Está en la página 1de 10

CAPITULO IV: ¿CÓMO VEMOS REFLAJADA LA JUSTICIA

ACTUALMENTE?
A. AUTORIDADES Y GOBERNABILIDAD

Para el ciudadano común y corriente, carente de poderosas influencias o de


recursos suficientes, el sistema judicial, a pesar de sus innumerables defectos y
limitaciones, sigue siendo la opción menos mala frente a un atropello o a la
violación de un derecho. Aun para el poderoso y afluente que resuelve sus
problemas en forma directa a través de sus contactos o de su solvencia, y hasta
presume de evitar litigios judiciales, las deficiencias de los sistemas judiciales
tienen una gravitación decisiva sobre sus asuntos y lo afectan mucho más de lo que
sospecha, en costos invisibles y de transacción. La efectividad del servicio es
generalmente notada sólo por los interesados directamente afectados; no
obstante, a mediano o largo plazo afecta a toda la comunidad. En este aspecto, la
participación de la sociedad civil para supervisar el trabajo de los tribunales es
esencial.

El sistema judicial es pese a todo, el tubo de ensayo donde se pone a prueba la


viabilidad de todas las políticas, de todas las leyes, de todas las decisiones y actos
ejecutivos y legislativos, y la conducta de los particulares. En un tiempo u otro,
tarde o temprano, la fuerza de gravedad de los acontecimientos y de la historia se
empoza en este destartalado y desvencijado poder del Estado. Ello, no obstante,
sorprende comprobar que, cuando se han realizado diferentes encuestas sobre las
casusas de la falta de gobernabilidad en los países, el sistema judicial ni siquiera ha
sido considerado como una de las posibles causas. El diagnostico implícito parece
ser que más que negativo: la justicia es irrelevante.

Cuesta un trabajo enorme, y nos resistimos a salir de nuestra desorientación y


hacer algo serio para resolver los problemas los problemas de la justicia, porque
siempre hay a la mano otras soluciones más rápidas y fáciles, aunque cada vez
resulten ser enmendadoras de corto plazo. La primera reacción típica ante una
crisis es la incontinencia legislativa de códigos, leyes, decretos y resoluciones. Ello
es resultado de pensar que la gobernabilidad es un problema de autoridad y
carencia de leyes, en lugar de construir uno de estándares, de servicio y de
eficiencia social de las leyes de liderazgo de los jueces; de la participación de la
comunidad, y de elevar nuestros niveles de desempeño para hacerlos compatibles
con la globalización que vivimos en derechos humanos, en la invención y el
comercio, en la dignidad de la familia y en la protección contra el crimen.

El problema estriba en pensar que las leyes pueden resolver todo. Una de las
recomendaciones que se puede hacer, a este respecto, es que los Congresos
celebren audiencias públicas en todo proyecto de ley de importancia económica,
social o política. En países con carencias de información y estudios técnicos serios
en tantas materias, el dialogo con los interesados y la confrontación de opiniones
informadas son esenciales.

La contradicción entre la ley y la realidad ya dejo de ser un mero accidente


circunstancial de coyuntura para ser promovida a rasgo característico y endémico
en nuestra cultura cívica: es la forma normal de convivir y de juzgar las cosas. Hay
una sola excepción para esta forma de vivir, que reside en el sistema judicial. No se
trata, sin embargo, de un mérito del sistema o de nuestros jueces, sino de una
característica de la topografía del problema. Ante las contradicciones, el Legislativo
puede escoger la ley, y el Ejecutivo la realidad, y ambos seguir adelante; pero al
sistema judicial la contradicción le golpea frontalmente en la cara, como un
puñetazo en la nariz. Si los jueces dejan ser simples burócratas y logran asumir el
liderazgo a que están llamados, pueden construir la principal y más alta esperanza
para tender, casi inadvertida y calladamente, un puente sobre el abismo.

Ese no es el único problema. A diferencia del Ejecutivo y del Legislativo, el sistema


judicial no tiene un electorado ni fuerzas políticas activistas que lo respalden. Lo
que puede ser una ventaja en muchos casos puede resultar también su debilidad
ante las presiones de ambos poderes y de otros sectores. Para defender la
independencia de los jueces, necesaria para resistir tales presiones, se ha diseñado
dispositivos que tratan de construir murallas que los aíslen o protejan de los
peligros, ignorando que la independencia no es una virtud que se protege desde
fuera, sino que se construye por dentro de las conciencias. El ambiente natural en
que los jueces trabajan son las presiones y la especialidad en la que en realidad
deben ser expertos, más que la jurisprudencia, es la desactivación de crisis y
solución de conflictos, dentro del marco de la ley. Desde esa premisa hay que
construir métodos para nombrar, capacitar, promover o destruir jueces.

La gobernabilidad no es en última instancia un problema de autoridad sino de


eficiencia y servicio. Se necesita una gran falta de percepción para eludir la
responsabilidad, pensando que la administración de justicia no es parte del
gobierno de un país. Mejorar la cuota de gobernabilidad del país que corresponde
al sistema judicial requiere de un programa de varios años y que comprenda la
eficiencia social de la ley, además de cultura de servicio, capacidad de liderazgo y
compromiso de participación, por parte de los jueces. Además, requiere del
contrapeso y control reciproco de las tres ramas del Estado y de la participación
decisiva de la sociedad civil. La tarea judicial en este equilibrio de poderes es,
respecto de cada caso frente a los tribunales, reconocer, entre la maleza de las
argucias de los jurisconsultos y de la forzada manipulación de las leyes, las
facciones auténticas de los valores forjados por la comunidad a través de sus
partidos políticos, escuelas y universidades, asociaciones, gremios y sindicatos,
creencias religiosas y conversaciones en el seno de las familias, que constituyen su
identidad y fuerza de cohesión, y la verdadera garantía de un futuro con paz y
libertad; valores reflejados en la opinión pública.

B. PROBLEMAS QUE INTERVIENEN CON EL DESARROLLO DE LA


JUSTICIA EN EL PAÍS

El desarrollo de la justicia en nuestro país presenta diversos problemas centrales, entre


los cuales tenemos:

 MOROSIDAD EN LOS PROCESOS JUDICIALES.-

La demora de los procesos judiciales viene a ser uno de los problemas más álgidos
que presenta el Poder Judicial, y que no se está dando la importancia debida. Así
mismo, esta problemática es consecuencia de diversos factores que subsisten y
que no están siendo atendidos como corresponde, pues no se sabe de ningún
trabajo institucional para superarlas. Nótese, que la seguridad jurídica y el
desarrollo del país se encuentran en gran medida en manos de los jueces. Por
tanto, si los procesos en su tramitación demoran mucho, la seguridad jurídica y el
desarrollo del país se encuentran estancados

Las razones que causan la morosidad de los procesos judiciales son de diferente
índole, así tenemos los siguientes:

1. Judicialización de todos los problemas del país.- El sistema de justicia está


en emergencia, no soporta más la judicialización de todos los problemas del
país. Todos creen que solucionarán su problema, de cualquier naturaleza, en
el Poder Judicial. El verbo ‘denunciar’ es hoy el más usado, sin percatarnos del
estado del sistema de justicia del país, que recibe todas esas denuncias, en su
mayoría, producto de la catarsis de quien no encuentra solución a los
inconvenientes propios de la actividad cotidiana, y así, por decirlo de alguna
manera, hay que denunciar que el mundo se va acabar. Este fenómeno,
convertido casi en deporte nacional, en realidad es un severo reflejo de
nuestra inestabilidad, precariedad e inseguridad, que expresa la pérdida del
rumbo en nuestro desarrollo.
Las primeras planas de todos los medios terminan en el Poder Judicial; si hay
granadas en las calles, el Poder Judicial lo resolverá; si hay balaceras igual, si
los mal llamados hinchas ‘delincuentes’ originan desmanes, ya saben dónde
terminará. Imaginen ustedes. Cualquier circunstancia negativa que llame la
atención, terminará en el sistema de justicia; si dos faranduleros se miraron
mal, también se judicializará; nada le es ajeno al sistema, todos reclaman al
sistema de justicia, pero nadie se preocupa por él; sus trabajadores están
tratando de cumplir su labor con las enormes dificultades logísticas.
2. Actos dilatorios de los abogados: la mala fe de los abogados es una verdad
tan conocida. Los actos dilatorios de los abogados existen y no tienen control
ni sanción.  
El Código Procesal Civil apostó por un proceso donde la buena fe y la lealtad
procesales tuvieran especial protección. Sin embargo, el tiempo nos ha
demostrado que no basta con que exista ley que lo ordene, sino que es
necesario un control ético serio, profundo y radical.
El abogado deja de ser un colaborador de la justicia para convertirse en un
agente del caos y del desorden.  

3. Excesiva carga procesal de demandas en que interviene el estado: Las


demandas contra el Estado son, casi siempre, masivas, y en muchos casos por
temas que se repiten, siendo el caso de las que se interponen contra la ONP
por personas jubiladas en busca de la protección de sus intereses vulnerados.
El Estado no asume su responsabilidad para evitar que se presenten nuevas
demandas. Ya el Tribunal Constitucional impuso sanciones a este organismo,
pues pese a existir precedente vinculante y doctrina jurisprudencial en ciertas
materias dicha entidad seguía actuando de espaldas a sus decisiones,
sobresaturando abusivamente la carga procesal de diferentes órganos del
sistema judicial.  
Lo grave es que el Estado tiene el privilegio de litigar sin costas, lo cual se
convierte en un aliciente perverso, pues la política de la Administración
Pública es que hay que demandar por todo e impugnar todo, sin detenerse a
sopesar el efecto de tamaña arbitrariedad.  
A todo esto se suma el hecho de que el Estado no haya regulado
oportunamente procesos especiales que permitan atender en un solo trámite
procesal multitud de reclamaciones individuales de esencia similar, como es el
caso de los llamados procesos colectivos, los que permitirían litigar en un solo
procedimiento las miles de reclamaciones que nacen de los mismos hechos.
En el caso de la ONP, la defensa del consumidor o del medio ambiente, entre
otros, aliviarían la enorme carga procesal que se genera al respecto. Hay que
repensar la justicia contencioso-administrativa. 

4. Las huelgas en el Poder Judicial.- las cuales  forman parte de su calendario


anual. Una lástima que sea así, pues si bien existen causas que justifican el
reclamo salarial de sus trabajadores, lo que resulta insensato es que nunca se
cumplan los compromisos económicos que se asumen, lo que genera el inicio
de una nueva huelga.

 ACTOS DE CORRUPCIÓN PROTAGONIZADOS POR FISCALES,


JUECES Y LÍDERES POLÍTICOS:
La corrupción es uno de los problemas más graves que deben enfrentar los
países en América Latina. Esta tiene un efecto negativo en la economía, que se
ve reflejado en el deterioro de la asignación eficaz del gasto público, la
generación de costos de transacción adicionales, lo que conlleva a un
desaliento de la inversión privada y afecta negativamente la productividad;
daña la confianza de los ciudadanos en el Estado y en la democracia, y con ello
la gobernabilidad.

Es bastante conocido la reciente crisis del sistema de justicia en general y del


sistema jurisdiccional en particular que han afectado a nuestro país, tras la
difusión de unos audios que revelan actos de corrupción protagonizados por
fiscales, jueces, líderes políticos, empresarios y hasta dirigentes de la
Federación Peruana de Futbol.

Estos audios dan cuenta de una crisis generalizada pero, al parecer, oculta de
nuestro sistema de justicia, lo que pone en cuestión, por un lado, la idoneidad e
integridad de nuestras autoridades, y por el otro la fortaleza de nuestras
instituciones democráticas, que no han sabido dar respuestas efectivas al
flagelo de la corrupción, pese a sus evidentes y consabidos síntomas

Hace algunos meses, IDL Reporteros difundió unos audios en los que se
escuchaba a un juez superior conversar con algunos integrantes del extinto
Consejo Nacional de la Magistratura (CNM), La conversación no era anodina.
En ella se demostraba que este juez era cercano a los responsables de designar
y ratificar a jueces y fiscales en todo el país y que estos, a su vez, le solicitaban
favores con base en su influencia en otros espacios. Después de ello
aparecieron nuevos audios en los que los protagonistas eran ya no un juez
superior, sino un vocal de la Corte Suprema, y luego otros en los que se
escuchaba a abogados y empresarios vinculados a líderes políticos y así hasta
llegar a la cifra tremebunda de 60 audios de un aproximado de 10 mil que
estarían en poder de los medios.

Los peruanos vemos con perplejidad lo que se difunde en los medios. Esta crisis
parece amenazar no solo a los operadores jurídicos, responsables del
funcionamiento de la justicia en nuestro país, sino a la clase política en su
conjunto. De ahí la importancia del rol que jueguen nuestras autoridades y la
sociedad civil en la misma, pues de ello depende que la crisis se ahonde o se
convierta en algo positivo para nosotros.

Son diversos los problemas que revela esta crisis, con la cual durante mucho
tiempo los peruanos hemos convivido con ella, pero no hemos podido
identificarla. Sin duda, los problemas que evidencia son vastos y complejos,
pero los más significativos son los que a continuación se detallan:

La corrupción generalizada que permea al sistema de administración de


justicia en su conjunto.
Un mal diseño institucional que no ha estado en capacidad de prevenir y
corregir a tiempo los efectos dañinos de este flagelo, y
La falta de legitimidad de nuestros representantes y líderes políticos, ajenos
al desafío histórico que representaba democratizar y modernizar nuestro
país tras la época oscura del autoritarismo de los años 90.

Estos problemas han horadado la confianza de los peruanos en sus


instituciones. Durante mucho tiempo nos concentramos en el crecimiento
económico y en el fomento de las inversiones como única vía al desarrollo, y
dejamos de lado el fortalecimiento institucional y la renovación de la política.

 CRISIS EN LA CLASE POLITICA: CRISIS DE VALORES Y ÉTICA

Todos los acontecimientos que están sucediendo en nuestro país como


consecuencia del caso Odebrecht nos demuestran el alto nivel de corrupción
política existente como un mal endémico que nos persigue desde hace muchísimos
años debido esencialmente a una crisis de valores y de ética donde el poder se
relaciona con las malas prácticas al margen de la ley y la justicia, una explicación
sería que la corrupción y el crimen organizado generan una elevadísima
rentabilidad creando un amenazante vínculo entre el poder, la política y el dinero.

Siendo así, en los últimos años la figura de presidente se ha ido degradando. Como
ejemplo de ello mencionaremos los siguientes casos.

o El ex presidente Alejandro Toledo, que gobernó Perú entre 2001 y 2006, se


encuentra actualmente arrestado en Estados Unidos con fines de
extradición, acusado por la fiscalía anticorrupción de nuestro país de haber
recibido 20 millones de dólares de la constructora brasileña Odebrecht para
que le otorgara la licitación de la carretera Interoceánica, que llega hasta
Brasil.
o Por otro lado, Alan García, quien fue presidente del Perú en más de una
oportunidad, terminó tomando la fatídica decisión de suicidarse cuando la
policía fue a su caso a arrestarlo. La Fiscalía peruana investigaba al señor
García por presunto lavado de activos. Lo acusaba de recibir sobornos de
Odebrecht en su segundo gobierno para adjudicarle la ejecución de los
tramos 1 y 2 de la línea 1 del metro de Lima y para beneficiar a la empresa
brasileña durante la construcción de la carretera Interoceánica.
o Asimismo, Pedro Pablo kuczynski, quien renunciara a su cargo de
presidente del Perú el 21 de marzo de 2018, actualmente se encuentro con
arresto domiciliario, mientras es procesado por el delito de lavado de
activos con la agravante de pertenecer a una organización criminal en
agravio del estado.
o Así también, el expresidente Ollanta Humala Tasso y su esposa Nadine
Heredia Alarcón, vienen siendo ambos, investigados por el presunto delito
de lavado de activos en el caso Odebrecht. Contra Ollanta Humala Tasso y
su esposa, la fiscalía formalizó una acusación penal por el presunto delito
de lavado de activos en criminalidad organizada, por el cual pide 26 años de
prisión para Heredia Alarcón y 20 para expresidente. Se les atribuye  haber 
recibido dinero ilícito de la empresa Odebrecht y de la minería ilegal para
las campañas electorales del 2006 y 2011.

Indudablemente esta situación por la que atraviesa nuestro país, se presenta


debido a que la gran mayoría de nuestra sociedad política que conforma el Estado
no comprende que la actividad política es un quehacer social cuyo principal fin es
alcanzar, mediante patrones de acción y organización, el bienestar de la sociedad y
cuya esencia debe ser de servicio a los demás, el logro del bien común y el
fortalecimiento de una estructura de virtudes y valores públicos para construir la
voluntad política de las diversas instituciones integrantes de la nación en la defensa
de la población.

Lamentablemente en nuestro país hemos corroborado que existen grandes


intereses personales y sectoriales que actúan solo por conveniencia y buscan en la
política un medio esencial de vida tratando de mantener el poder para copar
espacios y cargos que inexorablemente se transforman en el tiempo en grandes
focos de corrupción. Estas actitudes frivolizan la función pública y disminuyen la
calidad de la política, lo cual bloquea el camino de nuestro país hacia el desarrollo.

Bajo este panorama existen justificadas razones de desconfianza y sospechas de la


ciudadanía sobre las actuaciones, decisiones, conductas y prácticas de muchos
políticos, las trapacerías que se producen en el ámbito político por corrupción y
falta de ética, amparadas por el poder, tienen un profundo impacto negativo sobre
la sociedad. Un país como el nuestro requiere que la política se convierta en el fin
supremo de la sociedad, tenemos una dramática fragilidad institucional y
profundos problemas sociales por resolver, esta realidad requiere que la clase
política tome un camino convergente a la construcción del bien común y al
fortalecimiento de la ética pública y sus principios fundamentales, integridad,
transparencia y probidad. Cuando logremos en nuestro país imprimir valores éticos
en la conciencia colectiva, a través del ejemplo de las autoridades políticas, recién
iniciaremos el gran cambio hacia el progreso.  

C. ¿CÓMO PODEMOS HACER UNA REFORMA DE JUSTICIA EFICAZ?

Indudablemente, la gran mayoría de los peruanos no confía en sus instituciones


judiciales y reprocha a los dirigentes políticos y su falta de decisión para diseñar un
sistema que administre justicia de manera proba, independiente y rápida. Siendo
así, el actual presidente de nuestro país, Martín Vizcarra, propuso una consulta
directa al pueblo, en la que los peruanos dijeron "sí" a la reforma de la Junta
Nacional de Justicial (antiguo Consejo Nacional de la Magistratura).

La transformación del Consejo Nacional de la Magistratura en la Junta Nacional de


Justicia es importante. Sin embargo, hay que tener en cuenta que cambiar el
nombre y algunos procedimientos no va a cambiar el hecho que tengamos un país
pobre, donde muchos de los jueces no tienen condiciones óptimas para trabajar. Si
se quiere hacer un real cambio, necesitamos generar nuevas ideas que, bien
estudiadas y fundamentadas, nos den una solución hecha a la medida de nuestro
país. Solo así lograremos un sistema de justicia que funcione de forma apropiada.

Siguiendo lo mencionado líneas arriba, la reforma del poder judicial es esencial. Sin
ella, tendremos un gran embudo de desarrollo en el Perú. Si no existe un poder
judicial que funcione, no tenemos el centinela institucional que debe proteger
nuestro Estado de Derecho. Un Estado de Derecho expuesto es, y siempre será, la
eterna invitación a la corrupción y la miseria.

 PROPUESTAS Y RECOMENDACIONES

Si queremos de verdad hacer que el sistema sea más eficiente es necesario un


espacio de coordinación permanente, que permita optimizar los escasos
recurso disponibles y articular acciones. Solo sobre ese cimiento será posible
por ejemplo, el expediente electrónico, que vincule en un solo proceso virtual a
la Policía Nacional, al Ministerio Público, al Poder Judicial y al Instituto Nacional
Penitenciario. Solo en base a la coordinación podremos instalar Módulos
Integrados de Justicia, donde operen en conjunto policías, fiscales, defensores
públicos y jueces. Solo a partir del intercambio entre los componentes del
sistema habrá posibilidad de compartir una data común en materia de
ejecución presupuestal, de calificaciones de los operadores del sistema, de
acceso a la justicia, de distribución del personal, de criminalidad o de gestión de
la carga procesal, información toda ella indispensable para desarrollar políticas
públicas en materia de justicia.

El país no puede esperar más. Las decisiones sobre los temas planteados exigen
facultades delegadas al Poder Ejecutivo, para que, atendiendo al clamor
ciudadano expresado en calles y plazas, establezca los parámetros legales que
echen a andar la reforma de la justicia, tan largamente esperada.

También podría gustarte