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ANSELM GRÜN

Feliz
cumpleaños

SAL T2ERRAE
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Título del original:


Alles Gute zum Geburtstag
© Vier-Türme GmbH, Verlag,
Münsterschwarzach, 2014
www.vier-tuerme-verlag.de

Traducción:
Heinrich P. Brubach

© Editorial Sal Terrae, 2015


Grupo de Comunicación Loyola
Polígono de Raos, Parcela 14-I
39600 Maliaño (Cantabria) – España
Tfno.: +34 94 236 9198 / Fax: +34 94 236 9201
salterrae@salterrae.es / www.salterrae.es
Imprimatur:
Manuel Herrero Fernández, OSA
Administrador diocesano de Santander
26-01-2015
Diseño de cubierta:
María José Casanova

Edición Digital
ISBN: 978-84-293-2457-0

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Te deseo lo mejor

H OY es tu cumpleaños. Te deseo lo mejor. Te deseo todo lo que los judíos expresan


con la palabra šalom. Šalom no significa solamente paz, sino que todo esté
sintonizado, que experimentes una felicidad interior, que puedas vivir tu vida como
quieras. Con el šalom te deseo que sientas una satisfacción interior, que estés en paz
contigo mismo y contemples agradecido y contento tu propia vida.

T E deseo la bendición de Dios. La bendición de Dios contiene todo el bien que pueda
desearte. «Bendición» significa hablar bien. Por eso te deseo que en ese día
escuches palabras lisonjeras de los que te acompañan. ¡Que no silencien lo bueno que
ven en ti! Te deseo que te aprecies a ti mismo y tu vida; que por medio de estas palabras
buenas puedas agradecer y alabar a Dios por todo lo que te ha regalado en tu vida.

T AMBIÉN te deseo que emane de ti mucha bendición, que halles palabras elogiosas
para los que se reunirán este día contigo.

P ERO «bendición» significa aún algo más: fertilidad, florecimiento, crecimiento y


plenitud. Te deseo la bendición de Dios para que te conviertas cada vez más en la
imagen extraordinaria que Dios se ha hecho de ti. Te deseo que dejes florecer todos los
talentos que hay en ti, todo lo que Dios te ha regalado: belleza, inteligencia,
cualidades...; que todo florezca y dé fruto, para que otros saquen provecho de él.

T E deseo que confíes en que ya eres bendición para otros, en que los demás se
alimentan de tu presencia, de tu energía positiva, de lo que tú les dices y de cómo
los tratas.

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B ENDICIÓN significa que Dios te trata bien. En el Evangelio de san Mateo nos cuenta
Jesús el ejemplo del padre que da a su hijo cosas buenas: pan o pescado. Jesús dice:
«Pues si vosotros, con lo malos que sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros
hijos, ¡cuanto más dará vuestro Padre del cielo cosas buenas a quienes se las
pidan»
(Mateo 7,11).

D IOS te ha bendecido con muchos bienes, tanto espirituales como corporales. Que
Dios te bendiga de nuevo hoy, en tu cumpleaños, y que te conceda muchos dones:
todo lo que tú mismo deseas, todo lo que es bueno para ti y todo lo que te hace bueno.

S AN Lucas traduce las citadas palabras de Jesús de un modo algo diferente:


«... cuánto más vuestro Padre del cielo dará el Espíritu Santo a quienes lo
pidan»
(Lucas 11,13).

L O bueno que Dios quiere darte en este día es el don del Espíritu Santo. El Espíritu
Santo es un manantial del que siempre podemos beber y que continuamente nos
refresca, nos robustece y nos vivifica. El Espíritu Santo es una dýnamis, una fuerza que
hace fecundas nuestras pobres fuerzas y las llena de vida. Sobre todo, te deseo que nunca
se te agoten las fuerzas; que extraigas vitalidad sin cesar de la fuerza del Espíritu Santo,
que brota en tu interior como una fuente inagotable. Te deseo que en el Espíritu Santo
descubras la fuente del amor, que brota del fondo de tu alma para colmarte y para que
fluya como un río hacia los demás.

T E deseo que en tu cumpleaños puedas reconocer: yo mismo soy una bendición para
otros. Soy consciente de mis faltas y debilidades. Con la imagen de la bendición no
puedo hincharme de orgullo y ponerme por encima de otros. Pero puedo reconocer
agradecido que en el transcurso de mi vida he podido ser en muchas ocasiones una
bendición para otros. Pues también para ti vale la promesa que Dios hizo a Abrahán:
«Te bendeciré, haré famoso tu nombre, y servirá de bendición.... Bendeciré a
los que te bendigan ... Con tu nombre se bendecirán todas las familias del
mundo»
(Génesis 12,2-3).

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Q UE en tu cumpleaños esta palabra de Dios penetre en ti profundamente.
Reconocerás cuántos seres humanos han sido bendecidos a través de ti. Así podrás
agradecer y alabar a Dios por la bendición que te ha concedido y que te permite ser para
otros.

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Has nacido

E L venir a la vida se lo debes al amor de tus padres. Ellos se amaron, y por el amor se
unieron y te engendraron. Tu madre te llevó durante nueve meses en sus entrañas.
Todo lo que ella sentía lo percibías tú cuando estabas en su seno: su amor, pero también
sus preocupaciones y sus temores por ti. En su vientre te sentías en tu casa, como en el
paraíso.

P ERO al nacer fuiste empujado entre dolores para salir de ese paraíso. Tenías que
pasar por el angosto canal del parto. A lo mejor te forzaron para que pudieras pasar.
Tu primera reacción al entrar en este mundo extraño fue gritar. Pero tu madre te tomó en
sus brazos y te llevó a su corazón. Allí te sentías a salvo y seguro; percibías el mismo
ritmo de respiración al que te habías acostumbrado en su vientre. Tu madre te entregó a
tu padre para que en sus vigorosos brazos recibieras apoyo y fuerza.

D ESPUÉS de tu nacimiento no había nada definido en ti ni para ti. Sin embargo, no se


podía decir que eras una incógnita. Ya reaccionabas de una forma muy personal a
las sonrisas de tu madre y de tu padre, al hambre o a los dolores que te causaban
malestar.

Y A tenías tu propio carácter. Eres único. No sabemos cómo se realiza esa


originalidad. Has heredado algo de tu padre y algo de tu madre. Pero sigue siendo
un misterio, porque precisamente entraste tú al mundo con tu inconfundible manera de
respirar, de gritar y de sonreír. Dicha originalidad no se explica solo con argumentos
biológicos o apelando a una composición especial de los cromosomas; debemos
considerar también lo que obró Dios. Eres una imagen original que Dios se ha hecho
exclusivamente de ti.

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A principio no eras consiente de esta imagen. Tus padres te formaron y te educaron.
L
Ellos modelaron lo que habías sido desde un principio. A lo mejor, algunas veces
te deformaron. Te presionaron para que fueras la imagen que ellos se habían hecho de ti.
No consideraron suficientemente aquella imagen única que eres tú desde que Dios te
creó.

S INembargo, puedes tener la confianza de que todo lo que tus padres formaron y
moldearon al educarte era bueno, te hizo crecer y te ayudó a madurar.

A HORA ya es responsabilidad tuya, abstracción hecha de todas las imágenes y


esperanzas que otros depositaron en ti, descubrir la imagen única, auténtica y
original que Dios se hizo de ti.

C UANDO naciste, todavía no estaba muy definido lo que iba a ser de ti en el mundo.
Aún no era muy claro qué camino irías a tomar, qué profesión aprenderías y cómo
se desarrollaría tu carácter. Si piensas en tu nacimiento, trata de imaginar lo siguiente: si
comenzaras de nuevo, recorrerías el mismo camino que has recorrido o tomarías otro
completamente distinto? ¿Elegirías otra profesión? ¿Qué cosas habrías cultivado en ti
con más conciencia?

S I en tu cumpleaños te acuerdas de tu nacimiento, podrías imaginar lo siguiente:


también en este momento, a pesar de los años vividos, puedo empezar de nuevo y
contactar con aquella imagen original y no falsificada que Dios tiene de mí. Los años no
me han inmovilizado. He ido por un camino definido. He llegado a ser la persona que
actualmente soy. Pero puedo recordar de nuevo a aquel niño pequeño y único. Y al
recordarlo entraré en relación con lo más íntimo de mi ser, que corresponde a mi imagen
original.

A Lacordarte de tu nacimiento podrías hacerte también estas otras preguntas: ¿Por


qué existo? ¿Qué quiere decir: «yo soy»? Igual que existo, también podría no
existir. El que exista es un misterio. Los filósofos tratan de meditar sobre esta realidad. Y
dicen: he sido arrojado a este mundo. Interpretan la palabra existencia en este sentido:

x-isto, mi punto de referencia no está en mí, sino en el mundo que me rodea. Pero
E existencia quiere decir aún algo más: No soy simplemente un ejemplar más de la
raza humana, sino una persona inconfundible. La filosofía existencial del siglo pasado
subrayó siempre que no basta con vivir en un sentido meramente biológico.

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«Adquirir una determinada e inequívoca manera de ser depende de saber
sustraerse al anonimato»
(OTTO BETZ, LexSpir 366).

N O basta con estar presente. Quiero existir como la personaje única que soy. La
filosofía existencial dice que debemos ganarnos nuestra existencia. Es preciso
hacer realidad esa persona original que somos. La filosofía habla de la persona «única».

T ODO ser humano, como persona única que es, ha sido echado al mundo. Nuestra
tarea consiste en ser esa persona única. La teología lo expresa de manera algo
diferente: el hombre es la imagen inconfundible que Dios mismo se ha hecho de Sí. La
Biblia dice que Dios hizo al hombre a su imagen [eikṓn] y semejanza [homoíōma]
(Génesis 1,27)

L OS padres griegos de la Iglesia desarrollaron su propia teología acerca de la persona.


Dicen que el hombre es esencialmente una imagen única de Dios, eikon de Dios, de
donde proviene la palabra icono. Todo ser humano es desde el principio un icono de
Dios. Nuestro reto consiste en asemejarnos cada vez más a esa imagen [hómoios]. En la
medida en que nos asemejamos a esta imagen, desarrollamos el potencial que Dios nos
ha conferido, el potencial de nuestro pensar y sentir.

A SIMISMO, nos haremos conscientes de nuestra misión: Como seres humanos, no


nacimos únicamente para desarrollar nuestro potencial personal, sino que tenemos
además una misión en este mundo. Cada cual recibe una misión desde que viene a este
mundo. Cuando todavía es un niño, no puede descubrir cuál es su misión personal. Sin
embargo, ya de pequeño tiene una cierta idea de que es alguien excepcional, alguien que
ha venido al mundo para hacerlo más claro, cálido y humano. En el bautismo nos
entregan el cirio bautismal. Este cirio nos dice que por nosotros debería entrar la luz en
este mundo.

E N tu cumpleaños puedes reflexionar: ¿Cual es mi misión? ¿Qué talentos ha puesto


Dios en mis manos? ¿Qué me dice la historia de mi vida acerca de mi misión? Lo
que me ha ocurrido hasta ahora no ha sido algo meramente fortuito. Es mi historia muy
personal. Y esta mi historia quiere decirme algo. Mejor dicho: Dios quiere decirme algo
a través de mi historia. Esta historia la vivía única y exclusivamente yo. Pertenece a mi
ser personal.

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S I en el día de mi cumpleaños hago pasar por mi mente todo lo que me ha ocurrido,
entonces me dice el corazón que todo ello encierra el mensaje de que mi vida tiene
un sentido. Así llegaré a descubrir la misión que Dios me ha encargado por medio de las
experiencias que me permitió realizar.

D ENTRO de estas experiencias no tienen cabida únicamente los momentos


placenteros, sino también los momentos tristes y dolorosos. Pero precisamente
gracias a estos momentos me acercaré al contenido de mi misión personal.

H ILDEGARDA de Bingen opina que el arte de hacerse hombre consiste en poder


transformar las heridas en perlas. A lo mejor puedo descubrir en mis heridas
aquella perla, aquel talento que Dios me ha dado para entregarme a quienes han sufrido
algo semejante.

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La historia de tu vida

L A historia de tu vida es parte integrante de tu ser personal, de tu existencia original.


Por lo tanto, tómate tiempo para meditar, en el día de tu cumpleaños, la historia de
tu vida.

P UEDES partir, por ejemplo, del año que acabas de cumplir. Con tu agenda personal
en la mano, repasa los meses transcurridos. ¿Qué trabajos realizaste? ¿Hubo
encargos especiales, éxitos, experiencias de fracasos o dificultades? ¿Qué ocurrió en tu
familia? ¿Cómo han evolucionado los hijos, las relaciones entre esposos o con las
amistades? ¿Qué fechas especiales hubo en los meses pasados: cumpleaños redondos en
tu familia, aniversarios, fiestas especiales? ¿Dónde pasaste las vacaciones? ¿Qué
momentos felices viviste en este último año?

¿Q UÉhas sentido al mirarte a ti mismo? ¿Has tenido la sensación de que te has


quedado detenido o de que has crecido de algún modo? ¿Has estado sano o has
sufrido alguna enfermedad? ¿Qué te dice la enfermedad o la debilidad que
experimentaste? ¿Quizá la enfermedad encierra un mensaje que deberías respetar en el
futuro, como cuidarte más, por ejemplo? ¿O era la enfermedad una exhortación para que
seas más agradecido por el don de la vida y que al mismo tiempo seas consciente de que
no puedes garantizar tu salud y que tu vida llegará algún día a su término?

M EDITAacerca de todo ello en la presencia de Dios y pregúntale: ¿Qué has querido


decirme en este año? ¿Cuándo has venido a mi encuentro y me has despertado
para que, por fin, abriera los ojos? ¿Dónde me tocaste? ¿Qué cosa me conmovió más que
otras en este último año? ¿Tal vez me has tocado personalmente? Dios, te doy gracias
por este año. Es tuyo. Es parte tuya. También es parte de tu persona divina.

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P ARTIENDO del año que acabas de cumplir, sigue meditando en el pasado. ¿Cómo fue
el año anterior y cómo pasaste los años que lo precedieron? Así puedes seguir
meditando tu pasado hasta llegar a tu nacimiento.

D ETENTE en las diferentes fases. ¿Qué era lo más propio de tu infancia, de tu


adolescencia, de tu edad adulta..., hasta llegar a tu edad actual? Si te comparas con
el niño que fuiste y que te sonríe en las fotos de tu niñez, ¿percibes algo de ese niño tan
original, con su sentir y su pensar tan propios y con sus sueños tan personales?

E STÁ bien que te acuerdes de lo que preferías cuando eras niño y de lo que
rechazabas porque lo aborrecías interiormente. Recuerda dónde y cómo jugaste.
¿Hubo juegos o simples actividades en las que podías entregarte por completo, y hacerlo
con enorme ilusión y de todo corazón? Si contemplas aquellas situaciones, a lo mejor
podrás descubrir tus propias fuentes, a las que deberías conectarte de nuevo.

D ESPUÉS contempla la época de tu juventud. ¿Qué recuerdos tienes de tu


adolescencia? ¿Te rebelaste o fuiste más bien un adolescente adaptado y sumiso?
¿O quizá te rebelabas contra lo que estaba prescrito? ¿Qué cosas te entusiasmaban? Si
piensas en tus sueños, ¿qué querías hacer de diferente en el mundo? ¿O estabas tan
ensimismado que no tenías noción alguna que de pudieras hacer algo significativo en tu
vida?

H ABLANDO de su juventud, dice Romano Guardini que vivía como debajo de una
manta. Aún no había llegado a encontrar su propio ser o su personaje original y
único. Quizá recuerdes fases similares de tu vida en las que existías simplemente, sin
darte cuenta de lo que acontecía a tu alrededor. A lo mejor se trataba meramente de
sobrevivir, como en un refugio. Aún no te habías despertado ni te habías reconocido a ti
mismo.

S IN embargo, todas las fases de nuestra vida tienen su sentido. Estaría muy bien que
en tu cumpleaños te cuestionaras qué sentido se esconde en tus experiencias. ¿Qué
te dicen ahora? Es importante que, cuando surge el recuerdo de estas experiencias, digas:
¡Sí, todo eso soy yo! También eso es parte integrante de mi persona. No quisiera
prescindir de ningún año y de ninguna de las experiencias que tuve en mi vida.

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D ESPUÉS sigue meditando sobre la historia de tu vida: Te hiciste profesional. A lo
mejor fundaste una familia o, por el contrario, permaneciste solo. ¿Cómo fueron
los comienzos de tu matrimonio y cómo se ha ido desarrollando hasta el día de hoy? Si
preferiste no casarte, ¿fue por decisión propia o porque tu deseo de encontrar a la pareja
soñada no se vio cumplido? ¿Qué sentimientos te movían cuando llegaste a ser adulto?
¿Te fue todo bien o tuviste la impresión de que aún no conectabas con la vida real?

C ONTEMPLANDO el tiempo hasta el momento: ¿cómo ves tu vida ahora? ¿Dónde y


cuándo sufriste alguna crisis? ¿Sirvieron para relacionarte con tu interior, con tu
propio ser? ¿Te dieron la oportunidad de seguir creciendo, de ser más sincero, sensible y
despierto? ¿O, más bien, pesaron sobre ti y te impidieron vivir?

E Ntu cumpleaños intenta contemplar con gratitud ante Dios toda tu vida. Háblale de
todas las cosas que viviste y pregúntale qué te quiere decir por medio de los
acontecimientos de tu vida y cuál sería tu respuesta adecuada en el día de tu cumpleaños.

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Fiestas de cumpleaños

L A fecha de nuestro cumpleaños no debe pasar desapercibida, y casi todos la


celebramos. Desde luego, la celebración depende de la clase de aniversario que
celebremos: si es un cumpleaños normal o un número redondo. En la medida en que
avanzamos en edad, los cumpleaños «redondos» se hacen más importantes.

H AY personas que no quieren festejar su cumpleaños. No quieren ni oír hablar de


ello. Las causas son diversas. A algunos les incomodan el hecho de ser festejados.
Les molesta ser el centro de atención de los demás. Tienen miedo a que en su
cumpleaños les elogien en exceso y que hipócritamente se digan cosas falsas acerca de
ellos.

O TROS temen, simplemente, manifestar sentimientos. Pues cuando alguien me


felicita con motivo de mi cumpleaños o cuando celebramos juntos ese día, se habla
de mí y conmigo. En esa ocasión llegan a hacerse patentes sentimientos que en otras
ocasiones no se expresan.

H AY personas que, al negarse a celebrar su cumpleaños, dan la impresión de carecer


de la estima necesaria de sí mismas y de su propia vida. Piensan que no valdría la
pena celebrar el cumpleaños diciendo: «También las vacas y los perros tienen fecha de
nacimiento». Estas palabras revelan una fuerte desvalorización y un gran rechazo de sí
mismo. Hablando o pensando así, me deshonro a mí mismo y a mi vida.

F INALMENTE, hay personas que no quieren saber nada de la fiesta de su cumpleaños,


porque no quieren recordar el hecho de que están haciéndose mayores. Tienen un
problema con la aceptación de su envejecimiento.

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P REGUNTÉMONOS: ¿Por qué celebramos el cumpleaños? Toda fiesta tiene, en el
fondo, un significado religioso. La fiesta se celebra para honrar a Dios y
agradecerle. La palabra fiesta se deriva del latín ferire, que significa presentar un
sacrificio o un holocausto. En la fiesta se celebra lo que Dios ha hecho por nosotros, y
por medio de una ofrenda se le da gracias por ello. Todo cumpleaños tiene en sí algo de
fiesta religiosa y del carácter de una celebración religiosa propiamente dicha. Ofrecemos
algo e invitamos al banquete. Sacrificamos dinero y tiempo para poder disfrutar del
agasajo con calma y alegría.

E STAS fiestas son un gran «sí» a la vida. El teólogo alemán Wilhelm Zauner define
así el sentido de la fiesta:
«Lleva al hombre a estar de acuerdo consigo mismo, le transmite el sentido de
la vida y la alegría de vivir»
(LexSpir 382).

C UANDO celebramos un cumpleaños, hacemos público que nuestra vida tiene un


sentido. Así festejamos nuestra alegría porque vivimos. Decimos sí a nuestra vida.
Solo se puede celebrar el cumpleaños si se acepta uno a sí mismo y su propia vida.

A L mismo tiempo, la fiesta promueve la disposición a aceptar la vida con gratitud y


festejarla con toda la alegría del mundo.

L AS fiestas no las celebramos en solitario, sino en comunidad. De este modo


fortalecen la unión y la solidaridad con aquellos con quienes comparto mi vida y
con mis amigos. Meditamos juntos sobre mi vida y sobre las relaciones que tienen
importancia para mí y que me sirven de apoyo.

T ODA
de...
fiesta, pues –y el cumpleaños de manera especial– expresa también el anhelo

«... comunidad y seguridad duraderas, que no se pueden obtener en este


mundo. Tiene, por lo tanto, una relación con la trascendencia»
(WILHELM ZAUNER, LexSpir 382).

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C ELEBRAMOS un acontecimiento profano: mi cumpleaños. Sin embargo, al celebrarlo
siento algo que me trasciende como persona. Celebramos mi nacimiento, un regalo
de mis padres, pero también de Dios, y presentimos en esta fiesta una relación más allá
de lo visible.

E Nla fiesta de mi cumpleaños expresamos que nos sentimos unidos con lazos muy
fuertes, de tal manera que esta unión no puede ser suspendida ni siquiera con la
muerte.

E N cada celebración del cumpleaños percibimos que la gracia ha puesto su sello a


nuestra vida. Existimos por la gracia divina. Agradecemos a Dios por el don de
poder festejar este cumpleaños, y hacerlo en compañía de las personas que son
importantes para nosotros.

A muchos no les gusta celebrar su cumpleaños. Siempre el mismo programa: Nos


congratulamos. Quizá sigue la tarta favorita, o a lo mejor vamos a comer a un
restaurante de categoría, o se pronuncian los discursos de siempre y las felicitaciones sin
sentido.

V ALE la pena pensar antes cómo deseas festejar tu cumpleaños. A veces necesito
ánimo para dar a conocer mis ideas personales acerca de cómo querría que se
festejara mi cumpleaños. Para que mi cumpleaños sea realmente una fiesta se requiere
fantasía y amor. Un hombre me decía una vez: «Cuando tenía que celebrar mi
quincuagésimo cumpleaños, pensaba cómo debería hacerlo. Se me ocurrió invitar a
todos mis vecinos. Entre ellos hubo también muchos extranjeros. Los invité a todos, y
celebramos una fiesta enormemente alegre. Era mucho mejor que un almuerzo
ceremonioso en un restaurante. Aquella fiesta dio origen a unas relaciones y amistades
que siguen vivas hasta el día de hoy. Experimentamos una gran sensación de solidaridad,
sinceridad y cordialidad. A todos les cayó bien, y la fiesta tuvo una influencia positiva y
duradera en el vecindario».

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enorme disgusto.

L OS cumpleaños requieren buenos rituales si se desea celebrarlos adecuadamente. Si


una familia no cultiva buenos rituales para el cumpleaños, manifiesta la falta de
sentido común y el vacío que reina en ella; puede ser también una señal de su desunión y
que no es capaz de aceptar al individuo con su historia de vida personal y con su
originalidad.

N OSOTROS siempre celebrábamos en nuestra familia el cumpleaños de nuestra


madre. Cuanto mayor se hacía, tanta más importancia le dábamos a ese evento. Mi
padre ya había muerto cuando mi madre cumplía sesenta y un años. Así lo hicimos
durante mucho tiempo, hasta que llegó a los noventa años. Mis seis hermanos prepararon
una cena espléndida y toda clase de dulces.. A mí me dijeron que dijera unas palabras,
porque parecía corresponderme como sacerdote. Así lo hice cada año. Pero luego me
sentí incómodo y descontento, porque era imposible decir algo nuevo. Entonces me
inventé un ritual diferente que daba a la fiesta de mi madre un carácter especial, de
manera que todos quedaban satisfechos y luego decían: «¡Qué fiesta más bonita hemos
celebrado!».

A L decir que era «una fiesta bonita», digo al mismo tiempo que me fortalece, que
nos une interiormente y que de ella sacamos fuerzas para vivir otro año más.

U N año, por ejemplo, invité a mis hermanos a que cada uno dijera con pocas
palabras qué era lo que había aprendido de nuestra madre. Los nietos prestaron
mucha atención cuando escucharon hablar a sus padres de la abuela. Y a mi madre le
hizo mucho bien.

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palabras.

O TRO año pedí a mis hermanos que hiciesen la señal de la cruz en las palmas de las
manos de mi madre y que, al mismo tiempo, pronunciasen una enhorabuena o una
bendición.

P OR medio de los rituales se expresan sentimientos que generalmente no se


exteriorizan. Y así se crea una relación más profunda que no se logra con las
palabras. Nace una identidad familiar que dice: Pertenecemos a esta familia. Nuestra
relación es aún más profunda que una relación meramente emocional. Tiene su
fundamento en Dios, que nos unió en familia. En el ritual se habla de la persona que los
cumple de una forma que no se hace cada día.

C UANDO, en el transcurso de una charla que estaba dando a un grupo de personas,


mencioné los rituales que realizábamos en los cumpleaños de mi madre, una mujer
me dijo: Me gustaría también celebrar el cumpleaños de mi madre con un ritual
parecido. Pero estoy segura de que mi hermano se reiría de ello. Desde luego, los
rituales no solucionan todos los problemas que pueda haber en la familia. Además, no
todo ritual es apropiado para todas las familias. Sin embargo, a veces se necesita valor
para introducir un ritual. Debemos vencer ciertos obstáculos. Así que aconsejé a la
mujer: «Piense bien cuál es ritual que desearía introducir en el cumpleaños de su
madre. Debería ser algo que todos puedan aceptar y que, a la vez, contente a su madre.
Después, invite simplemente a los huéspedes a realizar ese ritual. Si su hermano no
quiere tomar parte en él, es su problema. Él mismo se excluye de la comunidad. De
ninguna manera debería permitirle que ridiculice su ritual. Si lo entorpece, tendría que
corregirlo diciendo: “Nadie te obliga a tomar parte en este ritual. Pero te ruego que
respetes lo que hacemos en el cumpleaños de nuestra madre”».

L OS rituales que se celebran con motivo de nuestros cumpleaños, normalmente son


propuestos por los invitados. Sin embargo, yo mismo puedo dar un carácter
personal a mi cumpleaños. Yo decido cómo voy a festejar ese día: puede ser en un buen
restaurante, o bien en casa con una barbacoa, o simplemente con los familiares más
cercanos, o como una fiesta abierta, a la que también los vecinos quedan invitados.

T AMBIÉN yo mismo puedo decidir –especialmente cuando se trata de un cumpleaños


«redondo»– que la fiesta de mi cumpleaños tenga un ritual religioso, ya sea una
eucaristía o una paraliturgia de agradecimiento, ya sea un rito de bendición. Por otra
parte, puedo dejarme sorprender por lo que aportan mis familiares y amigos a la fiesta.

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T AMBIÉN yo mismo puedo decidir –especialmente cuando se trata de un cumpleaños
«redondo»– que la fiesta de mi cumpleaños tenga un ritual religioso, ya sea una
eucaristía o una paraliturgia de agradecimiento, ya sea un rito de bendición. Por otra
parte, puedo dejarme sorprender por lo que aportan mis familiares y amigos a la fiesta.
Pero si prefiero dar a la celebración una forma acorde con mi gusto personal, debo tomar
yo mismo la iniciativa. Así tengo la oportunidad de expresar algo de mi propia
personalidad, y a mis invitados les transmito lo que tiene mucha importancia para mí.

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Lo que te deseo
en tu cumpleaños

N OS congratulamos mutuamente con ocasión del cumpleaños. «Congratular»


proviene del latín gratia, que tiene diversos sentidos: favor, donaire, gracias...
Cuando nos congratulamos con alguien en su cumpleaños, damos a entender que es pura
gracia de Dios el que esa persona viva, que Dios deja traslucir su gracia a través de él.

C ONGRATULAR significa ofrecer los propios parabienes. Unimos nuestra


congratulación a nuestros mejores deseos. ¿Qué debemos desear a quien celebra su
cumpleaños? A menudo, nuestros buenos deseos son un tanto generales. Deseamos al
que cumple años lo mejor. Y muchas veces no pensamos lo que queremos decir con
estas palabras. Al desearle todo lo mejor, en el fondo le deseamos que su vida discurra
por buen camino, que se sienta a gusto, que reciba toda clase de bienes en el nuevo año.

O bien le deseamos la bendición de Dios. Anhelamos que su nuevo año de vida sea
bendecido o esté bajo la bendición de Dios. Le deseamos que él mismo sea una
bendición para otros.

A menudo escuchamos este deseo: «Te deseo lo mejor, especialmente la salud, que
es lo más importante». ¿Es cierto que la salud es lo más importante? Este deseo
suena un tanto extraño cuando, por ejemplo, una persona que no goza de la salud desea a
otra precisamente la salud. Es perfectamente natural que nos alegremos por estar sanos.
Pero el desear la salud, que es lo más importante, puede deberse a una cierta timidez o,
simplemente, a que no sabemos qué otra cosa decir. Sin embargo, cuando este deseo
proviene de una persona que lucha por su salud o que espera sanar, puede tener mucho
sentido. Cuando alguien me desea especialmente la salud, me pregunto qué significa

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salud en realidad. El buen deseo de la salud no debe ser un motivo para que pensemos
constantemente en nuestra salud corporal. En tal caso, este deseo me llevaría a portarme
de manera muy egoísta y a centrarme únicamente en mi persona y en mi propio cuerpo.

L A palabra alemana wünschen (desear) guarda relación propiamente con la palabra


gewinnen (ganar). La imagen que subyace a este término significa originariamente:
vagar en busca de algo, especialmente alimento. A partir de ahí, evoluciona hasta llegar
a significar: desear, querer, anhelar, amar.

E N el fondo, deseamos que el otro busque lo que realmente le sustenta, lo que


necesita para vivir; algo que no solamente nutre su cuerpo, sino también su alma.
Nos referimos a su anhelo que su vida sea exitosa, que se encuentre entre los que
triunfan, que tenga suerte en su relación matrimonial, en sus amistades, en la educación
de los hijos, en su profesión y en su camino personal. Con nuestros buenos deseos
hacemos público nuestro cariño. Solo a aquel a quien amo puedo desearle algo bueno.

L OS cuentos nos hablan de muchos deseos de los seres humanos; hablan de deseos
que se hacen realidad y que son una bendición para el hombre; pero hablan también
de deseos que, por el contrario, encierran una maldición. Por una parte, hay personas que
tienen deseos exagerados. En el cuento de los hermanos Grimm El pescador y su esposa,
la mujer desea cada vez más cosas y no deja de hacérselo saber a su marido. Un buen
día, el marido había pescado un pez que en realidad era un príncipe hechizado. El pez le
pidió la libertad, y el buen hombre de la concedió. Agradecido, el pez animaba al
hombre a desear algo que le concedería por encima de todo. El hombre se lo cuenta a su
esposa. Ambos tienen deseos cada vez más desmesurados. Por de pronto, desean dejar de
vivir en su miserable choza, y disponer de una humilde casita. El deseo se cumple al
instante. Pero luego quieren vivir en un castillo. A continuación, él desea ser rey,
emperador y, finalmente, papa. El príncipe hechizado cumple todos los deseos al pie de
la letra. Sin embargo, ella no se contenta con lo conseguido. Finalmente, quiere ser Dios.
Pero este deseo desmedido devuelve a la mujer y al hombre a su punto de partida, a su
miserable choza.

L OS deseos exagerados no conducen a nada. Es un verdadero arte –dicen los cuentos–


desear lo justo y no perder la moderación. No se trata de desear más y más, sino lo
que me alimenta de veras y satisface mi anhelo más íntimo. Cuanto mayores nos
hacemos, tanto menos codiciamos el dinero y las riquezas. Preferimos la armonía
interior.

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E SCUCHA muy atentamente los deseos que los demás te dedican en tu cumpleaños. Si
te envían cartas de felicitación, no escatimes el esfuerzo de apuntar todos los deseos
que te envían. ¿Se parecen todos ellos? ¿Tienes la impresión de que quienes te felicitan
se esconden detrás de pura retórica y no desean para ti nada del otro mundo, sino lo que
suele desearse en estas ocasiones? ¿O hay deseos que te agradan? ¿Hay un deseo que
coincide con tu deseo más íntimo?

22
¿Qué deseo para mí?

L OSdeseos que los demás expresan para ti en tu cumpleaños te invitan a reflexionar


sobre ti mismo: ¿Qué quiero para mí mismo en mi cumpleaños? ¿Qué necesito?
¿Qué anhelo? ¿Qué deseo? ¿Dónde sufre mi vida un desequilibrio? ¿He llegado al punto
de descubrir lo que me sustenta de verdad? ¿O sigo buscando? ¿Estoy en armonía
conmigo mismo?

S I yo, personalmente, reflexionara sobre lo que espero para mi cumpleaños, me


apuntaría estos deseos: Quisiera ser cada vez más auténtico; que la imagen original
que Dios se ha hecho de mi sea cada vez más patente en el mundo. Quisiera estar más en
armonía conmigo mismo para aceptarme tal como soy. Quisiera conformarme con la
situación actual de mi vida.

Q UISIERAtener la firme esperanza de que Dios me transforme cada vez más en


aquella imagen que él quiso hacer de mí. Es mi deseo reconocer con mayor
claridad cuál es mi misión en este mundo, a fin de poder realizarla mejor. Quiero ser más
transparente para el Espíritu de Cristo; que algo de su clemencia y ternura se manifieste
también en mí. Finalmente, deseo que, al escribir, encuentre cada vez más aquellas
palabras que revelan el misterio del ser y que abren una puerta a lo que satisface nuestro
anhelo más profundo.

C cual tiene sus propios deseos. Sin embargo, pienso que es un buen ejercicio el
ADA
que, antes o después de recibir las felicitaciones en mi cumpleaños, reflexione
sobre lo que deseo yo para mí mismo.

23
ICHA reflexión no es ningún ejercicio superficial. Si logro describir lo que deseo para mí
mismo, conoceré cada vez mejor cuál es la esencia de mi persona. ¿Quién soy yo
D en realidad? ¿Quién querría ser? ¿Adónde querría llegar? ¿En qué consiste mi
identidad?

M cumpleaños es una invitación a reflexionar: ¿Cuál es el sentido de mi


I
existencia?, ¿cuál es la meta de mi vida? ¿Por dónde querría seguir buscando la
verdadera vida? Desear, anhelar... significa ir en busca de las cosas que me llenan de
verdad. Yo no soy como un cazador, no persigo bienes y riquezas, sino aquello que
realmente merece la pena.

S AN Pablo emplea el ejemplo de la caza y de la carrera para describir su propio


camino. Dice en la carta a los Filipenses:
«No es que ya lo haya conseguido ni que sea ya consumado; yo continúo para
alcanzarlo, como Cristo me alcanzó. Hermanos, yo no pienso tenerlo ya
conseguido. Únicamente, olvidando lo que queda atrás, me esfuerzo por lo que
hay por delante y corro hacia la meta, hacia el premio al que me llamó Dios
desde arriba por medio de Cristo Jesús »
(Filipenses 3,12-14).

A Lmeditar sobre este texto, me pongo en contacto con los deseos que me mueven de
verdad. Pablo habla de aquello que para mí lo real, lo intrínseco, el verdadero ser,
el misterio oculto detrás de todo lo visible. Al fin y al cabo, es Dios, el abismo de todo
ser.

D ETRÁSde estas palabras está, por un lado, la imagen del corredor. Nuestra vida se
asemeja a una carrera. Corremos para alcanzar el premio. Hacemos la carrera
esperando que nuestra vida tenga éxito. La otra imagen es la del cazador. Perseguimos
como un cazador lo que satisface nuestros anhelos más profundos.

L primeros monjes conocen el ejemplo de la caza de la liebre. Dicen: «Quien ha


OS
olfateado a Jesucristo corre hacia él como el perro husmea la liebre y corre para
alcanzarla. Corre sin preocuparse por las espinas u obstáculos que le rodean, y no le
importan las heridas que se hace. Corre hasta alcanzar la presa. Otros perros siguen al
perro cazador. Pero se acobardan ante los obstáculos en el camino y se vuelven atrás».

24
E S un deseo que tengo para mí mismo: perseguir durante toda mi vida lo que anhelo
y correr detrás de aquello que en el fondo me gusta y me satisface.

P ARA mí, personalmente, otra frase más de este texto ha cobrado mucha importancia:
«... olvidando lo que queda atrás, me esfuerzo por lo que hay por delante...» Este
versículo me ha servido en algunas ocasiones para ofrecérselo a las personas que asistían
a mis cursos, para que, sirviéndose de él, pudieran realizar un ritual de desprendimiento
de las cosas. Les invitaba a apuntar todo cuanto constituía para ellos un lastre o una
rémora, ya se tratara de traumatismos o de sentimientos de culpabilidad que fomentan
una autocrítica destructiva que insiste siempre en las mismas faltas. También pueden ser
relaciones que no encajan y que se mantienen solamente por sentido del deber.

T ODO lo que pesa sobre nosotros deberíamos –como dice san Pablo– olvidarlo y
enterrarlo. Invité a mis cursillistas a que arrugasen los papeles de sus apuntes y los
arrojaran a un recipiente diciendo las palabras de san Pablo. A continuación,
quemábamos todos los papeles.

E STAS palabras de san Pablo causaron en muchos de ellos una profunda conmoción.
Sentían que no es fácil olvidar lo que ha pasado y esforzarse por alcanzar lo que hay
por delante, lo que Dios les confía hacer. Al mismo tiempo, se sentían liberados al poder
dejar atrás las cosas del pasado y seguir por el camino que lleva a la meta.

A lo mejor también tú puedes realizar en tu cumpleaños un ritual parecido: apuntar


todo lo que pesa sobre ti y te entorpece al buscar lo esencial, y quemarlo o
enterrarlo, para que libremente puedas anhelar lo que realmente te sustenta y que es
acorde con tus deseos más íntimos.
deseos que los demás expresan para ti en tu cumpleaños te invitan a reflexionar sobre
ti mismo: ¿Qué quiero para mí mismo en mi cumpleaños? ¿Qué necesito? ¿Qué
anhelo? ¿Qué deseo? ¿Dónde sufre mi vida un desequilibrio? ¿He llegado al punto de
descubrir lo que me sustenta de verdad? ¿O sigo buscando? ¿Estoy en armonía
conmigo mismo?

S I yo, personalmente, reflexionara sobre lo que espero para mi cumpleaños, me


apuntaría estos deseos: Quisiera ser cada vez más auténtico; que la imagen original
que Dios se ha hecho de mi sea cada vez más patente en el mundo. Quisiera estar más en
armonía conmigo mismo para aceptarme tal como soy. Quisiera conformarme con la
situación actual de mi vida.

25
Q UISIERA tener la firme esperanza de que Dios me transforme cada vez más en
aquella imagen que él quiso hacer de mí. Es mi deseo reconocer con mayor
claridad cuál es mi misión en este mundo, a fin de poder realizarla mejor. Quiero ser más
transparente para el Espíritu de Cristo; que algo de su clemencia y ternura se manifieste
también en mí. Finalmente, deseo que, al escribir, encuentre cada vez más aquellas
palabras que revelan el misterio del ser y que abren una puerta a lo que satisface nuestro
anhelo más profundo.

C ADA cual tiene sus propios deseos. Sin embargo, pienso que es un buen ejercicio el
que, antes o después de recibir las felicitaciones en mi cumpleaños, reflexione
sobre lo que deseo yo para mí mismo.

D ICHA reflexión no es ningún ejercicio superficial. Si logro describir lo que deseo


para mí mismo, conoceré cada vez mejor cuál es la esencia de mi persona. ¿Quién
soy yo en realidad? ¿Quién querría ser? ¿Adónde querría llegar? ¿En qué consiste mi
identidad?

M Icumpleaños es una invitación a reflexionar: ¿Cuál es el sentido de mi


existencia?, ¿cuál es la meta de mi vida? ¿Por dónde querría seguir buscando la
verdadera vida? Desear, anhelar... significa ir en busca de las cosas que me llenan de
verdad. Yo no soy como un cazador, no persigo bienes y riquezas, sino aquello que
realmente merece la pena.

S AN Pablo emplea el ejemplo de la caza y de la carrera para describir su propio


camino. Dice en la carta a los Filipenses:
«No es que ya lo haya conseguido ni que sea ya consumado; yo continúo para
alcanzarlo, como Cristo me alcanzó. Hermanos, yo no pienso tenerlo ya
conseguido. Únicamente, olvidando lo que queda atrás, me esfuerzo por lo que
hay por delante y corro hacia la meta, hacia el premio al que me llamó Dios
desde arriba por medio de Cristo Jesús »
(Filipenses 3,12-14).

A L meditar sobre este texto, me pongo en contacto con los deseos que me mueven de
verdad. Pablo habla de aquello que para mí lo real, lo intrínseco, el verdadero ser,
el misterio oculto detrás de todo lo visible. Al fin y al cabo, es Dios, el abismo de todo
ser.

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D ETRÁS de estas palabras está, por un lado, la imagen del corredor. Nuestra vida se
asemeja a una carrera. Corremos para alcanzar el premio. Hacemos la carrera
esperando que nuestra vida tenga éxito. La otra imagen es la del cazador. Perseguimos
como un cazador lo que satisface nuestros anhelos más profundos.

L OS primeros monjes conocen el ejemplo de la caza de la liebre. Dicen: «Quien ha


olfateado a Jesucristo corre hacia él como el perro husmea la liebre y corre para
alcanzarla. Corre sin preocuparse por las espinas u obstáculos que le rodean, y no le
importan las heridas que se hace. Corre hasta alcanzar la presa. Otros perros siguen al
perro cazador. Pero se acobardan ante los obstáculos en el camino y se vuelven atrás».

E S un deseo que tengo para mí mismo: perseguir durante toda mi vida lo que anhelo
y correr detrás de aquello que en el fondo me gusta y me satisface.

P ARA mí, personalmente, otra frase más de este texto ha cobrado mucha importancia:
«... olvidando lo que queda atrás, me esfuerzo por lo que hay por delante...» Este
versículo me ha servido en algunas ocasiones para ofrecérselo a las personas que asistían
a mis cursos, para que, sirviéndose de él, pudieran realizar un ritual de desprendimiento
de las cosas. Les invitaba a apuntar todo cuanto constituía para ellos un lastre o una
rémora, ya se tratara de traumatismos o de sentimientos de culpabilidad que fomentan
una autocrítica destructiva que insiste siempre en las mismas faltas. También pueden ser
relaciones que no encajan y que se mantienen solamente por sentido del deber.

T ODO lo que pesa sobre nosotros deberíamos –como dice san Pablo– olvidarlo y
enterrarlo. Invité a mis cursillistas a que arrugasen los papeles de sus apuntes y los
arrojaran a un recipiente diciendo las palabras de san Pablo. A continuación,
quemábamos todos los papeles.

E STAS palabras de san Pablo causaron en muchos de ellos una profunda conmoción.
Sentían que no es fácil olvidar lo que ha pasado y esforzarse por alcanzar lo que hay
por delante, lo que Dios les confía hacer. Al mismo tiempo, se sentían liberados al poder
dejar atrás las cosas del pasado y seguir por el camino que lleva a la meta.

A lo mejor también tú puedes realizar en tu cumpleaños un ritual parecido: apuntar


todo lo que pesa sobre ti y te entorpece al buscar lo esencial, y quemarlo o
enterrarlo, para que libremente puedas anhelar lo que realmente te sustenta y que es
acorde con tus deseos más íntimos.

27
Los cumpleaños de mi vida.
Números

C ADA año celebras otro cumpleaños. Ya hace tiempo que dejaste atrás el décimo y el
decimoctavo. A lo mejor ya celebraste el vigésimo, el trigésimo, el cuadragésimo o
el quincuagésimo cumpleaños. Cada uno de ellos tiene su propia importancia. Por una
parte, es importante la edad en cuestión, pero también los respectivos números tienen su
propio valor.

A continuación quisiera meditar sobre algunos números y preguntar en qué medida


confieren un carácter especial al cumpleaños correspondiente: el número 10
simboliza el todo. Cuando un niño cumple los 10 años, puedes desearle que encuentre su
todo, es decir, que llegue a ser él mismo y descubra su propia imagen. Cuando cumple
12 años, le puedes desear que aprenda a ser solidario. Israel tenía 12 tribus, y Jesús
escogió a 12 apóstoles. El niño es ahora un miembro valioso de la comunidad. En varias
culturas se considera a un niño de 12 años como miembro adulto. 14 es el número
auxiliador. En la Babilonia antigua se veneraba a 14 dioses auxiliadores y curadores. En
la tradición cristiana tenemos a los 14 santos auxiliadores. Así, cuando cumpla los 14
años, puedes desear para tu hijo que durante su adolescencia consiga contactar con
aquellas fuerzas de su alma que son capaces de ayudar y curar; y que no le falten buenos
auxiliadores que lo acompañen.

E N el decimoctavo cumpleaños se festeja que el hijo o la hija ha llegado a la


madurez. En la Biblia, el 18 es sinónimo de curación y liberación. La mujer tullida
y encorvada (Lucas 13,11) es liberada después de 18 años de sus cadenas interiores y
puede erguirse. Por consiguiente, puedes desear a tu hijo o a tu hija que pasen erguidos e
interiormente libres por la vida.

28
E Nlos cuentos, el vigésimo día es muchas veces un día especial que produce un
cambio. Ulises regresa a su tierra después de 20 años de ausencia. El 20 es el
número de la maduración. Deseamos al joven veinteañero que consiga regresar a sí
mismo –como Ulises– ya plenamente maduro.

A NTAÑO, se consideraba que a los 21 años se alcanzaba la edad adulta. El 21 deduce


su importancia del ritmo de los siete. Tres por siete son 21. La juventud se ha
completado, y el hombre ha llegado a ser responsable. No pretendo pasar por todos los
números, excepto los números «redondos». Para la meditación de los demás números
aconsejo la lectura del libro de Otto Betz, Das Geheimnis der Zahlen (El misterio de los
números).

A algunos les resulta difícil festejar su trigésimo cumpleaños. Representa el adiós


definitivo a la juventud. Jesús y Moisés se presentaron en público al cumplir los 30
años. Con 30 años, acepto mi responsabilidad en la sociedad. Con 30 años, dispongo de
fuerza suficiente para llevar adelante no solo mi propia vida, sino también mi profesión.
Además, tengo fuerza suficiente para emprender y crear algo en favor de mi familia.

E L número 40 tiene un significado especial tanto en la Biblia como en la psicología.


Los israelitas anduvieron durante 40 años por el desierto. Moisés se quedó 40 días
ayunando en el monte. También Jesús se retiró 40 días al desierto. Un místico alemán
dice que la vida espiritual del hombre cambia cuando cumple 40 años. El entusiasmo –
dice– cede el paso a la experiencia de Dios.

L A psicología asocia los 40 con la crisis de la mitad de la vida. Nos preguntamos:


¿No habrá más que lo que hemos vivido hasta ahora? ¿O habrá algo más que ahora
pide paso? Con el cuadragésimo cumpleaños comienza un giro interior. Ya no debemos
buscar todo en el exterior: hemos de encontrar el camino hacia dentro.

C INCUENTA es un número sacro. El quincuagésimo día (después de la Pascua) es


Pentecostés (pentēcostḗ en griego = cincuenta). Los israelitas celebraban cada 50
años un año jubilar, en el que se perdonaban todas las deudas, los esclavos eran puestos
en libertad, y el disfrutaba del descanso. San Agustín relaciona Pentecostés con la
resurrección y el año jubilar judío:
«Estos cincuenta días después de la resurrección del Señor no se celebran
como símbolo de la fatiga, sino como símbolo del descanso y del gozo»

29
(BETZ 152).

A L cumplir los 50 años, los romanos eran liberados del servicio militar, quedando
exentos de toda actividad bélica. Así deberíamos dejar atrás todo lo que salió mal
en nuestra vida, todo sentimiento de culpabilidad o de autoacusación. Deberíamos
experimentar la liberación de las cosas o situaciones que nos atan y nos esclavizan. El
místico alemán Johannes Tauler dice que el ser humano, cumplidos los 50 años, es ya un
hombre espiritual.

E L 60 era en Babilonia un número muy importante. Hasta el día de hoy seguimos


dividiendo la hora en 60 minutos, y el minuto en 60 segundos. El seis es el número
del trabajo. Cuando cumplimos los 60, nuestro trabajo adquiere una cualidad diferente.
Antaño, se consideraba anciana a una persona de sesenta años. Actualmente, el 60 tiene
otro significado. Para el sexagésimo cumpleaños podemos desear al hombre o a la mujer
que acepten el hecho de envejecer y se persuadan de que su valor personal no depende
de la eficacia y el rendimiento en el trabajo. La eficacia de su trabajo proviene de una
fuente interior, no de la presión de tener que rendir cada vez más.

E N nuestro tiempo se da a la celebración del 65 cumpleaños un mayor relieve, pues


generalmente nos jubilamos a esa edad. Con motivo de este cumpleaños, honramos
y reconocemos el trabajo de toda una vida, sin tomar en consideración el hecho de que la
persona siga o no trabajando. Al mismo tiempo, celebramos el tránsito del seis al cinco,
del trabajo a la esencia del hombre. No en vano, hablamos de la «quintaesencia». El
cinco lleva al verdadero ser de la persona. A un hombre de 65 años le deseamos que se
cambie el orden de valores: más vale el ser que el tener; en el centro de la vida ya no está
el rendimiento, sino la riqueza espiritual.

E N el salmo 90 leemos:
«Aunque vivamos setenta años, y los más robustos hasta ochenta, su afán es
fatiga inútil, pues pasan aprisa, y nosotros volamos»
(Salmo 90,10).

D ICHA experiencia tiene ya una edad de 3.000 años. Actualmente, mucha gente vive
aún más años. De ahí que yo atribuya a los 70 otro significado. 70 es el número de
la transformación. Siete por diez dice: todo lo que albergamos en nosotros debería ser
transformado de modo que la totalidad de nuestro ser esté penetrado por el Espíritu de
Dios. La transformación pretende siempre que lo propio y original que hay en nosotros

30
salga a la luz, a fin de que seamos transformados en la imagen que corresponde a nuestro
ser. Jesús escogió a setenta discípulos para que llevaran la buena nueva a todas las
ciudades. En la Antigüedad se pensaba que existían tan solo 70 naciones. Así, en el
septuagésimo cumpleaños nos deseamos unos a otros que seamos interiormente tan
claros y transparentes que algo del Espíritu de Jesús pase a través de nosotros e ilumine a
todos con quienes nos encontremos. Nos deseamos, además, que manifestemos algo de
nuestro mundo y que la sabiduría del mundo entero nos llene.

E L 75 cumpleaños se celebra en nuestra cultura como si fuese un cumpleaños


redondo. Tenemos la impresión de que con este cumpleaños empieza algo nuevo.
Ya no podemos negar la vejez. En el número 75 se esconde el siete, número de la
transformación, y el cinco, número que representa al hombre. El cuatro representa los
cuatro elementos. El cinco es el número de la transición hacia lo divino. En la
antigüedad era el número que correspondía a la diosa Venus. Al hombre de 75 años le
deseamos que refleje algo del amor que tiene su origen en Dios y que es de otra calidad
que el enamoramiento.

E N el octogésimo cumpleaños pensamos especialmente en el número ocho.


Representa la trascendencia, el infinito. El octavo día es el día de la resurrección
que no conoce ocaso. Buda inventó el sendero óctuple para conseguir una vida
equilibrada. Jesús contestó a esto con sus ocho bienaventuranzas, que muestran la senda
hacia una vida feliz. Deseamos al que celebra su octogésimo cumpleaños que algo de la
sabiduría de Jesús resplandezca en él y que esté abierto a la trascendencia, al misterio
que es más grande que él y le sobrepasa.

E L 81 cumpleaños no tiene ninguna importancia en nuestra cultura. Sin embargo,


tanto en la filosofía romana como en la filosofía china representa un día importante.
Se dice que Platón murió en su 81 cumpleaños. Para los griegos, el nueve por nueve era
símbolo de la perfección que Platón había alcanzado. De Lao Tse se cuenta que nació
después de un embarazo que duró nueve por nueve años. Es por eso por lo que, siendo
niño, ya era un sabio. A quien celebra su 81 cumpleaños le deseamos, por consiguiente,
que sea rico en sabiduría y entendimiento.

E N épocas anteriores, rara vez se llegaba a cumplir 90 años. Actualmente son cada
vez más las personas que llegan a esa edad. Cuando mi madre cumplió 90 años, me
sentí animado a meditar sobre este número. El 90 contiene algo del misterio del nueve y
del diez. Ya no expresé mi deseo, sino que dije simplemente a mi madre lo que saltaba a
la vista: estaba ante una mujer que durante una larga vida había llegado a ser ella misma.
Toda su biografía estaba impregnada del Espíritu de Dios. Por eso su rostro reflejaba una

31
sabiduría que no necesitaba ser demostrada, sino que ella lucía simplemente con una
gran serenidad.

E N cada uno de mis cumpleaños, los números me invitan a meditar sobre su misterio.
Si reflexiono sobre los números, siento qué es lo que quiero esencialmente para mí
mismo en el día de mi cumpleaños.

L OS números me indican, además, lo que ya ha crecido en mí, porque algo que el


número de mi cumpleaños expresa ya se ha realizado en mi biografía. Debo
reconocerlo bajo el aspecto de la mística de números y aceptarlo agradecido.

S I reflexionamos sobre los números, también podemos meditar sobre los números de
nuestro cumpleaños. Conste que no se trata de emplear los métodos astrológicos.
Quiero meditar, simplemente, sobre lo que me dicen los números. Yo, por ejemplo, nací
el 14.1.1945. 14 es el número que ayuda y sana. Considero que esta es mi misión
personal: ayudar a los hombres en sus necesidades y anunciar una espiritualidad que
sana. El uno representa el anhelo por la unidad. Este anhelo es algo típico para mí desde
que era niño. Deseo estar unido a mí mismo, pero anhelo igualmente la unión con Dios.
Me encantaría estar unido con todo y con todos. Estando solo y en silencio, tengo una
idea de lo que significa estar unido en el fondo de mi alma con todos los hombres y la
creación entera. El número 45 representa para mí la discrepancia entre el cuatro y el
cinco, entre lo mundano –los cuatro elementos– y la transición hacia lo divino. Como
monje benedictino, sé de la importancia de desarrollar una espiritualidad que no excluya
lo creado. El Espíritu de Dios debe hacerse patente en el mundo y en el trabajo del
hombre. El mismo Espíritu debe resplandecer en mi cuerpo y en mi manera de vivir.

A cada cual puede meditar los números de su cumpleaños. Pero, ¡ojo!, no vayamos

a excedernos en interpretar los números, los cuales, no obstante, representan una
posibilidad legítima de conocernos mejor a nosotros mismos. En la Antigüedad, los
números nunca tenían un carácter fortuito. Por consiguiente, la fecha de nacimiento no
era casual: con ella Dios quería decirnos algo.

S IN embargo, en el día de mi cumpleaños no se trata solamente de reflexionar sobre


los números. Los números indican sin fallo alguno mi edad actual. De modo que
parece prudente pensar en mi edad: ¿Cómo me siento a la edad que tengo?

32
A mí me sucede que, cuando era niño, un hombre de sesenta años me parecía viejo.
Pero cuando cumplí sesenta, no me sentí viejo para nada. Relacionamos con la
edad las experiencias que tuvimos de niños con personas mayores. Sin embargo, es
decisivo como nos sentimos ahora. Cada cumpleaños es una invitación a decir sí al
hecho de que me estoy haciendo mayor y a vivir gustosamente la edad que actualmente
tengo.

33
El bautismo.
Nacer de Dios

N O has nacido, simplemente. Has recibido el bautismo. No vas a pensar en tu


nacimiento sin pensar en el segundo nacimiento, en tu bautismo, que también se
conoce como nacer de Dios. El bautismo te enseña por medio de símbolos cual es el
misterio de tu nacimiento. No eres solamente hijo o hija de tus padres, sino también
criatura de Dios.

L OS ritos del bautismo te revelan el misterio de tu ser humano. Vertieron el agua


bautismal sobre ti. Quiere decir que nunca te secarás ni te entumecerás. Existe en tu
interior un manantial que no se agota. Es el manantial del Espíritu Santo. El agua te
limpia y te purifica de cuanto de turbio y opaco hay en ti, que son las imágenes que tu
padre y tu madre te encasquetaron. Ellos proyectaron en ti sus deseos. Supuestamente, lo
hicieron con una conciencia limpia, porque querían lo mejor para ti. Sin embargo,
enturbiaban y oscurecían tu imagen original. El bautismo te recuerda constantemente la
imagen original que Dios quiso para ti.

P ERO tú también has enturbiado tu propia imagen en numerosas ocasiones, al dejarte


impresionar por imágenes que menospreciaban tu valor humano. Imágenes tales
como: «No tengo remedio». «No hay quien me aguante». «Soy insoportable»... Puede
ser enturbiaras tu propia imagen por presunción: «Tengo que ser perfecto, tener éxito y
controlarlo todo en todo momento». El bautismo te recuerda una y otra vez tu imagen
original.

N el bautismo te fue dicho: «Tú eres mi hijo amado, mi predilecto. Tú eres mi hija
amada, mi predilecta. En ti me complazco». Sería bueno que interiorizases esta frase. A

34
lo mejor has escuchado otras palabras; por ejemplo, cuando tus padres afirmaban
E quererte con la condición de que te portaras bien, o trabajaras duro, o tuvieras éxito,
o no les causaras problemas. En consecuencia, buscas estrategias para sobrevivir, nos
dice un psiquiatra alemán, el jesuita Karl Frielingsdorf. Dichas estrategias pueden
consistir en que te esfuerces y te definas solamente por tu eficiencia, o bien en que te
adaptes a todos y a todo para ser aceptado. Pero eso no es vida verdadera; eso no es más
que sobrevivir.

C ON motivo de tu cumpleaños, deberías recordar la promesa que Dios te hizo y que


te da la seguridad de haber sido aceptado incondicionalmente, de que puedes ser tal
como eres, de que no necesitas probar tu derecho a existir. El derecho incondicional a
existir lo recibiste en tu bautismo. Esto es lo que te permite no solo sobrevivir, sino vivir
de verdad.

E N el bautismo has recibido la unción como rey o reina, como sacerdote o


sacerdotisa, como profeta o profetisa. También este rito hace visible tu verdadera
esencia. Tú eres rey o reina. Tienes dominio sobre ti mismo y no te dejas dominar por
tus instintos. Además, no permites que otros ejerzan su dominio sobre ti.

T Ú eres sacerdote o sacerdotisa. El sacerdotes es protector de lo sagrado. En tu


interior hay un lugar sagrado que debes proteger. Tu reto consiste en proteger lo
sagrado en cada ser humano con el que te encuentres. Lo sagrado no está a la vista del
mundo ni puede medirse de acuerdo con criterios mundanos; es libre, sano e íntegro.

Y eres profeta o profetisa. Puedes expresar algo de Dios que únicamente se


encuentra en ti y que solo tú puedes expresar. Por medio de ti habla Dios al mundo
de una manera única.

E N el bautismo te pusieron una vestidura blanca. Este rito simboliza que has sido
revestido de Cristo, que has crecido adherido a él. Además, simboliza tu belleza
interior. El color blanco refleja el resplandor y la hermosura. El bautismo te recuerda que
eres bello o bella. La belleza no depende de normas exteriores. Quien se mira a sí mismo
con amor es bello. Es la originalidad que te confiere la belleza. En tu interior brilla algo
de la belleza divina. La memoria de esta realidad te libera de autocriticarte por no ser
conforme con el ideal de belleza del momento. El pensar que la hermosa vestidura que
llevas te pone en contacto con tu belleza interior le da a tu vida otro sabor: el sabor de la
alegría y la gratitud.

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T AMBIÉN recibiste el cirio bautismal. Es un símbolo de que a través de ti llegó algo
más de luz al mundo. Con tu nacimiento se avivó en tus padres la esperanza de que
serías capaz de hacer el mundo algo más claro, más cálido. Cada niño es un rayo de
esperanza no solo para sus padres, sino para el mundo entero. Es la promesa de que algo
nuevo ha brillado en nuestro mundo. ¡Confía en que tú eres luz!

Q UIZÁ pienses de vez en cuando que no aportas nada a transformar o mejorar el


mundo. No estás obligado a hacer nada fuera de lo común. Pero, siendo del todo tú
mismo, eres luz para el mundo. Gracias a ti, el mundo puede ganar en claridad. Tú
puedes irradiar una luz que beneficie a cuantos te rodean. De ti puede brotar calor: el
calor de tu mirada, el calor de tus palabras. A lo mejor la gente puede a veces decir de ti
lo mismo que los discípulos decían de Jesús en el camino a Emaús:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino? »
(Lucas 24,32).

L O más probable es que tengas ningún recuerdo de tu bautismo, pero seguramente


has asistido a más de uno. Te aconsejo que en tu cumpleaños medites sobre el rito
del bautismo, recordándote siempre que todos estos ritos reflejan tu esencia y expresan
algo que es importante para ti.

S ABOREA las promesas que se te hicieron en el bautismo. El bautismo quiere


concederte la libertad interior. No eres solamente el hijo o la hija de tus padres. No
es tu obligación ser exactamente lo que tus padres esperaban de ti. Tu tarea consiste, más
bien, en hacer realidad el misterio de tu persona tal como te fue propuesto en el
bautismo.

36
Dios nace en nosotros

L A mística no habla tan solo de nuestro nacimiento, sino también del nacimiento de
Dios en nosotros. Probablemente conoces este poema de Angelus Silesius:
«Y si Cristo
hubiera nacido mil veces en Belén,
pero no en ti,
no te salvarías»
(CHERUBINISCHER WANDERSMANN, 1674).

P ERO ¿qué significa que Dios nace en nosotros? ¿Acaso podemos imaginar que el
Dios infinito pueda nacer en nosotros? De hecho, se trata de una imagen para
expresar que entramos en contacto con aquella imagen auténtica y original que Dios se
hizo de cada uno de nosotros. El nacimiento de Dios en nosotros pretende decirnos que
cada uno de nosotros es una imagen única de Dios. Si logras descubrirla, habrás
descubierto tu verdadero yo.

E L psiquiatra suizo Carl Gustav Jung distingue el Ego del Yo. El Ego da vueltas en
torno a sí mismo con la intensión de hacerse respetar permanentemente. El Yo, en
cambio, es el núcleo más íntimo de la persona. Bajo el aspecto psicológico, el
nacimiento de Dios en nosotros quiere decir que descubrimos nuestro propio ser y
encontramos nuestro centro o núcleo interior. Al Yo pertenece también, según Jung, la
imagen de Dios que llevamos en nuestro ser más íntimo.

E L místico alemán Johannes Tauler († 1361) habla del nacimiento de Dios en


nosotros en otra correlación. Habla de la crisis de la mediana edad. Dios nos

37
conduce a propósito a la tribulación, porque nos aferramos demasiado a lo superficial,
Por aferrarnos a ello, perdimos de vista nuestro centro o núcleo interior, perdimos la
imagen de Cristo en nosotros y nos perdimos a nosotros mismos. Dios permite entonces
la tribulación para que por medio de ella avancemos hacia el fondo de nuestra alma. La
tribulación o –hablando en términos modernos– la crisis es, en cierto modo, el dolor de
parto para que Dios nazca en nosotros. Oigamos a Tauler:
«Confía en mí; no se produce ninguna tribulación en el hombre a no ser que
Dios quiera provocar en él un nuevo nacimiento. Y debes saber que todo lo
que te libera de la tribulación, o te tranquiliza, o alivia la presión, nace en ti.
Se trata, por consiguiente, de que nazca en ti Dios o lo creado. Y piensa que si
cualquier criatura, se llame como se llame, te libera de la tribulación, estará
impidiendo que Dios nazca en ti plenamente»
(GRÜN 39, TAULER 217).

L A crisis hace que Dios nazca en nosotros si le dejamos obrar a Él. Pero tenemos la
tendencia a solucionar la crisis lo antes posible, ya sea acudiendo a una persona que
nos aconseje debidamente, ya sea a base de medicamentos. Pero así únicamente
encubrimos la crisis. Nada de eso puede conducirnos hasta el fondo de nuestra alma, y
nunca llegaremos a alcanzar nuestro propio ser. Por eso, hablar del nacimiento de Dios
en el hombre es un símbolo importante para llegar a nuestra propia encarnación o a ser
hombres de verdad. Hoy en día, ya es algo común y corriente que en cada situación de
incertidumbre o de crisis empleemos psicofármacos. Pero estos medicamentos no sirven
para eliminar la crisis. Su efecto es contraproducente, porque nos separan de nuestro
núcleo más íntimo. Así es imposible que Dios nazca en nosotros. El hombre se limita a
adaptarse para funcionar en cierto modo. Pero se niega a ponerse en camino hacia su
verdadero ser.

E N tu cumpleaños deberías pensar si en tu vida pretendes solucionar tus crisis


sirviéndote de determinados métodos o medicamentos, en lugar de soportarlas para
que Dios nazca en ti y llegues a tu verdadero ser. Reflexiona en tu cumpleaños sobre
todas las crisis que en tu vida has padecido. Y ahora imagina que todas ellas quieren
llevarte hacia el fondo de tu alma; que todas ellas desean conducirte hacia tu propio y
verdadero ser. No es menester que tú mismo soluciones todas las crisis. Confía en que
Dios quiere nacer en ti. De esta manera, el nacimiento de Dios es un pensamiento que te
cura y te demuestra el verdadero sentido del nacimiento.

C UANDO Dios nace en ti, brotan de tus labios frases como estas: «Me siento como si
hubiera nacido de nuevo». «Ha sido un parto laborioso». «Ahora todo está como es
debido». «Ahora me siento nuevo»...

38
E L nacimiento no se reduce simplemente al parto biológico. El nacimiento quiere
acontecer permanentemente, a fin de que surja algo nuevo en ti. No has nacido una
sola vez. Siempre deberías renacer. Este es el sentido del nacimiento de Dios en
nosotros. Cuando Dios nace en ti, te sientes como nacido de nuevo y puedes volver a
empezar nuevamente. No estás fijado en tu pasado. Tu cumpleaños quiere decirte: «Cada
día puedes nacer de nuevo si permites que Dios nazca en ti».

39
Las huellas de mi vida

C ON ocasión de tu cumpleaños, reflexionas sobre tu vida y su sentido. Con su vida,


cada cual deja una huella en este mundo. Por eso puedes reflexionar acerca de cuál
es la huella que has dejado hasta ahora en el mundo y qué huella quisieras grabar más
consciente e intensivamente en los años venideros?

A LGUNAS personas creen que su vida no tiene importancia, que no aportan nada al
desarrollo del mundo. El mundo es gobernado por los potentados, los políticos, los
economistas y todas esas personas importantes que aparecen en los medios de
comunicación. Sin embargo, en tu cumpleaños deberías ser consciente de que tú también
has dejado una huella en el mundo, de que tú también tienes tu forma personal de
irradiar e influir en el mundo. Conoces a otras personas. De ti siempre brota algo:
amabilidad o reserva, esperanza o desesperación, alegría o tristeza... Emites en torno a ti
lo que está en tu interior. Hablas con los demás. Tus palabras se escuchan. Quizá no
tengan excesivo eco, pero llegan a las personas con las que hablas.

L OS Padres de la Iglesia dicen: Con el habla construimos una casa. Con todas las
palabras que pronuncias en este día construyes una casa. O es una casa en la que los
hombres habitan gustosamente, porque experimentan aceptación y comprensión, o es
una casa de la que huyen porque es fría e inhóspita, ya que en esta casa uno se siente
valorado, criticado y, las más de las veces, juzgado y traumatizado.

D EJAS la huella de tu vida no solamente a base de grandes hechos y proyectos que se


publican en los periódicos. El trato social cotidiano con tus familiares, con tus
amistades y con tus compañeros de trabajo deja una huella en este mundo.

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A psicología nos enseña que, en el fondo, todos los hombres dependemos unos de otros.
L Nuestros pensamientos tienen su repercusión en otras personas. Las palabras que
pronunciamos son causa de algo. Si estás en armonía contigo mismo, emites una
irradiación positiva. Pero si estás interiormente quebrantado y descontento, si te rebelas
en tu interior contra tu vida y contra el mundo, tu irradiación es negativa. La Física
explica esta correlación con la imagen del campo. Todos formamos un campo, una zona
de influencia. Si este campo se mueve en una de sus partes, no deja de tener repercusión
en el todo.

E CHANDO una mirada a la historia, te darás cuenta de que algunos hombres han
dejado una huella de devastación. Otros dejaron en el mundo una huella llena de
esperanza.

P ENSANDO en los santos, verás que generalmente eran personas que llevaron una vida
muy sencilla. Teresa de Lisieux vivía en un pequeño claustro de las monjas
carmelitas. Vista desde fuera, su vida era insignificante. Pero hoy se sigue hablando de
ella, porque con su esfuerzo permitió que la gracia divina cambiara y sanara sus
tendencias narcicistas. De esta manera influyó mucho más que infinidad de políticos que
llenan los libros de historia.

D ESDE luego, no es necesario que seas un santo o una santa para hacer algo. Pero el
ejemplo de los santos puede animarte a tomar parte en el desarrollo del mundo. Si
te esfuerzas y, al contemplar con sinceridad las sombras y los abismos interiores de tu
alma, los presentas a Dios, todo en ti puede ser transformado. Y esto tiene su repercusión
en el mundo entero.

D ECÍA Jesús que la huella que debemos dejar en el mundo es luz. Deberíamos dejar
una huella luminosa, una huella que alumbre a los hombres. Esa huella luminosa
tiene varias facetas. En el evangelio de san Mateo, nuestra luz será percibida por todos
los hombres si hacemos buenas obras. Por nuestro obrar, el mundo se hace más claro
(véase Mateo 5,14-16).

E L evangelista Lucas piensa más en la irradiación de cada uno de nosotros:


«La lámpara de tu cuerpo es tu ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará
luminoso; pero si está malo, también tu cuerpo estará a oscuras. Mira, pues,
que la luz que hay en ti no sea oscuridad. Si, pues, tu cuerpo es enteramente
luminoso, no teniendo parte alguna oscura, será tan enteramente luminoso

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«La lámpara de tu cuerpo es tu ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará
luminoso; pero si está malo, también tu cuerpo estará a oscuras. Mira, pues,
que la luz que hay en ti no sea oscuridad. Si, pues, tu cuerpo es enteramente

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Buenos propósitos

M UCHOS aprovechan el día de su cumpleaños para hacer una serie de buenos


propósitos. Y su planteamiento es el siguiente: «A partir de mi cumpleaños, todo
debe ser diferente. A partir de hoy, todo lo haré de diferente manera. Voy a esforzarme
por tener un mayor dominio de mí mismo, por no ser tan susceptible, por moderarme en
la comida, por tratar a los demás con amabilidad...» Pero, a pesar de sus buenas
intensiones, muchos tienen la experiencia de que los buenos propósitos duran poco. Dice
un refrán que el camino al infierno está empedrado de buenos propósitos.

L A palabra «propósito» significa: «Me propongo alguna cosa. Elaboro un plan.


Adopto otra forma de comportarme. Me impongo una nueva ley según la cual deseo
vivir...» Pero muchas veces los propósitos no son sino producto de la voluntad. Así
quedarán en la superficie. Es la verdad, quiero vivir en forma diferente. Pero la cuestión
es si uno es capaz de comportarse de diferente manera? No puedo proponerme un
comportamiento diferente si no tengo posibilidad alguna de cambiar las circunstancias o
condiciones para hacer realidad mi propósito.

P REFIERO, por tanto, en lugar de hablar de un propósito, hablar de un programa de


adiestramiento que me permita modificar mi conducta. Dicho programa tiene que
ajustarse a la realidad. Tendría que pensar en algo que me ayude a cambiar mi manera de
comportarme, como serían, pongamos por caso, determinados rituales que practico a
diario. Los rituales tienen la capacidad de mover algo en mi interior. Es irreal, por
ejemplo, hacer el propósito de ser siempre amable. Pero sí puedo proponerme cada
mañana orar por mis compañeros de trabajo. Por lo menos, seré más amable con ellos al
iniciar el trabajo diario. Es posible que más tarde se produzca un disgusto que arruine la
pretendida amabilidad, pero eso es algo que ya no está en mi mano. Sin embargo, insisto
en que mi programa de adiestramiento evite que un disgusto inquiete mi corazón

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P REFIERO, por tanto, en lugar de hablar de un propósito, hablar de un programa de
adiestramiento que me permita modificar mi conducta. Dicho programa tiene que
ajustarse a la realidad. Tendría que pensar en algo que me ayude a cambiar mi manera de
comportarme, como serían, pongamos por caso, determinados rituales que practico a
diario. Los rituales tienen la capacidad de mover algo en mi interior. Es irreal, por
ejemplo, hacer el propósito de ser siempre amable. Pero sí puedo proponerme cada
mañana orar por mis compañeros de trabajo. Por lo menos, seré más amable con ellos al
iniciar el trabajo diario. Es posible que más tarde se produzca un disgusto que arruine la
pretendida amabilidad, pero eso es algo que ya no está en mi mano. Sin embargo, insisto
en que mi programa de adiestramiento evite que un disgusto inquiete mi corazón
durante días.

E N el cumpleaños es conveniente proponerse cambiar uno mismo y la propia manera


de vivir. Sin embargo, muchas personas se proponen cambios que no corresponden
a su modo de ser. Por eso es por lo que su deseo de cambiar algo procede, más que nada,
de su ambición.

L A respuesta cristiana en relación con el cambio sería la transformación. El cambio


encierra siempre alguna agresividad: «No está bien que sea tal como soy. Debo
cambiar. Tengo que ser otra persona. Debo hacerlo todo de diferente manera». La
transformación, en cambio, es mucho menos pretenciosa y más suave. La transformación
significa que todo puede ser, que todo es bueno, que me respeto a mí mismo y respeto mi
vida tal como es.

L A transformación encierra el anhelo de crecer sin renunciar a la persona única y


original que corresponde a mi ser. Solo lo que miro y acepto puede ser
transformado.

L A transformación requiere encuentro. En la medida en que acepto mi realidad tal


como es, incluido su lado más oscuro, y se la presento a Dios, puede producirse en
mi interior una transformación. Pido a Dios que su Espíritu penetre del todo en lo más
hondo de mi ser para transformarlo.

O TRA condición previa a una transformación consiste en observarse uno a sí mismo


con detalle: ¿Qué es lo que me impide ser amable? ¿Qué sentido tiene mi
susceptibilidad? ¿Qué es lo que se esconde detrás de ella? ¿Qué heridas llevo en mi
interior que me hacen tan susceptible?

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T U cumpleaños te invita a contemplarte a ti mismo y tu propia vida con una mirada
bondadosa; te invita a confiar en que Dios te transformará cada vez más en la
imagen que Él se ha hecho de ti.

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Agradecimiento

T U cumpleaños es para ti una ocasión de darle las gracias a Dios por tu vida.
Ciertamente, habrá muchas cosas que merecen agradecimiento: todas las
experiencias que has tenido, el amor que has recibido y él que has podido dar a otros.
Puedes dar gracias por tu salud, por los dones con que Dios te obsequió desde que
naciste. Puedes mostrarte agradecido por el momento que estás viviendo y disfrutando
actualmente. Y puedes dar las gracias por tu pasado, que te ha permitido experimentar
muchas cosas y ha hecho de ti el hombre o la mujer que eres.

E N alemán, la palabra danken (=agradecer) proviene de denken (=pensar). El hombre


que piensa bien es necesariamente agradecido. De tal suerte que en el día de tu
cumpleaños se trata de pensar bien sobre uno mismo y su propia vida. Hay personas que
en su vida solo ven lo negativo. Así no pueden estar abiertos a los dones de Dios o a lo
que los hombres quieren ofrecerles. Siempre descontentos, se lamentan por lo que no
tienen y no ven lo que tienen. Por eso, todo depende de pensar bien.

E L modo de pensar correctamente empieza con el recuerdo. ¡Recuerda todo aquello


que has podido vivir! Al recordar todo cuanto has experimentado, percibirás una
realidad interior que habrá de enriquecerte.

P ARA Cicerón la gratitud es la madre de todas las virtudes. Habla de una «grata
memoria», del recordar agradecido. Es un distintivo del ser humano que no vive
solamente en ciertas circunstancias, sino que puede acordarse de ellas con
agradecimiento y, de ese modo, dar un carácter íntimo a lo vivido.

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A grata memoria está alerta para que nada valioso de mi vida se eche a perder, sino que
lo cuide en mi interior como un tesoro. Haciéndolo así en tu cumpleaños, tu vida se
L transformará en un tesoro que deberías cuidar agradecido.

E Lagradecimiento te enseña en tu cumpleaños que le debes toda tu vida a Dios. No


te creaste a ti mismo. Tu existencia es un regalo de Dios, y tu respuesta debe ser el
agradecimiento, que posiblemente no podrás expresarlo mejor que con las palabras del
salmista:
Porque tú has formado mis entrañas,
me has tejido en el vientre de mi madre.
Te doy gracias por tantas maravillas,
prodigio soy, prodigios son tus obras.
Mi aliento conocías cabalmente,
no se te ocultaban mis huesos
cuando era formado en lo secreto,
tejido en las honduras de la tierra.
Mi embrión veían tus ojos veían;
en tu libro están inscritos
los días que me has fijado,
sin que aún exista el primero.
¡Qué arduo me resultan tus pensamientos,
oh Dios, qué incontable es su suma!
(Salmo 139,13-17).

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Deseos de bendición
para tu cumpleaños

P OR lo general, son tus amigos y familiares quienes organizan tu cumpleaños. Pero tú


mismo puedes aportar lo tuyo para celebrarlo. Puedes exteriorizar tus deseos: cómo
te gustaría celebrar tu cumpleaños, si con pocos o con muchos invitados; si más
tranquilo, inivitándoles a acompañarte paseando tranquilamente o agasajándolos en un
restaurante o en un picnic al aire libre preparado por ti mismo. En este sentido, los
matrimonios pueden ejercitar en esto su fantasía muy especialmente. Mucho depende
también del hecho de si se trata de un cumpleaños «redondo» o no.

Q UIERO ofrecerte una recomendación acerca de cómo podrías dar a tu cumpleaños


un carácter diferente. Lo de menos, en este caso, es si lo celebras con unos cuantos
invitados o únicamente con tu pareja o un amigo, o incluso a solas. En cualquier caso,
me gustaría que pudieras leer en voz alta uno de los tres siguientes deseos de bendición.
Puedes leerlos también para ti solo. Es importante que oigas tus palabras.

P ORQUE, al hablar en voz alta, las palabras te afectan emocionalmente de distinta


manera que cuando las lees en silencio. Puedes invitar a quienes celebran contigo
que te presten atención, porque quieres pronunciar una bendición para ti mismo con la
que deseas expresar lo que de veras te importa en tu cumpleaños.

C OMPROBARÁS que tus invitados te escuchan con atención y que, de pronto, se crea
otra atmósfera. Desde luego, puedes decir que no son palabras que tú te hayas
inventado, pero que te conmueven interiormente.

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ahora escoge una de las siguientes bendiciones, léela despacio y en voz alta, saborea
Y cada palabra diciéndote a ti mismo: «Esto no lo digo únicamente de palabra, sino
de todo corazón».

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Primer deseo de bendición

M I nacimiento fue el comienzo. Mi cumpleaños me invita, sobre el trasfondo de la


historia de mi vida, a comenzar de nuevo. Quisiera empezar desde el punto en que
actualmente me encuentro.

D IOS bendiga el nuevo año de mi vida. Su bendición me ofrece un nuevo comienzo


nuevo y un nuevo futuro. No me siento inmovilizado por mi pasado. Puedo
empezar de nuevo. Puedo vivir nuevamente y de manera distinta todas las posibilidades
que Dios me ha regalado.

D IOS bendiga el camino que tengo por delante, para que me conduzca hacia un amor
más grande, hacia la libertad, la paz y la viveza. Y que todos los pasos que pueda
dar en el nuevo año sean y contengan bendición.

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Segundo deseo de bendición

T ENGO un año más de vida. Contemplo el año que ha transcurrido y deseo aceptar
agradecido todo cuanto Dios ha querido darme, incluido lo difícil y lo penoso.

D ESEOque la bendición de Dios me conceda fuerza suficiente para reconciliarme


con todo lo que en el año transcurrido he podido vivir, incluidas las sombras que
hayan podido pesar sobre mi alma. Las sombras me permiten ver con más claridad esa
luz con que Dios ilumina mi entorno y mi interior.

P OR eso pido hoy, en mi cumpleaños, que la bendición de Dios ilumine todo mi ser,
que la luz divina transfigure todo cuanto he vivido en mi camino hasta ahora,
incluido todo lo que haya podido resultar curo y pesado.

S É que, gracias a todo lo que he vivido, he llegado a ser la persona que soy ahora.
Todo ello me ha formado, sirviéndose Dios para ello de todos los acontecimientos
de mi vida.

H OY,
en mi cumpleaños, confieso con agradecimiento que también los años difíciles
han sido una bendición para mí. Y así reflexiono agradecido sobre mi vida. Me
gusta acordarme de todo lo que Dios me ha permitido vivir.

S IENTO también un enorme agradecimiento por las personas que me han acompañado
en mi camino. Pido a Dios que me bendiga a mí y a todos nosotros y que nos siga
acompañando en nuestra andadura.

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Tercer deseo de bendición

C ADA año tiene sus oportunidades. Cada edad encierra nuevas posibilidades. Le
agradezco a Dios todos los años que me ha regalado. Le doy gracias por la edad a
la que he llegado con este cumpleaños.

Q UISIERA comparar mi vida con un árbol: cada árbol tiene en el interior de su tronco
un anillo más cada año. Cada año es importante para que el árbol obtenga la forma
que ahora tiene. Son especialmente los años difíciles los que le ayudan al árbol a arraigar
aún más profundamente en la tierra.

T AMBIÉN mi vida tiene esos anillos. Cada año me ha ido formando. Especialmente en
los años tormentosos de mi vida, he hundido más aún mis raíces en la tierra. O, para
decirlo con otras palabras: yo mismo estoy ahora más arraigado en Dios. He llegado a
ser el árbol que ahora soy. Es mi deseo, y se lo pido a Dios, que cuantos me rodean se
acerquen al árbol que soy, que descansen en su sombra y que disfruten de su vida.

P IDOa Dios que, cuando la ocasión lo requiera, sepa ser yo un árbol para otros, en el
cual pueden apoyarse, descansar y hacer acopio de nuevas fuerzas para, de este
modo, entrar en contacto con sus propias raíces.

L Epido, además, que mi árbol dé frutos que alimenten y alegren a otros. Pido a Dios
que se cumpla en mí la promesa que me hace por el salmista:
«Dichoso el hombre que no camina
aconsejado por malvados
y en el camino de pecadores

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no se detiene
y en la sesión de los cínicos
no toma asiento;
sino que su tarea es la ley del Señor,
y medita su ley día y noche.
Será como un árbol plantado
junto a acequias,
que da fruto en su sazón,
y su follaje no se marchita »
(Salmo 1,1-3).

53
Bibliografia citada

BETZ, Otto, Das Geheimnis der Zahlen, Stuttgart 1989.

BETZ, Otto, «Existenz», en: (Christian Schutz [hrsg.]), Praktisches Lexikon der
Spiritualität, Freiburg im Breisgau 1988.

GRÜN, Anselm, Lebensmitte als geistliche Aufgabe, Münsterschwarzacher


Kleinschriften Band 13, Münsterschwarzach 201118. Trad. esp.: La mitad de la vida
como tarea espiritual, Narcea, Madrid 2007.

TAULER, Johannes, «Predigten», en Vollständige Ausgabe (Obras Completas, reunidas y


editadas por Georg Hofmann), Freiburg im Breisgau 1961.

ZAUNER, Wilhelm, «Fest/Feier», en (Christian Schutz [HRSG.]), Praktisches Lexikon der


Spiritualität, Freiburg im Breisgau 1988.

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Índice
Portada 2
Créditos 3
Te deseo lo mejor 4
Has nacido 7
La historia de tu vida 11
Fiestas de cumpleaños 14
Lo que te deseo en tu cumpleaños 20
¿Qué deseo para mí? 23
Los cumpleaños de mi vida. Números 28
El bautismo. Nacer de Dios 34
Dios nace en nosotros 37
Las huellas de mi vida 40
Buenos propósitos 43
Agradecimiento 46
Deseos de bendición para tu cumpleaños 48
Primer deseo de bendición 50
Segundo deseo de bendición 51
Tercer deseo de bendición 52
Bibliografia citada 54

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