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¿Qué es la teoría literaria?

22 febrero, 2018
¿Qué es la teoría literaria? ¿Y la literatura comparada? Desafortunadamente
estas preguntas nos las hacen continuamente a aquellos que hemos estudiado
tales disciplinas. Quizás incluso más que la clásica “¿Y esto para qué sirve?”. De
hecho, la teoría literaria (y la literatura comparada) en este país no tiene ningún
tipo de relevancia y nadie sabe qué es, pero en otros, como Francia o Inglaterra,
se plantea el estudio de la literatura y la teoría literaria como integradas el uno
con la otra. Es por eso que quiero empezar esta sección, en la que intentaremos
hablar de diversas cuestiones que quizás os hagan ver la literatura de manera
distinta a como la podéis haber visto hasta ahora, intentando responder a la
maldita pregunta.

El objetivo de  la teoría literaria es precisamente todo lo que esté relacionado con
la literatura. ¿Fácil, verdad? De hecho, la teoría literaria difícilmente aporta
solución alguna, algo que muy frecuentemente, sobre todo al principio, resulta
desesperante. Pero cuando uno va leyendo y conociendo qué dice la teoría
encuentra que este es el gran placer: las preguntas, no las respuestas: el
viaje, no el destino. Si nos fijamos, en el insituto o en el bachillerato, cuando
debemos analizar un poema, se nos dice que si hacemos un seguido de
operaciones podremos entender el poema: contamos sílabas, localizamos las
figuras estilísticas y leemos la vida del autor y su contexto. ¿Con esto lo tenemos
todo? De hecho no, porque ninguna de estas cuestiones nos remiten a la
literatura estrictamente hablando. Hablaremos en todo caso de métrica, retórica o
historia, pero no de literatura.

Esto no quiere decir que hablar de retórica no pueda ser interesante, lo ¡y mucho!
Pero entonces, ¿qué preguntas se hace la teoría literaria? Pues preguntas
como “¿Qué relación hay entre la filosofía y la literatura?, “¿En qué momento un
cuento pasa a ser una novela?”, “Por qué Shakespeare escribe obras de calidad?”,
“¿Leer un poema chino traducido es leer ese mismo poema o es otra cosa?”, “¿Qué
sentido tiene leer una obra de teatro si podemos ir a verla representada?”, “¿La
tragedia antigua griega tiene la misma fuerza en el siglo XXI que en el siglo V a.C.?”,
“¿Cómo podemos interpretar bien un poema?”, “¿Cómo se leía en la Edad Media?”…

Podría seguir escribiendo preguntas a lo largo de páginas y páginas y páginas. Y


no acabaría. Y, como ya he dicho, ninguna de estas preguntas tiene una respuesta
correcta: toda respuesta es válida, aunque se contradigan entre ellas. Porqué en
literatura no hay verdades absolutas, nada es blanco o negro. No hay una
única manera de interpretar bien. Y este es el gran placer de todo esto: pensar,
reflexionar, debatir y discutir. Y no solo con los amigos o los estudiosos sino
también con Dante o con un crítico del s. XIX cuando los leemos.

Me gustaría explicaros mi propia experiencia. Cuando hacía bachillerato no


sabía qué hacer, qué estudiar… Tenía la intención de hacer Humanidades (cosa
que por suerte acabé desestimando) y vi que entre todas las filologías de la UB se
ofertaba un grado raro, del que nadie había oído hablar, ni yo ni nadie de mi
entorno. Era el grado de Estudios Literarios y pensé que, a mi que no me gusta
demasiado la lengua ni tampoco quería dedicarme a una única literatura
(catalana, española…) esto era algo ideal para mí. Pensaba que haríamos historia
de la literatura universal (que es lo que se hace en el instituto en el mejor de los
casos), es decir, autores, corrientes, estilos… Pero no, ¡resultó que esto, la única
manera de hacer literatura que yo concebía, no constituía ni un cuarto de todo el
plan docente! ¿Qué era entonces el otro 80%? Asignaturas tan extrañas como
“Hermenéutica literaria”, “Lírica: formas y motivos”, “Literatura y crítica de la
cultura” o “Teoría literaria feminista”.

Os lo confieso: el primer año de carrera fue como una bofetada. No entendía


nada. Nadie entendía nada. Nadie entendía lo que se nos explicaba. Lo único que
empezábamos a percibir es que nada de lo que nos habían explicado hasta ahora
sobre literatura era válida. Todos los conocimientos que pudiésemos tener se
nos estaban desmontando. Desaprendimos todo lo que habíamos aprendido.
Y es que los cuatro años de carrera me cambiaron radicalmente la manera
de entender la literatura, de leer. Ya no puedo salir de casa sin un libro y un
lápiz (del todo indispensable) para leer en cualquier momento. La teoría
literaria me lo ha cambiado todo y me ha permitido formularme contínuamente
preguntas sobre cómo leo y sobre aquello es estoy leyendo. Ya no me satisface
pensar que Balzac, Dickens, Zola, Galdós o Oller son todo un grupo de autores
que se dedican a escribir objetivamente a lo largo de páginas y páginas lo que está
pasando (os prometo que así me vendieron el cuento en secundaria) ¡no es
verdad! ¡No es en absoluto así! Y es mucho más interesante ver aquello que los
distancia que no lo que tienen en común.

Es por eso que lo que nos proponemos en esta sección no es explicar nada, no es
ofrecer respuestas. Lo que queremos es plantear preguntas, darle vueltas a cosas
que quizás todos tenemos integradas y que nunca nos habíamos planteado. Hay
muchas maneras de hacer las cosas y lo que queremos es mostrarlas, no
decir cuáles son correctas y cuáles no. Pero sobre todo, lo que más deseamos
es motivaros a hacer vosotros mismos más preguntas, a no conformaros con
lo que os ofrecemos sino que  sigáis dando vueltas a las cosas, sin parar,
nunca.  
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Por  Marc F. Cuyàs

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