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Las Ciudades Amables

Las ciudades siempre han obedecido a algún tipo de planeamiento urbano desde
sus orígenes. Sabemos que ellas descienden de miles de condicionantes entre
ellas históricas, políticas, económicas, sociales las cuales han sido punto de
partida para la creación de algún tipo de normativa que ordenara el territorio… Y
todo para privilegiar al ciudadano que más que un usuario es un ser humano que
se mueve, habla, observa, vive el espacio del que se apropia. Es esa
precisamente la razón por la cual la Ley 388 de 1997 en sus principios
fundamentales se ve plasmada la importancia que tiene el bienestar de la
sociedad, al igual reconocer que no es un ente aislado sino un ser social por
naturaleza, rodeado por un medio del que se ha tomado conciencia para
aprovecharlo de la mejor manera posible y manejarlo de una forma coherente
para asegurarlo para las generaciones futuras. Es así como se integra el concepto
de sostenibilidad como visión de los planes de ordenamiento.

Sin embargo hay momentos en donde el problema se sale de las manos… Estamos
en un país en vía de desarrollo con altos índices de crecimiento poblacional, una
sociedad cambiante y muy heterogénea que se multiplica y muchas veces
inesperadamente se convierte en un fenómeno mayor: Las ciudades no están
preparadas para atender las consecuencias a los problemas sociales como las
grandes emigraciones huyendo del exilio y en busca de un refugio, trabajo,
educación, sin encontrarlo y abriéndose paso en una ciudad ajena. Los resultados
negativos como son la inseguridad y los altos registros de desempleo que causan
la informalidad invadiendo el espacio público, volviéndose un laberinto
tenebroso. Todos nos vemos afectados de alguna u otra forma, aglomerándonos
en las zonas que todos compartimos y que hace parten de nuestra vida diaria. Las
malas intervenciones que buscaban un mundo perfecto de fantasía fracasaron
convirtiéndose en un ‘caos’ urbano, la ciudad fragmentada y perdiendo su
unidad.

El sistema de espacio público comienza a quebrantarse y es ahí en donde se


habla de una “crisis del espacio público”, en donde la vida colectiva pierde
importancia al verse confinada, con miedo a desenvolverse en un lugar que
aunque le pertenezca ya no exprese su identidad, hallándose en medio de un
territorio abandonado.

Es aquí en donde los modelos de gestión y las políticas de intervención urbana


entran ya no sólo a cumplir su papel regulador y ordenador del territorio sino
también crear Ciudades Amables, en el cual lo construido no es enemigo del ser
humano, donde hay un diálogo constante con la naturaleza, sin discriminaciones
de ninguna clase y la democracia participativa adquiere una nueva
interpretación. Se va creando una sociedad más igualitaria que se apropia del
espacio público y lo respeta. Se origina un nuevo sentido de pertenencia a
manera de respeto con su medio porque el individuo se hace partícipe de él y lo
enriquece con experiencias culturales, deportivas y artísticas dadas al
intercambio social que cierran la brecha entre las clases sociales priorizando al
menos beneficiado. La calidad de vida se eleva y las dinámicas existentes con las
propuestas comienzan a tener otros propósitos en miras del desarrollo
intelectual, tecnológico, cultural, social, económico y en general, más humano.
Las ciudades vuelven su mirada hacia el interior para redensificarse, y así la
desintegración urbana vuelve a compactarse derivándose un mejor
aprovechamiento de los servicios públicos, ventajas de los recursos humanos y un
menor impacto ecológico por medio de un ordenamiento territorial coherente.

El plan de ordenamiento abarcando al proyecto urbano y al proyecto


arquitectónico es generador de vivencias sociales y de propiedades inmobiliarias,
desde el andén del barrio, la casa, el centro comercial, la industria, el parque,
los servicios. Desde el espacio privado hasta el colectivo, el individuo hasta la
comunidad. Es realmente impactante cómo una sola vivienda que se encuentra a
un nivel más bajo de la calle influye en toda la vía, el barrio y hasta la ciudad, el
transitar de las personas, el recuerdo que tenga un extraño que visite la ciudad,
los que estén habitando ese lugar y la percepción que tenga de la vida misma
depende de la ejecución o no de un debido plan que la integre y que la haga
sentirse un ser importante, un ser humano que siente, que es valioso y que es
tomado en cuenta por la sociedad.

La visión del documento de Ciudades Amables se origina a partir de una


revolución científico-tecnológica en pro de la sostenibilidad que se extiende por
un mundo globalizado con las nuevas tecnologías en el campo de las
comunicaciones y que el país debe acoger en aras del desarrollo, tomando
conciencia de su posición dentro del mundo con el concepto de glocalidad.

El ordenamiento territorial, el proyecto urbanístico y el proyecto arquitectónico


no pueden ser otra cosa que mecanismos que incentiven el buen uso del suelo y
el incremento moderado del valor per cápita estimulando constantemente un
sentido responsable en la construcción y en la planeación de modelos de vida
organizados y resueltos desde principios tan básicos como el de conocer
correctamente su “territorio” para plantear discusiones mas acertadas de las
necesidades, posibilidades que como arquitectos podemos resolver.
Ahora bien, en nuestro caso como arquitectos, posa una gran responsabilidad al
ser totalmente conscientes de estos datos y tener en nuestras manos el poder de
determinar formas y funciones sociales que se resuelven y plantean desde el
proyecto arquitectónico, el proyecto urbanístico y el ordenamiento territorial
que se ejecuta por medio de la administración pública. Si bien el primero debe
respetar y adherirse de alguna forma a esquemas existentes dentro de su
individualidad compositiva, no puede ser ajeno a temas mas complejos como el
de su integración en el paisaje y la forma que irrumpe en el, teniendo en cuenta
los niveles de impacto y la auto-sostenibilidad para hacer de la ciudad una
Ciudad Amable.

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