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Módulo II.

Personalidad: temperamento y carácter

1. Temperamento
2. Carácter
3. Factores que configuran el carácter
4. La familia como agente educador
5. Clarificación de los valores
6. Origen y desarrollo de la clarificación de
valores
7. Proceso de valorización

El objetivo de este módulo es conocer el significado de


personalidad, la cual está conformada por sus dos elementos esenciales:
temperamento y carácter, los cuales guardan estrecha identidad en su
existencia y funcionamiento, pero que a su vez se diferencian en su
definición.

El ser humano común, generalmente, experimenta una falta en su


desarrollo: la carencia de una dimensión superior en su vida.

¿Cuál es la principal causa de esta carencia?


**La excesiva identificación del ser humano con los niveles
elementales de su personalidad. Es decir, el hombre común se identifica,
casi exclusivamente, con las necesidades del cuerpo y con sus
necesidades emocionales. Y en esas condiciones la mente consciente no
puede ser receptiva a los valores y realidades trascendentales. Le
hacen falta los valores, la fuerza interior, la convicción intelectual y las
acciones espirituales que satisfagan la parte trascendente de su ser.

Por eso, en nuestros tiempos existen tantos vacíos interiores que a nivel
general se siente la necesidad de volver a practicar los valores como la
fe, la religiosidad, la solidaridad.

Temperamento

¿Cuál es la primera realidad que reconocemos en una persona, aparte de


su apariencia física? Claro está que el temperamento. Luego, al conocer
y descubrir con mayor profundidad los rasgos de una persona,
descubrimos a su vez su carácter.

¿Qué es el temperamento? Podríamos identificarlo con la condición


biológica que nos mueve a ciertas inclinaciones. Es por ello
que el estado fisiológico, típico de cada individuo, condiciona sus
reacciones ante diversas situaciones. Por ejemplo, una persona de
temperamento nervioso reaccionará ante un estímulo de manera
diversa a otra persona con temperamento tranquilo; una persona con
temperamento flemático se comportará con serenidad y calma ante un
huracán o un terremoto, mientras que un colérico reaccionará con
preocupación y sofocamiento.

El temperamento está fundamentalmente sujeto a la herencia


biológica, al orden genético y generacional del individuo, por lo que el
temperamento está determinado sustancialmente por la naturaleza
somática o biológica. Por ejemplo, una persona con hipertiroidismo
tendrá, debido a su condición biológica, un temperamento nervioso. Si se
supera esa situación, con un tratamiento médico, desaparecerá el
nerviosismo. De Abate, citando a Orage (Del Amor y otros Ensayos), nos
recuerda:

“El hombre ordinario está a merced de su organismo: de su centro


instintivo (impresiones recibidas por los sentidos, de apetitos,
inercia, enfermedad); de sus emociones (asociaciones relacionadas
con personas y lugares del pasado y del presente, gustos y
disgustos, miedo y ansiedad); de su mente (imaginación, soñar
despierto, sugestibilidad”.1

Un tipo de temperamento no es bueno ni es malo. Es decir, el


temperamento no es moral ni inmoral, válido o inválido. Pero
evidentemente que todo tipo de temperamento es controlable mediante
la razón, y por ello la conducta de cada persona no consiste en la sola
actuación del temperamento, sino que el temperamento está guiado por
la razón.

1 DE ABATE, John: Valores Humanos. Amigo del Hogar, Santiago, Rep.


Dom, 1992, Pág. 46.
Carácter

Habíamos dicho que el carácter es el modo peculiar de ser de cada


persona, y por el cual cada uno se distingue de los demás.

Pero además es preciso decir que el carácter es la sumatoria de varias


condiciones: del temperamento, del ambiente, de la educación, de las
experiencias vividas y de la madurez interior.
Por ser el resultado de dicha sumatoria, el carácter está
cambiando, evolucionando, continua y gradualmente, en un orden
ascendente y de madurez. Porque somos lo que somos gracias a nuestro
carácter. Por ejemplo, si eres de carácter afable atraerás a las personas
hacia ti. Diferente sería la situación si eres de carácter brusco; si eres
de carácter decidido y emprendedor, lo más probable es que seas una
persona exitosa.

El carácter proporciona estabilidad en la persona. Por eso, cuando


resultas impredecible porque rápidamente cambias de opinión, de
deseos o de gustos, según seas influido por unos y otros, decimos que
eres una persona sin carácter. A quienes cumplen con estas
características los tildamos como personas veletas, que van donde las
lleva el viento. Es decir, quien no tiene un carácter definido carece de
personalidad.

Una de las señales más claras de que posees un carácter bien


formado y maduro, es la libertad de conciencia con que actúas, pues ello
indica que tu conducta obedece a la realidad y a la verdad, y no a
prejuicios o falsas ideas que puedas tener. De Abate nos presenta con
claridad esta idea:

“Tal vez el aspecto más importante del carácter es la madurez


interior o amplitud de conciencia. Por supuesto, toda amplitud de
conciencia descansa en la libertad. En ese sentido, la libertad no
consiste en hacer lo que uno quiere sino, sobre todo, en seleccionar
qué escala de valores utilizará en un momento dado. La libertad es
la capacidad de liberarme
de los condicionamientos. Si yo, por ejemplo, estoy lleno de
prejuicios raciales, carezco de libertad. El prejuicio es un
condicionamiento que me impide escoger.”2

Factores que configuran el carácter

En el fondo de cada persona y su carácter, existen una serie de


factores determinantes, unas veces vividos conscientemente y otras
veces de manera inconsciente.
Entre los factores que configuran el carácter se encuentran:

1ro.) Las experiencias positivas o constructivas.

Toda experiencia la consideramos positiva cuando contiene, por lo


menos, una de las siguientes tres condiciones:

a) Es una toma de conciencia, aún parcial, de lo que soy en sentido


positivo y real: inteligencia, voluntad, iniciativa, creatividad,
empuje.

b) La comprobación positiva de que algo exterior a mi persona –


otras gentes, acontecimientos, situaciones, oportunidades, etc.-
me favorecen, me protegen, me reafirman, me aseguran. Es
decir, cuando me siento querido, aceptado, valorado.

c) Una actividad positiva hacia el mundo de tipo expansiva,


afirmativa, armónica, inteligente, amorosa, decidida, alegre,
enérgica.

2do.) El desarrollo de una actitud positiva.

Las actitudes positivas dependen, en alto grado, del estado de


ánimo. Y, la mayor parte de las veces, el estado de ánimo es el
resultado

2 Ibid, Pág. 47.


de las circunstancias externas e internas. En este sentido es importante
señalar que la mayoría de las personas son dominadas por factores
externos y llevadas a un estado de ánimo. Esto ocurre cuando vivimos
apoyados exclusivamente en el mundo exterior dependiendo, en exceso,
de lo que nos rodea. Aunque generalmente cuando sentimos que nos
falta el mundo exterior, tendemos a sentirnos incómodos o con
malestar.3

3ro.) El tercer factor es el Autocontrol.

Teniendo control de nuestra conducta, evitamos el surgimiento de


tendencias perjudiciales para nuestros objetivos conscientes. Es muy
saludable “estar despiertos”, es decir, vigilar nuestros actos y
conducirlos por un camino constructivo, progresista y armonioso.
Ese estar despiertos se equipara a la atención plena que ha de tener
cada persona para expresarse con dominio de sus actos. Dicho de una
manera más amplia:

“La atención es un gran instrumento de autocontrol de


crecimiento interior. Nos referimos a la atención, que implica -
estar en las cosas-, - darse cuenta cabal de lo que está ocurriendo-,
-ser plenamente consciente-, -tener la mente vigilante, alerta y
despejada-. Para hacer esto hay que tener interés en las cosas y en
la vida, tener deseos de comprender, tener amplitud mental.
Muchas personas viven con un nivel de atención muy bajo. Creo
que eso es lo que diferencia a los triunfadores, de los que viven
mediocremente”.4

¿Cuáles resultados reales arroja el cultivo de la atención a que nos


referimos? Pues los siguientes:

3 En este aspecto es importante insistir que la persona de carácter no


vive exclusivamente en base a un mundo exterior. Por el contrario, la
persona de carácter tiene un rico mundo interior de valores –la fe, la
confianza, la autoestima, la esperanza- que la llevan a ser la autora de
sus propios actos. Para ello debemos conocernos en profundidad.

4 Ibid, Pág. 49.


1.- Aumenta la capacidad para recibir y registrar estímulos desde el
exterior.

2.- Mejora la fijación de los estímulos, por lo tanto aumenta la memoria.

3.- Facilita comprender inmediatamente las ideas de otras personas o


situaciones.

4.- Optimiza el razonar porque se tienen, en la mente, más datos para


trabajar.

5.- Favorece una amplia visión de conjunto, lo cual impide caer en


errores o parcialidades.
6.- Facilita ver mejor la esencia de los problemas, evitando distracciones
con problemas menores.

La familia como agente educador

Desde niño tengo la clara conciencia de que la familia es la primera


escuela, la primera iglesia y el santuario de la vida. Por eso, la familia
resulta insustituible en el proceso de desarrollo y crecimiento del ser
humano.
Es una realidad irrefutable que en la vida se piensa y se actúa a partir de
la educación que se posee: “La familia que obra bajo los principios de la
rectitud y demás buenos valores humanos, proyectará en sus hijos una
conducta afín a estos principios.

Igualmente una familia que se encuentre debilitada, desintegrada o


carente de valores no podrá infundir buenas costumbres en sus
retoños.
Si en cualquier situación cotidiana en las que nos encontremos,
observamos el comportamiento de algún niño en particular, podemos
obtener indicios sobre los valores que pueden estar inculcándosele en su
hogar. También podríamos observar algunos antivalores que aprenden
de sus casas. Por ejemplo, si vemos que desde pequeños no son asiduos
a respetar algo tan sencillo como es el esperar su turno en una fila, ya
sea en un restaurante o a la entrada de algún lugar, y más bien lo que
hacen es colarse sin ninguna vergüenza, podríamos estar enfrente de
un niño al que no se le ha enseñado, desde su primera escuela que es su
hogar, los principios básicos de convivencia y respeto a los demás.

Igualmente se pueden ver ya desde edades escolares, rasgos de


patanería en algunos niños, con tendencia a la humillación y a la burla
de sus coetáneos, siendo esto un síntoma de quizás una actitud
semejante en alguno de sus progenitores. Algunos padres no son
conscientes de lo buenos receptores que son los niños en cuanto a copiar
conductas.

Si un padre es agresivo conduciendo en las carreteras y se ufana de ser


temerario e irrespetuoso, puede estar siendo un mal ejemplo para el
niño que observándolo, en su inocencia, piense que esa es la forma en
que debe comportarse y será un potencial conductor temerario,
irrespetuoso de las leyes, que igualmente llegaría a creer que tal
proceder es más bien un signo de audacia y de superioridad sobre los
demás, poco intrépidos, que sí respetan las leyes.

Las familias modernas están excluyendo en gran medida su función


básica y esencial de ser una institución educadora de los hijos,
recargando esta tarea a los centros educativos, olvidándose de que las
escuelas son el complemento de lo que ya se ha empezado en el hogar.

El deterioro social al que nos estamos enfrentando, podría


revertirse si desde dentro de nuestras familias tomamos conciencia de
lo vital que es enseñar a los hijos a ser respetuosos con todas las
personas, pero para eso los padres de familia son los que deben dar el
primer paso y dejar atrás conductas que no están acordes con la

consecución de una sociedad civilizada y pacífica”.5

Analizando la familia como educadora, UNICEF internacional


interviene para especificar cuál es el rol de la escuela y cuáles roles
corresponden a la familia. Veamos este artículo que publican en Internet
con respecto a la familia como educadora:

“Enseñar a leer y escribir, así como otros aprendizajes

importantes, es un asunto de la escuela. Pero usted, como mamá o

como papá, cumple un papel insustituible.

Lo que el niño más necesita desde muy temprana edad es a una mamá y

a un papá (o a un adulto que ejerza esas funciones) que atienda sus

necesidades y le dé, a la vez, la oportunidad de expresarse. La confianza

en sus logros y posibilidades, y el estímulo para intentarlo favorecen que

el niño se interese por las cosas del mundo, sea curioso y hábil para

relacionarse con lo nuevo.

5 Es la intervención del Médico Psiquiatra Eduardo Arias Ayala,


concretamente en su sitio: http://www.conoze.com/doc.php?doc=7650
La escuela es para los niños un espacio social diferente al de la familia.

Ellos necesitan que usted "tienda puentes" entre ambos espacios que

favorezca la integración con su grupo de compañeros y con sus docentes,

que se acerque a la escuela para averiguar cómo les va y que participe

toda vez que sea posible de aquellas actividades a las que lo hayan

convocado. Mirar con los niños el cuaderno de clase, revisar sus útiles,

ayudarlos a organizarse e interesarse en los asuntos y su escolaridad es

equivalente a los mimos y cuidados que usted les daba cuando eran más

chiquitos.

La educación es una tarea que requiere esfuerzo de todas las partes y

durante mucho tiempo. Y, justamente, se espera que cada niño esté

dentro del sistema educativo muchos años. Por eso es importante que no

sólo los chicos estén "mentalizados" con respecto a que deben ir a la

escuela, sino que también los padres deben hacerse a la idea de que con el

comienzo de la escolaridad de cada hijo se abre una etapa que demandará

de ustedes por mucho tiempo. ¿Es mucho trabajo? Según cómo se mire,

sí. Pero también es la aventura de acompañar más plenamente el

crecimiento de los chicos y el desafío de construir día a día un vínculo

con ellos que les permita sentirse acompañados en el proceso de

aprender, disfrutar más de sus familias y estar mejor preparados para el

futuro”.6

6 (weblog.mendoza.edu.ar/padres/archives/000124.html)

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