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La primera misión le fue conferida en su origen por sus estatutos.

Para llevarla a cabo, la


Academia trabajó en el pasado para fijar la lengua y hacer de ella un patrimonio común a
todos los franceses y a todos aquellos que practican la lengua francesa. En efecto, el artículo
XXIV de los estatutos precisa que «la función principal de la Academia será la de trabajar con
todo el cuidado y toda la diligencia posibles para dar unas reglas seguras a nuestra lengua y
volverla pura, elocuente y capaz de tratar las artes y las ciencias». En la actualidad, actúa con
el fin de mantener las «calidades» y seguir las evoluciones que considera necesarias. La
Academia define así el «buen uso». Lo hace a través del Diccionario de la Academia
Francesa, que fija el uso de la lengua, pero también a través de sus recomendaciones y de su
participación en diferentes comisiones de terminología. La Academia Francesa se opone a
toda mención de las lenguas regionales en la constitución, según una declaración del 12 de
junio de 2008, mención que, según los académicos, llevará a Francia a ratificar la Carta
Europea de las Lenguas Minoritarias o Regionales.

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