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Brew Roger. El desarrollo económico de Antioquia desde la Independencia hasta 1920. Editorial
Universidad de Antioquia Página 1. Medellín, 2000
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Ibid. Pag. 19
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trabajo. Tal vez todavía resonaban los deseos coloniales del visitador Mon
y Velarde de que los artesanos fueran serios y entonces ya las necesidades
del comercio, de la construcción, del mercado interno, en fin, requerían
capacitación de mano de obra. Las reformas de Pedro Justo Berrío,
“hombre de pro” que además como valor agregado comienza a pensar en
cómo ir rompiendo el aislamiento de Medellín, originan la Escuela de Artes
y Oficios. Las innovaciones no se hicieron esperar. Enrique Haeusler,
mecánico alemán que había llegado al país para construir maquinaria para
minas y puentes de piedra, es nombrado como director de la mencionada
escuela, y la capacitación de los alumnos tiene que ver con el reemplazo de
la madera por el hierro, la organización de talleres, la introyección de
disciplinas de trabajo y de métodos prácticos.
Son los días de preparación de mano de obra, pero, a su vez, los tiempos en
que las élites van pensando cómo preparar a sus “herederos”, cómo adquirir
conocimientos técnicos que redundaran en productividad y ganancia, tanto
en las minas como en el comercio, y cómo romper el empirismo. Si bien es
verdad que habrá grandes empresarios “pragmáticos” y hasta iletrados
(como Pepe Sierra, por ejemplo), otros miembros de las élites se
preocuparán por el conocimiento y el estudio. Ellos serán los que, a la
postre, crearán el “monstruo” llamado modelo empresarial, que en
Medellín y el Valle de Aburrá, se aliará con la Iglesia, pensará cómo
controlar el tiempo del obrero, cómo no dejarlo dispersar en asuntos
“peligrosos” y en nada distinto a las oraciones y novenarios, pero, sobre
todo, a la dedicación laboral en las fábricas.
Son los días en que ya no se necesitan solo curas, médicos y juristas, que
eran las profesiones de más demanda y que otorgaban distinción, sino que,
debido a los mercados, al oro, al comercio, a la búsqueda y creación de
riquezas, se precisaban ingenieros. Claro que en Antioquia, para antes de
1880, no era posible estudiar esa carrera. Por eso, los hijos de los miembros
de la élite, de las oligarquías, eran enviados a Estados Unidos y Europa
para el efecto. Para ser comerciante, en rigor no se requería mucha
instrucción. Desde pelados, los hijos de los dueños de almacenes, eran
introducidos en el negocio. Pero más allá del comercio, había una minoría
selecta que avizoraba cómo tener más injerencia en todos los asuntos de la
política y la economía, y veían en la preparación académica una posibilidad
de poder.
Al mismo tiempo, circulaban los criterios de que los estudios literarios (tan
acogidos por las elites bogotanas) no eran rentables y más bien eran
considerados como una pérdida de tiempo. Sin embargo, para gentes como
Mariano Ospina Rodríguez (el papá de Tulio y Pedro Nel), José Eusebio
Caro y Rufino José Cuervo, la “tabla de salvación” de la juventud estudiosa
radicaba en las ciencias exactas, físicas y naturales. El mismo Mariano
aconsejó a sus hijos para que no siguieran carreras relacionadas con la
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Alberto Mayor Mora. Ética, Trabajo y Productividad en Antioquia. Tercer Mundo Editores. Bogotá,
reimpresión abril 1996. Pág 19.
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Op. Cit. Página 20
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Jaime Sanín Echeverri. La mujer de cuatro en conducta. Editorial Universidad de Antioquia. 1995.
Página 118.
9
Citado por Hernán Darío Villegas, op. Cit. Página 160: La ley del Embudo. El Obrero
10
Luz Gabriela Arango. Mujer, religión e industria Fabricato 1923-1982. Editorial Universidad de
Antioquia, 1991. Página 48.
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11
Hernán Darío Villegas, op. Cit página 190-191
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Historia de la Arquidiócesis de Medellín, Doctor Humberto Bronx y padre Javier Piedrahita. Página
102
14
Ibid. Página 102
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8. Epílogo
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Alberto Mayor Mora, op. Cit. Página 317
16
Fernando González. Don Mirócletes. Editorial Bedout, segunda edición. Página 89
17
Alberto Mayor Mora. Op. Cit. Página 334
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