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¿La hegemonía conversacional?

Notas para continuar una discusión

Luis Fernando Chueca

uno embargo, que el asunto no me desagrada pues se trata de


una provocadora llamada hacia una discusión seria y sustan-
En una de sus posibilidades de lectura, el ensayo La hege- tiva y, además, porque una de las preocupaciones que me
monía de lo conversacional. Algunos apuntes sobre poesía llevaron a escribir “Consagración de lo diverso” fue precisa-
peruana última (1988–2008)1, de José Carlos Yrigoyen, re- mente la ausencia de una revisión detenida y de discusiones
presenta una discusión de mi “Consagración de lo diverso. consistentes sobre lo que venía ocurriendo. El intercambio
Una lectura de la poesía peruana de los noventa”, publi- ecuánime de ideas, tan escaso sobre todo cuando de lo más
cado en el 20012. Su segundo capítulo –que, más allá de reciente se trata, resulta indispensable para una compre-
corresponder solo a una revisión a la poesía de la década de sión más amplia del proceso poético de nuestro país.
los 90, constituye la columna vertebral de su acercamiento
a todo el periodo propuesto y resulta, en ese sentido, ca- En términos generales, sostiene Yrigoyen que no
pital para el balance que propone– polemiza puntualmente hubo en los 90 –como yo propuse– ni hay entre los poetas
con algunos de los planteamientos centrales de mi texto. más jóvenes, una real impugnación, que merezca la pena
Así mismo, la parte medular de su título remite sin dudas ser considerada, de la posición hegemónica del paradig-
a una afirmación de mi ensayo: ahí sostuve “el final, en ma de lo conversacional, sino apenas las excepciones que
los noventa, de la hegemonía de la dicción conversacional” siempre, desde su consolidación a mediados de los 60, exis-
(70), frase que él cita en la página 21 para empezar a esta- tieron. Su estrategia argumentativa parece impecable: si
en “Consagración de lo diverso” yo propuse nueva líneas
blecer sus discrepancias.
para mapear la poesía en curso en los noventa, él apunta
a desmontar cuatro de ellas, las que reconoce como aque-
Lo anterior es una invitación a la polémica. Ello,
llas que, en mi propuesta, se alejan de lo conversacional, y
además de la amistad y varias conversaciones con José Car-
deja como saldo solo una en pie: la que yo aludo como “la
los a propósito de estos temas, me lleva a escribir estas
correspondiente a la construcción arquitectónica que dise-
breves notas, aun cuando no tenía pensado detenerme otra
ña un recorrido (extensos conjuntos en que cada uno de los
vez en un acercamiento global a la poesía de las dos últi-
textos es en realidad un paso o una estancia en el trayecto
mas décadas ni a la del 90 en particular. Debo confesar, sin
que es el libro: un único poema), y un lenguaje que tiende
1 Lima: Centro Cultural de España &Lustra editores, 2008. al barroquismo por su recargamiento y los diversos registros
2 Lienzo 22. Lima: Universidad de Lima, 2001, 61–131.

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que articula (culto, coloquial, técnico, lírico, antipoético, la aventura de la experimentación formal” (11). Podría su-
etc.)” (106). Las otras tres –“el poema como espacio de ponerse, por supuesto, que Yrigoyen considera irrelevante
ritualización” (101), la apuesta por un lirismo extremo y la explicitación porque se trata de una categoría suficiente-
desrrealizador (105) y la “vocación de libertad total de la mente conocida y le basta entonces con decir conversacio-
palabra” (109)– parecen caer al piso al proponer Yrigoyen la nal y británico modo. El problema es que, al no puntualizar
otra pieza clave de su propuesta: que no es posible soste- el contenido de su concepto básico, sino simplemente uti-
nerlas como alternativas serias frente a la canónica del bri- lizarlo, se permite, sin necesidad de justificaciones, incluir
tánico modo por apoyarse en resultados poéticos de insufi- en el casillero de lo conversacional –con frases como “ma-
ciente calidad y trascendencia, como él estima algunos de tices más matices menos”, “en mayor o menor medida” o
los poemarios que yo cito como ejemplos. De estas líneas, “de alguna manera”– libros y propuestas que, a mi juicio,
sin embargo, solo una es abordada frontalmente (lirismo distan bastante de serlo, al menos de modo transparente.
extremo). La segunda (libertad total de la palabra) es rela- ¿Algunos nombres? En los 90: Javier Gálvez, Lorenzo Hel-
tivizada: “Algo similar ocurre con el espacio dedicado a la guero4, Josemári Recalde, Chrystian Zegarra, Victoria Gue-
vocación de libertad total de la palabra, aunque es verdad rrero5. En los 2000: Romy Sordómez6, Paul Guillén7 y daría
que en menor grado” (27). La última (el poema como es- la impresión inicial de que Andrea Cabel fuera incluida en
pacio de ritualización), salvo la afirmación de que también el casillero conversacional8. Yrigoyen esgrime a Présago e
podría haberse reconocido en las promociones anteriores3, historia secreta, los libros más recientes de Sordómez y
queda prácticamente sin mencionarse; es decir, Yrigoyen
cancela implícitamente su validez, pero sin discutirla; se 4 “La mayoría de sus elegidos [se refiere poetas del 90 incluidos por Ricardo
González Vigil en su Antología de la poesía peruana (1999)], Carlos Oliva,
limita a extender sobre ella la sombra de sus otras impug- Miguel Ildefonso, Roxana Crisólogo, Lorenzo Helguero, Lizardo Cruzado,
naciones: como rebatió de modo aparentemente eficaz dos Javier Gálvez, Xavier Echarri, Montserrat Álvarez y Selenco Vega son en
líneas, a la tercera le correspondería el mismo destino. mayor o menor medida poetas conversacionales cuyos registros parten in-
equívocamente de rutas trazadas ya dos y hasta tres décadas antes” (15).
5 “Bernales y Villacorta agregan [en Los relojes se han roto. Antología de
la poesía peruana de los noventa (2005)] a Victoria Guerrero y a Martín
dos Rodríguez–Gaona –dos de las voces más importantes de su generación
y cuya calidad se ha reconocido tardíamente–, a Josemári Recalde y a
Mi primer gran reparo al texto de Yrigoyen es metodológico, Chrystian Zegarra. Todos los autores que Bernales y Villacorta incluyen
pero con consecuencias de fondo. Me refiero a la ausencia, en su antología, matices más matices menos, son parte de la línea con-
versacional imperante” (16).
en todo su trabajo, de una definición de la categoría de 6 “Présago [última entrega de Romy Sordómez] mantiene una deuda im-
conversacional. Si el texto propone como tesis central la portante con el Eliot de La tierra baldía, de donde procede su epígrafe
continuidad de su hegemonía, debió el autor preocuparse […] y buena parte de técnicas y símbolos con los que Sordómez construye
por consignar su comprensión del concepto. Sin embargo, lo la narratividad poética en la que su proyecto está fundamentado” (47).
7 Sobre Guillén Yrigoyen menciona la impronta hinostrociana en La trans-
único que hay al respecto es, al inicio de su ensayo, la frase formación de los metales (2005) y cierta influencia de Leopoldo María
en donde afirma que “[l]a corriente hegemónica, la con- Panero en historia secreta (2008).
versacional, la del británico modo, parecía prácticamente 8 Queda claro que no la incluye dentro del rubro, pero la formulación con
que inicialmente la presenta podría confundir a un lector desprevenido:
agotada” (9). La explicación citada, a la vez, representa su “Otros poetas, la mayoría algo más jóvenes que los ya mencionados, han
punto de partida, pues corresponde a lo que él llama la cri- dado muestras en estos últimos años de un talento y oficio promisorio.
sis de los ochenta: la sensación experimentada por los poetas, Casi todos ellos han aparecido alrededor de la segunda mitad de la déca-
a finales de esa década, de encontrarse en “un callejón sin da y publicado uno o dos libros inscritos dentro del campo de lo conversa-
cional. La más voceada de ellos es indiscutiblemente Andrea Cabel” (60).
salida”, sin más posibilidades que la ultrarretorización dentro Se extraña, frente a la constante mención de lo conversacional como lo
del mismo modo de escribir (el conversacional) o “lanzarse a más y mejor desarrollado por parte de los poetas que menciona en su
trabajo, la precisión acerca de que “la más voceada” es justamente una
3 “¿No podría entrar un autor como Livio Gómez, el primer Julio Ortega, o que no calza con el paradigma canónico, como resulta claro al leer las
incluso Juan Ojeda, todos poetas de los sesenta, en el registro que habla líneas que siguen en que Yrigoyen comenta su libro Las falsas actitudes
del poema como espacio de ritualización?” (25–26). del agua (2006 y 2007).

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Guillén, respectivamente, junto con los claramente con- escribiendo más o menos bajo ella” (18). En el caso de Victo-
versacionales Quién las hojas, de Miguel Ángel Sanz Cheng, ria Guerrero es interesante señalar que lo que ocurre es, más
y Octubre, de Manuel Fernández, como muestra de que “los bien, lo opuesto. De este reino (1993) es indudablemente un
poetas de este siglo se sienten cómodos con una manera de libro conversacional. Pero ¿lo es Cisnes estrangulados (1996)?
escribir que es, en el fondo, la misma de sus antecesores de ¿Lo son El mar, ese oscuro porvenir (2002) y Ya nadie incendia
hace treinta años” (68–69) y eso le permite afirmar, contra el mundo (2005)? Si queremos hablar de fuentes de las que
lo que antes postulaba9, que “mientras sigan produciendo bebe una propuesta poética y que contribuyen a la defini-
libros como [los recién mencionados], no veo por qué esto ción de su lenguaje, en Ya nadie incendia el mundo –para
[es decir la continuación del paradigma hegemónico con- limitarme a este libro, que es sin duda el más importante de
versacional] deba ser un motivo de aflicción” (69). Romy Guerrero y uno de los poemarios más interesantes entre los
Sordómez, Paul Guillén, Andrea Cabel… nombres, como publicados en la última década–, lo conversacional posible de
cualquier lector enterado sabe, nada prescindibles. detectar es definitivamente menor y menos gravitante que
lo que podríamos llamar una búsqueda expresionista o un
Para evitar caer en el mismo error que señalo tra- simultaneísmo de raíces más francesas que anglosajonas.
taré, sucintamente, de desarrollar algunas de las razones
de mis reparos. Si lo conversacional es algo diferente de, Chrystian Zegarra –poeta de las canteras de Inma-
simplemente, un discurso comprensible o coloquial, cuyo nencia, grupo al que alude en primer lugar el fragmento ci-
lenguaje y sintaxis son medianamente llanos, que es lo que tado en el párrafo anterior– hace un camino más cercano
podría desprenderse de la elemental proyección de conver-
al identificado por Yrigoyen; sin embargo, ni aún así puede
sación en conversacional, y si para su configuración se debe
tener en cuenta sobre todo una narratividad culturalista de afirmarse que Escena primordial y otros poemas (2005) sea
huella anglosajona (que está a la base de apelativo británi- un libro que represente cabalmente la renovación dentro de
co modo) consolidada en Hispanoamérica en los años 60, no lo conversacional que Yrigoyen postula como el camino más
veo cómo sea posible afirmar sin más que los poetas recién interesante –el hegemónico– seguido por los poetas de los 90.
mencionados sean conversacionales. Que conocen lo con- Los “Otros poemas” del libro están cerca de ello, pero en
versacional y han utilizado algunos de sus procedimientos “Escena primordial”, la sección que le da el título al conjun-
para constituir su lenguaje no me cabe la menor duda, pero to, como en El otro desierto (2004), su libro anterior, el poe-
eso es muy distinto a identificarlos con tal matriz. Basta ta se mantiene a importante distancia de dicho paradigma.
leer con atención, por ejemplo, Libro de Daniel (1995) de
Javier Gálvez para reconocer que su textura es mucho más Lorenzo Helguero es un caso muy particular, pues
reflexiva y contemplativa que narrativa, y que, si de filia- así como ha escrito libros claramente conversacionales, tie-
ciones se trata, tanto como el Hinostroza de Consejero del ne también otros muy lejanos. Se trata de un poeta que
lobo –o más que él–, están presentes el Saint–John Perse de
ha ensayado muy diestramente diversas voces y registros,
Anábasis (fuente bebida seguramente a partir de Hinostro-
za), Juan Ojeda, Eielson o el Rose de Las comarcas. hasta el punto de que podría pensarse que sus poemarios
pertenecen a autores distintos. Sin embargo, sus primeros
En su ensayo, Yrigoyen señala que “buena parte de libros (aquellos tempranamente reconocidos en los 90), Sa-
poetas de los noventa […] que adoptaron una actitud pública piente lengua (1993), Boletos (1993) y Beisánn o el abismo
contraria a la tendencia coloquial agotada […] terminaban (1996) están lejos del conversacionalismo, aunque quizás
se pueda reconocer que detrás de la postura de Helgue-
9 En “Nota a Lesley Gore en el infierno”, Yrigoyen escribía sobre “la cada ro como poeta (no de su lenguaje en estos libros) está la
vez mayor insistencia de seguir girando alrededor de nuestros mismos percepción del autor como operador de discursos diversos,
iconos, nuestras siempre seguras referencias, del mismo tipo de poesía
que nunca tiene pierde: la que nunca será ni muy buena ni muy mala”,
esta sí afín –aunque no exclusivamente– al paradigma con-
y exhortaba a que (algo que al parecer ahora no le preocupa tanto) “los versacional. Para no abusar del lector, diré finalmente que
poetas del sesenta dejen de ser los negros literarios de nuestras mentes” no entiendo cómo una poesía de celebración ritual y bordes
(odumodneurtse 3, marzo 2004, p. 3).

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místicos como la de Josemári Recalde puede ser calificada como señaló Antonio Cornejo Polar, “la ruptura del enclaus-
como conversacional sin experimentar la sensación de que tramiento del lenguaje intrínsecamente poético”, lo que
la categoría ha pasado a significar algo diferente de lo que trajo como correlato que
se pretendía con su establecimiento.
el sujeto lírico pierde, con este hecho, su identificación so-
cial. En otros términos, no puede seguir afirmando su iden-
Con relación a los poetas del 2000, puedo decir que tidad como agente especializado de ciertos códigos de uso
la base eliotiana que Yrigoyen reconoce en Présago de Sor- restringido, consensualmente adscritos al universo de la alta
dómez se puede defender con pocas discusiones en el primer cultura, y su competencia lingüística, antes diferenciadora y
apartado del poemario, pero al configurarse el resto del libro jerarquizante, parece sumergirse en la común aptitud de los
hablantes de una lengua determinada10.
(claramente las secciones II a V) desde un discurso en el que la
dimensión lírica resulta notoriamente predominante, es difícil Puede hablarse, en este sentido, como añade Cornejo, de
sostener lo conversacional como fundamento de su proyecto. una suerte de democratización de la poesía. Este “acerca-
Es complicado, incluso, aceptar que la narratividad siga siendo miento a la oralidad, a los rasgos de la coloquialidad del
tan importante como en la primera sección. En cuanto a Paul lenguaje”, además, como ha apuntado Rodrigo Quijano, se
Guillén resulta extraño que haya extendido implícitamente a consolidó, también, como un intento de vinculación por par-
historia secreta su diagnóstico sobre La transformación de los te de la progresista ciudad letrada de los sesenta “con lo
metales, aun cuando reconoce que “las elecciones asumidas real social emergente”11. Estas precisiones permiten calibrar
para la construcción de esta historia secreta van más acorde la importancia no solo estética sino política de la categoría,
con lo que se está haciendo dentro del concierto de la poesía lo que engancha con el hecho de que este registro fue el
latinoamericana reciente (en especial la nueva poesía chilena) privilegiado, por ejemplo, por el consagratorio premio Casa
que con lo ocurrido últimamente al interior de nuestra propia de las Américas de Cuba en los 60 y principios de los 70 o uti-
coyuntura” (59–60). Yrigoyen acierta al reconocer a Hinostroza lizado, años más tarde –al menos en sus rasgos más asibles–,
como una referencia fundamental para los jóvenes poetas del por los conductores de los talleres de poesía popular en los
2000, pero ¿basta esto para decretar el conversacionalismo de años iniciales de la Nicaragua sandinista. A partir de ello es
quienes evidencian esta influencia? necesario preguntarse sobre si, con el peso político de la ca-
tegoría casi dejado de lado –con el paso del tiempo– hasta
Repito, lo que sustenta mis reparos anteriores es representar principalmente solo un paradigma estilístico, su
la ausencia de una definición de lo conversacional en el en- uso conserva la misma utilidad. Lo que daba unidad a la poe-
sayo de Yrigoyen. Si la hubiera, podría aceptar que para su sía (tan distinta entre sí, dicho sea de paso) de Enrique Lihn,
evaluación se trate de propuestas conversacionales, aunque Antonio Cisneros o José Emilio Pacheco, figuras emblemá-
discreparía quizá de su uso terminológico. Al no haberla, el ticas de la poesía conversacional hispanoamericana, ¿sigue
autor afirma la continuación de la hegemonía conversacio- siendo aplicable para la poesía de Xavier Echarri o de Gastón
nal en nuestra poesía reciente argumentando su tesis con Agurto? A lo que me refiero es a si, cuarenta años después de
algunos ejemplos demostrativos que podrían utilizarse para establecerse como eje del canon hispanoamericano –y den-
sostener lo contrario. Y esto se vuelve irremediablemente tro de una ruta en gran medida no solo despolitizada sino
en contra de su propuesta, pues se trata de poetas cuyas desprendida de la vocación historizadora y crítica que tenía
obras son suficientemente relevantes y difíciles de conside- en sus inicios–, todavía reporta algún beneficio significativo
rarse meras excepciones. para la crítica literaria calificar solo o principalmente como

Antes de seguir con esta discusión, la central (si lo 10 Cornejo Polar, Antonio. “La problematización del sujeto en la poesía co-
loquial”. En Mc Duffie, Keith y Rose Minc (editores). Homenaje a Alfredo
conversacional siguió o dejó de ser hegemónico en los 90), A. Roggiano. En este aire de América. Pittsburg, Instituto Internacional
vale la pena recordar que, como membrete, conversacional de Literatura Iberoamericana, 1980; p. 202.
se consagró en la Hispanoamérica de los 60 para explicar, 11 Ver: Quijano, Rodrigo. “El poeta como desplazado: palabras, plegarias y
precariedad desde los márgenes”. Hueso Húmero 35; p.35.

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conversacionales propuestas como las Carlos Oliva o Montse- republicana, provocó que la dispersión fuera aceptada sin
rrat Álvarez. ¿Resulta provechoso establecer una común recelos13, y hasta asumida como un valor. Todo ello trajo,
matriz conversacional en Miguel Ildefonso y Selenco Vega? como consecuencia, el casillero de la insularidad, en que
¿Qué tan cerca están entre sí el hipercoloquialismo de Martín antes recalaban desarrollos poéticos como los de José Mo-
Rodríguez–Gaona y el registro de representación suburbana y rales Saravia o Carlos López Degregori14, resultara práctica-
popular de Roxana Crisólogo? mente inexistente para los poetas de la nueva promoción,
tanto como, creo, lo sigue siendo entre los más jóvenes.
Aunque estos últimos aspectos no los desarrollé
puntuamente en “Consagración de lo diverso”, cuando se-
ñalé mi interés por la identificación de más líneas o espa- tres
cios que los habitualmente reconocidos, y dejé planteada
mi reticencia a decir simplemente conversacional, lo hice Yrigoyen afirma que lo insular, “estanco que se supone im-
porque experimentaba no tanto el agotamiento de las po- posible en un periodo de supuesta dispersión”, “existía y
sibilidades que ofrece el amplio abanico de esta modalidad aún existe” (29) y afirma que propuestas como las de Rafael
estilística, cuanto las limitaciones de su uso crítico. Se me Espinosa, Gonzalo Portals y Alberto Valdivia –que yo agrupé
hacía indispensable pensar en otros modos de organizar la en la línea de las construcciones arquitectónicas ya mencio-
producción poética de esos años que resultaran más reve- nada– corresponden a ese casillero. El reconocimiento de lo
ladores de esa gran complejidad que es la poesía peruana insular está directamente vinculado con la convicción de lo
y que evitaran, a la vez, caer en el extremo opuesto que hegemónico y, por ello, resulta central en esta discusión. El
significaría abstenerse de establecer puntos en común en- problema es, nuevamente, que José Carlos Yrigoyen deja sin
tre las propuestas personales y preferir solamente abordar precisar cómo entiende hegemonía en su trabajo. Se pueden
cada obra o cada poeta de manera aislada. reconocer hasta tres posibilidades en su texto: a) La mayor
calidad poética. Lo que se colige es que lo conversacional es
En estricto, no considero que las nueve líneas que hegemónico porque los representantes más interesantes de
propuse y sus sustentos no deban revisarse, todo lo con- los 90 y del 2000 son conversacionales. Los pocos restantes a
trario. Tampoco afirmé que la diversidad fuera nueva en los que se les puede reconocer interés son –deben ser– insu-
la poesía peruana de los 90; la veía y la veo claramente en lares. b) La cantidad. Dice el autor: “Que de los ocho [nueve]
los 80 y, aunque de modo menos contundente, también en registros propuestos por Chueca cinco obedezcan a las líneas
los 7012. La particularidad de los 90, repito, es que Eliot y propuestas por los poetas más representativos del ‘británico
Pound como las líneas maestras, o la representación poé- modo’, y que sean estas las que aglutinan la mayor cantidad
tica de la oralidad o las voces como una tarea necesaria, de poetas estudiados por él dice mucho de lo erróneo que es
por mencionar dos temas muy mentados en los 80, no eran hablar de un cuestionamiento a la hegemonía de conversa-
preocupaciones generales entre los noventeros, que asu- cional” (22–23)15. c) La valoración crítica: como lo consagra-
mían su aventura poética de una manera más abierta, y do por la crítica es lo conversacional, esto resulta hegemó-
en realidad desconcertada. Ese desconcierto, reforzado sin nico. De las tres posibilidades, la segunda se contradice con
duda por la crisis del horizonte utópico y la pérdida general
de las seguridades y, entre nosotros, la guerra interna, la 13 Un ejemplo es el claro retorno, por parte de muchos poetas del 90, a
los recintos de la intimidad. En esto, por supuesto, cumplió su parte la
dictadura fujimontesinista y la experiencia más fuerte de experiencia de la guerra interna como una carga –vital y expresiva– difí-
corrupción y descomposición social quizá de toda la vida cilmente procesable.
14 A quien también Yrigoyen, para mi sorpresa, considera circunscrito den-
12 Los sesenta representan un caso particular, porque recién hacia la mitad tro de la línea hegemónica de lo conversacional (13).
de la década se produce la consolidación del paradigma conversacional, 15 Una errata contribuye a la mayor contundencia de la frase tal como apa-
que se canoniza en el 67 con Los nuevos de Leonidas Cevallos. Decir, en- rece impresa en La hegemonía de lo conversacional. No es lo mismo, por
tonces, que en los 60 no solo hubo solo poetas conversacionales es, qué supuesto, cinco de ocho que cinco de nueve, que fueron los espacios que
duda cabe, una verdad de Perogrullo. propuse.

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los planteamientos centrales de Yrigoyen. Dudo, entonces, Regreso ahora a mi argumento central en este
de que sea algo centralmente considerado por él. La primera apartado. Creo haber mencionado suficientes razones como
y la tercera sí merecen atención. para cuestionar la fácil inclusión de poetas como Javier Gál-
vez, Lorenzo Helguero, Josemári Recalde, Chrystian Zega-
Veamos la primera: el asunto de la calidad poéti- rra y Victoria Guerrero en el casillero de lo conversacional.
ca es, como dije, uno de los ejes, el principal, de la crítica Si en esta lista añadimos a Espinosa, Valdivia y Portals, los
de Yrigoyen a mi trabajo. Él no discute la existencia de tres a los que Yrigoyen les concede “que lograron pasar por
(varios o muchos) poetas no conversacionales, pero señala esa criba” [se refiere al filtro que permitiría excluir a los
que muchos de los espacios propuestos por mí no son más que presentan “hallazgos [que] han sido hasta hoy pobres o
que “una fantasía” porque los sustento a partir de “dos o inacabados” (29)], y le añadimos una voz como la de José
tres autores cuya importancia dentro de la evolución de la Pancorvo, llegamos a sumar nueve, frente a los cuales po-
poesía noventera es escasa o nula” (26). Es claro que en dríamos colocar otros nueve –Montserrat Álvarez, Martín
“Consagración de lo diverso” no tuve un interés mayor por Rodríguez–Gaona, Miguel Ildefonso, Xavier Echarri, Selenco
explicitar, a modo de un listado, qué era lo más relevante Vega, Roxana Crisólogo, Gastón Agurto, Lizardo Cruzado, y
para mí de los 90, aunque creo que no es difícil desprender el propio Yrigoyen– de preeminente filiación conversacio-
–a partir de varias de las anotaciones realizadas, extensión nal. Alcanzamos así a configurar el núcleo más representa-
mayor de los comentarios sobre algunos poetas o citas tex- tivo e importante de los 90, con el que, imagino, Yrigoyen,
tuales de poemas a modo de muestra– diversas valoracio- en gran medida, coincidiría. Entonces, ¿aquello que no se
nes entre las que, supongo, Yrigoyen reconocería algunas inscribe en la matriz conversacional no tiene, entre los poe-
o varias coincidencias. Sé, también, por testimonios indi- tas de los 90, calidad y trascendencia?
rectos, que esa ausencia de dictamen directo incomodó
a algunos de los poetas mencionados en el texto, pues se Si reduzco a la mitad esta lista propondría, sin
veían incluidos en una revisión en la que se agrupaba tam- establecer un orden de prioridad, a Guerrero, Zegarra,
bién, a su juicio –y a mi juicio en varios casos–, a poetas Helguero, Espinosa, Rodríguez–Gaona, Ildefonso, Yrigoyen,
de menor o escasa relevancia16. Pero era mi convicción, y Echarri y Álvarez, y tendríamos, a mi juicio, no solo un vir-
lo sigue siendo aunque para muchos esta postura resulte tual empate entre conversacionales y no conversacionales
incomprensible, que para entender un proceso es nece- –aunque, repito, no encuentro demasiada comodidad en
saria una consideración amplia de las posturas y poéticas esta catalogación–, sino, además, un núcleo que, creo, no
en juego. Poetas buenos, malos y regulares son los que le representa una caída frente a lo mejor de los ochenta, que
dan dinamismo a una escena y se vuelven, en ese sentido, es otra de las tesis de Yrigoyen. Alguien podría refutarme
indispensables a la hora de reconocer sus coordenadas. diciendo, por ejemplo, que ni la poesía de Zegarra ni la
Luego el tiempo y nuevos acercamientos críticos podrán de Guerrero habían alcanzado para el año de publicación
establecer, como lo han venido haciendo, qué es lo más de “Consagración de lo diverso” el grado de madurez que
relevante de todo ello17. hoy ostentan. Cierto. Pero también lo es que en ese ensa-
yo traté de vislumbrar lo que estaba en marcha, y los ca-
16 Algo de esto comenté en “Poesía peruana de los noventa: ecos de una po- sos mencionados son sin duda parte de ese proceso. Quien
lémica”, que se puede consultar en http://retornoalascreaturas.blogs- piense, finalmente, que si de dar los dos o tres nombres más
pot.com/2008/06/poesa–peruana–de–los–90–ecos–de–una.html relevantes del 90 se trata, estos estarían definitivamente
17 Esto no exime a quien se quiera animar a ensayar panoramas a tomar
todas las precauciones necesarias en su discurso. Me refiero a que no se del lado de los conversacionales, deberá reconocer que ca-
debe dejar de lado el hecho de que hay muchos vacíos en el conocimien- ben las discusiones y aceptar la paridad si la lista, como he
to de la poesía reciente, por ejemplo la que no llega a Lima. Es frecuente propuesto, se amplía un poco. El balance no es nada malo
suponer que aquello que no llega a Lima no es relevante, pero sin duda
se cometen –o se pueden cometer– graves distorsiones con ese criterio.
para una década que sigue a treinta años de hegemonía
Se olvida, muchas veces, que resonancia mediática no equivale necesa- de lo conversacional y teniendo en consideración, además,
riamente a calidad.

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que los poetas que emprendieron la aventura diferenciado- percibieron (ni perciben, porque buena parte sigue en acti-
ra, también pugnaban por no caer en representar simples vidad) que de ahí debían emerger los criterios rectores para
reciclajes de los lenguajes más prestigiosos del 5018. Y esto sus propia escrituras y mantuvieron sus búsquedas, cierto
está muy lejos del diagnóstico que Yrigoyen ofrece de la que muchas veces con débiles resultados, así como otras
poesía de los 70: “de esos cientos de libros [los que el autor con muy importantes logros. Ello estuvo enmarcado en un
contabiliza a partir de la Bibliografía de la poesía peruana concierto de diversidad (recitales, intercambios, publica-
65/79 de Jesús Cabel] solo se consideran apreciables un par ciones, encuentros diversos) que estimulaba tales búsque-
de decenas (y prácticamente todos ellos dentro de la línea das. Es en esa conjunción de apertura para ensayar caminos
conversacional hegemónica” (20). diversos (sin que por ello se considerara a quien lo hacía un
insular) y resultados poéticos valiosos (desde temprano o
La otra idea sobre la noción de hegemonía (la posi-
más tarde) donde yo situaría –si se me permite afinar la ló-
bilidad “c”) se traduce en que es la consagración crítica la
gica de mi propuesta del 2001–, la mayor importancia de la
que establece lo hegemónico. Es decir, en concreto, si dos
discusión del canon conversacional. Lo conversacional dejó
de los poetas más reconocidos en los años iniciales de la
de ser hegemónico porque, entre las posibilidades en juego
década del 90 (Echarri y Álvarez) y dos de los celebrados en
entre los poetas de los 90, no había una que concentrara
los años finales (Ildefonso e Yrigoyen) son parte del registro
la capacidad de seducirlos de modo predominante. Insular
conversacional, entonces lo conversacional resulta lo he-
podría haber sido en ese momento, quizá, un poeta que
gemónico. La operación me parece discutible, más allá de
escribiera o publicara en quechua o en aimara, como lo
reconocer la alta calidad de los cuatro mencionados19, pues
hace hoy Odi González, por ejemplo22. Y hay que reconocer
los 90 fueron años en los que la crítica se ocupó muy débil-
que en casos como este la insularidad no responde a la uti-
mente de la producción joven y, entre la poca que lo hizo20,
lización de un registro distinto dentro del sistema poético
la mayor parte miraba las nuevas producciones todavía con
usualmente reconocido como “literatura peruana”, sino a
los anteojos del paradigma 60–70. Acepto, no obstante, que
la más desestabilizadora (para la comprensión habitual de
se podría hablar de hegemonía desde esa perspectiva, pero
lo que se suele llamar poesía peruana) confluencia de sis-
el impacto de esta hegemonía crítica fue muy poco como
temas literarios distintos, y hasta enfrentados, dentro de la
para significar un feedback relevante para la hornada de
configuración de nuestra literatura.
poetas en formación en esos años. Me refiero a que la mayor
parte de ellos, contra lo que parece sugerir Yrigoyen cuando
escribe que “[p]ara el joven poeta que pretende trascender
en el panorama poético de nuestro país, mantenerse lejos cuatro
de la corriente hegemónica es complicar sus aspiraciones
tal y como era hace treinta años” (30, énfasis mío)21, no Lo apuntado en las páginas anteriores no agota lo que me
suscita la lectura La hegemonía de lo conversacional de
18 Imagino que si se hace un ejercicio semejante con los poetas del 2000,
promoción sobre la que, como conozco muy poco, me eximo de hacer
José Carlos Yrigoyen. Y no solo quisiera desarrollar más dis-
mayores comentarios, se puede llegar a concluir que nombres como los crepancias o anotar algunas entre las varias coincidencias.
de Cabel (en quien podría ver un desarrollo de la línea del lirismo ex- También me gustaría desviarme del trazado de esta discu-
tremo que Yrigoyen descartaba) y de Sordómez, así como los de Paul sión y pensar en si la consagración de lo diverso que, repito,
Guillén, y los mejores momentos de Rubén Quiroz y de Cecilia Podestá,
confirman que no es dable afirmar la hegemonía de lo conversacional. considero que sigue siendo vigente como caracterización
19 No hay que dejar de lado que en Ildefonso lo conversacional es lo más fundamental de nuestro escenario, representa una situa-
notorio, pero no lo único, ni en su primer libro, ni considerando los más ción necesariamente beneficiosa para nuestra poesía. No
recientes.
20 No refiero acá al reseñismo amical.
se me escapa, al respecto, como anoté, que la dispersión
21 También escribe: “Los que adoptaron una actitud pública contraria a la aceptada y valorada sin reparos a partir de los 90 es, en más
tendencia coloquial agotada pero terminaban escribiendo más o menos
bajo ella, manteniendo así la posibilidad de ser consagrado tarde o tem- 22 Que solo en años recientes se ha animado a publicar en quechua sus
prano por la rígida, inamovible crítica” (18, énfasis míos). poemas.

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de un sentido, el resultado de un tremendo desconcierto creto las oposiciones resultan bastante más matizadas que
producto del mundo sin seguridades que inventó el discurso lo que refleja su enunciación formal–) los poetas llegan a
posmoderno (la lógica cultural del capitalismo tardío, como exigirse hasta asomarse a los bordes espeluznantes, como
dijo Frederic Jameson), agravado por nuestra incertidum- confesó haber ello Vallejo en la escritura de Trilce? No ten-
bre ante la guerra interna. Es, de algún modo, la expresión go, como dije, una respuesta para ello ni este es, ahora,
de un “sálvese quien pueda” que desembocó en la construc- el espacio para buscarla. Solo quiero, para terminar estas
ción tímida de una diversidad de casilleros, todos igualmen- notas, dejar constancia de que el reclamo de Yrigoyen por
te protegidos o desprotegidos. ¿Este es el mejor escenario a que se reconozca el predominio de lo conversacional me ha
imaginar? ¿Sin un eje de confrontación definido (vanguardia resultado, precisamente por la discrepancia, una saludable
vs. modernismo; puros vs. sociales; conversacionales con- y necesaria siembra de inquietud en un suelo que a veces
sagrados vs. horazerianos– aunque en el terreno de lo con- amenaza con volverse excesivamente llano.

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