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Nuestro encuentro se llevó a cabo en el importante municipio de Tasco – Boyacá, donde encontramos
un proceso campesino paradigmático en el escenario nacional que lleva varios años enfrentando un
modelo extractivo que amenaza sus formas de vida en el territorio. Desde hace décadas esta región
enfrenta la extracción de hierro y carbón, pero a través de la denuncia y movilización de las
comunidades se han defendido unas formas de producción sustentables y una cultura propia. En esta
región paramuna, con la experiencia y los aprendizajes de esta larga defensa del agua y la cultura
campesina, reflexionamos acerca de las nefastas políticas de extracción y conservación que profundizan
los conflictos en las altas montañas -como política minero-energética y delimitación-, las estrategias de
movilización socio- jurídicas que las comunidades pueden utilizar como herramientas en la protección
de la montaña andina y, las alternativas para una permanencia digna en los territorios.
En un primer momento, reconocemos un nuevo escenario político en relación con la protección de los
páramos y altas montañas en el país. En particular, celebramos las diversas sentencias emitidas por las
Altas Cortes que obligan al Gobierno Nacional a cumplir sus deberes constitucionales de impedir
cualquier actividad extractiva en los territorios esenciales para el ciclo hídrico, como los páramos.
También reconocemos los nuevos retos que significan para las organizaciones y procesos comunitarios
las ordenes emitidas por la Corte Constitucional al Gobierno sobre el deber de concertar y respetar las
decisiones de las autoridades territoriales y poblaciones sobre cualquier proyecto extractivo en los
territorios. En este nuevo contexto, consideramos necesario el fortalecimiento de las organizaciones en
las regiones para exigir una participación autónoma, informada y libre de cualquier coacción por los
intereses empresariales, y una permanente atención por el respeto de estos derechos.
7. La Ley ZIDRES como una estrategia de acaparamiento de tierras y despojo de los pueblos, que se
encuentra en contravía en la construcción de paz desde los territorios.
Que seamos nosotros, los seres humanos, quienes nos organicemos en los territorios, pues las
altas montañas ya tienen un ordenamiento ecológico y ecosistémico propio.
El ordenamiento territorial debe ser definido con las comunidades y basado en las cuencas
hidrográficas, de la mano con la elaboración de planes de vida comunitarios y participativos; que
a su vez genere acuerdos campesinos de cuidado y protección de los territorios esenciales para
el ciclo hidrológico y la recuperación del bosque andino.
Fomentar figuras de ordenamiento territorial desde las comunidades como: Zonas de Reserva
de la Sociedad Civil, Zonas de Reserva Campesina, Territorios Agroalimentarios, entre otros, en
el reconocimiento político y cultural del campesino como sujeto de derechos y no como
trabajador rural.
Fomentar acuerdos de protección entre lo rural y lo urbano que reconozca las deudas de la
ciudad con los territorios rurales y territorios esenciales para el ciclo hídrico, y que construyan
una política pública de inversión social en educación, salud y agua en las poblaciones de la alta
montaña.
Que el turismo comunitario sea propuesto e implementado por las poblaciones propias de los
territorios como una garantía de permanencia digna en ellos, aunado a una educación popular
ambiental que construya conocimientos en la protección y defensa de la montaña andina.
La gestión comunitaria del agua como un bien común y patrimonio de los pueblos, realizado
principalmente por acueductos comunitarios en zonas rurales y urbanas, y que estas prácticas
comunales históricas sean reconocidas constitucionalmente.
La creación del comité regional provisional para formar la Mesa de Interlocución con las
instituciones que permita dialogar y generar acuerdos en relación con las políticas que
modifiquen el ordenamiento territorial en la alta montaña.
Por último, expresamos nuestra solidaridad con todos los procesos de lucha y resistencia contra el
modelo de privatización de las empresas públicas y comunitarias, y contra el acaparamiento y despojo
que profundiza la desigualdad socio-económica en el país.
Por eso confirmamos nuestro compromiso con la construcción de una paz desde los territorios con
justicia social y ambiental.