y
teniendo sobre todo en mira los bienes mayores y los fines. Y del mismo modo debe uno conducirse en la
elección de vida y actividades consiguientes: el hombre, en efecto, debe ser capaz de llevar una vida
laboriosa y hacer la guerra, pero más aún de vivir en paz y guardar reposo; y practicar los actos necesarios
y útiles, pero más aún los bellos y nobles. Estos son pues los fines que debe perseguir la educación [...]
La experiencia atestigua con la teoría que el legislador debe esforzarse principalmente porque la
legislación que promulgue sobre la guerra y sobre todo lo demás tenga por fin el reposo y la paz, pues la
mayoría de las ciudades de tipo militarista permanecen incólumes mientras hacen la guerra, más perecen
una vez que han conquistado el imperio. En la paz pierden su temple como el hierro, y el culpable es el
legislador, por no haberlas educado para el empleo del ocio [...] Tanto más, pues, habrán menester estos
hombres de filosofía, de templanza y de justicia, cuanto mayor sea el ocio que tengan en la abundancia de
aquellos bienes. Es evidente, por tanto, que debe participar de estas virtudes la ciudad que haya de ser feliz
y virtuosa [...]