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Alfonso Rojas González

III de Configuración
Julián Andrés Vargas Penagos. Pbro.
Marzo 25 de 2021

LITURGIA Y VIDA: EL LUGAR DE LA LITURGIA EN LA


REALIDAD

La liturgia, que etimológicamente significa “obra del pueblo”, permite que el pueblo de
Dios, celebrando el misterio de Cristo, participe en la obra de Dios y, en él, Cristo continúe
la obra de la salvación. Así llegamos a la esencia de la liturgia, como la presenta la
constitución conciliar: “Con razón, pues, se considera la Liturgia como el ejercicio del
sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y, cada uno a su manera,
realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la
Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro. En consecuencia, toda celebración
litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción
sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala
ninguna otra acción de la Iglesia” (SC,7).
Así mismo en su libro introducción al espíritu de la liturgia de Joseph Ratzinger, en su
capítulo primero sobre la liturgia y vida de la liturgia en la realidad, el autor empieza
haciendo una pregunta clave esencial diría, que llevaría todo el hilo conductor en este
primer apartado, ¿Qué es realmente la liturgia? El autor durante los años 20 del siglo que
terminamos se hizo una propuesta singular: entender la liturgia como un juego, este
fundamente consistía en que tanto la liturgia como el juego poseen sus propias reglas y
configuran un mundo propio se trata de cosas válidas en tanto que la persona se introduce
en ese circuito y deja de tener validez en el momento en el que el juego o la liturgia llega a
su fin.
Todavía podríamos mencionar otro punto de vista de esta teoría del juego que nos acerca
más a la particular esencia de la liturgia: el juego de los niños aparece como una especie de
anticipación en introducción a la vida sin llevar el peso y la seriedad de esta, la liturgia sería
en ese caso un modo completamente distinto de anticipación, de ejercicio preparatorio un
preludio de la vida futura de la vida eterna. Es por consiguiente que San Agustín afirma
que: en contraposición a la vida presente, la liturgia no estaría ya tejida por la exigencia ni
por la necesidad sino por la libertad de la ofrenda y del don. De todos modos, la liturgia
seria, por tanto, el despertar dentro de nosotros de la verdadera existencia como niños; la
apertura a esa prometida grandeza que no termina de cumplirse totalmente en la vida.
De este modo la liturgia imprimirá también a la vida, cotidiana aparentemente real, el signo
de la libertad rompería las ligaduras y haría irrumpir el cielo en la tierra, este planteamiento
de la teoría del juego pone a la liturgia esencialmente por encima de juego en general, en el
cual parece estar siempre presente el anhelo del juego verdadero, de lo completamente otro
de un mundo e el que el orden y la libertad se funden.
El autor realiza un breve recorrido por todo el pueblo de Israel, en el cual muestra como el
pueblo tenía una reglas o normas de vida, pero estas son al mismo tiempo comparándolas
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con nuestra investigación sobre la pregunta inicial, de la misma manera el culto, la liturgia
propiamente hablando forma parte de la adoración, este culto existe para encauzar esa
mirada y, de ese modo dar la vida que va a constituir en honrar a Dios.
Pero en realidad que significa esto- una vez más en relación con nuestro problema, en
primer lugar, queda claro que el culto, considerado en todas su amplitud y profundidad va
más allá de la acción litúrgica, abarca en última instancia, el orden de toda la vida humana
en el sentido de las palabras de Ireneo: El hombre se convierte en glorificación de Dios, y
queda, por así decirlo, iluminado por la mirada de Dios pone en él: esto es e culto, en este
sentido el culto tiene de hecho como dijimos al analizar el juego el carácter de una
anticipación. Augura una vida más definitiva y, precisamente por esto, proporciona su
medida ala vida presente. De lo anterior se puede concluir que: la liturgia realmente se
convierte, no cabe duda, en un juguete vacío o lo que es peor, en un abandono del Dios
vivo camuflado bajo un manto de sacralidad. Pero la final lo que queda es la frustración, el
sentimiento de vacío. No tenemos ya esa experiencia de liberación convertida en
acontecimiento allí donde tiene lugar un encuentro con el Dios vivo.

Liturgia- Cosmos-Historia

Continuando con este breve recorrido sobre el espíritu de la liturgia de Ratzinger


hablaremos en este segundo momento sobre el papel que tiene la liturgia en lo relacionad
con el cosmos y la misma historia, es por consiguiente que en el desarrollo de la teología
moderna se ha extendido en gran parte la opinión de que en las llamadas religiones
naturales, como en las grandes religiones no-teístas el culto tiene una orientación cósmica ,
sin embargo en el Antiguo Testamento y en el Cristianismo el culto sería de orientación
histórica, la idea de una orientación cósmica o una orientación histórica del culto no deja de
tener su fundamento, no obstante en las grandes religiones, el culto y el cosos siempre
están íntimamente ligados; la veneración de los dioses.
De este modo podemos decir ahora que la meta del culto y de toda la creación es la misma:
la divinización, un mundo libertad y de amor. Con ello aparece lo histórico dentro de lo
cósmico. El cosmos no es una especie de edificio cerrado, no es un recipiente que ira sobre
si mismo y en el que, a lo sumo, se puede desarrollar la historia. El cosmos mismo es
movimiento que parte de un principio y se dirige a una meta. En cierto modo el mismo es
historia.
Así mismo Teilhard de Chardin ha descrito el cosmos como un proceso ascendente, como
un camino de unificación. Este camino conduce a unidades cada vez mayores y más
complejas en las cuales la diversidad no queda anulada, sino que se funde en una síntesis
creciente, hasta llegar a la noosfera, en la que el espíritu y su comprensión abarcan el todo,
fundiéndolo en una especie de organismo vivo.
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De la misma forma Teilhard de Chardin, pudo reinterpretar el culto cristiano a su manera:
la hostia transubstanciada es, para él, la anticipación de la trasfiguración de la materia y de
su divinización en la plenitud cristológica. La eucaristía señalaría, por así decirlo la
dirección del movimiento cósmico; anticipa su meta, y, con ello, al mismo tiempo la
impulsa.
Como se afirma ahora, el circulo puede concebirse como un gran movimiento cósmico, éste
es el caso de los pensadores cristianos; pero también puede pensarse como ocurre en las
religiones naturales y en muchas filosofías no-cristianas-como un movimiento que está en
constante repetición.
Por una parte, la suma de los ciclos refleja el gran ciclo; ambos dependen y se engarzan en
uno en el otro, de esta forma, también el culto tiene que ver con las tres dimensiones de
estos movimientos circulares, con la personal, la social y la universal.
En pocas palabras el circulo cósmico y el histórico son ahora distintos. El elemento
histórico tiene, debido al don de la libertad en cuanto centro del ser, tanto divino como
creado, su significado propio e irrevocable, pero no por ello podemos decir que es
arrancado de lo cósmico.
Ambos ciclos siguen siendo, a fin de cuentas y a pesar de sus diferencias, el único ciclo del
ser, la liturgia histórica del cristianismo es y seguirá siendo cósmica sin separación ni
mezcla, y solo así ostentará toda su grandeza. Aquí radica la novedad de la realidad
cristiana, y a pesar de ello, el cristianismo no rechaza la búsqueda de la historia de las
religiones, sino que acepta dentro de si todos los elementos existentes en las religiones del
mundo y mantener así una unión con ellos.

EL RITO
En relación con e rito, esta palabra aparece como la expresión de la rigidez, como estar
atado a normas ya establecidas. Al rito se le opondría la creatividad y la dinámica de la
inculturación: únicamente a través de ella surgiría la liturgia viva en la que cada comunidad
puede expresare a si misma. así mismo el jurista roano no cristiano Pomponio Festo
definió en el siglo I el rito como costumbre probada en la administración de los sacrificios,
con esta definición resumió mediante una formula precisa, una realidad presente en toda la
historia de las religiones: el hombre siempre busca el modo adecuado de adorar a Dios, una
forma de oración y de culto común que sea agradable al mismo Dios y sea conforme a su
naturaleza.
Como hemos señalado, una vez llegados a este punto, hay que intentar dar una ojeada,
aunque sea general, a los ritos esenciales que se han ido desarrollando en el seno de la
Iglesia, para hacernos una idea general acerca de ello, un punto de partida que puede ser útil
es el canon IV del Concilio de Nicea, que habla de tres sedes primaciales en la Iglesia:
Romas, Alejandría y Antioquía.
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Así pues, de un área eclesial tan importante como la de Alejandría, dependen los ritos copto
y etiópico. La liturgia de San Maros, surgida en Alejandría, está fuertemente impregnada de
influencias bizantinas, algo sobre lo que tendremos que volver más adelante. El rito
armenio que se le atribuye a los apóstoles Bartolomé y Tadeo tiene un significado propio;
sin embargo, es Gregorio el Iluminador el que ha d ser considerado como su verdadero
padre, así llegamos finalmente, a las dos grandes familias de ritos: Bizantina y la romana.
Así mismo el rito implica el elemento diacrónico, la oración con el Padre y con los
apóstoles que incluye al mismo tiempo, un momento local, que se extiende desde Jerusalén
hasta Antioquía, Romas, Alejandría y Constantinopla. Los ritos no son por tanto productos
de la inculturación, por mucho que hayan asimilado los elementos de las distintas culturas.
Son figuras de la tradición apostólica y su desarrollo en los grandes ámbitos de la tradición,
de igual manera no existe unos limites rigurosos que separen unos ritos de otros. Existe el
intercambio y el enriquecimiento mutuo.
Donde más claramente se ve esto es en los dos centros de gravedad de la formación de
ritos: Bizancio y Romas. La gran mayoría de los ritos orientales, en su forma actual,
estuvieron muy marcados por la influencia bizantina.
Por el contrario, Roma fue unificando cada vez más, los distintos ritos de Occidente en el
rito romano, mientras que Bizancio dio forma a la adoración a Dios para gran parte del
mundo eslavo, Roma marcó desde el punto de vista litúrgico a los pueblos germanos, a los
latinos y una parte de los pueblos eslavos. En el primer milenio aún existía el intercambio
litúrgico entre Oriente y Occidente; después, los ritos se consolidaron en su forma
definitiva, que apenas dejaban espacio a posteriores enriquecimiento mutuo.
Ahora bien, el rito dentro del ámbito de la liturgia cristiana, la respuesta es: la expresión
hecha forma de la eclesialidad y la comunitariedad que supera la historia, de la oración y de
la acción litúrgica. En él se concentra la unión de la liturgia con el sujeto vivo que es la
Iglesia y que, a su vez, se caracteriza por la unión con la forma de la de que ha ido
creciendo en el seno de la tradición apostólica.

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