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Capítulo III

INDIOS Y ESPAÑOLES EN LOS PRIMEROS AÑOS DE LA FRONTERA IMPERIAL

El Imperio español no nació el 12 de octubre de 1492. Ese día las carabelas españolas, bajo el
mando de Cristóbal Colón, descubrieron tierras nunca vistas antes por ojos occidentales. Pero el
descubrimiento de las diminutas islas de las Lucayas fue un hecho fortuito, no el producto de un
plan imperial. Colón salió a buscar un nuevo camino hacia la India y dio con esas islas. Hubiera
podido dar con otras tierras, más al Norte o más al Sur, y para su propósito y el de los Reyes
Católicos —hallar la ruta que condujera a las islas de las especierías— el resultado hubiera sido el
mismo: ese camino no apareció entonces.

Tampoco nació el Imperio el día en que el Almirante levantó un fuerte en el borde norte de La
Española y dejó en él 40 hombres. Esos hombres no eran soldados de un ejército imperial; eran
tripulantes de la carabela Santa María. Su oficio era el de marinos, tal vez pescadores, y nada más.
Por otra parte, no se quedaron en La Española como guarnición adelantada de un Imperio, sino
porque en las dos carabelas que quedaron después del naufragio de la capitana no cabían todos
los que habían hecho el memorable viaje del Descubrimiento; algunos tenían que quedarse
mientras sus compañeros iban a España y volvían.

El Imperio nació el 27 de noviembre de 1493, al llegar frente a La Española la expedición que


organizó Colón, bajo la autoridad y con ayuda de los Reyes, para empezar a poblar las nuevas
tierras. En ese segundo viaje iban mil personas a sueldo del Trono, iban más de trescientos
voluntarios; iban caballos, cerdos, perros, semillas e hijuelas de plantas que debían aclimatarse en
el Nuevo Mundo. Ya no se trataba de hallar un camino hacia el Oriente; se trataba de extender
España, a través de súbditos españoles, hacia esa lejana frontera que quedaba en el Oeste. Los
hombres eran de varios rangos y oficios, hijosdalgo unos y otros artesanos y labriegos; y el
hijodalgo llevaba su espada y el albañil llevaba su plana, el zapatero su lezna, el carpintero su
martillo, el sastre sus tijeras y agujas, el agricultor su hoz.

En el momento de iniciarse el Imperio español en el Caribe, todas las tierras de ese mar estaban
habitadas por pueblos indios. Ellos mismos no se llamaban así. ¿De dónde, pues, procedía ese
nombre? Venía de que Colón y sus compañeros salieron de España para buscar el camino de la
India y creyeron haber llegado a la India, e Indias llamaron a las islas antillanas; Indias Occidentales
se llamarían en varias lenguas europeas, de donde vinieron a llamarse indios los pueblos que las
habitaban. Esos pueblos se relacionaban, pero eran diferentes. En La Española, la tierra escogida
para empezar la fundación del Imperio, vivían los tainos, de la rama arauaca. Los tainos se
extendían por el valle del Cíbao y la costa del sur. En el Norte estaban los ciguayos, que
probablemente habían llegado a la isla antes que los tainos. En Cuba había siboneyes, casi con
seguridad una rama arauaca emparentada con los tainos; había también un pueblo denominado
guanahatahibes, más primitivo que los siboneyes y tainos y quizá del mismo origen que los
ciguayos de La Española. No hay a la fecha una teoría que nos explique a satisfacción quiénes eran
y de dónde procedían ciguayos y guanahatahibes, pero no sería sorprendente que se tratara de
tribus prearauacas llegadas a las Antillas Mayores con mucha anterioridad a tainos y siboneyes y
por eso mismo menos evolucionadas. La composición étnica de Cuba y la de La Española se repetía
en Jamaica y Borinquen, y es probable que se extendiera, en menores proporciones, a otras de las
islas antillanas, por lo menos antes de la llegada de los caribes. En el momento de la llegada de los
españoles, Borinquen era atacada con frecuencia por oleadas de indios caribes que procedían de
las islas de Barlovento. No hay constancia de que sucediera igual en La Española, Cuba y Jamaica,
aunque tampoco hay razones para pensar que no ocurriera, si bien no con tanta frecuencia como
en Puerto Rico. Los pueblos indígenas estaban compuestos por muchas tribus y cada tribu tenía un
nombre que la individualizaba. Algunas de esas tribus habían llegado a ser sedentarias, esto es,
llevaban tiempo en un territorio determinado cuando llegaron los españoles; otras deambulaban
de un sitio para otro, buscando donde asentarse. Debemos tener en cuenta que aun las que
llevaban años en un lugar tenían que abandonarlo si se presentaban condiciones naturales
adversas, como una gran sequía, fuertes diluvios, enfermedades epidémicas; o si las obligaban a
hacerlo ataques de una tribu vecina. En el transcurso del tiempo esas movilizaciones debían
producir cambios por influencias de los pueblos con los que esas tribus tenían que mantener
contactos o simplemente porque quedaban sometidas a otras. Eso puede haber tenido, entre
varios resultados, el de que variaran los nombres de muchas tribus; el de cambios de la lengua,
aunque no fueran cambios fundamentales; el de cambios de hábitos, por ejemplo, el de guerreros
a menos pacíficos o a pacíficos. Así, en el muy complejo y numeroso pueblo caribe hubo tribus
guerreras y pacíficas, agricultoras y pescadoras, navegantes y de tierra, sedentarias y
trashumantes. Y es probable que dentro del área ocupada por los caribes vivieran tribus de otros
pueblos, lo cual venía a dificultar el conocimiento de los pueblos indios por parte de los españoles
del Descubrimiento.

El pueblo arahuaco, pongamos por caso, cuya rama taina vivía en la Antillas Mayores, debió
proceder del mismo sitio de donde procedían los caribes, esto es, el territorio de lo que hoy es
Venezuela; y debió llegar a las islas antillanas del Norte usando el mismo camino que usaban los
caribes para ir apoderándose de las islas más pequeñas. Irían seguramente navegando en sus
piraguas o canoas y pasando de isla en isla hasta llegar a las cuatro más grandes. El viaje de Hatuey
de La Española a Cuba demuestra que los indios de esas islas mayores se comunicaban entre sí. Se
ignora cuánto tiempo llevaban los tainos arahuacos en esas islas. Debemos suponer que cuando
ellos llegaron obligaron a los ciguayos y a los guanahatahibes a refugiarse en zonas aisladas de La
Española, Cuba y Jamaica, como seguramente estaban haciendo los caribes con los tainos de
Borinquen en el momento de la llegada de los españoles.

¿Cuánto tiempo tardaron los caribes en extenderse por las orillas del mar que lleva su nombre?

El proceso debe haber sido largo. Pues el pueblo caribe salió de los vastos territorios situados al
sur del Amazonas y debió ir avanzando por lo que hoy es el Brasil y después por lo que hoy es
Venezuela hasta llegar al litoral nordeste; y en esa marcha seguramente encontró obstáculos
serios, ya naturales, ya creados por otros pueblos indígenas; y debió ser, después que se afincó en
el litoral, desde las bocas del Orinoco hacia el Oeste, cuando decidió pasar a las islas. Ahora bien,
debemos suponer que cuando los caribes llegaron a ese litoral hallaron establecidos ahí a los
arauacos, otro pueblo numeroso compuesto por gran cantidad de tribus. Los caribes procederían,
desde luego, a desplazar a los arauacos, a los que empujaron hacia el Oeste. Y resulta que si los
arauacos habían antecedido a los caribes en la ocupación del este y del centro del litoral
venezolano del norte, debieron antecederlos también en el paso a las islas antillanas. Tal vez las
primeras oleadas de arauacos que llegaron a esas islas fueran los ciguayos y los guanahatahibes.
Alguna relación había entre ellos y los tainos y siboneyes, como lo prueba la alianza que
celebraron los ciguayos y los tainos de La Española, y tainos de Borinquen y caribes de las
Vírgenes, para luchar contra los españoles. Y no podía ser una simple relación territorial, esto es,
de vecinos en un territorio, pues en ese caso hubieran hablado lenguas distintas y sus diferencias
culturales habrían sido apreciables. Debió ser una relación más íntima, como la de ramas de un
mismo tronco étnico. Capítulo I

LA CONQUISTA DEL CARIBE ENTRE 1508 Y 1526

La conquista del Caribe se limitó, durante quince años, a los conquista de La Española y a su
organización como extensión, de España. Después de logrado esto, se paso a conquistar otros
territorios en las Antillas y en Tierra Firme. El proceso comenzado en 1508 por Puerto Rico, fue
desordenado; no obedeció a un plan y se dejó, en realidad, a la voluntad de los que quisieron
conquistar y poblar, aunque para hacerlo tenían que obtener la aprobación de las autoridades. En
el caso de Puerto Rico, fue Ovando quien dio poderes a Juan Ponce de León para la conquista de
esa isla; en el caso de Jamaica y de Cuba, fue don Diego Colón quien mandó a Juan de Esquivel a la
primera y a Diego Velázquez a la segunda; pero en el caso de Nueva Andalucía y Veragua, fue el
rey quien capituló con Ojeda y Nicuesa.

Lo lógico hubiera sido que la conquista del istmo de Panamá y dé una parte de América Central se
hubiese hecho como empezó, partiendo de La Española o desde Jamaica —que geográficamente
era mejor base que La Española en lo que se refiere a la América Central y al istmo—; sin embargo,
en 1514 se envió desde España a Pedradas Dávila con una lujosa expedición despachada
directamente a Castilla del Oro —Panamá—, y al mismo tiempo se procedía a la conquista de la
América Central desde La Española y desde Méjico.

Ese estado de desorden puede apreciarse bien en el caso de Venezuela. Todas las fundaciones de
ese país se hicieron desde La Española. Pero en 1528, al mismo tiempo que Juan de Ampués se
establecía en Coro, el Trono español cedía ése y otros territorios a una firma alemana, los
Welzeres o Balzares

El resultado de esa falta de orden, debido a la ausencia de un centro que organizara la Conquista,
fue una larga serie de litigios y de choques entre los conquistadores y el abandono de muchos
territorios —especialmente islas— que nunca fueron poblados y que por esa razón cayeron
después con facilidad en manos de otros imperios. El resultado, en suma, fue que se dio pie para
que el Caribe se convirtiera en la frontera de varios imperios de lucha.

Hagamos la historia de la conquista del Caribe en el orden cronológico en que se produjo


Las matanzas de Higuey y la Saona tuvieron lugar, como dijimos ya, en el año de 1502, y fueron
dirigidas por Juan de Esquivel. A raíz de la pacificación de Higuey, Ovando nombró teniente
gobernador de la zona a Juan Ponce de León. Seis años después, a mediados de 1508, lo autorizó a
explorar y conquistar la vecina isla de San Juan (Puerto Rico). Al año siguiente (1509) el virrey don
Diego Colón mandaría a Juan de Esquivel a hacer lo mismo en Santiago (Jamaica).

Ponce de León había establecido casa —cuyas paredes de piedra pueden verse todavía— a orillas
del río Yuma, cerca del mar Caribe, de manera que tenía contactos frecuentes con indios
navegantes. Así se enteró de que San Juan era grande y hermosa y de que allí había oro.
Autorizado por Ovando, se fue a San Juan con 50 hombres, uno de los cuales era intérprete; llegó
a la costa sur de la isla el 12 de agosto (1508) y desembarcó en lo que hoy es Guánica, cerca de un
poblado dé indios cuyo cacique se llamaba Agueybana. Agueybana recibió al capitán español con
buenos modos, como ocurría casi siempre en el primer encuentro de castellanos e indígenas.

Al finalizar el año, Ponce de León había explorado gran parte de la isla sin hallar dificultad alguna
en sus relaciones con los indios, que le obsequiaban con oro y víveres y le prestaban ayuda en
cuanto les pedía. A fines de año decidió fundar población en lo que hoy es la bahía de San Juan.
Ovando bautizó el nuevo establecimiento con el nombre de Caparra y el rey con el de Puerto Rico.
Este último acabó siendo el de la isla. Cuando regresó a Santo Domingo en abril de 1509 para dar
cuenta a Ovando de lo que había hecho en la isla vecina, Ponce de León llevaba como muestra de
la riqueza de Borinquen una cantidad de oro que al fundirse dio 839 pesos y cuatro tomines. Ese
mismo año (1509), el 14 de agosto, el rey nombró a Ponce gobernador de la isla.

Poco antes —en el mes de julio— había llegado a La Española Diego Colón, el hijo del Descubridor,
con el título de virrey de las Indias, y con él viajó al Caribe Cristóbal de Sotomayor, un joven de la
nobleza española a quien el rey don Fernando le dio cédula real para que se le entregara en Puerto
Rico el mejor cacique de la isla con 300 indios. A este Sotomayor nombró Ponce de León alguacil
mayor de Puerto Rico, y el nuevo funcionario procedió a fundar un pueblo al que bautizó con su
propio nombre. Aunque no hay detalles acerca de la aplicación de las encomiendas en la isla, se
sabe que comenzó en el 1509 y debemos suponer que el sistema se inició al entregársele a
Sotomayor "el mejor cacique" y los 300 indios de que habla la mencionada cédula real. Mientras
no se comenzaron las encomiendas y mientras vivió el cacique Agueybana, todo iba bien en Puerto
Rico. Capítulo V

LA CONQUISTA ENTRE 1526 Y 1584

La impresión que saca el que estudia la historia del Caribe en los años que van de 1520 a 1526 es
que la actividad conquistadora empezó a perder vigor a tal punto, que estuvo casi paralizada.
Parecía que España se había agotado.

La última gran expedición que había llegado al mar de las Antillas había sido la de Pedradas Dávila,
inferior, sin embargo, en la mitad, a la que condujo don Nicolás de Ovando hasta La Española a
principios de siglo. En las islas, que habían sido la base de la conquista del Caribe, ya apenas
quedaban hombres aclimatados dispuestos a seguir tras una bandera de conquista; y sin esos
hombres no era aconsejable ir a poblar a otros sitios. Ellos eran los veteranos del paisaje, de las
lluvias, del calor, de la comida indígena y de las caminatas increíbles por bosques, montañas y
pantanos poblados de peligros.

Bien podía ser que lo que pasaba en Santa Marta fuera un reflejo de lo que pasaba en el Caribe, y
bien podía ser que la situación del Caribe fuera un reflejo de la situación de España. Las luchas de
los comuneros de Castilla contra el emperador Carlos V, las guerras de España contra Francia, las
atenciones a las regiones europeas del Imperio consumían los recursos de España y reclamaban
allá las energías de los hombres de acción. Esas energías debían emplearse en Europa antes que
en el Caribe, lo que se explica porque España estaba en Europa y España era ia cabeza del Imperio.

Fue en 1526, mientras se luchaba en Santa Marta contra la naturaleza y las intrigas, cuando las
autoridades de La Española dieron a Juan de Ampués despachos para ir a poblar las islas de
Curacó, Oraba y Uninore —las actuales Curazao, Aruba y Bonaire—. Desde esas islas, Juan de
Ampués pasó a la costa de Venezuela, donde estableció una ranchería cerca de donde poco
después se fundaría Coro, que iba a ser la base de la conquista del occidente y del centro de
Venezuela.

Juan de Ampués se estableció allí en el 1527 con 60 acompañantes, y en el mes de marzo de ese
año fue nombrado Pedradas Dávila gobernador de Veragua. A fines de septiembre del mismo año
llegaba a la isla Cozumel Francisco de Montejo con despachos reales de gobernador de Yucatán. A
mediados de 1528, Aldonza de Villalobos desembarcaba en la isla Margarita, frente a Paria —el
golfo de las Perlas— para ser la primera mujer pobladora en América. El 2 de abril de 1529
arribaba a Venezuela el alemán Ambrosio Alfínger, el primer gobernador del territorio capitulado
por el Emperador con la firma alemana de los Wclzers o Balzares.

La obra de Ampués iba a ser de corta duración; Montejo tardaría casi veinte años en lograr la
conquista de Yucatán; Pedrarias Dávila era un caso de psicopatía; sólo Aldonza de Villalobos vería
su territorio poblado y tranquilo.

Cuando el terrible y suspicaz Pedrarias Dávila, anciano de más de ochenta años, entró en las
tierras de su nueva gobernación, halló que en la región había un gobernador llegado desde
Honduras. Se trataba de Diego López Salcedo. Pedrarias Dávila había ahorcado a Vasco Núñez de
Balboa, a Hernández de Córdoba y a algunos otros sólo porque sospechó que querían despojarlo
de su autoridad; de manera que no se comprende cómo dejó vivo a López Salcedo. Sin embargo, lo
hizo preso y lo mantuvo en prisión siete meses. López Salcedo pudo escapar con vida de manos del
fiero anciano porque le dio 20.000 pesos, que en esos tiempos era una fortuna respetable.

Pedrarias Dávila no hacía diferencia entre indios y españoles; los maltrataba y los aniquilaba por
igual. El viejo conquistador era en verdad una figura sombría y una amenaza de muerte para todos
los que tenían que tratarle. Indios y españoles fueron víctimas de los métodos de exacción que
puso en práctica el gobernador. Hacía marcara los indios con hierro candente y los obligaba a
trabajar en busca de oro hasta que caían agotados. Los indios huían hacia las selvas, y los
españoles tenían que lanzarse a esos bosques tropicales, donde todo parecía conspirar contra
ellos, para cazar indígenas con que sustituir a los que se fugaban. Al fin unos y otros
comprendieron que la única manera de escapar a la tiranía de Pedrarias Dávila era abandonando
el territorio, y el país comenzó a despoblarse de manera alarmante. Ese territorio era lo que se
llamó después Nicaragua, por extensión del nombre del hermoso lago en cuyas orillas estaba la
ciudad de Granada.

Pedrarias Dávila murió el 6 de marzo de 1531, a los noventa años, temido por toda la gente dé su
gobernación; pero Nicaragua no fue menos desdichada con los sucesores del anciano gobernador,
que no parecían ser mejores que él. Rodrigo de Contreras, que gobernó de 1534 a 1542, fue una
edición repetida de Pedrarias Dávila. Cuando el obispo Valdivieso denunció que Contreras tenía
esclavos indios, lo que les estaba expresamente prohibido a los funcionarios reales, los hijos de
Contreras mataron al obispo y levantaron bandera de rebelión, a la que se unieron muchos
españoles. Después de la muerte del obispo, los rebeldes saquearon las ciudades de León y
Granada y huyeron del país. Los hijos del gobernador Contreras eran dignos retoños del padre, y
éste, a su vez, era un digno sucesor de Pedrarias Dávila. En algunas historias se dice que Pedrarias
Dávila descubrió la comunicación del lago de Nicaragua con el Caribe, o que fue descubierto por
una expedición que él organizó. No es cierto. Pedrarias Dávila mandó en 1529 a Martín Estete con
instrucción de que bajara por el Desaguadero (río San Juan) hasta su desembocadura, pero Martín
Estetc no piulo llegar al Caribe debido a la resistencia de los indios de la región, a las
enfermedades que aniquilaban a sus hombres y a lo impenetrable de las selvas en las orillas del
río.

El Desaguadero corre desde el lago de Nicaragua hasta el Caribe, y en el andar de los años sería
una importante vía de comunicación entre el mar de las Antillas y el Pacífico. Los ingleses, que
apreciaron su valor desde el siglo XVII, elaboraron toda una política de alianza con los indios y los
negros cimarrones de la costa de Mosquitía a fin de mantener bajo su control las salidas del
Desaguadero al Caribe. A mediados del siglo XIX, esa salida sería el objetivo de WiíliamWalker, el
jefe filibustero norteamericano que llegó a ser presidente de Nicaragua, y gracias a ello funcionó la
llamada Compañía del Tránsito, que acortó en varios días el viaje entre Nueva York y Nueva
Orleáns y California, en los años de los grandes hallazgos de oro en este último lugar.

El río San Juan no fue recorrido en todo su curso en tiempos de Pedradas Dávila, sino en el año
1539. Costó siete meses hacer ese recorrido, realizado en una lucha agotadora contra la
naturaleza y los indios que poblaban las orillas.

En el año en que Pedradas Dávila era nombrado gobernador de Nicaragua fundo' Juan de Ampués
la ranchería de que hemos hablado. Parece que Ampués usó esa ranchería como base de
operaciones para sacar palo de Brasil. Las comunicaciones con las islas de Sotavento eran cortas y
fáciles, y esas islas —sobre todo la más grande, Curacó o Curazao— tenían muy buenos puertos.
Pero debieron ser duras para poblar porque no tenían agua dulce.
Juan de Ampués es una figura borrosa, y, sin embargo, hombre muy medido e inteligente. Se
estableció en lo que hoy es la costa de Coro de acuerdo con el cacique Manaure, de la nación
caiquetía, y llevó muy buenas relaciones con él. Se refiere que Manaure le obsequió con oro y
atendía a las necesidades de víveres de su gente. Si a Juan de Ampués se le hubiera encomendado
poblar Venezuela, o por lo menos la región de Coro, la penetración hubiera sido pacífica, a juzgar
por lo que fue durante el tiempo en que él estuvo allí. Pero en abril de 1529 Juan de Ampués tuvo
que abandonar el lugar porque Ambrosio Alfínger, designado gobernador por el Emperador, no
podía ver con buenos ojos su presencia en esa región.

Alfínger llegó con la primera expedición enviada por los Welzers o Balzares, compuesta por
españoles y llegada desde la Española, donde el alemán había estado embarcando provisiones,
animales y hombres

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