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FACULTAD DE COMUNICACIONES
UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
MEDELLÍN 2012
Resumen
Flores (1866) de José María Samper. Partiendo de la premisa teórica del texto autorreferencial
propuesta por Philippe Lejeune, en conjunto con algunos referentes de orden crítico e historiográfico,
se propone demostrar que Martín Flores es una novela donde prima el esfuerzo por la construcción
de un actante autobiográfico, si bien se advierte que la obra ostenta por igual rasgos que la
autobiográfico y, en consecuencia, en las estrategias de las que se sirve el narrador para representar
los presuntos atributos morales e intelectuales del autor, así como los rasgos específicos de su
Palabras clave: José María Samper, Martín Flores, Literatura colombiana siglo XIX, Novela
Abstract
The following critical monograph focuses on a reading of the novel Martin Flores (1866) by José
María Samper, and develops a biographically centered interpretation. Parting from the theoretical
premise of the autobiographical text proposed by Philippe Lejeune and based on some
historiographical and critical referents, I purpose to show that it is a novel in which the effort to
construct an autobiographical agent is foregrounded, though it may equally be noted that the text
displays traits connecting it to the historical-romantic novels of the Colombian nineteenth century.
The analysis focuses very particularly on identifying perorations and narrative episodes where the
articulation of an autobiographical self is in evidence and, consequently, the strategies on which the
narrator relies to represent implied authorial traits of a moral and intellectual variety, as well as
[2]
ÍNDICE
Página
Introducción ………………………………………………………………….. 4
1.3 El personaje de Martín Flores como alter ego del autor de la obra ……... 17
1.4 Martín Flores como retrato de las elites letradas de la Nueva Granada:
Conclusiones ………………………………………………………………… 92
[3]
Introducción
Martín Flores de José María Samper, publicada en 1866 por la Imprenta de Gaitán en
representativo del tipo de obras de ficción del siglo XIX, en las que se cuenta la vida de
alguien y en las que el autor, aun cuando no manifiesta explícitamente estar escribiendo
acerca de sí mismo, se inscribe dentro del texto por medio de la construcción de personajes
que comparten con él datos biográficos, al igual que atributos morales e intelectuales. En el
caso particular de Martín Flores, las expresiones que asocian la novela al género
personaje principal de la novela y en el medio social prefigurado allí, algunas facetas del
intelectual que encarnaba el mismo Samper, logrando estructurar una figura autobiográfica
a través del trazo de un perfil reconocible entre las elites intelectuales que, en ese periodo,
La hipótesis de lectura para esta obra, apunta a describir un relato que se estructura a partir
estar orientada simultáneamente hacia dos propósitos: sostener que lo relatado corresponde
personaje deja atrás un modo de pensar y de vivir para abrazar una nueva condición
existencial. Este doble perfil que muestra, en una cara, al defensor del liberalismo
armoniosamente sendos matices, ello en medio de lo que hace ver como un improvisado
neogranadina.
ámbito de las novelas histórico-románticas del siglo XIX, así como ciertas marcas
riñe en principio con la propuesta inicial de lectura autobiográfica, que presta además
atención a la forma cómo el narrador elabora una significación ideológica y una valoración
nacional, al tiempo que establece una suerte de diálogo reflexivo con esa Historia. Todo
[5]
narración se construye alternativamente como ser intelectual, como ser político, como
Entre otros aspectos que despertaron interés por Martín Flores, está la cuasi-ausencia de
esta novela en los manuales historiográficos y la poca atención que hasta ahora recibió por
parte de los investigadores del género1. Llama la atención el hecho de que la novela jamás
haya sido reimpresa en Colombia2 y de que no haya llegado a formar parte de los listados
de las obras más populares del siglo XIX escritas a corta distancia3.
Martín Flores es la cuarta novela escrita por Samper; relata la historia de Martín Flores, un
personaje que nace junto con la Independencia y cuya vida es una refracción de las
estereotipos de la época, este personaje puede ser visto como héroe o antihéroe, sus hazañas
morales tan extraordinarias como ilegítimas, a la vez que trágicas. Este perfil ambiguo que
se dibuja sobre el personaje de la novela permite al narrador, desde la ficción, proyectar una
imagen de sí y motivar sus propios puntos de vista sobre la realidad representada. La vida
1
Excede los límites del trabajo explicar a qué factores obedece esta exclusión, sin embargo se hallaron
referencias contrastantes con el olvido del que ha sido objeto la obra: Laverde Amaya (1890), Cortázar
(1809) y Curcio Altamar (1975), coinciden en reconocer la muy positiva recepción que tuvo en su momento,
enfatizando además en que ésta habría sido una de las novelas más populares de la segunda mitad del siglo
XIX.
2
Flor María Rodríguez-Arenas en su Bibliografía de la Literatura Colombiana del siglo XIX señala que la
novela se publicó por segunda vez en 1878 en Buenos Aires, Imprenta del Mecurio (2006:264).
3
Manuela (1859) de Eugenio Díaz o María (1867) de Jorge Isaacs serían ejemplos.
[6]
de Martín Flores, fluye paralela a las primeras décadas que marcan la configuración política
contexto, conducen a la fragmentación del tejido social y a los medios de hecho, como la
guerra.
En una dimensión alterna, Martín Flores podría por igual ser visto como un relato urbano,
mediados del siglo XIX son representadas de manera aguda por el narrador de la historia,
intercambian entre sí los personajes: las cartas enviadas y recibidas cumplen la función de
informar al lector sobre una serie de datos y detalles necesarios para completar el sentido
La novela se publica por demás en un periodo en que estuvo de moda la difusión del
4
En el relato se pueden identificar la Región Andina, toda la cuenca del Magdalena y otros ríos, los Llanos
Orientales; aparte de Bogotá, Ibagué y Catagena de Indias, se cita un gran número de poblaciones menores,
siendo frecuentes las descripciones del relieve y el clima, acompañándolas eventualmente de alguna
acotación en torno a la raza y el carácter de sus habitantes.
[7]
costumbrismo, bien fuera en la forma de crónicas de viajes, informes científicos o en el
dar respuesta a dos interrogantes concretos, buscando con ello demostrar la hipótesis de que
Martín Flores es una obra de ficción en la que prima un esfuerzo por construir un actante
representar los presuntos atributos morales e intelectuales, así como los rasgos específicos
del entorno social e histórico del autor? La lectura autobiográfica de Martín Flores, se hace
en primer término a partir de la selección de aquellos enunciados del texto de ficción en los
torno a las partes del texto que se citan, parte de la búsqueda de figuras líricas que
aparezcan asociadas a marcas biográficas o al medio socio-histórico del autor. Para efectos
literaria sobre el tipo de novela que escribe Samper y el entorno social y literario de
mediados del siglo XIX. A lo anterior, se suma un ejercicio de análisis comparativo entre
Martín Flores y otras obras del autor, en especial Historia de un alma, su autobiografía
publicada en 1881.
[8]
En una primera etapa del análisis, el capítulo uno aborda los enunciados que hacen
segundo capítulo, se presta atención a las enunciaciones que contribuyen a crear un retrato
del proceso ideológico que experimenta el personaje, en su búsqueda por hacer compatibles
las dimensiones católica y liberal, y en su calidad de miembro de una elite letrada que se
tercer capítulo, se exploran las partes de la novela en las que el narrador re-elabora, desde la
ficción, un discurso histórico de frente a lo que percibe como una causa solemne, casi un
imperativo, de conciliar el pasado con el presente de esa nación figurada en la novela. Por
último, el capítulo cuatro aborda algunos rasgos estilísticos presentes en la novela, en los
cuales se percibe una intención del autor por hacer de lo narrado algo objetivo y verosímil,
Finalmente, se espera por medio de este trabajo realizar una contribución a la historiografía
Colombia.
[9]
Capítulo 1. Referentes autobiográficos en Martín Flores
presentes en la novela, en las cuales el narrador expresa, a través del modo en que dibuja
los rasgos del personaje central, ciertos atributos morales e intelectuales reconocibles en el
autor de la obra. De otra parte, se propone que estos atributos relacionan al personaje, en
mayor o menor medida, con la figura del intelectual letrado arquetípico de las elites
culturales neogranadinas. Las partes del relato en que se describe la vida letrada del
personaje tienen que ver con una variedad de actividades de ilustración, desde el
República liberal y, por extensión, con el proceso ideológico a través del cual se busca
este tipo de textos requiere de una distinción fundamental entre dos lecturas posibles: la
primera desde la perspectiva del autor y la segunda desde la perspectiva del lector. En
[10]
cualquier caso, hay un conjunto de condiciones formales para que un texto pueda ser
lo que presenta como una definición amplia de la categoría, Philippe Lejeune escribe:
“Relato retrospectivo en prosa que una persona hace de su propia existencia, poniendo
Adicionalmente, formula tres campos problemáticos claves que entran en juego al momento
de definir una autobiografía: el primero tiene que ver con la forma del lenguaje, en el
considera el tema tratado, que tendría que estar necesariamente relacionado con la vida
por último considera que se deben tener en cuenta la identidad del autor, así como la
situación del narrador que se expresa en su identidad dentro del texto o en la identidad del
través de una línea transversal que vincula, en un texto, al autor, al narrador y al personaje.
Sin embargo, aclara Lejeune, son frecuentes las expresiones autobiográficas que no se
encuadran dentro de este molde y que proponen otro tipo de arreglo con el lector, ejemplo
no sobre el autor de la obra sino más bien sobre el texto mismo y la historia contada. En
consecuencia, la naturaleza ficcional de un texto no obsta para que pueda ser considerado
como una variable autobiográfica, que puede perfectamente aparecer mezclada con otros
géneros literarios. En este sentido Lejeune evoca las memorias, la biografía, la novela
[11]
personal, el poema autobiográfico, el diario íntimo y el autorretrato o ensayo (51). Con
todo, la propuesta de Lejeune apunta principalmente hacia una comprensión del texto
autobiográfico desde la perspectiva del lector y de sus posibilidades cognitivas. Para ello
sus lectores: este contrato hace posible que una forma literaria sea reconocida como tal,
cumple la función de informar la lectura y es lo que en últimas guía la escritura del texto.
autobiografía, que a su vez presenta expresiones irregulares, Lejeune hace una distinción
entre los textos que pueden aparecer como la simple realización de una figura de
Flores a la luz de este último modelo, parte de considerarla esencialmente como una obra
de ficción, cuya lectura es independiente del conocimiento que el lector tenga del autor,
entre otras razones porque el verdadero narrador es ocultado o sustituido por un narrador
figurado5. Al mismo tiempo, este distanciamiento del verdadero narrador le permite poner
señala Lejeune, “son la fuente de todos los juegos de focalización y de voces propios de
5
Esta característica marca una diferencia fundamental entre la novela y otras obras de ficción
autobiográfica, en las que el autor manifiesta hablar a título propio.
[12]
este tipo de relato, restricciones de campo al personaje o intrusiones del narrador, puestas
mundo que la rodea, dado que información que se refiera a aspectos como el propio
nacimiento o la infancia de alguien, por ejemplo, solo puede ser aportada por un personaje
diferente del protagonista, esto es, un otro. En este sentido escribe: “El autor solo se
aproxima al héroe allí donde no existe la pureza de la autoconciencia valorativa, donde ésta
está poseída por la conciencia del otro, donde se comprende a través del otro que posea
autoridad (a través del amor y el interés de ese otro)” (2002,166). Adicionalmente, Bajtín
ambas expresiones forman parte de un todo artístico que oscila entre la confesión y lo
lírico. Por su parte, las posibles coincidencias entre el autor, el narrador y el personaje
que los valores biográficos en una narración sobre la propia vida provienen de una reflexión
frente a las formas y valores estéticos de la vida en general, entre otros, la genealogía, la
familia, la nación o la clase social. Así entendida, la biografía de cualquier persona, más
que un reflejo de la vida de esa persona, es una apropiación artística de la vida misma.
[13]
La lectura de Martín Flores como expresión particular del género autobiográfico, implica el
ulteriores de este trabajo, entre otros la compleja relación entre literatura y realidad
exterior, así como la relación entre la historia del género y las condiciones antropológicas y
tener en cuenta que, en el caso particular de Martín Flores, es el contexto narrado lo que
permite identificar la referencia al autor del texto en una tercera persona o en un “él”.
El relato narra la vida de Martín Flores, un joven provinciano que se traslada a la capital a
estudiar jurisprudencia. No obstante ser pobre, frecuenta los círculos bogotanos de alto
tono, mientras cultiva un tormentoso romance con Dolores, una joven pueril que le provoca
toda suerte de enojos y altera la frágil estabilidad emocional de Martín. Con el propósito de
pocos años logra amasar una considerable fortuna. Haciendo de la ocasión motivo, Dolores
da por cierto un vago rumor difundido en Bogotá, según el cual la embarcación en la que
viajaba Martín en el Caribe habría sufrido un accidente, logrando salvar su vida pero a
costa de la pérdida del gran capital que llevaba consigo a bordo. Sin esperar confirmación
después Dolores se casa con Marco Antonio Villa, un adinerado antioqueño propietario de
[14]
minas, quien ya la cortejaba desde años atrás, no obstante encontrarse formalmente
comprometida con Martín. De regreso en Bogotá y sumido en una fuerte crisis producto del
estéril sacrificio y de lo que considera la traición de Dolores, Martín intenta sin éxito
de estudios y mejor amigo, a través de quien hace llegar una carta póstuma a Villa en la que
le asegura que el honor de su esposa jamás fue mancillado y que, como expiación por los
perjuicios causados, habría tomado la decisión de quitarse él mismo la vida. Pocos días
después, ingresa en el claustro de San Agustín, en donde cambia su identidad para dedicar
el resto de sus días a la vida monástica y la educación. Para ello, cuenta con la complicidad
del padre Ramírez, prior del convento y viejo amigo de la familia. El escenario de la guerra
civil de 1862 propicia el último encuentro de Martín con Dolores y el desenlace dramático
del relato.
En cuanto a la estrategia narrativa, cabe destacar que el cuadro que enmarca el inicio del
referido los hechos sobre su vida y su mundo, materia que constituye el ulterior objeto del
relato: “En Breve trabé amistad con José Martin Flores (así se llamaba mi héroe), i llegué
hasta el punto de suplicarle que me contase la historia de su vida. Flores resistió cuanto
pudo, tanto por discrecion como por modestia, pero al cabo accedió. Tal es la historia que
[15]
aquí voi a narrar” (Samper, 1866:7)6. Tras esta presentación se pone en marcha la
persona y asume desde entonces una perspectiva omnisciente que conservará hasta el final
del relato. Es particular la forma en que el narrador intradiegético crea a su vez otra historia
sobre la base de una elipsis que integra un nuevo discurso al discurso que lo refiere.
En este tipo de relatos, en los que se acude al uso alternativo de la primera y la tercera
persona, se presenta una suerte de oscilación que, según Lejeune, permite al verdadero
narrador eludir lo que cada una de las dos presentaciones tiene inevitablemente de artificial
o de parcial (1994,108). Pero más allá de lo formulado hasta aquí y retomando lo planteado
romántica, del costumbrismo e incluso por momentos del realismo, razón por la cual se
estima que desde un punto de vista estrictamente narratológico la obra no presenta una
de Martín Flores, desde su niñez hasta una edad cercana a los cuarenta años, según lo
6
Todas las referencias de la novela Martín Flores se toman de la edición de 1866, se conservan la ortografía
y signos de puntuación del original.
[16]
estimado por el narrador-personaje cuando da inicio al relato, sin embargo la narración
como tal enmarca la descripción cronológica de los hechos que Martín Flores había ya
1.3 El personaje de Martín Flores como alter ego del autor de la obra
María Samper Agudelo (Honda, 1828- Anapoima, 1888), no cabe duda de que se trata de
la crítica gracias a sus atributos: una especie de centauro mitad hombre público y mitad
catolicismo con una organización estatal moderna y el libre comercio, sobre la base
(Cristina, 1976; Williams, 1991; Vásquez Carrizoza, 1999; De la Vega, 2007; D´Allemand,
2012) y muy especialmente en Martín Flores. Pero la importancia de Samper estriba sobre
todo en una vasta obra interdisciplinaria que recorrió el camino de las letras como escritor,
que intenta abrirse paso en medio del confuso proceso de formación del Estado nacional.
Su producción escrita es una de las más prolíficas que se conocen en el entorno colombiano
[17]
y ésta incluye variedad de géneros: ensayo, poesía, teatro y novela; así mismo obras
artículos periodísticos.
Pero sería justamente esa “fecundidad irrestañable” lo que en opinión de Antonio Gómez
Restrepo terminaría por perjudicar a Samper: “hacía brotar de su taller libros sobre libros,
sin darle tiempo a decantar el pensamiento y a dar a la forma esa perfección sin la cual las
(Rodríguez-Arenas, 2004). No sobra por supuesto recordar que Samper también fue
(Pérez Silva, 1972). Cabe añadir a este apartado biográfico el comentario del jesuita Núñez
Samper - quien por cuenta de sus constantes cambios de tolda habría de padecer “amargos
ideológica por la cual mudó de divisa política, abandonó la masonería, y se hizo ferviente
católico” (1959,429). Esta etapa transicional de credo encuentra por igual resonancia en
Martín Flores, cuyo personaje pasa el umbral de la iglesia después de haber tomado parte
ambigua señalada por la crítica en Samper no es algo ajeno al siglo XIX colombiano, ni a la
génesis misma de sus partidos; esto se evidencia en las actitudes de unos u otros
[18]
partidarios, que no orientaron sus movimientos políticos obedeciendo a principios
doctrinarios emblemáticos, sino más bien de acuerdo con coyunturas específicas y, sobre
Al igual que en la propuesta narrativa que elabora el perfil del personaje de Martín Flores,
Samper construye su propia vida como un mosaico: descendiente de una prestigiosa familia
Bartolomé7, escuela por la que pasó un gran contingente de escritores del siglo XIX. En su
erudito en contaduría, aficionado a las obras dramáticas y a los salones de baile, conoce la
La auto-referencia en Martín Flores aparece también mediada por el origen del personaje y
su pertenencia al estrecho y excluyente círculo de las figuras que, por ser letradas, fueron
también urbanas y públicas. Pero este tipo de personaje letrado lleva consigo una
contradicción notoria, que enfrenta su inclinación hacia la libertad y los valores sociales
progresistas importados desde Europa, con la asimetría estructural entre ellos, una
7
Rasgo autobiográfico de primer orden en Martín Flores
[19]
publicistas residía en su capacidad de comunicación con el resto del mundo y en el uso
En concordancia con lo anterior, la vida imaginada de Martín y los escenarios por los que
trasiega, dejan ver por momentos el sistema de discriminación racial e intelectual que se
había sembrado durante la Colonia y que permanecía plenamente vigente a mediados del
Pero nuevamente con relación a la polivalencia de artes y oficios que ostentaron figuras
conspicuas de la literatura y la política como Samper, Gómez Giraldo (2004) sostiene que
ello pudo estar estrechamente asociado a las demandas sociales de una época en la que la
República, demandas que, por otro lado, explicarían la multiplicidad de temas que aborda
publicista en esa etapa del siglo XIX. En la retrospectiva de su vida literaria en Historia de
que sostuve yo solo con mi pluma y mis recursos personales. A fin de darle toda la variedad
noticias extranjeras yo escribía todas las demás […] y para que los lectores creyeran que se
les servían platos de diversas cocinas, yo firmaba con muy distintos pseudónimos el folletín,
[20]
las variedades, la crónica interior, los artículos de fondo, los de costumbres y crítica y otras
secciones (1971,234).
Esta actitud polifacética y de alguna manera pretensiosa del intelectual, podría dar algunas
pistas para entender la variedad de estilos y recursos narrativos presentes en Martín Flores,
obra cuyo personaje es también descrito como un ser disperso y ambiguo que emprende
diversos proyectos en su vida, sin acertar a concluir cabalmente ninguno de ellos. Al inicio
del relato, en donde el narrador traza los rasgos más significativos del personaje se lee:
“Desde que arrojé sobre él la primera mirada me sentí atraido por un doble sentimiento de
(Samper, 1866:7). La presentación que hace el narrador del personaje induce a cierta
algo en el marco de la vida de alguien. De otra parte, la presentación del personaje lleva
implícito un punto de vista de sí mismo, que integra de alguna manera la imagen que el
autor cree que los demás tienen de él. En este punto se estima altamente pertinente acudir
de nuevo a la tesis de Lejeune con relación a lo que denomina “ficciones ficticias”, en las
que el personaje narrador se integra en una especie de juego: “El autobiógrafo intenta
imaginarse lo que pasaría si fuera otro el que contara su historia o trazara su retrato. No
trata solamente de representar, imitando el discurso que se mantiene sobre otro, las
diferencias de su perspectiva interna, sino también de recuperar el discurso que los demás
son susceptibles de mantener sobre él, para imponerles, a fin de cuentas, la imagen de él
que le parece verdadera” (1994,113). Lo anterior permite suponer, al mismo tiempo, que la
voluntad oculta del autor por ganar importancia en la vida de otros y convertirse en un
[21]
referente de prestigio, dentro del entorno social y cultural propuesto desde la obra de
ficción. Esta presunción adquiere algún grado de sentido al contemplar el prólogo a un libro
de poesías publicado en París seis años antes de Martín Flores y titulado Ecos de los
Andes; allí Samper manifiesta el propósito de escribir, en el futuro, una serie de obras
producto de sus experiencia de vida y portadoras de una visión ilustrada del mundo, no sin
[sic] Sea por disposicion natural invencible, - sea por debilidad de espiritu, - sea mas bien
por necesidad social (porque en las democracias es preciso ser un poco de todo), me he
sentido, desde mui temprano, arrastrado por una tendencia constante ácia una cierta
Así, tengo la intencion de coleccionar una serie de poesías, impresiones de viajes, piezas
discursos (unos pocos), novelas, pensamientos filosóficos [mi énfaisis] (Samper, 1860:viii).
A esta suerte de preludio para su obra poética que cubre el periodo 1849-1860, Samper
Esta palabra bastará al lector para hacerse cargo de las tendencias de este primer volumen,
reflejo fiel del segundo periodo de mi juventud. Dolores, alegrías, esperanzas, desengaños.
un ideal: todo eso he querido revelar en mis cantos. I al repasarlos, - abrazando con ellos un
periodo de diez años, el más agitado de mi vida, el de mas rudos contrastes, - he hallado un
motivo de profunda satisfaccion, no por lo que esos versos valgan, sino por lo que me
[22]
Nótese esa alusión a un periodo de “rudos contrastes”, lo cual podría encontrar alguna
entorno ideológico en el cual se desenvuelve el autor, así como parte de las motivaciones
que lo impulsan a expresar, desde la ficción, una convicción de orden ideológico, esto a
juzgar por los personajes aludidos: José María Vergara y Vergara, Ricardo Carrasquilla y
José Manuel Marroquín, todos patricios conservadores, militantes de una lucha política que
imprenta8:
Esta pequeña obra ha tenido, en cierto modo, vuestra fraternal colaboración. Ha nacido, en
debo que la obra no haya quedado mucho más defectuosa de lo que está. Nada mas justo, ni
mas grato a mi corazón, que ofreceros este libro como un testimonio de cariño y
José María Samper: the thought of a nineteenth-century New Granadan during his
8
Publicaciones como El Mosaico (1858-1872) -de la cual Samper también fue colaborador- y la práctica de
la tertulia literaria en sí, se convirtieron en la herramienta de trabajo más eficiente que tuvieron las elites
criollas para forjar un modelo de sociedad nacional a su manera, más favorable a los intereses de clase que a
los colores partidistas.
[23]
Radical-Liberal years (1845-65), donde argumenta que la novela fue publicada poco
infrecuentes ni las discusiones religiosas que tuvieran lugar durante las tertulias de El
una de las tertulias que nuestro autor hiciera su primera profesión de fe” (citado por
D´Allemand, 2012:72). Pero más allá de esta valoración del enunciado de la dedicatoria, la
lectura autobiográfica de una obra como Martín Flores parte necesariamente de las
mediaciones que se puedan establecer entre novela e ideología, así como entre novela y
política a mediados del siglo XIX. En este punto se estima conveniente citar el punto de
vista de M. Bajtin, quien considera que a través de la forma de los enunciados contenidos
en una obra literaria dada es posible sentir y vivir los valores y la realidad social de una
época, al igual que apreciar puntos de vista sobre el mundo y sobre la vida: “cada época
posee, dentro del horizonte ideológico, su centro axiológico que se convierte en el tema
principal o, más exactamente, en el complejo principal de los temas literarios de una época
de la vida social del siglo XIX en la Nueva Granada y, por ende, como creaciones
[24]
Un episodio narrado en el capítulo VI de la primera parte “la lucha de un hombre”, resulta
propicio para dimensionar la imagen que de sí mismos tenían los personajes letrados
políticos. Con este propósito el narrador desplaza la elaboración del sujeto autobiográfico
guerra civil escribe una carta a Martín, fechada en Bogotá el 31 de Julio de 1851, titulada
“Cuartel jeneral en las aulas” (Samper, 1866:53). Allí, relata el estallido de una nueva
insurrección militar por parte de quienes él llama “la oposición”, a raíz de las recientes
medidas que daban vía libre a la circulación de tierras: “San Bartolomé ha sido convertido
cuando nos llega el turno, a muchos presos políticos, que han perdido su libertad por
impolíticos” (53). Con el entusiasmo y optimismo que muestra Aurelio por tomar parte en
pareciera querer enfatizar el interés que en su momento tuvieron los jóvenes letrados de las
elites por ganarse un lugar como figuras públicas, a través de su participación en cortas y
en servicio activo durante un mes, montando guardia cada tercer día y haciendo todos los
días el ejercicio […] nosotros nos llevamos nuestros prisioneros a cenar, hacer versos y
dormir con nosotros en el salón de grados y otros del edificio de las Aulas […] He ahí lo
que fue mi primera campaña militar, con el grado de teniente segundo” (1971, 273).
[25]
Una faceta narrativa que emerge desde el momento en que se enuncia el origen regional del
personaje y que se repite a lo largo de todo el relato, tiene que ver con la dialéctica entre
centro y periferia, al orientarse para bien o para mal, las actividades sociales y económicas
de las provincias hacia la capital, centro de poder cuyas elites se nutrieron cíclicamente de
viene socialmente mediada a través de la figura del padre, héroe de la Independencia, por
quien el hijo “habia sentido en sí mismo crecer un retoño de una raza gloriosamente
la academia: “de San Bartolomé salió, entre 1844 y 1852, una falange numerosísima de
(1971:132). Sin embargo dicha “falange” de privilegiados suscita en Samper una nueva
reflexión, encadenada esta vez a su visión crítica del sistema de educación liberal de
mediados de siglo, del cual fue partidario en principio, con base en “colegios privados”,
como se lee más adelante, “fruto evidente del espíritu de especulación y donde solo
pudieron seguir educándose los hijos de los ricos, quienes llevaron a los colegios los
Otro pasaje que reviste especial interés para la caracterización histórica de Martín Flores, al
aprovechándo la coyuntura en que “una lei redentora espedida por el congreso en 1849,
producirse en los negocios ese movimiento activo que solo nace i vive con la libertad”
(Samper, 1866:41). Este pasaje del relato reafirma la reciprocidad interregional centro-
dictaron a lo largo de la década de los cuarenta, las cuales pretendían reglamentar las
En una obra histórica publicada por primera vez en 1867: Escritos políticos y económicos,
Miguel Samper, a la sazón hermano mayor de José María, documenta el desarrollo de estos
la liberación de dicho cultivo: “La extinción del monopolio de tabaco desarrolló la vitalidad
adyacentes, y fue tan vigorosa y rápida la acción, que en seis años se verificó una labor
gigantesca, equivalente por sí sola, para estas comarcas, a la de tres siglo anteriores”
[27]
(1898:103). Esta coyuntura es aprovechada por el narrador de Martín Flores para lanzar su
personaje a la arena del mundo de los negocios y la especulación, para ello era necesario
créditos y títulos valores que el ágil Martín multiplicará de manera formidable en tan solo
extranjeras. Por medio de esta estrategia, el narrador se propone ilustrar al lector sobre una
por una misma clase social, de cuyos privilegios Martín es beneficiario gracias a sus cartas
pasaje de Historia de un alma: “En tres épocas trabajé en el comercio de Ambalema [...]
Había en aquel pueblo (años después mejorado en lo material y elevado al rango de ciudad)
considerable movimiento motivado por los negocios que se hacían con el tabaco y todos los
que el cultivo del tabaco es una actividad practicada ancestralmente por las culturas
aborígenes en América, culturas que, ulteriormente, serían puestas junto con sus tierras al
evangelización. Esta experiencia del personaje en el mundo del comercio, sintetiza una
[28]
Sin perjuicio de las relacionadas hasta aquí, se estima que una de las marcas
y la que más relación guarda con la figura del intelectual letrado- es su dominio de los
concisas que el hábil i rico socorreño preparaba, a medida que hacia sus negocios”
de Martín. El padre prior tenía entre manos un gran legajo de cuentas, presentadas por el
síndico de la comunidad, que nadie habia podido desembrollar hasta entonces en mas de un
año […] Martín tuvo bastante que trabajar para llegar a una liquidacion clara i precisa.
Martín no anduvo tímido en sus demostraciones: hizo ver que el síndico tenia un
considerable alcance que no habia sido posible deducirle con claridad, i manifestó que el
i adolescia de una confusion estrema. A escitacion del prior, Martín combinó en breve un
nuevo sistema, claro, sencillo i de fiscalizacion recíproca, i abrió nuevos libros, lo que fue
manifiesta haber ejercido, en la década de los cincuenta, como Secretario de Hacienda del
presidente Manuel Murillo Toro (1971,235), también reconocida figura letrada del XIX.
Pero la referencia intertextual que mejor ilustra este atributo autobiográfico del personaje,
Tanto por distraerme con el trabajo como por corresponder con algunos servicios a las finas
atenciones de mi buen amigo don Pastor, durante las semanas en que me dio la hospitalidad
sus bienes, y a procurar que hubiese método y división acertada del trabajo, economía y
regularidad en todas las operaciones de la hacienda. Don Pastor se sorprendió al saber cuán
rico era y podía ser con solo tener orden en sus negocios, y comprendió que estos
Flores apela a la composición de retratos de paisajes urbanos y rurales, así como de los
querer imaginar todo lo que cabe como posible en un territorio nuevo, aun en proceso de
formación material y cultural. También a manera de paralelo con Martín Flores, y en tanto
ejemplo de la función que cumple la literatura como instrumento para enfatizar las
donde explicita su intención de “retratar” el mundo, como valor literario y como parte de
esa función educadora que se auto-atribuyeron los letrados de las elites neogranadinas:
Retratar ha sido en todo tiempo una ocupación ingrata. Ningún original queda contento con
la clara figura que le da el artista. Y luego, los que no son ni original ni artista, suelen
señalar con el dedo la persona que le parece haber servido de modelo. Si no se acierta a dar
[30]
con un modelo conocido, el lector o espectador, a fuer de inteligente aficionado, declara que
la pintura es mala o falsa, porque no es retrato. ¿Y qué remedio? Escribir para el público es
una locura como cualquier otra, cuyos percances es preciso aceptar con tranquila
estudiar y retratar lo mejor posible las costumbres y los rasgos más característicos de la
sociedad hispano-americana, y aunque bien pudiera llegarnos a faltar las fuerzas, mediante
En este breve pero denso relato que forma parte de una compilación titulada Museo de
compone de tres personas distintas: el cura párroco, el gamonal y el tinterillo, que forman
un solo poder verdadero”9. Al evocar este texto se busca, más allá de resaltar la
través del retrato, se provee al lector con imágenes que representan una faceta de la
atención, y donde figuras análogas a las tres citadas ejercen su poder a través de la
9
Triada ricamente representada en Manuela de Eugenio Díaz.
[31]
1.4 Martín Flores como retrato de las elites letradas de la Nueva Granada: vínculos
En su composición ficcional, Martín Flores reproduce una visión que coincide con un
mecanismo excluyente como la escritura, que opinión de Vivas Hurtado (2009) fue
utilizado consciente o inconscientemente por las elites neogranadinas del siglo XIX para
liberal, a través de la literatura y otras prácticas análogas. Este mecanismo de poder, del
cual el autor de Martín Flores hace eco de manera muy natural, se traduce en una intención
por explicar la diversidad cultural de la nación, ello como parte de la función civilizatoria
auto-atribuida por las elites culturales. Paralelamente -y esto constituye otra marca
ambiente urbano emergente y de frente a una sociedad dividida en castas, razas y clases.
Irónicamente todo ello contribuyó, argumenta Erna von der Walde (2007), a que la práctica
10
Marco Palacio documenta que el nivel de escolaridad en Nueva Granada hacia 1870 no superaba el 6%
(1995, 17)
[32]
cumple con la función alterna de representar valores tanto liberales como conservadores: el
preso aún de una conciencia religiosa; de otro lado, la figura del sacerdote menesteroso e
improvisados círculos aristocráticos y académicos, pero ajeno casi por completo al resto de
social y literario Latinoamericano del siglo XIX, medio más amplio en que se enmarca
Martín Flores, una fuente insoslayable es el estudio del crítico uruguayo Ángel Rama
titulado La Ciudad letrada (1984). Rama destaca el papel fundamental de la cultura urbana
como instrumento de organización social e institucional, en tanto centro y lugar común que
acoge a toda suerte de actores letrados, a saber, literatos y escribanos, maestros, abogados,
estos actores letrados, que tejen una tradición crítica y literaria a lo largo de varios siglos de
Historia Latinoamericana, es vista por Rama como una respuesta a demandas socialmente
[33]
prácticas sociales subsidiarias; se ejecutan en espacios físicos concretos y en circunstancias
históricas determinadas.
escritor como Samper, arquetípico intelectual latinoamericano del siglo XIX. De hecho,
obras narrativas como Martín Flores son ejemplo de una práctica discursiva a través de la
cual se forma un público lector nacional y se teje o configura una dialéctica entre la
escritura y la lectura. Por otro lado, el contexto histórico que se cuenta desde las obras de
escena política y social. Por ideas políticas se puede entender básicamente liberalismo y
Martín Flores requiere de cierta caracterización que lo aproxime al medio de las figuras
una clase social, donde los formalismos y las apariencias juegan un papel fundamental:
Martín, contento i lleno de ilusiones, comenzó por aquel tiempo a frecuentar muchos
dramáticas, i a figurar, sin saberlo, entre los jóvenes más a la moda. I no era raro que así
sucediese, porque Martin tenia cualidades que prevenían en su favor i lo hacían mui
[34]
estimable. Era un joven bien parecido, de fisonomía inteligente, franca y simpática, i a la
gracia de su persona i la distincion natural de sus maneras reunia las dotes de un carácter
jeneroso y leal, entusiasta por todo lo bello i siempre comunicativo (Samper, 1866:30).
enfatizando en virtudes y matices de la alta cultura criolla que solo podían verificarse, en
aquel medio, entre los miembros de las elites políticas y económicas y en ambientes
urbanos.
el trabajo de José Luis Romero Latinoamérica: las ciudades y las ideas (1976). La figura
de la ciudad como lugar común útil a un proyecto común juega un papel fundamental en los
solo las ciudades sino también las mentalidades y la organización social en sí mismas. En el
sexto capítulo “Las ciudades burguesas”, Romero se refiere precisamente a ese ambiente de
modernidad aún en ciernes y a la poco clara definición de una clase burguesa en ese
contexto fundacional Latinoamericano del siglo XIX, así mismo llama la atención sobre los
rezagos coloniales expresados en una continua imitación del estilo de sociedad europea.
Dicha imitación tiene que ver fundamentalmente con esa búsqueda de modelos de
[35]
pensamiento que incorporen a las nuevas repúblicas al mundo civilizado, creando naciones
artificiosas o artificiales, dado que los modelos emergentes son producto de una ruptura
adaptaron al medio neogranadino del siglo XIX: “la teoría política se presentaba
enriquecida por una experiencia histórica ajena, la experiencia francesa, y por consiguiente
con una terminología y con unos conceptos perfectamente inadecuados a las condiciones
políticas “prestadas” de Europa añade: “Ellas servían para expresar a cabalidad las
europeas pero desconocedora de la verdadera realidad local. Pero del mismo modo en que
a través de las obras de ficción una imagen de sí, que si bien eran copia inocultable de
[36]
De un modo similar al que Romero encuentra problemática la definición de una “clase
caso del siglo XIX colombiano, la dificultad metodológica de considerar como “Burguesía”
una clase social conformada por elites de comerciantes y latifundistas, que no supo crear
republicano europeo que se buscaba imitar, ni mucho menos sentar las bases para una
industrialización al menos incipiente, ello por cuenta no solo del atraso socio-económico y
el aislamiento geográfico de la Nueva Granada, sino también y sobre todo porque sus
dificultad de realizar sus aspiraciones de progreso material en un país casi despoblado, con
una disparatada composición racial, sin recursos fiscales adecuados para impulsar las
actividades económicas, con acceso difícil y costoso a las costas y con habitantes que se
modo en que Samper alude a los viajes al exterior, presentes también en Martín Flores, en
parte como legitimación de su erudición y en parte como pauta para definir el perfil de lo
encontrarse por igual en “el corazón de los Andes, o en nuestras ciudades […] otras, iremos
a escudriñar su modo de ser social en sus viajes, a bordo de los grandes vapores del océano,
en los salones y boulevards de París o en cualquiera otra parte, donde se nos muestre con
sus caracteres típicos” (1). El desencuentro que emerge de esta afirmación tiene que ver con
natural que el acceso a las bondades de la modernidad sea tan limitado y excluyente como
Casi todos los que observaron con atención esa coyuntura latinoamericana repararon en el
riesgo y la gravedad del paso que se daba de una forma de vida arraigada y tradicional a otra
modificar la apariencia de los usos y las costumbres. Pero no se dio en todas partes, Muchas
nuevas técnicas. Colonial, en rigor, quería decir provinciano, y definía, sobre todo, un estilo
de vida que resistía a la adopción de aquellas recetas y fórmulas exteriores que tenían que
ver, sobre todo, con las formas de vida y convivencia, no por virtud de determinada
sociedad urbana sino, simplemente, por no haber sufrido los estímulos de la modernización
La referencia a la formación de una cultura urbana en Latinoamérica, tiene que ver con el
medio en que fluye la narración de Martín Flores, ya que el personaje mismo es producto
de una cultura urbana emergente, en una capital como Bogotá, que al igual que sus
panorama que distaba mucho aún de una realidad moderna y del pretendido
conservadoras que ha sido apenas redimido de la Colonia y que, a pesar de que todas sus
de Neira Palacio, “dio paso a un tipo social que adoptó como modo de vida la oscilación
completo que en este medio de países ya independientes, como señala Henríquez Ureña, “la
literatura, en todas sus formas, conservó las funciones públicas que había cobrado en el
del lado de la justicia social, o al menos del lado de la organización política contra las
que documentaron a lo largo del siglo XIX diversos cuadros sociales a través de una
Pierre de D’Espagnat, José Luis Romero evoca algunas prácticas sociales y el protocolo de
11
Entre los ensayos más célebres de Samper pueden citarse Apuntamientos para la historia política y social
de la Nueva Granada: desde 1810 i especialmente de la administración del 7 de marzo (1853) y Ensayo
sobre las revoluciones políticas y la condición social de las repúblicas colombianas (1861).
[39]
las familias de alto tono a mediados de siglo en Bogotá, ciudad que para entonces era
todavía “muy colonial”, según criterio del viajero francés, quien a propósito de las
imitaciones de la moda europea que por entonces hacían las bogotanas de “buena familia”
escribe: “En un medio tan particular, de una gravedad sentimental y católica tan especial,
sean cuales fueren los decretos de la tiranía universal de la moda de París, el vestido que le
va mejor a la sudamericana, el que armoniza mejor con ese medio de pasión y de fe, es y
Dentro del conjunto de referentes teóricos con que se pretende sustentar la existencia de
(2004). En su estudio, Sommer establece una relación directa entre la novela del siglo XIX
y las bases ideológicas a partir de las cuales se construyen los estados liberales, al tiempo
que advierte el uso sistemático de sentimientos como el amor en casi todas las
construcciones novelescas de este periodo. Para tal fin realiza un recorrido por varias obras
ella llama “una intimidad nacional”. En el capítulo VI, “El mal de María”, la autora
especula sobre algunas figuras alegóricas en María de Jorge Isaacs, que considera la novela
[40]
aristocracia latinoamericana del siglo XIX – Sommer escribe: “Al igual que María, ésta
también recurre a una evocación casi masoquista de placeres inalcanzables, y emplea una
línea narrativa reflexiva que se vuelve sobre el lector como un látigo para acrecentar el
deleite sentimental” (2004:230). Este tipo de “evocación casi masoquista” a la que alude
Sommer es claramente visible en Martín Flores, cuando el narrador por momentos hace
emerger un tono profundamente nostálgico: “Martín Flores me contó su historia con los
ojos llenos de lágrimas” (Samper, 1866:9). Y es que justamente uno de los elementos
centrales que marcan la vida de Martín es su amor por Dolores, lleno de traumatismos y
pérdida de su amada en brazos de otro hombre decide volverse monje. Además de las
huellas psicológicas del amor inconcluso, Sommer ahonda en aspectos del cambio social
que sirven de marco general al imaginario literario del XIX y enfoca su atención en la
María y otras novelas similares. En concreto se refiere al sentido mismo de la clase social,
el racismo, el latifundismo esclavista, el libre comercio, entre otras. Una faceta adicional de
María que permitiría establecer una suerte de paralelo con Martín Flores es la sugerencia
morir interrumpe lo que pudo ser un final feliz. Igualmente la conducta de Dolores es la
causa fundamental que provoca la crisis en varios momentos del relato en Martín Flores.
Sommer propone que dicha inculpación se desprendería del hecho de que en medio de una
sociedad conservadora y paternalista, la causa del desenlace trágico no podía atribuirse sino
[41]
un proceso fundacional que implicaba cambios extraños y ajenos a la mentalidad y los
Martín Flores se elabora un cuadro de la transición ideológica de la nación, valga decir, del
como ser político, lo lleva a trasegar de la filiación liberal a la conservadora. De otra parte,
sugiere que la introspección moral y la reflexión que elabora el personaje en torno a los
motivos que impulsan sus cambios de rumbo en la vida, parecieran una prolongación
protagonista de la novela quien, no obstante haber elegido la vida monástica por cuenta de
una contingencia pasional, no ceja en manifestar una posición crítica frente a las
contradicciones socioeconómicas del entorno en que vive, a la vez que mantiene un íntimo
compromiso con el racionalismo y los ideales progresistas de una modernidad tan anhelada
[42]
2.1 “El padre José” y la función doctrinaria Martín Flores
Una vez creado el personaje del padre José, éste se convertiría en instrumento ilustrativo y
“trasfondo ético e ideológico condiciona y dirige el arte hacia la moral y hacia la necesidad
de dar “buenos ejemplos” (2006, 62)12. La educación será una de las tareas ejercidas por
este personaje y ello lo hace premonitorio del sino conservador de la República hacia
finales de siglo. El ingreso de Martín al convento viene legitimado desde la alta esfera
institucional, la cual pasando por alto protocolos encubre la conducta inmoral del prófugo,
a través de una suerte de nepotismo. Con esto el autor pareciera querer develar,
impunemente y por interpuesta persona narrativa, un contubernio entre la iglesia y las elites
de las que él mismo hace parte: “Hijo mio, al recibirte en mi convento, no solo te acojo bajo
mi autoridad de prior, sino que quiero adoptarte por mi hijo” (Samper, 1866:84), declara
solemnemente el padre Ramírez a Martín, no sin antes haber intercedido por él ante otras
jerarquías:
Al efecto he conferenciado con los demás dignatarios del convento, respecto de todo lo que
12
En este sentido, Pineda Botero cita otra novela de Samper, El poeta soldado (1881), como obra
representativa de dicho contexto doctrinario, “curiosa mezcla de razón ilustrada y catolicismo ortodoxo”
(100).
[43]
llamaremos simplemente José, en caso necesario, José de Vélez. En atención a tus
particulares circunstancias, estarás exento de todos los deberes de los novicios, aun los
Nótese en ese “sin faltar a la verdad” la banalización de la verdad misma, a través de una
Las letras serán también el instrumento a través del cual se perfila una conciencia política
ambigua en este personaje, quien medita por primera vez sobre la “completa significación”
del padre nuestro: “comprendió Martín que en aquella divina oración no solo estaban
contenidas todas las verdades cardinales de la relijion, sino tambien todo el tesoro de la
esperanza humana, todo el ideal de las aspiraciones del alma, todos los principios
el narrador pareciera querer hacer premonición del proyecto de alianza letrada entre Estado
e Iglesia, que vendría a consolidarse sobre el papel en la Constitución del 86; el medio que
resulta más propicio para esta premonición son las elucubraciones metafísicas de Martín.
Esta introspección aparece por supuesto reforzada por un complejo sistema literario
cristianismo. Luego llegará el momento, hijo mio, continuó diciendo el prior, en que hayas
[44]
de nutrir tu espíritu con un alimento fuerte i poderoso. Hombre de inteligencia como eres i
educado por la ciencia i el comercio del mundo, tu razon necesita quedar satisfecha con la
verdad de las creencias que tu corazón vaya aceptando con buena voluntad […] Leerás,
pues, obras escritas, no para las almas candorosas e ignorantes, sino para convencer a
espíritus fuertes […] Entónces esplotarás los inagotables tesoros de los padres de la Iglesia.
la incredulidad, brazo derecho i orador popular del cristianismo; la pureza i dignidad con
que San Anselmo defendió i mantuvo su fe; el profundo sentimiento religioso i la elevacion
colosal de San Agustín, que parece haber adivinado toda la posteridad i escrito para todos
los siglos; i la ciencia irresistible de Santo Tomas de Aquino, cuya erudicion i profunda
La formación del conocimiento teocéntrico, sobre la base de autores santos, da una idea
paralela de lo que el narrador pretende sugerir como proyecto de educación deseado para la
República, educación que queda sin embargo en manos de un hombre “educado por la
través de su obra misionera. Parte de esta labor inicia justamente con la caracterización
socio-racial que del convento y de la iglesia misma hace su nuevo miembro, a partir de un
caracterización parte necesariamente del Padre Ramírez, personaje letrado que posee una
dimensión profunda, al haber tomado parte como capellán del ejército libertador en las
brillar en este “fraile patriota hijo de la clase media i levantado por la revolucion” (106),
[45]
ese principio optimista, a partir del cual “encontraba una armonía profunda entre la relijion
posición contrasta con la del “Padre Cañete”, anciano representante de otra clase de
clérigos ajenos al progreso, hijo de un “gallego de raza pura que habia profesado por
espíritu de misticismo […] jamás había considerado como existente la república. Para su
conciencia obcecada i tenaz, la colonia estaba en pié i él se creía súbdito de los reyes de
España” (110). Finalmente esta clasificación incluye lo que el narrador denomina como el
“elemento democrático del convento, compuesto por el mayor número de frailes y legos,
Plebeyos por su nacimiento i mas aun por falta absoluta de fortuna i educación […] servian
para ciertos oficios, término medio entre la domesticidad i la señoría” (110). Dentro de esta
última clase se habitantes del convento sobresale la figura del lego Pedro Ruiz, a quien el
Aquel hombre era para Martín, en el convento, la imagen del pueblo, bien formado, de talla
mas que regular, membrudo i vigoroso, moreno, de fisonomía sencilla i humilde, mitad
indio de la cordillera, mitad llanero. Pedro Ruiz mostraba en todas sus facciones, en las
No sería del todo arriesgado presumir que la aparición en escena de un personaje como el
lego Pedro Ruiz, tenga por propósito representar la gran masa poblacional, iletrada e
inerme por su incapacidad de resistencia, hacia la que iría dirigida un modelo educativo
católico de la nación en manos de la iglesia y, como su delegatario, en las del padre José.
enseñar a leer y escribir a Pedro Ruiz: “Enseñar al que no sabe! admirable palabra! El
[46]
primer dia que fué pronunciada comenzó el reinado de la democracia en el mundo i se
debe soslayar en esta caracterización de los habitantes del convento, una plena
de educador, el atributo del padre José sobre el cual el narrador buscar remarcar un énfasis
no es otro que la justa combinación, en éste, de las dimensiones liberal y católica. También
en este sentido D´Allemand agrega: “Martín asume como suya la utopía del autor por hacer
popular la idea religiosa entre los liberales y la idea liberal entre los creyentes ortodoxos”
narrador personificar su búsqueda por hacer de este paradigma ideológico algo posible
que podia llenar una doble mision en el oscuro teatro en que debía vivir. Le pareció que un
podria prestar grandes servicios a la gloriosa causa de la republica cristiana. Trabajar sobre
el corazon i la conciencia del pueblo para hacerlo libre i creyente” (Samper, 1866:136).
13
La figura del letrado que enseña a leer al analfabeta también es explotada por Samper en Florencio Conde
(1875); el padre del personaje, Segundo Conde, aprende a leer gracias a los buenos oficios de un forastero
que reside transitoriamente bajo su amparo.
[47]
Paradójicamente, la más importante labor educativa del Padre José resulta como
consecuencia del sorpresivo episodio en el que éste estuvo a punto de ser descubierto por
Dolores en el confesionario14, encuentro que le causa una de sus crisis somáticas, y a partir
trágico: “Padre, deseo que me deis o consigais el permiso de ir como misionero a las selvas
del Meta […] allá en esos desiertos trabajaré por conquistar almas para Cristo i ciudadanos
para la república” (146). Contando de nuevo con el apoyo de la iglesia y llevándose consigo
al lego Pedro Ruiz, en pocas semanas logra “ponerse en contacto con las tribus salvajes
[…] Omoas, los Coreguajes, los Lamas i un pequeñísimo resto de Camoniguas” (148).
elegido por el Padre José para iniciar su obra misional: “Allí podía aprender algunos
dialectos indígenas, conocer el carácter i los usos i costumbres […] hacerse conocer i amar
de los indios a fin de facilitar su mision, i probarles con el ejemplo de la virtud i la práctica
del bien que nada debian temer de su sacerdocio, sino al contrario esperar muchos
beneficios” (150).
Además de ilustrar al lector sobre las comunidades indígenas aun visibles en el inventario
católico como proyecto civilizador, como camino hacia una moral nacional, mediada por la
lengua y la escritura, especialmente allí donde nadie excepto él había llegado: “Se
aprovechó de una choza abandonada i la convirtió en capilla para decir misa, rezar con
14
El cuadro que describe este episodio se aborda con mayor detalle en el último capíto del trabajo.
[48]
todos los indios i sus familias i predicarles frecuentemente, con toda la sencillez posible, a
fin de que los pocos indios que comprendian el castellano pudieran explicar las pláticas a
los demás” (150). Pero su labor de organizar el mundo no terminaría allí. Aprovechando
sus conocimientos de jurisprudencia el padre José se aplica también a resolver pleitos entre
los indios: “Estos solían tener disputas por sus cercados i pequeñas porciones de tierra.
Martín las demarcó todas con la mayor equidad i precision, i las disputas se acabaron”
(150).
misionero introduce entre los indios los hábitos productivos y alimenticios europeos, en
vista de que, según él, aquellos “no sabian aprovecharse de la rica vegetación que los
rodeaba” y para el efecto “les distribuyó semillas que hizo llevar de Cáqueza para producir
gran número de frutas, granos i legumbres que los Iracas no conocían, i les dio mui útiles
cosechas” (150-151). Desde luego no podía faltar, dado que el personaje es por igual hábil
hombre de negocios, la enseñanza de las prácticas sociales del comercio: “Martín los
algunas veces hasta Cáqueza, trayendo en retorno, con gran contentamiento de todos los
Iracas, mercaderías de mucha utilidad” (151). En este punto cabría resaltar lo que podría ser
manufacturados.
[49]
En conjunción con todo lo anterior, el trabajo misional consistía fundamentalmente en la
cristianización a través de las típicas tareas parroquiales: “caridad de remedios i alivio para
cuidados para el niño i el anciano, de bautismo para los que nacian, de penitencia para los
que pecaban, de sepultura para los que morían” (161). Este idilio entre el hombre letrado -
por circunstancias especiales misionero – y el buen salvaje duraría años y llevaría al Padre
José a más lejanas expediciones en las inhóspitas selvas de los Llanos orientales; funda
nuevas misiones, escuelas e incluso pueblos, al tiempo que sigue expandiendo con éxito el
Como último punto en el análisis del perfil dibujado en el Padre José -cuyos rasgos evocan
de manera indirecta al intelectual letrado que fue Samper- llama la atención cómo el
narrador muestra especial interés por describir densamente la naturaleza de las selvas del
Llano, en toda su complejidad biológica, sirviéndose de un estilo que podría por igual
No habia mas cielo que el formidable ramaje de miles de caracolíes i ceibas estupendas,
encorvados de corteza manchada como la piel del tigre, i cien otras especies de jigantes de
que, como si quisieran imitar todas las pasiones i todos los instintos de la humanidad, se
buscaban, se abrazaban, se retorcian, se perseguian […] Aquello era el amor, i era la rabia,
[50]
era la hermosura i la fealdad, era la armonía i la disparidad, lo esbelto i lo contrahecho, la
Pocos años antes de la publicación de Martín Flores se había publicado en París el Ensayo
(1861), en donde Samper intenta una compilación histórica y científica que explique las
particularidades del nuevo mundo. De este ensayo, que es probablemente la obra más
Sus verjeles son los bosques seculares de palmeras que vegetan llenos de pompa en las
márgenes del rio. Sus caminos son las interminables llanuras del horizonte ilimitado,
través de los ríos y las ciénagas, con el cual pasa por entre enjambres de caimanes y
millones de hectáreas, 280.000 individuos, de los cuales 30.000 a lo más son poco más o
menos civilizados; mientras que los otros, completamente bárbaros, vagan aún en la
inmensidad de las llanuras y selvas del Meta, el Guaviare, el Caquetá, etc. (Samper,
1969:287).
Nótese la alusión sociológica a la masa poblacional iletrada, que indica de manera implícita
ulteriormente en la figura católica del Padre José, quien “Por primera vez, al ponerse a
soñar, se olvidó enteramente de los hombres i entregó su alma, su sér completo a Dios. Su
[51]
Capítulo 3. La relación entre ficción e Historia en Martín Flores
Una motivación adicional para elegir a Martín Flores como objeto de estudio para el
proyecto de investigación, tiene que ver las relaciones entre Literatura e Historia que se
pueden identificar en la novela. Esta relación se expresa de manera muy natural a lo largo
de la novelística del siglo XIX, siendo especialmente relevante como objeto de estudio en
búsqueda de una novela colombiana de este periodo, en lo posible diferente del repertorio
que más allá de elaborar una figura autobiográfica, plantea una reflexión sobre la forma en
entregando una visión crítica del proceso a través del cual se abre paso, atropelladamente,
aproximación a algunos pasajes del relato en los que se crea ficción a partir de, o en
relación con, acontecimientos reconocibles por el lector en su horizonte cognitivo del siglo
XIX, en particular aquellos que tienen que ver con la consolidación de una identidad
nacional y un orden social republicano, sobre la base de sus luchas políticas tempranas:
bipartidismo y guerra civil. En los fragmentos de la novela citados, es posible apreciar hasta
lugar de origen del héroe y año de nacimiento, aspectos de su árbol genealógico, su infancia
y primera educación, la muerte del padre, etc., que sirven a su vez de preludio a los
[52]
3.1 Martín Flores como discurso histórico
presta para ser re-valorado desde la Historia misma. Sin embargo, esta relación es
contradictoria y presenta problemas de orden teórico, ya que toda novela es por naturaleza
de carácter ficcional, es decir que se trata de algo “imaginado” que, por ende, no puede
puede ser algo “inventado”, pues responde a una realidad “demostrable”. El problema de
esta relación contradictoria no se resuelve por completo, a menos que se acepte desde la
perspectiva de una forma expresiva híbrida, una suerte de subgénero, si se quiere, que
integra dos disciplinas complementarias que se alejan o se aproximan entre sí, dependiendo
de las circunstancias particulares de cada texto (Reyes, 1983; Le Riverend, 1991). Otra
alternativa para zanjar estas dificultades de clasificación formal, es la que propone Bajtín
(2002), para quien tanto la novela como la historia son esencialmente géneros discursivos
que, en el caso de la novela histórica, fluyen inseparables. En este sentido, la reflexión que
propone este apartado parte de asumir que la novela estudiada no es Historia ni realidad
objetiva, ni tampoco tiene que aportar pruebas de ningún tipo pues es enteramente
los vacíos o las dudas sobre el pasado de la nación, a través de discursos subordinados a
[53]
patrones ideológicos y estéticos de su presente, manteniéndose así una cierta relación
una época específica. Todo lo anterior remite también al sentido de la naturaleza de los
escenarios del pasado que se construyen en esta variable del género y, por ende, a la forma
en que la sociedad percibe su pasado. Esta percepción, tiende a explicar en parte las
relaciones que se establecen entre el pasado y el presente, no solo desde la tradición sino
también desde el cambio. Como principio conceptual para sustentar esta tesis cabe evocar
la explicación de George Lukács (1966), para quien la tendencia a regresar al pasado sería
parte de una respuesta a la conciencia que adquirieron los individuos de su existencia como
consonancia con las peculiaridades históricas de cada época. Sin soslayar que lo explicado
por Lukács se corresponde principalmente con el contexto literario europeo y, sobre todo,
con la historia particular de ese continente, se estima hasta cierto punto válido asociar las
sentimiento que acompaña una intención por dotar al presente de una memoria que no debe
ser olvidada. Esta actitud frente al pasado se plasma claramente en Martín Flores y
[54]
Un argumento adicional a favor de proponer a Martín Flores como una variable particular
de novela histórica –no necesariamente compatible con los parámetros teóricos europeos-
es la forma en que la obra logra configurar varios personajes con un perfil político
suerte de pugna moral entre el pasado y el presente, entre una escala de valores anclada a
las tradiciones y una conciencia de clase progresista. Este conflicto que se extiende a lo
largo de la narración, deriva a su vez de una crisis ética que vive la sociedad y que también
que se pinta en la narración provee una imagen del desencuentro entre una realidad social
sentido estricto. Lo anterior coincide con lo planteado por Acosta Peñaloza en torno a la
novela histórica colombiana del siglo XIX, cuyo “asunto primordial estuvo dado en que el
discurso del presente aceptó de manera incondicional una relación con el pasado y pactó
con el lector un espacio muchas veces indeterminado, entre el mundo considerado real,
(1998,137). En Martín Flores, el escenario que mejor involucra al lector en ese equilibrio
[55]
conflicto bipartidista que agobia la nación. Así, la novela refracta aspectos de la vida
contingente del relato se explica que los participantes en esta guerra fratricida habrían
alzado las banderas del federalismo y el centralismo, categorías cuya lectura no está
Flores, la voz narrativa describe los desarrollos bélicos o los reelabora como referentes
cronológicos para las instancias del relato, ya sea cuando el personaje evoca guerras
la misma15. Finalmente, tampoco se puede perder de vista con respecto al siglo XIX
colombiano, que se trató de un periodo plagado de conflictos políticos -en particular entre
cuatro oportunidades y se libraron ocho grandes guerras civiles, esto sin contar las
15
Luterito o El Padre Casafús (1899) de Tomás Carrasquilla sería un ejemplo ulterior de cómo en el siglo XIX
persiste la guerra civil y la confrontación bipartidista como plataforma o escenario para una obra de ficción.
El padre Casafús, al igual que el presbítero Martín Flores, es un sacerdote liberal.
[56]
Pero más allá de la representación del medio político del siglo XIX, Martín Flores
inducir a la toma de un partido y sus ideas, que en el caso colombiano será el de aquellas
construyen una valoración del proceso en que se funda la nación a partir de recetarios
reflexión ideológica mixtos, esto es, que por igual se sirve de nociones liberales o
utopismo europeos fueron especialmente apreciadas por las élites criollas (Jaramillo Uribe,
corrientes y colores partidistas, que desde la ficción representaran la libertad que debían
tener los ciudadanos para elegir unos u otros valores políticos. En este sentido, el narrador o
autor ficticio asume una actitud crítica frente al modo en que la pertenencia a un partido,
como práctica social dentro del relato, determina la buena o mala fortuna de la que puede
Martín y en otros personajes de diversa tipología. La novela propone también una dialéctica
amistad entre los tres personajes resultan, por el contrario, complementarias. Además de
Martín el elemento reflexivo del conservador moderado, mientras que la frescura y el vigor
intelectual que caracterizan al joven Aurelio representan la pasión por la libertad económica
cada uno invita al lector a identificar, de una manera particular, un retrato del autor.
Pero el tratamiento del fenómeno bipartidista en Marín Flores va más allá del armonioso
contraste que traza el narrador con relación a los entrañables amigos del personaje; siendo
debate ideológico desde la temprana relación del personaje con las luchas políticas de su
comandante Flores era mui liberal i mui ardoroso en sus opiniones; i aunque no tomó parte
[58]
activa, como militar, en los alzamientos del Norte contra el gobierno nacional, mostró sin
disimulo sus simpatías hácia ellos. Tal conducta acarreó el enojo de los gobernantes, i le
impidió conseguir para Martín una beca en el colejio de San Bartolomé, que era el principal
hombre de provecho” (10) viene a ser resuelto por una oportuna circunstancia: la visita de
don Marcos Plata, rico comerciante de la provincia del Socorro, amigo del Comandante
Flores, quien encontrándose de viaje a Bogotá “a donde iba a establecerse” (10), se entera
pagar sus estudios que inician en 1845. A cambio de este beneficio, Martin trabajaría como
como Marcos Plata, el narrador apunta a representar una contingencia en la que el acceso a
Juan Antonio Pérez, sufre los efectos del ostracismo por cuenta de su filiación política. Una
vez más se percibe cómo la voz narrativa apunta a significar la importancia que para
16
En el Manual de Historia de Colombia (1989) Álvaro Tirado Mejía documenta la guerra “de los Conventos”
o “de los Supremos” que tuvo lugar entre 1839 y 1841, y que fue promovida por caudillos regionales a favor
de los intereses de la Iglesia (367).
[59]
entonces tenía la pertenencia a uno u otro partido, así como los riesgos de no contar con
benevolencia en el trato privado, don Juan Antonio participaba un poco de esta fiebre de
exaltación o fanatismo político que distingue a nuestros partidos i ha sido la causa principal
de sus estravíos. El padre de Lola estaba afiliado al partido entonces dominante y que
las mas violentas protestas de muchos conservadores, i don Juan Antonio tuvo la
animosidad del partido contrario. Así, cuando se inauguró la administración liberal llamada
del 7 de marzo, don Juan Antonio fue uno de los primeros empleados destituidos,
encontrándose de la noche a la mañana sin sueldo, con su casa hipotecada i sin los recursos
configurar una vez la marca autobiográfica, a través de la actitud que asumirá frente a dicha
consistente justamente en evitar asumir una postura claramente definida a favor de uno u
otro partido. Esto pudo obedecer a que el mismo Samper no supiera realmente de qué parte
estaba, a esa altura de su vida, pero aparte de eso el relato acierta en su representación de la
coyuntura vivida en la década de los cuarenta, periodo en el que se forman los así llamados
partidos tradicionales en Colombia. En este confuso proceso, señala Acosta Peñaloza, las
17
La voz narrativa evoca episodios del gobierno liberal de José Hilario López (1849-1853), en donde se
promueven la abolición de la esclavitud y la laicización del Estado (Tirado Mejía, 1989:368); esta faceta del
conflicto y los nombres de quienes participan en él son omitidos, probablemente con el fin de silenciar otros
excesos de ese acontecimiento político.
[60]
novelas históricas del siglo XIX colombiano constituyeron un factor determinante en
cuanto al modo de percibir la naturaleza de las ideas de uno u otro proyecto político: “En
y culturales ingleses y franceses. Por su parte, los conservadores afianzaron sus ideales en
Desde el inicio mismo del relato, en el capítulo II “En que se conoce la procedencia de
reúne en sus antecedentes varios hitos del devenir de la nación, hitos que son a su vez
rebelión de los Comuneros que tuvo lugar a finales del siglo XVIII; rebelión embrionaria
El padre de Martín supo ser digno de la herencia patriótica del suyo. Hombre de índole
vencedores en Vargas i Boyacá, i ganó con bizarría sus charreteras de teniente coronel,
combatiendo por la gran Colombia hasta 1824. Su cuarta herida fué causada por un casco de
[61]
Nótese cómo la voz narrativa denota una actitud de sumo interés por la experiencia de la
guerra en tanto actividad social profunda, al tiempo que elabora un juicio estético donde se
resalta el heroísmo que le aporta al padre del personaje el haber participado en ella. Pero en
contraste con esta exaltación, y más allá de producir un discurso ficcionalizado sobre la
guerra y de convertirla en espacio para el desarrollo del relato, el narrador la percibe como
logra a través de la focalización sobre las meditaciones del personaje, quien en ocasión del
funeral de su padre reflexiona sobre la falta de unidad de la que adolece una sociedad
insensata, que no logra establecer una relación coherente entre el pasado y el presente. Poco
Vió casi solo aquel sepulcro, i pocos fueron los testigos de su inmenso dolor …. La época
no se daba importancia sino a los jefes banderizos de nuestras miserables guerras civiles. El
soldado que había ganado la gloria de sus cicatrices en Boyacá o Ayacucho, bajaba al
sepulcro silenciosamente, en medio de bandos delirantes que olvidaban lo que debían a los
énfasis] (13).
La composición de este pasaje responde a una valoración estética que hace el narrador de la
política en el siglo XIX, a una forma individual de percibir el cambio que experimenta la
sociedad. Nótese además que desde la re-elaboración ficticia de figuras históricas reales (la
civiles”, que surgen en la pugna por el poder político y territorial, pugna que en su
percepción se torna estéril e inevitablemente cíclica. Hay que añadir que la novela se hace
portadora de una visión del fenómeno social de la guerra que critica con desdén la
[62]
concepción errónea de la historia y las ideas políticas por parte de quienes la promueven,
Ya en la última etapa del relato, el retiro voluntario del personaje a los Llanos orientales,
tras seis años de eficiente labor misional, se interrumpe por las noticias que llegan desde
que restringen y subordinan el poder eclesiástico, aun expropiando sus bienes materiales18.
su comunidad y para sí: la muerte del padre Ramírez, su cómplice y protector. El forzado
regreso coincide, además, con el inminente estallido de un combate armado, que por
enésima vez enfrenta las fuerzas liberales federalistas con el partido conservador. La
situación se agudiza cuando los miembros del concejo de Bogotá determinaron desalojar a
los monjes del convento de San Agustín, a fin de convertirlo en depósito de explosivos y
mui alarmantes. Se decía que el jeneral Mosquera había sido derrotado o hecho prisionero
en el campo histórico de Boyacá por el ejército “centralista” que lideraba el jeneral Canal,
jeneral improvisado, como tantos otros, pero el más bizarro, inteligente i audaz de los que la
revolución había formado en las filas de los conservadores. Estos se mostraban en Bogotá
llenos de gozo, creyendo ya segura la victoria, mientras que los liberales o “federalistas”,
18
Documentado por Fernando Díaz Díaz (1989) como “desamortización de bienes de manos muertas”.
[63]
Los acontecimientos narrados aluden a la guerra o revolución, que tuvo lugar entre 1859 y
1862, dentro del régimen federal de 1858, cuando se levanta desde el Cauca bajo el mando
de Tomás Cipriano de Mosquera, en unión con líderes políticos del Norte y Oriente de la
nación, y en contra del gobierno central de Mariano Ospina Rodríguez (Tirado Mejía,
1989:371), por su parte el general Leonardo Canal, tras la derrota de San Agustín, habría
huido a Nariño con el propósito de reagrupar desde allí el poder centralista, capitulando
meses después (Ocampo López, 2004). Esta estrategia del narrador, consistente en asumir
tal modo que sufran un proceso de ficcionalización, sería la marca de historicidad más
evidente en Martín Flores, su punto de encuentro con la vida social e individual, aun por
Aquel combate fue sin duda, por todas sus circunstancias, el acto más grande i glorioso, de
una revolución en que todo el mundo hizo sacrificios, soportó amarguras y combatió como
soldado. Ricaurte había sido individualmente heroico en San Mateo; en San Agustín lo fue
todo un partido político, arrojado a la balanza del peligro la mayor parte de sus más
preciosas vidas o de sus más nobles figuras. Si los partidos hubieran de ser juzgados
solamente por sus actos de abnegación y heroísmo, el liberal tendría en Colombia asegurada
su perpetua gloria con el terrible combate de San Agustín. En todos los cuarteles se hacían
19
Proyecto que se consolidaría en la realidad con la Constitución de 1863.
[64]
aprestos bélicos; en las calles sonaba el toque de jenerala, lúgubre y terrible. San Agustín se
apresuraban a cerrar sus tiendas, i todo el mundo se preparaba a sufrir las pruebas de una
sus casas, donde muchos se aprestaban a contribuir al combate, ya limpiando sus rifles, ya
fabricando a toda prisa cartuchos embalados para los sitiadores. Muchas mujeres tejian
Llama la atención como a través de un tono épico el narrador exalta el espíritu avezado de
la revolución y el heroísmo intrínseco de lo bélico al evocar lo que fue “San Mateo” para el
despertar a la Independencia, aun a costa del sacrificio en vidas humanas. Nótese además
llenos de esperanzas, se encerraban disimuladamente en sus casas”. Martín, que para esta
altura del relato ya ha adoptado el seudónimo de “padre José”, sobrevive al ataque dentro
permanecer allí. En medio del furor y la violencia del combate que dura dos días funge
como auxiliador de los heridos. Entre los moribundos a quienes confiesa se encuentra su
otrora rival Marco Antonio Villa, quien se había unido a la causa liberal en la célebre
D´Allemand aporta una interesante reflexión al respecto del valor simbólico que encierra el
combate de San Agustín, pero en especial el papel de Martín dentro del mismo: “Martín,
quien hasta este momento ha sido el símbolo de un clero ilustrado y democrático, propuesto
[65]
como instrumento al servicio de la creación de una “república cristiana”, funciona aquí
como agente comprometido con la construcción de una república no solo cristiana, sino
Liberal” (2012,94).
cadáveres” (Samper, 1866:199), después de haber sido absuelto por el padre José, en quien
convento, escenario irónico para el último encuentro de los amantes, el ajuste de cuentas si
se quiere: “Martín dió un paso atrás i estuvo a punto de caer de espaldas al tropezar con un
condujo hasta el pie de un altar. Al llegar allí se inclinó, levanto el paño negro que cubría
un cadáver, i le dijo a la pobre mujer: - Miradle! ahí está!” (199). Del mismo modo en que
lo hace Villa, Dolores confirma con vergüenza y espanto que la figura del padre José no es
otra que la de Martín: “Gran Dios! que aparicion! esclamo aquella mujer al reparar en las
facciones de Martín i oir el acento […] - Silencio, señora! Repuso el fraile. Vuestro marido
ha muerto en mis brazos” (200). Dichas estas últimas palabras y fingiendo ignorar el
asombro de Dolores, Martín abandona aquel “lugar de duelo” (200). El narrador dedica las
últimas palabras del relato a puntualizar que, tras los hechos narrados, Martín se había
[66]
establecido en Funza, donde trabajaba como tutor de los hijos de Don Marcos Plata, su
incondicional benefactor.
como expresiones emocionales y estéticas sublimes, el desenlace del relato propicia una
reflexión adicional en torno al matiz histórico del mismo: la figura del padre José,
es el medio que permite al narrador proyectar con sublime resignación una imagen de la
Iglesia como para-Estado ideológico, enquistado en los órganos vitales de la nación, capaz
Los partidos o los hombres se suceden en el poder, i para conquistarlo o defenderlo tiene
que poner en accion mil recursos simultáneos, tales como la intelijencia superior, el
consumado saber, o la intriga, la fuerza de los ejércitos i las prisiones i hasta la corrupcion i
el crímen […] Los gobiernos caen i se suplantan […] No así la relijion cristiana o católica, i
su fundamento que es la cruz. Pasan los siglos, dejando tras ellos millares de mártires, i léjos
A fin de hacer dialogar la visión que de la guerra civil se construye en la novela Martin
Flores con otra de carácter histórico que hace parte de una obra ulterior de Samper titulada
Derecho Público interno de Colombia (1886) - donde además se evidencian las distancias
[67]
ideológicas que recorre el escritor a lo largo veinte años - cabe resaltar los siguientes
[sic] Así la ley sobre orden público de 1880 fue dictada por una experiencia de diez y ocho
estabilidad. Ya la ley era tanto más necesaria, cuanto no era posible prevenir las
armados por todas partes de revólveres, puñales, cachiporras y bayonetas, sables, sino que
los armamentos eran asunto predilecto de todos los partidos. A más que los parques
nacionales, cada Estado tenía el suyo o los suyos, a costa de enormes sacrificios; y cada
partido tenía su armamento de guerra, cada caudillo su parque privado y oculto, y cada
pueblo sus medios de apelar a las armas. De ahí la facilidad con que estallaban donde quiera
las insurrecciones, improvisándose batallones y guerrillas que hacían todo el mal posible.
¿Qué estabilidad, qué orden, qué gobierno, qué seguridad de intereses ni de personas podía
haber en un país condenado por sus mismas instituciones a los horrores del fraude electoral,
de las vías de hecho y de la guerra? A tal situación había llegado Colombia! (1886,198).
además de ponderar la legitimad del establecimiento estatal frente a los impulsos del
arcaismo político, representado en lo que ahora Samper sigue percibiendo como estériles
Hasta aquí se exploraron algunos de los rasgos que permitirían asociar a Martín Flores a la
figura de la novela histórica colombiana del siglo XIX, desde donde se toma una posición
ante la función del pasado en la construcción del presente, presente que en el que se busca,
[68]
desde la ficción, consolidar un concepto de nación a partir de una propuesta política que
sentido, el relato podría ser visto como artefacto, útil para la construcción de una memoria
El presente capítulo tiene por objeto identificar cómo en Martín Flores se representan
del siglo XIX. Se busca enfatizar en el modo en que el narrador refuerza la legitimidad de
objetivos que opone la existencia material. A través de esta estrategia, el narrador logra
Martín Flores sea una novela realista en el sentido estricto del término, sí se pretende
llamar la atención sobre la intención del narrador por el expresar, de modo verosímil, la
realidad contingente del mundo, en la que una estructura de valores afecta la vida de los
narrador toma distancia frente a lo que estima una barrera para la comprensión objetiva de
[69]
la vida. En síntesis, el uso de la categoría “realista” que se hace en esta última etapa del
análisis de Martín Flores, debe entenderse como un adjetivo para matizar la composición
de ciertos cuadros dentro del relato creados en función de producir tal efecto, no como una
en que este capítulo se integra y aporta algún insumo al análisis de la novela, entendida
como elaboración artística sobre la vida de alguien, viene a concretarse en una reflexión
frente al modo en que el narrador omnisciente retrata los fenómenos accidentales de la vida
estructura interna y dinámica de una clase social de la que ese narrador da testimonio,
documenta algunos rasgos literarios en las obras de ficción de los esposos Samper, entre
éstas Martín Flores, desde finales de los años cincuenta y durante toda la década del
sesenta: “los dos habían vivido y viajado por diversos países de Europa: Francia, Inglaterra,
decir, estaban imbuidos del movimiento literario imperante en esos países: el Realismo”
(2004,60). Si bien el anterior dato biográfico tampoco constituye evidencia suficiente para
afirmar que las novelas escritas por los esposos Samper fueran, en virtud de su experiencia
[70]
dentro del contexto literario europeo, ejemplos del realismo, no se debería soslayar por
completo una influencia marginal de ésta y otras corrientes europeas para entonces en boga,
las obras de ficción de Samper es también es advertida por María Teresa Cristina (1976),
quien traza un paralelo entre sus novelas de mediados de siglo y diversidad de discursos
críticos de origen europeo -centro hacia donde miraban los escritores costumbristas
Cristina estima posible rastrear, en mayor o menor medida, marcas de éstas y otras
corrientes en la novelística samperiana a partir de 1860. Sin embargo, sería esta pretensión
europeizante lo que habría alejado sus obras de las convenciones y el color del
costumbrismo local. D´Allemand coincide con el punto de vista de Cristina, al sugerir que
algunas obras del autor, entre ellas Martín Flores, habrían sido de alguna manera avanzadas
y por ende disonantes, dentro del contexto literario colombiano de mediados de siglo,
de esa época, sería un marco referencial demasiado estrecho para dar cuenta del proyecto
novelístico de Samper, proyecto sui generis por demás dado que responde a tradiciones
literarias de diverso orden. En este sentido la crítica evoca algunos textos del bibliógrafo e
historiador literario del siglo XIX, Isidro Laverde Amaya, quien si bien contribuyó a la
desdeñado sus obras de ficción en razón del poco ortodoxo manejo de los códigos
20
Según D´Allemand, durante el último tercio del siglo, Laverde Amaya habría relevado a José María Vergara
y Vergara en la tarea de estructurar un corpus de la Literatura nacional, posterior al documentado en
Historia de la Literatura de la Nueva Granada en 1867 (2012,48).
[71]
La heterogeneidad de la propuesta narrativa en Martín Flores, pareciera también obedecer a
una intención por difundir la cultura positivista como herramienta útil para la comprensión
de la vida no solo en el plano individual, sino también para asumir los cambios sociales que
tendencias en Samper, cuando cita uno de sus textos críticos “Literatura fósil” publicado en
El Mosaico en 1864; allí, el escritor formula una pregunta contundente: “¿Por qué, siendo
movimiento social, y del medio en que éste se produce, la nuestra es tan poco original, tan
Sin pasar por alto que cuando Samper invoca al “movimiento social” a través de la
literatura también está incurriendo él mismo en una imitación, puesto que se trata de un
discurso importado de Europa, llama la atención su preocupación por los efectos negativos
afirma:
tratar temas de la vida contemporánea y de introducir como protagonistas a las clases bajas
sociales (61)
Si bien en Martín Flores se evidencian aspectos característicos de esta tendencia, como por
[72]
derivados de sus relaciones objetivas con el medio, el narrador recurre inesperadamente al
positivismo y la visión científica de la vida. Por esto último se estima que la novela no
podría ser rotulada cabalmente como realista, sino más bien como una variable del género
La relación fallida entre Martín y Dolores y el destino dramático que al final enfrentan
ambos personajes, constituye uno de los instrumentos a través de los cuales el relato
proyecta una visión objetiva del amor en la vida, develando sus relaciones con la fisiología
y el medio social que lo determina. Muy lejana del venturoso idilio que se plasma en
Florencio Conde, fábula que conjuga el amor perfecto, la sobria intimidad del erotismo y la
trasfondo de la guerra civil pre-figurado por el narrador, repercute en las conductas de los
[73]
Un año después de que Martín iniciara sus estudios en Bogotá y mientras aprovechaba de la
mejor manera la valiosa oportunidad que el destino le había dado “[…] su corazon
manera de preludio trágico, el sentimiento del amor: “[…] al no tener la rara fortuna de
poner su fe inocente en una mujer de noble corazon i alma delicada, la vida de Martin seria
el juguete de mil caprichos femeninos […] El primero i unico amor de Martin nació, cosa
estraña pero que sucede muchas veces! Con su primera y mayor desgracia” (12). En cierta
ocasión, a pocos días de la muerte del comandante Flores, Martín advierte la presencia de
una bella jovencita quien también por causa del reciente fallecimiento de una de sus primas
se hallaba de visita en el cementerio: “Las miradas de los dos jóvenes, llenas de dolor i
sublime de hermosura i candor […] el aflijido huérfano comprendió que alguna cosa
miradas….” (16). Nótese cómo el primer encuentro de los enamorados se produce, al igual
fúnebre, reiterándose con esto el tono melodramático presente en sendos momentos del
relato.
Poco tiempo y esfuerzo le costó a Martín trabar amistad con Dolores y ser aceptado en la
intimidad de su familia, la cual “era mas bien pobre que acomodada” (18). Esta última
aclaración intenta vincular a la narración un retrato de las tensiones que enfrentan sus
[74]
relaciones socioeconómicas. Partiendo de una natural analogía entre familia y sociedad, el
con los principios de organización de la vida social y reproductiva. Sin embargo, este
proyecto implica enfrentarse a una incomprensión de la realidad material, que impide a los
personajes razonar oportunamente sobre las actitudes que asumen y el modo en que
interesante simbolismo:
Lolita era, lo repito, un pájaro mas bien que una mujer. Pasaba todas sus horas,
leer novelas francesas, tocar piano, componer ramilletes de flores naturales i bailar i
divertirse siempre que habia ocasion para ello. Mientras que don Juan Antonio trabajaba
En esta misma dirección, el narrador apunta a describir con agudeza, y a veces con
pretensiosos símiles, los rasgos físicos de Dolores, rasgos que asocia a su temperamento de
modo determinista: “Su tez blanquísima tenia reflejos medio rosados como la leche líquida
del caucho, a causa de la transparencia de su cutis, que dejaba traslucir el primoroso tejido
de sus venas henchidas de sangre ardorosa […] por eso, con la hermosura de Lola no
armonizaban las emociones profundas ni las cosas sublimes, sino aquellas en que se
narrativo al que con frecuencia apeló Balzac, en el propósito por asociar las acciones de sus
personajes a energías internas compulsivas, que pueden tener toda suerte de efectos sobre
los demás sujetos involucrados en el relato. Citando una de las últimas novelas del escritor
francés, Modeste Mignon (1844), escribe: “The passions of the characters are presented in
[75]
methapors related to flying, to birds, to wings, to angels, etc.” (2000:431)21. Así, la
influencia negativa que ulteriormente tendría para Martín su relación con Dolores, podría
carencia de virtud individual, anticipada por el narrador, al revelar el espejismo del cual es
momento ordinario de la vida, la habria mirado con interes, aspirando a las preferencias de
1866:22). Nótese cómo se crea una situación contingente, en la que el sentimiento del amor
inexperiencia22.
En tanto crece la atracción entre los jóvenes, ésta se convierte “en un amor profundo, en
una adoración de todos los instantes bajo el prestijio incesante del trato íntimo con Lola,
hasta ser una pasión violenta, llena de borrascas, en las que las emociones de dicha eran tan
vehementes como las de pesar i amargura” (23). Y es que las amarguras de Martín se
iniciarían con el esfuerzo que debe hacer por satisfacer las veleidades y los gustos de su
amada:
21
[Las pasiones de los personajes se representan en metáforas relacionadas con el vuelo, pájaros, alas,
ángeles, etc.,]
22
Este tipo de “peligros” estuvieron previstos en una variedad de textos y manuales decimonónicos que
construyeron figuras femeninas arquetípicas, como la del “ángel del hogar”, idóneas para el matrimonio,
reglamentando con ello la vida doméstica y social de las mujeres, iniciativa en la que subyace un
pensamiento claramente androcéntrico (Cantero Rosales, 2007).
[76]
Lola iba siendo cada vez más exijente en sus caprichos […] manifestaba siempre sus deseos
sacrificios que para su pobre bolsillo eran de consideracion. Unas veces el teatro, otras una
curiosidad artística, algun libro de moda u otra bagatela, i de tiempo en tiempo alguna
tertulia, que no por ser de confianza dejaba de costar algo, eran gastos que la obsequiosa
galantería de Martin creia indispensables, como exijidos por el amor y aun por la simple
cortesía (24)
Las actividades sociales en que participaba Martín por cuenta de su noviazgo con Dolores,
tertulias literarias y teatrales, bailes, hacen parte de una tendencia generalizada entre los
reconocimiento entre las elites culturales. Aunque Martín era de extracción económica
humilde, ello no fue cortapisa para que en sus años de estudiante se sintiera atraído hacia
Mas tarde los amigos de Martín comenzaron a inquietarse y otros a murmurar, según la
naturaleza de sus sentimientos. Martín figuraba ya como cachaco a la moda, conocido en los
salones aristocráticos, las tertulias de buen tono i las funciones dramáticas o líricas. Dolores
tenía las mejores relaciones posibles, i su intimidad con ella le había procurado a Martín la
entrada a muchas casas de familias distinguidas, i la amistad de muchos jóvenes de los que
daban el tono en las costumbres de Bogotá, que a la sazón eran bastante lijeras i elegantes.
Todos los condiscípulos de Martín sabían que él era pobre, i veian que, como ellos mismos,
lector una vez más de la inconveniencia de una construcción idealizada del matrimonio,
momento en que Martín lograra “una sólida posición social” (29), requisito indispensable
de clase: “Gocemos algo mas de nuestra juventud, Martín; acabe usted sus estudios con
tranquilidad i confianza, i un dia vendrá en que podamos ser dichosos por completo. Esta
confidencia puso el sello a las esperanzas de Martín, le inspiró confianza en sus fuerzas en
el porvenir, i fue para su corazón i su honor como un himeneo indisoluble” (30). Aparte de
resaltar una faceta moderna, como es pensar en el porvenir, el narrador apela nuevamente a
los términos físicos, como instrumento en la caracterización del perfil psicológico de sus
se pone de manifiesto, aparte del artificio erótico, el rechazo al idealismo y al espejismo del
amor, tal y como lo percibe el personaje: “Si él hubiera podido apreciar a Lola con frialdad,
habria comprendido que ella no lo amaba realmente” (36). La “frialdad” de la que carece
único que ama. Sin embargo, el punto de quiebre en la relación amorosa habría de
presentarse no solo como producto de las personalidades pueriles de sus personajes, sino
también por cuenta de la coyuntura social y económica que sirve de marco a la narración y
al relación amorosa en sí. En esta dirección, el narrador aborda de manera crítica la imagen
que de sí misma cultiva una clase social etérea y la presenta como un extravío de los
ejemplo patente de esta crítica constituye las crecientes dificultades que enfrenta la familia
[78]
de Dolores debido en parte a la necesidad de mantener el artificio del prestigio social: “Don
Juan Antonio, que idolatraba a su hija, era mui débil respecto de los caprichos de ésta, i no
bastándole para satisfacerlos las privaciones que se imponia respecto a lo necesario, fué
cuando don Juan Antonio pierde su empleo durante una de las tantas coyunturas políticas, a
lo que se suma el haber sido excluido, inesperadamente y por cuenta de tretas jurídicas, de
Don Juan Antonio comenzó por vender su casa para pagar deudas contraídas, quedandole un
sobrante mui modesto, que colocó a interes. Pero la escasa renta que ese fondo habria de
producir no podia subvenir a todas las necesidades de la familia, i fué forzoso pasar por
muchas humillaciones, vendiendo algunos muebles, alhajas i joyas por la tercera parte de su
costo, i renunciando, aunque con gran trabajo i dolor, a muchas de las satisfacciones de otro
tiempo. La sociedad es poco mas o menos la misma en todas partes: ella coteja i adula a los
afortunados i abandona sin piedad a los caidos. Así, en breve fué decreciendo visiblemente
el círculo de las relaciones de la familia Pérez. No pudiendo ella soportar los gastos que la
mayor parte de las relaciones sociales exijen, hubo de retirarse espontáneamente de muchos
salones, por no sufrir la falsa vergüenza de presentarse de un modo ménos ostentoso que
otras familias. A su vez los dueños de aquellos salones fueron retirándose también de la
descripción: “La presencia de Martín avergonzó visiblemente a la familia Pérez i sobre todo
a Lola. La comida que les habían servido era tan pobre i vulgar, i el servicio de mesa tan
humilde i escaso, que Martín tuvo trabajo en disimular la impresión de lástima que sintió.
[79]
Sin embargo, finjio el mejor humor, se dio por convidado, se sento a la mesa i comió de lo
que estaba servido, con tanto gusto como si se hallara en un suntuoso banquete” (42). Este
económica, a fin de hacer posibles no solo sus aspiraciones matrimoniales, sino también de
A lo largo del capítulo VI de la primera parte “La lucha de un hombre”, pasaje del relato en
el que se explota ampliamente el recurso del intercambio epistolar entre los personajes, el
obstante esta enorme dosis de optimismo por el transitorio éxito moral y económico, el
relato torna al tono dramático a partir del momento en que, de regreso en Cartagena de
Indias, una carta de Aurelio lo pone al tanto de la confusión generada por una falsa noticia:
la pérdida de todos sus bienes en un naufragio23; además le advierte del renovado interés de
Marco Antonio Villa por aproximarse a Dolores. Aquí se hace evidente cómo el narrador, a
personaje, logra de manera verosímil dirigir el rumbo del relato hacia lo trágico, al tiempo
esperanza de evitar lo inevitable: “Martín, dormido i sin aliento, sudaba frio, viendo con la
23
En esta parte del relato el narrador puntualiza dos aspectos: el lugar de destino de su expedición: “Saint
Thomas” en las Antillas y el nombre del vapor en que viajaba: “Thames”. Ambos referentes se inscriben en
el conjunto de señales autobiográficas dispersas por el texto y pueden rastrearse claramente en Historia de
un Alma, en el apartado titulado “El primer viaje” (Samper,1971:423), donde se describe un viaje entre
Honda y Paris, mencionando sendos nombres propios en distintos momentos de la travesia.
[80]
fiebre de su imajinacion el odioso espectáculo de la traición de Dolores….” (58). Ya muy
cerca de Bogotá, al final de una inútil travesía llena de cortapisas y dificultades materiales,
con las que de paso el narrador pretende emitir una queja frente a la precaria condición
un sombrío presentimiento que brota a la par que percibe los fenómenos atmosféricos:
“Una ancha capa de nubes negras y espesas se cernia en el espacio, a mui poca elevacion,
encapotando casi todo el horizonte […] abajo, una melancólica iluminacion que hacia
aparecer los árboles, en su inmovilidad, como tristes i medrosos fantasmas. Martín, al ver
aquel espectáculo, sintió estremecimientos como un vago temor; pero siguió al galope […]”
(59)25. Sus temores se materializan poco después cuando en el interior de un carruaje que
pasa frente a él reconoce a Dolores, quien finge no escuchar los gritos proferidos por
Martín:
Entonces Martín se lanzó sobre su caballo i corrió a todo escape en pos del carruaje. En dos
minutos le dió alcance, se le adelantó, atravesó su caballo delante de los de tiro, los detuvo,
se echó a tierra de un salto i corrió hácia una de las ventanillas. Dolores estaba adentro, sola
con Marco Antonio Villa…. Martín, al verla, pudo apenas balbucear esta esclamacion: “Ah!
24
En María de Jorge Isaacs, un mecanismo narrativo similar se presenta en el viaje tardío de Efraín desde
Panamá al Cauca, en el que la suma de varios obstáculos naturales y socio-económicos retrasan
insidiosamente la marcha y, finalmente, impiden que llegue a tiempo para evitar la muerte de María.
25
La contemplación del cielo físico animado por sentimientos humanos, aparece desde el inicio mismo del
relato, momentos antes del encuentro entre el narrador-autor y su personaje: “Se hubiera dicho que, en vez
de una aureola de rayos luminosos i punzantes, tenía el sol un capuchón que le cubría la cabellera,
mostrando apenas su faz redonda, lívida i sin espresion” (Samper,1866:6). La referencia al “capuchón”,
aparte de flotar sobre el cuadro gótico representado, adquiere un sentido más amplio al recordar que
Martín ha sido fraile.
[81]
Martín se encontró acostado en una alcoba desconocida, i vió con estupor junto a su cama el
Las figuras del estallido febril y posterior desmayo, unidos a otra serie de síntomas
nerviosos en lo que el narrador llama una “revolución moral” (61) del personaje, reaparecen
Martín hizo un esfuerzo sobrehumano para levantar su alma de las tinieblas de la pasión
hasta la luz de Dios, i alzando nuevamente la mano, bendijo i perdonó la mujer que le había
profundo i vibrante de emocion…. – Oh Dios mio! esclamó Dolores llena de terror. - Qué
hai? Qué teneis? Hija mia. – Vuestra voz, padre! Vuestra voz….oh! – Qué tiene mi voz?
Dijo el confesor con calma i serenidad. – Ah, padre! Por piedad! Decidme quién sois! – Soi,
como veis, un ministro de Dios; me llamo el padre José. – No! Vuestro nombre es otro! –
Callad, hija mia; orad i tened confianza en Dios, dijo Martín. I al punto se levantó
andando a paso lento se entró a la sacristía. Martí no alcanzó a caminar todo el espacio que
le separaba de la puerta que daba salida hacia el claustro. Había dado unos pasos en la
sacristía cuando se sintió desfallecer; los ojos se le enturbiaron, le faltaron las fuerzas i cayó
En una obra crítica titulada Vital signs: medical realism in nineteenth-century fiction
(1992), Lawrence Rothfield aborda esta construcción semántica del lenguaje físico-químico
del cuerpo humano en las novelas francesas de mediados de siglo, lenguaje que permite al
“patología del siglo XIX” (25), retrata el temperamento de los personajes, con base en la
estima que este discurso médico encuentra cierta resonancia en Martín Flores, si se observa
que el narrador pareciera querer permanecer fiel a una visión cientifista del mundo y la
viene de Dios. De otra parte, cabe a este respecto evocar un dato biográfico documentado
por Pérez Silva (1972), según el cual Samper habría manifestado su interés por convertirse
comportamiento humano.
escisión del carácter del personaje: muere el hombre enamorado, positivista y liberal, la
personalidad apasionada, para dar vida al sacerdote, al hombre de fe, escolástico, quien
católica. La entrada de Martín al convento se describe como otro posible cuadro gótico, en
una atmosfera fúnebre que a su vez esconde una oscura complicidad con el orden religioso:
Martín le entregó las cartas que habia escrito y las llaves de la vivienda de Aurelio, para que
unas y otras fueran a manos de don Marcos Plata. Miéntras el mozo partió en una dirección,
llevando el testamento de Martín, éste tomó la que debía conducirle al convento. Un lego le
umbral, i en medio de las tinieblas surjió una sombra que le salió al encuentro; era el padre
prior que le recibia en sus brazos...... Despues el portero torció la llave i echó el cerrojo; la
losa del sacrificio habia caido sobre el sepulcro de Martín, enterrado vivo! Desde aquel
[83]
claustros, la mano del padre Ramirez guió a Martín hasta la celda prioral (Samper, 1866:82-
83).
pobreza y marginalidad del medio urbano que rodeaba el convento, descubrimiento que le
produce un extraño conflicto entre la ambigüedad y el conformismo. Cabe anotar que esta
reflexión frente a la desigualdad entre los seres humanos emerge dentro del ámbito de la
Cuando Martín terminaba la inspección de los cuadros, oyó a corta distancia un rumor que
venía de la portería del convento. La curiosidad le hizo acercarse i vió un doloroso pero
grosera pero sustanciosa pitanza que la caridad del convento les repartía diariamente, a eso
de las dos de la tarde. Los grupos desordenados que formaban aquellos mendigos eran
horribles, por la deformidad de sus figuras, lo asqueroso de sus harapos i la imbecilidad que
miseria i la mugre i en cierto modo asimiladas por la triste unidad del vicio i la
meditabundo i lleno de tristeza, i fue a refujiarse en su celda, mas disgustado que nunca de
Esta estrategia que pone en escena a “mendigos” y a otros seres marginales podría obedecer
a la intensión del narrador por retratar ese rasgo tormentoso de la fealdad social, y con ello
las miserias morales de las que adolecen los individuos. Pero llama la atención que casi de
inmediato, el razonamiento de Martín interrumpe lo que podría haber sido una proclama
descritas por el narrador en este último pasaje, encuentran resonancia en las descripciones
urbanas que sobre la naciente república hicieron viajeros europeos a lo largo del siglo XIX.
En un estudio sobre el origen de los partidos políticos en Colombia, Helen Delpar cita parte
de un relato escrito por el conde de Gabriac, a la sazón amigo de los Samper, en ocasión de
una visita oficial a la capital neogranadina a mediados de siglo: “En honor a la verdad, para
magnífico. Bogotá no tiene ni lo uno ni lo otro” (1994,59); más adelante añade Delpar con
Aunque no sorprende que el noble francés encontrara que las distracciones de la ciudad eran
insuficientes, el colombiano Miguel Samper escribió en 1867 una serie de artículos en los
que calificó a Bogotá como la capital más atrasada de Sur América. Las calles eran sucias,
el servicio de agua pobre y la iluminación nocturna provenía casi por entero de la luna. Los
También eran numerosos los mendigos que proferían insultos a quienes rehúsan satisfacer
En uno de los trances más dolorosos para Martín, y a propósito de las apreciaciones de
Miguel Samper sobre el paisaje urbano bogotano, quiso la suerte que un mendigo recibiera
una generosa limosna, gracias a la audacia de Marco Antonio Villa, quien por medio de una
En aquel momento pasaba por enfrente de la ventana un mendigo que se acercó a pedirle
limosna al antioqueño. – Buen hombre, le dijo éste: voi a darle una limosna; pero a esta
linda señorita le toca determinar la cantidad. – De qué modo? Preguntó Lola. – Puesto que
estoi en riesgo de sufrir un desaire, quiero obligarla a usted a que haga una obra de caridad.
Lolita, quiere usted venderme ese clavel? El precio que usted me fije será la limosna para
[85]
este pobre hombre. Martín, al oir esta estraña proposicion de Villa, sintió un
Martín? Lola respondió al punto, con su jenial aturdimiento, creyendo que con una chanza
mui exajerada haría ilusoria la propuesta de Villa. – Le vendo el clavel, dijo, si me da tres
inmediatamente abrió su portamonedas, lleno de piezas de oro, sacó tres brillantes onzas i se
las puso en la mano al harapiento mendigo. En seguida, sin añadir una palabra, alargó el
brazo hácia la ventana i tendió la mano, confiado en que Lola cumpliría su palabra. Lola
guardó silencio, i sin consultar siquiera a Martín con una mirada, se quitó el clavel de la
boca i se lo entregó a Villa…. Este, al recibirlo, lo besó con ostentación, lo engarzó luego en
una ojal de su levita i dijo: - Mil gracias, Lolita, por haberme dado esta flor a tan bajo precio
(Samper, 1866:32).
Además de la crítica implícita a un mundo movido por intereses de orden económico, con
cuya riqueza deriva de la existencia del oro en su región de origen, representa una forma de
poder emergente reconocida en el medio social. Pero más allá de esto, el pasaje podría estar
esquema de organización social que emerge con las dinámicas de mestizaje entre indígenas,
los conceptos del Estado nacional, ya que no existía, para el narrador, una homogeneidad
ontológica que hiciera ver como iguales entre sí a los diversos grupos étnicos ni a los
[86]
diferencias raciales entre blancos e indios, a través del trato verbal que implícitamente
atribuye supremacía a los primeros sobre los segundos: a fin de llevar a cabo su proyecto de
vengarse de Dolores, Martín se da a la tarea de seguir de manera furtiva sus pasos y espiarla
Martin no se contentó con verlos seguir aquel camino: se acerco a la puerta de un ranchito
que parecía ser la habitación del guardian de la entrada de la hacienda, i viendo en la puerta
una pobre india le dijo: - Buena mujer, no es aquella la casa de campo del señor alcalde? –
No mi amo. – De quién es esta hacienda? – De mi amo Ramón, que vive en Santafé. – Pero
entonces quiénes son ese caballero y esa señora que acaban de pasar? – Son dos blancos de
Santafé. Dicen que están recién casados i mi amo Ramón les ha prestado la casa (65-66).
Con este diálogo, el narrador evoca una vez más el complejo problema de la tenencia de la
tierra y el sistema de derechos y deberes frente a la misma, problema que hunde sus raíces
desapercibido para un narrador que tiene confianza en el progreso, y por ello denuncia
sistemáticamente los lastres coloniales que impedían o inhibían la realización del proyecto
En una última etapa del análisis de Martín Flores, se estima de especial valor citar el
trayectoria del relato y altera el horizonte de expectativas del lector: para ejecutar su plan
[87]
de venganza, Martín se introduce secretamente en los aposentos de los recién casados,
aprovechando la casual ausencia de Villa: “La noche estaba enteramente oscura […] Ah! es
ella! pensó; ella! la vil serpiente que me ha mordido el corazon, hiriéndome mortalmente….
Los ojos de Martín se nublaron i perdió la cabeza; avanzó resueltamente i penetró al jardin,
guiado por la luz que brillaba al traves de la vidriera” (68). En esta oportunidad el narrador
deja entrever la latencia del deseo sexual del personaje, oculto tras el enojo y la soberbia:
Durante algunos minutos, Martín contempló a Dolores con una estraña mezcla de
arrobamiento y odio. Vestida con una bata de fino damasco de lana, con el pelo medio
desatado, la cabeza apoyada sobre un brazo desnudo hasta el codo, i un pié levantado sobre
una silleta, aquella mujer le pareció a Martín más bella que nunca, con esa hermosura
particular que tienen las mujeres bellas recien casadas, i en toda su actitud creia ver una
detenido en el centro de la pieza, con los brazos cruzados, el ademan airado y terrible […]
en aquella actitud, tenia la lúgubre hermosura de un demonio […] al dar un paso más, se
El diálogo que prosigue a este vulgar asalto resulta propicio para desentrañar la
intencionalidad del narrador por proveer a este encuentro de cierto matiz erótico,
transfiriendo al efecto la voz narrativa a Dolores, quien tras la sorpresiva aparición y llena
venganza:
- Vienes a castigar mi traición con la muerte? – Oh, no! tú no mereces morir pérfida mujer.
Sin embargo…. es posible que te mate para probarte mi jenerosidad. Al decir estas terribles
[88]
palabras, Martín sacó su revólver, que colocó sobre la mesa, i su puñal, que conservó en la
Adivínalo…. – Ah! Quieres deshonrarme! Dios mio! – Deshonrarte? oh! no! tú lo has hecho
peligro. Sin embargo la sugerencia erótica persiste: “Martín! vete por Dios! tú deliras! –
No, estoi en todo mi juicio…. Pero óyeme: no basta que mueras conmigo; es preciso que
debias ser mia!” (72). En procura de defender su honor amenazado, Dolores abre fuego con
el arma que Martín había dejado por descuido a su alcance, logrando herir levemente su
rostro; presa del espanto por la detonación, Dolores se desmaya al tiempo que Martín huye
un nuevo tema que afecta la vida moral de los personajes: el adulterio, sugerido igualmente
en modo grotesco por el narrador. En tanto Martín libraba su propia lucha por dejar atrás el
pasado y reconstruir su vida dentro del claustro monástico, el matrimonio de Dolores había
degenerado en una especie de guerra íntima producto del remordimiento de Dolores, quien
para entonces daba a Martín por muerto, y de las actitudes desdeñosas de su esposo, quien
sus deberes conyugales, entregándose a una vida licenciosa, al juego y otros vicios que
visitas frecuentes a su casa. Dolores por su parte, había acogido de buen grado los cortejos
sentimientos recíprocos hacia su admirador: “Si el matrimonio es ante todo la union de dos
Dolores no comprendía esta gran verdad filosófica i sobre todo cristiana: el adulterio
comienza con la infidelidad del pensamiento” (129). Nótese cómo el narrador recurre una
vez más a la figura del “himeneo”, para representar con matiz erótico una contingencia
moral, esto después de haber advertido al lector del desinterés de Villa por los asuntos
de Dolores. Esta relación lógica entre causa y efecto contribuye a reforzar la verosimilitud
de lo narrado.
Para proveer al lector de un intrigante indicio sobre el adulterio cometido por Dolores, el
[90]
compañía de Dolores: “Villa no habia sorprendido una falta, pero sí adquirió la amarga
convicción de que su mujer le era infiel” (130). Cumplidos los protocolos del trato social y
“apenas hubo salido Ernesto cuando estalló la bomba” (130). Sobrevino una acalorada
reacción que se interrumpe con una intrigante confesión por parte de Dolores:
Villa, que se sentía frenético de celos, de cólera i despecho, perdió todo su sentido al ver la
actitud de Dolores, i se lanzó sobre ella con un brazo levantado. – Cobarde! Recuerda que
soi madre! esclamó Dolores impasible i serena. – Gran Dios! gritó Marco Antonio, cayendo
desprecio i salió de la sala como una reina que acaba de humillar a un poderoso súbdito
indolente (132).
de escandalosos acontecimientos que, vistos en conjunto, dan una idea de la crisis moral
que afecta a la sociedad creada por el narrador, crisis sobre la que busca llamar la atención
[91]
Conclusiones
Del análisis de la novela Martín Flores de José María Samper se desprenden algunos
elementos útiles para la reflexión en torno al papel que jugó la literatura, a mediados del
se estima pertinente formular que se trata en primer término de una obra polifacética, que
inscribe dentro del texto por medio de la construcción de un personaje, o héroe, que
comparte con él datos biográficos, además de una serie de atributos morales e intelectuales.
imaginado, en donde a través de cuadros ilustrativos se registra una parte del desarrollo de
la fundación de la nación, los rasgos ambientales y paisajísticos de ésta, así como los
valores ideológicos y cultura material del mundo con el que entra el contacto el personaje.
En Martín Flores también es posible rastrear ciertas aspiraciones ideológicas del autor, que
Sin perjuicio de la lectura autobiográfica que se propuso desde un principio, cabe también
concluir que Martín Flores tiende sin embargo a ubicarse en una frontera narrativa
[92]
realidad social. Esto se explica por la multiplicidad de estilos que ensaya y la diversidad de
su participación en hechos relacionados con las luchas que definieron el perfil político de la
narrador, buscan proponer una forma particular de conocer el pasado, y a partir de ello
obra resulta herramienta útil para la construcción de una memoria colectiva nacional, desde
la perspectiva axiológica de una elite intelectual, que si bien se esfuerza en proyectar una
La relación del personaje de Martín Flores con la educación, podría ser una clave útil para
orientación de esta moral no va a ser otra que la emanada por la Iglesia católica, cuya
como el resultado literario de una etapa en el proceso ideológico del autor, proceso que lo
llevó a entrar en contacto con diversas corrientes de pensamiento europeas, entre ellas el
objetivos que afectan la vida de los seres humanos, en su cotidianidad doméstica y social,
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