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El espejo del cuarto oscuro

A la consonante >y< por su forma secreta y compleja

Ella movió su mano era lo primero que acontecía en su vida siempre antes de
despertar, como si algo la atrapara y tratara de librarse, era un movimiento circular
periférico a su muñeca, la piel era clara muy clara con gran economía de pigmentos en
la que algunos casi creían poder ver a través de su cuerpo. Levantaba un poco sus
labios como un beso dirigido a la nada y abría los ojos, esferas negras que recorrían el
cuarto hasta parar en la luna del espejo.
Afuera el sol se acercaba al ocaso y el bullicioso mercado ejecutaba su fin , dentro de
la casa la suave torpeza del mozo dejo caer una cuchara en la loza, ella como un río
sintió un calofrío a la orilla del parpado y una mano, fría imagen reconocida acaricio su
vientre . Volteo su rostro y como sombra dentro de otra sombra adivino la presencia del
esposo, mantuvo la sonrisa para agradar y abrigo una pesadez que acurruco en el
sueno.
Se acercaba la primera gran guerra sangrienta en Europa, las botas de la infantería de
regimientos enteros contentos por la muerte desfilaban en Praga, la calle kolorska no
era ajena a ello, la pequeña Francesca Calvino, inmigrantes Italianos llegados hace dos
anos a la ciudad, cercana a su adolescencia no era indiferente a este mortal teatro,
apacible en el piso tres frente a un enorme ventanal que la hacia diminuta y no era
suficiente para su curiosidad, observaba el recorrer de bestias e infantes. Doce
generales al frente con chaquetas rojas y botones dorados sobre negros caballos
adornaban esta gris masa de soldados, alguien cantaba con tristeza > Bella Praga no
te separes de mi piel.<
La edad no bifurca el amor y el deseo del espíritu infantil y la hija del doctor Calvino no
fue la excepción, las trenzas y los pequeños lentes le daban un relato de niñez a su
cara, poco a poco fue descubierta o descubrió bajo y frente a ella unos rasgos
atrayentes, como si estuviera cercana respiro junto a el y los ojos del joven entraron en
ella, violento sus gruesos labios, acaricio la historia de sus desvelos y remonto sus
aventuras como propias, ahora hasta sus veinte y cinco anos esos recuerdos la
acompañan con la misma impresión inicial.
Hacia el alba un pregón toco la puerta como una gran espera latente en su vida, el
pincel tembló en su mano frente al lienzo donde descendía a mortales sus sueños, no
era devota de arrinconar los deseos y presurosa llego a la entrada y la abrió, el gitano
sonriente le ofreció palabras y mercancías, su vista se poso ,como en el soldado hace
trece anos, en el espejo de marco oval patinado que asomaba por unos de los lados
del coche.
A partir de ese día y no sabe porque el oficio de la pintura la agitaba, como fotografías
plasmaba rostros desafiando a la cámara, fue perdiendo ganas y fuerzas para realizar
otras tareas, modifico su presencia hasta casi ser invisible ante quienes lo deseaba, la
mejor interpretación de sus actos estaba en los cuadros, pasaron dos meses y
descubrió esa pequeña mancha en el espejo, como una lagrima guardada por el
tiempo, el evento la atrajo con la asombrosa impresión de noche estrellada, quiso
expresarla y del básico dibujo paso al sublime óleo, de la simple emoción a la compleja
asfixia que da la existencia.
Ahora despertaba a la tarde, cómo casi todos los días desde que cambio sus hábitos,
las visitas del esposo ,temiendo por su estado, se acentuaban. La veía extinguirse
frente al lienzo cubierto que mantenía en su cuarto, las cortinas cubriendo la entrada de
luz y a ratos ella presurosa y sola terminaba la obra contra el profundo espejo que
iluminaba su rostro.
Los que conocen la historia no la envilecen con vanos datos, las circunstancias
engrandecen el hecho, Francesca desapareció siete días antes de cumplir veinte y
seis. El cuadro del soldado ya terminado se adueño de la recamara ahora radiante y el
hijo de su esposo, con otra mujer, quien me converso los hechos, dice que su padre
recurre en momentos de ternura a esa segunda delgada figura que habita el espejo,
desde que ella partió.
Mexico.DF.12-07-05

Benjamín Monge
He caminado entre noches de azul intenso
con tristezas recogidas en un sur
que acompañan los acuosos recuerdos.
Podrán mis ojos algún día reconocer
la luna que se incendia sobre
el oscuro rumor de las delgadas aguas?
Escucharé de nuevo
los pasos de tus besos
recorrer mi espalda?
He andado mis silencios
en el solitario pasillo del tiempo,
en el sueño profundo
de las noches de invierno.
Descifré las gotas que
resbalan por mi cara sin motivo.
Me ha espantado tu voz
en los cuartos vacíos de alegría,
ahora como un ciego
que recoge sonrisas con sus tímpanos
he tratado de recobrar tu imagen
sumergida en el laberinto de mis símbolos.

Eugenesia

Una dama de calidad se enamoró con tanto frenesí de un tal señor Dodd,
predicador puritano, que rogó a su marido que les permitiera usar de la cama
para procrear un ángel o un santo; pero, concedida la venia, el parto fue
normal.

El caso Vinoni

Sucedió en Managua en 1965, la mujer dejo caer el peso de una prensa de tres
toneladas a la caja, el cuerpo del mago quedo aplastado, irreconocible aun
por su madre que siempre tuvo la idea de no haber perdido un hijo.
Nadie creyó en la mujer, sus razones se acercaban a la locura, la indecisión
del juez de encerrarla en un manicomio o cárcel le llevo dos meses, decidió
al fin por lo primero.
Hay otra versión de esta historia, mi bisabuelo que habitaba el mismo
psiquiátrico en una de mis visitas me contó el acto del ilusionista,
haciéndome cómplice hasta hoy, a guardar el secreto.
Antes del suceso Vinoni descubrió que su amante y asistente le era infiel
con el payaso Ryan; ideó la manera de cometer el crimen y con toda la
malicia y las mañas de un encantador ese día se le vio entrar en la caja, la
prensa se activó y los asistentes asombrados por la función aplaudieron
hasta enrojecer sus palmas y gritaron con horror al reconocer la sangre caer
en la arena.
Dice mi bisabuelo que un martes caluroso de abril vio salir por la puerta
central hacia la avenida "General Tomassi" un hombre con apariencia de mago,
ese día la mujer deshabitó el lugar.

La venganza

En el siglo trece del calendario cristiano Ho Chi a los veinte años heredó un reino
como quien hereda un caballo, su merito mayor fue crecerlo en tan poco tiempo. Las
invasiones que lideraba fueron la mejor forma.

Construyó enormes complejos donde se perdían individuos por semanas, para sus
caminatas pasillos que agotaban la vista y recorrían su vasto imperio. Acuñó monedas
con su efigie. Inventó cárceles con espejos para que sus enemigos vieran la marca del
tiempo en sus rostros y no olvidaran la ira del Emperador al momento de la agonía. A
los años, la calma aplacó la daga. La tranquilidad y la prosperidad eran en todas sus
tierras. Así era su grandeza.

Tres días antes de cerrar el año veinte de su mandato los grandes ejércitos enemigos
entraron a la ciudad haciéndolo prisionero, se sabía de lo bien querido que era entre
su gente y para evitar más sangre sus captores se negaron a manchar la tierra con la
suya. Un año antes de terminar la guerra, miles de mensajeros invasores habían
recorrido la geografía del imperio anunciando que al gran Ho Chi por su bondad el
Buda celestial lo había levantado de su trono para ocupar un espacio junto a él.

En secreto Ho Chi fue maniatado, dormido con hierbas grises de las montañas de Han
y en su faz y cuerpo para desfigurarlo y perpetuarlo como un desconocido fueron
tatuados dolorosos símbolos que contaban sus victorias y derrotas. Fue vendido como
esclavo por la moneda mas baja emitida por él y de la misma forma revendido en
desiertos donde nunca salía el sol. Habitó también las selvas húmedas de un
continente desconocido por sus antiguos cartógrafos y fue llevado por montañas
azules de hielos y resecas planicies a levantar pirámides donde habitaban cactus y
serpientes. Todavía a sus cincuenta años se le vio viajando como traductor a las
órdenes de un Europeo llamado Marco Polo, nadie conocía su origen y su fuerte voz
se imponía cuando era necesario. En la soledad gozaba su venganza.

Al entrar al gran imperio por decreto se comerciaba con monedas que llevaban su
imagen y en cada ciudad y pueblo se veneraba con grandes monumentos al iluminado
que el Buda había rescatado de este mundo.
PRINCCINECIA a Jorge Luis Borges

Debo a la conjunción de una llamada matutina y a una enciclopedia el descubrimiento


de un ser mitológico en el siglo II conocido en las planicies de oriente como
Princcinecia. A las once a.m. para ser exacto colgué el auricular con mi amigo Alonso
Quijano Ventura, instigador y responsable de mi búsqueda. Búsqueda que atrajo
conmigo algunas obsesivas gráficas de Cornelius Agrippa ,detalladas descripciones de
esta criatura por los biógrafos de Alejandro el Grande en los oscuros y sangrientos
recorridos de su campaña.
En el XII tomo de la Enciclopedia Lunar que aún retengo en el recuerdo soleado de esa
mañana, se describe como un ser parecido al mar que al final tejiendo cosmogonías
imprecisas resultaba como un sueño, el cual uno no quiere abandonar. Quien lo ve por
primera vez no desea su huida y quien lo ha visto muchas veces se asombra como la
primera, alegra con calma cuando precisa y encuentra su ambiente y llenarlo de
atenciones y caricias es hacerlo uno mismo porque se encuentra uno en él. Esto es lo
mas cercano que se conoce de sus formas y hábitos.
El diccionario de Maria Molinar edición 1996, 21 reimpresión nos da una acepción
metafórica corta y casi infantil: “criatura mitológica flexible, cuerpo de mujer, rostro de
conejo, eterno viajero en diferentes latitudes y si se encariña sube al regazo y tiene el
don de pronunciar palabras al oído. A ciencia cierta se desconoce el origen de su
nombre.”

Bésame mucho

¿Entonces señor Capone, es usted un marchante de antigüedades?


Por correo no podía ser, el sobre amarillo de papel Manila con firme caligrafía donde se
leía sin titubeos: Para el caballero J. A. Rosseu, había llegado a sus manos por una
bella mujer, alta de espigada espalda y blancas y largas piernas.

La fotografía en exacta edición daba señales de vida, el rostro de increíble exactitud no


daba lugar a errores, se le hizo conocido o parecido a alguien que conocía, que más
daba, esa era la forma en que vivía su vida.

A diario, a las once de la mañana, bajaba las escaleras de madera después del
desayuno y abría la pequeña tienda de antigüedades en la avenida Colón, bella puerta
doble de madera caoba donde el número 1124 casi era invisible; conocía el ritual, dos
vueltas a la enorme llave y el sol entraba con fuerza. Le gustaba ver sus finas manos
olorosas a colonia Jean Marie Farina, caminaba hacia su escritorio frente a una luna
donde recibía a los clientes y observaba en el óvalo su traje casimir, sus lentes de
moldura de oro en su delgado rostro de niño y la sonrisa que lo acrecentaba. Casi
siempre jugaba con sus mancuernillas y con ese rayito de sol que ellas reflejaban. La
pulcritud era una de sus manías; el polvo por ínfimo le era molesto, el desaliño un
desencanto, nunca en sus cincuenta y siete años había provocado una mala imagen de
su persona.

Después de comer y haber cerrado a las cinco en punto tomó su abrigo, el que usaba
en estas ocasiones, y caminó sin prisa contando sus pasos. Al abrir la puerta realmente
cambió la tonada y sintió la suavidad que confiere el amor a un enamorado. Marcela,
pronunció suavemente, y su mente recorrió lento los besos del día anterior, los cortos
susurros casi cursis a la hora de abrazarse. “Bésame, Bésame mucho“, cantó, siempre
en voz baja cuando cruzó una calle desierta, apenado por el tono desafinado de su voz
regresó al silbido.

De quien es esta canción se interrogó, le provocó ansiedad no encontrar el nombre del


autor, casi siempre lograba lo que deseaba y casi dio por vencida su búsqueda cuando
se convenció que tenía que ser compuesta por un ser que amaba a otro. Si quería
conseguir el disco para ella, el nombre del compositor tendría que aparecer.

Lentamente siguió el rumbo, también de esa manera recomenzaba la melodía dando


tiempo a que se profundizara la noche y aconteciera el hecho, los bares y restaurantes
del Malecón en miércoles están solitarios, son pocos los clientes que los frecuentan en
estos días que el sol desaparece antes de las seis; “las turbias aguas del lago se
mueven al ritmo de boleros de José Antonio Méndez y nos muestra un oráculo líquido
que no todos desciframos:” recordó esa necia frase de un poeta radial en el programa
nocturno del bachiller Valdivia, tiene que estar en el lugar que me precisaron, a la hora
convenida así le dijo quien envió la foto, sintió piquetes en el estomago y la planta de
los pies y pensó: es normal. El rumor de las aguas le alertó la cercanía del lugar, pensó
en la cena a las diez de la noche donde conocería a la familia de Marcela y repitió dos
veces: tengo que aligerar mi trabajo.

La estancia era amplia y cansada, registró una pareja de amantes en la profundidad de


lo oculto, dos meseros distraídos en una plática llena de gestos como sordomudos y un
cantinero con un rostro que coleccionaba desvelos, y de espalda ante un cristal
grandioso donde descubrió la cara que buscaba. Serio, calvo, de complexión enorme
estaba la persona que encontró; lo mismo de siempre, pensó. Sabía que el interruptor
de la luz estaba en el baño de hombres, sabía que sus dedos lo tocarían con miedo y
ensuciarían sus manos, sacaría su pañuelo rápidamente y los limpiaría, caminaría ágil
hacia la victima disparando rápido a la cabeza y desaparecería antes que descubrieran
el origen de la falla eléctrica.

Se duchó con ganas de verse limpio, se tomó fuera de hora un Té Bewley`s de Irlanda
y a las nueve y media salió de su casa sabiendo que llegaría a la hora a su cita.
Su asombro fue inmediato al ver la casa llena de gente, de momento pensó: la familia
es enorme. Al encuentro, su novia lo abrazó con fuerza y su llanto crecido lo abrumó,
su padre había sido asesinado, el final del crepúsculo había sido el instante fatal para
la familia, en un momento estaba frente a la caja de madera barnizada, cuando
descubrió al tranquilo cadáver en ese minuto recordó a la autora de la canción. Al día
siguiente los diarios anunciarían la muerte de otro opositor al gobierno y la imagen
sería la misma que él hacía un rato había quemado en la chimenea.

5-9-2005

EL ZOOLÓGICO DE PAPEL DE LA SEÑORA BENSON


“No diré más. Los hombres casados entenderán mi posición.”
La mujer del sueño, Wilkie Collins.

El sabor del lápiz Mongol amarillo en mi boca y el Vesperae solennes de confessore,


K339, me sumergieron en ese recuerdo que siempre fue como un sueño maravilloso.
Es probable que la primera vez haya sido temprano ese domingo de Diciembre cuando
elevé con los vientos de esta época la cometa en tela roja y amarilla que mi tía Clara
nos regalara a mí y a mi hermano para celebrar la alegría sentida por su próxima boda
después de un divorcio que duró siete años. Tendría yo nueve, usaba todavía
pantalones cortos en época de calor, tirantes azul marino y las camisas a cuadros que
me siguen gustando. Mi padre viudo, hombre inmenso en bondad y carnes se acercó a
mi y casi en secreto me dijo:
-¿Te gustaría conocer otros animales, diferentes a los que has visto en el campo?

De inmediato imaginé una Quimera, fuertes y apuestos centauros, sirenas con bellos
rostros volando en una esfera de cristal, liebres blancas y enormes estiradas sobre el
pasto, calamares gigantes en grandes estanques de aguas turquesas, un fénix triste en
cautiverio, competencias de azulados caballos marinos.
-¿Vienes?-, me dijo con esa voz que siempre arrastraba un dejo de tristeza.

El carro cruzó la ciudad con la sensación de atravesar un cuadro pintado en ocres,


avanzamos hacia el lado sur donde abundaban más árboles, el clima cambiaba a
fresco y la sensación de placer era mayor, llegamos a la entrada de una quinta
adornada por un arco de herrería con letras doradas en el que leí “Villa Doraldina”. El
primer sentimiento fue de inquietud, la ansiedad de conocer nuevas especies me
produjo temblor en el estómago. El lugar era inmensurable a mi vista, una entrada
precedía a otra hasta llegar a un pasillo de baldosas de cantera roja; ahí se extendía un
inmenso patio lleno de armazones elaboradas en bella artesanía colorida, barrotes
azules, verdes, rojos, naranjas y pinturas de animales fantásticos en la parte superior
de cada una de ellas. Nos sentamos con otros adultos y sus niños en actitud de espera
en unas mesas redondas bajo unos árboles de cedro. Unas señoras bien vestidas nos
sirvieron agua de mangos frescos a los hijos y a los mayores una bebida café de color
fuerte acompañada de hielos; después llegaron las jóvenes reducidas en ropas y
entraron en las largas jaulas donde había estructuras de madera pintadas con rojo de
base alcohol, y ante nuestros maravillados ojos comenzaron a armar con destreza las
grandes figuras de papel, ingeniosos venados de pieles asoleadas, osos pensativos,
flamencos de una sola pata frente a unas tinas de porcelana llenas de agua; a cada
creación de animales nosotros aplaudimos. Los papás se fueron levantando de sus
lugares y en una entrada alegre donde unos músicos interpretaban a Mozart y que
hasta ese momento descubrí, apareció antes de que ellos llegaran al portal una bella
mujer de facciones y modales elegantes, atrás de ella otras igual de distinguidas. Padre
besó la boca sonriente de la dueña, la tomó del brazo y caminaron lentos hacia adentro
de la casa donde desaparecieron por largo rato.

Mi padre murió diez años después que visité ese espléndido lugar. Yo, como él hacía,
seguí frecuentando el sitio y la emoción de esa primera vez aparecía siempre que la
hija de la señora Benson me recibía de la misma forma que lo hacia su madre con el
mío.
México, DF, 16-11-2005

Barbara Klain , una poeta invisible


En Europa, mil novecientos treinta y seis no era una buena época para nuestra
comunidad, mis padres tuvieron que viajar seis mil kilómetros recorriendo paisajes
agrestes y bellos los cuales proporcionó la naturaleza durante los dos años que duró su
viaje hasta llegar a la provincia de Buenos Aires, el violín y la sensibilidad hacia la
poesía , platicaba padre, le llevaron a encontrar en la triste proa del barco de Marsella a
New York la pequeña figura rubia de Barbara Klain, ochocientas noventa y seis
palabras mezcladas en toda la obra, decía él, bastaron para que hablara y leyera casi
en todos los momentos de su vida, sus poemas. “Berlín” era su preferido.
Mi curiosidad se volvió obsesa a su muerte. Me remito a las historias escuchadas y a
mi débil memoria al no poseer ningún documento que me avale, la poeta nació en
Bombay hija de emigrantes judíos, podría añadir, no sé porque, que tenía unos
pequeños ojos, hija de Anaheim y René Klain astrónomos y oceanógrafos empíricos,
serios estudiosos de la teoría del caos, su hija creció sin temor a la desdicha , hija
única, ventaja que le ayudó a aprovechar su soledad, a los trece años caminó con sus
padres a Delhi y después de conocer el Ganges y no comprenderlo enrumbaron hacia
Bamberger, admiraba a Swedenborg cuando todos querían ser surrealistas, lectora
fanática de Arthur Machen y Safo, estudió en la “Universidad Romana Platónica”
fundada en el siglo diez y nueve por el filósofo anarquista Olaf Sturlason. De su obra
solo recuerdo versos dispersos del poema “Berlín” los transcribo con un leve temor a
equivocarme y falsearlos:
Oscuros pasillos
Que habitaron mis días
Atenas sollozando
Ingratas enseñanzas….
……………………..
Seis letras apacibles….
………………………..
Doce escalones rojos…
………………………..
Tu mano enfrentando la mía
Donde escondes la fuerte palabra
Que me hace vivir……………
……………………………..
……………………………..
Nunca he encontrado ningún libro de ella, me he agotado en búsquedas vanas, por mi
trabajo he tenido oportunidad de recorrer miles de bibliotecas y librerías de todo el
mundo, ni un solo escrito, ni los que mi padre orgullosamente decía poseer y que
alguna vez de niño creí conocer empastados en rustica piel. Tres Barbaras Klain
encontré en todo mi peregrinar, la primera en los parques públicos al sur de Miami, una
impostora invidente que se hacía pasar por entrenadora de tenis, la segunda en una
lápida de un cementerio parisino, solamente había vivido dos años, nacida en mil
ochocientos ochenta y tres. Y la tercera una vedette anunciada en enormes carteles en
las amarillas paredes de un centro nocturno de la ciudad de México, la existencia nos
provee de desilusiones y desconciertos había dicho proféticamente alguna vez Elías, el
viejo amigo de la familia.
Me quedo con sus versos, con las pláticas recordadas en las recicladas verbenas
domingueras, o una imagen tal vez inventada por necesidad o angustia por el viejo. Me
quedo ,con la caligrafía de mi imaginación.
BML.
250306.
Diamantina López Estrada
Un diamante en persona, que sigue brillando
Antes promovía derechos de otros, ahora los suyos y los de la tercera
edad.

—Rosario Mendoza Corea—


Managua

Su nombre hace honor a su vida, una vida llena de


éxitos y realizaciones como persona y como
profesional, tanto así que a sus 63 años tiene otros
retos que cumplir. De formadora de generaciones en
materia de derechos humanos, ahora se dedica a la
danza y motiva a los de su generación jubilada, a vivir
lo que no vivieron en otros tiempos. “Porque la vida es
bella”, dice la poseedora de este bonito nombre puesto
por su padre Luis López, quien admiraba los diamantes
brasileños.
Una de sus mayores satisfacciones es haber Diamantina López Estrada
contribuido a que los nicaragüenses conozcan sus
propios derechos humanos, ya que a iniciativa suya en el Cenidh, se fundó la Red de
Promotores de Derechos Humanos en el país, la cual cuenta con más de un mil
miembros en los cuatro puntos cardinales de Nicaragua.
Producto de esta red, hay 72 Comisiones de Derechos Humanos y se han capacitado
más de cien mil personas, quienes a su vez promueven estos derechos y reclaman
cuando se les violenta, dice.
“En Nicaragua se desconocía el tema; hasta entonces solo se manejaban los derechos
civiles y políticos, el derecho a votar, pero el derecho a vivienda, salud, educación, al
recreo de los niños, etc., no se hablaba nada, entonces emprendimos la capacitación
de todos los derechos humanos en forma integral”, nos cuenta.
ORGULLOSA DE SU EDAD
Diamantina de Jesús López Estrada, cumplió 63 años el 15 de septiembre y está muy
orgullosa de ello, tiene ocho hijos: Benjamín, Javier, María José, Tere, Eduardo, Cesar,
Alejandro y Daisy (42 y 32 años el mayor y el menor) procreados con su esposo
Benjamín Monge Escobar, quien la dejó viuda a los 42 años, víctima de la enfermedad
conocida como enfermedad de los reyes.
Pero ésto no fue ninguna dificultad para que ella alcanzara grandes logros
profesionales ya que la familia de su esposo la adoptó y apoyó en todo, por lo cual
pudo estudiar las carreras de Psicología y Psicopedagogía y una Maestría en
Orientación Profesional, afirma muy complacida Diamantina, quien hoy disfruta su
tercera edad con casi 15 nietos y dice que todavía tiene mucho para dar. Fundó el
Consultorio Psicológico Popular que se inició en Altagracia en los años setenta, luego
en el Barrio René Schick y hoy atiende en la UCA, para la gente de escasos recursos.
Es asistida por un especialista en psiquiatría junto a los alumnos. “Mi mayor éxito es
que mi vida ha sido mucha estabilidad en el aspecto familiar y emocional. Uno de los
grandes logros es el resultado que uno tiene con cada hijo. Creo que he alcanzado
esto, porque son personas con grandes valores, y principios, dice muy orgullosa. “
Pese a que está retirada, sigue ligada con los derechos humanos por medio del Cenidh
donde se está revisando la estrategia para los cambios que deben hacerse de acuerdo
a las nuevas políticas y los tiempos actuales.
¿Se siente realizada?
Sí, claro, totalmente.
¿A quiénes admira ?
- Madre Teresa de Calcuta, Mahatma Ghandi, Rigoberta Menchú, Abraham Magenzo,
un profesor chileno, una lumbrera en lo pedagógico, en el cine admiraba mucho a
Charles Bronson; a nivel nacional, me encanta la chispa y viveza de la doctora Vilma
Núñez de Escorcia, en mi familia admiro a mis hijos, porque cada uno ha sabido
escoger su camino.
¿Qué hace actualmente?
- Veo noticias, no gusto de las novelas, me encanta estar informada y leer de todo.
Estoy en danza aprendiendo folklore con Irene López en un movimiento denominado
RAICES junto a otros 35 adultos y adultas mayores, profesionales en su mayoría.
Mensaje para las personas jubiladas...
- Que lo que no hicieron por el trabajo y los hijos, que lo hagan ahora, la vida sigue, que
está en uno darse la calidad de vida. Y a los hijos les digo que apoyen mucho a sus
padres en esa edad, que ellos sientan la felicidad de sus progenitores, que eso influye
mucho.
Se presentará en el TNRD
El grupo RAICES, movimiento cultural de personas de la Tercera Edad, hará una presentación
estelar en octubre en el Teatro Nacional Rubén Darío en la cual intervendrá doña Diamantina en
la obra El Güegüense bailado, hablado y narrado en todas las danzas, coincidiendo con que la
Unesco ha seleccionado esta obra para declararla como Patrimonio de la Humanidad a finales del
presente año.

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