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Las escuadras napolitana y provenzal aguardaban en las aguas del puerto de Mesina.
Listas para zarpar a comienzos de abril. Pero un inesperado suceso le obligó a cambiar
de planes.
Los demás franceses acudieron a socorrerlo y a vengarlo, pero los palermitanos, más
numerosos, los rodearon y les dieron muerte justo en el momento en que las campanas
de la iglesia y las de toda la ciudad empezaban a tocar.
Sea como fuere la verdad sobre los hechos, la ira popular recorrió las calles de Palermo.
Al grito de "¡Muerte a los franceses!", los habitantes asesinaron a los cerca de 2.000
franceses que se encontraban en la ciudad, incluyendo a ancianos, mujeres y niños.
Llegaron a asaltar conventos en busca de clérigos.
En las jornadas siguientes, el levantamiento se extendió, en primer lugar, por las villas y
ciudades cercanas, y después, por toda la isla. Únicamente Mesina se mantuvo del lado
de los angevinos, aunque finalmente se unió en abril a la rebelión. Los sicilianos,
descontentos con la forma de gobierno Angevina, hartos de las injusticias y el trato
recibido durante tantos años, convocaron en su socorro al rey Pedro III de Aragón.