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TEMA 56.- FORMAS ORIGINALES DEL ENSAYO LITERARIO.

EVOLUCIÓN

EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX. EL ENSAYO EN EL SIGLO XX

1.- LOS GÉNEROS DIDÁCTICO-ENSAYÍSTICOS

2.- EL ENSAYO

3.- LOS ORÍGENES DEL GÉNERO ENSAYÍSTICO

4.- EL ENSAYO EN EL SIGLO XVIII

4.1. Benito Jerónimo Feijoo

4.2. José Cadalso y Vázquez

4.3. Gaspar Melchor de Jovellanos

5.- EL ENSAYO EN EL SIGLO XIX

5.1. El ensayo en el Romanticismo

5.2. El ensayo en la segunda mitad del XIX

6.- EL ENSAYO EN EL SIGLO XX

6.1. El ensayo en el Modernismo

6.1.1 El regeneracionismo español

6.2. El ensayo en el Posmodernismo y la transición a las vanguardias

6.3. El ensayo en la época de las vanguardias

6.4 El ensayo en los últimos años

7.- BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA


1.- LOS GÉNEROS DIDÁCTICO-ENSAYÍSTICOS

Estos géneros poseen una característica común: “la lengua sirve en ellos para la

comunicación del pensamiento en sus diversas facetas: filosófica, religiosa, política,

científica... Por consiguiente, el propósito estético queda subordinado en este grupo a

los fines ideológicos, sin que quepa afirmar, no obstante, que aquél esté ausente por

completo” (G. Berrio y Huerta). Hay épocas en las que los ensayos poseen un fuerte

carácter literario, haciendo que el deslinde entre lo didáctico y lo ficcional sea muy

complejo.

La división de los géneros didácticos en tres categorías se debe a su determinación

formal-expresiva:

- Subgéneros de tipo objetivo: Prima la exposición de ideas en tercera persona y en

forma narrativa. En la Historia o la Biografía se incorporan, con frecuencia, elementos

novelescos.

- Subgéneros de tipo subjetivo: Toda la exposición se realiza desde el yo; se intenta

desentrañar la interioridad de ese yo, y por lo tanto, existen evidentes relaciones con la

actitud del poeta lírico.

- Subgéneros dramáticos (objetividad-subjetividad). El autor desaparece y cede la

palabra a unos personajes que exponen sus ideas mediante el diálogo. A veces se

incorporan elementos imaginarios, por lo que se perciben relaciones entre estos diálogos

y las novelas. Berrio y Huerta proponen tres ejemplos de diálogos que son auténticas

novelas: El Crotalón de Cristóbal de Villalón, El coloquio de los perros de Cervantes o

Sueños y discursos de Quevedo.

2.- EL ENSAYO

Es la forma básica de este grupo de géneros didácticos. Los rasgos temáticos y

formales de este género son según Mª. Soledad Arredondo:

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a) Posición subjetiva del autor.

b) Temática variada.

c) Estilo: Prosa literaria sin estructura prefijada, que admite la exposición y

argumentación lógica, junto a las digresiones, en un escrito breve sin intención de

exhaustividad.

d) Propósito: comunicativo, reflexivo o didáctico.

Fue Montaigne el primero en usar el término. Fue en sus Essais (1580), si bien no se usa

esta palabra en el sentido actual. Montaigne se refiere con la palabra no a una noción de

género literario sino “más bien a una noción de método, del desarrollo de un proceso

intelectual”. Aunque el primero en usar el término sea Montaigne, Lázaro y Tusón

afirman que el inventor del género es el español Fray Antonio de Guevara. Para Lázaro

y Tusón, el ensayo sí es un género literario y quienes lo cultivan suelen prestar, por lo

tanto, una especial atención a la forma, aunque matizan que hay ensayistas que se

preocupan sólo por el contenido limitándose a buscar un estilo simplemente correcto.

Destacable es la definición que el DRAE daba en el siglo XIX de la palabra “ensayo”:

“obra literaria didáctica, ligera y provisional”, donde se destacan sus características

fundamentales: su carácter de obra artística, su contenido didáctico, su forma no

tratadística y la brevedad. Ej: El espectador de Ortega y Gasset.

Para Carbonero, el ensayo tiene los siguientes rasgos:

a) Heterogeneidad temática.

b) Subjetividad en el tratamiento de los temas.

c) Extensión variable; suele ser breve o moderada.

Son especialmente importantes los ensayos de divulgación (que ponen alcance de un

público amplio una serie de conocimientos a los que no podrían acceder de otra forma).

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A veces los ensayos son una reflexión personal del autor, que trata temas que no están

en el ámbito de ninguna ciencia, sea física o humana. Otros ensayos abordan aspectos

que, aunque sean objeto de alguna ciencia, no están completamente verificados: son los

ensayos de carácter especulativo. El ensayo (según Carbonero) puede adquirir carácter

literario y, en consecuencia, participar de las características de este tipo de textos.

Para Lapesa, el ensayo es el heredero del género del diálogo. El ensayo “apunta teorías,

presenta los temas bajo aspectos nuevos o establece sugestivas relaciones sin ceñirse a

la justeza ordenada necesaria en una exposición conclusa”. No pretende serlo. Su misión

es plantear cuestiones y señalar caminos más que asentar soluciones firmes. Ej: Feijoo y

algunos escritores de nuestro siglo, como Ganivet, Unamuno, Maeztu, Azorín...

Gastón Fernández alude al enorme cultivo de este género en la actualidad, debido a su

naturaleza versátil y al elemento personal y subjetivo que le es propio. Añade que es el

género por excelencia usado en el periodismo de fondo y que recibe también el nombre

de “estudios”, “meditaciones” o “divagaciones”. Para este autor, las características de

este tipo de escritos son:

a) Su estructura libre, de forma sintética y de extensión relativamente breve.

b) Su variedad temática.

c) Su estilo cuidadoso y elegante, sin llegar a la afectación.

d) Su tono variado, que responde al modo particular con que el autor ve e

interpreta el mundo, la vida, la naturaleza, los seres humanos y a sí mismo. El

tono puede ser profundo, poético, didáctico, satírico, irónico...

e) La amenidad en la exposición, que sobresale sobre el rigor sistemático de

ésta.

El mismo G. Fernández distingue dos tipos de ensayos:

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- Familiar essay o ensayo personal: Es de carácter personal, “casi confesional”. El

escritor habla de sí mismo y de sus ideas y convicciones; da sus opiniones sobre los

hechos. El tono es “ligero, natural, casi conversacional”.

- Formal essay o ensayo formal: Más ambicioso, más extenso y de control formal y

riguroso. Se aproxima al trabajo científico. Aún así, lo que interesa es la opinión

personal del autor (por eso no es un trabajo científico).

Señala asimismo G. Fernández otros tipos de ensayos, de “modalidades intermedias”,

entre las antes citadas:

- Ensayo de exposición de ideas: Su intención es comunicar unas ideas (de cualquier

tema) al lector.

- Ensayo poético: Lo poético prevalece sobre la conceptual. También lo denomina

“poema en prosa”, e incluye algunos ensayos de Azorín y de cierto modo Platero y yo

de J.R. Jiménez.

- Ensayo crítico: De mayor profundidad; se trata de analizar y enjuiciar una idea.

Unamuno, Ortega y Gasset o Huxley son exponentes de este tipo de ensayos.

3.- LOS ORÍGENES DEL GÉNERO ENSAYÍSTICO

El término “ensayo” aparece en la literatura inglesa a principios del siglo XVII,

pero en el resto de Europa el vocablo no se hizo general hasta la mitad del XIX. En

España fue probablemente Alberto Lista el primero en usar el vocablo para denominar a

obras de carácter literario: en 1844 publicó en Sevilla sus Ensayos literarios y críticos.

Sin embargo, el término no fue generalmente usado sino a partir de la generación del

98.

Este hecho determinó una débil controversia sobre la legitimidad de emplear el término

“ensayo” para hablar de autores anteriores a la mitad del XIX o incluso a los del 98.

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Para Juan Marichal esta polémica ha quedado definitivamente resuelta, pues es general

entre los críticos usar el término “ensayista” para autores muy anteriores a las fechas

señaladas.

De este modo Marichal hace una historia del ensayismo español a través de unos autores

insertos en sus épocas respectivas. El libro queda dividido en 6 partes o “jornadas” que

abarcan desde el siglo XV al XX.

La primera jornada engloba el siglo XV. Destaca la figura solitaria del cronista Gutierre

Díez de Games, que sin ser estrictamente un ensayista primerizo, representa la misma

tendencia hacia la individuación expresiva.

La segunda jornada, correspondiente al proceso histórico renacentista, marca la primera

realización de un hispánico modo del ensayismo en sus dos modalidades, la de Guevara

y la de Santa Teresa: modalidades contrapuestas, pues en la escritora castellana operó

una voluntad de estilo anti-retórica y anti-guevariana. Aunque, por otro lado, puede

decirse que la vía expresiva abierta entonces por Santa Teresa (el camino de acceso

hacia el interior de la persona se cierra tras ella) aflora únicamente tres siglos más tarde

en Unamuno.

La tercera jornada está representada por el siglo XVII y en particular por la figura de

Quevedo. Quevedo emplea la flexibilidad del ensayo para apresar no la propia

“ondulante” realidad íntima sino la realidad externa, no como forma de conocimiento de

sí mismo, sino como forma de acción sobre el mundo.

4.- EL ENSAYO EN EL SIGLO XVIII

El mayor hallazgo literario del siglo XVIII es la creación de una prosa clara y

precisa que va a ser un eficacísimo instrumento para la divulgación de las ideas

ilustradas. De ahí arranca el ensayo moderno, con un estilo expositivo en que se ha

eliminado todo lo superfluo en busca de una mayor claridad.

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4.1. Benito Jerónimo Feijoo

Muy atractiva es la figura de este fraile benedictino, profesor de teología y

curioso espectador del desarrollo de la ciencia moderna, cuyos principios y logros trata

de difundir en el mundo de lengua española. Para ello escribe 118 artículos que reúne en

8 volúmenes y un suplemento con el título de Teatro crítico universal (1726-1740).

Completa esta labor con las 164 misivas que publica en Cartas eruditas y curiosas

(1742-1760, 5 vols.). En estos opúsculos aborda los temas más variados que puedan

imaginarse: escribe contra las supersticiones y falsos milagros, ofrece nociones de la

nueva medicina y de las ciencias positivas de su tiempo, propone determinadas reformas

de la enseñanza universitaria, alienta el aprendizaje de las lenguas modernas, comenta

asuntos relacionados con la política y la historia... Las reflexiones de Feijoo, aunque

pueden contener errores de detalle, están siempre guiadas por la cordura y el buen

sentido.

Especialmente interesante es la construcción de un nuevo estilo: una prosa llana,

sencilla, de tono familiar, precisa, que logra estimular la atención del lector.

4.2. José Cadalso y Vázquez

Este militar gaditano encarna la fusión del espíritu reformista de la Ilustración y

la sensibilidad prerromántica. Al primer campo pertenecen Los eruditos a la violeta,

sátira irónica contra la cultura superficial, y las Cartas marruecas. Esta obra, inspirada

en las Cartas persas de Montesquieu, ofrece la correspondencia en la que el joven

marroquí Gazel cuenta a su maestro Ben-Beley las impresiones y experiencias del viaje

que hace a España acompañando al embajador de su país. También interviene Nuño, un

español que le ayuda a deslindar las informaciones verdaderas de las falsas.

Las Cartas desgranan múltiples aspectos de interés para la sociedad española: sus raíces

históricas, la frivolidad de la vida contemporánea, el escaso aprecio del saber, la

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holgazanería popular, las cuestiones morales que preocupan a las minorías

intelectuales... A pesar del carácter satírico y en algunos momentos caricaturesco que

tiene la obra, Cadalso confía en el progreso que la Ilustración trae a España

Las noches lúgubres es un diálogo que muestra el camino que sigue Tediato desde sus

obsesiones enfermizas (quiere desenterrar a su amada muerta) hasta la preocupación por

las tragedias ajenas. No sólo el ambiente macabro (la cripta, la noche, la tempestad),

también el tono, patético y angustiado, es decididamente romántico. Cadalso, como

confiesa en las Cartas marruecas, se inspira en Las noches de Edward Young.

4.3. Gaspar Melchor de Jovellanos

Es un reformista preocupado por el bienestar colectivo, el perfeccionamiento

intelectual y el progreso, que lucha contra la reacción y busca un acercamiento a

Europa. No es, sin embargo, un revolucionario. Para comprender su vida y su obra, es

fundamental la lectura de los Diarios, en que da noticia de toda la labor que desarrolló.

La preocupación por los problemas de España es el tema de sus obras más notables.

Memoria sobre la policía de los espectáculos y diversiones públicas es un informe que

pidió la Academia de la Historia con el fin de reformar la legislación vigente.

Jovellanos lleva a cabo un estudio histórico y analiza unos y otras de acuerdo con su

mentalidad ilustrada. Considera un inconveniente el exceso de reglamentos y

prohibiciones. Critica las corridas de toros, aboga por la reforma del teatro. Frente a la

dramaturgia barroca, sostiene los principios de la neoclásica: el respeto a las reglas, la

intención didáctica y los límites morales a la libertad de creación.

En Informe en el expediente de la Ley agraria estudia los obstáculos que impiden el

resurgimiento de la agricultura española y propone soluciones al problema. En Plan

general de instrucción pública señala como condición indispensable para el progreso la

formación cultural, que solo puede conseguirse con una educación racionalista.

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Descripción del castillo de Bellver contiene interesantes observaciones sobre sus tesoros

artísticos, el panorama que se divisa desde sus torres, la fauna, la flora y la geografía de

la zona, el proceso de construcción que tuvo lugar en la Edad Media... El edificio

aparece formando un todo indisoluble con el marco natural que lo rodea.

Memoria en defensa de la Junta central es la más clara expresión del patriotismo a

ultranza de Jovellanos y de su ideario liberal.

Su prosa pasa por ser la más elegante del siglo XVIII. Destaca por su sobriedad y

ausencia de galicismos, tan propios de la época, así como por la capacidad de hacer

accesibles al lector temas de escasa amenidad. Es exacto y conciso y argumenta muy

hábilmente para demostrar sus puntos de vista.

5.- EL ENSAYO EN EL SIGLO XIX

A lo largo del siglo XIX el ensayo irá adquiriendo importancia creciente como género

literario. El término “ensayo” es ya usado a partir de la mitad de siglo. Al final de la

centuria, con la generación del 98, sufrirá un impulso definitivo, que convertirá al

ensayo en el género literario más importante en nuestros días.

5.1. El ensayo en el Romanticismo

La lista de autores es extensa:

a) El primer grupo de estos ensayistas estaría formado por los emigrados. La

importancia de estos intelectuales obligados a emigrar en tiempos de Fernando VII fue

decisiva en la conformación del Romanticismo en España. Debemos destacar al grupo

de exiliados en Londres, ciudad en la que llegó a haber más revistas publicadas en

español que en toda España (El Español constitucional, Correo literario y político de

Londres, El Español...). En este grupo destaca el sevillano José María Blanco Crespo,

más conocido como Blanco White, y los gaditanos José Joaquín de Mora y Antonio

Alcalá Galiano.

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b) Un segundo grupo estaría formado por los autores dedicados a la crítica e

investigación literaria. En este caso citaremos a los que permanecieron en España, pues

en el grupo anterior también se desarrolló una importante labor en este terreno. Éste fue

probablemente el campo más cultivado de la prosa ensayística en el Romanticismo: el

carácter estéticamente revolucionario de los postulados románticos y su laboriosa

difusión dieron lugar a gran cantidad de artículos. En cualquier caso, la aportación

crítica no fue grande, siendo el subjetivismo la característica dominante en estos

ensayistas. Los más destacados: Bartolomé José Gallardo, Agustín Durán y Eugenio de

Ochoa.

c) Este último grupo estaría integrado por aquellos autores dedicados al pensamiento en

general, es decir, a las manifestaciones de la prosa ensayística en las distintas ramas del

saber. Aquí se hallan Juan Donoso Cortés y Jaime Balmes.

Tenemos que hablar también del artículo de costumbres, género creado por el

Romanticismo en el que podemos hallar en muchas ocasiones los rasgos definitorios del

ensayo: el mejor ejemplo es, sin duda, el de Mariano José de Larra. Los más de 200

artículos que publicó durante 8 años (bajo seudónimos) en la prensa pertenecen

claramente al género que nos ocupa. No olvidemos tampoco la importancia del

periodismo en el desarrollo del género ensayístico. Convencionalmente, la abundante

producción de Larra se suele dividir en 3 apartados:

· Artículos de costumbres: “Costumbre” no es para Larra tipismo o sátira sino un medio

para efectuar consideraciones filosóficas y sociales, extraer conclusiones sobre el

carácter de un pueblo o meditar sobre la vida en general. En estos artículos, Larra

trasciende el puro costumbrismo, dotando a sus visiones de una fuerte carga crítica. En

su caso es preferible hablar de artículos de crítica social y moral. En la sociedad

española, en general, fustiga el atraso, la ignorancia, la ramplonería. Rechaza un burdo

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casticismo y pone al descubierto la pereza, la chapucería, la despreocupación por el

trabajo bien hecho (La vida en Madrid). Y es famosa su crítica a la lentitud o ineficacia

de la Administración (Vuelva usted mañana). Muchos de sus artículos se ocupan de

aspectos concretos de la vida española, mientras que otros se alzan a un plano

existencial y expresan aquella concepción desengañada y trágica de la vida a la que

antes nos hemos referido (La Nochebuena de 1836).

· Artículos de crítica literaria, que interesan sobre todo como testimonio de las letras del

momento y de la evolución de los gustos del autor. Atención especial le mereció la vida

teatral. Le preocupa la decadencia de este género y propone en sus artículos la creación

de una Escuela de Arte Dramático, la educación del público y la aparición de

dramaturgos con criterios (Reflexiones acerca del modo de hacer resucitar el teatro

español). En sus primeros artículos literarios se nota su formación neoclásica de raíz

francesa. Pero a partir del Discurso de A. Durán comienza a valorar más positivamente

el Romanticismo. Su gran manifiesto literario se halla en el artículo titulado Literatura,

en el que propugna la naturaleza cultural de la literatura y defiende la libertad de

creación literaria.

· Artículos políticos. En ellos se percibe la controvertida ideología de este periodista.

Dentro de lo posible, Larra fustigó, ante todo, al absolutismo y a los carlistas. Pero

también dejó constancia de su desacuerdo con cierta política liberal. En conjunto, estos

artículos nos dan un panorama de la política de su tiempo. Sobresalen dos: El día de

difuntos de 1836, en el que Larra une el destino de España al de su propio corazón (no

hay esperanza ni para España ni para el propio Larra); Fígaro dado a los redactores del

Mundo, en donde critica el gobierno de Calatrava y aborda la cuestión colonial.

La mayor dificultad reside en delimitar qué artículos deben incluirse en cada grupo:

Larra, como buen periodista, mezcló diversos temas en sus escritos, y así no es

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infrecuente que en textos no específicamente políticos se introduzcan reflexiones sobre

la sociedad o alusiones a la situación política. En cuanto a los artículos llamados de

crítica literaria, también en éstos se entremezclan las cuestiones estéticas, sociales o

políticas con las específicamente teatrales o literarias en general.

5.2. El ensayo en la segunda mitad del XIX

En este período destacan Juan Valera y Clarín.

Juan Valera fue crítico antes que literato. Sus estudios sobre literatura ocupan la parte

más extensa de sus ensayos: Del Romanticismo en España y de Espronceda, Apuntes

sobre el nuevo arte de escribir novelas. Especialmente importante fue su dedicación a la

literatura hispanoamericana; se le reconoce el honor de haber descubierto a Rubén Darío

para el mundo peninsular, pues hizo una reseña de Azul en 1888.

La obra crítica de Alas Clarín revela un gran conocimiento de la literatura europea de su

época. Las tres corrientes de krausismo, positivismo y espiritualismo se entretejen en su

obra crítica, formando unidad homogénea y un método deductivo para buscar la verdad.

Sus juicios sobre literatos contemporáneos fueron famosos por su carácter sarcástico e

incluso belicoso: de Darío llegó a decir que desconocía la gramática. Estos trabajos se

recogen en gran parte en Solos y Paliques. No debemos olvidar tampoco que el agudo

sentido de Clarín para la crítica se aprecia también en sus obras literarias: La Regenta es

el mejor ejemplo.

Aparte de estas dos grandes figuras mencionadas, la historia de la crítica y el

pensamiento en la segunda mitad del XIX debe hacerse desde el conocimiento de las

dos posturas que se enfrentaron en esta época: la tradicionalista y la liberal.

a) La corriente tradicionalista entronca con el pensamiento de los ya mencionados Jaime

Balmes y Juan Donoso Cortés. Estos representan la España tradicional, ortodoxa y

católica desde 1840. En esta línea ensayística de pensamiento conservador destaca

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Marcelino Menéndez Pelayo. Su deslumbrante erudición y su patriotismo y religiosidad

inundaron todos sus escritos. Sus trabajos más importantes: La ciencia española,

Historia de las ideas estéticas, Orígenes de la novela... Su obra más polémica: Historia

de los heterodoxos españoles, de documentación insuficiente y juicios muy

condicionados por su fuerte conservadurismo.

b) La corriente liberal se opone vivamente a la anterior. Tiene como fundamento más

importante la filosofía del krausismo. Destacan Julián Sanz del Río y Francisco Giner

de los Ríos, uno de los pensadores que anticiparon las ideas de los jóvenes del 98. Obras

como Estudios literarios, Principios elementales de Derecho y Educación y enseñanza,

lo revelan como sociólogo sagaz que estudió la evolución de la cultura y de la literatura,

preocupado por la formación de un hombre nuevo, moralmente íntegro e

intelectualmente cultivado.

6. EL ENSAYO EN EL SIGLO XX.

6.1. El ensayo en el Modernismo:

6.1.1 EL REGENERACIONISMO ESPAÑOL. Años antes de la derrota de

1898, se había abierto entre las minorías intelectuales españolas el debate sobre la

regeneración de la vida social y política. Es una polémica que nace entre economistas y

juristas y que adquiere importancia literaria gracias a las obras juveniles de Miguel de

Unamuno y Ángel Ganivet.

ÁNGEL GANIVET es un ensayista lúcido y paradójico, imbuido del estoicismo

senequista y del irracionalismo finisecular. Nos ha dejado un interesante epistolario en

el que plantea muchas ideas que luego pasarán a los libros. Ideárium español es uno de

los textos capitales del Regeneracionismo, en el que se ponen de manifiesto las

contradicciones y ambigüedades de esta corriente. El autor se dedica a especular sobre

las raíces del ser de España, a tratar de las servidumbres que tuvo la expansión por

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Europa y América y de la situación general de nuestra política internacional, para acabar

diagnosticando el grave mal de los españoles: la abulia. El porvenir de España recoge

las cartas abiertas que cruzó con Unamuno en El defensor de Granada. En esta amistosa

polémica defiende los mismos principios que en Ideárium español, con idéntico

irracionalismo y gusto por la paradoja.

Su pensamiento también se vierte en dos novelas con muchos elementos

autobiográficos, cuya estructura apenas permite considerarla como tales: La conquista

del reino de Maya por el último conquistador español Pío Cid y Los trabajos del

infatigable creador Pío Cid.

Tras la pérdida de los últimos restos del imperio las manifestaciones del disgusto

intelectual crecieron. JOAQUÍN COSTA simbolizó la oposición al régimen y la

exigencia de cambio. Su objeto sería europeizar España, mejorar las formas de la vida,

elevar el nivel intelectual y entrar en contacto con el progreso extranjero. Su obra clave

es Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno de España: urgencia y

modo de cambiarla.

Miembro de la nueva generación literaria, componente con Azorín y Baroja, del “Grupo

de los tres”, fue RAMIRO DE MAEZTU. En su evolución pasa del socialismo radical

de sus primeros años a alinearse en las filas del fascismo y la tradición, adoptando como

puntales de su pensamiento el catolicismo y la hispanidad. Jamás le abandona la

inquietud social ni se desprende por completo del influjo de Nietzsche que le anima en

un principio.

El más alto exponente del pensamiento de Maeztu en su etapa revolucionaria es Hacia

otra España, donde se ocupa de la decadencia española, la guerra colonial, el Desastre y

el proyecto de regeneración. Ya en plena militancia tradicionalista escribe Don Quijote,

don Juan y la Celestina. Ensayos de empatía, su obra de mayor valor literario, en la que

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muestra a estos tres grandes mitos, que para él representan la falta de ideales de la

sociedad española, como encarnación del amor, el poder y la sabiduría,

respectivamente. Defensa de la hispanidad es un “libro de amor y combate” en el que se

definen y exaltan los valores tradicionales católicos. Fracasados el capitalismo y el

socialismo, la salvación está en un nuevo humanismo español que se base en la igualdad

esencial de todos los hombres.

LOS ESTUDIOS HISTÓRICOS Y FILOLÓGICOS. La larga paz de la

Restauración permitió el desarrollo de la universidad española. En ella influyeron de

modo muy notable los hombres ligados a la Institución Libre de Enseñanza, fundada por

Francisco Giner de los Ríos, con el fin de difundir un sistema educativo laico y

progresista. También tuvo notable relieve el ejemplo de Marcelino Menéndez Pelayo,

que, desde otra posición ideológica, impulsó los estudios de historia literaria. Son

multitud los discípulos directos o indirectos de don Marcelino que realizaron una

notable labor de documentación y bibliografía: Emilio Cotarelo, Francisco Rodríguez

Marín...

Los estudios literarios se renovaron con la incorporación de las técnicas

filológicas. Su introductor en España es RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL. Su sólida

formación lingüística le permite penetrar a fondo en la evolución de las lenguas

romances, fijar con rigor los textos medievales e incluso llegar a reconstruirlos. Pilares

básicos de su pensamiento son la teoría tradicionalista y, ligado a ella, el concepto de

estado latente. Son muchas sus publicaciones: Manual de gramática histórica española,

Orígenes del español, Poesía juglaresca y juglares, La “Chanson de Roland” y el

neotradicionalismo.... Añadamos a todo esto sus numerosas ediciones de textos

medievales: Cantar de Mio Cid, Auto de los Reyes Magos...

6.2. El ensayo en el Posmodernismo y la transición a las vanguardias.

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En España, la promoción novecentista, constituida por intelectuales

universitarios que asumen el papel de formadores de la sociedad, se consagra

especialmente al ensayo, género muy adecuado para dar cabida a sus inquietudes.

Constituyen la prolongación de las reflexiones finiseculares (Generación del 98), pero

se observa en ellos un esfuerzo por racionalizar y hacer más eficaz su meditación sobre

la vida social y la cultura.

JOSÉ ORTEGA Y GASSET. Formado como filósofo en Alemania, catedrático

de metafísica en la Universidad de Madrid, sus escritos no se limitan a su especialidad

académica. Aspira a ejercer un cierto liderazgo social e intelectual. Para ello funda el

diario de El sol en 1917 y en 1923 la Revista de Occidente y la editorial del mismo

nombre. En el exilio argentino, a raíz de la guerra civil, impulsa la conocida colección

“Austral”. Parte de una ideología liberal y de una concepción elitista que defiende el

papel rector de las minorías selectas sobre la masa.Tras recibir en sus años juveniles el

influjo del idealismo neokantiano, en su etapa de plenitud rechaza tanto el racionalismo

como el vitalismo, para integrarlos en una razón vital, opuesta a razón pura: el

raciovitalismo, pilar básico de toda su filosofía. Se condensa en la célebre frase “Yo soy

yo y mi circunstancia”. Para Ortega pensar es dialogar con las circunstancias; no se

puede separar el yo pensante del mundo en el que piensa. La vida humana, “mi vida”,

entendida como interacción del yo con la circunstancia, es la realidad fundamental para

la consideración filosófica.

Entre sus obras citemos Meditaciones del “Quijote”, El espectador, España

invertebrada, La rebelión e las masas... Citemos también La deshumanización del arte,

donde analiza las Vanguardias y señala como rasgos distintivos su tendencia a

“deshumanizar el arte”, a distanciarse de la realidad y de la expresión directa de los

sentimientos, su concepción del arte como puro juego y, por consiguiente, la

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intrascendencia. Ideas sobre la novela sostiene el principio de que el novelista debe ser

capaz de crear una realidad imaginaria, un ámbito cerrado, propio de la obra artística,

que se comunique lo menos posible con el mundo real.

Desde el punto de vista estilístico, defiende un ideal de claridad y precisión, para

que resplandezca la luz del conocimiento sin complicaciones gratuitas que la oculten.

Otros ensayistas españoles destacables son EUGENIO D’ORS, SALVADOR DE

MADARIAGA, MANUEL AZAÑA y GREGORIO MARAÑÓN.

LA CRÍTICA Y LOS ESTUDIOS LITERARIOS E HISTÓRICOS. La

crítica literaria cuenta con las aportaciones de ENRIQUE DÍEZ-CANEDO, puntual

seguidor día a día de las novedades de las letras españolas, cuyos artículos se reunieron

póstumamente en Estudios de poesía española contemporánea y Artículos de crítica

teatral. El teatro español de 1914 a 1936; y RAFAEL CANSINOS-ASSÉNS, con sus

comentarios subjetivos y sugerentes, dispersos en la prensa diaria o reunidos en libros

como La nueva literatura, Poetas y prosistas del novecientos (España y América), sus

interesantes memorias que llevan por título La novela de un literato (Hombres-Ideas-

Escenas-Efemérides-Anécdotas) y algunas novelas entre las que destaca El movimiento

V.P., irónica parábola en clave de la tendencia ultraísta.

AMÉRICO CASTRO comienza su carrera como investigador positivista

adscrito a la escuela de Menéndez Pidal, pero pronto supera ese estadio para adentrarse

en el terreno de las ideas y las actitudes vitales. Muy importantes son sus trabajos

cervantinos: El pensamiento de Cervantes, Cervantes y los casticismos españoles,

Hacia Cervantes..., a los que se suman otros muchos estudios y ediciones de Lope de

Vega, Tirso de Molina, Quevedo... Su libro definitivo en torno al ser nacional es

España en su historia. Cristianos, moros y judíos, que fue ampliado y refundido en

1954 con el título de La realidad histórica de España. Muy agria fue la confrontación

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con CLAUDIO SÁNCHEZ –ALBORNOZ, también discípulo de Menéndez Pidal, que

le replico en España, un enigma histórico.

6.3. El ensayo en la época de las vanguardias.

Los ensayistas más relevantes de este período se mueven por la preocupación

social y política. Nos ocuparemos en el presente apartado de algunos autores españoles

muy influidos por el estilo experimental y de ruptura de la Vanguardia.

JOSÉ BERGAMÍN, fundador de la revista Cruz y raya, nos ofrece una

modalidad nueva del ensayo y la crítica literaria, que aparecen impregnados de

trascendencia poética y religiosa. A él se debe un incisivo análisis del ser español y una

originalísima visión de nuestros clásicos, guía de sus reflexiones sobre España. Su estilo

es netamente conceptista, tanto en los aforismos (El cohete y la estrella) como en los

ensayos: El arte de birlibirloque, defensa de los valores estéticos y metafísicos del

toreo, y Mangas y capirotes, original reflexión sobre la dramaturgia áurea, que

Bergamín considera como una popularización poética de la España eterna...

Célebre protagonista de la Vanguardia española fue ERNESTO GIMÉNEZ

CABALLERO, un escritor intuitivo, con imaginación, de acento vehemente, que gusta

de engarzar imágenes y expresiones caprichosas en Yo, inspector de alcantarillas, una

muestra de arte surrealista; Julepe de menta, conjunto de artículos heterogéneos, y

Hércules jugando a los dados, una exaltación del superhombre, encarnado en el atleta.

En el terreno de la crítica literaria destaca la figura de JUAN CHABÁS, autor de

Literatura española contemporánea (1898-1950), extenso manual elaborado desde una

óptica subjetiva. También escribió poemas que publicaba en las revistas ultraístas, y

algunas novelas eminentemente líricas: Sin velas, desvelada, Puerto de sombra, Agor

sin fin...

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Dentro del periodismo político destaca LUIS ARAQUISTÁIN, cuya capacidad

dialéctica se evidencia en El pensamiento español contemporáneo. Otras veces se ocupa

de temas literarios; así en La batalla teatral, donde intenta analizar las causas de la

crisis del arte escénico.

6.4. El ensayo en los últimos años.

Es absolutamente imposible en el espacio del que disponemos continuar con la

historia del género ensayístico. La nómina de autores se hace interminable: Dámaso

Alonso, Julián Marías, Pedro Salinas, Aranguren, Francisco Ayala, Ricardo Gullón; y

eso sin mencionar a los hispanoamericanos, de importancia también enorme en muchos

casos: Octavio Paz, Vargas Llosa, Carlos Fuentes, ...

Tal desarrollo del género ha llevado a una definición cada vez más amplia e

imprecisa del término ensayo, en el que cabe un escrito de extensión variable, de tema

diverso, de desarrollo argumentativo y subjetivo y destinado a un público amplio.

7.- BIBLIOGRAFÍA UTILIZADA

- Apuntes propios universitarios

- Aullón de Aro. Los géneros ensayísticos del siglo XVIII. Madrid, Taurus, 1987

Los géneros ensayísticos del siglo XIX. Madrid, Taurus, 1987

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