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Universidad del Cauca

Departamento de Biología-FACNED
Asignatura/seminario: Bio/Ética
Profesor, William García
Ubicación: wgarcia@unicauca.edu.co. Oficina Bio102

“Cavar un pozo” (Adolfo Bioy Casares, 1962)

En el cuento “Cavar un pozo” (1962), el escritor argentino Adolfo Bioy Casares recrea magistralmente
algunos dilemas morales y éticos que se presentan en la condición humana bajo ciertas circunstancias
sociales, económicas y de género. A partir de esta ficción, es posible reflexionar acerca de los valores, la
moral, la ética y las buenas costumbres de un individuo, un grupo, una sociedad, para aclarar los niveles e
interrelaciones de cada una de estas categorías. Para ello, resuelva los siguientes puntos.

1. Caracterice el rol de los siguientes personajes:

- Raúl Arévalo: Marido de Julia, siempre seguía sin discutir las ordenes de su esposa,
incluso sabiendo las implicaciones que conllevaban sus actos, tal vez por el aprecio que
tenía hacia ella. Fue el actor de el crimen contra la señora rica impulsado por las ideas de
su esposa. Sin embargo, a raíz del asesinato tomó una postura de nerviosismo llegando a
tener sospechas incontroladas sobre las acciones “sospechosas” de otros individuos,
pensando que sabían que conocían su crimen.
- Julia: Esposa de Arévalo, es la mente que concibe la idea de asesinar a la señora rica. Es
fría y calculadora; da órdenes precisas a su marido para que cometa el crimen. Después
del asesinato intenta en múltiples ocasiones restarle importancia al hecho de poder ser
descubiertos para tranquilizar a su marido.

2. ¿Cuáles son los principales valores morales que se ponen en juego en esta ficción y cuales
los principales dilemas éticos que se le presentan a los personajes? Enumere al menos dos
de cada categoría.
Dilemas morales:
1. Un dilema moral que aparece en el relato es cuando el personaje Raúl Arévalo decide
seguir las ordenes de su esposa. Tengamos en cuenta que él está enamorado de ella, tienen
una relación sentimental. Para él, el hecho de seguir las ordenes de su esposa es mucho
mas importante y valioso que el cometer un asesinato. (Traicionar a su esposa no
ayudando a la causa de seguir con su sueño, pero evitando así un acto criminal o por el
contrario, darle más valor a su relación sentimental y cometer un acto que va en contra de
su moral).

2. Otro dilema moral es el que tiene Arévalo al verse acorralado por las suposiciones del
policía. En este caso, el valor que tiene Arévalo de poder vivir su sueño con su esposa es
muy grande. No soporta la idea de ser descubiertos y no poder cumplir su sueño, y por
tanto decide matar a su esposa y suicidarse como una alternativa de amor, aunque esto
vaya en contra de su moral (ya que en otras circunstancias no pensaría en asesinar a su
pareja)

Dilemas éticos:
1. Uno de los dilemas éticos que se presenta en el relato es el choque de valores entre
tener que dejar su negocio y proyecto por el cual habían estado luchando desde hacía
mucho tiempo por falta de recursos o asesinar a la señora y conseguir el dinero para poder
seguir con la vida que ellos deseaban. En este caso, se contraponen claramente dos ideas,
hacer lo correcto, pero renunciar a su sueño, o realizar un pequeño “sacrificio” para poder
mantenerlo.
2. Otro asunto ético que se presenta es el hecho de mentir para no ser llevados a la cárcel.
En este caso se contraponen dos ideas, o decir la verdad y acabar arruinando los planes
que ellos tenían para su futuro, o mentir para poder parecer inocentes ante lo sucedido y
conseguir lo que se proponían desde un principio.

3. ¿Bajo las circunstancias que narra el cuento, cual sería un juicio moral que permitiera
“vivir felices” después de uno o dos asesinatos?.

“El primer asesinato —porque mataron por lucro, o porque la muerta confió en ellos, o porque los
llamó la policía, o porque era el primero— los dejó atribulados. Ahora tenían uno nuevo para
olvidar el anterior, y ahora hubo provocación inexplicable, un odioso perseguidor que ponía en
peligro la dicha todavía no plenamente recuperada… Después de este segundo asesinato vivieron
felices.”

En el caso del segundo asesinato, ellos se mantuvieron más tranquilos porque pensaban
que el individuo que los perseguía los había provocado y el haberlo asesinado se
justificaba como un acto de protección personal.

4. Al final, el autor implícitamente sugiere la muerte como expiación de la culpa y


como castigo a la falta moral del asesinato; plantee usted un final para el cuento bajo
su propia ética.

“La pregunta es oportuna —afirmó el gordo—: atañe el fondo de nuestra cuestión. Porque
dentro de cada cual el pensamiento trabaja en secreto, no sabemos quién es la persona que
está a nuestro lado. En cuanto a nosotros mismos, nos imaginamos transparentes; no lo
somos. Lo que sabe de nosotros el prójimo, lo sabe por una interpretación de signos; procede
como los augures que estudiaban las entrañas de animales muertos o el vuelo de los pájaros.
El sistema es imperfecto y trae toda clase de equivocaciones. Por ejemplo, el señor Trejo
supuso que los muchachos huían de él, porque ella era su hija; ellos tendrían quién sabe qué
culpa y le atribuirían al pobre señor Trejo quién sabe qué propósitos.”

Una vez el gordo terminó su hipótesis, se levantó de la mesa y pidió la cuenta, como si
aquellas suposiciones nunca hubieran salido de boca.
Tan pronto como este tomo su auto y se fue por la carretera, Arévalo empezó a
desesperarse:
- ¿Será que nos ha descubierto?, finalmente, ¿hemos perdido la partida? ¿todo lo que
soñábamos se convertirá en una pesadilla? ¿cómo ha sabido…
-Tranquilízate, Raúl, - le dijo Julia, intentando disimilar su nerviosismo bajo un tono
sereno- él no tiene pruebas, solo son suposiciones…
- Pero, seguramente las encontrarán, sabrán que hemos sido nosotros, sabrán que el golpe
en la cabeza de esa señora no fue provocado por los fierros del auto y nos atraparán como
a ratas.
- Por favor, Raúl, sabes perfectamente que ha pasado mucho tiempo desde que
descubrieron el cadáver de esa señora. Si tuvieran alguna pista al respecto nos habrían
detenido inmediatamente. Anda, vamos a dormir, deja de pensar tanto. No es bueno para
ti.

Ya sea por el cansancio del día o por los insistentes pensamientos que no dejaban de
estrellarse en la cabeza de Arévalo, decidió descansar con su esposa. Estaba nervioso y
aquella noche la pasó en vela.

Pasaron los días, las semanas, los meses, los años. No pasó nada. El señor gordo nunca
volvió después de esa noche, no supieron más de él. Con el paso del tiempo Arévalo
empezó a tranquilizarse y volvieron poco a poco a su rutina inicial. Su vida de “ensueño”
empezaba a palparse. El negocio lentamente empezó a tener muchos más visitantes; ya
sea por los turistas curiosos por los accidentes o por las familias que decidían pasar los
fines de semana en ese hostal, el lugar empezó a ser muy concurrido por la gente de la
ciudad.
Les iba tan bien, que rápidamente empezaron a generar muchos ingresos. Pronto, aquella
construcción empezó a recomponerse, pusieron vidrieras de colores para sustituir las
viejas ventanas y en el suelo, colocaron adoquines de colores pastel, los más caros que
encontraron. Construyeron más habitaciones, remodelaron el antiguo mostrador…
También vendieron su coche antiguo, y compraron uno de la mejor categoría. Era
evidente que aquel pequeño lugar, empezaba a tener clientela mucho más sofisticada, solo
aquellos capaces de pagar sus deliciosos manjares podían pasar la tarde en sus salones,
llenas de lámparas de lujo y mesas de caoba.
Arévalo y Julia estaban encantados, finalmente, lo que habían deseado desde hacía tantos
años se había vuelto realidad ante sus ojos. Jamás volvieron a pensar en la señora rica, ni
tampoco en el señor Trejo.

Por cosas del destino, el pequeño negocio empezó a ser tema de conversación recurrente
en la ciudad, ya fuera por su gran servicio o los elevados precios, todos conocían aquel
lugar exclusivo. Ricardo no era la excepción. Un día cualquiera, en el bar donde siempre
iba a ahogar sus penas, escuchó por causalidad a un grupo de amigos conversando acerca
de ‘La Soñada’
- Es espectacular, sin duda alguna, es uno de los sitios más lujosos en los que he estado-
comentó uno de barba oscura- Incluso los baños se ven sofisticados.
- Es evidente que les ha ido muy bien a esa pareja- murmuró otro de aspecto desdeñado-
se rumorea que tienen una fortuna, pero nadie les ha visto nunca en un banco. Dicen que
guardan todo su dinero en su habitación, en alguna caja fuerte.

Todos empezaron a reírse, pero para Ricardo, aquella información fue esperanzadora.
Devastado por las deudas, su vida familiar cada día era más decadente, su esposa ya ni
dormía con él, y la carga de sus tres hijos empezaba a ser descomunal. Necesitaba
urgentemente el dinero, y si esa pareja tenía tanto, ¿qué importaba pedirles prestado un
poco?
Pasaron las horas en ese bar sombrío, Ricardo bebió cerveza tras otra decidiendo si
arriesgarse a conseguir ese dinero o seguir con su precaria vida. No se supo nunca si fue
por decisión propia o si fue el alcohol que había ingerido lo que le impulsó a dirigirse
aquella misma madrugada a ‘La Soñada’. Arrancó su auto a duras penas, y condujo hacia
las afueras de la ciudad, conduciendo el automóvil lo más recto que sus reflejos le
proporcionaban. Llegó al lujoso letrero que indicaba la entrada para ‘La Soñada’, pero
decidió aparcar cerca al acantilado. No quería que el ruido del motor despertara a los
dueños.
Salió del auto, y tambaleándose, se dirigió firmemente hacia la parte trasera del hostal.
Todo estaba en silencio, adentro ninguna luz estaba encendida. Miró de arriba abajo el
gran muro que le impedía el paso y vio que, para su sorpresa, había una gran vidriera que
estaba ligeramente entornada hacia adentro. Intentó saltar, pero se tambaleaba tanto que
sus dedos no alcanzaban la base de la ventana. Decidió concentrarse, no podía dejar
escapar esta oportunidad. Respiró profundo y saltó lo más alto que pudo, y esta vez, sus
dedos alcanzaron el objetivo deseado, agarrándose al marco de la ventana con tanta
fuerza, que, en pocos segundos estaba encima del bastidor. Empujó la vidriera, con el
corazón latiéndole en la garganta y se deslizó sigilosamente hacia el interior.
A deducir por las sombras, Ricardo se dio cuenta de que estaba en el salón principal.
Habían sillones y mesas que proyectaban sombras tenebrosas, haciendo que el lugar fuera
tan siniestro que por un momento pensó que se había equivocado de edificio. Pero no, lo
había conseguido, ahora solo tendría que encontrar el sitio donde guardaban el dinero…
De repente, empezó a escuchar pasos que provenían del piso de arriba, ¡estaban
despiertos! Ricardo, contuvo el aliento y se escondió detrás del gran mostrador. Con el
corazón en un puño, esperó a que los pasos se detuvieran, pero no fue así. Aquel golpeteo
se iba acercando cada vez más, y pudo notar que, desde la parte de arriba abrían una
puerta y alguien empezaba a bajar las escaleras.

-No puede ser - pensaba Ricardo- si me descubren estoy muerto…

Pero no podía hacer nada, estaba atrapado, escondido debajo de aquel mostrador. Los
pasos se acercaban cada vez más y más y la luz se encendió. Toda aquella sala se iluminó
por completo, dejando ver los sillones de piel y las mesas de caoba relucientes, tal y como
aquellos tipos en el bar comentaron esa misma tarde.
De repente, los pies de una chica estaban frente a la cara de Ricardo. Julia, que había
cogido una jarra de cristal, la estaba llenando de agua, sin percatarse del intruso que
estaba detrás de ella, bajo el mostrador. Ricardo intentó no moverse, ni respirar, para no
ser descubierto, pero de repente, Julia se volteó y lo vio allí, agachado. Ricardo sabía que
lo había visto.
En milésimas de segundo, saltó hacia la mujer antes de que ella pudiera articular cualquier
grito, la agarró del cuello con un brazo y le tapó la boca con la mano. Apretó el brazo
contra el cuello de la mujer tan fuerte como sus músculos se lo permitían, ella, dejó caer
la jarra, que se hizo añicos contra los adoquines y forcejeó para soltarse. Sin embrago,
Ricardo la tenía inmovilizada, y lentamente los movimientos de Julia empezaron a
disminuir. Ricardo no dejo de apretar el cuello de ella hasta que esta no dejo de moverse.
La apretó tan fuerte que, cuando quiso soltarla su brazo estaba entumecido.
En ese momento, Julia no se movía en lo absoluto. La dejó en el suelo, y empezó a
escuchar la voz de un hombre que se acercaba corriendo por la escalera.
- ¡Julia!, ¿qué ha sido ese ruido? - Preguntaba Arévalo, con tono preocupado.

Ricardo no sabía qué hacer, donde meterse, por donde huir, solo había una salida… Miró
hacia el suelo, donde yacía el cadáver de la joven que acababa de estrangular. Cogió uno
de los pedazos de cristal que brillaban en el suelo de color pastel y lo agarró con fuerza.
Cuando apareció Arévalo, en la sala, Ricardo se fue directamente hacia él. Arévalo,
sorprendido, dejo escapar un grito de sorpresa, al ver que allí había un intruso. Se percató
de inmediato que este iba hacia él con un pedazo de cristal afilado en la mano. Intentó
detenerlo, cogiéndole la mano antes de que atravesara su pecho, forcejearon. Ricardo
recibió un puño en la cara por parte de Arévalo que lo dejó atónito por unos instantes. En
ese momento, Ricardo cambió el cristal que tenía en la mano derecha a la izquierda y con
un movimiento de gancho de su brazo, se lo clavó directamente en las costillas a Arévalo.
De inmediato, una fuerte salpicadura de sangre manchó los delicados tonos pastel de los
adoquines y Arévalo se arrodilló, con los ojos muy abiertos, sobre el suelo. Ricardo
volvió a clavar el trozo de cristal en el pecho de aquel joven, para acabar de una vez por
todas esa pesadilla.
Después del golpe seco que dio el cuerpo de Arévalo contra el suelo, todo volvió a estar
silencioso, como al principio. Ricardo que en ese momento estaba desconcertado, volvió a
la realidad, percatándose de que aún tenía en la mano el trozo afilado de cristal. Lo dejó
caer. No podía creer lo que acababa de pasar. Temblando por el estupor, fue corriendo a
apagar la luz de la sala. No quería que nadie viera lo que acababa de ocurrir. Se deslizó
hacia uno de los baños para los clientes y se miró al espejo. Su cara, pálida, dejaba ver
unos ojos marrones con una expresión de alarma en sus pupilas. Decidió lavarse las
manos, la cara, aquel lavamanos de color dorado empezó a tener salpicaduras de color
rojo. Bebió agua. Se volvió a mirar al espejo. Esta vez, estaba seguro de lo que había
hecho, no hay vuelta atrás. Se volvió hacia el salón donde aún yacían los cuerpos sin vida
de esos jóvenes tan exitosos de los que todo el mundo en la ciudad estaba hablando.
Decidió no mirarlos y subió las escaleras. Allí, un largo pasillo oscuro se presentaba ante
él. Solo una puerta estaba abierta. Entró en ella intentando no temblar. En su cabeza solo
se mantenía un pensamiento constante: ¡Encuéntralo!
Abrió armarios, sacó la ropa, vació cajones, miró debajo de la cama… nada. Ya empezaba
a frustrarse cuando en su mente rebotaron las palabras de aquel viejo desaliñado del bar:
- “… en alguna caja fuerte.”

¿Dónde iban a ocultar una caja fuerte en esta habitación? Cerró los ojos, en busca de
respuestas, y se deslizó por la pared hasta sentarse. Cuando los abrió, una fisura
demasiado recta en el techo le llamó la atención… ¡Claro! De un salto, se puso de pie, y
se subió encima de la lujosa cama de matrimonio. Levantó los brazos y empujó con fuerza
hacia arriba. Como si de un sueño se tratara, aquel pedazo de techo se elevó, dejando una
apertura perfectamente cuadrada en el impecable color blanco de la habitación. Metió la
mano cuidadosamente y tanteó la oscuridad y, de pronto, sus dedos se toparon con un
objeto frio, duro. Lo tomó con las dos manos y lo sacó. Efectivamente era una caja fuerte,
totalmente negra. Lo agarró con toda su fuerza y salto de la cama. Lo había conseguido,
tenía que escapar de allí cuanto antes. Volvió corriendo escaleras abajo hacia el salón,
decidió no mirar los tumultos negros que estaban en el suelo. Se subió a la cornisa del
ventanal y así como entró, se deslizó hacia afuera.
El frio de la noche, le golpeó en la cara. Salió corriendo en dirección al acantilado,
encendió su coche y se alejó a toda velocidad de aquel lugar.

*****

Es evidente que en cuestión de días el altercado se supo en toda la ciudad. La exitosa


pareja asesinada, los ciudadanos estaban conmocionados Los policías investigaron el
doble asesinato y no tardaron en dar con el actor del crimen: Ricardo Márquez.
Todos se sorprendieron de lo ocurrido, y se llevaron a Ricardo preso, pero, ¿y el dinero?
Los policías nunca supieron las intenciones de Ricardo. En el interrogatorio, Ricardo
explico que intentó robar, pero al matar a aquella pareja se puso tan nervioso que huyó
despavorido de la escena del crimen. Los policías nunca supieron de la caja fuerte que
este robó, ya que, ese día, antes de saltar de la cama de matrimonio, Ricardo colocó
perfectamente el trozo de techo otra vez en su sitio. Solo los jóvenes difuntos y él
conocían el escondite de esa caja.
Ricardo enterró aquella caja antes de que los policías empezaran a estudiar el caso, lo
enterró en un sitio donde solo él sabía que nunca iban a investigar. Una vez lo ocultó bien,
fue a visitar a su mujer y en medio de la conversación, de repente, le dijo:
- ¿Te acuerdas de aquella colina donde tú solías jugar a solas con tus muñecas? Me
encantaba espiarte desde detrás de esa gran roca ¿te acuerdas? Te veías tan linda, desde
ese momento supe que tenías que ser mi esposa… Espero que cuando todas las cosas
empiecen a torcerse, tú vayas allí. Para desenterrar aquellos recuerdos tan felices de
nuestra infancia.
Su esposa, que tenía en su mente otras cosas más importantes en las que preocuparse,
pensó que su marido estaba loco, pero al ver lo que sucedió dos días después, cuando
arrestaron a su marido, lo entendió todo.

5. Que podría estar sugiriendo el autor del cuento con el título “Cavar un pozo”.

Que las acciones que tomaron los protagonistas de la historia fueron los que en definitiva
hicieron que Arévalo tomara la decisión de acabar con la vida de ambos. Cavar un pozo se
refiere a cavar su misma tumba, al asesinar a aquella mujer los llevó también a la muerte.

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