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Módulo 2: Definición y caracterización de la hipnosis

Antonio Capafons

Concepto y definición de hipnosis

Habitualmente, en Psicología es difícil encontrar una definición universalmente aceptada,


incluso de la propia Psicología. Por lo tanto, es razonable que ocurra así con la hipnosis, tanto
más cuando es compartida en su estudio y práctica con la Medicina, incluso con profesiones
relacionadas con lo forense. Lo frecuente es que se la defina como un estado de trance y de
alteración de conciencia en el que se incrementan las respuestas a las sugestiones
(hipnóticas)(1). Sin embargo, una desventaja de este tipo de definiciones es que confunden el
hecho (o fenómeno) que se pretende definir con una hipótesis: el que la hipnosis sea un estado
de trance (o estado alterado o distinto de conciencia), es una hipótesis acerca
del funcionamiento de la hipnosis, hipótesis poco parsimoniosa y con evidencia conflictiva.
Incluso los investigadores que aceptan la hipótesis de trance como demostrada, no la
consideran explicativa, sino que consideran que el trance es un concepto descriptivo (Hilgard,
1991).

(1) Definición de hipnosis, según Spiegel y Spiegel (1987):

La hipnosis es esencialmente un estado psicofisiológico de concentración focal, activada,


atencional y receptiva, con una disminución correspondiente en la conciencia periférica. La
capacidad para este estado varía en función de las personas y es relativamente estable a través
del ciclo de la vida adulta. Puede estar genéticamente determinada o quizá puede ser aprendida
en los inicios de la vida; y puede ser activada e invocada a través de tres formas:
espontáneamente; como respuesta a una señal de otra persona (hipnosis formal); y como
respuesta a una señal auto-inducida (auto-hipnosis).

Otros autores consideran que la hipnosis es el estado de trance y que hipnotismo son las
técnicas de inducción y el modo de usar la hipnosis (Weitzenhoffer, 1989). Finalmente, otros
investigadores prefieren definir la hipnosis desde un punto de vista operativo, considerándola
como un contexto social (2), en el que se usa un método de inducción que define (etiqueta) la
situación como “hipnosis”, y en el que se sugieren al individuo cambios en percepciones,
cogniciones, experiencia, etc. Es fácil advertir que esta última concepción no confunde la
hipótesis que explicaría el funcionamiento de las sugestiones hipnóticas, con el hecho o
fenómeno de la hipnosis.

1
(2)La situación hipnótica, según Spanos y Barber (1976), se caracteriza por:

• un método de inducción hipnótica


• un aumento de la respuesta a las sugestiones: catalepsia,
analgesia, etc.
• el informe subjetivo de la persona hipnotizada sobre
experiencia de fenómenos poco habituales (pensamiento ilógico,
distorsiones perceptivas, etc.)
• Una apariencia hipnótica, normalmente, mantener los ojos
cerrados, aletargamiento, mirada fija, apariencia de estar
dormido o relajado.
• El informe subjetivo de haber sido hipnotizado.

Estas formas diferentes de concebir, ya en la propia definición, a la hipnosis no conllevan


sólo discusiones academicistas (discusiones vitriólicas que han creado un cisma todavía por
superar en la comunidad de investigadores en el campo). Las teorías a las que se adhiere cada
posición son también muy diferentes, si bien con ciertos aspectos comunes, como la importancia
de las creencias y del rol de la persona hipnotizada. La investigación que generan también es
diferente (por ejemplo, buscar las características del trance, versus a averiguar cómo se
construye la experiencia el trance por parte de la persona hipnotizada). Los autores que
defienden el concepto de trance o de alteración/discontinuidad de conciencia (la hipnosis como
un estado genuino diferencial y diferente de otros estados de conciencia) suelen adherirse a las
teorías disociativas (originalmente propuestas por Janet, 1893/94), en las que se asume que
cuando alguien esta hipnotizado una parte de su mente se separa (disocia) de la otra, lo que
explicaría el sentimiento de no-volición y automatismo (que no involuntariedad, ya que lo que
ocurre en hipnosis esta siempre bajo el control de persona hipnotizada). Existen varias teorías
disociativas, como la teoría neodisociativa (Hilgard, 1979, 1991, 1992), o la teoría del control
disociado (Bowers, 1992; Woody & Bowers, 1994). En la primera se asume que la persona
hipnotizada ve escindida su mente, de modo que la mente consciente “olvida” a la parte no
consciente que sí retiene control. Debido a esta barrera mnésica (realmente una amnesia
hipnótica), la persona hipnotizada cree experimentar sus respuestas a las sugestiones como si
fueran respuestas involuntarias. Por ello realmente lo que se provocaría sería una experiencia
disociada.

En la teoría del control disociado, se asume que realmente se da una alteración del control,
de modo que subsistemas de control dentro de la jerarquía organizativa del control mental
humano, se pueden activar directamente y automáticamente, siendo eso lo que ocurre
cuando la persona está hipnotizada. Esa es la razón por la que la persona hipnotizada
experimenta y siente sus respuestas a las sugestiones como involuntarias: se da un menor
control de supervisión por parte de la persona, lo que permite que sus rutinas, o respuestas
bien automatizadas, se activen si tan control supervisor.

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No obstante sus muchas diferencias, ambas posturas comparten que la persona se disocia
mermándose su capacidad consciente de control sobre ciertos sistemas psicológicos y biológicos
(perceptivo, motor, etc.), si bien esa pérdida de control se da porque la persona hipnotizada
decide voluntariamente disociarse, o no oponerse a tal disociación.

Por otro lado, las concepciones de no estado o no trance, denominadas en general como
socio-cognitivas o cognitivo-comportamentales, rechazan las explicaciones que aceptan una
discontinuidad de los comportamientos hipnóticos respecto de los no hipnóticos. También hay
diversas perspectivas sociocognitivas. Sarbin (Coe & Sarbin, 1991; Sarbin & Coe, 1972),
propusieron una teoría en la que la persona hipnotizada activa un rol, cultural y socialmente
determinado, lo que le convierte en un actor que se implica profundamente en su personaje,
tanto que acaba auto-engañándose, de modo que las reacciones que experimenta las percibe
como no volitivas, cuando son totalmente voluntarias. En esta dirección Spanos (Spanos, 1991;
Spanos & Coe, 1992), basándose también en esta teoría, propuso que las respuestas a las
sugestiones hipnóticas eran respuestas propositivas, dirigidas a un objetivo, por lo que la
persona hipnotizada era realmente una persona creativa cuya conducta está regulada por
normas (las del rol, y las que proporciona el contexto). En última instancia, las formas en las
que se verbalizar las sugestiones, las atribuciones erróneas y el auto-engaño (Gorassini, 1999)
serían los responsables de que la persona hipnotizada experimentara erróneamente su
comportamiento como involuntario. Finalmente, a sabiendas de que dejamos en el tintero
posturas de las diferentes perspectivas, Kirsch (1991; 1993) aporta una teoría basada en el
Aprendizaje Social: las expectativas de respuesta. Según él, una creencia elevada en que se va
a experimentar algo facilita enormemente el que realmente se experimente. Esta expectativa de
respuesta (similar a una profecía auto-cumplida, pero respecto de nuestro comportamiento)
determinaría que la persona hipnotizada experimentara la sensación de involuntariedad en sus
respuestas, y que estas respuestas fueran genuinas, no sólo simulaciones de la persona o auto-
engaño. Todas estas posturas cognitivo-comportamentales resaltan conceptos como
expectativas, imaginación, atribuciones, rol socialmente sancionado, etc., rechazando conceptos
como disociación, trance o inconsciente. Por lo tanto asumen que la hipnosis es una
construcción social y no un estado de trance delimitado y con características propias y
singulares (Kirch, Capafons, Cardeña, & Amigó, 1999). El lector interesado puede revisar la
mayoría de las teorías modernas de hipnosis en Lynn y Rhue (1991).

En definitiva, las definiciones y teorías de la hipnosis son de una enorme complejidad,


y ubicarse en una posición u otra presenta connotaciones de todo tipo, incluso en cómo se
usa la hipnosis en la práctica clínica. Por ello, la división 30 (Society of Psychological Hypnosis)
de la American Psychological Association (APA) propuso una definición consensuada por
distintos autores de las diversas posturas teóricas sobre la hipnosis, y que actualmente está
aceptada por las principales asociaciones de hipnosis de todo el mundo. Esta definición (APA,
1993; Kirsch, 1994) implica siete puntos:

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1 La hipnosis es un procedimiento en el que un especialista sugiere a una persona
que experimente cambios en sus sensaciones, percepciones, pensamientos o
conducta

2 El contexto hipnótico suele establecerse usando un método o procedimiento de


inducción, que puede adoptar formas muy diferentes, aunque las más frecuentes
son las que incluyen sugestiones de calma, relajación y bienestar, así como
instrucciones de pensar o imaginar experiencias agradables

3 Se da una gran variabilidad en las respuestas que se experimentan durante la


hipnosis. Así, ciertas personas dicen experimentar un estado alterado de
conciencia, mientras que otras indican que su experiencia es como un estado
normal de atención focalizada, en el que se han sentido muy calmadas y relajadas.
En general, la mayor parte de la gente dice que la experiencia con la hipnosis es
muy agradable

4 Algunas personas responden mucho a las sugestiones hipnóticas y otras no. En


ocasiones son los miedos y falsas concepciones de la hipnosis lo que impide que
las personas experimenten lo que se sugiere en hipnosis. Las personas
hipnotizadas no pierden el control, son conscientes de quiénes son y dónde están,
y recuerdan generalmente lo que ocurrió durante la hipnosis, a menos que se le
sugiera que lo olviden. La hipnosis no obliga a nadie a experimentar las
sugestiones, sino que únicamente lo facilita

5 La hipnosis no es una forma de terapia, como la Terapia de Conducta, o el


Psicoanálisis, sino un procedimiento que puede facilitar la terapia psicológica. Por
lo tanto, la hipnosis clínica debe ser usada por profesionales formados y con
credenciales que avalen su capacidad como profesionales de la salud. Por
supuesto, estos profesionales deben haber recibido también entrenamiento
específico en el uso clínico de la hipnosis. Por lo tanto, este entrenamiento no es
suficiente, siendo necesario ser un profesional de la Psicología Clínica o de la
Medicina para poder usar la hipnosis clínica

6 Las aplicaciones de la hipnosis son amplísimas, tanto en Psicología como en


Medicina, pero debe tenerse precaución en su utilización, ya que no tiene por que
ser útil para todos los problemas y pacientes o clientes. A lo que añade que la
decisión de usar la hipnosis (como un adjunto) debe hacerse consultando con un
profesional de la salud que haya sido formado en hipnosis clínica

7 En último lugar, la APA resalta las varias vertientes de la hipnosis en investigación,


que tratan de incrementar el conocimiento de la propia hipnosis, de su aplicación
en el tratamiento de problemas psicológicos y médicos, y para conocer su impacto
en la memoria, percepción, fisiología, etc.

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Por lo tanto, de esta definición se pueden extraer algunas notas relevantes para
delimitarla: la hipnosis es un conjunto de procedimientos que generan un contexto donde se
facilita el cumplimiento de las sugestiones en ciertas personas; la hipnosis no es un estado
alterado de conciencia, ni un tipo de terapia, ni útil para todos los problemas ni personas; no
debería hablarse de hipnoterapia ni de hipnoterapeuta, sino de profesional de la salud, con
formación añadida y específica en hipnosis clínica. Por lo tanto, implícitamente se indica que la
hipnosis no es un tipo de espectáculo, ni puede ser usada para aquellas actividades para las
cuales no se ha recibido formación previa fuera del ámbito de la hipnosis: en otras palabras, no
se debería usar la hipnosis para aquello para lo que no se esta capacitado, de modo que sólo se
debe usar la hipnosis clínica cuando la persona que la aplica puede resolver el problema sin
hipnosis, pero añade la hipnosis porque cree que puede añadir beneficios a su intervención.

Al igual que la APA, la Sociedad Británica de Psicología (2001/2002) también propone


una definición de hipnosis (redactada por un conjunto de expertos de la Sociedad Británica de
Hipnosis Experimental y Clínica), que reza del siguiente modo: “El término “hipnosis” denota
una interacción que se da entre una persona, el “hipnotizador”, y otra u otras personas, el
“sujeto” o “sujetos”. En esta interacción, el hipnotizador intenta influir en la percepción,
sentimientos, pensamientos y conductas de los sujetos, pidiéndoles que se concentren en ideas
e imágenes que pueden evocar los efectos que se pretenden conseguir. Las comunicaciones
verbales que el hipnotizador emplea para alcanzar esos efectos se denominan sugestiones. Las
sugestiones se diferencian del resto de instrucciones de la vida cotidiana, en que aquéllas
implican que el sujeto experimenta, con “éxito”, una respuesta caracterizada por una cualidad
de involuntariedad o por la carencia de esfuerzo. Los sujetos pueden aprender a poner en
práctica los procedimientos hipnóticos por sí mismos, lo que se denomina "auto-hipnosis".

Como puede observarse, básicamente esta definición es similar la de la APA, si bien se


circunscribe a aspectos concretos, como las sugestiones, lo que se sugiere y qué es auto-
hipnosis. Como en la de APA, se evita cuidadosamente definirla como un estado de trance o
similar, siendo una definición descriptiva y elegante sobre la hipnosis.

Por otro lado, y retomando el punto seis de la definición de la APA, a aquellas personas
que se auto-catalogan como hipnoterapeutas, sin haber recibido formación específica en
Psicología Clínica, Psiquiatría, etc., se les denomina hipnoterapeutas legos. Los hipnoterapeutas
legos suelen carecer de una mínima formación científica en hipnosis, y transmiten, junto con
ciertos medios de comunicación y de entretenimiento, la mayoría de los mitos y falsos conceptos
que existen sobre ella. Son, precisamente, esos mitos y falsas creencias los que, en última
instancia, pueden determinar la iatrogenia de una utilización inadecuada de la hipnosis clínica.
En el cuadro nº 1 se muestran los principales mitos que existen sobre la hipnosis (Capafons,
1998a). Estos mitos eliminarse antes de hipnotizar a la persona, sobre todo cuando el propio
cliente es quien solicita se hipnotizado, pues en estos casos, suelen darse mitos de un alta

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capacidad iatrógena (por ejemplo, que la hipnoterapia es rápida, sin exigir esfuerzo por parte
del cliente, y que a través de la hipnosis se desarrollan capacidades excepcionales, como la
hipermnesia, o acceso a zonas disociadas y reprimidas del inconsciente).

MITOS SOBRE LA HIPNOSIS

Mito 1º: La hipnosis no pertenece al campo de la psicología científica. Quienes la


practican suelen ser charlatanes, curanderos u hombres del espectáculo. Las
personas que mejoran con ella, son crédulos, ignorantes y “dependientes”

Mito 2º: La hipnosis puede dejar a la persona “enganchada” en un trance, de forma


que, al no poder “salir del estado hipnótico”, quedaría mermada en su
volición o devendría en un demente

Mito 3º: La hipnosis puede explicitar o agravar psicopatologías “latentes” de la


persona. Incluso puede desarrollar alteraciones psíquicas en los
individuos sanos. Los individuos con problemas psicopatológicos, puede
empeorar con la hipnosis

Mito 4º: La hipnosis provoca un “estado” similar al del sueño, en el que la persona
muestra unas características especiales. Si no se alcanzan tales
características, la persona no está hipnotizada. Sólo se puede estar en esa
situación especial, si se ha recibido un método de inducción hipnótica

Mito 5º: La hipnosis elimina y anula el control voluntario de la persona. Ésta deviene
en un autómata en manos del hipnotizador, por lo que puede cometer actos
delictivos, antisociales, inmorales o que le llevan al ridículo social

Mito 6º: La hipnosis provoca reacciones inusuales, excepcionales y cuasi mágicas en


las personas

Mito 7º: La hipnosis es una terapia (hipnoterapia), sumamente útil, rápida y eficaz,
que no exige ningún esfuerzo por parte del cliente para cambiar de
comportamiento. Sólo las personas muy susceptibles, sin embargo, pueden
beneficiarse de ella

Mito 1 :

La realidad acerca de la cientificidad de la hipnosis es bien diferente: Wundt (1882), William James
(1902), Paulov (1923), Hull (1933) y Eysenck (1960), entre otros autores de innegable seriedad y prestigio en
la Psicología Científica, investigaron experimentalmente sobre la hipnosis. Ya en sus comienzos, la hipnosis
fue tanto un tema de estudio empírico, como una herramienta terapéutica en Psicología y Medicina (Sarbin y
Coe, 1972). Desde los años cincuenta, en USA, investigadores como T.X. Barber (1969), Sarbin (Sarbin &
Andersen, 1963) y E. Hilgard (1969), estudiaron la hipnosis desde un vertiente teórica y experimental "dura".
Sus seguidores han publicado y siguen publicando un sinfín de trabajos experimentales, tanto en revistas

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especializadas en el tema, como en revistas más generalistas y de elevado prestigio entre la comunidad
científica psicológica.

Por otro lado, las sociedades de hipnosis en USA (Capafons, 1995) se ubican en colectivos de
seriedad tan reconocida como la American Psychological Association (división 30), la cual, junto con The
Society for Clinical and Experimental Hypnosis y The American Society of Clinical Hypnosis, suman alrededor
de 6.000 afiliados.

En línea con lo anterior, la hipnosis se enseña en las universidades de los principales países de
Occidente (Usa, Canadá, Australia, Alemania, Holanda, Gran Bretaña, España, etc.), tanto en facultades de
Psicología como de Medicina y Odontología.

Así pues, la hipnosis es objeto de estudio científico y experimental, cuenta con revistas
especializadas de reconocido prestigio (como por ejemplo, The International Journal of Clinical and
Experimental Hypnosis o Contemporary Hypnosis), y forma parte del curriculum de las universidades de los
países más avanzados del mundo. Ello no evita que charlatanes y desconocedores de esta realidad, hablen y
practiquen la hipnosis desde una óptica deleznable y más lucrativa que "sanadora". Por ello, la única defensa
del "consumidor", es preguntar por la capacitación del "hipnotizador" y por la evidencia empírica de sus
afirmaciones.

Por otro lado, y refiriéndonos a la segunda afirmación del mito, las personas que son susceptibles a la
hipnosis no son ignorantes, crédulos o dependientes. A pesar de que no hay conclusiones definitivas sobre la
relación entre la susceptibilidad a la hipnosis y factores de personalidad, en todo caso, la evidencia indica que
las personas aficionadas y que se absorben con la literatura (novelas, ciencia ficción, suspense, etc.), y
actores, son altamente susceptibles (Coe & Sarbin, 1966; Hilgard, 1965). La distribución de la susceptibilidad
hipnótica, tal y como es medida por la escalas psicométricas de susceptibilidad, se aproxima a la distribución
normal, si bien esto depende, en parte, de la escala (Council, en prensa). O dicho de otra forma, un
porcentaje elevado de la población es sensible a las instrucciones hipnóticas, sin que ello implique que son
"débiles" mentales o culturales.

Otra cuestión diferente es la dificultad en encontrar caracterísitcas de las personas suceptibles a la


hipnosis. Tras años de investigación, solo parece estar mínimamente relacionado con esta característica,
variables como absorción, implicación imaginativa y propensión a la fantasía. En todo caso, parece que la
única variable consistentemente relacionada con la "hipnotizabilidad" es la sugestibilidad despierta (Kirch &
Council, 1992), lo cual no aporta demasiada información para establecer el "perfil" de la persona susceptible.
Así pues, el responder a las sugestiones hipnóticas no implica ni patología psicológica, ni torpeza o
credulidad basada en la ignorancia.

Capafons, A. (1998) Hipnosis clínica: una visión cognitivo-comportamental. Papeles del Psicólogo, 69, 71-
88.

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Mito 2 :

La evidencia clínica y los resultados experimentales indican que las personas no se quedan
"enganchadas" en un estado alterado de conciencia, entre otras razones porque el concepto de trance o
estado alterado o diferente de conciencia, ha sido abandonado hace ya tiempo, por su futilidad científica y
evidencia experimental contraria (Hilgard, 1991; Kirsch, 1993; Sarbin & Coe, 1972; Spanos & Barber, 1976).
Si bien algunas personas muestran una mayor dificultad en "deshipnotizarse" (Orne, 1965), esta dificultad en
mostrar el comportamiento habitual no es superior a la que se encuentra en otras técnicas de relajación,
imaginación o concentración (Lynn, Martin & Frauman, 1996).

Por otro lado, desde la propia posición "tranceática" se estudió las características de los sujetos
hipnotizables, para descubrir la "esencia" de la "hipnosis". Para ello, se usó el paradigma de "simuladores".
En este paradigma se seleccionan sujetos altísimamente sugestionables y se les compara son sujetos con
una aparente nula capacidad para ser hipnotizados. A estos últimos individuos, se les pide que simulen ser
muy susceptibles, de tal forma que, si engañan al experimentador, reciben ciertas cantidades de dinero.
Evans (1966) intentó observar las diferencias entre muy susceptibles y simuladores, cuando el hipnotizador
abandona al hipnotizado, haciéndole creer que se ha olvidado de él. Los resultados indicaron que las
personas no susceptibles, es decir, que no habían sido hipnotizas, rápidamente se levantaban del sillón
donde habían simulado estar hipnotizadas, y mostraban comportamientos no "hipnóticos". Sin embargo, la
sorpresa surgió, al comprobar que los sujetos altamente hipnotizables, que, efectivamente, habían sido
"profundamente" hipnotizados, también abandonaron la sala o mostraron comportamientos no "hipnóticos"
(levantarse del sillón, preguntar por el experimentador) al cabo, como promedio, de unos 20 minutos de
espera.

Es decir, incluso las personas que supuestamente alcanzaron un muy "profundo" trance, en cuanto
decidieron que ya no era oportuno seguir "bajo" hipnosis, simplemente adoptaron su rol habitual de persona
no "hipnotizada". Por lo tanto, por mucho que un hipnotizador pretenda dejar a una persona "hipnotizada" de
por vida, o por periodos muy largos, dependerá de la persona el decidir cuándo desea abandonar la situación
hipnótica y mostrar un comportamiento "habitual". Todo lo escrito y defendido en dirección contraria, no es
sino el producto de imaginaciones acientíficas, ignorantes y, en muchos casos, interesadas, en mostrar una
hipnosis todopoderosa, muy alejada de la realidad experimental y clínica.

Capafons, A. (1998) Hipnosis clínica: una visión cognitivo-comportamental. Papeles del Psicólogo, 69, 71-
88.

Mito 3 :

No existe ninguna evidencia clara y contundente de que la "hipnosis" pueda generar algún tipo de
psicopatía o de alteración psicológica. Ciertamente, la hipnosis, como toda forma de intervención
psicoterapéutica puede producir efectos no deseados (Bergin & Gardfield, 1994). Pero, tal y como dijimos
más arriba, tales efectos no son superiores a los encontrados en otras formas de intervención, y en todo
caso, son manifestados por un porcentaje muy bajo de personas, y no debidos a la hipnosis sino a la
creencias erróneas sobre ella (Lynn, Martin & Frauman, 1996). Incluso investigadores ligados al psicoanálisis,

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defienden que la similitud entre los procesos "hipnóticos" y algunos procesos psicopatológicos es más formal
(topográfica) que funcional, sin que ello implique que las personas más susceptibles sean más vulnerables a
la psicopatología, o que la psicopatología sea una forma de hipnosis espontánea (Nash, 1992). De hecho,
Pettinati, Kogan, Evans, Wade, Horne & Staats (1990) no encontraron diferencias entre pacientes
psiquiátricos y personas normales en sus medidas de hipnotizabilidad, si bien ciertos grupos de pacientes
(fóbicos, bulímicos, drogadictos) pueden mostrar medias elevadas en esta dimensión (Lynn, Kirsch, Neufeld &
Rhue, 1996).

Por otro lado, la idea de la "morbilidad" de la hipnosis proviene esencialmente de la escuela de la


Salpêtrière, en la que tanto Charcot (1882) como Janet (1893/94/1901), especialmente el primero, enfatizaron
el carácter psicopatológico de la hipnosis. Según este punto de vista, sólo las personas con debilidad ideativa
y neuronal eran susceptibles de ser hipnotizados. El trance (y la disociación) que provocaba la hipnosis,
dejaba a la persona sin control del yo, por lo que el individuo podía dar rienda suelta a sus alteraciones no
conscientes, si bien, incluso dentro de esta misma aproximación, tal "descontrol" era limitado, sin implicar la
realización de actos antisociales.

Ya su escuela opositora coetánea, la escuela de Nancy, a través de Liébeault y especialmente de


Bernheim (1884b), mostraron su oposición a tales ideas (Tortosa, González-Ordi & Miguel-Tobal, 1993),
defendiendo, por el contrario, que sólo las personas mentalmente sanas podían ser hipnotizadas, ya que sólo
ellas podían seguir instrucciones y tenían la suficiente capacidad de concentración en las sugestiones que se
proponían.

Esta divergencia no es de extrañar, ya que Charcot sólo trabajó con 12 mujeres histéricas, a las que
nunca hipnotizó directamente. Todas ellas conocían las teorías de Charcot, y muy probablemente, actuaron
en función de lo que de ellas se esperaba (Sarbin & Coe, 1972). El hecho de trabajar en un hospital, según
nuestra opinión, determinó que Charcot y Janet intentaran explicar la normalidad a partir de la anormalidad,
tal y como el propio Sigmun Freud hiciera más adelante.

Bernheim, al trabajar en una universidad, sin tanto ambiente "psicopatológico", percibió la hipnosis
sólo como una forma de sugestión, de tal modo, que bajo hipnosis sólo se provocaban los fenómenos que se
sugerían. Más aún, según Bernheim (1984a), la hipnosis no aportaba nada especial al aumento de la
sugestibilidad de la persona. Todo cuanto se podía obtener con la hipnosis, podía obtenerse, asimismo, sin la
inducción "hipnótica". Esta idea, ampliamente aceptada en la actualidad, iluminó la posición de Wells (1924)
acerca de la hipnosis despierta, y la propia de Hull (1933).

Por todo ello, la hipnosis no parece en sí misma provocar ningún efecto colateral pernicioso. Ello
dependería de la situación concreta de la persona, de su forma de procesar la información y de su propia
personalidad, además de las creencias que ostente sobre la hipnosis. Una forma de reducir la "iatrogenia" de
la hipnosis, y quizá la más poderosa, sería el pedir autorización y consentimiento al cliente para ser
hipnotizado (Frauman, Lynn & Brentar, 1993; Lynn, Martin & Frauman, 1996), lo que suele implicar una
presentación adecuada de la hipnosis en la que se desmitifican sus riesgos y se potencia el sentimiento de
control percibido por la persona.

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Finalmente, la hipnosis está siendo utilizada con mucho éxito para el tratamiento de ciertas
alteraciones, que podrían parecer absolutamente incompatibles con ella: personalidades múltiples (Horevitz,
1993; Kirsch & Barton, 1988), depresión, fobias, pacientes limítrofes y psicóticos, además de las aplicaciones
ya tradicionales a los campos del estrés y trauma, y medicina comportamental (Rhue, Lynn & Kirsch, 1993)

Por lo tanto, a pesar de lo mucho que se ha argumentado, la hipnosis no provoca más problemas que los que
puedan generar las técnicas encubiertalistas, la desensibilización sistemática o los procedimientos de
reestructuración cognitiva, en base al uso de la imaginación. Probablemente genera mucha menos iatrogenia
que los tratamientos que basan su "eficacia" en la reducción de las defensas de los pacientes y en la
activación de la angustia.

Así pues, lo que puede gestar alguna complicación son las creencias que se mantienen sobre la
hipnosis y las expectativas sobre lo que el hipnotizador hará con ella (recordemos que la posición de la
escuela de Nancy, y la actual de las corrientes cognitivo-comportamentales, es que bajo hipnosis sólo ocurre
lo que se sugiere y/o el sujeto cree que debe ocurrir). Desde esta perspectiva, son precisamente las técnicas
de reestructuración cognitiva, especializadas en el cambio de pensamiento y supuestos personales de los
clientes, las que más "psicopatías" podrían generar.

Desde una perspectiva deontológica es absurdo rechazar una técnica porque su potencial mal uso
pueda perjudicar a la persona. En el caso de la hipnosis, sólo una inadecuada reestructuración cognitiva
sobre ella la transformaría en un procedimiento iatrogénico o "peligroso". Por ello, según nuestro punto de
vista, el modelo de hipnosis que se presenta al paciente es esencial. De ahí, nuestro total rechazo a los
modelos tranceáticos, de estado alterado de conciencia, o cuasi esotéricos, ya que transmiten una idea, no
sólo poco rigurosa sobre la hipnosis -cuando no rigurosamente falsa-, sino que, además, fomentan creencias
inadecuadas sobre las cualidades de la sugestión hipnótica.

Capafons, A. (1998) Hipnosis clínica: una visión cognitivo-comportamental. Papeles del Psicólogo, 69, 71-
88.

Mito 4 :

A pesar de las opiniones, ya obsoletas, de Paulov (1923) sobre la cierta similitud entre el sueño
ordinario y la hipnosis, sueño e hipnosis no tienen absolutamente nada que ver, ya que ni siquiera la hipnosis
implica, tal como hemos indicado, un estado alterado de conciencia. Sólo, en algunas ocasiones, las
personas que están siendo hipnotizadas a través de algún método hipnótico por relajación, pueden quedar
dormidas. Este fenómeno es muy habitual entre personas insomnes, y común a otras técnicas de relajación.

Entonces, ¿Cuál es la relación entre hipnosis y sueño? La propia palabra hipnosis implica el vocablo
"hipnos", sueño en griego. ¿A qué se debe tal relación lingüística?

Para responder a esta preguntas, conviene remontarse a los albores del surgimiento de la hipnosis.
Habitualmente se suele afirmar que los métodos hipnóticos eran frecuentes entre los asirios, japoneses,
griegos, hebreos y cristianos y otras culturas en las que la meditación y la concentración eran altamente
frecuentes y valoradas. Probablemente, ello se debe a la confusión de los aspectos formales de la hipnosis

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tradicional con la meditación y los rituales religiosos que acompañaban a tales prácticas. No sólo es
inadecuada esta asimilación entre la hipnosis y los rituales religiosos ancestrales (Capafons y Amigó, 1993 a,
1993c; Spanos y Chaves, 1991), sino que, además, paradójicamente, el surgimiento de la hipnosis se
atribuye a Franz Anton Mesmer. Mesmer, médico austríaco del siglo XVIII, fue el creador del mesmerismo,
corriente basada en el magnetismo animal, al que consideraba fluído universal responsable de la salud de los
seres vivos, y nunca usó sugestiones de sueño para "magnetizar" a sus pacientes.

Por el contrario, Mesmer opinaba que los cuerpos vivos sanos disfrutan de un equilibrio del fluído
magnético, equilibrio que, cuando se truncaba, generaba enfermedad, tanto de orden físico como mental.
Guiado por estas ideas, Mesmer diseñó un conjunto de procedimientos para la remagnetización. Estos
procedimientos incluían desde pasar magnetos por el cuerpo de la persona, hasta la magnetización del agua,
que era ingerida por el paciente, y la magnetización de otros seres vivos (árboles, bosques, personas), que, a
su vez, podían remagnetizar y, por lo tanto, "curar" al individuo. Lo relevante en este punto es que las
personas, cuando eran magnetizadas, mostraban convulsiones y entraban en "crisis" (fenómeno similar a la
catarsis por abreacción, propuesta por Freud). Tras la crisis la persona solía mostrar grandes mejorías en sus
problemas.

Así pues, tal y como indican Spanos y Chaves (1991), el relacionar la hipnosis con el magnetismo
animal, exige recordar que las personas que eran magnetizadas, no sólo no se dormían, sino que, por el
contrario, mostraban comportamientos similares a los de los exorcizados de la edad media. Por ello, conviene
no olvidar que la unión entre hipnosis y sueño es casual e histórica, no sustantiva o procesual.

Mesmer, recordemos, fue evaluado por dos comisiones de investigación. La segunda de ellas,
utilizando diseños sumamente "limpios" y sencillos, concluyó que el magnetismo animal no era sino una
explicación falaz, y que los fenómenos que provocaban los rituales mesmeristas, se debían a la imaginación,
creencias y fantasías de las personas. Ello, desafortunadamente, determinó el que Mesmer fuera repudiado
(murió abandonado de los suyos y absolutamente pobre en Suiza), cayendo sus prácticas en desgracia y
desuso. No obstante, algunos seguidores continuaron practicando sus enseñanzas, creando un ambiente de
curiosidad en algunas personas de la alta sociedad francesa de la época. Entre ellos, destacó el Marqués de
Puysêgur, quien quiso saber por sus propios medios y sin interferencias de ninguna clase, qué era el
"magnetismo animal". Para ello, solicitó a un "mesmerista" que magnetizara un árbol. Cuando el árbol ya
tenía poderes magnéticos, solicitó a un vasallo suyo, Víctor Emmanuel, que se colocara debajo de él, y le
relatara lo que le fuera provocando la magnetización. Seguramente, en su afán purista, el marqués de
Puysêgur, eligió a Víctor, no sólo por su condición de vasallo, sino por su cualidad de deficiente mental
(Gibbons, 1979; Hoarean, 1992; Hull, 1933), bajo el supuesto de que no distorsionaría los resultados. Sin
embargo, recordemos que bajo hipnosis no ocurre nada que no se espere por parte de la persona o se
sugiera directamente por el hipnotizador. Al no saber absolutamente nada de lo que se suponía que debía
ocurrir al ser magnetizado, el pobre Víctor Emmanuel, simplemente cayó dormido. Otros individuos que
observaron la respuesta de Víctor Emmanuel, pensaron que el sueño era el efecto de los "rayos" magnéticos,
y también comenzaron a sentirse somnolientos y amodorrados.

A pesar de su purismo metodológico, Puysêgur, cometió un error de interpretación: como el científico


que, tras arrancar todas las patas a una pulga y solicitarle que saltara, pensó que su desobediencia se debía
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a la sordera provocada por la eliminación de los miembros locomotores de la citada pulga. Es decir, Puysêgur
creyó que el sueño experimentado por Víctor era el efecto del magnetismo animal. Por lo tanto, le denominó,
sueño artificial, ya que no se debía a causas naturales, sino al influjo de tal magnetismo animal.

Más adelante, Braid observó, influído por el concepto de somnambulismo artificial, que dando
instrucciones de somnolencia, pesadez y modorra, las personas mostraban un incremento en la
susceptibilidad a las sugestiones, y por ello, denominó Hipnosis, al "estado" que provocaban en la persona
tales sugestiones.

Por lo tanto, la relación entre sueño e hipnosis es puramente artifactual, debida a un azar histórico, y
reforzada por el hecho de que la sugestión es la que provoca las reacciones que se dan bajo "hipnosis": si
sugerimos sensaciones de somnolencia, pasividad y obnubilación, las provocaremos, como también
provocaremos las reacciones contrarias, si también las sugerimos.

Ello nos lleva a la segunda parte del mito: la persona debe alcanzar algunas características
especiales para estar "realmente" hipnotizado. De nuevo conviene recordar, en este momento, que bajo
hipnosis no se provoca nada que no se sugiera y/o que la persona no crea y espere que deba ocurrir. La
investigación psiconeurobiofisiológica, realizada sobre los correlatos biológicos del "estado hipnótico", es
unánime en una conclusión general: no existe ningún correlato biológico de la hipnosis (Miguel-Tobal &
González-Ordi, 1993). Sólo se provocan los fenómenos que se sugieren, y tales fenómenos se comparten
con otras formas de intervención (relajación, imaginación, etc.). Así pues, una caída brusca de la tasa
cardíaca, no es síntoma de "entrada" en hipnosis, como tampoco lo es un aumento de las ondas cerebrales
"alfa", o una disminución del tono muscular, o un aumento diferencial de los hemisferios cerebrales. El que
aparezcan estos fenómenos, como venimos insistiendo, depende de lo que se haya sugerido, o del método
"hipnótico" utilizado. Y ello, a su vez, nos lleva a la tercera parte de este mito: el método de inducción
hipnótica como responsable de los fenómenos "hipnóticos" y como prerrequisito indispensable para estar
hipnotizado.

La evidencia acumulada tras varias décadas de investigación muy rigurosa y polemizadora, indica
que no existe ningún criterio comportamental o subjetivo de trance, o estado "hipnótico". En otras palabras,
no existe ningún "síntoma patognomónico" de la hipnosis (Capafons & Amigó, 1993a, 1993c), y todo lo que se
ha provocado bajo hipnosis se ha provocado, también, sin necesidad de utilizar método alguno "hipnótico".
Ello no quiere decir que la hipnosis no exista. Precisamente una de las conclusiones más importantes de las
investigaciones realizadas por los psicólogos de la vertiente cognitivo-comportamental, es que la hipnosis es
un rótulo social, con implicaciones sobre las expectativas, activación de roles y habilidades cognitivas muy
complejas (Kirsch, 1993; Spanos & Barber, 1976; Spanos & Chaves, 1989). En definitiva, un método será
hipnótico, según nuestra opinión, en la medida en que el sujeto que va a ser hipnotizado lo perciba como tal.
La hipnosis se dará siempre que la persona a hipnotizar y el hipnotizador estén de acuerdo en que el método
es "hipnótico" y los fenómenos que el sujeto experimente sean, asimismo, "hipnóticos" (Capafons & Amigó,
1993c). En definitiva la hipnosis se construiría entre, al menos, las dos personas implicadas en la relación
hipnótica.

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Por lo tanto, no cabe esperar nada "especial" de la hipnosis, ni debe asumirse que los métodos
hipnóticos tienen ciertos poderes para determinar reacciones espectaculares en las personas.

Algunos autores y profesionales de la psicología clínica argumentan que en los métodos hipnóticos se
utiliza la relajación como forma de "profundizar", incluso de inducir la hipnosis, por lo que las respuestas de
relajación serían lo "patognomónico" de la hipnosis. A pesar de ser esta la opinión del propio Edmoston
(1991), no hay nada más alejado de la realidad. Ya en 1976, Bányai y Hilgard, diseñaron el método activo-
alerta como procedimiento alternativo de inducción hipnótica. En dicho método, ampliamente utilizado por el
grupo de Bányai, tanto para la investigación experimental, como para la aplicación clínica (Bányai, Zseni &
Túry, 1993), no sólo no se dan instrucciones de somnolencia y relajación, sino que se enfatiza lo contrario: la
activación muscular, cardíaca y mental. Con este método se han alcanzado niveles de respuesta a las
escalas de susceptibilidad hipnótica, idénticos a los alcanzados con los métodos tradicionales de relajación.
Ello concuerda con las posiciones de Gibbons (1979), Wollman (1978) y Araoz (1985). Más aún, los métodos
por activación son un precursor y antecedente directísimo de la Terapia de Auto-Regulación (Amigó, 1990;
Capafons & Amigó, 1993 a, c; Capafons & Amigó, 1995), en la que la persona responde a la sugestiones
hipnóticas con la misma intensidad que cuando se le aplican tras una inducción hipnótica tradicional
(Capafons, 1993), tras aprender a "activar" su mente de forma eficaz.

Así pues, ¿por qué se utiliza la relajación como forma de inducción hipnótica? La relación entre
hipnosis y relajación también es de tipo histórico y circunstancial. Recordemos que, según nuestra opinión, un
método es hipnótico siempre que la persona que lo reciba considere que lo es. Esta opinión concuerda con
las conclusiones de la segunda comisión que investigó a Mesmer, y con decenas de trabajos sobre el tema,
en los que se concluye que el rotulado es el proceso básico para definir un método hipnótico como tal
(Spanos & Barber, 1976). El propio Mesmer, tal y como hemos indicado, utilizó una variedad enorme de
métodos para magnetizar a sus pacientes (Kirsch, 1993). Todos estos métodos fueron igualmente productivos
a la hora de provocar convulsiones y mejoría en las personas que creían en ellos. En el contexto hipnótico
ocurre otro tanto. Las anécdotas sobre la hipnotización "espontánea" de algunas personas, sin que el
hipnotizador hubiera aplicado procedimiento hipnótico" alguno, son corrientes. Por ejemplo, algunos
veteranos de la segunda guerra mundial "caían" profundamente hipnotizados tan sólo por acceder a las salas
de hipnosis (Sarbin & Coe, 1972).

En línea con lo anterior, de Milton Erikson se cuenta un anécdota, en la cual una mujer "cayó"
profundamente hipnotizada al saludar al famoso terapeuta con un "apretón" de manos, sin que Erikson tuviera
intención alguna de hipnotizarla con el famoso método del apretón de manos, bien diferente a la convención
occidental de apretarse mútuamente las manos en el saludo.

Si mantenemos todo ello presente, entenderemos fácilmente que las instrucciones de relajación
hayan devenido en un método casi universal para la inducción de la hipnosis. La mayoría de las personas se
muestran nerviosas cuando van a ser hipnotizadas por primera vez. Seguramente debido a los mitos y
creencias erróneas sobre la hipnosis, muchos individuos se preocupan excesivamente sobre lo que van a
experimentar al ser hipnotizados, y se sienten ansiosos por ello. El terapeuta o hipnotizador, normalmente
intenta eliminar estas reacciones de "estrés" diciéndole a la persona frases como "relájate, tranquilízate, no

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tienes por qué preocuparte, relájate y comprobarás que la hipnosis no es peligrosa, sino agradable, relajante".
Incluso antes de que la persona muestre signos de ansiedad, la mayoría de los terapeutas se anticipan a
ellos, solicitando a sus pacientes que se tranquilicen y relajen. Muchos de los pacientes confunden las
instrucciones de relajación con las propias instrucciones de inducción "hipnótica", por lo que caen
"profundamente hipnotizados", incluso aunque el terapeuta todavía no haya comenzado con el ritual
"hipnótico" como tal. Por ello, el relajar al paciente, antes de la hipnosis, no sólo ha devenido en una forma de
"tranquilizarlo" y predisponerlo hacia la hipnosis, sino en un método efectivo y eficaz para hipnotizar, siempre
que, evidentemente, las instrucciones de relajación se sugieran con la intención, percibida por parte del
paciente, de "hipnotizar". No existe ninguna otra razón para identificar relajación con hipnosis. Hasta tal punto
esto es así, que Edmoston (1991), quien identifica relajación con hipnosis (a la que pretende rotular como
Anesis), debe defender que los métodos de activación-alerta de Bányai no son "hipnosis". Ello no intenta sino
confirmar la falacia de que la hipnosis tiene métodos de inducción "sustantivos", con poderes intrínsecos, para
provocar un aumento en la respuesta a las sugestiones. Las instrucciones de relajación ayudan a la inducción
de hipnosis, siempre que la persona perciba tales instrucciones como "hipnóticas". Con métodos de
activación y expansión se consiguen los mismos resultados que con los métodos basados en la relajación, a
la hora de provocar reacciones "hipnóticas", tal y como veremos más adelante.

Así pues, la experiencia hipnótica no es similar a la del sueño, y varía de persona a persona, en
función de lo que la persona espere de la hipnosis y se sugiera en el transcurso de ella. No hay ningún criterio
objetivo e independiente de hipnosis, por lo que es inadecuado asimilar hipnosis no sólo a sueño, sino a
relajación u otras formas de meditación. Ello dependerá, tal y como hemos indicado, de las instrucciones que
se den, y de las propias expectativas y creencias del sujeto a hipnotizar.

Capafons, A. (1998) Hipnosis clínica: una visión cognitivo-comportamental. Papeles del Psicólogo, 69, 71-
88.

Mito 5 :

Seguramente este es el mito que más ha perjudicado al uso y aplicación de la hipnosis en el campo
de las psicoterapias. Tanto la literatura como el cine, así como ciertos abogados criminalistas, han
presentados "ejemplos" del poder que alcanza el hipnotizador sobre la persona a la que ha hipnotizado. Tales
ejemplos han "calado" en la opinión pública, reforzados por la visión de los programas de televisión en los
que individuos "normales" muestran comportamientos ridículos o muy espectaculares, que luego son
catalogados por los propios sujetos como involuntarios, incontrolables y fuera de su fuerza de voluntad.

Sin embargo, ambas situaciones son bien diferentes en la medida en que en los espectáculos sobre
hipnosis, no se pide nada al sujeto que pueda ser antisocial, delictivo o inmoral. Más aun, no se le pide nada
a los sujetos que antes ellos no sepan que "puede ocurrir", y que esperen que, efectivamente, ocurra ¿Por
qué, sino, una persona se prestaría a ser voluntario del espectáculo hipnótico? No parece tener mucho
sentido el colaborar en un teatro, circo o plató, sin esperar que la hipnosis provoque ciertas reacciones en el
voluntario, y, más aún, que la persona espere que tales reacciones sean divertidas y distraídas. Por lo tanto,
en este caso, el asunto es cómo y por qué la persona percibe tales respuestas como involuntarias, y no por
qué no puede controlarlas aunque desee hacerlo. Una de las respuestas se halla en el concepto de

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"automatismo". Las personas tienden a equiparar automático con involuntario. En la hipnosis, se dan muchos
comportamientos de forma automática, pero no involuntaria, ya que las personas los pueden interferir siempre
que así lo deseen. El concepto de interferencia, central en la Terapia de Auto-Regulación (Amigó, 1990;
Capafons & Amigó, 1993a, 1993c), lo es también en este contexto. No sólo se va adquiriendo conocimiento
de cómo las personas se autoconvencen de que sus reacciones son "no volitivas" y automáticas (Kirsch y
Lynn, en prensa), sino que, además, sabemos que las personas hipnotizadas interfieren con las sugestiones
que no les agradan (fenómeno conocido como contrasugestión) y controlan la situación hipnótica ejerciendo,
para ello, una actividad cognitiva muy marcada. El sujeto hipnotizado, como sujeto pasivo, pasó a la historia
de la ciencia hace más de 20 años. Todas las vertientes teóricas que investigan con rigor en el campo de la
hipnosis, han concluido que el sujeto es receptivo y activo en la determinación de las respuestas que emite
tras las sugestiones. Si exceptuamos la posición de Bowers (Bowers & Davidson, 1991) y su interpretación
muy particular de la teoría neodisociativa de Hilgard (1991), no existe autor alguno mínimamente serio, que
rechace el rol activo y determinante del individuo en la conformación de las respuestas hipnóticas. Tal y como
hemos indicado, la interferencia es el máximo exponente de ello.

Una respuesta puede ser automática y voluntaria, voluntaria y no automática, y automática e


involuntaria. Ejemplo del primer caso, es el lenguaje: una persona emite una serie de palabras de forma
automática, pero voluntaria al decir "lo que quiere decir". Por el contrario, ese mismo individuo puede intentar
decir ciertas palabras (acto voluntario) en una lengua diferente, la cual maneja con dificultad, y sus
respuestas ser, en este caso, no automáticas, ya que debe seleccionar cuidadosamente lo que intenta decir.
Finalmente, una persona que delira por los efectos de la fiebre, seguramente estará hablando de forma
automática e involuntaria.

Así pues, bajo hipnosis se actúa de forma automática (también denominada, no volitiva por Kirsch,
1993), pero no de forma "descontrolada" o involuntaria: la persona no pierde su capacidad legislativa y
ejecutiva. Paradójicamente, en todo caso la aumenta. Ello nos lleva al aspecto central del mito: la comisión de
actos delictivos, inmorales o auto-dañinos por parte de la persona hipnotizada, en contra de su voluntad.

Orne (1962), en un texto ya clásico, analiza precisamente este tema, considerando aspectos como
control y presión social. La investigación realizada experimentalmente, indica que las personas actúan de
forma inmoral o delictiva, cuando el acto que se les propone es irrelevante realmente para su propia ética. Y
que un acto sea irrelevante en estas circunstancias es bien sencillo, ya que las personas "saben" que en un
experimento no puede ocurrir nada especialmente dañino o perjudicial para alguien, pues el peso de la ley
caería sobre el director del estudio. En otras palabras, si la persona sabe que no tendrá responsabilidad
sobre lo que ocurra, y lo que acontece no es especialmente antisocial o delictivo, actuará conforme se le pide
"bajo" hipnosis. En el caso contrario, la persona no responderá, y abandonará la relación hipnótica, al igual
que la abandonaron los sujetos hipnóticos "reales" de la investigación de Evans, comentada páginas antes.
La hipnosis actúa, en cierta manera, del mismo modo que el alcohol: como una excusa para disculparnos de
lo que no queremos aparentar ser responsables.

El conjunto de evidencia no experimental acerca del poder de la hipnosis para anular la voluntad de
las personas (evidencia casuística y no controlada), pone de manifiesto que en todos lo casos, el hipnotizador

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detentaba un alto control social previo sobre la persona (psicoterapeuta, médico, padre/madre, amigo íntimo,
consejero, etc.), que por sí mismo explica bastante mejor que la hipnosis, la aquiescencia de la persona a la
hora de realizar los actos antisociales, delictivos o auto-dañinos. No existe ninguna evidencia de que la
hipnosis haya sido causa, ni siquiera probable, de tales actos, y así lo han refrendado jueces, fiscales y
abogados defensores de diversos países del mundo (Wagstaff, 1989; en prensa). Según nuestra opinión, lo
peligroso de la hipnosis radicaría en las creencias que respecto de ella pueden generar aquellas personas
que ejercen un alto grado de control social sobre el, o las personas, que van a ser hipnotizadas. La hipnosis,
sin embargo, suele alertar tanto a los individuos, debido al miedo y reticencia que de ella tienen, que, en todo
caso, complicaría más que facilitaría la inducción a la comisión de un crimen.

Capafons, A. (1998) Hipnosis clínica: una visión cognitivo-comportamental. Papeles del Psicólogo, 69, 71-
88.

Mito 6 :

Habitualmente se habla de tres tipos diferentes de reacciones "hipnóticas": ideomotoras,


ideosensoriales y cognitivas. Según nuestra opinión (Capafons & Amigó, 1993a, 1993c), sería más adecuado
denominarlas reacciones motoras, sensorio-fisiológicas y cognitivo-perceptivas, para evitar la carga teórica
que supone el prefijo "ideo", ya que los mecanismos que generan tales respuestas no pueden reducirse sólo
a la activación de una idea.

Generalmente, el aspecto divergente de las respuestas "hipnóticas" suele estar relacionado con el
automatismo (involuntariedad percibida) de tales reacciones, así como con aquellos aspectos parecidos a
respuestas psicopatológicas. Finalmente, la analgesia y anestesia, conforman un núcleo de interés también
muy "espectacular".

Para evitar redundancias con otros textos ya publicados (Capafons & Amigó, 1993a, 1993c), nos
centraremos en las reacciones motoras de reto, las alucinaciones, las amnesias y la anestesia. Vaya por
delante nuestro punto de vista, compartido con Sarbin (Sarbin & Andersen, 1963) acerca de todas ellas: la
vida cotidiana está repleta de fenómenos similares a los provocados por la sugestión hipnótica, por lo que
tienen poco de inusuales, fantásticos o excepcionales. Sin embargo, el mérito atribuible a la hipnosis radica,
según nuestra opinión, en la activación y finalización voluntaria de tales fenómenos, a través del uso de los
procedimientos "hipnosugestivos".

Una reacción motora típica de reto es la catalepsia rígida del brazo (el sujeto experimenta su brazo
rígido, y es incapaz de doblarlo por el codo, notándolo más y más rígido cuanto más intenta flexionarlo).
Habitualmente, los legos en el tema concluyen que los ejercicios de reto son la prueba irrefutable de la
pérdida de control que sufre la persona hipnotizada, y, por lo tanto, del poder de la hipnosis. Si analizamos
detenidamente las sugestiones que se dan a los sujetos para experimentar el reto, observamos que se lanzan
mensajes encubiertos, que activan grupos musculares incompatibles entre sí. Por ejemplo, para fomentar la
catalepsia rígida del brazo, suelen darse instrucciones similares a la siguiente: "Ahora extiende tu brazo
izquierdo (el hipnotizador sujeta el brazo ligeramente por detrás del codo, en dirección al hombro, lo que en sí
mismo fomenta la rigidez del antebrazo). Dentro de un momento observarás cómo tu brazo está cada vez
más y más rígido, duro (el hipnotizador con la mano libre, estira los dedos del brazo extendido del paciente, lo
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que ayuda a la rigidez), como si fuera una barra de hierro, o un trozo de madera. Cada vez está más y más
rígido, completamente agarrotado (el brazo se tensa debido a la posición y a las instrucciones del
hipnotizador). Ahora, cuando yo te lo diga, intentarás doblar el brazo pero no podrás. Cuanto más y más
intentes doblarlo, más y más rígido devendrá, y menos podrás doblarlo. Intenta doblarlo y observarás como
no puedes (el sujeto lo intenta y comprueba que no puede doblarlo; se sorprende y lo intenta con mayor
fuerza, pero cuanto más lo intenta más difícil le resulta el hacerlo). Ahora, el brazo recupera su tacto normal,
no está rígido, ya puedes doblarlo".

Si la persona es sensible a las sugestiones hipnóticas, por definición colabora con el hipnotizador y
sigue sus instrucciones al pie de la letra. Incluso si las instrucciones no son las más adecuadas, la persona
susceptible a la hipnosis, crea sus propias fantasías para cumplir con las sugestiones. En este caso
(compruébelo el lector por sí mismo, realizando el ejercicio), si el sujeto tensa el brazo, ayudado por la
imaginación (el brazo es una barra, un trozo de madera) y por la propia actividad del hipnotizador (la forma de
sujetar el brazo), le será imposible doblarlo hasta que deje de tensarlo. De este modo, al seguir fielmente las
instrucciones del hipnotizador, quien en ningún momento le indica que afloje o relaje el brazo, la persona
"hipnotizada", activa un grupo de músculos antagónicos con lo músculos que le ayudarán a flexionar el brazo.
Así, el brazo permanece rígido, por mucho que la persona intente doblarlo.

Al sorprenderse, la persona activaría lo que Kirsch (1990, 1993) denomina "expectativas de


respuesta", por lo que tenderá a esperar una reacción determinada (en este caso la catalepsia e inmovilidad
de la extremidad), lo que determina la propia reacción (mecanismo similar a las profecías auto-cumplidas) y el
sentimiento de involuntariedad, o mejor, de automatismo. Tal y como indicaría Coué, en este momento se
activaría la segunda ley de la sugestión -ley del efecto inverso- (Araoz, 1985; Kroger & Fezler, 1976), por la
cual las respuestas percibidas como involuntarias, cuanto más se intentan activar (o inhibir) de forma
voluntaria más se inhiben (o se activan). El lector puede comprobar este efecto, realizando el ejercicio
"paradójico" del elefante rosa, atribuido a Milton Erikson. Erikson solía pedir a sus pacientes que no pensaran
en un elefante de color de rosa, lo que provocaba automáticamente, la imagen de un elefante rosa.
Precisamente este ejercicio recoge las ideas fundamentales de la Intención Paradójica, técnica diseñada por
Bernheim, retomada por Adler y popularizada por Frankl (1985). En ella se solicita que el paciente intente
activar las respuestas "involuntarias" que habitualmente se empecina en reducir de forma voluntaria
(ansiedad, rubor, taquicardias, etc.), sin intentar analizar las causas del efecto que se consigue.

Finalmente, el sentirse paralizado, o "petrificado", es una reacción muy habitual ante situaciones de
extremo peligro. Esta reacción es de un considerable valor adaptativo filogenético: el animal que permanece
quieto ante el ataque sorpresa de un depredador tiene más posibilidades de pasar desapercibido (y, por lo
tanto, de salvarse), que aquel que se mueve o intenta huir. Por ello, las reacciones de inmovilidad ante las
sugestiones de reto motoras, no tienen nada de extraño ni de inusual, más aún cuando el informe subjetivo
de la mayoría de las personas que lo experimentan, indica que sentían una dualidad fenomenológica
(omnipresente en la hipnosis): por un lado "saben" que pueden no cumplir con la sugestión, es decir, que la
pueden "interferir", pero por otro lado, la experimentan como automática, no volitivamente controlada. No
obstante, recordemos que el mérito, o utilidad de la hipnosis (y otras formas de manejar la sugestión), es el
control voluntario de tales reacciones.

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Respecto de las "alucinaciones" hipnóticas cabría decir otro tanto. En primer lugar, bajo hipnosis no
se provocan verdaderas alucinaciones. Por el contrario suelen ser imágenes transparentes, o imaginaciones
muy vívidas (bien sean auditivas, táctiles o gustativas). Lo definitorio de esta situación radica en el actuar
como si fueran perceptos reales, fenómeno bien descrito y analizado por la teoría de rol propuesta por Sarbin
(Coe & Sarbin, 1991; Sarbin & Coe, 1972;). Por otro lado, en la vida cotidiana, son muy frecuentes
"alucinaciones" positivas (percibir lo que no existe) y negativas (no percibir lo que sí existe). En multitud de
ocasiones creemos que alguien nos ha llamado, cuando realmente no es así, o creemos ver a alguien que
realmente no es, o, por el contrario, somos incapaces de encontrar algo que está delante de nuestro ojos.
Muchos niños muestran dolor, incluso antes de que se les vaya a inyectar algún fármaco.

Todas estas alteraciones perceptivas suelen percibirse como "involuntarias", a pesar de que la
persona no está hipnotizada. Lo paradójico es que la investigación experimental indica que las personas sí
perciben los objetos que se supone no están percibiendo, cuando se provocan "alucinaciones" hipnóticas
negativas, y "saben" que lo que perciben (alucinaciones positivas) realmente no es sino una intensa
imaginación (De Groot & Gwynn, 1989). Más aún, las alteraciones perceptivas provocadas por la hipnosis, ni
siquiera son substantivamente similares a las alteraciones perspectivareales (Jones & Flynn, 1989). O dicho
de otra forma, lo excepcional sería, precisamente, los fenómenos que se provocan en la vida cotidiana. Ello
no invalida la utilidad de los fenómenos hipnóticos de esta índole, ya que la persona actúa, en muchas
ocasiones, de forma similar a lo esperable en un intenso juego de roles, con su consiguiente aplicación a la
psicoterapia.

Respecto de la amnesia cabría decir otro tanto: las personas no olvidan realmente los datos que se
sugiere que olviden. Por el contrario, activan estrategias cognitivas para no poder recordar lo que se les pide
que no recuerden (por ejemplo, "borrar" el dato en su imaginación, decidir que no pueden "leer" en su mente,
o "traspasarlo" a otra parte de su cerebro, fuera del alcance de su memoria). La amnesia hipnótica es más
una actividad dirigida a un objetivo, que una respuesta involuntaria a la sugestión (Coe, 1989). Finalmente, y
por el contrario, en la vida cotidiana sí es muy frecuente el intentar recordar algo obvio, y no poder hacerlo
(por ejemplo, el nombre de alguien que nos acaban de presentar, o dónde se ha colocado cierto objetos -las
llaves del coche-), o el tener algo "en la punta de la lengua", sin poder recuperar la información pertinente
(reacción fácilmente entendible, aunque no explicable, a partir de la ley del efecto inverso de Coué). Todos
estos fenómenos, habituales y nada excepcionales, se perciben como involuntarios y automáticos, pero, al
darse fuera del contexto "hipnótico", no provocan las reacciones de temor o sorpresa que se dan en las
situaciones calificadas como "hipnóticas".

Y, para terminar con el mito que nos ocupa, nos centraremos brevemente en las analgesias y
anestesias. Desde una perceptiva cognitivo comportamental, la hipnosis activa procesos cognitivos que
ayudan controlar el malestar o molestia que provoca el dolor, ayuda a informar de un menor dolor sentido,
incluso puede aumentar el umbral para experimentar dolor. Sin embargo, este aumento en la tolerancia al
dolor no es producto de trance alguno, o cambio en la conciencia de la persona. Menos aún se debe a una
actitud pasiva por parte del sujeto, actitud que permitiría que "sucediera" la analgesia. Por el contrario, el
sujeto adoptaría un rol muy activo, poniendo en marcha una importante actividad cognitiva (imaginación,
reinterpretación del estímulo doloroso, etc.), muy similar a la que se activa a partir de los tratamientos

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cognitivo-comportamentales para el manejo del dolor. Además, buena parte de las respuestas "analgésicas"
podrían entenderse a partir de otros factores implícitos a la situación hipnótica donde se aplican estímulos
dolorosos (Chaves, 1989): por ejemplo, suele disponerse de anestésicos que se aplicarían en caso de que la
hipnosis "fallara", o el dolor no es demasiado intenso o amenazante para la persona. De hecho el nivel de
susceptibilidad a la hipnosis no predice la respuesta a instrucciones de analgesia fuera de contextos
hipnóticos. Probablemente, ésta dependa más del rotulado de la situación y de las habilidades específicas
que funcionan en esa, y no otras situaciones.

Por otro lado, sin menospreciar el valor de la hipnosis y otros métodos igualmente útiles para afrontar
el dolor, la vida cotidiana nos presenta multitud de ejemplos en los que las personas consiguen auto-
anestesias. Quizá un ejemplo paradigmático es el de la persona que, tras sufrir una caída, torcerse un tobillo
y experimentar por ello un intenso y agudo dolor, observa que un animal peligroso (un toro) le persigue. En
ese momento, es muy habitual que la persona inicie una veloz carrera, sin experimentar dolor alguno, hasta
haber pasado el peligro. Ciertamente, la ventaja de la hipnosis, como hemos indicado, es poder activar este
fenómeno a voluntad.

Capafons, A. (1998) Hipnosis clínica: una visión cognitivo-comportamental. Papeles del


Psicólogo, 69, 71-88.

Mito 7 :

La hipnosis, en modo alguno, es una terapia psicológica. Tal y como hemos indicado en páginas
previas, la hipnosis es un adjunto a otras formas de psicoterapia (Kirsch, Montgomery & Sapirstein, 1995;
Lazarus, 1973). Por lo tanto, se pueden practicar terapias psicoanalíticas, humanistas-existenciales y
cognitivo-comportamentales, a las cuales se les añade la hipnosis como un complemento. En este caso, la
hipnosis sí facilita el resultado terapéutico, y, como otras formas de usar la sugestión, aceleraría la terapia y
disminuiría el esfuerzo necesario para ella (Capafons, 1993, 1994; Capafons & Amigó, 1995). Más aún, la
hipnosis no sólo se aplica en la Psicología Terapéutica, sino que también se usa en odontología, cirugía,
obstetricia, oncología, en el tratamiento del dolor crónico, en el deporte, etc. Tal y como Kirsch indica
(Capafons, 1995), la capacitación de una persona para la aplicación de la "hipnosis" no le autoriza a ejercer
tareas profesionales para las cuales no ha sido formado. Es decir, un odontólogo no puede ejercer funciones
de psicoterapeuta, y, a la inversa, un psicólogo no puede usar la hipnosis para realizar tareas odontológicas.
La hipnosis, por lo tanto, no es sino un conjunto de procedimientos que ayudan a alcanzar ciertos objetivos,
de manera más rápida y confortable, siempre que se apliquen las técnicas o recursos adecuados para tal
consecución.

Por otro lado, a pesar de ciertas aseveraciones sobre la utilidad cuasi milagrosa de la hipnosis, lo
habitual y frecuente es que las personas que se sirven de ella para aumentar la eficiencia de una terapia
psicológica, deben esforzarse, implicarse e involucrarse activamente en el tratamiento. Es decir, los clientes
deben ser tan o más activos a la hora de lograr su cambio de comportamiento cuando reciben hipnosis, que
cuando se aplican los procedimientos sin ella. Dependiendo de la forma y técnica de psicoterapia que se use,
el terapeuta decidirá cuál de los múltiples procesos "hipnosugestivos" quiere activar y el significado que le
19
otorgará a tales procesos. Afirmar que un terapeuta ha utilizado la hipnosis, sin una mayor descripción
operativa de lo que realmente ha realizado, es como aseverar que un paciente ha recibido un tratamiento en
base a la relajación: es decir, no se indica realmente nada sobre las características del tratamiento.

Finalmente, aunque el nivel de susceptibilidad a la hipnosis predice el resultado de ésta cuando se


aplica (recordemos, como adjunto a otros procedimientos) a ciertos problemas como asma, dolor, verrugas y
otras alteraciones cutáneas, no predice el resultado del tratamiento "hipnótico" de otros problemas (Brown,
1992; Brown & Fromm, 1986; Wadden & Anderton, 1982). En general, con un nivel de susceptibilidad
moderada se puede mejorar ostensiblemente la eficacia de la intervención, aunque esto, según nuestro punto
de vista, depende de los "fenómenos hipnóticos" que se pretenda activar. Lo paradójico, es que las personas
poco susceptibles se pueden beneficiar de los procedimientos que usa la hipnosis, especialmente cuando se
obvia la propia palabra "hipnosis". O dicho de otro modo, si rotulamos la situación como técnicas de
imaginación, o como técnicas de aprendizaje de control mental, incluso como placebo, las personas con un
nivel bajo de susceptibilidad mejoran tanto o más que las personas altamente susceptibles, a las que se les
aplican los mismos métodos pero bajo el rótulo "hipnosis" (Spanos, 1989).

Capafons, A. (1998) Hipnosis clínica: una visión cognitivo-comportamental. Papeles del Psicólogo, 69, 71-
88.

Adaptado de “Hipnosis clínica: una visión cognitivo-comportamental.” por A. Capafons,


1998a, Papeles del Psicólogo, 69, 71-88. Un resumen de los contra argumentos a estos mitos
pueden encontrarse en Capafons (2001).

Terminología de los procesos y reacciones hipnóticas

El campo de la hipnosis está repleto de terminología en ocasiones específica de ella, en


ocasiones retomada de otras áreas, pero con connotaciones y realidades también específicas a
la propia hipnosis.

Normalmente, cuando se hipnotiza a una persona, suele buscarse un incremento en sus


respuestas a las sugestiones que quien hipnotiza da a esa persona (uno mismo en el caso de la
auto-hipnosis). A pesar de que las investigaciones (Capafons, 2001) muestran que el
incremento de las respuestas a las sugestiones que se da en la hipnosis no va más allá
del 10% respecto de no estar hipnotizado, la mayoría de la gente cree que la hipnosis supone
un incremento excepcional de la sugestionabilidad. Es cierto que parece que las sugestiones
más difíciles se cumplen mejor en hipnosis, pero quizá convenga recordar que lo que se
pretende con la hipnosis es incrementar la sensación y experiencia de control sobre las propias
reacciones, por lo que no se trataría tanto de incrementar mucho las sugestionabilidad, sino la
sensación de automatismo y velocidad en conseguir activar las reacciones que se sugieren.
Conviniendo, pues, que lo habitual en el uso clínico de la hipnosis es su utilidad sugestiva (ya
que otras utilidades relacionadas con la exploración del inconsciente aún están por demostrar

20
(Capafons & Milan, 2003; Lynn, 2001; Sociedad Británica de Psicología, 2001/2002)), pasamos
a desglosar algunos términos relacionados con las sugestiones:

Sugestiones hipnóticas

Son frases que el hipnotizador relata a la persona hipnotizada para activar ciertas
reacciones en dicha persona. La diferencia entre sugestiones hipnóticas e instrucciones,
sería (Capafons, 2001; Kirsch, 1999, Sociedad Británica de Psicología, 2001/2002) que las
sugestiones transmiten la idea de que a la persona le “acaecen” las reacciones hipnóticas que
experimenta, y que tales reacciones ocurren por sí mismas como actos no volitivos y
automáticos). Es decir, se reduce la experiencia de esfuerzo consciente, aunque esto no
siempre sea así. Otras diferencias radican en que las sugestiones hipnóticas se dan
normalmente de forma breve, monótona y reiterativa. En ocasiones se pide a la persona incluso
que las escuche y, posteriormente, que las olvide. Se asume con ello que esta actitud de no
esfuerzo favorecerá el cumplimiento de las sugestiones.

Son sugestiones de prueba aquellas que se dan de una forma estándar dentro de una
escala psicométrica de evaluación de la sugestionabilidad hipnótica. La expresión “orden
hipnótica” es totalmente inadecuada y carente de sentido actualmente. Suelen usarla los
hipnotizadores de espectáculo y los hipnoterapeutas legos.

Son sugestiones hipnóticas las que se reciben y se realizan dentro del contexto
hipnótico. Son sugestiones posthipnóticas aquellas que se reciben dentro del contexto
hipnótico, pero se realizan fuera de tal contexto. Una sugestión poshipnótica sencilla de cumplir
es la señal de reinducción rápida de la hipnosis, aunque normalmente son bastante complicadas
de realizar.

Son sugestiones directas aquellas en las que el terapeuta indica claramente a la


persona que experimente algo.

Son sugestiones indirectas aquellas en las que no se indica claramente a la persona


que experimente una reacción determinada. Suelen verbalizarse de forma más ambigua y poco
coercitiva. El supuesto es que el cliente manifiesta a través de ellas sus potenciales y
experiencias únicas, sorteándose su análisis crítico consciente (Erickson & Rossi, 1979). A pesar
de la creencia de que las indirectas funcionan mejor que las directas, no es éste el caso (Lynn &
Sherman, 2000). Sin embargo, las sugestiones permisivas pueden ser también directas,
dependiendo de cómo se verbalicen (Capafons, 2001).

Son sugestiones despiertas aquellas sugestiones que se dan a la persona sin haber
recibido un método previo de inducción hipnótica. No conviene confundir las sugestiones
despiertas (3) con la hipnosis despierta en la que sí recibe la persona un ritual de inducción.

21
(3) La segunda dimensión a la que nos referíamos es la de sugestión "despierta". Cuando se habla de
sugestión despierta no se está indicando que la hipnótica se da cuando la persona está dormida, o en un sueño
hipnótico. Esta expresión se gestó cuando aún se creía que la hipnosis implicaba un estado de sueño nervioso,
artificial, patológico, etc., y, como casi todas las tradiciones, se sigue manteniendo el concepto de sugestión
"despierta", que denota que la persona recibe sugestiones y las cumple sin estar hipnotizada. La sugestión
despierta no es lo mismo que hipnosis despierta (si bien funcionan de forma similar), ya que en este último caso
sí hay un ritual de inducción, mientras que en la sugestión despierta no lo hay. Más adelante se comentarán
con mayor profundidad los métodos y aplicaciones de la hipnosis despierta. De momento conviene especificar
que la sugestión despierta correlaciona muy alto con la sugestión hipnótica, siempre que ambas se
relacionen a la persona (es decir, que sepa que la misma sugestión se dará dentro y fuera de hipnosis). Otras
formas de sugestión no hipnótica como la sugestión interrogativa o la sugestión placebo muestran
correlaciones muy bajas con hipnotizabilidad.

Capafons, A. (2001) Hipnosis. Madrid: Síntesis, págs.: 30-31.

Son sugestiones de desafío (reto) (4), aquellas en las que se conmina a la persona a
que se resista a la sugestión que le da el hipnotizador, de modo que cuanto más trata de
resistirse, menos lo consigue. Por ejemplo, tratar de recordar cosas que se han sugerido que se
olvidan (cuanto más intenta recordar, más se aleja de la mente). Es importante destacar que los
ejercicios de reto necesitan de la colaboración de la persona hipnotizada, y que, en ocasiones,
en el espectáculo se usan trucos y paradojas para despistar al hipnotizado.

(4) En tercer lugar, se habla de sugestiones o ejercicios de desafío (reto), cuando se insta a la persona
a que se resista a la sugestión que le da el hipnotizador, siendo este intento de resistencia la clave para que se
cumpla la sugestión. Por ejemplo, cuando se le dice a la persona: "dentro de un momento olvidarás tu nombre.
Entonces te preguntaré cómo te llamas, y cuanto más intentes recordarlo, más y más lo olvidarás. Intenta recordar
cómo te llamas, inténtalo [el individuo lo intenta pero no consigue recordarlo]" o "tu brazo estará cada vez más y
más rígido, muy rígido, como si fuera una barra de acero. Cuanto más intentes doblarlo, más y más rígido
devendrá, y no podrás doblarlo. Intenta doblar el brazo [la persona no lo consigue]".

Normalmente los ejercicios de reto se han utilizado en el espectáculo y como prueba de que la hipnosis
provoca un estado especial de conciencia en el que el hipnotizado no tiene más remedio que cumplir con las
instrucciones (órdenes) del hipnotizador. Por lo tanto, son ejercicios que conviene realizar dentro de un contexto
muy determinado y planificado, del que se hablará más adelante. Y, sobre todo, es importantísimo que el cliente
y el terapeuta sepan que los ejercicios de reto exigen siempre la colaboración de la persona hipnotizada, salvo
en los casos en los que se usan trucos y paradojas para despistar al hipnotizado. Por ejemplo, no es lo mismo
sujetar un brazo por la muñeca mientras se dice a la persona que su brazo es como una barra de acero (puesto
que su brazo normalmente se doblará por el codo), que sujetar el brazo por debajo del codo, en el tramo que
va desde éste hasta la axila, ya que, en este caso, el brazo adoptará un tacto rígido de forma natural. Si en ese
preciso instante se dice a la persona que su brazo está rígido, y si la persona colabora (es decir, no pone en tela
de juicio la razón de tal rigidez y la atribuye a la hipnosis), intentará cumplir con la sugestión del terapeuta (el

22
brazo permanece rígido). Y mientras el brazo esté rígido, obviamente no podrá doblarlo, salvo que incumpla la
instrucción y lo afloje primero. Por lo tanto, si el hipnotizador consigue que la persona crea que el brazo esta rígido
por la sugestión, y que mantenga la rigidez mientras intenta doblarlo, será muy difícil que la persona no
realice el ejercicio de reto. Cuestión bien diferente es que se le enseñen al cliente esos trucos para que él
mismo pueda activar ciertas reacciones (los trucos devendrían en instigadores de respuesta), y luego, sin
necesidad de la instigación, pueda activar ciertas reacciones sólo a través de la sugestión. Conviene recordar
aquí que los estímulos incondicionados del paradigma pavloviano pueden tomarse como instigadores de
respuesta y que los estímulos condicionados activan una respuesta similar a los incondicionados, pero en su
ausencia (como la sugestión). No puede afirmarse que las sugestiones funcionen por los mismos procesos que
el aprendizaje clásico, pero sí parecen seguir pautas similares a los principios generales del aprendizaje
(expectativas y procesos cognitivos incluidos) que rigen otros comportamientos. En definitiva, las sugestiones de
reto no implican pérdida de control alguna, pero sí pueden ser reutilizados como una forma de entrenamiento en
auto-control.

Capafons, A. (2001) Hipnosis. Madrid: Síntesis, págs.: 29-30.

La palabra sugestión denomina también el proceso básico por el que autores de corte
cognitivo-comportamental asumen que funciona la hipnosis. Por ello, no debe confundirse este
término con el de sugestión como instrucción que da el hipnotizador, o la reacción que
experimenta la persona, como consecuencia de las sugestiones que recibe del hipnotizador, que
se denominan, así mismo, sugestión.

Tres son los tipos de sugestiones hipnóticas:

• Motoras (ideomotoras): tratan de provocar un movimiento o su ausencia:


catalepsia (rígida), flexibilidad cérea, movimientos rítmicos (rotativos,
ascendentes y descendentes, etc.).
• Sensorio-fisiológicas (ideosensoriales): tratan de provocar cambios en
sensaciones y en variables biológicas: sensaciones propioceptivas (pesadez,
flotación...), perceptivo-sensoriales (calor, frío, tacto...), analgesia y
anestesia, cambios en el ritmo cardíaco, salivación, vasoconstricción o
vasodilatación, etc.
• Cognitivo-perceptivas (cognitivas): tratan de provocar un cambio en los
procesos cognitivos, así como en la percepción visual y auditiva (aunque no
exclusivamente): alucinaciones (positivas: percibir lo que no existe; negativas: no
percibir lo que sí existe), amnesia (espontánea o sugerida; total o parcial; de
fuente (quién sugirió la amnesia)), hipermnesia (incremento en el recuerdo),
distorsión del tiempo: (aceleración o ralentización), regresión de edad, proyección
temporal, lógica del trance (observador oculto, alucinaciones en personas que no

23
fingen las sugestiones -“reales”- etc.), disociación (fenómeno, no proceso), sueño
hipnótico, escritura automática, etc.

Hipnosis neutra

Es la aplicación de un método de inducción hipnótica sin acompañarlo de otras


sugestiones (Capafons, 2001). Normalmente cuando se usa la hipnosis neutra se suele
investigar el efecto del supuesto “estado hipnótico” sobre ciertas variables biológicas, o también
desvelar la fenomenología de tal “estado”. Realmente parece inviable hablar de hipnosis neutra,
ya que la persona que recibe un método de inducción hipnótica tiene expectativas y creencias
hacia ella, ocurriendo lo mismo con el investigador. De hecho, el buscar los elementos
fenomenológicos del trance es, en sí mismo, una fuente importante de transmisión de supuestos
y creencias sobre la hipnosis.

Método de inducción hipnótica

Las reacciones hipnóticas que se provocan en la persona lo serán siempre que se activen
como “consecuencia” de haber recibido una sugestión hipnótica, lo que implica que previamente
se ha recibido una “inducción” hipnótica. Un método de inducción hipnótica, es un ritual
convenido explícita o implícitamente, entre el hipnotizador y la persona hipnotizada, y que,
según se ha convenido, detenta la propiedad de favorecer la activación de las reacciones
hipnóticas en la persona hipnotizada. Será un ritual de inducción hipnótica todo aquello
que la persona hipnotizada acepte como tal. Por ello los rituales de inducción hipnótica son
tan variados (Kirsch, 1993), topográficamente dispares e incluso, a veces, opuestos, como es el
caso de la hipnosis activo-alerta, o, más aún, el caso de la hipnosis despierta (Capafons, 1999,
2001).

Hetero-hipnosis

Aquella hipnosis que aplica un agente externo sobre la persona hipnotizada: tanto el
ritual de inducción como las sugestiones son aplicadas por una persona o elemento (un
ordenador, una cinta de audio, etc.) distinta a la persona hipnotizada.

Auto-hipnosis

Aquella hipnosis en que quien aplica el ritual y las sugestiones hipnóticas es, también,
quien las recibe.

Susceptibilidad hipnótica, hipnotizabilidad, sensibilidad hipnótica, sugestionabilidad hipnótica

No son términos sinónimos, aunque es habitual que se usen como si lo fueran. Indican
el número y dificultad de las sugestiones que supera la persona, así como el tiempo

24
en realizarlas. Cuanta más cantidad, mayor dificultad de las sugestiones hipnóticas y menos
tiempo necesite para realizarlas, la persona será más hipnóticamente susceptible, hipnotizable,
sensible, etc. Un individuo será virtuoso (si es altamente hipnotizable), medio (si pueden
realizar bastantes sugestiones, pero no las más difíciles) o bajo (si es difícilmente hipnotizable).
La mayoría de las personas son medios, ya que la facilidad para responder a las sugestiones
hipnóticas se distribuye normalmente entre la población.

Profundidad de la hipnosis

Indica el nivel de trance hipnótico en el que está una persona, de forma que si está en
trance profundo, realizará sugestiones muy difíciles. No obstante, esta expresión es más que
obsoleta, aunque se sigue usando por mucho clínicos e hipnoterapeutas. Pero, realmente usar la
palabra profundidad(5) de la hipnosis sólo trata de indicar metafóricamente al cliente cuál es el
nivel de dificultad de las sugestiones que está consiguiendo realizar.

(5) Otra expresión habitual en el campo de la hipnosis es profundidad de la hipnosis: se asume que si la
persona hipnotizada realiza sugestiones muy difíciles es porque está en una hipnosis muy profunda. De nuevo
nos encontramos con una expresión heredada de concepciones obsoletas, aunque muy queridas y usadas aún
por un buen número de terapeutas. El concepto de profundidad se refiere al sueño hipnótico, al trance. Sin
embargo, ambos conceptos deben tomarse tal y como la investigación actual indica: el primero como un
concepto carente de toda validez científica y el segundo como un concepto descriptivo de ciertas experiencias
que pueden, o no, darse en hipnosis. De hecho, desde una vertiente cognitivo-comportamental, el trance es el
resultado de sugerir que se entrará en un trance (de definir incorrectamente a la hipnosis como un trance) y no la
causa de la hipnosis. Todavía más, apelar al trance es algo que no sólo no se ajusta a la evidencia empírica, sino
que puede perjudicar la aceptación de la hipnosis de muchas personas que solicitan ayuda, pues lo interpretan
como algo esotérico o de consecuencias peligrosas. Por lo tanto, hablar en términos de profundidad de la
hipnosis sólo puede entenderse desde una perspectiva parsimoniosa, cuando el terapeuta pretende
transmitir metafóricamente al cliente el nivel de dificultad de las sugestiones que está consiguiendo realizar. No
obstante, más adelante se expondrá otra terminología más adecuada para esta función y que se adapta más a
las evidencias encontradas, además de provocar una menor alerta negativa en el paciente.

Capafons, A. (2001) Hipnosis. Madrid: Síntesis, págs.: 30-31.

Homoacción y heteroacción (Hull, 1933)

El primer término (6) es sinónimo de sobreaprendizaje: cuando más se practique una


sugestión, menos tiempo tardará en realizarse (y mejor será la ejecución). El segundo
término(7) es sinónimo de transferencia: cuanto más se practique una sugestión fácil, menos se
tardará y mejor será la ejecución de una sugestión difícil.

25
(6) (7) Otras expresiones habituales en el campo de la hipnosis son homoacción y heteroacción. El
primer caso es la vertiente hipnótica de sobreaprendizaje. Es decir, cuanto más se practique una sugestión,
menos tiempo tardará en realizarse (y mejor será la ejecución). En el segundo caso nos estamos refiriendo a la
transferencia: cuanto más se practique una sugestión fácil, menos se tardará y mejor será la ejecución de
una sugestión difícil. Estos términos pueden usarse en el proceso de intervención para animar a los usuarios a
que practiquen en casa las tareas y actividades que se han aprendido en la consulta. Por ejemplo, podemos
indicar a un paciente que, gracias a los procesos de homoacción y de heteroacción, cuanto más practique la
auto-hipnosis, mejor le funcionarán las sugestiones, y que cuanto más sugestiones se dé, mejor le funcionarán
en contextos difíciles. Con ello justificamos que la práctica fuera de consulta es esencial, con todos los mensajes
implícitos que, de este modo, transmitimos acerca del auto-control, colaboración, esfuerzo, motivación etc.,
necesarios para el cambio terapéutico.

Capafons, A. (2001) Hipnosis. Madrid: Síntesis, pág.: 31.

Metáfora

Especialmente en el campo de la hipnosis ericksoniana (Erickson & Rossi, 1979) se usan


cuentos para ayudar a comprender significados complejos o para favorecer el auto-conocimiento
y la auto-aceptación. En esta corriente, se asume que con las metáforas (8) se accede más
fácilmente al inconsciente de la persona, sorteando así las resistencias del cliente.

(8) Las expresiones metáfora y fantasía dirigida a un objetivo son también muy frecuentes. Una
metáfora suele adoptar la forma de un cuento (parábola, alegorías, etc.) a través del cual se intenta transmitir
de forma didáctica un significado complejo. Las metáforas apelan a la imaginación de la persona y tratan de
fomentar la comprensión por parte del cliente de mensajes importantes sobre la vida, la auto-aceptación, etc. Por
ejemplo, el cuento del patito feo es una buena metáfora para ejemplificar la auto-aceptación.

Generalmente las metáforas se han utilizado en contexto de hipnosis ericksoniana, bajo el supuesto de
que con ellas se accede más fácilmente a una comunicación con el inconsciente de la persona, disminuyendo así
las resistencias y fomentando una visión creativa del cambio de comportamiento. No obstante, como se
expondrá más adelante, las metáforas pueden usarse desde otras vertientes con ligeras modificaciones
funcionales.

Como una forma distinta de metáfora, nos encontramos con la fantasía dirigida a un objetivo: son
imágenes que ayudan a la persona a cumplir con las sugestiones (ése es el objetivo), es decir, a experimentar
ciertas reacciones generalmente voluntarias como algo no volitivo o automático. Un ejemplo de imaginación
dirigida a un objetivo para generar una reacción de analgesia puede ser: "imagina que tienes un guante
especial en tu mano derecha. Este guante esta congelado y puede calmar el dolor cuando se pasa por encima de
las zonas doloridas. Imagina que pasas el guante por encima de tu tripa, e imagina que tu tripa se va enfriando y
que el dolor empieza a decaer. Imagina que puedes ver un termómetro con un fluido de color rojo. A medida

26
que va bajando la temperatura, a medida que el termómetro se acerca al 0, por el efecto del guante que sigues
pasando por la zona dolorida, el dolor va bajando y bajando, bajando y bajando".

Capafons, A. (2001) Hipnosis. Madrid: Síntesis, pág.: 39-40.

Imaginación o fantasía dirigida a un objetivo

Una variación de las metáforas es la utilización de imágenes para favorecer que la


persona experimente las sugestiones (ese es el objetivo). Se asume que precisamente el uso de
la imaginación ayuda a experimentar ciertas reacciones, generalmente voluntarias, como algo
no volitivo o automático (Spanos & Coe, 1992; Spanos & McPeake, 1977). Tanto es así que la
mayoría de las sugestiones hipnóticas se dan a través de la imaginación, incluso algún autor
prefiere hablar de sugestión imaginativa como alternativa a conceptos como hipnotizabilidad,
susceptibilidad o sugestionabilidad hipnóticas (Kirsch, 1997). De todas formas, tal y como
indica Barber (1999), sólo un porcentaje muy pequeño (alrededor del 3%) de personas, que
este autor denomina pronas a la fantasía, necesita usar la imaginación para experimentar
reacciones hipnóticas. De hecho, la gran mayoría de personas medias y altas en susceptibilidad,
no necesitan de la imaginación, salvo como medio para activar las expectativas de repuesta ya
comentadas (Kirsch & Council, 1992).

Recuerdo sensorial

Denota el proceso por el cual una persona puede reproducir emociones, sensaciones,
reacciones biológicas, etc., al dársele una sugestión, o cuando se le presenta un estímulo al que
tales reacciones habían quedado asociadas en el pasado (Kroger & Fezler, 1976). El recuerdo
sensorial es una expresión que se usa por algunos autores como alternativa al concepto de
trance o estado alterado de conciencia.

Conclusiones

Como puede observase, la nomenclatura de la hipnosis es a veces confusa, inespecífica y


“psicopatologiforme” (Capafons, 2001). Es por ello que el lector debe familiarizarse con ella, así
como con las distintas posturas teóricas y su evidencia empírica para comprender lo que de
trigo tiene cada acercamiento, y, sobre todo, cada práctica clínica. Esto es especialmente
importante en el caso de la hipnosis, ya que algunas de sus prácticas aplicadas y clínica que se
basan, a veces ingenuamente, en una nomenclatura poco rigurosa a la que se le da el estatus
de hecho científicamente verificado, cuando, en realidad, no es más que eso, nomenclatura (por
ejemplo, términos como el observador oculto, profundad hipnótica o el inconsciente, entre otros
muchos términos). A medida que ha ido avanzando la investigación científica, la hipnosis se ha

27
ido desprendiendo paulatinamente de este tipo de terminología (ya no se usan palabras como
somnolencia, aletargamiento, somnambulismo, etc.), y poco a poco van surgiendo alternativas a
la fraseología de corte tranceático, tanto a la hora de presentar la hipnosis a los clientes, como a
la hora de aplicar métodos de inducción (Capafons, 1998 a, b; 2001; Cardeña, Alarcón,
Capafons, & Bayot, 1998; Martínez-Tendero, Capafons, Weber, & Cardeña, 2001; Reig,
Capafons, Bayot, & Bustillo, 2001).

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