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PRIMER DERRAMAMIENTO: La primera ocasión en la que Jesús derramó sangre fue en el huerto
del Getsemaní. Esa sangre que brotó de su cuerpo, tiene un profundo significado. Jesús asumió la
responsabilidad de su llamado. No quería pasar por una experiencia tan terrible. En el Getsemaní,
cuando se abrieron sus ojos, pudo ver las próximas horas de agonía en su vida. Fue cuando dijo:
“Padre, si es posible pasa de mí esta copa sin que yo la beba”. La preciosa Sangre de Jesús
derramada, rompió la maldición. Cuando Él concluyó de orar la tercera vez, todo el cielo se postró,
lo adoró y lo admiró reconociendo que era un valiente. ¡Amamos a Jesús porque es el único
Redentor! Él no es un mártir. Él es un personaje único en la historia de la humanidad: es Dios hecho
Hombre.
SEGUNDO DERRAMAMIENTO: La Segunda ocasión en la cual Jesús derramó su sangre fue cuando
flagelaron su cuerpo con el látigo de Roma. Lo único que puede limpiar nuestros pecados es la
Sangre de Jesús. Podemos alcanzar redención y sanidad a través de su cuerpo llagado. No debe
haber nada fuera de orden en nuestro cuerpo; la sanidad es una bendición y no podemos permitir
que el enemigo nos robe la paz con alguna enfermedad. Jesús, al tomar nuestro lugar, se convirtió
en nuestro sustituto; Él era la única persona que podía llevar sobre su cuerpo todos los efectos que
vinieron sobre la raza humana por causa del pecado de Adán. —
TERCER DERRAMAMIENTO: Cuando Adán pecó, la primera ocasión en que el señor pronuncia la
palabra maldición es sobre la tierra, y dice: “Maldita será la tierra por tu causa, espinos y abrojos te
producirá…”(Gen 2:17). La maldición sería representada por los espinos y los abrojos, la corona que
tenía Adán fue arrebatada por satanás a causa del pecado. Jesús sabía que el camino para
recuperar la corona era diferente y que tenía que ver con el derramamiento de su sangre, cuando
las espinas traspasan sus sienes y brota la sangre de su cabeza, aquellas gotas tocan la tierra y esa
sangre se convierte en una especie de lazo que llega hasta las manos del adversario. Le arrebate la
corona que tenía bajo su control. Bendita será la tierra por tu causa (sangre de Jesús), la tierra te
devolverá su fruto (Apocalipsis 5:9-10)
CUARTO DERRAMAMIENTO: Las diferentes experiencias a las que se ve enfrentado el ser humano
a lo largo de su vida, sin lugar a dudas, marcarán positiva o negativamente su futuro y el de sus
generaciones. El mismo señor Jesús, durante su permanencia en la tierra como hombre, tuvo que
enfrentar muchas de ellas. El momento en que su padre tiene que quitar sus ojos de su Hijo, a
causa del pecado de la humanidad sobre Él, es cuando el corazón de Jesús no resiste más y explota
a causa del gran dolor. Lo que Jesús obtiene en la Cruz, a través de la sangre derramada de su
corazón, es la victoria sobre el adversario, sobre la vida emocional de cada persona. Él toma todo
ese dolor, lo absorbe y transplanta un nuevo corazón capaz de expresar la alabanza y adoración
que Él merece y transmitir un mensaje de salvación.
QUINTO DERRAMAMIENTO: El rostro de Jesús quedó desfigurado por los cruentos golpes
recibidos, a tal punto que su oración fue “Porque por amor a ti he sufrido afrenta; confusión ha
cubierto mi rostro” (Salmo 69:7) Jesús soporto este dolor para que nosotros fuéramos libres del
espíritu de rechazo, las injurias, el menosprecio y todo lo que haya tocado nuestra autoestima. La
sangre que brotó del rostro de Jesús cuando le arrancaron la barba representa el ser aceptado,
porque quitarle su barba habla de una expresión de rechazo, verguenza, afrenta y humillación. La
sangre nos habla que, aunque otros nos hayan rechazado, el señor nos acepta, cuando otros nos
dieron la espalda, Él nos da su rostro, si alguien lo ha pisoteado, Él nos levanta. Es la sangre de la
aceptación y tiene gran poder porque brotó del rostro de Jesús.
SEXTO DERRAMAMIENTO: Es inimaginable para el ser humano entender todo lo que las manos
pueden hacer, pero las diferentes circunstancias en la vida de cada persona pueden llegar a desviar
ese buen propósito. La sangre derramada por Jesús a través de sus manos quebranta la
improductividad, la pereza, la distracción, la mediocridad, la falta de creatividad y la oposición. Dios
ha dotado a cada uno de habilidades especiales en diferentes áreas (intelectuales, manuales,
artísticas, deportivas) nuestra responsabilidad es ponerlas todas al servicio del señor y hacer que se
multipliquen, implica esfuerzo, disciplina, preparación, perseverancia y, sobre todo, disposición. Su
fruto será el ciento por uno. Es tiempo de recobrar la unción y desarrollar al máximo los dones que
el Señor ha depositado en cada uno.
SÉPTIMO DERRAMAMIENTO: Entender que fuimos creados por Dios con un propósito nos lleva a
retomar o cambiar el rumbo de nuestra existencia. A causa de los afanes del mundo, de las
presiones, y aún, de nuestra propia ignorancia, fácilmente podemos extraviarnos. Pero el señor
Jesús a causa de la sangre que derramó de sus pies, cuando fueron clavados en la cruz, restauró
nuestro propósito y encaminó nuestras vidas por la senda correcta. No debes olvidar tu razón de
ser, si es necesario debes re-enfocar tus decisiones al propósito divino estando en los lugares
correctos, en los tiempos correctos y con las personas indicadas.