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Trabajo N° 4
La escritura de
los conceptos
Universidad Nacional de Rosario
Esta semana te proponemos indagar acerca de los conceptos y los modos de pensar y de
decir que intervienen en su formulación, comunicación y comprensión.
PRIMERA PARTE
Se trata de un proceso al que recurrimos a cada paso de nuestra experiencia cotidiana para
comprender lo nuevo y del que, naturalmente, no escapan los mecanismos involucrados en
la producción de los saberes de la ciencia.
Pensemos, por ejemplo, en cómo procedieron los científicos naturalistas del siglo XVIII
cuando descubrieron en Australia el ornitorrinco, un curioso animal con cabeza de
cuadrúpedo y pico de pato que presentaba características de mamífero (aunque un animal
con pico de pato no podría mamar) y de ovíparo, con un aparato reproductor como el de los
pájaros y los reptiles.
Sin embargo, como había algo de lo que estaba ante ellos que no se adaptaba a ese
esquema previo ofrecido por la idea de topo, se vieron en la necesidad de ir ajustando el
concepto. Hasta fines del siglo XIX, estos animales seguían estimulando la creatividad de
los científicos, que crearon la categoría de Ornythorynchus paradoxus y luego la de
reptantia en sus intentos de darle sentido a esa especie "tan singular".
La historia del “ornitorrinco” nos interesa aquí en más de un sentido. En primer lugar,
porque es una muestra clara de la capacidad de organización categorial en que se funda el
conocimiento humano, capacidad que implica un razonamiento que va en dos direcciones:
de lo particular o lo concreto a lo general o lo abstracto y viceversa.
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b) Relacionar: siguiendo con el ejemplo anterior, vincular el amoniaco con otras
sustancias como el oro o el oxígeno con las cuales comparte la condición de
“sustancias químicas, tipos de materia”.
d) Integrar: por ejemplo, analizar el oro como elemento que forma parte de la tabla
periódica de los elementos, o sea, lo consideramos como parte de un todo que integra.
¿Qué cabe dentro de un concepto? ¿Cuáles son las propiedades definitorias que ubican una
entidad dentro de una clase o categoría? ¿Cómo seleccionar esos rasgos? 1
1
El problema de cuáles son los criterios para establecer las características comunes de los miembros de una
clase aparece claramente expresado en el elenco de animales de la enciclopedia china Emporio celestial de
conocimientos benévolos, incluido en el famoso cuento de Borges “El idioma analítico de John Wilkins”:
En sus remotas páginas está escrito que los animales se dividen en a) pertenecientes al Emperador b)
embalsamados c) amaestrados d) lechones e) sirenas f) fabulosos g) perros sueltos h) incluidos en
esta clasificación i) que se agitan como locos j) innumerables k) dibujados con un pincel finísimo de
pelo de camello l) etcétera m) que acaban de romper el jarrón n) que de lejos parecen moscas.
Borges, J. L. (1974). “El idioma analítico de John Wilkins”. En Obras completas. Buenos Aires:
Emecé, p.708.
Como se advierte en este pasaje, la organización y clasificación del mundo empírico obedece a un criterio
que responde a un modo de pensar la “realidad”. En síntesis: las clases o categorías existen en función de los
puntos de vista que se adopten, es decir que no hay un criterio “único” en el sentido de “universal”, sino que
este depende de múltiples aspectos: el campo de conocimiento, la teoría adoptada, los objetivos perseguidos,
entre otros. En esta cita de Borges, el científico imaginario lleva a un extremo paródico la actividad
clasificatoria.
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Estas preguntas nos llevan a una segunda cuestión que queremos recuperar del relato
ofrecido, porque las vacilaciones e idas y vueltas que originó el caso del ornitorrinco entre
los estudiosos dan cuenta también de que los conceptos no son universales fijos e
invariables sino que constituyen creaciones históricas de los sistemas de pensamiento que
los formulan.
Los conceptos científicos reducen estas determinaciones a un modelo que resulta relevante
en cierto momento histórico y desde cierta perspectiva: la perspectiva de una cultura, de
una disciplina, de una teoría, de un campo discursivo.
El ornitorrinco fue, durante décadas, un “mamífero”, “un pájaro”, “un reptil”, según las
propiedades que se iban reconociendo como válidas en sus diferentes conceptualizaciones.
Las disputas parecen haberse cerrado casi 90 años después de descubierto el animal, hacia
1885, cuando la comunidad científica acuerda definirlo como monotrema, un mamífero
primitivo con características reptilianas como la reproducción ovípara. Sin embargo, dada
la naturaleza tan extraña de esta curiosa criatura, nada garantiza que los avances y
evolución de las investigaciones en la zoología no traigan algún día nuevas clasificaciones
que obliguen a reajustar el concepto.
Tomemos el concepto de “salud”. Todos sabemos que puede remitir a una disparidad de
concepciones. ¿Es la salud “la ausencia de enfermedad”? Podría serlo en un marco de
pensamiento que entienda el cuerpo como máquina (es el concepto racionalista de salud),
como algo sólido, estable, ajustado a normas, como un organismo mecánico para cuyo
correcto funcionamiento necesita reparaciones y control (que requiere, por ejemplo, de
operaciones o intervenciones). Un cuerpo cuyos órganos cumplen sus funciones, que está
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sano cuando está firme (recordemos a propósito que “enfermo” proviene del latín infirmus
que podría traducirse como “no firme”).
O la salud ¿es el “estado de completo bienestar físico, mental y social”? Entender de este
modo el concepto implica ir más allá de la idea de una integridad o totalidad alcanzada por
un organismo que se basta a sí mismo. Esta segunda concepción supone un “estar bien” no
sólo a nivel orgánico, sino también a nivel psicosomático, es decir, que incluye la relación
con el entorno. Es esta la definición de la OMS, una definición autorizada y avalada por la
legitimidad de la institución que la sostiene, pero sin embargo, y como puede apreciarse, el
mayor problema lo constituye la imprecisión del término “bienestar”. ¿Si el individuo se
siente/está bien pero cursa una enfermedad? ¿Si siente un malestar pero no presenta
ninguna enfermedad o desorden?2
Podríamos avanzar un poco más y añadir un nuevo y diferente concepto: la salud como “el
equilibrio entre las fuerzas naturales y espirituales, entre los individuos y las comunidades,
un todo holístico de bienestar físico, moral, social, espiritual y el equilibrio cósmico, un
todo”, concepto que mantienen distintas organizaciones territoriales de pueblos originarios
y que destaca la idea de “equilibrio” porque, antes que una condición estable, supone un
balanceo oscilante entre fuerzas y comprende la capacidad de reacción ante enfermedades
manifestadas en el hombre y su ambiente natural, familiar y social. La salud se asocia, así,
a una nueva cuestión, la capacidad para enfrentar riesgos y cambiar.
Es claro que no estamos, en todos los casos, ante el “mismo” concepto. Las distintas
concepciones de salud determinan también, y consecuentemente, cómo se entiende el
concepto con el que de alguna manera forma un par: la enfermedad. Y algo más, tienen
impacto directo en los modos de la práctica médica: no será lo mismo curar “lo enfermo”
como efecto de los agentes físico-químicos que como el resultado de un desajuste entre el
individuo y el cosmos al que está unido y el grupo social al que pertenece.
En nuestro ejemplo inicial, puede verse muy clara esta cuestión, porque las
denominaciones que forman la serie dan cuenta del desarrollo en el proceso de
conceptualización del ornitorrinco: watermole, Ornythorynchus paradoxus, reptania (más
tarde lo llamarán platypus anatinus que podría traducirse como “con pies planos parecido a
un pato”).
La conceptualización siempre está mediada. Primero, por la lengua, porque conocer
implica necesariamente hacer comunicable lo que conocemos. A la vez, como señalamos
antes, la conceptualización también está mediada por el discurso de un determinado campo
disciplinar, por los diversos modos de nombrar y legitimar el saber en cada cultura y en
cada época.
Lo que queremos destacar es que los conceptos no son independientes del sistema que
integran y donde se organizan jerárquicamente. Es por ello que, para poder comprender
los conceptos centrales de cada campo de conocimiento, conviene recordar que los
conceptos se conectan y relacionan, y que atender a la organización discursiva que brinda
el texto global puede ayudarnos a interpretar esas conexiones y relaciones. (Ya vimos en
encuentros anteriores, cómo, por ejemplo, la distribución de la información en la frase y el
uso de determinados marcadores o enlaces nos permiten interpretar, entre otras, relaciones
de equivalencia, de analogía, de causa-consecuencia, de contraste entre conceptos).
Las distintas configuraciones que adoptan las definiciones enlazan, de algún modo, estos
tres dominios. Al construir la definición del concepto “estrella” podremos recurrir,
entonces, a una “entidad real”, a la “imagen psíquica” (la representación mental de la
entidad), y a lo “decible” (ese algo que quien emplea el término entiende por él, una
palabra que remite a algo que no es nombrable sino mediante ella).
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Lo primero que debemos recordar es que toda definición tiene una exigencia formal:
establece una relación entre entidades que, en principio, podríamos describir como una
relación de identidad.
X es Y
Y es X
Las configuraciones verbales que puede adoptar esta relación de identidad entre entidades
son varias:
X es Y
-En la ciencia, una ley (X) es un enunciado conciso, verbal o matemático, de una relación
entre fenómenos que siempre se repite bajo las mismas condiciones (Y).3
-La dilución (X) es el procedimiento que se sigue para preparar una disolución menos
concentrada a partir de una más concentrada (Y).4
X consiste en Y
- La oxidación (X) consiste en una reacción química que se produce cuando una sustancia
entra en contacto con el oxígeno u otra sustancia oxidante (Y).
- Las glándulas salivales (X) consisten en dos porciones: una porción secretora (los
adenómeros) que elaboran las sustancias que constituyen la saliva y una porción
conductora constituida por tubos o conductos que transportan esta secreción hacia la
boca (Y).
X: Y
-Protones (X): partículas del núcleo que tienen carga positiva (Y).
3
Chang, R y W. College. (2002). Química. 7ª ed. México: McGraw-Hill, p. 7.
4
Op. Cit. p. 131.
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- Principio activo o fármaco (X): la sustancia responsable de la aparición de un efecto
farmacológico que permite cumplir, después de administrar un medicamento en una
situación patológica, con la finalidad deseada (Y).
X (Y)
-Isótopos (X) (átomos que tienen el mismo número atómico, pero diferente número de
masa) (Y).
X -Y-
-El genoma de la célula (X) -la descripción completa de información genética de su ADN
(Y)- proporciona un programa genético que le informa a la célula cómo funcionar.
X, Y,
– Las fisuras dentales (X), roturas o fallas del esmalte (Y), son pequeñas grietas que
surgen en la superficie dental y que, muchas veces, resultan imperceptibles.
XoY
5
Gómez de Ferraris, M. et. altri. (2009). Histología, embriología e higiene tisular bucodental. 3ª ed. México:
Editorial Médica Panamericana, p. 10.
6
Op. Cit.p. 9.
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SEGUNDA PARTE
Si tenemos en cuenta las propiedades que manifiestan las definiciones explicadas más arriba,
advertiremos por qué es inadecuada una definición como “La fotosíntesis es cuando…” porque en
este caso no se asocian formalmente dos entidades, algo que sí sucede si se formula: “La
fotosíntesis (X) es el proceso (Y)...”. En general, al enunciar “es cuando” se introduce un ejemplo,
que, como veremos más abajo, remite a una forma de razonar y de decir diferente.
Ninguna definición es adecuada si el término a definir es más básico que la expresión que lo define,
por ejemplo, “cachorro” es intuitivamente menos básica que “perro”. Nadie definiría normalmente
“perro” diciendo que significa “cachorro adulto”, mientras que sería bastante normal definir
“cachorro” diciendo que significa “cría de perro”.
De modo inverso, resulta inadecuado definir recurriendo a términos demasiado vagos o generales
como “es lo que”, “algo” o expresiones de bajo nivel de precisión: “El currículo es lo que los
educadores producen para promover el aprendizaje y el desarrollo humano”, “Un estereotipo es
algo preconcebido y cristalizado”, “El signo es una noción básica de las ciencias del lenguaje”.
Tampoco constituye una definición adecuada un enunciado formulado en estos términos: “La
enunciación es como que…/ es como si…”, puesto que la relación que se establece en este
enunciado no es de identificación sino de comparación.
Asimismo debe tenerse en cuenta también que lo definido no puede entrar como parte en la
definición, no es adecuado enunciar: “Un círculo es una figura circular” ni “La enunciación es el
acto de enunciar”, porque se caería en una tautología o reiteración que no hace avanzar la
explicación sino que, antes bien, la obtura.
Tampoco estamos definiendo adecuadamente si formulamos: “Los nervios vendrían a ser cordones
blancos que enlazan las diferentes partes del organismo con el sistema nervioso central”. La forma
verbal “vendrían” además de otorgarle carácter coloquial al enunciado, le añade un matiz de
imprecisión y posibilidad que no es propio de una definición académica.
Así, entonces y combinando los órdenes señalados más arriba (la palabra o expresión, la
idea y la cosa), podremos configurar distintas definiciones.
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Una posibilidad es formular una definición que combine palabra-cosa y así mostrar
directamente el referente mediante un señalamiento directo al objeto que posee la
propiedad que se define o -como ocurre en los diccionarios ilustrados- mediante un dibujo
o representación icónica.
Como se estará sospechando, este tipo de definiciones tienen sus límites. Supongamos que
definimos la blancura diciendo: Esto es blanco (señalando un papel). ¿A qué nos
referimos? ¿Al color, a la forma, a la estructura? Por eso, si bien pueden servir para ciertos
ámbitos y tienen una importante función didáctica, no siempre resultan productivas para
comunicar un saber en los textos académicos.
La palabra “salud” proviene del latín salus (sustantivo derivado del adjetivo
salvus: entero, intacto) significa solidez, firmeza y también conservación,
salvación.
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Ornitorrinco es un neologismo creado por el biólogo alemán, Johann Friedrich
Blumenbach (1752-1840), formado con el griego ὄρνις (ornis = pájaro) y ῥύγχος
(rhynchos = pico). Significa por tanto “pico de ave”.
Así se construyen habitualmente las definiciones de los diccionarios y que suelen contener
expresiones como “dícese de”, “se llama/denomina así a”, “significa”, etc.
Pero hay otro tipo de definiciones que son más elaboradas y con ellas entramos en un
capítulo más complejo porque comportan un mayor procesamiento cognitivo.
Se trata de las definiciones que presentan un concepto a partir del conjunto de atributos o
características que lo constituyen (sus propiedades definitorias).
Así, una definición de este tipo del concepto triángulo debe incluir:
extensión, figura, tres líneas, tres ángulos, la igualdad de estos tres ángulos con
dos rectos.
O la de ornitorrinco,
mamífero del orden de los monotremas, pies palmeados, con el cuerpo y la cola,
larga y aplanada, cubiertos de pelo gris muy fino, que vive en Australia y se
alimenta de larvas, de insectos y de pececillos.
Estas definiciones miran los conceptos “desde abajo”, es decir, se detienen en las
características esenciales de un concepto, recurren a la descripción de sus rasgos
distintivos o de sus funciones específicas.
Recordemos, a propósito, que muchos conceptos más que por sus rasgos estructurales se
definen por sus funciones. Pensemos, por ejemplo, en el modo en que se construyen
muchos de los conceptos en Histología, definidos justamente a partir de sus propiedades
funcionales porque más que poner de relieve el “en qué consisten”, se enfocan en el “para
qué sirven”, “cuál es su función o finalidad”:
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Veámoslo en un ejemplo sencillo: “el hombre es un animal”. Está definición no está
completa, porque no logra establecer los alcances del concepto. Para ser una definición
adecuadamente formulada, necesita especificar qué distingue al hombre del resto de los
animales, o sea, necesita plantear la diferencia específica: “capaz de razonar y hablar”.
Ahora este enunciado sí se acerca a lo que constituiría una definición adecuada de
“hombre” para las Ciencias Naturales.
Es decir, lo que los distingue y los vuelve específicos, en relación con los otros miembros
de la clase (figuras/mamíferos).
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llegar al concepto límite más allá del cual no puede continuar. La tabla periódica de
Mendeleiev es, por ejemplo, otro producto de este procedimiento:
Según este sistema de clases y subclases, en Zoología, el león, por ejemplo, pertenecería a
la especie Felix leo, del género Felix, familia de los Felidos, orden de los carnívoros, filo
de los Cordados, del reino Animalia.
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Imagen tomada de http://www.iescarlosbousono.com/wordpress/wp-
content/uploads/2008/04/11_presentacion_principales_grupos_seres_vivos.pdf,© Oxford University Press
España, S. A. Recuperado el 5 de noviembre de 2020.
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Por otro lado, las definiciones pueden enumerar el alcance de un concepto. A diferencia de
aquellas que despliegan los rasgos de un concepto, las definiciones extensionales son
definiciones “desde arriba”, ponen en relación un concepto con otros conceptos, remiten a
la red de conceptos que integran una clase. De este modo, por ejemplo, el concepto de
triángulo se extiende, en general, a todas las distintas especies de triángulo:
Las proteínas, los hidratos de carbono, los lípidos y los ácidos nucleicos son los
componentes orgánicos de la célula.
La definición puede contener, entonces, una descripción (en el caso de la definición por
propiedades estructurales o funcionales) o una enumeración (en el caso de la definición
que presenta los miembros de la clase) que se vuelven, así, configuraciones
complementarias.
Aunque se proponga ser compleja y multilateral, lo cierto es que en una definición no cabe
todo. La definición recorta, delimita, selecciona, clasifica, determina, deja ver ciertos
perfiles y silencia otros. Se trata de una operación compleja, que suele aparecer
complementada por otras. Como acabamos de ver, identificación, descripción,
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clasificación y enumeración son modos de pensar implicados en la definición que
permiten la formulación de conceptos.
Uno de los modos de pensar que contribuye a la comprensión de los conceptos porque
hace que el pensamiento se mueva entre lo abstracto o lo general y lo concreto o lo
particular es la ejemplificación.
En términos sencillos podríamos decir que ejemplificar consiste en ofrecer una o más
entidades singulares como exponentes de un concepto que, por su grado de abstracción,
por ser complejo o desconocido, puede resultar incomprensible. Para comunicarlo, se
recurre al ejemplo, que reenvía directamente a algo más concreto, claro o conocido.
Entre las configuraciones verbales que adopta el ejemplo encontramos enunciados que se
abren con expresiones como estas o similares: “por ejemplo”, “es el caso de…”, “como…”
o “tal como…”:
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que lo que él representa como caso singular se encontrará también en lo general. Es por eso
que el ejemplo busca que se infiera una regla.
Si, por el contrario, el ejemplo se ubica después de una serie de ejemplos presentados
como prueba suficiente que permite la generalización de una regla, este ejemplo final opera
como ilustración de la regla.
Este texto contiene muchos ejemplos ilustrativos. Cada uno de los ejemplos de tipos de
definiciones que ofrecimos más arriba lo son. (Este mismo enunciado lo es).
Los ejemplos son empleados, entonces, para comunicar y simplificar un saber, pero su
importancia no se agota allí: también se utilizan para mostrar que un concepto está bien
fundado, es admitido, está autorizado por la disciplina. El ejemplo muestra algo cuyo valor
se reconoce como válido (es “ejemplar” en el otro sentido de este adjetivo). De lo
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contrario, no cumpliría su objetivo, se volvería inadecuado porque no serviría como prueba
de la validez y el alcance del concepto explicado.
El ejemplo y el caso
En relación con esto, es importante hacer un nuevo señalamiento: hay situaciones en las
que el ejemplo no solo sostiene lo general sino que propone de él una revisión, lo discute.
Lo muestra pero al mismo tiempo pone en cuestión su validez: en lugar de ejemplo se
habla, entonces, de caso.
Si retomamos el relato del inicio de este texto, advertimos que para los desconcertados
naturalistas de la época, el del ornitorrinco representaba un caso: era un ejemplar de la
clase mamífero (o aves o reptiles) que, sin embargo, se salía de la norma y obligaba a
revisarla.
Dentro del ámbito jurídico, se constituyen en casos los hechos cuya interpretación muestra
las lagunas, fallas o vacíos de una ley, cuando la validez y la extensión de una norma son
puestas en duda. Son casos los que llegan, por ejemplo, a las máximas instancias como las
cortes internacionales, porque se trata de situaciones singulares que ponen en evidencia
que la norma general debe ser ajustada, modificada o reinterpretada.
El caso se plantea como un exponente singular porque no se ajusta por completo a la regla
general. Para que tenga fuerza de caso, es preciso que, al mismo tiempo (a) evidencie
rasgos excepcionales, (b) presente propiedades que se comparten con las leyes generales
sobre las que se basa y (c) otras que lo pongan en discusión. De este modo, se integra a la
norma y, simultáneamente, muestra sus fallas o los límites de su alcance.
En gramática, por ejemplo, constituye un caso la palabra “ojalá” pues posee características
que la ubican entre las interjecciones (las interjecciones son palabras o expresiones que
comunican sentimientos e impresiones y que ponen de manifiesto diversas reacciones
afectivas o inducen a la acción) pero también otras que la aproximan a los adverbios y a los
verbos, entre ellas la de determinar el modo verbal (ojalá llueva y no ojalá llueve).
A modo de conclusión
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-La definición no debe entenderse por fuera de la conceptualización. Formar un concepto y
configurarlo verbalmente son actividades simultáneas (ver en PRIMERA PARTE,
apartados CUATRO: Escribir los conceptos y CINCO: Sobre la definición).
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