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Control de lectura: Administración Pública Ana Sáenz

Alejandro Hernández Ramírez

Por principio de cuentas, la A.P es una organización que lleva a cabo y asegura el
cumplimiento de las decisiones políticas de lxs gobernantes. Los Estados modernos han
ido desarrollando aparatos encargados de esto, los cuales han evolucionado siguiendo el
modelo ideal de burocrático de Weber.

Las características de este modelo son: El Estado debe regirse por un ordenamiento
jurídico que contemple reglas de actuación abstractas, y que establezcan derechos y
deberes de manera i impersonal; el poder debe administrarse de manera jerárquica
administrativa; los funcionarios serán trabajadores profesionales ( no propiedad de los
medios que utilizan, y remuneración por su trabajo, seleccionados por sus méritos y
capacidades, y basan su posición en un saber especializados; toda la actuación burocrática
debe ser asentada en expediente y por escrito, lo que asegura la sujeción de la actuación a
la regla vigente.

Existen distintos modelos de A.P, desde el modelo francés y alemán tradicional de


burocracia, centralizada y jerárquica, con la figura de ministerios, surgido de la necesidad
de administrar instituciones separadas: administración militar y tributaria. Por otro lado,
están las A.P de países que no tuvieron una monarquía absolutista, y por ello, un grado
alto de centralización del poder; entre estos países están E.U e Inglaterra, cuyos sistemas
tienden a ser polarizados entre el centro y el nivel local, como causa y consecuencia en
E.U el federalismo, y en Inglaterra, el ethos del self-govermet.

Las personas que trabajan en la A.P, el funcionario, está sujeto a aun tipo de relación
laboral distinta al sector privado. Esta regulación tiene que ver con la actividad política
que realizan al trabajar por el Estado, y, por tanto, su actuación, más aún en democracias,
debe estar guiada por los principios de actuación pública, basados en el interés general.
En esta concepción, el funcionariado, en cuanto mecanismo que sostienen al Estado con
sus mecanismos, debía estar protegido de los vaivenes de la vida política. Todas las
democracias modernas se basan en estos principios, aunque cada una tienes sus
especificidades y formas de resolver el funcionamiento de su A.P.

El diseño organizacional de la A.P debe ser capaz de dar respuestas a las funciones que la
sociedad reclama. En este sentido, la A.P en cuanto administración puede ser analizada
como: organización relacionada con su entorno, y como organización en sí misma. En el
primer caso, la A.P debe estar relacionada con su entorno, y abierta normativamente con
la realidad sociopolítica, ya que está llamada a ser guiado por el “interés general”, o
“interés público”. En la definición del “Interés general” hay un origen político de la
organización administrativa, ya que el contenido del término ha sido peleado por distintos
actores, en contextos y escenarios puramente políticos.

La A.P, tradicionalmente se ha escondido detrás del concepto abstracto del “interés


general”, el cual es sin lugar a dudas político, para convertirse a sí misma en una
organización cerrada y autista, sin medios para comunicarse con su entorno

La organización pública actual tiene unos límites políticos claros, derivados de que ya no
es capaz de implementar por sí sola, políticas públicas que la sociedad demanda, a raíz de
que el Estado ha evolucionado como un Estado de bienestar fragmentado y heterogéneo
por asumir cada vez más demandas, prestar más servicios, y, en consecuencia, crecer
organizativamente.

Cada vez se vuelve más patente la necesidad de la participación ciudadana para el éxito
del actuar público, lo cual llama a que la A.P pase a considerar a la ciudadanía como una
mera receptora pasiva de bienes y servicios, e integrarla como un protagonista activo.

En la actualidad, en la A.P, la excesiva burocratización de sus procedimientos ha generado


una serie de problemas al interior de todo el aparato administrativo: la especialización ha
hecho perder de vista el objetivo general de la administración, la jerarquía ha
camuflajeado grados de irresponsabilidad; la subordinación de la actuación pública a
procedimientos y normas cada vez más extensas, han bloqueado la capacidad de
respuesta de la administración a nuevas demandas y nuevas coyunturas; “la
impersonalidad ha deshumanizado a la gestión pública” (Sanz, 2005 :455)

La reforma en la A.P debe estar acompañado de un liderazgo político, que establezca


nuevas metas, y procedimientos más abiertos, que no busquen una mejora técnica en la
administración, sino una mejora cualitativa. “La administración, lejos de ser un fin en sí
mismo, es un medio para llevar a cabo un determinado proyecto político, el cual debe ser
permanentemente definido por la sociedad y los gobiernos de modo conjunto” (Sanz,
2005: 457)
Referencias:

Miguel Caminal Badia (editor), Manual de Ciencia Política, Tecnos, Madrid, 2005. (Capítulo III) La
administración pública por Ana Sanz.

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