plemente le preguntó: "¿Me amas?" La pregunta, en toda
su simplicidad, era en extremo escudriñadora. La persona me- nos instruida podría entenderla; sin embargo, por simple y sencilla que fuera, era suficiente para probar la realidad de la profesión de fe del apóstol más avanzado. Si una per- sona ama verdaderamente a Cristo, su condición espiritual es satisfactoria. ¿Deseáis saber la razón por la cual el cristiano verda- dero muestra estos sentímientos peculiares hacia Cristo. y por los cuales tanto se distingue? En las palabras de San Juan la tenemos expresada: "Nosotros le amamos a Él, por- que Él nos amó primero" (Juan 4:19). El versículo, sin duda alguna, se refiere a Dios el Padre, pero no es menos cierto de Dios el Hijo. El cristiano verdadero ama a Cristo por todo lo que ha hecho por él. Éste ha sufrido en su lugar y muerto por él en la cruz. Con su sangre lo ha redimido de la culpa, poder, y consecuencias del pecado. A través de Su Espíritu Santo lo llamó, e hizo que se arrepintiera, creyera en Cristo y vi- viera una vida de esperanza y santidad. Cristo ha borrado y perdonado todos sus pecados; lo ha librado del cautiverio del mundo, de la carne, y del diablo; lo arrebató del borde mismo del infierno, y lo puso en el estrecho sendero que con- duce al cielo. En vez de tinieblas le ha dado luz; en vez de intranquilidad, le ha dado paz de conciencia; en lugar de in- certidumbre, esperanza; en lugar de muerte, vida. ¿Te ma- ravilla, pues, que el verdadero creyente ame a Cristo? Y le ama, además, por todo lo que todavía hace por él. El creyente sabe que diariamente Cristo le perdona sus fal- tas y cura sus enfermedades, e intercede por su alma delante de Dios. Diariamente suple las necesidades de su alma y le provee de gracia y misericordia a cada instante. A través de su Espíritu le guía a la ciudad con fundamento y le sostiene en la debilidad y la ignorancia. Cuando tropieza y cae, lo le- vanta y defiende de todos sus ·enemigos. Y todo esto mien- tras le prepara un hogar eterno en el cielo. ¿Te sorprende, pues, que el verdadero creyente ame a Cristo? ¿No crees que la persona que por sus deudas ha esta- do en la cárcel, amará al amigo que, de una manera ines- perada y sin merecerlo, ha pagado todas sus deudas y lo ha hecho su socio? N o crees que el prisionero de guerra amará a la persona que, con riesgo de su propia vida, se infiltró entre las filas enemigas y le libertó? ¿No crees que el marino