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EL DERECHO DE PROPIEDAD
1. CONCEPTO
Concepto legal: el artículo 348 C.c. define la propiedad como “el derecho de
gozar y disponer de una cosa, sin más limitaciones que las establecidas en las Leyes”.
A diferencia del artículo 544 del Code, el artículo 348 del Código español no
utiliza la expresión “del modo más absoluto”, acaso porque en el momento de la
codificación, aún persistiendo la idea liberal, no era preciso plasmar de forma tan
categórica la nueva concepción que del derecho de propiedad se tenía como reacción a
la propiedad feudal.
b) Y otra de naturaleza política, dado que se afirma que el precepto expresa una
idea antisocial de la propiedad como poder absoluto sobre una cosa, esto es, no se tiene
en cuenta la función social de la misma ni la prohibición del abuso del derecho.
Sin embargo, y a pesar de que tales críticas tienen cierta base sobre la que
sustentarse, es cierto también que como se ha dicho, con toda probabilidad el legislador
de la época pretendió incluir, al aludir a las facultades de goce y disposición, todas las
restantes facultades que un examen meticuloso descubriría en el propietario (DÍEZ
PICAZO y GULLÓN). De hecho, los Códigos más modernos no han podido desligarse
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de esta caracterización de la propiedad (artículo 832 del Codice de 1942 y artículo 1.305
del Código portugués, en los que se dice el “propietario tiene el derecho de gozar y
disponer” y que el propietario tiene “los derechos de uso, goce y disposición”,
respectivamente); y que a pesar de su fuerte sentido individualista y liberal, propio de la
época en que fue redactado, sin embargo, los términos amplios que emplea permiten
que el contenido del artículo se vaya delimitando conforme evolucionan las
concepciones jurídicas y sociales de cada momento.
2. NATURALEZA Y CARACTERES
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b) Como derecho real, supone un poder inmediato sobre la cosa y protegido
frente a todos. Desde este punto de vista sí cabría decir entonces que el derecho de
propiedad es absoluto y exclusivo; el poder que confiere es directo, es decir,
independiente de la actuación de otros personas (absoluto), y la protección que se
concede al derecho es erga omnes, es decir, excluyente.
1. Elementos subjetivo: Sujeto activo o titular del dominio puede ser tanto una
persona física como una persona jurídica o incluso, como sabemos, una pluralidad de
personas (en régimen de cotitularidad).
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Sujeto pasivo, según la regla general para los derechos reales, es toda la
colectividad que debe respetar este derecho.
En cuanto a la capacidad para ser titular del dominio rigen asimismo las reglas
generales, según las cuales puede ser titular de un derecho subjetivo y por ende del
derecho de propiedad cualquier persona con capacidad jurídica, esto es, mayor o menor,
plenamente capacitado o incapaz. No obstante, en cuanto al ejercicio del derecho se ha
de tener presente que la adquisición, transmisión y pérdida del mismo, está sujeto a las
normas generales sobre la capacidad de obrar, de forma que en función del acto y del
bien sobre el que vaya a recaer dicho acto dependerá la validez y eficacia de aquél,
fundamentalmente en lo referido a la transmisión; aunque, también en lo relativo a la
adquisición, así por ejemplo existen ciertas limitaciones y prohibiciones de adquisición
de bienes por los extranjeros en España o de forma general la que contiene el artículo
1.459 C.c.
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Así, se plantea la tradicional pregunta de ¿hasta donde alcanza el derecho de
propiedad en sentido vertical? Contestando a esta pregunta se han ocupado,
fundamentalmente, dos teorías:
B) Aquella que manifiesta que el dominio del suelo sólo se extiende en altura y
profundidad en cuanto interese a la explotación del suelo en las condiciones actuales,
esto es, que la propiedad del espacio y de subsuelo sólo llegará hasta donde lo haga el
interés práctico potencial del propietario (teoría formulada por IHERING). No obstante,
esta doctrina no logra solucionar el problema, dado que evidentemente el interés
práctico del propietario dependerá del desarrollo de la técnica en cada momento.
Nuestro artículo 350 C.c. establece al respecto que “El propietario de un terreno
es dueño de su superficie y de lo que está debajo de ella, y puede hacer en él las obras,
plantaciones y excavaciones que le convengan salvas las servidumbres, y con sujeción a
lo dispuesto en las Leyes de Minas y Aguas y en los reglamentos de policía”.
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telefónicos, a altura superior a la señalada por las Leyes incluso, no menoscaba los
derechos del propietario, ni, por tanto, está prohibido por nuestro Derecho.
No obstante, de forma general se puede decir que al hablar del contenido ha sido
habitual en las Escuelas aludir a una enumeración más o menos exhaustiva de las
diferentes facultades que integran el contenido del derecho de propiedad, siendo que por
ellas se definía, como sabemos, el dominio mismo: dominium est jus utendi atque
abutendi, se añaden además las facultades, possidendi, fruendi, disponendi, vindicandi.
El Código civil, ya hemos dicho, las sintetiza en el artículo 348 C.c al manifestar que el
propietario tiene las facultades de usar, disponer y reivindicar. El contenido, pues, del
derecho de propiedad, como el de todo derecho subjetivo viene conformado en razón
de: el ámbito de poder o facultades y los mecanismos o medios de defensa de que se
dispone.
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entonces como un derecho abstracto y elástico. La amplitud se refiere, entonces, a todo
poder sobre la cosa. Éste viene limitado por los límites internos de todo derecho
subjetivo (prohibición de abuso y ejercicio conforme a la buena, doctrina de los actos
propios) y las especiales que las Leyes señalan (delimitaciones legales del dominio).
Puede también hallarse limitado por la eventual modificación de las facultades
ordinarias (prohibiciones de disponer) o por la posible coexistencia con derechos reales
limitados. Pero por otro lado, la propiedad se presume libre (STS de 27 de marzo de
1995) y las limitaciones y los derechos reales limitados deben ser de interpretación
restrictiva (STS de 13 de diciembre de 1991).
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la legislación especial, Ley de Responsabilidad civil y seguro en la circulación de
vehículos a motor, así denominada por la Disposición Adicional 8ª de la Ley 30/1995,
de 8 de noviembre, de Ordenación y Supervisión de los seguros privados, en la que se
modifica el Texto Refundido de 1968, imponiendo una responsabilidad al propietario
del vehículo por los daños que del uso del mismo se deriven, también, en un sentido
parecido, el artículo 120.5 C.P, e incluso yendo más allá el artículo 212 C.P. en el que
se impone una responsabilidad solidaria con el autor del delito de injuria o calumnia, al
propietario del medio informativo a través del cual se haya propagado aquella), e
incluso, el deber de evitar los daños previsibles debidos a acto ilícito del anterior
propietario (STS de 5 de abril de 1988).
De otra parte el propietario, igualmente como tal, es decir, por el hecho de ser
propietario, es titular de una serie de facultades para exigir comportamientos de otra
persona derivados, precisamente de su relación de propiedad. Estas facultades puede
nacer, bien frente a otros propietarios (consecuencia de las relaciones de vecindad),
frente a los poseedores de la cosa (por haber constituido derechos de crédito en relación
con la misma que le facultan para exigir un determinado comportamiento en aquellos,
por ejemplo, en relación con el uso y mantenimiento de la misma, con respecto a los
frutos, etc.), o frente a los titulares de derechos reales limitados, como en general, a
cualquiera que lesione su derecho de propiedad (por la vía del artículo 1.902 C.c.).
Como facultades de la propiedad y que surgen, precisamente, en razón de la misma,
sólo se mantienen en tanto se sigue siendo propietario, de forma que cuando se deja de
serlo (se transmite o es poseído el bien por otra persona en calidad de dueño
adquiriendo la propiedad por usucapión), dejan de tenerse. No obstante, se ha de tener
presente que entre tanto se ha sido propietario, si se lesionó ese derecho el perjuicio se
causó, de forma que habrá nacido un derecho de crédito a favor del que entonces era
propietario y que ahora ha dejado de serlo, de forma que como derecho de crédito se
independiza pudiendo ser objeto, a su vez de transmisión, sujeto a su vez, a un plazo de
prescripción diferente de las acciones reales, por cuanto se trata ahora de acciones
personales cuyo plazo de prescripción es distinto (el general de 15 años, o tratándose de
la de responsabilidad, un año, artículos 1.964 y 1968 C.c., respectivamente).
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propios, sino también los límites a los que está sometido. En realidad, en el caso de la
propiedad interesa más conocer sus límites (lo que el propietario no puede hacer) que
las facultades que comporta (ya que, precisamente, la propiedad es el más amplio poder
posible sobre las cosas). A lo largo de la Historia, la propiedad ha estado siempre sujeta
a límites. Así, incluso en las épocas en que se ha atribuido a este derecho un valor
absoluto (Roma, Revolución Francesa) se reconocía que el propietario debía ajustarse
en su actuación a ciertos límites, como los impuestos por las relaciones de vecindad en
el caso de inmuebles.
1. DISTINCIÓN
Los conceptos antes expuestos están más o menos claros en las leyes, pero no así
la terminología, que es bastante confusa. Frecuentemente, el Código llama a los límites
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«servidumbres legales», lo cual no es correcto técnicamente pues la servidumbre predial
supone un predio dominante y otro sirviente, y un acto expreso de constitución.
A) Los límites del dominio vienen configurados por las leyes que, en todo caso
deberán respetar su «contenido esencial» para no incurrir en inconstitucionalidad. Según
el TC, por «contenido esencial» debe entenderse «el elenco o posibilidades de actuación
necesarias para que el derecho sea recognoscible como perteneciente al tipo descrito».
2. CLASIFICACIÓN
A) Límites genéricos que afectan a todos los derechos subjetivos: abuso del
derecho y «ius usus inocui».
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B) Las llamadas «prohibiciones de enajenar», que consisten en determinadas
restricciones que pueden establecerse a la libre disponibilidad de la cosa por su
transmitente. Constituyen limitaciones del dominio cuando son establecidas con
carácter singular en virtud de negocio jurídico o por un acto de la autoridad judicial o
administrativa.
El ius usus inocui. Esta forma de pensar, aunque no formulada tan claramente,
existe en realidad desde siempre. Una de las manifestaciones clásicas de ello es el
llamado ius usus inocui, que consistía, según COVARRUBIAS, en que «cada uno puede
hacer en el fundo de otro lo que a él aprovecha y no daña al fundo». El Código no
recoge expresamente este derecho, pero parte de la doctrina lo sigue considerando
existente. Se señalan como manifestaciones consuetudinarias del mismo el espigueo, o
facultad de recoger los sobrantes y residuos de cosechas abandonadas por el propietario
sobre su suelo; el pastoreo inocuo sobre bienes baldíos y de hierbas y rastrojos que el
mismo propietario no utiliza; la recolección de setas, hierbas medicinales, etc.; el paso
por terrenos no acotados ni cultivados. Ciertamente su persistencia es dudosa, y parece
convincente la opinión de BATLLE -que recoge CASTÁN- según la cual, el llamado ius
usus inocui está subordinado a la mera tolerancia del propietario, y que éste lo puede
prohibir perfectamente, lo que concuerda con la facultad de cierre de fincas (art. 388), y
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con la atribución al propietario de la finca de los frutos espontáneos de la tierra (art.
355).
La mayoría de los límites del dominio establecidos por las leyes se deben a
razones superiores de carácter público, que impiden su derogación o modificación por
los particulares afectados. El Código, como ya hemos señalado, suele llamar a estos
límites «servidumbres»; en este sentido, señala el art. 550 que «Todo lo concerniente a
las servidumbres establecidas para utilidad pública o comunal se regirá por las leyes y
reglamentos especiales que las determinan, y, en su defecto, por las disposiciones del
presente título». Aparte del Código, existen innumerables normas que establecen
distintos límites del dominio, según la clase de bien sobre el que recaiga.
El Código civil contiene además límites del dominio que se deben, más que a
razones de interés general, a la necesidad de proteger a algún sujeto determinado,
normalmente un vecino. A estos casos los suele llamar de servidumbres legales, pero ya
hemos visto que en realidad no lo son. No obstante, el régimen de estos límites es
distinto al de los establecidos en interés público, pues aquí el beneficiado por la norma
puede renunciar a ella (o darse la usucapión), constituyéndose normalmente entonces
una verdadera servidumbre. En esta línea, señala el art. 551 C.c. que «Las servidumbres
que impone la ley en interés de los particulares, o por causa de utilidad privada, se
regirán por las disposiciones del presente título, sin perjuicio de lo que dispongan las
leyes, reglamentos y ordenanzas generales o locales sobre policía urbana o rural./ Estas
servidumbres podrán ser modificadas por convenio de los interesados cuando no lo
prohiba la ley ni resulte perjuicio a tercero».
- Luces y vistas, de los arts. 580 a 584. Este caso tiene especial relevancia
práctica, y lo veremos a propósito de las servidumbres.
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- Distancias en las construcciones y plantaciones; arts. 590 a 592; también, art.
1908. Precisamente, en los arts. 590 y 1908 es donde la jurisprudencia fundamenta de
modo general la prohibición de inmisiones.
Desde siempre, las relaciones entre los dueños de predios vecinos ha sido un
problema con el que se ha tenido que enfrentar el Derecho. Se contraponen en él, de una
parte, el derecho de cada propietario de hacer en su finca lo que le plazca, y, de otra, el
del vecino de no soportar las molestias que provengan de aquél y que perturben también
su propiedad. La dificultad añadida en la actualidad es la proliferación de circunstancias
que pueden perjudicar incluso a vecinos muy lejanos (p.ej., en el caso de las
instalaciones de energía nuclear, fábricas, ruidos).
El C.p. en sus arts. 325 y ss. castiga las conductas contrarias al medio ambiente,
incluidas los ruidos, también con la Ley del Ruidos de 2003. En el ámbito
administrativo destaca el Reglamento de Actividades Molestas, Insalubres, Nocivas y
Peligrosas, de 1961 (aplicable en aquellas CCAA que no hayan legislado sobre este
aspecto, sí por ejemplo, Murcia, entre otras) y RD legislativo por el que se aprueba el
TR de la Ley del Suelo de 2008 (también en el ámbito Autonómico. Así, la Ley catalana
de 9 de julio de 1990 de la Acción Negatoria, Inmisiones, Servidumbres y Relaciones
de Vecindad, donde se trata este problema con detenimiento). Sin embargo, el Código
Civil carece de una norma general al respecto (aunque existe el art. 7.2º), y por ello la
doctrina ha tratado de buscar antecedentes que justifiquen una solución equilibrada.
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Las teorías antes señaladas eran demasiado estrechas y se han revelado
inservibles con el paso del tiempo, por la profunda transformación que ha sufrido la
industria, y la disposición de las viviendas (normalmente, propiedad horizontal)
humanas (así, niños que lloran, calefacción, etc.). A estas inmisiones inevitables y que
parece que hay que tolerar en cierta medida se las llama inmisión de imponderables.
Por otra parte, como hemos dejado entrever, sí existen normas que contemplan
problemas concretos de relaciones de vecindad (ej. arts. 590 y 1.908). Además, el art.
27.2. e) LAU considera causa de resolución del contrato «Cuando en la vivienda tengan
lugar actividades molestas, insalubres, nocivas, peligrosas o ilícitas»; y el art. 7.2 Ley
de Propiedad Horizontal establece que «Al propietario y al ocupante del piso o local no
les está permitido desarrollar en él o en el resto del inmueble actividades prohibidas en
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los estatutos, que resulten dañosas para la finca o que contravengan las disposiciones
generales sobre actividades molestas, insalubres, nocivas, peligrosas o ilícitas».
Constituyen, por último, límites del dominio aquellos casos en que la ley priva
de la facultad de disponer del derecho, o bien establece un derecho de adquisición
preferente a favor de ciertas personas. Ejemplos de prohibiciones legales de disponer
son: los herederos no pueden enajenar a título gratuito los bienes del declarado fallecido
hasta que pasen 5 años de la declaración (art. 196 CC); los que ejercitaron el derecho de
retracto tampoco pueden enajenar los bienes retraídos durante un lapso de tiempo.
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vigente reconozca su validez». Por su parte, el art. 27 Lh dispone que «Las
prohibiciones de disponer que tengan su origen en actos o contratos de los no
comprendidos en el artículo anterior, no tendrán acceso al Registro, sin perjuicio de que
mediante hipoteca o cualquiera otra forma de garantía real se asegure su cumplimiento».
En tercer lugar, la prohibición no se puede extender más allá del límite de dos
generaciones que el art. 785.2º, en relación con el 781, establece para las sustituciones
fideicomisarias (si el donatario es una persona jurídica, parece aplicable el límite de 30
años del usufructo, art. 515 C.c.).
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por la Ley 22/1973 (con reforma de 1980) y respecto de la propiedad intelectual el RD
legislativo de 1996 (con sucesivas modificaciones). A esta última nos referiremos más
adelante, en cuanto a las restantes, únicamente advertir que al tratarse de recursos
imprescindibles, su actual disciplina nada tiene que ver con la que originariamente las
regulaba al tratarse de bienes de dominio público. Esto justifica que no sean tratadas en
este momento.
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