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Universidad Nacional de la Patagonia “San Juan Bosco”

Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales


Cátedra: Historia Contemporánea I
Prof. Adj.: Daniel Borquez

Alumna: Luciana Lago

Una aproximación a los debates historiográficos en torno a la


Industrialización Británica. 1700- 1850

El siguiente trabajo se propone una breve introducción a algunos de los principales aspectos
de la Revolución británica, en base a los aportes de la historiografía.
Entre estos aspectos se encuentran la concepción de la industrialización como una
“revolución”, es decir, una ruptura, el rol y la permanencia del sistema de manufacturas, las
polémicas respecto a las condiciones de vida de los trabajadores ingleses, y dentro de este
grupo, la consideración del trabajo de mujeres y niños, como así también……..

El campo de la historia del trabajo, desde la década del 50 al 60, principalmente en


Inglaterra, ha experimentado una profunda renovación, siendo sus principales exponentes
E. Hobsbawn y E. P. Thompson. Ambos autores querían superar el abordaje economicista
del marxismo “vulgar”, y consolidar la historia del trabajo como un nuevo campo, en el que
la atención estuviera puesta en la experiencia de los trabajadores, que se amplia de los
trabajadores sindicados y sus líderes, a los trabajadores libres

A nivel metodológico la historia del trabajo se posicionó desde la historia social, e implico
recuperar y reivindicar la cultura y la experiencia del trabajo que nuclear la identidad y la
fuerza de la clase obrera

La Interpretación clásica sostiene que la Revolución Industrial, estalló, y significó una


ruptura histórica en el modo de producir, asociada a la innovación tecnológica.
Eric Hobsbawn1 concibe a la Revolución Industrial dentro de la “Doble Revolución
contemporánea”, que incluye a la Revolución Francesa. El autor, sostiene que la crisis del
Antiguo Régimen y el comienzo de la época contemporánea se inicia con la doble
revolución: en el aspecto económico la Revolución Industrial y en el político la Revolución
Francesa. Ambos procesos generan un ciclo de revoluciones burguesas que incluyen los
movimientos de emancipación hispanoamericanos. Para este autor, la relevancia de la
“doble revolución” esta dada por que esta es clave, para la comprensión de la Historia
contemporánea, la configuración del sistema mundial, la consolidación del capitalismo, la
construcción de los sistemas políticos liberales y constitucionalistas, el ingreso de las masas
campesinas y trabajadoras, entre otros aspectos.

Eric Hobsbawn2 que señala que el caso ingles se vio favorecido por la acumulación de
excedentes que permitió invertir en innovaciones tecnológicas, además de contar con un
extenso sector manufacturero altamente desarrollado. Este autor sostiene que una de las
claves del éxito británico se debe al impulso dado por el mercado interno vinculado
esencialmente al comercio de ultramar. Lo que se aplica en particular a la primera industria
revolucionada que fue la del algodón, el sector textil contaba con una alta demanda del
mercado interno, toda la materia prima provenía de las colonias de ultramar, donde además
se explotaba con mano de obra esclava, y los inventos tecnológicos que la revolucionaron –
máquina de hilar, husos mecánicos, eran sencillos y baratos, por lo que no requerían una
gran inversión.
Para el autor el proceso de Industrialización, se trata de una “Revolución”, pues se libera
un poder productivo, se movilizan y despliegan distintos recursos económicos, que
requirieron la adaptación de la economía y de la sociedad para mantener el proceso.

Maxine Berg3, en cambio, propone un análisis mas gradualista, centrándose en la relevancia


de las manufacturas, como sostén del proceso de industrialización.
La autora critica la mirada macroeconómica que primo sobre los abordajes de la

1
Eric Hobsbawn: La era de las revoluciones: 1789- 1848; Barcelona, Crítica, 1978
2
Eric Hobsbawn: En torno a los orígenes de la Revolución Industrial; México, Editorial siglo XXI, 1993,
también Industria e Imperio; Barcelona, Editorial Ariel, 1978.
3
Maxine Berg: La era de las manufacturas. 1700- 1820. Una nueva Historia de la Revolución Industrial
británica;
Revolución Industrial, que desconocieron el lugar de las estructuras artesanales y
cooperativas en la industrialización, por considerarlas “estructuras primitivas”, “ineficaces”
y “no- racionales”. Estos enfoques, generalmente basados en la cuantificación, tienden a
presentar una visión dual de la estructura industrial, que implica la separación de la parte
tradicional de la moderna, por lo que no captan la complejidad del proceso de
industrialización.
Por el contrario, afirma que la manufactura doméstica y los talleres se mantuvieron con
éxito en el siglo XVIII y continuaron junto al sistema fabril hasta el siglo XIX, basándose
en la explotación intensiva del trabajo de mujeres y niños.
El trabajo doméstico complementó al trabajo fabril, de hecho, la existencia de una fuerza de
trabajo doméstico atenuó los costes de la mecanización plena y compensó los efectos de las
fluctuaciones cíclicas. Señala además, como muchos elementos que se afirman como
distintivos del sistema fabril tales como: la división del trabajo, la disciplina laboral, la
incorporación de tecnologías, el tiempo como condicionante, la organización de redes
comerciales y mercantiles, estuvieron presentes primero en el sistema de manufacturas,
donde se implementaron, se desarrollaron y luego fueron adaptados al sistema fabril. De
esta forma concluye que fue el sistema de manufacturas, el que impulsó y sentó las bases
para el sistema fabril, que a la vez ambos sistemas se complementaron y coexistieron,
bastante tiempo después que “estallara” la industrialización
Berg además, caracteriza a la agricultura como algo mas que un acompañante de la
Industrialización, estudia las antiguas formas de organización, y destaca su lugar dentro de
la renta nacional, como así también la concentración de mano de obra que sostuvo hasta
principios del siglo XIX.

E. Wrigley4: respecto a los comienzos de la industrialización inglesa, pone el énfasis en el


análisis de las fuentes de energía que sostenían la economía británica y en particular la
incidencia del cambio de fuentes de energía orgánica, a la utilización de fuentes
inorgánicas, como el carbón. El autor señala que desde finales de la Edad Moderna, se
suceden un conjunto de cambios en la producción agrícola, que hacen que se disminuya la
presión sobre la tierra, tornándose esta en proveedora solo de alimentos. Las necesidades
4
E. Wrigley: Cambio, continuidad y azar, Editorial Crítica, Barcelona, 1993.
energéticas, se resolvieron con un elemento “capitalista”, Inglaterra comienza a explotar
depósitos de energía en forma de carbón. Las necesidades energéticas de la economía,
ahora ampliadas, eran abastecidas por la industria del carbón. Esta industria aseguraba un
abastecimiento de combustible barato, que proveía gran cantidad de energía, capaz de
sostener un aumento muy grande de la producción, pero sin un incremento en los costos de
producción, de ahí su importancia como nuevo elemento capitalista en la economía de la
Inglaterra moderna.
Berg también considera que la utilización del carbón, fue una clave de la vía británica para
la transformación tecnológica, por su uso como combustible doméstico y técnico.

Rondo Cameron5 se propone analizar las posibles causas que originaron la desigual
difusión de la industrialización. Para esto busca reconocer las interacciones entre cuatro
factores: población, recursos, tecnología e instituciones sociales. Respecto a la
incorporación de las innovaciones tecnológicas, considera clave la capacidad y voluntad de
la determinada sociedad para adoptar y utilizar las innovaciones generadas internamente o
tomadas del extranjero. Señala además que un determinante de dicha “voluntad” es la
dimensión del mercado, en particular la demanda del mismo para productos industriales.
Otro factor al que considera decisivo para explicar la capacidad y voluntad de una sociedad
para la incorporación de tecnologías es la educación. Es el nivel educativo el que permite la
formación de mano de obra calificada que pueda operar con las innovaciones tecnológicas.
Por lo que la alfabetización masiva, como los alcances de la educación técnica, cobran gran
relevancia para aquellas sociedades que proyectasen incorporar nuevas tecnologías.

En cuanto a la participación de los obreros en la Revolución Industrial Edward P.


Thompson6 ha inaugurado una tendencia que se centra en la recuperación y comprensión
de las experiencias de los trabajadores, en base a su cultura popular.
El autor critica las explicaciones sobre el proceso de transición a la sociedad industrial que
se centran en aspectos económicos, cuando también se trata de un proceso histórico-

5
Rondo Cameron: “¿Por qué fue tan desigual la Industrialización europea?” en: Pierre Vilar y otros: La
Industrialización europea. Estadios y tipos; Ed. Crítica, Barcelona, 1981.
6
Edward P. Thompson: Tradición, revuelta y conciencia de clases estudios sobre la crisis de la sociedad
preindustrial; Barcelona, Crítica, 1989.
sociológico. En esta línea, Thompson indaga los cambios que surgieron en la cotidianeidad
laboral, específicamente el comienzo del uso del tiempo como medio de explotación
laboral. Para esto se remonta al siglo XV, para reconocer las modificaciones que se
produjeron en la concepción del tiempo. Diferenciando el tiempo “orientado al quehacer”
propio de comunidades sin estructura de comercialización, donde el monopolio del control
del tiempo lo tenía la Iglesia, del tiempo convertido en valor de cambio, en moneda, donde
el tiempo no transcurre, sino que se gasta. Este cambio se empieza a registrar a través del
sistema de producción domiciliaria, en las economías familiares existía, una distribución de
roles y cierto disciplinamiento en función de que los plazos de entrega del patrón implican
que en el tiempo invertido se convierte en dinero. Aunque todavía es leve el grado de
sincronización y existe cierta flexibilidad respecto a la jornada de trabajo. En cambio, con
la Industrialización, y el trabajo fabril, se comenzaron a implementar medidas para
disciplinar a los obreros. Por ejemplo, durante la jornada laboral de aproximadamente 15
hs, un monitor registraba los horarios de entrada y salida, mantenía una vigilancia constante
sobre los obreros para castigar cualquier forma de “pereza”, que era duramente castigada.
La escuela como institución, fue empleada para inculcar la “economía del tiempo”, en ella
se enseñaba industriosidad, frugalidad, orden, regularidad, puntualidad, aspectos claves
para “naturalizar” el trabajo y la fatiga.
Las respuestas a la “embestida” contra los viejos hábitos de trabajo se manifestó primero en
la simple resistencia, hasta que segundas generaciones de obreros, a partir del siglo XVIII,
comienzan a organizarse para luchar por la reducción de la jornada laboral
Para Thompson fueron estas experiencias comunes de los trabajadores, en buena medida
condicionadas por las relaciones sociales de producción, las que favorecieron la
construcción de una identidad colectiva, como clase social.
Si se considera a la Clase obrera como una identidad colectiva, y no solo como una
categoría sociológica, y si se define su formación como el proceso de creación de un sujeto
colectivo, es evidente que tal proceso no se inicia con los nuevos trabajadores industriales.
Por lo que para Thompson es necesario considerar el papel decisivo que tuvieron los viejos
trabajadores de oficio, con prácticas laborales diversas, que a pesar de las diferencias
ocupacionales o de ingresos, participan de un mismo cúmulo de intereses, experiencias
sociales, tradiciones y sistemas de valores.
Thompson busca alejarse de las visiones deterministas, concibiendo a la clase como un
fenómeno histórico y no inmutable, y no como el resultado automático de las relaciones
sociales de producción; la clase entonces se trata de una identidad colectiva forjada a lo
largo del tiempo, coexistiendo con otras identidades mas tradicionales..
Si es una identidad colectiva, basada en la convergencia de experiencias diversas, los
trabajadores llegaron a percibir que a pesar de las diferencias, formaban parte de una
unidad y tenían intereses y objetivos comunes, que se enfrentaban además a la de otras
clases. Influye en esto, el que la condición obrera dejaba de ser transitoria, pues existía una
escasa movilidad social.
John Rule7 coincide en que en la formación de una clase obrera intervinieron muchas ramas
de conciencia que provenían de diferentes experiencias de explotación. Posiciona al
Sindicalismo como anterior a la Industrialización, pero lo considera un fenómeno de elite
irrelevante para la mayoría de los trabajadores (mas aún para las mujeres), pero igualmente
importante, porque hizo una labor formativa en el desarrollo de un discurso del trabajo y de
conciencia a su alrededor.
A este planteo agrega que es posible aceptar el desarrollo de una conciencia de clase obrera
como autoconciencia de una identidad de clase separada y con intereses comunes, sin
concluir que esta conciencia fuese revolucionaria y tuviera como objetivo derrocar al
capitalismo industrial.

El debate sobre las condiciones de vida de los obreros, es otro punto relevante dentro de la
historiografía referida a la Revolución Industrial. Parecieran existir dos posiciones, una
“optimista” que plantea una mejora en las condiciones sociales de los trabajadores a raíz de
la industrialización, basándose principalmente en análisis cuantitativos y seriales (pero
también fragmentarios); y otra postura, como la de Hobsbawn8 y Thompson, que por el
contrario, sostienen que el obrero permanecía en niveles de subsistencia, en un contexto
donde se evidenciaba el crecimiento de la riqueza nacional, en gran parte sostenida por el
resultado de su propio trabajo. Eran gentes que se sentían hambrientas en una sociedad

7
John Rule: Clase obrera e Industrialización. Historia social de la revolución industrial británica. 1750- 1850;
Barcelona, Crítica, 1980
8
Eric Hobsbawn: Cap. 4 “Los resultados humanos de la Revolución Industrial 1750- 1850” en: Industria e
Imperio; Barcelona, Editorial Ariel, 1978
opulenta, y esclavizadas en un país que hacía gala de su libertad. Igualmente Rule, agrega
que la pobreza era muy característica de la época preindustrial, por lo que no se debe
idealizar esta etapa como una “edad de oro preindustrial”, pues esos trabajadores también
tenían malas condiciones; y que además se deben considerar de forma conjunta la
adaptación de la población obrera inglesa a la industrialización y a las formas de vida
urbana, en un contexto de hostilidad y opresión de los gobiernos liberales. En este marco se
implementa la Ley de Pobres de 1834, que para los autores, revela el triunfo de la ideología
burguesa, era una legislación de clase, pues oprimía a una clase de sociedad en nombre de
la ideología de otra. El objetivo de esta ley era recortar el coste de la beneficencia, de
acuerdo con los principios de la economía política, la ley contemplaba la generalización de
la workhouse como marco en el que los pobres, recluidos voluntariamente y sujetos a las
normas de disciplina de estos internados, recibirían comida y alojamiento efectuando a
cambio, y en la medida de sus capacidades, algún tipo de trabajo.

Rule señala como una cuestión muy relevante y significativa la incorporación de la historia
de las mujeres en el mundo del trabajo. Indicando también como las categorías de la
historia del trabajo tradicional y del marxismo, por su rigidez no se adaptan fácilmente a un
enfoque de la historia del trabajo que posibilite situar las divisiones sexuales junto con las
de la clase, en términos de la discusión por la explotación y las desigualdades de poder

En esta línea se destaca el abordaje en torno a la Revolución Industrial, que proponen –


desde una perspectiva de género- Joan Scott y Tilly.9 Ambas autoras critican la
consideración general sobre el trabajo de la mujer, que lo entiende como una evolución
gradual: del lugar tradicional en el hogar, a su posición moderna en el mundo del trabajo.
Este error, según ellas, se basa en pretender que la experiencia de la clase media y sus
valores sean representativos de todas las clases. Por el contrario, sostienen que fueron los
valores tradicionales los que justificaron la inserción de las mujeres y los niños en las
nuevas condiciones que ofrecía el sistema fabril, donde desempeñaron distintos tipos de
tareas con los salarios más bajos del mercado.

9
Joan W. Scott: Historia y género. Las mujeres en la Europa moderna y contemporánea; Valencia, Ediciones
Alfons el Magnanim, 1990
Las familias tradicionales daban por sentado que la mujer debía trabajar, era necesario su
contribución para la supervivencia de la familia. Eran estas familias, las que enviaban a sus
hijas a que aprovecharan las oportunidades que ofrecían la industrialización y la
urbanización
La adaptación inicial a una estructura económica diferente, presuponía que los viejos
valores debían actuar en marcos nuevos. Es así, que las familias tradicionales recurrían a
distintas estrategias para el bienestar de la unidad familiar, podían llegar a emplearse todos
como jornaleros, o en ocasiones, las madres e hijas buscaban un trabajo doméstico extra,
para compensar los ingresos de la familia, aprovechando “racionalmente” las nuevas
oportunidades.

John Rule10 respecto al trabajo de mujeres y niños, señala que este fue habitual y constante,
y que de hecho, la opinión pública aprobaba y esperaba que las mujeres y los niños
trabajasen para contribuir con sus familias. Las mujeres al estar excluidas de los oficios
artesanales que se desarrollaban en los talleres, encontraron un amplio campo laboral en el
servicio doméstico y en la industria del vestido como sombrereras, modistas, etc.

El trabajo de las mujeres y los niños cual comenzó a declinar a partir de 1850 con el
aumento de la escolarización, y en el caso de las mujeres, con el impulso de ciertas
organizaciones obreras, que pedían salarios más altos para que los hombres pudieses
mantener a sus familias y lograr que las esposas no trabajaran.

Bibliografía:

10
John Rule: Clase obrera e Industrialización. Historia social de la revolución industrial británica. 1750-
1850; Barcelona, Crítica, 1980.
- Edward Thompson: Tradición, revuelta y conciencia de clase; Barcelona; Crítica,
1989
- Eric Hobsbawn: En torno a los orígenes de la Revolución Industrial; México,
Editorial siglo XXI, 1993,
- Industria e Imperio; Barcelona, Editorial Ariel, 1978.

- La era de las revoluciones 1789- 1848; Barcelona, Crítica, 1978

- Maxine Berg: La era de las manufacturas. 1700- 1820. Una nueva Historia de la
Revolución Industrial británica; Barcelona, Crítica, 1987

- John Rule: Clase obrera e Industrialización. Historia social de la revolución


industrial británica. 1750- 1850; Barcelona, Crítica, 1980.
- Joan Scott: Historia y género. Las mujeres en la Europa moderna y contemporánea;
Valencia, Ediciones Alfons el Magnanim, 1990.
- Pierre Vilar y otros: La Industrialización europea. Estadios y tipos; Ed. Crítica,
Barcelona, 1981
- E. Wrigley: Cambio, continuidad y azar, Editorial Crítica, Barcelona, 1993

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