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6 EL SECRETO DE LA VIDA CRISTIANA

plemente le preguntó: "¿Me amas?" La pregunta, en toda


su simplicidad, era en extremo escudriñadora. La persona me-
nos instruida podría entenderla; sin embargo, por simple
y sencilla que fuera, era suficiente para probar la realidad
de la profesión de fe del apóstol más avanzado. Si una per-
sona ama verdaderamente a Cristo, su condición espiritual
es satisfactoria.
¿Deseáis saber la razón por la cual el cristiano verda-
dero muestra estos sentímientos peculiares hacia Cristo. y
por los cuales tanto se distingue? En las palabras de San
Juan la tenemos expresada: "Nosotros le amamos a Él, por-
que Él nos amó primero" (Juan 4:19). El versículo, sin duda
alguna, se refiere a Dios el Padre, pero no es menos cierto
de Dios el Hijo.
El cristiano verdadero ama a Cristo por todo lo que ha
hecho por él. Éste ha sufrido en su lugar y muerto por él
en la cruz. Con su sangre lo ha redimido de la culpa, poder,
y consecuencias del pecado. A través de Su Espíritu Santo
lo llamó, e hizo que se arrepintiera, creyera en Cristo y vi-
viera una vida de esperanza y santidad. Cristo ha borrado
y perdonado todos sus pecados; lo ha librado del cautiverio
del mundo, de la carne, y del diablo; lo arrebató del borde
mismo del infierno, y lo puso en el estrecho sendero que con-
duce al cielo. En vez de tinieblas le ha dado luz; en vez de
intranquilidad, le ha dado paz de conciencia; en lugar de in-
certidumbre, esperanza; en lugar de muerte, vida. ¿Te ma-
ravilla, pues, que el verdadero creyente ame a Cristo?
Y le ama, además, por todo lo que todavía hace por él.
El creyente sabe que diariamente Cristo le perdona sus fal-
tas y cura sus enfermedades, e intercede por su alma delante
de Dios. Diariamente suple las necesidades de su alma y
le provee de gracia y misericordia a cada instante. A través de
su Espíritu le guía a la ciudad con fundamento y le sostiene
en la debilidad y la ignorancia. Cuando tropieza y cae, lo le-
vanta y defiende de todos sus ·enemigos. Y todo esto mien-
tras le prepara un hogar eterno en el cielo. ¿Te sorprende,
pues, que el verdadero creyente ame a Cristo?
¿No crees que la persona que por sus deudas ha esta-
do en la cárcel, amará al amigo que, de una manera ines-
perada y sin merecerlo, ha pagado todas sus deudas y lo ha
hecho su socio? N o crees que el prisionero de guerra amará
a la persona que, con riesgo de su propia vida, se infiltró
entre las filas enemigas y le libertó? ¿No crees que el marino

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