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8 Evangelios
2.12 sinópticos y
Hechos de los Apóstoles
09/18
Nombre
Ilvania Antonia
Primer apellido
Gómez
Segundo apellido
Garcia
Domicilio
Carretera Jánico, km 5/2 Las Charcas
Código postal, población
51000
Provincia, país.
Santiago, Republica Dominicana
distancia
UESD
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Evangelios sinópticos y Hechos de los
Apóstoles
Ejercicio 1: ¿Cuáles son los grupos religiosos judíos de la época de Jesús? Señale sus
principales características:
El judaísmo en tiempos de Jesús, como en la actualidad, no era uniforme; tenemos noticias
de la existencia de diferentes grupos religiosos que interpretaban la ley mosaica y vivían su
observancia de modo diverso. En el Nuevo Testamento figuran con frecuencia los fariseos;
muchos de los adversarios de Jesús que aparecen en los evangelios pertenecían a este grupo.
También se alude a los saduceos, aunque con menor asiduidad, más identificados con la
clase sacerdotal. Pero no son los únicos grupos presentes en tiempos de Jesús. He aquí los
principales grupos existentes y algunas de sus características.
Fariseos
Los fariseos eran judíos laicos que querían vivir en una fidelidad total a la ley mosaica.
Mediante la observancia estricta de la ley, intentaban alcanzar esa santidad que reclamaba
la alianza: “Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa” (Ex 19,6). Se
preocupaban sobre todo de cumplir las normas de pureza legal y efectuar los diezmos de los
frutos y posesiones que indicaba la ley mosaica.
Entre sus creencias, afirmaban la existencia de los ángeles y esperaban la resurrección de la
carne al final del mundo. Los evangelios los mencionan como principales adversarios de
Jesús. Suelen ser descritos con rasgos bastante negativos, aunque sobre todo el evangelio
de Lucas contiene algunos relatos donde se les atribuye una posición abierta e interesada
respecto a Jesús. Jesús les acusaba de ser rígidos en la práctica de las normas olvidándose
de lo principal: el amor a Dios y al prójimo (Mt 9,11-13; 12,1-7; 23,1-4.23).
Saduceos
Los saduceos se remontan probablemente a Sadoq, sumo sacerdote de la época davídica
(2Sam 8,17; 1Re 2,35). Sus miembros pertenecían sobre todo a la aristocracia sacerdotal y
a las clases altas de la sociedad. Colaboracionistas con el gobierno de los Seléucida y
durante la dominación romana, asumieron con facilidad las costumbres griegas. También
los poderes políticos buscaban su apoyo para que el pueblo judío no se sublevara ni
recurriera a la violencia en su rebeldía. Sólo reconocían la Torah escrita como libro sagrado.
Entre sus creencias no admitían la resurrección corporal de los muertos, ni tampoco la
existencia de los ángeles. Según la descripción que nos ha transmitido Flavio Josefo, los
saduceos subrayaban el libre albedrío; es decir, que el hombre es libre de adherirse al bien
o al mal. Incluso hacían depender de la decisión humana el gobierno del mundo y del
tiempo.
Los evangelios los presentan vinculados a la clase dirigente sacerdotal. Este grupo era el de
mayor influencia en el sanhedrín, aunque durante la dominación romana el alto tribunal
judío había perdido gran parte de su poder, tanto político como religioso. De hecho, la
elección del sumo sacerdote correspondía al prefecto romano.
En los evangelios aparecen como los responsables principales del prendimiento y condena
de Jesús en el juicio ante el sanhedrín (Mc 14,1.10; 14,43.55). De igual modo, se atribuye a
ellos la persecución de la comunidad cristiana naciente (Hch 4,1-4; 5,17-18).
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Evangelios sinópticos y Hechos de los
Apóstoles
Esenios
El origen de este grupo no es históricamente seguro; parece probable que naciese como
consecuencia de la revuelta macabea y de la posterior decisión de Jonatán y Simón,
hermanos de Judas Macabeo, de apropiarse las funciones del sumo sacerdocio, pese a no
ser sadoquitas. Flavio Josefo describe a los esenios viviendo un estilo de vida comunitaria
muy riguroso. Características de esta vida en común son las oraciones y las comidas
comunitarias, las abluciones diarias para mantener la pureza ritual, el estudio de las
Escrituras y la observancia de las reglas de la comunidad. Los evangelios no hacen mención
explícita a este grupo.
Celotas
El origen de los celotas se vincula con Judas el Galileo, que se rebeló contra el censo
realizado por Sulpicio Quirino con ocasión de la destitución de Arquelao (años 6/7 d.C.)21.
En el Nuevo Testamento no aparecen nombrados como tales; debido a que Flavio Josefo
los llama también “ladrones/bandoleros (lêstai)”, suelen identificarse con ellos.
La doctrina celota se centraba sobre todo en afirmar la soberanía de Dios en la tierra del
pueblo de Israel. Sus seguidores se esforzaban por todos los medios, incluso con la
violencia, por restaurarla. Les dominaba el celo santo de Dios y su gloria; de ahí su nombre
de celotas. Se negaban a pagar el tributo al emperador y se oponían a los matrimonios mixtos
de judíos con paganos.
Escribas
Aparecen con frecuencia en los evangelios. Eran considerados especialistas de la ley, pues
se dedicaban a estudiarla y explicarla. Desde el punto de vista de su pertenencia religiosa,
los escribas eran fariseos o saduceos; es posible que la mayoría fuese de tendencia farisea.
El acceso a este grupo no venía determinado por la riqueza o la casta, sino por la adquisición
de los conocimientos. Ellos son los doctores de la ley que interpretan todas sus normas. En
los evangelios aparece identificado el grupo de los escribas con los fariseos (cf. Mt
21,45=Lc 20,19). De igual modo, los escribas formaban parte del gran tribunal judío (cf. Mt
26,57-66; Hch 5,34-40), y se le consideraba más bien como una profesión.
Samaritanos
Los samaritanos eran el resultado del mestizaje entre el pueblo judío y los pueblos paganos
trasladados al reino de Israel como colonos después de su conquista por los asirios en el 722
a.C. Los samaritanos se consideraban descendientes de los patriarcas. Adoraban al
verdadero Dios y esperaban el Mesías, como queda reflejado en el diálogo de Jesús con la
samaritana en el pozo de Jacob (Jn 4,1-42). Incluso su libro sagrado era el Pentateuco (=
Torah), aunque en una versión no coincidente totalmente con la versión hebrea de los judíos.
Observaban las normas de la ley escrita. No obstante, los judíos los rechazaban como
impuros por ser descendientes de paganos y haber construido un templo en el Garizim.
El evangelio de Juan es testigo de esta tensión entre judíos y samaritanos (Jn 4,9; 8,48). El
Nuevo Testamento, sin embargo, alude a los samaritanos de un modo positivo. Incluso en
varias ocasiones Jesús llega a poner el comportamiento de un samaritano como modelo para
los judíos (Lc 10,25-37; 17,11-19.
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Evangelios sinópticos y Hechos de los
Apóstoles
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Evangelios sinópticos y Hechos de los
Apóstoles su obra “El secreto mesiánico en los
En el año 1901, Wilhelm Wrede había publicado
evangelios”. Y a la vez una aportación para entender el evangelio de Marcos, donde rechazó
la visión del evangelio de Marcos como escrito naif. Según es fácil de constatar, en este
evangelio encontramos insistentes órdenes de silencio después de ciertos milagros o
sucesos, que Wrede puso en relación con la teoría del secreto mesiánico.
En su opinión, el velo del secreto del que se ha rodeado a Jesús no es más que un subterfugio.
La Iglesia primitiva se esforzó por llenar la distancia existente entre su fe pascual y el Jesús
histórico. Al decir de Wrede, Jesús jamás tuvo conciencia de ser el Mesías. Jamás, por tanto,
habló de ello. Para explicar esta discordancia entre los recuerdos de la vida real de Jesús y
el culto del Señor resucitado, la Iglesia primitiva inventó el secreto mesiánico.
De su estudio concluía que las fuentes que se consideraban más antiguas y objetivas, como
eran el evangelio de Marcos y la llamada fuente Q, no eran testimonios verídicos del Jesús
histórico. También hay quienes han explicado estos mandatos o prohibiciones presentes en
el evangelio según Marcos mediante el recurso a la prudencia de Jesús, que quiso distinguir
con claridad su misión salvadora de las especulaciones mesiánicas contemporáneas. Otros
recurren a la preocupación pedagógica de Jesús, que buscó revelar poco a poco el misterio
de su persona. Incluso se ha interpretado su reserva como fruto del temor a las decisiones
que podían tomar las autoridades romanas si se presentaba como Mesías.
En cualquier caso, volviendo a la teoría de Wrede, si tenemos en cuenta todos los datos
consignados en el segundo evangelio, es necesario reconocer que no se impone en absoluto.
Recordemos que Marcos, desde el inicio de su evangelio, testimonia de modo explícito la
conciencia mesiánica de Jesús, pues se concibe a sí mismo como el enviado, como el que
ha venido a cumplir la misión encomendada por Dios Padre.
En realidad, teniendo en cuenta el original arameo de la tradición evangélica los mandatos
de silencio no eran tales; se trataba de palabras que pronunciaba Jesús después de algún
milagro para subrayar la bondad de Dios como origen del mismo, o iban dirigidas contra
los demonios para contrarrestar el desamor que querían introducir en los hombres respecto
a Jesús, o contenían la explicación de lo que los discípulos acaban de ver en la montaña alta.
Todos estos dichos de Jesús resultan perfectamente armónicos en el relato; nada hay en ellos
que obligue a sospechar de su autenticidad. Y por supuesto, en estos mandatos no se puede
fundamentar en absoluto la inexistencia de la conciencia mesiánica de Jesús. Más bien todo
lo contrario.
Ejercicio 10: ¿Cuáles son los rasgos literarios del evangelio según san Lucas?
Ciertamente, el deseo de este evangelista de anunciar la salvación que Dios nos entrega en
su Hijo Jesús es el motivo que le lleva a subrayar que dicha salvación es para todos, también
para los pecadores. De ahí su insistencia en la bondad de Jesús con los publicanos y
pecadores (5,29-32; 7,34), y la elección de relatos que destacan este rasgo: la curación del
paralítico (5,17-26) y el perdón a la pecadora que buen ladrón (23,39-43) o las parábolas de
la misericordia (c.15). Ante todos estos relatos, es fácil comprender que bastantes estudiosos
hayan definido este evangelio como “el evangelio de la misericordia”.
Otro rasgo característico del tercer evangelio es su insistencia en la oración. Lucas destaca
en ocho ocasiones que Jesús ora en cualquier circunstancia: bautismo (3,21), después del
comienzo de su ministerio público (5,16), antes de la elección de sus apóstoles (6,12), antes
de la confesión de Pedro (9,18), con ocasión de la transfiguración (9,29), para que Pedro no
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Evangelios sinópticos y Hechos de los
caiga en la tentación (23,32), para que noApóstoles
se tenga en cuenta la culpa de aquellos que le
crucifican (23,34) o en el momento de su muerte (23,46). Además, en la enseñanza de Jesús,
hay varias referencias a la necesidad de orar insistentemente: parábola del amigo
inoportuno (11,5-13), parábola de la viuda y del juez (18,1-18), parábola del fariseo y
publicano (18,11 13), dichos sobre la petición (11,13; 21,36). No es extraño que los
discípulos, percibiendo esta urgencia de la oración, le pidieran que les enseñase a orar
(11,1).
Por lo demás, varios de los cánticos o himnos recogidos en el evangelio de Lucas han sido
utilizados por la Iglesia para la liturgia de la misa o el rezo de las horas. Así, el Gloria de
los ángeles en la celebración eucarística (2,14), el Benedictus en el rezo de laudes (1,68-
79), el Magníficat en Vísperas (1,46-55) y el Nunc dimittis en Completas (2,29-32). Un
rasgo característico más del tercer evangelio es la centralidad de Jerusalén. Ciertamente
lo pone en evidencia la larga redacción del viaje hacia la ciudad santa, y lo pone en
evidencia, sino también el hecho de que el relato comienza en el templo de Jerusalén (1,5)
y concluye en el mismo lugar (24,52s).
En la ciudad santa se cumplen las promesas hechas a Israel; de hecho es allí donde el anciano
Simeón y la profetisa Ana, representantes de los hombres justos y piadosos que aguardan el
consuelo de Israel, esperan ese cumplimiento (2,25-38). Debido a esta centralidad cambia
el orden de las tentaciones de Jesús, haciéndolas culminar en Jerusalén (4,9- 12; cf. Mt 4,1-
11) y coloca las apariciones del Resucitado allí (c.24). Es más, su subida a sufrir en Jerusalén
la pasión y muerte es el tema de la conversación que Jesús establece con Moisés y Elías en
el monte durante la transfiguración (9,30-31). Quizá a su deseo de destacar la ciudad de
Jerusalén se debe el que prescinda del viaje a la periferia de Galilea (la llamada omisión
mayor: Mc 6,45-8,26).
Ejercicio 11: ¿Qué argumentos hay a favor de la historicidad de los relatos evangélicos de
milagros?
Los evangelios contienen muchos relatos de milagros. En los siglos pasados, algunos
estudiosos rechazaron su historicidad apoyándose en la semejanza que existe con otros
relatos helenísticos de milagros. No obstante, la verdadera razón era más bien filosófica: lo
milagroso es imposible en un mundo sometido a rígidas leyes físicas. Sin embargo a favor
de su historicidad no sólo están los testimonios extra evangélicos (Flavio Josefo y el
Talmud), sino también los dichos auténticos de Jesús sobre sus propios milagros.
Flavio Josefo, en su obra Antigüedades Judías, transmite una información sobre Jesús; este
pasaje se ha denominado Testimonio flavino. Desde hace siglos se discute sobre su
autenticidad, pues en él hallamos expresiones típicas de Josefo, pero también se leen algunas
frases claramente cristianas, que en modo alguno pueden atribuirse a este historiador, pues
murió siendo judío.
“Por este tiempo vivió Jesús, un hombre sabio, si se le puede llamar hombre. Fue autor de
obras increíbles (paradoxon ergon) y el maestro de todos los hombres que acogen la verdad
con placer. Atrajo a muchos judíos y también a muchos paganos. Era el Cristo. Y aunque
Pilato lo condenó a morir en cruz por instigación de las autoridades de nuestro pueblo, sus
anteriores adeptos no le fueron desleales. Porque al tercer día se les apareció vivo, como
habían vaticinado profetas enviados por Dios, que anunciaron muchas otras cosas
maravillosas de él. Y hasta el día de hoy existe el linaje de los cristianos, que se denominan
así en referencia a él” (18,63s).
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Evangelios sinópticos y Hechos de los
Apóstoles
En la actualidad, la mayoría de los estudiosos, teniendo en cuenta las versiones árabes,
siriaca y latina, considera auténtica la referencia a Jesús, pero no en los términos en que nos
ha llegado. En cualquier caso, los estudiosos están de acuerdo en reconocer como original
la mención de las obras prodigiosas realizadas por Jesús. Es decir, que, según el testimonio
de Flavio Josefo, Jesús realizó milagros. realidad evidente para muchos.
Una fuente histórica que ciertamente es independiente de los documentos cristianos es el
Talmud de Babilonia. En él se recoge una tradición muy antigua, conservada en el tratado
Sanhedrín. El Talmud comenta un texto de la Mishná que describe cómo el reo de blasfemia
o herejía debe ser llevado a lapidar. Fue transmitido: Jesús el nazareno fue colgado la vigilia
de la Pascua. Cuarenta días antes el heraldo había gritado: Va a ser lapidado, porque ha
practicado la hechicería y la seducción y ha conducido a Israel por el mal camino
(apostasía). Quien tenga algo que decir, venga y lo declare. Dado que nada fue presentado
en su defensa, fue colgado la vigilia de Pascua. Ulla (rabino del s. IV) decía: ¿Crees que él
hubiera merecido una defensa? Fue un mesit (inductor a la idolatría) y el Misericordioso ha
dicho: ¡No debes tener misericordia de él ni encubrir su culpa! (Dt 13,9). Con Jesús fue
diferente, porque él estaba próximo al reino (bSanh 43a).
El texto rabínico, pues, subraya que Jesús fue condenado según la ley, al atribuírsele delitos
sancionados duramente por la ley mosaica. Como es fácil observar, las acusaciones contra
Jesús trasmitidas en el Talmud son las mismas que aparecen en el Nuevo Testamento. Pero
diciendo que Jesús practicó la hechicería o tuvo pacto con Belzebú se está reconociendo
que Realizó obras que llamaron la atención por su carácter extraordinario. Los discípulos
de Jesús vieron en ellas milagros auténticos; sus adversarios las consideraron obras de
hechicería.
Los relatos evangélicos presentan los milagros como signos del reino de Dios que Jesús
predica, son acciones que hacen presentes los bienes prometidos por Dios a los hombres.
Tienen, pues, una carga simbólica que los asemeja a las acciones simbólicas de los profetas
del Antiguo Testamento.
Ejercicio 12: ¿En qué consiste la resurrección de Jesús?
La resurrección de Jesús de Nazaret constituye la piedra angular del cristianismo y su
distintivo fundamental respecto al resto de las religiones y credos. Su historicidad depende
en gran manera de la fiabilidad de su fuente histórica primaria, el Nuevo Testamento, y ha
sido objeto de minuciosa investigación y debate por siglos.
Hoy en día ya no se discute la historicidad de Jesucristo. Sin embargo, para la historicidad
de la resurrección, los primeros testimonios no son los evangelios sino las cartas del apóstol
Pablo. El capítulo 15 de 1ra de Corintios versículo 3, refleja el interés de Pablo de probar
con hechos históricos la resurrección de Cristo.
Los evangelios incluyen entre los relatos de milagros varias resurrecciones de muertos: la
hija de Jairo (Mc 5,22-24.35-43), el hijo de la viuda de Naín (Lc 7,11-15) y Lázaro (Jn 11,1-
44). En todos estos casos el relato evangélico, mediante algún detalle de la narración,
expresa con claridad que se trata de una vuelta a esta vida temporal y, por tanto, sometida
de nuevo a la muerte. La resurrección de Jesús, ¿es de la misma categoría? Ciertamente no,
si nos atenemos a las expresiones que usan los autores del Nuevo Testamento para referirse
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Evangelios sinópticos y Hechos de los
ApóstolesCon frecuencia lo denominan exaltación
a ella; estamos ante un hecho único en la historia.
o glorificación; también hablan de sentarse a la diestra del Padre, ser constituido Señor de
cielo y tierra, poseer la vida inmortal, etc.
Todo ello nos está indicando que Jesús no vuelve a la vida de antes de su crucifixión; no se
trata de una reanudación de la vida mortal, como sucede en aquellos que se beneficiaron de
su poder de hacer resurgir a los muertos. Jesús, después de resucitar, ya no pertenece a este
mundo, entra en el más allá. La resurrección del cuerpo de Cristo no consiste en la
reanimación de un cadáver. Resucitar es entrar en la vida divina a través de la muerte, en
una vida de la que participa el cuerpo que ya es cuerpo espiritual, según Pablo. En esta
expresión, "cuerpo" no indica algo groseramente material, ni por "espiritual" se entiende lo
que pertenece al mundo de lo pensado. "Espiritual" incluye y supera lo físico, e indica que
el cuerpo de Cristo participa de la vida según el Espíritu Santo. La desaparición del cadáver
es signo de la transformación radical del cuerpo de Cristo. Pero, considerando que el cuerpo
es un centro de relaciones con todo el universo, con el cuerpo de Cristo es todo el universo
lo que queda transformado en Dios.
Ejercicio 13: ¿Son históricos los relatos de las apariciones? ¿Por qué?
Sólo el hallazgo de la tumba vacía y el testimonio de unos hombres que dicen haber visto
al crucificado vivo después de su sepultura pertenecen a nuestro mundo empírico espacio-
temporal y son accesibles a la investigación histórica. El hecho mismo de la resurrección de
Jesús se escapa a la lupa del historiador. La afirmación de que Dios resucitó a Jesús de entre
los muertos sólo puede realizarse desde la fe. No es un tipo de verdad que se puede probar
con pruebas históricas. En caso de que el estudioso no conceda ningún valor histórico a los
relatos pascuales y solamente los acepte como expresión de la fe cristiana, cualquier
reconstrucción histórica con la que intente explicar el origen de estos relatos será siempre
una creación carente de fundamento, al haber negado previamente el valor histórico a las
únicas fuentes que Disponemos acerca de los acontecimientos pascuales.
La única alternativa que tiene ese estudioso es rechazar cualquier indagación sobre los
relatos pascuales; habría de sostener que la ausencia de fuentes fiables hace imposible saber
lo que ocurrió después de la muerte de Jesús. Por el contrario, si acepta lealmente lo que
transmiten los relatos evangélicos, los argumentos a favor de la objetividad del fenómeno
de las apariciones son sólidos y de difícil réplica.
Ejercicio 14: ¿El libro de los Hechos de los Apóstoles es fiable históricamente? ¿Por qué?
Por décadas la exegesis discute sobre la fiabilidad de los hechos. Hoy en general. La
disposición de los estudiosos se ha distanciado por posiciones extremas: se reconoce el
carácter histórico del libro. En la primera parte del libro, su validez histórica depende de las
fuentes o informaciones a las que tuvo acceso para componer su obra, ya que él no fue
testigo de las mismas, mientras que en la segunda parte, en gran medida, echó mano de su
experiencia y conocimiento de los hechos narrados, la geografía, la situación social, las
instituciones judías y romanas.
Ejercicio 15: ¿Qué argumentos existen a favor de atribuir la autoría de los Hechos de los
Apóstoles a san Lucas?
La comunidad cristiana siempre ha atribuido esta obra al evangelista san Lucas. La obra es
unitaria y hay que atribuirla a un compañero de Pablo como ponen en evidencia los “pasajes
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Evangelios sinópticos y Hechos de los
nosotros” (Hch 16,10-17; 20,5- 21,18 y 27,1-28,16).
Apóstoles Son relatos que están redactados con
el estilo directo de un testigo ocular. Es verdad que el nombre de Lucas no aparece citado
en el libro, mientras que aparecen otros muchos colaboradores de Pablo que son nombrados;
pero a ninguno de ellos es posible atribuir la autoría de este libro por el modo en que son
aludidos.
Si tenemos en cuenta el modo de expresarse en estos “pasajes nosotros” y el resto de relatos,
para los cuales ha tenido que servirse de fuentes o informaciones de terceros, hay que
reconocer la pluma de un mismo autor. Así lo afirma E. Jacquier: “El diario de viaje tiene
107 palabras comunes con el resto de los Hechos o con el tercer Evangelio, y no se
encuentran en los otros Evangelios”. Algunos estudiosos modernos, sin embargo,
cuestionan la autoría lucana apoyándose en las diferencias que se constatan entre el Pablo
de Hechos y las cartas paulinas.
Es cierto que Lucas parece ignorar algunos datos que el Apóstol destaca en sus escritos,
pero la personalidad, actividad y enseñanza del Pablo lucano es muy semejante al
testimoniado en las castas paulinas.
Existe también una clara correspondencia entre la presentación lucana de la predicación
paulina dirigida a los judíos en sus sinagogas y la afirmación que Pablo hace en 2Cor 11,24,
donde alude a que por cinco veces fue flagelado al modo judío por mandato de las
autoridades de su pueblo; de donde se deduce su persistente predicación entre los judíos.
De igual modo, la insistencia paulina de proponer la fe cristiana como el cumplimiento de
las profecías hechas al pueblo de Israel aparece tanto en Hechos como en las cartas. Incluso
la justificación por la fe y no por la observancia de la ley está afirmada en las cartas y en
Hechos, como podemos leer en Hch 13,38-39.
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Evangelios sinópticos y Hechos de los
Comentario y sugerencias del alumno/a:Apóstoles
Calificación global
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