Explora Libros electrónicos
Categorías
Explora Audiolibros
Categorías
Explora Revistas
Categorías
Explora Documentos
Categorías
lectoras como tú. Está hecho sin ningún ánimo de lucro por lo
cual queda totalmente PROHIBIDA su venta en cualquier
plataforma.
En caso de que lo hayas comprado, estarás incurriendo en un delito contra la
ley de propiedad intelectual y los derechos de autor en cuyo caso se podrían
tomar medidas legales contra el vendedor y el comprador.
3lik@ Maria97Lour
AlyssaV Mary Rhysand
Candy27 Rimed
Krispipe Rose_Poison1324
Liliana Vale
Mais Wan_TT18
Manati5b YoshiB
Traductoras Freelance
Feyrod Raenys
Recopilación y Revisión
Mais & Mew
Diseño
Mew Rincone
Índice
Sinopsis Capítulo 17
Prólogo Capítulo 18
Capítulo 1 Capítulo 19
Capítulo 2 Capítulo 20
Capítulo 3 Capítulo 21
Capítulo 4 Capítulo 22
Capítulo 5 Capítulo 23
Capítulo 6 Capítulo 24
Capítulo 7 Capítulo 25
Capítulo 8 Capítulo 26
Capítulo 9 Capítulo 27
Capítulo 10 Capítulo 28
Capítulo 11 Capítulo 29
Capítulo 12 Capítulo 30
Capítulo 13 Glosario
Capítulo 14 Próximamente
Capítulo 15 Sobre la autora
Capítulo 16
Sinopsis
C
allypso Lillis es una sirena con un gran problema, uno que se
extiende por su brazo y se adentra en su pasado. Durante los
últimos siete años ha estado recolectando un brazalete de perlas
negras en su muñeca, pagarés mágicos por los favores que ha
recibido. Solo la muerte o el pago cumplirán las obligaciones. Solo entonces
desaparecerán las perlas.
Pero para uno de sus clientes, nunca ha pedido el pago. No hasta ahora.
Cuando Callie encuentra al rey fae de la noche en su habitación, por la sonrisa
en sus labios y el brillo en sus ojos, sabe que las cosas están a punto de cambiar.
Al principio es solo un beso casto… el valor de una sola perla, y la promesa de
más.
No debo sentir alivio. Eso lo sé. Sé que la gente debe llorar la pérdida
de la vida. Pero yo no puedo. No por él, de todos modos. Tal vez eso me
haga mala. Todo lo que sé es que esta noche enfrenté el miedo y sobreviví.
Hacen falta sólo unos pocos segundos más para que la realización de
ello me golpee.
Oh Dios. Está muerto.
Mis manos comienzan a temblar. Hay un cuerpo y sangre, mucha
sangre. Estoy empapada en ella. Motea mi tarea y una gruesa gota
oscurece la cara de Lincoln en mi libro de texto de historia.
Mierda.
Presente
U
na carpeta de ficheros cae sobre el escritorio frente a mí.
Ya, una euforia familiar hace que mi piel empiece a brillar. Esta es la
oportunidad de ayudar potencialmente a una vieja dama y castigar al peor
tipo de criminal: uno que se alimenta de su propia familia.
Sacude la cabeza.
Suelta un resoplido.
Revisa su teléfono.
—Lo siento Temper, pero estará fuera otra semana. —Me relajo un
poco mientras digo las palabras.
Eso está mal, ¿verdad? ¿Disfrutar del hecho de que tu novio se haya
ido y tengas tiempo a solas?
~
Entro al estiloso restaurante a las ocho de la tarde. Tiene una baja
iluminación y nítida, las velas parpadean débilmente de cada una de las
mesas de dos plazas. Flamencos es claramente un lugar donde la gente rica
viene cortejarse.
Casi como si fueran uno, los invitados se ponen de pie con los ojos
vidriosos.
—La noche fue genial —les digo mientras pasan—. A todos les
gustaría hacer esto en el futuro. Oh… y nunca estuve aquí.
—Tú no.
Él abre su boca…
—Desde este momento hasta el final de nuestra entrevista, dirás la
verdad —ordeno, las palabras entonando en mi lengua.
Se detiene, y lo que sea que va a decir muere en sus labios. Espero
que continúe, pero no lo hace. Ahora que no puede mentir, es solo
cuestión de tiempo antes de que se vea obligado a admitir la verdad.
—No lo sé.
—A-ahora —tartamudea.
—¿Cuánto dinero?
Doce mil dólares. Ha vaciado las arcas de su madre y aquí vive como
un rey. Pero detrás de esta fachada, el hombre solo tiene doce mil dólares
a mano. Y apuesto a que ese dinero lo liquidará pronto también. Este tipo
de hombres tienen dedos de mantequilla; el dinero se desliza a través de
ellos.
Le doy una mirada decepcionada.
—Ha desaparecido.
Toco su solapa.
—Y-yo voy a…
El Negociador.
Eso me espabila.
—¿Qué? —No puede estar vivo. El miedo que atraviesa mis venas es
una cosa viva y respirando.
Ni mucho menos.
—No.
— ¿No, qué?
— ¿Qué eres?
Mi mano cae.
—Por favor —le suplico—. Realmente necesito hacer un trato. El
Negociador suspira, sonando todo tipo de cosas.
— ¿Quién es él?
Yo trago.
—¿Se lo merecía?
Mira hacia otro lado haciendo una mueca. El hombre frota una
mano sobre su boca, da dos pasos antes de volverse hacia mí.
—Bien —dice en tono áspero—. Te voy a ayudar… —Más crujidos de
dientes y otra mirada escudriñadora deteniéndose en la lágrima en mi
mejilla—, sin costo. —Prácticamente se ahoga con las palabras—. Solo esta
vez, considérala mi buena acción del siglo.
Abro la boca para darle las gracias, pero levanta la mano, con los
ojos cerrados.
—No lo hagas.
Cuando abre los ojos, recorre con ellos la habitación. Siento el pulso
mágico salir de él. Sé sobre este lado de nuestro mundo, el lado
sobrenatural. Mi padrastro construyó su imperio sobre su habilidad
mágica.
Sin embargo, nunca he visto este tipo de magia en acción; magia que
puede hacer que ocurran cosas inexplicables. Jadeo mientras la sangre se
disuelve del suelo, y luego de la encimera, y luego de mi ropa, y cabello y
manos.
Maldice de nuevo.
—¿Cuántos años tienes?
—Tendré dieciséis en dos semanas. —El cumpleaños que había
estado esperando durante años. En la comunidad sobrenatural, dieciséis era
la edad legal para ser adulta. Pero ahora ese mismo hecho podría ser
utilizado en mi contra. Una vez que llegara a ese número mágico, podría
ser juzgada como un adulto.
Había estado a dos semanas de la libertad. Dos semanas. Y entonces
sucedió esto.
—Finalmente —suspira—, algunas buenas noticias. Empaca tus
maletas. Mañana te mudarás a la Isla de Man.
—A menos que —agrega—, prefieras que te deje aquí con este lío.
Oh Dios.
—¡No… por favor,
suspiro.
Presente
P oder.
Pero eso fue hace mucho tiempo. Y ahora soy la formidable fuerza.
La habitación privada del restaurante brilla bajo la luz de las velas.
Me inclino cerca de Micky.
—Jódete.
Alcanzo mi bolso.
—Eso es lo que pensé. Ahora, voy a darte diez minutos para ojear el
documento, y luego lo vas a firmar.
Paso los diez minutos probando el vino y la comida que los invitados
de Micky han dejado, alzando mis talones hacia arriba porque, ugh, tacones
de aguja.
Cuando llega el momento, recojo los documentos de Micky. Mientras
los hojeo, doy un vistazo al hombre mismo. Su rostro ahora está cubierto
con un brillo malsano de sudor, y apuesto a que si se quitara su costosa
chaqueta, vería enormes círculos debajo de sus axilas.
—Vas a corregir tus errores. Nunca vas a hacer esto de nuevo, y vas
a pasar el resto de tu vida trabajando para ser una mejor persona y
ganarte el perdón de tu madre.
Agarro mi bolso.
—Sé un buen hijo. Si oigo que no lo has estado siendo, si oigo algo
que refleje maldad en ti, me volverás a ver, y no quieres eso.
Tengo mis propias razones para querer estar sola en este momento,
razones que no tienen nada que ver con Eli, y todo que ver con mi pasado.
Tal y como lo veo, tengo tres opciones. Una, puedo huir y renunciar
a la vida que he hecho por mí misma. Dos, puedo devolver la llamada al
oficial, acudir al interrogatorio y esperar lo mejor.
O tres, puedo contactar con el Negociador y hacer que solucione
esto. Solo que esta vez le debería una deuda.
Presente
M e congelo en la puerta.
Siete años. Siete largos años han pasado desde que salió de mi vida.
Y ahora está aquí, descansando en mi cama como como si casi una década
no se interpusiera entre nosotros. Y no tengo ni puta idea de
supuestamente cómo debo reaccionar.
Sus ojos se mueven sobre mí perezosamente.
Estoy bastante segura de que soy una de las pocas personas que lo
saben, y esa información lo hace vulnerable. Y ahora mismo, mientras
estoy en nada más que mi lencería y asimilando el hecho de que el
Negociador está en mi habitación, lo necesito vulnerable.
Me da una sonrisa lenta y ardiente que aprieta mi estómago, incluso
cuando comprime mi corazón.
—No sabía que querías esparcir secretos esta noche, Callypso Lillis
—dice.
Siete años.
Exhalo.
2
Siglas de “I Own You” que en español significa “Me perteneces”.
—Reto, pues —dice alegremente, llenando mi silencio por mí.
Me aclaro la garganta.
—¿Cuál es el reto?
Los ojos del Negociador brillan, llenos de emociones que pasé un año
memorizando, y luego siete años intentando olvidar.
Me apoyo en mi mostrador.
—Sí —ladra.
Su gruñido se intensifica.
—Mi casa.
—Dime qué pasó. —A juzgar por la forma en que la voz de Eli está
retumbando, dudo que vaya a mantener la conversación telefónica por
mucho más tiempo.
Cierro los ojos contra la angustia que oigo por la línea; es un sonido
doloroso y roto, y coincide con su voz.
Es mejor así.
—Eli —continúo—, no sé lo que el Negociador va a pedirme que
haga, y le debo más de trescientos favores. —Mi voz se rompe.
¿Voy a dejar a Eli por qué? Memorias y polvo. El hombre que rompió
mi corazón hace mucho tiempo, me hará hacer cosas a su pedido, y todo el
tiempo tendré que recordar que traje esto sobre mí.
Hace mucho tiempo, pensé que era mi salvador, y como una tonta
compré favor tras favor de él, decidida a mantenerlo en mi vida, al mismo
tiempo enamorándome de él.
—No sé qué me pedirá esta noche, pero sea lo que sea, tengo que
hacerlo. Lo siento mucho —le digo—. Nunca quise que esto sucediera.
Oigo algo como un gemido desde el otro lado del receptor. Eli todavía
no ha hablado, y tengo la impresión de que es porque no puede.
Me pellizco el puente de la nariz. Ahora viene la parte especialmente
desagradable.
—Eli —le digo—, si me hace hacer algo ilegal, algo que hiera a
alguien, podrías tener que... —Me detengo y me froto la frente.
—No creo que tengas que preocuparte de lastimar a nadie —dice Eli
con voz amenazadora—. El bastardo tiene algo más para ti.
Capítulo 4
Traducido por Raenys/Corregido por krispipe
Ya he perdido su atención.
—Pero por una sirena... oh, haría una excepción. Cualquier cosa que
quiera tendrás que dármela. Dime, querubín, ¿podrías darme cualquier cosa
que quiera?
Trago cuando se acerca.
— ¿Podrías matar por mí? —pregunta con voz baja. Sus labios
cepillan mi oreja—. ¿Podrías darme tu cuerpo?
Tiempos desesperados.
Presente
—¿Qué era tan importante que tenías que cargarte mi puerta para
decírmelo? —pregunto, cruzando los brazos sobre mi pecho.
—Vete —digo.
—No.
—Ni yo.
No se va a ir.
Siete años de silencio. Y pensar que este hombre y yo fuimos una vez
casi inseparables...
Des me mira, sus ojos plateados se suavizan solo un poco. Tal vez
también está recordando las otras veces cuando su piel presionaba contra
la mía.
Los ojos del Negociador se mueven hacia las botas que descansan
junto a la puerta corredera de cristal de mi habitación. Cuando miro, se
levantan del suelo y flotan hacia mí. Las atrapo en el aire.
—Gracias —le digo, dándole una sonrisa genuina. Lo he visto hacer
este pequeño truco de salón cien veces, y siempre estoy hechizada por él.
Por solo una fracción de segundo, sus pasos vacilan. Frunce el ceño
mientras me mira, sus cejas fruncidas. Y luego vuelve a caminar.
—Verdad.
Solo he visto las alas de Desmond una vez antes, y entonces fue
porque perdió el control de su magia. Esto no parece espontáneo; parece
deliberado. No puedo imaginar por qué ahora de todos los tiempos decidió
desvelarlas, y para mí, de todas las personas.
—Son hermosas —digo. Quería decirle esto hace mucho tiempo; solo
que nunca tuve la oportunidad.
Los ojos del Negociador recorren mi rostro hacia mis labios. Los mira
fijamente por un momento.
—Me alegra que te gusten. Vas a mirarlas un poco esta noche.
Capítulo 5
Traducido por Raenys/Corregido por krispipe
—Mi magia todavía se mantiene fuerte —dice— así que, ¿ qué más
necesitarías de mí?
Tiempo de soltarlo.
—Yo, uh…
—Sería solo por una noche —le digo, observándolo mientras recoge
distraídamente una botella de perfume de encima de mi tocador y lo huele.
Hace una mueca ante el olor, poniéndola apresuradamente donde lo
encontró.
¿Pero cómo convencerlo? La última vez que usé glamour con él, solo
sirvió para enojarlo. No creo que la lógica le influya, y además, no hay
lógica en esto. Más bien lo contrario, querer pasar una noche con él es una
locura.
La primera vez que lo había convencido de que me ayudara, ¿qué
había hecho?
— ¿Por favor?
Presente
C erca del borde de mi propiedad el Negociador deja de caminar,
pero no me baja. Muy por debajo de nosotros se encuentra el
océano, y nada más que una caída de cuarenta pies nos separa de allí.
—Des, no…
Justo como temía, estar tan cerca de él me recuerda todas esas otras
veces que me abrazó.
De ningún modo.
Este favor está muy lejos del beso de anoche. Entonces no sentí la
magia. Pero tal vez solo siento el tirón cuando me resisto. El pensamiento
me hace disgustarme conmigo misma. Anoche debí haber peleado más
contra ese beso.
Me muevo por los pasillos, buscando los muebles más feos que
puedo encontrar. Mi pequeño acto de rebelión. Esto es lo que sucede
cuando no das buenas instrucciones.
Todo el tiempo los ojos del Negociador están en mí. Sé que lo está
disfrutando. Bastardo.
—Ahora mismo, parece que solo tenemos una cama con dosel, una
araña de hierro forjado, un sofá y un espejo dorado. —Suena
desesperadamente confundida.
—Pero señora...
—Por favor —prácticamente suplico. La magia está empezando a
apoderarse de mis pulmones. Una vez más, siento que el Negociador se ríe
a mi espalda.
La cajera me mira como si hubiera perdido la cabeza. Entonces su
cabeza se inclina.
Hace una mueca y sacude la cabeza, pero hace lo que le pido. Pasa
un minuto agonizante mientras repasa los métodos de entrega y los
tiempos de envío, pero luego pasa la tarjeta a través del sistema.
— ¿No te gustó mucho esa tarea? —pregunta, su voz baja. Sus ojos
brillan a la luz de la luna.
¿Verdad?
—¿Verdad o reto?
Mi respiración se atora.
—Verdad.
Los ojos del Negociador buscan los míos, la plata en ellos brillando a
la luz de la luna. No puedo leer su expresión, pero hace que mi estómago
se apriete incómodo.
Sus ojos parpadean cuando gira para mirarme, con una mano en mi
puerta de cristal.
Justo cuando pienso que va a burlarse de mí, los ojos del Negociador
se mueven por mi habitación. Mi mirada sigue la suya, deslizándose sobre
el estante de mi joyería barata y la bolsa de maquillaje encima de mi
tocador. Los carteles colgados en mi pared, uno de los Beatles, otro en
blanco y negro de la torre Eiffel, y el cartel Keep Calm and Read On. Mis
libros de texto se apilan en mi escritorio, junto a mi taza y latas de bolsitas
de té.
Libros con las esquinas de las páginas dobladas, ropa y zapatos
tiñen mi suelo.
—Ya no.
No gracias.
—Coge un abrigo.
—¿Por qué?
Presente
E n la mañana antes de irme a trabajar, me dirijo a mi cuarto
de baño e inspecciono mi puerta rota.
Arreglada. El Negociador la reparó sin hacer un trato. Mi corazón
late más fuerte con esta comprensión. El Negociador es un embaucador;
todo tiene un precio. ¿Por qué esto no?
Y las líneas de despedida del Negociador. Aprieto los ojos. Algo que
dijo se me quedó en la cabeza.
Siete años es mucho tiempo de espera, especialmente para alguien como yo.
El Negociador no espera a nadie, especialmente a una clienta
soñadora que alguna vez estuvo demasiado ansiosa por pagar sus favores.
Pero suena como si eso fuera exactamente lo que hizo: esperó. No tiene
sentido.
Me froto la cara.
En este momento, más que nunca, creo que odio al Negociador. Odio
que haya irrumpido en mi vida cuando realmente estaba haciendo algo con
ella. Odio haber tenido que romper por teléfono con Eli porque no sabía qué
tareas me pediría Des. Pero sobre todo, lo odio porque es más fácil de odiar
que a mí misma.
Llego a las oficinas de investigaciones de West Coast con veinte
minutos de retraso, una caja de cartón rosa metida debajo de mi brazo.
—Nop, traigo un poco de fruta. Pensé que hoy sería un buen día
para empezar a trabajar en la operación bikini —digo, dejando caer la caja
de rosquillas sobre una mesa en nuestra sala de espera, una pequeña
nube de polvo flotando alrededor.
Recordatorio: hay que limpiar el área de estar.
Carraspea.
Estas son las mismas oficinas a las que nos mudamos hace cinco
años cuando, en la noche de graduación, empacamos todo y huimos de la
Academia Peel, nuestro internado, para algo mejor. Nuestro espacio de
oficinas todavía tiene ese mismo sentimiento de emoción y desesperación
que tenía entonces, cuando las dos estábamos huyendo —yo de mi
pasado, y Temper, de su destino—, y estábamos ansiosas por hacer algo
nuevo por nosotras mismas.
La lista llega hasta cien, pero los diez criminales más buscados
están al frente y al centro, sus fotos justo al lado de sus nombres.
Entrando en el número tres en la lista: El Negociador (nombre real
desconocido).
—Hijo de puta —murmuro, pateando el archivador a mi lado.
Somos tan cercanas como pueden ser los amigos, y hemos sido así
desde el último año de la escuela secundaria. Y en el núcleo de nuestra
amistad tenemos un pacto de este tipo: nada va a arrastrarla hacia el
futuro que no quiere, y nada va a arrastrarme a mí de vuelta al pasado que
he trabajado para olvidar.
Nada.
—No —dice—. Estoy feliz que te haya crecido una vagina y hayas
roto con él. Se merece algo mejor.
Exhalo.
Lo sigo a mi cocina.
—¿Negociador?
—Necesito irme.
¿Se va? ¿Por qué me siento tan desolada con ese pensamiento
cuando hace solo un momento deseaba lo opuesto?
—Desmond Flynn.
—Mi nombre.
Presente
D es no me dice a dónde me lleva, ni qué tarea tiene en mente
para esta noche. Mientras los dos volamos sobre el océano,
todo lo que sé es que se dirige hacia la costa, en lugar de tierra adentro.
Me resisto a eso.
—¿De verdad?
—Esta noche quiero una verdad tuya —dice, sus ojos brillando con
travesura—. Dime, querubín, ¿qué has estado haciendo los últimos siete
años?
Tan pronto como las palabras salen de su boca, puedo sentir la
magia que me obliga a hablar. No es agresivo como lo fue anoche, porque
no hay límite de tiempo para esto, pero me cubre la lengua, llamándome a
hablar.
Juro que lo veo reaccionar incluso a ese pequeño detalle. Una vez él
ocupó la posición de mi mejor amigo, equipo extraño el que éramos.
—Me ayudó superar el año pasado. —No necesito elaborar nada para
que entienda que lo que estaba superando era a él.
La mano que todavía sostiene mi muñeca ahora se aprieta.
—En la noche de graduación, Temper y yo salimos del Reino Unido.
Nos mudamos a Los Ángeles y empezamos nuestro propio negocio.
—¿Lo conoces?
Me suelta la mano.
Juro que parece que realmente le importa. Todo esto proviene del
tercer hombre más buscado en el mundo sobrenatural.
—No decidí al azar esto, Callie. Esto fue muy, muy deliberado —dice
esto como si las palabras fueran pesadas.
Busco su rostro.
—Hay algo que está sucediendo en Otro Mundo —explica—, algo que
ni siquiera mis secretos pueden descubrir.
Otro Mundo. Solo la mención me pone la piel de gallina. Es el reino de
las hadas y otras criaturas demasiado crueles para la Tierra. Todos los
sobrenaturales lo saben, y los que tienen una pizca de sentido lo temen.
—Como tú, puedo obligar a la gente. Pero hay una diferencia clave
entre nuestras dos habilidades.
Sus ojos iluminados por la luna son tan misteriosos como siempre.
Tomando algún tipo de decisión, rodea la barra y, agarrando otro taburete,
lo acerca.
—Las cosas en el Otro Mundo están... mal. —Su voz es más suave,
como si tuviera que suavizar las palabras—. Mi reino está inquieto, al igual
que los demás. Ha habido desapariciones; muchas, muchas,
desapariciones. Soldados desapareciendo sin dejar rastro. Solo las
mujeres... han regresado. Necesito saber lo que les ha pasado.
—¿Por qué las mujeres no te lo dicen ellas mismas? —pregunto.
—¿Están muertas?
Sacude la cabeza.
Continúo:
—¿No has pensado alguna vez que si el Rey de la Noche, con todos
sus trucos y promesas no hace que estas personas hablen, debemos
dejarlas en paz?
—No nos pueden oír, ya sabes —dice Des, sin levantar la vista de su
trabajo.
No lo sabía, pero me había preguntado por qué nadie en mi piso había
preguntado por la voz masculina que venía desde mi habitación. Las
paredes son delgadas.
Pero entonces recuerdo que puedo pasar el rato con él por no más de
cuatro horas de su día. Vivo por esas cuatro horas, pero, ¿qué pasa con él?
Probablemente sea su equivalente a unas vacaciones pagadas.
¿Qué hace cuando no está robando secretos o cobrando deudas?
¿Cuál es la idea de diversión de este hombre?
El Otro Mundo.
Lo miro fijamente.
El Otro Mundo.
Santa mierda, este tipo es un hada. No, no solo un hada, un rey fae.
Un líder de una de las razas de seres más despiadados que existe.
Y he sido mezquina con él.
—Así que eres... realmente importante —le digo.
—Un poco.
3
Es un juego en el que se dicen tres nombres de personas (puede ser alguien que
conozcas o famosos), y tienes que elegir con cuál te acostarías, con cuál te casarías y a
cuál matarías.
Pues que me jodan, no me había dado cuenta.
Ahí me ha pillado.
Rey de la Noche. Solo el nombre suena rudo.
—¿Dónde están tus alas? —pregunto.
—Lejos.
Presente
P oco después de aceptar ayudar a Des, me devuelve a casa por
la noche. Ahora que estoy a bordo, hace los preparativos.
Mañana repasaremos las desapariciones. El día después, estaré
entrevistando a los changelings. Eso significa visitar el Otro Mundo y ver por
primera vez en mi vida el reino que Des gobierna.
—Hora de irse.
—¡Bájame, imbécil!
Da un bufido despectivo.
—Eso es debatible.
Santa Mierda.
—¿Eso es…?
—Sí. Es un niño.
Miro el dibujo.
Niño no es la palabra correcta para la vida minúscula acunada al
pecho de la guerrera fae durmiendo.
Infante. Bebé.
Sostenido en los brazos de una mujer que bien podría estar muerta.
—Oh no. —La forma en que Des lo dice me hace girar para mirar
hacia él.
Me siento en su sofá.
—Debajo de ellos están los cuatro reinos más grandes. Tus libros de
historia pueden referirse a ellos por su nombre tradicional, cortes.
—Estos cuatro reinos son: Nocturno, Diurno, Flora y Fauna.
—¿De quién son esos niños? —pregunto. Las hadas tienen el mal
hábito de tomar hijos que no son los suyos.
—Han venido del vientre de estas mujeres —afirma Des.
—¿Qué es esto?
Una vez que aparta la bebida, hace remolinos del líquido ambarino
dentro de su botella.
Nunca antes había sido así conmigo. Solo ahora estoy aprendiendo
que luchó contra su más innata naturaleza para ser apropiado conmigo.
Incluso cuando le lancé todas las señales, podría pensar.
Me aclaro la garganta.
—Des. —Me estoy ahogando en años de deseo por este hombre.
—Piénsalo. —Se aleja—. Nada me complacería más.
Me mira fijamente durante un largo rato, con los ojos cada vez más
lejanos.
El eterno errante.
Sus ojos se mueven sobre su sala de estar, su mirada todavía
desenfocada. Donde quiera que haya ido su mente, no es aquí.
—¿Todavía lo hacen?
—¿El qué?
—Desconcertarte.
que bordean esta zona de la Isla de Man. Muy por debajo de nosotros, el
océano se agita mientras choca contra las rocas. Juro que puedo escuchar
el agua susurrándome, rogándome que me acerque. No es una exageración
creer que el mar dio a luz sirenas. Llama a mi oscuridad, a mi ser interior
así como mi voz llama a los hombres.
Bueno, hombres mortales de todas formas.
Me había preguntado qué tipo de supernatural era inmune a mi
glamour. Ahora tenía mi respuesta.
Hadas. Criaturas que no son de este mundo.
Miro hacia el campus, donde los estudiantes se agitan entre el
Castillo Peel a mi izquierda, que alojan los salones de clases, comedores y
bibliotecas, y los dormitorios a mi derecha. El lugar está iluminado con
lámparas, pero aun así, entre la niebla costera y la oscuridad nocturna, es
difícil hacer que la gente salga.
—No pueden vernos —dice Des. El Negociador se acerca, y el calor
de su magia me toca—. Pero no importa de todos modos, ¿verdad? —
agrega.
Me alejo de él un paso.
—¿Qué se supone que significa eso?
Des se mueve hacia adelante.
—Pobre Callie. Siempre en el exterior, siempre mirando.
Frunzo el ceño, mis ojos regresando al grupo de estudiantes que
cruzan el césped. Incluso desde aquí puedo escuchar sus risas y partes de
su conversación.
—Dime querubín —continúa—, cómo es que alguien como tú… —
Sus ojos señalan más allá de mí—, ¿termina siendo un marginado?
Brevemente mi mirada baja a mis pantalones vaqueros rasgados y
mis botas de tobillo, luego a mi chaqueta de cuero y bufanda que se
envuelve en mi cuello. Físicamente, encajo. Es todo lo que hay bajo mi piel
lo que me diferencia.
—¿Por qué estamos hablando de mí? —pregunto, metiendo un
mechón de cabello detrás de mi oreja.
Su mirada sigue mi mano.
—Porque a veces me fascinas.
Mi corazón se salta un latido. Supuse que el interés iba desde una
sola dirección.
Todavía me mira fijamente, esperando respuesta.
—No son ellos, soy yo.
Sus cejas se juntan.
Bajo la mirada a mis botas y golpeo un pedazo de hierba.
—Es difícil pretender ser normal después de… ya sabes. —Después de
que matas a alguien. Exhalo—. Creo que tengo que juntar mis partes de
nuevo antes de hacer amigos. Verdaderos amigos.
No puedo creer que haya admitido eso. Rara vez admito estas cosas
incluso a mí misma.
Des me levanta la barbilla, su cara seria. No dice nada por un largo
tiempo, aunque estoy segura de que un millón de cosas diferentes están
pasando en su mente tortuosa.
—¿Qué tal si te hago reina por una noche? —dice finalmente.
Le doy una mirada extraña. Pero antes de que pueda leer sus
intenciones, unas líneas pequeñas de luces centellantes aparecen sobre su
hombro. A medida que se acercan, escucho el zumbido de sus alas.
Luciérnagas. Todo un grupo de ellas. Vuelan en una sola línea
ordenada.
Mis ojos giran hacia Des, quien sonríe suavemente. Esto es
claramente su trabajo.
Las centellantes luciérnagas me rodean antes —horror de horrores—
de que desciendan sobre mi cabeza.
—Tengo insectos en mi cabello —le digo, mis hombros tensos.
—Tienes una corona —me corrige, sonriendo y recargándose sobre la
pared de piedra.
¿Esta es su idea de una corona? Puedo sentirlos moviéndose por mi
cabello, y toma todo de mí no matarlos a todos.
No soy una persona de bichos.
Una de las luciérnagas cae, aterrizando en mi bufanda. Entonces
procede a arrastrarse debajo de mi bufanda y de mi camisa.
—¡Oh mi Dios! —grito.
—Insecto travieso —Des reprende, acercándose y ayudándome a
sacar la luciérnaga—, mantente alejado de los preciosos senos humanos.
¿Acaba de llamar a mis senos preciosos?
El Negociador captura al bicho en su puño, sus nudillos rozando mi
piel. Se aleja de mí y abre su palma liberando a la criatura brillante.
Ambos miramos como regresa borracho a mi cabello.
Apenas puedo distinguir sus cuerpos luminiscentes parpadeando
por encima de mí. Todo es tan ridículo y extraño que comienzo a reír.
—Des, ¿estás tratando de animarme?
Pero cuando lo veo bien, no se ríe. La luz de los insectos baila en sus
ojos mientras me mira, con los labios entreabiertos.
Des parpadea, y es como si regresara de donde quiera que estuviera
su mente.
Toma mi mano.
—Salgamos de aquí. ¿Tienes hambre? —me pregunta—. La cena va
por mi cuenta.
Aprieto su mano, sintiendo que algo ha cambiado entre nosotros
para mejor. Pero no lo digo; no hay nada como una buena confesión para
asustar a un Negociador.
—¿La cena va tu cuenta? —digo en su lugar—. Ahora, eso suena
interesante…
Me muestra una sonrisa traviesa, sus ojos parpadean.
—Querubín, puedo hacer un hada de ti todavía.
Presente
Y a estoy envuelta profundamente en mi trabajo para cuando
Temper se pasea por Investigaciones West Coast, abriendo la
puerta de su despacho. Esa mujer es como un huracán.
La oigo hacer un clic en su contestadora y luego, un momento
después, oigo el pequeño sonido de un mensaje.
Sorbiendo mi café, vuelvo a comprobar la lista de los Más Buscados.
El Negociador sigue siendo el tercer criminal más buscado en el
mundo supernatural. Cualquiera que hayan sido las cuerdas que jaló Eli,
todavía lo están sosteniendo.
Supongo que si la Politia me atrapa a mí y al Negociador juntos, seré
vista como cómplice.
Hijo de puta.
Esto es precisamente por lo que tengo secretos. La ley y yo no nos
llevamos muy bien.
—¡Hurrra! —Temper grita de alegría desde el otro cuarto. Escucho el
chasquido de sus zapatos mientras trota hacia mi lugar.
—Chica —dice, deteniéndose dramáticamente en mi puerta. Hoy su
cabello cae en ondas sueltas alrededor de sus hombros—, escuchaste…
—… ¿acerca del cliente K-cien? —termino por ella.
Me inclino en mi silla, los tacones de mis botas raspando la parte
superior del escritorio.
—Sip, ya tengo un expediente escrito para él.
El cliente en cuestión también había llamado a mi teléfono,
específicamente solicitando trabajar conmigo. Lo que necesitaba de mi
ayuda, no estaba todavía claro, solo que estaba dispuesto a pagar el
rescate de un rey por ello.
Señalo el archivo que he creado para él.
—Parece un poco incompleto —admito. No lo suficientemente
incompleto como para rechazar, pero suficiente como para levantar
banderas rojas.
Temper se aclara la garganta ruidosamente.
—Si no lo tomas, yo lo haré. Tengo una cocina que remodelar.
—Lo tomaré, lo tomaré —refunfuño—. Por cierto… —Tomo un
paquete de archivos de mi izquierda y se los echo—, estos son oficialmente
tuyos.
Agarra algunas de las carpetas y examina algunas de ellas.
—Excelente. Oh mira esta preciosa joya: un golpeador de esposas
que tengo que embrujar. Pobre bebé, no tiene ni idea. —Temper se desliza
fuera de su silla—. Está bien, lo mejor es volver al trabajo. Tantos
criminales, tan poco tiempo… —Hace una pausa cuando ve mi rostro—.
¿Oye, cómo estás?
Lo que sea que haya visto en mi expresión debe haberle dado una
pista de mi agitación interior. Mi vida personal nunca es muy grandiosa,
pero justo ahora está en el punto más bajo de todos los tiempos.
Levanto un hombro.
—Meh.
—¿Meh bien, o meh mal?
—Meh, ¿no estoy segura? —respondo.
Se inclina sobre la mesa y coloca su mano sobre la mía.
—He sido una mala amiga. Asumí que esa cosa con Eli… era solo
una aventura.
Deslizo mi mano fuera de la suya y la agito, restándole importancia.
—Deja de ser una tonta. Esto no es acerca de Eli.
—Oh bien. —Se relaja, estirándose—. Estaba a punto de sentirme
masivamente culpable. —Frunce el ceño mientras toma mi mano otra vez
—. Entonces… ¿qué está mal?
Dejo mi café y froto mi rostro.
—Mi pasado.
—Ah —dice Temper—, el misterioso pasado que todavía no me has
contado…
—Lo haré —insisto—. Es solo…
¿Te gustaría una demostración?
Lo disfrutarías Callie. Me aseguraría de eso.
Des bien pudiera estar en la habitación, puedo escuchar su voz tan
claramente ahora.
—…no sé cómo me siento en este momento —termino.
Temper asiente con simpatía.
—Bien, a la mierda hablando de ello. ¿Quieres tomar algunas
bebidas esta noche, molestar a un camarero por ser pendenciero, y recoger
algunos solteros elegibles?
—Um, voy a pasar. —No habría salidas a beber y citas en un futuro
cercano para mí.
—Mmmm, bueno, ¿me dirías si algo no estuviera bien, no es así? —
pregunto.
No.
—Por supuesto.
—Eres una pésima mentirosa Callie —dice, sacudiendo su cabeza—.
Bien, avísame cuando estés lista.
Pero cuando se trata del Negociador esta es la situación: No estoy
segura si alguna vez lo estaré.
Todavía molesto.
Le saco la lengua.
Asiente a mi brazalete.
—Un día tendrás que pagarme todo. ¿Tienes miedo ahora?
Un poco.
Pero cuando miro los ojos de Desmond, tengo la clara impresión que
no quiere que tenga miedo. Que a pesar de intentar asustarme, no quiere
alejarme.
Me coge la mano.
—No es de buenos modales burlarse de un hada. Tenemos una piel
notoriamente delgada. —A pesar de la amenaza, sus ojos chispean de
excitación.
—¿Y podemos pasar por una de esas tiendas de regalos para poder
conseguir una máscara?
También me gustaría un poco de gelato —y tal vez una botella de
vidrio soplado—pero no voy a a empujar mi suerte demasiado lejos.
Gruñe.
—¿Nunca has escuchado la expresión “No mezcles negocios con
placer”?
Realmente lo está.
—¿Des?
Ahora mismo me siento extrañamente vulnerable con él. Tal vez sea
la honestidad de sus palabras; Des siempre ha tenido cuidado de enterrar
sus sentimientos bajo sentido común y astucia. Tal vez es que sentí ese
mismo miedo cuando vi a Eli lanzándose por él. Y quizás es simplemente
estando en sus brazos después de elegir esta vida, y no la que deje atrás
en mi casa.
—Te visitó durante uno de los Siete Sacros —dice Des—. Pensó en ti
como su compañera, y a sabiendas que te ponía en peligro. —Ahora sus
alas se agolpan alrededor de él, aleteando con enojo, esas garras de su
apariencia particularmente afilada. Des me libera—. No en un verdadero
compañero si piensa hacer eso.
Una vez que estuviera de nuevo en su sano juicio, podría poner una
orden de arresto contra mí. Incluso si decidiera no presentar cargos, haría
algo para castigarme por encantarlo, despreciarlo, humillarlo. El alfa en él
no demandaría nada menos.
Sabe exactamente dónde vivo, y antes dejó más que claro que una
puerta cerrada no le impediría entrar.
—¿Haces esto por todos tus clientes? ¿Forzarlos a romper los lazos
con sus novios? ¿Proporcionar una habitación en tu casa solo para ellos?
Me coge el rostro.
—¿Te parece que estoy corriendo, Callie? ¿Parece que estoy tratando
de dejar tu lado?
Presente
Bajo la suave iluminación del café, sus ojos brillan con anticipación.
—Simple curiosidad. —Busco en su rostro—. ¿Y tú?
—¿Yo, qué? —Su atención se mueve casualmente sobre el resto de la
habitación. No estoy engañándolo, como hace un rato, cuando
deliberadamente se sentó en la esquina de la habitación, asegurándose
que su espalda estuviera contra la pared.
Desde que el señor Whitechapel reapareció con algunos dedos menos
en pies y manos y la tarjeta de presentación del Negociador sobre su
pecho, la policía ha estado a la caza de Des.
Presente
Él inclina la cabeza.
—¿Por qué deseas verlos? —pregunta.
Cada vez que cierro los ojos, veo la suplicante mirada de Gaelia y su
desesperanza. Parece que no puedo simplemente dejarlo.
—¿T-tuyos? —repito.
Dios, me alegro que seamos las únicas dos personas caminando por
este particular pasillo. Es bastante embarazoso admitir esto a Des sin
tener ninguna audiencia adicional.
La magia no se detiene.
—Siiiiií —siseo.
Hadas.
—Estamos aquí para ver a los niños del ataúd —dice Des
bruscamente.
¿Detecto malestar?
Ahora que los dos estamos solos con todos estos extraños niños,
estoy asustada, cada instinto gritándome salir de la habitación.
Me congelo al verlos.
¿No me digas?
Camina delante de mí, usando su cuerpo para bloquear el mío, y no
voy a mentir, ahora estoy ridículamente agradecida por mi escudo
humano.
Tú eras quien quería verlos, Callie. Ten un poco de coraje.
Me obligo a salir de detrás del Negociador, arrastrando lo último de
mi coraje.
¿Qué había dicho Gaelia? Aunque fueran extraños, estos eran solo
niños.
Solo niños.
De repente, los ojos de los niños se mueven hacia mí, algunos de sus
gritos con un poco de hipo mientras comienzo a brillar, la melodía que
comencé tiene un toque mágico.
Tato de no estremecerme.
Trato de no retroceder.
—Ya está aquí —dice una niño con el cabello negro cuervo.
—¿Puedo conocerlo?
—Él te encontrará…
Me da una sonrisa.
—Bueno. Ahora vístete. Nos conseguiré el desayuno antes de que
tengas que ir a clase.
Presente
—Estás despierta.
Salgo de su cama.
—Des, me mostraron cosas —digo.
Pero ahora… como Gaelia, sentía en mis huesos que las palabras de
los niños no eran vacías. Eso, por irracional que sea, acababa de llamar la
atención de cualquier cosa que Des haya estado cazado.
Solo que ahora me está cazando a mí.
Una emoción corre por mis brazos por esa sedosa suave voz.
Disgustado.
—No vas a regresas a sus casas. —No es una orden, solo una
declaración de hecho.
—¿Y si regreso a casa? —Preferiría enfrentar a Eli, quien se
preocupa por mí, quien está herido y enojado, quien puedo controlar si es
necesario, que quedarme aquí y la oportunidad de encontrar a un enemigo
que ni siquiera Des entiende.
Lo que sea.
—¿Y si te dijera que no puedes irte? —dice con voz hipnótica—. ¿Que
quiero que te quedaras y usaras más de mis cuentas?
—Des…
—Reto —inhala.
En el instante siguiente, esta sobre mí, sus manos ahuecándome las
mejillas. Su boca choca contra la mía, sus labios demandantes.
Des está besándome, y Dios, es salvaje.
Le respondo el beso sin pensarlo, sumergiéndome en su sabor y la
sensación de él abrazándome.
Se supone que debo irme, reclamar mi casa y mi vida, pero no. No va
a suceder, no mientras Des está demostrando todas las maneras en que
mi gusto en hombres está en el lugar de cuando era una adolescente.
¡Qué daría por eso! Saber exactamente cómo se siente por mí. Casi
caigo en ello, igual como tengo todo lo demás acerca de este hombre. Estoy
a punto de comenzar a asentir, cuando recuerdo.
Me hice una promesa después de que Des dejó mi vida, una promesa
de ser independiente. No permitir que los hombres como él destruyan mi
mundo. Y ahora el hombre quien me obligó a hacer esa promesa quiere
abrirse camino bajo mi piel y en mi corazón una vez más.
—No te vayas —dice. Aunque parece loco, sus palabras son suaves.
Espero. Y espero.
Eso no debería doler, nada de esto debería doler. Pero todo lo hace.
No quiero que se vaya. Mi corazón quiere quedarse con él incluso si mi
mente lo sabe mejor.
Me suelta bruscamente.
—Si quieres verme por alguna razón antes de mañana, sabes cómo
conseguirme. —Retrocede—. Estaré esperando.
Y entonces se ha ido.
Capítulo 15
Traducido por Rose_Poison1324 & Rimed
C
uéntame de tu madre —dice Des en frente de mí.
—¿Me veo como el tipo que sigue las reglas? —Con sus pantalones
de cuero y su brazo entintado a la vista, definitivamente no lo parece.
—¿Mi madre? —digo ahora mientras Des reparte una nueva mano.
Recojo mis cartas distraídamente, hasta que veo la mano que me
dio.
Tres dieces. Por una vez tengo la oportunidad de ganar una ronda.
—Hiciste trampa.
Mi madre es uno de esos temas de los que nunca hablo. ¿Para qué?
Es solo una triste historia más; mi vida tiene suficientes de ellas.
—No recuerdo mucho de ella —le digo—. Murió cuando yo tenía ocho
años.
—¿Cómo murió?
—Su muerte fue por lo que él bebía. —Y su forma de beber fue lo por
qué...
Reprimo mi estremecimiento.
—En casa con una niñera. Les gustaba irse de vacaciones sin niños.
Sé cómo suena mi vida. Frío y quebradizo. Y esa era la verdad.
Técnicamente, tuve todo, apariencia y dinero para acompañarlo.
No sé lo que está pensando, solo puedo hacerme una idea: que mis
padres suenan como personas de mierda. Mi madre, que estaba interesada
en darme una buena vida, pero no quería tener mucho que ver con eso; mi
padre, cuya mayor contribución fue su esperma; y mi padrastro, quien
protagonizó todas mis pesadillas más vívidas.
—¿Por qué no me hablas de tus padres? —le digo, ansiosa por
quitarme el foco de atención.
Des se inclina hacia atrás y me mira con los ojos entrecerrados, una
lenta sonrisa curvándose en sus labios. No puedo dejar de mirarlo.
Mis cejas se levantan ante sus palabras. ¿Un rey fae que comparte
algo en común con su obra de caridad humana?
Se pone de pie.
Presente
Des. Han pasado menos de dos horas desde que se fue, y ya estoy
inquieta por volver a verlo. Extraño su casa, sus macarrones, sus sábanas
acolchonadas para invitados. Extraño su olor y su toque. Lo extraño e él. Se
necesita estar de vuelta en mi casa vacía para recordar lo sola que estoy.
Había olvidado esto mientras estaba con Des.
Hago lo que puedo para arreglar mi casa, intentando realmente,
realmente duro no pensar en el hombre que parecía que no quería dejarme
antes, por no mencionar aquél que destruyó este lugar luchando por mí.
Una vez que limpio la mayor parte del desastre, dirijo mi atención a
mi teléfono celular agrietado, mordiendo el interior de mi mejilla
nerviosamente. He estado aplazando esta parte, pero no puedo más.
—Chica, ¿qué pasó? —repite. Puedo decir que está caminando por el
sutil tintineo de sus joyas—. Quiero decir, el mejor escenario posible que
podría imaginar era que tuvieras un poco de sexo desenfrenado con Eli y
que oh-mi-dios probablemente se convirtió en una bestia contigo y eso es
tan jodidamente desagradable. —Todo sale de prisa—. Y sí. Te hizo
pedazos en el proceso.
—Soy toda oídos. —Deja sus cosas y luego se deja caer en mi sofá.
Una pelusa de algodón revolotea en el aire cuando lo hace.
Lo pasé por alto.
Temper agarra mi tazón de palomitas y comienza a comérselas.
Me aclaro la garganta.
—No es tan sencillo. No puedo usar glamour en este tipo. Y las estoy
pagando. Es por eso que me he ido.
Ahora me observa.
—¿Quién es el tipo?
Resopla.
—Es complicado.
—Es un tipo malo, Callie. Y esta soy yo con la que estás hablando. Crecí
en Oakland. Me gustan malos. Pero incluso creo que es demasiado travieso
para ligar.
Presente
B ueno, mierda.
De mal en peor. Eso es todo lo que puedo pensar en el vuelo
a Isla Catalina.
Aterrizamos frente a la vergonzosamente impresionante casa de Des,
y salgo de sus brazos sin decir una palabra. Puedo sentir en mi espalda
cómo me evalúa su mirada. El desgraciado está tratando seguramente de
encontrar la mejor manera de acercarse a mí.
Va a tener que seguir confundido acerca de eso. Incluso no estoy
segura de cómo acercarme mejor ahora porque no tengo idea de lo que
estoy sintiendo exactamente.
Molesta, definitivamente. Mi correa acaba de endurecerse. La ira —e
incredulidad—, de que El Negociador realmente me obligó a mudarme con
él para un futuro no muy lejano. Dependiendo de lo lento que me haga
pagar mi deuda, podría vivir bajo su techo por el resto de mi vida. Ignoro la
chispa de entusiasmo que viene con ese pensamiento; mi corazón
obviamente es un idiota.
Debajo de todas estas emociones frustradas, hay alivio. Alivio de no
tener que ceder a mi ego y permanecer dentro de una casa que se sentía
insegura, o tragar mi orgullo y rogar a este hombre para que quedarme
con él de nuevo tan pronto después de mi partida.
—No me arrepiento, sabes —dice detrás de mí, con su voz firme
cruzando el patio.
Ignorándolo, subo los escalones de piedra y entro en su palacio.
—Desayuno y café —digo—. No puedo ser civilizada contigo hasta
que tome el desayuno y el café.
Siento una mano en mi espalda cuando El Negociador se materializa
junto a mí.
—Entonces le daremos a la dama lo que quiere. Tengo justo lo que
buscas...
El jodido Douglas Café. Eso es lo que estaba insinuando antes.
—Han pasado... años —digo, mirando el familiar café. El lugar se ve
sin cambios, desde las mesas de madera pulida hasta las fotos
enmarcadas del puerto, hasta la vitrina llena de pasteles.
Cuando Des me condujo a su habitación del portal, estaba más que
un poco reacia a aventurarme bajo una de sus líneas ley otra vez. Pero
cuando salimos de la línea y llegamos a la Isla de Man, mi opinión cambió
totalmente.
Fuera del café, el cielo está oscuro. Podría ser la tarde en el sur de
California, pero ya es de noche aquí en las Islas Británicas.
Des está inclinado en su asiento, revolviendo su café
despreocupadamente. Algo muy parecido a la nostalgia me aprieta la
garganta. Des solía traerme aquí siempre que se aburría de sentarse
alrededor de mi dormitorio.
Su mirada sigue la mía a cada detalle del café.
—¿Echas de menos este lugar? —pregunta.
—No tanto como la compañía —admito.
Se ve casi dolido por eso.
—¿Por qué te fuiste, Des? —susurro. Vamos a tener que repasar
todo esto en algún momento si estamos viviendo bajo el mismo techo.
Su expresión se vuelve sombría.
—Esa es una conversación para otra ocasión.
Casi gruño de frustración.
—Ha pasado tanto tiempo, ¿qué importa?
Soy una maldita mentirosa. Todavía importa. Desmond Flynn es una
herida que nunca se curó.
—Importa —es todo lo que dice, haciendo eco de mis pensamientos.
Hermoso y frustrante hombre. Me mira como un animal acorralado.
Eso nunca es una buena posición para poner a un sobrenatural,
especialmente un rey fae.
Sé todo esto, y sin embargo no puedo dejar que el tema se vaya.
—Dime —insisto.
Se frota los ojos, exhalando un suspiro.
—No está en mi naturaleza decirte. Nada de esto está en mi maldita
naturaleza. Lo explicaré todo cuando sea el momento adecuado.
Todas mis esperanzas se desploman en eso.
—Des, han pasado siete años. ¿Cuánto tiempo tengo que esperar a
que sea el momento adecuado?
El ambiente en nuestra pequeña mesa se oscurece.
— ¿Conoces siquiera el significado de esperar?
Me tambaleo ante lo mordaz de sus palabras.
Apoya sus antebrazos sobre la mesa, un mechón de su cabello
blanco escapando de la correa de cuero que sujetó de nuevo.
—Siete años, Callie, y, ¿cuántos de ellos pasaste soltera? —Parece
que tiene un arrebato de emoción en su voz.
—¿Qué? —Me vuelvo, mirándolo—. ¿Qué tiene que ver eso con algo?
—Todo.
¿Está Des... celoso?
—Dime —repite, las sombras se profundizan en la habitación—.
¿Cuántos de esos años estuviste soltera?
Todavía lo estoy mirando, atónita. De todos las millones de maneras
que podía pasar mi día, no me hubiera imaginado que esta sería una de
ellas.
Des coge mi muñeca, agarrando una perla.
—Respóndeme.
Las palabras son arrancadas de mi garganta.
—Ninguno.
Ugh. Maldita magia. Y recaudadores de deudas fae.
—Ninguno —repite el Negociador, enojado pero satisfecho. Me suelta
la muñeca.
Lo fulmino con la mirada.
— ¿Y supongo entonces que te guardaste tus manos para ti mismo?
—He oído suficientes historias sobre el Rey de la Noche y su puerta
giratoria de mujeres—. Idiota. Me dejaste. Me rompiste el corazón y me
dejaste. No tienes por qué estar celoso de lo que vino después de eso.
Se inclina hacia delante, su rostro amenazador.
—No te dejé, Callie.
Ahora estoy enojada.
—Huiste de mi habitación esa noche después del baile. Dime ahora
como eso no es dejarme.
—No sabes nada.
—Entonces ilumíname.
Nos miramos el uno al otro. Las sombras se acumulan alrededor de
nosotros a medida que las emociones de Des lo superan.
Los otros clientes no se dan cuenta, gracias a la tenue iluminación y el
cielo nocturno afuera, pero yo sí.
Solo verlo así debería de ser satisfactorio, pero bajo mi enojo estoy
desconcertada. Se fue todos esos años, y ahora insiste en que no lo hizo. Y
ha sido tanto tiempo que me estoy preguntando si estoy recordando
incorrectamente.
Pero no, esa noche en particular está quemada en mi cerebro.
Espero a que se explique, pero como de costumbre, no lo hace.
Empujo mi bebida y lo último de mi croissant, perdiendo mi apetito.
Sus ojos se detienen en la acción.
—Querubín, ¿qué pasó anoche?
—Vas a tener que tomar una perla si quieres respuestas —me burlo
molesta. Si va a pelear tratando de explicarse, entonces yo también lo
haré.
Un poco de la rabia muere en sus ojos grises, reemplazada por esa
sonrisa torcida. Esto le gusta. Mi bravura, mi compromiso.
Envuelve su mano alrededor de mi brazalete, y brevemente mi
mirada se fija en su elaborada manga de tatuajes.
—Dime qué pasó anoche —repite, y esta vez hay magia detrás de sus
palabras.
Me estremezco mientras se apodera de mí, y al instante me
arrepiento de haberlo provocado.
—Nada.
Empiezo a sentir presión contra mi tráquea.
—Mi magia parece estar en desacuerdo —dice el Negociador.
Quiero gruñir.
—¿Qué más quieres que te diga? Después de que te fuiste, limpié mi
casa, salí con mi amiga durante unas horas, y me acosté temprano.
Cuando me desperté, encontré mi habitación exactamente como lo viste.
Des vuelve a remover su café.
—Mi magia no te libera, así que puedes intentar pensar un poco
más.
E
l Negociador y yo salimos de un taxi.
—¿Es extraño para ti… tomar un coche en lugar de volar? —
pregunto.
—Algo que debes saber sobre los fae —dice por encima de su hombro
—, la única vez que salen nuestras alas es cuando queremos pelear o follar.
Pero no Des, al parecer. Nunca he visto sus alas. Ni una vez. Las
buenas noticias: hasta ahora no ha querido matarme. Las malas noticias:
tampoco ha querido sacudir mi mundo.
Maldita sea.
Lo alcanzo.
—Unas bebidas, ¿eh? —le digo, quitando el polvo a las migajas que
se escurren por mi pecho.
Des levanta una bota y patea la puerta para sacarla de sus bisagras,
la fuerza hace que el metal cruja.
4
Breaking and Entering; que significa allanamiento de morada.
—Presumido —digo, el comienzo de una sonrisa formándose en mis
labios.
Por segunda vez esta noche, los ojos del Negociador se dirigen a mi
boca.
—Llaves —exige.
—Entra. Ahora.
Más sollozos.
Oh, mierda.
Stan llora más fuerte, y cuando lo miro por encima del hombro, se
ha formado una burbuja de moco en una de sus fosas nasales.
—Por favor —suplica, más suave—, por favor. Tengo... tengo una
familia. Yo tengo…
¿El glamour?
Aún no lo entiendo.
No lo sé.
Jesús.
Los ojos de Des buscan los míos, y poco a poco su enojo se evapora.
Me atrae hacia él, envolviendo sus brazos a mí alrededor.
Me pongo rígida debajo de él. Tan jodido como suena, me gusta venir
con él.
Presente
Aun llevo mi ropa, al igual que él, y sin embargo algo sobre esto se
siente increíblemente íntimo.
Su boca se tuerce.
Se inclina cerca.
Espero.
—Lo eres. —Sus ojos caen a mi boca, sus dedos presionando mi piel.
—Dilo de nuevo.
—¿Amor?
Me aparto de su boca.
Me inclino cerca.
—Callie…
Pero una gran parte de mí quiere ver esto hasta el final. Este hombre
que me dejó, pero agonizó por ello. Este amor que parecía celoso de mis ex.
Este rey usualmente pulido va a venirse en sus pantalones porque quiero
que se desmorone bajo mi toque.
Lo miro con asombro, mis párpados flojos. Sus altos pómulos son
aún más agudos en este ángulo, sus astutos ojos se centran en mi rostro
mientras sus manos me aprietan los muslos.
—Demasiado bien, Callie…
Me inclino y lo beso mientras se viene contra mí, una y otra vez. Sus
dedos tensándose contra mi carne, tratando de acercarme más.
Salimos de las nubes, y una vez más logro pescar un vistazo de esa
magnífica cuidad suya.
—¿Cómo se llama? —pregunto, asintiendo hacia la ciudad flotante
del Negociador.
—Sí.
—Quiero verlas.
Tan pronto como doy un paso dentro, me doy cuenta dónde estamos.
Los aposentos del Rey.
Debería haber sabido solo por la puerta que nos dirigíamos hacia
allí, pero supuse erróneamente que el Negociador me estaba llevando
directo a ver a las mujeres dormidas.
Una sala de espera adicional se expande ante mí, y más allá de ella,
un largo balcón. A la izquierda vislumbro los muebles del dormitorio. A la
derecha hay algo así como un comedor. Lámparas de bronce cubren las
paredes, esos mismos destellos de luz que vi la última visita flotando
dentro de cada caja de vidrio.
Cuando me giro para mirar a Des, las sombras se han curvado más
cerca de él. Detrás de sus hombros, sus alas dobladas se mueven
inquietas, como si no pudieran acomodarse. Han estado fuera desde que
aterrizamos.
… y yo también.
—Reto.
E
sto no puede durar.
Orejas fae.
—Gracias —murmuro.
—Por todo.
Presente
Miro alrededor lo que debe ser uno de los niveles más bajos de la
ciudad. Hace frío aquí, más frío que el aire libre.
—¿Qué es este lugar?
Así que la gente no vive aquí per se. Eso es un alivio. Comparado con
el resto de la ciudad, esta zona es un plomazo. Quiero decir, es hermoso,
de una manera espeluznante, pero no es un lugar en el que me gustaría
quedarme.
—Tantos —exhalo.
Des asiente.
—Pero más que eso, ha habido un aumento abrupto en el
infanticidio en los últimos años.
Inhalo.
—¿Matan a los niños?
Ve mi expresión horrorizada.
—¿Estás realmente tan sorprendida, querubín? Incluso en la tierra
tenemos una reputación de ser despiadados.
Está tan quieta, tan serena, y sin embargo una parte de mí espera
que abra los ojos y use esa espada para liberarse del ataúd.
La visión es tan realista que me obligo a pasar a otra, antes de que
me acobarde y salga prematuramente.
Ésta tiene pelo que parece hilo de plata y está claramente cortado
justo pasado su barbilla. A pesar de su cabello plateado, se ve joven, su
piel suave tensa sobre sus altos pómulos y mandíbula cuadrada. Esta
mujer es toda una soldado; incluso en reposo puedo decir que su
personalidad es completamente recia. Pero ni siquiera eso la salvó.
Agarrado bajo sus manos hay un arco, y junto a sus pies hay una aljaba
llena de flechas.
Otra guerrera. Pero no solo una guerrera. Esta tiene una banda de
plata en su brazo. Una guerrera galardonada.
Empiezo a serpentear a través de los ataúdes. Todas las mujeres
llevan el mismo traje negro, y un arma. Guerreras que ahora son víctimas.
Hago una pausa a mitad de camino, mis ojos se abren de par en par
cuando se encuentran con los de Des. Él coloca un dedo en los labios. Una
fracción de segundo después se evapora en humo.
Miro los ataúdes mientras paso fila tras fila de ellos, esperando que
en cualquier segundo estas mujeres me ataquen.
Simplemente tenías que armar líos, ¿cierto, Callie?
Delante de mí las sombras se arremolinan juntas, fusionándose en
un hombre alado.
Des.
Las alas del Negociador se extienden amenazadoramente, y su cara
es ilegible, lo que significa que Des el asesino ha salido a jugar.
M
i dormitorio se ha convertido en un collage de mí y Des.
Una cadena de banderas cuelga de mi techo, cortesía de un
viaje al Tíbet. La linterna encaramada en mi estante es de Marruecos. La
calabaza pintada en mi escritorio es de Perú. Y la manta rayada al pie de
mi cama es de Nairobi.
Sujetados a mis paredes, entre mis baratijas, están los bocetos del
Negociador. Un par de ellos son de mí, pero una vez que me di cuenta de
que yo era un tema recurrente en su arte, le pregunté si podía dibujarme
imágenes del Otro Mundo. Originalmente, mi intención había sido
minimizar los retratos de mí, pero una vez que comenzó a dibujar
imágenes de su mundo, estuve atrapada por ellas.
Ahora mis paredes están cubiertas con bocetos de ciudades
construidas sobre árboles gigantes y salones de baile acurrucados bajo
montañas, monstruos aterradores y extraños, y seres tan hermosos me
llamaban más cerca.
Vacila.
—Si te preguntara algo en este instante, ¿me responderías
honestamente?
Pero cuando me encuentro con sus ojos, que me miran con tanta
paciencia y afecto, digo algo completamente diferente.
Soy una cosa sucia y dañada, y si no podía ver eso antes, ahora lo
hará.
El rey fae me observa desde una silla lateral, sus dedos se acercan a
su boca.
—No.
—A veces, las criaturas de las que necesito favores les doy de comer
a mis enemigos —dice—. A veces dejo que los asesinos reales practiquen
sus habilidades en ellos. A veces dejo que mis enemigos piensen que han
escapado de mis garras solo para reconquistarlos y hacerlos sufrir, y cómo
sufren. La oscuridad cubre muchas, muchas acciones.
Me asusta cuando Des se pone así. Cuando surge su crueldad del
Otro Mundo.
Los próximos días, Des los pasa en el Otro Mundo, haciendo sus
deberes reales mientras yo me quedo en su casa de Catalina. Me ha
invitado, pero em, sip, estoy bien en este lado de la línea ley por ahora.
Mientras tanto, he leído algunas de las notas del caso de Des, que en
gran medida se refieren a lo que ya me ha dicho. Menciona a las sirvientes
humanas con sus magulladuras y ojos embrujados, las hadas que caen en
ese profundo sueño después de cuidar a esos niños extraños, y las
personas que eligieron la muerte antes que responder las preguntas de
Des. Todo el misterio es una historia de destrucción triste y perturbadora.
Es de... mí.
Soy yo.
Capítulo 21
Traducido por Wan_TT18
M
ierda —dice Des, materializándose en mi dormitorio—. Es
una zona de guerra lo que hay ahí fuera en tu pasillo.
Me encojo de hombros.
—Pensé que era tu trabajo comprender los motivos de las personas.
Comienza a sonreír.
—Callypso Lillis, ¿quieres llevarme al Baile del Primero de Mayo?
Presente
—Lo siento —dice, con tono genuino. Viniendo de un alfa como él,
una disculpa es algo raro.
—Lo que hice fue incorrecto, pero lo que está haciendo este tipo, eso
es peor. Te está quitando tu libre voluntad —dice—. El Negociador es un
hombre buscado. Solo dilo y entraré allí y me ocuparé del problema.
Miro manos.
—Maté a un hombre. Ni siquiera era adulta. Pensé que mi vida había
terminado antes de que comenzara, todo porque finalmente luché contra la
persona que abusaba de mí. —Mi voz cae—. Era un vidente tan poderoso.
Si hubiera hecho las cosas de la manera legal, simplemente... no sé si
hubiera terminado bien para mí.
Tomo una respiración profunda.
Ahora, sabiendo lo que hice con las hadas, los verdaderos favores
eran un gran problema. El fae vivía para aprovechar la situación.
Eli parece entender esto también. El hombre lobo levanta las cejas.
—Fue más tarde que lo volví a llamar. Una. Y otra vez. Se me ocurrió
todo tipo de favores solo para que pudiera quedarse por un tiempo. —
Porque estaba intrigada por él. Debido a que estaba enamorada de él.
Porque quería un amigo que no se asustara por mi oscuridad, y Des no lo
estuvo.
—Nunca debió haber hecho esos tratos contigo —gruñe Eli.
Se frota la cara.
—Ojalá me hubieras dicho todas estas cosas hace mucho tiempo.
Me doy la vuelta justo a tiempo para ver a Des salir de su casa con
sus alas a plena vista. Sus ojos tormentosos se dirigen a Eli, que todavía
está cerca de mí, y veo un destello de posesividad en ellos.
Es plena luz del día aquí, lo que no es precisamente la hora del día
favorita de Des. Se suponía que debía estar en el Otro Mundo por varias
horas más. Claramente, algo cambió.
Eli mira fijamente las alas de Des por un largo momento, viéndose
atónito. Finalmente, aparta la mirada.
—No lo sabía —dice.
—Callie me contó lo que hiciste por ella cuando era niña —dice Eli—
. Gracias por ayudarla —continúa—. No hay más mala sangre entre
nosotros, ¿de acuerdo? No sabía sobre la situación, nada de ello.
Eso es lo que Eli estaba mirando con tanta sorpresa. Las alas del rey
fae. Las mismas alas que Des escondió diligentemente de mí en el pasado.
—No es que esto sea nuevo —digo—. Eli las vio antes, cuando vino a
mi casa alrededor de la luna llena.
Más silencio.
Finalmente:
—¿El Negociador te mostró sus alas? —Temper suena... extraña—.
Fuera de las situaciones en las que se necesitan, o cuando está bajo
ataque. ¿Acaso él, ya sabes, caminó con las alas fuera? ¿Y las iluminó
como si fueran su último hielo?
—...sí —digo despacio, con el estómago apretado—. ¿Por qué?
Ella exhala.
—Niña.
—¿Qué?
—Hay una instancia en la que las hadas son particularmente
aficionadas a mantener sus alas afuera y exhibirlas cada vez que les da la
gana. Especialmente los machos.
E
sto no puede ser real.
El Negociador se ríe.
—Lo que sea que digas... Callypsie.
Excepto ahora.
Traer a Des aquí podría haber sido una muy mala idea.
No tengo idea de qué hacer con mis manos. Ninguna maldita pista.
El Negociador se inclina.
—Pon tus brazos alrededor de mi cuello —dice.
Tentativamente lo hago.
—¿Qué pasa?
5
Es una canción de 1962 hecha por Bobby “Boris” Pickett acerca de un monstruo y su
dueño, un loco científico.
Presente
Se detiene.
—¿Qué es verdad?
Casi me sorprende que no sepa de qué hablé con Temper. Tanto por
ser el Maestro de los Secretos, o cualquiera que sea su título.
—Acerca de tus alas —le digo—. ¿Es cierto que las has estado
mostrando para que todos sepan que no deben tocarme? ¿Que te
pertenezco?
Frunzo el ceño.
—Necesitabas mi ayuda —le digo. El misterio, las mujeres
desaparecidas. Había sido muy claro acerca de eso.
Des no responde, pero siento sus ojos en mí. Esos ojos perversos y
calculadores.
—Esta noche fue... —Algo de un sueño. Todavía puedo sentir la
forma en que me sostenía cuando bailamos—, maravilloso.
Me mira y casi retrocedo. Por una vez Des es el que muestra sus
emociones, y me mira como si hubiera estado esperándome toda su vida.
Tal vez llegue a tener esta noche con toda su dulzura.
Comienza a rodearme.
Entrelaza sus dedos por los míos, sosteniendo nuestras manos entre
nosotros.
—Desmond Flynn, lo que sea que esté pasando, necesito que salgas
de eso.
Sueno mucho más tranquila de lo que me siento. Mi pulso late como
un tambor entre mis oídos.
Acerca nuestras manos unidas a sus labios y cierra los ojos. Se
queda así, inmóvil, durante al menos un minuto. El tiempo suficiente para
que me preocupe. Pero eventualmente abre los ojos, las aletas de su nariz
llameando. Y sé, con solo una mirada, que el Des que he llegado a conocer
y en el que confío está de vuelta.
Lo hace.
Me levanto de puntillas.
—Callie…
Lo corto con un beso. Es un poco indulgente llamarlo un beso. Mis
labios rozan los de él, y allí se quedan.
Las manos del Negociador se mueven hacia mis antebrazos y los
aprieta. Juro que quiere acercarme más, pero no lo hace.
¿Nada de esto?
Rota.
—Inocente.
Espera.
Su voz cae.
—No llores.
—No tienes que irte —le digo—. Todo puede volver a ser como era
antes. Podemos... pretender que esta noche nunca sucedió.
Prácticamente me ahogo con las palabras. No quiero fingir nada de
esto.
Cuando se aleja, veo algo en sus ojos, algo que me hace pensar que
los sentimientos del Negociador son más profundos de lo que suponía. Eso
solo me confunde más.
— ¿Qué pasa con mis deudas? —Las 322 de ellas. Son un salvavidas
de repente.
—No importan.
¿No importan? Este es el Negociador, el hombre que hizo un imperio
de sus negocios. No derrocharía a cientos de ellos así.
Nunca antes las había visto. La única vez que el inquebrantable Des
decayó estaba conmigo.
Eso tiene que valer algo, ¿verdad? Algo por lo que vale la pena
luchar.
—Un último deseo. —Mi voz es más dura de lo que imaginaba. Más
firme.
Inclina la cabeza.
Cierro los ojos y las palabras de un viejo libro fluyen de mis labios.
Abro los ojos, y los dos nos miramos el uno al otro. Nunca he visto
horror y maravilla juntos en la cara de alguien, pero se las arregla para
usar ambos. Y luego se desvanece en una voluta de humo.
No sabía entonces que no volvería.
Presente
—¿Que estoy enamorado de ti? ¿Qué lo he estado desde que eras esa
adolescente obstinada con demasiado coraje? ¿Que eres mi alma gemela y
que soy tuyo? Dioses sálvame, sí, lo estoy.
Almas gemelas.
—Lo hice —dice, con los ojos tristes—. Pero nunca quise estar lejos.
Se pasa una mano por el pelo, mira hacia otro lado, luego respira
hondo y su mirada vuelve hacia mí.
—Eras tan malditamente joven —dice en voz baja, sus ojos buscando
mi rostro—. Y habías sido abusada. Mi corazón te eligió a ti. Lo sentí esa
primera noche, pero no lo creí, no hasta que el sentimiento creció y no
pude ignorarlo. No podía estar lejos, apenas podía resistirme, pero no
quería empujarte hacia algo. No cuando acababas de escapar de un
hombre que tomaba y tomaba. No quería que pensaras que eso era lo
único que buscaban los hombres.
No puedo respirar. Una lágrima silenciosa recorre mi mejilla. Luego
otra.
—Ese deseo final tuyo —continúa—, fue más grande que cualquiera
de los dos. Me querías, yo estaba enamorándome de ti, y no era adecuado,
Callie. Sabía que no era correcto. No cuando tenías dieciséis. Pero podía
ser paciente. Por mi pequeña sirena, mi compañera, podía hacerlo.
Me lanza una sonrisa suave, sus ojos brillando con alguna emoción
profunda.
Y me siento ligera como el aire. Esto es todo lo que quería escuchar
hace tantos años. Y ahora me está haciendo llorar más fuerte. Pensé que
mi corazón con cicatrices se había enamorado del único hombre que no
podía amarme de vuelta.
—El último. En la noche del baile: “De la llama a las cenizas, del
amanecer al anochecer, por el resto de nuestras vidas, sé mío siempre, Desmond
Flynn” —dice, citando el verso vinculante del que hablé hace mucho
tiempo.
Mi cara se calienta.
Oh Dios.
Des me acerca.
Mi sonrisa se ensancha.
—Lo quiero.
Lo quería hace siete años, y todo ese tiempo desde entonces seguí
deseándolo, incluso cuando sabía que era imposible. Incluso cuando lo
odiaba, lo quería. Lo quería ayer, lo quiero hoy, lo quiero mañana y al día
siguiente. Lo quiero por el resto de mi vida.
Siempre lo haré.
Des sonríe tan brillante que llega a cada rincón de su rostro. Estoy
casi boquiabierta por eso.
P
arpadeo varias veces una vez que Des termina de hablar.
—Eso fue…
—La versión de un voto de mi tierra. —Todavía no ha
dejado caer sus manos de donde acunan mi cara—. He querido decirte
esas palabras durante años. —Apoya su frente contra la mía—. Los humanos
no son los únicos con votos de amantes arcaicos.
Un beso para terminar con todos los besos. El amor es otro tipo de
magia sutil. Puede unir a las personas y dividir vidas. Puede lavar la
tristeza, puede perdonar.
Puede redimir.
—Verdad —digo.
—¿Me amas? —pregunta. Juro que una vez que pregunta, contiene
la respiración. Pero tal vez estoy imaginando cosas.
—Nunca he dejado de amarte.
—Quítamelos —exhalo.
Perfección.
Un escalofrío golpea su cuerpo cuando está completamente colocado
en mí.
—Quiero quedarme aquí... para siempre.
—Me gusta esta mirada en ti, querubín —dice—. Y saber que soy
responsable de ella.
Me mira, con una expresión maravillosa. Sus ojos están felices, tan
insoportablemente felices.
—Mi sirena —dice—. Mi compañera. Los años que he esperado por
ti.
No puedo detener la sonrisa que se extiende a lo largo de mi cara
yaciendo en los brazos del Negociador. Por primera vez en mi vida, mi
mundo se ha sentido inequívocamente correcto.
Uno de los dedos de Des recorre mis labios, su mirada se paralizada
en mí.
Me acerca más.
—Ah, daría mi reino solo por esa sonrisa.
Sonríe irónicamente.
—Semántica. Vigilábamos las calles cuando el Reino Nocturno
estaba... bajo un liderazgo diferente. —Mira su manga, frunciendo el ceño
—. Fue hace mucho tiempo.
—Soy un rey.
—Pensé que siempre habías sido un rey —aclaro.
—¿Decepcionada? —pregunta. Su cuerpo se endurece, al borde.
Caigo dormida con una banda sonora de los secretos más íntimos
del Negociador.
Ya palpito por las dos veces previas que me despertó esta noche.
Pero a pesar de mí misma, sonrío como un gato que ha lamido toda la
crema, completamente satisfecha.
Cómo satisfacerme.
Des levanta una ceja arrogante ante eso. Ni siquiera necesita decir
nada para que ambos sepamos que dulce y pequeño son las últimas cosas que
él es.
—Voy a darte todos tus deseos más perversos —susurro, la sirena
marcada en mi voz.
Comienzo a arrastrar besos por su pecho, moviéndome más abajo,
más abajo.
—Uno… a… la… vez...
—Dioses —maldice.
Su magia sí.
Me paro abruptamente.
—¿Cómo entraste aquí? —exijo, mi voz es etérea.
Esto es todo lo que puedo decir. No, vete a la mierda de esta propiedad. No,
voy a llamar a la policía. No, ¡DES!
Se acerca más.
—Te lo dije, te he estado buscando.
Lo que significa…
Hada.
Mierda. La única otra criatura del Otro Mundo que conozco que me
busca es el Ladrón de almas.
¿Es... él?
Va a agarrarme.
Actúo por instinto, tomando mi taza de café de la mesa y
tirándosela. Levanta su mano en el aire, y la taza y el líquido que salen de
ella se congelan en el aire. Extiende su palma de la mano, y muy
suavemente la taza flota sobre ella, el café regresando a la taza.
Abro mi boca
—¡DE…!
Agarro mi garganta.
—¿Qué es lo que...? —Podría estar articulando las palabras, mis
cuerdas vocales ya no producen ningún sonido.
—Su colega, Srta. Darling, dijo que estaba ocupada, pero parece que
no está ocupada.
M
is ojos se abren y me masajeo la cabeza, mi mente está
atontada. Sobre mí hay un áspero techo rocoso. Me siento y
echo un vistazo a mi cuerpo. Ya no estoy llevando la ropa
de esta mañana. En cambio estoy enfundada en un áspero vestido cobrizo,
con los márgenes bordados con intrincados estampados relucientes.
No recuerdo haberme cambiado…
Tiemblo. Tengo frío. Mucho, mucho frío.
Miro alrededor. Tres paredes de roca me rodean. Y la cuarta…
La cuarta es una pared de barras de hierro.
Encarcelada. ¿Pero dónde? ¿Por qué?
Hago rodar el catre en el que me he despertado. En la esquina de la
habitación, hay lo que indulgentemente habría llamado un inodoro. Más
parecido a un cuenco cavado en el suelo.
Rascadas en la pared más cercana a mí hay marcas de conteo.
Docenas y docenas de ellas. Ninguna está tachada, y no puedo decidir si
es porque el último prisionero contó intencionadamente los días de esta
forma… o si muchos prisioneros separados empezaron a contar y nunca
pasaron de cuatro.
Me doy cuenta de que el bastardo que me secuestró no se ve por
ninguna parte. ¿Fue el Ladrón de Almas, o alguien completamente
diferente? Ni siquiera intentó explicarse o sus motivos.
Me dirijo hacia el frente de mi celda, ignorando el sabor agrio en la
parte posterior de mi garganta; el sabor de la magia residual. Mis ojos
están fijos en lo que hay enfrente de mí.
Una caverna con celdas de prisión excavadas en la piedra. Hilera
tras hilera, nivel tras nivel. Se extiende hasta donde puedo ver en todas las
direcciones: arriba, abajo, izquierda, derecha.
Dentro de cada uno hay una mujer vestida de una forma similar a la
mía.
Se me pone toda la piel de gallina.
Es justo como en mi visión.
¿So estas las mujeres desaparecidas?
n
Si así es, estoy totalmente jodida. Des aún no ha descubierto el
misterio y ha estado en curso durante casi una década. No espero que esto
cambie solo porque yo esté aquí.
¿Dónde está Des? ¿Qué debe de estar pensando?
—¿Hola? —grito.
Nadie responde.
En la distancia oigo silenciosos murmullos, y el suave sonido de
zapatos a lo largo de los pasadizos fuera de las celdas, que deben de
pertenecer a los guardias de la prisión. Hago una mueca. Si ese es el caso,
entonces hay al menos un puñado de personas que saben lo que le ha
pasado a las mujeres guerreras que desaparecido del Otro Mundo. Y lo
están facilitando.
Aparte de esos pocos sonidos, las celdas están espeluznantemente
silenciosas.
Este es el lugar donde la esperanza viene a morir.
Y entonces, un pensamiento me golpea, uno que me da valor.
—Negociador —me apresuro a decir—, me gustaría hacer un trato.
Espero a que el aire brille y el largo cuerpo de Des aparezca en mi
celda.
A
sfixiándome. Asfixiándome con magia. Está martilleando
detrás de mi frente, tensando mis músculos, apretando mi
interior.
Me despierto con un grito, el sonido resuena por el bloque de celdas.
En alguna parte en la distancia un guardia gruñe una advertencia.
Me siento jadeante y pongo una sudorosa mano en la columna de mi
garganta.
Solo un sueño. La agobiante y sofocante oscuridad, la magia
corrupta, Karnon…
Solo que no lo fue, me doy cuenta mientras finalmente recupero el
aliento. Aún puedo sentir su fuerte agarre en mí, sus labios en mi boca, la
pérfida oscuridad que se filtra por mis venas.
Mi cara está cubierta de sudor, y mi estómago está agitándose…
Apenas llego al baño a tiempo de vomitar. Paso las próximas horas
así. Ya sea temblando en mi catre, o purgando mi estómago de cualquier
último ápice de su contenido.
En algún punto, los guardias deslizan una comida a través de la
escotilla en la base de la pared de barras. La comida se queda sin tocar en
el borde de mi celda.
Eventualmente, la enfermedad desaparece. No del todo, pero lo
suficiente como para funcionar. Con el estómago gruñendo, me arrastro
fuera de la cama, hacia el tazón de estaño. Un vistazo a las gachas y
decido que pasar hambre es mejor que pasarme más horas con mi cabeza
en el baño de la prisión.
Apoyo mi sudorosa frente contra las barras y miro fijamente fuera de
mi celda a que un guardia se acerque. Le observo mientras pasa, dándome
cuenta de la cola de león que da latigazos detrás de él.
¿Todos los habitantes de Fauna comparten el aspecto con bestias?
El guardia se ralentiza, lanzándome una fría mirada.
—No me mires fijamente, esclava.
Ya estoy tan jodidamente asqueada de este mundo.
—Bonita cola, estúpido —murmuro.
Eso le detiene en su recorrido, y soy lo suficientemente idiota como
para sonreír con suficiencia al hecho de que le he molestado.
Él golpea sus manos enguantadas contra las barras.
—Considérate afortunada de que el rey quiera poner su pene en
cualquier sitio cerca de ti —gruñe.
Mi sonrisa crece, haciéndose malvada. Entonces lanzo mi tazón
contra las barras, las gachas le salpican la cara.
—Que te jodan, cerdo.
Nunca lo habría adivinado de antemano, pero no soy una buena
prisionera.
Por un segundo, el guardia no hace nada, su cara está en shock. Y
entonces deja salir una rugido de león, corriendo hacia las barras.
Hago girar mis pies, ignorando la ola de mareo que corre a través de
mí, justo cuando intenta agarrarme. Su mano se cierra en nada más que
aire.
— ¡Sucia y vil esclava! —ruge—. ¡Podría matarte ahora mismo!
¡Justo donde estás ahora!
Una pequeña onda de luz cruza mi piel mientras mi sirena sale al
exterior.
—¿Podrías matarme? —digo, mi musical voz burlona—. ¿Por qué no
entras y lo averiguamos?
Ruge otra vez. Porque obviamente no puede poner ni un dedo sobre
mí. No sobre la única moneda de cambio que Karnon cree que tiene sobre
Des.
—¿Estás asustado? —Me apoyo sobre una de las paredes de piedra
—. El león que está asustado de la pequeña mujer.
Gruñe, golpeando contra las paredes hasta que otro soldado —uno
con orejas de caballo—lo empuja, lanzándome una mirada que se suponía
que tenía que asustarme. Pero nada es más aterrador que el destino que
ya me espera.
Le observo alejarse, contenta por una vez de que mi sirena no le
tema a nada ni a nadie. Los animales pueden oler ese tipo de cosas, y eso
es lo que esos guardias son, medio animales. No tan diferentes de Eli
cuando baja para comer.
Me deslizo por la pared al suelo, apoyando la parte posterior de mi
cabeza contra ella. Estoy exhausta, ¿y cuánto ha pasado? ¿Un día?
Este lugar nos rompe rápido.
—Psst, humana —La una voz de mujer me llama desde la celda
junto a la mía una vez que las voces de los guardias han desaparecido—.
¿Estás bien?
—Sí —le respondo débilmente. Mi piel ha dejado de brillar, y todo la
fuerza que viene con la sirena ha huido, dejándome exhausta.
—Eso que hiciste fue valiente. Impulsivo, incluso estúpido, pero
también valiente.
Logro una risa. No sé mucho sobre faes, pero convertir un insulto en
un cumplido parece algo que ellos harían.
Apoyo mi cabeza contra la pared.
— ¿Cómo te llamas? —le pregunto.
—Aetherial —dice—. ¿Y tú?
—Callypso.
—¿Eres nueva aquí, eh? —pregunta.
—Sí —suspiro, mis ojos moviéndose hacia esas marcas de conteo.
—¿Cuántas veces te has reunido con el Rey de Fauna? —pregunta
después de un latido de silencio.
Aparentemente no era la única que tenía visitas especiales con él. Ya
lo suponía.
—Solo una vez.
—Oh, la diversión solo está empezando para ti —dice.
Eso me hace esbozar una sonrisa. Mis compañeras presas son
guerreras fae. Estas mujeres son las más fuertes entre los fuertes. En alguna
parte a lo largo del camino, había olvidado eso. Solo las había asociado con
las mujeres dormidas atrapadas dentro de esos ataúdes de cristal. No había
pensado que deben de haber luchado contra su destino
tanto como yo he estado planeándolo. Pero ahora mismo, escuchando a
Aetherial restándole importancia a nuestra terrible situación, lo recuerdo.
—¿Cuántas veces te has reunido con él? —pregunto.
—Cuatro —dice—. He perdido movimiento en mis brazos y piernas.
Es lo primero que te quita. No quiere que sus mujeres sean difíciles.
—¿Eso es lo que fue ese beso? —digo, sorprendida. Esto, después de
todo, fue la única vez que Karnon utilizó su magia conmigo—. ¿Una
manera de inmovilizarnos? —Meneo mis dedos de las manos y los pies
mientras hablo. No he perdido ningún uso de mis extremidades.
—Entre otras cosas —dice oscuramente.
Un escalofrío recorre mi columna.
—¿Qué significa eso? —pregunto.
Ella se detiene.
—Dime que no lo sientes, ese malestar haciéndose una casa en tus
huesos.
Lo sentí cuando me desperté, pero después de vomitar hasta las
tripas, la sensación se fue. Ahora solo me siento débil. Increíblemente
débil.
—Y después por supuesto, está todo el asunto de nosotras
quedándonos embarazadas —añade—. ¿Sabes algo sobre eso?
—Sí. Siento arruinar la sorpresa —digo—. Aún tengo la esperanza de
que la concepción inmaculada está envuelta en todo ese proceso —añado,
sin bromear realmente.
—¿Concepción inmaculada? —repite Aetherial, divertida—. Ahora,
eso debería ser algo. Todas nos estamos quedando simplemente
embarazadas mágicamente. —Se ríe entre dientes para sí misma—. Me
gustas, humana —dice.
—Soy una sirena. —No estoy segura porque he hecho esa aclaración.
Tal vez para que no parezca tan indefensa entre todos estos fuertes
guerreros.
—¿Una sirena? —Silba—. Y yo estaba aquí esperando que Karnon
no te tocara, por ser un ser humana y todo eso. Sin ofender —añade—. Me
he entretenido con muchas mujeres humanas en mi tiempo, pero es algo
asqueroso para algunos faes.
Recuerdo las palabras de Karnon de antes.
—Eso he oído.
Nos quedamos en silencia durante un momento, las dos
reflexionando sobre nuestro destino.
—¿De qué reino eres? —pregunto finalmente.
—Diurno —exhala—. Un guardia real convertida en prisionera. Eso
es ironía para ti.
Todo hace daño. Oír su historia, saber su destino, saber el mío.
—Así que dime —continúa ella—. ¿Cómo una humana llega a ser
atrapada en este antro con el resto de nosotras?
—Tengo una extraña mala suerte —bromeo, incluso mientras hago
una mueca hacia mis manos.
Oigo una risa áspera.
—Aparentemente ese tipo de cosa es contagiosa por aquí.
Otra pequeña sonrisa se extiende a través de mi cara. Quien iba a
pensar que me convertiría en amiga rápidamente de una guerrera fae
encarcelada.
Distraídamente, observo a los guardias patrullar la hilera de celdas
enfrente de mí. La mayoría tienen algunos rasgos obvios de animales,
como bigotes, o colas, o pezuñas. Pero luego hay algunos que caminan por
estos pasillos que no tienen estas características obvias.
¿Podrían ser fae de otro reino? ¿Humanos?
Mi corazón late con fuerza por esa última posibilidad.
—Oye, Aetherial, ¿puedes hacerme un favor? —pregunto, mis ojos
estudiando a un cocinero uniformado entregando bandeja tras bandeja de
las comidas de las prisioneras. Parece completamente humano desde aquí,
pero estoy muy lejos por lo que es difícil de decir.
—¿Qué te gustaría, sirena?
Miro al hombre uniformado mientras baja a una celda.
—¿Puedes distinguir a un humano de un fae a primera vista? —
pregunto.
—Casi siempre —dice—. ¿Por qué?
No puedo evitar el pinchazo de ilusión que siento.
—¿Has visto algún humano aquí desde que te raptaron?
—Hmmm, no que recuerde. Aunque tampoco los estaba buscando.
Sigo mirando fijamente al cocinero mientras se mueve por el bloque
de celdas. Por mi vida que no puedo decir lo que es.
—Si ves alguno —digo distraídamente—, ¿me avisarías?
Si puedo conseguir que un humano se doble a mi voluntad… las
posibilidades son infinitas.
Estoy tentada de probar mis poderes justo ahora, pero una
saludable dosis de miedo me mantiene quieta. Tengo miedo de que si uso
glamour en uno de esos tíos antes de tiempo y no funciona, los guardias
evitaran que tenga otra oportunidad.
—Mi visión está bastante limitada en este momento, pero sí, te
avisaré. —Hay silencio durante un momento—. Es cierto entonces, ¿lo que
dicen de la voz de una sirena?
Mi boca forma una desagradable sonrisa.
—Es cierto.
—Tu idea probablemente te mate.
Me sale una carcajada.
—¿Prefieres la alternativa?
Oigo la ronca risa de Aetherial.
—Tenía razón sobre ti. Estúpida y valiente.
Ninguna de las dos habla otra vez hasta que una serie de guardias
se aproximan a una celda en el camino, uno de ellos cargando dos largas
varas sobre su hombro. En la parte de atrás de la celda, una mujer fae con
un llameante pelo rojo está tumbada sin fuerzas en su catre.
Las barras de su celda se abren, el metal araña los carriles.
Los guardias entran en la celda, y el guardia que llevaba las varas
las abre bruscamente. Ahí es cuando me doy cuenta de que no estoy
mirando unas varas en sí, sino una tosca camilla. Un manchado trozo de
tela está estirado entre las dos varas.
Dejan la camilla en el suelo, luego cogen a la mujer, dejando su
cuerpo en el delgado material.
Entonces, a la vez, los dos carceleros levantan la camilla y la llevan
fuera. Los observo hasta que quedan fuera de mi vista.
—Se deshacen de los muertos —dice Aetherial desde la celda,
claramente mirando igual que yo.
Están paralizando a las mujeres.
—Quédate aquí el tiempo suficiente —continúa Aetherial—, y eso te
ocurrirá a ti también.
Frunzo el ceño, incluso aunque ella no puede verlo.
Todas esas mujeres dormidas en el reino de Des, todos las
paralizadas aquí… no puede ser una coincidencia.
Lo que significa…
Creo que sé quién es el Ladrón de Almas.
Karnon.
M
e estoy muriendo, mi cuerpo pudriéndose de dentro hacia
fuera.
Creo que han pasado un día o dos desde mi última visita
a Karnon, pero no puedo asegurarlo. Todo lo que sé es que mi vida
consiste en temblar, vomitar y dormir.
El guardia que he apodado como Cola de León camina junto a mi
celda de vez en cuando, golpeando las barras de hiero con sus manos
enguantadas, burlándose de mí. Débilmente logro sacarle el dedo, pero no
tengo idea de si enseñarle el dedo a alguien es incluso ofensivo en el Otro
Mundo. Todo lo que sé es que Cola de León no se molesta al verlo como
esperaba.
—Hola, Callypso… —dice Aetherial.
Mi cabeza gira débilmente hacia su voz.
—¡Sirena!
—¿Sí? —grazno débilmente.
—Arrastra tu cama hacia aquí —dice.
—No sé si puedo —murmuro.
—Puedes, lo sé. —Ni siquiera parece arrepentida, su voz dominante.
Débil, pero dominante.
Uf, los guerreros fae son demasiado duros.
Me lleva un tiempo embarazosamente largo mover mi camastro, pero
finalmente lo logro.
—¿Cómo estás, sirena? ¿Todavía tienes suficiente movimiento en tus
extremidades?
—¿Me haces arrastrar mi cama hasta aquí y ahora me preguntas
eso?
Suelta una risa sibilante.
—Estoy hablando cortésmente. No lo cuestiones.
Mis labios se curvan ligeramente.
Las dos nos callamos de nuevo, y mi mente va a la deriva.
—Los grilletes… —digo finalmente—. No me imagino lo dolorosos que
deben de ser.
—He soportado cosas peores.
Jesús.
Después de un momento, agrega:
—Envolvemos tela de araña alrededor de los puños; la barrera
detiene la mayor parte del dolor.
Pero no todo.
Mientras la escucho, me doy cuenta de que su voz está arrastrada,
su discurso mucho más lento, como si estuviera eligiendo sus palabras
cuidadosamente.
Perdiendo la habilidad de mover la boca.
—¿Estás bien, Aetherial?
No habla por mucho tiempo.
Finalmente, dice:
—Todo va. Incluso mi mente se siente confundida.
Por lo poco que sé de ella, puedo decir que Aetherial es una criatura
demasiado orgullosa para decir que no está bien.
Suspira.
—Sabes, lo peor de esto es que mi esposa va a tener que verme así.
No me molesto en comentar. ¿Qué haría Des cuando—si— yo volvía
en un ataúd?
—Ella va a acoger a ese espeluznante monstruo al que voy a dar a
luz. Sé que lo hará, esa mujer dulce y tonta.
—¿También los has visto? —pregunto.
—Fui mordida por una de esas criaturas.
Me estremezco al recordar que Des me había dicho que esos niños
habían estado cerca de morderme también.
Des. Solo la idea de él me consume. No sé si alguna vez lo veré de
nuevo, lo abrazaré de nuevo, hablaré con él de nuevo.
—¿Estás casada? —pregunto, cambiando de tema y alejando mi
mente de la única cosa que me hará suavizarme. Porque no hay suavidad
en este lugar. Y si quiero aguantar le mayor tiempo posible, tengo que ser
todo lo dura que he aprendido a ser en la ausencia de Des.
Escucho a Aetherial exhalar cansadamente.
—Sí —dice. Después de un momento, agrega—: Nos casamos en el
Reino Nocturno. Técnicamente, nuestro matrimonio no es reconocido en el
Reino Diurno; las relaciones con humanos no son en único tabú aquí. Pero
técnicamente, me importa una mierda.
Sonrío ante eso.
—Por cierto, Callypso… —dice.
—Callie —corrijo.
—Callie —repite—, solo un apunte: no he visto a un humano en la
prisión; aparte de ti, por supuesto.
Mi corazón cae en picado. He estado aquí días, y me estoy volviendo
más débil con cada uno. Estoy perdiendo mi ventana de oportunidad.
Miro mi brazalete, girándolo alrededor de mi muñeca. No toda la
esperanza está perdida. Si entendí a Karnon correctamente, Des podría
ser capaz de rastrear mi magia. Pero si pudiera, ¿no habría aparecido ya?
—¿Callie? —Aetherial interrumpe mis pensamientos.
—¿Sí?
—Nadie se embaraza mágicamente aquí.
Su significado no se registra al principio, pero cuando lo hace…
Mis ojos se cierran ante eso. Ante lo que no está diciendo. La fuerte
Aetherial inmovilizada, impotente para detener lo que le sucedió.
—¿Fue Karnon?
—El diablo mismo —afirma.
No tengo palabras. Me ha pasado antes, podría muy bien pasarme
de nuevo, y en algún lugar entre todo esto, uno pensaría que tendría algo
que decir, pero yo no. No para la valiente Aetherial.
Se aclara la garganta lo mejor que puede.
—Solo pensé que deberías saberlo.
Trago.
—Gracias por advertirme —susurro, mi voz ronca.
Pero no estoy segura de estar mejor sabiendo lo que le sucedió, lo
que me espera.
A veces el conocimiento es solo otro tipo de infierno.
No está funcionado.
Sea cual sea el veneno con el que Karlon está tratando de
alimentarme no está funcionando.
Me acurruco en la esquina de mi jaula, mi cuerpo cubierto con un
brillo de sudor. Todo mi cuerpo tiembla violentamente. Desde mi mejor
suposición, ha pasado casi una semana desde que he llegado. He pasado
por dos más de las atenciones del Rey de Fauna, y cada vez que mi cuerpo
rechaza su magia envenenada, él se frustra más y más.
No me ha tocado todavía. Quizá al monstruo no le gustan las
víctimas que se defienden. Aunque dudo mucho que en este punto
presente un gran desafío para Karnon; estoy demasiado débil para hacer
mucho por mi cuenta. A pesar de mi lamentable estado, no estoy siendo
arrastrada bajo su magia, no como las otras mujeres aquí.
Un horrible malestar se está instalando en mis huesos. Se siente
como si o bien la magia consigue la voluntad de Karnon, o dejaré de
existir. Y hasta ahora, no está consiguiendo la voluntad de Karnon.
Supuse que toda la magia fae funcionaba en humanos. Después de
todo, el Negociador podía usar su magia en mí. Pero tal vez mis
suposiciones estaban equivocadas. Tal vez hay algunos límistes a la magia
fae. Tal vez ser humana justo ahora es algo bueno. Aunque es difícil llamar
al estado en el que estoy algo bueno. Me acuesto indiferente en el
camastro, mi vestido colgando flojo sobre mí. Ahora los guardas
simplemente me llevan a las habitaciones de Karnon sin pelea. No hay más
charla.
Si soy recibida por la versión malvada de Karnon, se pone a trabajar.
Si me encuentro con su versión más amable y loca, me mece contra él,
murmurando tonterías sobre alas y branquias, garras y escamas.
—¿Aetherial? —digo en voz alta.
Silencio. Ha sido así durante los últimos días.
Comienzo a hablar con ella de todos modos, por si acaso todavía
puede oírme, contándole cualquier cosa que cruza por mi mente. Pero ni
una vez menciono la cosa que más pesa en mi mente…
Voy a morir aquí.
Capítulo 28
Traducido por krispipe
M
e despierto ante la sensación de una mano palmeando mi
espalda.
Cuidadosamente abro mis ojos. No reconozco
inmediatamente mis alrededores. No hasta que noto los bollos dorados de
pared y un arco Marroco.
La habitación de Des. Estoy recostada en mi estómago en mitad de
su cama, acurrucada entre sus sábanas.
¿Por qué estoy contra mi estómago? Nunca duermo así.
—Querubín, estás despierta. —La voz suave del Negociador levanta
piel de gallina a través de mi piel.
Empiezo a sonreír, todavía confundida, cuando lo recuerdo.
La prisión, Karnon, mi metamorfosis.
Mi metamorfosis.
Busco detrás de mi espalda. Cuando mis dedos rozan las plumas,
dejo salir un llanto ahogado.
No era un sueño.
—Son… hermosas —dice Des. Su mano se mueve a través de ellas.
Bajo su toque, se mueven, mis plumas hacen un sonido suave de susurro
mientras se rozan entre sí.
Aprieto con fuerza mis ojos.
—No —digo, mi voz ronca.
No quiero escuchar lo hermosas que son. Fueron forzadas en mí por
un loco. Por un psicópata que se hubiese reído si la transformación me
hubiese matado. El mismo monstruo que violó a cientos de mujeres.
Estaba lista para morir. Incluso estaba lista para vivir en un estado
de animación suspendida.
No estaba lista para esto.
Y sé que no es el peor destino, pero se siente así. Porque ahora me
veo como todos esos fauna fae. Mis secuestradores. Mis atormentadores.
Era una cosa soportar los castigos, otra mirarme a mí misma y verlo a
ellos.
—¿No qué? —dice Des—. ¿No te toque? ¿No te adule?
—Todo ello —digo, abriendo mis ojos. Soy horrible de ver.
Mis brazos se sacuden mientras empiezo a empujarme para ponerme
en posición sentada. Atrapo un vistazo de aquellas escamas doradas que
corren por mis antebrazos como armadura plateada.
Tengo unas ganas de arrancarlas de mi piel, una por una.
Apenas empiezo a sentarme, siento presión en mi espalda. Mis alas
pesadas son demasiado grandes, los huesos muy delicados.
No puedo sentarme en la cama.
Siento una lágrima de frustración derramarse mientras caigo de
nuevo de estómago.
Tan débil.
Un momento después, Des me levanta. Mis alas enredadas detrás de
mí, las puntas arrastrándose a través del suelo. Las plumas son
completamente negras, pero debajo de la luz, tienen un brillo iridiscente.
Son hermosas, y las odio más por eso.
Mientras me carga, mi rey fae me mira como si fuera el que se
estuviera ahogando.
Me atrapa mirándolo.
—Lograremos sobrevivir a esto —jura—, así como lo hicimos la
última vez. Hemos hecho esto antes. Podemos hacerlo de nuevo.
—No sé si pueda. —Mi voz se quiebra.
Des me coloca a mis pies, en frente de un espejo completamente
largo en sus aposentos.
—Dime lo que ves —dice.
Frunzo el ceño, primero a él, luego —a regañadientes—, a mi reflejo.
Ni siquiera quiero mirar. No quiero ver si soy más monstruo que humano.
Pero cuando lo hago, veo mi rostro, y no ha cambiado por completo.
Olvidando que Des está de pie a mi lado, toco mi mejilla. Pensé que tal
vez… que tal vez no me reconocería en el espejo. Que realmente sería una
bestia. Pero no lo soy.
Mis ojos se mueven a mi mano. Por un largo momento miro
fijamente las garras filosas, y luego mi mirada se mueve a mis dedos.
Todavía son humanos. De hecho, bajo mis garras, más que el color negro
de mis uñas, se verían como manos regulares.
Mis antebrazos tienen un delicado brillo de escamas, que brillan bajo
la luz. Empiezan en mi muñeca y terminan antes que mi codo, y unas
cuantas filas de estas se enrollan en mi antebrazo antes de desvanecerse
de vuelta en mi carne normal. No continúan por mi cuello o pecho o rostro.
Levanto la falda de mi vestido para mirar mis piernas. Estas también están
libres de escamas. Se ven como siempre. Y mis pies todavía son humanos,
sin garras adornando mis dedos.
Y cuando mi mirada se mueve de vuelta a mi reflejo, todavía tengo
las mismas proporciones. Soy la misma mujer que siempre he sido, solo
con unas cuantas adiciones. Y mientras esas pocas adiciones —garras,
escamas y alas—son dolorosas de ver, no soy el monstruo que pensé que
sería.
De hecho, me veo un poco fae.
—¿Qué ves? —pregunta de nuevo Des.
Trago saliva.
—Veo a Callie.
—Como yo. —Entierra su boca cerca de mi oreja—. Querubín, la
gente como nosotros no son víctimas. Somos la pesadilla de alguien.
No soy una víctima.
No voy una víctima.
¿Cómo es que me olvidé de ello? Porque, en algún lugar del camino,
me había olvidado. Y casi me rompió.
No soy una víctima.
Aquí en el Otro Mundo, he perdido mi más poderosa arma: mi
glamour. Pero he ganado garras y alas.
Mis ojos se mueven hacia Des.
—Enséñame de nuevo cómo ser la pesadilla de alguien.
Necesito sentirme peligrosa, poderosa, rasgos que he perdido en
algún lugar en el camino.
Un destello de su sonrisa perversa aparece, y oculta en sus sombras,
es amenazante.
—Será un placer, compañera.
Fae: Término que denota a todas las criaturas nativas del Otro
Mundo.
Líneas ley: Caminos mágicos dentro y entre mundos que pueden ser
manipulados por ciertas criaturas sobrenaturales.
Reino de Fauna: Reino del Otro Mundo que preside a todas los
animales; reino estacionario.
Reino de Flora: Reino del Otro Mundo que preside toda la vida
vegetal; reino estacionario.
Reino de Mar: Reino del Otro Mundo que preside todas las cosas
que residen dentro de las masas de agua; reino estacionario.
Reino Diurno: Reino del Otro Mundo que preside todas las cosas
pertenecientes al día; reino transitorio; viaja por el Otro Mundo,
arrastrando el día con él; situado enfrente del Reino Nocturno; las once
islas flotantes dentro de ella son las únicas masas terrestres que pueden
reclamar residencia permanente dentro del Reino Diurno.
Reino Nocturno: Reino del Otro Mundo que preside todas las cosas
pertenecientes a la noche; reino transitorio; viaja por el Otro Mundo,
arrastrando la noche con él; situado enfrente del Reino Diurno; las seis
islas flotantes dentro de ella son las únicas masas terrestres que pueden
reclamar residencia permanente dentro del Reino Nocturno.
Pero el Reino de Flora tiene sus propios secretos, desde árboles que
sangran hasta esclavos de marca y guardias que desaparecen. Algo está
girando en la tierra donde todo crece, y si Callie no es cuidadosa,
reclamará todo y a todos los que ama, junto con ella.
Sobre la autora
Laura Thalassa nació y creció en
Fresno, California, donde pasó su
niñez leyendo y creando cuentos de
fantasía. Ahora pasa sus días
componiendo todo; desde romance
paranormal de jóvenes adultos a
novelas distópicas para new-adult.
Thalassa vive con su esposo y
compañero en crimen, Dan Rix, en
Oakhurst, California.
Para más información, por favor visita:
laurathalassa.com