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Universidad de Montemorelos

Teología UM Virtual

ANÁLISIS DE DOCUMENTOS ECLESIÁSTICOS (EN LÍNEA) – E

PI Etapa 3: Análisis de Declaraciones oficiales


Presentada en cumplimiento parcial de los requisitos para el título de
Licenciado en Teología

Por
Misael Chuquimango Mendoza
Marzo 2021
Identifica y profundiza en las siguientes declaraciones oficiales de la IASD:

El hogar y la familia:
La salud y la prosperidad de la sociedad se encuentran directamente relacionadas con el
bienestar de la unidad familiar, que es su célula constitutiva. Hoy más que nunca antes, la
familia se halla en peligro. Los sociólogos denuncian la desintegración de la familia
moderna. El concepto cristiano tradicional del matrimonio entre un hombre y una mujer está
en la cuerda floja. En esta época de crisis familiar, la Iglesia Adventista del Séptimo Día
exhorta a todos los miembros de la familia a que fortalezcan su dimensión espiritual y sus
relaciones familiares mediante el amor, la honestidad, el respeto y la responsabilidad
mutuos.
La Creencia Fundamental número 23 de la Iglesia Adventista del Séptimo Día señala que
la relación matrimonial «debe reflejar el amor, la santidad, la intimidad y la perdurabilidad
de la relación que existe entre Cristo y su iglesia. Aunque algunas relaciones familiares
estén lejos de ser ideales, los cónyuges que se dedican plenamente el uno al otro puede,
en Cristo, lograr una amorosa unidad gracias a la dirección del Espíritu y a la instrucción de
la iglesia. Dios bendice a la familia y quiere que sus miembros se ayuden mutuamente hasta
alcanzar la plena madurez. Los padres deben criar a sus hijos para que amen y obedezcan
al Señor. Tienen que enseñarles, mediante el precepto y el ejemplo, que Cristo disciplina
amorosamente, que siempre es tierno, que se preocupa por sus criaturas, y que quiere que
lleguen a ser miembros de su cuerpo, la familia de Dios.
Elena G. de White, uno de los fundadores de la iglesia, expresó: «La obra de los padres es
cimiento de toda otra obra. La sociedad se compone de familias, y será lo que la hagan
las cabezas de familia. Del corazón “mana la vida” (Prov. 4: 23), y el hogar es el corazón
de la sociedad, de la iglesia y de la nación. El bienestar de la sociedad, el buen éxito de la
iglesia y la prosperidad de la nación dependen de la influencia del hogar.
Violencia familiar:
Los adventistas del séptimo día defendemos la dignidad y el valor de cada ser humano y
condenamos todo tipo de abuso físico, sexual y psicológico, así como de violencia
doméstica.
Reconocemos el alcance mundial de este problema y los graves efectos que provoca a la
sociedad el abuso y a la violencia familiar tanto dentro de la iglesia como en la comunidad.
Tomamos muy en serio todo reporte de abuso y violencia, y hemos dado prioridad al análisis
de dicha problemática en este congreso internacional. Creemos que permanecer
indiferentes e insensibles es consentir, perpetuar y potencialmente extender conductas de
ese tipo. Aceptamos nuestra responsabilidad de cooperar con otros servicios profesionales,
de escuchar y atender a los que sufren de abuso y violencia familiar, de señalar las
injusticias y de pronunciarnos en defensa de las víctimas. Ayudaremos a las personas que
lo necesiten a acceder a los diversos servicios profesionales disponibles. Cuando un
cambio de actitud y de conducta abra posibilidades para el perdón y para un nuevo
comienzo, brindaremos un ministerio de reconciliación. Ayudaremos a las familias que
sufren como resultado de relaciones que no pueden ser restauradas. Nos ocuparemos de
los interrogantes espirituales que enfrentan las personas que han sufrido abusos, con la
intención de que logren entender las causas del abuso y la violencia doméstica y aplicar los
mejores métodos que puedan evitar que se repitan.

Juegos de azar:
Los juegos de azar afectan a un cada vez más elevado número de personas en todo el
mundo. La idea de ganar a expensas de otros ha llegado a convertirse en una maldición
moderna. La sociedad paga costos cada vez más elevados por el crimen organizado que
rodea a los juegos de azar, el apoyo a las víctimas y la destrucción de las familias, todas
ellas consecuencias que menoscaban la calidad de vida. Los adventistas nos hemos
opuesto sistemáticamente a los juegos de azar, pues resultan incompatibles con los
principios cristianos. No constituyen una forma correcta de entretenimiento ni un medio
legítimo para obtener fondos.
Los juegos de azar violan los principios de la mayordomía cristiana. Dios ha designado el
trabajo como el método apropiado para obtener beneficios materiales, y no el juego de azar
en el que se sueña con ganar a expensas de otros. Los juegos de azar ejercen un gran
impacto en la sociedad y conllevan elevados costos económicos como resultado de los
delitos que se cometen para mantener el hábito, la necesidad de mayor seguridad policial
y los gastos legales que ocasionan, así como por los problemas de droga y prostitución que
normalmente van asociados a ellos.
Los juegos de azar violan los principios de la mayordomía cristiana. Dios ha designado azar
en el que se sueña con ganar a expensas de otros. Los juegos de azar ejercen un gran
impacto en la sociedad y conllevan elevados costos económicos como resultado de los
delitos que se cometen para mantener el hábito, la necesidad de mayor seguridad policial
y los gastos legales que ocasionan, así como por los problemas de droga y prostitución que
normalmente van asociados a ellos.
Los juegos de azar crean falsas esperanzas. El sueño del jugador de ganar «a lo grande»
suplanta la verdadera esperanza con falsas ilusiones sobre las posibilidades de ganar, ya
que estadísticamente las probabilidades son extremadamente escasas. Los cristianos no
han de depositar su esperanza en las riquezas terrenales. La esperanza cristiana de un
futuro glorioso prometido por Dios es «segura y verdadera», a diferencia y en oposición al
sueño del jugador. La gran ganancia que señala la Biblia es una «piedad acompañada de
contentamiento» (1 Tim. 6: 17; Heb. 11: 1; 1 Tim. 6: 6).
Los juegos de azar son adictivos. La característica adictiva del juego es a todas luces
incompatible con un estilo de vida cristiano. La iglesia procura no culpar sino ayudar a
quienes padecen adicción al juego u otras adicciones. Los cristianos reconocen que son
responsables ante Dios por sus recursos y estilo de vida (1 Cor. 6: 19, 20).
La Iglesia Adventista no aprueba las rifas ni las loterías como medios para recaudar fondos,
e insta a los miembros de sus iglesias a no participar en actividades de ese tipo, aunque la
finalidad sea benéfica. Tampoco aprueba las loterías del estado. La Iglesia Adventista
exhorta a las autoridades a que limiten la accesibilidad a este tipo de juegos y eviten sus
efectos dañinos sobre los individuos y la sociedad.
La pobreza:
La pobreza, presente en todas las sociedades, priva a los seres humanos de sus más
elementales derechos. Es la causante del hambre, de la falta de atención médica, y de la
imposibilidad de acceso al agua potable, a la educación y a oportunidades de trabajo. A
menudo la pobreza genera una sensación de impotencia, desesperanza y desigualdad.
Cada día mueren más de veinticuatro mil niños en todo el mundo por enfermedades
derivadas de la pobreza que podrían haberse evitado.
Los adventistas creemos que las acciones destinadas a reducir la pobreza y las injusticias
que conlleva constituyen una parte fundamental de nuestra responsabilidad social como
cristianos. La Biblia revela claramente el interés especial que Dios tiene por los pobres y o
que espera que sus seguidores hagan a favor de los desvalidos. Todos los seres humanos
Cuando trabajamos en beneficio de los pobres, seguimos el ejemplo y las enseñanzas de
Jesús (Mat. 25: 35, 36). Como comunidad espiritual, los adventistas abogamos por un trato
justo hacia los pobres, levantamos nuestra voz a favor de «los que no tienen voz» (Prov.
31: 8, NVI) y en contra de los que «privan de sus derechos a los pobres» (Isa. 10: 2, NVI)
y participamos con Dios en «hacer justicia a los pobres» (Sal. 140:12, NVI).
La tarea de reducir la pobreza y el hambre supone mucho más que sentir compasión por
los necesitados. Implica apoyar políticas públicas que les ofrezcan justicia y equidad, los
capaciten y les permitan ejercer sus derechos. Implica patrocinar y participar en programas
que traten las causas de la pobreza y el hambre, y que ayuden a las personas a construir
vidas que puedan mantener. Este compromiso con la justicia es un acto de amor (Miq. 6:
8). Los adventistas creemos que también incluye un llamamiento a vivir con sencillez y
modestia a fin de que nosotros seamos un testimonio contra el materialismo y la cultura del
despilfarro.
Los adventistas nos unimos a la comunidad mundial y apoyamos los Objetivos de
Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas que procuran reducir la pobreza al menos en
un cincuenta por ciento para el año 2015. Para cumplir este objetivo, los adventistas
actuamos conjuntamente con autoridades civiles y gobiernos, entre otros, en proyectos
locales y mundiales, con el propósito de participar en la obra divina de establecer una
justicia más duradera en un mundo que se encuentra en muy malas condiciones.
Como seguidores de Cristo, asumimos esta tarea con esperanza, fortalecidos por la
promesa divina de un nuevo cielo y una nueva tierra donde no existirán la pobreza ni las
injusticias. Los adventistas somos llamados a vivir en armonía con esa visión del reino de
Dios de manera creativa y fiel, trabajando para erradicar la pobreza en el presente.

La clonación humana:
Durante décadas, la posibilidad de producir seres humanos mediante la clonación parecía
algo descabellado. Sin embargo, los recientes avances de la genética y la biología
reproductiva indican que muy pronto podrían desarrollarse técnicas que harían posible la
clonación humana. Esta posibilidad lleva aparejada la responsabilidad cristiana de
considerar las profundas implicaciones éticas relacionadas con la clonación humana. Como
cristianos que creemos firmemente en el poder creador y redentor de Dios, los adventistas
aceptamos la responsabilidad de presentar los principios éticos que derivan de nuestra fe.
La clonación abarca todos los procesos por medio de los cuales se producen réplicas de
plantas y animales vivos a través de métodos asexuales, es decir, que no implican la fusión
de un óvulo [o célula germinal femenina] y un espermatozoide [o célula germinal masculina].
Muchos procesos naturales son formas de clonación. Por ejemplo, microorganismos como
la levadura común se reproducen al dividirse en dos células hijas que son clones de la
célula madre y una de la otra. Al cortar y plantar una rama de un rosal o de una vid, esta
puede reproducirse hasta llegar a ser una planta completa, creándose así un clon de la
planta original. De manera similar, muchos organismos animales simples, como por ejemplo
la estrella de mar, pueden generar organismos completos a partir de pequeñas partes de
una predecesora. Por lo tanto, el principio biológico de la clonación no es nada nuevo.
La nueva técnica usada se conoce como transferencia nuclear celular. En esencia, este
método consiste en tomar una célula de un ser vivo y manipularla de manera que se
comporte como una célula embrionaria. Dadas las condiciones apropiadas, la célula
embrionaria puede proliferar y generar un ser completo. En la actualidad, esa
reprogramación celular se lleva a cabo colocando una célula adulta completa dentro de un
óvulo más grande al que se le ha quitado el núcleo. El óvulo utilizado en este proceso
funciona como incubadora, puesto que brinda un ambiente esencial que permite reactivar
los genes de la célula adulta. El óvulo contribuye al vástago solo con las cantidades
reducidas de material genético que están asociadas con su citoplasma, y no con el material
genético del núcleo, como sucede en el caso de la reproducción sexual. El huevo alterado
tiene que ser implantado entonces en un organismo femenino adulto para su gestación.
Los biólogos han desarrollado esta técnica como un instrumento para la cría de animales.
Por este medio esperan crear animales que sean genéticamente idénticos al ejemplar
seleccionado. Los beneficios potenciales de esta tecnología, que incluyen la posibilidad de
desarrollar productos que permitan tratar las afecciones humanas, son de gran interés para
los investigadores y la industria biotecnológica. Sin embargo, esta misma capacidad
tecnológica podría utilizarse para la clonación humana, lo cual ha generado grandes
dilemas éticos.
Dado el nivel presente de conocimiento y el estado actual del proceso de transferencia
nuclear celular, los adventistas consideramos que el uso de esta técnica para la clonación
humana resulta inaceptable. Considerando nuestra responsabilidad de aliviar la
enfermedad y mejorar la calidad de la vida humana, nos parece aceptable que se continúen.

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