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MÓDULO II: DIMENSIONES ECONÓMICAS, SOCIALES Y POLÍTICAS DEL

DESARROLLO DESDE LA PERSPECTIVA DE GÉNERO

Tema 3: Efectos de la globalización en el trabajo de las mujeres y personas


feminizadas
Profesora: Camila Esguerra Muelle

Cómo citar: Esguerra Muelle, Camila. 2021. Efectos de la globalización en el


trabajo de las mujeres y personas feminizadas (Working paper en proceso
publicado en medios electrónicos). Barcelona: Máster en Igualdad y Equidad
en el desarrollo, Cooperacció.

Contenidos
1. Introducción .......................................................................................................... 2
2. Qué entender por globalización y su relación con el trabajo femenino ................... 5
3. División sexual, racial e internacional del trabajo y reproducción social ................. 8
4. Cadenas globales de cuidado y tramas transnacionales de cuidado ..................... 12
5. Algunas brechas de género actuales en el mundo del trabajo .............................. 14
6. Consenso de Washington, ciclo económico y empleo femenino ........................... 26
7. Bibliografía .......................................................................................................... 29

1
1. Introducción
En este módulo profundizaremos sobre la relación entre trabajo de las mujeres,
de personas feminizadas (cuerpos-existencias feminizadas) y globalización; el
presente texto expone algunos elementos generales, que proponemos ser
leídos de manera crítica junto con las lecturas del módulo.
La globalización, como lo propone Dussel (1992) es un proceso histórico de larga
duración que ha tenido distintos momentos, que inicia con la expansión colonial
europea sobre lo que hoy se conoce como las Américas, esta expansión colonial
también tiene lugar en el continente asiático y, fundamentalmente, en el
continente africano. Esta es una expansión de tipo político, cultural y económico,
mediado por procesos de despojo que da lugar a la acumulación originaria o
primitiva de capital (Marx) y a la acumulación constante de capital y trabajo
(Rubin 1975, Federici 2004) y de procesos de instauración de una hegemonía
cultural que da lugar a la implantación de un sistema sexo género moderno
colonial (Rubin 1975; Lugones; 2008)
Sin embargo, como lo anota la profesora Alicia Girón la globalización y su
relación con el trabajo en la contemporaneidad:
(…) tiene una significación primordial a partir del resquebrajamiento del
Sistema Monetario Internacional de Bretton Woods, las Reformas
Económicas y Financieras en el marco del Washington Consensus, los
planes de estabilización y austeridad implementados por los gobiernos
de los países bajo la supervisión del Fondo Monetario Internacional (FMI)
y de los cambios estructurales acontecidos a nivel mundial durante los
últimos cincuenta años (Girón 2019).
Es importante anotar que la implantación del modelo neoliberal tiene sus inicios
en América Latina y El Caribe, desde mediados del siglo XX, y tuvo un momento
definitorio a partir de la implantación de dictaduras en todo el continente
durante las décadas de los 70 y 80 (Venezuela, República Dominicana, Brasil,
Argentina, Uruguay, Chile, Nicaragua, El Salvador entre otros) de regímenes del
terror (Colombia y, México) con la intervención directa de EEUU a través del
llamado Plan Cóndor y su dispositivo de la Escuela de las Américas (Esguerra
Muelle 2015). También, tuvo continuidad una profunda operación colonial de
injerencia directa sobre muchos otros territorios, por ejemplo, Hatí o Surinam.
La entrada y salida de las mujeres durante los siglos XX y XXI (y de personas
feminizadas) al mercado laboral formal y en las economías sumergidas e
informales (ver el concepto “contrageografías” de Saskia Sassen) es producto

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de diversas causas: constitución del capitalismo internacional, a partir de guerras
precisamente promovidas en territorios de las “excolonias”, aunadas al proceso
de industrialización desarrollado por lo que se conoce como el norte global,
múltiples transformaciones en los modelos de parentesco (que se dieron desde
los inicios de la colonización europea a partir del siglo XV) y la creciente
expansión de las migraciones, que de manera paulatina se han feminizado,
precisamente como parte de la operación de lo que Hochschild (2001) llama
“cadenas globales de cuidado” y Esguerra Muelle (2019), “tramas
transnacionales del cuidado” o de la reproducción social.
Todo esto ha reconfigurado la producción y la reproducción de fuerza de
trabajo, en general y, femenina, o de las mujeres como clase en particular. Esto
último, ha perfilado de manera paulatina la llamada economía del cuidado, la
que durante los siglos XV a XVIII se dio en condiciones de esclavitud, en las
Américas, sostenida sobre un orden colonial racista y sexista o de servidumbre,
en Europa.
Por otro lado, la colonización, dio paso a la llamada división internacional del
trabajo, que no es otra cosa que una división geopolítica racial-racista del
trabajo. Uno de los ejemplos más claros de esta operación (neo)colonial de la
división internacional del trabajo son las maquilas o maquiladoras y el modelo
de cadenas de valor. La operación de estas maquilas – que se basan en la
feminización1 y la racialización de las relaciones de producción -- y el contexto
que las rodea, como bien lo muestra Segato (2013), está atravesada por un
continuum de violencia muy complejo que excede el mero impedimento de la
materialización de derechos económicos para mujeres del sur global.
Tal vez el caso más significativo por su escandalosa escala y “refinadas”
técnicas del terror han sido los llamados por Rita Laura Segato (2013)
“crímenes de segundo Estado”: los centenares de secuestros, procesos
de tortura, violación, asesinato y desaparición de mujeres trabajadoras
explotadas en la maquilas en Ciudad Juárez, cerca de la frontera con

1
Para Leslie Salzinger (2003) esto significa el surgimiento de una nueva figura en el campo del
trabajo, en particular en las maquilas: la “feminidad productiva” que explica como un conjunto
de atributos culturales que definen a los trabajadores que tienen que ver no sólo con la
percepción generizada de las habilidades, sino también con comportamientos considerados
femeninos, en el trabajo y en la esfera de la sexualidad, esta decodificación feminizada o mejor
la expectativa de comportamientos “femeninos” da paso a formas de control de la clase
trabajadora y a la vez es criterio para la organización de la línea de producción. No hace
referencia a los atributos sobre los que se da el proceso de sexuación de los individuos, sino a
las características atribuidas a la feminidad como la disposición, la sumisión, la docilidad, el
bajo costo, la habilidad, todas estas condiciones que garantizarían aspectos como la
productividad, la calidad o la flexibilidad laboral. (Esguerra Muelle 2015)

3
Estados Unidos, con la participación, según se puede inferir de la
investigación y el testimonio de la antropóloga, de agentes del gobierno,
clase dirigente y multinacionales. Los feminicidios de Ciudad Juárez, dice
Segato (Ibíd.: 42), no son crímenes comunes en razón del género sino
crímenes de Estado paralelo y crímenes corporativos. Los rituales que los
envuelven, dice Rita Laura Segato, se parecen a lo que une a las
sociedades secretas o a los regímenes totalitarios (Esguerra Muelle 2015)
Las primeras formas de la división internacional del trabajo tienen lugar durante
la colonia con la esclavización de millones de personas del continente africano
y americano; tiene una continuidad que alcanza el siglo XXI, pues prefigura el
uso de mano de obra migrante y el desenclave de fábricas y con ello el traslado
de costes humanos y ambientales a las “excolonias”
El sistema de plantaciones fue decisivo para el desarrollo capitalista no
sólo por la inmensa cantidad de plustrabajo que se acumuló a partir de
él, sino porque estableció un modelo de administración del trabajo, de
producción orientada a la exportación, de integración económica y de
división internacional del trabajo que desde entonces ha sido el
paradigma de las relaciones de clase capitalistas (Federici 2004, 159).
A raíz de la abolición de la esclavitud y los movimientos de independencia en
las Américas durante el siglo XIX, así como de la “independencia” lograda por
otras colonias europeas durante el siglo XX2, el siglo XX dio paso a una
profundización y mundialización de la economía del cuidado remunerada, pero
en condiciones sumamente precarias y basadas en relaciones coloniales; esto es
lo que se conoce como el régimen transnacional del cuidado (Herrera 2016).
Cuando hablamos de cuidado, nos referimos a la “Actividad característica de la
especie humana que incluye todo lo que hacemos para conservar, continuar o
reparar nuestro “mundo” de modo que podamos vivir en él lo mejor posible”
(Tronto 2009, 37). Para ir más allá de lo que a continuación, en el mismo texto,
establece Tronto, es importante decir que este mundo somos nosotrxs, es decir,
nuestros cuerpos, la colectividad y el entorno, el territorio. Pero más allá del
cuidado o de la economía del cuidado hay que analizar todo el aparataje de
reproducción social, tanto global como local; micro y macro.

2
Hay que analizar estos movimientos de independencia a la luz de formas postcoloniales o
neocoloniales de continuidad del dominio europeo a través de la constitución de las llamadas
elites coloniales (Spivak, 1991)

4
2. Qué entender por globalización y su relación con el trabajo
femenino

Como ya anotaba, la globalización es un proceso histórico que inicia con la


colonización de lo que hoy son las Américas. Nos interesa ver dos momentos
que marcan el desarrollo de la globalización o de la mundialización. El primero,
como ya indicamos, iniciado con la operación colonial europea, en particular a
partir de 1492, en lo que hoy son las Américas y un momento de globalización
económica, comercial y financiera que ha integrado centros de producción,
comercio y finanzas a una gran red mundial, en la que, en todo caso, no están
necesariamente implicadas todas las estructuras sociales o localidades del
planeta. Es importante aquí analizar de manera crítica, cómo muchas de las
operaciones de la información, financieras, económicas, epistémicas ocurren a
escala planetario no implican en la misma proporción ni con el mismo
protagonismo a todas las localidades y estructuras sociales del mundo.

Esta operación global es una continuación de la operación colonial, llamada


también postcolonialidad (Castro Gómez 2008) o neocolonialismo. Este orden
mundial ha conllevado una serie de procesos como el empobrecimiento de unas
regiones y el enriquecimiento de otras (constitución de lo que se llama el norte
y el sur globales) sobre la base de relaciones inequitativas y desiguales y en
particular desarrolladas a partir de la “feminización de la pobreza”. Estas
relaciones vistas en una escala mundial e intrarregional también tienen su
correlato en las relaciones a escala meso (países, estados y naciones) y micro
(comunidades, organizaciones y personas.

Uno de los rasgos sobresalientes de la mundialización son los sistemas


supranacionales de gobierno, es decir los sistemas internacionales de DDHH y
la instauración de agencias de política monetaria, financiera, crediticia como el
FMI o el BID. Precisamente, estas estructuras surgen por las escalas
multinacionales e intercontinentales de las guerras desatadas por Europa, y más
adelante, se justifican como un mecanismo para hacer frente a las consecuencias
de desbalance producidas por la globalización. Estas estructuras
supranacionales han propuesto una serie de agendas internacionales, que habrá
que revisar de manera crítica, pues siguen basándose en modelos desarrollistas
que en últimas devienen de la misma matriz colonial que pretenden remediar.
En mayo de 2003, se realizó el Segundo Taller Interagencial de Naciones Unidas
sobre la Implementación de un Enfoque basado en Derechos Humanos, para
avanzar en la agenda de distintas agencias de cooperación en relación con el
Common Country Assessment (CCA) y el United Nations Development
Assistance Framework (UNDAF) y con base en la experiencia de los Equipos de

5
País en el contexto de los Objetivos del Milenio (ODM) y las Estrategias de
Reducción de la Pobreza (PRSP). Luego, la conferencia Rio+20 (Conferencia de
las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible), celebrada en Río de
Janeiro, en junio de 2012, dio inicio a un proceso para lograr la adopción de una
nueva agenda que pasó a llamarse Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS)
para dar continuidad a los ODM más allá de 2015. La pregunta es ¿realmente
se cumplieron estos objetivos? ¿En qué medida?
En cuanto a los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el 25 de septiembre
de 2015, en el marco de la 70 edición de la Asamblea General de Naciones
Unidas realizada en Nueva York, todos los países del mundo adoptaron la
Agenda 20303 para el Desarrollo Sostenible, que establece propósitos sobre el
bienestar de las personas y el cuidado del planeta, consistente en los siguientes
puntos u objetivos, cada uno desarrollado en metas y con una batería de 164
indicadores:
1. Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo
2. Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la
nutrición, y promover la agricultura sostenible
3. Garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos en todas las
edades
4. Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover
oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos
5. Lograr la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de todas las
mujeres y niñas
6. Garantizar la disponibilidad de agua y su ordenación sostenible y el
saneamiento para todos
7. Garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y
moderna para todos
8. Promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el
empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos
9. Construir infraestructura resiliente, promover la industrialización inclusiva
y sostenible y fomentar la innovación
10. Reducir la desigualdad en y entre los países

3
Ver https://www.sdgfund.org/es/de-los-odm-los-ods

6
11. Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos,
seguros, resilientes y sostenibles
12. Garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles
13. Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus
efectos
14. Conservar y utilizar en forma sostenible los océanos, los mares y los
recursos marinos para el desarrollo sostenible
15. Proteger, restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas
terrestres, efectuar una ordenación sostenible de los bosques, luchar
contra la desertificación, detener y revertir la degradación de las tierras y
poner freno a la pérdida de la diversidad biológica
16. Promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible,
facilitar el acceso a la justicia para todos y crear instituciones eficaces,
responsables e inclusivas a todos los niveles
17. Fortalecer los medios de ejecución y revitalizar la alianza mundial para el
desarrollo sostenible
Todos estos ODS son fundamentales para la intención de estas agendas de
eliminar la discriminación y violencia contra las mujeres, así como para lograr la
dignificación del empleo en todos los sectores, sin embargo, en una perspectiva
de género y reproducción social, debemos poner especial atención en los ODS
2, 4, 5, 10, 15 y 16, aunque en últimas, todos están profundamente relacionados
en la lógica de la interdependencia promulgada por la doctrina de los derechos
humanos.
En 2016, Naciones Unidas instauró el Alto Panel para el Empoderamiento
Económico de las Mujeres como parte de los esfuerzos para asegurar que la
agenda 2030 incida de manera positiva en la eliminación de brechas de género
en el mundo del trabajo y en la matrilaización de derechos económicos. (Girón,
2017).
Este Panel identificó una serie de limitaciones sistémicas que desfavorecen lo
que se llamado el “empoderamiento económico de las mujeres”: convenciones
sociales adversas, legislación discriminatoria y falta de protección jurídica;
ausencia de reconocimiento, reducción y redistribución del trabajo de cuidado
y doméstico, no remunerados sobre la idea desarrollada por Diane Rosemary
Elson (2017) de las 3R, y falta de acceso a los activos financieros, digitales y de
propiedad. Sin embargo, esta explicación de las 3R debe ser vista con cuidado,
pues bajo esta premisa algunos gobiernos han considerado que la vía es
ñpromover negociaciones en el interior del hogar, para redistribuir las cargas,

7
cuando las personas implicadas en la negociación se enciuentran de por sí en
una situación profundamente desbalanceada.
El Panel también determinó siete ejes de actuación, dirigidos a la inserción
laboral de las mujeres y que tienen en cuenta a las mujeres en la economía
formal, en la economía informal, en el ámbito rural, así como en la dirección de
empresas:
• Combatir las normas adversas y promover los modelos positivos;
• Asegurar la protección jurídica y reformar las leyes y regulaciones
discriminatorias;
• Reconocer, reducir y redistribuir el trabajo y cuidado no remunerados;
• Generar activos -Digitales, financieros de propiedad;
• Cambiar la cultura y las prácticas empresariales;
• Mejorar las prácticas del sector público en el empleo y las compras
públicas,
• Fortalecer la visibilidad, la voz colectiva y la representación.
Las preguntas que surgen respecto a todos estos mecanismos aparentemente
bien intencionados es si se puede lograr disminuir de manera significativa las
desigualdades, en particular las que afectan a mujeres y personas feminizadas,
personas mracadas por las reglas de los sistemas raza. Etnicidad, clase,
capacitismo, etc dejando intacto el paradigma occidental del desarrollo. ¿Es
posible denetener el ecocidio sin alterar el modelo antropocéntrico y
androcéntrico occidental colonial?

3. División sexual, racial e internacional del trabajo y


reproducción social
Según Joan Scott (1996), el género constituye las relaciones sociales a partir de
las diferencias percibidas que distinguen y desbalancean las relaciones de
poder entre los sexos, a partir de la división binaria masculinidad-feminidad.
(Esguerra Muelle y Bello 2013). Por su parte, Rubin (1996, 37) define el sistema
sexo/género como “[…] el conjunto de disposiciones por el que una sociedad
transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, y en la
cual se satisfacen esas necesidades humanas transformadas” es decir, como un
sistema de producción – reproducción. Por otra parte, esta definición propuesta
por Rubin nos muestra que, la categoría sexo no puede analizarse nunca
desligada de la categoría género, no hay nada de objetivo o natural en ninguna
de las dos categorías que siempre articuladas establecen un sistema de
pensamiento y una institucionalidad, es decir, un conjunto de normas sociales,
económicas y culturales.

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Para Rubin (Ibíd.) este sistema productor de sujetos femeninos y masculinos, se
funda en la organización del sexo sobre la base del género, no al revés, y sobre
la constricción de la sexualidad femenina y la imposición de una
heterosexualidad obligatoria y la supresión de “semejanzas naturales”, lo que
hace que las categorías hombre, mujer se tornen mutuamente excluyentes,
hasta llegar a considerárseles dos clases completamente distintas, suprimiendo
aspectos de la personalidad que no responden a esas supuestas diferencias
sexuales. (Esguerra Muelle & Bello 2013), las categorías hombre y mujer son
categorías producidas históricamente a partir de la colonización como nos lo
hace saber Oyěwùmí. (2017).
El sistema sexo/género hegemónico, moderno, colonial (Lugones 2008)
instituye una economía política de opresión contra todos los seres humanos,
pero en particular contra todas las personas que no ocupan el lugar político
hombre-heterosexual-cisgénero este sistema sexo/género fundamentalmente
“emplea mujeres como materia prima y modela mujeres domesticadas como
producto” (Rubin. 1996: 37), a lo que podemos añadir que en muchas ocasiones
las personas en una operación de feminización ocupan el lugar “mujer” sin “ser”
mujeres. Con su teoría del sistema sexo género Rubin quiere mostrarnos que la
opresión material y simbólica de las mujeres, o de quienes ocupan el lugar de
lo femenino, es anterior al capitalismo.
Por su parte, Federici (2004), nos proporciona una lectura que profundiza y
propone un contrapunto, sin negar el desbalance en las relaciones de poder
entre hombres y mujeres en sociedades no capitalistas o en sociedad
precapitalistas, aunque decir que esto es una verdad universal no sería menos
que colonial. Para el caso de la Europa precapitalista, Federici anota que:
(…) la subordinación de las mujeres a los hombres había estado atenuada
por el hecho de que tenían acceso a las tierras comunes y otros bienes
comunales, mientras que en el nuevo régimen capitalista las mujeres
mismas se convirtieron en bienes comunes, ya que su trabajo fue definido
como un recurso natural, que quedaba fuera de la esfera de las relaciones
de mercado. (148) (Subraya por fuera del original).
Según Rubin (1975) las mujeres (como construcción histórica y cultural situada)
son objetos y símbolos del intercambio hecho por los varones y, en la economía
intrínseca del sistema sexo género, devienen en presas. En un sentido análogo
Federici (2004) propone:
(…) quiero poner el acento en que al negarle a las mujeres el control sobre
sus cuerpos, el Estado las privó de la condición fundamental de su
integridad física y psicológica, degradando la maternidad a la condición

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de trabajo forzado, además de confinar a las mujeres al trabajo
reproductivo de una manera desconocida en sociedades anteriores. Sin
embargo, al forzar a las mujeres a procrear en contra de su voluntad o
(como decía una canción feminista de los setenta) al forzarlas a «producir
niños para el Estado», sólo se definían parcialmente las funciones de las
mujeres en la nueva división sexual del trabajo. Un aspecto
complementario fue la reducción de las mujeres a no-trabajadores, un
proceso —muy estudiado por las historiadoras feministas— que hacia
finales del siglo XVII estaba prácticamente completado. (142)

Federici (2004) analiza la acumulación primitiva u originaria del capital desde el


punto de vista de los cambios que supone para la posición social de las mujeres
y para la (re)producción de la fuerza de trabajo a partir de, primero, el desarrollo
de una nueva división sexual del trabajo que destina el trabajo femenino y la
procreación y reproducción social a la (re)producción de la fuerza de trabajo;
segundo, de la exclusión de las mujeres del trabajo asalariado y su
subordinación a los hombres. Como es bien sabido, Federici sostiene que la
cacería de brujas, tanto en Europa como en las Américas, fue tan importante
para el desarrollo del capitalismo como la colonización y como la expropiación
del campesinado europeo de sus tierras. (23) Al mismo tiempo, argumenta que
cada crisis capitalista ha conllevado estrategias dirigidas a abaratar el trabajo,
esconder la explotación de las mujeres y los sujetos colonizados y a desarrollar
nuevas tecnologías reproductivas que “reducen a las mujeres a meros vientres”.
(31).
Durante la Edad Media, en Europa, momento en el que imperaba una economía
de subsistencia, la división sexual del trabajo era menos pronunciada que en los
establecimientos agrícolas capitalistas y mucho menos fundamentada en
relaciones de dominio masculino sosbre las mujeres dada la operación del
aparato familiar como medio de vigilancia, control y dominación (40, 41).
Federici entonces apunta que, en el nuevo régimen monetario instaurado por el
capitalismo, sólo lo que se produce para ser puesto a disposición en la esfera
del mercado como bien de cambio y no como bien de uso, se considera como
actividad creadora de valor, es decir, como producción. Por otra parte, en este
régimen monetario y monetizado, la reproducción social y de fuerza de trabajo
pierde valor simbólico y monetario e incluso deja de ser considerada un trabajo.
Con el advenimiento del capitalismo, el trabajo reproductivo, en particular de la
mano de obra, se desligó, de manera arbitraria, de la acumulación del capital y
comenzó a concebirse como “trabajos de mujeres”, a menudo no remunerados

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o remunerados en condiciones muy precarias. Vemos así una continuidad
histórica con las actuales brechas salariales de género y la segmentación vertical
y horizontal del trabajo.
Estos cambios históricos, según Federici, comenzaron en el siglo XVI y
“alcanzaron su punto más alto en el siglo XIX con la creación de la “ama de casa
de tiempo completo”. De allí nace la correpondencia entre mujeres y trabajo
reproductivo, dada por “natural”, lo que permite al capitalismo usar los
mercados como “medios para la acumulación de trabajo no remunerado”. (112)
En un proceso histórico global y globalizante, a partir de la operación colonial
europea, la alianza entre artesanos y gobiernos de de las ciudades, aunada a la
la continuo despojo y privatización del territorios se forjó una nueva división
sexual del trabajo que ocultaba la condición de las mujeres como trabajadoras
y daba a los hombres libre acceso a sus cuerpos y su trabajo y a los cuerpos y
el trabajo de sus hijos. (147).
Así, el trabajo de las mujeres se convirtió en bien común, en un recurso natural
disponible para todos, "con su expulsión del artesanado y la devaluación del
trabajo reproductivo la pobreza fue feminizada”. (…) y esto fue posible a un
proceso de degradación de las mujeres en Europa a lo largo de los siglos XVI y
XVII, marcada no solo por la devaluación económica y social, sino de
“infantilización legal”. (153, 154)
En los siglos XVI y XVII, el trabajo reproductivo de las proletarias no estaba
destinado a sus familias, sino a las familias de sus empleadores o al
mercado.Federici asegura que un tercio de la población femenina de Inglaterra,
España, Francia e Italia trabajaba como sirvientas. (151-152)
En cuanto a las Américas, la división sexual del trabajo antes de las invasiones
europeas abarca una escala enorme de grados distintos, dependiendo a qué
tipo de organización social nos refiramos y a qué periodo. Es importante no caer
en una generalización poco profunda y no historizada de las muchas y muy
distintas sociedades con complejos devenires históricos que hubo en las
Américas antes de su “encubrimiento” como lo llama Dussel (1994). Sin
embargo, para hacernos una idea, veamos lo que Nash (1978) plantea: en el
México y el Perú previos a la invasión europea, la decadencia del poder de las
mujeres aztecas se dio por la transformación de una “sociedad basada en el
parentesco [...] a un imperio estructurado en clases” que dio paso a una rígida
división sexual del trabajo (Nash 1978: 356-58 citada en Federici 2004). En todo
caso, las “mujeres de la sociedad azteca eran productoras independientes de
artesanías, sacerdotisas, doctoras y comerciantes. La política de desarrollo
española [por el contrario], tal y como fue llevada a cabo por los sacerdotes y

11
administradores de la Corona, desvió la producción doméstica hacia los
negocios artesanos o los molinos dirigidos por hombres”. (Ibidem, 304) En
México y Perú, “bajo las nuevas leyes españolas, las mujeres casadas se
convirtieron en propiedad de los hombres y fueron forzadas [contra los que
establecían sus complejas y muy diversas normas de parentesco] a seguir a sus
maridos a casa”. (Ibidem, 168) Parte de la operación colonial iniciada en las
Américas se basó en el tráfico de personas esclavizadas; tanto mujeres como
hombres esclavizados eran sometidos al mismo grado de explotación, no se
reproducían sino que se consumían hasta su muerte (Bush, 1990: 42-4). (Ibidem,
171). Para finalizar, anota Federici que:

Las ventajas que extrajo la clase capitalista de la diferenciación entre


trabajo agrícola e industrial y dentro del trabajo industrial(…) palidecen
en comparación con las que extrajo de la degradación del trabajo y de la
posición social de las mujeres (176)
Según Federici, hay una configuración definitiva de la actual división sexual del
trabajo a partir del establecimiento del capitalismo monetarizado y de la llamada
revolución industrial. Despues de ello tendríamos que ver cómo el capitalismo
tardío, es decir, el llamado capitalismo cultural ha variado o no esta división
sexual del trabajo.

4. Cadenas globales de cuidado y tramas transnacionales de


cuidado4
La noción ‘cadenas globales de cuidado’ (Hochschild, 2000) es fundamental para
entender la conexión entre economía del cuidado y migración. Sin embargo, tal
y como se ha teorizado este fenómeno, no es suficiente para entender el
entrecruzamiento entre migración y cuidado». Por eso propongo la noción
de Tramas transnacionales del cuidado.
«En el marco del proyecto de investigación postdoctoral titulado
«Migración y cadenas globales de cuidado», consistente en una
etnografía multisituada en Cartagena, Bogotá, Cali, Medellín,
Barcelona y Madrid (agosto de 2016 a julio de 2018) sobre el régimen
transnacionalizado de cuidado, del que fui investigadora principal,
empecé a hablar provisionalmente de tramas [trans]nacionales del

4
Este texto reúne varios fragmentos de artículos de Camila Esguerra Muelle, reunidos en el
codiccionario de la plataforma Constelación de Los Comunes, Carleton College, disponible en:
https://constelaciondeloscomunes.org/co-diccionary/cadenas-globales-y-locales-de-cuidado/

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cuidado, para dar una idea más multidimensional y menos lineal
que la noción «cadenas globales de cuidado» (Hochschild, 2000).
Hablo de tramas para referirme a, primero, estructuras institucionales y
redes sociales presentes en los trabajos de cuidado ligados a la migración
y que sostienen el régimen transnacionalizado de cuidado; segundo, a
las historias mínimas de carne y hueso de las trayectorias migratorias y,
por último, a dispositivos de poder (neo)colonial presentes en la
migración». (Esguerra Muelle, 2019)

«La categoría de análisis ‘cadenas globales de cuidado’ hace referencia


al complejo entramado de flujos locales y globales de trabajos de cuidado
destinados a cubrir principalmente la demanda de cuidado de zonas
urbanas y de países del norte global. Es decir, mujeres campesinas migran
a las ciudades para incorporarse al precario mercado del trabajo del
cuidado y, a la vez, estas u otras mujeres de países del sur migran a países
del norte con la misma intención». «Es importante aclarar que estos flujos
también se dan entre países del sur y en menor medida entre países del
norte, así como entre los ámbitos rural y urbano de un mismo país».
(Esguerra Muelle, 2018)
«Las primeras consecuencias de estos desplazamientos de trabajadoras
del cuidado serían las llamadas ‘fugas de cuidado’ (Bettio, Simonazzi &
Villa, 2006) Estas fugas de cuidado generan, a su vez, déficits de cuidado
en las zonas rurales o en los países donantes de trabajadoras del cuidado,
que son cubiertos por el trabajo mal o no remunerado de otras mujeres,
niñas y niños y ancianas (y personas feminizadas) en los lugares de origen
de las primeras migrantes». (Esguerra Muelle, 2018)
«Así, el déficit de cuidado de los países industrializados o del norte global
es cubierto mediante el trabajo precarizado de mujeres provenientes de
países del sur global, que, por esa donación de trabajo de cuidado
precarizado, empieza a sufrir lo déficits del cuidado correspondiente. Es
importante aclarar que estos flujos también se dan entre países del sur y
en menor medida entre países del norte, así como entre los ámbitos rural
y urbano de un mismo país». (Esguerra Muelle, 2018)
«En virtud de la operación de estas cadenas locales y globales de cuidado
se da entonces una división sexual internacional del trabajo que implica
la fuga de trabajos y conocimientos de cuidado. Pero lo que
consideramos que, además, esa división internacional del cuidado no sólo
es sexual sino también racial, en otras palabras, una división colonial del

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trabajo ordenado por la diferencia racial colonial y la colonialidad del
género (Lugones, 2008; Berker & Feiner, 2009)». (Esguerra Muelle, 2018)
«Creemos entonces que para el caso colombiano, la noción de cadenas
globales de cuidado tal y como se ha desarrollado no da cuenta suficiente
de cómo y porqué las mujeres (y sujetos feminizados) terminan
enganchadas a cadenas de cuidado, pues para el caso colombiano, y
según el relato colectivo que hemos logrado construir a través de la
investigación, la fuga de cuidados tiene su origen no solo y
exclusivamente en la demanda de las ciudades o países del norte global
como España o EEUU, sino en una larga historia colonial marcada por la
guerra, expresión del colonialismo interno y externo». Por eso comienzo
a hablar de Tramas transnacionales de cuidado. (Esguerra Muelle 2019)
«El conflicto armado colombiano, que podemos considerar iniciado con
las invasiones europeas del siglo XVI, no es simplemente un conflicto
interno, en el que han participado ejércitos regulares y no regulares,
agentes empresariales y comerciales, gubernamentales y agentes civiles
locales—a veces hay zonas grises entre lo que se puede considerar un
agente civil y uno armado— , sino del que son responsables actores
internacionales (corporaciones, gobiernos con políticas intervencionistas,
extractivistas, gentrificadoras y organismos supranacionales), por lo que
la guerra en Colombia puede entenderse como una manifestación de la
neocolonización interna y externa». (Esguerra Muelle, 2018)
«La guerra en Colombia ha sido la causante de la huida de millones de
mujeres desterradas, luego víctimas de desplazamientos sucesivos —o de
un desplazamiento que no termina— y de migraciones aparentemente
voluntarias. Las condiciones de empobrecimiento y el terror que
configuran el conflicto social y armado en Colombia son las causas de la
huida de las mujeres de sus territorios. En este éxodo quedan
enganchadas a cadenas locales y globales de cuidado”. (Esguerra Muelle,
2018)

5. Algunas brechas de género actuales en el mundo del trabajo


Según la ONU5, la participación de las mujeres y hombres en el mercado laboral
es muy desigual. En 2013, la relación entre hombres con empleo y población se

5
https://www.unwomen.org/es/what-we-do/economic-empowerment/facts-and-figures

14
ubicó en un 72,2 por ciento, mientras que esa relación entre las mujeres fue del
47,1 por ciento.
En 2019, la tasa global desempleo femenino era aproximadamente 0,3 puntos
porcentuales superior a la masculina, que se mantenía estable en un 5,3% desde
2018. Las previsiones apuntan a un crecimiento en la tasa dedesempleo de las
mujeres a corto plazo, hasta llegar a 5,7% en 2021.
La siguiente gráfica muestra la tasa de empleo-población que ilustra la
participación laboral por sexo y regiones del mundo con datos para los años
2008 y 2018. La tasa indica la proporción de mujeres y hombres mayores de 15
años, respecto al total de la población (de cada sexo) que se encuentran
empleadas.
Es una constante observar un mayor porcentaje de participación laboral de los
hombres para todas las regiones, lo que da base a lo planteado por Federici y
que analizamos en apartados anteriores, al mismo tiempo, se hace evidente que
las regiones con mayor nivel de ingreso incorporan una mayor proporción
mujeres al mercado laboral.

Tasa de empleo-población, por sexo y región 2008 y 2028(%)

Fuente: Elaboración Alicia Girón, 2019 con base en datos de la OIT

El siguiente cuadro permite ver las brechas existentes en las tasas de


participación en el mercado laboral, así como la evolución que se ha presentado
en el periodo 2008-2018. Prácticamente en todas las regiones del mundo se ha

15
dado una evolución en la relación de empleo-población, aunque Asia Oriental y
el Pacífico sería la excepción con -0.1%. América Latina y el Caribe fue la que
tuvo mayor disminución de la brecha.
Evolución de la brecha de empleo-población entre hombres y mujeres, 2008 y
Cuadro 1. Evolución de la Brecha Empleo-Población entre Mujeres y Hombres, 2008-
2018 (%)
2018 (%)
Región o Agregado de Países 2008 2018 Evolución
América Latina y el Caribe 28.0 24.9 3.1
Unión Europea 15.1 12.2 2.9
Miembros OCDE 18.6 16.2 2.4
Miembros APEC 18.7 16.5 2.2
África Sub-Sahariana 12.8 11.3 1.5
Europa y Asia Central 16.3 15.1 1.2
América del Norte 11.8 11.1 0.7
Asia Meridional 52.5 52.1 0.4
Mundo 26.3 26.1 0.2
Oriente Medio y Norte de África 51.2 51.1 0.1
Asia Oriental y el Pacífico 16.1 16.2 -0.1
Fuente:Elaboración
Fuente: Elaboración propia
Alicia con2019
Girón, datos debase
con la Organización
en datos de laInternacional
OIT del Trabajo, disponible en
http://bit.ly/2YKNpqO
Sin embargo, entre 2008 y 2018 el desempleo en el mundo incrementó en un
Nota: La columna evolución indica en que porcentaje se ha mejorado la tasa Empleo-Población de las
1% para
mujeres en las mujeres,
el mercado mientras
laboral, que para
un signo negativo los varones
significa disminuyó
que la brecha en 0.6%.
se ha aumentado América
al momento de
del Norte
realizar logró disminuir su tasa de desempleo, por encima del promedio
la comparación
mundial, en un 1,4% para las mujeres y en 1,8% para los varones en ese período.
Según Alicia Girón (2019), estas variaciones están relacionadas con la afectación
diferenciada por regiones, que produjo la crisis de 2008.
Tasa de desempleo por sexo y región, 2008 y 2018

16
Según el Observatorio de COVID del BID6, la pérdida del empleo en América
Latina está afectando principalmente a las mujeres. Colombia es el país con la
mayor brecha de género en la pérdida de empleo: 25% de las mujeres
empleadas perdieron sus puestos de trabajo, en comparación con un 14% de
sus pares masculinos. En el caso de México, se registra una pérdida del 16% del
empleo femenino, más del doble que entre los hombres. En Perú y Chile, las
brechas de género en la caída de empleo son de menor magnitud. Al mismo
tiempo, partir de la flexibilización de medidas de restricción a la movilidad, la
recuperación de los puestos de trabajo no ha sido igual para hombres y mujeres.
La nueva crisis capitalista generada por la pandemia ha supuesto el incremento
de riqueza de los más ricos, lo que, una vez mas da pie a corroborar las
aseveraciones de Federici. Esta crisis muestra tres rasgos importantes que
afectan particularmente el mercado laboral femenino. La suspensión de
actividades presenciales educativas y de cuidado (es decir, actividades
fundamentales de reproducción social, por demás feminizadas) implicó,
primero, un aumento de las actividades en el hogar, sobrecarga que afecta en
cantidad y calidad principalmente a las mujeres y, con ello, su posibilidad de
participación en el mercado laboral formal y, segundo, despido de personas que
se dedican a estas actividades profundamente feminizadas, es decir, puestos
ocupados principalmente por mujeres en la economía formal e informal. Antes

6
https://blogs.iadb.org/trabajo/es/covid-19-incrementa-las-brechas-de-genero-en-el-mercado-
laboral/

17
de la pandemia las mujeres en la región dedicaban más del doble de horas a
trabajos domésticos no remunerados que los hombres (38 frente a 16 horas
semanales).
Algunos sectores han sido más afectados por esta crisis de empleo, los datos
para Argentina, Brasil, Chile, Colombia y México muestran que la pérdida de
empleo se concentró en sectores de alta empleabilidad femenina, como
comercio, cuidado, turismo, gastronomía y hostelería. La brecha tecnológica de
género afecta las posibilidades de dar continuidad al trabajo por teletrabajo. Sin
embargo, estimaciones realizadas en seis países de la región, Europa y EE.
UU muestran que un segmento de las mujeres tiene mayor probabilidad de
realizar trabajo remoto al estar involucradas en tareas administrativas.
La brecha salarial es una constante en todo el mundo. En la mayoría de los
países, las mujeres en promedio ganan sólo entre el 60 y el 75%.

Indicador de Brecha salarial por género y país

Fuente: OECD (2021), Gender wage gap (indicator). doi: 10.1787/7cee77aa-en (Acceso 18 de enero 2021)

El Informe Mundial sobre Salarios 2018 de la OIT, con el uso del factor de
ponderación para calcular la brecha salarial de género, muestra que, en más del
70 por ciento de los países incluidos en el informe, esta brecha ha sido
históricamente subestimada. Así, la brecha en el mundo no sería del 16% sino
del 19%. (ver también https://www.oecd-ilibrary.org/employment/oecd-labour-
force-statistics-2020_5842cc7f-en)

18
Brecha salarial por género y país (comparativo de algunos países)7 OIT 2018
REGION País Media bruta de la brecha Media ponderada de la Año
de remuneración entre brecha de remuneración
hombres y mujeres entre hombres y mujeres
UE Bélgica 7,4 2,7 2014
Italia 8,4 11,0 2014
España 14,9 14,0 2014
Suecia 15,3 10,2 2014
Portugal 15,8 22,1 2014
Francia 16,3 13,3 2014
Noruega 16,8 11,7 2014
Suiza 17,4 6,8 2016
Países Bajos 17,4 8,8 2014
Finlandia 19,6 19,1 2014
Reino Unido 23,2 16,6 2014
EE&CWA Turquía -1,2 12,0 2015
Rumania 4,6 12,4 2014
Polonia 8,8 20,7 2014
Rusia, Federación 22,9 24,9 2015
de
NA Canadá 14,9 15,4 2015
Estados Unidos 16,0 15,3 2016
LAC Costa Rica -6,8 12,3 2016
Panamá -6,7 11,0 2016
Ecuador -4,3 11,9 2015
Paraguay -3,7 16,9 2016
Argentina -2,9 13,0 2015
El Salvador 2,2 16,0 2016
Uruguay 3,0 17,3 2016
México 4,8 15,6 2016
Perú 9,2 16,2 2016
Brasil 10,2 26,4 2015
Chile 12,7 23,7 2013
Mundo 15,6 18,8

Fuente: Elaboración propia, con base en datos Oficina Internacional del Trabajo, Informe Mundial Sobre
Salarios 2018/2019 https://www.ilo.org/global/about-the-ilo/multimedia/maps-and-
charts/enhanced/WCMS_650872/lang--es/index.htm

7
En España, según datos del INE 2018, la brecha de género en los salarios por hora se
incrementa con la edad, pasando de un valor de 4,6 en el tramo de los trabajadores de 25 a
34 años hasta un valor de 18,2 en el tramo de los trabajadores de 55 a 64 años.

19
Brecha Salarial por género y país, datos de 2016

Chile
Brasil
Perú
México
Uruguay
El Salvador
Argentina
Paraguay
Ecuador
Panamá
Costa Rica
Estados Unidos
Canadá
Rusia, Federación de
Polonia
Rumania
Turquía
Reino Unido
Finlandia
Países Bajos
Suiza
Noruega
Francia
Portugal
Suecia
España
Italia
Bélgica

-10,0 -5,0 0,0 5,0 10,0 15,0 20,0 25,0 30,0

Media ponderada de la brecha de remuneración entre hombres y mujeres


Media bruta de la brecha de remuneración entre hombres y mujeres

Fuente: Elaboración propia, con base en datos Oficina Internacional del Trabajo, Informe Mundial Sobre
Salarios 2018/2019 https://www.ilo.org/global/about-the-ilo/multimedia/maps-and-
charts/enhanced/WCMS_650872/lang--es/index.htm

Las mujeres están sobrerrepresentadas en profesiones y oficios "feminizados"


en particular relacionados con cuidado y reproducción, mientras que los
hombres lideran sectores bien valorados, simbólica y materialmente, y
considerados productivos.
Entre 2008 a 2018, el sector servicios fue en el que mayor participación tuvieron
las mujeres. En 2008, la participación de las mujeres en este sector era del 48%
y en 2018 del 56%; es importante anotar que gran parte de los trabajos de

20
cuidado están contemplados en este sector; mientras tanto la participación en
el sector agrícola tuvo una disminución del 6%; respecto a esto es importante
recordar que muchas mujeres campesinas, en particular afro, indígenas, negras,
palequeras, raizales, mujeres trans y lesbianas, hombres trans, niñas y niños son
las principales víctimas del desplazamiento forzado interno y transfronterizo, lo
que en una operación de despojo y destierro, lxs obliga a dejar atrás la actividad
agrícola (Esguerra Muelle 2028, 2019). Las regiones con menores ingresos
muestran una concentración de la participación laboral de las mujeres en el
sector agrícola, lo que además corrobora una alta feminización de la agricultura.
Según ONU mujeres, las mujeres representan en promedio el 43% por ciento
de la fuerza de trabajo agrícola en los llamados “países en desarrollo”, no
obstante, las mujeres agricultoras controlan menos tierras que los hombres y
además tienen un acceso limitado a los insumos, las semillas, el crédito y los
servicios de extensión8. Menos del 20% de quienes poseen o son propietarios
de tierras son mujeres9. Al mismo tiempo, la participación de las mujeres en el
sector industria decreció en 1%.
Distribución del empleo femenino por sector y región, 2008 y 2018(%)

Fuente: Elaboración Alicia Girón, 2019 con base en datos de la OIT

Según ONU Mujeres, una inmensa mayoría de mujeres se desempeñan como


trabajadoras asalariadas y en trabajos de cuidado no remunerados de manera

8
Organización para la Alimentación y la Agricultura, The State of Food and Agriculture 2011:
Women and Agriculture, Closing the Gender Gap for Development. Obsérvese que si bien los
datos mundiales son limitados, existe información empírica que respalda estas enunciaciones.
9
ibíd.

21
simultánea; tienen más probabilidades de dedicarse a actividades consideradas
“de baja productividad” y de trabajar en el sector informal; prevalece la idea de
la dependencia económica de las mujeres; hay una alta probabilidad de que las
mujeres se desenvuelvan en sectores no organizados y sin representación
sindical. Las mujeres tienen una responsabilidad desproporcionada con
respecto al trabajo no remunerado de cuidados, pues dedican entre 1 y 3 horas
más que los hombres a las labores domésticas; entre 2 y 10 veces más de tiempo
diario a cuidados de niños y niñas, personas mayores y en situación de
enfermedad, y entre 1 y 4 horas diarias menos a trabajos que hacen parte del
mercado.10 Las mujeres tienen a su cargo la preparación de los alimentos del
hogar en el 85-90 por ciento de los casos estudiados en una amplia variedad de
países11.
En la siguiente gráfica salta a primera vista que son las mujeres quienes
mayoritariamente llevan a cabo actividades de trabajo doméstico y cuidado no
remunerado:
Trabajo doméstico y de cuidado no remunerado por sexo (horas al día), 2019

Fuente: Elaboración Alicia Girón, 2019 con base en datos de la OCDE

Al mismo tiempo, son las mujeres y las niñas y los niños de áreas rurales quienes
sufren los principales efectos negativos de la recolección y transporte de

10
EuroStat. 2014 y “El Progreso de las Mujeres en el Mundo 2014 Capítulo 2 p. 22.
Véase también el informe sobre Unpaid Care Work del Relator especial de las Naciones Unidas
sobre la Pobreza Extrema.
11
Organización Mundial de la Salud y Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, 2014,
“Update: Progress on Sanitation and Drinking Water“, p. 8–9.
http://whqlibdoc.who.int/publications/2010/9789241563956_eng_full_text.pdf?ua=1

22
biomasa combustible (leña, carbón, etc.) y agua; las mujeres de numerosos
países empobrecidos dedican entre 1 y 4 horas diarias a la recolección de
biomasa para combustible12. Si hacemos una relación entre pobreza de tiempo
y agua en 25 países del África subsahariana podemos ver que las mujeres
destinan por menos 16 millones de horas diarias a la recolección de agua
potable; los hombres dedican 6 millones de horas; y las niñas y niños, 4 millones
de horas13. Estas brechas de género en las labores domésticas y familiares,
incluidas obtener agua y combustible y procesar alimentos, se profundizan en
contextos caracterizados por crisis económica, degradación medioambiental,
desastres naturales e infraestructurales y de infraestructura y provisión
inadecuada de servicios básicos14

Las desigualdades de género en el uso del tiempo son persistentes en todos los
países. Al sumar el tiempo dedicado a trabajo remunerado y no remunerado, se
hace evidente que las mujeres de los llamados países en desarrollo trabajan más
que los hombres, y destinan menos tiempo a educación, ocio, participación
política y cuidado propio. Prácticamente en todos los países los hombres
destinan por día más tiempo al ocio, mientras que las mujeres dedican más
tiempo a realizar tareas domésticas no remuneradas15. Para las mujeres, las
probabilidades de trabajar en el sector del empleo informal son más altas que
las de los hombres16 En América Latina y el Caribe, el 54% de las mujeres en
empleos no agrícolas se desempeña en el sector informal17. En general, la son
más las mujeres con empleos en condiciones precarias o subvalorados18.

12
Banco Mundial, Household Cookstoves, Environment, Health and Climate Change
(Washington, D.C., 2011).
13
Organización Mundial de la Salud y Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia, Progress
on Drinking Water and Sanitation: 2012 Update, (Ginebra, 2012).
14
Publicación de las Naciones Unidas, 2010. The World’s Women 2010: Trends and Statistics.
15
OECD Gender
Data. http://www.oecd.org/gender/data/balancingpaidworkunpaidworkandleisure.htm
16
ONU Mujeres, El Progreso de las Mujeres en el Mundo, capítulo 2, p.1,
17
Ibíd. capítulo 2, p.43 (fuente original: Table 1 in Vanek et al. (2014)
18
OIT, Global Employment Trends for Women, 2012, p. 8 y
22. http://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---dgreports/---
dcomm/documents/publication/wcms_195447.pdf. Véase también, El Banco Mundial, Gender
at Work: A Companion to the World Development Report on
Jobs. http://www.worldbank.org/content/dam/Worldbank/document/Gender/GenderAtWork_
web.pdf

23
Según el BID 19, las diferencias de género en la legislación afectan todas las
economías y a las mujeres de todas las regiones. Casi el 90 por ciento de las 143
economías estudiadas registra al menos una diferencia legislativa que restringe
las oportunidades económicas para las mujeres. Entre ellas, 79 economías
cuentan con leyes que limitan el tipo de empleo que las mujeres pueden
ejercer . Asimismo, los esposos pueden oponerse a que sus esposas trabajen e
impedirles que acepten un empleo en 15 economías. Las regiones que han
dejado relegados estos temas, son en particular América del Norte y Asia
Meridional donde solo un país de ambas regiones cuenta con una ley de ese
tipo. Hay algunos avances en materia legislativa en América Latina y el Caribe,
Asia Oriental y el Pacífico, Oriente Medio y Norte de África y miembros APEC.

Número de países por región con leyes de remuneración igualitaria entre


hombres y mujeres, 2009-2018

Fuente: Elaboración Alicia Girón, 2019 con base en datos del Banco Mundial

Europa y Asia Central han sido pioneras en promulgar leyes de no discriminación


basada en género en la contratación, por el contrario en: América del Norte en
sólo Canadá muestra avances lesgislativos y en Asia Meridional sólo India, Bután
y Maldivas cuentan con leyes de este tipo. Sin embargo, salta a la vista, si

19
Banco Mundial, 2014. Women, Business and Law 2014: Removing Restrictions to Enhance
Gender Equality. p.
8 http://wbl.worldbank.org/~/media/FPDKM/WBL/Documents/Reports/2014/Women-
Business-and-the-Law-2014-Key-Findings.pdf

24
hacemos una comparación con las cifras analizadas en anteriores párrafos, que
las medidas legislativas no tienen un efecto directo en las brechas de
desempleo, salario y trabajo no remunerado.

Número de países por región con leyes de no discriminación por género en la


contratación, 2009-2018

Fuente: Elaboración Alicia Girón, 2019 con base en datos del Banco Mundial


Por supuesto es fundamental hacer una aproximación interseccional a todas
estas brechas pues la operación concatenada raza, etnicidad, género,
sexualidad, clase profundizan en general todas las brechas que afectan la
economía de las mujeres y personas feminizadas. En 2013, por ejemplo en los
Estados Unidos:

(…) las mujeres de todos los grupos raciales y étnicos más numerosos
ganan menos que los hombres del mismo grupo y además ganan menos
que los hombres blancos. El ingreso semanal promedio de las mujeres
hispanas era de 541 dólares estadounidenses por un trabajo a tiempo
completo, sólo el 61,2 por ciento del ingreso semanal promedio de los
hombres blancos, aunque el 91,1 por ciento del ingreso semanal
promedio de los hombres hispanos (ya que los salarios que estos últimos
perciben son también bajos). El ingreso semanal promedio de las mujeres
de ascendencia africana era de 606 dólares estadounidenses, lo que
equivale apenas al 68,6 por ciento del ingreso de los hombres blancos, o

25
al 91,3 por ciento del ingreso semanal promedio de los hombres de
ascendencia africana, que también es bastante bajo. Los ingresos
obtenidos en una semana de trabajo a tiempo completo ubican a las
mujeres hispanas en un escalón inferior y a las hombres hispanos y las
mujeres de ascendencia africana no muy por encima del ingreso exigido
para recibir cupones de alimentos, el cual es de 588,75 dólares
estadounidenses para una familia de cuatro personas20.

El Reporte de Brechas Globales de Género (GGG) del Foro Económico Mundial,


mide la brecha de Empoderamiento Económico en su dimensión de
participación económica y oportunidad. Este índice está integrado por tres
variables: la brecha de participación, la brecha de remuneración y la brecha de
avance. La brecha de participación corresponde a la diferencia en las tasas de
participación laboral entre mujeres y hombres; la brecha salarial se establece
con un indicador cuantitativo (proporción de ingresos ganados de hombres en
comparación con ingresos estimados de las mujeres) y un indicador cualitativo
construido mediante la encuesta anual de opinión ejecutiva del Foro Económico
Mundial (igualdad salarial para trabajos similares). Finalmente, la brecha de
avance entre mujeres y hombres se estima a partir de dos estadísticas: la relación
proporcional entre mujeres y hombres que son legisladores, altos funcionarios
y gerentes, y la proporción entre mujeres y hombres que son trabajadores
técnicos y profesionales. El puntaje más alto posible es 1 (paridad de género) y
el puntaje más bajo posible es 0 (no paridad). La brecha de empoderamiento
económico en el mundo es de 41.9%, , haciendo una proyección al futuro dicha
brecha tardara 107 años en cerrarse. (Girón 2019, United Nations 2017)

6. Consenso de Washington, ciclo económico y empleo


femenino
Como señala Alicia Girón (2019):
Los procesos de globalización, integración y desarrollo profundizaron la
inequidad de género y ampliaron la brecha entre hombres y mujeres más

20
U.S. Bureau of Labor Statistics, Median usual weekly earnings of full-time wage and salary
workers by selected characteristics, annual
averages http://www.bls.gov/news.release/wkyeng.t07.htm según lo consultado en “The
Gender Wage Gap: 2013; Differences by Race and Ethnicity, No Growth in Real Wages for
Women”, por Ariane Hegewisch, Claudia Williams, Heidi Hartmann, Ph.D., Stephanie Keller
Hudiburg (marzo de 2014). Fact Sheet, p. 2. http://www.iwpr.org/publications/pubs/the-
gender-wage-gap-2013-differences-by-race-and-ethnicity-no-growth-in-real-wages-for-women

26
que entre ricos y pobres. Estas políticas, en el marco de la globalización,
juegan un papel fundamental en proveer la normatividad regulatoria para
la procuración del empleo a través del banco central y el gasto público a
través del Estado. Sin una política fiscal más distributiva que permita el
ingreso de recursos para el Estado y priorizar el gasto social en beneficio
de los menos protegidos y de las mujeres a través de los presupuestos
con enfoque de género, difícilmente las políticas macroeconómicas
podrán tener un impacto en el desarrollo económico en un país (Girón,
2009).
En América Latina y El Caribe la aplicación del consenso de Washington, que
implica la reducción de intervención estatal y la desregulación en particular de
los mercados financieros, ha generado mayor vulnerabilidad de sus economías.
Esto hace parte de las crisis financieras mundiales. Actualmente los gobiernos
de la región y el mundo pocas veces cuentan con herramientas para contener
fugas de capitales más allá de la disponibilidad de reservas internacionales o
la posibilidad de firmar acuerdos con organismos como el FMI, los que por lo
general, están condicionados a profundizar el modelo.
Desde mediados de los años 80 hay una tendencia a la baja en el crecimiento
económico en la región que ha impuesto restricciones para generar flujo de
financiamiento, por ejemplo, mediante impuestos dedicados a programas de
gasto social destinados a remediar la desigualdad. Fenómenos como el
endeudamiento y el aumento de los déficits fiscales y comerciales aparecen
generalmente durante periodos de desaceleración económica, lo que muestra
que no es la llamada indisciplina fiscal una de las causas de la crisis, según se
afirmaba desde los principios del Consenso. El período en que se profundizó
la adopción de las políticas del Consenso de Washington coincide con un
aumento de los índices de pobreza y desigualdad. Además, con el fin de
promover la inversión internacional se han adoptado modelos de tributación
no progresivos que recaen en el consumo de primera necesidad mediante el
cobro de IVA y haciendo una distinción entre rentas de trabajo y rentas de
capital, aunada a beneficios tributarios inequitativos, sin que esto afecte de
manera positiva la informalidad y la evasión (Castañeda Rodríguez & Díaz
Bautista 2017)

Como anota Alicia Girón (2019):


(…) El análisis del proceso de desarrollo y la inserción de los países al
mercado internacional con una fuerte dependencia del sector externo ha
trastocado el proyecto de nación, impulsando políticas interesadas en
satisfacer los intereses corporativos de los grandes conglomerados

27
financieros con políticas de estabilización en el marco del Consenso de
Washington. Esto ha tenido efectos perversos sobre las mujeres, mientras
las políticas públicas específicas para ellas no logran ni la equidad ni el
bienestar deseado, porque no consideran los procesos económicos ni las
diferencias de clase social y la etnicidad como factores que intervienen
en los espacios productivos, las comunidades, las estructuras de poder
público estatal y no estatal.
Entre el discurso hegemónico y la heterogeneidad de Latinoamérica es
necesario armar un planteamiento propio, un discurso sobre el desarrollo
de la región y su sentido de género, clase social, raza y etnia en el
contexto de la globalización hegemónica, como condición para plantear
políticas alternativas que respondan a los intereses de sus grupos sociales
mayoritarios. Estas políticas no pueden eludir los temas de empleo, del
crecimiento y distribución económicos equitativos y sustentables, de
reducción de la desigualdad y la exclusión social y política. (Girón, 2007).
Por otra parte, el ciclo económico caracterizado por recurrentes crisis
económicas y financieras, a lo largo de la historia del capitalismo, transforman
de manera recurrente las condiciones de vida y trabajo de las mujeres, las
personas feminizadas y las personas marcadas por los sistemas raza-racismo,
etnicidad, capacitismo, sexualidad y edad, entre otros. En la actualidad la “clase
de las mujeres” es a la vez proveedora de ingresos y reproductoras sociales y
económicas.
Para Chávez (2010, 54):
(…) la globalización y desconcentración de los procesos productivos y de
los servicios son elementos importantes que han influido en la definición
y transformación del trabajo femenino. La existencia de abundante mano
de obra desempleada y la flexibilidad de las instituciones reguladoras del
trabajo en países menos desarrollados, ha proporcionado mano de obra
barata a las fábricas del “mercado mundial” de las industrias automotriz,
electrónica y de la confección, que si bien crean algunos empleos
formales, favorecen de manera directa o indirecta trabajos no formales
mediante la subcontratación a pequeñas empresas y microempresas, a
trabajadores por cuenta propia, trabajo a domicilio y de producción
familiar, que es fundamentalmente femenino.
En el norte global, es claro como las grandes crisis han reconfigurado el mundo
del trabajo de las mujeres --por ejemplo, durante la crisis económica de 1929 y
la instauración del New Deal-- o cómo la economía de guerra y postguerra ha
situado y resituado a las mujeres en una geopolítica compleja del trabajo. Por

28
otra parte, la crisis del sistema monetario de Bretton Woods tuvo que ver con la
profundización de la economía informal y no estructurada.
La tendencia a la caída de ganancia a nivel global en los setenta impactó
en la caída salarial. El entorno para estudiar la participación de las mujeres
en el mercado laboral obedece al ciclo económico de crecimiento, crisis,
recesión y deflación. Si no tomamos en cuenta las fases del ciclo
económico difícilmente podemos entender como la macroeconomía
afecta indudablemente a las mujeres. Tan es así, que las familias en los
hogares resienten el auge y el declive de la economía. Importante es
mencionar, que las crisis recurrentes en América Latina y en otros países
subdesarrollados originaron políticas estabilizadoras que contrajeron el
ingreso familiar. (Girón 2019)
Como ya vimos, la crisis de la pandemia por COVID-19, también está
reestructurando el mundo del trabajo y reconfigurando la división sexual e
internacional del mundo laboral y la participación de mujeres, personas
feminizadas y personas marcadas por sistemas de raza, nacionalidad, capacitista
y de sexualidad.

7. Bibliografía
Castañeda Rodríguez Víctor Mauricio y Díaz-Bautista Ómar (2017) El Consenso
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