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Análisis “CIUDADES PARA LA GENTE”

Capítulo 1.

Las ciudades son el hogar de las sociedades, y de ese modo, deben responder a
derechos y deberes; desesperadas por albergar dejaron de preocuparse por el orden y
sus responsabilidades como contenedores culturales, y la población, sin el tiempo
requerido para poder preocuparse, lo permitieron y se adaptaron a un hábitat hostil y
que no está hecho para albergar una comunidad en condiciones dignas e ideales.

En el primer capítulo de “Ciudades para un pequeño planeta” se hace una reflexión


sobre el “desarrollo” desmedido de la humanidad y cómo las grandes aglomeraciones
de personas han terminado por acabar con la esencia de los asentamientos humanos,
cómo las ciudades se vuelven lugares cada vez más privados pese a que la densidad de
población no deja de aumentar, se ha olvidado la colectividad y la responsabilidad
social de nuestra especie.
Por eso la importancia de reconocer la arquitectura como parte de algo más grande
que solamente nuestro pequeño hábitat, tener presente que ante todo existe una selva
que nos acoge y que acoge a la arquitectura, y que estas no pueden nunca perder la
relación bilateral, arquitectura para la ciudad, ciudades para la gente.
Porque no podemos pensar en las ciudades sin las personas, las mismas han olvidado
su propósito primigenio y han optado por ser funcionales, productivas y eficientes
para el mercado, empezaron a ser ciudades pensadas para el trabajador y la
explotación; olvídense de la interacción, de lo orgánico y de lo vivo, las urbes
comenzaron a hacer caso al llamado de lo mecánico y lo tosco, las personas ya no
habitan, dejaron de ser un ecosistema y empezaron a preocuparse más por ser una
fábrica donde no importa la calidad de un producto sino la producción acelerada de los
mismos.

Las ciudades empezarán a cobrar su valor cuando recuerden para quiénes están
hechas.

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