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Segunda Guerra Mundial: La

hazaña soviética aniquiló a los


nazis
Por
 Semanario Voz
 -
15 mayo, 2015
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Aleksei
Kovoliov, soldado del Ejército Rojo de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas, izó la bandera roja con la hoz y el martillo en la cúpula del
Reichstag, parlamento alemán en Berlín.
El mundo celebró el 70 aniversario de la derrota del nazi-fascismo
en la Segunda Guerra Mundial. El heroísmo soviético fue definitivo
para aniquilar el poderío militar del eje Roma-Berlín-Tokio
Aleksei
Kovoliov, soldado del Ejército Rojo de la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas, izó la bandera roja con la hoz y el martillo en la cúpula del
Reichstag, parlamento alemán en Berlín.
Carlos A. Lozano Guillén

El 30 de abril de 1945, el soldado del Ejército Rojo de la Unión de


Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) Aleksei Kovoliov izó la bandera
roja con la hoz y el martillo en la cúpula del Reichstag, parlamento alemán
en Berlín, cuya fotografía registró para la historia la derrota definitiva de la
Alemania nazi hitleriana.

Una semana después, el 8 de mayo de 1945 a las 22:43, hora central


europea (9 de mayo a las 0:43, hora de Moscú), después de que las tropas
soviéticas, comandadas por el general Gueorgui Zhúkov, héroe de la
guerra, eliminaran todo foco de resistencia, el mariscal de campo Wilhem
Keitel, conocida la debacle de las tropas alemanas, el suicidio de Adolfo
Hitler y la captura de varios de los oficiales de la cúpula militar, firmó la
rendición incondicional de la Wehrmacht, nombre de las fuerzas armadas
unificadas de la Alemania nazi.

Fue el fin del holocausto nazi-fascista que puso en peligro a la humanidad,


gracias a la epopeya del Ejército Rojo y del pueblo soviético, que pagó una
alta cuota de sacrificio por el heroísmo y el patriotismo que demostraron los
combatientes. Diría Fidel Castro: “Lo hicieron por la humanidad y el
derecho a pensar”. La guerra significó para la Unión Soviética la defensa del
socialismo y la Gran Guerra Patria que unió a todos sus ciudadanos y
organizaciones.

Las pérdidas materiales

Veintisiete millones fueron los soviéticos muertos entre 1941 y 1945,


cuando la guerra de Hitler puso en peligro las conquistas del socialismo tras
la Revolución de Octubre en 1917. Casi cinco millones de sus ciudadanos
fueron deportados a Alemania y a los países ocupados, donde fueron
sometidos a trabajo forzado, torturas y maltratos. Durante la invasión al
territorio soviético las hordas hitlerianas nazi-fascistas destruyeron 1.710
ciudades y poblados, 70 mil aldeas y otras localidades rurales y más de seis
millones de edificios. Veinticinco millones de familias quedaron sin vivienda.

Las empresas industriales destruidas ascendieron a 32 mil, al igual que 65


mil kilómetros de ferrocarril; arruinaron 98 mil koljoses, 1.876 sovjoses y
2.890 estaciones de máquinas y tractores. Saquearon las regiones
ocupadas llevándose millones de semovientes y aves de corral. La URSS
perdió el 30% de sus riquezas nacionales y sus pérdidas materiales fueron
el 41% del total de las sufridas por los participantes en la guerra. Ninguno
de los aliados puso una cuota de sacrificio tan alta para salvar el planeta
del terror de la “bestia parda”.

“Las Fuerzas Armadas Soviéticas hicieron lo que no pudo hacer ninguno de


los ejércitos de Occidente. Fueron las fuerzas principales y decisivas que en
una confrontación inusitadamente dura y sangrienta detuvieron al enemigo,
cerraron al fascismo alemán el paso hacia la dominación mundial y salvaron
a los pueblos de otros países de la invasión de las hordas germano-
fascistas”, escribió un grupo de historiadores, coordinados por P. Zihilin en
Moscú.
La derrota de Alemania nazi fue el esfuerzo conjunto de las fuerzas aliadas,
aunque el resultado y los factores decisivos tienen diferentes explicaciones.
Los historiadores burgueses le atribuyen el éxito a la civilización
democrática occidental y el logro apenas significó el fin de la amenaza
totalitaria hitleriana.

Para los historiadores soviéticos: “El papel decisivo de la Unión Soviética en


el logro de la victoria militar también significó su victoria política e
ideológica. (…)Fue la bancarrota de la ideología del nacionalismo, el
chovinismo, el racismo y la demagogia social y nacional, que encubría la faz
bestial de la dictadura terrorista del capital monopólico”. Dos enfoques
contradictorios y de clase. No fue casual que la posguerra desatara la
Guerra Fría y agudizara las contradicciones entre el capitalismo y el
socialismo.

El viraje en la guerra

Las batallas principales de la guerra se sostuvieron en el frente soviético-


germano. El asedio a Moscú fue detenido en las puertas de la capital
soviética y ahí comenzó una gran ofensiva que solo se detuvo en Berlín. En
Moscú las tropas nazi-fascistas sufrieron la primera gran derrota en la
Segunda Guerra Mundial, factor decisivo en la victoria final.

Los aliados no intervinieron para nada porque de alguna manera abrigaban


la esperanza de “quitarse de encima” a José Stalin, principal dirigente
soviético y conductor del Ejército Rojo hacia la victoria. Es la verdad
histórica que no se puede soslayar.

En diciembre de 1941 comienza la contraofensiva soviética desde Moscú, el


17 de julio de 1942 es la célebre Batalla de Stalingrado y en noviembre las
tropas se unen a la contraofensiva general; en enero de 1943, el Ejército
Rojo rompe el cerco sobre Leningrado. De esta manera comienza la
desmoralización y la derrota de la Wehrmacht en el territorio de la URSS.
Fue el triunfo de la Gran Guerra Patria.

Al paso de la ofensiva del Ejército Rojo hacia Berlín son liberadas las
repúblicas de Finlandia, Austria, Crimea, Yugoslavia, Polonia, Rumania,
Bulgaria, Checoslovaquia y Hungría, sentando las bases para el surgimiento
de democracias populares en la mayoría de ellas y del posterior bloque
socialista.

Mientras los aliados permanecen en la frontera alemana y las tropas


estadounidenses llegan hasta el Elba, donde permanecen acampadas, las
tropas soviéticas se toman a Berlín y el 30 de abril izan la bandera roja con
la hoz y el martillo en el Reichstag. El 9 de mayo, de conformidad con la
hora moscovita, fue el Día de la Victoria. La humanidad quedó a salvo del
horror nazi-fascista.

Pero los estertores de la guerra se prolongan hasta el 2 de septiembre de


1945 cuando el emperador Hiroito rinde a Japón ante el general
estadounidense McArthur. En agosto de 1945, las tropas soviéticas le
habían propinado la derrota al fuerte Ejército japonés de Kwantung. La
desmoralización cundió entre el militarismo japonés.

Sin embargo, casi que derrotado el imperio japonés, el 6 de agosto el avión


de guerra de Estados Unidos, bautizado como Enola Gay, lanza la bomba
atómica (Little boy) sobre la ciudad de Hiroshima, dejando cien mil
muertos. El 9 de agosto repite la acción en Nagasaki con otra bomba
atómica (Fat man), dejando 80 mil muertos. Actos innecesarios y
criminales, delitos de lesa humanidad, por los cuales el imperialismo
norteamericano nunca respondió, aunque la historia lo condenó.

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