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Ella movió su mano era lo primero que acontecía en su vida siempre antes de
despertar, como si algo la atrapara y tratara de librarse, era un movimiento circular
periférico a su muñeca, la piel era clara muy clara con gran economía de pigmentos en
la que algunos casi creían poder ver a través de su cuerpo. Levantaba un poco sus
labios como un beso dirigido a la nada y abría los ojos, esferas negras que recorrían el
cuarto hasta parar en la luna del espejo.
Afuera el sol se acercaba al ocaso y el bullicioso mercado ejecutaba su fin , dentro de
la casa la suave torpeza del mozo dejo caer una cuchara en la loza, ella como un río
sintió un calofrío a la orilla del parpado y una mano, fría imagen reconocida acaricio su
vientre . Volteo su rostro y como sombra dentro de otra sombra adivino la presencia del
esposo, mantuvo la sonrisa para agradar y abrigo una pesadez que acurruco en el
sueno.
Se acercaba la primera gran guerra sangrienta en Europa, las botas de la infantería de
regimientos enteros contentos por la muerte desfilaban en Praga, la calle kolorska no
era ajena a ello, la pequeña Francesca Calvino, inmigrantes Italianos llegados hace dos
anos a la ciudad, cercana a su adolescencia no era indiferente a este mortal teatro,
apacible en el piso tres frente a un enorme ventanal que la hacia diminuta y no era
suficiente para su curiosidad, observaba el recorrer de bestias e infantes. Doce
generales al frente con chaquetas rojas y botones dorados sobre negros caballos
adornaban esta gris masa de soldados, alguien cantaba con tristeza > Bella Praga no
te separes de mi piel.<
La edad no bifurca el amor y el deseo del espíritu infantil y la hija del doctor Calvino no
fue la excepción, las trenzas y los pequeños lentes le daban un relato de niñez a su
cara, poco a poco fue descubierta o descubrió bajo y frente a ella unos rasgos
atrayentes, como si estuviera cercana respiro junto a el y los ojos del joven entraron en
ella, violento sus gruesos labios, acaricio la historia de sus desvelos y remonto sus
aventuras como propias, ahora hasta sus veinte y cinco anos esos recuerdos la
acompañan con la misma impresión inicial.
Hacia el alba un pregón toco la puerta como una gran espera latente en su vida, el
pincel tembló en su mano frente al lienzo donde descendía a mortales sus sueños, no
era devota de arrinconar los deseos y presurosa llego a la entrada y la abrió, el gitano
sonriente le ofreció palabras y mercancías, su vista se poso ,como en el soldado hace
trece anos, en el espejo de marco oval patinado que asomaba por unos de los lados
del coche.
A partir de ese día y no sabe porque el oficio de la pintura la agitaba, como fotografías
plasmaba rostros desafiando a la cámara, fue perdiendo ganas y fuerzas para realizar
otras tareas, modifico su presencia hasta casi ser invisible ante quienes lo deseaba, la
mejor interpretación de sus actos estaba en los cuadros, pasaron dos meses y
descubrió esa pequeña mancha en el espejo, como una lagrima guardada por el
tiempo, el evento la atrajo con la asombrosa impresión de noche estrellada, quiso
expresarla y del básico dibujo paso al sublime óleo, de la simple emoción a la compleja
asfixia que da la existencia.
Ahora despertaba a la tarde, cómo casi todos los días desde que cambio sus hábitos,
las visitas del esposo ,temiendo por su estado, se acentuaban. La veía extinguirse
frente al lienzo cubierto que mantenía en su cuarto, las cortinas cubriendo la entrada de
luz y a ratos ella presurosa y sola terminaba la obra contra el profundo espejo que
iluminaba su rostro.
Los que conocen la historia no la envilecen con vanos datos, las circunstancias
engrandecen el hecho, Francesca desapareció siete días antes de cumplir veinte y
seis. El cuadro del soldado ya terminado se adueño de la recamara ahora radiante y el
hijo de su esposo, con otra mujer, quien me converso los hechos, dice que su padre
recurre en momentos de ternura a esa segunda delgada figura que habita el espejo,
desde que ella partió.
Mexico.DF.12-07-05
Benjamín Monge
He caminado entre noches de azul intenso
con tristezas recogidas en un sur
que acompañan los acuosos recuerdos.
Podrán mis ojos algún día reconocer
la luna que se incendia sobre
el oscuro rumor de las delgadas aguas?
Escucharé de nuevo
los pasos de tus besos
recorrer mi espalda?
He andado mis silencios
en el solitario pasillo del tiempo,
en el sueño profundo
de las noches de invierno.
Descifré las gotas que
resbalan por mi cara sin motivo.
Me ha espantado tu voz
en los cuartos vacíos de alegría,
ahora como un ciego
que recoge sonrisas con sus tímpanos
he tratado de recobrar tu imagen
sumergida en el laberinto de mis símbolos.
Eugenesia
Una dama de calidad se enamoró con tanto frenesí de un tal señor Dodd,
predicador puritano, que rogó a su marido que les permitiera usar de la cama
para procrear un ángel o un santo; pero, concedida la venia, el parto fue
normal.
El caso Vinoni
Sucedió en Managua en 1965, la mujer dejo caer el peso de una prensa de tres
toneladas a la caja, el cuerpo del mago quedo aplastado, irreconocible aun
por su madre que siempre tuvo la idea de no haber perdido un hijo.
Nadie creyó en la mujer, sus razones se acercaban a la locura, la indecisión
del juez de encerrarla en un manicomio o cárcel le llevo dos meses, decidió
al fin por lo primero.
Hay otra versión de esta historia, mi bisabuelo que habitaba el mismo
psiquiátrico en una de mis visitas me contó el acto del ilusionista,
haciéndome cómplice hasta hoy, a guardar el secreto.
Antes del suceso Vinoni descubrió que su amante y asistente le era infiel
con el payaso Ryan; ideó la manera de cometer el crimen y con toda la
malicia y las mañas de un encantador ese día se le vio entrar en la caja, la
prensa se activó y los asistentes asombrados por la función aplaudieron
hasta enrojecer sus palmas y gritaron con horror al reconocer la sangre caer
en la arena.
Dice mi bisabuelo que un martes caluroso de abril vio salir por la puerta
central hacia la avenida "General Tomassi" un hombre con apariencia de mago,
ese día la mujer deshabitó el lugar.
La venganza
En el siglo trece del calendario cristiano Ho Chi a los veinte años heredó un reino
como quien hereda un caballo, su merito mayor fue crecerlo en tan poco tiempo. Las
invasiones que lideraba fueron la mejor forma.
Construyó enormes complejos donde se perdían individuos por semanas, para sus
caminatas pasillos que agotaban la vista y recorrían su vasto imperio. Acuñó monedas
con su efigie. Inventó cárceles con espejos para que sus enemigos vieran la marca del
tiempo en sus rostros y no olvidaran la ira del Emperador al momento de la agonía. A
los años, la calma aplacó la daga. La tranquilidad y la prosperidad eran en todas sus
tierras. Así era su grandeza.
Tres días antes de cerrar el año veinte de su mandato los grandes ejércitos enemigos
entraron a la ciudad haciéndolo prisionero, se sabía de lo bien querido que era entre
su gente y para evitar más sangre sus captores se negaron a manchar la tierra con la
suya. Un año antes de terminar la guerra, miles de mensajeros invasores habían
recorrido la geografía del imperio anunciando que al gran Ho Chi por su bondad el
Buda celestial lo había levantado de su trono para ocupar un espacio junto a él.
En secreto Ho Chi fue maniatado, dormido con hierbas grises de las montañas de Han
y en su faz y cuerpo para desfigurarlo y perpetuarlo como un desconocido fueron
tatuados dolorosos símbolos que contaban sus victorias y derrotas. Fue vendido como
esclavo por la moneda mas baja emitida por él y de la misma forma revendido en
desiertos donde nunca salía el sol. Habitó también las selvas húmedas de un
continente desconocido por sus antiguos cartógrafos y fue llevado por montañas
azules de hielos y resecas planicies a levantar pirámides donde habitaban cactus y
serpientes. Todavía a sus cincuenta años se le vio viajando como traductor a las
órdenes de un Europeo llamado Marco Polo, nadie conocía su origen y su fuerte voz
se imponía cuando era necesario. En la soledad gozaba su venganza.
Al entrar al gran imperio por decreto se comerciaba con monedas que llevaban su
imagen y en cada ciudad y pueblo se veneraba con grandes monumentos al iluminado
que el Buda había rescatado de este mundo.
PRINCCINECIA a Jorge Luis Borges
Bésame mucho
A diario, a las once de la mañana, bajaba las escaleras de madera después del
desayuno y abría la pequeña tienda de antigüedades en la avenida Colón, bella puerta
doble de madera caoba donde el número 1124 casi era invisible; conocía el ritual, dos
vueltas a la enorme llave y el sol entraba con fuerza. Le gustaba ver sus finas manos
olorosas a colonia Jean Marie Farina, caminaba hacia su escritorio frente a una luna
donde recibía a los clientes y observaba en el óvalo su traje casimir, sus lentes de
moldura de oro en su delgado rostro de niño y la sonrisa que lo acrecentaba. Casi
siempre jugaba con sus mancuernillas y con ese rayito de sol que ellas reflejaban. La
pulcritud era una de sus manías; el polvo por ínfimo le era molesto, el desaliño un
desencanto, nunca en sus cincuenta y siete años había provocado una mala imagen de
su persona.
Después de comer y haber cerrado a las cinco en punto tomó su abrigo, el que usaba
en estas ocasiones, y caminó sin prisa contando sus pasos. Al abrir la puerta realmente
cambió la tonada y sintió la suavidad que confiere el amor a un enamorado. Marcela,
pronunció suavemente, y su mente recorrió lento los besos del día anterior, los cortos
susurros casi cursis a la hora de abrazarse. “Bésame, Bésame mucho“, cantó, siempre
en voz baja cuando cruzó una calle desierta, apenado por el tono desafinado de su voz
regresó al silbido.
Se duchó con ganas de verse limpio, se tomó fuera de hora un Té Bewley`s de Irlanda
y a las nueve y media salió de su casa sabiendo que llegaría a la hora a su cita.
Su asombro fue inmediato al ver la casa llena de gente, de momento pensó: la familia
es enorme. Al encuentro, su novia lo abrazó con fuerza y su llanto crecido lo abrumó,
su padre había sido asesinado, el final del crepúsculo había sido el instante fatal para
la familia, en un momento estaba frente a la caja de madera barnizada, cuando
descubrió al tranquilo cadáver en ese minuto recordó a la autora de la canción. Al día
siguiente los diarios anunciarían la muerte de otro opositor al gobierno y la imagen
sería la misma que él hacía un rato había quemado en la chimenea.
5-9-2005
De inmediato imaginé una Quimera, fuertes y apuestos centauros, sirenas con bellos
rostros volando en una esfera de cristal, liebres blancas y enormes estiradas sobre el
pasto, calamares gigantes en grandes estanques de aguas turquesas, un fénix triste en
cautiverio, competencias de azulados caballos marinos.
-¿Vienes?-, me dijo con esa voz que siempre arrastraba un dejo de tristeza.
Mi padre murió diez años después que visité ese espléndido lugar. Yo, como él hacía,
seguí frecuentando el sitio y la emoción de esa primera vez aparecía siempre que la
hija de la señora Benson me recibía de la misma forma que lo hacia su madre con el
mío.
México, DF, 16-11-2005