Analizar una película a la luz del psicoanálisis, es lo que se me ofrece como experiencia de
formación, para esta ocasión. Una primera decisión, ¿qué de la película resaltaré para este análisis
que se me propone? el papel de la madre.
Una segunda decisión: ¿de qué concepto puedo servirme para pensar este modo de proceder
materno? Deseo de la madre, un concepto que nos propone Lacan en el seminario 17 “El reverso
del psicoanálisis”.
Para cumplir con éste propósito, primero voy a presentar unas puntadas sobre el concepto, Deseo
de la madre, desde Lacan y Miller, y luego traeré unos apartes del papel de la madre en la película
“maldad” para examinar los rendimientos del concepto, sin descuidar el vector: Lo que pone en
riesgo al sujeto.
Hay una diferencia entre deseo de hacerse madre y el Deseo de la madre. Para Freud, el deseo de
hacerse madre es una respuesta de algunas mujeres frente a la castración. La conferencia 33, de
Freud, “la feminidad” es una buena referencia para comenzar a pensar en cómo llega una mujer a
elegir, la maternidad. Elección que no siempre es consciente.
¿De qué se trata el deseo de la madre? En el seminario 17 Lacan nos indica lo siguiente:
“El papel de la madre es el deseo de la madre, esto es capital. El deseo de la madre no es algo que
pueda soportarse tal cual, que pueda resultarles indiferente. Siempre produce estragos. Es estar
dentro de la boca de un cocodrilo, eso es la madre. No se sabe qué mosca puede llegar a picarle
de repente y va y cierra la boca. Eso es el deseo de la madre” (Lacan 1970; 118)
En la primera parte de la cita, Lacan hace corresponder el papel de la madre con el deseo de la
madre. Por ello expresé en principio que aquello que privilegiaría para trabajar en esta clase, es el
papel de esta madre; porque por su papel podemos saber del deseo materno que dirige a su hijo.
Luego Lacan nos muestra que ese deseo no es algo que pueda soportarse tal cuál; si un hijo frente
a ese deseo está a solas, ello lo enfrentaría a algo del orden de lo insoportable. Y, aunque el
encuentro con ese deseo es inevitable, lo que Lacan parece proponer es que algo más que el hijo
y la madre interviene, haciendo que eso insoportable varíe. No es lo mismo soportarlo tal cual,
que soportarlo con ese algo más.
Más adelante nos muestra que este deseo siempre produce estragos, entonces lo insoportable de
la madre lo es, porque de ese deseo inevitablemente emerge un daño, lo nefasto. Lacan no está
refiriéndose a la condición de bondad, protección e incondicionalidad que a veces se le otorga a la
madre, se refiere a una dimensión en el deseo de la madre, ominosa, que inevitablemente
produce daño, catástrofe, devastación.
Es estar dentro de la boca de un cocodrilo, eso es la madre. Esta frase lacaniana es sin duda una
metáfora de la que se sirve para mostrar, qué es la madre. La madre no es un cocodrilo es como
estar dentro de su boca. El cocodrilo es un reptil que todo lo devora a su paso y se traga a su
víctima, casi completamente entera. Sin embargo, lo único que mete a su boca, sin cerrarla toda
es a su cría. No puede explicarse cómo un depredador como lo es el cocodrilo, puede convertir
esas fauces suyas tan peligrosas, en un cochecito para transportar a sus crías del nido hacia el
agua. El cocodrilo hembra abre su boca y cada cría se va metiendo a esa boca peligrosa para ser
llevados al agua. Apenas si se ve a la cría entre las fauces maternas casi completamente cerradas.
Parece que se los ha tragado, pero este depredador solo cierra en parte sus fauces sin engullir a
sus crías.
Si el deseo de la madre es como estar dentro de la boca de un cocodrilo, imaginémonos que sería
en la realidad estar alojados allí, una amenaza constante, en peligro de ser tragado, devorado. ¿En
cochecito?, si, ¿cuidado y protegido de cualquier peligro? por su puesto, pero amenazado por ella
misma, amenazado por lo que aparentemente es protección.
Muchas veces escuchamos a nuestros pacientes que dicen tener una relación estrecha e intensa
con la madre, ser a la que le deben la vida porque ha sacrificado sus ideales, sus sueños y hasta su
condición de mujer por los hijitos. Estos, se sienten en deuda con esa madre tan dadora. Lo
llamativo no es siquiera que haya deuda, lo interesante es que las madres no escatiman esfuerzos
para decirles a sus hijos que le deben y han de pagar: “serás mi compañerita”, “no hay necesidad
de casarse, usted acá no le falta nada” “todos los hombres son iguales”. Y… algunos hijos pagan, a
propósito del sicario; otros no; y ellas se sienten mal pagadas: “miren como me pagan después de
tantos sacrificios”.
Estas elucidaciones Lacanianas y mis comentarios, nos podrían hacer deslizar en la tentación de
dividir en dos grupos a las madres: las que producen estragos porque les hacen daño a sus hijos,
los abandonan, los asesinan, los golpean hasta la muerte, los intercambian por dinero y los
abusan. Y del otro lado de la cerca, estarían las madres bondadosas, las incondicionales, las
santas. Mario Elkin Ramírez en su libro: “aporías de la cultura contemporánea”, en el capítulo: El
sicario y la madre nos enseña que allí donde la madre es santa, en el sentido de no poner límites a
sus hijos, de no oponerse al goce, de hacerse la distraída con los crímenes que cometen, dispone
las condiciones necesarias para que éstos transgredan la Ley. A madre santa hijo perverso.
Lo que nos queda claro entonces con Lacan, es que todas producen estragos, ya vemos que ni la
que es santa los deja de producir. En alguna oportunidad, escuché a uno de mis profesores de
maestría hacia el año 2001, que alguna vez le preguntaron a Freud sobre cómo educar
correctamente. Escuché en ese tiempo de la voz de mi maestro que Freud respondió: “eduque
como quiera que de todos modos cometerá errores”. Probablemente esto de que algo siempre se
desliza en la educación, tiene que ver también con el deseo de la madre, deseo que produce un
daño e inclusive a pesar de las buenas intenciones: “yo en qué fallé con mi hijo” es una frase muy
común en el discurso de algunas madres, en el que muy probablemente puede leerse su
corazonada de que algo más allá de lo que puede controlar se le deslizó y produjo daño en lo más
amado.
Otra de las frases que podemos retomar de la cita de Lacan, reza de la siguiente manera: No se
sabe que mosca puede llegar a picarle y va y cierra la boca. Lacan parece proponer con esta frase
que el deseo de la madre es como una boca que puede cerrarse caprichosamente mientras sus
hijos están dentro. Cerrar su boca, cuando menos se espera, indicaría que el deseo materno es
primordialmente caprichoso, porque puede pasar que ella cierre esas fauces peligrosas, porque
le dio la gana y esa gana aparece de improvisto, sin anunciar; nada evita que ello suceda. No hay
garantía.
No hay garantía de que la madre no cierre su boca y devore a sus hijos. Y no se trata de
devorarlos realmente, aunque haya sucedido alguna vez que una madre matara a su hija de 3
años, la descuartizara, tomara una pierna, la cocinara y la comiera; suceso que escuché analizar a
Héctor Gallo en la maestría y, si no recuerdo mal, lo extrajo de su lectura de: Los anormales de
Michael Foucault. Anormales era el nombre que se les daba a los criminales atroces antes de la
aparición de las prisiones en el siglo XVIII. Héctor Gallo hizo con este suceso una reflexión: esta
mujer come a su hija y cuando se le pregunta por los motivos; ella dice que tenía hambre. Y
evidentemente había una época de hambruna en el estado en que ello aconteció; lo llamativo, nos
dice Gallo, es que ella no eligiera matar a otro para darle de comer a lo más amado y satisfacer su
necesidad imperante de comer; sino que matara a lo más amado para alimentarse. Algo más allá
de la madre de la que se esperan cuidados y protección, cohabita; algo como lo que Lacan nos
enseña en el reverso; algo que quiere devorar, devastar, tragar.
Lo común, no es que las madres devoren realmente a sus hijos, pero lo deja a expensas de un
peligro atroz, que en la cita de reverso es amenaza, daño, estrago. Lo más parecido que tenemos
en nuestro país, es la devoración que suelen hacer las madres de los sicarios. La primera escena
de: Pablo Escobar: el patrón del mal, da cuenta de eso. Escobar de niño roba un examen y lo
descubren; estudia en la misma escuela en la que su mamá es maestra; ella lo llama y le dice: “El
día que usted haga algo malo, hágalo bien hecho, no sea tan pendejo… No se deja pillar zurrón”.
El niño, ríe.
¿Qué es eso más allá de la madre? En “Elucidación de Lacan” Miller afirma que “…es preciso
ubicar el deseo de la madre en la medida en que ella es mujer” (Miller:1998;437) ¿Qué es una
mujer? Miller nos dice: un sujeto insaciable (1998; 420), una fiera que busca algo para devorar.
Así la madre en falta tiene como función primaria, no el cuidado ni la atención del niño, sino la
devoración. Porque está en falta, busca qué devorar” (1998; 439) eso de la madre que está más
allá de la protección, del cuidado del cochecito, es la mujer que habita en ella.
Y en el seminario IV, ”Relación de objeto” (1956 – 1957) Lacan afirma que “…el niño nunca está
completamente solo con la madre (…) el niño no interviene sino como sustituto, como
compensación, en suma, en una referencia sea cual sea, a lo que le falta esencialmente a la mujer.
Por eso no está nunca completamente solo con la madre. La madre se sitúa y así va conociéndola
poco a poco el niño, como marcada por esa falta fundamental que ella misma trata de colmar y
con respecto a la cual el niño, le aporta tan solo una satisfacción que podemos llamar,
provisionalmente sustitutiva” (1956 -1957; 243)
Sin duda, el niño nunca está completamente solo con la madre, porque junto a ellos mora la
mujer. Mujer insaciable, en falta, que solo se satisface con un objeto que no existe, el falo. Mujer
insatisfecha, que a pesar de obtener satisfacción sirviéndose de su hijo, dicha satisfacción, la
enfrenta ineludiblemente a la insatisfacción, en tanto el hijo no es el objeto que le falta. Mujer
devoradora, que no deja de alojarse irrestrictamente en la madre y por ello siempre junto a la
madre y al hijo, se aloja la mujer.
Ahora bien, si ponemos a conversar la cita de Lacan en el reverso, con sus puntuaciones sobre la
madre en el seminario IV, lo que se podría decir es que a veces los hijos están a solas con la madre;
pero esta soledad no refiere a si es madre soltera o si el padre está muerto en la realidad; refiere a
que ese hijo está a solas con la mujer que hay en la madre; sin nada más que su deseo de
devoración. Lo definitivo para un sujeto, no es la madre, es la mujer que anda detrás de la madre.
Ahora bien, Miller refiere que en el seminario Aún de Lacan, no se trata de la sexualidad femenina
en relación a la falta, sino en relación al exceso a lo suplementario que hay en la mujer. (1998;
436) La mujer en este sentido, no estaría solo en relación a la falta sino al exceso, exceso
suplementario. Pero no es un goce complementario, advierte Miller, siguiendo a Lacan. “… No es
un goce complementario que colma su falta, es un goce que está por fuera de la función fálica, un
goce, más allá del falo (…) un goce de ella que no existe y que nada significa. Hay un goce suyo del
cual nada sabe ella misma” (1998:90). Entonces no es un goce complementario porque no colma
la falta, es suplementario porque es un goce que no la calma y se encuentra en el reverso de su
falta, de su insatisfacción.
Lo anterior explicaría aún más por qué Lacan en el reverso, nos dice que El Deseo de la madre
siempre produce estragos, los produce ineludiblemente, porque lo que sitúa el deseo de la madre
y de algún modo aviva su existencia y su presencia frente al niño, es un resto que tiende al exceso
y que se presenta una y otra vez para producir estragos. Este goce suplementario, esto que escapa
a la tramitación del falo, aparece de pronto, de súbito, cuando no se le espera para devorar cuanto
se cruce a su paso.
Y ¿Qué podría custodiar al hijo para que la mujer excesiva que hay en la madre, no este a sus
anchas frente al hijo? En el seminario 17 Lacan nos dice:
“Y entonces, traté de explicar que había algo tranquilizador. Les digo cosas simples, improviso
debo decirlo. Hay un palo de piedra por supuesto que está ahí, en potencia, en la boca, y eso la
contiene, la traba. Eso es lo que se llama falo, Es el palo que te protege si, de repente, eso se
cierra”.(Lacan 1970 -1069;118)
Y antes en el seminario IV nos enseña que “… si el padre pasará la prueba, si se enfrentará como
un hombre a la terrible madre y si también el padre ha pasado por la iniciación esencial por la
herida, por el golpe contra la piedra” 91 entonces ello significa que el padre traba al cocodrilo que
es la madre, para no dejar a solas a su hijo con la mujer.
Miller en “Elucidación de Lacan” (1998) dice que “ha de tomarse en serio el hecho de cómo la
pareja de la madre, lidia con la falta de ella como mujer” 90 Por tanto a luz de esta cita de Miller
puede decirse que lo que está en el fundamento de la función del padre, del padre consistente, es
que se las arregla como pueda con la falta de la mujer. Seguramente por lo anterior, es que Lacan
afirma que nadie pude ser un padre enteramente, dado el carácter excesivo, no regulado, de lo
insaciable del deseo de la madre. El deseo de la madre ineludiblemente produce estragos, de un
lado, porque un padre aunque es una gran piedra que traba la boca del cocodrilo y ha accedido a
la posición paterna, nunca es padre enteramente y de otro lado, porque el plus de goce que hay
en la mujer, apunta a la devoración.
¿De qué goce se trata en el deseo de la madre? De un goce suplementario que se excede, que
escapa a la regulación fálica y que produce estragos en los hijos.
Y ¿Cómo ese goce suplementario hace presencia en la madre de Eric el personaje principal de la
película, maldad?
La madre de Eric aparece como una mujer viuda que tiene un marido al que nombra como padre
de su hijo. Lugar de padre que solo es imaginado por esta mujer; ni su hijo lo asume, ni este
hombre cumple función ordenadora de padre.
Su pareja es un hombre que castiga a su hijo caprichosamente. Entre el acto de Eric y el castigo a
recibir hay un abismo; porque el castigo aparece más como un rasgo perverso de este hombre,
que una decisión de fundar el orden y limitar el goce; él es quien goza. Este hombre no se opone al
goce suplementario; parece estar de su lado.
A la altura de la reflexión me surgen unas preguntas que propongo para la discusión: ¿si la nueva
función del padre no sirve de piedra, podríamos pensar en que dicha función está del lado de lo
femenino o al lado de lo femenino?, ¿dicha función fue sustituida por la función primaria de la
madre?; y una más: ¿la función devoradora de la madre es esencialmente femenina?
Hay una escena bastante llamativa: mientras es golpeado, Eric mira un cuadro en el que hay una
mujer a solas. Es una escena para mi impecable; porque podemos ver en ella, la presencia de la
mujer y la ausencia de la madre. La ausencia de quien que lo cuide como piedra y al mismo
tiempo, la presencia de quien goza con el exceso.
Es como estar en el cochecito, la madre con la boca no abierta sino casi cerrada y lo único que
viene a hacer creer que impedirá que se cierre, se lo saca de la boca para supuestamente
protegerlo, pero lo devora sin ningún motivo. Devorar por devorar, no es lo mismo que devorar
porque se es insaciable.
La madre de Eric, toca piano, mientras su hijo es castigado. Esta escena es fundamental. La madre
de Eric lo abandona. Lo abandona, así aparezca como una mujer sacrificada que vende lo más
valioso, para preservar un ideal que en principio solo es suyo; que su hijo estudie. Lo abandona
cuando no dice nada una vez le anuncian a su hijo un castigo caprichoso, lo abandona, al permitir
que esa puerta se cierre, lo abandona cuando toca el piano. Una vez escucha que su hijo es
castigado, se va. La madre se va y deja a su hijo a solas con la mujer y con un hombre excesivo,
gozón. Toca su piano pero no está completamente impávida; entre la puerta que se cierra y el
piano que elige para no saber lo que allí ocurrirá y que ella misma ha permitido… hay una resto de
madre; aún la madre… se le ve angustiada y el piano la protege muy probablemente de ese “darse
cuenta” de su goce suplementario y al mismo tiempo de su no saber nada sobre esto. Esta mujer,
no quiere saber nada de ese goce, no quiere saber de su hijo; No quiere escuchar la presencia
excesiva de su goce suplementario.
“Se hace la desentendida”, me decía un sicario cuando lo entrevisté en el tiempo que hice la
maestría, al preguntarle por su madre “Ella se hace la boba cuando hago cosas malas”. Me
ocupaba de investigar en ese tiempo: ¿cómo participa la madre del menor infractor en su
criminalidad?
Tanto la madre de Eric, como la madre del niño y el adolescente que asesina, se hacen las
desentendidas. Pero la madre del menor se hace la desentendida y permite que su hijo se exceda
con otros… aunque después ese exceso retorne contra él. La madre de Eric se hace la
desentendida y consiente un exceso que se le dirige de frente a su hijo y en su presencia.
Echan a su hijo del colegio, ella, vende lo más valioso y paga a su hijo un colegio en el que si le
enseñarán a comportarse. Tu madre ha vendido sus pinturas, le dice la pareja de su madre, deuda
que tendrá que pagar, ¿la madre se sacrifica por el hijo, porque vende las pinturas? No creo… Acá
si hay un sacrificio, el del hijo; es lanzado a la muerte. La madre de Eric, no se opone a lo
incorrecto que hace su hijo, ni a lo suyo incorrecto, ni a lo inconveniente en su pareja; lo
incorrecto está del lado de dejar de estudiar. Lo que haya que soportarse – es el imperativo que se
le ofrece a Eric en principio – a condición de permanecer resistiendo, en el sentido de cargando, el
ideal de la madre.
Es llamada por su hijo en varias oportunidades y ella da por hecho una y otra vez, que su hijo está
bien. No le pregunta en verdad si está bien; le pregunta si le confirmará otra vez, que a pesar de su
sufrimiento todo está bien. No quiere saber nada de los efectos de su goce.
En principio solo contra sí mismo; abandonado al goce y con permiso de gozar. Pero después,
aparece una decisión, estará en el mismo cuarto con el que al parecer pocos, muy pocos quieren
estar. Pierre, está en franca posición de desventaja y emerge la compasión por él. Eric lo protege,
le duele lo que le hacen, ofrece su cuerpo para ahorrarle dolor a su amigo. ¿Por qué se impone la
compasión como dique de lo mortífero, si es lo mortífero lo que recibe? ¿Por qué el repudio por lo
que un hombre le hace y la madre lo permite? Propongo para la discusión dos ideas:
Más allá de la biografía del sujeto está su historia y más acá de las explicaciones sociológicas sobre
la repercusión de la infancia en el sujeto, está precisamente su decisión.
En principio, solo contra sí mismo, más tarde, solo contra eso mismo, hace una invención y al final
un llamado al padre, al orden, que no es un llamado que ponga a esta función en un lugar de
declinación porque no es un llamado cualquiera; esa función por adelantado, le entrega un signo –
una tarjeta por si necesitas algo – Alguien que le anuncia una salida para esquivar el exceso.
El sujeto está en riesgo; pero es un riesgo, que no aparece en la escuela; emerge en lo privado. Ello
nos demuestra que cuando un niño o un adolescente expresan que se les hace bullyng en sus
colegios; parte de este riesgo a que está expuesto, es su posición fantasmática, su relación con el
objeto construida otrora y que sabe retornar una y otra vez.